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Cómo mejorar la comunicación con tus hijos adolescentes

Patricia Ramírez

Cómo mejorar la comunicación con tus hijos adolescentes

Patricia Ramírez

Psicóloga del deporte y de la salud


Creando oportunidades

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Patricia Ramírez

Psicóloga del deporte y de la salud y máster en Psicología clínica y de la salud, Patricia Ramírez ha sido nombrada la psicóloga más influyente de España en redes sociales. Es autora de siete libros, en los que aborda temas como la adolescencia, la comunicación entre padres e hijos o la convivencia en la familia, y entre los que destacan, "Cuenta contigo", "Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas" o el recientemente publicado "Si salieras a vivir…". Patricia Ramírez es especialista en psicología deportiva y de la salud con niños y adolescentes. También ha trabajado con deportistas de élite, entrenadores y futbolistas de equipos como el Real Betis Balompié, RCD Mallorca y CB Granada. Además, esta psicóloga es colaboradora habitual en medios de comunicación y congresos educativos en los que resalta la importancia de "Educar en el esfuerzo, el respeto y la convivencia". Patricia Ramirez nos ofrece claves para resolver problemas de comunicación entre padres e hijos y nos da consejos muy útiles para saber gestionar situaciones difíciles en la adolescencia.


Transcripción

00:00
Patricia Ramírez. Soy Patricia Ramírez, soy psicóloga de la salud y del deporte, y hoy vamos a hablar de responsabilidad, autonomía y de educar en la serenidad, y yo espero también aportar, no solamente los conocimientos que da la psicología, sino los de madre de cuatro adolescentes.

00:16
José Canales. Hola, Patricia. Yo soy profesor de Educación Física, me llamo Jose Canales. En los centros educativos, hay un abandono importante de la actividad física y deportiva de los adolescentes. Una parte profesional importante tuya ha pasado por deportes de élite, como el Betis de fútbol, el Mallorca, ¿qué hacemos para motivarles?

Patricia Ramírez. Yo creo que no existen alumnos que estén desmotivados, sino que hace falta buscar la manera de sacar esa motivación, y para mí es importante que la gente joven se divierta con el deporte. En el momento en el que la gente lo pasa bien y convierte el deporte en una pasión, seguramente se implique y se comprometa más. Yo creo que todo pasa, también, por darle a la Educación Física la importancia que debe tener. Para mí es una asignatura tan importante como las Matemáticas o como la Lengua, porque los datos científicos del beneficio que provoca, no solamente en lo que es la educación en valores variables, como la cooperación, la comunicación, la disciplina, además de esos valores, también sabemos que fomenta la concentración, la atención, que ayuda a estudiar, que ayuda a que las personas se eduquen en la disciplina y el ser voluntarioso. Yo creo que la Educación Física solo son ventajas, así que tenemos que promover para que de alguna forma sea motivante, con pequeñas competiciones en las que no surja esa ambición, esa insana competitividad, en fomentar espacios donde la gente pueda hacer deporte, sobre todo las niñas, porque las niñas adolescentes, a partir de los catorce o quince años, suelen abandonar más que los chicos. Fomentar que los chavales vayan a ver los partidos de las niñas y que la gente participe, y, por supuesto, creo que es importante trasladar a los padres la idea de que con el deporte no se castiga. Es muy típico que un niño saque una mala nota y que el padre o la madre le digan: «Ya no puedes ir al fútbol». Cuando realmente le quitamos el deporte a un chaval, le estamos quitando algo tan importante como el sueño. Al dejar de ir al fútbol deja de relacionarse con sus iguales, deja de practicar valores y, sobre todo, deja de practicar una actividad que está potenciando sus funciones cognitivas. Se puede castigar, a ser posible buscar otros métodos de aprendizaje, con otras cosas, pero nunca con el deporte.

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Los padres no somos perfectos. Reconocer una debilidad o un error delante de nuestros hijos no nos hace perder credibilidad. Al revés, lo que hacemos es ganarla

Patricia Ramírez

02:19
José Canales. Sí que hay algo que me importa cuando dices «educación en valores». ¿Qué valores importantes, tres o cuatro, destacarías principalmente en la educación?

Patricia Ramírez. Para mí es importantísimo educar en el esfuerzo. Yo creo que hay muchos padres hoy en día que con la sobreprotección dejan de pedir cosas para que el niño no se frustre, y con ello estamos transmitiendo a la gente joven: «No te preocupes, que puedes ser un irresponsable, que ya hay alguien que va a ocuparse de las consecuencias». Entonces, educar en el esfuerzo es fundamental, porque una persona para tener éxito en la vida va a tener que esforzarse, va a tener que esforzarse en el trabajo, va a tener que esforzarse en su relación de pareja, en su convivencia, en todo. El esfuerzo es fundamental. Por eso, también hay que inculcar que el placer tiene que venir después del deber. Es importantísimo educar en el respeto. El centro educativo y la casa tienen que ser un lugar en el que se aprenda a respetar. El respeto es un valor indispensable para la sana convivencia. La disciplina, el tener unos horarios, el tener un orden, el tener unas rutinas, sin disciplina la gente no consigue los objetivos, porque una persona disciplinada se entrena en autocontrol y fuerza de voluntad, que son importantísimos para el éxito profesional. Hay una investigación muy interesante que se hizo en los años setenta, se llama el Marshmallow Test, en el que se cogió a un grupo de niños entre cuatro y seis años y se les puso el siguiente reto: se les daba una gominola, el marshmallow, y se les decía: «Si eres capaz de esperar un rato sin comerla, yo te voy a dar un premio con una segunda gominola». Pues a esos niños se les hizo un estudio longitudinal durante treinta años. Aquellos niños que fueron capaces de elaborar estrategias para autocontrolar la situación y no comerse la gominola, resultó que tenían, luego, mejores notas académicas, mejores carreras profesionales, mejores profesiones, mejor remuneradas y menos índice delictivo. Al final, se concluyó que la capacidad de tener autocontrol y disciplina tiene un éxito mayor en la vida que la propia inteligencia. Así que educar en la disciplina, para mí, es un valor fundamental.

04:23
Luis Sánchez. Como padre, creo que no debemos recurrir al castigo. ¿Tú crees que son efectivos? ¿Cómo puedo hacer yo con mi hijo para solucionar este tipo de problemas?

Patricia Ramírez. Pues es una pregunta muy interesante, porque el castigo es un método de aprendizaje que se ha utilizado toda la vida. Pero los padres tenemos que educarnos, reeducarnos. ¿El castigo es efectivo? Sí. El castigo es efectivo, no nos vamos a engañar. Pero, los daños colaterales del castigo son tremendos. Porque cuando tú castigas a un chaval, coge miedo, deja de tener confianza contigo porque tiene miedo a que vuelva a haber un segundo castigo. Entonces, yo, por supuesto, no recomiendo el castigo. Existen otras técnicas de aprendizaje que son mucho más efectivas. El primero, el refuerzo. Significa estar pendiente de todo lo que el chaval hace bien para reforzarlo y para decírselo, pero el refuerzo o el elogio no tiene que ser algo general del tipo: «Eres un crack», porque no dice nada. El refuerzo tiene que estar basado en valores: «Espero que estés orgulloso del tiempo que has dedicado a estudiar, fíjate el resultado, y, sobre todo, que te sientas orgulloso tú, no me siento yo orgullosa como madre, por tu trabajo». El refuerzo es un buen sistema para cambiar, pero hay otros. Hay uno que se llama la sobrecorrección, que consiste, simplemente, en pedir al niño que repita lo mismo que ha hecho mal pero de una forma adecuada. Si tienes a un hijo que, en un enfado, ha pegado un portazo tremendo, en lugar de ir detrás y decir: «Aquí no se dan portazos», vas a la habitación y le dices: «Por favor, ¿podrías salir y cerrar la puerta correctamente?». Pero se lo pedimos con un tono conversacional, y cuando lo haga, le damos las gracias. También existe el aprendizaje vicario, el aprendizaje por observación, de Bandura, que es el psicólogo que lo inventó. Por eso es tan importante el modelo de conducta que tenemos los padres. Los niños aprenden cuando ven, tenemos que darles material visual en televisión, series, en Internet, nosotros mismos ser un modelo de conducta y dar información que ellos puedan copiar. El aprendizaje por observación lo trae un niño desde pequeño, y, si no queda otra alguna vez, en lugar de usar la palabra «castigo», a mí me gusta más «consecuencia». Hay una consecuencia, y es que, si tú no estudias por las tardes, no puedes utilizar el teléfono móvil, porque el tiempo que no has utilizado para estudiar no se puede usar con la tecnología. «Consecuencia» mejor que «castigo».

Luis Sánchez. Vale, por otro lado. A mi hijo se le da muy bien el deporte, pero veo que lo pasa mal.

Patricia Ramírez. Si

Luis Sánchez. Tengo miedo de que lo pueda abandonar, ¿cómo me puedes ayudar en este sentido?

Patricia Ramírez. ¿Lo pasa mal porque se siente presionado?

Luis Sánchez. Si, yo creo que se siente presionado

Patricia Ramírez. Mira, normalmente cuando un chaval se siente presionado es porque alguien está ejerciendo una presión. No quiero que ningún padre se sienta responsable, pero, muchas veces, la presión es algo casi no consciente. Cuando tú, después de un partido a tu hijo le dices: «Qué bien el gol que has metido, y me siento muy orgulloso porque habéis ganado el partido», y cuando no gana el partido: «Tenías un balón ahí en el pie y no lo has tirado, concéntrate». Cuando le presionamos con los resultados, ¿el chaval qué termina aprendiendo?: «Yo tengo valor para mi padre y para mi madre cuando meto goles, y cuando llega el domingo y mi padre saca el vídeo del gol y se lo enseña a toda la familia. Pero el día que no juego o el día que no hago lo que él quiere a mí nadie me presta atención». Entonces, la manera en la que la gente joven no abandona el deporte es reforzar siempre, no el resultado, sino el rendimiento: «Me siento orgulloso de que juegues al fútbol, de que los sábados por la mañana te levantes, de que tengas un compañero o un grupo de amigos con el que salir una tarde a cenar, de que practiques una actividad saludable». Eso es lo que tenemos que reforzar, los valores del deporte.

07.51
Iris Ramos. Yo te quería preguntar con respecto al control que tienen los padres, por ejemplo, cuando sales con los amigos, si te vas de fiesta por salir un rato, te controlan demasiado, te mandan Whatsapps, y si no los lees, te llaman y llegas a pasar vergüenza. ¿Qué piensas con respecto a esto?

Patricia Ramírez. Yo pienso, sinceramente, que es una equivocación. En parte te doy la razón, pero también hay que mirar la situación en su contexto. Va a depender mucho del adolescente, y del grado de autonomía que tenga esa persona. Yo entiendo que una persona que es responsable que ha quedado con sus amigos tiene que tener su espacio íntimo, y si tú como padre estás interrumpiendo ese momento en el que se está divirtiendo solamente por tener control sobre la situación, no estás permitiendo que tu hijo o tu hija se comporten de una forma fluida. ¿Qué recomendaría a los padres? Que simplemente dijesen a los hijos: «Si va a haber un cambio de planes, si vas a llegar más tarde u ocurre cualquier cosa, por favor, avísame», y que el hijo o la hija cojan ese compromiso de avisar. También hay que enseñar a los padres a que aguanten un poquito la ansiedad que supone no tener control sobre la situación. Porque cuando antes no existían teléfonos móviles y los de nuestra generación salíamos, no había ese control, no había esa necesidad.

Iris Ramos. Claro

Patricia Ramirez habla con Adolescente sobre cómo mejorar la comunicación con los adolescentes
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Lo primero es saber qué interesa a nuestros hijos para hablar de esos temas, lo segundo es compartir, hazles partícipes de tu vida

Patricia Ramírez

09:02
Patricia Ramírez. Hay muchos padres que dicen: «Es que antes tampoco había esos peligros», no es cierto. Peligro ha habido siempre, pero cuando tú sabes dónde está tu hijo, por qué ambiente se mueve, quiénes son sus amigos, tienes que dejar un poquito de espacio para que la persona se pueda relacionar con su gente sin la vergüenza que tú dices.

Iris Ramos. Hay padres, por ejemplo, que te piden que hagas cosas que luego ellos no hacen. Te dicen que no cojas el móvil cuando luego ellos lo están cogiendo todo el rato o cuando te dicen que no grites y luego están ellos también gritando, dando voces. ¿Qué piensas respecto a esto?

Patricia Ramírez. Yo vuelvo a pensar que tienes razón, que en todo lo que me preguntas tienes razón. Tenemos que empezar por pensar que los padres no son perfectos, no somos perfectos y cometemos un montón de errores. Lo ideal sería que el padre que comete ese error tuviese la nobleza de poder reconocerlo. Yo creo que cuando el padre reconoce un error delante del hijo y le pide perdón, también está elaborando un modelo de conducta basado en la imperfección, porque somos imperfetos, y eso es lo que tenemos que transmitir a los hijos. Pero en la nobleza de decir: «Me puedo equivocar y darte la razón». Yo creo que si hay una buena comunicación con tus padres cuando ocurra esto, en tu caso o en el de cualquiera, es mejor decir: «Mamá, que ahora me estás gritando, y en esta casa hemos dicho que no se grita», pero en un tono conversacional, para que tu madre o tu padre no se sientan atacados cuando esto ocurre. Pero lo que hay que trasladar a los padres, por supuesto, es que si vamos a educar a los hijos en no usar la tecnología, por ejemplo, en momentos comunes, como es la comida, la cena, o el desayuno, o en no dar voces, tenemos que ser los primeros que hagamos ese esfuerzo. No estaría mal decir a los hijos: «Cuando veas que hago algo que está mal, dímelo, porque a veces es un hábito y no me doy cuenta».

iris Ramos. Yo la miro, a ver si me va a pedir disculpas, pero no, no es capaz. Es como muy orgullosa, entonces…

Patricia Ramírez. Pero, más que orgullosa, es que muchas veces es difícil para los padres reconocer una debilidad o un error delante de los hijos, porque piensan que así pierden credibilidad y al revés, lo que haces es ganarla. Cuando un padre reconoce un error delante de un hijo, se está convirtiendo en una persona humana y está empatizando mucho más con él. Le está diciendo: «Somos iguales, y yo todavía tengo muchas cosas que aprender».

11.02
Luis Sánchez. Queremos que mañana nuestros hijos se enfrenten a la vida, entonces tenemos que trabajar la autonomía. Pero, ¿en qué momento hay que trabajar esa autonomía, desde muy pequeño? ¿En qué momento crees que es adecuado?

Patricia Ramírez. Hay niños que con un año y medio ya pueden recoger juguetes, y otros que hace falta dos años y medio, pero a esa edad siempre se pueden hacer pequeñas cosas aunque tú les ayudes. Con dos años se le puede decir: «Vamos a recoger juguetes», y le cogemos la manita, metemos los cubos dentro de una caja. Es enseñarle a tener obligaciones y, según la edad y según lo que el niño te va pidiendo, porque hay niños que con cinco años se atan solos los cordones y otros que con doce todavía no saben. Según la edad y lo que el niño te va solicitando tú tienes que soltar. Hay muchos padres que por hacerlo bien y hacerlo rápido dicen: «Déjame que lo haga yo», y en lugar de fomentar la autonomía, estamos fomentando una falsa sobreprotección, impidiendo que tu hijo aprenda a hacer las cosas solo. Así que hay que fomentarles ese espíritu aventurero, el niño nace con espíritu aventurero. «Yo solo», ¿cuántas veces dice un niño «yo solo»?, y los padres no lo dejan porque no lo ven preparado. Entonces, no solamente es «yo solo» lo que a ellos les apetece, sino que hay que ir dando pequeñas obligaciones para que todos colaboren en casa y cada uno se responsabilice de lo suyo.

12:13
José Canales. Hay una cosa que nos preocupa a los docentes, es esa protección de la que hablas, esa sobreprotección de las familias sobre sus hijos y sus hijas, que al final la autonomía ni siquiera es algo que podamos conseguir en las etapas más frecuentes, en las de secundaria, bachillerato, siendo adolescentes, sino que siempre están protegidos y siempre están defendidos incluso, aunque haya situaciones en que ellos no están actuando correctamente. Lo que decías antes, ¿cómo podemos implicar a las familias para que favorezcan esos procesos de aprendizaje, especialmente el de la autonomía, el que decías antes de la capacidad de esfuerzo? ¿Qué hacemos con esas familias que les están sobreprotegiendo?

Patricia Ramírez. Yo creo que lo primero que hay que hacer es darles información, y hay que decirles que la sobreprotección que hacen con todo el cariño del mundo, pensando que tú estás evitando que tu hijo pase por una serie de emociones, como es el miedo, la frustración, la ansiedad, son importantísimas. Uno tiene que aprender a vivir con esas emociones y lo que hace la sobreprotección es evitar ese paso. ¿Qué pasa? Que cuando el niño es un adulto no sale de su zona confortable, no es valiente para emprender porque no quiere sentir la incomodidad de esas emociones. Cuando les damos información a los padres, porque yo lo veo cuando hago talleres, y les das información de que en su vida van a tener que enfrentarse a situaciones en las que hay que negociar, en las que se tienen que esforzar. Si tú eso no lo tienes entrenado, tendrás gente que no haga deporte, tendrás gente obesa porque no sabrá renunciar a la comida, tendrás gente que no se forme o que no estudie porque le supone un sacrificio. Cuando tú les hablas un poco de las consecuencias desastrosas en el futuro, los padres abren los ojos. Pero tienen que tener esa información, porque ellos creen que ahora lo están haciendo bien. ¿En qué tipo de cosas podemos fomentar esa autonomía? El niño tiene que prepararse su bolsa de deporte, y si no se la lleva y no se ducha, que se ponga la toalla de un compañero si se la quiere prestar, y si coge hongos en los pies porque no llevaba las chanclas para ducharse, es su problema, ya le pondrán algo. Tenemos que dejar que el niño sufra las consecuencias de no responsabilizarse de sus cosas. Pero hay padres que dicen: «Si no me pongo a hacer los deberes con él, suspende las Matemáticas», pues que las suspenda y que se enfrente a que el profesor le diga que va mal y que se enfrente a tener unas clases particulares durante todo un año o a estar un verano estudiando. Hasta que uno no vive la consecuencia de su comportamiento, la gente no sabe actuar, no aprende. Yo te pongo un ejemplo: yo tengo un niño de altas capacidades, el que tiene doce que ahora cumple trece, y el año pasado en primero de la ESO me dijo: «Mamá, ¿yo puedo jugar a la Play Station ente semana?», y dije: «Pablo, no lo sé. Quiero que sea algo de lo que te responsabilices tú. Tú eres el que tienes que decidir si tienes tiempo y organización para jugar a la Play Station», así que él lo decidió y al final del trimestre no suspendió nada pero me dijo: «Creo que no puedo jugar a la Play Station, porque ha bajado mi nivel». Si yo llego a decirle a principio de curso que no podía jugar a la Play Station, hubiese tenido a alguien todo el trimestre diciéndome: «¿Por qué? Si me da tiempo, déjame, ya he acabado los deberes». Creo que el aprendizaje que obtuvo él al darse cuenta de que no podía compaginarlo todo como quería fue mucho más efectivo que el haberle impuesto el no poder jugar. Así que tenemos que dejar que la gente viva sus consecuencias. Como pueden ser los ejemplos del chat, ¿cuándo un niño se ha olvidado los deberes qué pasa? Ahí hay una madre diciendo: «Fulanito no ha traído el libro de matemáticas», y doscientas madres contestando: «En mi casa no está», «espérate que le hago una copia». Los niños también tienen chat, si te has olvidado el libro, que pregunte a tus compañeros, pero no le saques las castañas del fuego. No podemos dejar que nuestros hijos se enfrenten a un peligro real que ponga en peligro su vida, pero sí tenemos que dejar que se enfrenten a una bronca con el profesor, a que le llamen la atención, a que se sienta frustrado, a que tenga un sobresfuerzo en verano que estudiar por algo de lo que no se ha ocupado. No, si tu hijo se ha olvidado la merienda que le habías dejado preparada y puesta ahí, es su problema. No tienes que ir tú corriendo con la merienda al colegio porque al chiquillo se le ha olvidado, aquí no se muere ninguno por no tomar merienda un día. Dejemos que se exponga a que llegue del colegio y te diga: «Mamá, he pasado un hambre», mañana se acordarás de llevarte la merienda.

Patricia Ramirez te cuenta cómo mejorar la comunicación con los adolescentes
16:02
Iris Ramos. Yo te quería hablar de las redes sociales. Exponemos nuestras vidas en fotos, en vídeos, que están libremente y que toda la gente puede ver. Yo incluso he llegado a caer en eso, yo me paso horas a veces en Instagram (ínstagram), y muchas veces me he planteado salirme, quitarme un poco de eso para despejar la mente. También caes en que si tú sales de eso, prácticamente no existes, porque cuando tú cuando conoces a alguien, estás un rato hablando de cómo estás y, de pronto te dicen: «¿Tienes Instagram o tienes WhatsApp?», y si no tienes, prácticamente, esa persona ya no la vuelves a ver o no vuelves a saber de él, porque ¿cómo te comunicas? Yo quería saber qué opinas con respecto a esto, a las aplicaciones y las redes sociales y todo esto.

Patricia Ramírez. Mira, yo creo que las redes sociales bien utilizadas son una herramienta maravillosa para conocer a gente y para estar en contacto, y nos generan un nivel de universalidad que es tremendo. Porque yo veo que ahora mis hijos que han ido a campamentos en verano pueden estar en contacto de una forma bastante real con gente que está a mil kilómetros de distancia. Lo que ocurre es que hay que aprender a utilizarlas. Lo primero es la educación en valores en casa. A pesar de que tu tengas tu intimidad con tu Instagram, tenemos que tratar de que haya una confianza como para que los padres puedan participar. Yo sigo a mis hijos y mis hijos me siguen a mí, no me tienen bloqueada, pero ¿por qué? Porque no he hecho nunca un juicio de valor. Los padres enseguida que ven una foto que no les gusta hay un juicio de valor: «Borra eso, eso no está bien». Tenemos que tratar de que nos explique: «¿Por qué has colgado esto?», «¿te imaginas qué tipo de consecuencias puede tener esta foto, a quién está llegando, cuánta gente la puede estar juzgando?», tenemos que hablar más y juzgar menos. Luego, la gente de según qué edad tiene que tener una cuenta privada, para poder dejar que una gente entre y otra gente no. Y tenemos que ser muy prudentes, porque aquello que tú cuelgas en Internet se queda colgado para siempre. De hecho, en Twitter hay una forma de localizar toda la información, tú metes una serie de palabras con tu nombre de Twitter con una palabra clave, por ejemplo, «ambición», y salen todos los tuits que yo he colgado desde que abrí Twitter con la palabra «ambición», podemos rastrearlo todo. Así que sí que es importante que la gente tenga una cuenta privada y que, a mí me gusta formularles esta pregunta: «¿La foto que vas a colgar o el vídeo que vas a subir te gustaría verlo si fuera de tu hermana o tu hermano pequeño?», «¿te gustaría ver eso de tu hermano pequeño?», entonces ti dices: «No sé».

Iris Ramos. Depende

Patricia Ramírez. Claro, cuando ya te genera ese tipo de duda es que igual no es un vídeo o una foto que tengamos que subir.

18:24
Luis Sánchez. Yo, como padre, me veo con problemas de comunicación con mi hijo, porque todas las preguntas que yo le hago es «sí», «no», «no sé». En cambio, cuando le veo con sus amigos, su conversación es muy fluida y entra en todo tipo de detalles. Entonces, ¿cómo puedo yo mejorar esa comunicación con mi hijo?

Patricia Ramírez. Una pregunta, ahora te voy a hacer una pregunta yo a ti. ¿Cuándo tú hablas con tus amigos, hablas con tus amigos tipo interrogatorio?: «¿Qué has comido en el cole y qué tal en mates?», «¿has hecho el examen?», «¿Fulanito qué te dijo?».

Luis Sánchez. No

Patricia Ramírez. No, ¿Verdad?

Luis Sánchez. No

Patricia Ramírez. Cuando tú hablas con tus amigos, hay una comunicación bidireccional, tú compartes conmigo y yo comparto contigo, tú me cuentas cosas íntimas y luego te las cuento yo, y estamos en un ambiente en el que no nos sentimos juzgados. Los niños y los chavales no comparten muchas veces con sus padres porque no hay una comunicación bidireccional, hay información. Tú demandas una información que, además, a ellos no les interesa en absoluto porque no les estás preguntando sobre las cosas que les interesan de verdad, les estás preguntando sobre las cosas que te interesan a ti. Entonces, es difícil que haya esa comunicación. Lo primero es saber qué interesa a nuestros hijos para hablar de esos temas, lo segundo es compartir. Comparte tus problemas del trabajo, comparte tus problemas con amigos, pídeles consejo, hazles partícipes de tu vida, porque entonces ellos dirán: «Si para mi padre mi opinión es importante, el día que mi padre me pregunte, pues igual también puede ser importante la que me diga él». Luego, con los hijos, hay que olvidar la parte de juzgar, que enseguida nos dicen: «Fulanita ha empezado a fumar», «qué horror, fíjate, a ti ni se te ocurra», y cortamos la comunicación. Es mejor preguntar: «¿A ti qué te parece?», «¿alguna vez se te ha ocurrido? Puedes contar conmigo si alguna vez tienes dudas…». Hay muchas directrices ahí que lo pueden favorecer. Hay que darles menos consejos y preguntarles si los quieren: «Respecto a esto, ¿qué te preocupa? ¿Querrías saber qué haría yo? ¿Querrías que te diese un consejo?». Porque, entonces, despertamos el interés. Los padres estamos acostumbrados a decir: «Tienes que hacer esto, esto y esto», y a dirigir completamente su vida sin dejarles, ni siquiera, reflexionar. Todo eso corta la comunicación.