La música escondida de las matemáticas
Marcus du Sautoy
La música escondida de las matemáticas
Marcus du Sautoy
Matemático y divulgador científico
Creando oportunidades
Así ve el mundo un matemático
Marcus du Sautoy Matemático y divulgador científico
Cómo las matemáticas predicen el futuro
Marcus du Sautoy Matemático y divulgador científico
Marcus du Sautoy
Si un periodista británico tiene una duda científica, levanta el teléfono y llama a uno de los despachos de la Universidad de Oxford: el de Marcus du Sautoy. Este matemático nacido en Londres, tan fascinado por el lenguaje de los números como por el fútbol, es el traductor público de lo que él considera “el superpoder de la ciencia”. Estudió en Oxford, universidad en la que ahora es profesor y en donde además lidera la prestigiosa Cátedra Charles Simonyi para el Entendimiento Público de la Ciencia. Du Sautoy defiende que “la ciencia está adquiriendo mucha fuerza y es importante que los científicos demos la cara e intentemos explicar a la sociedad nuestra historia y los problemas a los que nos enfrentamos”, a lo que añade: “este conocimiento da poder político a los ciudadanos”.
El científico británico es colaborador de los diarios The Guardian y The Times, aunque debe su popularidad al programa de la BBC 'The Code' en donde desentraña la historia, el uso y el significado de los números.
Ha escrito numerosos libros, entre los que se encuentra el superventas 'La música de los números primos'. Recientemente ha lanzado en castellano 'Lo que no podemos saber', un ensayo sobre los límites del conocimiento humano y las motivaciones que impulsan la investigación científica. Los relatos humanistas de Du Sautoy son un viaje emocionante a través de los secretos y la belleza del mundo de las matemáticas. "Una de las tragedias de nuestro sistema educativo es que separamos las materias y los estudiantes van a clases de matemáticas, luego historia, luego literatura o música y no se dan cuenta de que todas están unidas", sentencia.
Transcripción
Cuando hablo con la gente, me da la impresión de que se creen que mi trabajo como matemático consiste en estar todo el día en la oficina de Oxford haciendo divisiones complicadas con muchos decimales. Si fuera así, los ordenadores ya me habrían dejado sin trabajo. Pero eso tiene más que ver con la aritmética, no es realmente matemáticas. Así que intento explicarles mi concepción de lo que es un matemático. Es un buscador de patrones. En realidad eso es a lo que me dedico: busco patrones en este mundo caótico y desordenado en el que vivimos.
Y lo cierto es que esa capacidad de buscar patrones es una de las herramientas más potentes que ha desarrollado la especie humana para intentar predecir qué va a ocurrir. Creo que las personas pasamos mucho tiempo pensando en el futuro. Si os preguntara a cualquiera de vosotros en algún momento en qué estáis pensando, seguramente diríais: “Pues es cierto, no estoy pensando en el presente ni en el pasado, sino en qué va a pasar próximamente”. Y lo cierto es que las matemáticas son una de las mejores herramientas para averiguar lo que va ocurrir. Porque si puedes identificar un patrón en los datos del pasado, podrás extender ese patrón para intentar predecir qué es lo que puede a ocurrir en el futuro. Así que las matemáticas me parecen una de las mejores herramientas que ha desarrollado el ser humano para comprender de dónde venimos, para saber que pudo haber un Big Bang que dio lugar a todo, pero también para saber algo aún más importante si cabe: a dónde nos dirigimos, qué nos depara el futuro. ¿Por qué conocemos el cambio climático? Pues porque leemos los patrones del pasado y a partir de ahí predecimos lo que puede suceder en el futuro.
Mucha gente me pregunta si se nace siendo matemático, si yo lo supe inmediatamente. Y la verdad es que no creo que funcione así. Lo cierto es que de pequeño no me gustaban las matemáticas. No se me daban bien las tablas de multiplicar, nunca me acordaba de cuánto eran siete por ocho. Pero yo tuve suerte y con doce o trece años, en el cole, tuve un profesor de Matemáticas que, en medio una clase, me señaló y me dijo: “Du Sautoy, quiero hablar contigo después de clase”. Pensé: “Madre mía, me he metido en un lío”. El caso es que al terminar, me quedé y me dijo que lo siguiera. Yo no tenía ni idea de qué pasaba. Me llevó afuera y me dijo: “Mira, te vendría bien entender en qué consisten realmente las matemáticas, pues no son exactamente lo que hacemos en clase, con todos esos signos y cosenos, las divisiones, porcentajes… Es algo mucho más interesante”. Y me recomendó algunos libros que él pensó que me abrirían el mundo de las matemáticas.
Así que ese fin de semana fui a una librería y los compré. Y uno de ellos tenía un título muy curioso: El lenguaje de las Matemáticas. Yo nunca había pensado en las matemáticas como un lenguaje, pero según lo iba leyendo, empecé a entender: “Vaya, es un lenguaje fascinante. Es el lenguaje de la naturaleza, el que utiliza la ciencia para entender cómo funciona el mundo”. Aprendí lo que era la sucesión de Fibonacci, que está presente en toda la naturaleza, y también los números primos, geometría, topología… La verdad es que estoy muy agradecido a aquel profesor de Matemáticas que, por decirlo de algún modo, me dio la llave de un jardín secreto y que me desveló un precioso lugar donde me he pasado toda la vida explorando, disfrutando y creando. Lo cierto es que no solo enseño Matemáticas en Oxford. Hace unos años empecé a impartir otra cátedra. Soy un avaricioso por tener dos. Esta cátedra la tuvo antes de mí Richard Dawkins, un prestigioso biólogo, y se llama “Cátedra para el Entendimiento Público de la Ciencia”. En este trabajo paso la mitad del tiempo creando matemáticas, y también paso mucho tiempo explicando por qué las matemáticas y las ciencias son tan importantes en la sociedad actual, para que así vosotros, como público, podáis tomar decisiones sobre qué hacer con la ciencia. Por ejemplo, si permitir o no la investigación con células madre o qué hacer ante el cambio climático.
Pero además, otro de mis cometidos es motivar a la siguiente generación de matemáticos. Cuando yo era pequeño, hubo gente que se esforzó en escribir libros, crear programas de televisión y dar charlas educativas para niños; y todo eso me inspiró a convertirme en matemático. Hoy hay bastantes estudiantes entre el público, y siento que una de mis tareas hoy es motivaros para que intentéis resolver los problemas que yo no sé resolver. Mi generación está atascada en algunas cuestiones y vosotros sois quienes tendréis que encontrar una respuesta. Voy a hablaros de mi labor como catedrático para el entendimiento público de la ciencia, un título imponente, ¿verdad? ¿Acaso sé yo todo sobre la ciencia? Por supuesto que no; me parece muy importante que los científicos admitan que hay muchas cosas que se escapan de su entendimiento. Sin ir más lejos, mi camiseta dice que no sé nada. Sí que sé unas cuantas cosas, pero no lo sé todo. La ciencia está adquiriendo mucha fuerza en la sociedad de hoy en día, así que es importante que los científicos demos la cara e intentemos explicar nuestra historia, los problemas a los que nos enfrentamos. A veces me siento como un embajador de esta superpotencia que es la ciencia, intentando establecer un diálogo entre la sociedad y los avances científicos que van surgiendo y afectando a la sociedad. Y hoy he venido a responder a vuestras preguntas.
Por tanto, en el momento en que los humanos empezaron a construir y cambiar el mundo fue cuando nos comenzaron a interesar las matemáticas. Pensad, por ejemplo, en la fórmula para calcular el volumen de una pirámide; algo que los niños aprenden en el colegio. Es el lado de la base al cuadrado por la altura dividido entre tres. Una fórmula simple que hay aprender, pero ¿y si enseñáramos a los alumnos que esa fórmula ya existía en el papiro Rhind de Egipto? Pues, al fin y al cabo, los egipcios construían pirámides y tenían que saber cuántos bloques necesitarían para levantar esas estructuras gigantes. Así que en el papiro Rhind ya aparecería la fórmula para calcular el volumen de la pirámide.
Por tanto, creo que las matemáticas nacieron de la mano de estas culturas que construían ciudades. Pero luego ocurre algo muy interesante: además de descubrir nuevas fórmulas y números, también queríamos demostrar la verdad de las cosas. Esa idea de “demostrar” es esencial en matemáticas, y empieza a surgir en la cultura de la antigua Grecia. Pero debemos darnos cuenta de que los griegos no solo construían ciudades, sino que crearon una civilización, con su política, democracia, debates y retórica. Y de esa habilidad de argumentar y debatir empieza a aflorar la idea de construir argumentos desde una perspectiva lógica y fiable. Y es entonces cuando nace el concepto de “demostrar” en matemáticas. Por tanto, ese deseo del ser humano de controlar y descubrir el mundo que nos rodea fue, en mi opinión, el nacimiento de las matemáticas.
Bien, ¿y cómo consiguieron desarrollar las matemáticas, edificar esas construcciones tan extraordinarias y ser tan avanzados? Supongo que pensarían: “¿De qué sirve un número para la nada? Si no hay nada, qué necesidad hay de contarlo”. Los números son para contar. Lo cierto es que pasó mucho tiempo hasta que a alguien se le ocurrió que era bastante útil tener un símbolo o número para representar la nada.
Y en mi opinión, eso demuestra bastante bien cómo las matemáticas son un reflejo de la cultura. En la cultura india les agrada la idea del vacío, de la nada, también la idea del infinito; no les asusta. Por eso opino que estaban más predispuestos a la idea de la nada, el “sognato”, como ellos lo llaman. Y se inventaron un símbolo que lo representase. ¿Y por qué eligieron esa especie de círculo? Hay una teoría que dice que la gente hacía los cálculos sobre la arena con piedras. Las colocaban de tal manera que indicaban un número. Y cuando quitaban las piedras, ¿qué les quedaba? Pues un hueco, un pequeño agujero en la arena con forma de círculo. Esa de una de las teorías de por qué el cero, la nada, se representa con una especie de círculo.
Por tanto, sí, fue una invención bastante tardía. Incluso en Europa, en el siglo trece aún nos asustaba bastante este número. De hecho, hay pruebas de que en Italia incluso se prohibió usar el cero, pues creían que era algo malvado relacionado con el demonio. Así que, el cero, un concepto que hoy consideramos tan fundamental, tardó tiempo en crearse, introducirse y aceptarse. También has mencionado los que seguramente sean mis números favoritos: los primos. ¿Por qué son más importantes que otros números? Para empezar, ¿qué es un número primo? Es un número indivisible, como por ejemplo el siete o el diecisiete, pero no el quince, ya que puede dividirse entre tres o cinco. ¿Y por qué estos números son tan importantes? Pues porque cualquier número puede dividirse una y otra vez hasta quedarte únicamente con los números indivisibles de los que se compone. Por ejemplo, el quince se compone de dos números: cinco por tres. Yo, como matemático que soy, veo los números primos como si fueran, en cierto modo, los átomos de la aritmética. Por ejemplo, en química, si la habéis estudiado sabréis que una de las principales cosas que se aprende es la tabla periódica, donde aparecen todos los átomos de los que se componen las moléculas. Por ejemplo, si unes dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno, obtienes agua.
Pues para mí, los números primos —el dos, el tres, el cinco, el siete, el once…— son como el hidrógeno y el oxígeno de las matemáticas. De manera que si entendemos estos números, a partir de ahí podremos crear el resto, y de ahí surgirán las matemáticas, y de las matemáticas la ciencia, y de la ciencia el universo. Por tanto, si entendéis estos números, creo que daréis con el secreto del universo. El problema es que no los entendemos; son uno de los mayores misterios. No sabemos qué patrón siguen. Espero que alguno de los jóvenes del público descubra el secreto de estos números. Sería genial.
"Los datos son el petróleo del siglo XXI"
En la actualidad seguimos utilizando esta herramienta para navegar por el dinámico mundo en el que vivimos. Estamos rodeados de pruebas que lo demuestran. Si no existiera la ciencia, imaginaos todo lo que no tendríamos. Por eso me parece importante que la gente comprenda la ciencia, pues tiene una repercusión enorme en la sociedad. No hace falta ser científico, pero sí entender el funcionamiento de la ciencia, porque te dará poder político. Porque si no entiendes la ciencia, te quedas fuera del dialogo sobre cómo usarla. Por eso es importante que haya diálogo entre la ciencia y la sociedad. De esa manera, la gente entenderá la importancia de vacunarse, por ejemplo. Actualmente hay mucho miedo a las vacunas, lo cual está ocasionando problemas gravísimos en todo el mundo. Por eso los científicos deben explicar por qué las vacunas son esenciales para proteger a la población. Es una idea que se está empezando a olvidar y es necesario que los científicos expliquen por qué es importante.
Y por otro lado está la teoría de lo más grande: la llamada “teoría de la relatividad” que desarrolló Einstein. Sabemos que en la actualidad estas dos teorías no encajan. Cuando estudiamos lo muy pequeño, utilizamos la física cuántica, y cuando estudiamos lo grande, la relatividad. Pero a veces queremos utilizar ambas teorías a la vez; por ejemplo cuando analizamos el origen de todo: el Big Bang, el momento en que lo más grande se redujo a lo más pequeño. Por tanto, para poder comprender el Big Bang, necesitamos encontrar una teoría que recoja tanto lo más pequeño como lo más grande. Y ese es el propósito de la teoría del todo, que de momento no existe. Las dos teorías actuales son incompatibles, así que estamos buscando una nueva que nos explique qué ocurre cuando lo más grande se convierte en lo más pequeño. Otro lugar donde ocurre esto mismo es en los agujeros negros. Tampoco entendemos cómo funcionan. Un compañero de Oxford, Roger Penrose, junto con Stephen Hawking, lograron comprender muchas de estas cosas. Uno de los últimos artículos que escribió Stephen Hawking antes de fallecer intentaba entender si la información que entra en un agujero negro. Creo que hemos llegado a un momento en la ciencia en que estamos preparados para una nueva revolución. Nos hemos acostumbrado a las historias de la relatividad y la física cuántica, pero la realidad es que llevan atascadas más de cuarenta años. Es cierto que hemos descubierto cosas muy interesantes como el bosón de Higgs, pero era de esperar, como también lo eran las ondas gravitacionales. Me encantaría descubrir algo, ya sea en el CERN, o con los magníficos telescopios que tenemos, que sea totalmente inesperado, pues eso nos plantearía el desafío de desarrollar una nueva teoría. Así que, como decía, vuestra generación es la que debe conseguir una revolución que cambie la manera de ver el mundo, y el universo, y todo.
¿Y a qué se debe? Pues conocemos las ecuaciones para predecir el tiempo y también disponemos de muchos datos meteorológicos recabados por todo el mundo. Uno de los problemas es la teoría del caos. Para explicarla, pensemos en las ecuaciones que conocemos, sabemos cómo es el presente, no es una descripción perfecta, pero sí una estimación bastante acertada. Supongamos que conocemos muy bien el tiempo de hoy. Si trasladamos dichas ecuaciones al futuro, esperaríamos tener una estimación bastante acertada del tiempo futuro, pero la teoría del caos dice que cualquier error minúsculo en la descripción del presente puede dispararse y dar lugar a una descripción totalmente diferente del futuro. Esto es lo que llamamos el “efecto mariposa”, seguramente habréis oído hablar de él. Este efecto explica que el aleteo de las alas de una mariposa provoca un minúsculo cambio que puede tener un efecto enorme sobre el tiempo, de manera que pasemos de un día soleado a un tornado en cinco días. Esa susceptibilidad a los pequeños cambios es precisamente lo que nos dificulta tanto hacer pronósticos. Quizás penséis que solo ocurre con cosas tan complicadas como el tiempo, pero no. Incluso los sistemas más simples pueden albergar caos en su interior. Os voy a hacer una demostración, de hecho. Me he traído un péndulo. Aquí está, gracias.
Los péndulos suelen ser tan predecibles que los usamos para contar el tiempo. Los movimientos regulares de un péndulo fueron uno de los descubrimientos de Galileo. Pero este péndulo es un poco diferente. Está compuesto por dos placas de hierro unidas más o menos como una pierna. La geometría es bastante simple: dos rectángulos. Y la física es muy sencilla también, simplemente gravedad, apenas tiene fricción. Pensaréis que siendo tan simple, será muy fácil predecir cómo se va a mover. Pero predecir el movimiento de este péndulo es prácticamente imposible para cualquiera. Vaya, ¿lo estáis viendo? Impresionante, ¿a que sí? Vaya, ahora va para allá. El hecho de que algunos os estéis riendo ya indica algo. A fin de cuentas, ¿qué es la risa? Una respuesta de “¡Vaya, eso no me lo esperaba!”. Esto ya plantea un reto bastante interesante, pero el desafío que plantea la teoría del caos es si podríamos repetir el mismo comportamiento. Pues bien, hice una marca donde coloqué el péndulo antes y voy a intentar repetir exactamente lo mismo, pero cualquier mínimo cambio en cómo suelte el péndulo cambiará por completo el movimiento. Veamos, empieza girando parecido a antes, pero ahora se balancea hacia ese otro lado. Todo esto nos plantea un gran reto. Hay muchas cosas susceptibles a pequeños cambios. Aunque conozcamos las ecuaciones y sea un objeto simple, saber qué movimiento va a hacer a continuación es prácticamente imposible. Y supone un reto para las matemáticas que hemos desarrollado para explicar el mundo que nos rodea, como el péndulo, el tiempo o incluso la economía, por ejemplo. Una de las razones que dificulta predecir el comportamiento de una acción es que no puede controlarse mediante estas ecuaciones caóticas. Por tanto, este es uno de los retos, una de las cuestiones que no podemos saber. La teoría del caos nos demuestra que hay muchos sistemas cuyas ecuaciones entendemos, pero que quizás no consigamos predecir su comportamiento. Este es mi artilugio favorito. ¿Podemos probar otra vez? ¿Sí? Bien, solo una vez más, a ver. Es divertido. Qué maravilla. Mirad cómo se contonea ahora. Bien, un fuerte aplauso para el péndulo caótico. Aquí tienes. Genial, siguiente pregunta.
Pero esta idea va mucho más allá. Ya Pitágoras comprendió por qué encontramos algunas notas tan armónicas cuando se combinan entre sí. Y descubrió que es debido a las matemáticas. Existe una proporción de números enteros entre las frecuencias que es lo que nos llama la atención. Así que cuando pensamos: “Oh, una octava o una quinta justa”, que son notas con las que se construye la música, lo que en realidad estamos diciendo es: “Oh, me encantan las matemáticas”. Pero mucha gente no se da cuenta de que cuando escucha música está expresando su amor por las matemáticas. Existen muchas clases de música en el mundo, pero todas ellas suelen usar las mismas notas. Incluso la música india se compone con las mismas doce notas que usamos nosotros en occidente. Y la razón es que todas se basan en un elemento universal: las matemáticas. Pero todo esto no son más que los ingredientes de la música, no es música de verdad, sino lo que hacemos con el ritmo y las notas.Y aquí es donde nos topamos con las matemáticas de verdad. Si nos fijamos en compositores como Bach, Messiaen, Mozart o Schubert, todos componían sus obras con una estructura muy matemática. Por ejemplo, Bach usaba mucho la idea de la simetría en sus variaciones. Por ejemplo, primero pone una melodía ascendente y a continuación la repite descendiendo. Haydn incluso tiene una sinfonía palindrómica, es decir, completamente simétrica. Justo en la mitad de la composición, da la vuelta a la música y la repite al revés. Quizás se quedó sin papel y pensó: “Doy la vuelta y ya está”. En definitiva, los compositores utilizan muchos trucos matemáticos. Pero ojo, no quiero que parezca que defino la música como algo frío y sin emoción, como mucha gente piensa que son las matemáticas. En realidad las matemáticas se parecen a la música en que tienen emoción, riesgo, y cuentan historias a partir de números y geometría. En mi caso, tanto cuando escucho música como cuando trabajo con matemáticas, siento un placer muy similar al adentrarme en un interesante viaje intelectual, ya sea en el espectro musical o matemático.
Me pueden salir dos unos, un uno y un dos, o dos seises. Es decir, me puede salir un número del dos al doce, pero hay más probabilidades de que salgan ciertos números. Es más probable que me salga un seis, un siete o un ocho, ya que existen más maneras de obtener estos números. Para un siete, podría salirme un uno y un seis, un dos y un cinco, un tres y un cuatro, un cuatro y un tres, un cinco y un dos, o un seis y un uno.De esta manera me di cuenta de que en mi Monopoly la zona de calles naranja es la más probable de visitar después de caer en la cárcel. Así que siempre intento comprar las calles de ese color, pues sé que probablemente saquen un seis, un siete o un ocho y caigan allí, y yo les podré cobrar muchas veces por mis hoteles. En resumen, cuidado si jugáis con matemáticos, pues tenemos trucos hasta para los dados. Hace poco aprendí algo muy curioso. Antes se creía que el dado era puro azar porque es caótico: cualquier mínimo cambio al lanzarlo hará que caiga sobre un lado distinto. Pero hace poco aprendí algo muy interesante. Unos matemáticos polacos han realizado un estudio que demuestra que cuando lanzamos el dado en ciertas mesas, el resultado es más predecible de lo que pensamos. Midieron la altura sobre la mesa y el ángulo que forma con la mano al lanzarlo. Y se dieron cuenta de que si la mesa es un poco blanda, un ligero cambio no varía la cara sobre la que cae. Justo aquí tenemos una alfombra blandita para probar. Bueno, lo que descubrieron es lo siguiente. Si os tenéis que ir con una sola cosa de esta charla, que sea esto. Pues bien, si dejo caer un dado con el tres en la cara de abajo, la mayoría de las veces caerá con el tres hacia arriba si la superficie no lo hace rebotar mucho. Probemos a ver. Vaya, ha salido un seis. El problema de la física es que no siempre funciona. Pero una de cada seis veces sí funciona. Y si lo repetimos muchas veces, lo más probable es que salga más veces el tres que el resto de números. Eso lo podemos falsear después, ¿verdad? Bien, gracias por la pregunta, muy buena.
Pues a alguien se le ocurrió que un equipo de fútbol funciona de manera parecida, con pases de balón entre jugadores. Así que si utilizáramos las herramientas matemáticas de Google para analizar un equipo de fútbol, quizás veríamos cuál es el jugador más importante, aquel al que le pasan más veces el balón. Y si sabemos hacer eso como equipo rival, podemos neutralizar a esos jugadores.
Uno de los problema que tenemos en Inglaterra es que siempre tenemos jugadores clave. Hace unos años eran Frank Lampard y Steven Gerrard. Si nos quitaran a esos jugadores, no podemos jugar. En cambio, España juega de manera muy diferente. Si hiciéramos un ranking de Google con la selección española, veríamos que ningún jugador es más importante que el resto. Y esto hace que sea muy complicado jugar contra España, porque todos los jugadores tienen el mismo valor. Por tanto, las herramientas matemáticas pueden resultarnos muy útiles en el fútbol. Uno de los lanzamientos de falta más famosos de la historia del fútbol lo hizo Roberto Carlos en la selección brasileña jugando contra Francia. El balón estaba lejísimos de la portería y nos quedamos en plan “pero hombre, la idea es marcar gol”. El equipo contrario formó una barrera y cuando Roberto tiró la falta, el balón salió volando hacia las gradas, no iba para gol ni de lejos, pero en el último momento el balón cambió de dirección y de repente entró en la portería. El portero se quedó en plan “¿cómo es posible?”. Parecía que iba en una dirección y en el último momento cambió. Roberto Carlos, aparte de un buen futbolista, parece que también es un gran matemático, porque claramente sabía que ocurre algo muy curioso cuando lanzas un balón con mucha velocidad. El aire que deja a su paso al ir tan rápido es una turbulencia caótica. Recordemos el péndulo de antes. Pero en este caso, la turbulencia apenas altera el balón, que vuela prácticamente como si el aire no ejerciera resistencia. Pero cuando alcanza determinada velocidad, la turbulencia cambia y pasa de ser caótica a bastante constante. Y en ese instante de repente actúa como una especie de freno y la velocidad del balón disminuye drásticamente. En ese momento es cuando cambia de dirección y entra en la portería.
Supongo que Roberto Carlos se pasó horas haciendo ecuaciones hasta decir “¡lo tengo!”. La clave es que debía estar suficientemente lejos para poder lanzar el balón y producir ese efecto. Esa turbulencia que va dejando a su paso el balón es otro de los enigmas matemáticos que no entendemos. Además, Roberto Carlos no ha querido compartir sus descubrimientos matemáticos. Como decía, es uno de los grandes problemas sin resolver y recibe el nombre de “ecuaciones de Navier-Stokes”. Y de nuevo, espero que vuestra generación consiga dar con la solución.
"Debemos esperar que la ciencia y las matemáticas, en vez de separarnos, nos unan"
Y lo cierto es que llevamos décadas sin grandes avances. Se habla de que pasamos un “invierno de la Inteligencia Artificial” interminable. Parece Juego de tronos, donde nunca es verano, siempre hace frío. Pero creo que ahora hemos pasado a un estado distinto gracias a la idea del “aprendizaje automático”. Antes la inteligencia artificial se creaba de manera jerárquica. Creábamos un programa que supiera qué iba a hacer el ordenador. Seguía la estructura de “si pasa esto, haz esto; si ocurre esto otro, haz esta otra cosa”. Esto impedía al ordenador ser creativo, pues la creatividad procedía del programador. Sin embargo, ahora esto ha cambiado y utilizamos códigos más abiertos a la participación. En eso consiste el aprendizaje automático de máquinas. Su código cambia y se adapta al interactuar con el mundo. En cierto sentido se parece a nuestra manera de aprender. No nacemos preprogramados sabiendo comportarnos como seres humanos. Sí que nacemos con ciertos códigos, pero cuando somos pequeños aprendemos al interactuar con el entorno; aprendemos de nuestros errores y así sabemos que no podemos tocar el fuego porque nos quemamos, a la vez que aprendemos que con él se pueden conseguir muchas cosas. Ahora mismo la inteligencia artificial se encuentra en una fase en la que somos capaces de crear un código mucho más evolutivo. Este código interactúa con los datos y si falla se reprograma él solo, se rehace. A mi parecer, el factor clave que ha permitido esta revolución son los datos. El hecho de que exista un mundo digital tremendamente rico del que puede aprender la inteligencia artificial y que haya tanta riqueza de datos es lo que ha hecho posible a las máquinas aprender a partir del análisis del mundo digital.
Uno de los grandes avances han sido los programas de reconocimiento visual. Podemos mostrar una imagen al programa y será capaz de identificar rápidamente qué hay en ella, ya que ha pasado mucho tiempo analizando las imágenes que hay en la red. A veces incluso añadimos etiquetas en Instagram que explican lo que hay en la imagen y nuestra descripción les permite adaptarse y aprender.
Para mí, lo más interesante —y que demuestra que ha ocurrido algo muy importante– sucedió cuando conseguimos programar una máquina para que ganara al campeón del mundo del juego llamado “go” /GOU/. El go es un juego muy complicado que se originó en China. Se juega en un tablero de diecinueve por diecinueve donde se van colocando piedras negras y blancas. A simple vista, parece fácil, solo hay que poner piedras. Gana quien consiga encerrar más piedras del oponente entre las suyas.
Pero es un juego que requiere mucha creatividad, intuición y capacidad para reconocer patrones. Y siempre se había pensado que era imposible que una máquina pudiera alcanzar esa intuición que tenemos las personas. Hasta que hace un par de años un ordenador venció a Lee Sedol, uno de los mejores jugadores, campeón del mundo en dieciocho ocasiones. Fue una gran sorpresa para todo el mundo, pero lo más asombroso fue lo siguiente. En el movimiento treinta y siete de la segunda partida, la inteligencia artificial hizo un movimiento que desconcertó a todos, pues parecía un error. Pensaron: “Genial, ahora aprovechará Lee Sedol”. El caso es que “ella”, bueno, la máquina, incluso la he llamado “ella”, fijaos, cómo empezamos a humanizar la inteligencia artificial. Resulta que el ordenador colocó una piedra en la quinta fila contando desde fuera. Cuando aprendes a jugar al go, te enseñan que jamás debes colocar ahí una piedra tan pronto, parecía un claro error. Pero al terminar la partida nos dimos cuenta de que ese movimiento fue lo que hizo ganar al programa. No fue un movimiento realmente alucinante, pero acabó siendo muy importante en los últimos momentos de la partida. Es muy buen ejemplo de cómo un ordenador puede ser creativo. ¿Y qué es la creatividad? De eso trata mi nuevo libro; ¿pueden los ordenadores ser creativos? Para mí, la creatividad representa algo novedoso, sorprendente y que aporte valor. Pero para que un ordenador sea creativo, considero que debe tener otra característica más: debe hacer algo que el programador no se esperara. Ada Lovelace siempre pensó que aunque los ordenadores realicen operaciones increíbles, siempre estarán limitados por su programador, nunca harán más de lo que les mandas. Pero aquel movimiento treinta y siete de la segunda partida sorprendió a todos, ni siquiera quien programó la máquina se lo esperaba.
Pero para mí, el gran reto es conseguir averiguar cuánta creatividad puede llegar a tener la inteligencia artificial. ¿Puede pintar cuadros? ¿Es capaz de componer música que nos emocione? ¿Puede escribir novelas o poesía? Lo cierto es que ya existen ejemplos de cómo empieza a desafiar nuestra creatividad. A veces, las personas nos comportamos como si fuéramos máquinas y repetimos lo mismo día tras día. Así que creo que la unión de personas y máquinas será muy interesante, ya que las máquinas quizás nos inspiren a hacer cosas nuevas y nos digan: “Esto ya lo conoces, pero ¿has probado esto otro?”. Creo que nos espera un futuro magnífico que combinará el aprendizaje automático, la inteligencia artificial y seres humanos que nos permitirá mejorar la creatividad a todos. Esto ya se ha demostrado en el juego del go. La combinación más potente no es un ordenador por separado o una persona por su cuenta, sino la unión de un ordenador con una persona, lo cual crea algo totalmente nuevo que un ordenador por sí solo no podría superar. Aún queda esperanza para la humanidad.
En definitiva, para mí las matemáticas y la ciencia son un elemento de unión. Por eso, cuando en una película de ciencia ficción llegan los extraterrestres a la tierra e intentamos comunicarnos con ellos, el guionista suele recurrir a menudo a las matemáticas como lenguaje compartido. Una de mis novelas preferidas es Contacto, de Carl Sagan, que adaptaron al cine en una película estupenda con Jodie Foster. Jodie Foster escucha el ruido del cosmos en un lugar llamado “SETI”, una organización que existe en la realidad y busca señales de inteligencia artificial. Y de repente, Jodie capta una secuencia de números: dos, tres, cinco, siete, once, trece… Se da cuenta de que son los números primos y piensa que no puede ser casualidad, sino que debe de ser algún mensaje procedente de otra especie inteligente que intenta comunicarse y nos están saludando con los números primos. En definitiva, considero que debemos esperar que la ciencia y las matemáticas, en vez de separarnos, nos unan y juntos intentemos comprender cómo funciona el universo. Gracias.