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Pautas para que nuestros hijos crezcan emocionalmente fuertes

Rosa Molina

Pautas para que nuestros hijos crezcan emocionalmente fuertes

Rosa Molina

Psiquiatra


Creando oportunidades

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Rosa Molina

“Sabemos mucho hoy en día de los estilos de crianza que pueden dañar a nuestros hijos”, explica la doctora y psiquiatra Rosa Molina. “Podemos tener en cuenta cinco claves fundamentales para educarlos”, explica.

Para la doctora Rosa Molina, “el cuerpo es el escenario de nuestras emociones”. Según defiende, cuerpo y mente van ligados y deben entenderse como un conjunto en el que la salud física y la mental deben ir siempre de la mano. Para ella, entender nuestras emociones y aprender hábitos saludables nos ayuda a cuidar de nuestro cerebro y obtener un mayor bienestar. Rosa Molina es especialista en psiquiatría de la sanidad pública madrileña, Doctora por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Neurociencias. También es docente universitaria y coordina la sección de Neurociencia Clínica de la AEN (Asociación Española de Neuropsiquiatría). Con una amplia experiencia en neuropsiquiatría y psicogeriatría, actualmente realiza una importante actividad de divulgación en salud mental a través de sus redes sociales y del podcast ‘De piel a cabeza’. Es autora de dos libros de divulgación en salud y salud mental: ‘Una mente con mucho cuerpo. Entiende tus emociones y cuida de tu salud mental’ (2021) y ‘Tus microtraumas. Cómo identificar tus heridas emocionales para que tu pasado no condicione tu futuro’ (2023).


Transcripción

00:06
María Arcas. Hola, Rosa. Soy María, fisioterapeuta madre de dos adolescentes y estoy aquí encantada de hablar contigo hoy sobre salud mental.

00:13
Rosa Molina. Encantada de estar aquí.

00:15
María Arcas. Rosa, eres doctora en medicina, psiquiatra, autora de dos libros sobre salud mental y divulgadora de salud. Hablas mucho sobre la relación entre el cuerpo y la mente, en que el cuerpo es el escenario de nuestras emociones. ¿Nos podrías ampliar un poquito más sobre este tema?

00:31
Rosa Molina. Efectivamente, mente y cuerpo están muy conectados y en realidad son inseparables, aunque por la medicina y por el avance de los distintos campos nos hayamos superespecializado tanto que tenemos parcelas excesivamente desconectadas, cuando lo cierto es que la mejor forma de comprender la enfermedad y de comprender al ser humano sea con una visión unificadora de todo. La relación mente-cuerpo es clara. Si yo, por ejemplo, ahora te insulto o te digo una palabra malsonante, es posible, María, que tú experimentes en tu cuerpo ya cambios físicos de manera casi inmediata. Es posible que notes algún cambio gástrico o que tus vasos se vasoconstriñan. Podríamos, si pudiéramos medirlo, ver cómo tu tensión arterial se eleva un poquito o incluso que tu vello se eriza. Es decir, habríamos provocado, a través de algo abstracto como la palabra, una serie de cambios en tu cuerpo. También a través de cambios físicos, por biología, porque inyectemos una sustancia química, por ejemplo, una droga, en nuestro cuerpo, podríamos modificar o modular nuestro comportamiento. Podríamos poner a alguien especialmente eufórico o irascible. Es decir, podríamos impactar sobre su conducta y también incluso sobre su pensamiento y cómo siente las emociones. Eric Kandel, premio Nobel, decía que a través de la palabra podemos producir cambios cerebrales gracias a esa propiedad de nuestro cerebro, de la neuroplasticidad, y de hecho es el fundamento de por qué funcionan las psicoterapias. La psicoterapia se basa en esa palabra a través de la cual voy produciendo cambios. Por eso a mí me gusta recordar que nuestra mente se manifiesta en nuestro cuerpo y que nuestro cuerpo es el escenario de nuestras emociones.

02:12

Por eso, cuando alguien sufre y tiene manifestaciones físicas y va de un médico a otro por molestias gástricas o cefaleas de las cuales no se conoce la causa y a veces le devolvemos esa mirada de: «Pero si no te pasa nada, si todo es psicológico», parece que estamos dándole un carácter peyorativo o negativo. No les estamos dando la misma validez a esos síntomas físicos cuyo origen principal es psíquico, como si fueran de segunda categoría y como si no estuviéramos legitimados a sufrir por algo mental. Así que es importante reivindicar que el cuerpo es ese escenario donde se expresa nuestra mente, que es igual de importante cuando sufrimos por algo físico que por algo emocional, y yo creo que entenderlo y normalizarlo nos ayuda también a vivir mejor.

03:02
María Arcas. Entonces, por esto que nos acabas de contar, el cuerpo se queja de algo que normalmente suele estar relacionado con las emociones, es decir, somatiza. ¿Qué es una somatización y por qué se producen?

03:13
Rosa Molina. Las somatizaciones son manifestaciones físicas de diversa índole que responden a estados afectivos que tenemos. Podríamos poner como ejemplo molestias gástricas, cefaleas, contracturas musculares. Estoy segura, María, de que tú como fisioterapeuta…

03:15
María Arcas. He visto unas cuantas, sí.

03:16
Rosa Molina. También verás mucho de esto, ¿verdad? Yo en consulta me encuentro muchas veces efectivamente a cefaleas que no responden a ciertos fármacos que se utilizan desde el campo de la neurología y que en el fondo te das cuenta de que hay bastante componente psicológico. O esas molestias gástricas que nos llevan a hacer una itinerancia de un médico a otro, de un especialista a otro buscando causas para las que luego efectivamente no encontramos nada. Bueno, es que, como decíamos, son síntomas físicos para los cuales no hay una causa médica que los justifique. No hay una úlcera o no hay una enfermedad determinada. Sin embargo, parece que el principal originario de ese síntoma sería esa psique que se está expresando a través de este otro lenguaje. Podríamos decir que es nuestro lenguaje corporal, pero no por ello menos importante y no por ello quiere decir que nos lo estemos inventando, es decir, que nos expresemos por este medio. Es simplemente expresar aquello que a lo mejor no hemos sido capaces de poner en palabras. Fíjate que para explicar esto de las somatizaciones a veces se utiliza la metáfora de los vasos comunicantes. Es una metáfora que se utiliza en la física, en la psicología y en la medicina. Nos lo podemos imaginar, como por ejemplo tres vasitos que están interconectados. Uno puede representar nuestros pensamientos, otro nuestras emociones y otro nuestras conductas. Si por ejemplo, tratamos de suprimir nuestros pensamientos y uno de esos vasos comunicantes, lo presionamos hacia abajo, ¿qué ocurriría con el líquido de los otros vasos que están conectados con el primero?

04:57
María Arcas. Iría a los otros dos, ¿no? Aumentaría la presión.

04:59
Rosa Molina. Eso es, y subiría el líquido. Esos vasos podrían llegar a rebosar. Pues sería un poquito una metáfora ilustrativa de lo que ocurre con las somatizaciones. Aquello que a lo mejor no he sido capaz de expresar en palabras termina manifestándose a través de ese lenguaje que decíamos, corporal, con esa cefalea o con esas molestias físicas, como decíamos, que pueden ser diversas y que pueden ser muy distintas para cada uno. Otro concepto que vincula un poco con esto y que tiene una aplicabilidad quizás más en el día a día y que nos puede ayudar también a entenderlo, es el concepto del marcador somático que divulgó sobre todo el neurólogo António Damásio. Con esto se refería a aquellas marcas que han quedado en nuestras vísceras, en nuestro cuerpo, y que se activan cuando evocamos ciertos momentos emocionales. Por ejemplo podríamos notar esas mariposas en el estómago, o esa sensación del nudo en la garganta que en el fondo es un resumen de todo lo que hemos experimentado y vivido a lo largo de nuestra vida y que es una información muy útil y que se aplica, por ejemplo, en la toma de decisiones. Serían esas marcas corporales que nos guían o que nos ayudan para, por ejemplo, decíamos antes, tomar una decisión. Esto es muy interesante porque se ha visto que precisamente esos marcadores corporales se activan simultáneamente junto con determinadas regiones cerebrales. Más en concreto, en el córtex prefrontal, que es esta región que tenemos por detrás de la frente. En el córtex prefrontal ventromedial habría una activación simultáneamente a la activación de esas sensaciones más viscerales. Así que, como ves, al final está todo muy conectado, incluidos nuestro sistema hormonal, nuestro sistema inmune, nuestro sistema nervioso que ya hemos descrito, tanto el sistema nervioso central como el sistema nervioso periférico, y que están todos en sintonía en una danza que yo describiría como una danza perfecta.

06:47
María Arcas. Entonces, Rosa, ¿somatizar es una manera de lidiar con el dolor? ¿Nos podrías poner algún ejemplo?

06:53
Rosa Molina. Sí, podríamos decir que efectivamente la somatización es una forma también de lidiar con el dolor. Tender más o menos a las somatizaciones va a depender de distintas variables, va a variar de un individuo a otro, va a depender de nuestras estrategias adaptativas y nuestras estrategias de afrontamiento, de nuestra capacidad para poner en palabras las emociones. Pero fíjate que no solo va a depender del individuo, sino incluso la propia cultura va a moldear esa mayor o menor tendencia a las somatizaciones. Por ejemplo, en una cultura donde está mejor visto o más aceptado que suframos por algo físico, puede haber una mayor tendencia a la somatización que si fuera de otra manera, donde entendiésemos mucho mejor que esos síntomas físicos causados por nuestra mente forman parte natural de nuestro lenguaje y de nuestra vida emocional. Por tanto, como decía: factores individuales, nuestra propia cultura lo va a moldear, o incluso nuestras propias experiencias pasadas, haber tenido experiencias traumáticas que también nos pueden predisponer a tener una mayor manifestación somática. Un autor que ha indagado mucho sobre esto es Bessel van der Kolk, que de hecho ha escrito un libro que se llama «El cuerpo lleva la cuenta», donde habla de esas alteraciones que mantenidas en el tiempo sobre nuestro sistema nervioso autónomo harían que este se active y se reactivara a través de ese lenguaje físico que tanto estamos mencionando con esas dolencias, esas contracturas, esas cefaleas, como una forma de manifestar algo que ha quedado ahí enquistado, que no ha podido ser liberado. Ese dolor psíquico al que tú te referías al inicio.

08:32
María Arcas. Por ejemplo, en consulta tengo mucha gente que viene con vértigos, aparte de cefaleas, las molestias digestivas que has dicho. ¿Es realmente una somatización? ¿Puede ser el tema de estrés que están sufriendo a lo mejor en su vida diaria?

Cinco pautas para educar sin traumas a tus hijos. Rosa Molina, psiquiatra
08:44
Rosa Molina. Claro. Y sobre todo en esta época. Vivimos en la época del ansiolítico. Venimos del Paleolítico al Mesolítico, al Neolítico y actualmente vivimos en el «Ansiolítico». Porque yo creo que el estrés es otra pandemia silenciosa que nos está haciendo daño internamente y también a nivel psicológico, que nos cuesta gestionar. Y desde luego ha habido un aumento de esas somatizaciones, precisamente, creo que consecuencia de esos niveles elevados de estrés y que no estamos siendo capaces de gestionar.

09:15
María Arcas. En tu último libro hablas de traumas y microtraumas. ¿Nos podrías explicar un poquito qué son y ponernos algunos ejemplos?

09:22
Rosa Molina. Muy bien. Efectivamente, quería hablar principalmente de adversidad, pero luego pensé: «Claro, hay que hablar primero de trauma, el trauma que entendemos todos o el que es más conocido, que es ese gran trauma o Trauma de T mayúscula al que se refieren algunos autores, como pueda ser una situación de una catástrofe natural, como pueda ser un terremoto, unas inundaciones o un atentado terrorista o incluso una violación. Esos traumas mayores, que pueden tener un impacto, una fractura, pueden fracturar nuestro mundo emocional, nuestra psique. Eso es lo que entendemos la gran mayoría como trauma y de hecho es el que conocemos más dentro de lo que serían las clasificaciones psiquiátricas o las clasificaciones de salud mental que nos dan manuales como el DSM o el CIE-10. Sin embargo, hay que mencionar otro tipo de traumas que conocemos los especialistas que trabajamos en salud mental a los que se han referido distintos autores como «microtraumas» o «traumas con t minúscula», no porque sean menos importantes, porque pueden de hecho llegar a tener el mismo impacto que un Trauma de T mayúscula, es decir, la persona puede llegar a tener un trastorno de estrés postraumático, sino que en el fondo se les llama «microtraumas» porque podrían ser experiencias que aparentemente no vienen a poner en jaque nuestra vida de entrada. No amenazan nuestra supervivencia, pero sí que tienen esa importancia porque han moldeado nuestra forma de vida, nuestra forma de percibir el mundo y de percibirnos a nosotros mismos. Voy a poner ejemplos.

10:59

Ejemplos de estos microtraumas podrían ser situaciones de humillación que hayamos podido vivir, humillaciones repetidas o experiencias de rechazo, ya sea en nuestra familia o en la infancia, como podemos ver ahora con el bullying en los colegios o con el mobbing, esa situación de acoso laboral en el trabajo, ya en la edad adulta. También podríamos hablar de microtraumas, por ejemplo, el padecer una enfermedad crónica o incluso las situaciones sociales desfavorables como pueden ser la pobreza o la falta de recursos. Podríamos enumerar, como ves, un montón de ejemplos y hablar de cómo esas situaciones, por distintos motivos o distintos factores y variables, van a impactar de una manera importante en nuestras vidas.

11:50
María Arcas. Hablando de los microtraumas, ¿cómo nos afectan en nuestra vida y en nuestras relaciones sociales?

11:57
Rosa Molina. Bueno, se pueden manifestar en cuanto a los síntomas que podamos reconocer en nuestro día a día de diversas maneras. Podemos experimentar síntomas como puede ser el insomnio crónico, la dificultad de concentración, fenómenos que llamamos disociativos como la despersonalización o la desrealización, que son fenómenos en los que el sujeto, por ejemplo, la despersonalización, siente o se observa como de fuera, como si fuera un autómata, como si no se reconociese a sí mismo, como si fuera un actor, o los fenómenos de desrealización, que serían esas vivencias en las que siento que la realidad en la que estoy no está siendo real o como si todo estuviera cambiado. Son fenómenos, como decía, de tipo disociativo y que vemos con frecuencia cuando aparecen este tipo de experiencias. Pueden aparecer creencias nucleares o podemos desarrollar sobre todo en esos microtraumas que arrastramos desde la infancia, creencias sobre cómo somos y que de alguna manera marcan nuestra forma de ver las cosas. En fin, podríamos, como ves, enumerar muchos síntomas. Cada uno va a tener la predominancia de unos o de otros, pero esto va a marcar, como bien preguntabas, nuestra forma de relacionarnos, porque de alguna manera, por ejemplo, podemos relacionarnos con los otros desde el sufrimiento, con relaciones de dependencia. Esto lo vemos a veces en consulta con gente que repetidamente, con distintas parejas, tiene muchísimo miedo al abandono y establece esas relaciones en las que de alguna manera se establece una dependencia excesiva, incluso patológica, y el otro termina retirándose, porque aunque el otro muestra el cariño, la persona que ha tenido estos microtraumas puede sentir como que nunca es suficiente, cuando a lo mejor es que no se sienten ellos suficientes o no se creen merecedores de ese cariño.

13:53

O podemos ver gente que tiene una gran dificultad para pedir ayuda, para reconocer cómo se sienten porque aprendieron que cuando necesitaron ayuda no la recibieron o esas figuras que tuvieron que proporcionarla estaban ausentes, no estaban presentes o no supieron validarlo. Aprendí a ser excesivamente independiente, a no necesitar a nadie y a gestionar mi mundo emocional yo solo. Esto no deja de ser una dificultad, porque aún en la edad adulta nosotros no solo nos autorregulamos, sino que también nos corregulamos a través del otro. Forma parte de nuestras estrategias de regulación emocional el saber comunicarnos con los otros para pedir ayuda. Solo el hecho de poder compartir el cómo nos sentimos ya tiene un proceso de mejoría en cómo nos sentimos. Así que esa forma tan restringida de algunas personas a la hora de abordar su mundo emocional, que tiene una gran dificultad, como decía, para pedir ayuda, también sería un ejemplo de cómo esos microtraumas han impactado a la hora de vivir.

14:55
María Arcas. ¿Y estos microtraumas pueden afectarnos físicamente?

14:58
Rosa Molina. En el fondo, como decíamos al principio, mente y cuerpo son inseparables, ¿verdad? De hecho, cuando nos referimos al equilibrio en el que estamos, cuando nos encontramos bien, hablamos de un estado de homeostasis o equilibrio corporal. Esa homeostasis la podemos romper, por ejemplo, por los sucesos más cotidianos que podamos entender todos dentro del campo de la medicina: una alteración en los niveles de glucosa, una alteración en los niveles de nuestra tensión arterial… Eso vendría a romper el equilibrio desde la parte más física, pura y dura, pero nos tenemos que fijar en que ese equilibrio también se puede romper a través de variables más psíquicas. Por ejemplo, con el estrés. El estrés viene a desequilibrar la balanza, a desequilibrar esa homeostasis que en el fondo la mantienen nuestro sistema nervioso central con nuestro sistema nervioso autónomo periférico, nuestro sistema inmune, nuestro sistema hormonal, están todos conectados. Incluso, fíjate, ahora que se está hablando tanto de ese segundo cerebro, que es nuestro sistema digestivo con todo el campo de la microbiota, ya sabemos también que esos niveles de estrés mantenidos en el tiempo llegarían a afectar incluso a nuestra microbiota. De ahí que también esas somatizaciones más físicas estén muy vinculadas a esos cambios en esos pequeños microorganismos que tenemos en nuestro sistema digestivo y que forman parte de nuestra vida.

16:20
María Arcas. Entonces, los traumas que no se han podido atender en el pasado o incluso los que nos hacen ahora daño o nos duelen, la mayoría de las veces la gente no les suele hacer frente, sino es como: «Tengo que seguir hacia adelante». Sin embargo, tú siempre dices que es importante tener en cuenta esas heridas emocionales, analizarlas, ver qué está pasando. ¿Realmente es tan importante hacerles frente?

16:43
Rosa Molina. Claro. Bueno, porque sobre todo yo vendría a recalcar que no es incompatible una cosa con la otra. Parece que nos dividimos, no hacemos esa dicotomía entre, por un lado, o me centro en analizar mi mundo emocional y mis heridas emocionales, o hay gente que dice esto de: «Lo que tienes que hacer es echar para delante», y parece que tuvieras que evitar mirar hacia atrás e ignorar todo lo demás. Entiendo que se puede encontrar un equilibrio entre analizar lo que nos pasa, entender nuestras heridas, entender nuestra narrativa de vida y al mismo tiempo ir avanzando. Sería algo parecido a cuando tenemos una herida, ¿no? El tiempo va a ayudar a que esta vaya curando, pero evidentemente si esa herida la tratamos adecuadamente, la limpiamos, el proceso de cicatrización va a ser más fácil. De esa herida, primero, nos vamos a recuperar antes y posiblemente de una manera más saludable. Así que quizás aquí lo que solemos recordar los especialistas es que es importante entender lo que nos pasa, entender nuestra historia, entendernos con nuestras heridas, porque toda esa narrativa que construimos a partir de nuestra historia, al final modula nuestro pensamiento, cómo nos entendemos a nosotros mismos, cómo entendemos a los demás y cómo interpretamos el mundo. Y también al final va a modular nuestro comportamiento. Así que me parece clave y me parece importante, efectivamente, en ese proceso de recuperación, si estamos atendiendo una situación difícil o simplemente como un proceso de crecimiento.

18:07
María Arcas. ¿Entonces es importante verbalizar las emociones?

18:10
Rosa Molina. Bueno, yo creo que es muy importante ser capaces de poner palabras a lo que sentimos. Sabemos por los estudios científicos que solo el hecho de ponerle nombre a un estado emocional, por ejemplo ser capaces de decir: «Siento rabia», o: «Lo que siento es frustración e ira», o: «Siento enfado» o: «Estoy triste»; el poder poner nombre a esa emoción ya hace que la intensidad de la emoción disminuya. Me gusta mucho recordar a Wittgenstein con esta frase en la que él dice que «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». De alguna manera, cuando tengo un abanico más amplio, un vocabulario más amplio para describir mis estados emocionales, también soy capaz de amplificar mis respuestas y de modularlas mayormente y, por tanto, alcanzar un mejor estado de bienestar o de equilibrio.

19:06
María Arcas. Rosa, como madre de dos adolescentes, yo siempre tengo la preocupación de que la educación y la crianza no genere traumas a mis hijas. ¿Cómo puedo saber si estoy generando ese tipo de traumas? ¿Qué puedo hacer?

19:22
Rosa Molina. Sí, ese es un campo interesante. Yo como madre también me lo he planteado muchas veces y de hecho este libro lo introduzco con una breve nota dirigida a mis hijos en la que precisamente menciono que a pesar de las mejores intenciones que podamos tener los padres, evidentemente si lo queremos hacer bien, tenemos más papeletas de que las cosas vayan bien, pero a veces hay factores y variables incontrolables que se nos escapan y podríamos ser generadores de esos microtraumas. Pero bueno, lo cierto es que sabemos ya muchas cosas sobre los distintos estilos de crianza, cuáles pueden predisponer a esas situaciones de vulnerabilidad para nuestros hijos, y de hecho, si quieres, podemos repasar algunas de ellas.

20:02
María Arcas. Interesante.

Cinco pautas para educar sin traumas a tus hijos. Rosa Molina, psiquiatra
20:03
Rosa Molina. Podemos ver distintos estilos de crianza. Fíjate, desde ese estilo más autoritario que quiere controlarlo todo, que impone, que exige, ese estilo que es continuado para prácticamente cada cosa cotidiana de la vida. O sea, podríamos decir, ese autoritarismo extremo que se puede observar en algunas familias. Con él, a veces estamos dando un mensaje al niño o al hijo de que nada es suficiente o todo es cuestionable, y como el niño no es capaz de entender que a veces los enfados que se dan en su vivienda o esa irritabilidad que pueda tener el padre o la madre no tenga nada que ver con él, todavía no tienen esa capacidad, no dicen: «No, esto es que mi padre hoy tiene un mal día». En realidad lo que piensan es: «A lo mejor si yo me portara o lo hiciera mejor, mi padre no se enfadaría tanto o mi madre no se enfadaría tanto». Es decir: tienden como a una autoculpabilización, y esto puede mermar también su autoestima y su capacidad para sentirse autónomos y fuertes a la hora de enfrentar la vida. También podemos ver figuras ausentes, esos estilos de crianza donde los padres están muy poquito presentes, no acompañando en la mayor parte de las situaciones diarias y donde el niño puede percibir que, de alguna manera, a lo mejor no tiene o no despierta el interés que necesita o la preocupación en sus figuras de cuidados, y por tanto puede sentir como que no es lo suficientemente importante y eso se podría trasladar en la etapa adulta a aquellos adultos que no se sienten suficientemente queribles o que tienen miedo a ser queridos y por eso les da miedo intimar en relaciones más profundas. Porque a lo mejor «yo no soy merecedor de esto».

21:50
María Arcas. No soy suficiente.

21:51
Rosa Molina. Eso es.

21:52
María Arcas. Esa típica frase.

21:53
Rosa Molina. Otro ejemplo que podríamos hablar con respecto a los estilos de crianza sería el de la sobreprotección. Sería justo el extremo contrario al de ese autoritarismo extremo del que hablábamos. A veces, si somos excesivamente sobreprotectores con nuestros hijos, les hacemos todo, no les dejamos tomar decisiones, no les dejamos que se arriesguen, que se equivoquen, que se caigan… también estamos dando un mensaje, y ese mensaje puede ser el de: «Tú no eres suficiente, no vales o no eres capaz». Por tanto, también estamos impactando en su autoestima: «Yo no soy capaz, por eso mis padres se preocupan tanto por hacérmelo todo ellos». Y, por tanto, estamos ya marcando esa visión que de entrada van a tener sobre sí mismos y también de cómo se van a relacionar con los demás. Por último, quería poner el ejemplo también de ese narcisismo que tenemos todos, pero que a veces puede estar un poquito más intensificado y más marcado en algunas personas. Ese narcisismo que proyectamos en nuestros hijos. Es decir, yo como padre o como madre, puedo querer proyectar un ideal en mi hijo, que puede ser replicarme a mí misma en mi hijo o un ideal que yo no alcancé y que quiero que él sí que alcance. Ahí suceden una especie de lealtades invisibles en los hijos hacia los padres, donde ellos intentan responder a eso que el padre ha proyectado en él. Intentan ser, por ejemplo, el mejor atleta, el mejor estudiante. Y de alguna manera se tiran toda la vida dando respuesta a ese deseo que su padre o su madre proyectó en él. Hay una autora que habla de esto que se llama Alice Miller. Tiene un libro que se llama «El drama del niño dotado», donde destaca, efectivamente, cómo el problema de estas situaciones es que por un lado ese niño ha podido no ser capaz de independizarse, abstraerse de esas proyecciones de sus padres y seguir su propio camino.

23:47

Esa fase en la que en la adolescencia van siendo cada vez más autónomos, empiezan a identificarse con sus iguales, necesitan rechazarlos un poquito e ir construyendo su propia identidad. Pero cuando yo he estado intentando agradar o intentando responder a esa etiqueta que me pusieron, puedo perder esa esencia, que es un poco lo que viene a describir esta autora con este drama del niño dotado. Así que, como ves, yo creo que habría muchas formas de hablar de cómo podemos marcar a nuestros hijos sin darnos cuenta, también, a veces.

24:21
María Arcas. Claro, entonces, teniendo en cuenta todo esto que has hablado, las palabras que nosotros utilicemos en nuestra crianza y en nuestra educación son fundamentales para evitar ese tipo de traumas.

24:30
Rosa Molina. Claro, al final las palabras construyen realidades. Pueden ser una herramienta tan potente como también pueden ser un vehículo de daño. Es decir, que las palabras, lo que decimos, el cómo lo decimos, el tono, la intensidad, las etiquetas que ponemos a nuestros hijos: «Él es el torpe» o: «Es la niña buena». Las etiquetas nos marcan, no solo por ese carácter negativo. A veces esa otra etiqueta aparentemente benigna o positiva de «niña buena» también es una mochila que podemos llevar encima durante toda la vida, ¿no? O también las palabras no dichas, los silencios, lo que no sabemos mencionar o poner en palabras. Si como padres no somos capaces de identificar los estados emocionales de nuestros hijos, estos también van a tener dificultades para luego expresarlos. Es decir, cuando somos pequeñitos necesitamos que alguien externo nos heterorregule y ponga en palabras lo que sentimos. Por tanto, si estas no son puestas ahí, pues también vamos a tener mayores dificultades en la edad adulta. Además, vamos a ayudarles también fomentando su autonomía, apoyándoles para que se atrevan a tomar decisiones, como decíamos antes, y que se equivoquen. Pero, ojo, todo esto sin olvidar y sin confundir con el tema de no poner límites, porque a veces parece que en estos estilos de crianza de los que ahora se está hablando tanto no hubiera límites y todo fuera como muy simple en el sentido de validar y comprender a nuestros hijos. No, esto debe ir acompañado de esos límites, porque en el fondo los límites les ayudan a sentir seguridad. Cuando ellos saben que hay unos límites entre lo que está bien y lo que está mal, de alguna manera poner un poquito entre lo que es blanco y lo que es negro, en el fondo les está dando también autonomía.

26:23

Son como esos zancos a través de los cuales o sobre los cuales se apoyan para atreverse a explorar el mundo. Por tanto, resumiendo, sería proporcionar un equilibrio entre cariño, presencia, sintonía, proporcionar autonomía y límites. Yo creo que con estas cinco cosas ya estamos haciendo mucho.

26:43
María Arcas. Antes hemos hablado un poquito de rechazo, y yo he escuchado que las heridas emocionales de rechazo son las que más marcan. ¿Nos puedes hablar un poquito más de este tema?

26:54
Rosa Molina. Sí, efectivamente menciono esto del rechazo y además también lo acompaño del hecho de que no hay nada más traumático que otro ser humano, en el sentido de que no es lo mismo que nos suceda algo accidentalmente, por ejemplo, que nuestra vivienda se incendie, porque nos hemos dejado un fuego encendido a que realmente alguien con la intención de hacernos daño incendie nuestra vivienda. Puedes imaginar que la vivencia…

27:18
María Arcas. No es la misma.

27:19
Rosa Molina. No es la misma. Esto nos marca, y es que necesitamos pertenecer, es algo que va en nuestra esencia como especie. Evolutivamente esto nos ha marcado tanto que es lo que nos ha permitido sobrevivir. El pertenecer al grupo, a la tribu, el colaborar para sobreponernos a las distintas situaciones que se podían dar. Por eso, cuando nos sentimos humillados o rechazados, se ha visto que se activan las mismas regiones cerebrales que cuando experimentamos dolor físico. Esto viene de unos estudios del año 2003 de la psicóloga doctora Eisenberger, que junto con su equipo vieron con estudios de resonancia magnética funcional, es decir, técnicas que nos permiten ver la actividad cerebral, que se daba esa activación en regiones muy similares. Más en concreto en la corteza somatosensorial y en la ínsula, en zonas de estas dos regiones cerebrales. Pues bien, esto es muy interesante porque, como decíamos, actualmente, por ejemplo, asistimos a un gran número de casos donde los adolescentes experimentan ese rechazo grupal a través del bullying, o como adultos también lo podemos experimentar como decíamos antes en el caso de las situaciones de acoso laboral. Y es como sentirnos heridos de muerte. Nos hemos sentido rechazados, no pertenecemos y por tanto realmente es una cuestión de vida o muerte, porque así lo fue en nuestros antepasados. Parece como que esas heridas evolutivamente siguen activando nuestras regiones cerebrales que nos avisan de una situación de alarma. Todo esto es muy complejo, porque quizás alguno que esté escuchando esta explicación pueda decir: «Bueno, entonces, si el dolor emocional activa las mismas regiones que el dolor físico, quizás se pudiera tratar con analgésicos. ¿Podríamos tomarnos paracetamol para calmar ese dolor psíquico?».

29:07

A día de hoy todavía no podemos calmarlo con paracetamol. Parece que… Ya sabéis que el dolor psíquico al final es un tema más complejo, más que simplemente la activación de esta región cerebral. Además, tendríamos que hablar también de ese otro sistema nervioso periférico y de otras variables que van a influir, porque de hecho fijaos que es fácil evocar un dolor emocional. Por ejemplo, si sufrimos una traición de un amigo, podemos evocarla en nuestro cuerpo, ¿verdad? Pero evocar el dolor que sentimos cuando nos rompimos una pierna… Esto es más complicado. Es decir que, aunque se parecen en algunos aspectos neurobiológicos, también parece que hay matices que los diferencian. Pero en definitiva todas estas investigaciones de la neurociencia vienen de alguna manera a recordarnos que somos seres sociales. Necesitamos pertenecer a ese grupo y va a marcar gran parte de las experiencias, digamos, dañinas de nuestro mundo emocional que podamos sentir a lo largo de la vida.

30:11
María Molina. Hay personas que son más resilientes que otras, es decir: son más capaces de afrontar esas adversidades. ¿Qué factores nos influyen en que seamos más o menos?

30:22
Rosa Molina. Sí, yo creo que todos somos capaces de identificar a esas personas que muestran características que tienen que ver con su forma de ser que les hace más fuertes, más capaces, como el propio nombre indica, de resiliencia, de deformarse ante una situación complicada y recuperar la forma inicial, que es de donde viene el concepto de «resiliencia». Es un concepto de la física. Somos capaces de sentirnos constreñidas ante una situación adversa y luego recuperar nuestra capacidad para expandirnos y seguir explorando el mundo. Pues bien, hay distintas variables. En realidad podríamos mencionar muchas. A mí me parece muy interesante que haya factores que tienen que ver con la resiliencia que además no tienen que ver solo con nosotros, sino con esos estilos de crianza que hemos mencionado antes, que también solo el hecho de que nuestros padres nos hayan proporcionado ese apego seguro, hayamos conseguido establecer esa relación de apego seguro con nuestros padres, ya de entrada nos hace ser más capaces. También si hemos tenido un modelo en casa a través de ese aprendizaje vicario, que es ese aprendizaje por observación de los modelos que tenemos en casa, solo por observar cómo nuestros padres afrontan las situaciones difíciles, ya tenemos más herramientas para ser más resilientes. Por tanto, claro, yo te iba a decir estrategias adaptativas y estrategias de afrontamiento, que en el fondo algunas nos vienen de serie, pero otras las vamos construyendo a lo largo de nuestras vidas con las experiencias y dificultades que vamos afrontando en primera persona con los distintos factores que van interviniendo en esa obra de teatro que sería nuestra vida. Ahí vamos a ir desarrollando esas capacidades y vamos a tener posibilidad de entrenarlas y ponerlas a prueba. Ahí también podríamos incluir herramientas que podamos tener cada uno: hay gente que consigue llegar a ser más fuerte evocando o poniendo en marcha facultades como puede ser el arte, expresar sus emociones a través del arte o a través del ejercicio físico, que es uno de los mejores reguladores emocionales que conocemos.

32:22

Es decir, que luego, dentro de todo eso que hayamos ido construyendo, hay pequeñas herramientas muy del día a día, cotidianas, que podamos tener a mano, que además nos van a ayudar también a resolver de una manera rápida y ágil. Así que bueno, estos son un poquito los ejemplos que podríamos mencionar y que nos permiten distinguir rasgos de mayor resiliencia frente a menor resiliencia. Pero quizás esto queda un poquito encorsetado en el individuo y deja fuera otros factores que también influyen en esa capacidad para ser resilientes y que yo incluyo dentro del concepto de «redsiliencia». Es un término al que llegué con mi hermana Ana Molina. Ella es dermatóloga. Juntas tenemos un podcast que viene a recalcar un poquito la importancia de esa conexión mente-cuerpo que se llama «De piel a cabeza». Y reflexionando sobre ese tema, concluimos que en el fondo, claro, el término «resiliencia» es un poco injusto en el sentido de que parece que lo deposita todo en el individuo, como si todo fuera responsabilidad nuestra. Y en el fondo, si nos damos cuenta, no es lo mismo ser resiliente en una sociedad que en otra, en una cultura que en otra, o simplemente yéndonos a la familia. No es lo mismo ser resiliente en una familia que en otra, desde la situación económica y social que tiene esa familia a otros factores que tienen que ver con la comunidad. Hay comunidades más preparadas y más resilientes para dar respuesta a procesos de recuperación que otras. Bien porque se han formado, bien porque están más capacitados o bien porque son sociedades más comunitarias, que ponen más el foco en la familia y en el pertenecer a ese grupo donde todos contribuimos que en sociedades más individualistas. Así que el término «redsiliencia» viene a recalcar, por tanto, que somos resilientes como individuos, pero también dentro de ese contexto que nos rodea. Es más fácil ser resiliente en una sociedad, en un ámbito, en un contexto personal, que es ya de por sí también resiliente.

34:21
María Arcas. ¿Y esto está relacionado con la flexibilidad en la reserva cognitiva?

34:25
Rosa Molina. Buena pregunta. Es verdad que, ahora que mencionas la flexibilidad cognitiva, yo mencionaría este factor como un factor de resiliencia. Cuando hablamos de flexibilidad cognitiva nos referimos precisamente a la capacidad para adaptarnos a situaciones adversas, a nuestra capacidad para la resolución de problemas, buscar distintas soluciones a un mismo problema. Un ejemplo típico de que esto con mucha frecuencia no lo hacemos, lo podemos ver en esa forma de discutir que mencionábamos antes. Si yo discuto con mi hermana, con mi madre o con mi padre, casi todos repetimos los mismos patrones y lo hacemos de la misma manera. Ser flexibles cognitivamente implicaría que soy capaz de observar cómo lo hago y buscar formulaciones distintas a esa forma de reaccionar. «Oye, pues voy a probar a hacer esto otro. Esta vez no gritaré, o esta vez no daré ese portazo». Entender por qué esa persona también está enfadada. No poner solo el foco en nosotros. Entender que cuando estamos emocionalmente disregulados, en ese momento de la intensidad emocional, nos cuesta mucho aplicar esa teoría de la mente y ponernos en el lugar del otro. Por tanto, ya solo el hecho de saberlo nos va a permitir tomar mayor distancia para buscar esas soluciones, esos pensamientos alternativos. Eso en cuanto a la flexibilidad cognitiva. Por tanto, podríamos resumirla como esa capacidad para adaptarnos y de buscar nuevas soluciones. Y luego el de reserva cognitiva, que también va en parte de la mano, que son esos ahorros cerebrales o esa reserva cognitiva que es básicamente la capacidad que tiene nuestro cerebro para amortiguar el golpe o el daño de traumas sobrevenidos, dificultades emocionales que puedan venir. Un ejemplo de la consulta, que vemos con frecuencia en las consultas de psicogeriatría y que tiene que ver con el deterioro cognitivo.

36:15

A veces nos encontramos… Imagínate que a dos personas les hacemos una prueba de neuroimagen, de resonancia magnética, y vemos que ambos cerebros están igualmente dañados. Curiosamente, aun teniendo las mismas lesiones cerebrales, podríamos encontrarnos con dos casos clínicos diferentes, con dos formas de manifestación sintomática diferente. En uno de esos pacientes podríamos encontrarnos a alguien con un rendimiento cognitivo más o menos bueno y en la otra, con las mismas lesiones cerebrales, ver una disfunción ya muy marcada, un deterioro cognitivo evidente. Y uno podría preguntarse: «¿Cómo es posible si hay el mismo grado de lesión?». Pues bien, esto es posible porque hemos podido construir esa reserva cognitiva que mencionaba antes. Gracias a la propiedad de nuestro cerebro, que es la neuroplasticidad, esa capacidad para establecer nuevas conexiones cerebrales y por lo tanto nuevos caminos y nuevas rutas, cuando yo he ido enriqueciendo a mi cerebro de experiencias, de cultura, de aprendizaje, de ejercicio y de un montón de variables que hacen que ese cerebro se haya mantenido más saludable, pese a esas microlesiones, soy más capaz de compensar el daño. Esas microlesiones que hemos mencionado, es como si hubiera otras rutas alternativas. Se lesionó o se dañó esta carretera, pero tengo otras dos carreteras y por eso ese paciente que tiene más reserva cognitiva, más caminos, más rutas cerebrales, es capaz de compensar el daño mejor que el que no lo ha trabajado tanto, el que no lo ha desarrollado tanto. Por eso yo vengo a recordar esa reserva cognitiva, esos ahorros cerebrales que tenemos que tener más presentes y sobre los que podemos influir de una manera muy importante.

37:52
María Arcas. Rosa, en consulta, ¿cuáles son los problemas de salud mental que más te sueles encontrar?

37:57
Rosa Molina. Los problemas de salud mental que con más frecuencia vemos en la consulta son, sin duda, los que están relacionados con la ansiedad y con los trastornos afectivos: lo depresivo. Teniendo en cuenta que dentro de lo depresivo hay un espectro muy amplio que va desde las depresiones adaptativas, más situacionales o reactivas, a aquellas que tienen un mayor componente biológico que llamamos endógenas. Dicho esto, lo cierto es que da la sensación de que asistimos a una época donde hay mucho estrés, y el estrés actuaría como algo transversal a muchos de los cuadros que atendemos en consulta. Desde esos cuadros de ansiedad, que hemos mencionado, a las depresiones, a las somatizaciones o los cuadros de somatización, e incluso otros como pueden ser los trastornos de la conducta alimentaria o las adicciones. Aquí quizás el mensaje es que es cierto que asistimos a un momento, yo creo, marcado en la historia, con esos niveles de estrés elevados y que a veces confundimos situaciones adversas cotidianas del día a día con patologías o con necesidad de acudir a un psiquiatra o a un psicólogo. Quizás debamos recordar que la mayor parte de esas situaciones van a entrar dentro de la normalidad, de la cotidianeidad de cada uno, que vamos a tener las herramientas suficientes para afrontarlas, pero que, a veces, nos va a llevar tiempo. Y, bueno, si ya esos síntomas que tenemos, no es solo un síntoma, sino que son varios, son los suficientemente intensos y lo suficientemente limitantes, es decir, impactan en nuestra vida y no nos permiten llevar la funcionalidad o realizar la vida que veníamos haciendo, ahí a lo mejor sí es el momento de pedir ayuda. Pero recordad que tampoco hay que caer en esta psiquiatrización y psicologización de todo, sino confiar un poquito más en nuestros propios recursos y en la red. Y aquí retomo el término de «redsiliencia», porque no solo somos resilientes como individuos, sino que somos «redsilientes» dentro de nuestra propia red, dentro de nuestras familias, nuestro círculo de amigos y nuestra propia sociedad.

39:56
María Arcas. Rosa, ¿cómo podemos aprender a regular nuestras emociones?

40:01
Rosa Molina. Podríamos mencionar distintas estrategias de regulación emocional y formas de mejorarlas: desde esas estrategias, como ya hemos mencionado, que tienen que ver con nuestra capacidad para poner en palabras lo que sentimos, a otras que pueden ser más sofisticadas, como esa capacidad de resolución de problemas que también hemos mencionado. Pero a mí me gusta recalcar que a veces no hay grandes secretos sobre todo para aquello que podemos hacer para prevenir. Evidentemente habrá situaciones en las que ya tengamos que ir a pedir ayuda, y será una forma de regulación emocional. Pedir ayuda a los que tenemos cerca o incluso pedir ayuda a un profesional. Pero antes de dar ese paso, están todos esos hábitos de vida saludable que merece la pena recordar, porque aunque todos los podemos conocer a veces se nos olvidan. No los tenemos presentes, así que yo voy a aprovechar para traerlos aquí a este momento, recordarlos, porque nos permite un poquito retomarlo y ponernos a funcionar de nuevo. Por ejemplo, hay que revisar nuestro estilo de vida en cuanto a lo que comemos, los excitantes que tomamos a lo largo del día, niveles de cafeína… A veces tomamos en exceso bebidas excitantes a últimas horas de la noche, lo cual al final termina repercutiendo también sobre nuestra capacidad para tener un sueño reparador. Qué importante el dedicarle el tiempo suficiente al sueño en esas horquillas que nos dan aproximadas entre seis y ocho horas en las que nuestro cuerpo y nuestro cerebro se recuperan y son capaces de regularse mejor, porque cuando tenemos insomnio o dormimos poco, estamos más disregulados, estamos más impulsivos, más irritables, tomamos peores decisiones y nos cuesta mucho más, por tanto, ese proceso de regulación emocional.

41:48

Hemos revisado, por tanto, alimentarnos, cuidar la dieta, dormir bien, practicar el ejercicio físico… También hemos avanzado, que es uno de los mejores reguladores emocionales. La ciencia ya ha mostrado cómo el ejercicio físico, más allá de esa finalidad más física, pura y dura que todos conocíamos, esos beneficios cardiovasculares o ese beneficio más estético de esculpir el cuerpo tiene claros beneficios en nuestras funciones cognitivas. Cuando hablamos de funciones cognitivas nos referimos a esas funciones como más objetivas de capacidad de memoria, atención, concentración, capacidad visoconstructiva o de función ejecutiva. Hablamos de función ejecutiva como nuestra capacidad para planificarnos y organizar tareas, entre otras.

42:29

Pues bien, haciendo ejercicio físico se ha visto que estas funciones mejoran. Además, aumentan los factores de crecimiento neuronal, que es como el alimento de nuestras neuronas, el conocido BDNF. Esto va a facilitar, por tanto, esas conexiones de sinapsis neuronales para construir esos caminitos de los que hablábamos antes. Bueno, ya hemos mencionado el ejercicio físico. También podríamos mencionar mantener esas relaciones sociales, que sabemos también por la ciencia, que son las que más se han relacionado con la felicidad y con ese estado de bienestar. Y además recordamos lo de la corregulación. Gracias a los otros somos capaces también de corregularnos, porque nuestro bienestar depende de ese estado de equilibrio entre la autorregulación y la regulación a través de los que nos rodean. Y, bueno, yo creo que estos pilares o estos hábitos saludables que hemos mencionado son sin duda una clave que tenemos a mano, que podemos hacer todos los días y que podemos cuidar y que van a impactar de una manera muy importante en nuestra regulación emocional.

43:34
María Arcas. ¿Crees que le damos la suficiente importancia a la salud mental hoy en día?

Cinco pautas para educar sin traumas a tus hijos. Rosa Molina, psiquiatra
43:38
Rosa Molina. Creo que a día de hoy se está hablando mucho de salud mental, se está haciendo mucho ruido, incluso a veces puede decirse casi que roza la moda ya. Hay quien se muestra como crítico, como que se está hablando en exceso. Y la impresión que tenemos los profesionales es que si bien se está hablando bastante de salud mental, y esto yo creo que beneficia, aunque también puede tener una lectura negativa, evidentemente yo creo que siempre tiene ahí una cara B de fenómenos rápidos como este que ha sucedido, sobre todo desde la pandemia. Pero la sensación, como decía como profesionales, es que no toda la salud mental ha salido del armario, como hablaban en el titular de algunos periódicos no hace tanto. Y es que, si bien se está hablando mucho de ansiedad y de depresión, que es cierto que es lo más prevalente y lo que más vemos en consulta, hay otros trastornos que atendemos que podríamos englobar dentro de lo que conocemos como «trastorno mental grave»: la esquizofrenia, el trastorno bipolar… y algunos otros que, sin embargo, quizás todavía sigue habiendo estigma, tabú… y se está hablando poco. En salud mental nos gusta recordar que el estigma tiene el mismo peso, o más, que la propia enfermedad, y por eso es uno de los grandes enemigos a combatir. Había un vídeo en redes sociales que se hizo muy viral, donde comparaban un kilo de músculo con un kilo de grasa y decían: «¿Cuál pesa más?». Pesan lo mismo, pero es cierto que el kilo de grasa ocupa más volumen. Pues a mí me gusta aplicar esta metáfora a la salud mental.

45:15

Realmente un kilo de enfermedad mental pesa lo mismo que un kilo de estigma de la enfermedad mental. Pero el estigma de la enfermedad mental lo invade todo. Ocupa más volumen, más espacio, nos inunda, nos enturbia la mirada y termina impactando en nuestra salud mental. Por eso yo creo que luchar contra este estigma, el que como sociedad seamos más conscientes, más comprensivos e interioricemos de verdad, no solo en la superficie, lo que implica y la importancia de la salud mental, nos va a ayudar enormemente a la mejoría de la salud mental de aquellos que ya están acudiendo a consulta. Porque yo puedo tener un trastorno bipolar o una esquizofrenia, estar haciendo un tratamiento adecuado, ya sea psicoterapéutico o farmacológico, y que realmente mi mayor limitación a día de hoy sean las limitaciones derivadas del propio estigma que yo percibo en la sociedad. Ese estigma me termina limitando más que mi propia enfermedad.

46:13
María Arcas. En tu último libro has hablado sobre palabras de superación en diferentes idiomas y con diferentes significados. Mi favorita es «henko», del japonés. ¿Podrías ponernos diferentes ejemplos y explicarnos un poquito?

46:27
Rosa Molina. Sí, efectivamente, me pareció muy interesante incluir estas palabras en el libro. Palabras de distintas culturas, en distintos idiomas, porque es muy ilustrativo de algo común al ser humano, que es esa capacidad para recuperarse. Porque al inicio del libro, también lo recuerdo, tras un evento traumático, quizás lo que más caracteriza al ser humano no es la fragilidad y la capacidad para rompernos, sino nuestra capacidad para la resiliencia. De hecho, esto lo estudia mucho el psicólogo Carmelo Vázquez, que tras los atentados del 11S investigaron sobre cuál era la reacción más común y efectivamente pudieron evidenciar que había un impacto muy importante en la gran mayoría de las personas. Los días, las semanas y los meses después del suceso, del evento traumático del atentado terrorista, donde se veían síntomas de estrés agudo muy importantes. Pero luego, en el largo plazo, la gran mayoría no desarrolló un trastorno de estrés postraumático, que quizás era el temor. Iba a haber una oleada de trastornos en este sentido. Con esto, lo que vienen a mostrar o señalar estos autores, como decía, es que lo que nos caracteriza es esa capacidad para la resiliencia. Y retomando esas palabras, «henko» implica una capacidad de reconstrucción de la que ya no volvemos, ya no volvemos a ese estado inicial. A mí me recuerda al concepto de crecimiento postraumático. El crecimiento postraumático es justo esto mismo. Es algo que añadimos o que se añade a nuestra forma de ser, a nuestra identidad, a nuestra forma de entender las cosas y que suma.

48:05

Hay como un aprendizaje, hay una reestructuración de valores, hay un fortalecimiento de la autoestima… En fin, una serie de cambios que nos permiten estar más fuertes para futuras situaciones adversas tras ese proceso que hemos dicho de transformación. Otro término que podemos mencionar es, por ejemplo, el de «emuná», que viene del hebreo, que se refiere a esa calma con la cual podemos conectar a pesar de no tener respuestas para todo en ese momento o a pesar de no ser capaces de tener el control sobre lo que nos sucede. Puede ser una herramienta muy potente a la hora, efectivamente, de recuperarnos y de reconstruir desde la calma. Es como que esa calma nos da seguridad. También me recuerda a esa palabra de aceptación que hemos mencionado antes cuando decíamos que no aceptábamos estamos como en la lucha, estamos desesperándonos, introduciendo variables de estrés. Pero la calma nos permite abordar lo que nos sucede con mayor objetividad y con mayor capacidad para relativizar y entender. Otra palabra que podamos mencionar puede ser «wakmanta» del quechua. Este término se refiere también a ese proceso de reconstrucción, y yo creo que vincula muy bien con lo anterior que ya hemos mencionado: ser capaces de recuperarnos tras algo que nos ha herido profundamente. Y por último, por no mencionar muchos más, e invitamos a los lectores a que puedan disfrutar de estos términos en el libro…

49:39
María Arcas. Que son curiosos.

49:40
Rosa Molina. Sí, efectivamente. Es el de «ibrat», que viene del urdu, que sería un aprendizaje tras haber experimentado una situación muy complicada o difícil en nuestra vida. Ese término, «aprendizaje», que a veces puede estar un poquito denostado, porque las personas que han sufrido situaciones muy complicadas pueden decir que hubieran preferido no aprender nada. Hubieran preferido no tener que pasar por esa situación simplemente y que no tenga por qué haber un aprendizaje. Y es cierto que esto puede también efectivamente malinterpretarse y hacer daño a aquellos que lo han pasado verdaderamente mal. Pero es cierto que estos procesos, al final, cuando hemos tenido una situación así, se dan. Y, como decíamos antes, puede haber ese crecimiento, que puede venir inesperado, que no es que estemos buscando, pero hay un aprendizaje que nos hace a lo mejor simplemente ser capaces de priorizar y de ordenar los distintos aspectos de nuestra vida. Yo creo que eso ya es un valor añadido.

50:42
María Arcas. Rosa, he aprendido muchísimo. Ha sido un placer charlar contigo de todo este tema y que pongas en palabras a veces lo que a algunos nos falla y que no sabemos cómo decir.

50:53
Rosa Molina. El placer ha sido mío. Gracias por este espacio y por este tiempo, por dedicárselo a la salud mental.