Pautas para que nuestros hijos crezcan emocionalmente fuertes
Rosa Molina
Pautas para que nuestros hijos crezcan emocionalmente fuertes
Rosa Molina
Psiquiatra
Creando oportunidades
La mochila emocional
Rosa Molina Psiquiatra
Rosa Molina
“Sabemos mucho hoy en día de los estilos de crianza que pueden dañar a nuestros hijos”, explica la doctora y psiquiatra Rosa Molina. “Podemos tener en cuenta cinco claves fundamentales para educarlos”, explica.
Para la doctora Rosa Molina, “el cuerpo es el escenario de nuestras emociones”. Según defiende, cuerpo y mente van ligados y deben entenderse como un conjunto en el que la salud física y la mental deben ir siempre de la mano. Para ella, entender nuestras emociones y aprender hábitos saludables nos ayuda a cuidar de nuestro cerebro y obtener un mayor bienestar. Rosa Molina es especialista en psiquiatría de la sanidad pública madrileña, Doctora por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Neurociencias. También es docente universitaria y coordina la sección de Neurociencia Clínica de la AEN (Asociación Española de Neuropsiquiatría). Con una amplia experiencia en neuropsiquiatría y psicogeriatría, actualmente realiza una importante actividad de divulgación en salud mental a través de sus redes sociales y del podcast ‘De piel a cabeza’. Es autora de dos libros de divulgación en salud y salud mental: ‘Una mente con mucho cuerpo. Entiende tus emociones y cuida de tu salud mental’ (2021) y ‘Tus microtraumas. Cómo identificar tus heridas emocionales para que tu pasado no condicione tu futuro’ (2023).
Transcripción
Por eso, cuando alguien sufre y tiene manifestaciones físicas y va de un médico a otro por molestias gástricas o cefaleas de las cuales no se conoce la causa y a veces le devolvemos esa mirada de: «Pero si no te pasa nada, si todo es psicológico», parece que estamos dándole un carácter peyorativo o negativo. No les estamos dando la misma validez a esos síntomas físicos cuyo origen principal es psíquico, como si fueran de segunda categoría y como si no estuviéramos legitimados a sufrir por algo mental. Así que es importante reivindicar que el cuerpo es ese escenario donde se expresa nuestra mente, que es igual de importante cuando sufrimos por algo físico que por algo emocional, y yo creo que entenderlo y normalizarlo nos ayuda también a vivir mejor.
Ejemplos de estos microtraumas podrían ser situaciones de humillación que hayamos podido vivir, humillaciones repetidas o experiencias de rechazo, ya sea en nuestra familia o en la infancia, como podemos ver ahora con el bullying en los colegios o con el mobbing, esa situación de acoso laboral en el trabajo, ya en la edad adulta. También podríamos hablar de microtraumas, por ejemplo, el padecer una enfermedad crónica o incluso las situaciones sociales desfavorables como pueden ser la pobreza o la falta de recursos. Podríamos enumerar, como ves, un montón de ejemplos y hablar de cómo esas situaciones, por distintos motivos o distintos factores y variables, van a impactar de una manera importante en nuestras vidas.
O podemos ver gente que tiene una gran dificultad para pedir ayuda, para reconocer cómo se sienten porque aprendieron que cuando necesitaron ayuda no la recibieron o esas figuras que tuvieron que proporcionarla estaban ausentes, no estaban presentes o no supieron validarlo. Aprendí a ser excesivamente independiente, a no necesitar a nadie y a gestionar mi mundo emocional yo solo. Esto no deja de ser una dificultad, porque aún en la edad adulta nosotros no solo nos autorregulamos, sino que también nos corregulamos a través del otro. Forma parte de nuestras estrategias de regulación emocional el saber comunicarnos con los otros para pedir ayuda. Solo el hecho de poder compartir el cómo nos sentimos ya tiene un proceso de mejoría en cómo nos sentimos. Así que esa forma tan restringida de algunas personas a la hora de abordar su mundo emocional, que tiene una gran dificultad, como decía, para pedir ayuda, también sería un ejemplo de cómo esos microtraumas han impactado a la hora de vivir.
Esa fase en la que en la adolescencia van siendo cada vez más autónomos, empiezan a identificarse con sus iguales, necesitan rechazarlos un poquito e ir construyendo su propia identidad. Pero cuando yo he estado intentando agradar o intentando responder a esa etiqueta que me pusieron, puedo perder esa esencia, que es un poco lo que viene a describir esta autora con este drama del niño dotado. Así que, como ves, yo creo que habría muchas formas de hablar de cómo podemos marcar a nuestros hijos sin darnos cuenta, también, a veces.
Son como esos zancos a través de los cuales o sobre los cuales se apoyan para atreverse a explorar el mundo. Por tanto, resumiendo, sería proporcionar un equilibrio entre cariño, presencia, sintonía, proporcionar autonomía y límites. Yo creo que con estas cinco cosas ya estamos haciendo mucho.
A día de hoy todavía no podemos calmarlo con paracetamol. Parece que… Ya sabéis que el dolor psíquico al final es un tema más complejo, más que simplemente la activación de esta región cerebral. Además, tendríamos que hablar también de ese otro sistema nervioso periférico y de otras variables que van a influir, porque de hecho fijaos que es fácil evocar un dolor emocional. Por ejemplo, si sufrimos una traición de un amigo, podemos evocarla en nuestro cuerpo, ¿verdad? Pero evocar el dolor que sentimos cuando nos rompimos una pierna… Esto es más complicado. Es decir que, aunque se parecen en algunos aspectos neurobiológicos, también parece que hay matices que los diferencian. Pero en definitiva todas estas investigaciones de la neurociencia vienen de alguna manera a recordarnos que somos seres sociales. Necesitamos pertenecer a ese grupo y va a marcar gran parte de las experiencias, digamos, dañinas de nuestro mundo emocional que podamos sentir a lo largo de la vida.
Es decir, que luego, dentro de todo eso que hayamos ido construyendo, hay pequeñas herramientas muy del día a día, cotidianas, que podamos tener a mano, que además nos van a ayudar también a resolver de una manera rápida y ágil. Así que bueno, estos son un poquito los ejemplos que podríamos mencionar y que nos permiten distinguir rasgos de mayor resiliencia frente a menor resiliencia. Pero quizás esto queda un poquito encorsetado en el individuo y deja fuera otros factores que también influyen en esa capacidad para ser resilientes y que yo incluyo dentro del concepto de «redsiliencia». Es un término al que llegué con mi hermana Ana Molina. Ella es dermatóloga. Juntas tenemos un podcast que viene a recalcar un poquito la importancia de esa conexión mente-cuerpo que se llama «De piel a cabeza». Y reflexionando sobre ese tema, concluimos que en el fondo, claro, el término «resiliencia» es un poco injusto en el sentido de que parece que lo deposita todo en el individuo, como si todo fuera responsabilidad nuestra. Y en el fondo, si nos damos cuenta, no es lo mismo ser resiliente en una sociedad que en otra, en una cultura que en otra, o simplemente yéndonos a la familia. No es lo mismo ser resiliente en una familia que en otra, desde la situación económica y social que tiene esa familia a otros factores que tienen que ver con la comunidad. Hay comunidades más preparadas y más resilientes para dar respuesta a procesos de recuperación que otras. Bien porque se han formado, bien porque están más capacitados o bien porque son sociedades más comunitarias, que ponen más el foco en la familia y en el pertenecer a ese grupo donde todos contribuimos que en sociedades más individualistas. Así que el término «redsiliencia» viene a recalcar, por tanto, que somos resilientes como individuos, pero también dentro de ese contexto que nos rodea. Es más fácil ser resiliente en una sociedad, en un ámbito, en un contexto personal, que es ya de por sí también resiliente.
A veces nos encontramos… Imagínate que a dos personas les hacemos una prueba de neuroimagen, de resonancia magnética, y vemos que ambos cerebros están igualmente dañados. Curiosamente, aun teniendo las mismas lesiones cerebrales, podríamos encontrarnos con dos casos clínicos diferentes, con dos formas de manifestación sintomática diferente. En uno de esos pacientes podríamos encontrarnos a alguien con un rendimiento cognitivo más o menos bueno y en la otra, con las mismas lesiones cerebrales, ver una disfunción ya muy marcada, un deterioro cognitivo evidente. Y uno podría preguntarse: «¿Cómo es posible si hay el mismo grado de lesión?». Pues bien, esto es posible porque hemos podido construir esa reserva cognitiva que mencionaba antes. Gracias a la propiedad de nuestro cerebro, que es la neuroplasticidad, esa capacidad para establecer nuevas conexiones cerebrales y por lo tanto nuevos caminos y nuevas rutas, cuando yo he ido enriqueciendo a mi cerebro de experiencias, de cultura, de aprendizaje, de ejercicio y de un montón de variables que hacen que ese cerebro se haya mantenido más saludable, pese a esas microlesiones, soy más capaz de compensar el daño. Esas microlesiones que hemos mencionado, es como si hubiera otras rutas alternativas. Se lesionó o se dañó esta carretera, pero tengo otras dos carreteras y por eso ese paciente que tiene más reserva cognitiva, más caminos, más rutas cerebrales, es capaz de compensar el daño mejor que el que no lo ha trabajado tanto, el que no lo ha desarrollado tanto. Por eso yo vengo a recordar esa reserva cognitiva, esos ahorros cerebrales que tenemos que tener más presentes y sobre los que podemos influir de una manera muy importante.
Hemos revisado, por tanto, alimentarnos, cuidar la dieta, dormir bien, practicar el ejercicio físico… También hemos avanzado, que es uno de los mejores reguladores emocionales. La ciencia ya ha mostrado cómo el ejercicio físico, más allá de esa finalidad más física, pura y dura que todos conocíamos, esos beneficios cardiovasculares o ese beneficio más estético de esculpir el cuerpo tiene claros beneficios en nuestras funciones cognitivas. Cuando hablamos de funciones cognitivas nos referimos a esas funciones como más objetivas de capacidad de memoria, atención, concentración, capacidad visoconstructiva o de función ejecutiva. Hablamos de función ejecutiva como nuestra capacidad para planificarnos y organizar tareas, entre otras.
Pues bien, haciendo ejercicio físico se ha visto que estas funciones mejoran. Además, aumentan los factores de crecimiento neuronal, que es como el alimento de nuestras neuronas, el conocido BDNF. Esto va a facilitar, por tanto, esas conexiones de sinapsis neuronales para construir esos caminitos de los que hablábamos antes. Bueno, ya hemos mencionado el ejercicio físico. También podríamos mencionar mantener esas relaciones sociales, que sabemos también por la ciencia, que son las que más se han relacionado con la felicidad y con ese estado de bienestar. Y además recordamos lo de la corregulación. Gracias a los otros somos capaces también de corregularnos, porque nuestro bienestar depende de ese estado de equilibrio entre la autorregulación y la regulación a través de los que nos rodean. Y, bueno, yo creo que estos pilares o estos hábitos saludables que hemos mencionado son sin duda una clave que tenemos a mano, que podemos hacer todos los días y que podemos cuidar y que van a impactar de una manera muy importante en nuestra regulación emocional.
Realmente un kilo de enfermedad mental pesa lo mismo que un kilo de estigma de la enfermedad mental. Pero el estigma de la enfermedad mental lo invade todo. Ocupa más volumen, más espacio, nos inunda, nos enturbia la mirada y termina impactando en nuestra salud mental. Por eso yo creo que luchar contra este estigma, el que como sociedad seamos más conscientes, más comprensivos e interioricemos de verdad, no solo en la superficie, lo que implica y la importancia de la salud mental, nos va a ayudar enormemente a la mejoría de la salud mental de aquellos que ya están acudiendo a consulta. Porque yo puedo tener un trastorno bipolar o una esquizofrenia, estar haciendo un tratamiento adecuado, ya sea psicoterapéutico o farmacológico, y que realmente mi mayor limitación a día de hoy sean las limitaciones derivadas del propio estigma que yo percibo en la sociedad. Ese estigma me termina limitando más que mi propia enfermedad.
Hay como un aprendizaje, hay una reestructuración de valores, hay un fortalecimiento de la autoestima… En fin, una serie de cambios que nos permiten estar más fuertes para futuras situaciones adversas tras ese proceso que hemos dicho de transformación. Otro término que podemos mencionar es, por ejemplo, el de «emuná», que viene del hebreo, que se refiere a esa calma con la cual podemos conectar a pesar de no tener respuestas para todo en ese momento o a pesar de no ser capaces de tener el control sobre lo que nos sucede. Puede ser una herramienta muy potente a la hora, efectivamente, de recuperarnos y de reconstruir desde la calma. Es como que esa calma nos da seguridad. También me recuerda a esa palabra de aceptación que hemos mencionado antes cuando decíamos que no aceptábamos estamos como en la lucha, estamos desesperándonos, introduciendo variables de estrés. Pero la calma nos permite abordar lo que nos sucede con mayor objetividad y con mayor capacidad para relativizar y entender. Otra palabra que podamos mencionar puede ser «wakmanta» del quechua. Este término se refiere también a ese proceso de reconstrucción, y yo creo que vincula muy bien con lo anterior que ya hemos mencionado: ser capaces de recuperarnos tras algo que nos ha herido profundamente. Y por último, por no mencionar muchos más, e invitamos a los lectores a que puedan disfrutar de estos términos en el libro…