Cinco comportamientos que te harán más feliz
Laurie Santos
Cinco comportamientos que te harán más feliz
Laurie Santos
Profesora de Psicología
Creando oportunidades
“Ser feliz no consiste en sonreír siempre y pensar en positivo”
Laurie Santos Profesora de Psicología
Laurie Santos
El curso “Psicología y buena vida” de la profesora Laurie Santos en la Universidad de Yale esperaba matricular a 250 alumnos, pero se convirtió en un fenómeno de masas donde se inscribieron 1.200 estudiantes. Después ofreció online su curso “La ciencia del bienestar” y se hizo viral en todo el mundo. ¿Por qué? Porque el ser humano lleva milenios buscando la felicidad, sin éxito. “Algo que nos enseña la ciencia es que, aunque todos buscamos la felicidad, no solemos hacerlo bien. Tenemos ideas preconcebidas sobre las cosas que pueden hacernos felices, pero a menudo nos equivocamos. Creo que ahí puede ayudarnos la ciencia, porque lo que nos sugiere es que hay cosas muy simples que podemos hacer para mejorar nuestro bienestar, como imitar los cinco comportamientos de las personas felices: socializar, ser altruistas, mostrar gratitud por lo que tenemos, practicar hábitos saludables y meditar”, señala la investigadora.
La psicóloga Laurie Santos es directora del Laboratorio de Cognición Comparativa de Yale y del Laboratorio de Cognición Canina de Yale, donde participa en estudios científicos sobre bienestar emocional, psicología positiva y comportamiento. Afirma que “la cultura del yo” no nos ha hecho más felices, sino que nos ha alejado de ese objetivo. Compararnos con los demás, no ser objetivos al valorar lo que tenemos y perder valores tradicionales que sí tenían nuestros antecesores nos hace más infelices que ellos. Sin embargo, no todo está perdido. “Reconociendo que vivimos bien y que necesitamos únicamente cambiar actitudes, podemos obtener esa felicidad y esa resiliencia necesarias para resolver nuestros problemas. Una receta universal para encontrar la felicidad se resumiría en tomar tiempo para pensar en los demás y en el aquí y el ahora, añadir un poco de ejercicio y horas de sueño”, concluye la experta.
Transcripción
“La felicidad consiste en sentirse bien y sentirse satisfecho con la vida”
Cuando hablamos de la felicidad personal, normalmente pensamos en autocuidados o en darnos caprichos y hacer cosas buenas para nosotros, pero la ciencia demuestra que la gente feliz no suele hacer eso, sino que pasa más tiempo pensando en los demás. Donan más a causas sociales al año, dedican más tiempo al voluntariado, no se centran tanto en sí mismos, sino que ayudan a los demás. Otra cosa que recomendamos a los estudiantes es dedicar tiempo a realizar buenas acciones. Que hagan algo bueno por alguien, o en vez de ir solos a darse un capricho como una manicura o un masaje, se lo regalen a alguien, que hagan algo bueno por otra persona. Insisto, esto no es algo que pensemos que nos puede hacer felices. ¿Cómo me va a hacer feliz regalar un masaje a otro? Pero, de hecho, la ciencia nos dice que funciona bastante bien. Otra cosa de la que hablamos a los estudiantes es el poder de la gratitud.
Dedicar tiempo a agradecer lo que uno tiene. A menudo pensamos que la felicidad viene al obtener algo, pero los estudios muestran que suele surgir al apreciar lo que se tiene. Y esta es una que, incluso como “profesora de la felicidad”, me cuesta. Cuando por fin quedo con algún amigo y me preguntan qué tal, normalmente no pienso en todo lo que me va bien en la vida. A veces me gusta quejarme de que tal cosa o tal otra me han ido mal, pero la gente feliz no hace eso, sino que espontáneamente piensan en lo que les va bien. Y los estudios muestran que eso se puede copiar simplemente pensando en todas las cosas que te van bien o escribiendo entre tres y cinco cosas que agradeces al día. O, aún mejor, expresando tu gratitud a los demás, tomándote el tiempo para decir a los demás que estás agradecido por lo que han hecho.
Otra cosa que sugerimos a los estudiantes es que destinen tiempo para crear hábitos saludables de ejercicio y sueño. Normalmente lo primero que pasa cuando estamos estresados es que dormimos menos y que el ejercicio se queda atrás. Pero los estudios demuestran que solo media hora de cardio al día puede ser tan efectiva como un antidepresivo para reducir los síntomas de la depresión. Sabemos que el ejercicio es bueno para nuestro cuerpo, pero se nos olvida que también lo es para nuestra salud mental. Y el sueño lo es aún más. Es uno de los motivos por los que creo que vemos esta crisis de salud mental en las universidades, porque los estudiantes duermen, probablemente, entre cuatro y cinco horas al día. Según los estudios, incrementar las horas de sueño puede ayudar mucho con los síntomas de falta de salud mental. Finalmente, suelo pedir a mis estudiantes que se tomen el tiempo para ser conscientes.
Se habla mucho del poder del “mindfulness”, y suena un poco a tontería pero solo consiste en tomarse el tiempo para sentir el momento, centrar la mente en el aquí y ahora. Se ha demostrado que no lo hacemos a menudo, de hecho, pasamos casi la mitad del tiempo pensando en cosas que no pertenecen al presente, como qué vamos a cenar mañana o una conversación que tuviste con tu pareja ayer. No pensamos en presente. Y se ha demostrado también que eso nos hace infelices. Dicho de otra manera, todo el tiempo en que estamos divagando y pensando en otras cosas somos menos felices que cuando nos centramos en el ahora. Por eso, instamos a los estudiantes a ser conscientes. Como todo, hace falta practicarlo un poco, y una de las mejores formas de hacerlo es dedicar tiempo a meditar, unos cinco minutos al día. Te sientas y te centras en tu respiración, cada vez que se te va la mente la traes de vuelta al presente. Este tipo de prácticas pueden reducir el “parloteo mental”, no solo cuando lo haces, sino habitualmente. Y eso es posible cambiando la configuración de nuestro cerebro. Lo normal es que nuestra mente se ponga a divagar cuando no estamos prestando atención, pero esas regiones del cerebro se vuelven cada vez menos activas cuanta más meditación practicas.
Una estudiante me contó que estaba en medio de la época de exámenes, unas semanas muy estresantes, y sentía que las cosas se le estaban yendo de las manos, y dijo: “Vale, ¿qué agradezco?”, y fue como: “Tengo a mis dos padres y a mis cuatro abuelos”. Y estaba muy unida a su familia y me dijo: “Al sentarme y pensar en eso, fue como si no importara nada más, ¿qué mas da si saco mala nota en un examen? Lo que importa lo tengo, y estoy muy agradecida por ello”. Por eso, creo que el poder de la gratitud puede recordarnos lo que realmente importa, y que no necesitamos nada más, tenemos todo lo que necesitamos.
Cualquier mínimo lujo que tengamos lo vemos en términos relativos en vez de objetivos, y lo hacemos de tal manera, relativizamos las cosas de manera que nos sentimos especialmente mal, porque no comparamos nuestro salario con el de alguien que acaba de perder su trabajo o que gana muy poco dinero, sino con gente muy rica. Nunca miramos Instagram y nos comparamos con gente que no es atractiva, sino que elegimos a Beyoncé, modelos y gente así para hacerlo. Eso significa que estamos constantemente evaluando las cosas que tenemos en relación con un punto de referencia que, a menudo, nos hace sentir mal. Lo bueno es que, aunque no podamos evitar comparar, podemos encontrar puntos de referencia que nos hagan sentir algo mejor. La próxima vez que te preocupe tu salario o tu casa piensa que alguna gente no tiene nada de dinero o vive en la calle, cosas así. Y así podemos usar la comparación social para aumentar nuestra felicidad, solo tenemos que hacer que la mente trabaje un poco más, porque normalmente se compara con los aspectos que nos hacen sentir mal, pero en vez de quedarnos con eso podemos encontrar otros que nos hagan sentir bien.
Otra característica de las comparaciones que nos hace sentir mal es que a menudo las hacemos mal o poco precisas cuando pensamos en lo bien que vive otra persona. Uno de los estudios que me gusta compartir en la universidad consulta a los alumnos y les pregunta cuántas veces les ha pasado algo muy bueno o muy malo: ¿cuántas veces han ido a una fiesta muy chula o han sacado muy buenas notas? ¿Cuántas veces les ha despreciado la persona que les gusta, o han sacado malas notas o se han quedado sin ir a fiestas o han echado de menos su casa? Todo esto lo apuntan y luego se les pregunta cuál creen que es la media de cosas buenas y malas para el resto de estudiantes. Y lo que se ve es que piensan que a los demás les pasan muchas más cosas buenas de las que les pasan en realidad.
Creen que el cincuenta por ciento de estudiantes sacan muy buenas notas, cuando solo lo hace el treinta y algo. Pero donde más se nota es en las cosas negativas: todos piensan que nadie echa de menos su casa, que nadie saca malas notas, que nadie se pierde las mejores fiestas. Que son solo ellos. Y lo que nos muestra esto es que no solo nos comparamos, sino que lo hacemos mal, lo amañamos para sentirnos lo peor posible con nosotros mismos. Por eso a veces te das cuenta de que las comparaciones que se te ocurren no tienen mucho sentido, ni siquiera son precisas mínimamente.
Podían o bien gastarlo en sí mismos, comprándose algo bonito, o se les decía que, al final del día tenían que haber gastado el dinero en hacer algo bueno por otra persona. Luego se les llamaba y se les preguntaba cuán felices se sentían, al final del día o de la semana. Mientras, a otro grupo de gente se le pedía que predijera cuál de los dos grupos se sentiría mejor, y la mayoría dijeron que los que se dieran un capricho a sí mismos. Es instintivo. Pero, de hecho, lo que pasó es que cuando consultaron a los sujetos al final del día e incluso al final de la semana, los más felices eran los que habían hecho algo por otra persona. Lo más interesante es que este estudio se ha hecho en varios países, y podemos ver que es un efecto que trasciende culturas. Además, hay sitios en que veinte dólares canadienses compran cosas mucho más valiosas. Por ejemplo, los investigadores replicaron el estudio en Uganda, donde esos veinte dólares, que en Canadá no son nada, eran suficientes para comprar medicamentos para el VIH para toda una semana.
Y se vio que incluso al tratar con sumas más grandes de dinero, que permitieran comprar más, seguían siendo más felices al hacer algo bueno por otra persona en vez de dedicarlo a ellos mismos. Creo que son resultados impresionantes. Nos muestran otro ejemplo donde pensamos que algo nos hará más felices, darnos un capricho, pero nos equivocamos. Y esto es un problema, porque actuamos en base a estas intuiciones. Tenemos un mal día en el trabajo y decimos: “Quiero hacer algo para sentirme mejor”, y lo vamos a hacer mal, porque mi mente me manda al sitio equivocado.
Si no tienes estos privilegios, es decir, si vives en la pobreza, si eres un refugiado, si vives en una situación de violencia doméstica, sí, cambiar tus circunstancias te va a ayudar mucho, y es lo que deberías hacer. Pero el problema es que creo que vemos esos casos en que pasas de ser pobre a no serlo y los tomamos como ejemplo para generalizar y decir que lo que todos necesitamos para ser felices es cambiar nuestras circunstancias, cuando en realidad la mayoría de nosotros estamos bien. Nuestras circunstancias son lo suficientemente buenas, y la felicidad vendrá al cambiar nuestros comportamientos. Una manera de enfocar esta pregunta es comparando diferentes culturas, hay muchos datos, se pueden comparar países y ver países con rentas más bajas y otros con rentas más altas, y también países con diferentes niveles de desigualdad, para intentar averiguar cómo afecta a la felicidad de la gente.Y lo que descubres es que si vas a un país donde la mayoría de la gente vive en la pobreza o donde carecen de las libertades básicas, es decir, donde sus circunstancias son muy malas, pues no, no son tan felices como otros países con mejores condiciones. Pero la relación no es tan estricta como uno creería. Y eso es, en parte, porque a veces incluso los individuos que viven en circunstancias complicadas tienen comportamientos que aumentan su bienestar.
Suelen ser comunidades con conexiones sociales muy fuertes, con un sentido de comunidad muy fuerte, mucha caridad y cosas así. Por eso, a menudo se ven casos en que las circunstancias son muy complicadas pero la gente es bastante feliz. Esto se ve a nivel de comunidad y a nivel individual. Si consultas a personas a las que les han pasado cosas horribles, como por ejemplo, en mi podcast entrevisté a J. R. Martínez, un veterano de Irak al que hirieron en servicio al explotar una bomba mientras iba en su coche. Se quemó más de tres cuartas partes de su cuerpo, pasó la veintena entrando y saliendo del quirófano, con injertos de piel. Y en general, se le destrozó la vida. Pero si le preguntas cómo influyó todo eso en su felicidad, te dirá que fue una bendición. Sí, que cambió su vida para mejor, y te quedas como: “A ver, ¿cómo va a cambiar algo tan horrible tu vida para mejor?”. Pero al investigar la felicidad nos encontramos con ejemplos similares muchas veces: personas que atraviesan momentos horribles, como diagnósticos de cáncer terminal, muertes de seres queridos o cosas así, que no queremos ni imaginar de lo horribles que son, e incluso en esos casos, la gente tiende a ver más cosas buenas que malas.
Y es un recordatorio muy poderoso de que pensamos que son las circunstancias y, a veces, si son realmente malas, mejorarlas puede ayudar, pero las cosas no son como creemos. Y creo que es importante para los que nos preocupamos por nuestros privilegios, es importante para los que nos preocupamos porque nuestros privilegios no nos permiten arreglar las cosas para personas que lo necesitan. Creo que cuando nos centramos en nuestras propias circunstancias es como si te pusieras la máscara de oxígeno antes de ayudar a los demás, estamos tan convencidos de que tenemos que cambiar nuestras circunstancias para ser felices, que no tenemos tiempo, ganas ni medios para ayudar a los que realmente lo necesitan. Reconociendo que vivimos bien y que necesitamos únicamente cambiar comportamientos, podemos obtener esa felicidad y esa resiliencia necesarias para resolver estos problemas.
Me gusta esta pregunta. Creo que es importante, porque al investigar la felicidad la gente a veces cree que como estás centrado en ti mismo y en querer ser feliz, ignoras las cosas malas en el mundo, y creo que eso no es lo que muestran los estudios. Lo que demuestran es que si te sientes agradecido y resiliente vas a centrarte más en los demás y vas a tener la capacidad y los medios para no sentirte abrumado y centrarte en los problemas del mundo y cómo solucionarlos. Por eso, creo que la investigación de la felicidad sugiere que el preocuparte por tu propia felicidad no significa que vayas a ignorar las cosas malas que ocurren en el mundo, sino que ayuda a ser fuertes para resolver esos problemas.
Mi ejemplo favorito es: tengo muchos amigos con bebés recién nacidos, madres primerizas que están muy contentas con sus vidas y le han dado un nuevo significado, pero aun así no duermen, no lo están pasando bien ni se sienten bien, ¿sabes? Por eso creo que aunque la felicidad y el bienestar general son muy importantes, eso no significa que haya que estar siempre sonriendo y siendo superpositivo. No se trata de eso. Y, de hecho, hay estudios que demuestran que ser demasiado positivo, afrontar los obstáculos con demasiada positividad, puede ser incluso malo. Hay estudios muy buenos por la psicóloga social Gabrielle Oettingen que muestran que si intentas llegar a tus metas únicamente siendo positivo, como te dicen que lo hagas los libros de autoayuda, te alejas aún más de ellas.
Por ejemplo, la gente que es más positiva, digamos, a la hora de enfrentar una dieta, son los que menos peso pierden. La gente que tiene problemas de salud y solo se dedica a pensar en positivo sobre, no sé, si van a poder caminar después de una operación de cadera, luego camina peor. Y dirás: “Vaya, pensaba que pensar en positivo era bueno”. Y sí, la positividad está bien, pero cuando tienes un problema real, cuando te enfrentas a un verdadero obstáculo, hay que afrontarlo. Hay que pensar sobre ello para pensar en cómo superarlo. Aquí se distingue entre las emociones positivas que tienen sentido en un momento dado, como sentirse agradecido por algo que te ha pasado o sentirse unido a alguien, ser consciente de las cosas buenas, y poner buena cara cuando las cosas van mal. Si quieres realmente triunfar y alcanzar tus metas, necesitas reconocer tus obstáculos.
Tienes que pensar en lo que pasa, y a veces eso puede ser muy negativo. Es decir, el bienestar general es importante y conduce a cosas positivas, pero no nos equivoquemos, no todo es eso. Y me preocupa que la cultura actual sea la de pensar en positivo, poner buena cara, como los “emojis” y todo esto, no tiene nada que ver con lo que estamos hablando, que es un bienestar sostenido. Hablamos de aceptar lo que tienes en la vida, ser agradecido y ser parte de una comunidad donde te sientas unido a la gente. Eso no son caritas felices, es el camino a la verdadera satisfacción con la vida.
Con esto quiero decir que creo que con el tiempo, lo que ha pasado es que nos hemos ido alejando cada vez más de las cosas que realmente importan. Y creo que es, en parte, porque nos hemos apartado, en muchos lugares del mundo, nos apartamos cada vez más de las tradiciones espirituales. Muchas religiones recomiendan cosas importantes para conseguir la felicidad: los rezos ayudan a ser conscientes, tomarnos tiempo de hacer cosas por los demás, socializar como parte de la práctica religiosa, ser agradecido… Estas son las cosas que promueven las tradiciones culturales y espirituales, pero con el tiempo nos hemos ido apartando de eso. Cuando lo pienso, como científica que estudia la mente y cómo evolucionan esas cosas, creo que la cultura nos daba cosas para protegernos de nuestros propios malos instintos. No puedes ser egoísta si estás realmente involucrado en una comunidad religiosa, porque va justo de lo contrario. Pero al deteriorarse esas tradiciones creo que hemos tomado un camino que nos aparta de la felicidad. Lo cual es triste, porque creo que lo estamos intentando, como has dicho, más que nunca. Nos estamos esforzando mucho y lo estamos haciendo mal.