Borges, ‘Funes el memorioso’ y la neurona de Jennifer Aniston
Rodrigo Quian Quiroga
Borges, ‘Funes el memorioso’ y la neurona de Jennifer Aniston
Rodrigo Quian Quiroga
Neurocientífico y escritor
Creando oportunidades
Qué nos enseña la neurociencia sobre la memoria
Rodrigo Quian Quiroga Neurocientífico y escritor
Rodrigo Quian Quiroga
¿Qué nos hace humanos? Esta es una de las obsesiones del neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga. Y parece haber encontrado el camino para responder a la pregunta. En el año 2005 descubrió la ‘neurona de Jennifer Aniston’, un tipo de neuronas que representan conceptos y tienen un rol crítico en la formación de memorias. “La gran capacidad del pensamiento no es recordarlo todo, sino olvidar un montón de cosas”, asegura el también escritor.
De espíritu renacentista y aglutinador, Quian Quiroga es director del centro de Neurociencia de Sistemas en la Universidad de Leicester en Inglaterra. Estudió Física en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en Matemática Aplicada en la Universidad alemana de Lübeck. Recientemente ha obtenido una plaza de investigador ICREA para incorporarse al instituto IMIM de Barcelona.
Quian Quiroga ha recibido múltiples distinciones entre las que destaca el premio al mérito en investigación científica que otorga la Sociedad Real de Inglaterra. Además, fue seleccionado como uno de los diez científicos líderes en ciencia e ingeniería del Reino Unido. ¿Por qué es fabulosa la neurociencia? "Uno de los aspectos interesantísimos del estudio del cerebro es que la gran revolución está pasando ahora. Casi todo lo que sabemos del cerebro las estamos descubriendo ahora", asegura el científico. Su trabajo se centra en el estudio de los principios de la percepción visual y la memoria y es autor de varios superventas de neurociencia: ‘Borges y la memoria’, ‘¿Qué es la memoria?’ o ‘NeuroCienciaFicción’.
Transcripción
Hay muchas ramas de neurociencia, hay gente que se dedica a estudiar las neuronas y qué es lo que hace que una neurona dispare, todos los procesos bioquímicos que están involucrados en cómo funcionan las neuronas… A mí me interesa algo un poquitito más, si querés, de alta escala, más elaborado, que es cómo las neuronas, interactuando entre ellas y activándose, hacen que yo te pueda estar viendo en este momento, que yo sepa que estoy acá sentado en Madrid, que sea consciente de mí mismo, que podamos tener esta charla… Entonces, si vos te lo pones a pensar, todo eso no es magia, es la actividad de neuronas que están acá adentro de mi cerebro. Entonces, lo que yo trato de hacer es estudiar cómo en la actividad de estas neuronas subyacen todos estos procesos que tenemos. Bueno, y por otro lado, hay otro aspecto que a mí me parece fascinante y te lo cuento de esta manera. A mí algo que me frustraba mucho cuando yo estudiaba física es lo siguiente: yo leía, yo estudiaba física y la impresión que me daba, como estudiante, es que yo decía: “Bueno, pero esto ya está todo descubierto. O sea, nací tarde, ¿no? Porque estoy en el siglo… fines del siglo XX y estoy estudiando cosas que se descubrieron hace 100 años, ¿no? Relatividad, mecánica cuántica…” Y era un poco la frustración de… Yo decía: “Qué bueno haber estado 100 años antes, cuando todo esto estaba pasando, y ser parte de la gran revolución en la física”. Y es como que yo sentía: “Llegamos tarde”. O sea, yo llegué tarde. Y uno de los aspectos interesantísimos del estudio del cerebro es que la gran revolución está pasando ahora. Casi te diría que todo lo que sabemos del cerebro, la gran mayoría de las cosas que sabemos del cerebro pasaron hace diez, veinte años. O sea, no es el conocimiento de hace 50 años, ni siquiera de hace 30. Te estoy hablando de hace cinco años, diez años. Los grandes descubrimientos, los grandes experimentos se están haciendo ahora. Entonces es ahora el momento para estudiar el cerebro. Y eso lo hace fascinante. Y, por otro lado, estudiar el cerebro es estudiarme a mí mismo. O sea, trato de entenderme a mí, trato de entender qué es lo que me hace ser lo que soy.
Es la memoria que, por ejemplo, tratamos de generar cuando entrenamos, cuando hacemos un deporte de alta competición. Vos lo que hacés es… Cuando Rafael Nadal hace un saque de tenis, lo hace automático, no está pensando a qué altura tira la pelota y si le impacta un poquito más atrás, más adelante. Es como que ya todo le sale innato. O sea, no está pensando en eso. Por otro lado, tenés la memoria, que es la memoria declarativa, que son las cosas de la que sí sos consciente. Yo te puedo decir: “Mirá, me acuerdo que estuve en Madrid hace un mes y me junté con un amigo y fuimos a comer a un restorán, y que esto y que lo otro”. Son memorias de mis experiencias, o sea, yo te las estoy contando, yo las almacené de alguna manera y las estoy evocando. Es muy distinto a la memoria que tengo de cómo funciona cómo andar en bicicleta. Dentro de estas memorias conscientes se hace otra subdivisión que es la memoria episódica y la memoria semántica. La memoria episódica son las memorias que tengo del pasado, de lo que hice con mi amigo cuando fuimos al restorán a Madrid. Y las memorias semánticas, vos diste el ejemplo que se usa en todos los libros de texto en neurociencia: “¿Cuál es la capital de Perú? Lima”. Son hechos. Memoria fáctica. De hecho, el ejemplo que se usa siempre es: “¿Cuál es la capital de Francia? París”. Son todas estas cosas que no involucran una experiencia, no involucran necesariamente una experiencia personal. Es conocimiento. Es saber que la matemática es algo que trabaja con los números y saber que la geografía trabaja con acordarse de ríos, de montañas y esas cosas… Son todos conocimientos fácticos.
Pero bueno, habiéndote dicho eso, que existen estos compartimentos dentro de la memoria, la distinción, cuando te pones a estudiarla en serio, no es tan tajante, porque a veces… Yo te puedo decir: “Mirá, Lima es la capital de Perú”. Es un conocimiento, es un hecho. Memoria semántica. Pero yo te puedo decir: “Yo me acuerdo cuando aprendí que Lima era la capital de Perú, me acuerdo de mi profesora de Geografía que me dijo: ‘Bueno, fíjense, esto es Perú y la capital se llama Lima’”. Entonces ahí ya, ¿qué es? ¿Episódica o semántica? Porque yo me acuerdo del hecho de haber estudiado eso, de haber aprendido eso, pero también tengo el conocimiento. Entonces es como que tenemos estas subdivisiones dentro de la memoria, pero no son compartimentos estancos, son cosas que a veces es difícil de categorizar. Hay un experimento o hay un hecho que pasó en neurociencia que fue muy llamativo. La distinción entre estos dos tipos de memorias viene a partir del estudio de un paciente muy famoso. Es el paciente más estudiado en la historia de la ciencia y diría en la historia de la humanidad. Se llamó H. M., lo llamamos por sus iniciales: H. M. Después de que falleció, nos enteramos del nombre: Henry Molaison. Un paciente en Estados Unidos que, para tratar de curarlo de epilepsia, un cirujano lo operó, le quitó un área del cerebro que se llama el hipocampo. No importa el nombre. Es un área del cerebro que está acá dentro, que hoy día sabemos que es clave para la memoria que, en aquel entonces, 1950 y pico, no lo sabíamos. Y este hombre tenía epilepsia, tenía muchas crisis, no las podía controlar, tenía problemas cognitivos, no podía… ya no podía ir a trabajar. Entonces dijeron: “Bueno, si las crisis epilépticas vienen del hipocampo…”, como sabían en ese momento, pudieron determinar que venían del hipocampo. “¿Qué pasa si quirúrgicamente removemos esta área del cerebro, que en principio pareciera que no hace nada? Muy probablemente curemos al paciente, a H. M.
Hicieron la operación, H. M. se recupera de la cirugía, en principio parecía que estaba todo bien. Todo normal. El tipo hablaba, pero resulta que venían los médicos nuevos, salían y volvían a entrar y H. M. no sabía quién era. Entonces es como que vos lo conocés a H. M. por primera vez, te presentás: “Mira, yo soy Rodrigo, yo soy médico, que esto, que lo otro…” Es como que salgo, vuelvo. “Bueno, seguimos con el cuestionario”. Y el tipo me dice: “Y usted quién es?” “¿Cómo ‘quién es’? Si acabo de estar acá. ¿No se acuerda de mí?” O sea, él recién me vio. Y el tipo dice: “No, yo no lo vi nunca en mi vida”. Este hombre no podía volver a formar nuevas memorias. Entonces, a partir del estudio de H. M., sabemos que esta área, el hipocampo, es clave para la memoria. Si vos sacás el hipocampo en un paciente, lo dejas amnésico. No puede volver a formar recuerdos. Ahora acá viene lo más interesante. H. M. fue estudiado durante casi 30 años por una psicóloga brillante canadiense llamada Brenda Milner y ella hizo experimentos para ver qué podía hacer y qué no podía hacer H. M. Y ella hizo un experimento que era tratar de hacer… seguir como el trazado de una estrella, pero mirando su mano a través de un espejo. Entonces es como que vos estás siguiendo… delineando una estrella, pero tenés que mirar a través del espejo. Es bastante difícil porque va todo al revés, porque el reflejo obviamente está al revés. Pero después de un par de un par de pruebas podés empezar a hacerlo, empezás a hacer bien. Y lo que Brenda Milner se dio cuenta es que H. M. aprendía, podía memorizar esta tarea, o sea, podía aprender. Es como que iba teniendo una especie de memoria de cómo se hacía y cada vez mejoraba y mejoraba y mejoraba. Por supuesto H. M. no era consciente de esto. Entonces, cada vez que Brenda le decía: “¿Podés dibujar la estrella?” Y el tipo decía: “No, yo no puedo hacer eso”. Y de repente lo empezaba a hacer y él se sorprendía a sí mismo, decía: “Pero ¿cómo yo puedo hacer esto?” Él no se acordaba de haber estado aprendiendo esa tarea, pero lo aprendía. Entonces, la tarea de delinear el contorno de una estrella mirando a través del espejo es una memoria procedural, como aprender a atarte los cordones del zapato, como aprender a andar en bicicleta. No es consciente. Y lo que se dio cuenta Brenda Milner es que este tipo de memorias estaban preservadas, que no dependían de esta área, del hipocampo, mientras que las memorias que formaba de sus experiencias o de cosas sí dependían del hipocampo. Y ahí sí tenía problemas H. M. Y a partir de ahí, de 1950, 1957 creo que fue, hacemos la gran distinción entre la memoria declarativa, que es la de nuestras experiencias y todo eso, y la memoria procedural, que es más implícita, es inconsciente, que son estas cosas que H. M. sí podía hacer, como andar en bicicleta, hacer el contorno de una estrella o atarse los cordones de los zapatos.
“La gran revolución del estudio del cerebro está pasando ahora”
Ese es el motivo clínico por el cual nosotros tenemos acceso a registros adentro del cerebro. Son registros invasivos. Tenés que poner un electrodo dentro del cerebro, pero bueno, se hacen para curar al paciente, eventualmente a tratar de curar al paciente. Ahora, ya que el paciente tiene que tener sí o sí esos registros, esos electrodos adentro del cerebro, lo que nosotros hacemos es decir: “Bueno, podemos hacer algún experimento sencillo que no moleste al paciente y tratar de entender cómo funcionan las neuronas que estamos registrando”. Cuando te digo “cómo funcionan las neuronas”, hay un millón de detalles técnicos que estoy dejando de lado, porque registrar neuronas no es fácil, pero no importa. Tenés electrodos adentro del cerebro y haciendo un montón de matemática y detalles técnicos podés registrar neuronas. Entonces, cuando yo empecé a hacer este tipo de registros estaba en Los Ángeles… Bueno, de hecho, yo estaba en CALTECH, pero los registros los hacíamos en UCLA y era el único lugar del mundo donde se hacían. Entonces yo empecé a mostrar fotos. Entonces yo voy con mi laptop, abro la laptop. Viste, el paciente tiene como la tableta donde pone el desayuno, qué sé yo. Bueno, le corremos las cosas. Yo abro mi laptop, pongo mi laptop y le empiezo a mostrar fotos. Y yo, por otro lado, tengo sincronizada mi laptop con un cable con el registro neuronal, porque el paciente tiene cables a partir de los cuales salen el registro… Se hace el registro del cerebro. Eso va a un amplificador y se guarda la señal del cerebro y yo con mi laptop mando una señal al amplificador diciendo cuándo mostré cada foto. Entonces yo lo único que hago es mostrar fotos. Tac, tac, tac. Jennifer Aniston, Halle Berry, Oprah Winfrey… toda la gente conocida para gente de Estados Unidos. Una detrás de otra. Sí. Cientos de fotos. Varias veces cada una. Claro, cuando voy a analizar los datos, voy a decir: “Bueno, ahora que tengo el registro neuronal de todas las neuronas… A ver, ahora ya sé cuándo mandé la foto, a ver si alguna neurona me respondió a las fotos que mostré”.
Y bueno, de repente encontré una, canal 53, neurona dos, mira, todavía me acuerdo, que respondió a todas las fotos de Jennifer Aniston. Mostré siete fotos de Jennifer Aniston… a todas y a ninguna otra cosa. No respondió a Pamela Anderson, no respondió… no sé, a Halle Berry, a Julia Roberts, a Kobe Bryant, toda gente conocida, actrices, actores, nada. Sólo a Jennifer Aniston y todas fotos distintas. A partir de ahí yo empiezo a mostrar esto en los congresos, o sea, voy a un congreso y empiezo a mostrar: “Mirá encontré esta neurona, mirá lo que hace”. Y todo el mundo: “¡Guau! ¿A todas las fotos de Jennifer Aniston y a ninguna otra cosa?” “Sí”. Y a partir de ahí, la gente la empezó a llamar la neurona de Jennifer Aniston y quedó el nombre. O sea, no es que yo la bauticé “la neurona de Jennifer Aniston”, no es que yo me senté a ver cómo podemos llamarla. No, yo empecé a mostrar esta neurona porque fue la primera, así como encontré la de Jennifer Aniston, en otro paciente encontré una que respondió a Halle Berry, otra actriz. Otra me respondió a Oprah Winfrey, otra a Luke Skywalker… Pero lo interesante es que, en todos los casos, estas neuronas me respondían a la persona, no a una foto. O sea, no es que la neurona de Jennifer Aniston me respondió a una foto de ella porque estaba con el corte de pelo que tiene y de perfil. No, me respondía a cualquier foto de ella. La mostrara como la mostrara. La de Halle Berry… Hicimos algo todavía más interesante: escribimos el nombre. Y yo, cada vez que mostraba el nombre Halle Berry, la neurona respondía. Y si escribía otro nombre, la neurona no respondía. La de Oprah Winfrey, hicimos algo todavía más interesante. Respondía a cualquier foto de Oprah, respondía al texto “Oprah”, si yo escribía “Oprah”, respondía y respondía a la voz: “Oprah”. Era mi computadora diciendo con una voz sintetizada “Oprah”. La neurona, pum, disparaba como loca. Y si la computadora decía cualquier otra cosa, la neurona se quedaba callada.
Entonces, ¿qué te está queriendo decir esto? Eso te está queriendo decir que tenés neuronas en el cerebro, en esta área, el hipocampo, que después podemos especular un poquito más que hace y por qué, que están respondiendo a conceptos. ¿Por qué conceptos? Porque la neurona responde a Oprah, no responde a una foto en particular de Oprah o a algo porque ella tiene un peinado así o asá, responde a ella. Entonces, si yo te muestro la foto de Oprah, si yo te escribo el nombre o si yo te digo el nombre, es lo mismo, es el mismo concepto. Y el salto de escribirte el nombre a decirte el nombre es brutal, porque escribirte el nombre es un estímulo visual, va por el ojo, te va a la parte de atrás del cerebro, es el procesamiento visual, la información va a la parte de atrás del cerebro, después pasa por el tálamo y tiene toda una circuitería de cómo va de un área a la otra. Está muy estudiado eso. Ahora, el estímulo auditivo no entra por el ojo, entra por el oído. El camino que hace el estímulo auditivo dentro de tu cerebro es totalmente distinto. Entonces vos de repente tenés dos estímulos totalmente distintos, auditivo y visual, que significan lo mismo porque es la misma persona y que confluyen no solo en un área del cerebro, sino en neuronas individuales que te responden igual a sí decís o si leés un nombre o si mostrás la foto de la persona. Entonces, la conclusión de todo esto, o sea, lo sorprendente en su momento, la gran historia del descubrimiento fue que encontramos neuronas que representan conceptos abstractos en un área muy especial del cerebro, que es el hipocampo.
Y el cuento por ese lado. Entonces, Borges empieza a pensar, a partir de esta construcción, de esta idea de alguien que se golpea la cabeza y de repente recuerda todo: “Bueno, ¿cómo sería eso? Y Borges cuenta muchas cosas. Por ejemplo, dice que Ireneo Funes trataba de recapitular lo que había hecho el día anterior y le llevaba un día entero porque no se olvidaba de nada. Entonces dice: “Cuando él se quería acordar de un árbol, no sólo se acordaba del árbol, sino que se acordaba de cada rama, de cada hoja y de cómo se veía el árbol todas las veces que lo había visto. Entonces ahí ya te empezás a hacer como una idea de que no está tan bueno recordar todo, porque no te querés acordar de cómo se veía la ramita del árbol cada día de la semana en que lo viste. Eso preferís dejarlo de lado. Preferís olvidártelo. Y bueno, resulta que este personaje, Ireneo Funes, termina acurrucado en una habitación a oscuras en un rancho en donde sea que vivía y ya no quería ni mirar por la ventana porque estaba abarrotado de memorias. Y básicamente, ahí a mí me hizo el clic, porque dije: “Pero claro, esto es Funes. Si yo descubro neuronas que me están representando abstracciones, conceptos y no detalles, porque la neurona no me responde a Jennifer Aniston con el pelito corto de perfil o con el traje violeta o con esto o con lo otro, me responde a ella. Los detalles no importan, la neurona ni se da cuenta de los detalles. Entonces, tengo neuronas que me responden a conceptos en un área que es clave para la memoria. ¿Por qué? Porque esa es la manera en que recordamos, porque nos tendemos a olvidar detalles, nos acordamos de las cosas esenciales. Entonces, si vos hoy día me decís: “Bueno, yo, de esta charla, ¿qué recordaré?” Y probablemente no te acuerdes de cómo exactamente yo estaba vestido, de cómo me veía. Es más, muy probablemente que no te acuerdes de las palabras que yo usé para contestar a tu pregunta. Pero te vas a acordar de la idea.
Entonces, básicamente lo que vas a hacer es, vas a abstraer un concepto, o dos, o tres, o lo que sea, lo vas a asociar y eso va a ser como el esqueleto de la memoria que vas a tener de esta charla. Y así con todo. Lo que nosotros solemos hacer es abstraer información, dejar de lado detalles y es la manera en que recordamos. Y justamente estas neuronas están haciendo eso. Te está dando el basamento neuronal para generar memorias en base a conceptos, en base a abstracciones. Si no tuvieras esto, terminás como Funes el memorioso. Ese es un poco el vínculo que viene entre lo que yo hago y Borges. Y ahora viene la segunda parte de la historia, viene la segunda parte de tu pregunta. De hecho, te puedo poner una tercera parte también. La segunda parte es: a mí me fascinó esto. Yo era fanático de Borges. Me encanta Borges. Claro, a mí me vino la pregunta, más una curiosidad, decía: “¿Cómo se dio cuenta Borges de esto si Borges no era neurocientífico?” O sea, lo que él dice es una genialidad. O sea, es totalmente contraintuitivo, porque todos decimos: “Sí, queremos memoria, pero por supuesto. Me va mejor en el colegio, me va mejor en la universidad, me va mejor dando charlas, cuanto más memoria, mejor.” Y Borges dice: “No, un momento. Si te acordás todo, empezás a tener problemas.” Y lo que dice Borges es justamente que pensar es abstraer, es dejar de lado detalles, es olvidar. Entonces Borges te está diciendo: “La gran capacidad del pensamiento no es recordarlo todo, sino olvidar un montón de cosas.” Entonces él es como que rescata el olvido. Y yo dije: “Pero ¿y a él cómo se le ocurre esto?”
Entonces, bueno, me contacté con su viuda, con María Kodama, tuve infinidad de charlas con María Kodama, María Kodama me invitó a ver la biblioteca de Borges, empecé a ver qué sabía Borges de neurociencia, qué libros había leído, qué anotaciones había hecho en los libros y que esto, que lo otro… y era un poco una búsqueda, tratar de ver qué conocimientos tenía Borges sobre la memoria, pero en el fondo eso para mí era una excusa para hacer una búsqueda interior, que era tratar de entender mi propio descubrimiento. Se trataba de entender la significancia de lo que yo estaba estudiando en el cerebro humano, y a partir de ahí, bueno, terminé escribiendo un libro que se llama ‘Borges y la memoria’ que es la historia de buscar el conocimiento de Borges para tratar de describir algo que es fundamental y totalmente contraintuitivo, brillante, genial, sobre el funcionamiento del cerebro humano. La última parte es una crítica a mí mismo y a mis colegas: los científicos. A veces los científicos estamos muy encasilladitos en leer las revistas técnicas y ver los últimos experimentos que se hacen en los mejores laboratorios del mundo, publicados en las revistas más importantes de neurociencia o de ciencia, si querés. Y para mí eso es una picardía, porque estamos dejando de lado un montón de información que es valiosísima. Es un poco como esta teoría arrogante de nuestra parte, ¿no? Porque, por ejemplo, sería muy arrogante de mi parte que yo me ponga a elaborar la importancia del olvido y que deje a Borges de lado y que no trate de entender lo que él mismo había pensado, no sé, 70 años antes que yo. Sería muy arrogante de mi parte no detenerme un instante a leer lo que pensaba Aristóteles sobre la memoria. Y Aristóteles dijo cosas muy interesantes sobre la memoria.
Y así como que te digo sobre la memoria, mañana me encuentro con un gran amigo, se llama Gea. Es un mago brillante y los magos saben mucho más sobre atención que los neurocientíficos, porque el mago está todo el tiempo haciendo eso. Y en neurociencia estudiamos la atención. Hay un montón de gente estudiando atención y yo a veces digo: “Muchachos, o sea, ¿no se ponen a ver lo que hacen los magos? Porque la verdad que son los genios en manipular la atención. ¿No les interesa cómo lo hacen?” Yo estudié mucho percepción visual. ¿Sí? Cómo vemos y un montón de detalles sobre percepción visual. ¿Hay alguien que supo más de percepción visual que Rembrandt? Sí, probablemente sí. Pero ¿no te vas a tener un minuto a ver lo que hacía Rembrandt? ¿Cómo manipulaba la percepción Rembrandt en los retratos o en las cosas que hacía? Entonces, para mí el arte o muchas áreas de conocimiento que están afuera de la ciencia nos dan información que es valiosísima y totalmente ortogonal a la información que tenemos en ciencia. A mí, un poco, haber leído a Borges o releído a Borges y hacer esta conexión con Borges me hizo ver esto muy clarito, porque Borges a mí es como que me hizo entender lo que yo había descubierto y lo que yo venía como pensando sobre el funcionamiento del cerebro humano. Entonces, a mí me gusta, como científico, abrirme a conocimiento que está totalmente afuera de la ciencia para tratar de aprender más de ciencia justamente.
“La gran capacidad del pensamiento no es recordarlo todo, sino olvidar un montón de cosas”
Entonces, vos te das cuenta que hay un salto cognitivo infernal. Vos podés decir: “Pero los chimpancés son muy inteligentes”. Por supuesto que son muy inteligentes. Los chimpancés apenas pueden contar. Probablemente puedan contar. Tengan nociones de cantidad. Pero nosotros no contamos. Nosotros contamos, hacemos derivadas, integrales, resolvemos teoremas, nos planteamos qué hacemos en esta vida, el origen del universo… Entonces hay una diferencia cognitiva, de capacidades cognitivas que es abismal. Y esto no es para desmerecer la inteligencia de otras especies, porque el chimpancé sí que piensa, sí que tiene su inteligencia, pero es incomparable con la inteligencia que tenemos nosotros, los humanos. Te lo estoy dando tantas vueltas a esta comparación porque ahora viene lo más sorprendente. Vos decís: “Ah, bueno, pero el cerebro humano es el cerebro humano”. ¿Cuántas veces más grande te pensás que es el cerebro humano comparado con el del chimpancé? ¿Cuán distinto te pensás que es? Sí, es distinto. El cerebro del chimpancé pesa 400 gramos. 400, 500 gramos. El humano 1300, 1350. Tres veces más grande. Cuatro veces más grande. Vos me dirás: “No, no, no, pero un momento, el humano tiene áreas cerebrales que están mucho más desarrolladas”. No, las áreas del cerebro humano son casi las mismas que… las mismas, te diría, que las áreas cerebrales que reconocés en el cerebro del chimpancé. Entonces me dirás: “No, no, pero las neuronas del cerebro humano son especiales”. No. Vos agarrás y sacás una neurona de un cerebro humano y sacás una neurona de un chimpancé, de hecho, una neurona de un ratón, y no sabés cuál es cuál. Son iguales. O sea, cuando te ponés a pensar, decís: “El sustrato de todo esto es el mismo”. O sea, está bien, es un poco más grande en el humano comparado con el chimpancé.
La especie que estudiamos en los laboratorios, cuando nosotros hablamos de monos, experimentos en monos… Los neurocientíficos, en general, los experimentos se hacen en macacos. Son monos. El cerebro del macaco es más chiquito que el del chimpancé. Tres, cuatro veces más chiquito. El chimpancé es más inteligente que el macaco. El macaco es un mono más chiquito. El chimpancé es claramente más inteligente que el macaco. Pero ni por asomo tenés la diferencia que tenés entre el chimpancé y el hombre. Pero ¿y por qué acá hay un salto enorme y acá no? Entonces, esa es la pregunta. Esa es la pregunta que a mí me vuelve loco. Es decir, ¿por qué? ¿Por qué? ¿Qué hay? ¿Qué tiene nuestro cerebro distinto con el del chimpancé? Si en todo lo que podemos decir es casi igual, es un poco más grande, pero es casi lo mismo. Ahí es donde vienen las posibles respuestas. Es decir: “Bueno, ¿qué hay de distinto?” No es que sea más grande, no es que tenga distintas áreas, no es que tenga distinto tipo de neuronas. Lo que tiene que estar pasando es que las neuronas tienen que estar haciendo algo distinto. O sea, no puede estar funcionando igual. Si tuviera funcionando igual, seríamos, sí, un poco más inteligentes, tres veces más inteligentes, diez veces, pero no muchísimo más inteligentes. Entonces, esa es la pregunta que a mí me fascina. Esa es la pregunta a la cual yo le estoy dedicando todos los experimentos que estoy haciendo en mi tiempo, 100 %, cada vez que hago investigación. ¿Qué nos hace humanos? Cuando digo “¿qué nos hace humanos?” es tratar de entender cuál es el principio de funcionamiento, cuáles son los principios de funcionamiento del cerebro humano, que son distintos a los de un chimpancé, de un mono, de una rata, de un ratón. ¿Qué es lo que están haciendo distinto? Esa es la pregunta. Si te quedaste con la pregunta, me voy muy contento. Ahora, la respuesta que te voy a dar es mi respuesta. Es muy personal, es lo que yo propongo. Me puedo equivocar o puedo estar… puedo acertar o puedo equivocarme.
Lo que a mí me parece muy interesante y que no creo que sea coincidencia es que hasta ahora nadie nunca encontró estas neuronas de Jennifer Aniston en el cerebro del mono o en el cerebro de la rata. Hasta donde sabemos, son exclusivamente del ser humano. No existen en una rata. La rata no tiene una neurona de Mickey Mouse o lo que sea. Lo que quieras, de otra ratita. El mono no tiene una neurona que responda a otro mono que conoce. No existe una representación como la que yo te describí de Jennifer Aniston, Oprah Winfrey o lo que sea, no existe en otras especies. Hasta donde sabemos, hasta el día de hoy, es exclusivamente humano. Entonces, ahí es donde yo empiezo a atar cabos y digo: “Momento. O sea, no es que seamos más inteligentes porque el cerebro sea distinto, es que hay algo que está pasando que es distinto”. Bueno, uno de estos algos que está pasando, quizá una componente muy importante de la inteligencia humana, es que tenemos neuronas que representan conceptos, que representan abstracciones. Entonces, claro, vos decís: “Y en un área de la memoria”. Entonces, tendemos a recordar en términos de conceptos. Entonces es como que ya arrancás de un nivel muy alto para tu pensamiento, porque vos ya no estás pensando en detalles o en términos de detalles, los detalles los dejaste de lado y pensás en términos de conceptos, pensás sobre pensamientos. Entonces tenés lo que se llama metacognición, o sea, tenés un nivel mucho más elevado de pensamientos que si estuvieras abarrotado con detalles, si estuvieras representando con tus neuronas todos los detalles que son irrelevantes. Entonces, la gran pregunta para mí “¿qué nos hace humanos?” es tratar de encontrar qué hay en nuestro cerebro que funciona distinto, y lo que yo propongo es que una de las cosas que hay que funciona distinto es que tenemos este tipo de neuronas representando conceptos que, hasta el día de hoy, no se han encontrado en otras especies.
Entonces, no es que dejaron de transmitirle conocimiento. Le transmitieron el conocimiento igual que se lo transmitieron a su hijo humano. Y este tipo de experimentos lo hizo mucha gente. Hubo muchos casos de estos en el que trataron de educar a un chimpancé como a un bebé humano para ver si era un tema de cultura, de transmisión de conocimiento. Y sí, obviamente el chimpancé empieza a hacer algunas cosas, pero se estanca. O sea, no llega a tener ese disparo cognitivo de inteligencia que tiene un bebé cuando empieza a hablar. Entonces, para mí el motivo es otro. Me permito volver a Borges. Le hablé de Borges hace un rato. Voy a contarles de otro cuento de Borges. Borges tiene un cuento que se llama ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’. Es un cuentito muy chiquitito, como el de Funes el memorioso también, unas diez páginas por ahí. Y Borges especula en ese cuento, se imagina un mundo llamado Tlön en donde no existen los sustantivos. Entonces, él dice que los sustantivos se nombran como una superposición de adjetivos. Entonces, no existe decir “la luna”. Uno dice, no sé: “Algo sobre el firmamento y que esto, que lo otro y así”. Entonces, una superposición de adjetivos, de detalles, te generan el concepto de la luna. Y lo que termina Borges concluyendo es que, en este mundo imaginario, Tlön, no existe el pensamiento, no existe la ciencia ni el pensamiento. Y el motivo es muy parecido al que discutimos de Funes. Es porque no hay abstracciones, no hay representaciones de abstracciones. Entonces, ¿qué es lo que te da el lenguaje? El lenguaje está en que, yo, por ejemplo, te nombré a Borges. Si lo conocés, es un escritor argentino que escribió cuentos fantásticos. Pero yo no te estoy hablando de Borges sentado con su bastón. No te estoy diciendo que Borges era ciego. No te estoy diciendo que Borges era amigo de Bioy Casares.
O sea, no tenés una representación específica de Borges u otra u otra, cómo se veía Borges. Yo te digo Borges, es un concepto. Borges escribió un cuento en donde él concluye que en un mundo sin sustantivos no se puede pensar. Te pongo un ejemplo más concreto. Si yo te digo “caballo”… Yo te digo: “A mí me gusta andar a caballo”. Si es un caballo blanco, marrón, negro, con manchas. Si es un caballo grande, chico, de carrera o tirando de un sulky, no importa. Yo te digo “caballo”. Entonces, el hecho de que yo use el sustantivo “caballo” implica una abstracción. Entonces estás barriendo un montón de detalles que ya ni los considerás. Ya te concentrás en el concepto, “caballo”. Y vos agarrás dos conceptos, el concepto mío, “Rodrigo”, y el concepto de un caballo y los unís. Y no estás perdiéndote en detalles, que si el caballo es así, que si es asá, que si es asá. Y es que los detalles te confunden, te distraen de lo esencial. Dejame ponerte un ejemplo más. El último. Yo les conté que estudié física. ¿Sí? Uno de los grandes genios de la física fue Isaac Newton. Isaac Newton hizo un montón de cosas. Isaac Newton es famoso por haber descubierto la Ley de la gravedad. Entonces, si vos decís: “Bueno, qué genio el tipo que descubrió la Ley de la gravedad”. No es que un día se puso y escribió la fórmula de la gravedad. La genialidad de Newton fue darse cuenta de que lo que hace que una manzana de un árbol se caiga, la leyenda en su árbol de Cambridge, que la manzana se cayó, es lo mismo que hace que la luna gire alrededor de la Tierra. Es el mismo principio, que es la Ley de la gravedad. La Ley de atracción de cuerpos. La genialidad de Newton estuvo en darse cuenta, en hacer una asociación tan dispar como entre un objeto, una manzana que cae y un objeto que está en el firmamento que no cae.
Ahora, si Newton se hubiera concentrado en que la manzana era una manzana roja o una manzana verde, en que tenía un agujerito de un gusano, que tenía tres hojitas, que estaba en la rama tercera desde el árbol y qué sé yo, que la luna estaba en cuarto menguante, que estaba medio amarillenta y que esto y que lo otro, es como que los detalles te distraen. Entonces, igual lo que necesitabas es abstraer estos conceptos. Decir: “Manzana es un objeto que cae porque está en la Tierra. La luna es un objeto que no cae porque está girando alrededor de la Tierra”. Claro, los dos objetos responden al mismo principio, que es la atracción de cuerpos, la Ley de la gravedad. Entonces, lo que te da el lenguaje es la capacidad de reforzar abstracciones, de pensar en términos de abstracciones. Entonces yo lo que creo, y acá especulo, pues no lo puedo probar, pero yo lo que creo es que el homo sapiens, nosotros, nuestros antepasados, desde hace 100.000 años, más o menos, venimos evolucionando, haciendo uso del lenguaje. Es como que hemos ido desarrollando el lenguaje. Y el hecho de haber desarrollado el lenguaje nos lleva a pensar en términos de abstracciones. “Me gusta andar a caballo”. Abstracciones. Entonces, el hecho de que pensemos en abstracciones o, sorpresa, nos genere una representación de abstracciones en un área que está ligada a la memoria. Estas neuronas del concepto, neuronas de Jennifer Aniston. Entonces yo creo que, en la evolución del humano o de nuestros antepasados, se ha dado un círculo virtuoso, que está dado, que por un lado empezamos a desarrollar neuronas representando conceptos y por el otro, lenguaje. No digo que uno vaya antes que el otro, los dos se fueron desarrollando juntos y se fueron realimentando. El tema de que tengas representaciones de conceptos te ayuda a desarrollar el lenguaje y el tema de que tengas lenguaje te fomenta la representación de neuronas de conceptos. Yo creo que este es el círculo virtuoso que es clave de nuestro pensamiento y que no se dio en otras especies.
Muchas veces pasa que un boxeador, cuando lo noquean, el tipo se despierta y no se acuerda de la pelea, no se acuerda de que fue… de que estuvo en el cuadrilátero peleando, no se acuerda de nada. Y es porque lo que pasó en los últimos minutos, antes de que lo noquearan, antes de que perdiera la consciencia, no llegó a consolidarse, no tuvo esa etapa en donde el cerebro es como que va repitiendo y asentando esa memoria, que es un proceso muy normal. Eso se llama “consolidación de la memoria”. El dormir te ayuda a eso. El dormir es la etapa del día en donde consolidás la información de lo que aprendiste y probablemente la pongas en contexto y así. Ahora, lo que a mí me parece más fascinante es lo que no tenemos idea, que es el sueño. ¿Cuál es la función del sueño? O sea, ¿por qué cada tanto un monstruo me corre y yo, por más rápido que quiera ir, nunca me escapo? ¿Por qué se me caen los dientes? O sea, ¿por qué ando por una nube y no puedo bajar? O sea, quiero pisar y estoy como volando y no puedo, no puedo bajar a tierra. No sabemos. No sabemos. Vos le preguntás a cualquier experto en sueño, se le llama neurofisiología del sueño, nadie sabe. Y, es más, la respuesta más aceptada es que no sabemos. La respuesta más aceptada es decir: “¿Qué función tiene el sueño? No tiene función”. Es que no sabés. O sea, yo no lo sé. No lo sabe nadie. Pero a mí me parece fascinante y ojalá… O sea, yo no me dedico a eso, pero me encantaría que mucha más gente se dedicara a eso. Pero vos fijate que hay un montón de evidencia que es fabulosa, ¿no? El tema ‘Yesterday’, que lo compuso Paul McCartney, lo compuso en un sueño. La molécula del benceno, si sabés algo de química, hay una molécula muy famosa que es la molécula de benceno, que es como un hexágono, es una molécula clave de química. Y había un tipo, creo que fue Kekulé, se llamaba el químico, que estuvo un tiempo bárbaro pensando cómo estos átomos, cómo estas moléculas, o sea, cómo estos átomos pueden estar juntos compartiendo estos ligamentos. Lo soñó. El tipo soñó con una culebra que se mordía la cola y eso le dio la idea de la molécula de benceno. La máquina de coser. El tipo que inventó la máquina de coser soñó de que había aborígenes que pinchaban con lanzas en un lugar y ahí le vino la idea de la aguja subiendo y bajando. Fue un sueño. Entonces, hay mucha evidencia, no siempre, pero hay mucha evidencia de que a veces, por lo menos a veces, el sueño te dispara la creatividad. Y yo creo que en el sueño pasa algo muy interesante que no pasa cuando estamos despiertos, porque vos estás despierto, estás atado, estás atado a la realidad. Sí, bueno, o sea, yo estoy acá en Madrid.
Yo no puedo estar en un minuto, no sé, en Japón, estoy acá. No, es físicamente imposible. Yo no puedo tener 15 años en el próximo minuto, tengo la edad que tengo y en un minuto tendré un minuto más. Seré un minuto más viejo. Entonces, es como que estamos de alguna manera encorsetados, constreñidos a nuestra realidad, a donde estamos en el tiempo y en espacio y a las cosas que nos está pasando en este momento. Cuando vos estás soñando, todo eso se fue. Yo puedo estar soñando que estoy acá charlando con vos. Y de repente, a los dos segundos, soy un nene de cinco años en una playa, o sea, en Japón. El sueño, el tema de que no tengas los sentidos activos, que no estés viendo, que no estés escuchando o que no estés procesando conscientemente estos sentidos, es como que te saca por un período de la realidad y es ahí donde se dan las asociaciones más alocadas. O sea, yo estoy pensando en mis compuestos químicos y cómo es la molécula de benceno y cómo es la molécula de benceno, yo estoy todo el día trabajando con ese tema y, de repente, cuando me sacas de todo eso, lo que estoy haciendo en mi laboratorio, me imagino una serpiente mordiéndose la cola y pluf. Ahí sale un vínculo disparatado, pero que me dio la solución. Entonces, todo esto que te estoy diciendo es especulación pura, porque nadie sabe nada. Pero a mí hay algo que me parece muy interesante, me parece muy interesante que haya tanta evidencia de la creatividad durante el sueño. No siempre, pero a veces, y me parece muy interesante de que el sueño de alguna manera te despoja de la realidad y del continuo del espacio-tiempo y que te permite hacer asociaciones más disparatadas, más alocadas, que por ahí es una pérdida de tiempo, pero a veces pueden resultar brillantes, como en los casos que te describí.
La inteligencia artificial reconoce caras igual que nosotros ya. No te estoy hablando de que esto viene de hace un siglo, esto tiene… 2013. En 2013 se genera un algoritmo de inteligencia artificial que reconoce caras con un nivel más o menos como el humano. La escritura. Vos cuando mandás una carta que escribís, quiero mandar la carta a Toledo, código postal tanto y qué sé yo, y escribís así… Hacía unos años había una persona que estaba con una lupa tratando de descifrar lo que vos habías escrito. Hoy no. Hoy una inteligencia artificial lo hace mejor que cualquier persona y te manda la carta al lugar correcto. Entonces, por donde lo mires, decís: “Se nos viene encima”. Sin embargo, hay algo en que la inteligencia artificial está en pañales y que nosotros le pasamos el trapo. Esto es para que nos pongamos bien así corajudos y digamos: “Ahora sí”. La inteligencia artificial trabaja muy bien en áreas específicas, en tareas específicas. Entonces, vos, por ejemplo, la inteligencia artificial, el programa de inteligencia artificial que juega al ajedrez, le gana a Carlsen, pero no puede reconocer caras. El programa que reconoce la escritura cuando mandás una carta no puede reconocer el audio de un idioma, o sea, tenés inteligencia artificial que te reconoce la palabra, vos le hablás a Alexa, le decís: “Alexa, pasame tal cosa” y te lo reconoce, pero ese programa no puede reconocer caras ni puede jugar al ajedrez. Entonces, lo que tenés es que el progreso de la inteligencia artificial está siempre muy… en compartimentos, en tareas específicas. En tareas específicas nos gana. Ahora vos podés decir: “Bueno, lo que hago es: me genero una bruta inteligencia artificial, meto una computadora que me juegue al ajedrez, una que juegue al go, otra que reconozca caras, otra que reconozca la escritura, otra que reconozca el audio para traducirte a otro idioma y ya está, nos gana”.
Sí, pero la gran diferencia es que eso carece de lo que se llama “inteligencia general”. Quiere decir que estas computadoras no se hablan entre ellas, son como compartimentos estancos, están desconectadas. Lo que vos estás haciendo todo el tiempo como ser humano es generalizar, es tener un sentido común y saber cómo reaccionar ante situaciones que te son nuevas. Una computadora que juegue al ajedrez no puede jugar al go, de hecho, sí puede, Alfa Zero probablemente pueda, pero lo que tenés que hacer para que vos tengás una computadora que juegue al ajedrez, para que empiece a jugar al go, la tenés que entrenar y entrenar y entrenar y entrenar y entrenar con millones de casos. Ahora, vos salís acá a la calle, te pasa algo que no te pasó nunca en tu vida, porque son experiencias nuevas y vos sabés cómo reaccionar. Y vos no tenés que salir un millón de veces a la calle y que te pase esa experiencia para aprender cómo reaccionar, lo hacés así. ¿Por qué? Porque usás sentido común. ¿Qué quiere decir que usás sentido común? Que hacés analogías, que hacés inferencias. Entonces, vos, en base a tus experiencias pasadas, en un contexto totalmente distinto, probablemente, sabés cómo reaccionar en un contexto nuevo, en una situación nueva y no necesitás hacer un montón de ejemplos para aprender, te das cuenta, es sentido común. Es intuición. Entonces, eso es lo que en inteligencia artificial se llama “inteligencia general”, eso es lo que todavía no sabemos cómo desarrollarlo. Yo no te estoy diciendo que esto sea imposible, capaz que dentro de dos años me invitan a una charla y te voy a decir: “Mirá, nos ganaron”. O sea, la máquina que juega al ajedrez empezó a reconocer caras porque empezó a transferir conocimiento de un área a otra totalmente distinta.
Ahora, el problema este es un problema muy complejo, porque vos decís: “Está bien”. Aprendés a jugar al ajedrez, pero, de repente, aprender a jugar al ajedrez te ayudó para otras cosas. Transferiste conocimientos de algo que aprendiste jugando al ajedrez a una situación totalmente nueva que no tiene nada que ver con el ajedrez. No sé, sea lo que sea. ¿Pero cómo hacés eso? ¿Cómo le explico yo a una computadora o cómo hago yo que la computadora desarrolle una serie de inteligencia o lo que sea para que se dé cuenta qué información tiene que extraer y cómo la tiene que aplicar a un contexto distinto? Eso es lo difícil, no sabés qué información es la importante, qué información extraés. La computadora te juega al ajedrez porque sabe cómo jugar contra cualquier partida, contra cualquier situación, pero, lo que aprendiste de jugar al ajedrez, ¿cómo lo transferís a un área de conocimiento totalmente distinta? Eso es lo que no sabemos cómo hacer en neurociencia computacional o en artificial intelligence o en lo que sea. Eso es lo que nos falta, inteligencia general. Lo miro un poco desde mi punto de vista, pero lo quiero ligar con la discusión que venimos teniendo todo el tiempo. Si yo te digo: lo que le falta a la computadora es transferir conocimiento de un dominio específico a un dominio totalmente distinto, a un contexto totalmente distinto, lo mejor que podés tener es que la representación de ese conocimiento sea independiente del contexto. O sea, que vos digás: “Yo aprendí a hacer esto”, pero que no importa si estás jugando al ajedrez, al go o reconociendo caras, aprendiste algo, no sé, lo que sea. Aprendiste algo que, de repente, ese algo que aprendiste lo podés aplicar a un contexto o a una tarea totalmente distinta. Entonces, si vos lo que aprendiste no depende del contexto, lo vas a poder transferir más fácil. Eso es justamente lo que hacen las neuronas de las que les vengo hablando. La neurona que me responde a Jennifer Aniston responde a Jennifer Aniston la muestre como la muestre y haciendo lo que haga, el experimento que haga, si es un experimento de memoria, de percepción, de lo que sea, es independiente del contexto. Entonces, lo mejor que podés tener, creo yo, para desarrollar este tipo de inteligencia humana es tener representaciones independientes del contexto, que justamente es lo que vemos con estas neuronas de Jennifer Aniston o neuronas de concepto.
Mi jefe, o sea, cuando yo estaba en CALTECH, en California, uno de mis mentores era un científico brillante llamado Christof Koch, que, hablando de la definición de la consciencia, él se dedicaba a neurociencia más como de procesos, de disparos de neuronas, todas cosas muy biofísicas, muy de detalle, de cómo funcionan las neuronas y que esto, que lo otro. Él se empieza a juntar y empieza a tener charlas muy interesantes con un científico brillante, quizás uno de los científicos más brillantes del siglo pasado, se llamó Francis Crick. Francis Crick fue el que codescubrió la doble hélice del DNA. Ganó el Premio Nobel por eso. Y Francis Crick vivía en San Diego. Christof tenía su laboratorio en CALTECH, en Los Ángeles. Entonces, se subía al auto los fines de semana y tenían discusiones con Francis Crick. Y Francis Crick estaba muy interesado en la consciencia. Y Christof Koch también. Los dos tenían esa pasión por tratar de entender la consciencia y, permitíme decirlo así, robárselo a los filósofos, porque era, como vos bien decís, era algo que se discutía en filosofía. Y lo primero que hicieron fue decir: “Dejemos de estar dándole vueltas a la definición de la consciencia, porque los filósofos no se ponen de acuerdo”. Vos hacés una conferencia de la consciencia con filósofos y te dan una definición y que no, que no lo puedes definir así, porque por esto, por esto y lo otro, que la definición es esta otra, que esto, por esto y lo otro. Y de repente Christof y Francis dicen: “Déjense de hinchar con esto”. Todos sabemos de lo que estamos hablando. O sea, vos sabes de lo que me estás hablando. Vos sabés de lo que me estás preguntando. Basta con las definiciones, vamos a hacer los experimentos. Y un poco ellos lo que hacen es escaparse de las definiciones y decir “Basta de filosofar. Está buenísimo filosofar”. De hecho, Christof es filósofo también… “Pero vamos, vamos a hacer ciencia. Entonces, vamos a testear las hipótesis, vamos a proponer cosas y vamos a testearlas”.
Eso fue un cambio radical. Eso fue a mediados de los 90 y ahí es donde los científicos nos empezamos a meter más y más en la consciencia. Empezamos a pedirle permiso a los filósofos para juntarnos con ellos y empezar a discutir par a par sobre este tipo de temas. Hay distintas cosas que llamamos consciencia. Una cosa es decir: “Estoy consciente. ¿Por qué? Porque no estoy durmiendo o porque no estoy en anestesia en una camilla, anestesiado”. Cuando estás anestesiado en una camilla, no estás consciente. De eso no hablo. Yo, por ejemplo, estoy consciente… Soy consciente de vos. Eso… en inglés no sé si existe la palabra en español, se llama “awareness”. O sea, yo sé que vos estás ahí y me estás haciendo una pregunta. O sea, yo soy consciente de tu presencia. Pongámoslo de esa manera. Eso lo llamamos, si querés y es visual, lo llamamos “visual awareness” y hay un montón de ciencia, de neurociencia, que va por ese lado. Entonces, ¿qué es lo que hacés? Hacés este experimento. Bueno, ¿qué pasa cuando yo te reconozco comparado cuando yo no te reconozco, por ejemplo, porque vos te ponés un sombrero que te tapa la cara y yo tengo una neurona que responde a vos. Como las neuronas de las que te vengo hablando. Y de repente tu cara, vos un poquito la escondés y yo no estoy seguro si sos vos o si no sos vos. ¿Qué va a hacer la neurona? ¿Cómo va a responder? Bueno, esto es, exactamente lo que te estoy diciendo, es un experimento que hicimos. En vez de poner el sombrero, lo que hicimos fue mostrar las fotos muy rápido, cosa que a veces las reconocés, a veces no la reconoces. ¿Qué vimos? Que cada vez que el paciente decía: “Reconocí la foto”, la neurona correspondiente disparaba. Y cada vez que el paciente decía: “No reconocí la foto”, por más que la foto era exactamente la misma, que la mostrabas por el mismo tiempo, el estímulo visual era idéntico, la neurona se quedaba completamente callada.
Y así como ese experimento, hicimos una serie de experimentos siempre jugando con la misma idea y lo que vimos es que estas neuronas de las que te estoy hablando van ligadas a la percepción consciente del sujeto. El saber de que está viendo una persona y no otra o que no está viendo nada. Eso es lo que nosotros venimos trabajando o que trabajamos en otros experimentos. Te puedo contar otro, por ejemplo. Tom Cruise y Ashton Kutcher, dos actores americanos. Tenía una neurona que me respondía a Ashton Kutcher y no me respondá a Tom Cruise. Entonces, lo que hicimos es hicimos un morphing de las caras, generamos una cara como ambigua que tenía mitad de Ashton Kutcher y mitad Tom Cruise. Entonces, cuando la ves, decís: “¿Quién es? No sé, parece Tom Cruise. No, es Ashton Kutcher”. No sabes. Puedes ser uno, puede ser el otro. Y al paciente le decíamos: “Bueno, yo te muestro la foto. Vos decíme quién es”. Entonces, le mostramos la misma foto que era mitad y mitad. Entonces, teníamos una neurona que me respondió a Ashton Kutcher y no a Tom Cruise. Cuando le mostraba esa foto, que era como un híbrido entre los dos, la neurona no me respondía por la mitad. La neurona respondía cada vez que el paciente me decía que era Ashton Kutcher, respondía a tope, igual que si le mostraba la foto de Ashton Kutcher. Cada vez que el paciente me decía que era Tom Cruise, exactamente la misma foto, la neurona se quedaba totalmente callada. Es decir, es la misma foto. Está bien. Es una foto ambigua, pero es la misma foto. Dependiendo de lo que dice el paciente, la neurona responde o no, exactamente el mismo estímulo visual. Entonces, estas neuronas van ligadas a la consciencia que tiene el sujeto de lo que está viendo, el visual awareness. Eso por un lado. Por otro lado, otra cosa que es muy interesante es que estas neuronas no responden al estímulo en sí mismo. Responden a lo que el paciente cree que está viendo. Responden al significado del estímulo.
Si la foto esta híbrida que yo te muestro te está significando que es Ashton Kutcher, la neurona responde. Si la foto esta te significa que es Tom Cruise, porque interpretaste que es Tom Cruise, la neurona no responde. Y, de hecho, si mostrás la foto de Ashton Kutcher, ya no mostrás la foto que está medio mezclada, si mostrás a Ashton Kutcher sin mezclarlo con Tom Cruise, la neurona responde igual que si el paciente te dice que es Ashton Kutcher. Entonces esto es fundamental. Esto es fantástico porque la neurona te responde al significado de lo que estás viendo, no a lo que estás viendo en sí, sino a lo que significa lo que estás viendo. Empezamos a contestar muchas preguntas relacionadas con la consciencia. Estos experimentos que te estoy contando muestran cómo nosotros somos conscientes de percibir una persona o de no percibirla y cómo las neuronas responden o no responden en base a esta percepción subjetiva de si vemos o no vemos a una persona, lo que en inglés decimos visual awareness. Y hay muchos aspectos que ya empezamos a entender sobre la consciencia. Entonces, vos me decís: “Sí, bueno, pero hay algo que en filosofía se llama “qualia”. Viste como los científicos nos empezamos a meter con los filósofos, ya les empezamos a mojar la oreja. Y ¿qué es esto de qualia? ¿Cuál es esta sensación de algo? Por ejemplo, la sensación de una rosa. Sí, bueno. Pero la sensación de una rosa… ¿Qué sensación? Entonces, yo te puedo decir: “Bueno, tengo neuronas que me responden a una rosa, pero la rosa, el color rojo o rosa de la roja, la que sea, bueno, tendrás otras neuronas en áreas visuales que responden al color rojo. Otros olfativas que responden al olor específico de la rosa. Otras en áreas somatosensitivas que responden al tacto, a la sensación táctil de una rosa”. Entonces, vos decís: “Si empezás a combinar todas estas sensaciones olfativas, visuales, auditivas, táctiles y bueno, es como que empezás a tener la qualia de la rosa.
Vos me decís: “No, momento, pero cuando yo te hablo de mi madre, por ejemplo, en mi madre, yo soy consciente de mi madre”. Sí, bueno, pero sos consciente de tu madre, ¿también tenés la imagen de tu madre en tu cabeza? Sí, tendrás áreas visuales que se activan porque se activan con la imagen de tu madre, tanto como si la ves o si la recordás. La voz de mi madre. Bueno, tendrás áreas en corteza auditiva que se activan específicamente con el sonido de la voz de tu madre. Si tiene un olor específico tu madre que te recuerde, o si ella te hizo algo, una comida que te recuerda a tu madre… Y las memorias de tu madre, bueno, sí, tenés codificadas memorias en tu cerebro, empezás a evocar distintas memorias de tu madre y, de repente, no te diste cuenta, pero empezás a tener como la sensación subjetiva de tu madre. Empezás a poner todas esas cosas juntas y tienes la consciencia de estar pensando en tu madre. Entonces, de a poco creo que empezamos a contestar este tipo de preguntas. No las contestamos del todo, nos quedan un montón de detalles, nos quedan un montón de agujeritos que tenemos que rellenar, pero me parece que ya no es tan inabarcable la pregunta, no está tan esquiva. Creo que ya, haciendo experimentos, siguiendo lo que planteaba Christof Koch y Francis Crick hace, no sé yo, 25 años, 30 años, estamos empezando a contestar ciertas preguntas. Ahora, hay una que nos escapa y es la más fascinante de todas, que es la pregunta de lo que en inglés se llama “self consciousness”. La consciencia que tenemos de nosotros mismos. Es la consciencia que tengo, que yo tengo de estar acá sentado contestándote esta pregunta, de saber que estoy acá en Madrid, de saber que existo, saber de que soy una persona, de que estoy vivo. Entonces, la pregunta es ¿cuál es la diferencia entre tenerme a mi sentado acá o tener un androide que se vea parecido a mí y que sea capaz de contestar preguntas? O si quieres te la pongo de otra manera, desde un punto de vista más subjetivo, si querés. ¿Qué nos falta? ¿Qué nos falta para que la inteligencia artificial algún día despierte y sea consciente de su existencia? Vos tenés un programa en una computadora, en una supercomputadora, si querés, como en Terminator, o ponete la imagen que quieras de la película que quieras. Tenés una supercomputadora y la supercomputadora empieza a resolver distintos problemas, se va volviendo cada vez más inteligente porque aprende, la inteligencia artificial aprende de todos los ejemplos que le das y de todas sus experiencias, ¿qué necesitaría tener un robot, un androide o una inteligencia artificial para que de repente… clack, despierte y tenga consciencia de su propia existencia? Es una pregunta fabulosa. La respuesta es: “No tenemos la menor idea”. ¿Qué hay?
Y si vos habés estudiado, que te pasen la prueba para el otro día te mataba, porque aprendimos a estudiar de una manera en que recordamos información, la largamos en un cierto momento y después es como que quedamos en blanco y vuelta a meter información de nuevo. Es meter información, largarla, meter información, largarla y así nos evaluaban en la escuela. Y eso va en contra de cómo funciona el cerebro humano y va en contra de lo que yo creo que es lo más importante. Lo más importante no es repetir información. Si no, Funes hubiera sido el tipo más inteligente de la historia. Y no, no lo era, era un tipo que Borges concluye que era muy discapacitado porque recordaba absolutamente todo y Borges concluye que esa persona no podía pensar. Entonces, si querés pensar en el sistema educativo… Yo no trabajo en educación, di clases en universidades, di clases en colegios también, pero no sé si estoy capacitado como para proponer algo en concreto, pero quizás una idea. La idea es la siguiente: en vez de tener un programa, no sé, si tenemos historia, que querés, no sé, que los chicos se acuerden de todo lo que pasó en la Revolución Francesa, en la Revolución de Estados Unidos y de acá y de allá, y que tenés cada clase… es un hecho nuevo, terminás el año con un merengue en la cabeza que te explota. Entonces, lo que yo propondría es decir: “Tratemos de encontrar cuál es la información que es esencial, que queremos que realmente los chicos se acuerden y vayamos en profundidad con eso”. Entonces, no estudiemos la Revolución Francesa y después la Revolución de Estados Unidos y después la Revolución Latinoamericana. Y repetimos y ya. No, quedémonos con menos hechos, vayamos más en profundidad, pero tratemos de asociarlas. A ver, ¿por qué se da la revolución en Latinoamérica? Justo cuando Napoleón estaba en la guerra con España, pues están muy ligados. ¿Sí? ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver la Revolución de Estados Unidos con la Revolución de Latinoamérica?
Me parece que eso te da una capacidad cognitiva, una capacidad de entendimiento muchísimo más profunda que la que tenés estudiando un montón de hechos y detalles aislados y que los repetís como un loro. Lo que te estoy diciendo no lo dije yo, lo dijo Aristóteles hace 2500 años. Aristóteles decía que la base de la memoria era justamente construir estos telares, era asociar conocimientos, los telares de la memoria. Entonces, si vos querés recordar algo para siempre, lo que hacés es lo asociás. Te pongo un ejemplo muy concreto. Yo no me olvido más que en 1817 fue la batalla de Chacabuco. ¿Cómo me puedo acordar que fue en 1817? Y usted me dice: “Ah, porque vos trabajás en la memoria, tenés una regla mnemotécnica o algo que te hace acordarte los números”. No, es muy fácil. Me acuerdo porque sé que fue el año después de la Declaración de la Independencia. La Independencia lo sé porque lo aprendimos siempre, 1816, el año después, en 1817. Esa pavada que les estoy contando es un ejemplo muy sencillo para poner cómo el conocimiento queda mucho más afianzado al ponerlo en contexto. Lo que hice, en vez de acordarme: “la Independencia fue 1816, hecho uno, la batalla de Chacabuco fue en 1817, hecho dos”. No, los junté, los asocié y dije: “Uno fue el año después del otro”. Tiene sentido, entiendo mucho mejor. O sea, claro, me queda claro porque se libró la batalla Chacabuco y porque acabamos declarada la independencia. Entonces, el nivel de entendimiento que tienen es muchísimo más profundo sin tener como información aislada, sino por ir quedándose con menos información, pero contextualizándola, tratando de asociarla, tratando de ponerla junto. Ahora, si tienen un programa que van a pasar de los ríos y montañas de Sudamérica a la molécula del benceno, a la batalla de Chacabuco y de ahí a no sé qué cosa y qué otra y qué otra, y que están bombardeando de información, como si los chicos fueran como Funes el memorioso, y así es imposible.
Entonces, no sé cuál es la solución, pero yo creo que si hay algo que está diciendo la neurociencia a gritos es que el bombardeo de información no es la mejor manera de aprender. Y que, además, que nuestro cerebro no está hecho para eso. Y yo creo que eso es algo que es importante entenderlo y capaz empezar a repensar un poquito cómo le enseñamos a nuestros chicos. Bueno, y más allá de estas discusiones que tenemos sobre o de las cosas que te contaba sobre la educación, el impacto que puede tener en la neurociencia de la educación, yo creo que hay un aspecto que es todavía más profundo. Hace poco yo escribí un libro o publiqué un libro que se llama ‘Neurociencia ficción’, que es justamente ver cómo la neurociencia se ligaba con la ciencia ficción. Es un jueguito de palabras. Ciencia ficción, neurociencia, neurociencia ficción. Las cosas que eran ciencia ficción hace pocos años ya son realidad en el laboratorio. Son neurociencia pura y dura. Y estos dos aspectos, neurociencia, ciencia ficción, tienen una tercera componente que es fundamental, que es la filosofía. Porque muchas veces las preguntas que nos hacemos, tanto en ciencia ficción como en neurociencia, tienen un basamento filosófico que lleva muchos siglos. Muchas preguntas que yo me estoy haciendo ahora se las hizo de Descartes, se las hizo Aristóteles o Platón. Entonces, a mí me encanta jugar con la idea de juntar estas cosas, de juntar las ideas alocadas de la ciencia ficción con lo que está pasando en los laboratorios, con las ideas de los pensadores, de los filósofos. Y yo creo que una de las grandes contribuciones de la neurociencia de ahora, no te hablo de hace 50 años, de ahora, de los últimos diez años, 20, es que, modestamente, yo creo que está reescribiendo la filosofía. Yo creo que la filosofía cambió.
Yo creo que cambió en los últimos diez años, 20 años. Las grandes preguntas que tenía Descartes en su época, Leibniz se planteaba estas cosas sobre la consciencia, por ejemplo, yo creo que cambiaron totalmente el foco hoy día, en el siglo XXI. Yo creo que la filosofía del siglo XXI, de los últimos diez, 20 años, es muy distinta a la filosofía de los últimos 2000 años. Creo que cambió radicalmente y creo que el cambio viene dado por la evidencia que nos da la neurociencia sobre el funcionamiento del cerebro, que en el fondo es el funcionamiento de nosotros mismos. Muchas de las preguntas que hemos venido teniendo durante siglos, como por ejemplo la consciencia, se están empezando a contestar, pero empiezan a surgir muchas otras. Entonces, yo creo que, para mí, o sea, como curioso que soy, llámame científico, llámame filósofo o llámame lo que quieras, para mí eso es lo que yo creo que es la contribución más fuerte de la neurociencia, que está cambiando todo, está cambiando la filosofía, está cambiando nuestro conocimiento y yo creo que es apasionante. Bueno, no me queda más que agradecerles. La pasé muy bien, fue una discusión muy amena, muy divertida para mí. Así que, muchas gracias.