Así cambia el clima nuestra vida
Jacob Petrus
Así cambia el clima nuestra vida
Jacob Petrus
Geógrafo y climatólogo
Creando oportunidades
Historias del tiempo
Jacob Petrus Geógrafo y climatólogo
Jacob Petrus
Lleva más de 20 años dedicado a la divulgación meteorológica en medios como Telemadrid, el Grupo Prisa y, desde hace 11 años, RTVE, donde dirige y presenta el popular programa "Aquí la Tierra". Con un estilo ameno y cercano, Petrus consigue trasladar el lenguaje técnico del clima a la vida cotidiana, conectando ciencia, cultura popular y afectividad en sus contenidos. Además de ser un experto en meteorología, Jacob es un defensor de lo que él llama la “afección con la naturaleza”, convencido de que no se puede proteger lo que no se conoce ni se ama.
Su pasión por el medioambiente le ha llevado a vivir experiencias como la liberación de linces ibéricos y búhos reales, y a promover una visión de la sostenibilidad que no solo sea técnica, sino también moral y comprometida.
Transcripción
Si te dicen cuál es tu «beland», cuál es tu arraigo, pues a lo mejor son tus padres, puede ser un pueblo… Para mí, por ejemplo, a mí me preguntaron y yo les dije: «Pues para mí mi “beland” es la naturaleza». El sitio donde no puedo dejar de ir es la naturaleza. Para mí el contacto, si puede ser diario, con el medio ambiente es fundamental. Creo que me aporta unas cosas, serenidad, tranquilidad, reflexión, sentirme conectado con el mundo, con el planeta, que me parece que es mi «beland», es lo que no podría perder. Y ellas han lanzado la campaña como para hacer entender que esto de a la gente la quitamos de su territorio y la expulsamos como si nada, no. La gente tiene su arraigo. Puede ser un arraigo físico, puede ser un arraigo emocional, personal, pero el arraigo es absolutamente fundamental para que como especie sigamos mejorando. Anda que cómo me enrollo, y eso que era la presentación. Pero bueno. Que eso, que bueno, antes de Televisión Española, estuve en Telemadrid 10 años, haciendo ahí también información meteorológica. Antes estuve cuatro años en el grupo Prisa, también haciendo siempre el tiempo. Esto ha sido un cambio bastante radical. Sabéis que los del tiempo a veces somos un poco acartonaos, y esto de acartonaos no es exagerado. No voy a decir el nombre, pero había un compañero mío de Televisión Española que hacía el tiempo hace muchos años… Sabéis que los del tiempo siempre aparecemos así, con las manos, pero normalmente con los brazos flexionados. Y este señor, que daba mucha importancia a su imagen, se ponía una pieza de cartón aquí en el brazo para que no se le hicieran arrugas, y entonces él salía así, con el brazo, y le quedaba el brazo perfecto. Bueno, pues esas cosas. Los del tiempo, que somos muy acartonaos, porque estamos acostumbrados a ser serios… «Buenas tardes, el tiempo es estable, va a seguir dominando, tal, no sé qué». A mí me supuso un cambio muy muy importante pasar de ser el hombre del tiempo clásico a hacer «Aquí la Tierra».
Eso ha sido una experiencia de vida fantástica de cuando… Esto que está tan de moda ahora de decir que te sacan de tu zona de confort. Bueno, pues a mí me sacaron de mi zona de confort, me hicieron hacer unas cosas que no hubiese pensado jamás hacerlas, y al final, pues estamos ahí. Os decía que del programa han salido muchas experiencias. Cosas que yo no había pensado. Hacer la cabalgata de los Reyes Magos, presentar la gala «Inocente, inocente»… Me tocó hacer las campanadas un año, cuando la señora Ana Obregón cogió covid y dijeron: «¿Y ahora a quién llamamos? A este que está por aquí». Pues para allá que nos fuimos. O sea, experiencias de vida que son muy muy bonitas. Hay experiencias profesionales, y luego hay otras cosas. Para que entendáis un poco, por ejemplo, para mí, a qué le doy importancia, esas experiencias profesionales han sido muy bonitas, pero luego tengo otras que no olvidaré jamás. Hace muy poco estuve en la sierra de Arana, en Granada, y estuve liberando dos linces ibéricos. Bueno, pues para mí son experiencias absolutamente maravillosas, fascinantes. Tengo dos hijos. Si tienen nietos, pues las que les contaré, seguramente, más que las campanadas, seguramente ya les contaré el día que pudimos liberar a dos linces, o el día que pude liberar un búho real, que lo tenía aquí en los brazos. La movilidad que tienen en la cabeza… Y teniéndolo aquí para liberarlo, giraba la cabeza con dos ojos así, inmensos, de color naranja, mirándote, y con el pico y las garras un poco en tensión. Y creo que esas experiencias de vida son las que valen la pena. Así que, bueno, eso os puedo contar un poco de mi perfil, al menos profesional, y como… Claro, voy a decir… Yo quiero que me preguntéis cosas vosotros, que me parece muchísimo más interesante. Así que, bueno, si os parece, os invito a que, cuando queráis, disparéis y preguntéis lo que queráis, si os parece bien, ¿vale? Pues venga, gracias. A vosotros.
Todos sabéis el desembarco de Normandía, que dependió absolutamente de una previsión meteorológica, y a mí eso me parece maravilloso, porque, además, luego, cuando repasas la historia, nunca mejor dicho, esa historia en concreto, sabes que gracias a un meteorólogo… Él decidió, o al menos aconsejó al ejército de los aliados, que desembarcaran el día seis y no el día cinco, porque el día cinco había posibilidades de desembarcar, el día cinco de junio. Entonces, ese día, finalmente, decidieron no desembarcar porque todavía el mar está muy alterado, porque todavía hay bastante viento. Y en una ventana, porque al final fue una ventanita, porque por delante y por detrás de esas fechas, al final, el tiempo fue bastante revuelto, ese día seis de junio vieron que el mar estaba en calma, que el viento era más bien débil, que había pocas nubes bajas… Porque es una zona donde es bastante común, aunque el tiempo sea estable, que haya muchas nubes bajas que reducen la visibilidad. Entonces, imaginaos, para hacer ese desembarco era absolutamente fundamental que las condiciones de visibilidad fuesen buenas. Entonces, el día seis… Además de calcular las mareas, que eso también es importante y no es tanto meteorología, pero sí estaríamos hablando más de climatología y de astronomía… Bueno, pues con todos esos cálculos decidieron que el seis de junio era la mejor opción, y afortunadamente ese desembarco fue un éxito y propició la caída de los alemanes. Imagínate, si la ciencia de la meteorología no hubiese sido capaz de prever esas condiciones, dónde estaríamos o qué es lo que hubiese pasado. A mí eso me fascina, como geógrafo y como climatólogo, tener esas cosas. Luego hay otras cosas curiosas que me parece que también son muy llamativas, que es cómo a veces los grandes avances en la ciencia de la meteorología se han producido en contextos de guerra.
Y os voy a poner un ejemplo muy claro. También en los años 40, inmersos en plena Guerra Mundial, los japoneses descubrieron algo que luego cambió el concepto de la atmósfera y de la ciencia de la meteorología. Los japoneses empezaron a lanzar unos globos desde su país. Dijeron: «Vamos a hacer una cosa que prácticamente no nos cueste nada en dinero, no vamos a gastar ningún combustible». Cogían los globos, los llenaban de hidrógeno, les ponían una carga de explosivos, los lanzaban a 12.000 metros de altura y de repente resulta que había unos vientos muy intensos y esos globos, en cuanto subían, se iban hacia los Estados Unidos y ahí caían. Y patapum, venga, empezaban ahí a descargar, a provocar explosiones. Es verdad que de esos globos no hubo grandes incidencias, porque ellos lo que pretendían era, sobre todo, crear muchos incendios, incendios forestales, que hubiese una situación caótica. El tiempo que habían vivido en Estados Unidos esos meses atrás había sido más bien húmedo y, por lo tanto, provocaron pocos incendios forestales, pero sí, por ejemplo, llegaron a matar a una familia de seis personas que estaba haciendo un pícnic, que les cayó el globo encima y patapum. Pero la cuestión es que, a raíz de eso, la ciencia descubrió que había una corriente de vientos en las capas altas de la atmósfera, que es lo que llamamos la corriente en chorro, el «jet stream», que es absolutamente fundamental para entender qué es lo que pasa en nuestros cielos y en nuestra atmósfera. Esa corriente en chorro, que a veces es muy lineal, que va de oeste a este, en algunos momentos fluctúa y empieza a hacer ondas. Cuando tenemos una circulación que fluctúa más, en esas ondas a veces se forman borrascas y anticiclones, y cuando se forman hace que sean más estables.
Por eso, a veces, en Europa, por ejemplo, tenemos situaciones de tiempo que se repiten. A veces tenemos borrascas que se mantienen. ¿Os acordáis de lo que pasó en marzo? En marzo de este año, que llovió sin parar, que estábamos todos hasta el gorro, que parecía Madrid las rías gallegas, como decían, que solo nos faltaban mariscadores en el Manzanares… Bueno, pues algo así, ¿no? En ese momento teníamos una fluctuación de la corriente, de esos vientos en altura. Se formaba una borrasca y constantemente nos está aportando lluvia. Y luego tenemos los períodos de sequía, cuando a veces los anticiclones son mucho más persistentes y nos dejan un tiempo que no tenga precipitación. Bueno, pues fijaos qué descubrimiento propició un contexto bélico para esos descubrimientos. No sé si te he respondido a lo que me habías preguntado, Andrés. ¿Sí? Vale.
Desde hace unos años vivimos extremos de frío y de calor como algo normal. ¿Tú piensas que es normal? ¿Y qué les dirías a las personas que no se lo toman en serio?
Eso te diría que fue alrededor del 2000. Y, a partir de 2010, yo creo que la gente empezó a ser muy consciente de ese cambio climático y de cómo se notaba en su vida cotidiana. Porque empezábamos a tener periodos de calor, de olas de calor muy intensas, no solo a nivel estatal, sino a nivel europeo, con decenas de miles de muertos asociados a las altas temperaturas. Y ahora, ¿qué te voy a contar? Creo que cualquiera de vosotros me diría en algún momento que ha tenido la sensación de que el tiempo está cambiando a raíz del cambio climático. Por lo tanto, yo no debería convencer a nadie, porque creo que con salir uno ya se da cuenta. Y, además, creo que se da cuenta, fíjate, no solo de que cada vez hace más calor, y de que, por ejemplo, el verano se está extendiendo, que prácticamente ha ganado un mes respecto al verano que podían vivir nuestros abuelos, ahora dura un mes más, está ganando terreno a través de los meses de mayo y junio, a través de septiembre, sino porque cada vez entendemos más que los fenómenos meteorológicos cada vez son más extremos. Y creo que hay dos que hemos vivido todos y que os acordaréis perfectamente. Uno fue Filomena. ¿Os acordáis? Esta borrasca en el centro de la península que dejó una nevada brutal en Madrid, como prácticamente nunca se había registrado, y, además, luego un periodo de 10 días con temperaturas extremadamente bajas en el centro de la península. Filomena también es fruto de ese cambio climático, de unas condiciones meteorológicas que son extremas y que se extreman. Y otro episodio que hemos tenido recientemente es la dana, en la provincia de Valencia. El mecanismo es bastante parecido. Es un embolsamiento aéreo frío que se descuelga desde latitudes árticas y es una bolsita que, al pasar por encima de nuestro país, interactúa.
Filomena interactuó en invierno, una situación bastante atípica. Interactuó con vientos húmedos, provocando ese episodio de nevadas, y la dana interactuó en el mes de octubre con un Mediterráneo cada vez más cálido y, por lo tanto, llegó a provocar precipitaciones torrenciales. Siempre remarcamos: las danas, lo que antes llamábamos gotas frías, siempre han existido en el Mediterráneo, siempre. Forman parte de la historia climática de nuestro país, como lo son las sequías. Lo que pasa es que, con el cambio climático encima de la mesa, esos fenómenos meteorológicos son cada vez más extremos, más frecuentes y más duraderos. Por lo tanto, las danas… Creemos que la dana que ocurrió el 29 de octubre fue un 12 % más intensa bajo el contexto del cambio climático. ¿Hubiésemos tenido dana? Sí. Pero fue un 12 % más intenso. Y te voy a contar dos cosas que a mí me parecen muy importantes. La primera, que es que empezamos a ver fenómenos meteorológicos a los que no estamos acostumbrados o que incluso baten récords. Ese día, os recuerdo que en la cabecera del barranco del Poyo cayeron más de 700 litros. En Madrid caen 450 al año. Ese día, en solo unas horas, cayeron 700. Estamos hablando de magnitudes que, por mucha previsión que tengamos encima de la mesa, es muy difícil afrontar. Por lo tanto, ahí nos pasan dos cosas. Evidentemente, la meteorología tiene que intentar prever ese tipo de fenómenos, pero nos tenemos que anticipar y adaptar. Nos tenemos que adaptar a esas condiciones. Y en Valencia ha sido una gran lectura. Las medidas… Una vez se produce la riada, no tenemos para combatir eso. No la tenemos. Lo que tenemos que hacer son medidas de prevención. Y el problema que tenemos es que el cambio climático está provocando fenómenos meteorológicos tan extremos que ni tan siquiera la ciencia de la meteorología es capaz de preverlos. Y eso te digo que, como hombre del tiempo, asusta un poco.

Porque te encuentras un poco perdido. Ahora me pillas porque no me acuerdo exactamente del nombre de uno de los huracanes que se formó en la costa del Pacífico, en México, que tuvo una intensificación que pasó prácticamente de categoría uno a categoría cinco en tan solo unas horas. No hubo modelo que pudiese prever esa intensificación tan brusca. Y te juro que cuando lo ves dices «ostras». Encima ya no hablamos de fenómenos meteorológicos superintensos, sino que encima es que se nos escapan las previsiones. Cuidado con el contexto futuro. Os ha asustado, ¿eh? Ahora tenéis una cara ahí un poco… Un poco así. Pero, a ver, es la realidad. Esto que sepáis que a los que nos dedicamos a hablar de clima, de meteorología y de medio ambiente nos cuesta un poco, porque, en cuanto pones la realidad encima de la mesa… Yo entiendo que es superdifícil de digerir y yo entiendo que asusta mucho y que parece que vengamos a decir que aquí el mundo se acaba. No, hay caminos. Pero es verdad que la realidad es esa y que tenemos que estar preparados para eso. Y os voy a decir una cosa, en España cuando hay olas de calor se mueren decenas de miles de personas, y a veces se muere gente mayor porque son pobres energéticamente, porque no pueden poner el aire acondicionado, porque no tienen piscina, porque no tienen a dónde moverse cuando las temperaturas son muy elevadas. Y esto es una situación que vivimos en el día a día en España. Y esto hay que denunciarlo, porque hay que tomar acción y hay que prever y hay que adaptarse. Así que esta cosa que asusta mucho, por ejemplo, de los refugios climáticos, que parece que estés en un contexto bélico y que necesites meterte en algún lado para luchar contra las temperaturas, no es tan exagerado, pero sí tenemos que plantearnos, sobre todo en las grandes ciudades, que tiene que haber espacios, sobre todo para la gente mayor, donde en episodios de altas temperaturas puedan pasar unas horas de forma gratuita bajo un ambiente más confortable.
Y eso es la realidad y eso es lo que hay que exigir, y hay que exigir planes. Y yo a día de hoy no tengo constancia de que en Madrid o en otras ciudades de España tengamos planes de actuación para afrontar situaciones meteorológicas tan extremas como esa. Yo no los conozco. No sé si están, yo no los conozco. Y creo que como sociedad tenemos que exigir a la administración pública que tenga esos planes, porque, insisto, tan importante es combatir el cambio climático como adaptarse.
O sea, tú puedes tener un mal día y tú te pones ahí en medio y te cambia el rollo. Entonces, como me parece un lujazo, defiendo mucho eso. En el fondo, lo único que te estoy diciendo al hablarte de los colores es que creo que nos falta un poco de afección, de relación afectiva con la naturaleza. Nos hemos olvidado un poco de eso. Es decir, si yo te pongo en medio de un prado, y yo sé que te va a dar un buen rollaco que flipas estar ahí en medio, lo que me duele es que, a lo mejor, al año que viene, no te acuerdas de eso. O sea, no te acuerdas, no tienes esa relación con la naturaleza de acordarte de que en el mes de mayo resulta que durante dos o tres semanas tienes un espectáculo que vale la pena ir a verlo. En el fondo, hemos perdido un poquito esa relación afectiva con la naturaleza, de saber qué le pasa, de comprenderla. Y a mí eso me parece muy importante. Hay un paralelismo que creo que es fundamental. Cuando tú tienes una relación de pareja… Cuando te casas, tienes una relación de pareja estable. Para llegar a ese punto, tú primero tienes que conocer a una persona. La conoces. Cuando la conoces, pues hay muchas cosas que te gustan. Dices: «Pues la pongo en valor». Y una vez la pongo en valor, la estimo. Como decimos los catalanes, «estimar» y «querer» no es lo mismo. Querer y estimar no es lo mismo. Yo digo que la estimas, la pones en valor, hay muchas cosas que te gustan de esa persona. Y, cuando la conoces, ¿qué haces? La proteges, o sea, no permites que le pase nada malo. Pues esa relación afectiva es la misma que deberíamos tener con la naturaleza. ¿Y qué nos pasa o qué os pasa a muchos de vosotros? Aquí, en este público, hay gente de muchas edades distintas.
Seguramente, si hablo con los que sois un poco más mayores, seréis capaces de contarme muchas cosas de las que ocurre en la naturaleza, pero seréis, quizás, un poco menos conscientes de los problemas medioambientales que tenemos a día de hoy. Porque en el cole, por ejemplo, no lo habíais tratado. Pero, si hablo con los más jóvenes, os pasa precisamente lo contrario. Estáis supermentalizados, hay que reciclar, hay que cerrar el grifo, hay que intentar no usar plásticos… La mayoría de ahora no queréis saber nada del coche, cuando yo vengo de una generación que cumplías 18 años y lo que querías era un coche. Ahora, a los más jóvenes, es que ni se os ocurre. O sea, habéis cambiado la mentalidad. Es decir, tenéis como un «software» ya preinstalado de… «Hay que proteger el planeta». Pero os saco al campo, lo siento, y no tenéis ni idea de lo que hay que proteger. Porque tenéis una desafección hacia la naturaleza. Yo os meto en la naturaleza y no os comprendéis. ¿Ves? Porque es verdad, somos una sociedad cada vez más urbanita, todos cada vez vivimos en ciudades más grandes, perdemos esa relación normal con la naturaleza, y al final, en el resultado final cuantitativo, es decir, qué hago para proteger el medioambiente, pues hay que tener en cuenta esas dos realidades. Esto para que entendáis… Tengo un compañero, Florenci Rey, que decía algo que me parecía muy chulo también. Decía, por ejemplo, para que entendáis el paralelismo, que nos hemos convertido en unos burgueses climáticos. Porque si pensáis… Por ejemplo, ahora, estos días, ya hace bastante calor. Bueno, vale, ¿cuántas horas realmente de vuestro día las pasáis en contacto directo con el aire que está afuera? Y os saldrán poquitas, porque estáis en casa y seguramente tendréis algo, sea un ventilador, un aire acondicionado, lo que sea, que modifica las condiciones atmosféricas. Cuando vayáis en transporte, sea porque vais en vuestro coche o porque vais en transporte público, otra vez, condiciones meteorológicas modificadas. Donde trabajéis o donde estudiéis también las tendréis.
Al final, del balance del día, resulta que muy poquitas horas has estado en contacto directo. Eso lo traslado a todo y, por lo tanto, hay una desafección. Bueno, ¿qué hacemos los que estamos en medios de comunicación? Intentar establecer otra vez esta afección. Vale, y te voy a contar otra cosa, ya me voy enrollando. Te cuento otra. Cuando yo empecé a hacer «Aquí la Tierra», yo ahí todo engrescado, dije: «Ostras…». Te estoy hablando de que llevamos 11 años. ¿Sabéis lo que ha pasado con el lince ibérico? El lince ibérico, a día de hoy, tiene más de 2.400 ejemplares en España, pero a finales de los 90 eran menos de 100, estaba al borde de la extinción. Han hecho un trabajo que es brutal, pero brutal, es un ejemplo para el resto del mundo. Pero claro, te pongo en contexto, 2014, yo empiezo a hacer «Aquí la Tierra», estaban empezando a recuperar, a tener las primeras crías en centros de cautividad, y dije: «”Aquí la Tierra”, el lince ibérico todos los días aquí. Vamos a hablar del lince ibérico porque esto hay que hablarlo». Y en mi equipo hay unos cuantos periodistas, y me miraban así de reojo y decían: «Sí, está bien, hombre, pero a lo mejor hay que hablar de otras cosas también». «No, no, no, lince ibérico, aquí lince ibérico». Y yo trabajo en la tele, y en la tele la curva de audiencia es fundamental. Vale, metíamos el lince ibérico y la curva hacía… «Vamos a probar otra cosa, vamos a meter otro animalito, vamos a meter un panda». Y metíamos un panda y hacía… Y esa es una de las grandes lecturas. ¿Cuál es el objetivo? Aumentar la sensibilización del público que nos ve. Y esa sensibilización a veces tiene rutas que no son las esperadas. Y a veces más vale hacer un meandro para llegar al mismo sitio que ir de frente. Y esa ha sido la gran lectura. A mí me compensa más hablar del lince ibérico cada diez días y luego meter delfines, pandas, ballenas, tal, y conseguiremos el objetivo.
Si hubiese ido de frente y todos los días os machaco con el lince ibérico, me hubiesen dicho: «Mira, tío, déjame ya del lince ibérico, hombre, cuéntame otras cosas». Creo que, sinceramente, nos falta apreciar mucho más el entorno. Y además, qué puñetas, como soy catalán, que es gratis.

Ahora porque estamos muy acostumbrados a verlo. Antes hablábamos de la fascinación, de las cosas enigmáticas. Hemos perdido ahora un poco de ese magnetismo, porque con las redes sociales cualquier cosa que pasa no es que la veas, es que la ves inmediatamente. Hay una aurora boreal y ya tienes 30.000 vídeos que te lo enseñan. Pero cuando… Tú imagínate, yo no la he visto nunca, pero imagínate lo que debe ser contemplar una aurora boreal, al norte de Suecia, en un bosque rodeado de nieve. A mí me parece fantástico. Me encantaría también ver el sol de medianoche, la experiencia de estar 24 horas en noche cerrada, o en todo caso, al cabo de seis meses, vivir esas 24 horas con sol. O en San Petersburgo, por ejemplo, el festival de las noches en las que no acaba de desaparecer la luz. Son cosas que me parecen muy chulas. Yo qué sé, ¿qué más elementos o fenómenos así hay? Hay uno en Australia que se llama la «gloria matutina», que también es algo bastante curioso. Es una nube rodillo. En situaciones de estabilidad, como si fuera una bañera en la que el agua está completamente estable, si vosotros la perturbáis en algún extremo, se forma una ola. En la atmósfera a veces pasa algo parecido. En una situación de estabilidad, si tienes en alguna zona algo que lo perturbe, se forman unas ondas, y entonces, en una de esas ondas, el movimiento del aire facilita que la humedad que contenga se enfríe, forme una nube, y como es una onda, de repente tienes una nube en forma de rodillo y que va avanzando. Y va avanzando. Hay una zona de Australia que en determinado momento del año tiene más frecuencia para que se formen estas nubes rodillo.
Y entonces, claro, en un territorio completamente llano, las descripciones lo dicen así, tiene que ser espectacular, ver cómo desde el horizonte tú tienes una nube rodillo que va avanzando. Me parecen cosas muy chulas. Algunas de ellas las he podido experimentar, algunas de ellas sí las he podido ver. Tuve la suerte de hacer… No es un crucero como los del Mediterráneo, pero sí es un crucero que te lleva desde el sur de Ushuaia, perdón, desde Ushuaia, o sea, desde el sur de Argentina, al sur de Chile, que es en Punta Arenas. Y pasas por ese extremo donde hay muchas islitas, muchos canales, entre ellos el canal Beagle, donde estuvo Darwin, que también fue un viaje fundamental para él para elaborar la teoría de las especies, la teoría de evolución de las especies. Y en esa zona, por ejemplo, tú vas a Ushuaia, o a Punta Arenas, en Chile, y es curioso porque te vas allí y en las esquinas de las calles del pueblo hay cuerdas en la pared. Es porque sopla tanto el viento que, como para que no te caigas y tengas ningún accidente, tú te agarras a las cuerdas y vas pasando. Cuando fui era una situación más tranquila. Pero bueno, son esos extremos, fenómenos meteorológicos extremos que yo creo que son muy chulos. Hay otro, por ejemplo, que me parece muy chulo y que además tiene historia. En Venezuela, en el lago Maracaibo… A los que ya tenéis una edad, La Unión nos cantaba eso de Maracaibo, que era un sitio bonito para ir. En la canción no hablaban nada del relámpago del Catatumbo, pero es una cosa muy chula. Hay zonas en el mundo donde el número de días de tormenta es elevadísimo. Te estoy hablando de más de 300 días al año de tormenta. Y el lago Maracaibo es una de esas zonas. Ahí constantemente tienes tormentas. A veces hay zonas del planeta donde hay una convergencia de vientos constantes y facilita como si fuera un clima tropical, de esos que acaban teniendo chubascos por la tarde, por la mañana hace sol, se nubla, cae un chaparrón y vuelve a hacer sol.
Pues esta dinámica hay zonas del planeta donde facilita que haya tormentas. Sobre el lago Maracaibo está el relámpago del Catatumbo. Es un sitio donde hay más de 300 días de tormenta al año. Claro, tener esa constancia hace que el cielo se ilumine y que tenga una especie de iluminación natural. De hecho, le llaman el faro de Maracaibo. Y ese faro es el que permitió abordar un intento del pirata Francis Drake a la ciudad de Maracaibo. El tío se puso ahí en la costa y dijo: «Voy a ir por la noche, que no me va a ver nadie, voy a ir a invadir». Pero, claro, como no había redes sociales, él no tenía ni idea de qué era eso del relámpago del Catatumbo. Empezó a acercarse a la costa, gracias al relámpago lo vieron y dijeron: «Chato, aquí no vas a entrar, vamos aquí». Y entonces lo abordaron. Me parecen superchulas esas cosas. Otra vez un poco vuelvo a cómo el clima o las condiciones meteorológicas te afectan o afectan a la vida cotidiana o a la historia. Así que, oye, no sé si alguien quiere invertir en una serie para Netflix, viajando por el mundo, viendo fenómenos meteorológicos, pero mola, ¿eh? ¿Verdad? Dan ganas de verla, ¿no? Pues hala, si tenéis algún amigo, trasladadle la idea, ¿vale? Que yo creo que va a estar bien. Gracias.
La verdad es que es fascinante. Lo que pasa es que también te digo que, en esas situaciones de cencellada, que están asociadas a anticiclón, a altas presiones en invierno, a veces lo que pasa es que se repiten un día tras otro. Entonces, claro, cuando llevas siete días sin ver el sol, con temperaturas a veces que no pasan de los cero grados en todo el día, sales y está todo blanquito, pues digamos que la magia… No, al cuarto día bajo cero y sin sol, la magia ahí desaparece y dices: «Por favor, que esto se rompa ya». Sabéis que condiciona mucho el tiempo al que estáis acostumbrados, y sobre todo las horas de sol. Si habéis hablado con alguien… Esto nos pasa mucho a los españoles, que, cuando nos hemos ido a vivir a las islas británicas, nos vamos a Escandinavia, nos vamos más al norte, y el número de horas de sol se reduce completamente, estamos muy acostumbrados a recibir eso. Y, cuando no lo recibimos, nuestro estado físico y mental se altera, y es difícil mantener un buen espíritu cuando encadenas muchos días de cielo nublado. Así que, una vez más, está bien tener la fascinación de lo desconocido, porque muchas veces, cuando lo conoces, toda esa magia desaparece. Pero sí, la cencellada a mí me encanta, porque es un elemento que, para la tele, para esa imagen que enseñamos, queda muy bien. Y a veces tenemos compañeros que suben aquí a la sierra de Guadarrama y te suben al puerto de Navacerrada, a la Bola del Mundo. Las antenas de la Bola del Mundo, cuando hay cencellada, es fantástico, porque, además, os he dicho que era en situaciones de niebla, situaciones estables, pero a veces hay un poquito de viento, solo un poquito. Entonces, ¿qué ocurre? Si tenéis un objeto y la niebla se mueve en esta dirección, os he dicho que, cuando tocan algo, las gotitas de agua se congelan.
Bueno, pues si tienes un movimiento constante, cuando las nubes chocan, congelan, pero se congela en esta parte de aquí, no a sotavento, como decimos, sino a barlovento. Claro, si esa situación es constante, va chocando, va chocando, va chocando, va chocando, y se acaba formando como una banderola de hielo, pero al sentido contrario de como funciona una bandera normal. Si yo tengo viento, la bandera se estira a sotavento, pero aquí se forma a barlovento. Y en algunas ocasiones extremas, con una humedad muy baja, esas banderas de hielo son fascinantes, son superbonitas, y son muy bonitas de fotografiar, porque encima generalmente tienes un contexto de nubes bajas, de un sol así mitigado, y estéticamente son muy bonitas. Así que, bueno, no andaba lejos, nos quedamos con la visión romántica y bonita, ¿vale? Gracias.

No los acabamos de entender, porque no creo que todas las lesiones o todas las operaciones respondan a los mismos parámetros, pero sí entendemos que cambios en la presión atmosférica se trasladan a antiguas lesiones. Pero a mí lo que me tiene fascinado es cómo las condiciones meteorológicas afectan a tu estado mental. Y sí tenemos comprobaciones. A ver, no sé cuántos de vosotros habréis estado en Zaragoza con un episodio de cierzo, de cierzo fuerte, o yo qué sé, en Girona con la tramontana. Si lo habéis vivido, es que es para volverse majareta. Pero majareta, o sea, te pone en una tensión… De hecho, Salvador Dalí sabéis que vivía en la Costa Brava, en Girona, y decían que uno de sus mayores momentos creativos era cuando soplaba el viento de tramontana, porque le ponía… Ya de base ya andaba no muy fino el señor, y entonces cuando soplaba el viento… Y entonces le salía la creatividad por los poros. Si habéis vivido un episodio… Especialmente de tramontana, porque el cierzo, como va canalizado, digamos que la dirección es más constante. Pero la tramontana es un viento que va superracheado y que afloja, se intensifica, te pone en una situación de tensión que realmente, incluso para la gente que está acostumbrada… Luego es verdad que lo echan de menos. Luego te dicen… Hay años. Los episodios de tramontana en la Costa Brava están disminuyendo, por el paso de las perturbaciones más hacia el norte, y por lo tanto disminuyen, y luego te dicen que lo echan de menos. Pero la cuestión es que en condiciones meteorológicas extremas tu estado psicológico se ve alterado. A veces, en cuanto al viento, lo tenemos claro, pero hay otras variables que empiezan a descubrirse, y es, por ejemplo, la proporción de cargas positivas y negativas de las cargas eléctricas de la atmósfera, y ahí andamos muy pez.
Sabéis que, por ejemplo, a sotavento de grandes montañas… De hecho, la tramontana es un viento que se genera al intentar cruzar los Pirineos. Como no puede, dice: «Voy a buscar una salida». Una es el valle del Ebro y la otra es el golfo de León, y por eso llega tan fuerte, porque se ve obligado a canalizarse y aumenta mucho su velocidad. «Efecto Venturi», me parece que se llama. A sotavento de grandes montañas, que están acostumbrados a este viento, al viento lo que le ocurre es lo siguiente. Imaginaos, yo soy el viento. Tengo una gran cordillera por delante. Cuando la afronto, tengo que subir. Al subir me enfrío, al enfriarme la humedad que contengo se condensa, se forma una nube y llueve. Las masas de aire, cuando suben, tienen un enfriamiento que más o menos es de unos 0,6 grados cada 100 metros, cuando tienen humedad. Pero, cuando ya se han dejado toda la humedad, pasan al otro lado de la cordillera, ya están secas, y cuando bajan se calientan a un grado cada 100 metros. Es decir, se enfriaban a 0,6, pero se calientan a un grado. ¿Qué pasa? Que, al otro lado de la cordillera, ese viento llega reseco y llega con temperaturas muy elevadas. Y ahí vienen las cargas eléctricas, que no acabamos de tener del todo identificadas. Y, si sabemos que cuando los vientos llegan muy secos, llegan muy racheados y con temperaturas más elevadas, nuestra cabeza no lo acaba de llevar bien. Y, de hecho, en algunas situaciones extremas, y estoy hablando de casos de violencia, de asesinato, en países alrededor de los Alpes, en situaciones de viento extremas, puede servir como ligero atenuante. Es decir, como si, oye, digamos que ese día me encontraba muy mal, estaba muy alterado por el viento. Bueno, se ve que hay jueces que pueden aceptar que tu estado psicológico estaba alterado por esos vientos.
A partir de ahí, la ciencia va avanzando. Y os pongo un ejemplo. En el Hospital del Mar, en Barcelona, hay un doctor al que le encanta mucho la meteo, y entonces descubrió que había una relación entre determinadas situaciones meteorológicas en Barcelona y el estado de sus pacientes. Es un psicólogo. No sé si es psicólogo o psiquiatra, ahí tengo dudas. Pero la cuestión es que él vio que, cuando en Barcelona soplaban vientos de poniente, que tenían que recorrer toda la península, cuando llegaban a Barcelona, llegaban superresecos, llegaban recalentados y con una proporción de cargas eléctricas negativas mayor. Y vio que sus pacientes se alteraban, no estaban tan estables. ¿Y qué hace? Pues, en función de la situación meteorológica, avisa a sus pacientes y les dice: «Oye, mañana vas a tener una situación de vientos de poniente. Intenta la medicación, a lo mejor, si puedes subirla un poco, o intenta estar más tranquilo, no vayas a situaciones que sean un poco más extremas». Me parece superinteresante. Y, de hecho, mirad, lo voy a enlazar con otra cosa, porque a veces, de las actividades que me salen a raíz de «Aquí la Tierra», pues escucho a gente superinteresante. El otro día estuve en una conferencia de alguien que nos hablaba de la inteligencia artificial. Y nos decía que esto de «inteligencia artificial», que pensamos que son robots como que piensan u ordenadores que piensan por sí mismos, no es realmente así. La inteligencia artificial son «softwares» superdesarrollados, que lo que hacen es coger toda esta gran cantidad de datos que tenemos y los gestionan. Y nosotros le llamamos «inteligencia artificial» porque nosotros no seríamos capaces de hacerlo. Y os pongo un contexto, y ahora verás cómo lo relaciono. Nos decía cuál puede ser una de las situaciones futuras, futuras a unos pocos años, unas pocas décadas. Imagínate que tú llevas un reloj, de los que ahora ya tenemos todos, de los que nos mide la frecuencia cardíaca, y lo hace constantemente.
Esto es una acumulación de datos que tú, como persona, tú no eres capaz de gestionar. Eso está constantemente, cada segundo, midiéndote tu frecuencia cardíaca. Imagínate que, en el futuro, esos datos que registran están conectados a un ordenador. Y ahí hay un «software» que te está controlando, y que de repente ve que tu frecuencia cardíaca, hoy, tiene algunos momentos irregulares. Bueno, ¿qué hace el «software»? Mira tu base de datos, para ver si tienes antecedentes en tu familia y si puedes tener algún tipo de enfermedad genética por la que hayas tenido problemas de corazón. Mira la base de datos y dice: «Uy, este tiene cinco familiares que han tenido enfermedades cardiovasculares». Resulta que, con tu móvil, te geolocaliza. Resulta que el «software» descubre que estás en el centro de una ciudad, en el centro de Madrid, y que esos días hay una situación meteorológica de tiempo estable, en la que los contaminantes en la ciudad de Madrid están más elevados. Y eso se traslada en un empeoramiento de tu salud. Sabéis que, en condiciones de contaminación, la gente que tiene una salud más frágil, lamentablemente, está en riesgo de fallecer. Son lo que llamamos no las muertes directas, sino que es una muerte lenta, una muerte de estas que quedan desdibujadas, porque al final esa persona que estaba un poco malita acaba falleciendo porque el contexto medioambiental es más duro para él. Bueno, pues imagínate que el «software» hace eso, ¿y qué haría el «software»? Te llamaría por teléfono y te diría: «Pepito, mira, estás teniendo una frecuencia cardíaca hoy un poco irregular, y, como sabemos que en tu familia tienes antecedentes y que estás en el centro de Madrid, te recomendamos que lo que estés haciendo te calmes un poco.
Intenta relajarte, intenta irte a un parque, no bebas alcohol, no hagas comidas fuertes». ¿A que todos estaríais dispuestos a pagar por un servicio como ese? ¿A que sí? Pues en esas estamos, en que todos acabaremos pagando por servicios que lo que hacen es gestionar la enorme cantidad de datos que tenemos y que solo un «software» de gran desarrollo con grandes ordenadores es capaz de gestionar. Pues este es nuestro futuro, y a mí me pareció maravilloso. Y por lo tanto, en condiciones meteorológicas extremas que alteren nuestro estado físico o nuestro estado mental, pues imagínate que la inteligencia artificial sea capaz de anticiparte o de controlarte para mejorar tu salud.
Si no tuviésemos esa corriente del Golfo, tendríamos un ambiente muchísimo más frío, y es uno de los miedos que tenemos en los escenarios climatológicos futuros, que es un debilitamiento de la corriente del Golfo, que de repente pudiese meter a Europa en unas cuantas décadas de temperaturas mucho más bajas. Hay constancia de que la corriente del Golfo se debilita, porque desde el Ártico se desalojan aguas más frías, las dos chocan, tenemos un aporte más de aguas frías y por lo tanto se debilita la corriente del Golfo. Esto se mide y hay constancia de que está pasando, así que estamos muy pendientes de eso. Luego hay cosas que me parecen, no sé cómo decirte, como más románticas. ¿Os suena la corriente de Humboldt? ¿A alguien le suena? Desde latitudes antárticas tenemos una corriente marina que aporta agua fría y que baña toda la costa occidental de Sudamérica. ¿Hasta que llega a dónde? A Perú. Esta corriente fría lo que facilita es que las comunidades de pescado que hay en Perú sean mucho más ricas. ¿Y qué se come en Perú? Pescado. Y tienen un ceviche maravilloso. Luego encima lo mezclaron con población que venía de Japón, que también tenía tradición de comer pescado, y al final tú te vas a Perú y tienes unas recetas de pescado que son chulísimas. A mí estas conexiones me parece que son fascinantes. Esa es la parte bonita. Luego hay cosas que no nos gustan tanto, hablando del mar. Ahora ya tenemos constancia, por ejemplo, del Mediterráneo, que está entre dos y tres grados por encima de lo que es habitual. Dos y tres grados. Es que esto es una absoluta burrada. Ya no son unas décimas, no, no, dos y tres grados. Ya sabemos que, por ejemplo, si no recuerdo mal, el Mediterráneo, que sabéis que es una cuenca pequeñita, en los últimos 50 años ha subido 11 centímetros el nivel del mar. Porque sabéis que el agua se contrae.
Si tú pones una botella de agua y la llenas hasta el límite, hasta el límite, y calientas de alguna forma esa agua, el agua se dilata y sobresale. Eso es lo que le pasa al agua del mar. El nivel del agua del mar no solo crece porque haya más aporte de hielo que esté en la Antártida o que esté en Groenlandia, sino que por dilatación también se expande. Pues el Mediterráneo ya ha subido de nivel 11 centímetros en los últimos 50 años. Y se ha calentado casi dos grados en los últimos 35. Es que estamos hablando de escalas temporales que son muy pequeñitas para la escala de vida de nuestro planeta. 35 años es medio segundo para nosotros. Pero esto va muy rápido. Entonces, ¿dónde estaremos en el futuro? Condicionados por lo que le pase al Mediterráneo. Sabéis que es un mar que tiene una capacidad energética muy potente, es capaz de evaporar muchísima agua, y, cuando interactúa con la atmósfera, esas gotas frías que habíamos tenido siempre en otoño, esas tormentas que llueve como en ningún sitio del mundo… En España el récord de lluvias son 800 litros en Oliva en 24 horas. En Madrid caen 450 al año. Es decir, como llueve en el Mediterráneo es que ni en la India cuando tiene monzón. Es absolutamente brutal. Pero en un escenario climático de futuro, con un mar Mediterráneo cada vez más cálido, los fenómenos meteorológicos van a ser cada vez más extremos. Y luego eso también se traduce en muchas otras incidencias. Fijaos hasta qué punto todo se ve influido. Las tortugas boba, que tenemos en el Mediterráneo… Ahora nos llama la atención, porque de repente lo enseñamos en la tele o alguien nos llama porque una tortuga ha aparecido en una playa de Valencia a desovar. Y entonces ya va la policía, la local, va la Policía Nacional, la Guardia Civil, ponen ahí unas vallas, no sé qué, no sé cuántos. Como estamos en este momento de supersensibilidad, nos dedicamos a proteger. Una vez puestos los huevos, ¿sabéis qué es lo que decide que las crías que están por nacer de tortuga boba sean macho o sean hembra? La temperatura, la temperatura de la arena.
Y tienen un límite que es los 29 grados. Con 29 grados, más o menos, la proporción es igual de machos y de hembras. Si la temperatura está por debajo de los 29 grados, nacen más hembras. Y, si está por encima, nacen más machos. ¿Qué ocurre? Que entre el cambio climático y subida de la temperatura del agua del mar, el mar Mediterráneo está disparado. Y las puestas de huevo de tortugas boba se encuentran con temperaturas muchísimo más elevadas. ¿Qué ocurre? Que la proporción de hembras está decayendo de una forma abismal en la población de tortugas boba. Y, por lo tanto, afecta al número de población. ¿Sabéis de qué se alimentan las tortugas? De medusas. ¿Qué tal cuando vais a la playa y veis medusas? ¿A que no mola un pelo? Pues hala, ahí queda la cosa.
Por lo tanto, a mí me hace mucha gracia… Cuando hablamos de sostenibilidad, deberíamos hablar de una sostenibilidad de la que se habla poco, que es una sostenibilidad moral y ética, de reconocer que la forma de vida que mantenemos es gracias a las enormes diferencias que hay en el planeta. Si todos viviésemos como nosotros, no podríamos vivir, porque no tendríamos recursos suficientes. Por lo tanto, cuando alguien hable de sostenibilidad, por favor, de sostenibilidad moral y ética, de que tenemos que luchar por un futuro en el que todos vivamos bajo las mismas condiciones. Desperdicio alimentario. Con la cantidad de alimentos que tiramos a la basura, podríamos dar de comer a la población mundial que pasa hambre durante un año. Por lo tanto, aquí sostenibilidad moral y ética no tenemos ninguna. Los problemas medioambientales que tenemos no son para que nosotros salvemos el planeta, son para que encontremos soluciones que nos salvarán a nosotros mismos como especie de las animaladas y burradas que estamos consintiendo para tener coches más grandes, viviendas y un estilo de vida que medioambientalmente no es soportable. Y con esto no quiero decir que volvamos a la Edad Media, no, no, no, hay términos medios. Pero sí hay un derroche, un derroche energético, un derroche en la alimentación que no debemos consentir. Y nuestra obligación moral y ética es luchar contra esto. Y esto no significa que lo tengamos que arreglar mañana, no lo vamos a arreglar mañana. Pero sí hay que ir tomando acciones para que nuestro objetivo final sea ese. Y ahí hay muchas cosas que creo que podemos hacer. Y os pongo un ejemplo, porque creo que eso es una idea conceptual importante.
En este derroche energético que nosotros hacemos, en algunos casos empezamos a ser conscientes. ¿Vale? Ahora mismo, no sé cómo deciros, vosotros vais a comprar fruta y tenéis una etiqueta que os dice de dónde proviene esa fruta. Y, por lo tanto, yo tengo derecho a elegir que en el mes de abril no tiene ningún sentido que consuma uvas que vienen de Chile. Porque, aunque me cueste dos euros el kilo, medioambientalmente no tiene ningún sentido que se traiga un barco cargado de uvas para que yo las pueda comer en abril en España. Por eso luchamos tanto por los productos de temporada, porque medioambientalmente tienen un coste muchísimo menor, independientemente del que tengan económicamente. Luchamos por los productos de kilómetro cero. Es mucho mejor consumir productos que tengamos a nuestro alrededor que no que obligan a una distancia de transporte de mil kilómetros en España. Hay que ser conscientes de eso. Y el etiquetado nos permite empezar a ser conscientes. Pero ¿hasta qué punto sois conscientes del coste medioambiental de la ropa que os compráis? ¿A que no hay ninguno? No sabemos nada. No sabemos nada de los procesos de fabricación, de los procesos de tintado, de los procesos de lavado. No tenemos ni idea. Y esa sería una de las exigencias. Como consumidores, en este sistema en el que estamos, que nos ha llevado a originar los problemas medioambientales que ocasionamos, tenemos que tener todo el derecho a saber cuál es el coste medioambiental de las decisiones que tú tomas como consumidor. Y luego ya decides. Que cada uno decida. Pero creo que esa tiene que ser. Porque, al final, ¿qué es lo que tenemos ahora todos? Aquí tenemos ecoansiedad. Muchos de nosotros. Yo me incluyo. Te despiertas por la mañana. «Qué mal lo estoy haciendo, tengo que hacer las cosas mejor». ¿Y qué hago? Reciclo, cierro el agua del grifo cuando me estoy lavando los dientes para no consumir, pero me da la sensación de que me quedo corto.
Y entonces creo que esa ecoansiedad la tenemos que transformar en otras cosas. También creo que hay muchas que las hacemos muy mal. Ahora mismo estamos en un proceso de descarbonización. Tenemos que intentar reducir el uso de combustibles fósiles. Uno de ellos afecta evidentemente en el transporte. Y si tú te quieres mover de una forma más sostenible, ecológica, ¿qué puedes hacer? Puedes ir en transporte público, ¿no? Pero a veces eso conlleva que tardes mucho más, que no sean las condiciones más confortables. O te puedes comprar un coche eléctrico o un coche híbrido. ¿Cuánto cuestan los coches híbridos o eléctricos? Al final, ¿quién tiene opción de descarbonizarse en su método de transporte? La gente que tiene más recursos. La gente que tiene menos, no. ¿Y quién está poniendo más placas solares en sus viviendas? Puedes crear comunidades energéticas, que afortunadamente vamos allá. Pero está claro que las posibilidades no son las mismas. Así que cuidado con esto. Esto no mola nada. No mola nada. Eso es una de las cosas que tenemos que modificar.

Y luego porque ese tipo de acciones también acaba presionando a la administración, que es otra de las cosas que tenemos que hacer. Nosotros tenemos una capacidad de voto en tu municipio, en tu ciudad, en tu comunidad, en tu provincia, en tu país, por la que tú tienes la capacidad de decidir qué políticas medioambientales quieres que lleven a cabo los que mandan. Y, por lo tanto, creo que también en esas acciones hay que dar ejemplo. Y con eso, poco a poco, aumentar. Para mí, como padre, visto los problemas que tenemos, ¿qué es lo que puedo hacer por mis hijos? Creo que hay una parte que es fundamental, que es la de conciencia y la de sensibilización. Tenemos unos hijos que yo creo que cada vez tienen más problemas para ubicarse y reconocer el mundo en el que viven, con todos sus problemas. Somos generaciones en las que cada vez más consumimos, sin que seamos muy conscientes, consumimos lo que queremos ver. Y lo que no queremos ver el algoritmo no nos lo pone ni en el teléfono ni en la tableta. ¿Y qué nos encontramos? Que los más jóvenes que tienen ese tipo de consumo, condicionado ahora mismo por las redes sociales, ya no ven la tele tradicional, no escuchan la radio. Sus fuentes de información dependen de las redes sociales, y están condicionadas por un algoritmo que les hace sentir supercómodos. Por lo tanto, de los problemas no son conscientes, de los medioambientales tampoco. Así que yo creo que una de las tareas que tenemos como padres es aumentar esa conciencia de los problemas. Y luego una sensibilización. La mayoría de nuestros hijos son urbanitas, tienen poco contacto con el medioambiente. Tenemos que conseguir de alguna forma que su contacto con el medioambiente sea más frecuente, sea más intenso, y también esa concienciación aumente. Creo que esas son las rutas que tenemos que hacer. Dicho lo cual, yo lo intento con mis hijos y a veces es un fracaso.
A mi hijo mayor, uno de los castigos mayores que le puedo decir es «vamos de excursión». O sea, al pequeño todavía, pero al mayor no le gusta nada. Entonces, como padre, creo que es un momento difícil, porque, lamentablemente, y nos pasa a todos, a veces te quedas más enganchado viendo vídeos tontos que no ir a hacer otro tipo de actividad. Entre todos hay que volver a recolocarnos un poco. Así que ánimo, ¿vale? Y compartimos preocupaciones y actitudes, ¿vale? Creo que era la última pregunta. A ver, siento si os he echado mucho la chapa, porque yo me pongo aquí a hablar mucho y sé que no paro. Pero, bueno, espero que al menos os haya removido algo, que haya algunas ideas que os haya trasladado que os hayan hecho pensar, y que salgáis de aquí pensando que las cosas las podemos hacer un poquito mejor y al menos habiendo reflexionado. Así que, de verdad, os doy las gracias a todos por la escucha y siendo un poco la chapa, ¿vale? Lo siento. Gracias.