Una lección de fortaleza y resiliencia
Albert Llovera
Una lección de fortaleza y resiliencia
Albert Llovera
Piloto de carreras
Creando oportunidades
Una historia del Dakar, las carreras y la discapacidad
Albert Llovera Piloto de carreras
Actitud y perseverancia: dos claves para ir siempre adelante
Albert Llovera Piloto de carreras
Albert Llovera
Un inesperado y fatídico accidente cambió su vida para siempre. Tenía 18 años cuando participaba en la Copa de Europa de 1985, como integrante del equipo español de esquí alpino. En una bajada en pista, un juez de competición cruzó la línea de meta justo en el momento en el que él llegaba. El impacto entre ambos fue devastador. El resultado para Albert Llovera fueron dos vértebras dorsales rotas. Y en adelante, una vida en silla de ruedas aprendiendo a convivir con la discapacidad. A pesar de ello, este hombre positivo y optimista ha sabido demostrar que su afán de superación puede batir cualquier obstáculo. “Uno debe luchar por sí mismo y por lo que quiere, acompañado de sus seres queridos, porque estar en esta vida ya es un milagro”, afirma. Lejos de hundirse, se lanzó al mundo del automovilismo para competir en categorías profesionales con coches adaptados. Para obtener su licencia, insistió durante dos años sin cejar en el empeño, hasta que lo consiguió. En su primera competición, subió al podio como ganador.
A día de hoy, Albert Llovera ha participado en siete campeonatos mundiales del Dakar, la competición más dura y exigente del automovilismo mundial. También ha participado en numerosas ocasiones en el Campeonato de España de Rallyes de Tierra, en el Intercontinental Rally Challenge y en el Campeonato Mundial de Rallyes. Su espíritu de lucha y superación le ha conducido a ser el único piloto del mundo con discapacidad que, conduciendo única y exclusivamente con las manos, ha subido al podio como ganador junto a pilotos sin ningún tipo de minusvalía. Su mensaje es claro: “Soy un tipo con suerte. La suerte a veces viene a buscarte, pero también hay que pelearla”. En el año 2005 se estrenó un documental llamado "Las alas del fénix", que relata su espíritu de lucha tras su accidente, y en 2011 publicó su autobiografía, bajo el título ‘No limits’.
Transcripción
Soy de Andorra, este país tan bonito que tenemos muy cerca vuestro, que tanto os gusta venir a esquiar y a comprar, cómo no, y a estar esos días ahí de turismo. Cuando yo tenía trece, catorce años, ya era bastante movidito y, de las cuatro escuelas que había, pues ya iba rebotando un poco de una a otra por sistemas de comportamiento, y a la vez también formaba parte del equipo de esquí. Y ya con esa edad ya empezaba a esquiar fuera de nuestras fronteras. ¿Y qué hice? Pues me fui a estudiar y a entrenar con el equipo español, con el equipo promesas, estaba introducido dentro de un colegio en el Valle de Arán, y entrenábamos y esquiábamos juntos. O sea, que me formé como deportista en el equipo español. ¿Y qué empezamos a hacer? Carreras internacionales, Copa de Europa, Copa del Mundo, unos Juegos Olímpicos. Cada vez iba creciendo.
Y un día, en una carrera, en un descenso de Copa de Europa, justo en la línea de meta, ya justo en la llegada, me pongo en posición huevo, ¿esquiáis un poco?, pues la posición huevo, y justo en la línea de meta, bajo la cabeza, con esa actitud para poder tirar adelante. Y en ese momento se levantó un juez, y cruza la pista andando, justo en el mismo momento que yo pasaba. Un juez que medía dos metros, pesaba 130 kilos y yo, que en ese momento debía pesar unos 67 kilos, bajaba a 103 kilómetros por hora, y el impacto fue muy fuerte. En ese impacto me rompí un montón de cosas y, además de todas las costillas, el esternón, la clavícula, me rompí tres vértebras, tres vértebras a nivel dorsal, aquí, justo aquí, dorsal tres, cuatro, cinco. Con lo cual que, de aquí para abajo, no tengo ni movilidad, o sea, que me caigo y, para levantarme, me tengo que ayudar, porque no tengo abdominales, ni paravertebrales ni glúteos.
Tampoco tengo sensibilidad. Con lo cual tengo alteraciones a nivel de pipí, cuando me pisan, si tengo calor, si tengo frío. La lesión medular te da alteraciones incluso para tener las erecciones. Tengo una niña, y además es de una época, del año ochenta y cinco, ochenta y seis, que no había los progresos de hoy en día. Tuve que estar practicando muchísimo tiempo. Y en esa época no había ni Cialis, ni Viagra, ni otras ayudas alternas para tener hijos. ¿Qué hice? Pues me volví a reinventar, igual que me he ido reinventando para otras cosas que ahora os las explicaré, pues en ese momento, ¿qué tuve que hacer?, pues tuve que entrenar muchísimo con la madre de Cristina., pues de esa ocasión tan bonita, salió Cristina, mi hija. Y eso es uno de los puntos o uno de los pilares más importantes que me ha sucedido.
De allí, estuve trabajando muchísimo en diferentes hospitales. En España tenéis la gran suerte de que hay tres hospitales para lesionados medulares. Tenéis el Vall d’Hebrón, que es donde estuve yo, a continuación, también estuve en la Guttmann y también tenéis el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Es especial España, porque, normalmente, en cada país hay un hospital para gente con lesionados medulares. De allí me vinieron a recoger un grupo de médicos de la NASA, de los de “Houston, tenemos un problema”, pues me vinieron a buscar y me dijeron: “Oye, Albert, ¿quieres ser conejillo de indias?”. Dije: “Pues sí, ¿por qué no?”. No es que estuviera desesperado, ni muchísimo menos. ¿Por qué no estaba desesperado? Porque cuando te sucede algo así te puedes apoyar en muchísimas cosas, y en mi caso he tenido una gran familia y he tenido unos amigos excepcionales y ese pack es un pack excepcional. ¿Para qué? Para ayudarte, con uno mismo, uno mismo tiene que ser lo primero de todo. Ya sé que hablo con un poquito de egoísmo, pero ese egoísmo es el que nos transmite que queramos salir en ese agujero negro, o como lo queráis llamar, de que nos ha ocurrido, de poder estar. Eso se puede evolucionar, hay enfermedades que no se pueden evolucionar o hay otras cosas en la vida que no se pueden superar.
Pero una cosa de estas la tenemos que hacer, no uno solo, sino con todo el pack. Pues esos médicos me llevaron a Estados Unidos y antes me enviaron a la Guttmann, a la Guttmann de Inglaterra, a la Guttmann madre, lo que tenemos en España ha venido desde Inglaterra. ¿Por qué? Porque allí se creó ese hospital. En ese momento para mí fue excepcional, ¿por qué? Porque yo me pensaba, con 18 años, que iba a vivir de mis piernas y mis piernas, de un día al otro, dejaron de funcionar y dejaron de sentir. Pero no por eso caí abajo del todo o, aunque cayese, me tenía que levantar. Es una obligación levantarse. ¿Por qué? Porque estamos en esta vida, ya es una suerte poder estar en esta vida. En Estados Unidos estuve trabajando con los de la NASA, tuve esa gran suerte, pero a mí lo que me gustaba era volver a mi casa, estar con mis amigos, estar con mi familia. Y allí empecé a trabajar. ¿Y qué sucedió? Que mi madre, como buena madre, estaba inquieta porque su hijo pequeño, porque somos cuatro hermanos, pues continuaba estando en la silla de ruedas. ¿Y qué pasó? Que me fui a todos los curanderos del mundo. Ese año hice como cien mil kilómetros y fue una época que me ayudó muchísimo porque trabajaba, me iba los fines de semana a ver a algunos curanderos, porque yo prefiero los médicos, pero mi mamá estaba más contenta y lo teníamos que hacer y también me ayudó muchísimo. ¿Por qué? Porque me di cuenta de que cada vez conducía, cada vez estaba más rápido y yo me sentía más contento.
Si a esto le sumamos que en Andorra tenemos esos parkings tan bonitos en las estaciones de Grandvalira, pues nos juntábamos allí en vez de irnos de fiesta el sábado por la noche, nos juntábamos ahí y empezábamos a derrapar. Me di cuenta de que de los veinte que íbamos cada fin de semana allí, había cuatro o cinco que competían y a mitad de invierno, ¿sabéis qué? Ya iba casi tan rápido como ellos. Entonces, ¿qué me pasó por la cabeza? Yo también quiero competir. Y ahí fue otro objetivo, otras ganas de poder hacer más. ¿Y qué quise hacer? Competir. Con lo cual me fui a la federación. Fui a la federación y les pedí: “Hola, vengo a sacarme la licencia para competir en ralis”, “pero a ver, piltrafilla, ya estás bastante cascado”. “Ya, pero yo quiero competir”. Entonces ¿qué problema tenemos la gente que tenemos alguna discapacidad? ¿Qué nos pasa? Que solamente nos dejan competir contra nosotros mismos. Nos han creado los Juegos Paralímpicos y entonces, cada uno de nosotros tiene que competir en la categoría que quiera, pero en su sitio y en su silla o en su prótesis. Dije: “No, no, yo quiero competir contra los normales”. Entonces este proceso fue muy largo y estuve casi dos años, pero al final me dieron la licencia.
Esa licencia para mí fue un pase a otra vida, otra vez sentirme aún más “normal”, podríamos decir, o poder competir contra los demás. Empecé a competir y ya al primer año les gané el campeonato, a continuación, me pasé a los circuitos. En circuitos aprendí y empecé a trabajar otro sistema porque estuve con dos marcas diferentes y allí, ¿qué me supuso?, que los mandos con los que conducían los ralis no servían para circuitos. Entonces empecé a trabajar con Guidosimplex, que es una marca familiar, de una empresa familiar italoespañola, que empezamos a trabajar y solamente hacían sistemas para gente que no movían las extremidades inferiores y hoy en día es la número uno en el mundo. ¿Por qué? Porque toda la gente que tenemos una discapacidad, casi todas las personas que tienen una discapacidad, podemos conducir. ¿Y eso qué es? ¿Con qué se traduce? Se traduce a que somos más independientes, se traduce a que tenemos más libertad, que, si yo quiero ir a cenar con mi novia o si quiero ir a la biblioteca a estudiar, o me quiero ir a trabajar o al gimnasio., no tengo que esperar a que nadie me venga a buscar, sino que cuando yo quiero ir, voy. Esa fue una de las partes más bonitas y es una de las partes que me siento más orgulloso de poderlo hacer.
Entonces volví a los ralis, de los circuitos, volví a los ralis. ¿Y sabéis qué hice? Me fui al Mundial de Ralis. Me fichó Fiat con Abarth y me fui al Mundial de Ralis, al Mundial Junior, que es el mismo campeonato, pero la mitad de carreras. Un tal Sebastián Loeb, ¿os suena, que tiene nueve títulos mundiales?, pues corría conmigo en el Mundial Junior. Él también fue campeón del mundo Junior. Entonces, ahí empezamos a trabajar. Por primera vez en el mundo, alguien que le habían dado la licencia, por pesadito, estaba en el Mundial de Ralis. O sea, una persona con discapacidad competía directamente con los normales, que digo yo, lo digo así, un poquito de broma. Entonces, ¿qué se empezó a hacer aquí? Deporte inclusivo. Hoy en día está tan de moda. Tenemos que hacer deporte inclusivo, y ahora empiezan a hacer cosas. Esa puerta ya la abrimos hace veinte años y de una manera excepcional. ¿Por qué? Un día yo me acuerdo que después de uno de los entrenos, estábamos en una mesa, en un sitio que, éramos nueve, y había cuatro campeones del mundo. ¿Y sabéis qué me decían?
Estaba Carlos Sainz, estaba Petter Solberg, Richard Burns, Delecour, estaba Loeb, Dani Solà, también. Éramos nueve. ¿Y sabéis lo que me decía Solberg? Me decía: “Tú no sabes lo contento que estamos de que tú estés aquí, porque nuestro pensamiento, nuestro pensamiento no es que tenemos un deporte, sabemos que es peligroso y podemos morir, pero ¿sabes lo que más nos preocupa, o nos preocupaba?, quedarnos en silla. Y desde que tú estás aquí nos has enseñado que hay otra vida”. Y yo pensaba: “¿Qué me está diciendo este tío? O sea, aquí, el flipao soy yo, de estar sentado con cuatro campeones del mundo”. Cada uno tiene que aprovechar el momento y la oportunidad y lo que sientes y decirlo es la verdad.
Entonces había un intercambio entre una cosa y la otra. Cada uno pone lo suyo. Dos años en el Mundial Junior. Entonces volví a España, continuando corriendo para Fiat y para Abarth durante dos temporadas más. El primer año quedé subcampeón de España de ralis en tierra, en dos ruedas motrices, y al año siguiente campeón. ¿Qué me pasó? Dos años más en el Mundial de Ralis, entre medio me llamaron para ir al primer Dakar. Y me llamó una marca japonesa. Y yo me pensaba que eran mis amigos, que me estaban bromeando. “No, no, que queremos que vengas al Dakar con nosotros”, y yo pensaba: “A ver el Dakar, tío, me estás hablando de que tengo que ir por la arena. Yo la única arena que he visto es cuando voy a la playa con mis papis. ¿Me entiendes?”.
No, no, te hemos estado siguiendo en Finlandia y este año has hecho décimo. Queremos que vengas con nosotros. Entonces dije yo: “Esto no es una broma”. Pues me apunto. Y me fui. Por primera vez, fui al Dakar, 2007. Entonces para mí fue una puerta abierta y volví allí. A continuación, volví a España, iba intercambiando carreras en el Mundial, iba haciendo un montón de cosas, un montón de cosas. Y a más a más, con que, de la época de circuitos, mis jefes, tanto de la marca de los mandos como del coche, me juntaron un día y me volvieron a hacer estudiar. ¿Y sabéis que estudié? Estudié ortopedia y tengo una ortopedia y en ese momento la estaba arrancando. Lo importante es tirar adelante con ganas. Esas ganas son las que tenemos que transmitir. Si a esto le sumamos que tengo un gran equipo cerca mío, no solamente en la ortopedia, sino en el equipo de carreras, porque cuando yo estoy en Finlandia, o estoy en Argentina o estoy en el Dakar haciendo las cosas, ¿os pensáis que voy pensando a ver si han hecho el pedido o si está bien la ortopedia? No, no, no, ellos ya lo hacen funcionar. Cada uno de nosotros tiene un talento especial, pero alrededor nuestro siempre tenemos un buen equipo y ese equipo es el que hace que tú seas el bueno. El que sale en la foto soy yo. Pero detrás mío hay un montón de gente, tanto en la ortopedia como en el equipo de carreras. En el equipo de carreras, ¿os pensáis que solamente es bueno el ingeniero y un mecánico? Pues no. Cualquier persona del equipo es buena y válida. Por eso está allí.
Y si tú transmites esa cosa a ellos, este equipo se multiplica en fortaleza y en trabajo. Y es lo que tenemos que ir transmitiendo cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros tiene un talento, ya os lo he dicho. Solamente esto, esa sencillez, ya os lo digo. No hace falta hacer ni el Dakar ni el Mundial de Ralis. Entonces, esa mezcla, esa mezcla es la que nos produce esa ilusión de poder vivir cada día, y tenemos que experimentarla porque estamos aquí de casualidad, ¿me entendéis? Es una suerte poder estar aquí, entonces, ¿por qué no experimentar cada vez y luchar para uno mismo, pensar que nosotros también tenemos nuestro talento? No hace falta ser campeón del mundo de nada, sino que es este talento de experimentarlo con actitud y perseverancia. Y tener un buen equipo al lado. Valorar cada uno de nosotros con un poquito de sonrisa y lo haremos todo siempre adelante. Vamos a empezar un poco las preguntas y así aprendemos todos juntos.
Y a continuación, al volver a Europa, luché para tener, como os he explicado, la licencia. Esa licencia tardó un año y medio o dos, y fue muy duro, la verdad, porque abrí una puerta muy importante de la gente con alguna discapacidad de poder hacer deporte inclusivo. Nosotros sabemos que no vamos a jugar ni en un equipo de primera división de fútbol, ni de regional, ni a baloncesto tampoco con la gente que está en bipedestación, que está de pie. Pero hay otros deportes que sí que podemos luchar y este era uno de ellos. Entonces, mi clave fue: “No, no, no quiero una categoría, no quiero nada, quiero luchar contra los normales y que me pasen lista si hace falta”. Entonces, para conseguir la licencia, ese año y medio iba cada día a la Federación, a la Federación andorrana, llamaba cada día al RACC, a la Federación Catalana y a la Federación Española durante 450 días, cada día menos el fin de semana. Y, además, cuando estaba en Barcelona o estaba en Andorra o estaba en Madrid, iba a la Federación y “cling, cling, cling, cling, cling, cling”.
Y yo me acuerdo la cara de desesperación que hacían en la Federación de: “Albert, que no, que no hace falta que vengas, que ya te llamaremos”. “No, si es que yo pasaba por aquí”. “Ya, pero es que pasas cada día, ¿no?”. Entonces cuando tú crees en ti, eso es superimportante, cuando tú crees en ti y sabes que tienes una ilusión y que además sabes que lo harás bien, tienes que luchar por eso. Hasta que al final dijeron: “Dale la licencia al chaval, que es un pesado”. Y me dieron la licencia y se pensaban que correría un año y ya hubiera hecho mi ilusión y me hubiera vuelto para casa. ¿Y qué pasó? Que ese mismo primer año ya les gané el campeonato. Entonces yo creo que eso fue un ‘pushing’. Para todos, ¿eh? Para mí el primero.
Allí te juntas con muchísima gente y cada uno te explica sus vivencias. Pero cuando estás en carrera, cuando estás en carrera, seas como seas, no eres nadie, eres tú contra la carrera. Cualquier agujero puede ser mortal, puede ser muy peligroso. Puedes tener un accidente o puedes ayudar a otra gente. Yo creo que ese punto te da un punto de creencia en ti mismo que no tenías, o de aguante físico. En tu día te hubieras pensado que llegarías exhausto, que esa noche no has podido dormir porque estás perdido en el desierto y llegas al día siguiente y vuelves a salir a la carrera, y estás dos días o tres días sin dormir. O durante las dos semanas has dormido una media de tres horas al día. Esto sucede. Y ese esfuerzo físico y mental te ayuda muchísimo para luego en la vida, para luchar, para continuar luchando, para que realmente, te pensabas que no llegarías a poderlo hacer y has hecho cosas que ni tú mismo te lo esperabas. Entonces, yo creo que es un ‘no limits’ superior.
El de los quads te pones en su lugar y dices: “Hostia, yo lo he pasado mal y este…”. Entonces también eso, quieras o no, te va ayudando. ¿Qué nos ha sucedido ahora durante la pandemia? Que cada uno de nosotros ha tenido que experimentar cosas nuevas ¿Estabas preparado para vivir la pandemia? Nadie. O sea, si nos lo llegan a explicar hace dos años, ninguno de nosotros estaba preparado para eso. Y estamos aquí, la hemos pasado y nos ha ayudado a crearnos un plus dentro nuestro. Pues a ordenar la casa, a tirar cosas que toda la vida estaban allí, a hacer gimnasia en casa, a valorar muchísimo de ir por la calle, pasear, lo echábamos en falta o de poder hablar con los nuestros. No estar todo el día allí en el móvil click, click. Entonces, todo esto te enseña, allí también te enseña un montón de cosas. Y está bien que me preguntes alguna anécdota. Te lo voy a explicar. Yo, en el Dakar, no soy de los que lleva un camping car, sino que soy de los que duerme en una tienda de campaña, en una que tiene cuatro metros por cuatro metros por cuatro metros y lo comparto con mi osteópata.
Entonces aquí tenemos dos camas, dos plegatines, dormimos allí y en el medio está la camilla donde me trabaja a mí y trabaja al resto del equipo. Mi habitación es un poco para todos también. Allí también tengo un lavabo que es una silla que creamos en forma de herradura donde yo hago mis necesidades, en una bolsa, tengo que tener medio puntería, si no la tengo que ir poniendo. No, no, es que es así, y después me ducho en el mismo sitio porque el equipo me envía una manguera con un termo y a veces funciona y a veces no. Y me tengo que duchar. Pero todo eso te enseña muchísimo. En Arabia hace mucho frío en el desierto, a partir de las seis de la tarde hace frío, pero a las dos o las tres de la madrugada estamos entre dos grados y menos dos grados. Y los sacos de dormir de hoy en día, duermes así. Antes eran como muy anchos, ahora estás así y el mío encima es de color naranja. O sea, me siento como un frankfurt, así, que no me puedo ni mover. Y tenía tanto frío que estaba temblando y cansado. Ya estaba durmiendo, pero me levanté como temblando y era de frío y me quise mover y ¡pum!, y me caí al suelo. La cama es muy estrecha, me caí al suelo. Y entonces estaba allí y le decía: “Soci, socio”, le llamo socio al Jordi Zaragoza, que es mi osteópata, y no se despertaba. Y yo: “Jordi”. Claro, al final, el tío se levanta y cuando se levanta yo estoy en el suelo y está la camilla aquí y entonces a mí no me veía. Y yo lo iba mirando y veo que mira la silla de ruedas y mira la puerta. Y digo: “Sí, igual te piensas que estoy en Lourdes, tío, y me he levantado y me he ido”.
Un poco es la risa. No decir: “Hostia, me he caído al suelo”, sino que cada uno de nosotros, aunque nos pasen cosas, a veces tienes que respetar muchísimo y vale más tomarse las cosas bien que no tomárselas mal. Y esto nos pasa muchísimo a la gente cuando tenemos un accidente o nos pasa esto, tenemos que tener en cuenta también nuestro entorno. Nuestro entorno lo pasa mal, entonces hay que sentirse bien con ellos. Y me voy a alargar un poco más en esta pregunta.
Cuando estamos en ese momento, la gente que tenemos una discapacidad en el Dakar, tenemos dos Dakar, uno es el que tenemos, como todos los otros pilotos y copilotos, que es estar dentro de la carrera tan bonita y tan aventurera y todo eso, pero los que vamos en silla, que ya empezamos a ser bastantes en el Dakar, además, tenemos otro Dakar. Cuando bajamos de nuestro camión o bajamos de nuestro coche, es todo arena o tierra. Y para ir hasta al catering, hasta el comedor donde comemos todos. Yo, por ejemplo, tengo unos 500 metros o 600 y voy como con una moto eléctrica que la engancho aquí y me voy embalando y me voy enganchando y la gente ya me conoce, entonces, me vuelven a empujar y hago 200 metros más o algún día llego hasta allí, ¿no? Entonces no es nada cómodo. Todos nosotros, los que tenemos esta discapacidad y que nos movemos por allí, tenemos dos Dakar. Y te digo que es más incómodo el segundo Dakar que no el primero, porque el primero es para todos, ¿no? Pero nadie nos ha puesto una pistola para ir allí. Estamos contentos de poder estar y es un problemón, pero normalmente, ¿sabes lo que hacemos? Repetimos y volvemos.
Entonces no solamente nos tenemos que hacer qué le diría a la familia, sino que al propio afectado también lo tiene que valorar. Entonces es un poco el pack de todos para que podamos arrancar y continuar adelante. No sirve uno solo. Uno solo gana una carrera y todo el equipo gana un campeonato. Entonces, uno solo puede tirar para adelante. Pero con la lucha de todos ganas el retorno a ser uno más y a la felicidad de poder estar ahí. Un poquito esto.
Nuestros padres ya nos dieron lo que ellos no pudieron tener y entonces se ha ido como desmadrando la cosa. Entonces yo creo que hay que enseñarles siempre a pulirse y a ser buenas personas, hay que ser muy buena persona en esta vida. Entonces, yo creo que, si tú le transmites ya estos valores, yo creo que luego hay un intercambio buenísimo. Tus hijos te van a enseñar muchas cosas también, porque ellos van a estar más al día de muchas cosas, porque todo tiene una evolución, hasta las profesiones de hoy en día. Los mecánicos seguramente ya no serán mecánicos de mecánica, sino serán eléctricomecánicos. Entonces toda esa evolución hay que valorarla. Tú ya, le damos todo lo mejor, seguro, pero ellos también, yo en mi caso, lo recibo. Entonces, creo que es mutuo un poco. Seguro que lo has hecho genial, Carme. O sea, que no, no, no creo que sea el problema. Yo creo que a veces siempre nos hacemos esta pregunta y la pregunta a veces es retrospectiva de: “¿Y ellos qué nos dan?”. Pues indirectamente también nos dan, claro que tienen su edad equis, de que a lo mejor son difíciles o no son difíciles, pero piensa un poco lo que nos dan y lo tenemos que valorar y a veces, no lo valoramos nosotros y hay que hacerlo. El intercambio tiene que ser mutuo.
Es muy penoso, y no estamos muy lejos, en Mauritania, por ejemplo, no te deja ir a la escuela, ya no te digo para acceder, porque yo estuve en diferentes escuelas, para acceder a una escuela ya me sería muy, muy complicado. Pero ya por el simple hecho de estar en una silla de ruedas, tú ya no eres apto para nada y te dejan encerrado. Entonces yo creo que todo este sistema educativo lo tendríamos que cambiar y solamente se puede cambiar desde aquí. Es muy penoso lo que pasa en Mauritania de que no podamos acceder a los sitios. Yo iba a hablar con el presidente de la comunidad más importante, como el jefe de la Generalitat, y me habló fatal. Y yo, cuando entré en su despacho lo primero que me dijo fue: “¿Tú qué haces aquí?”. Dijeron: “No, este es el embajador de UNICEF para la reunión”. “¿Este es el embajador?”. Así me hablaba. Esa misma persona puede salir de su despacho, tropezar y romperse la columna y tener una lesión medular y quedarse en la silla. Pero para él, eso no existe. Entonces, hay que cambiar muchas cosas, tanto desde aquí como desde allí. Por eso.
Este es un poquito el mensaje que me gustaría, Marta, transmitiros a vosotros y de tenerlo cerca, ¿no? ¿Por qué nos llamáis así? Sí, nos llamamos así, ¿no?, con movilidad reducida o que tenemos algún problema. No. Se dicen algunos nombres, ni me gustan más y me gustan menos. Algunos son horribles. Pero pensad en eso. Cuando estamos cerca de vosotros, esas personas, nosotros trabajamos tres veces más. ¿Por qué? Porque valoramos lo que tenemos en ese momento que estamos allí. Quería decir una cosa, quería despedirme porque ha sido un placer aprender juntos y poder entender y valorar muchísimas cosas que cada uno de los ponentes que van viniendo aquí nos aportan y nos enriquecen por dentro, como personas, sobre todo. Y eso es lo que nos tenemos que llevar. Esa parte de nosotros que cada día nos sentimos mejores, con talentos diferentes y que cada uno de nosotros lo tiene que exprimir en cada momento. Actitud y perseverancia. Muchas gracias.