El mensaje de Margarita Salas para las niñas que quieren ser científicas
Margarita Salas y María Blasco
El mensaje de Margarita Salas para las niñas que quieren ser científicas
Margarita Salas y María Blasco
Bioquímicas y biólogas moleculares
Creando oportunidades
Una conversación sobre la ciencia y la vida
Margarita Salas y María Blasco Bioquímicas y biólogas moleculares
“Una sociedad científica será una sociedad más libre”
Margarita Salas y María Blasco Bioquímicas y biólogas moleculares
Margarita Salas y María Blasco
¿Un científico nace o se hace? Cuentan las bioquímicas Margarita Salas y María Blasco que su vocación surgió a partir de maestros inspiradores que cambiaron sus vidas.
Margarita Salas orientó su carrera a la investigación después de conocer y formarse con Severo Ochoa en Estados Unidos. Cuando regresó a España fundó el primer grupo de investigación en genética molecular en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Autónoma de Madrid. Miembro de la Real Academia Española y de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, Margarita Salas fue una de las primeras mujeres que impulsó la presencia femenina en la investigación científica española y la primera en recibir la Medalla Echegaray, que entrega la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Su trayectoria y descubrimientos han sido reconocidos con galardones como el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal, Premio Severo Ochoa de investigación de la Fundación Ferrer, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y el Premio al Inventor Europeo 2019. Falleció en Madrid el 7 de noviembre de 2019.
María Blasco obtuvo su doctorado en el Centro de Biología Molecular bajo la supervisión de Margarita Salas, y después continuó su formación junto a relevantes científicas como Carol Greider y Elizabeth Blackburn, que comparten Premio Nobel de Medicina con Jack Szostak. Hoy María Blasco es directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), donde lidera la investigación española especializada en los telómeros y la telomerasa. Durante los últimos años ha dedicado su estudio al envejecimiento molecular y la lucha científica contra el cáncer, con el objetivo de curar enfermedades que todavía hoy son incurables. Su trabajo ha sido galardonado con premios como el Premio al Mérito Científico, el Premio de Investigación del Cáncer Josef Steiner y el Premio Nacional de Biología Santiago Ramón y Cajal, entre otros.
Años después de compartir laboratorio, las dos grandes referentes españolas en biología molecular, Margarita Salas y María Blasco, se reencuentran en esta conversación para debatir sobre ciencia, humanismo, igualdad y educación.
Transcripción
Entonces me fui a estudiar a Valencia. Y después de tercero, pues ya me decidí a contactar a quien era allí catedrático, me parece que de Genética, que era José Miguel Hermoso, que me atendió y me enseñó alguno de los laboratorios del Centro de Biología Molecular, entre ellos el tuyo. Entonces, ahí fue cuando yo por fin conseguí mi sueño. Este profesor yo no me acordaba de cómo se llamaba ni quién era, y hace poco, en Alicante, me hicieron doctora honoris causa de la universidad y una compañera de clase intentó averiguar quién era este profesor, y era Paco Rodríguez Varela. Tuve ocasión de conocerlo, de agradecerle lo que había hecho por mi vida científica, y después descubrí que también había sido director de tesis de Francis Mojica. Y, bueno, pues pensé: «Bueno, pues este señor realmente es capaz de transmitir a sus alumnos esta pasión por la biología molecular».
Margarita, ¿nos puedes contar tú en qué trabajas y cuál consideras que ha sido tu aportación más importante a la ciencia?
Pero el problema de la replicación terminal de las células eucariotas, por ejemplo, de los mamíferos, etcétera, no se replica por completo y esto hace que los telómeros se acorten. Y por eso las células sanas son mortales, y por eso se produce el envejecimiento. En cambio, en el caso del cáncer, las células del cáncer lo que hacen es despertar una enzima también, una polimerasa que se llama telomerasa que es capaz de alargar los telómeros, y de esta manera mantener estos telómeros siempre jóvenes, y por eso las células del cáncer son básicamente inmortales. Entonces, en mi grupo lo que intentamos hacer es, por una parte destruir los telómeros del cáncer como una manera de acabar con la división de las células tumorales, y por otro lado estamos intentando activar la telomerasa para conferir vida extra a las células normales y así ser capaces, quizá, de curar en el futuro enfermedades degenerativas asociadas al envejecimiento.
Después tengo que hablar también de Eladio Viñuela, mi marido, que fue para mí también un maestro. Eladio siempre me apoyó mucho y me apoyó para que yo fuese independiente en una época en que las mujeres, pues se suponía que quizá no estábamos demasiado capacitadas para hacer investigación. O sea, que Eladio siempre me apoyó e influyó mucho para que yo fuese independiente. Y después, ya en otro sentido, pues yo he sentido siempre mucha admiración por una científica, Rita Levi-Montalcini, era italiana. Ella era muy peculiar porque en una biografía suya ella decía que no se había querido casar porque en aquella época las mujeres eran muy dependientes de los hombres. Entonces, ella no quería tener ninguna atadura con ningún hombre, o sea fue muy… Y ella se marchó a Estados Unidos, y en Estados Unidos trabajó, era neuróloga. Y en el año 1986 obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina. Por descubrir los primeros factores de crecimiento en el sistema nervioso. Ya mayor, ya ella murió a los 103 años, hace poco, y volvió a Italia, y cuando tenía 100 años la invitaron a Madrid a hacerla doctora honoris causa por la Universidad Complutense. Y en una entrevista que le hicieron ella decía que a los 100 años iba todavía todos los días al laboratorio. Y que lo importante no era no tener arrugas en la cara, sino no tener arrugas en el cerebro. Para mí, Rita Levi-Montalcini es bueno, es una especie de ídolo para mí.
“Me sentí discriminada durante mi tesis doctoral: en los años 60 no se confiaba en las mujeres científicas”
Es verdad que después, en el día a día, he oído siempre comentarios también machistas. Cuando yo volví de Estados Unidos, que volví con el que era entonces mi marido, mucha gente pensaba que yo estaba trabajando para él, por ejemplo. Y eso ya estamos hablando de los años 2000 y finales de los 90 y, sobre todo, cuando he llegado al puesto más alto realmente, no de carrera investigadora porque… pero si de la gestión, que es llegar a la dirección del CNIO, pues sí que he notado muchas actitudes muy machistas, como que lo peor de algunos señores ha salido por haber una mujer al mando. Y eso nos dice que hay mucho que avanzar en cuanto a la percepción de las mujeres en puestos de poder, pero después también en el día a día, pues es verdad que hay muchas mujeres en ciencia, sobre todo en las carreras biomédicas, en el CNIO somos un 70 por ciento de mujeres. La ciencia en el CNIO está hecha por mujeres, por decirlo así. Pero en los puestos de dirección de los laboratorios todavía hay una mayoría de hombres, las mujeres no llegamos ni al 30 por ciento. Si ya vamos a puestos de dirección de centros de investigación, creo que somos un 18 por ciento. Y esto lo que quiere decir es que todavía hay mucho que avanzar. Porque yo personalmente pienso que solo cuando haya un 50 por ciento de mujeres arriba en los puestos de dirección de investigación, o direcciones de centros de investigación, habrá la igualdad real. Y ese camino pues todavía hay que recorrerlo. Margarita, ¿y tú cómo crees que podemos favorecer que haya más mujeres que lleguen a lo máximo en la carrera investigadora? Que es dirigir tu propio laboratorio.
“Una de las tareas más importantes de los laboratorios es formar a nuevos científicos”
Hay que tener un mínimo conocimiento científico. También desde la ciencia podemos tener un papel importante en la educación de los más jóvenes. En el CNIO tenemos un programa que llamamos «CNIO y la ciudad», lo llamamos en inglés «CNIO and the city», y lo que hacemos es invitar a que vengan estudiantes de secundaria a probar la ciencia, aunque no quieran ser científicos, a lo mejor ya han decidido que quieren ser abogados, pero vienen a probar la ciencia. Y descubrimos que les encanta, les encanta. Y entonces también hacemos una cosa que llamamos «píldoras científicas» que son videos para contar qué es la investigación, qué tienes que hacer para dedicarte a la investigación… Dentro de este programa que se llama «CNIO y la ciudad» hemos hecho un video, que lo ha hecho un artista que colabora con nosotros que se llama Amparo Garrido, que se llama «Cambiar el mundo», en el que hemos juntado a los científicos del CNIO con sus hijos, de tal manera que los padres y madres explican a los hijos qué es lo que hacen y por qué lo hacen. Y con ello lo que queremos es contar a los más jóvenes que es muy interesante esto de la investigación, que es una carrera altruista, que estás trabajando por el conocimiento, para fomentar las vocaciones porque yo creo que hace falta más vocaciones en ciencia.
Entonces, yo cuando leí esto me pareció muy interesante como la ciencia también podía ser inspiración del gran arte. Antes el gran arte era el que tenía que estar inspirado por la religión o la mitología. Ahí tenemos el Museo del Prado, pero quizá el gran arte también se puede inspirar en los temas de la ciencia que son los temas realmente trascendentes ahora mismo de la humanidad.