La Teoría de la Abuela y otros secretos del ser humano
María Martinón Torres
La Teoría de la Abuela y otros secretos del ser humano
María Martinón Torres
Paleoantropóloga y directora del CENIEH
Creando oportunidades
“La evolución nos demuestra que sobrevivimos porque somos una tribu”
María Martinón Torres Paleoantropóloga y directora del CENIEH
Una historia de solidaridad prehistórica
María Martinón Torres Paleoantropóloga y directora del CENIEH
María Martinón Torres
"Cuando en el registro fósil encontramos una patología o una enfermedad, alguno puede pensar que estamos leyendo una historia negativa o triste, y resulta que es todo lo contrario. Un hueso deformado está hablando de fortaleza a dos niveles: fortaleza individual de aquel que fue capaz de superar esa enfermedad. Y fortaleza del grupo que cuidó y protegió a ese individuo".
María Martinón Torres, paleoantropóloga y directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), lleva décadas investigando las huellas fósiles de nuestros antepasados prehistóricos y cómo influyeron en nuestra definición del ser humano. "A lo largo de la evolución humana, los comportamientos altruistas, solidarios y cooperativos se remontan a miles de años en el registro fósil", explica la investigadora.
Martinón Torres se doctoró en Medicina, especializada en Evolución Humana y Antropología Forense, y es catedrática honoraria en el Departamento de Antropología de University College London. Forma parte del equipo investigador de Atapuerca desde 1998 y ha participado en varios proyectos internacionales, como Dmanisi (Georgia) y China. Ha publicado más de 70 libros y artículos científicos sobre dentición humana y en 2019 recibió la Medalla Rivers Memorial otorgada por el Royal Anthropological Institute de Gran Bretaña e Irlanda (RAI), la institución académica más antigua del mundo dedicada a la antropología.
Transcripción
O pensar que puede existir una relación que parece así como tan increíble, tan estrambótica, por ejemplo, entre nuestro gran cerebro, tenemos un tamaño cerebral que es casi tres veces mayor que el de cualquier primate, somos un primate con un cerebro muchísimo mayor del que nos corresponde para nuestro tamaño, pues puede haber una relación, por ejemplo, entre ese gran cerebro del que estamos tan orgullosos y un cambio en la dieta, haber sido capaces de empezar a consumir carne y proteínas de origen animal, por ejemplo. O incluso plantearnos algo que nos parece tan cotidiano: la tecnología. ¿En qué momento surgió y qué supuso? Eso es un poco lo que hacemos los paleoantropólogos y los paleontólogos, sobre todo a través del estudio de los restos biológicos y de los fósiles tratamos de reconstruir a esos ancestros: cómo vivían, cómo crecían, cómo explotaban los recursos, qué comían… Y eso es, sobre todo, la paleontología. Después está la arqueología, porque en realidad los humanos somos biología y somos cultura. La arqueología lo que trata es de reconstruir, precisamente, ese comportamiento, y a través del estudio de las herramientas o de cualquier vestigio de uso de esas herramientas, de las marcas que deja el uso de esos útiles arqueológicos, comprender cómo explotaban, cómo se adaptaban a su entorno. Y yo creo que eso es un poquito lo importante de nuestra disciplina y de alguna manera, pues lo que hacemos en el CENIEH, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. Queremos estudiar el ser humano desde todas sus perspectivas: estudiamos su biología y su aspecto, estudiamos su cultura, pero para tener esa foto panorámica necesitamos colocarlo en un lugar en el tiempo y por lo tanto, también trabajamos en la reconstrucción del paisaje. Trabajamos en averiguar la antigüedad de esos restos para poder colocarlos en el tiempo. Cuando tú estás construyendo una historia, una película, puedes tener las escenas individuales, pero si no las pones en una secuencia temporal no vas a entender esa historia.
Para nosotros es muy importante colocar al ser humano en un momento determinado, porque es de esa manera como vamos a comprender por qué somos como somos. Y sobre todo, yo creo que a la gente se le conoce en las distancias cortas y en los momentos de dificultades, de crisis, saber en qué momento o ante qué reto determinadas características nos permitieron sobrevivir y seguir evolucionando y estar hoy aquí. Yo he llegado desde un campo que no es muy convencional: yo llegué a través de la medicina. No es lo habitual para la paleontología y para la paleoantropología, pero bueno, creo que es una disciplina muy completa y que, sobre todo por el interés que tenía de conocer el ser humano, dije: “Bueno, quizá nos interesa mejor conocer primero las piezas de las que estamos hechos, este puzle, y cómo se engranan, y cuando nos comprendamos un poquito mejor, cómo funcionamos, como quien destripa un juguete, es cuando me puedo atrever a saltar al pasado e investigar un poco en esas piezas, cómo han ido apareciendo”, y ese es el camino que me ha llevado hasta aquí.
Tú en el día a día, cuando tienes un problema, cuando tienes una disyuntiva: “No sé qué hacer, ¿cómo debería reaccionar?”, en realidad, nuestra cabeza nos está poniendo miles de mundos que no existen. Empezamos a hacer una secuencia: “Si hago esto, sucederá esto, tiene esta consecuencia. No me interesa. Sin embargo, si respondo y les explico esto tiene otra consecuencia… Quizá”. O sea, en realidad estamos viendo mundos posibles que no llegan a suceder, pero es en esa manera de estructurar el relato de la realidad, con lo que aprendemos.
“Ayúdame a mirar”. Yo creo que es lo que tiene que hacer un profesor: ayudar a mirar. Hay muchas cosas que enseñar, para poder escoger hay que conocer y sobre todo, a lo mejor, en el ámbito de la ciencia, ayudarles a descubrir que esa imagen de la ciencia, del científico como una persona aburrida, encerrada, que no tiene nada que compartir con nadie, que todo es tan estricto, tan riguroso, tan limitado, como que es un campo que te da poca libertad, precisamente hay una etapa en la que es todo lo contrario. Un científico tiene que ser muy riguroso en la aplicación de un método porque te permite algo precioso, que es que lo que tú descubres, pueda venir otro detrás y, reproduciendo exactamente lo que tú has hecho, pueda ver lo mismo. Yo creo que eso es maravilloso y ahí hay que ser estrictos, hay que ser rigurosos. Pero hay una parte extremadamente creativa en la ciencia, que es la previa, cuando tienes que discurrir cómo interrogar a la realidad, hay algo temerario, aventurero, en decir que a alguien se le hubiera ocurrido que podían medir la velocidad de la luz, por ejemplo. O que podía existir relación entre la dieta y el crecimiento del cerebro o que a través de un solo diente tú pudieras decir si esto pertenecía a un hombre o una mujer. No sé, es como un salto al vacío y esa capacidad de discurrir preguntas creo que es de una creatividad tremenda y eso es lo que tiene que pensar uno, que el científico en realidad tiene que trabajar, sí, con rigurosidad, pero tienes que tener en realidad mucha creatividad para poder interrogar a una realidad que no habla.
Es decir, con esa proximidad tratamos de reconstruir ese árbol genealógico, que es lo que llamamos la filogenia. Pero además, los dientes nos sirven para estudiar la dieta, por ejemplo, podemos estudiar los isótopos que se encuentran atrapados en los tejidos dentales y con eso podemos saber si un determinado homínido era carnívoro o no, o qué tipo de dieta predominante tenía. También podemos investigar la dieta, por ejemplo, por el tipo de marcas que se quedan en la superficie de los dientes, dependiendo del tipo de alimento que hubieran procesado. Incluso cosas tan interesantes como que hubieras podido utilizar los dientes, por ejemplo, como tercera mano, para actividades que no son necesariamente masticatorias, por ejemplo, se dice que los neandertales eran una población que utilizaba la boca, precisamente, para coger determinados procesos, por ejemplo, la carne, para poder cortarla la sujetaba con la mano, cortaba con un cuchillo y dejaba unas marcas en la superficie de los dientes que te estaban diciendo que los habían utilizado para sujetar y con las que podemos saber, por ejemplo, que eran predominantemente diestros. Por la utilización, por la dirección de estas estrías por ejemplo, podemos saber cosas como si eran diestros o no, la lateralidad, que es tan importante para el estudio de la evolución del cerebro. Pero luego puedes saber cosas muy bonitas y que creo que son muy interesantes, sobre todo para las personas como tú que os dedicáis a las etapas de crecimiento y de educación, y es que los dientes, si tú estudias el ritmo al que se forman los dientes y al ritmo al que salen a la cavidad bucal, la erupción, ves que ese ritmo de crecimiento y de desarrollo dental ha cambiado a lo largo de toda la evolución humana, y de los diferentes animales. Si tú le miras la boca a un niño, le miras que le ha salido el primer molar y dices: “Tendrá seis años”, por ejemplo. Si haces el mismo ejercicio en un chimpancé verás que no, que esa primera muela que a nosotros nos saldría a los seis años, a ellos a lo mejor ya les sale los tres.
¿Qué significa? Significa que son especies que crecen mucho más rápido, y eso ha sucedido también con los primeros representantes del género Homo., y nosotros somos una especie que tenía un crecimiento alargado en el tiempo. Y estudiando ese patrón podemos tratar de investigar cosas tan importantes y tan decisivas en nuestra especie, o en el linaje humano, como tratar de investigar cuando surgió la niñez, por ejemplo, etapas que no existían y que ese enlentecimiento del crecimiento va aportando. Entonces, yo creo que es un conjunto, un retrato importantísimo, pero incluso voy a decir que más allá del estudio de los dientes, hay una disciplina muy bonita que tiene mucho que ver con lo que has comentado del C.S.I., que es la tafonomía. La tafonomía es una disciplina que es como el estudio de la vida de los huesos después de la muerte. Una vez que un individuo fallece y se queda ahí, empieza otra vida, otra vida que los paleontólogos y a los arqueólogos nos interesa. No es lo mismo encontrarte un hueso que dices: “¿Cómo has llegado hasta aquí?”, pues por el estudio de las marcas de la superficie puedo decir que simplemente ha sido arrastrado o que ha sido movido por el agua. O no, puedo decir que tiene una serie de marcas que significa que ha sido consumido, ha sido presa de un león, por ejemplo. O incluso casos más dramáticos en que estudiando esas marcas de los huesos y la forma en que estaban fracturados podemos llegar a tener cuadros, tan tremendos como pensar que la especie Homo antecessor que salió en la Gran Dolina de Atapuerca, esa acumulación es resultado de un evento de canibalismo, por ejemplo. O sea, que realmente es un C.S.I., nos importa ese individuo, pero nos importa saber cómo ha llegado hasta ahí. Y precisamente de esa acumulación y del estudio de ese yacimiento en particular podemos tener muchísima información sobre ese entorno y ese momento en el que vivía.
Nosotros hemos empezado a poner esas páginas y hemos cambiado muchas de las teorías que había en un momento determinado y que ya se tenían casi como leyes, que no podían cambiarse, por ejemplo, sobre el poblamiento de Europa. Hasta que se encontraron los restos de Homo antecessor, que tienen una antigüedad entre los ochocientos sesenta mil años, novecientos mil años, en la Gran Dolina, había una teoría imperante en la comunidad científica, que es lo que se llama la Hipótesis de la cronología corta, que defendía que no había humanos en Europa antes de los quinientos mil años. El fósil más antiguo era una mandíbula que se había encontrado en el yacimiento de Mauer en Alemania, que tenía unos quinientos o seiscientos mil años y hasta ahí se creía que era lo más antiguo. Esto venía un poco a revolucionar precisamente esa idea del cómo, cuándo, por qué, ¿quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿De dónde vienes? Todas las preguntas que se plantea uno ante alguien nuevo. Yo creo que ese es el sentido de Atapuerca, que realmente cubre un abanico muy grande de nuestra historia y de nuestra familia.
Homo antecessor es una especie muy enigmática, porque tiene un mosaico, llamamos “mosaico” cuando vemos que tienes como una mezcla de diferentes caracteres: algunos son caracteres que comparte con nosotros, como Homo sapiens, otros son caracteres que comparte con los neandertales… Y esta conjunción de caracteres, algunos primitivos, que es lo que corresponde para una especie de esa antigüedad, le han puesto en este lugar tan especial dentro de nuestra genealogía. Fue una revolución también porque al estudiar estos restos fósiles descubrimos que, a pesar de su antigüedad, estamos hablando de restos que son de hace casi ochocientos sesenta mil años, Homo antecessor tenía una cara moderna. Una cara prácticamente igual que la que tenemos nosotros, impresiona pensar que hace casi un millón de años te ibas a encontrar a un individuo, que te estarías viendo con alguien que casi tenía el mismo aspecto que tú. Yo creo que eso es impresionante. Y esto es una revolución porque en realidad también creo que emociona pensar que nosotros, en nuestro día a día, nuestras caras, en realidad no son tan modernas. Es ese diseño retro que ya se estilaba hace un millón de años. Y esto fue también una revolución: qué atrevidos, encontrar una especie, nombrar una nueva especie y encima decir que tenía una cara moderna, ¿cómo puede ser eso? Lo bonito es que en la ciencia, como hablábamos antes, a veces hay que tener creatividad e ingenio para proponer una hipótesis y estar dispuesto a irla comprobando con las diferentes tecnologías y las diferentes evidencias que van apareciendo, y ver si tenías razón o no tenías razón. Y lo que ha sucedido es que esta especie se publicó entonces, ya hace más de veinte años, en la revista ‘Science’ en el año 97, se publicaba esta especie y veinte años después hemos podido aplicar un método que casi parecía como de ciencia ficción, que es el estudio de las proteínas.
En el caso de Homo antecessor, hemos sido capaces de recuperar el material biológico humano más antiguo que se ha podido recuperar hasta la fecha. Y este estudio de las paleoproteínas ha venido a ratificar este lugar que le poníamos en nuestro árbol, ha venido a ratificar, de la misma manera que lo haces con el ADN, que Homo antecessor está ahí, en esa base, esa población madre a partir de la cual se han podido originar, pues grupos como nosotros y nuestros tan cercanos y añorados neandertales, o sea que yo creo que es bonita, esta carrera de fondo, que la ciencia, con cada descubrimiento, va reforzando esos caminos.
Yo creo que en ese momento solo los neandertales eran capaces de sobrevivir en unas circunstancias tan duras, y que precisamente por eso fue una especie que estuvo aislada. Y ese aislamiento físico dio lugar a un aislamiento genético. Y ahí la llamada de atención: una población que durante mucho tiempo está aislada, que solo se cruza entre ella, va perdiendo mucho de su potencialidad genética, es como si se produjera un agotamiento genético, una pérdida de diversidad, y eso te hace vulnerable. O sea que probablemente cuando hablamos de Homo sapiens, que llega y conquista Europa y desaparecen los neandertales porque eran superiores los de nuestra especie, en realidad, yo creo que ha habido ahí un poco de mala suerte, en el sentido de que quizás Homo sapiens entró en un momento bueno, evidentemente, para esta especie, que estaba en un momento álgido, cuando ya los neandertales estaban decayendo. Es una cuestión de oportunidad. Ya había Homo sapiens a las puertas de Europa, en Oriente Próximo, hace unos cien mil años, pero no entraron hasta cincuenta mil años después, ¿por qué? Si tenían la capacidad, si eran tan superiores, ¿por qué no entraban a Europa? Pues igual no entraban en Europa, porque estaban los neandertales, porque los neandertales eran una barrera ecológica de competición directa. O sea que a lo mejor la historia, si la contaran los neandertales se contaría de otra manera.
Soy positiva porque creo que además está en nuestra naturaleza siempre el buscar y adaptarnos: nuestra capacidad de adaptación a día de hoy es extraordinaria, porque es una capacidad de adaptación que va más allá de la propia biología. Probablemente el peso que tiene hoy en día la adaptación tecnológica es mucho mayor. La tecnología, esa capacidad no de adaptarnos al entorno, sino de adaptar el entorno a nuestras necesidades y nuestro estilo de vida, es increíble. El problema es que a lo mejor escogemos en la dirección equivocada. ¿Cuál es el estilo de vida que tendríamos que escoger? Estaría bien que hubiera un equilibrio.
Si tú te encuentras, como ha sucedido en ese yacimiento, restos de un individuo que no tiene dientes y tiene una edad avanzada, tú estás teniendo de manera indirecta información sobre una población que lo ha cuidado y ha tenido que encargarse de darle de comer o de protegerlo porque estaba menos preparado que los demás. Y otro ejemplo importante lo tenemos en la sierra de Atapuerca. En el yacimiento de la Sima de los Huesos se encontraron los restos de los fósiles de una niña de unos nueve años a la que se apodó cariñosamente Benjamina, que significa “la bien querida”, y en este caso encontramos una patología que es una deformación craneal que se llama plagiocefalia, y es porque esta niña tenía un problema de manera que tenía una deformación craneal: su cabeza ya no crece de manera normal porque se le cierra antes de tiempo una de las suturas craneales, lo que por una parte le va a provocar una deformación física, ya se la va a ver diferente, porque su cabeza ya no crece como crecería la de un individuo sano, pero además, probablemente va a afectar al desarrollo del cerebro. Es decir, estaríamos hablando de una niña en el Pleistoceno Medio que tenía un aspecto diferente y que tenía probablemente algún retraso psicomotor, a pesar de lo cual sobrevivió hasta la edad de nueve años. O sea que de nuevo te está hablando de un grupo, y yo creo que eso es muy importante recordarlo en el día de hoy, que era tolerante con la diferencia. Entonces, yo creo que son ejemplos que muestran cómo han sido tan importante a lo largo de la evolución del ser humano esos comportamientos altruistas, solidarios, cooperativos, de manera que la fortaleza de nuestra especie a día de hoy no está en el individuo o en la fortaleza física, está precisamente en pertenecer a un grupo, o sea, ser parte de una comunidad.
Yo creo que eso es importante para relativizar todas esas diferencias que muchas veces creemos que son insalvables en la convivencia. Tenemos que pararnos y pensar lo importante que es, precisamente, la diversidad. Probablemente de esa mezcla con los neandertales, Homo sapiens ganó una serie de ventajas, relacionadas quizás con el sistema inmune, con la reproducción, con la piel para exponerse a nuevos ambientes, por ejemplo, que le posibilitaron la conquista de territorios que para ellos eran completamente nuevos. Quiero decir, a la luz de la paleontología y del estudio del ADN, conceptos como el racismo se mueren, se quedan obsoletos. No hay ningún sustento biológico para hablar de razas y de diferencias. Ningún argumento. Por eso creo que es tan importante a veces conocer nuestro pasado, para poder poner en contexto y darle su medida de verdad a muchos de los argumentos que alegremente se utilizan para hablar, para diferenciar y para poner barreras y puertas cerradas.
“A la luz de la paleontología y del estudio del ADN, conceptos como el racismo se mueren”
Y dentro de la familia, del seno familiar, estamos hablando de los abuelos, por ejemplo, que son fundamentales. Estratégicamente, a nuestra especie le ha venido muy bien contar con una parte de la población que no estaba dedicada directamente a la reproducción, pero que fue crucial para ayudar a sacar adelante a esas crías. Esto es una visión importante, incluso dio lugar a una teoría que se llama así: la teoría de la abuela, que viene a decir que la menopausia, ese cese de la fertilidad en las mujeres, que en el caso de los humanos, podríamos decir que sucede demasiado pronto para todavía los años de vida que nos quedan, porque somos una especie muy longeva; en realidad no es tanto ya un deterioro, sino que se podría leer como una estrategia de éxito para favorecer que pudiéramos contar con alguien que todavía estaba en plenas capacidades, en plenas capacidades físicas y también mentales, con lo que suponen para nosotros de reservorio de conocimiento y de cuidado, que iban a invertir con su generosidad y con su esfuerzo, parte de su vida para que nosotros saliéramos adelante. Esto es importantísimo a día de hoy, todos lo hemos vivido directamente, pero incluso te puedo decir datos específicos: hay poblaciones cazadoras recolectoras, en que la diferencia entre tener o no una abuela puede llegar a suponer un cuarenta por ciento mayor de mortalidad infantil. O sea que yo creo que es importante ver cómo en el éxito del Homo sapiens se ha puesto en valor precisamente que los individuos de edad avanzada, más allá de lo que suponen como reservorio de conocimiento y de memoria, ¿cuántos volvemos a nuestros abuelos, a nuestros padres, para que nos expliquen, para que nos aconsejen? Biológicamente también jugaron un papel fundamental.
Este conjunto de características, precisamente, son una serie de características que se definieron ya como eusocialidad, que es un concepto que propuso el biólogo evolucionista Edward Wilson y que es muy interesante, porque definió un poco nuestra estructura, nuestra organización social, que curiosamente es la misma que identifica en insectos como pueden ser las hormigas, las termitas o las abejas. Y ¿cuáles son esas características de la eusocialidad? Pues son características que es verdad que vemos nosotros en los humanos. Primero, tener un hogar. Un hogar es un lugar de referencia al que todos volvemos, pero cuando hablamos de hogar a lo mejor no siempre estamos hablando de un lugar físico. En el fondo tenemos un hogar, todos sentimos que eso que llamamos casa: ¿dónde tengo que ir cuando me pasa algo, cuando necesito ayuda, cuando necesito recogerme, cuando necesito hacer una parada? Tú sabes qué es casa: casa es un lugar físico y casa es también familia. Esa familia, a pesar de incluso en circunstancias de aislamiento, de todo, lo tenemos muy claro y podemos comunicarnos. Ese hogar, ese hogar, que en el caso de los animales puede ser un hormiguero o un termitero; nosotros tenemos el nuestro, que muchas veces tiene una dimensión extramuros, más allá de un lugar físico, una casa en una calle. La otra característica que para nosotros es fundamental es que toda la estructura familiar se implica en la cría de los individuos inmaduros. O sea que estamos hablando, por supuesto, de una especie que es muy longeva porque en ese hogar pueden llegar a convivir hasta tres generaciones. Eso solo puede ser si realmente tenemos ciclos largos que nos permiten coexistir. Qué suerte tener abuelos y gente que ha conocido incluso a sus bisabuelos. Eso es muy característico de nuestra especie.
Y otra característica que también ves en los insectos y ves en las hormigas, pues es un poco… En el caso de los insectos es biológicamente mucho más marcado, hablamos de las castas, hay partes de la población que tienen muy definido cuál es su rol. Tenemos muy definidos dentro de la sociedad tan compleja que tenemos los diferentes roles, que son importantes para la supervivencia. Hablamos de los policías, hablamos de los profesores, hablamos de los bomberos, cada uno cumpliendo un rol fundamental para que esas crías salgan adelante. Entonces sí, pues es verdad que está en nuestra naturaleza esa necesidad de cohesión, nos hemos organizado así, pero hay algo diferente y hay algo diferente que tiene que ver con lo que tú comentas de la individualidad y ahí te voy a contar algo un poquito personal, y es que precisamente, pues con toda la pasión que me provocó leer y ver cómo Wilson había llegado a sus conclusiones, yo me compré un hormiguero. Bueno, miento, se lo regalé a mi hijo por su cumpleaños, ese tipo de autorregalos que al final… Bueno, por pasión se queda ya encargado y enamorado de las hormigas. Son fascinantes, fascinantes. O sea, las observas, ves esa organización, ves ese altruismo, es decir, que cada una de ellas hace algo que contribuye al grupo. No se preocupa de ella misma, se preocupa de los demás. El éxito de esa colonia es que cada una cumpla su rol. Todas contribuyen. Te genera muchísima curiosidad, muchísimas preguntas, pero un día me desperté y había una hormiga muerta. Dije: “Bueno, pues es ley de vida. Se murió”. Y de repente me pregunté, parece una tontería y dije: “Se muere una hormiga, saben que se ha muerto una hormiga porque la sacan fuera del hormiguero. Pero estas hormigas ¿saben quién ha muerto? ¿Saben quién? ¿Era un quién? ¿Era un alguien?”. Y entonces me di cuenta también mi frustración cuando las observo tanto tiempo y digo: “Es que no sé quién eres, no te puedo reconocer, no te puedo recordar: ‘Esta que intentó salir’. Y digo: ‘Mírala, ha tratado de explorar’. Te volverás anónima en un segundo”.
Yo creo que eso es lo importante del ser humano. Somos hipersociales, somos eusociales, pero a la vez lo combinamos con algo muy importante, que es la individualidad. Cada uno de nosotros es cada uno, no somos intercambiables. Entonces yo sí creo que eso es posible, que es algo que va más allá de la distancia o de la cercanía. Creo que precisamente la fortaleza es que somos eusociales, que es fundamental que nos organicemos, que vivamos en grupo, que estemos estructurados, que respetemos, que es por nuestro propio egoísmo, que tenemos que ser generosos, porque nos viene bien a todos, que contribuyamos al bien común, pero no dejamos de ser alguien. Y yo creo que esa es la parte especial, porque al ser alguien cada uno, al ser diversos, cada uno tiene algo diferente que aportar; la homogeneidad no es buena en ningún ambiente. Y yo creo que eso es lo bonito, la necesidad y la ventaja de combinar la sociabilidad, el grupo, con la individualidad.
Pero además, esa capacidad transformadora puede, en algunos casos, empezar a hacer daño a nuestro entorno. Esa tecnología, incluso biólogos como Richard Dawkins hablaban del fenotipo extendido, de que esa tecnología ya era parte de nosotros, no sabemos, la utilizamos para mediar nuestra relación con el mundo; pero evidentemente está dejando una marca, una señal en el planeta. Hablábamos antes del Antropoceno, ese momento en el que la acción del hombre va a dejar incluso una señal que se puede leer en el registro geológico. Pero había investigadores, precisamente como Edward Wilson, que hablaban ya no del Antropoceno, sino de la posibilidad de entrar en otra era que era la del Eremoceno: “Eremoceno”, de “eremita”, de soledad. Ese momento en el que ya entramos en el mundo de los horizontes asfaltados que comentábamos antes y de la vida, las plantas, los animales domesticados, por ejemplo. Hay que tener cuidado, si perdemos esa diversidad o ese mundo natural, esa domesticación llega a todos los niveles. Es muy interesante pensar que incluso en nuestra evolución se ha producido una domesticación del ser humano. Cuando estudias a lo largo de la evolución, por ejemplo, siempre tenemos esa idea maravillosa de que nuestro cerebro es enorme y sigue creciendo y creciendo. No, ya no crece. Se sabe que desde el Holoceno nuestro cerebro incluso ha empezado a reducirse un poco, que es algo que asusta mucho, y algunos investigadores proponen que este aspecto, esta reducción, muy pequeña pero significativa del cerebro, y esta gracilización tiene que ver a lo mejor con un proceso de autodomesticación. Es decir, que éramos tantos y vivíamos tan próximos que necesitábamos convertirnos en una versión, quizá, dócil de nosotros mismos, para poder competir o para poder convivir en realidad.
Entonces, yo creo que hay que ser muy conscientes de en qué manera nuestra capacidad de transformar el mundo, que no ha ido en paralelo con nuestros cambios biológicos, nos puede llevar a veces por caminos que no siempre son los más deseables, pero sobre todo tener en cuenta que tenemos unas capacidades y unas herramientas extraordinarias para no estar solos. Y aunque no estemos físicamente en contacto, podemos hacernos compañía, o sea que tenemos que tener mucho cuidado de no entrar en esa era de soledad, de individualismo, por encima de nuestra capacidad social.