¿En qué medida depende de ti tu felicidad?
Robert Waldinger
¿En qué medida depende de ti tu felicidad?
Robert Waldinger
Psiquiatra e investigador
Creando oportunidades
Las claves del estudio más largo sobre la felicidad
Robert Waldinger Psiquiatra e investigador
Una clave sencilla para una vida feliz
Robert Waldinger Psiquiatra e investigador
Robert Waldinger
¿Cuál es la clave para una vida feliz, longeva y saludable? ¿Hay algún secreto o receta mágica? ¿En qué medida depende de nosotros? Para Robert Waldinger, la respuesta está en las llamadas “relaciones de apego seguro”. Waldinger es psiquiatra, psicoanalista y desde hace años director del estudio más largo jamás realizado sobre la felicidad y el bienestar en la vida de las personas. Se trata del ‘Estudio de Desarrollo de Adultos’ de la Escuela de Medicina de Harvard. Tras más de ochenta años de entrevistas a cientos de personas, las conclusiones de esta investigación son sorprendentes. Tal como lo explica el Dr. Waldinger: “Las personas con mejores relaciones viven más, son más felices y gozan de mejor salud”. Es decir, las relaciones interpersonales son una pieza clave no solo en nuestra felicidad, sino también en nuestra salud física y longevidad. “Para cualquier persona, es fundamental contar con al menos una o dos relaciones de confianza y seguridad en la vida”, añade Waldinger.
Ser activo en nuestras relaciones sociales nos ofrece la sensación de pertenencia, de confianza y de “apego seguro”, algo que regula nuestros niveles de estrés y puede, incluso, evitar el desarrollo de enfermedades como la diabetes o las enfermedades del corazón. “Pasar tiempo de calidad con personas que nos importan, o con quienes tenemos una afición en común, es esencial para sentirnos plenos y cuidar de nuestra salud”, concluye Waldinger. Esta impresionante investigación de más de ocho décadas la recoge en su libro ‘Una buena vida’ (2023), escrito mano a mano con su compañero de investigación, y amigo, Marc Schulz.
Transcripción
Entonces, mi predecesor, George Vaillant, unió ambas investigaciones. Así, teníamos un grupo muy desfavorecido y otro muy privilegiado. Pero lo peculiar de aquellas investigaciones en aquel entonces era que no estudiaban qué iba mal. Casi todas las investigaciones se centran en enfermedades o problemas de desarrollo humano para poder ayudar a quienes los sufren y padecen. Pero esto era una investigación sobre qué predice quién va a prosperar en la vida. Al final, incorporamos también a las parejas de esos chicos, sus esposas, y ahora, a sus descendientes. Por lo que más de la mitad de los participantes del estudio son mujeres y hay más de dos mil personas, setecientas veinticuatro familias en total. Vamos por el octagésimo quinto año. Es el estudio más longevo con las mismas familias que se haya hecho nunca en la historia de la ciencia. Lo que descubrimos al analizar los factores predictivos que propician que las personas tengan vidas más largas, sanas y felices fue una sorpresa. Descubrimos que tener vínculos fuertes e íntimos con otras personas nos hace más felices. Eso no es ninguna novedad, pero sí que también nos mantiene sanos. Por el contrario, la gente solitaria, que vive aislada de la sociedad, desarrolla enfermedades fruto del envejecimiento antes y vive menos que quienes no están solos y tienen relaciones sociales sólidas.
Al principio, desconfiábamos de nuestros propios datos. Pensábamos: «¿Cómo va a ser esto? Tiene sentido que seamos más felices por tener relaciones más cercanas, pero ¿cómo van a predecir esas relaciones cercanas que tengamos menos probabilidades de desarrollar una enfermedad de las arterias coronarias o artritis o diabetes de tipo dos? ¿Cómo va a ser eso?». Y entonces otros estudios empezaron a obtener los mismos resultados. Y ahí está la clave, porque ningún estudio puede demostrar un descubrimiento como este por su cuenta. Hace falta que distintas investigaciones apunten a lo mismo para poder tener la certeza de que es una verdad científica. Ahora es un descubrimiento asentado que las buenas relaciones fomentan la salud física y la longevidad. ¿Y cómo funciona? Llevamos los últimos diez años intentando entenderlo en nuestro laboratorio. La mejor hipótesis que manejamos es que las relaciones nos protegen del estrés crónico. Sabemos que la vida está plagada de momentos y situaciones estresantes. Me explico. Ahora mismo estamos teniendo una conversación agradable, pero en una hora, puede pasarme algo estresante que haga que me tuerza y que mi cuerpo reaccione. Este entrará en lo que llamamos el modo de «lucha o huida», durante el cual se acelera el pulso, quizás empiece a sudar, puede que se me acelere la respiración… Y sabemos que cuando aumenta la circulación de hormonas del estrés, también aumenta la inflamación.
Es normal. Es bueno que el cuerpo sea capaz de hacer eso para lidiar con el estrés. Pero nuestro cuerpo debería volver al equilibrio una vez desaparece el estrés. Te habrá pasado alguna vez, que cuando te pasa algo malo, te vas a casa y hablas con una amiga… Yo, cuando llego a casa y se lo cuento a mi mujer, enseguida noto que mi cuerpo se relaja. Y eso es lo que debería pasar. Creemos que lo que le pasa a la gente solitaria, a la gente aislada, es que nunca vuelve al equilibrio, al punto de partida, sino que permanecen en un estado basal de «lucha o huida» constante. Por eso tienen mayores niveles de hormonas del estrés, de inflamaciones crónicas, y eso acaba destrozando los sistemas corporales con el tiempo. Así es como las relaciones influyen en las arterias coronarias y las articulaciones, por ejemplo. Es una de las formas que tienen las relaciones de ayudarnos a regular las emociones negativas.
Pensamos que todos, seamos tímidos o el alma de la fiesta, todos necesitamos una o dos relaciones de apego seguro, relaciones seguras. El resto depende de cada cual, de tu personalidad, de tu carácter y de tus necesidades. La gente tímida puede querer cuidar y prestar atención a menos personas para mantener esas relaciones. A la gente extrovertida puede gustarle más unirse a clubes, estar en situaciones en las que haya mucha gente… Por ejemplo, a mí no me gustan las discotecas abarrotadas con la música a tope, pero a mi hijo pequeño le pirran y sale siempre que puede. Es más, le gusta Madrid. Le encanta venir a Madrid porque hay un montón de sitios así. Tenemos un carácter muy distinto, pero está bien. Esa es la chispa de la vida y lo que hace que nuestra relación sea especial.
Escribimos varios capítulos del libro juntos por teléfono. Pero también hablamos de nuestras familias, de nuestras vidas, de nuestra salud… De todo. Nos mantenemos al día el uno al otro. Esa llamada semanal es muy importante. Implica que uno de los dos tiene que cancelarla si no va a haber llamada. Y eso implica que hablamos todas las semanas pase lo que pase. Tener pequeñas rutinas así ayuda, ya sea con tu hermano, con tus hijos o con tu pareja. Otro descubrimiento es que en las relaciones que se dan por sentado, que se estancan, como la relación con tu cónyuge, tu pareja, ayuda mucho reservar tiempo a no hacer nada más que disfrutar de vuestra mutua compañía. Te pongo un ejemplo. Cuando nuestros hijos eran pequeños, teníamos un amigo que nos recomendó que tuviésemos citas de forma periódica: «Salid los dos solos y contratad a una niñera y que venga sí o sí». Cada jueves por la noche, la niñera llegaba a las seis de la tarde y nos tocaba cancelarla si no íbamos a salir. Así que salíamos. Aunque fuésemos a comprar pañales. Salíamos a cenar, a veces íbamos al cine, pero ya era algo y era una oportunidad para hablar, para ponernos al día. Porque cuando tienes niños pequeños, muchas veces te conviertes en una especie de equipo y te limitas a: «Tú haces la cena y yo los baño». Y no hay tiempo para hablar de cómo estamos como pareja.
Ahí tenemos otro ejemplo de establecer rutinas para hacer algo con la gente que te importa. Otra cosa que sabemos es que hacer actividades con gente es una buena manera para entablar relaciones. Pongamos que soy alguien a quien le gustaría tener más amigos y me siento más solo de lo que me gustaría. La investigación nos dice que una de las formas más fáciles de entablar nuevas relaciones es hacer una actividad que nos importe, algo que nos guste o que disfrutemos, algo que nos apasione, pero que lo hagamos con otra gente para ver a esa gente asiduamente una y otra vez. Podemos hacer voluntariado en alguna causa, como en un banco de alimentos o en una acción política contra el cambio climático, o unirnos a un club de jardinería o a un club de fútbol, lo que sea que nos guste y, mientras lo hagamos con otra gente, tendremos tema de conversación natural porque ambos estaremos haciendo algo que nos gusta y esa es una de las formas más fáciles de conocer gente. Otra forma que también ayuda mucho a la gente solitaria es ayudar a otra persona. Dedicar tu tiempo y tu energía es un buen método, primero, para sentirte útil, y también para sentir que la gente te valora. Puede ser darle clases a un crío al que le cuesta leer.
Puede ser enseñar tu idioma a los demás. Tú lo dominas, pero habrá quien esté intentando aprenderlo. Como digo, ayudar a los demás nos hace sentirnos útiles y además sentir que otros nos necesitan. Y esa es una manera estupenda de combatir la soledad. Otro consejo que podría dar es hablar con gente que no conoces de nada. Habla con desconocidos. Descubrimos que muy a menudo se conoce gente solo por entablar conversación en una cafetería o en el gimnasio. Llevaron a cabo un estudio con usuarios del tren suburbano de Chicago, en el que tenían dos grupos de sujetos. A un grupo le asignaron coger el tren al trabajo y hacer lo que hacían siempre: escuchar música, ver las noticias en el móvil, leer, cualquier cosa… Al otro grupo le asignaron hablarle a un desconocido al subirse al tren. Les preguntaron a todos si creían que iban a disfrutar del viaje y el grupo que tenía que hablarle a un desconocido pensaba que no. Después, les preguntaron si habían disfrutado el viaje, y la gente que habló con desconocidos estaba mucho más contenta que los que habían hecho lo de siempre.
Esto nos demuestra que no se nos da bien predecir qué nos hará felices y que hablar con desconocidos, entablar conversación con gente nueva, aunque asuste un poco arriesgarse, nos suele hacer felices y nos hace más felices que si fuésemos a lo nuestro.
Están muy concienciados con la salud del planeta y de las sociedades. Es una concienciación que mi generación, la generación del baby boom, no ha tenido.
El problema está en que, aunque sabemos que esa no es toda la verdad, nos puede hacer sentir que a todo el mundo le va genial y la vida le sonríe menos a mí. Uno de mis profesores una vez dijo algo que me sirvió mucho. Dijo: «Siempre comparamos nuestro interior con el exterior de los demás». Siempre comparamos la inconsistencia y el caos que sentimos con la apariencia que dan los demás. Entonces, cuando consumimos pasivamente el muro de Instagram de los demás, nos comparemos con ellos para mal. Y nuestra autoestima va bajando, nos deprimimos, nos agobiamos… Pero si somos más activos en nuestra forma de usar las redes y cuando nos separamos del mundo digital, cuando apagamos las pantallas, cuando hacemos ambas, nos sentimos mejor.
También podemos hacerle compañía nosotros a los mayores, especialmente a aquellos que no pueden salir de sus casas. Algunos mayores no pueden, físicamente, salir de su casa y les cuesta más relacionarse por ello. Para esas personas hay programas que los relacionan virtualmente con otras personas, pero también puede ir gente a visitarlos y a pasar tiempo con ellos. Todo esto son formas de aliviar la soledad. Una de las preocupaciones de las sociedades más tradicionales es que las estructuras familiares tradicionales se están desmoronando. Unas estructuras en las que los mayores tienen roles definidos. Por ejemplo, en China, la norma es que los abuelos críen a los nietos mientras el eslabón intermedio, los hijos, están trabajando. Pero ahora que los jóvenes en China están yéndose del pueblo a la gran ciudad por las oportunidades económicas que ofrece, los mayores pierden su rol de criar a los nietos y los hijos no tienen quien les ayude a criarlos. El desmoronamiento de estos patrones sociales tradicionales se ha convertido en una preocupación creciente y aviva la soledad entre los ancianos. Esto mismo ocurre también en India y preocupa mucho allí.
Además, hay amigos que nos ponen a prueba. Tengo amigos que me dicen la verdad aunque no me guste escucharla. Y lo agradezco. A veces duele, pero queremos amigos que nos digan lo que piensan. No hace falta que lo hagan todos los amigos, pero ayuda que al menos una o dos personas en el mundo nos digan la verdad y nos digan lo que nadie más nos dice. También es importantes tener conocidos. Que la gente sepa que existes resulta muy útil. La mayor parte de las veces no son nuestras amistades íntimas las que resultan útiles, sino la gente a la que apenas conocemos. Llevaron a cabo un estudio sobre gente que buscaba trabajo y descubrieron que tienes más probabilidades de encontrar trabajo por un conocido que por un amigo íntimo. Eso se debe a que los conocidos pertenecen a una red distinta y es una comunidad distinta a la de nuestras amistades íntimas. Viene muy bien tener relaciones casuales. Y aquí entra la persona con la que hablamos por la mañana en la cafetería, el cartero o el de la tienda. Con todo esto vengo a decir que las relaciones nos aportan toda clase de beneficios.
En el libro no profundizamos en las relaciones tóxicas porque sabemos que todas las relaciones importantes entrañan dificultades, o al menos diferencias con la gente. Siempre hay diferencias o conflictos con alguien que nos importa: un hermano, una pareja, un buen amigo… Es normal no estar de acuerdo. Lo importante es encontrar la manera de solucionar esos desacuerdos, de resolverlos de manera que no haya ganadores o perdedores, sino que salgamos con la sensación de que nos hemos entendido mejor. Cuando hacemos esto, la relación se fortalece. Una de las cosas de las que hablamos en el libro es de la importancia de trabajar en las relaciones y superar las dificultades. Pero cuando intentamos trabajar las dificultades y no lo conseguimos es cuando estamos en una relación que nos hace sentir mal y lo que a veces llamamos «relación tóxica». Algunas de esas relaciones hay que acabarlas y alejarse. Hay que alejarse de las relaciones donde hay violencia, miedo, intimidación… En esas relaciones es importantísimo llegar a un lugar seguro. Hay que buscar refugio y alejarse de la relación tóxica. Pero lo importante es intentar superar las dificultades en la relación antes de tirar la toalla.