COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Todos tenemos miedo a no ser aceptados

Jonathan Benito

Todos tenemos miedo a no ser aceptados

Jonathan Benito

Neurocientífico


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Jonathan Benito

Jonathan Benito, neurocientífico y divulgador, posee una mirada innovadora y cercana sobre el cerebro, la mente y la conducta humana. Su trabajo explora cómo nuestros pensamientos, emociones y decisiones están profundamente conectados con los procesos cerebrales, combinando la investigación científica más avanzada con un enfoque claro y accesible para todos.

A lo largo de su trayectoria, ha sabido acercar la neurociencia al público, abriendo espacios de diálogo entre la ciencia, la educación y la vida cotidiana. Sus aportaciones invitan a comprendernos mejor, a cultivar hábitos que favorezcan el bienestar y a descubrir el potencial transformador de nuestro cerebro.

Su labor es una llamada constante a observar con curiosidad y apertura la mente humana, a perder el miedo al cambio y a confiar en la capacidad del cerebro para aprender y reinventarse.


Transcripción

00:04

Me llamo Jonathan Benito Sipos, soy profesor e investigador de neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid, neurocientífico. Saqué mi doctorado con sobresaliente cum laude y Premio Extraordinario de Doctorado. He tenido la suerte de poder publicar como científico en las mejores revistas de mi área, Nature, PLOS Biology y Life. Además, he ocupado cargos académicos, he sido vicedecano, he sido vicerrector adjunto. Y, bueno, pues como divulgador he tenido la suerte, y tengo la suerte, de poder publicar y de poder dar conferencias al máximo nivel y de estar en foros como este. Así que, dicho esto, os voy a proponer un tema, que es un tema creo que muy bonito. Es un poder… Bueno, en realidad es un superpoder que tenemos todos y que yo creo que no siempre utilizamos, que es el de la amabilidad. Y quería traeros una reflexión. ¿Alguna vez habéis pensado lo amigable que es un perro? Hay pocas cosas más amigables que un perro. Fijaos, uno de mis mejores amigos, José, resulta que hace unos años su mujer se emperró, nunca mejor dicho, en que quería un perro. Y me venía diciendo: «Tío, es que ahora mismo, con todo el trabajo que tenemos, sé que lo voy a tener que sacar yo, porque mis hijos no se van a encargar. Es que ahora mismo no quiero un perro». Bueno, pues a las tres semanas me estaba enseñando fotos en el móvil de su perro como si fuese un hijo. Y yo le digo: «Pero, José, ¿qué ha pasado?» Dice: «Tío, es que no te imaginas cómo me recibe. Es que se vuelve loca. Es que ninguno de mis hijos jamás me ha recibido así ni mi mujer».

01:31

Y es que así son los perros, es increíble, son superamigables. Y a nosotros ya nos parece normal, lo tenemos interiorizado, pero es algo realmente inusual en biología. Es que… Que no se os olvide que un perro es un carnívoro temible. En esencia, un perro es un lobo. Es más, comparten el 99,9 % del genoma, son esencialmente iguales, se pueden reproducir y tener descendencia fértil, que esa es la barrera que en biología establecemos para diferenciar especies. Y, sin embargo, el lobo lleva miles de años tonteando con la extinción y los perros inundan por millones nuestros hogares. Hay 900 millones de perros, de un animal que no es productivo, que no da leche, no da lana. La mayoría de los perros no hacen absolutamente nada, y hay 900 millones. ¿Cómo es esto posible, que el lobo esté tonteando con la extinción y los perros se cuenten por millones? Pues precisamente por un concepto que quiero trabajar hoy, quiero desarrollar hoy aquí con vosotros, que es el de la prosociabilidad, luego lo explicaré un poco mejor, el de la amigabilidad. Y es que los lobos, como bien sabéis, son seres ariscos, poco predecibles, agresivos, y tanto el lobo de hoy como el perro provienen de un antepasado común, que es el lobo temible, el lobo de la edad de hielo, el Canis dirus. Poca broma con ese lobo. Ese lobo normalmente se acercaba muy poco a los poblados humanos. Si se acercaba era con malas intenciones, sin duda alguna. Los primeros humanos no le dejaban acercarse a sus poblados, pero de vez en cuando, entre estos lobos surgían algunos individuos mucho más predecibles, más confiables, que tenían otras intenciones, y a estos los humanos sí les dejaban acercarse a sus poblados y que comiesen los restos de comida que les sobraban.

3:21

Y aquí tenéis ya la ecuación. Los lobos amigables comían, los lobos no amigables no comían. Los lobos amigables se reproducían entre ellos y, en pocas generaciones, hoy se sabe que en seis generaciones podría haber sido, pero a lo mejor alguna más, fue en el pasado, nació un ser ultrasocial, que es el perro, y al perro lo amamos. Fijaos que esto es un caso de éxito evolutivo, muy bonito, que nos cuenta la evolución, pero no os penséis que es el único, ni siquiera es el más próximo a nuestra especie. Hay un caso que nos toca muchísimo más de cerca, y es el de nosotros mismos. Nosotros, los sapiens, hace unos 46.000 años que llegamos a Europa. Era una Europa muy distinta a la de hoy en día, una Europa donde hacía un frío de mucho cuidado porque estábamos en un periodo glaciar, y cuando llegaron los primeros sapiens, se encontraron con una sorpresa terrible. No estaban solos, no eran los primeros, ya había otros humanos. Como mínimo estaban los neandertales, y los neandertales no eran poco de pavo. Eran mucho más fuertes que nosotros, no teníamos nada que hacer en una lucha cuerpo a cuerpo. Pensábamos que éramos más inteligentes nosotros y hoy sabemos que no, que el cráneo más o menos de un neandertal son 1.500 centímetros cúbicos y el nuestro son 1.400. Es decir, como poco, eran igual de inteligentes que nosotros, si no más, y estaban mucho mejor adaptados al frío, que eso, en un periodo glaciar, es fundamental. Entonces, la pregunta es ¿por qué estamos nosotros hoy aquí y no están ellos?

04:46

Pues es algo multifactorial, pero tiene un peso determinante lo que os voy a contar ahora. Precisamente es esta cualidad, la prosociabilidad. La prosociabilidad la definimos en neurobiología como la amicabilidad, la amabilidad, la capacidad de cooperación y de colaborar. Los neandertales no penséis que eran superrudos, eran humanos con todas las letras. Tenían ritos funerarios, tenían cultura de todo tipo… Lo que pasa es que tenían un problema. En grupos de convivencia colaboraban muy bien, pero cuando veían a otro grupo de neandertales, se liaban a palos. Y los sapiens no éramos así. Nosotros sí colaborábamos con otro grupo de sapiens, sobre todo si teníamos un objetivo común. Transmitíamos conocimiento, compartíamos información, de tal modo que nuestra cultura, nuestra tecnología, comenzó a desarrollarse exponencialmente. Total, que, obviamente, esto otorgó una ventaja evolutiva a los sapiens brutal, de tal modo que ellos hoy no están aquí y nosotros, sí. Entonces, acabamos de ver dos ejemplos donde la evolución nos enseña una lección de un valor incalculable sobre cómo la prosociabilidad y la amabilidad ejercen sobre la supervivencia un poder absoluto. Y es que la amabilidad no es solo un gesto ingenuo, sino que es una estrategia de supervivencia donde, además, todo el mundo gana. Y yo creo que hoy en día, más que nunca, tenemos que ponerla en práctica. Y ahora, estaré encantado de charlar con vosotros y de responderos a preguntas que tengáis. Muchas gracias.

06:25
Jennifer. Hola, Jonathan. Primero que nada, agradecerte por estar acá. Me llamo Jennifer, y dices que la amabilidad nos ayuda a alargar la vida y a ser más felices, y quería saber cómo es eso posible y si me puedes dar algún ejemplo.

06:36
Jonathan Benito. La amabilidad es una estrategia win-win. Tú estás siendo amable conmigo, es un beneficio para ti y es un beneficio para mí. Estás creando un ambiente de bienestar emocional. Por un lado, la neurociencia sabe que la amabilidad, cuando la ejerces, te alarga la vida. Vivimos más años, tenemos menos enfermedades y, además, somos más felices, tenemos lo que llamamos en neurociencia «mayor bienestar subjetivo». ¿Por qué ocurre esto? Bueno, pues esto ocurre por muchísimas cosas. Tú imagínate que hoy hubieses decidido no ser amable. Si uno no es amable, ¿qué es? No amable, antipático, ¿no? Cuando uno está siendo antipático, o sea, cuando uno decide que se cruza con su vecino y no le dice «hola», está siendo agresivo. Cuando uno entra a un ascensor y no saluda, está ejerciendo un tipo de agresividad. Es una agresividad velada, dentro de la escala de la agresividad está situada modulable a lo mínimo, por así decirlo, pero es un tipo de agresividad. Entonces, la gente que no practica la amabilidad practica formas diversas de agresividad. Entonces, la gente que practica la agresividad, que normalmente, además, la practica porque tienen, normalmente, una autoestima limitada, lo que ocurre es que van generando microambientes hostiles alrededor de ellos, van creando situaciones de interacciones negativas. Estas interacciones negativas fomentan todo tipo de emociones negativas a su alrededor, es decir, por un lado, resentimiento, ganas de venganza, ganas de devolverles esa hostilidad… Y, al fin y al cabo, son individuos que están sometidos a muchísimo estrés. Y yo creo que hoy nos tengo que decir aquí que el estrés es superpernicioso a todos los niveles: a nivel sistémico, a nivel de cuerpo, a nivel neuronal.

08:15

Todos conocéis el famoso cortisol, no vengo a daros otra vez la matraca con el cortisol. Solo os quiero decir una cosa respecto al cerebro, al cortisol. Todos los días tenemos la suerte de que se generan nuevas neuronas en nuestro cerebro, a todos los que estamos aquí, a todos, los más mayores y los más pequeños. Es un fenómeno que se llama neurogénesis. Se produce fundamentalmente, en alguna estructura más, pero fundamentalmente en el hipocampo. El hipocampo es una estructura muy importante para la memoria, para el aprendizaje y para el bienestar emocional. Entonces, cuando estamos sometidos a periodos de estrés, bajo el cortisol, esas neuronas no nacen y las que nacen se mueren, por un fenómeno que se llama apoptosis, muerte celular programada, y, es más, se mueren incluso las que ya estaban. Entonces, cuando estamos sometidos a estrés, aprendemos peor las cosas, seguro que lo habéis vivido en primera persona, memorizamos peor, y estamos mucho más irascibles y somos menos felices. Y si nos viesen el hipocampo, si diseccionasen nuestro hipocampo, que se puede ver hoy en día en resonancias magnéticas funcionales, verían que nuestro hipocampo es mucho más delgado. Bueno, pues todo esto las personas amables se lo evitan directamente. Y luego, además, hay una molécula de la que se habla muy poco, que no entiendo por qué se habla tan poco. En periodos de estrés se libera una proteína que se llama fibrinógeno, que lo que hace lo vais a entender enseguida y os va a parecer muy curioso. Lo que hace es taponar las heridas. ¿Por qué ocurre esto? Porque la evolución, en un momento determinado, pensó: «Bueno, si un individuo está sometido a un periodo de estrés es porque está viviendo una situación de peligro, por tanto, puede haber una confrontación, puede haber una herida y se puede desangrar. Pues voy a prevenirlo». Entonces, cuando tenga estrés, libero fibrinógeno y cuando encuentra una herida, la tapona. Lo que no se imaginó la evolución es que iba a surgir el sapiens, que se iba a preocupar por cuestiones que no tenían peligro ninguno.

09:49

Es más, se iba a preocupar por cuestiones que todavía no habían sucedido y cuestiones que no iban a suceder nunca en la vida, los famosos «y si»: «¿y si me pasa tal?», «¿y si…?». Entonces, como el cerebro no distingue si eso es verdad o es ficción, él libera fibrinógeno. Obviamente, este fibrinógeno no encuentra ninguna herida que taponar, y lo que hace es formar coágulos, que es lo que sabe hacer el fibrinógeno. Estos coágulos, cuando encuentran un vaso más pequeño que él, lo taponan. Si esto ocurre en el corazón, podemos tener un infarto de miocardio. Si esto ocurre en el cerebro, podemos tener un ictus. Todo esto, las personas amables se quitan este estrés. Entonces, ya simplemente por eso, van a vivir más. Y luego, además, las personas amables liberan una serie de sustancias que son endocannabinoides y opioides endógenos, que es un arsenal químico que cada vez se va conociendo más, que es brutal, que, entre otras muchas cosas, producen felicidad. De hecho, uno de ellos, uno de los más importantes, y muy bonito, se llama anandamida. Se llama anandamida, que en sánscrito quiere decir felicidad. ¿Una persona que sea amable puede sufrir enfermedades? Pues, desgraciadamente, sí. La amabilidad, desgraciadamente, no es un colchón que pueda amortiguar todos los golpes que te da la vida. Amortigua muchísimos, pero no todos.

11:11

Obviamente, todos estamos sujetos a una genética, estamos sujetos a los deseos del azar, y pueden pasar muchísimas cosas. Lo que es verdad es que siendo amable estás comprando menos papeletas, muchas menos papeletas, para desarrollar cualquier enfermedad. Porque pensad una cosa: y es que cuando no eres amable, e insisto en esto porque es importante, cuando no eres amable, eres agresivo, y cuando una persona es agresiva, vive bajo el estrés, y el estrés lo único que produce son problemas a nivel fisiológico y a nivel neurofisiológico. Por tanto, una persona amable no está exenta de tener problemas de salud, pero va a tener muchas menos probabilidades de desarrollarlos. Así que, respondiendo a tu pregunta, ser amable merece la pena, hoy más que nunca, y no encuentro ninguna razón para no practicar la amabilidad.

12:07
Eva. Buenas, Jonathan, un placer estar aquí. Mi pregunta es si crees que una persona que ha sido toda la vida tímida puede aprender a ser sociable.

12:16
Jonathan Benito. Traes a colación algo que preocupa a mucha gente, porque la timidez está mucho más extendida de lo que puede parecer. Y, para empezar, la timidez es, en muchas ocasiones, confundida con la antipatía. O sea, porque una persona tímida a veces es confundida con una persona antipática, antisocial. Y nada más lejos de la realidad, porque en realidad esa persona está deseando poder comunicarse abiertamente con los demás, pero por distintos motivos no puede. ¿Qué pasa? Que cuando a una persona la consideran antipática, pues va generando microentornos de hostilidad, microentornos negativos. Esas personas, normalmente, las personas tímidas, normalmente son tímidas, no siempre, pero en muchas ocasiones, porque tienen una valoración de sí mismas a veces negativa, un poco disminuida. Entonces, como van generando interacciones negativas porque las consideran antipáticas, pues es un círculo vicioso que se va incrementando. Y, de repente, cuando una de estas personas descubre cómo utilizar la prosociabilidad, o sea, por ejemplo, utilizando las fórmulas de cortesía básicas, «hola», «buenos días», «¿qué tal estáis?», «que tengas buen fin de semana», pero lo hace, sobre todo, fíjate, con el tono adecuado. Porque uno de los problemas de las personas tímidas es que a veces sí saludan, pero ven a un vecino y dicen: «Buenos días».

13:29

Y mira, si el vecino no te ha oído, es como si no hubieses dicho buenos días. Entonces, cuando aprenden a expresarlo de una forma correcta, y ya, si le pones una sonrisa, pues apaga y vámonos, van descubriendo un mundo que se abre ante ellos, es decir, poco a poco van generando interacciones positivas con los demás. Se incrementa mucho la valoración que empieza a tener la gente respecto a ellos, la gente les acepta mucho más. En definitiva, van descubriendo un mundo que no conocían, que es un círculo, en este caso, virtuoso, porque cuanto más amable eres, más valoración tienes respecto al grupo, más aceptación, y como estas personas no estaban acostumbradas a recibir este tipo de estímulos, se adhieren claramente a la práctica de la amabilidad. Así que, definitivamente, se puede. Eso sí, hay que trabajarlo, es decir, no es fácil salir de esa timidez. Y también, de vez en cuando, se encontrarán con situaciones en las que las cosas no salen como uno esperaba. Pero no pasa nada, hay que seguir intentándolo y verán, o veréis, que, a largo plazo, es siempre una estrategia ganadora y van a incrementar, además, el bienestar de toda la gente que se encuentre en su camino.

14:46
Víctor. Hola, Jonathan, me llamo Víctor. Quería preguntarte qué pasa con esas personas que están acostumbradas a tantas decepciones y dejan de intentarlo.

14:56
Jonathan Benito. Pues fíjate, Víctor, esto en neurociencia tiene un nombre, y en neuropsicología, lo llamamos «la indefensión aprendida». La indefensión aprendida es un tema que a mí, personalmente, me encanta. De hecho, es la línea estrella que tenemos en el laboratorio ahora mismo, en la que estamos investigando, y lo vais a entender con un ejemplo muy sencillo, que es muy ilustrativo. No sé si os acordáis, cuando éramos pequeños e íbamos a un circo, siempre había un elefante, y un elefante pesa más o menos 5.000 kilos, y estaba atado con una cadenita chiquitita a una pequeña estaca. Que ya siendo niños tú mirabas aquello y decías: «¿Por qué no se va? O sea, pero ¿por qué no se va?». Pues es que ¿qué pensáis, que no lo intentó? Claro que lo intentó, cuando era bebé lo intentó, una vez, 2.000 veces. Y llegó un día, un fatídico día, a lo mejor lo había intentado 5.000 veces, cuando tiró de la cadena y dijo: «No puedo con ello». Y ese día, el elefante entró en lo que se llama indefensión aprendida. Y es una pena, porque cuando le ves de mayor con 5.000 kilos y sigue atado a esa cadena, dices: «Guau». A veces ocurre que sin querer se dan la vuelta y salen corriendo y dicen: «¿Qué ha pasado?». Entonces, esto de la indefensión aprendida lo descubrió Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, con un experimento muy curioso, que hoy en día yo creo que estaría prohibido, no pasaría ningún comité de ética.

16:19

Básicamente cogía a una serie de perros y les daba electroshock. No eran peligrosos, pero sí que eran bastante molestos. Entonces, el primer grupo de perros recibían electroshock, pero si ellos con la nariz accionaban una palanca, dejaban de recibir electroshock. Pero había otro grupo de perros que recibían de forma estocástica, aleatoria, electroshock, e hiciesen lo que hiciesen, recibían electroshock. Entonces, a los otros grupos de perros les pasó un segundo experimento, que era una sala que tenía dos alturas. En la primera altura recibían electroshock, pero si saltaban a la otra, no recibían electroshock. Entonces, los perros del primer experimento, los que podían evitar con la nariz el electroshock, enseguida, en cuanto cayeron allí, buscaron posibilidades, saltaron y vieron que allí no recibían electroshock. ¿Sabéis lo que les pasaba a los perros que en el primer experimento recibían, hiciesen lo que hiciesen, electroshock? Que, según les ponían, se quedaban ahí, porque pensaban que no podían hacer nada por evitarlo. Esa es la indefensión aprendida. Entonces, a nosotros en el laboratorio nos preocupan distintos aspectos de la indefensión aprendida, aunque, bueno, no os voy a aburrir con esto. Pero, básicamente, lo que me preocupa respecto a la amabilidad, que seguro que nos ha pasado a todos, y algunos hemos caído en la indefensión aprendida y otros no, es que hemos sido amables y nos han hecho daño. ¿Os ha pasado? Y duele, duele mucho. Y vuelves a ser amable y te vuelven a hacer daño. Entonces, hay personas que entran en la indefensión aprendida, dicen: «No hay que ser amable, porque cuando eres bueno, eres tonto y te hacen daño».

17:50

Este razonamiento lo hemos tenido todos, ¿no? Entonces, esto, como decía el principito, es una locura que porque te haya pinchado una rosa, vas a odiar a todas las rosas. Entonces, es una minoría de población la que es antisocial, la que te va a hacer daño. Hablaremos ahora qué hay que hacer con esa minoría. Pero el grueso de la población se merece tu amabilidad y tú te mereces su amabilidad. Entonces, estás desperdiciando un montón de interacciones positivas con el grueso del sapiens, que es prosocial, que es amable, por culpa de unos poquitos que te hicieron daño. Entonces, con esos poquitos que te hicieron daño y que te van a seguir haciendo daño, porque, obviamente, y desgraciadamente, no con todo el mundo se puede ser amable, no con todo el mundo se puede ser prosocial, hay que tener mucha asertividad, practicar una amabilidad asertiva, es decir, saber poner tus límites, saber hacerte respetar. Y, desgraciadamente, incluso con unos poquitos individuos, lo único que puedes ser es educado, no perdáis la educación nunca, y muy firme. Pero con el resto de la población, intentad ser amables, porque os lo van a agradecer y os lo vais a agradecer vosotros mismos. Muchas gracias.

19:04
Irene. Hola, Jonathan, muchas gracias por estar acá. Mi nombre es Irene. Has mencionado alguna vez que la sonrisa es signo de inteligencia. Si pudieras explicarnos por qué y alguna anécdota sobre ello.

19:15
Jonathan Benito. Pues, Irene, muchísimas gracias por tu pregunta y muchas gracias a ti por estar aquí. Sí, fíjate, yo creo que la sonrisa… Vamos, yo creo, no, la sonrisa está demostrado que es el mayor signo de inteligencia social que hay. Tú puedes llegar a un país donde no hables ni papa del idioma, el que queráis. Este verano estuve en Corea, no hablo coreano, allí algunos no hablaban inglés. Entonces, tú arrancas con una sonrisa y la interacción cambia, absolutamente. Por muchísimos motivos, la sonrisa ejerce diversos efectos muy poderosos sobre el cerebro. Vamos a empezar a desgranarlos, pero básicamente, cuando tú sonríes, estás despertando en la persona que tienes enfrente todo el sistema de neuronas espejo. Las neuronas espejo, que no sé si sabéis lo que son, las descubrió Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma. Básicamente, este investigador… Es muy curiosa la anécdota, la voy a contar. Él estaba investigando con monos, quería estudiar, bueno, pues una región de movilidad. Él estaba estudiando, cuando un mono coge un plátano, qué regiones motoras estaban implicadas en coger ese plátano. Bueno, pues en uno de los descansos, Giacomo cogió un plátano, porque él también tenía que comer. Los experimentos a veces son muy largos, estamos en el laboratorio muchas horas, y cogió un plátano. Y la sorpresa fue que… Bueno, el mono seguía con sus electrodos. Cuando Giacomo cogió el plátano, se empezaron a encender en el mono las mismas neuronas que cuando el mono cogía el plátano. Obviamente, lo primero que pensaron es: «Algo está saliendo mal, vamos a repetirlo». Y no, no, no estaba saliendo mal.

20:43

Giacomo y su grupo estaban descubriendo algo realmente brutal, estaban descubriendo todo el sistema espejo, neuronas espejo. Es decir, cuando nosotros vemos una acción, en nosotros se encienden las mismas neuronas que si hiciésemos esa acción. Es muy fuerte. Si nosotros vemos a una persona llorar, se despierta en nosotros una tristeza brutal. Todos aquellos que tengamos empatía, obviamente, que somos la inmensa mayoría de los seres humanos, si vemos cómo están pegando a una persona, estamos sintiendo parte de ese dolor. Y, al contrario, la buena noticia es que cuando nos sonríen, se despierta en nosotros todo un sistema brutal que tiene que ver con la alegría, con el bienestar. Entonces, cuando estamos regalando una sonrisa a una persona, lo que le estamos es dando un pequeño chute de bienestar emocional. Quiera él o no quiera, eso es increíble. Luego, además, nosotros nos vamos a sentir mucho mejor cuando sonreímos. Y esto se debe a lo que se llama la retroalimentación facial. Este es un experimento muy curioso en el que cogieron a una serie de individuos. Entonces, les decían que teníamos… Obviamente, a ellos no les decían que estaban estudiando el poder de la sonrisa, les decían que estaban estudiando habilidades motoras, para no condicionarles, y les pusieron un bolígrafo en la boca de esta manera, de tal manera que les obligaban a sonreír. Y a otros les pusieron un bolígrafo de esta manera, de tal modo que les obligaban a no poder sonreír.

22:03

Les pusieron una película y tenían que decir cuánto habían disfrutado de esa película con una serie de escalas. Y el grupo que había tenido el lápiz así había experimentado muchas más sensaciones de felicidad que el otro grupo. Luego se ha visto en repetidas ocasiones con resonancia magnética funcional, etc. Cuando sonreímos, el cerebro, que está monitorizando constantemente todos nuestros gestos y microgestos faciales, dice: «Anda, si este está feliz, y yo no lo sabía. Pues si está sonriendo, estoy feliz». Entonces, no es que te saque de un estado. Si estás llorando como una magdalena, de repente no vas a ser la persona más feliz del mundo, pero ayuda mucho. Es la retroalimentación facial. Y luego, lo más importante, o sea, el efecto más importante que tiene la sonrisa es el siguiente, y es que nuestro cerebro se generó en el seno de un grupo, se creó en el seno de un grupo hace muchos millones de años, incluso antes que los primates, mucho antes. Entonces, en los grupos, que tienen muchas ventajas por cuestiones evolutivas, porque se pueden detectar mejor los peligros… O sea, nosotros ahora somos muchos ojos viendo el entorno. Si hubiese un depredador, a mí me pasa desapercibido, a lo mejor, porque yo estoy atento a otras cosas, pero alguno de vosotros lo vería. Facilita mucho la crianza de las crías. Se encuentra mejor pareja en los animales, de reproducción sexual, en un grupo que si cada uno está por su cuenta. Es decir, tiene muchas ventajas, pero en un grupo, como bien sabéis, también hay inconvenientes.

23:25

Porque los grupos nunca son homogéneos, o sea, no somos clones unos de otros. Todos los que estamos aquí somos diferentes. Ahora vamos a un grupo de chimpancés, vamos a abstraernos a un grupo de chimpancés, que es más fácil. No son iguales, los hay más fuertes, los hay menos fuertes, los hay más agresivos, los hay más tímidos… Entonces, siempre hay desigualdades y siempre, de forma inherente al grupo, hay jerarquías. Ocurre hasta en gallinas. Queramos o no, siempre hay jerarquías. Entonces, hay individuos que dominan e individuos que son dominados. Entonces, cuando tú eres un individuo que está en la periferia del grupo, pues lo vas a pasar mal. Un chimpancé que esté en la periferia del grupo lo va a pasar mal, si habéis visto algún documental, porque tienen peor acceso a los recursos, tanto a los alimenticios como a los reproductivos. Y en un momento determinado, al grupo se le pueden cruzar los cables y te puede expulsar. ¿Qué le pasa a un chimpancé que le expulsan del grupo? Se muere, es la muerte. ¿Puede cazar un chimpancé solo? Difícilmente. ¿Se puede reproducir? No se puede reproducir. No puede monopolizar recursos alimenticios, con lo cual, lo tiene francamente mal para sobrevivir. Pero, además, mucho peor, y es que va a ocurrir algo. ¿Qué le pasa a un chimpancé adulto que le encuentre otro grupo de chimpancés? ¿Habéis visto algún documental de este tipo? Lo va a matar sin piedad alguna, y el chimpancé lo sabe. Entonces, nuestro cerebro tiene un miedo atávico a ser expulsado del grupo. Tiene un miedo terrible a estar en la periferia social, en la periferia del grupo. Y nosotros, fijaos una cosa, que somos herederos de los cerebros que han hecho bien su trabajo, porque los que fueron expulsados del grupo no dejaron supervivientes, no dejaron descendencia, no están aquí entre nosotros. Nosotros somos herederos de esos cerebros que desarrollaron mecanismos para que fuésemos valorados, aceptados, para intentar escalar jerárquicamente en el grupo.

25:06

Entonces, una sonrisa es brutal en este contexto, porque cuando alguien te está sonriendo, lo que te está diciendo es: «No te preocupes, eres bienvenido en mi grupo, yo te acepto, no vas a morir». Y no hay nada que tranquilice más a un cerebro. Seguramente alguna vez hayáis estado hablando con una persona muy seria, que incluso notáis cierto tono de amenaza, y estáis ahí… Y, de repente, esa persona sonríe y es como… Te relajas. Ese es el poder de la sonrisa.

25:45
Irene. Jonathan, te quería volver a preguntar qué consejo le podrías dar a una persona que, por lo general, le gusta sonreír, que suele ser amable, y, aun así, en ocasiones, se siente solitaria, que tiene pocos amigos, que siente que a veces no encaja en ciertos grupos… ¿Qué consejo se le podría dar a una persona que intenta dar lo mejor de sí y, así y todo, no logra encajar?

26:13
Jonathan Benito. Bueno, es una cuestión muy profunda. Habría que analizar, efectivamente, cada caso, porque a veces la casuística es muy grande. Hay personas que se creen que saben interrelacionarse bien con los demás y, luego, al final, no lo hacen tan bien por distintos motivos. Pero, en general, lo primero que le diría es que no caiga en la indefensión aprendida, el decir «yo no encajo en ningún grupo», porque todos encajamos en algún grupo. Es que, a lo mejor, esos grupos donde está intentando esa persona ser aceptada y ser valorada no son sus grupos, por el motivo que sea. Y es que una cosa importante es que nosotros tenemos un sesgo cognitivo, espero no desviarme demasiado de la pregunta, que se llama el efecto manada. A mí me gusta llamarle efecto rebaño porque manada hoy en día tiene connotaciones tristemente peyorativas. El efecto rebaño. Esto lo que quiere decir es que nosotros pensamos que el grupo como grupo sabe algo que nosotros no sabemos. Por ejemplo, imaginaos que estáis en verano, tenéis una sed terrible y hay dos fuentes. Una fuente tiene una cola enorme y en la otra no hay nadie. ¿Beberíais de la que no hay nadie? Diríais… El grupo como grupo sabe algo que tú no sabes. Es decir, nosotros siempre pensamos que el grupo tiene razón y nosotros no la tenemos. Es un sesgo cognitivo que nos cuesta mucho trabajo apartar. Entonces, en este sentido, nosotros podemos pensar que esos grupos en los que intentamos establecer una relación sí que son grupos donde tenemos cabida, y a lo mejor son grupos que no tienen nada que ver con nosotros y son ellos los que no tienen razón respecto a la forma de ver la vida, etc.

27:43

Entonces, lo primero que le diría a esa persona es que lo intente con grupos que sean lo más afines posible a ella. Que intente ser ella misma, o sea, que esa persona intente no cambiar, porque uno de los errores que cometemos muchísimas veces, y sobre todo cuando somos jovencillos, es que si somos un triángulo, queremos intentar ser un círculo o un cuadrado para poder encajar en el hueco del grupo. Y no, es que si tú eres un triángulo, tienes que ser un triángulo, y ya está, y no pasa absolutamente nada. Y si no te aceptan en un grupo, hoy en día no es como en un grupo de chimpancés, que si no te aceptan en el grupo, estás fastidiado. Pues a otro grupo, y a otro grupo, y a otro grupo. Es que hoy en día el grupo es toda la humanidad, estamos todos interconectados. Entonces, hoy en día es imposible que una persona no encaje con alguien. Entonces, básicamente, es afinar un poco esa búsqueda, no desistir, nunca dejar de sonreír. O sea, esa persona, que, por lo que me dices, puede ser prosocial, puede ser amable, que nunca deje de ser prosocial o amable, sobre todo si le sale del corazón, si le sale de forma genuina. Porque si nos alejamos, al final, de esa actitud ante la vida, ahí sí que vamos a tener problemas para encontrar aceptación y valoración en el grupo que realmente nos corresponda. Así que le diría que no desista, sobre todo que no desista, y que tenga el convencimiento en ella para buscar al grupo que realmente le convenga.

29:11
Arba. Hola, Jonathan, encantada, soy Arba. Me gustaría saber por qué nos incomoda tanto el silencio en un ascensor, por ejemplo, o en una sala llena de desconocidos.

29:21
Jonathan Benito. Fíjate que planteas dos cuestiones universales que nos pasan a todos. La causa es diferente, vamos a ir desgranándola. Primero vamos a empezar con… Vamos a empezar con el ascensor, si quieres, que es lo primero que has preguntado. Vamos a ver, nosotros tenemos una distancia interpersonal en la cual nos sentimos cómodos. ¿Os ha pasado alguna vez que estéis hablando con una persona, se acerca, tú retrocedes, se acerca, retrocedes y ya llegas a la pared y te sientes incómodo? Bueno, está directamente agrediendo tu distancia interpersonal. Esta distancia interpersonal la regula una estructura que se llama el complejo amigdalino, la amígdala, que alguna vez habréis oído hablar de ella. No las amígdalas palatinas, sino las amígdalas cerebrales. Concretamente la distancia la regula lo que es el núcleo medial. ¿Qué pasa? Que la amígdala va constantemente leyendo el contexto y entonces va regulando esa distancia. Por ejemplo, si estamos en el metro de Tokio, y el metro de Tokio está reventado de gente y alguien te está rozando, pues la amígdala interpreta que es normal, porque es que el contexto es de una densidad muy grande y no pasa nada. Ahora, si estás en una playa desierta, desierta, y llega una persona y pone a un metro de ti una toalla, la amígdala dice: «What? ¿Qué está pasando?». No le gusta absolutamente nada. Entonces, hay un punto donde siempre, siempre, siempre, se rompe esa distancia interpersonal, y es en los ascensores. A la amígdala no le salen las cuentas, está superincómoda cuando no tienes confianza con la persona, y entonces empiezas a hacer el idiota, básicamente. Empiezas a jugar con las llaves, empiezas a hablar del tiempo, empiezas a ver el móvil.

30:50

Yo he estado leyendo el móvil sin gafas, que no veo sin gafas, no veo absolutamente nada. Pero es como que dices… Entonces esa es la amígdala en estado puro, en desasosiego. Y lo otro que decías, de una sala llena de desconocidos, eso tiene mucho que ver con este miedo atávico que tiene el cerebro a sentirse poco valorado o no aceptado dentro del grupo. Eso, de verdad, grabáoslo a fuego, porque todo el despliegue de comportamiento que tiene un ser humano obedece a eso, fundamentalmente. O sea, nuestro cerebro no se puede permitir el lujo de que no le acepten en un grupo o que socialmente le vayan desplazando, y mucho menos que le expulsen. Eso es el miedo que tiene. Obviamente, hoy en día, hay que tener mucho cuidado con esto. Hoy no existe el grupo como tal, hoy todo está interconectado. Aunque quieras, yo creo que hoy en día es imposible estar solo, pero, aun así, tenemos esa reminiscencia, ese desfase evolutivo, y el cerebro tiene mucho miedo a la expulsión. Entonces, imagínate que llegas a una fiesta, esto seguro que nos ha pasado a todos. Te invita un amigo a una fiesta, es la fiesta de su 40 cumpleaños, y vienen amigos suyos de todo tipo. Y tus amigos, concretamente, todavía no han llegado, han llegado otro grupo de amigos suyos y tú estás en esa fiesta y no conoces a nadie. La gente está hablando entre ella y te sientes incómodo. Tu amigo no está en ese momento y dices: «Madre mía».

32:07

Vas a por una bebida para tener algo en la mano y empiezas a tontear otra vez con el móvil, con gafas o sin gafas, y ese es el cerebro en plena acción, diciendo: «Cuidado, que lo mismo no te aceptan aquí, que lo mismo no eres valorado. A ver si no vas a ser suficientemente bueno». Es que esa pregunta que nos hace el cerebro es muy dura. Hasta que llega un amigo tuyo, que ahí ya es como… Ya dices: «Vale, ya me aceptan, ya formo parte del grupo». Así que, al final, es la explicación a estas dos situaciones. Es algo completamente universal, nos pasa absolutamente a todos, y esa es la explicación científica. Gracias.

32:50
Izan. Hola, Jonathan. Encantado, soy Izan, y me gustaría hacerte una pregunta, y es que, tal y como está el mundo ahora, ¿aún crees que tiene sentido ser sociable o es mejor ir a lo tuyo? ¿Y crees que ahora el mundo es más egoísta?

33:03
Jonathan Benito. Yo creo que no es que todavía podamos ser amables o tenga sentido ser amables, incluso hoy en día, es que creo que, más que nunca, necesitamos ser amables. Fijaos en una cosa. Vivimos en un mundo superinterconectado y, en algún momento, no sé si os ha pasado, a veces parece que no necesitamos a lo demás, que ya somos autosuficientes, y no es cierto. Esto pasa factura. Ser amable, como he dicho anteriormente, te alarga la vida, te reduce mucho las enfermedades, vas a ser más feliz, y, luego, sobre todo, porque el problema atávico del cerebro, que quiere posicionarse en el grupo. Entonces, a ninguno de nosotros nos gusta ser la persona menos importante de un grupo. Ni a ti ni a mí nos gusta ser la persona menos valorada de nuestro grupo de amigos. Es así, lo queramos o no reconocer. A lo mejor no queremos ser el más importante, ahí ya cada uno, pero el menos importante, tampoco. Entonces, la prosociabilidad, la amabilidad, es el camino más corto para, por un lado, recoger la aceptación del grupo e incrementar la valoración. Lo que pasa es que hoy en día, claro, como siempre, el problema es multifactorial, o sea, no se puede ser reduccionista, pero yo creo que vivimos bajo un marco empresarial de una productividad individual que nos está haciendo mucho daño, porque se valora muchísimo la productividad individual de cada uno, y creo que es un error. Es verdad que es lo más fácil de medir, yo eso lo entiendo. Pero hay individuos que a lo mejor tienen una producción individual muy baja, pero tienen un impacto sobre el grupo tan brutal, tan positivo, que eso no se recoge, y creo que es un error. Yo sé que mucha gente dice: «Bueno, es que hoy en día vivimos en un mundo con una competencia feroz». Bueno, vamos a un sector de una competencia feroz.

34:41

¿Os parece que Microsoft está en un sector de una competencia feroz? Yo creo que sí, ¿no? ¿Os parece una compañía grande que tiene que dar cuentas en bolsa? Sí, la empresa Microsoft estaba al borde de la extinción, era un gigante que estaba a punto de irse al garete. ¿Por qué? Porque básicamente era una empresa que estaba rehenada por la hipercompetitividad, por la agresividad, por el miedo al error, al fracaso… Y llegó una persona, una persona, Satya Nadella, una persona prosocial por naturaleza, que cambió el enfoque y apostó por una política de humildad intelectual, de aprendizaje colaborativo, de cooperación… O sea, justamente todo lo contrario. ¿Qué ocurrió con Microsoft en bolsa? Que en menos de siete años multiplicó por siete su valor en bolsa. Incluso en un ambiente de una competitividad feroz, ser prosocial es una ventaja, es una ventaja sostenible. Porque, además, pensad una cosa, que cuando se lidera de forma prosocial, consigues tener trabajadores mucho más motivados de verdad, implicados. Hay mucha menos rotación laboral, que esto a las empresas les cuesta mucho dinero, retención de talento, porque las empresas tienen muchísimos problemas para retener el talento. Es decir, se incrementa la productividad, se incrementa el bienestar de cada uno, todo el mundo sale ganando de nuevo, así que, ¿por qué no ponerlo en marcha?

36:10
Javier. Hola, Jonathan, soy Javier. Nada, quería preguntarte sobre que hay muchas personas que tienen una mentalidad de tiburón a la hora de pensar. ¿Crees que con esta manera de pensar se puede lograr éxito?

36:22
Jonathan Benito. Pues fíjate, Javier, yo sé que, desgraciadamente, hay gente que piensa que sí. De hecho, incluso hasta en la selección de personal, hasta hace muy poco, todavía se estaban seleccionando perfiles que rozaban la psicopatía, pero, en realidad, estoy totalmente en desacuerdo con ella. Vamos a ver, vamos por partes. O sea, una persona agresiva. ¿Por qué una persona opta por la agresividad? Normalmente, la elección de agresividad es una elección que no es consciente. O sea, normalmente, una persona que opta por la agresividad son personas que tienen una percepción de sí mismas escasa, es decir, una valoración dentro del grupo reducida o, dicho de otra manera, una autoestima que no es muy sana. Entonces, ven amenazas por todos los sitios. Entonces, si tú ves amenazas por todos los sitios, intentas protegerte de alguna manera, y ellos se protegen con agresividad. Precisamente la gente más agresiva es la gente que más necesita ayuda, es una paradoja muy curiosa. Y, bueno, ya sabemos que cuando estás bajo la estrategia de la agresividad, estás sometido a gran estrés, estás sometido al cortisol, al fibrinógeno… En fin, a efectos muy deletéreos. ¿Se puede tener éxito con la agresividad? Pues de una forma reducida, parcial y, desde luego, no sostenible. Porque fijaos en una cosa: si alguien se intenta imponer por la dominancia, que esto ocurre en primates, intenta ocurrir en primates y, por supuesto, en el sapiens, el sapiens, como grupo, difícilmente acepta la imposición jerárquica por dominancia.

37:49

Es decir, si ahora mismo todos los que estamos aquí, de repente estamos aquí y viene una persona de fuera y se nos quiere imponer y dice «hoy vais a comer cuando yo diga, vais a dormir cuando yo diga», ¿qué pasaría? Que nosotros diríamos: «Sí, claro». Empezaríamos entre nosotros a pensar: «Oye, ¿y si le echas unas gotitas en el tal? Oye, ¿y si cuando se dé la vuelta le das una patada y yo le…?». En fin, no hay nada más poderoso para un sapiens, para un grupo de sapiens, que tener un objetivo común. Entonces, cuando alguien se intenta imponer por dominancia, siempre, siempre, surgen coaliciones en contra suya. Lo hemos visto en la historia, lo vemos en los animales. O sea, cuando un macho chimpancé intenta imponerse solo por pura dominancia, se hace la coalición entre dos o tres chimpancés para intentar derrocarle. Con lo cual, no es una estrategia que sea sostenible y no es una estrategia, desde luego, inteligente bajo ningún punto de vista. Así que yo estoy completamente de desacuerdo con ella.

38:49
Luis. Hola, Jonathan, soy Luis. Hay un dicho que refleja un poco lo que se vive en este mundo: que cuando hay crisis, unos lloran y otros venden pañuelos. ¿Qué crees tú que es lo mejor, lo más efectivo, para poder sobrevivir?

39:16
Jonathan Benito. Qué bueno, Luis. Pues sí, efectivamente. Pues mira, en términos evolutivos, lo tenéis claro todos y lo vamos a ir desgranando. O sea, todas las especies de animales, plantas, bacterias… Todas las especies que están en la faz de la Tierra, lo que quieren es reproducirse y sobrevivir lo suficiente para reproducirse. Porque es que no hay otra. Porque si no se reproducen, se extinguen. Es que la dicotomía… El camino es muy claro. Entonces, en este camino de reproducirse y sobrevivir, pues, obviamente, cada uno ha desarrollado las estrategias que Dios le ha dado a entender, muy diversas y algunas muy bonitas. Y, básicamente, la evolución lo que nos ha enseñado es que todo cambia. O sea, si hay algo constante, es el cambio. Siempre cambia el escenario ambiental, de recursos… Absolutamente todo. Entonces, la evolución, la biología, lo que nos enseña es que sobreviven los que se adaptan mejor a estos cambios. De hecho, una máxima que tenemos en biología, que es como una de las frases tótem que tenemos los biólogos, es que ni los más fuertes ni los más inteligentes, sobreviven los que mejor se adaptan a los cambios. Y fíjate, os lo voy a contar con un ejemplo que nos gusta mucho a nosotros, que es el de la mariposa de los abedules, la mal llamada mariposa, porque, en realidad, es una polilla que se llama la Biston betularia, una polilla muy bonita, por cierto, que es blanca, y es la mariposa de los abedules porque descansa sobre el tronco de los abedules. Entonces, la polilla es blanca, el tronco del abedul es blanco, con lo cual pasa muy desapercibida.

40:46

Practica lo que se llama un mimetismo críptico, es decir, un camuflaje, con lo cual sus depredadores, que suelen ser aves insectívoras, no la ven, y como no la ven, no se la comen, y como no se la comen, pues puede seguir con su vida: se reproduce, vive, sobrevive, etc. Pero fijaos que entre estas mariposas, de vez en cuando surge algún mutante, muy sencillito, un cambio de codón, un cambio de nucleótidos, que simplemente hace que esos individuos sean melánicos, que sean oscuros. En lugar de ser blancas, son gris oscuro. Pobrecitas, claro, imagínate una mariposa sobre el tronco blanco, gris oscura, las aves insectívoras, clac. Con lo cual estas no sobreviven, no se reproducen. En caso de que sobrevivan y se reproduzcan, a su descendencia se la comen… Un desastre. Pero, y aquí viene el pero, en un momento determinado, en el siglo XVIII, llega la Revolución Industrial y los bosques londinenses se empiezan a llenar de hollín y empiezan a teñirse los abedules de oscuro, de un gris oscuro, y las mariposas blancas dan el cante y se las comen. Y de vez en cuando surgen las melánicas, las oscuras, y pasan totalmente desapercibidas. ¿Qué pasa? Que las melánicas, las oscuras, desplazaron completamente a las blancas. Es un ejemplo muy bonito que tenemos en biología de adaptación evolutiva. Y luego hay un ejemplo mucho más sofisticado que ese, que es precisamente con el que arrancábamos: la prosociabilidad, la amabilidad, cómo el sapiens nos hizo llegar aquí. Y es un ejemplo también muy bonito y con el que tenemos que aprender mucho de adaptación evolutiva. Muchas gracias.

42:29
María. Hola, Jonathan, soy María. Mi pregunta es la siguiente. ¿Por qué cuando estamos enfadados, y encima tenemos hambre, se nos puede pasar por la cabeza de todo y lo decimos, o sea, sin control? Sabes lo que te quiero decir, ¿no? ¿Tú crees que hay alguna explicación científica y crees que podemos hacer algo para evitarlo?

42:53
Jonathan Benito. Es que es una combinación muy mala. Estar enfadado y tener hambre es una combinación explosiva. Sí, son dos cosas distintas. Voy a ver si os lo sé transmitir correctamente. Bueno, en primer lugar, nosotros tenemos un filtro, que es la corteza prefrontal, un filtro… Tú puedes estar hablando con una persona y pensar que es idiota, pero no se lo dices. Dices: «No». Tienes un filtro que te dice: «No, Jonathan, no se lo digas». Pero ¿qué ocurre cuando te enfadas mucho? Que ese filtro lo podemos perder. Se puede desactivar parcial o totalmente, por lo que se llama el secuestro amigdalino. La amígdala, una vez más, las amígdalas, porque tenemos una en cada hemisferio, toman el control en el enfado, desactivan parcialmente la corteza prefrontal y se pierde el filtro, con lo cual es muchísimo más fácil que aquello que no hubieses dicho en una situación normal, en un enfado, lo digas. Ante esto, tenemos varias opciones. Es decir, en primer lugar, cuando uno está enfadado, cuando uno está realmente enfadado, se utiliza lo que se llama la técnica del café caliente emocional. Si ahora mismo llegase un café hirviendo, ¿os lo beberíais? No, ¿no? Casi todos… Algunos sí, ¿no? Es más, si no me llega hirviendo, me enfado. No, pero normalmente lo vais a dejar enfriar, porque si no, os vais a quemar. Pues, precisamente, cuando tengáis un contexto emocional muy fuerte, os aconsejamos que lo dejéis enfriar, si tenéis la opción. Por ejemplo, llega un mail al que contestaríais absolutamente de todo. El secuestro amigdalino… Pues intentad que pase un día. ¿Os ha pasado alguna vez que después de dormir, al día siguiente, os levantáis y decís: «Pues si no era para tanto, ¿no? Cómo me puse ayer…»?

44:29

Pues si tenéis la opción… Si no tenéis esa opción, si os podéis ir de ahí, es mucho mejor. Irse ya sé que no es algo muy elegante, pero es mucho menos elegante soltar todo lo que te viene en mente. Y si no podéis hacer ninguna de las dos cosas, ni el café caliente emocional ni el irte, podéis utilizar una técnica que se llama el etiquetado emocional. Eso es decirse a uno mismo: «Estoy muy enfadado». Cuando tú te dices a ti mismo «estoy muy enfadado» y tomas consciencia de ello, se activa más la corteza prefrontal, de tal manera que tienes por lo menos un poquito más de filtro y pueden pasar cosas menos desagradables. Eso respecto al enfado. Respecto al hambre, o sea, si ya juntamos lo uno con lo otro, tela. ¿Qué pasa con el hambre? Pues lo que pasa con el hambre es que el cerebro es una máquina estupendísima, pero requiere mucha energía para lo que es el cuerpo, mucha energía. Yo siempre les digo a mis estudiantes que, como mínimo, cada vez que te comes una pizza, mínimo un cuarto, y probablemente más, vaya para el cerebro. Directamente, ¿no? Entonces, ¿qué pasa? Que la corteza prefrontal especialmente gasta mucha energía. O sea, ese filtro gasta mucha energía. Si tenemos poca energía disponible, poca glucosa, se empieza a activar menos, le cuesta más trabajo activarse, con lo cual es mucho más fácil que no tengamos filtro y que empiecen a escaparse cosas que no nos gustaría decir y de las cuales luego, casi siempre, nos vamos a arrepentir. Y en este caso, es muy fácil el consejo. Si ya sospechas que puedes llegar a vivir una situación en la cual puede haber un enfrentamiento, intenta no ir con las reservas justas. Yo siempre digo, por ejemplo, en las reuniones, que si va a ser una reunión complicada, intenta llevar algo de comida para que sea… Y luego hay otro nivel.

46:10

El otro nivel es el chocolate. El chocolate puro. El chocolate es un elemento… A mí no me gusta decirlo, pero lo voy a decir, un neuroalimento, que no me gusta decir, porque ahora a todo le ponemos neuro, ¿no? Y nos da un poco de rabia a los que nos dedicamos de verdad a la neuro. Pero es un neuroalimento en toda regla. Tiene triptófano. El triptófano es necesario para sintetizar serotonina. Todos habéis oído hablar de la serotonina. Si no tenemos suficiente triptófano, no podemos sintetizar suficiente serotonina. Tiene anandamida. La anandamida es una de estas sustancias que hablábamos antes, un opioide endógeno que nos produce felicidad. Bueno, y una serie de factores que no os voy a aburrir. Básicamente, el chocolate puro, cuanto más puro, mejor. En una reunión, lo sacáis como: «Oye, mira, me han traído un chocolate de no sé dónde». Aunque sea de cualquier sitio, aunque sea que lo hayas comprado en el supermercado. Y baja muchísimo el tono emocional. Yo he de reconocer que lo utilicé en una revisión de exámenes. Tuve una generación de unos estudiantes que eran magníficos, pero eran supercompetitivos y muy beligerantes. En la primera revisión me dieron guerra y en la segunda, les dije: «Vais a aprender neurociencia práctica». Y les saqué el chocolate y nos lo pasamos genial en la revisión. También ellos… Claro, yo también comí chocolate, salieron también ellos ganando, pero funciona muy bien. Así que, bueno, espero haberte respondido a las preguntas. Muchas gracias.

47:36
Víctor. Hola, Jonathan, soy Víctor, y quería saber si hay algún truco o hábito que nos pueda ayudar más a tener más autocontrol en situaciones difíciles.

47:48
Jonathan Benito. Pues, Víctor, sí, sí, sí. Mira, una de las cosas buenas del autocontrol es que se puede entrenar. De hecho, hace poco estaba hablando yo con un estudiante mío al que le tengo especial cariño, y este chico tiene TDAH y tiene problemas de autocontrol, porque es muy impulsivo. Normalmente, este tipo de afecciones de impulsividad suelen ser afecciones de la corteza prefrontal o de los ganglios basales, y entonces, tiene problemas para el filtro. Y me decía con orgullo, y con un orgullo merecido, que con los años y con la práctica había conseguido controlarse muchísimo. Y es que, precisamente, el autocontrol se puede entrenar. Es como ejercitar un músculo. Entonces, tú, a base de entrenamiento, lo puedes desarrollar. Pero, obviamente, os aseguro que si tú y yo vamos a un gimnasio el primer día, nadie va a un gimnasio el primer día y querría tener la fuerza que tiene una persona que lleva 10 años entrenando. Pues con el autocontrol pasa igual, de la noche a la mañana no puedes tener el control que puede tener un monje budista. Entonces, tienes que ponerte pequeños retos. ¿En qué consisten estos pequeños retos? Pues lo primero con lo que se puede jugar es con la imaginación. Imaginaos un escenario, el que sea, que os saque de quicio. Por ejemplo, ¿con el coche? ¿A alguien alguna vez, con el coche, le ha salido un animal que no se esperaba? Por eso es curioso. En el coche ocurre una circunstancia en neuro muy curiosa, que es de territorialidad, que ahora no voy a hablar de ella, pero ahí, básicamente, sale el animal puro y su territorio, etc.

49:18

Entonces, por ejemplo, imaginemos una situación que nos saca de quicio con el coche. La imaginamos, la peor que sea, ¿vale? Entonces, imaginamos cómo nosotros, en lugar de responder engorilados, lo que vamos a hacer es, simplemente, por ejemplo, hacer una negación con la cabeza, en plan… O sea, es una disconformidad, mostramos nuestra disconformidad, es una pequeña válvula de escape, pero no hacemos una escalada de violencia. Bueno, pues ahora eso lo llevamos a la práctica. Poco a poco, el primer día, cuando vayamos… hacemos la negación con la cabeza. Y poco a poco lo vamos naturalizando. Y funciona, funciona estupendamente bien. Y luego, lo que os diría en este sentido, es: busca todas las situaciones en tu vida en las que pierdes el control y ensáyalo mentalmente y haz este tipo de ejercicios. Así que sí, Víctor, sí se puede conseguir.

50:13
Juan Carlos. Hola, Jonathan, me llamo Juan Carlos. Quería preguntarte si tú piensas que los problemas de sueño o el insomnio pueden afectar a nuestras emociones y cómo se las transmitimos a los demás.

50:24
Jonathan Benito. Pues sí, Juan Carlos, el sueño es crítico. O sea, no voy a descubriros la pólvora ahora diciendo que hay que dormir. En neurociencia, para nosotros, el sueño ocupa un papel central por muchísimas cosas. Bueno, básicamente, están confiados en el sueño procesos fisiológicos críticos. Cuando no dormimos, desde luego que nos metemos en muchos problemas fisiológicos, incluso de demencias, porque por la noche se produce un limpiado de los vasos linfáticos y glinfáticos, etc. Pero respecto a la cuestión de la amabilidad y la inteligencia social, el grupo de Matthew Walter, Matthew Walker es un investigador de neurociencia, de sueño, de la Universidad de Berkeley, descubrió una cosa muy curiosa, y es que nosotros tenemos una red de cognición social. O sea, dentro de nuestro cerebro hay una serie de estructuras interconectadas que son la base de nuestra inteligencia social. Lo que descubrió Matthew Walker es que cuando dormimos menos, y dormir menos, fijaos, es quitarle una hora al sueño, es decir, que te pones a tontear con tu serie favorita un poquito, te vas a la cama una hora más tarde, y al día siguiente, lo que se ve es que se activa menos esa red de cognición social. Es decir, leemos peor las emociones de los demás, ya no somos tan empáticos en ese sentido, somos seres más irascibles, seguro que lo habéis sentido alguna vez, saltamos a la mínima de cambio, y una cosa muy curiosa que descubrió es que somos menos propensos a colaborar.

51:50

Es más, gente que se había comprometido el día anterior a colaborar, por ejemplo, en una mudanza con un familiar, etc., después de dormir mal, habían puesto excusas peregrinas para no ir a colaborar, una cosa sorprendente. Entonces, dormir es crítico, tenéis que dormir. ¿Cuánto tenéis que dormir? Bueno, pues yo me imagino que tenéis todos en la cabeza, más o menos, esa fórmula mágica de las ocho horas. No voy a preguntar quién duerme ocho horas, porque ya estáis con la cabeza… Pero mirad, hay un truco. En uno de mis libros describo un truco para saber cuántas horas necesitáis dormir, y es que cogéis unas vacaciones. Espero que podáis concatenar un par de semanas de vacaciones. La primera semana no la computéis, porque normalmente la primera semana lo que hace el cuerpo es dormir todo lo que no ha dormido durante el año y lo compensa. Pero la segunda semana, sin despertador, observad cuántas horas dormís, y esa es vuestra verdad de sueño. Si son 10, pues son 10. Si son seis, son seis. Eso es lo que tenéis que dormir, y todo lo que sea quitar esas horas de sueño, os estaréis haciendo un flaco favor. Pero, claro, yo sé que ciencia ficción, con las vidas que llevamos, etc., pues a veces dormir 10 horas, si hubiese que dormir 10 horas. Intentad aproximaros a ocho. Y… ¿Queréis que os dé un truco para dormiros en dos minutos?

53:08
Público. Sí.

53:09
Jonathan Benito. Pues es un truco… Tiene letra pequeña, ¿vale? La letra pequeña del contrato es que tenéis que entrenar durante seis, siete semanas. La buena noticia es que en el 96 % de los casos funciona, y funciona muy bien. Entonces, bueno, esto lo desarrolló un equipo de neurocientíficos… Bueno, un equipo realmente multidisciplinar, donde había psicólogos, neurocientíficos, nutricionistas estadounidenses, porque en este caso, en la Primera Guerra Mundial, se dieron cuenta de que aquellos pilotos que dormían mal tenían muchos más accidentes y tenían muchas más probabilidades de que fuesen derribados. Y dijeron: «Esto no nos vuelve a pasar». Entonces, encargaron a ese grupo multidisciplinar a ver si podían desarrollar alguna técnica para dormirse, ellos no dijeron en dos minutos, sino lo más rápido posible. Pensad una cosa: es que esta gente tenía que dormirse en una silla, probablemente, escuchando bombardeos alrededor, sabiendo que se tenían que jugar la vida en cualquier momento, habiendo visto cosas realmente duras. O sea, que el desafío que tenían los neurocientíficos era enorme. Pero enseguida se dieron cuenta de dos cosas, y es que hay dos elementos que son incompatibles con el sueño. El primero es el movimiento. Es muy difícil dormirse cuando estás en movimiento. Yo, hace 20 kilos y veintitantos años era ciclista, llegué hasta sub-23, y me quedé dormido en una bicicleta. Pero es inusual, o sea, eso es inusual, con lo cual el movimiento es un gran enemigo del sueño. Y me decís: «Oye, que yo por la noche no me dedico a moverme». Bueno, tenéis microgestos. Es decir, si no estamos lo suficientemente relajados, el cerebro interpreta que hay micromovimientos que pueden ser incompatibles con el sueño.

54:47

Entonces, la primera parte de este proceso consiste en relajarnos del todo. Ellos proponían que empezásemos por la cabeza, por el músculo frontal, los músculos que están alrededor de los ojos, la lengua, el cuello, hasta los pies. Esto más o menos nos puede llevar un minuto. Ya os digo que hay gente que se queda dormida ya simplemente en este proceso. Y luego, la segunda cosa que es incompatible con el sueño son los pensamientos. Aquí os tengo que decir varias cosas, vamos a hacer un inciso, pero yo creo que es importante, porque creo que esto os va a ahorrar mucho sufrimiento. Por la noche, se sabe, o sea, esto se sabe, y esto interiorizadlo, se activa la amígdala. La amígdala, cuando se activa, magnifica todo y lo magnifica a mal. Seguro que os ha pasado que por la noche, de repente, entra un pensamiento en el bucle, ahí, en la centrifugadora, y es como: «Dios… No… Tal». Bueno, pues, haced una cosa, hablad al cerebro en segunda persona. Es: «Oye, déjame en paz, ya lo sé. Ya sé que ahora te parece todo terrible, pero ya sé que mañana no te va a parecer, así que déjame tranquilo, ¿vale?». Eso por un lado. Entonces, como el segundo elemento que es incompatible con dormirse es pensar, lo que desarrollaron este grupo de científicos era métodos para no pensar. Uno de ellos es imaginarte que estás en un lago calmado, en una canoa, mirando al cielo, y que te vas meciendo, te vas meciendo, y como ya estás relajado, pensad una cosa, que venimos de un estado de relajación muy grande, estamos a punto de quedarnos dormidos, pues ahí ya te puedes quedar dormido.

56:17

Otra opción es meditar, una meditación pura y dura. Y otra opción que a mí me pareció superantiintuitiva, de hecho, cuando la oí, de verdad que dije «pero ¿de verdad?», y sin embargo, es la que uso, es la que mejor me funciona, es decirte a ti mismo «no pensar, no pensar, no pensar». Porque cuando vas diciéndote «no pensar, no pensar, no pensar», no se mete ningún pensamiento en el bucle y llega un momento en que te quedas dormido, y funciona muy bien. Hay que practicarlo seis o siete semanas, pero funciona francamente bien. Así que espero que podáis dormir como angelitos. Muchas gracias.

56:58
Luis. Hola, Jonathan. Excelente tu conferencia, tu charla, pero quiero que profundices un poquito en lo que es el sueño. He trabajado en varios países y he visto que la gente no duerme. Eso lo puedo ver ahora en Madrid. Tú te subes al metro y la gente está durmiendo, porque no ha dormido en su casa. Están en un trabajo y se están durmiendo. Entonces, ¿tú no crees que esto ha creado una crisis para la amabilidad en el mundo? O sea, ¿qué problemas ha traído el hecho de que no podamos dormir bien?

57:38
Jonathan Benito. Fíjate, Luis, nunca había reflexionado de esta manera respecto al sueño porque, pensad una cosa, yo soy neurobiólogo. Entonces, yo veo fundamentalmente el tema desde el punto de vista evolutivo, y el ser humano para nosotros, para los neurobiólogos, es un animal más, pese lo que nos pese. Es decir, y que lo seamos durante muchos años, por favor. Entonces, fíjate, esto que dices… Vamos como pollos sin cabeza constantemente. O sea, tenemos… Estamos sometidos a unos niveles de presión terribles. De presión, separado, «de presión». Y también eso lleva a la depresión, sin separar. Entonces, cuando tú, básicamente, tienes un día de 24 horas, que, por cierto, todos tenemos días de 24 horas, y hay gente que los gestiona de una manera excepcional y gente que los desperdicia también de una manera excepcional, es muy tentador verte en la situación de decir: «¿De dónde cojo tiempo?». Pues lo voy a coger del sueño, porque es muy tentador. Porque llegas a casa, llegas cansado, es el momento, a lo mejor, en el que te puedes relajar, empiezas a leer un libro, a ver una serie, a hablar con tu pareja o cada uno, su vida. Entonces, es muy tentador robarle unas cuantas horas al sueño. Y, efectivamente, lo que te encuentras al final, yo que doy clase, lo que te encuentras es chavales que se están quedando croquetillas, ahí, están al fondo de la clase, que están muy interesados en la clase, pero es que no han dormido bien. Entonces, como sociedad, ¿qué pasa cuando, como sociedad, le estamos restando horas al sueño? Pues, como decía Matthew Walker, nuestra red de cognición social, de inteligencia social, se activa menos, con lo cual tenemos una población irascible pululando por las calles de las grandes ciudades y de todos los sitios. Entonces, eso afecta, obviamente, directamente a la amabilidad.

59:22

El sueño, desde el punto de vista evolutivo… Nosotros tenemos una práctica con nuestros estudiantes, una práctica en aula que se llama, que es toda sobre el sueño. Y una de las cosas que les pregunto es que si es crítico dormir y que me expliquen por qué. Entonces, básicamente… Voy a hacer spoiler, tendré que cambiar la pregunta para otros años. Pero, básicamente, es imprescindible dormir, y si lo es, el porqué podríamos estar hablando horas, pero si vais a la filogenia animal, todos los animales, de una manera u otra, duermen, tienen algo parecido al sueño, todos. No sé si habéis pensado alguna vez lo vulnerables que somos mientras estamos durmiendo. Porque, claro, nosotros, hoy en día, dormimos en una casa, un techo, cierras la puerta y te vas tranquilamente, pero esto no ha sido así siempre. O sea, nosotros, antiguamente, nos estábamos jugando el tipo durmiéndonos, porque éramos presa de cualquier depredador, y cualquier animal que duerma es presa de cualquier depredador. Entonces, imaginaos qué procesos tan importantes tienen que estar detrás del sueño para que la evolución los haya mantenido, para que haya individuos volando a 10.000 metros que tienen que dormir, y duermen, jugando con un hemisferio, luego con el otro. Delfines que tienen que salir a respirar, porque son mamíferos y tienen que salir a tomar oxígeno, y tienen que dormir y duermen, con un hemisferio, con otro, con microsueños, etc. Cuando hemos empezado a estudiar con tecnología más puntera, sobre todo con resonancia magnética funcional, etc., qué ocurre durante el sueño, hemos empezado a ver algunos de esos procesos críticos que están detrás del sueño. Por ejemplo, la consolidación de la memoria. Nosotros estamos sometidos todos los días a muchísimos inputs.

1:02:47
Alejandro. Hola, Jonathan, soy Alejandro. Bueno, escuchando tu charla, he conectado con muchas cosas, todo este tema de practicar la amabilidad, el autocontrol… Pero me gustaría también tener ideas para mejorar la autoconfianza, sobre todo en entornos en los que estás rodeándote todo el tiempo con personas que no conoces, distintas, que tienen otras culturas, y que eso te permita conectar sinceramente con esas personas sin sentir como que estás siendo postizo o sobreactuado.

1:03:29
Jonathan Benito. Pues fíjate que estás dando la clave. Yo creo que tu pregunta la podría haber formulado cualquier ser humano en algún momento de su vida o incluso en todos, porque… Mira, una de las cosas que yo he aprendido con la neurociencia, con la neurobiología, es que, sobre todo cuando somos jóvenes, sobre todo, yo lo veo por… Yo tengo un hijo relativamente pequeño, entrando en la adolescencia, y se ve claramente que en esas edades estamos midiéndonos constantemente con el mundo entero, y tenemos una tendencia brutal a sobreestimar el mundo y subestimarnos nosotros. Pensamos, de alguna manera, que los demás tienen algo que nosotros no tenemos, que los demás se merecen las cosas y nosotros no, que los demás son más que nosotros, salvo casos patológicos de narcisistas que se creen que están por encima del bien y del mal. Pero el resto de los seres humanos, básicamente, siempre estamos con esos miedos. Entonces, lo primero que diría, Alejandro, es que todos los seres humanos con los que te enfrentes en la vida, o el 99 % de los seres humanos, vamos a quitar las patologías de la ecuación, tienen exactamente los mismos miedos que tienes tú y que tenemos cualquiera de nosotros. O sea, precisamente la neurobiología lo que nos enseña es que todos los cerebros son prácticamente iguales en este sentido. Siempre tenemos miedo a no ser aceptados, a no ser lo suficientemente buenos, a no ser valorados… Entonces, ante este miedo, tú puedes desarrollar distintas estrategias. Una puede ser, por ejemplo, muy típica, la agresividad, de la que hemos hablado mucho, y la otra, la hipercompetitividad.

1:04:56

Es decir, voy a intentar sobresalir siendo el mejor en todo lo que hago. Craso error, por cierto. ¿Por qué? Porque fijaos en una cosa… Esto, además, lo hilo, por ejemplo, con el síndrome del cuñao, que está tan de moda, que lo habremos sufrido todos en alguna que otra cena familiar o alguna reunión, ¿no? La típica persona que sabe de todo. Da igual, de todo, sabe de todo. ¿Por qué tiene esta persona este comportamiento? Pues precisamente tiene este comportamiento porque se cree que tiene que demostrar al grupo lo bueno que es. «Oye, valoradme, que yo sé de todo.» ¿Qué pasa? Que se desacreditan según hablan. O sea, consiguen el efecto contrario. O sea, la humildad, que precisamente es una de las mayores pruebas de autocontrol, por eso amamos a la gente humilde… Cuando eres arrogante, la gente es arrogante intentando defender su posición, consigues todo lo contrario. Y la humildad intelectual, en este caso, también. Entonces, al final, los seres humanos a los que te enfrentes van a tener los mismos miedos, vas a poder acercarte, aproximarte, a ellos óptimamente, yo creo que con amabilidad. Porque todo el mundo quiere interacciones positivas, todo el mundo está falto de afecto, o sea, nunca a nadie se le quiere demasiado. Esto es como la salud, nadie tiene demasiada salud, nadie tiene demasiado amor, nadie tiene demasiado afecto. Entonces, aproxímate hacia esa gente, hacia esos grupos con amor, preocúpate de una forma genuina. Esto que decías de la impostura.

1:06:21

Efectivamente, hay gente que trata de adular a los demás, de vender la moto. Seguro que sabéis de lo que estoy hablando, de gente que imposta una actitud. Y, además, nosotros tenemos lo que se llama el sistema límbico, el sistema emocional, que está leyendo constantemente microgestos. Cuando se muestran incoherencias entre lo que se dice y lo que se expresa, suenan alarmas, y no nos fiamos de esa persona. Por tanto, sed vosotros, sed genuinos, pensad que os estáis enfrentando a seres humanos que no son mejores que vosotros, son iguales. Somos todos seres humanos que tienen los mismos miedos, la misma vergüenza, los mismos pudores, y siendo genuino, con autenticidad, vais a conquistar sus corazones. Muchas gracias.

1:07:09
Marisol. Hola, Jonathan, soy Marisol, estoy encantada de escucharte. Quisiera que me dijeras qué aprendizaje te ha quedado de todo lo que has investigado sobre lo que es el poder de la amabilidad.

1:07:23
Jonathan Benito. Bueno, pues me llevo muchos aprendizajes muy bonitos. Sigo aprendiendo, porque soy una persona… Soy investigador. Entonces, los investigadores… Todos tenemos un investigador dentro de nosotros, es la curiosidad, básicamente, puesta en acción. Entonces, sigo aprendiendo constantemente de los seres humanos y de su comportamiento y de mí mismo. Pero te lo resumiría en una frase, en una cita con la que arranco, precisamente, mi último libro. Es una dedicatoria, en realidad, a mi hijo Hugo, que le digo: «Hugo, sé feliz, pero, sobre todo, sé amable, porque así acabarás siendo feliz». Y se lo digo con el mayor de los convencimientos y se lo digo a la persona que más quiero en la vida. Obviamente, todos los padres queremos que nuestros hijos sean felices. Le doy muchos consejos para que sea feliz, pero siempre, desde muy pequeñito, le digo que tiene que ser amable, porque así va a ser feliz. Y es que la amabilidad no es solo una cuestión moral, que también lo es. Todos los seres humanos merecen nuestro respeto. La amabilidad es un camino real hacia la felicidad, hacia la salud, hacia relaciones más sanas y vidas más plenas. Y, además, no pasa nada por que no hayamos nacido con ese don. Podemos practicarlo y podemos ejercitarlo como un músculo. Y nos equivocaremos, porque tened claro que nos equivocaremos. No pasa nada, empezaremos de nuevo. No pasa absolutamente nada. Diría que la amabilidad es como una luz suave que no deslumbra, que no abruma, que ilumina justo lo necesario para ver lo que necesitamos y que, a veces, cuando estamos perdidos, nos guía de vuelta a casa.

1:08:52

Yo diría, por resumir todo en una sola frase, en una convicción que tengo, y es que cuando estamos en una habitación, podemos decir siempre que la persona más amable es siempre, siempre, la más inteligente. Gracias. Muchas gracias. Gracias de corazón.