Todos necesitamos aprender a hablar en público
Manuel Campo Vidal
Todos necesitamos aprender a hablar en público
Manuel Campo Vidal
Periodista y profesor de Comunicación
Creando oportunidades
“Hablar en público es un privilegio que deberíamos aprovechar”
Manuel Campo Vidal Periodista y profesor de Comunicación
Manuel Campo Vidal
Periodista, doctor en Sociología e ingeniero técnico industrial, Manuel Campo Vidal es el presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión de España y de la escuela de negocios Next International Business School, además está al frente del Instituto de Comunicación Empresarial. Presentó y dirigió informativos en TVE y Antena 3 TV, cadena de la que fue director y posteriormente Vicepresidente. También fue el máximo responsable durante cuatro años del programa de radio Hora 25 en la Cadena Ser. El periodista es el principal impulsor de los debates electorales en España, ha organizado y moderado buena parte de los cara a cara entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno. Entre otros galardones, ha recibido el Premio Ondas, el Premio Castelar a la Eficacia Comunicativa y el Premio Camilo José Cela al Periodismo Independiente.
Campo Vidal pone de relieve el papel de la comunicación en nuestra vida, en el entorno social o laboral, y destaca el poder que tiene la palabra, el silencio, la escucha y el impacto de la emoción para comunicar correctamente: “En la educación solo nos han formado como receptores, si nos hubieran formado como emisores, los niños y jóvenes vencerían el miedo escénico. Además es muy positivo que se preparen también en debates para defender sus ideas”.
Transcripción
Habrán leído, hemos leído todos, el mundo se divide así o de la otra manera. Se divide en norte-sur, se divide en ricos y pobres, se divide en… cualquier clasificación. Fue Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, el que dijo: “No, miren, el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no saben”. Y yo creo que tenía toda la razón, porque cuántas veces nos encontramos que un profesor sabe mucho, pero no lo cuenta con emoción. Y si no genera emoción, no ayuda a que quede en la memoria de esos alumnos aquella historia. U otras personas, en la política, o en la empresa. Hay quien vende ascensores sin pasión, y hay quien los vende con pasión y, desde luego, el que comunica mejor y genera más confianza es el de la pasión, ese vende más.
Por lo tanto es cierto, el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no saben. ¿Dónde se aprende eso? Pues el propio García Márquez dice que lo aprendió de su madre. Dice: “Mi madre, a la hora de comer, nos contaba siempre una historia que le había sucedido a ella en el mercado, con una vecina… cualquier cosa. Y cómo contaba las historias mi madre que cuando parecía que aquello ya se acababa, se sacaba como un conejito de la manga y aquello volvía a tener muchísimo interés”. Y decía el propio García Márquez que hay personas que en la vida pasan años tratando de contar las historias lo bien que lo contaba su madre. Pues, probablemente, en su casa Gabriel García Márquez, aprendió un código narrativo que luego llevó a sus novelas y que luego, porque él era periodista de El Espectador en Colombia, como saben, era capaz de introducir literatura en aquellas historias que como reportero había conocido en la calle y que, al fin y al cabo, es a lo que hemos llamado “nuevo periodismo”, donde se mezcla el mejor periodismo y la mejor literatura.
Así que, aprendamos a contar historias. Si cuentas bien las historias, te dediques a lo que te dediques, vas a ir mucho mejor. Vas a tener más resultados, vas a vender más, vas a generar más confianza. Así que le tenemos que dar importancia a la comunicación y le tenemos que dar importancia a la palabra. Muchas veces se habla, pero no se sabe exactamente qué se dice. Hay un dicho florentino, un poco cruel, que dice: «Algunos hablan por airear los dientes». Es verdad que esas cosas pueden pasar. Pero una sola palabra te puede cambiar la vida. Una sola palabra te aleja de una persona, a lo mejor una persona que pretendes sentimentalmente y te genera un rechazo. O te permite un acercamiento. El propio Gabriel García Márquez contaba una historia de que él mismo estuvo a punto de morir atropellado por una bicicleta cuando tenía doce años. Bajaba por una cuesta sin apercibirse de que detrás venía un hombre absolutamente bloqueado, en una bicicleta sin frenos, que iba a chocar contra su espalda y, por suerte, un sacerdote que pasaba por allí le dijo: ‘¡Cuidado!’. Él se dio cuenta, pudo esquivar la bicicleta y el sacerdote ni se detuvo, pasó a su altura y le dijo: “¿Se ha dado cuenta usted del valor de la palabra? Pues solamente con decirle ‘cuidado’ salvó la vida”. Todos hemos manejado el eslogan “Yes, we can”, son tres palabras, y nos ha llenado de esperanza, nos ha llenado de fuerza, ha sido movilizador. Y déjenme poner algún ejemplo más, con diez palabras se pude derribar el muro entre dos países. Nos lo demostró en 1989, en una rueda de prensa un oscuro funcionario alemán, todavía de la República Democrática de Alemania, la república socialista, para entendernos, cuando ya había mucha tensión, cuando se decía: “Van a autorizar en algún momento que podamos pasar de Berlín este a Berlín oeste”. Pero no se sabía en qué momento sería. Y en una pregunta en una rueda de prensa, dijo un periodista: “Oiga, ¿pero esto cuándo va a ser posible?”. Y el respondió: “Yo creo que, efectivamente, en cualquier momento, sin demora, ya se puede hacer”.
Aquella misma noche los berlineses entendieron aquellas palabras y saltaron el muro y vimos todos la imagen de cómo se reunificaba un país después de décadas de haber estado dividido. Por lo tanto, démosle importancia a la palabra porque una sola palabra, o muy pocas, nos pueden situar mucho mejor, o no, en el escenario profesional, personal, social, en el que vivamos. Y déjenme decir, es importante acompañar esa palabra con el silencio. El silencio previo es lo que permite que estalle la palabra, que la percibamos. Y el silencio después de pronunciarla, después de esa frase, es el que nos permite que todo el mundo lo haga suyo, lo incorpore. Es como si estuviéramos ante un ordenador y dijéramos: “Guardar”, pues justo ese momento.
Así que, si somos capaces de cuidar la palabra, de prepararla, si somos capaces de envolverla y presentarla así, envuelta en silencios, lograremos que con esas ideas seamos capaces de convencer a otras personas, seamos capaces de defender mejor nuestras posiciones y seremos, en definitiva, capaces de hacer un mundo mejor. Porque muchas de las personas, millones de personas afortunadamente, que están en todo el mundo tratando de hacer el bien: tratando de ayudar a los refugiados, tratando de ayudar a las personas que llegan a nuestras costas, tratando de ayudar a los que tienen menos oportunidades, tratando de enseñar en las escuelas y en las universidades. Si manejaran mejor la palabra, si la combinaran bien con los silencios, serían capaces de multiplicar la eficacia de su acción. A eso yo les invito y estaré encantado, si les parece, de responder a sus preguntas y a sus comentarios.
"Le tenemos que dar importancia a la comunicación, y a la palabra. Una sola palabra te puede cambiar la vida”
Porque está probado que si al paciente se le comunica bien, si comprende el tratamiento, si comprende los males de no seguirlo, eso genera mucha más adhesión al tratamiento, y hay menos deserción de los que ya fueron diagnosticados, ya compraron el medicamento, pero luego lo abandonan al cabo de un tiempo. Así que en cualquier ámbito de la vida que busquemos: el periodismo, el derecho, en la vida cotidiana, desde luego en la medicina. En todos los ámbitos es absolutamente fundamental comunicar bien y es una paradoja que sea la asignatura que menos se enseña.
La vida profesional cambia muchísimo, porque después aquellos jóvenes que tenían exámenes orales constantemente, que tenían que intervenir casi todos los días, que tenían una práctica de comunicación desde niños, vencen el miedo escénico y son capaces de hacer mejor los exámenes, son capaces de contar las cosas mejor. Mientras que nosotros estamos absolutamente con miedo y, además, si alguien interviene en clase porque habla, desgraciadamente y lo sabemos, la mediocridad dominante que está envidiosa porque aquel vence el miedo escénico empiezan a decir: “Tú eres un pelota, quieres que el profesor se fije en ti”, etc., etc. Y hay un elemento de coerción sobre ese joven que quiere intervenir. Así que es justo al revés de lo que debería suceder.
Es normal que tengamos una tensión. El profesor, el más consciente, tiene una cierta tensión antes de hablar en público. Yo mismo que he hecho muchísimos programas de televisión en directo, grabados, etc., pero sentía tensión antes de entrar aquí. La siento porque quiero comunicar bien, porque si comunicas bien… fijaos, comunicar cansa, porque estás moviendo las cuerdas vocales; comunicar bien cansa todavía más porque estás buscando la palabra exacta, la frase que crees que puedes comprender. Tratas de leer la mirada de las personas que te están escuchando para ver si siguen, si comparten o no los conocimientos o las explicaciones que estés dando en cada momento. Por eso es importante que distingamos y nos tranquilicemos sobre la cuestión. Vamos a distinguir entre miedo escénico y tensión escénica. ¿Tienes tensión? Yo también, hemos empezado igual. Pero déjame que te diga una cosa, por mi experiencia personal de observación, yo he hecho muchos programas de televisión, grabados y en directo, yo me equivoco más en un programa grabado que en un programa en directo.
¿Por qué? Porque el directo me exige mucho más. Si yo me equivoco y digo que el papa de Roma es Leo Messi en un programa en directo, me quedo en YouTube para toda mi vida y no me saca nadie. Si lo digo en un programa grabado se hacen unas risas, no sé qué, “Vamos a volver a empezar”. Bueno, a veces no te avisan, por cierto, pero en fin, esa es otra conversación. Por lo tanto, tensión existe siempre, hay que convivir con ella. ¿Cómo la vencemos? Bueno, hay un protocolo que podemos seguir. Lo mejor es llegar aquí, conocer el espacio donde voy a hablar, aquí habrá un grupo de personas, aquí habrá otro, hay unas cámaras por aquí… Ambientarte, es igual que vayas a una clase, donde sea, eso ayuda mucho, rebaja la tensión. Por supuesto llevarlo preparado, si no somos unos insensatos. Esos que dicen, voy ahí a ver qué me sale. Pues sale cualquier barbaridad o nada, o alguna tontería, que es bastante peor la tontería que no te salga nada.
La otra cuestión te va a sorprender quizá, hay que comer algo. Hay que comer. Algunas personas dicen: “¿A qué hora tiene usted su intervención en público?”, “A la una”. Y desayunó un poco a las ocho de la mañana. Bueno, con esto puedes tener una bajada de azúcar, no digo necesariamente que te vayas a caer redondo, pero puedes estar menos claro. Por lo tanto, hay que comer algo. Te va a sorprender también, te digo cosas muy sencillitas, pasar por el servicio. Hay alguna relación no explicada entre el alivio fisiológico y el alivio psicológico que debe existir por ahí, y el que sea científico que lo estudie. Es muy conveniente, es muy conveniente. Yo doy cursos de comunicación en el Instituto de Comunicación Empresarial y una joven de unos 30 años me dijo: “Mira, nos reunimos todas las que habíamos hecho… hacía no sé cuántos años que había terminado el instituto, volví al instituto y me dijeron: ¿por qué no preparas unas palabras? Que tú hablabas muy bien. Y llegué allí y no pude apenas hablar porque me emocioné tanto que me puse a llorar. ¿Qué me recomiendas?”. Esta no tenía miedo escénico, tenía lo contrario. Se emocionó tanto que lloraba.
Entonces, yo le dije: “Lo primero que tienes que hacer es ir a conocer el lugar en el que tienes que hablar. Vuelve a tu instituto, llora el día de antes, ve llorada ese día”. Ya has incorporado esa emoción, primera cuestión, que es lo que tienes que hacer. Así que ir a conocer el lugar os va a ayudar mucho. Y desde luego, tomar la decisión de hacerlo. Hay que tratar de hablar siempre de forma oportuna, de forma preparada… pero con la práctica, el ejercicio, se va venciendo. Yo veo cada vez más personas que están dispuestas a aprovechar el privilegio de hablar en público. Que yo esté hablando ahora y que este grupo de personas me esté escuchando con la atención con la que vosotros lo hacéis, es un privilegio que yo agradezco y haré todo lo posible por no defraudaros. Por lo tanto, siempre que tengas una oportunidad, prepáralo bien y aprovéchalo.
Pero también diré que la tensión ayuda a sacar lo mejor de ti mismo. Porque si tú entras para hablar con relativo desinterés: “Bueno, esto me lo hago yo fácil”, etc., etc., y no tienes la tensión previa, entonces no tienes un rendimiento tan eficaz en tu comunicación como puedes tener, a veces no lo consigues, cuando estás concentrado, hay que concentrarse en la cuestión. Así que, si tienes que hablar en público no aprovechemos para ir mirando el WhatsApp, para ir llamando por teléfono o para otras cuestiones. Vamos a concentrarnos en lo que tenemos que hacer allí. Apagamos el teléfono, procuramos irnos a una esquinita para prepararlo y de esa concentración saldrá lo mejor de ti, lo mejor que sabes.
¿Qué hacemos? Es la segunda parte de tu pregunta, Alberto, en las escuelas. Es muy bueno que ayudemos a los alumnos a que se preparen en debates para defender una idea. Porque vencen el miedo escénico, porque son capaces de argumentar, porque buscan el argumento, porque saben que no se puede hablar sin una preparación seria, sin un estudio sobre la cuestión, que no se puede ir a improvisar… si acaso, como decía Winston Churchill: “He preparado meticulosamente esta improvisación”, porque quiero que suene con naturalidad pero la tengo perfectamente preparada y he medido mis palabras. No voy allí a ver qué me sale porque puedes decir, volvemos al principio, una palabra de más que pueda ser, realmente, un inconveniente. Yo creo que cada vez más están creciendo en las universidades, desde luego en España y en otros países también, siempre que podemos nosotros ayudamos a que haya torneos de debates. Los torneos de debates te facilitan mucho la técnica expositiva y el desempeño de una persona que, después, le servirá para vender un producto, para vender un país o para cualquier otra relación.
Ahora, además de la técnica hay que ir al contenido. Así que aquí hay que prepararlo todo: hay que preparar y estudiar bien el porcentaje, el contenido de lo que quieres decir y eso te hará crecer la presencia y la fuerza de lo que dices. Desde luego es muy importante, como no, la comunicación no verbal. Claro que es importante el tono de voz en el que se dicen las cosas. El manejo de los silencios cada vez que se quiera decir alguna cosa importante. Pero, desde luego, yo soy partidario de apoyar los debates y que haya debates en las escuelas y universidades.
Es igual como cuando termina, como te quedas unos segundos en pantalla, están los dos señores sentados y dicen: “Bueno, ya hemos terminado”, tú crees que ya no estás conectado, te levantas y te acercas a uno u otro y da la imagen de: “Bueno, es muy amigo de este”, etc. Por lo tanto, ahí hay que cuidar hasta el mínimo de los detalles. La situación en una clase de 35 personas… ahí yo no recomiendo la moderación, sin salirse del rigor debes ser todo lo contrario. Yo creo que el profesor apasionado, aun al límite a veces de que algunas palabras puedan resultar en el límite del exceso, pero siempre con la voluntad constructiva de hacer participar a aquellas personas. Yo creo que es enormemente interesante. Yo creo que, en general, salvo algún alumno perverso que pueda existir, que los hay en todos los sitios, que le interese poco aquello y que quiera armar un poco de lío… cuando a los alumnos se les dicen cosas interesantes realmente atienden. Yo tengo la experiencia de ser profesor en varias escuelas y de forma muy habitual en Next, en la escuela de negocios que tengo el honor de presidir y siempre, incluso con mayor número de alumnos, una master class o lo que sea, con más de 100 personas incluso, normalmente ha habido enorme interés. Pero yo creo que eso siempre está en relación directa con la calidad o con lo interesante que sea lo que tú les estás proponiendo. Porque hasta los alumnos menos vocacionales de lo que sea, tienen una cierta curiosidad.
Entonces, plantear asuntos concretos, plantear ejemplos, plantear experiencias, tratar de ser auténtico… yo creo que eso, en general, el alumnado y aquí hay profesores y lo saben, lo atiende y esos profesores son recordados.
Bueno, yo creo que de forma contemporánea, los discursos de Barack Obama han impactado en todo el mundo. Yo suelo referirme casi siempre, porque me interesa de forma especial, al discurso que él hizo en la convención demócrata en Chicago. Allí se elegía a otro candidato, concretamente a John Edwards como vicepresidente y a John Kerry como posible presidente. Pero como se suele hacer en estos mítines dijo: “Bueno, que intervenga uno del pueblo”, por decirlo así, “Que intervenga uno de Chicago”. Entonces, pasó por allí un joven senador llamado Barack Obama que hizo tal discurso que si yo hubiera sido el candidato, después no salgo porque después de aquel discurso… Y la prueba es que cuatro años después el candidato era él, y además ganó las elecciones. Fue un discurso extraordinario, sobre todo porque él, que era una persona que terminó brillantemente sus estudios en Harvard, que tenía una dificultad respecto a otros por el color de su piel, y además porque tenía un nombre árabe y acababa de suceder unos años antes el atentado contra las torres gemelas, él entró en aquel discurso con enorme humildad y empezó diciendo: “Es insólita mi presencia aquí. Mi abuelo era un cocinero de los ingleses en Kenia, mi padre estudió en una escuela que tenía un techo de uralita”. Y aquí, el abuelo entendió que quería una vida mejor para su hijo, para el padre de Obama, consiguió una beca para ir a un lugar maravilloso que era mágico, América. Y a partir de ahí fue creciendo.
Él no dijo en ningún momento: “Soy el alumno más brillante de Harvard”. Él no dijo en ningún momento: “Cuidado, yo tendré un nombre árabe, pero cuidado”. No, lo dijo de otra manera: “Me pusieron mis padres un nombre mágico para ellos que quería decir ‘Elegido’”, y resolvió el problema. Y sobre todo supo sumar, supo unir. Extraordinario discurso el de Obama, pero permíteme que ponga un ejemplo más: Shakira. Shakira dio un discurso en Oxford hablando de educación. Shakira promueve una fundación que se llama Pies Descalzos, a la que dedica mucho dinero personal, que tiene unos colegios en la zona de Barranquilla, Colombia, donde ella ha nacido. Y es capaz de hablarles con mucha sencillez a aquellas personas que estaban terminando sus estudios en Oxford. Y les dice Shakira en ese discurso: “Señores, yo no he venido aquí a cantar, soy una artista, no habrá movimiento de caderas…”, todo el mundo pensó: “Qué decepción, esperábamos otra cosa”. “Vengo a decirles a ustedes que si ustedes quieren un mundo seguro apuesten por la educación. Y que si es posible, en vez de enviar 30.000 soldados a Afganistán enviemos 30.000 educadores”. Aquel discurso de Shakira a mí me ha impactado especialmente, porque vemos otra cara de esos personajes. A veces de un futbolista, o de un cantante, o de un político vemos sus ideas, pero no vemos su vida personal.
Bueno, todos esos discursos son realmente importantes, sobre todo porque tienen contenido, porque están muy bien pensados, porque están muy bien planteados, porque son capaces de llegar al corazón de aquellas personas que están allí. Y algo más, si me permites, Shakira les dice en este discurso: “No les estoy hablando de que apoyen a los niños del mundo que tienen hambre o que viven en un estado fallido por un tema de caridad, esto no es un acto de caridad, es un acto de seguridad. Así que si estamos tolerando que haya países donde se forman terroristas, ustedes no van a vivir seguros. Todos nosotros no vamos a vivir seguros”. Eso quiere decir planificación en la educación. Así que antes de hablar, antes de dar una clase, antes de educar, tenemos que planificar. Y ella lo hace, planificar cuál serán aquellos argumentos más eficaces para poder convencer a aquellas personas para que avancen en esa dirección que les estamos proponiendo.
Porque si te quedas en blanco sacas el papelito y miras, más o menos por dónde va, que no se muere nadie. Así aprovechas para hacer una pausa, digamos, las pausas son muy importantes en el discurso. Si la cosa está muy mal, muy mal, lo sacas y lo lees. Pero si lo lees vamos a leerlo bien, vamos a leerlo mirando a las personas. Algunos ya sabes que hacen un discurso y desde “Señor presidente de tal” hasta “Muchas gracias por haberme escuchado”, no levantan la vista. Y a lo mejor han pasado 20 minutos. Y claro, si uno hace un discurso leyendo y no levanta la vista, al levantarla se puede encontrar que allí no queda nadie. Se han ido. Digamos que quedan los cuerpos, por cortesía, pero las almas se fueron porque ya desconectan y ya se marchan. Eso ya es otra historia. Por lo tanto, que no nos importe llevarlo y tener algunas medidas de seguridad porque puedes no encontrarte bien, porque puedes, en ese día, estar distraído, porque te pueden dar una mala noticia antes de empezar y eso te hace empezar a pensar en otra cosa.
Reducimos tensión, reducimos tensión escénica si vamos protegidos. Por supuesto, eso nos puede ayudar mucho. Así que yo recomiendo que cada uno organice su propia técnica, pero que la tenga y que se proteja.
Yo cuando he llegado aquí he empezado a preguntar como hago en cualquier acto: quiénes son estas personas, de dónde vienen, en qué trabajan… Cualquier información que puedas tener sobre el público que te va a escuchar es fundamental. A mí me gustaría decir también, que hay que controlar los tiempos. Porque si no uno, si no controla los tiempos… ya que tienes el enorme privilegio de que te estén escuchando, procura decir cosas importantes y ser breve. Y hay personas que para darte una idea necesitan diez minutos.
Que es como si fuera un avión que va por encima de la pista dando vueltas y buscando la pista de aterrizaje. Y tú cuando ves eso, sobre todo al final del discurso, ves a esas personas que quieren terminar y dicen: “Bueno, concluyo”, y es la tercera vez que dice “concluyo” y sigue por allí, ¿por qué? Porque no encuentra la palabra adecuada, porque no encuentra la frase. Tráela preparada de casa y termina bien con esa frase, es decir, encuentra bien la pista de aterrizaje. Y desde luego, hay que prepararse también el principio, hay que saber empezar, hay que saber terminar y hay que tener en cuenta las emociones. Es muy importante que las emociones afloren. Y algunas personas hablan lo más parecido a una hoja Excel, así de frío. Y no, se puede poner pasión. Y el hecho de que alguien ponga pasión en lo que nos está contando, sea la materia que sea, en un profesor, en un conferenciante, en un compañero que encontremos, en un amigo, tiene un efecto positivamente contagioso y eso es, realmente, algo que te ayuda, también, a comunicar. Un añadido más, lo decía Winston Churchill: “Ustedes quieren que hable dos horas sobre este tema del que sé, me tienen que dar diez minutos, tomo unas notas y yo hablo dos horas. ¿Ustedes quieren que hable solo diez minutos sobre el mismo tema? Entonces necesito dos horas de preparación”. Así que esto es inversamente proporcional.
Hay un territorio de riesgo, o invertiré mucho más tiempo en precisar las ideas, si lo traigo preparado seremos mucho más eficaces. Así que, si queremos que nos escuchen, si queremos que nos escuchen con atención, debemos dar importancia a la comunicación, debemos prepararla. Eso tiene un efecto fundamental en la educación, por eso cuando antes Susana me estaba planteando: “Bueno, ¿tiene que haber una asignatura específica?”. Si es posible, sí. Si no que haya teatro, si no que haya otras fórmulas, pero sobre todo que haya mucha comunicación, mucha participación del alumnado. Porque también descubriremos entonces que hay mucho talento entre las personas que están estudiando.
Está probado que la arrogancia distancia y la humildad acerca, no la falsa humildad, la sencillez, la cercanía… eso favorece mucho la proximidad. Así que si tú estás mirando y ves que una parte del público no entiende lo que se está diciendo, no pienses que ellos no lo saben y tú eres maravilloso, piensa que a lo mejor no lo estás explicando bien. Piénsalo humildemente y evitemos esas frases que solemos escuchar en muchos conferenciantes que dicen: “Lo contaré de otro modo para que ustedes puedan entenderlo”. No sé si os suena. O, por ejemplo, incluso revisando palabras yo digo: “Pueden ustedes intervenir cuando lo crean conveniente”. No, “Pueden interrumpir cuando lo crean conveniente”, porque interrumpir es una cosa distinta. Interrumpir supone que yo estoy en un pedestal y usted me está perturbando con su intervención. No interrumpir, intervengan cuando quieran, pueden ustedes hacer sus comentarios, etc., etc. Así que yo creo que esa cercanía también te va a dar seguridad.
Y agradezco mucho a los maestros que he tenido. Cuando era becario, porque empecé de becario en el diario Tele/expres de Barcelona teníamos un director, Manuel Ibáñez Escofet, que permitía que los becarios entráramos cada día a ver cómo se hacía la primera página. Para mí fue una escuela de periodismo maravillosa durante aquellos años que duró. Luego, cuando entré en el telediario, Luis Mariñas, por ejemplo, un excelente compañero, me dijo: “No escribas tan largo, en televisión hay que escribir más corto. Hay que ir más a una sucesión de frases principales y no tanto a una argumentación”. Estamos hablando de un informativo, en esta cuestión. En el periódico tuve a Tristán la Rosa y me enseñó lo importante del editorial y decía: “El editorial es la cabeza del periódico y un periódico sin editorial es que no tiene cabeza, no tiene pensamiento, no tiene posición”. Y, al final me aficioné mucho y me encargaba de muchos editoriales y me resultaba enormemente importante. Y así sucesivamente.
Yo tuve un profesor en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, el profesor Manuel Castells, con el que comparto todavía la amistad y su referencia intelectual, que fue la persona que me hizo global, por decirlo así. Y al cual visité, yo fui alumno suyo en París, pero cuando fue a Berkeley, California, fui a visitarlo varias veces. Y recuerdo que de su mano él me enseñó, y él es un gran comunicador, el Silicon Valley. Me paró en medio de una carretera, bajamos a la acera y me dijo: “Esto es la Universidad de Stanford, esto es la Hewlett Packard… Packard y Hewlett eran dos alumnos de aquí, crearon su empresa y luego crearon este imperio”. Bueno, de todos ellos, desde luego, yo he aprendido muchísimo.
En las escuelas había un televisor, conectaban y entonces alguien explicaba para todo México las ecuaciones y así sucesivamente con todas las asignaturas. Pero bueno, años después, en República Dominicana se pone en marcha una televisión educativa. No es exactamente lo mismo, porque se supone que los profesores estos ya explican ecuaciones, pero hay otros elementos y contenidos formativos que no todos los profesores pueden tener en cada momento. Así que tienen un apoyo, aunque sea también para educar a los padres porque es evidente que además de aprender en la escuela, también hay que educar a los padres porque a veces en una conversación en casa se puede estropear lo que se ha hecho en un día de clase. Por lo tanto, la televisión tiene enormes virtudes en ese sentido, como tiene la radio y como tiene el periódico.
Yo creo que es muy importante que haya una conexión, hablar con los profesores de tanto en tanto y escuchar, también, a nuestros hijos porque muchas veces no escuchamos suficientemente a nuestros hijos. En un curso de comunicación, en el instituto, me decía un médico, y me gustó tanto que lo he reproducido en un libro, me decía que tenía un paciente, una chica de unos 15 años, en la ciudad de Valencia, España, que venía con sus padres y que ella le dijo: “Doctor, yo quiero que me atienda usted, porque usted me habla a mí. Cuando voy a ver a otros médicos, hablan a mis padres cuando la enferma soy yo”. Entonces, escuchar es fundamental. Dirigirse a la persona que realmente tiene el problema es fundamental. Yo estoy convencido de que si escuchamos más, en general, en el mundo, aprenderíamos más, seríamos más eficaces comunicando, pero desde luego, ayudaríamos a resolver muchos más problemas. Y en esa recomendación general de escucha que yo me aplico a mí mismo, están también nuestros hijos. Nuestros hijos tienen que ser escuchados, los que tengan hijos adolescentes saben que el problema no es que no los quieras escuchar muchas veces, sino que ellos quieran hablar. Es muy difícil.
Yo, recientemente, hice un viaje al sur de Francia a buscar a mi hija, fui solo en coche. Tenía que traer unas cosas, muchas maletas, etc., porque terminaba una estancia allí, podría haberle dicho: “Cógete un…”, pero le dije: “Ya voy a buscarte yo”, porque a la vuelta la tenía cautiva dentro del coche y esperaba que hablara, con el riesgo de que se duerma a la salida y se despierte a 200 metros de tu casa. Afortunadamente salió bien. ¿Qué quiero decir? Hay que propiciar esos momentos si es posible, aunque te cueste un esfuerzo, para poder encontrar ese momento en el que la comunicación se produzca. Porque no puedes decir: “Vamos a comunicarnos. A ver, niño, habla”. No, vamos a crear el ambiente en el que esto se pueda producir. Muchas gracias por haberme escuchado.