00:28
Jorge Ruiz. Bueno, mi nombre es Jorge Ruiz. La mayoría de vosotros me conoceréis por mi faceta de músico, cantante y compositor en Maldita Nerea, pero hoy me gustaría también contaros una parte de mí que no es tan conocida y que tiene más que ver con, como yo llamo, mis actividades extraescolares. Y es que, aparte de músico, mi pasión real no es solo la música, sino la comunicación, y tuve la oportunidad de estudiar una carrera, que era Logopedia, la terapia del lenguaje. Y, cuando acabé, también estudié Magisterio en audición y lenguaje. Ahí aprendí muchas de las cosas que hoy se han convertido en mi pasión: el mundo de la educación, el mundo del talento y el por qué el sistema educativo no consigue desarrollar el potencial que todos los seres humanos tenemos dentro. La mayoría de los que estáis aquí conoceréis mucho de mis canciones, algunos me pondréis cara, otros no. Eso también ha sido porque he estado intentando que la atención estuviera en las canciones y no en mí. Eso también me ha permitido llevar una vida totalmente anónima y, como yo digo, seguir teniendo los pies en el suelo. Pero me gustaría contaros algo que quizás os llame la atención de mi historia porque, a lo mejor, lo estáis sintiendo vosotros también, que tiene que ver con que crecí pensando durante todo mi proceso educativo que no tenía ningún tipo de talento. Y cuando digo ningún tipo de talento es literal. Ni siquiera las cosas que yo sabía o pensaba que podía hacer bien, que me gustaban, ni siquiera ahí pensaba que eso le gustase a nadie, que ese talento o potencial pudiera salir. Cuando tengo encuentros con personas como vosotros, me encanta abrir con una frase, con una idea que es que yo crecí pensando que era una bola negra, una bola negra en referencia a todos los estudiantes, todos somos bolas negras, y hay unas poquitas bolas rojas que son los que tienen talento. Y esas bolas rojas suelen destacar en algo o tener una nota muy alta o tener algo superevidente en lo que destacan mucho, pero la mayoría de las bolas negras también tienen algo, lo que pasa es que ese algo no se ve. Mi historia tiene que ver con eso porque yo en un aula no podía brillar porque no tenía la posibilidad de expresar mis ideas, ni al ritmo que yo las quisiera expresar, porque todo se me daba hecho en una lección, en un contenido que me daban los profesores, y crecí pensando que no tenía ningún tipo de talento, hasta que se produjo un hecho importante en mi vida. A partir de los veintipocos años yo ya estaba matriculado en derecho, después de haber tenido un recorrido normal, notable. Ya sabéis, ¿no? Tampoco llegas a suspender todo ni a brillar. Pero se produjo un hecho en mi vida que es que mi cuerpo me paró, me dijo, a través de un trastorno de ansiedad, me dijo: «Hasta aquí». Estaba sufriendo mucho, no era feliz, matriculado en una carrera que no me gustaba nada y donde yo no podía brillar, porque, además, solo tenía que memorizar y no podía o sentía que no podía expresar mi creatividad. El hecho de tener ese trastorno de ansiedad me paró y me hizo dejarlo todo. Abandoné los estudios y me dije a mí mismo: «Hasta que no encuentres lo que quieres hacer, no hagas nada. No corras a un lugar, o sea, en una dirección que no te vaya a llevar a ningún sitio al que quieras llegar». Y eso, cuando tienes veintipocos años te convierte en un bicho raro, todo tu entorno enseguida te trata de decir que estás equivocado, que tienes que estudiar algo o hacer algo o trabajar en algo, pero no te dicen bien en qué, porque no lo saben ellos tampoco. Así que paré todo en mi vida y lo único que tenía claro, mi única referencia, es que quería hacer canciones porque las hacía desde pequeño. No tenía en mi familia ningún referente musical, así que era un terreno totalmente desconocido, inhóspito. Y, además, solo escuchaba una frase muy manida que es que el mundo de la música es muy difícil. Curiosamente eso lo he escuchado luego de todos los mundos, todos los mundos son difíciles, sobre todo para el que lo dice. Es muy fácil decir: «El mundo de la ingeniería es muy difícil», «El mundo de la docencia es muy difícil», «El mundo del baile…», todos los mundos son difíciles. No he escuchado a nadie decir: «Tu mundo es maravilloso si tú lo quieres vivir, así que vívelo», eso no lo escuché nunca y lo eché en falta, la verdad. Pero bueno, al final me lo dije a mí mismo y decidí tratar ese trastorno de ansiedad que al final se manifestó en un problema vocal que luego me llevó a estudiar logopedia, porque tuve una maestra que me enseñó lo que era la terapia de voz y cómo conocerme a mí mismo a través de la voz. Paralelamente, grabé una maqueta. Imaginaos, lo paré todo ¿sabes?, dejé la carrera, tu familia diciéndote que no puedes hacerlo, tus amigos diciéndote que estás loco, pero tú constante, pensando que estás haciendo lo correcto. Al pararlo todo, empecé a ver otra realidad. Tener este tratamiento con esta maestra que me enseñó lo que era la logopedia, empezar a estudiar logopedia y grabar mi primera maqueta y conseguir mi primer contrato profesional en apenas unos meses, os podéis imaginar lo que uno puede sentir sobre todos aquellos que te decían que estabas equivocado y que eso era muy difícil. Bueno, esto es relativo, y si tú confías en ti mismo, al final, las cosas acaban pasando, pero tienes que confiar todo el tiempo, no solo en un punto del camino, sino todo el tiempo. Bueno, pues esta historia continuó estudiando Logopedia, grabando maquetas, pude sacar mi primer disco, luego mi primera compañía me echó a la calle… Nadie dijo que fuera sencillo, ¿no? Pero me supe reponer y me di cuenta de que había cometido el mismo error que al principio: corría demasiado hacia un lugar que no era el mío, por eso volví a parar, terminé la carrera y, en ese stand by, salió esta cancioncilla que tal vez os suena, que es una canción que habla de filosofía que se llama El secreto de las tortugas y que me cambió radicalmente toda mi vida. Pero también monté mi gabinete de logopedia, y esto es una parte de la historia que os quería contar, y ahí empecé a trabajar con niños de verdad y empecé a ver que los niños son una fuente inagotable de creatividad, de talento potencial y de pasión. No conozco a ningún niño que no sea creativo, ninguno, no existe eso; y no conozco a ningún niño que no sepa adónde va. Entendiendo por «saber adónde va», todos los niños tienen una individualidad, y se expresa a través de sus intereses y sus gustos, son exclusivos. No existen dos niños iguales, ni siquiera dos gemelos. Por lo tanto, no entiendo que no se vea eso y que no se proteja eso para ver adónde se dirige, ¿me seguís? Claramente, no puede tener un objetivo claro. No hay ningún niño que a los ocho años te diga: «Quiero ser…» o sí lo puede haber, pero luego eso cambia, y tú sabes que puede cambiar. Lo que no puede ser es que eso no se respete. Yo lo vi en la consulta, vi que no tenía casi que intervenir, que sencillamente tenía que acompañarles adónde se dirigieran. Pero bueno, mi carrera musical empezó a crecer y no podía tener la consulta que había abierto, no la podía tener abierta. Por cierto, también se me dijo que el mundo de la logopedia era muy difícil, solo se me decía que no había trabajo de logopeda, y yo no entendía nada, porque en apenas unos meses, como os digo, aquella consulta se llenó. Claro, hay que hacer cosas diferentes. Tuve que dejar mi trabajo como logopeda y ahí es donde la vida me trajo un regalo fantástico que es poder vincularme al cambio educativo. Alguien me escuchó hablar de educación en una radio, en una promoción de un disco, que en vez de hablar del disco me ponía a hablar de educación. Me vio el plumero, me llevó a un evento relacionado con el mundo de la educación, y ahí empezó mi bagaje, y actualmente le dedico muchísimo tiempo a esto de lo que os hablo, a tratar de recordar al universo, a vosotros, a las personas, a los padres, a los educadores que el talento potencial está en todos, no solo en unos pocos; y que la forma de expresar ese talento es tremendamente variable, pero eso no significa que no podamos tener la capacidad de verlo. Ahora, hay que dedicarle una cosa muy valiosa que se llama atención. Yo siempre digo en una frase que dar atención significa «te quiero». Si no te dan atención no es que te estén diciendo que no te quieran, pero no te están apreciando como te mereces, y eso pasa en todos los ámbitos de la vida de una persona, no solo en el ámbito laboral o en el vuestro, estudiantil, sino también en las relaciones personales, familiares, de amigos… Ninguno quiere que no le atiendan, no conozco a nadie, a ningún ser que no quiera ser atendido, porque eso significa «te quiero», y porque crecimos como especie estando juntos. Por lo tanto, el amor tiene que ser el punto uno del camino, no puede no haber amor en lo que hacemos. Por eso la educación, sin darse cuenta o dándose cuenta pero siguiendo una inercia que es más propia de un mercado que de algo natural, la escuela está ignorando sistemáticamente los tesoros que llevamos dentro. Y esto no es algo literario ni que pertenezca únicamente a un discurso vacío, sino que la ciencia ya lo sabe, la doctrina ya sabe esto, y sabe que si a una persona le das su espacio, esa persona acaba brillando. Deciros que esto también lo tengo que poner en evidencia día a día, el creer en mí. Hace poco desarrollé otra faceta que no sabía que tenía que era la de escritor, y tuve los mismos miedos que cuando empecé como músico y cuando empecé como logopeda: «¿Esto cómo se hace?». Pero hace unos meses alguien confió en mí, creyó en mí, me acompañó y he escrito mi primer libro Bailarina. Una estrella abriendo camino, que habla también del lado femenino. Que si queréis luego hablaremos de eso porque es un lado importante que está en todos nosotros, no solo en las chicas. Ahora sí que me gustaría que fuerais vosotros, si os apetece, que me contarais o vuestras historias o que me hicierais las preguntas. Porque de eso de trata, no de un monólogo, sino de un diálogo.