“Expresar tus sentimientos es un símbolo de fortaleza”
Ricky Rubio
“Expresar tus sentimientos es un símbolo de fortaleza”
Ricky Rubio
Jugador de baloncesto
Creando oportunidades
Todo lo que me ha enseñado el baloncesto
Ricky Rubio Jugador de baloncesto
“Sigo aprendiendo del niño que fui con 14 años”
Ricky Rubio Jugador de baloncesto
Ricky Rubio
Tiene 28 años y desde los 14 juega en la élite. Ricky Rubio, uno de los mejores jugadores en la historia del baloncesto español, fue desde su infancia un talento sin igual. Un niño prodigio que creció a la velocidad de un adulto, y aprendió rápidamente a valorar que “el talento no sirve de nada si no hay trabajo y esfuerzo detrás de ello”. Tras haberlo ganado todo en Europa dio el salto a la NBA, donde ha tenido que lidiar con la fugacidad del éxito y también con la crudeza de los fracasos. “Antes no sabía lo que era el fracaso, pero me ha enseñado, aprendí de él”, dice el jugador.
El punto de inflexión en su vida llegó en 2012, cuando a su madre le diagnosticaron un cáncer de pulmón. En una de sus últimas conversaciones, Ricky le prometió que haría todo lo posible para ayudar a los demás. Y hoy está cumpliendo esa promesa a través de su Fundación.
Hablar de Ricky Rubio es hablar de una estrella de la NBA, pero también de una persona que ha superado importantes obstáculos y que sabe aprovechar la oportunidad que le brinda el deporte profesional para mejorar la vida de mucha gente. Y no puede ocultar su sonrisa al compartir los momentos que le han enseñado a competir contra los mejores del mundo: "¿Cómo se juega contra LeBron James o Kevin Durant? Sin miedo, pero con respeto".
Transcripción
Hablamos con el director del club, que es el Masnou, de donde vivo yo, a 20 minutos del norte de Barcelona, y le engañamos un poco. Le decimos que tengo cinco años, y aún tengo cuatro, incluso ya cinco era el límite, que decían “No, tienen que ser seis, pero bueno, como tiene el hermano…”. Y dijimos “Tiene cinco”, pero tiene cuatro. Después el señor se entera y dice: “Bueno…”, mi madre lo conseguía todo, dice: “Entrena, y si no llora se puede quedar a entrenar”. Lo primero que me dijo mi madre: “Entrena, pero no llores”, y yo: “Bueno, bueno”. Y después, cuando empecé con el colegio, todos mis amigos jugaban al fútbol y yo quería jugar al fútbol también. Pues el niño juega a baloncesto y a fútbol. Y llegan los diez años y tengo que escoger uno. Un día mis padres se sientan, comemos todos juntos en la cena, y me dicen: “Enrique”, y yo con diez años, con toda la ilusión del mundo, yendo dos entrenos a baloncesto, dos a fútbol, muy contento, mucha actividad… Me dicen: “Tienes que escoger uno”. Y digo: “Uf, qué difícil”. Y bueno, escogí el fútbol. De verdad. Se complica el tema porque ya es… no profesional, pero tienes que pagar una cuota, y no íbamos muy bien de dinero en esa época.
Juego bastante bien y me suben dos categorías de fútbol, y ya no juego con mis amigos del colegio, y me aburre un poco el fútbol. Quiero volver a baloncesto. Voy a mi madre y le digo: “Tengo un problema”. Y me dice: “¿Qué?”. Y le digo: “Que echo de menos el baloncesto, que es lo que a mí me gusta realmente. Sí, mis amigos juegan al fútbol, pero lo que a mí me gusta es el baloncesto”. Yo creo que de allí aprendí dos cosas: una, que mis padres no me obligaron a hacer lo que ellos querían, porque mi padre era un loco del baloncesto. Entrenaba a baloncesto, su hijo mayor juega baloncesto, y me dejaron escoger a mí, me dejaron escoger lo que yo quería, y yo quería el fútbol. Pero después vi que mi pasión real era el baloncesto. Entonces, desde muy pequeñito tuve la suerte de tener los padres que he tenido, que no me han obligado a hacer un deporte que no me gusta solo porque al padre le gusta ese deporte, dejar que el niño que lleva dentro realmente escoja la pasión. También me enseñaron el error: te puedes equivocar, pero siempre puedes corregir. Un error… yo podría haber sido, y aún sigo siendo un chico tímido, podría haberme callado y jugar a fútbol toda la temporada para no herir los sentimientos de mi madre.
Pero bueno, me enseñó que si tú pides las cosas y realmente es un error, se puede corregir. He llegado a jugar a baloncesto, he tenido la suerte, que puedo haber tenido suerte, pero sobre todo porque decidí el baloncesto por la pasión que yo tengo dentro. Una pasión que hizo que un niño de diez años, a pesar de que todo va en contra de que vaya al baloncesto, porque todos mis amigos en el colegio juegan a fútbol, el deporte rey en España… como sabemos, vemos fútbol, en el telediario todo es fútbol… Entonces, ¿qué vamos a hacer? Pues fútbol. Pero realmente la pasión que yo tenía dentro, en ese momento me equivoqué, y realmente es el baloncesto. A los diez años me dediqué al baloncesto y sabía exactamente que eso es lo que me gustaba a mí.
Tú puedes tener mucho talento, pero si no hay trabajo detrás… Hay una frase de Kevin Durant, no sé si lo conocéis, es un jugador muy bueno de la NBA que dice… lo dice en inglés, pero en español sería: “El trabajo gana al talento, si el talento no trabaja suficiente”. El trabajo duro, entrenar cada día, es necesario. Y esos son tres o cuatro valores entre muchos otros que tiene el deporte. Yo creo que cuando tenga hijos les voy a apuntar a cualquier deporte que quieran jugar, porque creo que el deporte transmite esos valores. Ves que un compañero cae al suelo y quieres levantarlo, porque eso es ser un equipo. Al final ganar o perder… Sí, todos queremos ganar y es una sensación muy buena, pero yo me voy más contento a casa cuando realmente siento que he ayudado al compañero, que he hecho equipo. El año pasado tuve una experiencia muy buena con los Utah Jazz, y es que nos unimos tanto que somos amigos. Imagínate que vas a trabajar a tu trabajo en oficinas. Es más difícil demostrar realmente lo que sientes por tu compañero. Sí que le puedes traer unas flores, el café, la comida un día… pero cuando las cosas van muy mal en un partido es cuando le vas a levantar, te sacrificas y no pones una mala cara porque te cambian, porque tu compañero entra… y eso crea una unidad en el equipo muy importante.
Y me levanto y digo: “Me he saltado la parada y voy a llegar tarde”, y tenía que inventarme una historia con Aíto: “Es que la profesora me dijo “que tenía que entregar unos deberes y no podía…”. Espero que no lo esté escuchando, porque ahora sabrá que los días que llegué tarde fue porque me dormía en el metro.
A las dos terminaba, mi madre me venía a buscar rápido, porque tenía que comer y a las cuatro a veces entrenábamos otra vez. De cuatro a seis, depende, de cinco a siete. Comía, tenía que hacer algún deber, algunos deberes que me daban los profesores, y entrenaba otra vez. Me pasaba en total en el pabellón hasta las once. Y no me aburría. Hasta las once de la noche pero porque yo quería. A veces acababa el entreno y yo decía: “¿Puedo ir a entrenar con los de los de 18 años?”. Entrenaba con los profesionales pero también quería entrenar con mis amigos. Total, acababa a las once de la noche. A las once de la noche a dormir, a cenar, a acabar los deberes y a las doce y media o así me ponían en la cama, y a las seis y media sonaba el despertador. Ahora entendéis por qué ponía posponer a veces y me dormía en el tren. Pero esa rutina, ese esfuerzo, primero: lo hacía porque yo quería. Porque yo quería jugar como profesional, quería seguir también con los estudios, porque pensé que era muy importante. Pero también tuve la suerte de tener a referentes en mi vida, tanto el entrenador como mis padres, que me guiaron por un buen camino. Porque todos somos conscientes de que cuando tienes 14 años no vas a ir por el mejor camino, siempre vas a escoger antes el más fácil que el más difícil. Pero ahora pensándolo me ayudó muchísimo a ser la persona que soy hoy. ¿Cuántos años tienes tú?
Pero también me ha enseñado otra cosa, que es que al haber gente de todos los sitios, hay culturas de todos de todos sitios. Y a veces nosotros creemos que nuestra cultura es la que es y es la que tiene que ser, y ya está, es así. Y no es así. Me acuerdo mi tercera o cuarta temporada, tenía un jugador musulmán en el equipo. Tenemos partidos back to back. Back to back es que jugamos un domingo y jugamos el lunes otra vez. Jugamos el domingo en Milwaukee y jugamos el lunes en Chicago. Cansadísimos, cuando llegas el domingo por la noche después de jugar en Milwaukee, llegas a Chicago por la noche y estás muy cansado y duermes todo el día. Tenemos reunión el lunes por la mañana, vamos a jugar y termina el partido, y saca la alfombra que tiene, y empieza a rezar, que son diez minutos, porque tienen que rezar cinco veces al día. Son diez minutos que se levanta, se pone de rodillas, se levanta, se pone de rodillas… Qué esfuerzo para una cultura. En ese momento yo era un poco joven, tenía 22 años, y no entendía mucho. Ahora ya… Vas entendiendo, y es lo que te da la NBA. Vas aprendiendo de otras culturas y llegas a entender que nosotros vivimos en un mundo que nos creemos que es nuestro mundo, y todo el mundo tiene que ser de esa forma.
Y llegas a la NBA, empiezas a entender y a compartir que lo tuyo no es lo más importante, sino que el compañero tiene unas creencias, ya sean religiosas, en ese ejemplo es religioso, pero como muchas otras cosas, opiniones políticas… mil historias, que yo creo que eso lo he aprendido en la NBA. De haber tanta gente diferente y decir: “Una cosa. Lo que yo pienso no es lo único”. Y creo que ponerse en el sitio de otro es una cosa que es muy difícil de hacer en el momento caliente, pero que si se hace se aprende muchísimo.
Yo iba a jugar y me afectaba eso. Pero podía tomar dos caminos. Podía decir: “Hostia, el día está mal porque yo estoy mal”, culpar todo lo que me pasaba, echar la culpa a una situación personal muy delicada de todo lo que me pasaba. O aprender de ello. Aprender de ello y que me hiciera más fuerte. Cuando empecé a jugar a baloncesto profesional, empecé con la peña y todo iba muy bien. Ganamos la Copa del Rey y ganamos la ULEB Cup. Me voy al Barça, ganamos la Euroliga, ganamos la ACB… Con 20 años yo gané todo lo que se podía ganar en Europa. No conocía el fracaso en ese sentido. Y me voy a la NBA y las cosas empiezan a salirme no tan bien. Me lesiono de la rodilla. Estoy nueve meses fuera. Estoy en un equipo que pensaba que sí que íbamos a hacer cosas, y no entramos en playoffs en seis años… Y esa experiencia de no triunfar podría haber hecho que me dejara de gustar el baloncesto, pero me lo tomé todo al contrario: el fracaso me enseñó. Aprendí de él. ¿Cómo superas tú el perder a una madre que nunca más vas a tener? Sinceramente, creo que aún no lo he superado. Hay días que estoy mal, pero no sería la persona que soy ahora si no hubiera vivido esa experiencia.
Y nos dicen: “Estáis muy equivocados. No solo sois jugador de baloncesto. Tú eres un hijo, tú eres el primo de alguien”. Muchas veces, al ser profesional y que el baloncesto gire en torno a nosotros, y digo baloncesto como cualquier otro deporte, como tu trabajo, decimos: “Es que solo soy ingeniero, voy a trabajar y ya está”. No. Tenemos a una madre, y para ella somos un hijo. Tenemos mil cosas más. No quería tener una fundación de decir: “Tengo una fundación por tener, queda bien”. En ningún momento quise o quiero esa publicidad. Realmente, ¿por qué la tengo? Porque quiero dejar un impacto en esta vida. Quiero que cuando yo esté… no sé cómo voy a morir, nadie sabe cómo va a morir, pero quiero que yo cuando esté en mis últimos días pueda decir: “Estoy orgulloso de poder haber hecho eso. Estoy orgulloso de dedicar mi tiempo aquí para poder crear algo que ha ayudado a otras personas”. Uno de los proyectos, por ejemplo, para no aburriros a todos mucho: yo cuando iba con mi madre a hacer quimioterapia, porque murió de cáncer, era muy aburrido. Era un hospital. Sí que vas a un hospital, pero si tengo que ir una vez cada tres semanas, una vez al mes, y estar allí cuatro horas, y después revisión… Igual vivíamos en un hospital casi.
Por qué no la sala donde están los pacientes… Que sí que hay muchas de niños, que también es verdad, y tengo muchas ideas para los niños, y mucho de la Fundación está enfocado en niños. Pero también ¿por qué no pueden las salas de los adultos donde vayan a visitarse con el doctor, donde vayan a hacer quimioterapia, ser salas de estar? Salas que tengan 20 mesas con sillas cada una, para que puedas venir con tu familia, con tu hermano, con tus hijos y podáis hacer un puzle mientras esperáis la visita del doctor, o podáis jugar al ajedrez, o podáis jugar a videojuegos. Y he dicho cosas que me gustan a mí, pero habrá sugerencias en esa sala. ¿Qué queréis los pacientes que haya? Una librería, a mí me gusta leer, pues habrá todas las cosas que hay, y que haya luz. He abierto un proyecto que une dos cosas, el baloncesto y mi pasión por los niños. Yo en Estados Unidos iba a entrenar y tenía todas las facilidades del mundo. Por eso son tan buenos, porque cuando son pequeños pueden venir a entrenar a cualquier hora, y yo volví aquí en verano y no había un pabellón donde llame y diga: “¿Puedo venir a entrenar?”. No. Tenía que ser un pabellón municipal, un equipo como el Joventut, o el Barcelona, que tuviera el pabellón y podía entrenar. Y al final ¿qué terminaba haciendo yo con mis amigos? Jugaba al pádel. Es lo más fácil, ir a jugar al pádel. Estaba de moda, e iba a jugar al pádel con mis amigos.
He abierto un pequeño gimnasio que se llama Next MVP, que es para que el jugador que realmente quiera entrenar a baloncesto, ya sea pequeño, con ilusión y que tenga proyección a ser profesional, tiene todas las máquinas. Desde una máquina que te pasa, más vago no puedes ser, tú tiras, el balón entra en la máquina, te lo devuelve y puedes tirar. Puedes ir a tirar solo, y en eso me acuerdo mucho de Dražen Petrović, no sé si recordareis al gran Dražen Petrović los más pequeños. ¿Sí? Un jugador muy bueno, que por mala suerte murió muy joven. Demasiado. Pues decían que iba antes del colegio iba a hacer mil tiros, que no sé si es verdad, después igual eran 50 tiros y se iba al colegio. Pero decían que era uno de los mejores anotadores y de las mejores mecánicas que ha existido en el baloncesto. ¿Por qué? Por el trabajo que puso, por la repetición. Es lo que enseñan los valores, que el trabajo, el esfuerzo, da su recompensa. Pues el niño que lo quiera hacer aquí, que pueda. Pero no solo eso, sino que si tú quieres jugar a baloncesto con un amigo puedas venir a entrenar. Y de momento es pequeñito el proyecto, pero tengo idea de abrir muchos gimnasios en toda España, porque es una de mis pasiones, el baloncesto, y el esfuerzo de querer ser mejor. De querer llegar a ser un profesional. ¿Qué tienes que hacer? Poner horas. No hay otra vía. Lo siento. Si tú me vienes ahora y me dices: “¿Cuál es la solución perfecta para llegar a ser un profesional como tú?”. No existe una solución. Si hay algo que se parece es las horas de trabajo, las horas de esfuerzo.
Creo que los objetivos también tienen que ser no muy lejanos. Está el objetivo final, pero dentro del mismo camino puedes ir poniendo pequeños objetivos para que te vaya llenando el tanque y decir: “Oh, no lo he hecho bien”, o: “Oh, la recompensa”. Pero el objetivo nunca tiene que ser tan grande que no puedas llegar a hacerlo. Si es así, si es muy grande y soñamos a lo grande, que todos creo que soñamos a lo grande, y aquí tenemos niños y algunos jugáis a baloncesto, o cualquier deporte y decís: “Quiero llegar a ser como Messi”. “Quiero llegar a la NBA”, ese camino es muy largo. Os vais a cansar. Si el objetivo, el sueño, es ese, me parece muy bien. Pero poneos pequeños objetivos durante el camino, y no olvidéis que en el camino se pasa muy bien y es muy divertido. Lo bueno del deporte creo que es que tienes un examen diario, y en la vida no. En la vida hasta que no suspendes a final de curso, no te das cuenta. En el baloncesto, o en el deporte, tienes un examen diario. Si yo no he hecho mi trabajo durante el verano, no he hecho trabajo durante esa semana, el partido es muy difícil que me salga bien, y es una valoración constante. Yo creo que de eso podemos aprender, llevar esos valores del esfuerzo para querer ser mejor. Lo podemos llevar del deporte a la vida, y de la vida al deporte. Pero como te digo, la vida es más difícil valorarla porque, ¿qué es una victoria o una derrota en la vida? Para mucha gente es diferente, es muy subjetivo.
¿Cómo un niño de 17 años se planta allí y juega la final contra ellos? Y creo, ahora no lo sé, que soy de los que jugó más minutos en esa final. No es por el talento, que sí, que podía tener talento, pero creo que es porque realmente las ganas que tiene un niño son tan grandes que tenemos que aprender de ellos. Yo aprendo de del niño que era con 14, 17 años en esa final, de la ilusión. Es muy importante. La ilusión de hacer algo. Como he dicho, todo lo que hago yo en ese sentido, en mis proyectos, hay muchos que he dejado de hacer porque no los he sentido dentro y no he tenido la ilusión. Jugar contra esta gente a mí me hace mucha ilusión. Tengo el respeto de jugar contra ellos, pero también tengo la confianza de haberme preparado suficientemente bien para poder estar al nivel. El trabajo, el esfuerzo que he hecho durante toda mi carrera me da la confianza. Y con la confianza de saber que he hecho todo lo que tengo, tú cuando vas al colegio y vas con los deberes hechos, vas tranquilo. Ahora, cuando vas y no has estudiado, o no has hecho los deberes, los haces a última hora y la profesora te pregunta, o el profesor te pregunta… No sé si se podrá decir la palabra, pero estás asustado, vamos a decir. Iba a decir otra palabra, pero estás asustado.
¿Por qué no tienes la confianza? Porque no has hecho los deberes. Cuando juegas contra LeBron James, contra Kobe Bryant, tienes que venir con los deberes hechos. No los puedes hacer a último momento. No puedes el día antes decir: “Voy a jugar contra ellos. Voy a tirar mil tiros, así practico, y mañana seguro que…”. No salen así las cosas. Las cosas salen con una base, y la base es el trabajo.
Yo hago una jugada, y pasa mucho, el problema es que en profesionales hacemos demasiado vídeo. Siempre lo digo, el vídeo está estropeando el baloncesto, y supongo que muchas cosas pasan, pero los entrenadores nos tienen allí, nos sentamos antes del entreno y al principio cuando empecé eran 10, 15 minutos, ahora ya va por la hora de vídeo, de decir: “Vale, este jugador va a la izquierda, y cuando va a la izquierda tira, cuando va a la derecha esta jugada la hace así”. ¿Hasta dónde yo puedo darle a esa jugada creatividad, o no? Yo hago una jugada, no me sale bien. Aprendo que eso no lo tengo que hacer. Pero ¿cómo lo hago? Buscando otras vías. Hay veces que no me han salido esos pases, y he sabido en qué situaciones, a medida que va pasando la temporada o mi carrera, puedo arriesgar más, y cuándo no. Pero eso también te lo da la experiencia. La experiencia sirve. Antes, cuando yo jugaba y tenía 18 o 19 años, 20 años, decían: “Este, que es veterano y tiene experiencia, te va a enseñar”. Y yo decía: “La experiencia. ¿Qué es la experiencia?”. Hasta que no pasas por algo y no lo vives, por mucho que te lo digan, puedes estar poco preparado o no, y eso es muy importante, pero hasta que no lo vivas no se te queda adentro tanto como si lo vives.
Y eso es la experiencia. Para vivir y para estar preparado para ese momento, sobre todo los más jóvenes, pero sirve para todo el mundo. Ahora yo estoy diciendo algo y ojalá sirva. Si una pequeña cosa sirve para alguien ya me voy del plató contento. Pero igualmente, yo no paro de aprender en ese sentido, cuando me pasan experiencias intento aprender de ellas. Intento aprender de la jugada.
Michael Jordan tiró un tiro libre en un partido con los ojos cerrados, y la gente se sorprende y dice: “Hostia, qué chulo, ¿no?”. Pero yo creo que la confianza que tiene en él mismo, de repetir tanto algo es tal, que no necesita ni ver el aro. Coge el balón y ya lo tiene tan interiorizado, ha repetido tantas veces, que le sale solo. Eso es un mensaje que podemos hacer en la vida: si quieres que algo te salga bien, trabaja mucho. Repite. La repetición al final hace que salga mecánico. No pienses que esa cosa es a vida o muerte. Muchas veces nos pensamos que un problema que tenemos o una situación, en ese sentido un tiro libre al último segundo, es a vida o muerte. Le pones mucha más presión de la que es. Muchas veces en un problema que tenemos o una situación decimos: “Uf, es que si no sale esto…”. Tranquilo.
¿Qué pasa? Que el pasado no lo podemos cambiar. El pasado está hecho. El presente es lo que hacemos ahora, y es lo más importante. Pero el presente nos dictará quiénes somos nosotros como futuro. Cuando te digo qué voy a hacer cuando me retire, yo ya he empezado a trabajar para qué hacer cuando me retire. ¿Por qué? Porque estoy haciendo ahora pequeñas cositas para que el día que llegue ese día de retirarse coja todos los frutos que he sembrado. Cuando tienes un huerto no plantas un árbol y esperas que te dé la fruta ya, cuando plantas cualquier cosa. Sí que es verdad que tiene un proceso, y podemos aprender de ese proceso. Y hasta llegar al fruto final hay todo un camino y situaciones, pero el mensaje que le daría al niño sería ese, que todo lo que hace lo haga por ilusión, por la pasión que tiene dentro. Si hay un mensaje que he aprendido últimamente, es que el teléfono, las redes sociales, la tecnología que tenemos ahora, que a mí me han ido muy bien, porque me han acercado a los que estaban lejos en su momento… Pero no olvidemos que a los que están cerca nos estamos alejando. Muchas veces tengo cenas y comidas en casa con amigos y hay días que se van y digo: “Parece que no hayan estado. Realmente hubiera sido mejor cenar solo y estar hablando por teléfono con él, me hubiera hecho más caso”. Es el mensaje que tenemos como sociedad.
Creo que hay plataformas, como este programa, que están intentando educar, y están intentando traer a gente aquí que ha tenido experiencias, que ha sido exitosa pero ¿por qué? Hay un mensaje. Como te he dicho lo del huerto, que vemos el fruto, en una persona que tiene éxito mucha gente conoce lo de fuera, pero no conoce los de dentro. Y ¿qué nos pasa a los deportistas? Que nos ponemos una armadura. Y con esa armadura vamos bien, porque no nos tocan por dentro. Nos dicen lo bonitos, guapos y famosos que somos porque jugamos bien a un deporte, pero realmente también somos personas.