Los Mundari: la etnia que me volvió loco
Lethal Crysis
Los Mundari: la etnia que me volvió loco
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Creador de contenido y viajero
Creando oportunidades
Contar cómo es el mundo a la generación Z
Lethal Crysis Creador de contenido y viajero
“Sería imposible viajar donde lo hago sin la hospitalidad”
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Con más de cinco millones de seguidores y más de cuatrocientos millones de visualizaciones, Rubén Díez, más conocido como Lethal Crysis, es uno de los viajeros y creadores de contenidos más reconocidos en España por la Generación Z. Su canal de YouTube es la ventana al mundo donde recorre los lugares más extremos y desconocidos, como una forma de traducir la diversidad cultural y tradicional al lenguaje documentalista. En su libro 'Un mundo de historias' recoge algunos de los momentos extraordinarios que ha vivido este joven viajero y desvela costumbres o vivencias insólitos. "Es difícil ser racista si has viajado, porque todos estos prejuicios que tienes sobre otras personas y otras culturas, se te van cuando precisamente tú mismo necesitas de la ayuda de estas personas porque estás en un lugar donde no hay hoteles, no hay restaurantes. ¿Quién te va a dar de comer? ¿Dónde duermes? Dependes plenamente de ciertas familias locales, de su hospitalidad", reflexiona.
Lethal Crysis ha recorrido países en tiempos de postguerra, zonas de temperaturas extremas, desde la tundra al desierto, pasando por la selva y los océanos.
Transcripción
Cada vez estoy más involucrado en lugares tildados de complicados. Y es que encuentro esa felicidad descubriendo, investigando o explorando las zonas menos contactadas, a veces porque se han visto englobadas o sumergidas en un conflicto y por eso la gente no puede llegar allí. Otras veces porque son comunidades tribales casi sin ningún contacto o zonas naturales cuya accesibilidad también es complicada por el propio entorno. En esas zonas es donde estoy centrado hoy en día. Pero lo que digo: ya son varios años de recorrido, de mil aventuras porque no paro en casa más de un mes al año, así que hay mucho para contar y para recordar también de todo esto vivido.
Sí hay algunos lugares donde no he conseguido llegar. A veces ni siquiera ha sido por mí. A veces por algún conflicto que ha habido, algunas situaciones de riesgo. Por ejemplo, en la carretera no puedo seguir por ese camino, no llego al lugar, me quedo sin ver una de las tribus que yo quería. O, por ejemplo, simplemente está lloviendo, hay una tormenta fuerte, no se puede cruzar el mar hacia la otra zona que yo quería… Todo esto, cuando has dedicado tanto tiempo, también dinero, tanto esfuerzo para llegar y que por una tormenta o por una ventisca se te destroce el plan, mentalmente es duro, da rabia. Es esa impotencia también de que no se puede luchar contra algo como es el clima. O algunas veces que he intentado también retos un poco más físicos y en 2020, por ejemplo, subí el Kilimanjaro, el pico de África, la cumbre más alta en África, 5.800 metros y pico, nada técnicos. Lo conseguí, estuvo bien. Después intenté el Chimborazo, en Ecuador. Es la montaña más alta del mundo desde el centro de la Tierra. Son 6.300 metros, 6.290 creo que es. Es el punto de la Tierra más cercano al sol. Y me quedé en 5.900. Me aclimaté poco y mal y, además, me agarraron unas fuertes fiebres de la selva ya en alta montaña. Y no lo conseguí. Esos momentos son también una decepción conmigo mismo. Algún día volveré y ya lo intentaré. Pero ese reportaje estuve pensando en no subirlo.
Finalmente lo publiqué y fue uno de los que yo creo que más ha gustado en los últimos tiempos. Hace ya tres años. Pero simplemente por esa prueba de que no siempre se consigue, de que a veces no sale bien… Yo creo que simplemente eso de que una vez no me ha salido bien, pero aun así lo he publicado, mostró algo diferente y gustó de otra manera. Pero hablando de buscar estos destinos y de cómo yo lo hago, realmente para mí esto es una pasión y me encanta lo que hago. No paro de investigar y entonces siempre estoy leyendo los diferentes países, las culturas, las zonas tribales, qué es lo que hay en cada lugar. De este modo, cuando de repente tengo una fecha libre, más que investigar adónde puedo ir, tengo ya mil ideas en la cabeza y más bien tengo que, en base a la cercanía de este lugar, la inversión, el dinero, lo que cuesta o el tiempo que me supondría, el tiempo del que yo dispongo, decidir qué lugar es el que más encaja o del que más ganas tengo. Hasta estos momentos he estado en unos 70 países, algo menos, 68, 69 o 70. Hay en torno a 200, 190, 195, dependiendo de lo que uno considere que es país o no. Pero estoy más o menos en un tercio de los que hay. Menos de un tercio, sobre un tercio digamos. Todavía me queda muchísimo camino por recorrer, por explorar. Pero la parte buena es que no solo busco destinos, culturas, sino también contactos en esos lugares, lo que se conoce como un «fixer». Lo que en una zona turística es un guía turístico, en una zona sin turismo se considera «fixer», del inglés, que es el solucionador, el que te consigue lo que te hace falta.
Lo que digo: obviamente tengo contactos en todos los que ya he visitado, pero de estos 200 países, pongamos que en 180 tengo contactos. Hay algunos lugares donde sí he llegado a tener algunos contactos, pero todavía no he visto de verdad una vía clara, un contacto claro en el que confiar y con el que organizar un viaje potente. En el Amazonas de Brasil, por ejemplo, he tenido algunas conversaciones, pero todavía no he desarrollado nada claro. En Vanuatu, en algunas islas en el Pacífico, hay zonas tribales. Y Vanuatu, uno de los países que mencioné ahora, es una isla que es un país donde todavía hay tribus. Es un conjunto de islas. Y hay tribus con muy poco contacto en Tanna, en Pentecostés. Son islas donde ha llegado muy poca gente. Esas zonas ahora mismo son algunas de mis metas, las metas que más tengo en la cabeza: llegar a estas islas y conseguir llegar hasta estas tribus. Eso es para lo que todavía no tengo contactos claros. Sí que conozco algunas personas que han ido, pero contactos claros y firmes todavía me queda. Ya te digo, son pocos los lugares, pero todavía se escapa alguno.
“Disfrutar de un buen viaje no tiene que ser una experiencia cara ni muy lejos de casa”
Algo curioso que me ocurría inconscientemente es que muchas veces en los viajes, en las horas muertas, tengo un trayecto en coche y, de repente, para cuando yo me doy cuenta, llevo treinta minutos pensando en qué haría si de repente vienen unos tíos con Kalashnikovs y paran en el coche, me secuestran y termino en una cueva. La película que me he montado en la cabeza. Llevo treinta minutos que ya quisiera Hollywood tener los desarrollos que tengo yo en la cabeza con esas películas. Me resulta curioso. Bueno, eso realmente me dijeron que es lo más normal. La cabeza sola está planificando situaciones que podrían pasar, pero yo esto no… O sea, yo no digo: «Venga, voy a planear qué hacer si…». Sale solo, simplemente cuando no estoy pensando en nada y, de repente, empiezo a divagar. Eso no me pasa en España, eso me pasa en los lugares donde yo sé que puede pasar. Pero yo creo firmemente que precisamente eso es lo que haría que no me pillara tan de sorpresa.
Entonces, imaginaos que un grupo étnico que vive a una hora de la capital ya era prácticamente incontactado. Los mundari en concreto son un grupo seminómada que no construye ningún lugar en el que dormir. Vive al raso, vive en el suelo. Toda la vida gira en torno a sus vacas. Entonces, la escena que podemos imaginar es… Un campamento, por ejemplo, son miles de vacas, solo hombres, muy pocas mujeres, algunas que cocinaban, pero la mayoría de ellas estaban en otro lugar, ya que es un campamento en el que estaban durante unos meses. A las vacas no se las comen, las vacas son sagradas. Se pasan la vida cuidando de estas vacas. Y tiene importancia porque en el pasado era como un médium para conectarse con Ngun, que era su dios. Son las watusi, que llaman. Seguro que alguno lo ha visto alguna vez, unas vacas con unos cuernos enormes, altísimos. Cuernos de un metro, gigantescos, en África. Esas son las vacas típicas de los mundari. La escena de los campamentos es: más de mil vacas, igual trescientos hombres, y columnas de humo por todas partes, que las hacen con montañas de excremento de estas vacas. Por lo tanto, es un humo contaminante al completo. Es un lugar donde cuesta respirar, donde escuecen los ojos. Estas montañas de excremento de vaca son hechas por los niños, que básicamente se arrastran desnudos por el suelo hasta que no se inician.
La tradición del inicio, la iniciación, se ha perdido un poco más, pero históricamente se hacían una escarificación, o sea, una cicatriz, cinco en concreto, en la frente. Creo que eran cinco, cinco uves con un cuchillo. En ese momento se les ponía nombre, el nombre de su vaca favorita. Hasta ese momento, ni siquiera tenían nombre. Las vacas sí. Desde que nacen, las vacas tienen nombre. Con esto voy a que durante los primeros 10, 12 o 15 años de vida de uno de estos jóvenes, es más importante la vaca, que al menos tiene nombre. Lo que digo, los niños desnudos y recogiendo con las manos los excrementos de las vacas para hacer estas montañas, como unas hogueras, y hacer fuego. La estampa es más o menos todos los hombres armados, ya no solo con Kalashnikov, sino armamento pesado, de estas armas que hemos visto en películas o en videojuegos. Todo el calibre y toda esa munición va por fuera del arma, hay que posarla. Armamento muy pesado y que se maneja allí, en esas tribus. Y las tradiciones van un poco más allá. De hecho, por ejemplo, se duchan en la orina de las vacas. Y la estampa es cuando menos curiosa, porque, claro, la vaca no avisa cuando mea. Entonces, en el momento en el que se oye el chorro de la vaca, todos van corriendo para ver quién mete la cabeza debajo. Es casi como un tinte natural, porque muchos de ellos van con peinados bastante interesantes. Son naranjas. Eso es por la orina. También se enjuagan la cara y la boca en este orín de la vaca. Al final, son sagradas.
También va un poco más allá. También estimulan genitalmente con la boca a estas vacas para que produzcan más leche. A mí esto lo que me produce es puro interés. Interés de saber por qué lo hacen. ¿De dónde viene esta tradición? ¿Por qué viven así? Al final, en el pasado, todos nuestros antepasados han pasado por tradiciones que hoy en día están completamente perdidas y las veríamos como locas. Lo curioso de estas zonas con tan poco contacto es que todavía las mantienen. Entonces, como decía antes, esos son los lugares para mí verdaderamente interesantes. En un mundo tan globalizado, la mayoría de nosotros, de los que estamos tan conectados en la ciudad, nos parecemos muchísimo. Ya casi cuesta diferenciar a alguien de Francia, Alemania, de España, de Estados Unidos, que dices: «¿Y este de dónde es?». Los rasgos culturales que identifican ya no son tantos. Ya somos casi parte de lo mismo. Sin embargo, en estas zonas donde todavía están tan vivas estas costumbres y estas tradiciones, donde la identidad de los pueblos es todavía tan marcada, ahí es, para mí, otro paraíso de la investigación. Pero, en concreto, los mundari, si hablamos de tradiciones que impactan, sí es de las que más.
Después hay otras, como ritos funerarios. Hay algunas tribus que se comen al familiar cuando se muere. Es un canibalismo, pero diferente. El canibalismo normalmente es matar a un líder tribal, a un líder enemigo. Buscando esa fuerza en el plano más espiritual, se pueden comer a un líder. Lo que me sorprendió es saber que en Indonesia, por ejemplo, hay una tribu en Sumatra que lo que se comen es a su propio familiar. Se muere el hermano, pues se lo comen. Costumbres y tradiciones hay muy raras. Pero, sin entrar en esto, porque podría pasarme horas, lo de los mundari sí que es de lo más extraño que me he encontrado.
El tema de las castas no es una clase social. Tú puedes nacer pobre y morir rico. Allí no. Si naces en una de estas castas, tú no te puedes casar con otros de otra casta superior. Esto es algo que existía en muchas zonas del mundo antes y, por suerte, ahora mismo ya son pocas, pero todavía se pueden encontrar en según qué zonas. Quedarte en la calle mirando a estas personas y sabiendo que la ayuda que les puedes proporcionar realmente es mínima. Ni siquiera van a ver bien que se les deje dinero. Si te ve otro, igual hasta va y se lo quita, porque no les consideran merecedores de este tipo de ayudas, de un hogar, de comida, de algo de dinero. Entonces, a no ser que se emprenda un proyecto de más envergadura allí mismo en la calle, uno siente que se queda con esa idea de estás viendo algo que es demoledor, que es terrible, con los brazos cruzados, uno se siente… ¿Qué haces allí viéndole? Uno se siente impotente. Te gustaría hacer más de lo que… O, por ejemplo, yo he estado documentando las pateras del Mediterráneo. He grabado en zonas posconflicto, pero nunca he estado en la guerra como tal. Porque siempre se habla de que la desesperación que se vive en una guerra, estas migraciones que provocan las guerras son máximas. Eso yo no lo he vivido, pero sí he visto la cara sobre todo de los subsaharianos en las pateras, porque en las familias del norte de África… Incluso allí se notaban diferentes clases.
Las embarcaciones de los que llegan desde Túnez o desde Marruecos son mucho mejores: con motor, menos pobladas y se nota que llevan menos tiempo en el mar. No se ve el estrés, esos nervios que pueden tener, por ejemplo, los subsaharianos en pateras de hierro mal soldadas, que ante cualquier impacto de una ola, se descompone y se ahogan. Son personas que no han visto el mar en su vida, que creen que el Mediterráneo es un lago. Y que, aun con todo esto, se montan en un trozo de hierro por la noche, casi sin motor, casi sin gasolina, sin comida, sin bebida, con un bebé en brazos y camino hacia un continente que desde esa tierra ni siquiera se ve. Entonces, entre estas personas sí que me he encontrado unas caras de desesperación absoluta, rezando en cuanto ven llegar al barco. Yo estaba con el Open Arms, que es uno de los barcos que operan allí e intentan encontrar estas embarcaciones y darles un rescate, o al menos un apoyo que consiste en acompañarlas, en hacerles una supervisión en su navegación. En caso de que ocurra esta catástrofe, se ahogan en minutos. A mí no me tocó ver muertos. Hubo varios rescates y todos salieron bien, pero las historias que yo tengo de esas zonas son tremendas.
Desde 2014, se calcula que hay cerca de treinta mil muertos ya. Treinta mil muertos cuando solo se contabilizan los cadáveres. Si hay una patera de doscientas personas y han aparecido cinco cadáveres, aunque se sabe que esas pateras tienen capacidad para doscientos y nunca van a la mitad, siempre van sobrecargadas, solo se contabilizan los cinco que se han encontrado. Entonces, de los treinta mil que se cuentan, imaginaos los que hay en el mar. Si hablamos de situaciones que me han impactado mucho, situaciones que afectan realmente, incluso presenciarlas, esa probablemente yo creo que es de las que más.
Allí, esta fiesta del mono gordo es después de la época de la lluvia. Hay mucha fruta, alimento. Entonces, todos los animales son muy grandes. Ya se han reproducido y son muy grandes. Por eso el mono gordo, porque los monos han comido mucho, son muy grandes y son cazados con cerbatana solo en este mes del año. Y es una festividad tremenda en la que hay tambores, fiesta, bailes… Entonces, más que una expedición explorando con la cámara, es un trabajo que nunca me ha parecido trabajo porque lo disfruto muchísimo. Al final, la gente que viene se convierte en un grupo de colegas y recorremos el Amazonas, en este caso, en un ambiente superfestivo. Entonces, las aventuras siempre son mágicas realmente. El Amazonas es la selva más grande y más biodiversa del mundo. Allí, por mucho que he ido, mi sensación es que no he recorrido más que un poquito. Pueblos en el Amazonas de Ecuador hay 11, pero el Amazonas está en nueve países y el territorio de Ecuador no es ni de los tres más grandes. Está el colombiano, el peruano, el venezolano y el brasileño, por supuesto, que es el más grande. Nacionalidades contactadas en Brasil hay sobre 170 o 180 y pueblos no contactados se calcula que más de 20. Entonces, imaginaos todavía lo que hay por recorrer.
En zonas como el Amazonas, yo veo dos temas muy importantes que hay que proteger y que hay que defender. Uno es el propio ecosistema, la selva, que tan dañada está hoy en día, aunque hay muchas zonas que se mantienen completamente vírgenes. Pero las entradas en la selva, sobre todo en zonas como en Brasil, están completamente devastadas. La otra parte que considero que hay que proteger mucho más de lo que hacemos son los pueblos indígenas, que también por estas entradas de las madereras, de las petroleras, de las mineras, algunas están completamente… algunas casi destruidas, casi desaparecidas. Vienen de años, de décadas de engaños, de malvender su territorio por necesidad o por mentiras a estas madereras. Por ejemplo, yo he llegado a ver cómo han construido un colegio. Fijaos hasta donde llegan, que una petrolera, una minera o una maderera, a cambio de regalar el territorio, les promete construir un colegio. Y uno dice: «Qué buena idea, van a tener un colegio». Bueno, un colegio no son cuatro muros, una casa de cemento. Un colegio es un plan con su educación, con profesores. Tiene que haber un plan. No es una casa. Pues yo he entrado en una comunidad y me he encontrado un colegio que destrozaba lo que era la vista en la comunidad, porque de casas de madera pasábamos a un edificio de tres pisos de cemento, de baldosas, roto por dentro, del desuso, porque en realidad no lo usaba nadie, y sin profesores. No había nadie dentro. No había clase. Había un poco de material medio roto, viejo y sin profesores. Lo que puede parecer una buena idea en un comienzo, de: «Van a tener un colegio. Va a ser por ellos, por su bien», luego acaba siendo nada, no vale para nada.
O una petrolera ya contamina el territorio y me he encontrado con enfermedades por beber de los ríos cuando llevan miles de años viviendo de los ríos. El año pasado, en 2023, entramos con una fundación que construye filtros de agua. Entramos con un doctor para llegar a las comunidades más profundas que tenían enfermedades en la piel, ronchas en la piel, el estómago muy hinchado, heridas en la cabeza, sangrados en la nariz… y era de beber del río. El río estaba contaminado. Para ellos no había cambiado nada, hacían lo de siempre: beber del río, cocinar con el río y bañarse en el río. De repente, el río ya no es el que era por la actividad de estas empresas. Entonces, el problema es que uno, por ejemplo, puede dejar que una de estas empresas entre para un mes. Entonces el problema es las consecuencias de esto. La actividad en sí de esta empresa, de una petrolera, igual ya ha terminado. Pero si ha habido un derrame, como derrames que yo he visto… Que tampoco penséis que van corriendo para solucionarlos. He visto derrames de semanas. Una tubería que cruza por encima de un río se suelta y está simplemente botando el crudo al río. Un río que está completamente conectado. Puede ser un río pequeño, pero la cuenca del Amazonas todo va derivando hacia el Atlántico, es decir, hacia el río del Amazonas, que es el que conocemos. Está todo muy conectado. Entonces, los daños son tremendos. Yo, por ejemplo, estuve grabando también un reportaje sobre la deforestación de la balsa, que es una madera concreta. Sorprende porque uno cuando habla de deforestación se puede imaginar estas imágenes que tenemos del Amazonas completamente deforestado, marrón, que lo han talado entero, que solo hay tierra, ya se olvida ese color verde de la selva y es solo madera destrozada recolectada con la maquinaria.
La realidad es que no hace falta irse a un extremo tan fuerte como es esa imagen para que un ecosistema quede completamente tocado. Esta balsa que yo digo es una madera que recolectan por diferentes motivos. También hay un mercado chino que la solicita bastante, y más que para muebles, está dedicada para insonorizar, es bastante impermeable, flota… Tiene usos en la industria. Lo que se llevaban era solo esta madera, estos árboles concretos que salen en grupos cerca del río. Entonces, tú cuando llegas allí, realmente la selva sigue pareciendo la de siempre. No hay zonas deforestadas que se vean. Bueno, solo eliminando estos árboles, el daño ya era tremendo. Como estaban encima de los ríos, los frutos que caen al río hacen que los peces estén debajo de los árboles. Entonces, los peces ya no estaban. Los animales que se alimentan de estos peces, como un cocodrilo, como una boa, ya tampoco estaban. Los animales que se alimentan de estos, como los jaguares, tampoco estaban. Los frutos daban de comer a los peces, también a las aves antes de caer al río. El ecosistema a nivel de fauna quedaba trastocado por completo. La fauna se iba del lugar. Las comunidades indígenas también tienen que vivir de lo que cazan. Tampoco tenía tanto sentido vivir de repente en una zona donde no hay caza.
El daño no era solo este. También estos muros de árbol de balsa eran una muralla contra las riadas. Cuando crecía, el río ya no se veía sostenido por estos grupos de madera de balsa, sino que arrasaba, se metía hacia la selva y devastaba comunidades. Las comunidades, no solo en la selva, sino siempre, casi siempre en el mundo, están cerca de puntos de agua. Uno no construye su comunidad en mitad de la selva, sino al lado del río, porque, al final: agua, peces… es vida. El agua es vida. Comunidades devastadas solo por quitar unos árboles. Imaginaos realmente si se desequilibra tanto un ecosistema por quitar cuatro árboles, imaginaos lo que es realmente deforestar por completo, como ha pasado, por ejemplo, en el territorio de Brasil. El mundo en el que vivimos está completamente conectado. La sedimentación, el sedimento que ha hecho posible que el Amazonas sea una tierra tan rica como es, es arena del Sáhara. Imaginaos lo conectado que está todo. Recientemente he estado en la Antártida hace unos meses y sí que la Antártida es el lugar con menos impacto del ser humano. Pero el impacto está. Las corrientes están muy conectadas. Allí llegan también redes de pesca, llegan trozos de madera, llegan boyas a la Antártida. Realmente lo que uno hace en un punto del planeta afecta mucho más de lo que pensamos al resto del globo.
En Occidente, sí que es cierto que lo de los hijos y la familia cada vez es menos, pero estas inquietudes de encontrar una pareja, de hacer una familia, de independizarse… Cuando encuentras eso en estilos de vida tan diferentes, a mí me sorprende. No solo me sorprende, sino que, a mi parecer, mi sensación, lo que a mí me provoca es que nos acerca mucho. De repente, me doy cuenta de que, más o menos, es lo que yo también quiero. Y mira que me he criado lejos, en un contexto diferente, a nivel histórico, político, social, económico y todo. Y, aun así, en eso nos parecemos mucho. Y esto es lo que más me ha fascinado realmente. Que las diferencias son obvias, pero esas semejanzas, cuando las encuentras en cualquier lugar del mundo, a mí eso siempre me ha parecido muy interesante.
A mí si me gusta… Yo al final también soy como tú has dicho, yo consumo muy poco de la tele. Tal vez periódicos más, a través de redes sociales, en Twitter. Son nuevas formas de informarnos. Y también me ocurre que, por ejemplo, veo cosas en la tele que yo sé, por estos lugares donde yo he estado, que no son así. Y lo veo muchísimo con tertulianos de los programas Muchas veces al tertuliano lo llevarán por carisma, porque idea de lo que habla tiene bien poquita. Igual tiene idea de economía, pero hay veces que les toca, igual no es su culpa, igual es que les mandan hablar de lo que de lo que no saben y es culpa igual del que les manda que hablen. Hay veces que hay noticias sobre la tribu de no sé dónde o la religión de no sé cuál o el régimen de tal país, y les oigo hablar y digo: «Esta persona sabe muy poquito de lo que está hablando». Lo que digo, igual es culpa del que le manda que hable, que opine cuando no sabe. Cuanto más veo eso, más ganas tengo de enseñar yo mismo en el país la realidad que allí se vive, porque a veces sí que se distorsiona un poco en la televisión.
Bueno, como digo, yo he estado con los toposa. Los toposa son 300.000. Porque ahora os voy a contar. El día antes, los toposa habían ido al territorio de la otra tribu a robar vacas. Como les pillaron, mataron a los dueños de las vacas, que eran dos jóvenes, y se fueron con las vacas. Los toposa son 300.000. Por eso, cuando digo que yo estaba con los toposa, yo no estaba con los que mataron. Los que mataron eran de otro poblado, pero bueno, al final de la misma etnia. Entonces, ¿qué había pasado? Mi fixer sabía que la mañana que yo tenía que pasar por esa carretera, que es la única carretera que conecta un territorio tribal con el otro, esa misma mañana habían tiroteado un coche allí. Y el fixer pensaba que era un accidente concreto. No sabía que era una emboscada. Una emboscada como venganza de lo que había pasado el día antes. Y es que, siendo la única carretera que conecta una tribu con la otra, si los larim sabían que estaban encerrados en sus poblados, a la espera, sabían que cualquiera que pasara por el camino, si no son ellos, son de los otros. A todo esto, también iba yo por ahí. Entonces, tuvimos la suerte… Fue una consecución de hechos afortunados por los cuales no ocurrió nada más allá.
Íbamos por esta carretera y el terreno era horrible. Había piscinas de lodo que no había forma de pasar. Íbamos en dos 4×4 y llegó un momento en que en concreto mi 4×4 se quedó enterrado hasta las ventanillas. De hecho, tuvimos que salir por las ventanas porque eran ya las tres de la tarde, anochecía dentro de poco, todavía quedaban kilómetros. Y en ese camino, por la noche, imaginaos un camino de barro que a los lados hay puro bosque salvaje. Salimos por las ventanillas y nos vamos todos al otro vehículo. Como íbamos todos en un 4×4, no entrábamos todos allí, y el fixer se tuvo que subir encima del vehículo. Esto pasó dos kilómetros antes de la emboscada. O sea, diez minutos más tarde estábamos en la emboscada. Y gracias a que había ocurrido esto, el fixer, desde la altura del capó del coche, pudo ver a los tiradores que entraban ya al camino con los Kalashnikov. Entonces se tiró del coche y dijo: «Vuelta, vuelta, vuelta, vuelta, vuelta» y nos fuimos. En ese momento, yo ni sabía lo que estaba pasando. Me miraba con Aníbal, que es el amigo con el que estaba en ese momento, medio riéndonos, no porque hiciera gracia, sino esa sonrisilla como de nervios con la tensión de: «¿Qué narices está pasando? Que no me estoy enterando de nada.» Solo veía la cara desconfigurada de terror del fixer y que el conductor conducía muy rápido en dirección contraria a la que debíamos. Esa vez estuvo bastante cerca. Después, pasó otro camión por allí y lo tirotearon y los mataron. Y esa noche, los toposa hicieron la venganza de la venganza. Subieron a los poblados de la montaña de la otra tribu y los tirotearon. Si hubiéramos conseguido llegar, habríamos estado en estos poblados. Así que, como digo, realmente se dio todo, dentro de lo que cabe, al menos para nosotros, de la mejor forma. Fuimos bastante afortunados.
Hablando de reírse, también, y de momentos buenos, un viaje es muy largo y esto pasó en dos minutos. En ese mismo viaje ha habido momentos de muchísimas risas. En esas piscinas de lodo en donde yo decía que me quedaba, que nos quedábamos continuamente, yo ya me moría de la risa porque no había forma de seguir 200 metros. Era tan desesperante que no hacía más que reír. Y ya cuando veo que el conductor se mete al charco más profundo de todo, que se veía que era el más profundo de todos y se mete de cabeza hasta las ventanillas, ya me moría de la risa. «Yo no me puedo creer lo que estoy viviendo». Entonces, hasta en estos momentos realmente… Bueno, pasó esto de la emboscada, pero momentos de risas, estos altibajos según todo lo que te encuentras, son continuos. Por supuesto, también, hasta en los lugares más de esto, hay muchos momentos que te ríes muchísimo. Hay de todo en los viajes.
Las zonas que me parecen muy interesantes, precisamente también por lo que hablaba de la perspectiva que tenemos según la televisión o lo que podemos ver en los telediarios y lo diferente que es una vez allí. Oriente Medio a mí me encanta. Y en Oriente Medio, incluyendo Siria, incluyendo Afganistán, incluyendo Irán, Kurdistán, Irak… Podría preguntaros yo qué es en lo que pensáis cuando os hablo de estos lugares: si es en terrorismo, en bombas, en guerras… Y por supuesto que han vivido todo esto, pero realmente la población de esos lugares ha sido la principal víctima de este terrorismo. Parece que los sirios son terroristas, no: los sirios han sido víctimas de esta guerra provocada por el terrorismo, una guerra allí que ha jugado papel con muchos gobiernos. Bueno, ellos han sido precisamente las víctimas principales de toda esta guerra. Allí yo me he encontrado las familias más hospitalarias y más acogedoras del mundo, de mis viajes. En alguna zona de Asia, del sudeste asiático, digo, pero sobre todo aquí, en Siria, en Afganistán, también unos lugares con una historia tremenda, superrica, una gastronomía también fascinante, que a mí me encanta comer. Cada país tiene su interés y, siempre y cuando, sus culturas, incluso sus religiones, sus creencias se mantengan más puras de cómo eran en el pasado, cuanto más ocurra esto, más me interesan. Las tribus del norte de Pakistán, por ejemplo, en el Himalaya, algunas zonas de la India… La lista podría ser interminable. Pero disfruto mucho cuando estoy en zonas de selva o en zonas de montaña, donde encuentro poblados muy remotos.
La otra cosa que me encanta… Bueno, una de las otras cosas que me encanta y me fascina es el buceo. Yo buceo. En Galápagos estuve para bucear, entre otras cosas, pero sobre todo para bucear. En la Antártida también, con una foca leopardo, que la tengo aquí tatuada, que es un auténtico dinosaurio. Es una foca de hasta 4 metros, 400 kilos, que incluso ha matado personas. Y tuvimos la suerte de disfrutar de este animal desde el agua, entre bloques de hielo, y fue tremendo. Aparte de allí, en las Galápagos, también he buceado en el Caribe, en Revillagigedo, que es un archipiélago perdido en el Pacífico con San Benedicto como la primera isla, la principal, que es una isla desértica con un volcán gigante en el medio. Y en las faldas de esta isla, en lo submarino ya, hay una cantidad de animales tremenda, de tiburones, de mantas gigantes… Y esa es la otra… Es una serie, de hecho, que tengo en el canal. Se llama «Secretos de los océanos» creo que la llamé, un poco… Con esta costumbre de recorrer y explorar las zonas terrestres, el cuerpo cada vez me pedía más comenzar con las submarinas. Hasta ahora los capítulos que tengo son eso, el Caribe, Revillagigedo, Galápagos y lo poco que pude entrar en la Antártida, pero hay muchos planes para el futuro. Y los océanos es otra de las zonas que queda mucho por explorar y que poco a poco en ello seguiré.
En Siria, por ejemplo… Mira, te voy a dar un caso. Encontramos en Siria, en Latakia, que está en la costa, encontramos un restaurante ya cerrado, por la noche. De hecho, fíjate si es seguro, que el fixer, de hecho, se quedó en el hotel. Yo me fui por la noche para dar un paseo, a ver qué encontrábamos, sin ningún problema, sabiendo el fixer, por supuesto, que la respuesta de los locales iba a ser la mejor. Y llegamos a un restaurante que estaba ya cerrado. La familia, imaginaos la economía de la que disponía, que su casa era el restaurante. Ponían unos colchones ahí en el suelo. Entonces, como yo veía luces y veía movimiento… Lo que no me esperaba era que era su casa, que estaban ya en la cama, en un colchón, y toque el cristal. Entonces, me abrió y me invitó para pasar. Y en ese momento me di cuenta que estaban ya en la cama. Reencendió la cocina, empezó a preparar pollo, ensalada… No hablaba ni inglés, ni una pizca. No sabíamos ni qué nos decíamos. Pero así, señalando en un cartel, en la nevera, me abrió su nevera, me señaló esto, lo otro. Nos empezó a sacar brochetas de pavo, de cordero, con ensaladas, con agua, con alcoholes… Nos sacó de todo. Y, por sus narices, no había manera de dejarle dinero. No quería que le dejara ni un euro. La situación de esta familia, os podéis imaginar. Víctimas de la guerra, con familiares muertos, viviendo en un colchón en el suelo del bar. No parece el mejor escenario a nivel económico, incluso social e incluso vital. Y, sin embargo, no había manera de dejar un solo céntimo. Por supuesto, le dejamos dinero debajo de una bandeja. Dije: «Para cabezón, yo. Te voy a dejar el dinero porque te voy a dejar el dinero». Y, al día siguiente, teníamos que cenar por ahí. Quise ir de nuevo allí y, además, con el fixer, en ese caso, para poder tener el intérprete y, con él, comunicarnos y saber más de su vida.
Pero fijaos, la hospitalidad, lo acogedor que puede ser alguien en uno de estos lugares rompe con todos los prejuicios que podemos tener. Realmente, sí, una de las partes más increíbles y fascinantes de los viajes es encontrar a estas personas. Para mí el viaje es tan importante que diría que es mi razón de vivir, una de mis mayores razones de vivir, directamente de vivir. Es mi pasión y no me imagino una forma de vida diferente. Yo os invitaría realmente a eso, a encontrar el gusto en estar fuera de casa, a encontrar el gusto en estar con gente que no conocéis, encontrar el gusto en descubrir nuevas culturas y países. Disfrutar de un buen viaje no tiene que ser una experiencia cara ni muy lejos de casa. Hay lugares muy cercanos donde nos esperan experiencias tremendas. Yo también empecé por ahí. Los lugares donde yo estoy yendo en estos momentos, antes no tenía ni los contactos, ni la información, ni el dinero tampoco. Entonces, todos, yo creo, la mayoría de nosotros tenemos que empezar por viajes más sencillos, más a nuestro alcance. También os advierto que este es el otro problema, que engancha, así que luego hay que gestionarlo. Os invito de verdad a comenzar o, si ya lo hacéis, seguir en ese camino. Así que muchas gracias.