“Ser feliz todo el tiempo es insoportable”
Sebastián Wainraich
“Ser feliz todo el tiempo es insoportable”
Sebastián Wainraich
Actor y guionista
Creando oportunidades
Reflexiones sobre el amor y la vida
Sebastián Wainraich Actor y guionista
Sebastián Wainraich
Sebastián Wainraich es comediante, guionista, actor y conductor, con una mirada aguda y sensible sobre las emociones, contradicciones y absurdos que atraviesan la vida cotidiana. Su trayectoria abarca el humor en múltiples formatos —radio, televisión, stand up y literatura— siempre con un sello personal que combina ironía, ternura y reflexión.
A lo largo de su carrera, ha sabido construir un espacio único en el panorama cultural, donde el humor no elude la profundidad y la vulnerabilidad se vuelve un recurso creativo. En obras como 'Frágil' o en su unipersonal 'Soy Rada', Wainraich desarma estereotipos, expone inseguridades y nos invita a reírnos incluso de lo que más nos duele.
Su trabajo es una invitación constante a mirar hacia adentro sin solemnidad, a reír sin cinismo y a encontrar en lo cotidiano un espejo donde reconocernos. Porque, para Sebastián Wainraich, el humor no es evasión: es una forma de estar en el mundo, con los ojos bien abiertos.
Transcripción
Y yo hacía mis programas pensando un día en que pase esto que finalmente pasó, que es trabajar en radios grandes. Y el amor por la radio y por la escritura y por la actuación, todo eso sigue intacto. Cambió la profesionalidad, cambió la estructura de las cosas. Y un poco cambió ahora que… siento que estoy un poquito más aprendiendo a disfrutar de la vida un poquito más. Antes no es que no disfrutaba, pero le dedicaba todo a mi profesión, a mi oficio. Y cuando vos hacés algo que te apasiona, cuando tenés una vocación tan marcada, es una bendición, pero también es una condena. Es una condena. Estás entregado a eso todo el tiempo. Cuando tenés algo tan marcado le compite a la vida constantemente. Se vuelve algo muy endogámico. Tus amigos forman parte del medio, hablás del tema todo el tiempo. Mi pareja es comediante, es actriz, entonces hablamos de esto también todo el tiempo, pero no nos aburre, nos apasiona. Lo raro es que no había plan B en esto. O hacía esto o no sé qué hubiera hecho con la vida, por eso estoy tan agradecido. Obviamente quise ser futbolista en algún momento, y muy temprano me di cuenta de que era imposible, imposible. Cualquier tipo de deportes… No son mis enemigos, pero es una relación tensa, una relación difícil. Los deportes no me quieren, yo los quiero y ellos no me quieren tanto. Vendedor me hubiera costado. Creo que hoy con más herramientas podría ser un buen vendedor, pero en ese momento…
En un momento trabajé para una fábrica de carpetas, vendía carpetas a mayoristas. Iba a las librerías a vender carpetas para la empresa. Me pagaban un básico y un porcentaje por las ventas. Al tercer mes de no cobrar porcentaje por las ventas decidimos terminar con esto. Farmacéutico no podría ser por el tema de las trinchetas que tienen que cortar en la cajita, no podría. No podría trabajar en un local porque no sé envolver cosas para venderlas. Médico… No me atendería con un médico como yo, por ejemplo. Así que muy agradecido con el plan A de la vida, sobre todo porque no había plan B. Estoy muy contento de estar acá, de verlos a ustedes. Muy agradecido que hayan venido y estoy para escucharlos.
Bueno, con los años, con terapia, aprendí a decir: «Bueno, no mires más al que no se ríe. No te fijes en la chica a la que no le gustás, tratá de apuntar a las demás». Pero que se levanten cuatro es fuerte, ¿no? Estás haciendo un «show» y se levantan cuatro. Y desde el personaje, desde Estela, les hablo y les digo: «¿Qué les pasa? ¿Por qué se van?». Y me miran y dicen: «Se nos acaba de morir un familiar». Silencio en la sala total. Bueno, con los años y el oficio, pude ahí reconstruirlo y me dejó un montón de reflexiones, montón de reflexiones. Primero, hay que apagar el celular en el teatro, porque por el celular prendido te enteraste de que se murió, si no, no te enterabas, te enterabas después de la función. Tal vez esperaban algo gracioso, no es gracioso, ¿no? Pero bueno, siempre recuerdo eso. Después, en «Frágil» yo hablaba sobre Dios, como cuestionando su existencia, haciéndole algunas preguntas. Sobre todo, cuestionándonos a los seres humanos, la relación que tenemos con un supuesto Dios. Yo venía hablando la comparación de cómo me criaban a mí y cómo yo crío a mis hijos. Y empezaba a hablar de mi familia de raíz y contaba en ese momento de la muerte de mi hermano Diego, que fue un tema totalmente traumático y un dolor que marca un antes y un después en mi vida, en la vida de mi familia y en la vida de un ser humano. Toda muerte genera algo así, pero más cuando es una muerte temprana. Para mí toda la muerte es ilógica y absurda, pero cuando es fuera de tiempo, mucho más.
Y yo me ponía a hablar de eso en una comedia. Obviamente no le encontraba el chiste. El chiste lo encontré en lo que te dice la gente cuando va al velorio. Entonces, ahí lo enganchaba con Dios. Que la gente va al velorio y te dice: «Fuerza». ¿Viste que dicen «fuerza ahora»? Vos estás en un velorio, estás atravesando un dolor… Te dicen «fuerza» porque necesitamos consolar al otro desesperadamente, necesitamos decirle al otro, aliviarle el dolor al otro y es inútil, en ese momento no podés hacer nada, es darle un abrazo, estar ahí y listo. Pero bueno, yo entiendo la desesperación que tenemos todos en ese momento. Y siempre estaba alguno que te dice la frase «Dios lo quiso», y yo ahí arrancaba todo el monólogo con Dios. Entonces, de un momento que se ponía oscura la obra, se ponía un poco triste, salía con todo el monólogo de Dios, y me gustaba ese cambio de clima. Había empezado a hablar de Dios y los familiares que dicen: «La operación salió bien gracias a Dios. Gracias a Dios pasó tal cosa». Entonces eso me gustaba mucho hacerlo. De hecho, muchas veces mis amigos cuando venían me decían que se sorprendían de ese momento en que yo lo contaba y se hacían la pregunta de: «¿Cómo vas a salir de ahí? ¿Cómo vas a seguir haciendo comedia en esa obra?» Y bueno, era un desafío que me puse y se ve que era una necesidad que tenía de atravesarlo. Y, una vez, terminó la función y alguien de producción me acercó una carta que me había dejado una señora.
Muy respetuosa, en esta época en la que nos indignamos tanto, nos enojamos tanto, y cuando encontramos a alguien que no piensa como nosotros lo insultamos, lo agredimos, le bajamos el precio absolutamente en todo. Y esta señora resultó muy amorosa porque me dijo: «Sé que no lo hacés para ofenderme, pero yo me sentí ofendida porque yo soy muy creyente y no me gustó lo que dijiste de Dios y me tuve que ir de la sala. Te escucho en la radio, te sigo. Insisto, sé que no lo decís para ofender, pero yo me sentí muy ofendida, así que preferí irme de la función». Y siempre valoré ese mensaje, y entiendo que se haya sentido ofendida y que haya tenido ganas de irse, pero yo lo seguí haciendo porque sé que no lo hago para provocar, sino porque simplemente lo quería hacer. Así que siempre recuerdo a esa señora, que nunca la pude conocer, no me dejó ni un «mail», ni un celular. Podría haber surgido una historia de amor entre la creyente y el que está ahí, más o menos. La mencioné en la radio y siempre la recuerdo y me parece muy respetuoso su gesto.
Estás mucho entre colegas que viven una realidad parecida, entonces hablar con la audiencia te fija también. No sé, hablo con un ingeniero, con un maestro, hablo con… No sé por qué siempre aparece un matrimonio que está viajando por el mundo. Que hay un montón ahora en Instagram que te dicen: «No, estamos en Australia y ayer estábamos en Bogotá». No entiendo cómo. Pero bueno, gente que está viajando por el mundo. Entonces aprendemos constantemente y, paradójicamente, y me costó con los años, con la radio aprendí a escuchar. Que justamente mi trabajo es hablar, pero aprendí a escuchar. A escuchar a mis compañeros. Tal vez ellos te dicen: «No aprendió nada», yo siento que sí. A escuchar a los oyentes. Tengo una ansiedad importante muchas veces y si el oyente no arranca me pongo nervioso. Es un poco un juego, pero un poco verdad. Y aprendí a escuchar a los entrevistados. En las primeras entrevistas le tenía miedo al silencio, al bache. Y después me di cuenta que nada, hay que dejarlo que reflexione, que piense. Que el invitado está buscando la palabra, que ese silencio lo está obligando a pensar, más que mi pregunta. Esa es una enseñanza importante, darse cuenta de que a veces hay que callarse. Que es dificilísimo, porque trabajo en una radio, que hay que hablar, hay que ocupar el silencio todo el tiempo. Todo, todo, todo, yo lo traslado a la vida, es una relación que tengo entre el oficio y la vida constante.
Me sirve mucho todo eso para conocer a los demás. Y al revés también. Yo voy por la vida y veo una situación o tengo una conversación o escucho algo y yo me lo imagino en un guion, en un cuento, en una sección para la radio. Es un poco enfermizo, un poco obsesivo, pero, insisto, me surge naturalmente. Es como una antenita prendida, encendida, que tengo ahí. Yo me nutro de todo eso. Y mi teoría, que no tiene por qué ser la correcta: Para mí, si no te pasa eso, para mí te tenés que dedicar a otra cosa. Tal vez estoy equivocado, pero… Insisto, es como un oficio que para mí te exige estar ahí las 24 horas. Yo no lo sufro, yo lo disfruto. Puede ser difícil para el otro, pero, bueno, soy así, ¿qué voy a hacer?
Muchas veces hacemos cosas para pertenecer, hacemos cosas para que te acepten, fingimos que nos gusta algo, fingimos que nos interesa algo, fingimos en cosas pequeñas, en una conversación, fingimos opiniones para sentirnos aprobados. Y todo eso me parece que va en contra de la felicidad, va en contra del bienestar y, sobre todo, va en contra de nosotros mismos. Como que el que sufre es uno, porque decís: «Estoy actuando, estoy forzando algo». Pero, bueno, también lo veo un poco natural, querer sentirse querido por los demás. Pero a medida que van pasando los años me parece que te vas sacando esa mochila y vas diciendo: «Bueno, yo soy este, esto es lo que me gusta, esto es lo que no me gusta». Trato de elegir a las personas con las que quiero compartir mi vida, siempre que esas personas quieran compartirla conmigo. No voy a descubrir nada, el tiempo se nos va, el tiempo es revalioso. Entonces buscando la felicidad me parece que busco estar de acuerdo conmigo mismo y ser sincero conmigo, eso.
Después está el segundo en el que hay que trabajar, hay que trabajar, hay que sentarse y trabajar, no hay demasiado secreto ahí. Y bienvenida la inspiración, pero, digamos, si vas a escribir una serie, la serie precisa de una estructura, la serie necesita que los personajes tengan una solidez, que tengan cierta coherencia, por ejemplo. Después viene un momento más crítico. Viene la parte romántica, la parte de trabajo, después viene la parte donde empezás a releer y decís: «Ah, no soy nada genio, no sirvo para esto. Es una basura esto que escribí, lo tengo que abandonar. No entiendo cómo me pareció bueno en algún momento». Después hay una cuarta parte y decís: «No está tan mal», así se vive neuróticamente toda esta situación. La quinta parte es que le entregás a alguien lo que escribiste y hay que estar preparado ahí para la devolución, porque siempre decimos: «No, a mí me encanta la crítica constructiva», y no le gusta a nadie la crítica constructiva. Sí me parece que hay que tener la lucidez y la inteligencia para darte cuenta de que la otra persona te quiere ayudar, sobre todo si es una persona que querés, una persona que valorás, que la respetás artísticamente, intelectualmente. Entonces, no te gusta que te critiquen, pero sé inteligente y maduro como para aceptarlo y ver que el otro tiene razón. Pero bueno, es todo un tema el de escribir, porque a veces estás escribiendo y necesitas salir a la calle a caminar una hora y es raro decirle a alguien: «Estoy trabajando. Estoy caminando por la calle, eso es trabajo». Es raro.
Y son distintas las maneras de trabajo según lo que haga. Pensar una sección para la radio es una tarea bastante colectiva, lo hago con mi equipo, donde charlamos. El programa tiene una estructura sólida, rígida, pero todos los días estamos chateando. Toda la mañana vamos tirando ideas con la actualidad, después nos reunimos una hora antes y ahí ya cerramos el programa. Y la verdad es que nos potenciamos mucho charlando. Para escribir el guion es lo que decía, es la etapa romántica, al principio anotar ideas, y después sentarse y escribir decididamente: computadora, escribir, galletitas, una gaseosa, pero escribir, escribir, escribir, escribir. Y la sensación es muy rara, porque a veces escribiste todo el día y cuando lo vas a releer son dos páginas nada más. Y decís: «Yo pensé que era un genio». Sí, y en ocho horas te das cuenta de que no sos un genio. Y después, escribir monólogos… Si alguien me ve, también es para internarme porque el monólogo lo escribo caminando, no es que me siento a escribir, porque lo escribo actuando, actuándolo. Me surge un tema, pienso un chiste y lo actúo. Agarro una botella, la uso de micrófono… Chicos, les estoy abriendo mi corazón, eh, me estoy exponiendo, me estoy exponiendo. Tengo un estudio, camino por mi estudio y voy haciendo el monólogo. Y se me ocurre un chiste, y voy y anoto, y así todo el tiempo, es una tarea que no termina nunca. Porque no termina nunca, porque lo escribo y cuando lo escribo se me ocurre otra cosa, lo vuelvo a hacer, se me ocurre otra cosa…
Y el chiste que me parecía genial después me parece horrible y así todo el tiempo. El monólogo es como lo más neurótico porque no termina nunca. Anoche hice una función donde hubo chistes que recontragarparon, funcionaron, chistes nuevos también, algunos que ya olvidé, que me da bronca, y algunos que muchas veces estás esperando «con este la rompo toda», y nada, nada. Entonces decís: «O son muy giles todos…», pero decís: «Son 600 personas», «…o yo no sirvo para nada». Todo es muy extremista y muy dramático siempre. Nunca es: «No… Puede ser…», no, todo es dramático. O soy un genio o no sirvo para nada. Todo es así. Bueno, por eso hacemos terapia y esas cosas.
Ella lo va a negar, pero bueno. En lo artístico ella es muy dura conmigo y yo no soy tan duro con ella. Un poco de cobarde y un poco porque me gusta el trabajo que hace. Ella lo va a negar, pero yo creo que a mí me gusta más lo que hace ella que a ella lo que hago yo, me parece. Va a decir: «No, nada que ver», pero sí, es así, es así. Bueno, entonces, lo bueno es eso, entender el mundo del otro, saber de qué estamos hechos. Nos gusta la gente con la que nos reunimos también. Eso es lo bueno. Lo malo, a veces que se vuelve un poco monotemático también, a veces es medio pesado cómo estamos con ese tema ahí constante. No está tan bueno eso, como que puede llegar a cansar, y como que estamos encerrados en lo mismo. Pero además de lo artístico, también hablamos de: te ofrecen un contrato, un trabajo, cómo discutirlo… Somos pésimos discutiendo contratos, pero nos ayudamos. Yo creo que en la pareja lo importante son varias cosas. Una es la libertad, por supuesto. Fundamental es querer que al otro le vaya bien. A veces escuchás historias muy tristes de parejas que no se alegran cuando al otro le va bien. Y en esto, acá pongo las manos en el fuego, que los dos nos alegramos cuando al otro le va bien. Y admirarlo, que te guste el trabajo del otro. Pero atrás de todo eso, tenemos la vida que tiene todo el mundo, la vida rutinaria de pagar impuestos, de qué comemos esta noche…
Y dos personas que increíblemente dependen de nosotros todavía, que van creciendo, pero bueno. Y que malcrecieron, es lo que decía antes. No estábamos preparados para ser padres, por lo menos yo, pero queríamos, teníamos el deseo, y dijimos: «Bueno, vamos para adelante». Yo no tenía idea de cómo es esto. Después, en su momento, cambiamos pañales, nos despertamos temprano para llevar a los chicos al colegio… No somos héroes por esto. La gente es cholula a veces, te dicen: «Qué bien, ¿eh? Llevás al chico al colegio». «Y vos sos contador, también te podría felicitar». Es rarísimo eso. Supongo que lo más difícil en la pareja es que está todo puesto en una persona, que es mucha presión para la otra persona. Lo digo en joda en un monólogo, pero para mí es verdad. Tu pareja es tu pareja, es tu amiga, es tu novia, tu amante, es la mamá de tus hijos, es tu compañera, es tu familiar, porque hicimos una familia… Entonces, ahí hay algo raro en la sociedad, que está todo puesto en una persona. Supongo que es lo más práctico. Yo cuando escucho de triejas y esas cosas, digo: «No, vivir con dos personas…» Ya me imagino una cama para tres. Bueno, ahí habría que discutir otra cosa, eso de dormir juntos también. Es fuerte, para mí es más íntimo que lo sexual. Dormir con otra persona todas las noches es un montón, un montón. Cambió algo. Mis viejos compartían almohada. No sé si algunos de ustedes, sus papás o ustedes mismos. Una almohada larga. Vos decís: «Presentame lo antierótico». «Tomá esta almohada larga», ¿no? Ni tenés la libertad de tu almohada. Bueno, en eso evoluciona.
Pero bueno, yo creo que cada uno y cada pareja, obviamente, es un mundo, y cada pareja hace lo que puede. Y, cierto, una cosa más, por eso es difícil. Yo creo que tenemos algo importante, que coincidimos en lo macro de la vida, como decir: cierto concepto en la educación para los chicos… En eso me parece que tenemos algo que está buenísimo, porque si no coincidís en eso, es difícil. Después nos peleamos, discutimos, obviamente. Ella deja abierta la puerta de la alacena, eso me pone loco. «Cerrá la puerta de la alacena». Y ella, obviamente, vivir conmigo… Yo creo que no soy tan difícil, pero sí, ¿me entendés? Como que pasa algo que tiene este trabajo también: Yo llego de la radio, de 17 h a 20 h, hice tres horas de radio; llego a mi casa y no quiero hablar más, o por dos horas no quiero hablar. Y es como muy injusto porque, digamos, en mi casa tienen la peor versión de mí. Si eran mis hijos ya no les importa tanto que hable, pero claro, ya hablé tres horas, no puedo más, es como… Pero, bueno, me entiende porque se dedica más o menos a lo mismo.
A las personas que más querés en el mundo en un momento les parecés un gil. Entonces es mucho peor que el espectador que no se ríe, muchísimo peor. Entonces hay que saber convivir con eso, esa es otra enseñanza. Ah, y después mentalmente los chicos tienen una libertad que nosotros no, porque tienen el disco rígido mucho más vacío y con muchos menos prejuicios y preconceptos, entonces son más libres desde ahí, más libres para pensar, para preguntar, para decir, para reírse… Todo eso es una enseñanza muy linda. Y aprendés también lo efímero del tiempo, que es tremendo. Mis hijos van creciendo, obviamente, y a veces ves chiquitos de dos o tres años y decís: «Ay, cuando era así…». A la vez decís: «Menos mal, ya está», pero hay como un histeriqueo. Decís: «Extraño cuando eran así. Qué bueno que no hay que cambiar pañales, que no hay que despertarse a la noche, que salir a la calle era un quilombo, los cochecitos, todo eso…», pero extrañás y ves que el tiempo pasa rapidísimo. Y tu experiencia es que vos fuiste adolescente, fuiste niño, pero de otro mundo. Los problemas son los mismos, pero el contexto es muy distinto y te llevas otro cachetazo cuando vos le decís: «Che, hoy te quiero llevar a la esquina donde conocí…» y a ellos no les importa nada. Vos decís: «Se va a emocionar con esto. Mirá, a este colegio venía yo». Y lo mira así como… Nada. Y está bien. Mirá, tu hijo ahora está en cualquier rincón. Vino acá aburridísimo, pobre. Pero está bien, porque nosotros queremos ahí… Yo creo que con los años nos van a entender. Pero sí, es una enseñanza constante.
Obviamente, una vez que lo ponés en un texto y subís al escenario, ya empieza a ser un poquito de ficción, pero decía, me acuerdo: «Mi viejo me llevó a manejar, se ponía muy nervioso, miraba los tres pedales y me decía: “Acelerá, boludo. Frená que nos hacemos mierda. No puedo creer que seas mi hijo”.». Obvio que no me decía eso, mi papá, pero bueno, lo llevaba. Me gusta mucho hablar de la clase media porteña, la clase media de Buenos Aires, que está relacionada con el dolor, con el sacrificio, con sufrir, que para disfrutar tenés que sufrir antes… Que yo decía: «Bueno, cuando íbamos a comer afuera era todo un evento. Tu viejo te bajaba la línea, te decía: “Mirá, esto no es normal, esto es un lujo que nos damos”. Como que llegábamos llorando al restaurante, ¿viste? como diciendo…». No era tan así, pero bueno, lo exagero un poco, me encanta. Y ahora estaba hablando en unos «shows» que a contracara de todo ese sacrificio, y por beneficios que tiene este trabajo, que hablábamos al principio, hice un par de viajes en avión en «business». Y yo decía: «Yo estoy de acuerdo con la igualdad de oportunidades, la justicia social, los derechos, todo». Entrás a «business» y no te importa nada. Porque el avión, para aquellos que han viajado en avión, turista es cada vez más incómodo, los asientos son muy chiquitos. Bueno, me invitaron en «business», dije: «¡Ah!, es otro mundo», como que en turista querés que el viaje se termine ya, y en «business» decís: «Que dure toda la vida esto».
Te atienden bien, la azafata sabe tu nombre, te dice: «¿Qué desea, señor Wainraich?». Bueno, deseo viajar en «business» toda mi vida. Te dan menú con comida. En turista te dicen: «Carne o pasta, carne o pasta». Decís: «Carne». «Tomá pasta, “sudaca”». Y pasta te dan. Entonces, nada, disfruto mucho llevar esas cosas, como exagerarlas. Pero sí, tal vez lo radial tiene una cosa como lo más literal, porque en lo radial podemos hacer un comentario de algo que nos pasó en el día. Buenos Aires es una ciudad donde pasan cosas todo el tiempo, como en las grandes ciudades del mundo. Ciudades que están como en conflicto permanente entre los ciudadanos, por el tránsito, por las discusiones, por las charlas. Los argentinos somos muy intensos también, somos muy exagerados. Cuando sos conocido, la gente también se vuelve más intensa. A veces no saben bien quién soy, pero te ven una cara y te dicen: «Vos sos alguien, vos sos alguien», y es como filosófica la pregunta. «Sí, soy alguien, dejáme ver quién soy». Te confunden con otros también: «Ay, vos sos, vos sos…». Es horrible, te están mirando así: «Vos sos, vos sos…», y vos estás ahí como diciendo… No sé. O te hacen comentarios también. Entonces todo eso lo llevo, me encanta, me divierte, me gusta. Y muchas cosas que tal vez en el momento la paso mal, porque la estoy pasando mal, digo: «Esto en unas horas va a ser gracioso», como la famosa «Tragedia más tiempo es comedia». Bueno, ahí mucho más reducido.
«Esta cola que estoy haciendo en el banco o no sé dónde, ahora la estoy sufriendo. Esto en tres horas va a ser comedia en la radio». Entonces cuando digo que esto me salvó la vida, es casi literal. Lo más raro que me pasó una vez… No tenía que… Lo voy a contar. Estaba en un cementerio, se había muerto una persona muy querida y se me acerca una persona de otra ceremonia, de otro entierro. Lo ridículo de la muerte. Yo estaba sentado así, triste, mal, y se me acerca esta persona y me dice: «Sebastián, ¿podés saludar a mi papá?». Y el papá estaba, no sé, ahí, en la otra esquina del cementerio, en un lugar antes de entrar al cementerio mismo, como un «hall». «Está muy mal. Se murió mi mamá y está muy mal». Digo: «Sí, yo tampoco estoy por un cumpleaños acá», como que no… Y lo veo al papá y el papá está así. Y me agarra esa cosa, porque… ¿Viste que queremos que nos quieran? Y me da pena, qué sé yo. Digo: «Bueno, vamos a saludar a tu papá». Y fui hasta ahí. El papá, un señor muy mayor, muy mayor. Y la chica, la hija, le dice: «¡Papá! ¡Él es Sebastián, el actor de la radio que te dije!». El papá me mira así. El tipo nunca supo quién era, la conversación no avanzó hacia ningún lado.
Yo parado ahí le dije: «Bueno, lo siento mucho». El tipo me miraba así, como en otro mundo. Bueno, son cosas ridículas que te pasan cuando sos conocido también. Ahora, con el celular, el ser humano tiene una tentación: la foto todo el tiempo. Ni saben quién sos, pero: «Che, una foto, foto. Grabá videíto, para mi hija que cumple 15». «Tu hija no me conoce», le digo, «pero si querés lo grabo, dale». «Si le digo a mi marido que te vi, se muere». «Bueno, no le digas nada, entonces, ¿no?». Pero bueno, eso pasa en la ciudad todo el tiempo. A mí me divierte, me gusta. Me gusta llevarlo a la comedia, me gusta comentarlo, me divierte.
Entonces la comedia es fundamental. Me gusta la comedia pura, la comedia limpia, pero me gusta también cuando en los dramas aparece la comedia, estoy hablando de la ficción exactamente. Cuando ves, no sé, una película dramática. Comedia dramática es mi género favorito, la comedia que te hace reír un poquito y a veces te tira el golpe bajo, me gusta. Tiene que ser sutil, pero me encanta, y me gusta cuando en el drama hay un personaje o hay una línea de texto que te hace reír también. Sí, sí, es salvadora la comedia. Se habla también en estos tiempos de los límites del humor y todo eso. Para mí no tiene que haber límite en el humor, o por lo menos no tiene que haber nadie que ponga el límite, porque ¿quién tiene la autoridad para decir: «Con esto podemos hacer chistes y con esto no»? Para mí se puede hacer chiste con todo, pero depende de la habilidad del comediante para que sea un chiste. Porque también, lo decíamos antes, provocar es muy fácil también. Yo puedo hacer un chiste de humor negro, es facilísimo, pero si solo es provocación no es comedia. Entonces a mí me gusta meterme en los temas difíciles, hacer chistes, pero si no es gracioso, quedás como un gil.
Y, bueno, tenemos chats y opinamos. Y digo: «Si alguien de afuera viera esto, ¡por Dios!». Tal vez un domingo a las 19 h, alguien manda: «Che, ¿vieron que se lesionó tal?», y todos empezamos a opinar y discutimos. Y me apasiona también conocer las historias de la gente. Creo que también está vinculado con mi trabajo, conocer las historias. Me gusta saber cómo vive la gente, dónde creció, cómo es su familia, si formó pareja… Me apasiona el tema de la pareja, saber cómo se llevan, si se separaron, qué le gusta del otro, cómo está, cómo se ve de acá a 10 años… Porque cuando pinchás un poco, empezás a encontrar cosas que me encantan. Y no sé si será en todo el mundo, pero me parece que los argentinos, en esta intensidad que tenemos, a los cinco minutos ya estamos llorando con el otro. Conocés a alguien y a los cinco minutos: «Ah, somos hermanos, ya está», le estás contando: «No, porque mi infancia… Qué sé yo» y eso me apasiona también, eso me vuelve loco, me encanta. Y, bueno, se relaciona un poco con la comida. Cuando comés cara a cara con otra persona, entrás por el trabajo, tal vez entrás por la profesión, pero después te empieza a contar de su vida y te cuenta intimidades, fuertes a veces, ¿viste? Pero fuertes, fuertes. Y nos prometemos no contarle a nadie lo que te cuentan, y vos sabés que a alguien se lo van a contar siempre, ¿no? Porque es casi imposible, pero bueno. Entonces tenemos la comida, el fútbol, las charlas y, bueno, la literatura, el cine, todo eso que está relacionado con mi trabajo.
La música también me apasiona. Soy pésimo, intenté estudiar teclado y… Admiro mucho a la gente que sabe tocar instrumentos, eso me apasiona. Y voy a ser muy cursi, pero me apasiona vivir, me doy cuenta ahora. Me pongo colorado de la cursilería, pero lo descubrís con los años. Me gusta mucho estar vivo, me gusta hacer cosas, me divierte, eso. Aplausos.
Julieta y Pablo son dos grandes amigos que me dio el medio, son mis dos compañeros de radio. Con Pablo nos conocemos desde el año 96, entonces también atravesamos de todo, pero de todo atravesamos, y es increíble. No trabajamos todo el tiempo juntos, pero casi. Y con Julieta hacemos radio todos los días desde 2003, todos los días, entonces a veces la relación es muy profunda también. Nos conocemos mucho, porque además la radio es casi a corazón abierto, entonces vemos lo mejor del otro, las miserias, qué nos molesta… Y tanto con Peto, con Julieta como con Pablo nos decimos cualquier barbaridad al aire. Y eso es porque hay amor, porque si vos no tenés tanta confianza o tanto cariño con la otra persona, no le podés decir las barbaridades que nos decimos nosotros. Pero la relación con Julieta y Pablo a veces queda como enmarcada en la radio, porque ya nos vemos tres horas todos los días, es un montón, tres horas todos los días. Y no es que estés en una oficina donde uno está acá y el otro está acá, no. Estamos al aire compartiendo lo que decimos, haciendo entrevistas, actuando, haciendo «sketches». Me divierte mucho hacer los «sketches» con ellos. Nos conocemos mucho. Un poco están escritos, pero un poco los improvisamos, entonces ya es mucha confianza. Y eso es una profesión también rarísima. A mí me gusta trabajar con amigos. Me gusta, digamos, si yo hago radio con alguien todos los días con una persona con la que no pudiera tomar algo después, la veo difícil.
Y después hay amistades raras con personas con las que te ves poco, pero cuando te ves es una fiesta. Y después pasa algo más, que en los rodajes de una serie, de una película… Son muy intensos esos rodajes, son de seis de la mañana a siete de la tarde. Pasas mucho tiempo juntos. En las series, en las películas, hay que esperar, casi no se graba nada. Estás esperando que los cámaras, las luces… pongan todo, y tenés 10 minutos. Entonces hay que esperar mucho y te haces muy amigo de la otra persona. Bueno, se arman muchos romances, chicos, vamos. Pero romances de lo aburridos que están. Dicen: «Estamos en el “motorhome”, saquémonos la ropa», porque están tanto tiempo esperando… «¿Qué hacemos?». Bueno, y se arman también amistades y te decís: «Te amo, qué lindo encontrarte, somos como hermanos» en ese mes y medio de rodaje. Terminó el mes y medio de rodaje y no lo ves más. Pero no fuiste falso, fue verdad, en ese mes y medio le contaste tu vida, fuimos amigos, fuimos hermanos. Y si después nos encontramos a los tres meses, nos abrazamos como si todavía durara esa relación. Así que para mí, sí, es un medio que da amigos, que da relaciones muy lindas, que da charlas muy lindas y da esto que decía también con Daria, con mi pareja, que te entendés con el otro, el otro te entiende.
No era lógico lo que hacía. También hacía teatro. Y, bueno, trabajar con él fue muy importante también, y también marca un antes y un después. Pero bueno, también trabajar con Peto, también es un antes y un después. Haber formado parte del grupo que teníamos con Martín Rocco, con Diego Reinhold, después con Dan Breitman, que era cómico, eso también. Estuve muy bien rodeado siempre. Como decía antes en lo de la radio, que me siento exigido para bien por mis compañeros. Siempre me gustó rodearme bien y, nada, ese es el empujón que recibo cada día.
Pero no solo eso, porque la felicidad y la tristeza o la alegría no solo tienen que ver con una sala llena y con una función. A veces vemos una persona que llena teatros o que tiene millones de seguidores y tiene publicidad, entonces decís: «Ah, esta persona es feliz. Mirá, tiene marcas que le pagan para subir una historia, llena teatros, las chicas o los chicos se enamoran de esta persona…». Y esa persona tal vez la está pasando horrible, esa persona tal vez está muy sola, está muy vacía. Muchas veces se dice la frase «llegaste», y no se llega a ningún lado, es un camino en realidad, no hay que llegar a ningún lado. Siempre me acuerdo de una entrevista que se le hizo en la tele a Ricardo Darín, que le preguntaban: «Te ofrecen trabajar en Hollywood…» y Ricardo decía: «No, no me interesa». Me parecía extraordinario, espectacular, porque siempre vemos algunas metas o algunas cimas y es todo mentira eso. Si te hace feliz está buenísimo, si no, no. No es obligatorio tener que llegar a un lugar, porque tal vez tu felicidad es actuar una vez por mes y para el otro la felicidad es actuar todos los días, no sé. También hay un sistema que te dice que actuar una vez por mes es probable que no le sirva a ningún teatro y a ningún productor, entonces hay que negociar ahí. Pero no es verdad que existen las cimas, las metas, o por lo menos no son colectivas esas. Cada uno sabrá cuál es su meta y eso te lo dan los años, conocerse a uno, saber que le gusta a uno. Es lo que hablábamos antes, no dejarse llevar por las ideas de los demás.
Es dificilísimo todo eso, porque cuando vos entrás a trabajar en esto, decís: «¿Y?, ¿qué quiero?», «Que mi programa sea muy escuchado, llenar teatros». Sí, querés todo eso, pero ¿a qué costo querés eso? Para mí, lo ideal es llenar teatros haciendo la obra que a vos te gusta hacer, ¿no? Hacer tu serie que vos querés hacer, esa es la meta. Bueno, me encantó, me encantó estar acá. Gracias por la invitación, gracias a ustedes por venir, gracias por las preguntas, por la paciencia. Y, bueno, deberíamos juntarnos el año que viene en este lugar, a esta hora, y a ver qué preguntas nuevas y qué respuestas nuevas tenemos para ver qué aprendimos todo este año. Muchas gracias.