Belleza mental: de la amenaza a la oportunidad
Ana Ibáñez
Belleza mental: de la amenaza a la oportunidad
Ana Ibáñez
Neurocientífica
Creando oportunidades
Secretos de la neurociencia
Ana Ibáñez Neurocientífica
Ana Ibáñez
Como admiradora del doctor Ramón y Cajal, Ana Ibáñez suscribe las palabras de este pionero en el estudio de la plasticidad cerebral: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. Y, por tanto, de su propia vida, añadiríamos. En este sentido, Ibáñez afirma que todos podemos modificar nuestras conexiones neuronales para lograr un mayor bienestar: “La diferencia está en que tu cerebro sea capaz de darte aquello que necesites”, explica.
Ingeniera superior química, ex nadadora de alto rendimiento y piloto de helicóptero, Ana Ibáñez está dedicada desde hace 15 años a su gran pasión: la neurociencia. Y lo hace investigando los últimos avances en este campo. Como entrenadora, usa las últimas técnicas y tecnologías para ayudar a las personas a entrenar su cerebro para mejorar su rendimiento y combatir el estrés, la ansiedad y afrontar los cambios y los retos de la vida. Forma a empresas en todo el mundo y a equipos deportivos, es conferenciante y autora del libro ‘Sorprende a tu mente: entrena tu cerebro y descubre el poder de transformar tu vida’. Además, es una apasionada divulgadora científica, comprometida con la educación y la difusión del conocimiento.
Transcripción
Bueno, quienes no me conocéis, yo soy Ana Ibáñez, soy neurocientífica, me dedico al estudio del cerebro, y, además, soy una neurocientífica en ese sentido de neurociencia aplicada. A mí me interesa el cerebro de todos nosotros en el día a día. Hago investigación continua, trabajo con laboratorios de investigación, con universidades, estoy muy al día de lo que se está investigando. Pero a mí lo que me interesa es qué de todo eso podemos traer hoy para cambiar de verdad nuestro cerebro, para que esto que os estoy diciendo que se puede cambiar sea una realidad. Soy la directora de unos centros de entrenamiento cerebral que se llaman MindStudio, que están aquí, en España, pero la verdad es que nos movemos por todo el mundo, y escribí un libro que se llama «Sorprende a tu mente», que intenta acercar todavía más la neurociencia con cosas muy concretas, para que podamos aprovechar todos esta posibilidad de cambio. Aquí se viene una cosa curiosa, y es por donde quiero empezar, y es que tenemos que entender que el cerebro que nosotros tenemos no está hecho para el siglo XXI. Y esa es la razón por la que la Organización Mundial de la Salud, por desgracia, nos da unas cifras que son bastante alarmantes. La tasa actual de insomnio… El insomnio es, simplemente, la incapacidad que tiene nuestro cerebro para dormir porque está demasiado alerta, porque piensa que dormir le pone en peligro. Ese es el insomnio. Bueno, las tasas están dentro del 40 %, siendo que dormir es uno de los principales regalos que le tenemos que hacer a nuestro cerebro para que funcione bien.
Tantas cosas se nos hacen difíciles por no haber podido descansar bien. Bueno, pues es el 40 %, y las mujeres, además, estamos más por encima de ese porcentaje. La tasa de depresión, nos dice, son muy altas. Pero yo, que veo a cientos de personas, os diría que, si no solamente hablamos de depresión, sino de estados un poco más deprimidos, es decir, de no sentirte con las ganas de vivir y con esa energía vital que te lleva a lanzarte a la vida, pues es bastante mayor que la que está diciendo la Organización Mundial de la Salud. Y esto no puede ser. ¿Y por qué ocurre esto? ¿Será que estamos todos nosotros mal? ¿Será que no estamos a la altura de los tiempos? Pues mira, no tiene que ver con eso, tiene que ver con que nuestro cerebro nos está pidiendo hoy en día una evolución más rápida de la que nuestro cerebro puede dar. Pero ¿cuál es la buena noticia? Que os estoy diciendo que lo podemos entrenar. Entonces, por primera vez en la historia, y ahí yo agradezco que en mi vida me dedique a esto, por primera vez en la historia podemos ver que tenemos herramientas para acelerar la evolución lógica, biológica. Si nosotros nos dejamos, simplemente, ser, vamos a esperar muchos miles de años para que nuestro cerebro pueda darnos lo que necesitamos hoy en día. Por suerte, lo podemos acelerar. Y os voy a decir cómo. Una de las habilidades que tiene nuestro cerebro, que es importantísima, la compartimos con el «Homo sapiens sapiens», al que nosotros pertenecemos, y es la misma habilidad que nos hizo este tipo de cerebro hace 200 o 300.000 años. O sea, que no hemos evolucionado mucho más que desde hace 200 o 300.000 años.

Y esa es la capacidad que tiene nuestro cerebro para asegurar nuestra supervivencia. Para ser un radar en el mundo e intentar ver por nosotros qué de lo que estamos recibiendo es una amenaza o no. ¿Cuál es el problema? Que nuestro cerebro de hoy en día, del siglo XXI, se ha quedado pegado a una habilidad que es necesaria, que por eso estamos aquí, pero no hace bien otra, que es darnos la seguridad y la fuerza cerebral necesaria para afrontar los retos del día a día. Nos deja mucho más asustados, en ese sentido, que seguros para que demos pasos adelante. Y si me preguntáis a mí, como neurocientífica, ahí radican todos nuestros problemas. Nuestros problemas radican en que tengamos un cerebro que, frente a la novedad y a la incertidumbre, se asuste y nos lo haga pasar mal y nos estrese, en vez de que vaya a rebuscar dentro de nosotros, que lo tenemos. Todos nosotros tenemos una zona de nuestro cerebro que se llama el «hipocampo», que es donde están guardadas todas nuestras memorias emocionales. Bueno, esa zona de nuestro cerebro es la que nos podría decir: «Oye, tranquilo, tranquila, que esto que vas a afrontar es complicado, pero no es imposible». De hecho, y ahí vendría nuestro hipocampo y nuestro cerebro se convertiría en un aliado y nos diría: «Vete a recordar cómo, cuando tenías 17 años, hubo una situación que era complicada y tú hiciste todo esto y saliste adelante». «Oye, acuérdate de cómo ya te has sentido incómodo antes frente a algo que no sabías cómo iba a terminar y, aun así, no te moriste». El problema de nuestro cerebro es que él piensa que nos vamos a morir un montón de veces. Que nos morimos si no entregamos un proyecto a tiempo. Que nos morimos si tenemos un examen y no sale bien. Que nos morimos si con nuestra pareja no estamos bien y se deshace esa pareja. Que nos morimos cada vez que alguien pone en duda nuestra valía. Fijaos en lo que os estoy diciendo.
Lo que nos está ocurriendo en este siglo es que tenemos cerebros sobrepreocupados, sobreestresados, porque la verdadera razón de existir de nuestro cerebro, que es la supervivencia, en primer lugar, se ve amenazada. Aquí ocurre una cosa, que también quiero que veáis, que está ocurriendo en este siglo y va a seguir pasando cada vez más. Es que acabamos de pasar de cerebros que estaban acostumbrados a unas tareas más secuenciales. Nosotros, antes, incluso nosotros, incluso yo, en mi generación, cuando era niña, teníamos mucha más perspectiva sobre las cosas que hacíamos. Las cosas empezaban y muchas veces veíamos el fin. Era más secuencial. Ahora mismo, la vida se ha vuelto mucho más simultánea. Si os dais cuenta, lo que nuestro cerebro enfrenta todos los días es que tengamos la atención sobre muchas cosas a la vez. Tenemos que hacer microtareas de manera simultánea. Microtareas que muchas veces no son muy importantes, pero para nuestro cerebro, que es un radar que está pensando por nosotros y por nuestra supervivencia, cada microtarea la tiene que analizar y tiene que ver si esto termina bien o no. Y tiene que ver si esto es una amenaza o es una oportunidad. Entonces, estamos en un momento en la historia del cerebro humano donde le estamos pidiendo algo que es, quizás, lo más difícil para nuestro cerebro, y es que esté alerta de muchas cosas de forma simultánea y que no vea el principio y el fin de lo que hacemos. Nosotros, en mis centros, recibimos a niños, a adultos, a deportistas de élite, a muchas personas que conocéis con nombres y apellidos que son famosas por tener un talento muy grande en cosas. Todos ellos están entrenando de manera cerebral, porque la diferencia, muchas veces, entre el éxito o el que te quedes, que es lógico, en un lugar menos brillante, está en el cerebro. ¿Qué es lo que vemos? Que la diferencia está en que tu cerebro sea capaz de darte aquello que necesitas, esa solidez, esa fuerza, esa autoestima, porque es capaz de ver el final de aquello para lo que le estás pidiendo esfuerzo.
Y esto es fundamental. Si en nuestra vida pensamos: «Te voy a pedir, me tengo que esforzar, esto me cuesta», pero eres consciente de qué ganas con esa situación, tu cerebro empieza a trabajar mucho mejor para ti, porque le quitas la amenaza. En el fondo, le estás diciendo: «Esto no es una cuestión de supervivencia». De repente, esto es una cuestión de oportunidad, y esa es la clave. Necesitamos que nuestro cerebro se convierta en nuestro aliado, no en nuestro enemigo. ¿Cuándo va a hacer eso? Lo va a hacer siempre que vea que aquello que vas a afrontar es una oportunidad y no una amenaza. Bueno, pues esto se entrena. Hay tres grandes descubrimientos, os diría yo, que os quiero compartir, dentro del mundo de la neurociencia, para que entendáis mejor cómo funciona nuestro cerebro. Porque, ¿os dais cuenta? Es raro. Si todo lo que nosotros percibimos, vivimos, sentimos, pensamos, procede de qué áreas de nuestro cerebro estamos utilizando, y es en realidad nuestro cerebro el que está diseñando y construyendo esa realidad que nosotros luego percibimos, pues qué raro no saber más de él. Así que hoy, en este ratillo, con que os llevéis tres cosas que tienen que ver con conocer más nuestro cerebro, vuestro cerebro, para que lo utilicéis mejor, yo me doy más que por satisfecha. Hay tres cosas que me parecen fundamentales que todos deberíamos saber y que se debería saber desde pequeñitos, porque lo utilizaríamos a nuestro favor. La primera, fijaos, es que nuestro cerebro es electroquímico. ¿Qué significa esto? Bueno, hay una parte que seguro que conocéis, que es la química cerebral. Siempre que habéis oído hablar de dopamina, de serotonina, de adrenalina, de oxitocina, estamos hablando de la química cerebral. Es decir, qué cóctel ocurre dentro de nuestro cerebro que nos hace percibir cosas o no.
¿Qué ocurre cuando tenemos mucha oxitocina? Queremos mucho a quien tenemos alrededor. Hay un momento vital en las mujeres, cuando damos a luz, que la oxitocina nos sube. Entonces, es un momento que todas conocemos, que lo hemos vivido ahí. Entonces, tú percibes y sientes y quieres de una manera distinta cuando no tienes ese subidón de oxitocina. También ocurre que cuando tienes la serotonina baja tiendes a deprimirte más. Eso lo conoce la gente que tiene episodios depresivos o depresión. La química seguro que la conocéis de alguna u otra manera, pero yo os voy a hablar de la electricidad cerebral. La electricidad cerebral, para quienes estamos en el mundo de la neurociencia de ahora, en la moderna, en la neurociencia aplicada, es la que cambia todo. Es la que nos permite utilizar esto que, efectivamente, ya visualizó nuestro querido don Santiago Ramón y Cajal, que es un orgullo que fuera español. Él visualizó que nosotros podíamos transformar nuestro cerebro y que había una parte de las neuronas y de cómo se conectaban que podía ser cambiada, transformable, que nosotros éramos capaces de cambiar, de alguna manera, esas conexiones neuronales. Eso se llamaba «plasticidad cerebral», fue el primero que habló de la plasticidad cerebral. Hay una cosa interesante, y es que ahora, cuando lo vemos, yo veo que sí, Santiago Ramón y Cajal tenía, efectivamente, esa visión. Y lo que ellos no fueron capaces de ver entonces, que ahora ya sí vemos y que lo están viendo y que es con lo que trabajamos, los que nos dedicamos a la neurociencia del día a día, es que en realidad es la electricidad, los patrones eléctricos de las neuronas cuando se hablan unos con otros, lo que podemos medir y lo que le podemos enseñar a nuestro cerebro para que él vea qué está haciendo y cambiar esos patrones.

Os voy a explicar que la frase maravillosa que él dijo, que era: «Cualquier hombre o mujer, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro», ahora la podemos transformar y podemos decir: «Cualquier cerebro, si se lo propone, puede ser escultor de sí mismo». Lo hemos cambiado. El gran descubrimiento de neurociencia es que si a un cerebro eres capaz de ponerle un espejo para que se mire en él y él es capaz de ver su actividad eléctrica, podemos leer esas frecuencias cerebrales en un electroencefalograma, posiblemente conocéis los electrocardiogramas, que os los habrán hecho, siempre que te vas a operar te hacen un electrocardiograma previo para ver cómo está tu corazón. Bueno, pues ocurre lo mismo con el cerebro, nosotros podemos leer la electricidad cerebral y ver cómo está. Y si nosotros le enseñamos esa actividad cerebral al cerebro, le ponemos un espejo, ocurre algo mágico que se ha descubierto ahora, y es que nuestro cerebro tiene una capacidad que se llama «de autorregulación», es decir, que si él se ve a sí mismo, él puede transformarse a sí mismo, él puede esculpirse a sí mismo. Yo no sé si sois capaces de percibir en esto que os digo el mundo que se está abriendo ante nosotros ahora mismo. A mí a veces es que se me ponen los pelos de punta, porque yo veo la implicación que esto tiene, y es extraordinaria. Nunca antes habíamos tenido la capacidad, para empezar, de ponerle un espejo a nuestro cerebro, que se viera. Pero es que nunca antes habíamos sabido que, haciendo esto, nuestro cerebro es el mejor curador o el mejor programador de sí mismo, y esto cambia todo. La tercera cosa que quiero que sepáis es que nuestro cerebro, para cambiar, necesita estar incómodo. De la comodidad, nuestro cerebro cambia poco. Porque a nuestro cerebro, una cosa que le gusta… Gasta ya mucha energía de por sí, como el 20 % de la energía nuestra, se la lleva nuestro cerebro.
Bueno, pues como él gasta mucha energía, necesita automatizar procesos, y él se queda muy cómodo en lo automático. Si tú no le pones en un lugar incómodo, tu cerebro no te va a dar más y eso es clave. ¿Qué se está descubriendo ahora? Y yo trabajo directamente con ello. Hay varios laboratorios, pero en la Universidad de Stanford están haciendo unos estudios que son muy interesantes en este sentido. Y quien ya lo empezó, que fue Knudsen, que fue un fantástico neurocientífico, vio una cosa que tenemos que aprovechar todos nosotros, y es que, si queremos aprovechar, el mejor lugar cerebral para cambiar es aquel lugar en el que no estás cómodo. ¿Y qué es la incomodidad? La incomodidad es decir que sí a cosas que te cuestan un poco. Es estresarte un poco para hacer algo que, de manera natural, igual no lo harías. Es aceptar que si fracasas en algo o te equivocas, no es que no puedas hacerlo, no es que seas un cero a la izquierda. Significa que en ese momento no ha funcionado, pero el espíritu y el que tú le des el significado a tu cerebro de: «Atención, esto no ha salido, ¿pero cómo puedo hacer para que salga?». Ahí estás utilizando la máxima de las capacidades cerebrales para cambiar esto. Y esto es extraordinario. Entonces, ¿cómo hacemos esto de esculpir nuestro cerebro en el día a día? Para esto necesito que conozcáis esta parte de nuestro cerebro, que es la electricidad cerebral de la que os hablaba. Y la imagen que se me viene más fácil para que lo entendáis es pensar en nuestro cerebro como una radio. Tú cuando tienes una radio puedes ir seleccionando emisoras y vas cambiando emisoras. Pues nosotros tenemos eso dentro de nosotros, tenemos una radio con distintas emisoras. ¿Qué emisoras tenemos? Pues por supervivencia, lo que os decía al principio, que es el objetivo fundamental de nuestro cerebro, la primera emisora que le gusta conectar es la emisora de la alerta.
Es la de: «A ver, voy a lanzar por aquí el radar, a ver si hay amenazas o no». Y esta emisora conecta, cuando predominan en nuestro cerebro, un tipo de frecuencias que se pueden leer, que son las que se leen en un electroencefalograma y que se llaman «high beta». Son unas frecuencias muy rápidas, son unas frecuencias que ocupan mucha de nuestra capacidad cerebral y que hacen que no te sientas tranquilo. ¿Cuándo tenéis frecuencias «high beta»? Pues una manera muy fácil de acordarte de cuándo las tienes es cuando vas a perder un avión o un tren. Esa sensación que tienes de urgencia, de ir en un modo túnel, se te olvida el exterior. No ves el entorno, simplemente ves que no puedes perder ese avión, por ejemplo. Entonces, todos tus sentidos… Tu corazón late, estás con sudoración, etc. Todo eso está provocado porque en tu cerebro predominan estas frecuencias que se llaman «high beta», del estrés. Bueno, eso es una emisora de nuestro cerebro.
Ojalá podamos conectar esa emisora cuando la necesitamos realmente. Bueno, o cuando tienes que correr para coger un tren, que, si no, lo pierdes. O cuando sales a la calle y viene un camión y si no hace algo tu sistema para que te apartes, te pilla. Esas son high beta. ¿Cuál es el problema? Que nuestro cerebro conecta demasiado con high beta en el día a día. Piensa, en ese afán de supervivencia, que high beta es una frecuencia que él necesita todo el tiempo. Esa es una de las bases para que la Organización Mundial de la Salud nos diga estas cifras. Un cerebro que está mucho tiempo en high beta es un cerebro que no puede dormir bien. Un cerebro que está mucho en high beta es un cerebro que se agota, que pierde energía vital y que va a tener mucha más tendencia a deprimirse. Está siempre relacionado. Uno de los primeros objetivos que tenemos cuando entrenamos un cerebro es bajarle las frecuencias high beta para que empiece a utilizar otras áreas cerebrales que si no, no conecta.

¿Qué otra emisora podemos conectar que nos viene muy bien? Pues la emisora beta, de la concentración. Nosotros, como seres humanos, tenemos una capacidad de concentración muy grande, grandísima. Y espero que todos y todas hayáis vivido momentos de esta concentración tan buena, cuando estás tan sumergido en algo que se te olvida el resto del mundo, se te van las horas, entras en un estado de «flow» muy agradable y te sientes muy eficiente. Siempre que os pase eso será porque vuestro cerebro está conectando esta emisora de frecuencias beta y, además, en unas áreas cerebrales muy concretas, que son del hemisferio izquierdo, que os van a permitir que os concentréis muy bien. Bueno, la emisora beta es importantísima a la hora de trabajar, a la hora de ser eficiente, y tiene mucho que ver con la autoestima de una persona. Porque cuando una persona tiene la sensación de que se puede concentrar y meterse bien en temas sin saltar de ellos, pues es muy interesante. Creo que podéis adivinar que estas frecuencias beta o esta emisora beta es una de las que se ve muy amenazada en el día a día con estas microtareas que os contaba. Como vivimos en un mundo de microtareas, nuestro cerebro tiene que saltar muchas veces de una a otra. Entonces, estas frecuencias nos están costando más, hoy en día, que nuestro cerebro las conecte. Ahí ponemos el espejo, para que él se vea y pueda mejorar esto. De eso os voy a hablar ahora. Otra emisora que puede conectar… Voy yendo de frecuencias que son más rápidas a frecuencias más lentas. Las terceras son unas frecuencias que se llaman «alfa». Y las frecuencias alfa son las de la calma y las conocéis todos porque son estas frecuencias tan agradables que tenemos cuando nos sentimos en calma, cuando estás escuchando una buena música, cuando estás paseando al lado del mar, en la naturaleza, en una buena conversación. Esa sensación de paz que te da después de haber hecho ejercicio físico intenso, porque ahí te vienen unas ráfagas de frecuencias alfa, que hacen que te sientas así de bien. Bueno, pues las frecuencias alfa, esa emisora, el hacer que nuestro cerebro pueda estar más tiempo en esas frecuencias alfa, es uno de los grandísimos objetivos que tenemos que tener, desde la neurociencia, para el cerebro humano, porque sabemos que, si se queda en esas frecuencias, se va a regenerar, se va a cuidar, va a resetear.
Esas frecuencias son fundamentales. Por eso, todas las actividades que lleven a producir más de estas frecuencias, como son la meditación, como son las buenas respiraciones, como es el ejercicio físico, vienen a mejorar nuestro cerebro. Por eso es una emisora que tenemos que buscar siempre. Después de esta emisora viene otra emisora, más bajita, estas ya son más lentas, que se llama «la emisora de las frecuencias zeta». Las frecuencias zeta son maravillosas desde el punto de vista de la creatividad y se estudian mucho. Nosotros tenemos estudios abiertos para ver qué está ocurriendo a nivel de creatividad cuando a un cerebro le puedes llevar a que tenga más de estas frecuencias, porque son unas frecuencias donde tu cerebro se va a unos estados de duermevela, que no sabe si realmente está despierto o está soñando. Y en este lugar como semionírico aparecen grandes ideas, y esto, quienes tienen profesiones creativas, lo conocen. Hay entrenamientos específicos para colocar este espejo a tu cerebro y que pueda ver este tipo de frecuencias y las pueda regenerar. Y por último, hay otras frecuencias, que es esta emisora que cuesta tanto conectar bien, que son las frecuencias delta del dormir. Esta, si ponemos este símil de la radio, pues mucha gente la puede sintonizar, pero tiene mucho ruido de fondo. Sabéis de esto que es tan molesto, que cuando quieres escuchar una emisora en la que, además, hay una canción que te gusta y se te mete el ruido, y dices: «¡No lo puedo escuchar!». Pues esa es la gran dificultad hoy en día, para muchos cerebros, de dormir bien: que su cerebro puede producir estas frecuencias, pero no se puede quedar con esas de calidad. Y ese es el problema que tienen hoy en día muchos cerebros y es la razón para tener insomnio y no poder dormir bien. Fijaos en lo que os estoy diciendo. Os digo que nuestro cerebro es como una radio y que, dentro de la parte electroquímica de nuestro cerebro, la parte de la electricidad es la que nosotros podemos leer y que nos lleva, en función de la electricidad que tiene, a estar en unas emisoras o en otras. Es decir, que si nosotros, en nuestro día a día, pudiéramos elegir más qué emisora queremos conectar para aquello que queremos hacer, tendríamos acceso, mucho más, al cerebro que queremos.
¿Os dais cuenta de esto? Si yo decidiera que me quiero poner a estudiar sobre un tema y necesito concentrarme y le pudiera decir a mi cerebro: «Conecta beta, conecta estas frecuencias, que son las que necesito», y él tuviera la flexibilidad para hacerlo, pues mi cerebro se concentra y me resulta mucho más fácil. O si quiero dormir bien, le digo: «Oye, quiero dormir, entonces, vete reduciendo de frecuencias, vete cambiando de emisora, de la concentración a la calma, a la duermevela, y llévame a dormir. Y, además, déjame en esa emisora de forma continua». Bueno, el entrenamiento cerebral… Y esto es algo como que estemos viniendo del futuro a contarlo en el presente. El entrenamiento cerebral del futuro contemplará esto de una manera tan abierta, tan normal, y tan aceptada por todos nosotros, que nos parecerá absurdo que hoy en día estemos hablando de tanta dificultad a nivel mental porque no estábamos haciendo uso de eso. Y esto yo os lo digo no como una cuestión de fe. Os lo digo como una certeza. Trabajo, tengo un equipo grande de psicólogos expertos en entrenamiento cerebral y estamos desarrollando un método, y llevamos ya 16 años viendo esto, y vemos cambios tan extraordinarios cuando somos capaces de ponerle un espejo delante al cerebro y utilizar esta capacidad de autorregulación. Cambios tan extraordinarios como tener a un niño, que vamos a llamar Pablo, de siete años, que viene porque los padres están desesperados, ya no saben qué hacer, porque es un niño que tiene episodios epilépticos tan grandes que puede tener hasta cuatro y cinco episodios en un día. Y algunos de ellos tan largos que duran hasta 40 minutos, y que el niño se desmaya porque su cuerpo no da más. Y se desmaya sostenidamente día sí y día también. Hace ya unos años que me llegó este caso.
Este caso me llegó, y no se sabía qué hacer. Desde el punto de vista de la neurología no se sabía qué hacer, no se sabía qué hacer desde el punto de vista de la medicación, etc. Y yo dije: «Vale, vamos a estudiar este cerebro y vamos a ver qué patrón es el que tiene desregulado». En este caso, vemos que hay un área, «interhemisférica» lo llamamos, entre ambos temporales cerebrales, que son estas zonas que están aquí, que pegan saltos. Eso es lo que ocurre en la epilepsia, que hay unos patrones que están desregulados. Yo digo: «Vale, vamos a trabajar con este cerebro poniéndole un espejo, para que vea eso que está haciendo mal, a ver qué pasa». Bueno, fue uno de los casos más rápidos que hemos tenido desde el punto de vista clínico. En cinco sesiones, en dos semanas, logramos que no tuviera episodios epilépticos largos, que ya es mucho, para alguien que venía con un episodio epiléptico largo todos los días que le desmayaba. Entonces, su cerebro empezó a bajar esta desregulación, de manera que, cuando iba a darle el ataque, en este caso, algo en su cerebro lo frenaba y era capaz de empezar a frenarlo. Ese era el camino. Dijimos: «Ey, lo estamos haciendo bien, estamos enseñándole bien a este cerebro, en ese espejo, qué es lo que tiene que hacer, sigamos por ahí». Una de las cosas que hacemos es que una vez que vemos que algo está funcionando, es que pulimos el espejo. Decimos: «Vamos a enseñártelo más de cerca para que tú lo puedas cambiar». Bueno, ese es un caso extraordinario. O no extraordinario, será muy normal, pero, en este caso, es algo que hemos hecho que no se sabía que se podía hacer. Y que, si nos preguntáis desde el punto de vista de la neurociencia, yo os lo puedo explicar, así, de manera simple. Pero, realmente, el qué es lo que está ocurriendo en el cerebro para que deje de tener episodios epilépticos no lo podemos explicar. Tenéis que saber que, respecto al cerebro, sigue siendo mucho más lo que desconocemos que lo que conocemos. Pero sí vemos efectos de lo que estamos haciendo y nos tenemos que aferrar a eso.
Sin ser casos clínicos, ¿de qué manera nosotros podemos poner espejos a nuestro cerebro? Pues fijaos en que, por ejemplo, un cerebro que tiende a deprimirse, antes se decía que cuando un cerebro se deprime es porque no tiene los niveles necesarios de serotonina dentro. Entonces, los medicamentos y los fármacos van a producir que pueda asentarse más esa serotonina a nivel cerebral. ¿Qué es lo que estamos viendo ahora? En realidad ese no es el problema. El problema es que hay dos áreas del cerebro que no se están hablando muy bien. Y un cerebro que se deprime es un cerebro que no puede guardar por mucho tiempo, dentro de su estructura cerebral, la alegría que le han producido determinados eventos. Si os dais cuenta, quienes hayáis pasado por depresión, o los que estemos a punto, o lo pasemos… Porque fijaos en que ahora, tal y como están las cifras, todos nosotros, por porcentaje, vamos a pasar una media de entre una y dos depresiones en nuestra vida, o episodios depresivos profundos. Lo que está pasando es que estos cerebros tienen la dificultad de mantener la alegría dentro y, entonces, entras en una planicie emocional donde no tienes energía vital, donde no tienes ganas. Ese es el gran problema. Desde el punto de vista cerebral, ¿qué le tenemos que enseñar al cerebro? ¿Dónde le tenemos que poner el espejo para que él se autorregule? Bueno, pues en un área que estamos investigando ahora y que está dando grandes resultados y que de momento sabemos que, si le ponemos el espejo en unas áreas del hemisferio izquierdo, en la parte del frontal izquierdo, y en una parte que se llama «núcleo accumbens», que hace como una unión entre nuestra parte prefrontal, que es la parte más sofisticada de nuestro cerebro, y la conexión con el cerebro límbico, más emocional, sabemos que si ponemos ahí el espejo, de repente, esa persona empieza a tener unas frecuencias cerebrales que empiezan a subir. Empieza a tener mucha más alfa de calma.

Son cerebros que empiezan a calmarse, que empiezan a volver a tener esta sensación positiva y placentera de la vida y empiezan a salir de la depresión. Entonces, fijaos en si es importante el saber, en primer lugar, que podemos cambiar y que tenemos que confiar mucho en lo que nuestro cerebro sabe hacer para cambiar. Y aquí os quiero hacer también muy conscientes de una cosa. Y esto yo lo digo todos los días cuando veo a gente a quien estoy entrenando. A mí me puede venir alguien, por ejemplo, y decir: «Tengo mi autoestima muy baja». Esto pasa mucho ahora. Y yo digo: «Oye, ¿siempre has tenido la autoestima baja?». «Bueno, unas veces más, otras menos, pero es verdad que ahora puede que me esté afectando mucho, que estoy viviendo unos periodos en los que me está viniendo… La vida se me está haciendo muy dura, especialmente dura. No tengo mucha visión de lo que estoy haciendo, de algo positivo en mi vida, y no sé si valgo mucho». Y esto es muy común, de verdad, es muy común. Bueno, pues cuando alguien me dice esto, yo le llevo a momentos que ya ha vivido, y le digo: «Oye, pero dime, ¿tú puedes reconocer en ti algún momento donde sí estabas bien de autoestima? ¿Puedes reconocer algún momento de tu vida donde, si cierras los ojos, te ves en una situación donde sí estabas especialmente orgulloso de ti y pensabas que, bien, que valías la pena y que sí, que eras alguien válido y con seguridad?». Casi siempre hay un momento así. Es muy raro que alguno de nosotros no tenga momentos así. Y entonces digo lo siguiente: «Si tu cerebro fue capaz de construir y de fabricar autoestima y esa sensación en ese momento, que no te quepa duda de que sabe hacerlo, de que está dentro de ti». Y esto es importantísimo que todos lo sepamos, porque puede que nuestra vida vaya por altos y bajos, pero todo lo que tu cerebro ya ha fabricado alguna vez lo puede volver a fabricar. Y, en ese sentido, hay un juego muy bueno con las frecuencias, que es identificar qué situaciones te producen determinadas frecuencias. Y os explico.
Porque nuestro cerebro tiene la capacidad de volver a producir y fabricar aquello que ya ha hecho antes si es capaz de visualizarse en ello y si, además, le ilusionamos y le decimos: «Que hagas esto es bueno, acuérdate de que lo hiciste y salió bien». Por así decirlo, le estamos adelantando y estamos haciendo el trabajo por él de que tenga seguridad, de que no entre en el modo alerta de supervivencia, sino que confíe en que eso que estás haciendo puede llegar a un buen lugar. Entonces le podemos engañar. Y esto es una cosa que la trabajamos todos los días mucho, con el alto rendimiento deportivo también. Entonces, si vosotros identificáis momentos en los que ya habéis producido y fabricado determinadas frecuencias, digamos, por ejemplo, la de la concentración, si vosotros queréis concentraros, lo vais a lograr mucho mejor si cerráis un momento los ojos y os vais visualmente a un momento donde estabais concentrados y estabais disfrutando la concentración. En el fondo, estáis hablando con vuestro cerebro, le estáis dejando que se esculpa y le estáis diciendo: «Aquí produjiste concentración y nos fue bien, dame un poco más de eso». Y él lo hace. Es curioso. Pero cuando nosotros leemos la actividad cerebral, que se puede leer de distintas maneras, la resonancia magnética funcional del cerebro, que nos da imágenes, nos muestra que, cuando a una persona le hacemos una foto del cerebro con un pensamiento equis, y no le decimos nada, si a esa misma persona le hacemos una foto del cerebro un tiempo después y le hemos dicho: «Vete a esta situación concreta», y, por ejemplo, le pedimos que vaya a una situación concreta que es motora, donde se estaba moviendo, lo que vemos es que, solo por imaginar ese movimiento, su cerebro activa las áreas motoras. Es increíble esto. En el mundo del alto rendimiento hay muchos deportistas con los que trabajamos, a través de la visualización, la mejora del gesto. Esto ocurre mucho en tenis y golf, por ejemplo. Porque tu cerebro no puede diferenciar muy bien si algo está ocurriendo de manera real o no si tú lo puedes imaginar con la suficiente realidad.
Fijaos en los campos que nos abre esto. Pues con las frecuencias ocurre lo mismo. Si tú eres capaz de llevar a tu cerebro a emisoras donde ya ha estado, y engañarle y decirle: «Venga, vamos ahí otra vez», él va a empezar a cambiar su electricidad para que te ocurra esto. Imaginaos los campos que abre esto. El jugar con nuestras frecuencias, el tener flexibilidad para que nuestro cerebro pase de unos estados a otros. Yo no tengo ninguna duda de que es la base de nuestra salud mental. Ninguna duda. Todos los grandes problemas que escuchamos de salud mental hoy en día provienen de cerebros que están quedándose muy anclados en un tipo de funcionamiento que es muy alerta, que está muy cercano a este tipo de frecuencias. Y yo os diría que en el 70 % de las personas, si no más, que llegan a mis centros, a MindStudio, en la primera lectura de frecuencias que hacemos, vemos que son cerebros que están muy estresados, que están con mucha frecuencia high beta, cuando no hay ninguna necesidad. Y fijaos en lo curioso que es que una persona que viene a hacerse una sesión, antes de entrar puede tener un nivel muy alto de frecuencias high beta y, después de la sesión, lo ha bajado de tal manera que, hablando con la persona sobre el mismo problema antes y después de la sesión, tiene una visión totalmente distinta. Os estaba hablando antes de si era posible cambiar nuestro cerebro. Fijaos, cambiando un poco el tipo de frecuencias y las áreas que, por ende, conecta nuestro cerebro, cambia nuestra perspectiva sobre el mundo de una manera muy directa. Pero esto que nosotros hacemos, con electrodos y de una manera muy guiada para hacerlo muy rápido, lo hemos vivido todos. Porque, ¿qué ocurre cuando un problema te está atenazando y lo ves negativo y no ves solución? ¿Qué pasa si en ese momento dejas ese problema, que posiblemente lo habéis hecho todos también, y dices: «No puedo más con esto, voy a dar un paseo, voy a hablar con alguien, voy a escuchar música, voy a moverme o me voy a hacer deporte». ¿Qué ocurre cuando vuelves otra vez sobre el mismo problema después de haber hecho esto? Pues, muy posiblemente, te ves con otra claridad y estás encontrando soluciones que antes no encontrabas.
¿Por qué ocurre esto? Porque tu cerebro se ha ido a otra emisora. Se ha salido del bloqueo de high beta y está utilizando otras. ¿Os dais cuenta? Es extraordinario lo que podemos hacer en nuestro día a día. Entonces, por primera vez, conociendo esto, tenemos mucho más acceso a cambiar cómo nos sentimos. Para esculpir nuestro cerebro, os quiero pasar hoy tres ejercicios que son muy simples, pero que van a ayudaros a cambiar vuestras frecuencias cerebrales. Son muy simples. El primero que nos interesa a todos es bajar nuestro nivel de estrés. Yo os digo que el 70 %, por no decir más, de las personas que leemos al principio y que vienen para mejorar su vida, simplemente para entrenarse, porque saben que entrenarse cerebralmente es igual de importante que entrenarse físicamente, no vienen porque tengan un problema clínico. Bueno, pues más del 70 % de las personas tienen estrés interno en su cerebro. Así que lo primero será cómo hacemos para bajar nuestro estrés interno y high beta. Pues fijaos, hay un ejercicio que es muy simple, que tiene que ver con que siempre que tengas una situación que te estrese, tienes que pensar que es tu cerebro el que está estresado. Es tu cerebro no evolucionado, el del «Homo sapiens sapiens» que está pensando que va a haber depredadores detrás de cada esquina, cuando no es verdad. Entonces, nos toca a nosotros enseñarle: «Ey, no hay depredadores». ¿Cómo lo hacemos? Hay dos cosas que le tenemos que decir a nuestro cerebro. Lo primero es: «Tú te estás estresando por algo. ¿Cuál es el beneficio que hay detrás de que asumas este estrés?». Porque, cuando tú haces eso, de repente le estás dando una razón a tu cerebro para que pase por una situación incómoda. Estresarse es la puerta para alcanzar algo que, si no, no puedes llegar a ello. No veamos siempre el estrés como negativo, porque no lo es.
Desde el punto de vista evolutivo y cerebral, el entrar en situaciones incómodas que nos exijan más allá de lo normal, que nos saquen de nuestros puntos de comodidad, de nuestros automatismos, hacen que puedas generar nueva plasticidad cerebral y conectes tu cerebro de una manera distinta que te hace evolucionar. Entonces, el estrés, visto así, es positivo. Y eso se llama «eustrés», del que habréis escuchado hablar. El eustrés es aquel estrés que es incómodo, siempre es incómodo estresarse, pero que es un estrés positivo. Bueno, ese estrés positivo lo logras si tu cerebro sabe cuál es el beneficio detrás de esa situación que estás haciendo. Y la segunda cosa que necesitas es que tenga el espacio temporal, que sepa que esto no va a ser para siempre, porque no hay ningún estrés positivo, eustrés, que se mantenga en eustrés de forma indefinida. Hay que dejar descansar a nuestro cerebro. Entonces, una manera de hablarse es: «Oye, sí, lo estoy pasando mal, es una época que, profesionalmente, es complicada, pero gano esto con esta etapa profesional, y, además, no va a ser para siempre. Esto va a durar dos meses, un año, tres años, no importa». Hay que decirle cuánto a tu cerebro, darle un horizonte temporal, porque si no, él tiende a pensar que va a ser para siempre. Eso es importantísimo. Hay algo con el estrés también que quiero que os llevéis, y es que el estrés tiene unos síntomas que son el acelere del corazón, esto que os decía de cuando vas a perder un avión o un tren y tú notas que tu corazón se acelera, que te tiene que hacer llegar más oxígeno, notas que estás con sudoración, que tu aparato digestivo se para… Y son sensaciones que son incómodas, salvo que hagamos algo que ha estudiado la Universidad de Harvard, que es muy bueno este estudio que han hecho, y es que si a tu cerebro, cuando estás sintiendo esos síntomas que son incómodos, le dices: «Esto es lo que mi cuerpo está haciendo para ponerme a punto para poder lograr este reto. Soy yo calentando motores para poder afrontar esto».
De repente, cuando haces esto, tu cerebro no lo toma como un estrés negativo, sino que lo toma como algo necesario para alcanzar un beneficio que él ya sabe que quiere alcanzar. Bueno, lo que se ha estudiado es que ahí no hay nada que perjudique nuestra salud cardiovascular. Han hecho estudios y han visto que personas, frente al mismo hecho, si les dan un buen significado a los síntomas, frente a otras que no les dan buen significado a los síntomas, ven que su actividad cerebral, sus high beta y su consiguiente repercusión cardiovascular, son totalmente distintos. En unos, les desarrolla y no tienen ningún problema en volver luego a situaciones de calma, y los otros se quedan pegados a ese estrés, que es distrés, que es estrés negativo. Entonces, ¿cómo podéis moldear vuestro estrés? Siempre que estéis en situaciones estresantes, pensad en cuál es el beneficio y el tiempo, acotadlo y dadle significado a los síntomas que estáis sintiendo. Otras frecuencias que son muy interesantes, por lo que hablábamos antes de las microtareas, que es de lo que sufrimos, de la poca facilidad que tenemos hoy en día para concentrarnos bien en tareas, es cómo podemos quedar más en frecuencias beta, o cómo llamar a nuestro cerebro para que genere más frecuencias beta. Bueno, pues hay un ejercicio que es muy simple, que es, simplemente, que para concentrarte necesitas que tu cerebro vaya de un foco que es más abierto a uno que es más cerrado. Necesitamos, en este caso, que entren en funcionamiento áreas de nuestro hemisferio izquierdo que digan a nuestro hemisferio derecho, que es el que ve todo: «Oye, de todo el radar que estoy viendo, déjame que seleccione solo unas cosas y me quedo ahí». Entonces, el ejercicio que nos ayuda a hacer ese trasvase entre ver mucho e ir a ver menos y enfocarnos, es tan simple como nombrar los objetos que tienes alrededor. Si queréis subir frecuencias beta de la concentración ahora mismo, lo podemos hacer juntos. Id ahora mismo y vamos a ponerle nombre a cosas que tengamos alrededor y enfocamos ahí la atención. Yo puedo mirar y puedo decir: «Foco, escalera, escenario, zapatillas, mesa…».
Haciendo eso con 20 nombres estoy cambiando mis frecuencias cerebrales. Estoy haciendo que haya frecuencias beta, más beta, en mi cerebro. Y me va a ayudar mucho más a concentrarme. Eso es algo que podéis hacer. Y, por último, las frecuencias alfa, que son las de la calma. El ejercicio más directo que yo puedo leer con un electroencefalograma, es decir, que yo, si os colocara ahora electrodos y leyera vuestra actividad cerebral… Si yo os pidiera que hicierais este ejercicio leyendo vuestras frecuencias, veríamos cómo aumentan las frecuencias alfa. Este ejercicio que os voy a decir es el más rápido y, en mi historia, que he probado muchos, es el más rápido de todos. Más que la meditación, más que el deporte, más que nada. Este es el más rápido. Y lo vamos a hacer juntos, porque quiero que os llevéis este regalito para vuestro cerebro. Así que podemos cerrar los ojos. Os invito a que cerréis los ojos y vamos a esculpir nuestro cerebro con más frecuencias alfa. Así que, con los ojos cerrados, os voy a pedir que imaginéis el espacio que hay entre vuestras orejas. ¿Y puedes imaginar la distancia entre la punta de tu nariz y la punta de tu barbilla? Imagina la distancia entre tu ojo y tu barbilla. Imagina la distancia ahora entre tu ojo izquierdo y tu barbilla. Imagina la columna de aire que cabe dentro de tu nariz. Y ahora imagina el espacio que ocupa tu lengua dentro de tu boca. Imagina la distancia entre tu ceja derecha y la punta de tu nariz.
Imagina la distancia entre tu ceja izquierda y la punta de tu nariz. Y ahora imagina el espacio que hay entre tus orejas. Ya podéis abrir los ojos. ¿Habéis sentido algo? Si yo os leyera, por poco que fuera, ahora vería que tenéis más frecuencias alfa dentro de vuestro cerebro, que estáis produciendo más frecuencias alfa. El poder acceder a un pensamiento que es más tridimensional, en este caso, está demostrado que es un potenciador de frecuencias alfa de la calma. Y esto también lo podéis utilizar, porque siempre que necesitéis calmaros, si miráis al horizonte vais a lograr que estas frecuencias también suban. No sé si os habéis dado cuenta de eso. Cuando tú miras, en la naturaleza. ¿Por qué es tan calmante mirar, por ejemplo, el horizonte del mar? Porque hay un tema visual que hace que se calmen vuestras frecuencias. También por la presencia, por el sonido, etc. Pero esa visual tridimensional hace que se calmen mucho las frecuencias. Así que, para terminar, como empezaba, y empezaba con esta pregunta: «¿Es verdad que podemos entrenar a nuestro cerebro para vivir mejor? ¿Es verdad que puedo cambiar rasgos de mi personalidad que pienso que son inamovibles si hago cambios a nivel cerebral?». Pues la respuesta sigue siendo un sí rotundo. Y a mí me gustaría que, gracias a la divulgación y al conocimiento que tenemos cada uno de nuestro cerebro, lo vayamos probando. Porque de probarlo y de sentirlo y de darte cuenta de cómo estas cosas tan simples que os he dicho realmente tienen un impacto que te va mejorando, empiezas a descubrir cómo podemos jugar mucho más con nuestro cerebro. Y jugar es un verbo importantísimo desde el punto de vista cerebral.
Pensad en nuestro cerebro mucho más como un niño que como una máquina perfecta. Nuestro cerebro, una imagen que a mí me gusta poner, es que nos lo podemos sacar de dentro, ponerlo enfrente y empezar un diálogo. Y este diálogo debería empezar por: «Oye, yo sé que eres un cerebro de hace 200.000 años y que te importa mi supervivencia, pero ¿sabes qué? Que yo te voy a ayudar, que no hay depredadores detrás de cada esquina y que yo quiero ver más oportunidades que las amenazas que tú me muestras. Y, para ello, te voy a ayudar y me voy a calmar y voy a bajar el estrés y te voy a mostrar qué es lo que hay de beneficio detrás de aquello que yo quiero afrontar. Y quiero que seas mi aliado y que me recuerdes, y eso es un ejercicio que podemos hacer, que lo que ya has fabricado lo puedes volver a fabricar, y que esto que me asusta ahora, quizás ya lo he vivido de otra manera en el pasado. Tráeme esta seguridad para ver que lo podemos afrontar de nuevo». Y, en ese sentido, a mí me gusta hablar no solo de salud mental, que también, pero en este caso me gustaría que os quedarais con «belleza mental». ¿Y qué significa la belleza mental? Significa que nos guste cómo somos, que nos guste nuestro cerebro, que nos guste cómo pensamos, cómo sentimos, que nos gusten nuestras ganas de decir que sí a la vida, a afrontar cosas, a ver oportunidades, a no dejarnos caer pensando que no somos capaces de hacer determinadas cosas. Que podamos ver oportunidades. Digamos que sí a la grandísima belleza humana y mental que tenemos. Para afrontar la vida, no solo para sobrevivir, sino para disfrutarla y aprovechar el que yo creo, desde el punto de vista mental, que es el mejor de los siglos en el que podríamos haber nacido. Muchas gracias.