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Sam y Frodo son tan reales como las leyes de Newton

Juan Gómez-Jurado

Sam y Frodo son tan reales como las leyes de Newton

Juan Gómez-Jurado

Escritor


Creando oportunidades

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Juan Gómez-Jurado

Juan Gómez-Jurado lleva el título de "escritor más leído en español" con la resiganción (y el orgullo) de las cosas que uno no ha elegido. Lo que sí eligió, hace muchos años, fue la pasión a la que quería dedicar su vida. Esa decisión, tomada casi al mismo tiempo en que aprendió a leer, le convirtió en lo que es hoy por encima de todo: un excepcional contador de historias.

Nueve novelas y millones de ejemplares vendidos después, Juan Gómez-Jurado mantiene intacta su obsesión por las historias. Cree que si somos capaces de compartir un mito, tal vez, podamos sortear de mejor forma los baches que, inevitablemente, vamos a encontrar en nuestro camino. Por eso está convencido de que la vida es mejor si has tenido la fortuna de saber qué fue lo que recordó Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento.


Transcripción

00:21
Juan. No he hecho nada para merecerme esos aplausos, todavía. Lo cual me hace pensar en algo. ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué sois lo que sois y cómo sois? Veo caras de asentimiento. Porque para mí es una pregunta muy importante. Quiero decir… No os hablo desde un punto de vista filosófico del quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Hablo de algo bastante más sencillo, de ese momento pequeño, minúsculo, que creo que está en las vidas de todos, en el momento en el que de repente lo que iba a ser de una forma se transforma en otra y de repente tú empiezas a hacer algo que antes no estabas haciendo y estás aquí. Seguro que muchas veces os habéis preguntado: «¿Qué ocurriría si hubiera tomado esta dirección, si hubiera quedado con esta persona a tomar un café, si me hubiera atrevido a echar el currículum en esta empresa, si no hubiera cogido el coche esa noche que no debería haberlo cogido?». No porque pasase nada, sino porque a lo mejor tuviste un roce y ese roce te impidió llegar a otro sitio al día siguiente. No lo sé. Hay miles de pequeñas microdecisiones en nuestras vidas que, acumulativas, nos acaban transformando en quienes somos. Y yo creo que soy capaz de reconocer el instante preciso en el que me convertí en lo que soy ahora. Creo que tengo suerte. No todo el mundo es capaz de reconocer ese momento. Para mí fue cuando aprendí a leer.

02:21

Fijaos. Mi padre me leía desde que era muy pequeño, desde que puedo recordar. Él se sentaba a mi lado en la cama y me leía cosas. Cuando se le acabaron los cuentos de Calleja, porque ya me los sabía todos… Cuando ya sabes lo que guarda Barba Azul en la famosa habitación de la torre, no te causa el mismo nivel de espanto. Por otro lado, os estaréis preguntando qué demonios hacía un niño de tres años oyendo hablar de mujeres decapitadas. Bueno, aquí estoy, haciendo lo que hago. Mi padre nunca tuvo demasiado respeto por la historia que le debe venir bien a un niño. Simplemente me leía los cuentos y dejaba que yo me muriera solo con mis pesadillas. El caso es que un día se le acabaron los cuentos, y tenía muchos, pero claro, uno, dos cada noche… Yo, ansioso como era… Entonces, él me empezó a leer de un libro azul que había en la estantería del salón. Y ese libro azul, del que me leía cada noche, tenía cuentos mucho más extraños. Cuando fui lo suficientemente mayor como para leer por mí mismo y alcanzar el libro, me di cuenta de que todas las historias que él me contaba no estaban ahí. El libro en realidad era «El mundo como voluntad y representación» de Schopenhauer, libro que yo obviamente no podía entender con tres años, ni ahora con 46. Tampoco lo entendía Schopenhauer. Pero mi punto es el siguiente: «¿Qué pasó en su cabeza para decidir…?».

04:20

Esto lo he contado alguna vez, que sucedía eso, pero ¿qué pasó en su cabeza para llegar al punto en el que dijo: «El niño necesita más cuentos. No tengo más cuentos. Me los voy a inventar, pero en vez de inventármelos dejando claro que me los estoy inventando…»? Por ejemplo, «Caperucita Roja en el Polo Norte». Bueno, pues esa versión no la conocéis ninguno. Cambiaba un lobo por un oso polar. Bien. Por otro lado, los osos polares son los asesinos más terribles del reino animal, así que el cuento daba muchísimo más miedo. «El príncipe encantado en Wimbledon». Vale. Así que… Bueno, le ganó por bastantes años en tierra batida a Rafa Nadal. El tema es: ¿qué pasó por su cabeza para decir: «Voy a utilizar este libro que él no entiende y que muy probablemente no entienda nunca para apoyarme en él», casi como si fuera la pluma que Timoteo le regala a Dumbo y que le permite volar? Eso hizo que de repente fuera capaz de contar historias que él no había contado nunca, y se convirtió en creador simplemente porque su hijo le estaba pidiendo: «Cuéntame más cosas, cuéntame historias que no me sepa». Y creo que el momento en el que me di cuenta de lo que mi padre había hecho fue como si se abriese… Como cuando cae la pieza recta del Tetris en ese hueco perfecto y tú haces las cuatro líneas al mismo tiempo y suena… Y todo desaparece. Yo tenía cuatro años y medio, creo. Leí desde muy pronto.

06:19

Pero esa vez fue cuando me atreví a llegar a la estantería del salón subiéndome a una silla. Y lo siguiente que recuerdo es escribir mi primera historia en el colegio. Y ya está. Eso creo que fue el momento en el que mi vida tomó una dirección de la cual no me he desviado hasta ahora. Y eso probablemente sea lo segundo que he aprendido… En el coche, mientras venía hacia acá… Me dijeron: «Cuéntanos una historia para empezar». Y dije: «Pues me voy a inventar de dónde salgo». No es que… Lo que os he contado es cierto, pero sí que creo que el hecho de ser capaz de poner el dedo en el momento en el que empieza el camino en el que eres como eres es solo la mitad del trabajo. La segunda mitad del trabajo, la más importante, la que tenemos que hacer todos y cada uno de nosotros una vez que hemos decidido saber qué es lo que queremos ser, es no desviarte de ese camino, con todas las tentaciones que hay. Siempre que alguien me dice: «Quiero escribir», digo: «Pues escribe, tampoco es tan difícil». O sí lo es, es lo que más es. Porque tenemos hijos, hipotecas, cosas que pagar, partidos del Real Madrid que ver ganar… Hay un montón de distracciones en nuestras vidas: TikTok, Netflix, Instagram. ¿Quién es capaz de desviarse del «scroll» infinito? Y, sin embargo, si, en lugar de querer estar anestesiados, lo que queremos es ser, lo que queremos es ser felices, lo que queremos es hacer cosas, es importante ser capaz de decir: «Este es mi camino, tengo que mantenerlo».

08:07

Sin presión tampoco, ¿eh? También hay que comer helados y ver TikTok. Pero, si quieres ser muy bueno, muy bueno, muy bueno, a lo mejor tienes que plantearte hacer este esfuerzo a diario. No sé. Este es mi resumen. Bueno, mi nombre es Juan Gómez-Jurado y soy escritor.

08:43

Hola, Juan. Soy Laura y quería… A lo mejor estás un poco cansado de que te recuerden esto, pero ¿cómo se lleva la etiqueta de ser el escritor más leído en español? ¿No es mucha responsabilidad?

08:57
Juan. Hola, Laura. Es una pregunta que no agradezco nada que me hagan. Esto sucedió un día… Es decir, ha sucedido de manera exógena, como todo lo que tiene que ver con el éxito. Ha sucedido de manera exógena a través de millones de decisiones que yo no he tomado, que han tomado otras personas. Pero el momento en el que alguien me coloca esa etiqueta lo recuerdo con mucha precisión. Me llama Carmen Romero y me dice: «Nos han llegado estos datos. En estos momentos está pasando esto». Lo primero que recuerdo, porque estaba en la cocina… Lo primero que recuerdo fue un «¡uf!». ¡Uf! Me entró una especie de nerviosismo por el cuerpo que tenía que ver con la configuración mental que ya había tenido durante muchísimo tiempo, mucho, muchísimo tiempo. Tú eres dos cosas cuando estás escribiendo. Eres la persona que escribe, la persona que crea historias, y luego, cuando termina, cuando ese trabajo termina, te conviertes en el escritor y tu trabajo, entre otras cosas, es administrar o gestionar de la mejor forma que puedas ese trabajo que estás haciendo y los resultados de ese trabajo. Y yo estaba excepcionalmente cómodo en el número dos. Había un anuncio, un anuncio de Avis, que ganó una tonelada de premios en su día. Era un anuncio de periódicos. A ver, zetas, os recuerdo. Los periódicos eran unas cosas de papel que consumían vuestros abuelos, ¿vale?

10:54

¿Habéis visto alguno? El anuncio decía: «¿Por qué elegir Avis si somos el número dos?». Número uno era Hertz, en alquiler de coches. «Because we try harder». Porque nosotros lo intentamos con mucha más fuerza. Y creo que eso fue una lección en mi vida. Quiero decir, estar tantos años por detrás de Arturo Pérez-Reverte era una motivación. Te obligaba a estar empujando con mucha fuerza, con mucha tenacidad por detrás de él. Y, bueno, nos llamamos por Navidad y para felicitarnos de vez en cuando. Y yo siempre decía: «Bueno, Arturo, ¿qué tal estás de salud? ¿Ya vas empezando a notar alguna tosecita, algún dolor en el costado?». «Estoy como una rosa, chaval. Otro año que tienes que esperar». Y, cuando pasó eso, él me llamó para darme la enhorabuena y dijo: «Mira, al final no ha hecho falta que me muera». Cosa que agradecimos los dos, pero fue un vértigo muy grande. Estaba más cómodo en el número dos. Así que lo que hice fue volver a las lentejas, quitarlas del fuego, porque es muy importante que cuando echas el pimentón quites el aceite del fuego, para que no se te queme y amargue, y me centré en eso y dije: «Bueno, pues ahora es el momento de ignorar esto y creo que voy a ignorarlo de una forma muy concreta. Voy a ignorarlo centrándome cada día y mientras pueda en el momento presente y no pensando en lo exterior». Porque, y esto creo que es un buen consejo para la vida, en lo bueno y en lo malo, todo lo que tiene lugar fuera de ti y en realidad sobre lo que no tienes ningún control, ¿para qué vas a pensar sobre ello?

12:57
Sergio. Buenos días, caballero. Encantado de conocerte por fin en persona. Has escrito mucho, pero supongo que también habrás leído, más todavía. ¿Cuál de esas historias que has leído te hubiera gustado haber escrito tú y por qué?

13:14
Juan. Verás, creo que colocar… Hacer así con el dedo en la lista de libros que he leído y tocar, «esta», es imposible. Primero, porque el cuerpo del escritor… En general el escritor es 99 % lector. Eso es así. O sea, el ADN de una persona que no escribe pero lee muchísimo y el de una persona que además escribe es al 99 % parecido. Creo que la mosca de la fruta y los seres humanos comparten el 97 % de los genes o una cosa parecida. Me estoy inventando la cifra, pero seguro que alguno la sabréis. Esto es más cercano todavía, aunque parezca algo como lejanísimo, porque en realidad el cuerpo del lector, posible escritor, reacciona de una manera muy concreta a las historias que le gustan, que le entusiasman. Y eso es lo que yo me he considerado siempre. Quiero decir, si de algo sirve o sirvieron esos cuentos que me leía mi padre de pequeño era para transmitirme el amor por la lectura, la pasión por la lectura, la posibilidad, el regalo inmenso, infinito de meterte en un lugar y vivir ese lugar, ese universo, de una forma que lo convierte en real. La verdad para una persona que lee no son estas tablas, esta silla, esas luces, las butacas en las que estáis sentados, esta pantalla que tenemos detrás, las cámaras, el cielo azul sobre nuestras cabezas. Eso está ahí, por desgracia.

15:17

Pero la verdad, la verdad auténtica, tú sabes dónde está. Tú sabes que está en un mapa que trae un viejo marinero a la posada del almirante Benbow, y que, cuando Billy Bones le entrega la marca negra al marinero y el marinero muere, Jim Hawkins encuentra el mapa hacia ese lugar donde se puede ser feliz. Y tú sabes que ese mapa también está al principio de un libro que se llama «El señor de los anillos», que tú lo estudias y dices: «Este es el camino a Mordor. No quiero ir aquí, pero voy a ir». Y en ese camino a Mordor se es feliz y se encuentran amigos que son tan reales como la persona que tenéis a vuestra izquierda y a vuestra derecha. Eso es así. Frodo y Sam existen y no hay nadie que pueda decirme lo contrario. Y yo creo firmemente, igual que creo en la teoría de la relatividad, aunque no la entienda, igual que creo que las leyes de Newton funcionan, porque hago así con un bolígrafo y se cae al suelo, de la misma forma nítida creo que en el puente de Khazad-dum, Gandalf rompió la vara contra la piedra e hizo caer al Balrog a la sombra, eso pasó. Y además pasó porque sé que cuando lo leí por primera vez volví a leer la página porque no quería que sucediese y había sucedido. No había vuelta atrás. Quiero decir, el hecho de que tú seas capaz de reconocer, Sergio, lugares donde quieres vivir ya te convierte en una persona que tiene unas capacidades que muchos otros no tienen. Alguien que no lee no va a tener eso nunca.

17:10

¿A qué puede entregar su alma? ¿A la música, que es el quizás el único arte más elevado que la literatura? Posiblemente. Pero yo no lo entiendo porque tengo el oído de madera. Me voy a quedar con la segunda arte más elevada de todas y decir: «Esto es lo más grande que hay». Con lo cual no puedo señalarte qué libros me habría gustado escribir, porque lo que sí te puedo decir es los mundos en los que me hubiera gustado vivir o en los que me gustaría vivir o que me gustaría haber creado. Pero, si señalara uno solo, aunque ya he señalado un par de ellos mientras hablábamos, dejaría de lado tantas cosas… Las calles de Los Ángeles de Chandler. Dashiell Hammett, «Cosecha roja». Me gustaría mucho visitar la finca de los Baskerville, porque ya he vivido ahí y he sentido miedo por la noche cuando aullaba el perro. Eso es así. Y he tenido miedo a que cayera el sol en el pueblo de Salem’s Lot, porque sabía que en el momento en que cayera el sol todos estaríamos en peligro. Y he sentido el paso del tiempo a medida que avanzaba el atardecer. Eso es real. Y solo necesito un par de líneas para evocarlo. Y estoy seguro de que todos los que estáis aquí, si os gusta leer como a mí, me diríais cualquier libro, un par de líneas, y de repente estaríais en ese lugar. Así que no te voy a decir nada.

19:01
Natalia. Hola, Juan. ¿Cómo estás? Es un placer estar aquí escuchándote hablar sobre literatura. Recientemente leí en una entrevista que dabas que considerabas que tu labor principal o fundamental era cómo fomentar la lectura. Mi primera pregunta es por qué consideras tan importante la lectura. Y, dentro de su importancia, si consideras que, como pasa muchas veces en la alimentación, que hay alimentos que decimos que nutricionalmente no son los más adecuados, si también crees que hay lecturas o libros, historias en general, que tampoco son las más adecuadas o que tampoco deberíamos leer.

19:35
Juan. Pues verás, Natalia, hay una cosa que nos define… Nosotros los españoles tenemos muchas ventajas, muchas características nuestras. Somos simpáticos, somos alegres, somos optimistas, sabemos hacer la tortilla de patatas con cebolla… Pero… Pero tenemos una característica negativa en la que caemos con muchísima facilidad. Y es que, cinco minutos después de haber aprendido algo, consideramos gilipollas al que no lo sabe. Os pasa, ¿verdad? «Pero ¿que no sabías tú…?». Entonces, creo que conocer los propios defectos… Yo estoy lleno de defectos. Intento sortearlos en la medida en la que puedo. Uno de mis mayores defectos, sobre todo porque hago pódcast, y en los pódcast tengo que interpretar a un personaje que se parece mucho a mí, pero lo exagero mucho, que es el del sabelotodo… El sabelotodo a veces se convierte en esnob de manera natural, porque sale. Sale. Es fácil construir eso. Y el esnob podría decir: «Es que el que no lee…». Y yo lo he hecho, me he equivocado. Ahora he madurado, un poco. «El que no lee es inferior, porque tiene menos experiencias, tiene menos empatía, blablablá, blablablá, blablablá». Y no es real.

21:22

Simplemente es que, como nosotros disfrutamos mucho de eso, disfrutamos mucho de la literatura, disfrutamos mucho de ello, disfrutamos mucho de la experiencia, del placer de leer, de la sensación de leer, de lo que para mí es la sensación número uno del mundo… Mejor que un orgasmo, ¿vale? Mejor que cantar «Paquito el Chocolatero» en las fiestas de tu pueblo a las tres de la mañana y cocidos a calimocho. Lo mejor que hay en el mundo es estar metido debajo de la manta diciendo: «¿Qué va a pasar ahora? Necesito saberlo». Para mí es lo mejor que hay en el mundo. ¿Y en qué me convierte eso? En una persona que desea transmitirlo. Pero, claro, eso tiene peligros. Tiene peligro cualquier cosa que te coloca en una situación de sabelotodismo. «Es que leer es mejor». Por tanto, aunque ese es mi principal trabajo, también considero que tiene que partir del respeto, de que «escucha, si no lees, no pasa nada». Hay mucha gente que no lee y no pasa nada. Vive vidas felices y plenas. Pero, en mi humilde opinión… Si tú leyeras y la ciencia dice… Reduce el estrés, reduce la ansiedad, fomenta la empatía, reduce el ritmo cardíaco, es capaz de generar conexiones neuronales donde no las hay, y todo esto es ciencia. Ciencia.

23:13

El deporte tiene muchísimos beneficios. Si yo fuera deportista intentaría que la gente practicara deporte, porque entiendo que toda la cantidad de endorfinas que genera el deporte es maravillosísima. Como a mí lo que me gusta es leer, me dedico a eso. Y creo que… Esto lo aprendí hace poco. Creo que la mejor manera de abordar la promoción de la lectura, sobre todo cuando aparentemente es cada vez más difícil, porque aparentemente hay cada vez más distracciones… Es mentira. Las cifras de lectores no paran de crecer, sobre todo entre los jóvenes. Creo que la manera es hacerlo desde el revés. Decir: «No hace falta que leas, no hace falta que vivas otros mundos maravillosos, vidas que no ibas a vivir de ninguna forma. No vas a saber lo que es tirarte a un tren después de haberte acostado con quien no debías, como Anna Karenina. Nunca vas a saber por qué aquella tarde, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía recordó el día en que su padre le llevó a conocer el hielo. No lo vas a saber. No vas a saber lo que es vivir eso. ¿No quieres? Allá tú». A lo mejor esta es la forma. No lo sé. Yo cambio de opinión muy fácilmente. Y, sobre tu segunda parte de la pregunta, que es la más difícil, la que me ha hecho pararme unos segundos antes… No creo que haya libros perjudiciales. En la nutrición sí, claramente. Lo que pasa es que son peras con manzanas. Creo que no podemos equiparar libros con hamburguesas, porque, además, hay una distinción entre lo nutricional y la lectura, porque no te va a hacer daño. Quiero decir, muchas novelas románticas con «highlanders» en la portada, con tíos con falda en la portada, enseñando el pecho desnudo, tienes que leer para que eso te afecte.

25:21

A lo que voy es… Es mucho más difícil que un libro te haga daño. Y, sin embargo, al revés, si te gusta mucho leer y has leído lo suficiente y te enfrentas a un libro excepcionalmente mal escrito, lo que puede suceder es que te produzca lo contrario, que es: «¡Qué divertido es esto! ¡Qué bien me lo estoy pasando!». Porque, normalmente, si un libro te ha llegado y es famoso, aunque sea muy malo, es porque es muy divertido. Ejemplo que me ha sucedido hace poco con «Alas de sangre». Es un libro que no he podido parar de leer. Me descubrí abriéndolo y a las cinco de la mañana llevaba la mitad, y es así de gordo, esperando a que llegara el porno, que está más bien hacia el final, por si queréis ir derechos a esa parte. Y, según iba leyendo, yo iba diciendo: «Qué inteligente es esta escritora, qué inteligente es». Porque el libro está extraordinariamente mal escrito, pero no puedes parar de leerlo. Y coge todos los tópicos habidos y por haber. O sea, es una mezcla de «Los juegos del hambre» con «Harry Potter» con novela erótica. El tío no puede ser más tóxico, el tío del que está enamorada ella. Y es una novela para chavales y chavalas de trece, catorce años. Yo decía: «Este libro es una mierda, pero me lo quiero acabar». Yo aprendí de lo que había hecho Rebecca Yarros en ese libro. No sé si se lo recomendaría a mis hijos, pero sí tengo una cosa muy clara.

27:17

Si tú lees ese libro con la sensación de leer, o sea, esa sensación de leer que no tiene nombre, que ojalá lo tuviera, yo creo que el trabajo está hecho. Por eso no creo que haya libros malos. Creo que hay libros mejor escritos, peor escritos, más divertidos, menos divertidos, libros para ti, libros que no son para ti, libros universalmente aclamados que no todo el mundo tiene que leer o que no es su momento para leerlo. Si tú lees «La divina comedia» con 14 años y empiezas a leer sobre esa noche oscura del alma de Dante y que se encuentra un leopardo que le enseña la entrada al infierno, tú coges eso, se lo tiras al profesor a la cabeza y abres «Alas de sangre» y dice: «Y entonces, cuando se la mete, empiezan a caer rayos». Frase que está, ¿eh? Lo que estás escuchando. ¿A que te vas a comprar el libro? Creo que es importante que el lector se encuentre con el libro, que cuando el libro es demasiado para el lector le suele echar. A mí el Quijote me echó con catorce años, a pesar de que me obligaron a leerlo. Catorce o quince. No me pongáis una pistola en la cabeza, que no me acuerdo de cuándo fue. Y, sin embargo, con treinta, lo leí, lo releí y sigo leyéndolo, a día de hoy, cada año o cada dos años. Entonces, no hay libros malos, hay libros apropiados, inapropiados… No sé.

28:45
Paloma. Hola, Juan. Soy Paloma. Quería, lo primero, agradecerte que pases este ratito con nosotros, nos des la oportunidad de hacerte preguntas. Y quería saber… Leí en una entrevista que contestabas que lo principal en la vida era el amor y el humor y me quedé con ganas de repreguntar, pero estaba por escrito, era complicado. Entonces, me gustaría que ahora, si pudieras desarrollar un poco eso… «El amor y la risa», decías exactamente.

29:12
Juan. «El amor y la risa». Es que creo que es prácticamente lo único que hay. Hay un problema, Paloma, con los seres humanos, y es que en realidad no sabemos muy bien qué es lo que somos. ¿Somos animales racionales? ¿Somos espíritus atrapados en un trozo de carne? ¿Qué somos? ¿Tienes alguna idea sobre eso?

29:37
Paloma. Voto más por el ser racional.

29:39
Juan. Por el ser racional, ¿no? Vale. Eres una empirista. Me parece muy bien. Yo también. Pero, claro, ¿eso en qué se traduce? Vamos a pensarlo. Quiero decir, hay un punto en el que… Echamos la vista hacia atrás en el tiempo y nos vamos al instante en el que éramos una tribu de monos de 150 individuos, que es el máximo que suelen admitir las tribus de primates. A partir de 150 individuos se empiezan a separar. Eso es lo que hicimos nosotros hace muchos cientos de miles de años. Y llega un momento en que nuestra tribu de monos con muy poco pelo se dio cuenta de que la forma más efectiva de supervivencia era la colaboración. Y la colaboración requería de historias comunes. Y eso acaba creando, primero, nuestra capacidad de narrar, nuestra capacidad de colaborar con gente que comparte un mito común. Tú vas por Nueva York o por China y oyes a alguien hablar en español… Más fácil en Nueva York, te pasa en cada semáforo. Vas por China, oyes a alguien hablar en español y te abrazas a él inmediatamente. Y si ya lleva la camiseta de tu equipo favorito, pues todavía más. ¿Sabes? Como… De hecho, esto pasa. Quiero decir, aunque no sea una persona que comparta tu idioma. Si tú vas por las calles de Bangkok y hay un tío con la camiseta del Barça o la camiseta del Real Madrid y los dos lleváis la misma camiseta, os señaláis y chocáis.

31:37

¿Por qué? Porque entendéis que las dos personas tenéis algo en común, que es un mito compartido, una idea superior que compartimos. Y eso es esencialmente todo. Así hemos llegado hasta aquí, con esa capacidad de colaborar que nos ha permitido arrasar con todo a nuestro paso, para bien y para mal. Arrasar con los enemigos, con los dientes de sable, con los mamuts, con los virus, con las bacterias, con la «Yersinia pestis», que casi nos destroza en el siglo XII, XI, no me acuerdo ahora. Fuimos capaces de arrasar con las ratas que transmitían la peste. Hemos acabado con el paludismo, con el sarampión, a través de la colaboración. Y eso, vale, nos define como sociedades, pero, como individuos, ¿qué nos queda después de eso? Quiero decir, ¿qué me define a mí? ¿Qué me diferencia a mí, Juan, un chaval al que le gusta leer, que hace deporte obligado, que su grupo favorito de música es La oreja de Van Gogh? ¿Qué me diferencia a mí de…? Yo qué sé. O sea, hay 300.000 personas en España con estas mismas características que yo. Entonces, ¿qué somos? Y cuando te paras a pensar que realmente lo que nos permitió conquistarlo todo era también nuestro principal defecto, la capacidad de contar historias… Lo estamos viviendo cada vez más. Esa capacidad de contar historias se está volviendo en nuestra contra.

33:27

Porque esa capacidad de asumir mitos compartidos y de confiar en personas que comparten tu propio mito, tu propia idea superior, aquello con lo que te identificas, se está volviendo en nuestra contra, en términos de manipulación de masas que no habíamos visto jamás nunca en la historia de la humanidad. Entonces, creo que es el momento, en este punto de nuestra historia, de empezar a reflexionar más como individuos desde esa perspectiva de las dos cosas que tú has dicho. El amor, para empezar. Porque eso sí que no lo puede tener nadie más. O sea, una abeja va a compartir un propósito común con el resto de abejas del hormiguero, del… enjambre. Perdonad, del panal. Pero no va a sentir amor por otras abejas, porque son máquinas orientadas a un propósito. Y en ese sentido son muy parecidas a nosotros. Pero sentir amor, amor desinteresado, que yo te desee a ti, Paloma, que seas extraordinariamente feliz, que a cada paso que tú des en tu vida esté yo detrás de ti diciendo «quiero que te vaya bien, voy a apoyarte con todo», incluso a costa de mi propio beneficio, eso es realmente lo que nos hace humanos. Esa capacidad. Lo que nos hace civilizados nos permite gobernar el mundo. Lo que nos hace humanos nos permite que nuestro superpoder no nos destruya. Pero, aun así, tengo malas noticias para ti, Paloma. Puede que no te cojan en esa entrevista de trabajo.

35:21

Puede que tu mujer o tu marido descubra que le gusta mucho el estanquero o la estanquera, que tiene diez años menos que tú. Y puede que ese bulto que tengo aquí debajo de la axila no sea benigno. Porque esas cosas pasan. Ojalá no a todos todas, pero esas cosas suceden. Y en ese momento, ¿qué nos queda? Porque el amor está muy bien, pero solo con amor… Si yo llego… «Es que de verdad quiero que te vaya todo muy bien. Te voy a entregar todo lo que yo tenga». Pero ahí no llegamos a nada. Y a mi mejor amiga, cuando hace dos años le detectaron un cáncer de páncreas que la iba a matar de forma fulminante, y lo sabíamos todos, ella y yo, mi primera llamada por teléfono… Tenía 43 años y dos hijas. Entonces ¿qué haces? ¿Transmites amor? Si ya lo sabe. Sabía yo que la quería con locura. Si le debía la vida. Y lo que me ayudó. ¿Y ahí qué arma nos queda? Pues la otra. Así que la llamé por teléfono y le dije: «Buenas noticias, Eva». «¿Sí? ¿Por qué?». «Ahora puedes fumar todo lo que quieras». Creo que no he escuchado jamás una carcajada más limpia, hermosa, espontánea, liberadora… se me están poniendo los pelos de punta…. me dan ganas de llorar… que la que soltó Eva en ese momento. Me dio las gracias. «Estoy hasta la polla de mi hermano, que va detrás de mí llorando todo el rato. «Ay, Eva, qué pena, qué pena»». Ahí el amor no alcanzaba.

37:14

Cuando todo está perdido, cuando no queda luz, cuando ya llama a la puerta el inspector de Hacienda o el médico está llamando con el diagnóstico que no quieres escuchar, lo único que nos queda es reírnos, y eso es lo que nos hace humanos también.

37:48
Cristina. Hola, Juan, soy Cristina. Estoy encantada de poder estar aquí y escucharte hoy. Tus novelas más famosas hablan sobre crímenes y policías, y supongo que habrás investigado bastante sobre el tema, por lo que mi pregunta es si te considerarías capaz de crear el crimen perfecto y que no fueran capaces de pillarte.

38:09
Juan. ¿Y quién te dice a ti que no lo he hecho ya? Que a lo mejor lo he cometido y nadie me ha atrapado. Hay dos cosas que he aprendido en estos 18 años ya matando gente. Y es… La primera: es mucho más difícil matar a alguien, o sea, el hecho físico de la muerte, de lo que parece a simple vista por lo que vemos en las películas, las series de televisión o por lo que leemos en los libros. Quiero decir, esa puñalada perfecta intercostal que es capaz de seccionar la aorta, eso no es tan fácil de hacer. Eso es como tirar un dardo de espaldas y que vaya al centro de la diana. Eso no pasa en la vida real. En la vida real hay que darle 14 puñaladas a alguien para que se muera, salpica todo muchísimo y es horrible. Madre mía, qué cansado es matar a alguien. Porque además se defiende, levanta los brazos, te tira cosas. Es muy incómodo en general. Por tanto, esa incomodidad física de la muerte real es algo que tú tienes que superar cuando estás escribiendo. Y a la hora de planear un crimen, un crimen perfecto, tienes que contar con todas esas incomodidades, con las incomodidades que supone en la vida real el que todo el mundo lleva una cámara, el que haya una cámara prácticamente en cada esquina. Si no es en un cajero automático, es en una cámara de tráfico. Quiero decir, encontrar la manera perfecta de deshacerte de un cuerpo es muy difícil.

40:03

Esa es la segunda cosa que he aprendido, que una vez que has superado el hecho físico de matar a alguien… Pista, lo mejor es el veneno. Lo complicado es encontrar la coartada y deshacerte del cuerpo. Hay maneras. No te las voy a decir. Pero probablemente la química sea lo más fácil. Necesitas un lugar con mucho espacio, con una buena ventilación, y una serie de productos químicos que no te voy a relatar. Son de bastante fácil acceso, pero mi recomendación es que, si de verdad te motivas mucho y consigues descubrir esos productos químicos, no los compres todos en el mismo sitio, no los compres todos con la misma ropa. Procura llevar mascarillas de distintos colores y acuérdate, esto es muy importante, siempre paga en efectivo. Dicho lo cual, está muy feo matar gente.

41:27
Jorge. ¿Qué tal, Juan? Me llamo Jorge. Bueno, lo primero, quería decirte que soy un gran admirador de tus novelas. Soy profesor de Lengua y Literatura. Intentamos motivar y fomentar a los chavales el placer de la lectura, que cojan… que se asomen a ese maravilloso mundo. Antes de preguntarte, me gustaría confesarte que para el próximo curso vamos a poner tu novela «Cicatriz», que estoy seguro de que les va a encantar. Y, bueno, en esa novela, como en muchas que has publicado, la venganza es un tema importante. Es un motor que mueve mucho a tus personajes. Quería preguntarte si consideras que eso también ocurre en la vida real y, de hecho, incluso, si tú has tenido alguna época en tu vida en la que la venganza te haya motivado de alguna manera.

42:17
Juan. Muchas gracias, Jorge. Es curiosísimo esto que me preguntas, porque creo que es uno de mis temas favoritos, un tema con el que me relaciono mucho. Quiero decir que cuando lo veo, en cualquiera de sus formas, ya sea en la comedia… ¿Sabes? Yo qué sé, «Cómo matar a tu jefe». «Tira a mamá del tren». Yo qué sé, cualquiera de estas veces en las que la venganza se aborda desde un punto de vista casi práctico y, desde luego, con sentido humorístico, eso lo admiro. Admiro la venganza pasional, o sea, la venganza «esto tengo que hacerlo», porque está motivada por los celos. Admiro la venganza desde la justicia. Batman es mi personaje favorito. Y, en última instancia, si lo piensas bien, Batman es un niño rico con un montón de traumas que utilizaría muchísimo mejor sus recursos, en lugar de gastarse mil millones de dólares en un coche, dándole ese dinero a los pobres, y probablemente habría menos delincuencia, pero la vida sería mucho menos divertida. ¿A dónde voy con esto? No soy una persona rencorosa. Es curiosísimo. O sea, es mi tema favorito, lo banco muchísimo…

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Yo veo a Clint Eastwood avanzando entre la cantina y la oficina del sheriff y una planta rodadora ahí por medio y un montón de gente que va a empezar a salir por orden para que les dispare por orden y yo estoy bien. Yo veo a Uma Thurman en «Kill Bill» y estoy bien. Y me parece bien. Los 88 maníacos… Ahí no me salen 88, pero da igual, mátalos a todos, vamos. Y, sin embargo, no sé, en la vida real, en cuanto me hacen algo, se me olvida. Soy supertonto. Porque luego la retrato muy bien, la venganza, me gusta mucho. Quiero decir que me parece uno de los motores más… Lo ha sido siempre en la historia de la literatura, creo que desde la «Orestíada» hasta nuestros días ha sido una de las constantes que mejor retratan el sentimiento humano. Porque, al fin y al cabo, la justicia, en sentido estricto, es darle a cada uno lo suyo. Es «esto es tuyo, esto es mío». ¿Has quitado algo de la ecuación? Pues ahora toca quitar algo de la ecuación. Y en los lugares donde no existe otra forma de justicia, el tomarse la justicia por su mano es extraordinariamente atractivo. Luego hay que… Cuando vuelves al mundo real, que es una mierda, ya lo hemos dejado establecido antes, tienes que acordarte de que no tienes un Colt con seis balas. Pero… Y no puedes ir por la vida saltando de tejado en tejado y aporreando al Joker. Pero qué divertido es.

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Claudia. Hola, Juan. Bienvenido. Gracias por compartir con nosotros. Hablando de personas rencorosas, de la venganza, ¿recuerdas alguna crítica que te haya hecho sentir mal?

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Juan. Querida Claudia… Cuando yo estaba en la carrera y aprendía crítica literaria, que era mi asignatura favorita, mi profesora, María Jesús… Maravillosísima. Le debo tanto a esa mujer… Inteligente, una voz que te motivaba. Tú querías rebuscar dentro de las cosas. Me enseñó mucho sobre la crítica literaria y cinematográfica. Y lo primero que me enseñó es: no reacciones instantáneamente. Punto número uno. Punto número dos. Piensa bastante antes de escribir. Punto número tres. Si no vas a escribir en positivo, enrollas tu crítica y te la metes por el culo. ¿Este era el tres o el cuatro? ¿Qué enseñanzas de María Jesús podemos aplicar al mundo de hoy? Yo he visto, y no voy a hablar de mí o de críticas dirigidas hacia mí, he visto a gente tuiteando, literalmente porque estaba con el móvil con la pantalla a todo brillo, como toda la puta película, en la butaca de enfrente de mí, tuiteando en los títulos de crédito: «Menuda puta mierda de película es «Mad Max»». Y yo decía: «Chico, ¿ni llegar a casa? ¿A lo mejor darle una vuelta, hablar con tu pareja, con tu primo, con tu tía? «Oye. ¿A ti qué te ha parecido la película?». «¿Cómo crees que aborda esto o lo otro visualmente?» «¿Crees que…?». «¿Piensas que…?»».

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Y no os estoy hablando de la que se ha estrenado hace poco. Os estoy hablando de la anterior, de George Miller, que es probablemente, y lo digo con el corazón en la mano, la primera gran obra maestra cinematográfica del siglo XXI. Me parece que esa es una película que es tan indiscutible, tan inatacable… Es una catedral cinematográfica desde todos los puntos de vista. Y lo estaba poniendo ahí, con todas sus… Y eso era todo lo malo. Es decir, era una reacción inmediata. No había reflexionado, obviamente. Estaban los títulos de crédito todavía a todo volumen. Y había escrito en negativo. Había cometido los tres errores que toda crítica no puede cometer. O sea, cualquiera de estos la invalida. Cualquiera. El más importante, la reacción inmediata. «Buah, qué maravilla». No. «Buah, qué mierda». No. No pensar. Pensar es poner cosas en contexto. Pensar es… ¿Dónde estoy yo? ¿Dónde está la película? ¿Dónde estoy yo con respecto a la película? ¿Dónde está la película con respecto a las demás películas de su género? ¿Dónde está su género con respecto al resto del mundo? Y eso ya… Tenemos que empezar por ahí. No vamos a hablar igual de «Paddington» que de «El padrino», siendo las dos películas buenísimas. Pero de una hablamos en su contexto… Es una película «feelgood» creada para chavales de siete a doce años, que a mí personalmente me vuelve loco y me quiero comprar el osito de peluche. No vamos a hablar igual de eso que de «El padrino».

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Entonces, claro, ese tipo de reacción inmediata, irreflexiva y en negativo es lo que nos han regalado las redes sociales. Pero nos lo han regalado para todo, no solo para la crítica que se le ejerce a una persona. Las mías son buenísimas, tengo muchísimas estrellas. Pero… Y luego iré a… Voy a terminar… Estoy trazando un círculo, pero voy al final de tu pregunta, Claudia. Pero el problema es que esta inmediatez y esta irreflexión, y este: «No, si no voy a sumar, hablo igualmente porque necesito desahogarme o me creo que me hace parecer más inteligente», creo que es el mayor mal que estamos viviendo ahora mismo. Creo que esa capacidad de utilizar las emociones de la gente como palanca, que nosotros tenemos que resistir a todo lo ancho que dé… O sea, no digas nunca nada en negativo en redes sociales, jamás. Si es muy fácil, si lo único que estás haciendo es convertirte en el alimento de lo peor del ser humano, que es la negatividad, el odio, la confrontación. Todo lo que está mal en este momento en el mundo surge de estas tres cosas: reacción inmediata, irreflexión, hablar en negativo. Por tanto, cualquier cosa que tuviera esas tres características me molestaría, pero lo ignoraría enseguida, porque diría: «Si es que no ha pensado». Pero hay una que recuerdo que me duele. Y ahí es a donde voy. «Menuda mierda de libro. Lo dejé en la página siete».

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Eso era todo el libro. Toda la crítica. No hemos pensado. ¿No? No hemos pensado mucho. Hay que llegar hasta el final de las cosas y hacer, como mínimo, el trabajo que se merece el lector, la persona que tú tienes enfrente, o el cineasta o lo que sea, para leer, ver la película entera, no mirando el móvil, dejar pasar un rato, si puede ser un día, y después ya empezar a decir: «Esto me ha gustado. Esto no me ha gustado». Y, por favor, te lo suplico, Claudia, a todos los demás. La peor palabra, la palabra que os convierte automáticamente en una persona con 50 puntos menos de coeficiente intelectual del que tenéis… Esto mismo se lo dije a mi hijo ayer porque la utilizó. Es «sobrevalorado». ¿Sobrevalorado por quién, imbécil? «»El padrino» está sobrevalorado». ¿Por quién? ¿Por 50 años de personas que la han estado viendo de rodillas? Eso te coloca inmediatamente en un pedestal al que evidentemente no tenías derecho a subirte. Ese pedestal no existe. Está hecho de aire, amigo. Eso se lo intenté explicar el otro día y se enfadó muchísimo conmigo. Pero, por otro lado, es bueno, porque ya no la va a volver a usar. Me lo ha prometido.

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César. Hola, Juan. Me llamo César y, bueno, además de leerte, te escucho en «Dragones», te escucho en «Todopoderosos», y en esos programas he descubierto que eres un gran aficionado al cine. Y, bueno, me gustaría saber esa faceta de cinéfilo cómo ha afectado a tu trayectoria como escritor y cómo, de alguna manera, te hace construir tus historias.

54:09
Juan. Es interesante eso, César, porque, al final, somos lo que comemos. Quiero decir…

54:22

O sea, estoy metiendo tripa, ¿vale? Si no, pues ya se ve que… Escucha, me gustan mucho las alitas de pollo. Y obviamente tú te comes una alita de pollo… Tú tienes un cuerpo «superfit», de gimnasio, estás increíblemente potente. Ojalá ser César. Pero yo me como una alita de pollo y ya sé que es un amor para toda la vida. O sea, esto es para siempre en tus caderas. Tú también lo has pensado, ¿verdad?

54:59

Este sí que es un amor eterno y no lo de Scarlett O’Hara. Entonces, el… El cine, al igual que la poesía, el arte, una canción de Rosalía, cualquier cosa que a mí me estimule es susceptible de aparecer en mis libros. Y lo hago desde el más absoluto descaro. «Ah, esto es bueno, pa’lante». No me importa, porque es la clase de escritor, de autor que soy. Yo no soy un gran escritor. Yo soy un escritor que transmite entusiasmo y soy muy consciente de eso. Y escribo desde ese sitio. Por tanto, si el cine es una referencia fundamental para mí, no importa. Adelante. Mi trabajo no es elevar los límites del lenguaje. Mi trabajo es otro. Mi trabajo es que tú te lo pases muy bien. Mi trabajo es que, cuando llegues al final de un capítulo, digas: «Otro poquito más». Ese es mi trabajo. Soy esencialmente un narcotraficante. Por tanto, el cine, que es muy importante para mí, tiene muchas cosas que me pueden aportar cosas. La velocidad… Por otro lado, es imposible que un escritor que escriba en el siglo XXI obvie el cine, porque llevamos ciento y pico años de arte de masas que ha dejado imágenes fijadas en nuestras retinas, de la misma forma que Galdós cuando planificaba un trávelin como el que está haciendo esta cámara, que está haciendo aquí con nosotros, en «Fortunata y Jacinta» estaba anticipándose al cine antes de que existiera.

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Porque eso es lo que sucede. Las artes se contaminan entre ellas, los artistas se contaminan entre ellos. Nadie crea en el vacío. Porque escribir no tiene nada que ver con la originalidad. La originalidad es un concepto hueco. Primero, por inexistente. O sea, una voz puede ser fresca, pero una historia no puede ser original, porque te garantizo que ya se han contado todas. Lo que importa es volverlas a contar de manera que nos vuelvan a interesar. El cine tiene muchas cosas que decir sobre esto y al revés. Y todas esas contaminaciones existen. Y me gustaría saber cerrar esta alocución y esta pregunta de otra forma mejor, pero no se me ocurre nada. No aplaudáis esto.

57:53
Irene. Hola, Juan. Soy Irene. Una suerte poder pasar este ratito contigo, muchas gracias. Estaba pensando… Después del éxito de «Reina roja» en Prime Video, ¿te planteas meterte de lleno y dirigir una peli o una serie tú mismo?

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Juan. No. No, no, no. Tengo mucho, mucho respeto por el trabajo de los directores. Lo he tenido antes de manera… y de los guionistas. Esto es muy importante. Lo tenía antes de manera abstracta, o sea, racionalizando. Entendía y veía desde fuera que tiene que ser muy difícil estar en un set o en unos exteriores, tener a ochenta, noventa personas a tu alrededor, camiones, la «dolly», la «steady», toda la gente que está haciendo el control de rácord, el sonido, el combo. O sea, todas esas cosas que no ves, porque tú solo ves el plano de Robert de Niro, o donde Tony Scott está ahí, delante de ti, diciéndote una cosa. Pero detrás de todo eso hay un mogollón que está en las manos de una sola mujer o de un solo hombre. Y yo antes lo respetaba desde lejos. Decía: «Qué difícil tiene que ser». Cuando pisé por primera vez el set de «Reina roja», empecé a respetarlo mucho más, de la misma forma que empecé a respetar el trabajo de los actores cuando alguien tuvo la malísima idea de ponerme delante de una cámara. Y me he dado cuenta de que, a pesar de que la frase es fea, porque en realidad todo el mundo tiene derecho a opinar, aunque a mí me gustaría que el mundo fuera un lugar un poco mejor y que opináramos más en positivo, pero sí me ha enseñado a no valorar el trabajo de alguien que no sé cómo se ha llevado a cabo de manera mucho más nítida que antes.

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Al final, para poder opinar sobre la vida hay que vivir. Para escribir hay que vivir. Lo cual me recuerda que, para opinar en general sobre la vida, que para tener empatía con los demás y para ser capaz… Y me voy a sentar aquí a vuestro lado para hacerlo. No tengo silla, así que me tendré… Mira, apoyo aquí las piernas y ya estoy. Creo que la mejor forma de despedirme no es sentado en esa silla, que me alegro de que se quede vacía, sino como uno más de vosotros. ¿Os gusta leer a vosotros? ¿Sí? ¿A alguien no le gusta leer?

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Entre todos lo reventamos. Y Cesar solo también. Sentarme aquí como uno más de los lectores es para deciros eso. Leer es lo más divertido que hay. Al principio cuesta un poco, sobre todo si no tienes costumbre, pero, si te metes en ello, si de verdad haces «voy a leer, voy a intentarlo» y consigues que un libro te enganche, te puedo garantizar que no va a haber nada más hermoso en la vida. Aquellos que os gusta leer, enganchad a las personas que tenéis al lado. Sé que se quejan. Sé que se resisten. Sé que vuestro novio, novia, pareja dice: «No, no me apetece. Si yo estoy bien, estoy viendo el fútbol». Tengo un consejo muy bueno y me ha funcionado siempre que lo he recomendado a la gente que venía a la Feria del Libro, que nos decía: «Oye, venga, a ver si animas a mi novio, a mi novia». «Mira. O te lees este libro o hasta que no termines de leer este libro no hay sexo». Oye, mano de santo. Funciona perfectamente. Esto es animación a la lectura. Gracias por estar ahí. Muchas gracias a todos, chicos.