«La llegada del ser humano a la Luna cambió mi futuro»
Chris Hadfield
«La llegada del ser humano a la Luna cambió mi futuro»
Chris Hadfield
Astronauta
Creando oportunidades
Aprendizajes de un astronauta para vivir en la Tierra
Chris Hadfield Astronauta
¿Qué puedes aprender de un astronauta?
Chris Hadfield Astronauta
Chris Hadfield
Hadfield es uno de los astronautas más experimentados del mundo, ha pasado casi 4.000 horas en el espacio y ha sido comandante de la Estación Espacial Internacional, donde dirigió un número récord de experimentos científicos. Con tan sólo nueve años su vida cambió cuando el hombre pisó la Luna, y decidió que él también sería astronauta algún día.
Chris Hadfield se ha convertido en uno de los astronautas más populares de la historia gracias también a sus extraordinarias fotografías y vídeos educativos sobre la vida en el espacio. “La educación te permite alejar la ignorancia y ver más allá de los límites”, apunta. Su versión “sin gravedad” de la canción Space Oddity de David Bowie se considera el primer videoclip de la historia en el espacio. De entre las lecciones que un astronauta puede compartirnos, Hadfield, destaca la importancia de entender la diferencia entre el peligro y el miedo: “Debemos evaluar en nuestra vida ¿qué nos asusta y cómo está cambiando nuestra vida por las decisiones que tomamos?”.
Hadfield ha trabajado como director de operaciones de la NASA, jefe de robótica del Centro Espacial Johnson y responsable de comunicación de la cápsula espacial en 25 lanzamientos. Además, ha recibido diferentes galardones como el Premio a la Promoción de la Ciencia del Consejo de Investigación de Ciencias Naturales e Ingeniería de Canadá, un premio que reconoce su divulgación de la ciencia y su habilidad comunicativa con el público general, y en especial con los más pequeños. “Involúcrate en crear quién eres. No seas pasivo en tu propia vida. Solo tienes una. Intenta mejorar quién eres, y puede que en el futuro te conviertas en ese alguien con el que siempre habías soñado”, concluye el astronauta.
Transcripción
Cuando miras Europa, todos lo que puedes decir es: “Ah, mira, ahí está Londres, vale. Londres, y ahí está París. Eso es Madrid, puedo ver donde está Madrid y en la costa puedo ver Barcelona, ¡qué bonita!”. Pero cuando vuelves a pasar por encima ya sabes donde están Londres y París y dices: “Eso debe ser el estuario del Támesis”, la vez siguiente ves el río Severn y en la siguiente descubres donde está Stonehenge.
Entonces empiezas a buscar todas las vías romanas y de pronto empiezas a ver el mundo con una claridad que nunca antes habías tenido. Y todo eso pasa en 90 minutos. Así que no pasa solo con el lugar que conoces sino con todos los sitios: los siete mil quinientos millones de personas y los cuatro mil quinientos millones de años de historia que tiene la Tierra están justo debajo de ti, como un regalo interminable.
Los astronautas tenemos mucho trabajo en la nave, pero no puedes evitar acercarte a la ventana constantemente para ver lo que hay debajo de ti. Es irremediablemente bello y extremadamente sugerente ver el mundo de esa manera.
Por eso, aquella noche dormí bien. La mañana del lanzamiento me levanté, recibí todas las instrucciones, me puse al día con todos los cambios de última hora y esas cosas. Entonces, comienzan a construir el traje alrededor de tu cuerpo, tienes que llevar un traje presurizado por si se produce alguna fuga en la nave, ya sabes, cuando se sale el aire y todo el mundo muere. Entonces te ponen un traje revestido de goma para que si hay una fuga en la nave, el traje se hinche como un globo y te mantenga a salvo. Te ponen el traje y comprueban que todo está correcto, es grande, pesado y da calor. No es nada cómodo.
Y es como si pudieras oír el tiempo pasar porque sabes que están a punto de ocurrir grandes cosas, sientes que se dan muchos pasos pero que esos pasos llevan a algún sitio. Los trajes son naranja brillante porque así si tienes que saltar desde el transbordador pueden localizarte en el océano. Así que llevas este traje de calabaza, como nosotros le llamamos, es del mismo color que esta silla, naranja brillante.
Así que vas por el pasillo, subes al ascensor, sales y hay miles de personas, flashes que te ciegan y todo este montaje. Nos subimos a la furgoneta y comienza a llevarte hacia la lanzadera, que está en Florida, en el centro espacial Kennedy. Está a varios kilómetros, así que hay tiempo para hablar y reír mientras esperamos. Lo mejor sucede al girar una esquina y, desde la distancia, al otro lado de la carretera puedes ver tu nave por primera vez, esperando en la lanzadera. No es una nave cualquiera, es la tuya.
Avanzas esos últimos metros, nos dejan bajo la nave, y no hay nadie alrededor porque la explosión es tan grande que la gente debe estar al menos a cinco kilómetros de distancia. Entras en el ascensor y este va subiendo, y uno a uno tenemos que ir gateando hasta la nave, llegas a tu asiento, estás de espaldas, alguien te pone todos los cinturones, el oxígeno y los accesorios para realizar todas las comunicaciones y conexiones. Entonces te dan un beso en la frente, quizá una nota de tu esposa, por último cierran la compuerta y, de repente, estás solo en la nave.
Se hacen comprobaciones de presión, de comunicación, el reloj corre, todo el mundo que hay por allí va desapareciendo estás un par de horas ahí tirado de espaldas. Pero el reloj cada vez está más cerca de la hora. Puedes pensar que estás asustado, pero no lo estás, estás preparado. El único miedo real es no poder salir ese mismo día porque hay mal tiempo o porque en el lugar concreto del océano donde van a caer los propulsores, puede que haya un barco y no podamos despegar hasta que se vaya.
Ese es tu mayor miedo, porque estás preparado para enfrentarte a lo que va a suceder. Pero también lo niegas porque has estado soñando con ese día desde que tenías nueve años, y aquí estoy 26 años después, y nunca creí que este día iba a llegar. Nunca me permití pensar ni un momento que iba a ir al espacio. Pero en ese momento estás tan cerca y al reloj solo le faltan diez minutos y después cinco, y empiezas a pensar: “Quizá sí que vamos a ir al espacio hoy, ¡cómo mola!”. Y ves que tras treinta segundos el vehículo se ha separado de la tierra y funciona por su cuenta, cuando está a seis segundos se empiezan a encender los motores y todo el mundo se centra en que los instrumentos funcionen correctamente y cuando llega a cero, los enormes cohetes se encienden y sientes una gran fuerza producida por la energía del vehículo.
Y sientes como te haces pequeño debido a la gran explosión que ha ocurrido a tu alrededor. Pero estás a salvo en el centro de tu cápsula. Es como si de pronto un tornado te hubiera envuelto y empezara a sacarte del camino muy rápido. Sientes una fuerza increíble en la espalda, una gran vibración, la torre se cae… En el momento de abandonar la torre vamos a 160.000 kilómetros por hora y subiendo, vamos a la velocidad del sonido en 45 segundos. Vas más rápido que el Concorde en un minuto y medio.
Es muy violento, te tambaleas y vibras, ni siquiera puedes concentrarte en los instrumentos. En dos minutos has atravesado el cielo y los grandes cohetes que te impulsan por encima de la atmósfera se quedan sin combustible y explotan dejando al vehículo envuelto en llamas, y ahora es muy suave porque solo usas los motores de hidrógeno. Pero cada vez te sientes más pesado mientras vas acelerando más y más. Ves que vas a la velocidad del sonido, cada mach implica ir al doble de la velocidad del sonido.
Y pasas a mach 2, mach 3, mach 4, mach 20, mach 21… La velocidad es increíble y lo estás viendo en tu medidor de machs. El cielo pasa de azul claro a azul oscuro y, de ahí, a negro. Y, al final, al final de todo, después de haber estado chocando contra objetos durante ocho minutos y medio, estás cansado de echar tu pecho hacia adelante para respirar.
Poco a poco, el vehículo ha ido haciendo su trabajo, está a una correcta velocidad y altitud, perfectamente situado en la dirección correcta, el motor se apaga y ya no hay gravedad. Sientes que ya se ha acabado, que has hecho lo más difícil, pero a la vez está empezando. En ese momento tienes el permiso para hacer todo aquello por lo que estás ahí. Es un viaje de nueve minutos increíble. Lleva tu vida desde un lugar que solo habías soñado hasta un reino de oportunidades, hacia una nueva realidad.
Solo como resultado del ingenio, de la capacidad y del poder de las cosas que podemos inventar. Es un viaje increíble, espero que tengas la oportunidad de hacerlo.
La gente estaba viajando al espacio: Yuri Gagarin ya había viajado, Alan Sephard, John Glenn… Y ahora la gente se estaba esforzando en andar por la Luna. Para mí fue como… Imagínate que hubieras estado leyendo sobre los X-Men y, de repente, pasaran los X-Men de carne y hueso. Te darías cuenta de que ya no es una ficción, es real. No es solo posible para ellos, sino que a lo mejor puedo hacerlo yo también. Fue cautivador.
“¿Qué quiero hacer con mi vida?”. En esa noche, la del 20 de julio de 1969, mucha gente se reunió en nuestro salón porque estábamos en una cabaña pasando el verano y no todo el mundo tenía televisión. Estábamos todos en el salón: un montón de adultos, mi hermano y yo. La gente se amontonaba para ver la pequeña televisión en blanco y negro. En esa pequeña televisión estaba Walter Cronkite narrándolo todo.
Vimos a Neil Armstrong y Buzz Aldrin alunizar, bajaron y Armstrong dio unos pasos y dijo lo de: “Es un pequeño paso para el hombre…”. Ya no volví a mirar a la Luna de la misma manera. La Luna ya no era solo una luz en el cielo, era un sitio donde había estado la gente y al que iban a continuar yendo. Eso cambia tu relación con tu propio futuro.
Pensar: “Es algo que podemos hacer”. Esto me ayudó a tomar muchas decisiones en mi vida. Esa gente asumió riesgos para abrir una puerta que nadie había abierto antes.
Hay algo de poesía en todo ello, porque tienes una tarea específica y cuando la acabas es hora de volver a casa con una gran sensación de realización y orgullo. Pero en mi tercer viaje al espacio estuve fuera durante más de cinco meses y eso fue diferente. No vas a visitar un lugar, no tienes un propósito concreto, pero es un nuevo lugar en el que vas a vivir. Quiero decir, fue mi dirección postal durante medio año, con un código postal o lo que fuera.
Y físicamente te adaptas al completo, das pasos muy elegantes en la ingravidez. Eres como una bailarina, un delfín o un pájaro. Ni siquiera piensas que te estás moviendo sin gravedad. Te conviertes en el mejor gimnasta del mundo por la elegancia con la que puedes moverte. Pero también te adaptas psicológicamente. Allí es donde vives, así eres tú. Ya no eres terrícola, ahora vives en el espacio.
La Tierra se convierte en un planeta que ves a lo lejos, como la Luna o Marte, ya no estás allí. Entonces, hay una separación psicológica que te aleja del mundo. Así que te sientes cómodo, te acostumbras y te sientes productivo allí. Pero el calendario sigue su curso y llega el día en el que tienes que volver a casa. Sentí muchas emociones diferentes, claro. Sentí una gran sensación de realización porque habíamos logrado muchos hitos para la ciencia en la estación espacial.
Tuvimos un gran problema mecánico en la estación espacial y tuvimos que realizar un bloqueo espacial de emergencia, cuatro días antes de volver a casa. Pero lo resolvimos, triunfamos, arreglamos esa parte de la estación espacial, así que todos esos años de entrenamiento valieron la pena. Compartimos la experiencia con millones de personas usando nuestra nueva capacidad para unir internet con la vida en una nave espacial.
Fue muy satisfactorio. Estaba muy contento de poder volver y ver a mi familia, porque podría volver y ver a mi mujer y a mis hijos. Podía volver a mi vida. Pero también es el final de algo, y diez minutos antes de meterme en el Soyuz me acerqué a la ventana y floté en ingravidez una última vez, solo para fijar en mi memoria lo que se sentía.
Y juegas con la ingravidez, le das la vuelta a las cosas que hay delante de ti hasta el último segundo, porque es magia. Es como si pudieras hacer un truco, hacer que las cosas vuelen y floten, incluso a ti mismo. Pero después me puse el traje, me metí en el Soyuz, y mi cabeza solo pensaba en volar con el Soyuz hasta la Tierra. Es bastante peligroso porque no has volado en seis meses y tienes que concentrarte. Además, los instrumentos están en ruso, que no es mi lengua materna. Tienes que hacerlo todo otra vez mientras desciendes y estás aplastado contra el asiento, y tienes que hacer un montón de cosas mientras te precipitas hacia la atmósfera, al final se abre el paracaídas y de repente eres ligero como una pluma. Entonces cae en el suelo y da un par de vueltas, es un regreso muy violento, muy abrupto.
El equipo de rescate ruso abre la compuerta y ya sabes, los rusos te saludan y ayudan muy amablemente, te sacan de allí. Los médicos quieren hacer un seguimiento de cómo se readapta tu cuerpo, así que te tratan muy amablemente, cargan contigo durante un rato. Quieren que tu cuerpo se readapte despacio, no es instantáneo.
Pero es abrumador. Estás agotado porque llevas 24 horas trabajando, estás sintiendo la gravedad otra vez, y es bastante…
Es un día muy importante. Es un día necesario en el proceso. Es uno de esos días donde recuerdas muchos pequeños detalles, porque es un día bastante inusual de tu vida.
Así que no creo que sea un miedo irracional, creo que es un miedo natural y sano. La verdadera pregunta que hay que hacerse es: “¿Qué haces con tu miedo?”. Porque puedes tenerle miedo a las alturas y no subir nunca a un sitio elevado, pero ¿dónde está el límite? ¿Vas a subir a un edificio de diez plantas? ¿Vas a subirte en ascensor? ¿A una escalera? ¿Vas a pasarte toda la vida tumbado en el suelo?
Lo que decidí, obviamente, como hace la mayoría de personas, es que está bien subir a un sitio elevado siempre que sepas que no vas a caerte. Si estás dentro de un edificio de diez plantas, estas a una altura de diez pisos, pero no te vas a caer diez pisos porque tienes un suelo debajo. Si estás en un avión, puede que estés a diez kilómetros del suelo, pero tiene alas y no vas a caerte de repente.
En una nave estás en la ingravidez, puedes dejarte llevar y no te caerás. No puedes caerte, es imposible caerte de la nave. Así que mientras sepas que no vas a caerte, no hay de qué preocuparse. Esa es la gran diferencia: ¿cómo te tomas las cosas a las que temes con un miedo primitivo, animal? Y pensar en ello para reconocer que tienes miedo, pero, aunque estés al borde de un precipicio, si llevas un arnés superfuerte que está unido a una pared detrás de mí, no puedo caerme, no importa y no necesito estar preocupado. No soy un animal imprudente, soy un humano racional. Así es como le hice frente a mi versión particular de vértigo. Por eso he podido llegar tan increíblemente alto en mi vida.
Y si sueñas con ser un astronauta, si sueñas con ser astronauta puedes hacer tres cosas muy importantes. La primera, necesitas un cuerpo sano, piensa en hacer un poco de ejercicio. Si quieres ser astronauta, lo primero es cuidar tu cuerpo. Lo segundo es que las naves espaciales son complicadas. Y las que vuelan lo son todavía más, así que vas a necesitar entender cosas complicadas. Así que intenta estudiar cosas complicadas, como hiciste tú. Intenta estudiar algo muy complejo a un nivel muy avanzado. Plantéate obtener un título universitario avanzado, no algo que te resulte fácil, sino algo que de verdad te haga pensar. Así que, lo segundo es plantearte tener una educación técnica avanzada en algo que te resulte interesante.
Lo tercero, aprende a tomar decisiones y mantenerlas. Es fácil decir: “No me pagan lo bastante para esto, ya lo decidirá otra persona”. O moverte sin rumbo por la vida. Es muy importante tomar decisiones, pequeñas, y mantenerlas. La toma de decisiones es una cualidad. Puedes mejorarla. “Voy a tomar una decisión: durante el próximo mes voy a hacer esto”. “El año que viene hará esto”. “Los próximos diez minutos haré aquello”. Lo que sea, aprende a tomar decisiones y a mantenerlas.
Si tienes un cuerpo fuerte y sano, si has entrenado tu mente de forma avanzada y técnica, y tienes la habilidad de tomar decisiones y mantenerlas, estarás forjando tu camino para andar sobre Marte. O para hacer cualquier cosa que desees.
El peligro es una cosa, el miedo es cómo reaccionas. Y no tienen por qué ser lo mismo. Supongo que sabes montar en bicicleta, pero no naciste sabiendo. Cuando eras pequeña y aprendías a montar en bicicleta, tenías miedo porque no sabías hacerlo. Tenías miedo de caerte y romperte un diente o abrirte la cabeza, o algo similar. Así que aprender a montar en bicicleta es difícil al principio, te paraliza y asusta, pero con el tiempo acabas aprendiendo. Y se te da bien.
Después de eso parece una tontería tener miedo. No te da miedo montar en bicicleta, pero la bicicleta no ha cambiado. La bicicleta sigue siendo tan peligrosa como lo ha sido siempre, has sido tú quien ha cambiado. El peligro es el mismo, pero ya no tienes miedo. Las cosas no dan miedo, las personas son quienes se asustan.
Creo que algo que debemos evaluar en nuestra propia vida es: ¿qué te asusta y cómo está cambiando tu vida por las decisiones que tomas? Si esas decisiones son importantes para ti, como montar en bicicleta, ir al espacio, casarte, cambiar de trabajo o lo que sea, entonces intenta averiguar cuál es el peligro real, no solo tu miedo primitivo. Si es un miedo que puedes solucionar al mejorar tus habilidades, entonces para mí el antídoto definitivo para el miedo es la destreza.
Mejora tu nivel de competencias, conforme mejoras en algo te preocupará menos hacerlo, podrás incluirlo en tu vida e incluso la enriquecerá. Volar en una nave es lo más exagerado, lo más peligroso que me ha pasado en toda la vida ha sido volar en un cohete. Las probabilidades de morir en mi primer lanzamiento eran de una entre treinta y ocho. Lo vi en las estadísticas cuando se acabó el programa espacial.
Aceptar y enfrentarse a un miedo concreto para hacer algo que para ti vale la pena, y ampliar tus habilidades para poder hacerlo, es algo muy importante que puedes aprender en la vida. Para poder ser un astronauta necesitas tiempo. Puedes decidir que quieres ser astronauta cuando tienes nueve años, pero nadie te lo va a permitir a esa edad porque no tienes ni idea de lo que estás haciendo. Necesitas aprender muchas cosas por el camino.
Así que tienes que decidir hacer algo que va a costarte mucho tiempo conseguir y, que al final, es probable que nunca suceda. Esa es la vida de un astronauta. “He decidido ser astronauta, probablemente nunca pasará y me costará 25 años, pero lo voy a hacer de todas formas”. A muchas personas les cuesta comprometerse por eso, mantener el compromiso. ¿Cómo te mantienes motivado? ¿Cómo no pierdes el ímpetu o la esperanza?
¿Cómo te enfrentas a los contratiempos? Porque durante 25 años va a haber muchos: médicos, de tu vida, políticos, técnicos… Cuando me estaba entrenando para ser astronauta hubo un accidente en la lanzadera, en el Challenger, en 1986. En enero de 1986. Pensé que todo el programa se acabaría sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, pensé: “No tengo ninguna oportunidad de ser astronauta”.
Creo que uno de los requisitos más importantes para poder llegar al espacio es encontrar una forma de mantener un propósito y una dirección en tu vida, aunque cueste mucho hacerlo y, probablemente, nunca llegues a la meta. Lo que yo hago es no esperar nunca hasta el final para sentir que he tenido éxito. Nunca digo: “Odio lo que estoy haciendo este año, no me gusta hacer estas cosas”. “A nadie le importa “El único momento en el que voy a ser feliz es dentro de 22 años cuando pise la Luna”.
Si te esperas hasta llegar a la Luna, ni siquiera andar por la Luna será divertido porque no será como habías imaginado. La clave está en tener ese objetivo a largo plazo para que te ayude a decidir qué hacer con tu vida, para ayudarte a decidir qué hacer a continuación: ¿qué debería hacer esta semana? ¿Qué asignaturas debería cursar este año? ¿Qué debería hacer este verano? ¿Qué película debería ver esta noche?
Hay que tener un objetivo a largo plazo, pero celebrar cada paso del camino. Si te planteas que este fin de semana, no se cuáles son tus objetivos, pero digamos que quieres descubrir vida en Encélado, una de las lunas de Saturno. Y dijeras: “Quiero descubrir si hay vida en Encélado y no voy a poder hacerlo este fin de semana, pero podría aprender todo lo que sabemos sobre los océanos de Encélado. Si me sumerjo en toda la literatura y en todo el trabajo que ha realizado la NASA, la Agencia Espacial Europea, lo que ha escrito el National Geographic y me involucro todo el fin de semana…”. ¿De qué están compuestos los océanos de Encélado? El domingo por la noche no habrás descubierto si hay vida en Encélado, no estás ni un metro más cerca de Encélado, pero en realidad te has acercado a tu sueño.
El domingo por la noche no eres la misma persona que eras el viernes por la tarde. Puedes celebrarlo, no habrás ido a Encélado, pero lo que habrás aprendido ese fin de semana será increíble. No creerás lo que sabes en ese momento y cómo afecta en tus propósitos. Es importante bajar tanto como puedas tu nivel de exigencia para considerar que algo es un éxito, para sentirte vencedor cada día. Depende de ti sentirte un fracasado o sentirte un ganador. A nadie más le importa lo que estás haciendo.
A tu madre sí, pero en realidad depende de ti, así que no dejes que otras personas te digan cuándo has ganado. Permítete tener tantos éxitos diarios, semanales o a medio plazo como te sea posible, mientras consigues tu objetivo a largo plazo. Entonces no sentirás que tu vida está estancada, sino que estás cogiendo impulso, que estás logrando cosas constantemente. Te estás convirtiendo en aquello que siempre soñaste ser. Sin haber hecho esto creo que no habría podido convertirme en el astronauta que soy ahora.
Si no sé hacia dónde voy, ¿cómo voy a saber cuál es el siguiente paso? Y la vida de un astronauta, debido a la complejidad de nuestro objetivo es una vida con un gran propósito. Sabes que en un periodo de ocho años vas a volar una nave: “Sé lo que tengo que hacer este fin de semana, tengo que aprender sobre el sistema de control de la temperatura del Soyuz. Tengo que aprendérmelo porque es cuestión de vida o muerte”.
Pero el concepto fundamental que hay detrás de tener un propósito en tu toma de decisiones y para perseguir lo que es importante para ti, creo que es una necesidad fundamental para pensar como un astronauta. El otro es que casi todo lo que damos por hecho es resultado del ingenio humano. Quiero decir, yo nací en Canadá, como ser humano no puedes sobrevivir en Canadá. Somos primates sin pelo, no somos fisiológicamente capaces de vivir en Canadá, excepto en verano. El invierno nos mataría.
Pero hemos inventado la ropa, los refugios, sabemos encender un fuego, sabemos cocinar y almacenar comida. Con toda esa tecnología sí podemos vivir en Canadá. Podemos vivir en el Ártico o en cualquier lugar del mundo. Hay que reconocer que el ingenio de los humanos nos permite tener calidad de vida. Casi nos hace aptos para afrontar cualquier cosa en la vida. Y tanto la confianza como el incesante camino hacia entender cómo funcionan las cosas e intentar mejorar. No solo aceptar el statu quo.
Si le enseñas a un astronauta un avión o una nave, lo mirará y verá las fortalezas y las debilidades, pensará: “¿Por qué esto es así? Deberíamos arreglarlo, deberíamos cambiarlo. Así lo haremos mejor la próxima vez”. Estamos enormemente insatisfechos por nuestro limitado entendimiento actual de cómo funcionan las cosas, para poder intentar mejorarlo continuamente. Así es como piensa un astronauta.
La mayor parte de tu vida es bastante tranquila, tienes tiempo. Cada día dispones de muchas horas donde no hay bombas explotando ni nadie sangrando, son momentos tranquilos. ¿Estás aprovechando esos momentos para prepararte para cuando las cosas no vayan bien? ¿Cómo visualizas el fracaso? Y si te paras y te preguntas cuáles son las diez cosas que pueden salir mal desde ahora hasta final de año, puedes hacer una predicción razonable.
Por ejemplo, pensar en que puedo tener un accidente de coche. O que mi tía podría morir porque está enferma y es muy mayor, o lo que sea. Y entonces, si es posible que tengas un accidente de coche, piensa en ello. “¿Tengo el seguro de coche en regla? ¿Funciona todo bien? ¿Funcionarán bien los airbags? ¿Sabemos si somos buenos conductores? ¿Cuál fue la última vez que asistimos a un curso de conducción defensiva?” ¿De verdad pensamos en ello cuando nos metemos en el coche?
Se trata de prepararse para los imprevistos. Si un familiar tuyo está llegando al final de su vida, no esperes a que se muera para empezar a pensar en cómo lidiar con ello. Reflexiona tú mismo o siéntate con alguien de tu familia. Para hablar de que parece que la tía Louise va a fallecer en breve y de lo que haréis cuando eso suceda. Va a suceder, así que habla de ello. ¿A quién vas a llamar? ¿Qué regalos quieres comprar? ¿Quién irá al funeral? ¿Cómo nos haremos cargo de la casa? Se trata de prepararse para cuando las cosas no vayan bien.
Porque entonces, cuando ocurra, seguirás estando triste, seguirás teniendo que encargarte de un problema, pero tendrás muchas más posibilidades de éxito al hacerlo. Y si te estás preparando para subirte a una nave espacial, la nave va a intentar matarte continuamente, y lo hará si no estás preparado para el fracaso. Así que, el pensamiento negativo es muy poderoso, pero no para deprimirte, sino al contrario. Podrás decir que de cara a final de año estás preparado para tus diez cosas que pueden ir mal. Que vengan, estoy listo, estoy tranquilo y confiado, sin pensar en que ojalá estas diez cosas no sucedan nunca porque no estoy preparado.
Prefiero ir por la vida preparado para afrontar las cosas que probablemente pueden salir mal. E incluso si sale mal algo que no habías previsto, sigues teniendo muchos recursos y capacidades para enfrentarte a ello, porque te has preparado para muchas otras cosas. Así que, estoy pensando como un astronauta, pero también lo hacía cuando era piloto de cazas, de pruebas e ingeniero. Como parte de todo lo que puedes hacer, para prepararte para la inevitabilidad del fracaso y optimizar tus posibilidades de hacerlo lo mejor posible.
Hay una cosa que he aprendido y he intentado incorporar a mi vida una vez me hice más mayor. Cuando te enfrentas a una nueva situación, algo que sucede a menudo, como ir a una tienda nueva, conocer a alguien o un cambio en tu vida, ¿cómo reaccionas ante circunstancias desconocidas? Y si eres ese arrogante piloto de cazas tan seguro de sí mismo dirás: “No sé qué pasa, pero creo que soy bueno en ello, así que voy a tomar decisiones”.
Estás seguro de tu influencia positiva, estás confiado, piensas que puedes con todo y que vas a sumar. Pero todos a tu alrededor piensan: “¿Quién es este tío? No tiene ni idea de los matices de la situación ni conoce las sutilezas de este entorno. ¿Y nos dice qué hacer? ¡Si acaba de llegar! No suma nada, solo resta, es algo negativo. Ahora no solo tenemos que encargarnos de los problemas normales, sino también de este tío”.
Así que, algo que he aprendido como astronauta, es que cuando te enfrentas a una situación nueva, has de intentar ser neutral. Intentar ser un “cero”. No intentes cambiarlo todo inmediatamente con tu limitada percepción de lo que ocurre. Tómate un tiempo para darte cuenta de lo que pasa. Cuando llegues a una nueva situación, piensa en acceder a ella sin armar escándalo y aprender de ella.
Y cuando ya tengo una impresión de lo que está ocurriendo, es cuando debo intentar contribuir de manera positiva. Esto no lo puedes hacer si el edificio está ardiendo, si está en llamas tienes que entrar y rescatar gente, tienes que actuar. Pero rara vez hay un incendio en el edificio, y hay gente que se comporta como si siempre hubiera un incendio. Creo que intentar ser un “cero” suena algo estúpido, pero es fácil de recordar. Acceder a una situación y deliberadamente decir: “Voy a intentar ser un cero durante un tiempo, hasta que aprenda cómo funciona esto”. Y entonces puede que sea una de las personas que contribuya a sumar en esta habitación.
O puede que siga siendo un “cero” porque no sé qué estoy haciendo aquí. Si entro a una clase de pintura nunca dejaré de ser un “cero” porque no soy un buen pintor, por mucho que lo intente no tengo el talento ni la habilidad. Pero sí hay situaciones en las que puedo contribuir. Y creo que la sutileza del entorno al que estás accediendo, y el reconocimiento de tu propia influencia sobre la situación, son cosas en las que pensar de antemano. Y una forma de recordarlas es pensar en que eso es algo nuevo, que vas a intentar ser un “cero” durante un tiempo y luego ser capaz de sumar, si es posible.
La ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas lo sustentan todo. Crean la ropa que vestimos y hacen que se enciendan las luces. Incluso han creado esta cosa negra que hay aquí. Estas cuatro cosas son vitales para, al menos, tener la oportunidad de lograr una gran calidad de vida. Pero si eso es todo lo que tienes, te conviertes en un robot. Los robots necesitan las CTIM, pero no necesitan el arte para nada. Pero a bordo de la nave espacial, flotando en ingravidez, hay una guitarra.
No está ahí para la ciencia, la tecnología, la ingeniería ni las matemáticas. Está ahí porque para estar mentalmente sano necesitas el arte. Somos humanos. Algunos de los vínculos más antiguos que tenemos con nuestros antepasados son las pinturas rupestres del sur de Europa, de hace 45.000 años. En una cueva en la ribera del Rin, en el sur de Alemania, hablamos de hace 42.000 años, encontraron un instrumento musical. Hace 42.000 años. Es el hueso de la pata de un pájaro, y está hueco. Abrieron agujeros en él para poder soplar y tocar una canción.
Esto me demuestra que el arte y nuestra necesidad de expresar las emociones y compartirlas con los demás, más allá de las palabras, es fundamental para los seres humanos. También para nuestra salud mental, no solo la física. Yo no puse la guitarra en la estación espacial para tocar Space Oddity, fueron los psiquiatras de la NASA. Pusieron la guitarra en la estación espacial, porque vieron que en esa burbuja de ciencia y tecnología había gente intentando vivir.
Tenemos astronautas que son cantantes o pintores. Alan Bean, que estuvo en la Luna, era un pintor fabuloso. También poetas y músicos, y es algo totalmente necesario. Y lo es para los educadores y para toda la población, no sucede solo en las naves espaciales. Necesitamos la tecnología que nos permita vivir bien.
Pero si vas a tener más tiempo gracias a la tecnología, ¿qué vas a hacer con ese tiempo? De ahí lo de perseguir las artes y desarrollar la capacidad imaginativa de la mente humana. Ahí es donde de verdad disfrutamos con la felicidad y la variedad de cosas que nos ofrece la vida. Creo que las CTIM son importantes, pero también es muy importante apreciar que el arte las completa, formando la palabra CTIAM.
Así que me inventé esto a lo que llamé On the Lunch Pad, porque suena como “plataforma de lanzamiento” en inglés. No hay nada formal, simplemente establecía una hora para llamar, así que lo hacía y si tenía 31 minutos, les dedicaba 30 a los niños. No hace falta prepararse, ellos tenían sus preguntas. A mí me hubiera encantado, a los nueve años, hablar con alguien que hubiera estado en el espacio, poder preguntarle directamente. Porque creo que la educación es muy importante.
Explicar a la gente lo que hay más allá del horizonte, algo que parece tan lejano. ¿Cómo saber lo que quieres ser si no sabes todas las opciones que tienes? ¿Cómo decidir? Por eso, la educación es lo que te permite alejar tu ignorancia y ver más allá del límite del horizonte. He estado involucrado en la educación durante toda mi vida. He trabajado en la fundación canadiense por la alfabetización de los niños. He producido una serie en YouTube llamada Rare Earth con historias interesantes de todo el mundo.
He creado un programa de formación en internet llamado Master Class, he enseñado en la universidad de Waterloo, he trabajado con una incubadora tecnológica para reunir ideas… para mí es todo lo mismo: intentar que la gente vea más allá de lo que han conocido hasta ahora. Despertar su curiosidad, darles información que les permita descubrir que puede haber algo que les interese. Dejar que las personas sean exploradores o científicos por su cuenta, a través de la educación. Creo que es muy importante, y es algo que hago prácticamente a diario.
Y fue precioso ver que la respuesta más habitual que me llegaba de todo el planeta fuera: “Quiero una foto de mi ciudad”. Al principio me reía, pensando que solo querían una foto de sí mismos, pero después me pregunté por qué todo el mundo, sin importar de dónde fueran, quería una foto de su ciudad. Primero: están orgullosos de quiénes son. Les encanta dónde viven. Eso es lo que son, lo que les define. Es su propia ciudad. Pero también querían saber cómo encajaban al compararse con el resto del mundo.
Querían ver cómo su pequeña y particular versión de la vida encajaba con las demás pequeñas versiones de la vida de todo el mundo. Y una respuesta tan homogénea, esa versión compartida de lo que es ser humano, se me quedó firmemente grabada en la memoria, mientras daba miles de vueltas alrededor del mundo. Por ejemplo, la ciudad en la que vivía, una ciudad canadiense normal. Al mirarla, tiene el centro, tiene vías del tren, tiene carreteras, tiene barrios residenciales, tiene granjas, hay un aeropuerto… es una ciudad.
15 minutos después, estás encima del norte de África. Miras hacia abajo y ves exactamente la misma ciudad. No sé ni si el país que estoy mirando es Mauritania u otro, pero miro esa ciudad y es exactamente igual. 40 minutos más tarde ves Australia. Tienes la sensación de que estamos todos juntos en esto.
Intentamos solucionar los mismos problemas, casi de las mismas formas. Nacemos con diferentes culturas, diferentes idiomas, diferentes religiones, diferentes tradiciones. Pero la naturaleza fundamental de ser humanos está totalmente compartida por todo el mundo. Puedes tener la sensación de que hay muchas diferencias cuando vives en un lugar determinado.
Puedes decir del resto del mundo que son falsos, horribles, tontos, que están locos, que son maleducados, lo que quieras. Pero nunca los has visto, ni has estado allí. Y te creas la visión de que la tuya es la única forma de solucionar problemas. O que la tuya es la mejor forma de hacerlo todo, porque qué vas a pensar si no te puedes comparar. Y esto es parte de la razón por la que estoy aquí hablando contigo, por la que he escrito libros y hecho tantas fotos.
He tenido la gran suerte de poder ver el mundo como realmente es. Tras dar 2.650 vueltas a su alrededor es muy difícil mantener la fachada de que hay diferencias. Te das cuenta de que sí, hay gente de diferentes religiones e idiomas, pero todos quieren lo mismo. Quieren un poco de alegría en sus vidas. Quieren comodidad. Quieren vivir una larga vida. Quieren que sus hijos vivan un poco mejor que ellos mismos. Quieren risas.
Es lo mismo. Y creo que la forma que tiene la vida de unir las cosas es algo que, de manera irreversible, asimilas en tu interior mientras flotas en ingravidez, observando a través de la ventana de una nave espacial.
Una forma de verlo es preguntarse por qué gastamos todo este dinero aquí, cuando podríamos invertirlo allí. Yo soy canadiense y al mirar los presupuestos veo cuánto dinero nos gastamos de verdad. Y, cuando hablamos de miles de millones, yo no llego a visualizar realmente cuánto dinero son mil millones. Es una cifra enorme. Pero si separo unos cuantos ceros, y me pregunto cuántos dólares de cada 1.000 que invierte nuestro gobierno, ¿cuánto gastamos nosotros? ¿Es la proporción adecuada?
En Canadá, de cada 1.000 dólares gastados, creo que se dedican 240 a sanidad y salud. Es decir, casi la cuarta parte, que es mucho, para la sanidad y la salud de nuestra gente. Y menos del 1% se destina a explorar el universo. Se destinan unos tres centavos de cada 1.000 dólares. Sí, podríamos preguntarnos por qué gastamos todo ese dinero en el programa espacial, y podríamos coger esos tres centavos y añadirlos a los 240 dólares que dedicamos a sanidad y salud.
Y puede que eso fuera lo adecuado. Pero, entonces, cualquier niño, que ya estaba cubierto por el sistema sanitario, y que tenga la aspiración de ser astronauta, astrónomo o físico, tendrá que marcharse de Canadá para poder hacerlo. Porque no lo hemos incluido en nuestro programa. Y todos los países han de tomar decisiones de este tipo.
¿Debería España formar parte de la Agencia Espacial Europea? ¿Deberían tener su propia agencia espacial? ¿Cuál es el equilibrio adecuado entre gastos y beneficios? De la ciencia y la tecnología que se inventan, de la comprensión científica del universo que surge de ello y de la motivación e inspiración de nuestros hijos, que surge de tener ese programa en nuestro país, a nuestro alcance. Creo que debería hacerse esa pregunta, pero nunca ha venido nadie a preguntarme por qué gastamos todo ese dinero en el espacio en vez de en la Tierra.
¿Quién sabe de verdad cuánto gastamos? Es una percepción sin ninguna prueba. Así que les pregunto a esas personas cuánto gastamos en sanidad y salud, en nuestra provincia o país, y cuánto gastamos en el programa espacial. Y si no sabes la respuesta a la pregunta, entonces no puedes decir nada en contra. Cuando tengas las cifras y vengas con un plan, estaré encantado de discutirlo. Pero creo que hacemos un buen trabajo, y que está bastante equilibrado.
Puedes medir la calidad de vida como quieras. La calidad de vida de nuestra especie nunca ha sido mejor en toda la historia. Mayor esperanza de vida, nivel educativo, mortalidad infantil, muerte por enfermedad, la oportunidad de hacer cosas… no es perfecto en todas partes, pero de media, nunca nos han ido mejor las cosas. Claro, siempre se puede mejorar, pero mientras tanto estamos explorando, y entendiendo la Tierra y el universo que nos rodea.
La cuestión es cuál es el equilibrio, y si el límite está correctamente marcado. Y todos los años, cada vez que lo analizo, me digo: “Sí, lo estamos haciendo bastante bien”.
La naturaleza aleatoria de las cosas que pasan te moldea, y te convierte en la persona que vas a ser. Puedes dejar que lo haga, y decir que, bueno, da igual que la vida elija por ti. O puedes tomar parte activa y decidir que no quieres ser aleatorio, que quieres cambiar deliberadamente quién quieres ser: “Quiero ser más fuerte”, “Quiero seguir estudiando”, “Quiero cambiar quien soy, para tener más oportunidades de convertirme en la persona que me gustaría ser”.
Creo que el mensaje más importante que me gustaría dejar a la gente es: involúcrate en crear quién eres. No seas pasivo en tu propia vida. Solo tienes una. Involúcrate en ella. Intenta mejorar constantemente. No te conformes con quién eres ahora mismo. Intenta mejorar quién eres, y puede que en el futuro te conviertas en ese alguien con el que siempre habías soñado. Yo soy la prueba viviente de que pueden pasarte cosas increíbles.