La tiranía de los ‘deberías’
Laura Rojas-Marcos
La tiranía de los ‘deberías’
Laura Rojas-Marcos
Psicóloga
Creando oportunidades
La familia es la mejor escuela para aprender a manejar las emociones
Laura Rojas-Marcos Psicóloga
Qué es la asertividad y para qué sirve
Laura Rojas-Marcos Psicóloga
Laura Rojas-Marcos
La gestión de las emociones, respetar y saber decir que no, son algunos de los principios fundamentales de las relaciones humanas según la doctora en psicología Clínica y de la Salud, Laura Rojas-Marcos. Esta especialista destaca la familia como la primera escuela y el entorno de convivencia ideal para aprender a manejar las emociones. “Convivir no es fácil, estamos hablando de cómo gestionamos los conflictos, nuestras emociones y cómo establecemos límites”. A través de sus libros, entre los que destacan: ‘La familia’, ‘Somos cambio’, ’Hablar y aprender’, Rojas-Marcos nos brinda la oportunidad de observar diferentes aspectos de la condición humana: cómo favorecer una autoestima positiva, el impacto que tienen las relaciones familiares en el desarrollo emocional o qué es la asertividad y cómo podemos ayudar a nuestros hijos a que sean más asertivos. “Las personas asertivas saben lo que quieren, saben lo que piensan y se toman el tiempo para pensar, para decidir y para actuar", reflexiona. Laura Rojas-Marcos ha sido seleccionada entre las Top 100 Mujeres Líderes en España y colabora con instituciones dedicadas a diversos temas sociales y de salud mental.
Transcripción
Y es en el entorno familiar donde aprendemos a gestionar esas emociones, donde aprendemos también a poner límites no solamente a otras personas, sino también a nosotros mismos, donde aprendemos a gestionar la frustración. Un término que utilizamos mucho en psicología es el tener la capacidad para tolerar la frustración. ¿Tenemos una alta capacidad para tolerar la frustración como puede ser la espera o tenemos una baja capacidad para tolerarla? Por ejemplo, las personas que son impulsivas, las personas que no saben esperar, que tienen una necesidad de tener lo que ellos quieren en el momento y no saben esperar, sufren mucho y se vuelven muy impulsivos. Y, claro, es en el entorno familiar, en el colegio también, donde hay que aprender a esperar. Es un proceso que lleva muchísimo tiempo, yo diría que, desde el momento que nacemos, nos vamos haciendo y vamos aprendiendo hasta el momento que morimos, vamos aprendiendo a convivir, a compartir, a gestionar y aprender, sobre todo, mucho de nosotros mismos y de los demás. Es un reto. No es fácil, pero puede ser muy divertido.
Las personas, en cambio, que tienen una baja autoestima son personas que sufren. Dudan continuamente de sí mismos, de su criterio, a veces se vuelven personas muy dependientes de otras. No se gustan, no confían en sí mismas y eso es un problema. El desarrollar una buena autoestima es fundamental y es algo que aprendemos desde que somos muy pequeños. Pero es algo que también se va desarrollando a lo largo de la vida. No hay que olvidar que vamos pasando por etapas distintas a lo largo de la vida y, bueno, en la vida pues, a veces, las cosas, cuando no nos salen bien, pueden afectar nuestra autoestima. Cuando nos sentimos rechazados. Pero también es importante desarrollar una autoestima sana, y eso quiere decir, sobre todo donde hay una aceptación tanto de nuestras virtudes como de nuestros defectos, nuestras fortalezas, tenerlas bien identificadas, y también tener identificadas con claridad cuáles son nuestras dificultades o debilidades. A nadie se le da todo bien. Nadie es perfecto, y el que piensa que lo sea tiene una percepción de sí mismo un poco… no muy realista.
La autoestima nos ayuda a ir por la vida de una manera… yo diría que saludable, y las personas que tienen buena autoestima suelen ser -y esto se ha visto en las investigaciones- personas que tienen también buenas relaciones con los demás. Saben relacionarse, saben crear vínculos afectivos o saben hacer amigos también, porque saben dónde están sus límites y tienen un diálogo interno con ellos mismos bastante constructivo. Que, una vez más, no quiere decir que se vean mejores que otras personas o superiores. La autoestima no tiene nada que ver con eso.
“La autoestima nos ayuda a ir por la vida de manera saludable”
¿Cómo se aprende a ser asertivo? Pues se aprende, en primer lugar, sintiéndote cómodo con lo que tú quieres, con lo que tú esperas y el saber expresarlo sin ofender ni faltarle el respeto al otro. Si alguien te falta el respeto, pues tú sabes defenderte y protegerte. No desde la agresividad: uno se puede levantar y se puede marchar o decir «yo no acepto que me hables así». Eso sería un ejemplo de conducta asertiva. Una persona agresiva insulta, ofende, ya sea con un lenguaje verbal, físico, o con un lenguaje no verbal, con la mirada, por ejemplo. Aprender a ser asertivo es fundamental. A menudo me encuentro a personas que no saben serlo, se sienten muy incómodos con el «no». Es más, sienten como que tienen que decir que sí. Quizás han crecido en un entorno donde el «no» no estaba permitido, donde la prioridad eran las necesidades de otras personas que las propias, donde se les enseña que tú estás siempre en un segundo lugar y que hay que preocuparse mucho por lo que dirán o lo que piensen los demás. Las personas asertivas saben lo que quieren, saben lo que piensan, incluso saben gestionar sus «no sé»: «no sé qué hacer» o «no sé qué es lo que quiero» y se toman el tiempo para pensar, para decidir y para actuar.
Hay una palabra que a mí me gusta mucho que es «sincericida». Es un término que no existe en el diccionario, pero a mí me encanta porque creo que representa muy bien a muchas personas que a veces se vuelven tóxicas. Su manera de hablar, de comunicar o desde el hacer. Aunque todos, como seres humanos, somos imperfectos y todos podemos ser tóxicos en un momento dado, pero sí encuentro que hay personas que, en nombre de la sinceridad, dicen todo lo que piensan aunque no se les haya preguntado. Dicen todo lo que piensan sin ningún tipo de delicadeza, consideración, en nombre de esa verdad y de esa sinceridad. Esas personas son sincericidas y son personas que hacen muchísimo daño. Yo no creo que eso sea una buena cualidad y creo que hay que diferenciarlo de ser sincero. Si tú me haces una pregunta: «Laura, ¿qué piensas sobre…?» o «¿qué sientes sobre…?», sí creo que es importante ser sincero, pero también utilizando un lenguaje respetuoso. Muchas veces, los sincericidas no son respetuosos y aprovechan…
Ahí entramos en un campo que es enorme y bastante ambiguo porque tiene que ver con el diálogo interno. Cómo yo me hablo va a influenciar mucho en mi manera de sentir, mi manera de pensar, en mi manera de actuar. A veces, las personas tienen un diálogo interno sumamente destructivo. Sumamente destructivo e incluso cruel que, incluso si hablaran así a otra persona, se quedarían sin amigos. Y podemos ser muy crueles, no tenemos límites en ocasiones en ese diálogo interno que podamos tener.
Entonces, claro, ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando de proteger, de respetar un espacio, ya sea físico, como emocional, como mental. Todos nuestros procesos cognitivos, la manera en la que pensamos, la manera en la que actuamos. Todo está relacionado y la manera en la que nos relacionamos con los demás a la hora de poner límites a otros. El «no voy a aceptar», «esto no lo voy a permitir»… Tenemos que saber hacer eso porque, si no, nos van a invadir o vamos nosotros a invadir a otros. Al fin y al cabo, como dice ese refrán, nuestra libertad termina donde empieza la del otro, y el compartir ese espacio, el compartir la energía también, es importante para que haya una buena armonía y una buena convivencia.
Hay muchos miedos que están asociados directamente a la amenaza básica de la vida, el estar en peligro. Pero hay personas que también le tienen miedo a cosas que a lo mejor no son peligrosas, pero que se han aprendido, porque están esos miedos aprendidos. Dentro de los estudios de las emociones, que es un campo tan interesante, hay una combinación de más de 400 tipos de emociones que se han identificado en los estudios. Y la inteligencia emocional es algo que forma parte de nuestro crecimiento, no solamente que va a afectar nuestra autoestima, sino también cómo nos relacionamos con los demás, cómo nos relacionamos con nosotros mismos. Qué es lo que siento y si yo puedo identificar qué es lo que siento, si estoy contenta, si algo me emociona, si me hace sentir bien, si yo sé diferenciar el sentimiento de serenidad con estar contenta y estar cómoda, a tener ansiedad o estar eufórica. Es importante porque voy a tener una reacción inconsciente o consciente. Eso sí, una de las cosas que se aprenden en el campo de la psicología es que, aunque las emociones son reacciones emocionales desde los sentimientos y pueden ser inconscientes, nosotros tenemos el poder también de provocar determinadas emociones. Podemos cambiarlo y podemos cambiarlo haciendo un cambio de actitud, tomando decisiones y, a veces, provocando un cambio de emociones.
Si estoy triste y estoy pasando por un momento difícil, la pregunta es ¿qué puedo hacer para sentirme mejor? ¿Qué aspectos me ayudan a sentirme mejor? ¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de autoconocimiento. Qué cosas me hacen sentir bien, qué cosas me hacen sentir mal, pero ya sea desde la acción como otras personas. Hay personas que no nos ayudan a sentirnos bien, que a lo mejor nos hacen chantaje emocional y después nos encontramos así un poquito incómodos o tristes o ansiosos, y no sabemos por qué. Mis estudiantes, cuando tienen un examen, están muy ansiosos. Yo intento ayudarles justo antes del examen haciendo un ejercicio de respiración, de concentración, de serenidad, de calmar la mente. Para que ellos puedan hacer su examen desde un lugar quizá más positivo, y animándoles a que todo va a salir bien, porque mi intención, desde luego, no es suspender. Al revés, yo lo que quiero es poder ayudarles y enseñarles.
Unos padres tienen un papel muy importante con los hijos a la hora de enseñarles a identificar sus emociones. Unos padres que le preguntan a sus hijos: «Veo que estás de mal humor, estás llorando mucho, ¿qué te ha pasado?» es una manera también de enseñarles a pensar, a identificar y a escucharse. Las personas que no se saben escuchar no saben qué es lo que sienten, y a veces van por la vida como a tropezones, a toda prisa, y se vuelven personas reactivas. Y lo importante es desarrollar la capacidad para ser proactivos. ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta situación? ¿Qué puedo hacer yo para conseguir mi objetivo? Y para ello, lo más importante, que siempre recomiendo, es hacer un plan de acción: Qué tengo que hacer, cómo tengo que hacerlo, quién lo tiene que hacer y cuando hay que hacerlo, para obtener un resultado. Para poder llevar a cabo ese plan de acción, necesitamos conocernos, ser personas que sabemos qué sentimos, qué se nos da bien, cuáles son nuestras fortalezas, nuestras debilidades y luego, no olvidar, también, identificar a quién le podemos pedir ayuda.
Porque hay que saber también pedir ayuda. No tenemos que hacer las cosas solos, pero sí hay que saber identificar a esas personas que nos pueden ayudar, de esas personas tóxicas que pueden envenenar nuestras emociones.
El enseñar a los hijos a comunicarse, pero también a ser pacientes, puesto que no tienen el vocabulario de un adulto y no todo el mundo se expresa igual, todo el mundo tiene sus tiempos. Yo, algo en lo que creo firmemente, algo que me han enseñado porque también me dieron la oportunidad en mi trabajo de crecimiento personal y de autoconocimiento y de ir a un profesional para poder crecer con la intención de poder hacer un buen trabajo, y que además dedicarse a ayudar a otras personas no es algo fácil, es que, por ejemplo, los padres continuamente son profesores también de sus hijos. Pero son también aprendices y alumnos de sus hijos y de ellos mismos.
Entonces, el aprender a aprender, el ser paciente, el saber cómo enseñar, el dar la oportunidad para poder asimilar la información, practicar, practicar a decir que no. Unos padres que no permiten a sus hijos decir que no o que ganen alguna batallita en un momento dado, no van a dejar tampoco que ellos descubran quiénes son, qué se les da bien, qué les gusta y qué no les gusta. El aprender a hablar, como haces con tus hijas, es darle una, yo creo, que de las mejores herramientas que se le puede dar a una persona. Eso sí, aquellas personas que no lo hayan aprendido o no hayan tenido esa oportunidad de niños, de poder desarrollar esas habilidades, nunca es tarde. Nunca es tarde.
Todos tenemos la capacidad para poder aprender, más rápido o más lentamente, a través de los libros, a través de documentales, a través del pensamiento, a través de conversaciones, conferencias… Todos podemos aprender a mejorar, a comunicarnos o a comprendernos. O sea, que a pesar de que la vida, a veces, nos ofrece unas cosas y otras no, nunca es tarde. Yo creo que eso es algo que es muy importante. Estamos hablando de esperanza, de tener la capacidad de poder crecer, de poder construir.
Nunca es tarde. Nunca es tarde y transmitir esa esperanza a los más pequeños o a las personas adultas, es fundamental porque les va a ayudar a adaptarse a los cambios. La vida es cambio y el cambio es vida, todo cambia y nada es inalterable. Vamos cambiando, vamos evolucionando. Estamos en un camino durante X tiempo, intentemos hacerlo de la mejor manera posible. Evidentemente, hay momentos dificilísimos y situaciones traumáticas. Yo creo que todos tenemos nuestros traumas, situaciones que debemos superar. ¿Cómo se supera? Se supera hablando de ellas, compartiéndolo con otras personas que a lo mejor han pasado por algo similar. Algo similar, no tiene que ser exactamente igual. El aprender sobre qué es lo que nos ha pasado y sobre todo el saber qué tengo que hacer para poder pasar página. Todos pasamos por momentos de conflicto. ¿Qué familia, qué entorno o qué ser humano no tiene un conflicto? Ya sea con otras personas como consigo mismo. Es completamente normal. Pero no hay que permanecer en el conflicto. No hay que permanecer en el trauma y tampoco hay que permanecer en el dolor.
La obsesión, ¿no?
Yo estoy trabajando también con mis alumnos, que son futuros maestros, la parte emocional. Yo doy la asignatura de Creatividad y educación artística. Intentamos contar las cosas de otra forma, a través del juego, a través de la inteligencia emocional, rompiendo estereotipos… Hay una actividad que estamos desarrollando que a mis alumnos les encanta. Y yo, a veces digo no sé si lo estoy enfocando bien. La llamamos «Pasaporte divertido». Yo les pregunto: «Bueno, a ver, ¿qué documentación, qué información de ti tiene un pasaporte o un DNI?». Y todos dicen pues tu nombre, apellidos, fecha de nacimiento… Y les pregunto: «Ese pasaporte o ese DNI, ¿expresa cómo eres realmente? Qué sientes, qué te gusta, qué no te gusta, qué te da miedo… Y dicen: «no», y digo: «pues vamos a intentar fabricar un pasaporte, con el formato que queráis, con todo eso que creáis vosotros que es importante para conoceros a vosotros mismos». Luego no les obligo a que tengan que exponerlo delante de todos, les digo que tiene que ser como un trabajo suyo personal y que, si quieren compartirlo con los compañeros, pues que lo hagan. Y todo esto surgió porque un año, en un grupo de alumnas, eran todos chicas, había conflictos, conflictos que para mí era eran serios. Y yo decía: «algo tengo que hacer, yo no puedo seguir mis clases sin más. Aquí hay algo emocional muy fuerte que, al final, como docente, digo ¿qué puedo hacer?».
Y pensé en esta actividad del «Pasaporte divertido» sin saber qué podría ocurrir: si podría ir todo a peor o todo lo contrario. Entonces este grupo decidió hablar de su pasaporte. Fue un momento que las unió como grupo, incluso a mí también, donde pudimos llorar, donde podemos reír, donde hubo muchísimos abrazos, palabras de perdón delante de todas: «te quiero pedir disculpas porque no te he tratado como como debería, porque te juzgado sin conocerte y, cuando te he conocido y he visto un poquito más sobre ti, pues he descubierto otra persona». O incluso otras decían: «He encontrado en otra compañera algo que tenemos en común que no sabía». Entonces fue una actividad, yo creo que muy bonita, que incluso algunos compañeros me han llegado a decir: «Leticia, creo que es un tema demasiado delicado, no sé…». ¿Tú qué me recomendarías? ¿Crees que lo estoy enfocando bien?
Ahí has dicho algo que es muy importante y que influye mucho en las relaciones personales y también influye en la percepción que tenemos de nosotros mismos que tiene que ver con los juicios y prejuicios. A veces caemos en sentencias, damos por hecho una serie de cosas, y no tenemos la información. A lo mejor, alguien nos recuerda a un amigo del colegio o algún familiar con quien no conectábamos bien y eso nos lleva a relacionarnos con esa persona desde un lugar quizás más distante o más desagradable. El empezar desde cero es algo maravilloso, el perdonar, el pedir perdón, el darse la oportunidad para probar algo nuevo… bueno, es que me parece algo fantástico porque, además, una vida de exploración y dejándose llevar por el espíritu aventurero, siempre desde la responsabilidad, y consciente, no desde la impulsividad, pues hace que sea todo más divertido y que conozcamos a personas interesantes, que conozcamos y descubramos cosas de nosotros mismos, que pueden ser divertidos y nos pueden ayudar en la autoestima. Pero también podemos descubrir las cosas que no nos gustan y que no van con nosotros. Y hay cosas que no tienen por qué caer en el «debería», la tiranía de los «debería»: «Yo debería haber logrado, dicho, hecho esto o no debería haber…». No caer en eso, pero sí el aprender de la experiencia, aprender de los errores, aprender a ser humilde, y la humildad de compartir, y también el aprender a equivocarse y algo que a mí me gusta mucho, y que trabajo también con mis estudiantes, es el aprender a aprender. A veces las personas no se dan la oportunidad… no nos damos la oportunidad de aprender. Damos por hecho: «Yo debería saber esto». De nuevo, entra la tiranía de los «deberías».
No es así. El aprender a aprender, donde el juego tiene un papel muy importante, no hay que dejar de jugar. No hay que dejar de jugar, de explorar, de ponerse el sombrero de Indiana Jones y salir como un sociólogo, un antropólogo, salir a la jungla. Con tus herramientas y, desde luego, que no sea nada peligroso. Pero a veces tenemos que afrontar el peligro, y el peligro es todo aquello que nos puede despertar un miedo. Por ejemplo, yo siempre animo a las personas a que afronten sus miedos que tienen, por ejemplo, que ver con el miedo a hablar en público. Hay algunos miedos, y esto está muy estudiado dentro del campo de la psicología. Algunos de los miedos más comunes es hablar en público, la altura y el volar son algunos de los miedos más comunes, y la oscuridad. ¿Qué sucede, por ejemplo, con la oscuridad? Y estamos hablando de un miedo a que no vemos lo que hay. Cuando me encuentro con mis sobrinos pequeñitos, que le tienen miedo a la oscuridad…
Entonces, el miedo, que forma parte de nosotros y todos tenemos algo que nos da miedo. A veces, nos da miedo expresar nuestras emociones, compartir nuestra vulnerabilidad. A veces me encuentro a personas que le da miedo decir que están tristes porque la tristeza es algo malo, porque es lo que han aprendido, pero la tristeza, el miedo, forma parte de nosotros el aprender….
Pero también la tiranía de los «debería» se utiliza para manipular, para controlar o provocar malestar en el otro. Si yo ahora empiezo a decirte: «Tú deberías haber sido, deberías haber sacado mejores notas, deberías haberte puesto…». «Deberías…» Todos esos deberías realmente lo que están resaltando es lo que no tiene la otra persona. A veces, en dinámicas de comunicación, ya sean familiares o laborales, entre las personas, las personas utilizan la tiranía de los «deberías» para hacer chantaje emocional, para controlar. Lo cierto es que también hay que decir que en el proceso de aprendizaje, cuando cometemos errores, ahí aprendemos y ahí entra el lenguaje de las tiranías: «Debería haber hecho esto de manera diferente», «La próxima vez voy a hacer esto de otra manera».
Esa tiranía… o ese «debería» no es tiránico. Forman parte de un proceso de aprendizaje, de hacer las cosas de manera diferente. Lo que no sabía antes, ahora lo sé y ahora lo voy a probar de manera diferente. Voy a usar la creatividad e incluso el juego si hace falta. Pero la tiranía de los «deberías» nos machaca la autoestima, nos asusta, alimenta el lobo del miedo. Nos posiciona en un lugar donde nos sentimos que somos un fracaso, que no somos suficientes, que no estamos a la altura. Hay que tener muchísimo cuidado con la tiranía de los «debería» porque daña. Es como una una apisonadora, destructora. Nos puede dejar totalmente destruidos, con niveles de ansiedad muy agudos e incluso nos puede llevar a la depresión. Entonces hay que diferenciar entre la tiranía de los «deberías» y el proceso de aprendizaje de «lo que debería haber hecho es esto y lo voy a llevar a cabo en el futuro» de manera constructiva.
Hay un gran ejemplo, y algo que ayuda mucho es hacer preguntas y dejar que el otro responda. Si tú haces preguntas, tú estás participando en un entorno. Estás hablando pero no está el foco puesto en ti, entonces es como que le ofreces el foco a otra persona. Eso son maneras de gestionar la timidez. Intentas, a lo mejor, pues hablar más con una persona de tú a tú, como estamos nosotras. Hay personas que sienten demasiada timidez para hablar en público y se sienten más cómodos con grupos más pequeños. El problema está en que a veces las personas no son pacientes a la hora de enseñar a los hijos o a los estudiantes, no son pacientes.