¿Qué dice la ciencia sobre los beneficios de la meditación?
Mario Alonso Puig
¿Qué dice la ciencia sobre los beneficios de la meditación?
Mario Alonso Puig
Cirujano, conferenciante y escritor
Creando oportunidades
¿Cómo podemos alcanzar nuestro mayor potencial?
Mario Alonso Puig Cirujano, conferenciante y escritor
“La libertad es una conquista diaria”
Mario Alonso Puig Cirujano, conferenciante y escritor
Mario Alonso Puig
Es uno de los grandes referentes en el ámbito de la salud, el bienestar y el desarrollo personal. Médico cirujano y escritor combina la práctica médica con la investigación de la práctica zen y la divulgación de conocimientos que integran la conexión entre la mente, el cuerpo y el espíritu: “Hay algo todavía más profundo que lo psicológico, que es lo espiritual. Algo que trasciende nuestra lógica normal, aquello que está basado en el amor y en una comprensión mucho más profunda de la existencia, aquello que da un verdadero propósito a nuestra vida”.
Un enfoque que va más allá de lo convencional y entrelaza las grandes cuestiones del mundo de la ciencia y de las humanidades, enfatizando la importancia de conectar con nosotros mismos a través de la meditación y del silencio como elementos fundamentales para logar un bienestar integral. En palabras de Puig “la felicidad opera con las leyes del Universo”, y para llegar a ella hay que trascender los opuestos mediante la inteligencia del corazón, uno de los principales desafíos para la conquista del ser humano: lograr la libertad y la paz interior.
Su obra explora el inconsciente humano y alumbra el camino a los que buscan despertar a una comprensión trascendental de la realidad. “Existe un poder en nuestro organismo, que cuando lo activamos tiene un impacto enorme en la curación de las enfermedades. Algo que va todavía en contra de esa mentalidad, que a veces tenemos hoy en día, que solo acepta aquello que se puede ver, medir o pesar. Los griegos de la escuela del Peloponeso ya hablaban de algo real que se podía experimentar con la sanación”, reflexiona.
Transcripción
La segunda etapa, muy orientada por mis propios pacientes que fueron los que me guiaron en este caminar, fue el darme cuenta de hasta qué punto todo lo mental tenía una repercusión en lo material. Cómo el estado mental de una persona, cómo su alegría o su tristeza, su desesperanza o su entusiasmo tenían un impacto en el cuerpo. Empecé a leer algunas de estas cosas. En aquella época apenas se publicaba, ni la mayor parte de los psicólogos estudiaban el mundo de las emociones. Empecé a ver cosas bastante sorprendentes y me di cuenta de que había un nivel todavía más profundo que el nivel de la materia, que era el nivel de la psique, el nivel de la mente, y cómo interactuaba con la materia. De tal manera que muchas veces sufrimos no por causas aparentemente materiales: un dolor de hombro, un dolor de cabeza o una enfermedad, la que sea; sino porque algo dentro de nosotros da la sensación de que está desajustado. Es como que tenemos la sensación de que es casi imposible ser feliz, que tienes momentos buenos, tienes muchos momentos buenos, quizá unos cuantos o muchos momentos malos, pero que eso de la felicidad es algo ilusorio. Entonces empecé a estudiar con mayor profundidad las dinámicas de la mente. ¿Cómo opera el inconsciente? Viajé mucho, conocí maestros del zen, me entrené con personas en los Himalayas, en distintos sitios, fundamentalmente para comprender qué había más allá de lo que era nuestra consciencia.
Esto lo combiné con una exploración amplia del funcionamiento del cerebro, entendiendo cómo los dos lados del cerebro de alguna manera representan dos mentes diferentes. Y fue pasando el tiempo, fueron pasando los años, vi efectivamente que compartir estas cosas que afectaban más a la dimensión psicológica intangible, sutil de nuestra vida, tenía un impacto a nivel físico. Las personas estaban mejor, te lo decían, tenían más ilusión. Entonces empezó la tercera etapa, que será lógicamente la etapa última de mi vida porque no concibo que haya un nivel más allá —igual lo hay, yo no lo concibo—, que es el darme cuenta de que hay algo todavía más profundo que lo psicológico, que es lo espiritual. Y cuando hablo de lo espiritual no hablo de lo religioso. Hablo de aquello que trasciende nuestra lógica normal, aquello que abraza a los demás, aquello que está basado en el amor, que está basado en una comprensión mucho más profunda de la existencia, aquello que da un verdadero propósito a nuestra vida. Es decir, nos levantamos por la mañana no solo pensando qué necesito, qué quiero, qué me gustaría, sino qué necesita el mundo. Me viene a la mente un pintor al que yo admiro mucho, que es don Joaquín Sorolla. En una época muy difícil, donde había una tristeza generalizada y don Joaquín Sorolla decidió convertirse en el pintor de la felicidad. Él quería transmitir felicidad con sus cuadros y fue tremendamente criticado por algunos de los escritores de la generación del 98. Pero él había encontrado su propósito.
Uno puede encontrar su propósito a través de la cocina, como mi querido amigo Mario Sandoval o Pepa Muñoz, a través del arte como don Joaquín Sorolla, a través de la arquitectura, a través de la enseñanza, en tu casa, con tus hijos, con tu pareja… Los canales son múltiples, pero tú notas que hay en ti una fuerza que quiere llevar lo que el mundo en ese momento necesita. En el momento en el que vivió don Joaquín Sorolla, el mundo necesitaba ilusión, necesitaba alegría, no necesitaba más tristeza, no necesitaba más pesimismo, necesitaba lo opuesto y decidió dar lo que faltaba. Por eso, cuando a mí me preguntan cómo me definiría, porque, claro, he dado tantas vueltas y he tocado tantos palos, como suele decirse. A mí me gusta definirme como un despertador, que lo que quiere es despertar a otras personas a su verdadera realidad, a su esencia, a su auténtico potencial. Porque, cuando tú despiertas a tu potencial, sales de un mal sueño y te abres a un mundo de infinitas posibilidades. Muchas gracias.
A veces te encuentras con lo que no te gusta encontrarte, él lo llamo los «demonios», que no tienen una connotación religiosa. Esas figuras que te asustan, en otras terminologías se utiliza la palabra «dragones». Y también aquellas, lo que llamó los «guardianes», ayudas inesperadas que te venían. ¿Por qué utilizo en mi libro El camino del despertar la metáfora del camino del héroe? Porque Campbell dice que el propósito del camino del héroe no es otra cosa que descubrir el valor de la compasión. La palabra «compasión» es sinónimo, en la descripción de Campbell y en otras descripciones, de «amor». Descubrir el valor transformador del amor. Y añade que para descubrir ese valor transformador hay que ir más allá de los opuestos. Y esto es un tema de una importancia brutal porque cuando tú estudias el viaje iniciático del héroe te das cuenta de que lo primero que tienes que superar es una forma habitual de ver las cosas. Es decir, nosotros reconocemos el blanco o el negro, ¿verdad? Si es de día o de noche, si es bueno o es malo, si me gusta o no me gusta, y nos parece que no hay nada más que eso. Sin embargo, sí hay una realidad mucho más profunda. Una realidad que supera la polaridad, la separación de la cual habla, por ejemplo, Lao Tzu en el Tao Te Ching, el eje del taoísmo, que es una filosofía de hace 2.500 años en China, de una enorme profundidad y una enorme aplicabilidad. O sea, es un texto místico, pero cuando uno lo entiende, aunque sea de una manera sencilla, lo puede aplicar. Entonces, ¿qué ocurre?
Que cuando en ese viaje del héroe tú te encuentras con la parte que no te gusta, que rechazas, que hemos rechazado todos, que se llama las «sombras», que ni siquiera reconocemos que las tengamos. Cuando tú te encuentras con las sombras, nuestro mundo polarizado dice: «¿Quién ganará?». ¿La parte bonita mía o la parte que no quiero reconocer porque no me parece nada bonita? Y este es el mundo de la polaridad. Pero en el viaje del héroe y, de hecho, en El camino del despertar, en el libro, explico la fase, cuando tú te encuentras con esa parte que has rechazado, con esa sombra, haces lo opuesto a lo que parece lo razonable. En lugar de pelear con ella, de intentar vencerla, decir: «Yo soy más fuerte», la abrazas. Y, en el momento en el que la abrazas, se produce una transformación de la cual hablaba ya el gran psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. Fijaos qué impresionante lo que decía: «Lo que se resiste, persiste. Lo que se abraza, se transforma». ¿Quién abrazaría la parte de sí mismo o de sí misma que no soporta? Este temperamento que tengo, esta cobardía, esta timidez que quiero ocultarla para que no se vea. Pues qué curioso. Cuando uno abraza su sombra, cuando uno abraza eso que no le gusta, se transforma. Y, en lugar de ser, digamos, la parte favorable la que vence a la desfavorable surge: alegría, entusiasmo, creatividad, serenidad y confianza.
Esto es tan difícil de entender con nuestra forma tan cartesiana de pensar, que yo lo que utilizo es una metáfora que aprendí del premio nobel Gerald Edelman. Tuve la suerte de conocerle, él ganó su Premio Nobel por estudios del sistema inmune y nos explicó muy bien este concepto en otro contexto. Yo quiero que os imaginéis el oxígeno con sus características y el hidrógeno con sus características, imaginaos que estuvieran enfrentados y el oxígeno no quisiera saber nada del hidrógeno. «No, no quiero saber nada de ti. No quiero saber nada de ti». Y entonces hay un momento en que el oxígeno quiere vencer al hidrógeno. El oxígeno abraza al hidrógeno, que resulta agua. Y dirás: «Bueno, esto es obvio». No, no es tan obvio. Porque fijaos qué cosa tan alucinante. Ninguna propiedad ni física ni química del agua pueden ser deducidas de los gases de partida. Surge algo nuevo. Es la alquimia del universo. Emerge algo nuevo. Por eso, cuando tú emprendes el camino del héroe, abrazas a tus sombras, surge una paz interior. Una alegría, un entusiasmo, dices tú: «¿Pero de dónde ha salido esto? Si aquí era como el bien luchando contra el mal». No, es «el bien», abrazando, teóricamente, «al mal» para transformarlo. Entonces no he encontrado a lo largo de los años ninguna metáfora más bonita, más anclada en nuestro inconsciente, porque es parte de nuestro inconsciente colectivo, que lo llama Jung, que el camino del héroe. Lo que pasa es que yo al título del libro lo he llamado El camino del despertar, porque el camino del héroe, en el fondo, lo que te lleva es a despertar a una nueva realidad.
Hola, Mario. Mi nombre es Débora. Llevamos un montón de tiempo ya recibiendo mensajes de que deberíamos dar lo mejor de nosotros mismos, ser nuestra mejor versión. Desde tu punto de vista, ¿qué requisitos deberíamos o tenemos que cumplir para conseguir alcanzar nuestro mayor potencial?
Y ahí está lo que se llama «el camino de la plenitud», donde al final la encina tiene una experiencia vital que nunca podría tener como bellota. Pero no solo eso, como bellota es ella, ella solita. Como encina, abraza a muchas personas, abraza muchas más posibilidades.
Entonces, durante muchos años, el aparato digestivo se consideró dentro de un paradigma. Efectivamente, mostraba su capacidad para recibir alimentos de una forma y transformarlos en aquello que para el organismo humano era útil. Bloques para formar proteínas, metabolitos para obtener energía. Hasta que un científico, profesor Gershon de la Universidad de Columbia, el jefe de Gastroenterología, se dio cuenta de que este paradigma era limitante. No es que fuera falso, es verdad que en una realidad yo estoy quieto, pero una realidad más amplia también me estoy moviendo. Entonces, se dio cuenta de algo que era conocido, pero no suficientemente valorado, del número brutal de neuronas que hay en el tubo digestivo y que se atribuye a que solo se dedicaban a mover el plexo mientérico. Se dedican a mover cosas ahí para que el tubo digestivo vaya a propulsar los alimentos. Empezó a indagar más y empezó a estudiar cosas que producían, procesos químicos, de tal manera que hoy en día, sin género de duda, el aparato digestivo es considerado un segundo cerebro, ¿por qué? Porque es capaz de afectar a nuestro estado de ánimo, es capaz de afectar a nuestra personalidad, es capaz de afectar al nivel de funcionamiento de cualquier órgano del cuerpo, es capaz de afectar al grado de inflamación o falta de inflamación del cerebro, relacionado con cuadros de ansiedad o depresión. Y cuando hablamos del aparato digestivo no hablamos solo de la parte más nuestra, sino de aquello que vive en la luz, en la cavidad hueca del aparato digestivo que se llama la microbiota.
Y está interactuando constantemente no ya solo con el aparato digestivo que la alberga, no solo con la casita que la hospeda, sino con células a distancia, genes de la microbiota, sobre todo de las bacterias que viven en el tubo digestivo, influyen directamente en genes que están, por ejemplo, en las células adiposas, las que acumulan grasa en nuestros tejidos. Entonces esto ha abierto un campo inmenso —lo mismo que el conocimiento de que la Tierra rota y que la Tierra gira alrededor del Sol ha sido clave en todo lo que es la astronomía, los viajes espaciales—, esto ha sido clave, por ejemplo, para una cosa alucinante, que es entender que muchos cuadros de ansiedad y de depresión pueden mejorar más con un cambio en la nutrición que con ansiolíticos y antidepresivos. Que cuadros que clínicamente no entendíamos muy bien, cuadros como la alergia o cuadros como las enfermedades autoinmunes, el lupus, todas estas enfermedades conocidas, incluso cuadros degenerativos como puede ser la enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer que todos conocemos, pueden tener su origen en un desajuste del tubo digestivo, lo que se llama el intestino poroso o intestino permeable. Antes hablaba en la presentación de que todo está conectado: el cuerpo, la mente, el espíritu. Fijaos qué impresionante. El estrés psicológico sostenido en el tiempo, el «distrés», según lo definió el profesor austriaco Hans Selye, produce un impacto tan marcado en el segundo cerebro, que puede ser esa alteración la que genere un montón de enfermedades, por ejemplo, enfermedades que consideramos, o que se llaman hoy, «enfermedades mentales».
Fijaos qué impresionante. Y también qué curioso. Cuando una persona cuida de su aparato digestivo, su nivel de estrés crónico baja. Fijaos la importancia que tiene esto. ¿Es verdad que el tubo digestivo sirve para procesar los alimentos? Sí. ¿Es verdad que desde una perspectiva yo estoy quieto? Sí. ¿Es verdad que no es la única perspectiva? ¿Es verdad que dónde están las mayores posibilidades, en lo que conocemos? No, en lo que está por conocer. ¿Qué ocurrió? Que cuando el profesor Gershon empezó con estos comentarios, ya os podéis imaginar algunas de las críticas. Eso es como cuando mi maestro profesor Herbert Benson, cardiólogo de la Universidad de Harvard, estaba en el hospital en frente del mío, empezó a pensar que a lo mejor la hipertensión arterial podía mejorar con la meditación. Imaginaos cómo le miraron en aquellos años, hablo de hace 30 y pico, 40 años. Y fue el primer científico en el mundo que fue a los Himalayas para hacer registros de los monjes en meditación. Y, claro, imaginaos las críticas: «Este ha perdido un poquito la cabeza», «Este ha fumado algo raro», «Este está tomando lo que no tendría que tomar». Se trajo a Boston, que es donde está el hospital, el Deaconess, se trajo a Boston su experiencia, sus registros, empezó a hacerlo con norteamericanos con hipertensión arterial y empezó a ver cambios impresionantes.
Yo recuerdo una época que estuve en el Deaconess, en trasplante hepático, bajar a su despacho a saludarle porque yo me había formado con él y me dijo: «Mario, los estamos enseñando, estos procesos de meditación, en enfermos que van a cirugía cardiaca, que van a la UVI y están obviamente entubados y están inconscientes, claro. Tú lo sabes muy bien, están intubados y están inconscientes. Si se han preparado previamente para calmar su mente, cuando van a la UVI estando inconscientes, su corazón da muchos menos problemas que si no se han preparado. Es como si el cuerpo captara el valor del silencio. Claro, hoy en día estas personas son consideradas los grandes pioneros, ¿verdad? El profesor Herbert Benson, reconocido en el mundo entero, o personas… Obviamente Copérnico, obviamente Galileo Galilei, etcétera. Pero, en su época, estos pioneros fueron los locos. ¿Por qué? Porque desafiaron el paradigma vigente. Entonces, e incluso en el propio camino del héroe, decir que hay algo más que la polaridad —que el blanco, que el negro, que el bien, que el mal, que hay una cosa más allá—, desafía el paradigma vigente. ¿Qué ocurre? Que ha habido gente muy avispada, como George Lucas, que fue el escritor y creador de La Guerra de las Galaxias, que leyó a Campbell, claro. Y una vez le invitó a su rancho en California para, en privado, hacerle una presentación de la primera saga de La Guerra de las Galaxias. Y Campbell estaba muy sorprendido y preguntó que por qué le había invitado. Y dijo: «Pues porque me he basado mucho en la comprensión de lo que es el camino del héroe, el camino del despertar».
Y, si no, mirad los diálogos entre el joven jedi y Yoda, decid: «¿De dónde has sacado esto?». Kung Fu Panda… Kung Fu Panda, otro tanto. Es decir, es como una plantilla de la que pueden salir muchas cosas. Es como una arcilla de la que puedes hacer una taza, puedes hacer un botijo, puedes hacer una vajilla, la que sea, la puedes pintar y es todo diferente, pero la base es una arcilla.
O sea, una pregunta que. si yo me hago y la contesto una determinada forma, puedo vivir con más alegría, con más ilusión, con más confianza, o, si la contesto de otra, voy a vivir con miedo, con desesperanza, con sensación de impotencia. Claro, obviamente esa pregunta no es que en general uno lo lleve a la consciencia y diga: «A ver, me voy a hacer esta pregunta». No, es una pregunta que uno se hace inconscientemente y que inmediatamente va a determinar tus sentimientos y cómo percibes el mundo. La pregunta de Einstein fue: «¿Vivo en un universo hostil o en un universo amigable?». Yo quiero que penséis, que pensemos juntos, qué sucede cuando yo me pregunto: «¿Vivo en un universo hostil?». Y contesto «sí». Vamos a ver, con lo pequeñito que yo me veo en un universo tan poderoso, estoy todo el día con un canguelo. Y, si estoy todo el día con un canguelo, activo lo que se llama el sistema nervioso simpático de forma sostenida. El sistema nervioso simpático está para activarse esporádicamente, no de forma sostenida. Esa activación sistema nervioso simpático reduce el riego en ciertas áreas del cerebro, con lo cual pienso con menos claridad. En segundo lugar, me pone a la defensiva. Entonces alguien me pregunta: «¿Cómo estás?». «¿Por qué?». Estoy a la defensiva. Se me acerca alguien y ya… Y luego, además, el sistema nervioso simpático es un sistema ergotrópico, ¿qué quiere decir? Que consume energía. Llego al final del día y estoy agotado. Quizá un poquito, por las cosas que me han pasado y, sobre todo, por cómo me he relacionado con lo que me ha pasado. Sin embargo, si yo digo: «Vivo en un universo amigable. Yo tengo mucha mayor capacidad para resolver los problemas. Tengo más energía y más vitalidad», ¿vosotros pensáis que mi día va a transcurrir de la misma manera? De ninguna manera. Es como el que se mete en el agua diciendo: «Ay, por Dios, ¡que no me encuentre con una medusa! Ay, por Dios, ¡que no me encuentre una medusa!». Aquel que se mete en el agua y dice: «Bueno, hay medusas, pero cómo me lo voy a pasar en el agua». ¿Entendéis la diferencia? Pues es eso.
¿Tú por qué has superado tu miedo y has cruzado la tabla? Porque amas a esa persona. ¿Tú por qué superas tu miedo a la hora de emprender un proyecto? Porque amas esa causa. ¿Tú por qué superas tu miedo a la hora de llevar a cabo algo que es complicado? Porque amas la posibilidad del resultado. El antídoto natural del miedo es el amor. No pensemos que es el valor. ¿Por qué una persona es valiente? Valiente es la consecuencia, pero ¿por qué es valiente? Porque ama eso que quiere hacer. Y, entonces, como ama eso que quiere hacer, se olvida de sí misma esa persona. Y en el momento en que uno se olvida de sí mismo el miedo se desvanece. ¿Por qué tenemos tanto miedo las personas? Porque no sabemos amar. Nos da miedo amar. Si no nos diera miedo amar, no tendríamos tanto miedo.
¿Tienes poder? Tienes más bienestar subjetivo. Entras a los sitios y te hacen una reverencia. ¿Tienes fama? ¿Tienes fortuna? Viajas mejor, tu coche es mejor, viajas en una categoría mejor en avión. Eso no es la felicidad. La felicidad es el gozo del corazón. Por tanto, si es el gozo del corazón, la felicidad viene de dentro, mientras que el bienestar subjetivo viene de fuera. ¿Qué ocurre? Que estamos tan distanciados del interior que creemos que como solo hay exterior esto es la felicidad. No, esto es bienestar subjetivo. Está muy bien, es mejor tenerlo que no tenerlo, mejor tener pirita de cobre que no tenerlo. Entonces, ¿cómo conectamos con la felicidad? Para mí la felicidad siempre es compartida. Es para mí imposible experimentar la felicidad si no tienes la vocación de que otra persona la experimente. El bienestar subjetivo no tiene por qué ser compartido. Yo me puedo comer una manzana riquísima, me la como yo y yo lo disfruto. Pero la felicidad es cuando a mí me importas tanto tú que divido la manzana en dos y de repente digo: «Madre mía, pero qué rica está esta manzana». No, está especialmente rica porque en ese momento soy especialmente feliz. Entonces, forma sencilla, que no simple, de ser feliz: que realmente te importen los demás. Que realmente te importe lo que sientan y necesiten los demás. Que realmente todo lo que hagas lo hagas no solo por ti, está bien que lo hagas por ti, sino que lo hagas también por los demás. Y que, cuando tú vayas, salgas de tu casa a trabajar o a una reunión, no estés pensando, no esté yo pensando, no estemos nosotros pensando: «A ver lo que saco de esta reunión», «A ver lo que obtengo de esta reunión», «A ver lo que me llevo de este encuentro». Sino: «A ver lo que pongo en este encuentro», «A ver lo que llevo a este encuentro».
Y eso es otro paradigma, porque en el paradigma en el que vivimos, dar es perder. En el paradigma de la felicidad, dar es multiplicar. Y por eso hemos oído tanto esa frase que se queda muchas veces en puramente conceptual, que dice: «Tú recibes más de lo que das». Y uno dice: «Sí, sí, pero que lo dé otro. Que lo dé otro». Hasta que uno tiene un momento en el que da sin esperar y le viene de todas partes. Y es que la felicidad, a diferencia del bienestar, opera con leyes distintas. El bienestar subjetivo opera con las leyes del mundo. La felicidad opera con las leyes del universo. La conexión con el universo sí te da felicidad, sí te da oro. La conexión con las leyes del mundo te da pirita de cobre. Ese es el punto.
“La felicidad opera con las leyes del Universo”
La red neuronal por defecto no favorece ni tomar buenas decisiones ni manejar bien los datos. Uno no lo sabe, son procesos inconscientes. Con lo cual pierdes eficacia, es decir, necesitas más tiempo para hacer lo mismo. En segundo lugar, a nivel corporal, la activación de la red neuronal por defecto está asociada a un deterioro en el funcionamiento del sistema inmune. Precisamente el que nos tiene que defender frente a bacterias, virus y tumores. Qué mal negocio estamos haciendo. En tercer lugar, cuando uno pierde capacidad de atención, imaginaos el impacto que tiene cuando estás con otra persona. Pero es que todos lo sabemos. Tú estás con otra persona y sabes perfectamente si esa persona está contigo o está volando. Y si no está presente, ¿dónde está? Ausente. Luego, ¿afecta las relaciones? Naturalmente que afecta a las relaciones. Pero no solo eso. Cuando uno está en el aquí y en el ahora, es mucho más fácil experimentar la felicidad que si está distraído. ¿Por qué? Por una razón que es de orden metafísico, a ver si la sé explicar bien. Para nosotros existe la línea del tiempo, de hecho, el hemisferio cerebral izquierdo es el que maneja la línea del tiempo. Es decir, la línea de tiempo es que hace una hora yo estaba en un sitio, ahora estoy aquí con vosotros y mañana estaré en otro sitio. Y esto tiene su utilidad, obviamente, para para programarnos. Pero es un paradigma, es decir, ¿qué quiere decir un paradigma? Que tiene una visión limitada, el hemisferio derecho vive en el presente eterno.
En el presente eterno, que es donde viven fundamentalmente los niños pequeños. Los niños pequeños no han desarrollado la línea del tiempo. Solo está el aquí y el ahora, por eso absorben tan rápidamente. Por eso es una de las razones por las que, probablemente, sean tan alegres. Es una razón por la que muchas veces tienen un sistema inmune, salvo al comienzo que todavía no han desarrollado el sistema inmune, que a veces es sorprendentemente poderoso. Entonces, todo esto está deteriorando de una forma tremenda nuestra conexión con el presente. Y el presente, como estaba comentando, no es algo básico, banal, es que en el presente es donde está sucediendo todo. Es curioso porque cuando una persona quiere tener un buen futuro, lo primero que tiene que buscar es tener un gran presente. Pero fijaos, si yo me angustio por el futuro, «Uy, madre mía, la que viene. ¡Uf! Con los problemas que hay, los conflictos…». Todo eso, fíjate lo que hace, produce un deterioro en el funcionamiento del cerebro. Con lo cual no estoy en el presente, si no estoy en el presente, no estoy viendo lo que ocurre aquí. Y luego diré: «Uy, efectivamente el futuro era así». No, el futuro no es algo que uno se encuentre, es algo que uno crea. ¿Dónde lo crea? En el presente.
Por eso es tan importante y yo recomiendo tanto que se lea. Que se lea, y yo recomiendo en libro físico, y que tú te leas una hoja y luego te preguntes qué has leído. Es un entrenamiento impresionante porque hay una región del cerebro, que se llama la región dorsolateral, y la región dorsolateral es fundamental en la memoria de corto plazo y es fundamental en la inteligencia. A veces pensamos que la memoria es, bueno: «¿Tú qué tal andas de memoria?», «Yo, fatal». Pero, ¿verdad que a nadie que le preguntes que tal anda de inteligencia te va a decir: «Yo, fatal»? Eso no lo dice nadie. ¿Por qué? Porque la memoria para nosotros: «Bah». No puede haber inteligencia sin memoria. Porque obviamente tú tomas decisiones en gran parte basado en experiencias y conocimientos previos, y resulta que una de las regiones más importantes, que es la región dorsolateral, está siendo deteriorada por la falta de atención. ¿Estás con una persona? En el aquí y en el ahora, plenamente, como entiendo que estamos todos nosotros aquí. ¿Estás haciendo deporte? Plenamente en el deporte. ¿Estás estudiando? Plenamente en ello. Y, cuando la mente se te va, con amabilidad y con firmeza, la vuelves a traer. La atención es una capacidad importantísima del ser humano. Os pongo una metáfora muy sencilla. Os imagináis que alguien os dijera: «Sí, le va a operar, es un cirujano estupendo, con una habilidad técnica impresionante, con las mejores titulaciones del mundo mundial, además es súper empático. El problema es que es un poco distraído». «Oiga, quiero uno con menos títulos, pero que esté un poco más ahí». Pero, claro, no nos damos cuenta de la importancia de esto.
Entonces, lo primero que hay que hacer es aquietar la mente. ¿Por qué hay que aquietar la mente y qué evidencias científicas tenemos de que aquietar la mente es bueno? Porque el caos mental que tenemos produce enfermedad, directamente. Pensad en los pensamientos que tenemos, cuáles de ellos son en general pensamientos ilusionantes, pensamientos esperanzadores. Y cuáles de ellos son pensamientos llenos de ira, llenos de frustración, celos, envidias, iras, resentimientos, culpas, vergüenzas, así. Pues, todos esos pensamientos, esa agitación mental, se ha estudiado con técnicas de neuroimagen qué es lo que hace. Y produce una activación del sistema nervioso simpático, que no tendría que estar, la cual deteriora el cuerpo. Con lo cual ya vemos un efecto. Por eso, el profesor Benson, cuando enseñaba a sus enfermos que iban a cirugía cardiaca, que obviamente van con la cabeza: «Saldré de esta, no saldré de esta», «Mi corazón será el mismo». No, al aquietar la mente, resulta que el cuerpo, luego, el corazón tenía menos arritmias, etcétera. Entonces esa es una de las evidencias. Se ha visto que aquietar el ruido mental tiene efectos incluso en el cáncer, incluso en enfermedades degenerativas como la esclerosis múltiple, reduciendo la incidencia, la intensidad de los brotes y la frecuencia de los brotes. Se ha visto en montones de sitios, se ha visto mejoras del sistema inmune, etcétera, etcétera. Una de las cosas más importantes cuando vas a urgencias o tienes que hacer una operación de extrema urgencia, por sorprendente que os parezca, es, aunque sea diez segundos, aquietar la mente. Diez segundos. Aquietar la mente. Si una persona se te muere en diez segundos es que no hay nada que hacer. Entonces lo que os quiero decir, diez segundos para aquietar la mente. ¿Por qué? Porque, en ese momento, tú puedes tomar una decisión mucho mejor.
Eso es el poder de la meditación. Por eso se enseña a meditar en hospitales, se enseña a meditar en centros de investigación, se enseña a meditar. Ya ha perdido esa connotación un poco esotérica que tenía, que apartaba a tantas personas. Ahora bien, cuando uno consigue llegar a un nivel de profundidad mayor que es vipassanā, es decir, cuando ya empiezas a ver cosas, ¿qué es lo que ves? Empiezas a ver soluciones a problemas a los que no habías encontrado solución. Empiezas a ver por qué hay cosas en ti que, sin que tú lo supieras, están impidiendo que encuentres la solución a esas cosas. Por eso, el profesor Benson, que es cardiólogo y que lo que quería era reducir la hipertensión arterial en sus enfermos, empezó a quedarse sorprendido porque algunos… Y es la forma más sencilla de meditación, la respuesta de relajación. Empezó a quedarse sorprendido porque algunos enfermos le decían: «Doctor Benson, es que esto nos está afectando en nuestra vida de una manera muy positiva. Estamos empezando a tener más tranquilidad en situaciones en las que antes perdíamos los nervios. Ahora estamos teniendo mayor creatividad. ¿Tendrá esto algo que ver?». Claro, estamos hablando de hace más de 30 años. Y el profesor Benson, obviamente, aunque era cardiólogo, en vez de decir: «Bueno, igual no» o «No me interesa». Dijo: «Qué interesante». Entonces empezó a estudiar el funcionamiento del cerebro.
¿Qué ocurre? Que se ha visto que mejora procesos de ansiedad, procesos de depresión… Obviamente si alguien tiene un trauma muy profundo que está oculto, siempre es interesante llevar a cabo los procesos de meditación supervisados por un psicoterapeuta, una persona experta en este tipo de cosas. En general, como en todo hay excepciones, es muy beneficioso. Nosotros, para que te hagas una idea, desarrollamos una meditación que se puede bajar gratuitamente en mi página web «marioalonsopuig.com», que le llamamos «la meditación del corazón». Yo empecé a dar esta meditación, la creé hace tres años, empecé a darla, dura unos 11 o 12 minutos y yo cuando hago la meditación yo cierro los ojos, entonces, yo no veo lo que pasa en las personas. Pero los organizadores de los eventos, que están con los ojos abiertos para ver que todo está bien, empezaron a decirme luego: «Mario, tú no sabes el impacto que está teniendo esto». Digo: «¿Sí?». Dice: «No, no te puedes imaginar hasta qué punto está llegando esto». Y que las personas nos lo piden y, entonces, me fui a un estudio en Madrid y lo grabé. Son 11 minutos y es gratuito. O sea, una persona solo descarga, entra a la página web, se lo descarga y tal. Pues tenemos un equipo de investigación que está estudiando actualmente en una universidad los parámetros bioquímicos, porque estamos convencidos de que vamos a detectar, por ejemplo, un aumento en los niveles de oxitocina, una hormona de la que llevo hablando montones de años, que está relacionado con la mejora de la salud, la protección del corazón, la reducción del estrés, etcétera. No te puedes imaginar la cantidad de información clínica que hay sobre los efectos beneficiosos de la meditación.
Y para muchas personas la meditación es algo que dicen: «Uf, esto es muy complicado porque yo no puedo parar los pensamientos». ¡Por eso necesitas la meditación! Por eso y porque tu objetivo no es parar los pensamientos, es que se paren solos, dejando de prestarles atención. Imagínate que estás meditando y te entra un pensamiento: «¿Qué comeré hoy?». No pasa nada, tú vuelves a tu respiración. Pero imagínate que de repente te ves comiendo tu plato favorito, que ¿es cuál?
Entonces, claro, son las más sofisticadas, probablemente en cuanto a sinapsis. Tienes los gránulos, tienes las neuronas piramidales, las gigantopiramidales de Betz, tienes un montón de neuronas. Entonces, claro, decían: «Esto es imposible que se pueda reproducir». Y, como sí se sabía que las neuronas morían, el paradigma operante era: «es lo que hay. Tú cuando eres pequeñito vas desarrollando neuronas y llega un momento de: lo siento, a partir de ese momento…». Y cuando te preguntaban el nombre de alguien: «No me acuerdo, uf, se me han debido morir 10.000 neuronas en el camino». Era una receta ideal para la depresión. Bien. Hasta que, por casualidad, el Instituto Karolinska en Estocolmo, estudiando otra cosa, utilizando un radioisótopo llamado timidina marcada, observaron… Esa timidina marcada sólo puede aparecer en células nuevas. De repente encontraron timidina marcada en neuronas. Esto es imposible. Si esto solo aparece en células nuevas. Estamos hablando de adultos. Entonces empezó un proceso de investigación increíble que acabó con el descubrimiento de la neurogénesis y la neuroplasticidad. Neurogénesis, formación de nuevas neuronas, y neuroplasticidad, formación de conexiones entre neuronas. La pregunta era ¿de dónde han venido esas neuronas, si las neuronas no se pueden reproducir? Se siguió investigando, entraron también laboratorios en Estados Unidos y se descubrió lo siguiente. Fijaos qué cosa más bonita.
Hay unas células en las cavidades cerebrales revistiendo la cavidad, que estas cavidades cerebrales se llaman como las cavidades en el corazón, se llaman «ventrículos», pero en vez de ventrículos del corazón son ventrículos cerebrales. Y en la parte interna hay unas células que son células madre. ¿A qué os suena una célula madre? A que puede dar lugar a algo, ¿estamos de acuerdo? Bien, esas células madre son células multipotenciales y no están diferenciadas. Tú no puedes reconocer una célula madre de una neurona ni puedes reconocer nada. Imagínate una célula redondita, por poner un ejemplo. Entonces, de repente, esa célula madre recibe una llamada: «Célula madre, ven». Entonces, la célula madre obedece, como si te digo: «Raúl, ven». Pues a lo mejor vienes. Entonces, la célula madre llega. Llega y empieza de repente a transformarse. Y empiezan a salirle brotes, como si fuera un arbolito. Y va formando dendritas y va con el cono axónico, que es el comienzo del axón, y hace sinapsis, conexiones con otras neuronas, y en un plazo aproximadamente, es muy variable, pero más o menos tres o cuatro semanas, se ha convertido en una neurona. Eso es la neurogénesis.
Pero no solo eso, sino que, y este fue un descubrimiento de Cajal, de hecho, es maravilloso, porque la carta de puño y letra de don Santiago en la que describe este descubrimiento y se la manda a su amigo y discípulo Lorente de No, que en ese momento está en el Instituto Rockefeller de Nueva York, está en el Aula Cajal, en el Colegio de Médicos de Madrid, que es una belleza. Es una institución maravillosa a la que yo quiero mucho. Pues fíjate qué cosa más alucinante. Don Santiago describe a puño y letra a Lorente de No las espinas dendríticas, es decir, donde se conectan otras neuronas, son puntos que son como espinas de un rosal, y ahí se conectan. Se conectan en otras partes, pero la clave es eso. Entonces, la neuroplasticidad es la aparición de nuevas espinas dendríticas y de nuevos circuitos. Claro, esto es la locura, porque esto es un soplo de ilusión y de alegría. Entonces, seguimos: ¿cuánto dura la neuroplasticidad? La neuroplasticidad dura toda la vida. Es decir, una persona de 87 años puede seguir teniendo plasticidad. Ahora, ya que hemos contextualizado que es la neuroplasticidad, la neurogénesis. ¿Por qué se mueven esas células madre? ¿Qué hace que se muevan? Pues os voy a explicar, voy a compartir con vosotros lo que hace que se muevan, lo que hace que no se muevan y lo que hace que, cuando se han convertido en neuronas, mueran, porque creo que vale la pena saberlo. ¿Qué es lo que hace que se muevan? La necesidad de reinventar el cerebro. Por eso, cuando yo escribí Reinventarse: Tu segunda oportunidad, hablaba de esto y la gente me decía: «¿Pero es posible que esto suceda?». Y yo: «Claro que sí».
El primero que lo vio fue don Santiago. Entonces, cuando tú te encuentras con una situación nueva, tienes que aprender a manejarte con una nueva tecnología, a manejarte en un nuevo idioma, manejarte con una nueva cultura porque te has ido a vivir, Raúl, a otro sitio. Cuando tú quieres desarrollar una capacidad que en ese momento no tienes, de manera natural, siempre que —esto es fundamental— siempre que tengas ilusión, confianza y persistas, empiezas a liberar lo que se llaman neurotrofinas. Las neurotrofinas las descubrió la profesora Rita Levi-Montalcini, que ahora que hemos sabido que hay una mujer, que además tiene un aspecto espectacular y tiene 116 años y es española. Pues Rita Levi-Montalcini murió con 102 años. Ella descubrió las neurotrofinas. Entonces, tú tienes que aprender algo nuevo, tienes ilusión por aprenderlo, tienes el puntito de confianza para ponerte en marcha y estás dispuesto a persistir: empiezan a liberarse neurotrofinas y empiezan a emigrar células madre a los hipocampos, que son los centros desde los que tú te reinventas. Empiezan a producirse cambios también en la región anterior del cerebro, en la región prefrontal.
Por tanto, yo te diría: cuando uno es niño, el proceso por sí solo ocurre, porque el niño está llamado a adaptarse a un mundo totalmente nuevo. Y esa llamada del mundo hace que, automáticamente, empiece ese proceso de formación de nuevas neuronas, de crecimiento, etcétera, etcétera. Cuando uno es adulto es muy importante que veas ese mundo al que te estás acercando como un mundo de oportunidad, porque si tú solo lo ves como un mundo incierto, complejo y complicado, empezarás no solo a no liberar neurotrofinas, sino que empezarás a liberar cortisol. El cortisol, cuando se mantiene estable en el tiempo —fijaos qué cosa más alucinante—, se combina con un neurotransmisor excitatorio, que se llama glutamato, en el cerebro, y los dos combinados es como, no sé cómo decirte, el hambre y la sed combinados: se cargan a una persona. Y activan el gen del suicidio celular en la neurona, se llama el gen de la apoptosis: la neurona se destruye. Por eso, cuando nos encontremos con la incertidumbre, que sepamos que, claro que tenemos la capacidad de adaptarnos, ahora bien, tenemos que ser capaces de intuir, de imaginar, de creer que en esa incertidumbre también hay oportunidad. Y en ese momento liberaremos neurotrofinas y formaremos circuitos neuronales nuevos.
Os voy a poner un ejemplo: cuando yo estuve como cirujano en Boston, los cirujanos íbamos rotando. Por ejemplo, a veces estábamos en quirófano, otras veces atendíamos la urgencia quirúrgica, otras veces llevábamos la UVI, etcétera. Son situaciones muy estresantes porque en la UVI de mi hospital había enfermos muy complicados porque las operaciones eran muy complicadas y porque, cuando te llamaban urgencias, pues había a veces cosas muy complicadas. Y lo frecuente era que tú llegaras y estás viendo un enfermo en urgencias como parte del departamento de cirugía, porque ha pasado a la urgencia quirúrgica y ahí solo vemos los cirujanos y, de repente, te llaman de medicina interna para decirte que tienes que ver a un señor porque le duele la tripa. Y luego otro. Claro, y en el momento dices tú: «Por favor, déjame tranquilo», «Uno a uno». Bueno, esto es lo que nos pasa muchas veces que vamos gestionando. Yo recuerdo un día en el que fue increíble porque tenía que ver a dos enfermos en la urgencia quirúrgica; me llamaron de la parte médica para tocar un abdomen, para palpar un abdomen; de otra parte de la urgencia médica para poner una vena subclavia; me llamaban por dos lucecitas a la vez; por megafonía: «Doctor Alonso, take line four».
Oye, yo no sé aquel día lo que me pasó, pero yo fluía, yo fluía. Entonces veía exactamente lo que había que hacer, veía al otro, agarraba el teléfono: «Sí, soy el cirujano de urgencias. Sí, Perfecto. Sí, un segundo. Espere». Yo estaba alucinado:«¿Esto, qué está pasando?». Me iba ahí a la subclavia, decían: «Es un hombre que tiene un problema de coagulación». Y yo: «Pa, pa, pa». No quiero deciros que esto fuera lo habitual, era lo inusual. Y, en ese momento, fue un momento en el que me di cuenta de que las emociones son creaciones. Tenía más presión que la que había tenido otros días, pero yo por dentro no sé lo que me pasaba, que lo llevaba de otra manera. Esto es fundamental y es una maravillosa noticia, porque, claro, cuando tú entiendes esto te das cuenta de que lo que decía don José Ortega y Gasset, el filósofo español, tiene mucho sentido. «Yo soy yo y mis circunstancias». Mis circunstancias cuentan, pero también estoy yo. Entonces, ¿qué voy a hacer yo para estar equilibrado? ¿Qué voy a hacer yo para estar bien? Esto es importantísimo porque nos lleva a tomar responsabilidad. Y, si no, vamos a jugar el papel de una víctima. Y, si queremos liderar, y liderar es servir y es contribuir, más vale que tomemos responsabilidad, sobre todo con cómo está el mundo.
Entonces, por eso te quiero decir que a mí me ha ayudado mucho salir de la queja, que es tan obvio y que nuestros ojos parecen atrapados en el paradigma que es eso, y entrar en el concepto de responsabilidad. Responsabilidad no como culpabilidad, sino como capacidad de respuesta. Y, a medida que lo vas trabajando, poco a poco, hay que hacerlo con humildad, a veces te sale mejor, a veces peor. Imaginaos el nivel de libertad que nos da esto. Porque libre, como dijo maravillosamente el profesor, el psiquiatra fundador de la logoterapia Viktor Frankl, prisionero en distintos campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial: «Libre no es quien reacciona, libre es quien responde». ¿Cuál es la diferencia entre reacción y respuesta? Reacción es automático. Me das aquí con el martillito y hago «pum»; me dices tal, «pum». Respuesta es que entre medias está tu decisión. Y es que no nos damos cuenta de que la gran conquista del ser humano es la libertad interior. De hecho, hay un texto hindú muy antiguo que se llama Dhammapada, que dice: «El mayor conquistador es quien se conquista a sí mismo». Entonces por eso puedes tener una serenidad, puedes tener una tranquilidad, aunque todo alrededor empiece a estar tenso. ¿Y cuál es el efecto cuando una persona estar tranquila? Que empieza a tranquilizarse el entorno. Es una búsqueda continua, no digo que sea que sea fácil, lo que digo es que vale la pena y por eso invito a hacernos una pregunta, que la pregunta que invito no es cuánto me va a costar, sino hasta dónde me puede llevar. Imaginaos lo que es tener esa capacidad de mantener la serenidad en medio de la dificultad y siendo siempre muy cariñosos con nosotros mismos, porque es un proceso que poco a poco tenemos que aprenderlo, no exigirnos constantemente.
Estaba hace unos días hablando del tema del feedback. Fijaos qué forma tan dañina tenemos de ayudarnos. Quiero que os imaginéis un niño pequeñito que está empezando a ponerse de pie, a caminar de pie, ¿vale? Entonces, ha estado gateando y se pone de pie y se vuelve a caer, ¿vale? Y sigue gateando, se pone otra vez de pie y tal. Total, a lo largo del día, se ha puesto de pie tres veces. Os imagináis que le dijéramos a ese niño: «Oye, tú eres del pelotón de los torpes, ¿verdad?», «Tú tienes un futuro lamentable, porque mira en 24 h (bueno 24 no, las horas que esté despierto el crío), solo te has levantado tres veces». ¿Vosotros pensáis que alguno de nosotros acabaría andando de pie? Nadie. Ni el Tato anda de pie. Nadie. Ahora, imagínate que ese a crío le dices: «Campeón, ¡pero qué maravilla! Dos veces has ido de pie». En ese momento, el cerebro, al recibir recompensa, se va a esforzar en la tercera, en la cuarta y en la quinta. Eso es con los niños, vamos a pensar con los adultos.
Vamos a suponer que tú esto lo integras, lo empiezas a vivir y mañana tienes una situación muy complicada a lo largo del día, distintos momentos difíciles, y solo en uno de ellos consigues una cierta serenidad, una cierta paz y una comprensión de calado de que las emociones son creaciones, ¿vale? Y el resto de las veces reaccionas. ¿Qué hacemos los adultos? «¡Qué vergüenza!, ¡qué vergüenza! ¡qué vergüenza! Diez ocasiones y solo lo he hecho bien una». ¿Qué ocurre? Que mañana o pasado harás menos. Fijaos qué cosa tan alucinante, ¡qué cosa tan alucinante! Entonces, cada pequeño éxito que tengamos hay que reconocérnoslo, hay que darnos la enhorabuena: «Lo he conseguido una vez, enhorabuena». Y entonces el cerebro empieza, «pum, pum, pum, pum», a mejorar. ¿Entonces que ocurrirá? Que, de una manera natural, fluyendo, empezarás a tener mucha más serenidad en situaciones complicadas. Y, cuando tengas más serenidad, disfrutarás e incluso las buscarás. ¿Por qué? Porque sabrás que si tú tienes esa paz interior y la irradias: ¿A cuántas personas puedes ayudar? Porque todo el mundo, en el fondo, está buscando lo mismo: la paz interior.
Hola, Mario, soy Noemi, encantadísima, y quería hacerte un par de preguntas en torno a algo que te he escuchado defender, que es que sería conveniente que guiásemos nuestra vida más por nuestras decisiones que por nuestras emociones. Entonces en esto quería preguntarte ¿cómo hacer esto? Y, por otra parte, la emocionalidad: ¿cómo nos afecta nuestra salud física y mental?
Esto es muy importante porque hay que diferenciar el sentimiento de la emoción. Muy importante por lo siguiente, que va con tu primera pregunta. Porque, si tú accedes a los mapas de los sentimientos y generas un sentimiento, automáticamente generarás una emoción. Y, si tú tienes una emoción, automáticamente generarás un sentimiento. Por eso una persona que hace ejercicio físico, que es algo muy físico, muy corporal, se siente mejor. Una persona que hace yoga, hace chi kung o hace cosas que son aparentemente muy físicas, se siente mejor. ¿Por qué? Porque está cambiando fisiológicamente su cuerpo. Y los mapas de los sentimientos, sobre todo la ínsula de Reil, están captándolo y lo perciben como algo beneficioso y tiene sentimientos favorables. Por eso hay cambios. Por ejemplo, yo estuve becado en Finlandia, en Oulu, en el Círculo Polar Ártico, pero en verano. Y me acuerdo de que yo estaba superfeliz, en un hospital maravilloso con el profesor Timo Laramy que era una maravilla, en un campus con un montón de gente de otros países, feliz. Y, de repente, empiezo a ponerme triste y yo no entendía y digo: «¿Pero por qué estoy triste? ¿Por qué estoy triste si tengo todo: tengo amigos maravillosos, si el profesor Timo Larami es una joya y estoy aprendiendo, nos están enseñando un montón de cosas, si Finlandia es un país maravilloso?». Y, entonces, mi amigo Hubertus, que era un tío de 1’90 y pico, simpatiquísimo, un médico sueco, se lo comenté porque me había hecho íntimo amigo de él y digo: «Hubertus, no sé lo que me está pasando». Me dijo: «Mario, es el cambio de la luz». Digo: «¿Qué? «Está cambiando la luz. Tú no lo sabes porque tú no vives en un país nórdico, pero nosotros sabemos que, cuando empieza a cambiar la luz, el cuerpo lo nota». Emoción traducida en un sentimiento.
¿Qué importancia tiene esto? La importancia es extrema porque quiere decir que tú puedes tener distintos sentimientos dependiendo de cómo cuidas tu cuerpo. Tú tienes una actitud sedentaria, no cuidas tu cuerpo, no lo mueves, no comes lo adecuado y eso tiene un impacto a nivel de los sentimientos. Tú haces ejercicio físico, tú haces determinadas cosas que van bien para el cuerpo, tu postura, etcétera, y empiezas a sentirte mejor. ¿Qué otra implicación tiene? Y ahora viene la contestación a tu pregunta, o por lo menos una posible contestación. Que con el pensamiento tú puedes afectar a los sentimientos. Y, si afectas a los sentimientos, afectas al cuerpo. Es decir, si empiezas a pensar: «Me voy a poner malo, me voy a poner malo. Me acaba de pasar un virus… Esa tos no augura nada bueno». Empiezas a pensar eso, ese pensamiento que se origina en las regiones anteriores del cerebro, las regiones prefrontales, llega directamente a la ínsula de Reil. Y entonces la ínsula de Reil es un mapa de los sentimientos. Entonces te genera sentimiento de inquietud, sentimiento de preocupación: todos queremos estar bien, estar buenos. Y eso llega al cuerpo y produce una liberación de cortisol. Qué curioso, el cortisol baja las defensas, con lo cual es más probable que te pongas enfermo, que te pongas enferma.
Dicho esto, ya que conocemos bien… claro, por eso una persona que cuida su cuerpo no solo se siente mejor, sino que piensa mejor. Ahora, ¿por qué la persona libre vive de acuerdo a sus decisiones y no de acuerdo a sus emociones? Por una sencilla razón: porque si las emociones son reacciones, la mayor parte de ellas puramente automáticas, ¿dónde está la libertad ahí? Alguien me dice: «Tú eres bobo». «Pues tú más». ¿Dónde está la libertad? ¿Dónde está la capacidad de respuesta? No, es una pura reacción, no hay libertad. Mientras que, si yo decido que reciba lo que reciba, yo voy a dar lo que quiero dar, en ese momento, fíjate lo que pasa. Lo primero que pasa es que estoy tomando responsabilidad sobre lo que sucede e incluso empiezo a cambiar lo que sucede. Os recomiendo mucho que leáis un libro, es muy conocido, quizás algunos lo hayáis leído y lo habréis oído muchas veces, quizás no. Se llama El hombre en busca de sentido. En los campos de concentración, uno de ellos yo lo visité hace años porque quería conocer donde estuvo este hombre, el profesor de psiquiatría Viktor Frankl. Y él se quedaba sorprendido de ver que ante esa dureza del campo, en la que en la que muchas personas lógicamente reaccionaban con la desesperación, con la frustración o con la ira ante el trato recibido, había otras personas que, por alguna razón, se relacionaban con lo mismo de una forma diferente. A él lo que le chocó era el estado de ánimo de estas personas y que biológicamente, incluso siendo físicamente más débiles que otras, aguantaban mucho mejor.
¿Cuál era la diferencia? Que aquellos que caían en la desesperación se hacían una pregunta: «¿Qué espero yo de la vida?». Fíjate: «Yo». «¿Qué espero yo de la vida?». Nada. Los otros, los que aguantaban más, los que lo llevaban mejor, se hacía una pregunta diferente: «¿Qué espera la vida de mí?». Eso es una decisión. Decido que voy a vivir de acuerdo a lo que yo espero o decido que voy a vivir de acuerdo a lo que el mundo necesita. Por eso tiene tanta importancia y por eso la libertad es una conquista diaria, donde habrá veces que lo haremos bien y noventa mal. ¿Pero qué vamos a hacer? Lo vamos a celebrar porque lo hemos hecho una vez. No vamos a decir: «Bueno, una vez solo». No: «Una vez, qué bien», entonces mañana tendrás dos y seguirás y tendrás tres. Y, en ese momento —qué curioso— las emociones que tendrás fundamentalmente serán las siguientes: serenidad, alegría, entusiasmo y paz interior. Añade otra: confianza.
Muy bien. Bueno, primero enhorabuena por dedicarte a algo tan importante como es el coaching ontológico. La ontología es la ciencia del ser, es una parte de la metafísica y es precioso porque es como el coaching de los niveles profundos de la persona. Vamos a hablar de la compasión. En una ocasión, al director general de una empresa le hablé de la importancia de la compasión y me dijo: «Mario, yo tengo 2.000 personas a mi cargo, no tengo tiempo para la compasión», lo cual quiere decir, y estamos hablando de una persona con ganas de hacer las cosas bien, pero el lenguaje en el ser humano crea realidad y esto lo sabemos perfectamente, por ejemplo, en el mundo del coaching, ¿no? Entonces, ¿qué quiere decir? Que nosotros automáticamente asociamos compasión con ser blando: «Es una persona muy buena», en el fondo, ¿qué estamos diciendo? «Es muy blando». «No, yo quiero que mis hijos sean buenos». Entonces, ¿quién quiere ser blando en la vida? Nadie. Y, sin embargo, la compasión la hemos asociado con «ser blando», lo mismo que la felicidad la hemos asociado con el «tener» en lugar de con el «ser». Bien, entonces yo le di muchas vueltas al tema de la compasión para intentar entender en qué consistía la compasión y llegué a la conclusión de que no se puede entender la compasión si no está acompañada de la sabiduría. Voy a explicarlo.
En Bután, un país muy querido por mí, hay dos símbolos que definen a Bután: uno es la campana y otro es el cetro. Esas dos cosas representan toda la filosofía del budismo chamánico, que es el budismo en Bután. La campana es la energía femenina y es la sabiduría. Y el cetro es la energía masculina y es la compasión. Bien, ¿por qué es necesaria la sabiduría y la compasión? Porque, si nosotros no entendemos realmente lo que necesita una persona, a lo mejor nuestras mejores intenciones no van acompañadas de los mejores resultados. Entonces, ahora tenemos que dar un salto al taoísmo, donde se entiende perfectamente. En el tao todos habéis visto un símbolo que es el yin y el yang. El yang, que es la parte blanca, representa el Sol, es la energía masculina, y el yin, que es la parte oscura, representa la Luna, la energía femenina, que son las dos polaridades. Qué curioso que en la parte yang, es decir, la parte de la energía masculina —todos tenemos energía masculina y femenina—, aparece un círculo de yin. Qué raro. Y en la parte oscura, la parte de la luna, en la parte de la energía femenina aparece un punto yang. Entonces, esto me lo explicó el maestro Genpo Roshi, que me enseñó temas del zen. Y es tan bonito, tan interesante y tan práctico. Fijaos.
¿Cuál es la diferencia entre ser firme y ser duro? La diferencia entre ser firme y ser duro es si hay un punto de compasión o no lo hay. Si tú pones la energía masculina solo, es decir, el blanco, el yang, y en la relación con una persona solo eres yang: tú vas a ser duro, tú vas a por la persona, tú vas a hacerle daño, tú vas a castigarla. Pero si pones un punto de yin tú vas a corregirla. La corrección es parte de la compasión, el castigo no. Pero ahora nos vamos al otro lado, al yin, a la energía femenina. Si tú solo eres yin: «Todo el mundo es bueno, no pasa nada». No, tienes que tener el punto de firmeza. ¿Esto qué quiere decir? Quiere decir que la compasión implica ser siempre suave con la persona y no por eso dejar de ser duro con la conducta. La compasión significa que todo lo hagas con la intención de corregir, nunca de castigar. Y esa es la diferencia y la persona lo nota.
Yo recuerdo una vez, yo tengo tres hijos a los que lógicamente adoro, y recuerdo una vez, al pequeño le llevaba con frecuencia al colegio y no le apetecía nada. Y yo pues intentando mucho yin: «Pero hijo, no sé cuántos, tu futuro, no sé qué, el colegio…». Mucho yin. Y un día me salió el yang, pero con su punto de yin y, además yo iba conduciendo, cero de ira por mi parte. «Mira, tú puedes hacer, hijo mío, lo que quieras. Tú puedes dejarlo. Puedes dejar los estudios. Solamente yo esto ya no te lo voy a decir más. Tú tienes que tomar responsabilidad». Lo curioso es que yo notaba que no había nada de ira, lo que había era una firmeza tremenda. Yo puedo haberle dado a mi hijo, camino del colegio, cien discursos yin, pero el día que le di un yang con el punto yin nunca se le ha olvidado, como el mejor discurso o la mejor conversación que tuvo. Eso es compasión. ¿A que eso no es blandura? ¿Qué pasa? Que donde hay confusión, que la confusión surge del lenguaje, hay que poner distinción. Es la compasión. Cuando tú veas que tu intención es castigar, aunque lo digas con las palabras más bonitas, eso jamás es compasión. Cuando tú utilices palabras que son firmes, pero veas que en tu interior lo que quieres es el bien de la persona —por tanto, no aumentar el tamaño de su herida, sino reducirla—, es decir, la corrección: ahí hay compasión.
Y tuvo algunas experiencias él donde realmente se quedó desconcertado porque intuitivamente —él no tenía formación en ese campo—, pensaba que el amor, el cariño, el trato a los demás, tenía que jugar un papel en la recuperación de una enfermedad. Y empezó a ser una persona un poco incómoda, lógicamente, pero consiguió que algunas de las personas que estaban ingresadas en el hospital y que no hablaban con nadie, hablaran con él, como que empezaran a revivir. Llegó un momento en que Patch Adams pidió la alta voluntaria, decidió que ahí no quería estar más. Y, siendo una persona ya con una madurez considerable, entró en la facultad de medicina. Claro, quiero que os imaginéis jóvenes de 18 y 19 años y un señor, no sé la edad que tendría Patch entonces, pero igual de 30 y pico años. Y él se dio cuenta que en el hospital donde él hacía las prácticas como estudiante de medicina, el trato a los enfermos, sobre todo por parte de los médicos —no por parte del personal de enfermería, que fue su gran aliado—, era muy distante, muy duro. Eran casos clínicos: «Toquen este hígado». Y, claro, Patch veía la cara del enfermo al que le tocaban el hígado. A ver si yo me voy a tocar vuestro hígado diréis: «Perdona, el hígado es mío. O sea, lo tocas si te doy permiso. Por lo menos pídeme permiso». Veía la cara del enfermo y hay diez estudiantes de medicina tocando el hígado, «A ver, respire hondo». Le vio la cara y dijo: «Esto hay que cambiarlo». Vio gente que no comía y vio gente que estaba en la fase terminal y que no hablaba.
Y, entonces, empezó a desarrollar una metodología donde combinaba el humor, se vestía de payaso, se ponía alas de mariposa y empezó a hablar con la gente. ¿Y qué sucedió? Pues que el que no comía empezaba a comer, que el que no hablaba empezaba a hablar. Que aquel enfermo que parecía que no mejoraba empezaba a mejorar. Estaba desafiando a un paradigma, el paradigma de que un médico lo que tiene que hacer es ser un perfecto observador de la realidad física. Le intentaron echar del hospital porque se enfrentó directamente al decano. El decano no soportó aquello y de hecho hubo un juicio, porque Patch Adams obviamente no estaba dispuesto a que le echaran. Patch Adams, su memoria yo no he visto una memoria… Bueno, igual la de la de Ramón Campayo, o la de Ramón será mayor porque es el número uno del mundo. Pero la memoria de Patch Adams es espectacular y Patch Adams sacaba unas notazas, entonces no le podían enganchar por la parte de las notas y consiguió mantenerse y empezar a cambiar todo el sistema. Entonces empezó a haber muchísima mayor cercanía, muchísima más amabilidad. De hecho, ha montado, que yo sepa, dos hospitales y por ejemplo, los enfermos echan carreras con las camillas por fuera del hospital. O sea, una cosa…
Pero, queridos, luego tenemos ni más ni menos que a Norman Cousins, con una enfermedad degenerativa articular, que decían que acabaría en una silla de ruedas y que se dio cuenta, por su propia experiencia, de que el humor mejoraba la salud. Qué curioso. Tú pones una película de Adolf Hitler, una arenga real de Adolf Hitler a una serie de voluntarios, les sacas sangre y observas, con técnicas de radioinmunoensayo, una elevación de una citoquina inflamatoria, que se llama interleucina-6, que ataca directamente a las articulaciones. Solo viendo un documental de Hitler. Pones la película El gran dictador de Charles Chaplin, ¿os acordáis? ¿algunos la habéis visto? Les sacas sangre: la interleucina-6 se ha desplomado y aparecen otras hormonas tipo endorfinas, etcétera. De tal manera que la sociedad norteamericana de enfermedades reumáticas ya ha introducido en el protocolo de tratamiento de enfermedades articulares el humor. Un ejemplo maravilloso, una persona que se atrevió a desafiar un paradigma, pero ¿qué tuvo que tener? La fortaleza de aguantar. ¿Por qué lo hizo? Ya lo hemos visto antes: por amor a los demás.
Bueno, hemos llegado al final de esta preciosa conversación. Yo os doy las gracias, primero por vuestra presencia, por vuestras preguntas, por vuestro nivel de atención. Y tengo ilusión de que esta conversación que hemos tenido, que podamos transmitir un mensaje de ilusión, un mensaje de alegría, un mensaje de confianza. Y que recordemos una cosa: que al final la oscuridad no se vence luchando contra ella, sino llevando un poquito de luz. Una humilde cerilla ya te cambia el panorama. Pues que hoy en día ojalá nosotros hayamos encendido una pequeña luz. Muchas gracias.