¿Por qué la noche es oscura?
José Edelstein
¿Por qué la noche es oscura?
José Edelstein
Físico
Creando oportunidades
Historias asombrosas sobre la ciencia y el universo
José Edelstein Físico
José Edelstein
José Edelstein es un físico argentino que ha dedicado su carrera científica y académica a la física teórica, con especial énfasis en la gravitación, las teorías de supergravedad y la teoría de cuerdas. Licenciado en Física por el Instituto Balseiro (Argentina), su tesis doctoral bajo la dirección de Fidel Schaposnik se centró en aspectos de la supergravedad y las teorías cuánticas de campos, que sentarían las bases de su posterior desarrollo en instituciones de prestigio internacional y publicaciones científicas que han contribuido al conocimiento en estos campos.
Entre otros aspectos, Edelstein ha estudiado la relación entre las estructuras matemáticas, la geometría y la física teórica, como punto de partida para describir el universo. En la actualidad trabaja como profesor titular en la Universidad de Santiago de Compostela (España) y en el Instituto Gallego de Física de Altas Energías (IGFAE). Su compromiso humanístico y social le ha llevado a convertirse en uno de los máximos exponentes de la divulgación científica, apostando por la democratización del conocimiento para que la ciencia no sea materia de elites intelectuales, sino accesible y comprensible para todos, buscando los nexos de unión entre ciencias exactas y humanidades, como refleja en su obra 'Antimateria, magia y poesía' y en los recuerdos humanistas que comparte de su amistad con Stephen Hawking: “Hawking era una persona muy singular. Fue un físico de los más importantes de su tiempo. Yo creo que hasta puede que sea el más importante en su campo de los últimos 50 años. Pero aún más fascinante que su faceta como cientifico era su personalidad, su capacidad de sobreponerse a la enfermedad. Conocí a una persona con una abnegación, con una resiliencia, con una generosidad, que era difícil de apreciar cuando yo lo veía de lejos”.
En 2019, Edelstein recibió el Premio Prismas al mejor libro de divulgación por su libro 'Einstein para perplejos', firmado junto al físico chileno Andrés Gomberoff, que se suma a los premios “Raíces” del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina en 2018, varios galardones de Divulgación Científica del Centro Español de Física de Partículas, Astropartículas y Nuclear (CPAN), el Premio de Comunicación Científica de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) en 2012 y diversas menciones de honor en el Concurso Internacional Ciencia en Acción.
Transcripción
Tenemos que saber que la respuesta que demos a cualquier pregunta que nos hagamos lo más probable es que sea incorrecta. Y la ciencia justamente me gusta a mí entenderla como un método maravilloso para hacer del error, de esa respuesta incorrecta, algo fértil. Uno, cuando trabaja como científico, la actividad del científico profesional es, básicamente, todos los días ir al trabajo a equivocarse. Algún día, cada tanto, yo creo que en la carrera de uno puede ser que, si uno tuvo una carrera más o menos exitosa, puede ser que haya habido 20 veces, o 10, o 20 o 30 días en los cuales uno tuvo un acierto. Provisional, por supuesto, que acabará siendo un error que más tarde se revisará. Prácticamente siempre. Si uno mira la historia de la ciencia hacia el pasado, uno ve que todos los grandes hallazgos, incluso los más prestigiosos de la historia de la ciencia, no son del todo correctos. Luego se acaba descubriendo que no era tan así como la persona que lo planteó pensaba. La ciencia no funciona ofreciendo cien por ciento de garantías sobre nada. Simplemente, es una forma de conocimiento que yo creo que es la que más garantías ofrece, porque es la única forma de conocimiento o una de las formas de conocimiento que revisa permanentemente lo que dice. Y la ciencia, al menos en mi modesta opinión, no lidia con la verdad. La ciencia lidia con el error. Es el mejor modo de equivocarse.
Sería cuestión solamente de aprender el corpus de la ciencia, aplicar los razonamientos a los nuevos problemas y llegar a nuevas certidumbres. Y no es así. Casi siempre es más bien lo contrario. Tiene que haber alguien que venga con una idea radicalmente nueva. Y esa radicalidad puede venir de algo tan extraño como la intuición. Probablemente sea imprescindible eso para poder dar grandes saltos. Me preguntabas por ejemplos. El descubrimiento de la antimateria, por ejemplo. La antimateria es… Empiezo diciendo lo que es. Para que quede claro, la antimateria es un tipo de materia que sabemos que existe. La hemos visto. La podemos reproducir en nuestros laboratorios. No se encuentra muy frecuentemente en la naturaleza. Es muy difícil encontrarla. Y en el momento en el cual se descubrió, que fue hecho por Paul Dirac, un físico inglés, a principios del siglo… Bueno, él es del siglo XX, pero lo descubrió cuando era muy jovencito. Tenía 26 años. No lo hizo a partir de un experimento en el que había una medición que nadie podía explicar. No había absolutamente ninguna razón en el mundo natural. No había ninguna evidencia de ningún tipo por la cual la antimateria hiciera falta. De hecho, fue contranatura su predicción. Y la predicción de Dirac estuvo vinculada, quizás más que a la intuición, a una forma de entender la ciencia en la cual la estética es lo más importante, pero igual por supuesto que hubo mucha intuición en el siguiente sentido. Dirac quería resolver un problema muy concreto. La pregunta estaba clarísima y es cómo hacer compatible la teoría de la relatividad, que había sido formulada por Einstein unos años antes, con la mecánica cuántica, que también había sido formulada por Einstein y otros, entre ellos Dirac también un tiempo antes.
Estas dos teorías no eran compatibles. Sobre todo, no era compatible si uno tenía unas partículas subatómicas o atómicas que se mueven muy rápido, el principio de relatividad tiene que aplicarse y la ecuación que había para explicar la mecánica cuántica no era compatible con el principio de relatividad. Entonces, Dirac… El problema estaba clarísimo. Tengo que tratar de encontrar una ecuación que explique qué pasa cuando una partícula se mueve muy rápido. ¿Qué es lo que ocurre? Cuando uno empieza a tratar de resolver este problema, uno llega rápidamente a despropósitos, por los cuales cualquier persona normal que siga el método científico dice: «Por aquí no es». O: «Mejor me dedico a otra cosa». Porque, por ejemplo, Dirac fue encontrando en sus predicciones que, aparentemente, para poder explicar que hay una partícula que se mueve muy rápido, era necesario que hubiera otra partícula asociada, pero con energía negativa. La energía negativa no tiene mucho sentido en física. De hecho, tienen muchos problemas las energías negativas. Pero, en lugar de tirar a la basura su ecuación, Dirac lo que hizo fue tratar de darle sentido a la energía negativa y dio una serie de pasos más, con los cuales fue resolviendo estos problemas de manera cada vez más loca, cada vez más audaz. Dijo: «Bueno, quizás no vemos energías negativas porque el universo está repleto de energías negativas, completamente repleto de partículas de energía negativa, y por eso no podemos distinguir una partícula de energía negativa, porque, en realidad, el vacío, lo que llamamos el vacío, la ausencia de materia, es infinitas partículas de energía negativa». Un despropósito completo. Y él continuó y dijo: «Bueno, si fuera así, ¿cómo podría llegar a darme cuenta?». Y se dio cuenta de que, si una partícula de esta energía negativa por algún motivo recibiera energía y pasara a ser positiva, eso significaría que tiene que aparecer espontáneamente de la nada una partícula de las que conocemos y otra que no conocemos. Una especie de némesis de las partículas que conocemos, que es lo que hoy llamamos antimateria. La predicción fue tan chocante que… Dirac tenía un prestigio enorme, a pesar de que era muy joven, y todo el mundo escuchó lo que Dirac tenía para decir, pero la ecuación es de 1928 y, en 1930, Heisenberg, otro de los padres de la mecánica cuántica, en una carta a Pauli, le dijo: «Esta es la mayor tragedia de la física moderna. Que un genio como Paul Dirac se haya echado a perder tan pronto». Uno a veces debe contenerse un poquitito antes de escribir, aunque sea una carta, porque, en 1932, en forma clarísima e indiscutible, apareció en el laboratorio el positrón, que es la antimateria del electrón. Luego descubrimos que todas las partículas tienen antimateria y es increíble que el descubrimiento haya surgido en la cabeza de una persona sin ningún tipo de evidencia del mundo natural. Eso viola todos los apartados del método científico. Y, sin embargo, hoy, para darte una idea, Rocío, se salvan vidas, millones de vidas, gracias a la antimateria. Existe un aparato en todos los hospitales modernos del mundo que se llama PET y la P viene de positrones. Se utiliza material rico en positrones para identificar la localización de cierto tipo de cánceres para poder curarlos.
Así que mira tú, una idea que surgió en la cabeza de un señor de una manera completamente… Sí, por supuesto que había un elemento racional en la cabeza de Dirac, pero el elemento racional siempre uno va chocando con… Va intentando responder una pregunta, chocando con obstáculos y decidir si el obstáculo es suficiente para abandonar o si debo seguir… No hay mucha racionalidad en eso. Es una apuesta y, como toda apuesta, puede acabar mal. Dirac comprendía muy bien quizás lo que yo mencionaba antes, que es que da igual si me equivoco. Mi labor es equivocarme, así que tengo que ahondar en la equivocación. Y lo peor que puede pasar es que, al final, todo sea una gran equivocación. Y está bien. La historia de la ciencia se construye con esos errores. En el caso de él, terminó siendo un gran acierto.
Se mueven muy rápido porque dan dos vueltas por cada día, pero a 20.000 kilómetros de altura. La Tierra tiene un radio de 6.500 kilómetros, o sea que está tres veces más alto que la superficie terrestre y da dos vueltas por día, así que va muy rápido. Eso hace que el tiempo vaya un poquito más lento respecto de los relojes terrestres, pero está muy alto y eso hace que el tiempo vaya un poquito más rápido. ¿Quién gana? Gana la altura. Los relojes de los satélites, cada día, se adelantan 38 millonésimas de segundo. Y todos me diréis: «Bueno, 38 millonésimas de segundo, ¿qué más me da?». Bueno, la luz, en 38 millonésimas de segundo, se desplaza 11 kilómetros. Si no corrigiéramos ese efecto, el GPS se descalibraría cada día 11 kilómetros y no serviría para nada. Antes de lanzar los satélites al espacio y utilizar los relojes que utilizan, hubo que tener en cuenta la relatividad general para poder corregir los relojes y sincronizarlos permanentemente con los relojes de la Tierra. Esto es algo también interesante porque la relatividad general, que es una teoría muy abstracta, que durante muchas décadas se pensó que era una pérdida de tiempo dedicarse a la relatividad general, porque ¿para qué puede servir algo así? ¿Pues qué valor económico tiene el GPS? Es difícil de cuantificar, pero sospecho que, si hay algún economista o alguna economista aquí, probablemente valdría por arriba del billón de euros. Y es un sistema que no funcionaría si no comprendiéramos que el tiempo no es el mismo para todos nosotros. ¿Qué pasa? Al no ser el mismo el tiempo, se plantean situaciones muy interesantes y que pueden parecer paradójicas, pero que la teoría explica muy bien.
Pongo un ejemplo. Nosotros vivimos en una galaxia, cuyo centro está a unos 27.000 años luz de donde estamos nosotros. Por lo tanto, ingenuamente, uno diría: «Nunca un ser humano podrá ir al centro de la galaxia porque la luz tarda 27.000 años. Todo lo que sea más lento que la luz tardará más. Por lo tanto, como uno vive 80 o 100 años, nunca podrá ir al centro de la galaxia». Y eso es falso. ¿Por qué? Porque, si uno pudiera ir al centro de la galaxia con una aceleración constante igual a la de la Tierra, de modo tal que en el cohete uno se pare y se sienta como si estuviera sobre la superficie terrestre, el tiempo de la persona que viaja iría tanto más lento que el que vive en la Tierra que… Yo he hecho la cuenta. De hecho, en la universidad, se la hago hacer a los alumnos. Tardaría 20 años de los suyos en llegar al centro de la galaxia. Por lo tanto, podría ir en 20 años, regresar en 20 años y, al volver, tendría 40 años más que la edad con la que partió. El gran problema es que el tiempo en la Tierra sí que serían decenas de miles de años los que pasarían. Yo, siempre que me preguntan, que me hacen preguntas como como la tuya, Daniela, suelo desaconsejar los viajes en el tiempo de ese tipo, que sí se pueden hacer, porque tú imagínate volviendo a la Tierra. Está bien, fuiste al centro de la galaxia. Nadie te quita lo que has visto y se lo quieres contar. Cuando llegas, te encuentras quizás con que ya no existen más seres humanos o, desde luego, si existen seres humanos, tú imagínate. Un ser de hace 30.000 años no podría ni explicarse. De hecho, seguramente, si apareciera hoy un ser de hace 30.000 años que aparece en una nave, sería puesto en cuarentena, aislado, encerrado por temor exactamente de donde salió y qué nos puede contagiar. Entonces, los viajes en el tiempo…
La película «Interstellar» muestra un ejemplo de esto, en el cual el personaje que hace Matthew McConaughey regresa a la Tierra después de lo que para él fueron unos pocos días y su hija, que era una niña, es una anciana agonizante. No sé, yo tengo hijos y no me parece muy bonita esa perspectiva. La otra pregunta, probablemente, que la gente tiene detrás con los viajes en el tiempo es si puedo ir al pasado para modificar algo. Ahí ocurre algo curioso, que es que la teoría de la relatividad general parece tener un espacio para que eso ocurra. Uno inmediatamente se encuentra… Por ejemplo, Kurt Gödel, un famosísimo matemático que fue muy amigo de Einstein, demostró que, si el universo rotara como un todo, habría curvas cerradas en el tiempo. Uno podría ir envejeciendo y, de repente, volver a estar en el mismo sitio que estaba espacio-temporalmente años antes. ¿Qué pasa? Los físicos creemos que, cuando algo así pasa, quiere decir que hay algo en la teoría que está mal, porque, si fuera posible… Imagínate que yo pudiera hacer un viaje en el tiempo y reaparecer aquí al lado. Y reaparecer donde estás sentada tú. Y reaparecer donde está sentada ella. Básicamente, habría infinitas copias mías, cada una ocupando todos los lugares posibles. Nada impediría eso. Entonces, la pregunta es: ¿dónde está José? Sería una pregunta que no tendría respuesta porque podría estar en todos lados al mismo tiempo, cosa que no parece ser factible. Destruiría completamente la noción causa-efecto, que es la base de la ciencia. Si no hay causas que producen efectos, cerramos todos los laboratorios y las universidades, y nos dedicamos a otra cosa.
Hay muchas anécdotas que son divertidas realmente porque Paul Dirac era una persona… Voy a comentar una que yo creo que es divertida para distender un poco, para que vean cómo era Paul Dirac. Cuando tenía treinta y algo de años, alguien, un colega, se acercó y le dijo: «Profesor Dirac, ¿usted no se va a casar?». Y él dijo: «Bueno, sí, pero ¿con quién?». «Bueno, la hermana de Wigner está soltera». Así que fue a la hermana de Wigner y le dijo: «Oiga, me dijeron que usted está soltera y, no sé, ¿se querría casar conmigo?». Y lo peor es que se casó con Dirac. Increíble. Era bueno para ligar porque, con una sola pregunta, consiguió casarse. Pero, claro, ¿cómo explicarle a Dirac que para enamorarse hay que hacer una cantidad de cosas que seguramente para él eran absurdas? Si yo me quiero casar con alguien, voy y le pregunto. ¿Para qué voy a hacer todo el cortejo previo, que no tiene ningún sentido? Hay otra anécdota muy divertida de él viajando con Heisenberg a Japón en barco. Heisenberg no era así. Estaban en un viaje muy largo. En la cubierta, una orquesta empieza a tocar, se empieza a bailar y Heisenberg, que estaba charlando con Dirac, se levanta de la mesa y se pone a bailar con unas chicas que estaban ahí en el barco y Dirac se queda sentado en la silla. Cuando vuelve Heisenberg, le dice: «¿Por qué fuiste a bailar con esas chicas?». Heisenberg le dice: «No sé, porque me parecieron simpáticas». Dirac se queda un largo minuto en silencio y dice: «¿Y cómo sabías que eran simpáticas?». Claro, no era capaz de ver que en la actitud corporal y en la sonrisa… Tenía que ir a preguntarle. Dirac necesitaría ir a preguntar. «Disculpe, ¿usted es simpática?». Para saber si lo era.
Entonces, bueno, Paul Dirac, que no comprendiera que no… No estoy seguro si no lo comprendía, pero es probable que no comprendiera el valor de la poesía, que no le emocionara la poesía, y, sin embargo, como digo, fue el gran poeta de la física. ¿Por qué digo esto? Porque antes comenté el descubrimiento de la antimateria y no entré en detalles. No lo voy a hacer tampoco ahora, pero sí quiero decir cuál fue el argumento principal con el cual fue, cuando se encontró con obstáculos, sorteándolos. El argumento principal, muy contra lo que indica el método científico, fue la belleza. Fue siempre la belleza. Él buscó, entre las soluciones que se le ofrecían, aquella que le parecía más bella y llegó a escribir que, entre la verdad y la belleza, había que elegir la belleza porque la belleza acaba siendo verdadera. Y, como vimos, también hablé antes de que las verdades son provisorias. Las verdades son verdades por un rato. Probablemente, algo bello sea verdadero más tiempo. Esta era la forma de pensar de él, muy poco científica. Lo que pasa es que Paul Dirac era realmente un genio, pero la vida de Dirac tiene… Dirac tuvo muchos hallazgos muy importantes y muchas veces aplicó esta forma de pensar la física. Y por supuesto que alguna vez se equivocó. Y, cuando se equivocó, lo hizo a lo grande. Pero es increíble, porque los errores grandes de Dirac son tan maravillosos que a uno le da ganas de, si hubiera en algún lado una oficina donde responda alguien por las leyes de la naturaleza, uno iría la oficina de reclamaciones para decir: «Pero, vamos a ver, ¿qué clase de chapuza es esta naturaleza que no obedece esta maravillosa idea de Paul Dirac?».
Voy a poner este ejemplo porque yo creo que es tan lindo que quiero compartirlo. Dirac, en un momento, hay algo que no entendemos los físicos y es por qué la gravedad es tan débil respecto a las otras fuerzas. Si yo, no solo yo, un niño pequeño, toma algo del suelo, lo levanta y, si lo pensáis un poco, con sus dedos está venciendo ni más ni menos que la atracción gravitatoria del planeta Tierra. Un niño de un año. Y lo hace. ¿Cómo puede ser? Porque la interacción electromagnética, que es la que hace que los dedos puedan sujetar el objeto, es muchísimo… Es, lo voy a decir exactamente, mil trillones de trillones de veces más intensa que la gravedad. Dirac dijo: «¿Qué clase de universo puede ser así?». Tener esa desproporción tan inexplicable de dos interacciones. Se le ocurrió algo extraordinario. Este es un trabajo que escribió en media página de una revista muy conocida que se llama «Nature» y lo escribió en su luna de miel, cuando se casó con la hermana de Wigner. Que, por cierto, cuando lo iban a visitar a Dirac gente que no sabía que se había casado, a veces abría la puerta la hermana de Wigner y le preguntaban a Dirac: «¿Esta quién es?», en lugar de decir: «Mi esposa», decía: «La hermana de Wigner». Ese era Paul Dirac. Bueno, cuando Dirac se fue de luna de miel, en un momento parece que se aburría y escribió este trabajo, que es increíble. Dirac dijo: «¿Cómo hago para distinguir entre algo que es constante y algo que cambia muy lentamente?». Por ejemplo, uno, si apoya la mano en el mármol 25 veces, uno mira el mármol y nada parece haber cambiado. Sin embargo, si han ido a la catedral de Santiago de Compostela, y, si no, os invito a hacerlo, veréis una columna en la cual están marcadas las manos de los peregrinos porque millones y millones de peregrinos han logrado que, de tanto tocar la columna, han dejado la marca de sus manos en la columna.
Es un efecto de desgaste muy lento, que nunca se aprecia, salvo cuando uno deja pasar mucho tiempo. Dirac dijo: «¿Cómo sé yo si la gravedad es débil, siempre fue débil o es débil ahora, pero no lo fue en el inicio del universo?». En esa época, se conocía la edad del universo, no tan bien, pero era, más o menos, la misma que conocemos hoy. Dirac se preguntó qué pasa si el universo es demasiado viejo y la gravedad se debilitó. Se fue debilitando con el tiempo. Entonces, dijo: «¿Y cómo mido el tiempo? No lo puedo medir en años porque el año tiene que ver con la Tierra y el universo es mucho más grande que la Tierra. No lo puedo medir en horas, en minutos, en segundos, porque son todas unidades derivadas del año. Lo voy a medir con una unidad que sea universal. Imaginemos que tengo un átomo de hidrógeno y me pregunto cuánto tarda la luz en atravesarlo. Esa es una unidad de tiempo». Y se dio cuenta de que la edad del universo, en esa unidad de tiempo, era un uno con 78 ceros. Dijimos antes que la gravedad es un uno con 39 ceros más débil que la interacción electromagnética, que es la más presente en la vida cotidiana. Dirac dijo: «Hombre, son dos números gigantes, pero es que uno es el cuadrado del otro. No puede ser casualidad». Concluyó que la gravedad se iba debilitando como la raíz cuadrada del tiempo. Pero luego dijo: «¿Qué otro número grande hay? El número de protones, el número de partículas que forman nuestros átomos». Más o menos se calcula que es también un uno con 78, 80 ceros. Hombre, otra vez el cuadrado del otro. Por lo tanto, concluyó que la materia se iba creando permanentemente con el tiempo. Entonces, dijo lo siguiente. Todo esto en media carilla sin ecuaciones. Dijo: «Si la masa crece porque cada vez hay más protones, la Luna cada vez pesa un poco más. La Tierra también. También disminuye la atracción gravitatoria, pero, si uno mete todo eso en la ecuación de Newton, ve que la Luna cada vez debería estar más atraída por la Tierra y por lo tanto debería caer sobre la Tierra en algún momento». Dirac, cuando planteó esta idea, era una persona muy influyente. Y después de la predicción de la antimateria, ¿quién se atrevería a decirle: «Vaya chorrada»? Cuando el Apolo 11 fue a la Luna, el último instrumento que dejaron Neil Armstrong y Buzz Aldrin sobre la Luna fue un retrorreflector para, desde la Tierra, poder enviar un láser y que el láser vaya y vuelva a la Luna, y poder medir la distancia a la Luna. Se ha medido la distancia a la Luna y se ha comprobado que la Luna se aleja de la Tierra. O sea, que la predicción de Dirac está mal, categóricamente. La Luna no se acerca, sino que se aleja y entendemos bien por qué se aleja. Cuando salió este trabajo de Dirac, que fue un gran fiasco y Dirac mucho no siguió trabajando en ello, pero, cuando estuvo mayor y empezó a ver algunos físicos de algunos lugares del mundo que le decían: «He hecho esta medida que coincide con lo que usted dice en ese trabajo», empezó a creer que quizás tenía razón en esta idea y empezó a dar charlas. Si buscan alguna charla de Dirac, como murió en la década del 80, las pocas que hay que yo encontré en Internet son de él contando esta idea que estoy contando ahora. Es muy gracioso que, cuando George Gamow, un físico muy famoso, visitaba en Copenhague a Bohr, cuando sale el trabajo de Dirac, entra Bohr con la revista abierta, totalmente furioso, y le dice: «¿Ves? Esto es lo que pasa cuando un hombre se casa».
Voy a explicar un poquito esto. No quiere decir que no exista. Un átomo, aunque yo no lo observe, no es que no exista. Existe, pero el estado en el que está el átomo, que de alguna manera es lo que es su existencia, cómo está ese átomo, qué es lo que le está pasando, si yo no lo observo, no tiene ningún sentido… No solo no tiene sentido preguntarse por cuál es el estado del átomo si no lo observo, sino que, estrictamente, el átomo no está en ningún estado concreto. Mejor dicho, puede estar en un estado que sea superposición de muchos estados. Está el famoso ejemplo del gato de Schrödinger, el gato vivo o gato muerto. Imaginemos ese ejemplo, que es un ejemplo muy gráfico. Yo puedo tener un sistema que puede estar en dos estados. En el mundo clásico, o el gato está vivo o el gato está muerto. O el sistema está en un estado A o está en el estado B. En el mundo cuántico, puede tener una probabilidad del 25 % de estar en el estado A, del 75 % de estar en el estado B, y esa probabilidad ir cambiando con el tiempo, pero nunca está ni en A ni en B, a menos que yo lo observe. Y cuando lo observo voy a observar A o B y entonces diré: «Ah, he observado A. El sistema estaba en el estado A». No. Aunque parezca increíble, no. Y Einstein decía: «Esto no puede ser. Obviamente, tiene que estar mal. ¿Cómo puede depender el estado de un electrón de que yo lo observe? El electrón ya sabrá en qué estado está. Y es mi ignorancia. El que no sabe en qué estado está el electrón soy yo, pero no el electrón. Él sabe en qué estado está». Bueno, el hecho de que la mecánica cuántica fuera una teoría intrínsecamente probabilística es el punto importante y de ahí viene lo de «Dios no juega a los dados». La probabilidad, normalmente, cuando uno tira un dado, uno dice que la probabilidad de que salga el cuatro es un sexto. Porque el dado tiene seis caras y, cuando yo tiro el dado, no puedo controlar bien. Nadie tiene suficiente habilidad en las manos para tirar un dado y hacer que caiga en el cuatro. Pero, si yo pudiera, minuciosamente, medir las condiciones en las cuales lo tiré y ver el roce con el aire y cómo rodó, cómo se dio vueltas en el aire, podría calcular en qué número va a caer. Lo que pasa es que en la práctica es prácticamente imposible. Por lo tanto, se puede usar un dado para jugar y es relativamente aleatorio, pero lo es porque yo ignoro los detalles de cómo lo tiré. Normalmente, la probabilidad está asociada a una ignorancia. Yo tiro la moneda para ver si Argentina o Francia chuta los penales primero y lo que salga no lo puedo controlar, pero porque no tengo la suficiente capacidad para controlarlo, no porque «a priori» no lo pueda controlar. En cambio, la mecánica cuántica es intrínsecamente probabilística. Es decir, un electrón puede estar en dos estados, puede estar en el estado A o en el estado B, no porque yo lo ignore, sino porque el electrón ignora también en qué estado está. Einstein se burlaba de esto y tenía una opinión muy fuerte contra esto. Él decía irónicamente: «Prefiero pensar que la Luna está ahí, aunque yo no la observe». Y, claro, es que otro de los misterios de la mecánica cuántica es cómo puede ser que la Luna o nosotros, que estamos hechos de partículas que tienen esta irrealidad que estoy mencionando ahora, seamos tan tangibles como lo soy yo. Esta silla, aunque yo no la mire, la silla está claramente. Si no, me caería. La realidad macroscópica sí que… Yo sé que hay cosas que están ocurriendo fuera, que hay coches pasando por la calle, aunque yo no los esté observando. Sin embargo, en el mundo microscópico, esto no ocurre.
Esta discrepancia entre Bohr y Einstein… Se dice que Bohr le respondió a Einstein: «¿Quién eres tú para decirle a Dios lo que puede o no puede hacer?». No sé si eso es cierto. Es interesante cómo se resolvió. Lo quiero contar brevemente porque en un principio parecía imposible determinar si algo tiene existencia antes de medirlo. Porque, para poder ver si tiene existencia, tengo que medirlo. Entonces, ya lo medí. Pero no, quiero saber antes, pero, si mido antes, medí. «A priori», parecía imposible resolver este asunto. Hasta que Einstein planteó en 1935 un experimento mental, en el cual demostraba, ponía en jaque a la mecánica cuántica. Una idea maravillosa. Einstein fue otro de los genios que, cuando se equivocó, como en este caso, se equivocó de una manera tan maravillosa que Einstein se dio cuenta de una propiedad de la mecánica cuántica muy profunda, casi diría que es la más profunda que tiene, que es la que hoy permite que haya ordenadores cuánticos, Internet cuántico y todo lo que tenga el apelativo cuántico legítimamente que hay hoy viene de lo que se llama el entrelazamiento. Einstein le dijo a Bohr: «A ver, si yo tengo una partícula que se divide en dos porque se desintegra, una va para allá, otra va para el otro lado, la propiedad de una depende de la propiedad de la otra y yo llevo dos observadores, uno que observa la partícula A y el otro que observa la partícula B, según tú, amigo Niels, cuando A observe su partícula, automáticamente la de B va a quedar determinada por la observación de A. Porque depende una observación de la otra. Pero la relatividad dice que nada puede ir más rápido que la luz. Por lo tanto, si A está muy lejos y B está muy lejos para allá, no puede ser eso. Porque eso querría decir que la información de lo que me dio A llegó a B más rápido. Llegó instantáneamente».
Bohr no supo bien qué responderle. Nadie a Einstein. De hecho, Einstein murió sin que nadie le respondiera nada porque todo el mundo tenía claro que estaba mal el argumento, pero nadie entendía por qué. Se llamó la paradoja EPR porque era como las paradojas, que no está muy claro si tenemos que vivir con ella o hay una parte del argumento que es incorrecta. Y fue en la década del 60 cuando apareció otro físico, John Stewart Bell, que se dio cuenta de una manera de resolver esta discusión. Se le ocurrió un experimento que se podía hacer, en el cual uno podía determinar con claridad si estaba o no ocurriendo lo que yo acabo de decir. Y, en la década del 70, se hizo por primera vez el experimento. Lo hizo un señor llamado John Clauser. Comprobó que, efectivamente, lo que decía Bohr ocurría. Cuando medía A, se determinaba B y no antes. El punto clave es «no antes». Bell explicó, no lo voy a hacer ahora porque sería muy largo, cómo determinar si antes ya estaba la partícula en un estado concreto o no lo estaba, y se pudo ver que no lo estaba. La partícula no lo estaba. Sin embargo, Clauser hizo el experimento en una mesa y A y B no estaban tan lejos como para que no pudiera una señal de luz llegar y avisarle a B: «Oye, ponte en tal estado porque yo tengo este otro». En la década del 80, un físico francés que se llama Alain Aspect hizo el experimento poniendo A y B suficientemente lejos para que la luz no tenga tiempo de llegar. Luego hubo una vuelta de tuerca muy bonita en la década del 90, en la que un tercer físico, Anton Zeilinger, completó un poco este experimento porque los físicos somos muy quisquillosos. Cualquier objeción hay que atenderla. Y este señor resolvió la última objeción que había.
Y, hace un par de años, los tres hicieron un viajecito juntos a la ciudad de Estocolmo, ya imaginaréis para qué. Fueron a recibir el Premio Nobel de Física. El Premio Nobel de Física que recibieron es de los más profundos de la historia de la física, porque demostraron, por muy chocante que parezca, que Dios no solo juega a los dados, sino que no sabe hacer otra cosa. Obviamente, estoy hablando del Dios de Spinoza, un Dios metafórico, que es las leyes de la naturaleza. Las leyes de la naturaleza a nivel microscópico son probabilísticas. Increíblemente, vivimos en un mundo que no lo parece. No parece así. Parece que nuestro mundo es muy tangible, muy determinista. Esta idea del mecanismo de relojería que tenían desde la época de Newton, que es como si todo fueran cosas que se mueven, que hacen mover a otras y es todo una cadena de acontecimientos que uno hace mover a otros. El mundo macroscópico se parece a eso mucho. Sin embargo, cuando lo miramos con zoom, el mundo microscópico es radicalmente diferente a eso. Entendemos, más o menos, por qué puede ocurrir que el mundo microscópico se comporte diferente al macroscópico. Eso es muy interesante. Entendemos maravillosamente bien el mundo microscópico, entendemos maravillosamente bien el mundo macroscópico y la fase de la interfase, cómo puede ser que estemos hechos de algo tan extraño como partículas que obedecen estas leyes tan raras, eso está entendido un poquito menos. Todavía ocurre que los grandes físicos… Uno tiene la tentación cuando uno aprende esto de decir: «Dedicaré mi vida a tratar de demostrar que no». Parece tan absurda la posición de Niels Bohr, lo que se llama la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, que uno, cuando lo aprende, dice: «No, yo voy a dedicar mi carrera a demostrar que esto está mal porque lo de Einstein suena muy razonable. Tiene que estar mal». ¿Qué pasa? Uno luego ve que ha pasado un siglo y dice: «Este problema debe de ser difícil porque nadie lo ha logrado». De hecho, más que decantarse por Einstein, lo que ha mostrado la experiencia es que Bohr cada vez tiene más razón y Einstein cada vez tiene menos razón. Pero mi posición es un poco diferente. Mi posición es más bien la de que, desde una enorme humildad, me parece increíble que seamos parte de una especie que fue capaz de encontrar leyes que te explican tan bien el mundo microscópico. Créanme que las leyes de la mecánica cuántica son las más precisas de la historia de la ciencia y con muchísima diferencia. Y hemos sido capaces de descubrir una teoría tan apartada de nuestra intuición, tan apartada de nuestra forma de entender el mundo. Y, sin embargo, fuimos capaces de dar ese salto prácticamente imposible a nivel de abstracción, a nivel de concepción, de imaginar un… Al final, una teoría se construye cuando uno la imagina. Y hubo una serie de personas que fueron capaces de construir ese castillo en el aire, completamente diferente a la realidad cotidiana de todos los días. A mí me parece que eso es algo increíble, que es algo que, cuando tenemos momentos de bajón porque nuestra especie nos parece que es incorregible, que puede que en algunas cosas lo sea, también es una especie maravillosa que fue capaz de algo que, realmente, para mí es casi imposible. Concebir una teoría que va contra los principios básicos de comprender el mundo que tenemos.
Hay muchos emprendimientos importantes. La ciencia hoy tiene emprendimientos que son tan grandes que no los puede hacer un solo país. Por ejemplo, en Europa tenemos el Gran Colisionador de Hadrones, que está en Ginebra y que es el responsable de los grandes descubrimientos en física de partículas. Es un emprendimiento tan grande que ya ni siquiera Europa lo puede hacer solo. Estados Unidos se ha sumado. Muchos países del mundo que no son Europa están metidos, ponen dinero y participan de este proyecto. Proyectos para enviar misiones espaciales como el telescopio James Webb, que todos habrán visto en la prensa hace un par de años. También es un proyecto que es de la NASA, pero muchos de los elementos que tiene el James Webb fueron hechos por la Agencia Espacial Europea, por Canadá o por otros países. Son proyectos muy grandes que requieren cooperación y la cooperación es posible, funciona y da resultados maravillosos. Sobran los ejemplos en los cuales somos capaces, como seres humanos, de cooperar por un objetivo en común. Yo siento una gran pena cada año que no le dan al CERN, el Consejo Europeo de Investigaciones Nucleares, que es donde está el Gran Colisionador de Hadrones, el Premio Nobel de la Paz. Yo creo que sería un enorme ejemplo para la humanidad que algo así ocurriera, porque estamos acostumbrados… Yo entiendo que le den el Premio Nobel de la Paz a alguien que más directamente está relacionado con la paz o en forma más obvia, como gente que está militando porque se eliminen las minas antipersonales. Por supuesto que se entiende. Pero también estaría bien que se comprendiera que este tipo de iniciativas internacionales, en las cuales se está dando el ejemplo de cómo se puede trabajar juntos… En el CERN hay físicos ucranianos y rusos, israelíes y palestinos… De todos los conflictos que se les ocurra. Ahí están, tomándose un café juntos y discutiendo física juntos por un objetivo en común.
De hecho, ya que mencioné el tema de Israel y Palestina, la gente no sabe, y lo quiero comentar porque la gente no lo sabe, que hay un proyecto de investigación conjunto entre Israel, Jordania y Palestina que funciona y que tiene científicos, muchos de los cuales yo los conozco, que trabajan codo a codo todos los días. Mi optimismo pasa un poco por ahí. También pasa por lo que mencionaba antes, por supuesto, de comprender… Cuando la emisión de dióxido de carbono por la Revolución Industrial, una de las personas que más contribuyó a entender, por ejemplo, concretamente el tema del agujero de la capa de ozono, fue un científico inglés que murió con más de 100 años hace muy poquito, un tipo muy brillante que se llama James Lovelock. Y Lovelock decía que no se puede culpar al ser humano del desastre ecológico porque lo produjo cuando ignoraba que lo estaba haciendo. Una parte de eso es cierta. Durante mucho tiempo, hicimos desastres sin saber que los hacíamos. Pero ahora sabemos de ellos, entonces ahora es irresponsable no actuar. Me da un poco de optimismo el hecho de que ahora sabemos lo que hacemos. Somos mucho más cautos cuando se introduce una nueva tecnología. Hay comités de ética que reflexionan previamente lo que va a ocurrir. Pero seguimos viviendo en un mundo en el cual se pondera como algo maravilloso la competencia a cualquier coste. Si hay un posible desarrollo tecnológico que todos pensamos que es peligroso, pero que es económicamente rentable, hoy no hay ninguna herramienta que tengamos en el mundo para que una autoridad obligue a todos los países a no desarrollar esa herramienta. Sin embargo, solemos decir la frase «la curiosidad mató al gato», porque los que tenemos gatos sabemos que los gatos van, se asoman a la ventana y coquetean con el peligro permanentemente.
Sin embargo, yo creo que hay un mecanismo de proyección freudiana, porque nosotros somos peores que los gatos. Nosotros no podemos contener la curiosidad. Y la curiosidad es maravillosa, pero hay un punto, como en todo. Si uno bebe 200 litros de agua por día, uno acaba muriéndose por beber agua. La dosis marca dónde está lo razonable. Y, en nuestra curiosidad, tenemos un sistema que alienta que cualquier cosa que se pueda explorar o hacer hay que hacerla. Hay que ver qué pasa. Quizás, a veces, hay que primero pensárselo cuatro o cinco veces antes de hacerlo. El optimismo o el pesimismo, según el día, pero hay razones para ser optimista. Déjame contar una cosa más. Hay un muy importante ecólogo venezolano que, por razones insólitas de la biografía que son difíciles de explicar, es amigo mío de la adolescencia. Es una persona muy importante en el mundo, Jon Paul Rodríguez. Él es un optimista y uno diría: «¿Cómo puede un ecologista preocupado por la biodiversidad ser optimista en un mundo en el cual desaparecen especies todos los días?». Y el argumento que él da, obviamente no es un optimismo ni ingenuo ni tampoco que no pueda ser revertido. Él dice: «Yo lo que te puedo decir es que, ahí donde se aplican programas para salvar una especie, se la salva». Entonces, está claro que, si uno identifica un problema y lo quiere resolver, lo puede resolver. Y eso ya es bastante optimista, porque podría ocurrir que no lo puedas resolver. El pesimismo quizás viene en a quién le interesa resolverlo y si a tiempo haremos lo que tenemos que hacer para resolverlo. Tú eres más joven que yo, así que va a estar más en tus hombros que en los míos.
En 1720 hubo una persona que fue la primera que se hizo la pregunta que tú te acabas de hacer. Y fue una persona que escribió el prólogo a Newton a su famoso libro de los «Principia», que fue Edmund Halley, el del cometa que algunos de nosotros hemos visto, cuando pasó en 1986 por la Tierra, y los más jóvenes lo veréis en 2062. Apuntadlo en la agenda para no perderos ese espectáculo, que es maravilloso. Halley se dio cuenta de que, en esas condiciones, el cielo nocturno debería ser blanco. No solo blanco, sino infinitamente blanco. ¿Por qué? El argumento es muy sencillo. Porque, en cualquier dirección en la que mires, más tarde o más temprano va a haber una estrella. Por lo tanto, cada píxel del cielo debería ser blanco. Níveo, digamos. Muy brillante si la estrella está muy cerca. Menos brillante si está más lejos, pero blanco. La superposición de infinitos puntos blancos daría un cielo blanco. De hecho, si uno hace los numeritos, las cuentas, daría infinitamente blanco. Entonces, no habría vida en la Tierra, porque la cantidad de radiación sería tan intensa que no podría haber vida en la Tierra. ¿Qué está mal en este argumento? Nuevamente, una paradoja. Esta paradoja no se llama la paradoja de Halley porque hay otra paradoja o no sé si paradoja, otra ley no escrita en la ciencia, que es que todas las cosas que tienen el nombre de alguien fueron hechas por otra persona. La paradoja de Olbers fue hecha por Halley, pero se popularizó cuando Heinrich Olbers la volvió a enunciar más de un siglo más tarde. No sé si se la copió o fue independiente, no estoy seguro, pero bueno. Se llama paradoja de Olbers. Lo increíble es que la primera persona que se dio cuenta de un posible punto débil en este argumento no fue un científico. Fue un escritor, poeta y autor de cuentos policiales y de terror muy conocido estadounidense y que me permite vincular un poco esto a la pregunta anterior, a la intuición, porque yo creo que hay una intuición muy profunda en un escritor que se da cuenta de algo de lo que los científicos no se dan cuenta. Y es que Poe dice: «Quizás lo que ocurre es que, en esas partes negras del cielo en las que yo no veo nada, hay estrellas, pero están tan lejos que la luz, cuya velocidad de propagación no es infinita, es finita, todavía no tuvo tiempo de llegar a nuestros ojos». Poe se plantea, por primera vez con un buen argumento, que el negro del cielo es una pista de que el universo puede tener una edad. Puede haber nacido en un momento determinado. Es más, Poe en alguna otra parte de un libro maravilloso que escribió y muy loco, con partes luminosas y que, un poco como el cielo, la mayor parte es oscuridad, pero tiene partes luminosas, en otro momento especula con el pasado, con cómo surgió ese universo, y tiene frases que son escalofriantemente parecidas a las que están en el primer trabajo que describe el Big Bang, que lo firmó Georges Lemaître 80 años después. Poe descubrió esto 80 años antes. Más que lo descubrió, yo diría que lo intuyó. El argumento de Poe no es correcto. No es esa la razón por la que vemos los abismos cosmológicos, como los llamó él, negros. Sin embargo, es una pista de que el universo tiene una edad.
Lo que realmente ocurre es que el cielo no es negro, como lo vemos, sino que emite una luz. De todos lados del cielo nos llega una luz que nuestros ojos no ven. Porque también descubrimos, en el siglo XIX, que nuestros ojos ven una fracción mínima de la luz. La luz es una onda. Una onda tiene una longitud. Esa longitud puede ir de cero a infinito. Y lo que ven nuestros ojos, más o menos, va entre 400 millonésimas de milímetro y 700 millonésimas de milímetro. Si es un poco más larga, es luz infrarroja, que no ven nuestros ojos. Si es un poco más corta, es ultravioleta, que tampoco ven nuestros ojos. Pero podemos ver con «otros ojos» que hemos fabricado artificialmente. Justo hace un siglo, otro físico muy importante, Edwin Hubble, se dio cuenta, observando una nebulosa en el cielo que se llamaba la nebulosa de Andrómeda, se dio cuenta de que la nebulosa esa estaba fuera del universo. ¿Cómo puede ser que esté fuera del universo? Porque había un cálculo del tamaño del universo y la nebulosa estaba más lejos que ese cálculo. Miró otra nebulosa y vio que pasaba lo mismo y se dio cuenta de algo extraordinario. En 1929, entre 1924 y 1929, se dio cuenta de que quizás esas nebulosas son iguales que donde vivimos nosotros, solo que las vemos de lejos. Y comprendió que hay galaxias. Que nosotros, probablemente, vivimos en una galaxia que, seguramente, de lejos se ve como nosotros vemos esas nebulosas. Hubble descubrió que hay muchas galaxias. Empezó a observarlas, minuciosamente. Vio que estaban hechas de hidrógeno. Eso se puede ver viendo la luz y descomponiéndola en un prisma. Pero vio que todas las galaxias estaban enrojecidas en el color del hidrógeno. Y la luz es una onda, dijimos. La luz más roja es la luz más estirada. Entonces, Hubble se dio cuenta de que el universo está en expansión y de que la luz de las galaxias lejanas, cuando viajan hacia nosotros, para que nosotros las veamos, se estira porque el universo se estira.
De hecho, vio que hay una ley muy concreta que dice que, si una galaxia está al doble de distancia, su luz se estiró el doble que si está a una cierta distancia dada. Cuánto se estiró la luz tiene que ver con cuán lejos está. Lo cual es muy lógico porque, cuanto más lejos esté una galaxia, más tarda en llegar la luz que viene desde allí. Entonces, uno… Déjenme recortar muy rápido la explicación. Si uno termina concluyendo que el universo se expande, en el pasado… Ahora revertimos en nuestras cabezas la película. Ahora vamos para atrás en el tiempo. Se contrae el universo. Toda la materia conocida, cuando se contrae, se calienta. Así que el universo es más caliente. En algún momento, está al rojo vivo. Como un carbón en la barbacoa y, si alguna vez han visto un carbón en la barbacoa, brilla. Emite luz. Por lo tanto, el universo en el pasado tuvo que haber emitido luz. De hecho, si uno hace los cálculos, ve que la luz es muy parecida a la del carbón en la barbacoa. Debería ser roja. Entonces, uno dice: «¿Por qué no veo el cielo nocturno rojo, que es como debería verlo, según los cálculos de la temperatura del universo, en el momento en el que la luz pudo escapar y viajar hasta nosotros?». Y es interesante, la respuesta está nuevamente en la expansión del universo. Porque esa luz roja, mientras viajaba, se estiró. ¿Cuánto se estiró? Agarramos las ecuaciones de la relatividad general que inventó Einstein y que, durante mucho tiempo, la gente decía: «¿Para qué esta matemática tan compleja? ¿Para explicar qué?». Bueno, usando esa matemática, podemos deducir que esa luz se estiró 1.100 veces. El universo creció 1.100 veces de tamaño desde que esa luz fue emitida. No dije 1.000, ni 2.000. 1.100 veces. Uno agarra la luz de color rojizo y la enfría 1.100 veces o la estira 1.100 veces, como lo quieran ver. Es lo mismo, créanme que es lo mismo. Y uno concluye que esa luz rojiza hoy tiene un largo que es el largo de las microondas, las que usamos para calentar la comida en casa. Lo que ocurrió hace un poquito más de 50 años es que, con «ojos de microondas»… Lamentablemente, los «ojos de microondas», como son ondas muy largas, son ojos muy grandes. No podemos incrustarnos en los ojos, «ojos de microondas». Son antenas de 40 metros de diámetro, pero tenemos antenas de ese tipo. Y de esa manera hemos sido capaces de «ver». Porque no con los ojos, sino con una antena, hemos visto que, de todas partes del cielo, llega un fulgor. Y ese fulgor es idéntico en todas las direcciones. No lo ven nuestros ojos, pero sí lo vemos con ojos artificiales. Es decir, la noche no es oscura, sino que nuestros ojos no están preparados para ver su brillo.
Es algo muy impresionante porque, cuando yo era incluso mayor que tú, de los agujeros negros teníamos bastante certeza de que existían, pero todavía era incierto. Había lo que llamaban candidatos a agujeros negros. Había observaciones en el cielo que podían llegar a ser un agujero negro, pero se los llamaba así, candidatos, y se los nombraba y la gente los seguía investigando y no llegaba nunca una confirmación. Yo diría que la primera confirmación categórica de que hay agujeros negros en nuestro universo ocurrió el 14 de septiembre de 2015, cuando vimos dos de esos agujeros negros de 29 masas solares y 36 masas solares fusionarse y sacudir el espacio-tiempo. Esto ocurrió a más de mil millones de años luz de la Tierra. O sea, que, cuando ocurrió esa fusión en algún lugar muy remoto del universo, aquí, el organismo más evolucionado que había eran unas algas microscópicas que iniciaban lo que luego fue la reproducción sexual entre dos. Y es maravilloso pensar que, mientras viajaba esa sacudida del espacio-tiempo, aquí ocurrió la evolución de las especies para que, justo a tiempo, seres pluricelulares fabricaran dos L enormes en un país llamado Estados Unidos que permitieran detectar esta onda justo cuando pasaba por la Tierra. Luego lo pudimos detectar muchas más veces y estamos descubriendo un universo que es el mismo universo que vemos con nuestros telescopios, solo que estos fenómenos no se ven con el electromagnetismo, no se ven ni con nuestros ojos ni con las microondas. Son completamente invisibles desde el punto de vista electromagnético, pero son «visibles» o detectables usando otro tipo de técnicas.
También hemos descubierto recientemente que somos capaces de ver la tercera y creemos que última posibilidad que tenemos para ver algo muy distante, que es ver los neutrinos que esto emite. Los neutrinos son partículas fantasmales que, prácticamente, mientras te estoy contando esto, unos 60.000 millones de neutrinos atraviesan cada centímetro cuadrado de tu cuerpo por segundo y vienen del Sol. Aunque estés bajo techo, te atraviesan a ti, atraviesan el planeta entero y siguen de largo su viaje del otro lado del planeta. Estos neutrinos, por lo tanto, son muy difíciles de capturar. Cada tanto, uno es capturado. Por lo tanto, detectores de neutrinos son muy difíciles. Necesitamos grandes masas, de agua típicamente, para que algún neutrino cada tanto interactúe, se produzca una pequeña cantidad de luz ahí, que luego con fotomultiplicadores podemos ampliar y detectar que algo haya ocurrido. Y, hace muy poquito tiempo, fue o el año pasado o el anterior, ahora no recuerdo bien, se observó una galaxia que está a unas decenas de millones de años luz de la Tierra, que se sospechaba que tenía un enorme agujero negro en su centro, pero que no se podía ver porque está llena de algo que los astrofísicos llamamos polvo, que es, básicamente, moléculas de distinto tipo que están provocando lo mismo que provoca el polvo si se levanta una nube de polvo. Que no ves nada porque el polvo frena el paso de la luz. No se podía confirmar la existencia de ese agujero negro y se pudo confirmar hace menos de dos años por la observación de los neutrinos que se emiten allí, fruto de que el agujero negro se está tragando materia y cosas que no voy a comentar ahora. Pero es impresionante porque, en solo 10 años, los agujeros negros pasaron de ser criaturas conjeturales que no habíamos visto nunca a ser los únicos objetos del cosmos que hemos visto con luz, con ondas gravitatorias y con neutrinos. De tres maneras diferentes.
No hay ningún otro que hayamos podido ver así. En cierto sentido, son los que mejor hemos visto, si llamamos mejor a haber usado tres técnicas diferentes. Toda la física de agujeros negros está naciendo. Todos los que están aquí seguro que recuerdan la primera foto de un agujero negro que se hizo en 2019. La segunda foto se hizo en 2022, creo que fue, que fue del agujero negro de nuestro animalito favorito, que es Sagitario A*. Es el agujero negro que tenemos en el centro de la Vía Láctea, tiene 4.200.000 veces la masa del Sol y se lo logró fotografiar, pero Sagitario A*, a pesar de esos 4 millones de masas solares, que parecen muchas, es relativamente pequeño. Entonces, gira muy rápido. Es como un niño movedizo, que, cuando uno le quiere sacar una foto, sale fuera de foco porque el niño no se queda quieto para la foto. La primera foto de un agujero negro fue de otro agujero negro que se llama M87*, que está a unos 54 millones de años luz de la Tierra y que tiene, prepárense, 6.500 millones de masas solares. 6.500 millones de masas solares. Ese sí que es un agujerazo negro que es más grande que el sistema solar y que rota muy lentamente, y, por lo tanto, la foto de ese agujero negro salió muy bien. Hace muy poquito tiempo, logramos sacar otra foto, usando radiotelescopios, en la que se empieza a ver el chorro de partículas que emite ese agujero negro que se había observado hace más de un siglo. Increíblemente, hubo una foto muy afortunada de un astrónomo en 1918. Se ha podido ver ahora cómo nace ese chorro.
Todo esto que te estoy contando, estoy contando algunos ejemplos de física que son de la última década como máximo. ¿Y qué aprenderemos de observar el universo de esta manera? Déjame decírtelo de una manera en la que muy fácilmente voy a despertar tu optimismo. Tú imagínate a Galileo con su primer telescopio mirando Júpiter o la Luna. Mirando lo que podía ver cerca de la Tierra. Imagínate algún «hater» de Galileo diciéndole: « Vamos a ver, ya está bien, ya miraste todo lo que había para mirar. ¿De qué más sirve ese telescopio?». Pues esa persona… Los 400 años siguientes a Galileo, hemos descubierto muchísimas cosas en el universo gracias a los telescopios que se fueron construyendo a partir de ese prototipo original de Galileo. Entonces, yo diría lo mismo. Si tú me preguntas, ni siquiera tú vas a estar dentro de 400 años, pero, si hay un ‘Aprendemos juntos’ dentro de 400 años, seguramente se hablará de tantos descubrimientos hechos con ondas gravitacionales como lo que hoy hablamos de los hechos con luz en esos 400 años de la astronomía convencional. Luego, por supuesto que el entrelazamiento de Einstein del que hablamos antes está creando una gran revolución en términos de Internet cuántica o computación cuántica, cuyo límite no está muy claro. Hoy en día, es cierto que, probablemente con lo que hoy logramos controlar, lo que decimos a veces a la sociedad es un poco exagerado, porque hoy en día no somos capaces de controlar la tecnología de un modo en el que sea muy obvio que, en uno, cinco o 10 años, vamos a tener lo que prometemos.
Pero también es cierto que hemos visto que siempre aparece alguna persona a la que se le ocurre una buena idea, con lo cual los problemas técnicos que hoy tenemos se van resolviendo. Un computador cuántico es algo que ya tenemos y, claramente, dentro de unos años, serán grandes y seremos capaces de hacer un montón de cosas con ellos. Una de las cosas que, en principio, es la que más me interesa a mí… Probablemente no a alguien que esté esperando jugar a un juego con un ordenador cuántico. Eso no va a ocurrir. Probablemente, porque un ordenador cuántico es muy complicado imaginar que algún día pueda ser personal. Por cómo funciona. Necesita bajísimas temperaturas. Pero una de las cosas que sí queremos hacer es replicar, hacer simulaciones del mundo cuántico, cuánticas. Eso hoy no lo podemos hacer. Tenemos que hacer simulaciones que, en el fondo, tienen una trampita porque hacemos con ordenadores clásicos simulaciones cuánticas. Pero, por ejemplo, para poder saber exactamente qué ocurre cuando una molécula de un medicamento entra en una célula, deberíamos poder hacer una simulación. La molécula funciona con las leyes de la mecánica cuántica. No es suficientemente grande. Para poder hacer esa simulación bien, son más convenientes los ordenadores cuánticos. Por lo tanto, por ejemplo, a nivel médico es muy probable que se puedan predecir mejor los efectos de un fármaco que, simplemente, aplicándolo a una población y viendo qué pasa, qué es lo que tenemos que hacer, en definitiva. Podemos hacer algunas cosas previas a esa, por supuesto. En particular, probar con otras especies. Pero, en algún momento, seremos capaces de hacer una simulación completa de lo que ocurre con una molécula cuando es incorporada a un tejido celular, por ejemplo. Queda mucho por investigar. Siempre, yo creo que en todas las épocas, la impresión es que ya todo estaba descubierto siempre. Quiero cerrar esta pregunta recordando que, en 1900, se convocó al gran físico de Inglaterra de esa época, que era Lord Kelvin, a dar una conferencia para, como era un año redondo, que comentara cuál era el estado de la física y Lord Kelvin dijo: «La física está terminada. Quedan un par de nubarrones que ya resolveremos». Uno de los nubarrones dio lugar a la mecánica cuántica y el otro, a la relatividad. Es decir, que, muy lejos de estar terminada, la física, a la vista de hoy en día, estaba naciendo. Una persona, que era el físico más grande de Inglaterra, no fue capaz de apreciarlo. Por lo tanto, debemos ser muy prudentes siempre y sospechar que queda mucho por delante por descubrir. Será tu tarea más que la mía.
Einstein tuvo… Es injusto, yo creo, atribuirle a él nada, porque fue de hecho de los pocos grandes físicos que no estuvo. Como muestra la película «Oppenheimer», Einstein no estaba en el Proyecto Manhattan. No se lo convocó al Proyecto Manhattan, que fue el que hizo la bomba atómica, y yo creo que fue en parte porque los militares tenían clarísimo que Einstein no era una persona que se iba a quedar callada dócilmente. Era una persona que iba a protestar, probablemente, o que iba a tener algo que decir al respecto. Entonces, prefirieron que él se quedara al margen. Hubo otros físicos que dijeron que no, que empezaron y que luego, cuando vieron la cosa, dijeron que no. Pocos. ¿Qué pasa? Que Einstein escribió una carta que es muy famosa al presidente de Estados Unidos. Cuando Alemania invadió Checoslovaquia, en aquel momento, una de las cosas que hizo fue abrir una mina de uranio y tomaron control de la mina de uranio y dejaron de vender uranio. El uranio, como muchas otras materias primas, se vende. Y, de repente, de forma muy sospechosa, Alemania deja de vender uranio y, en la comunidad científica, ya existía el rumor de que con el uranio se podía llegar a producir este elemento que se fisionaba y provocaba, eventualmente, una bomba de características desconocidas en aquel momento, pero, evidentemente, potencialmente muy poderosa. Ante la perspectiva de que la Alemania de Hitler desarrollara una bomba así, cuando estaba clarísima la vocación de invadir otros países y dominar todo lo que pudiera en el mundo, ¿qué hubiera hecho cualquiera de nosotros ante algo así, siendo un científico muy famoso que vive en Estados Unidos, que el presidente lo va a escuchar, si no alertar de lo que estaba ocurriendo en Alemania? Porque, como mínimo, si Alemania iba a desarrollar esa bomba, algo hay que hacer.
Einstein, por supuesto, no le dio instrucciones al presidente de Estados Unidos de qué debía hacer. Solamente le dijo: «El uranio es un material que tiene esta potencialidad. Es muy sospechoso que Alemania haya dejado de vender el uranio, que es de los países que fue conquistando, sobre todo de Checoslovaquia». Luego eso dio lugar a que se iniciara el Proyecto Manhattan y se contratara a Oppenheimer para dirigirlo, y Einstein no tuvo nada que ver en eso. La película muestra claramente que Oppenheimer le va a hacer una pregunta en algún momento, porque Oppenheimer luego fue director del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, donde Einstein vivió los últimos 20 años de su vida, pero no tuvo, realmente, nada que ver con eso. Incluso Oppenheimer, ya que, seguramente, todos han visto la película, puedo hablar de él y es un personaje que todos ya conocemos. Claramente, estaba en la élite de la física de su tiempo. No solo hizo la bomba atómica, que, de hecho, no tiene mucha importancia en la historia de la física la bomba atómica, sino que, por ejemplo, Oppenheimer fue el primero que se dio cuenta de que un agujero negro, que era algo que existía en los papeles, pero que nadie pensaba que, realmente, pudiera ser un objeto que exista, Oppenheimer demostró que una estrella, al agotar el combustible nuclear, podía provocar un agujero negro. En otras palabras, mostró que un agujero negro podía ser el cadáver de una estrella que ya había muerto. Fue un trabajo importantísimo. Lo probó en 1939. En la película se muestra. Si la vuelven a ver, hay un momento en el que aparece Hartland Snyder con el artículo diciendo: «Nos aceptaron el “paper” en la revista». Se refiere a ese trabajo, por ejemplo.
Luego, Oppenheimer tiene también contribuciones muy importantes con otro gran físico premio nobel, que se llama Max Born, en física molecular. Fue un físico muy importante en su época, que, además, tenía este don que no muchos físicos tienen y que por eso se le eligió para este proyecto, que es una persona con condiciones para manejar un grupo humano. Antes hablamos de Paul Dirac. Evidentemente, Paul Dirac no habría podido ocupar ese cargo ni aunque hubiera querido. Oppenheimer sí lo podía hacer. También hay un cierto sentido en el cual yo creo que también es dudoso el poder achacarle una culpa muy grande a Oppenheimer. Yo no estoy diciendo exculpar a Oppenheimer. Simplemente, intentar entender si él, en su momento, tenía la información para comprender lo que se iba a hacer con la bomba atómica. La película muestra muy bien algo que yo creo que es la mayor lección para los científicos, que es que, cuando están todavía sin haber hecho la prueba de una de las bombas que probaron en el desierto en Estados Unidos, cayó Berlín. Hitler se suicidó. Por lo tanto, la motivación original para la bomba se terminó. Alemania se rindió. Se terminó la guerra. Quedaba Japón, pero nadie hablaba de una amenaza de Japón de construir una bomba así. Por lo tanto, Oppenheimer, en la película se ve que él dice: «Ya está. La bomba ya no hace falta». En un momento, le dicen: «No, Japón no se rindió todavía». Y Oppenheimer dice: «Bueno, perfecto. Inviten al embajador japonés a la prueba que haremos en el desierto y, cuando vea la explosión, va a avisar, “Muchachos, hay que rendirse porque esto es terrible, si lo llegan a tirar en nuestro territorio”».
Y ahí se ve algo tremendo que es que, no me acuerdo cómo se llamaba, el militar que estaba en el mando, cuando Oppenheimer era el director, él creía que él era el que estaba al mando, el militar le dice: «Oiga, usted trabaja para mí. Quien decide si se tira la bomba o no no es usted. Si le queremos preguntar, ya le preguntaremos, pero no es usted. Usted es el encargado de dirigir el proyecto. Y ahora, cállese la boca». Es una buena elección porque yo creo que sí que hubo, de parte de Oppenheimer y de otros científicos, una irresponsabilidad, por decirlo de alguna manera. No sé si es la mejor palabra, pero era no preguntarse qué estaban haciendo. Es cierto que los físicos somos gente también a la que nos gusta mucho jugar y el desafío. Claro, cada uno estaba haciendo una cosita. El único que tenía una visión global era Oppenheimer. Cada uno de los demás estaba resolviendo un problema técnico muy particular, que, cuando lo resolvía, sería una enorme satisfacción porque lo había logrado. Claro, todos esos problemas técnicos fueron dando lugar a que funcionara el artefacto que luego explotó, se tiró sobre Hiroshima, y otro diferente, que se tiró sobre Nagasaki. Son diferentes los dos. Yo creo que el Gobierno de Estados Unidos decidió tirar las dos bombas atómicas porque, claramente, había la vocación de probar las dos. Evidentemente, lo mejor hubiera sido no probar ninguna. La voluntad del Gobierno de Estados Unidos era dejar claro quién mandaba a partir de ese momento en el mundo y lo lograron. La verdad es que echarle la culpa a Einstein de algo así es como si… Las bombas atómicas fueron tiradas de aviones. Imagínense que alguien empezara a decir que los hermanos Wright, que inventaron los aviones, son culpables de Hiroshima y Nagasaki porque sin aviones no se hubieran podido tirar las bombas. Hombre, vamos a ver, cuando uno invente un martillo para clavar clavos en la pared, si luego viene un tal Raskólnikov y mata a una persona usando el martillo, no creo que el culpable sea el inventor del martillo. Si no, no podríamos hacer absolutamente nada, empezando por el fuego. Con el fuego también se puede provocar daños, pero no es para eso. Siempre estamos… Todos los inventos tienen un uso malvado, por así decirlo, y es imposible hacer uno que no lo tenga. Cualquiera. Yo creo que Einstein, en ningún momento… Ni siquiera Oppenheimer. En ese sentido, creo que Oppenheimer tiene una cierta inocencia porque nunca Oppenheimer pensó que eso que estaban haciendo se lo iba a tirar a nadie. Oppenheimer fue muy injustamente juzgado y, lo que es peor, que la película no lo muestra, probablemente para no herir la sensibilidad del espectador, es que, por este «bullying» que le hizo el Gobierno de Estados Unidos, no solo pagó él, que al final uno podría decir que lo pagó él, pero se lo merecía. Alguien puede pensar que se lo merecía y está en su derecho, sino que pagó su hija. La película no lo muestra, pero él tuvo una hija que terminó ganando un puesto de traductora en la ONU que no pudo ejercer porque le prohibieron las credenciales de seguridad para entrar a la ONU porque a su padre se las habían quitado y consideraron que ella es la hija Oppenheimer, qué sé yo. Y se terminó suicidando la hija de Oppenheimer por este… No sé si por esto. Tenía una personalidad depresiva, probablemente, pero terminó siendo algo muy importante y muy grave que la película no muestra para edulcorarlo un poco, sospecho.
Este principio, que tiene varias formulaciones y una de ellas, que es la que acabo de decir, luego puede demostrarse que, desde la mecánica cuántica, se deduce ese principio, o sea que podemos demostrar que en el mundo cuántico eso ocurre, está detrás, quizás, algunas personas creen, del secreto de por qué… Esto que voy a decir ya empieza a rozar algo que es muy discutible, pero no entendemos muy bien por qué hay libre albedrío. Creemos que hay libre albedrío. Que vosotros y vosotras estáis aquí porque queréis y yo estudié Física porque quiero y cada uno hace lo que quiere porque quiere. Sin embargo, en un universo que fuera como un mecanismo de relojería, no. Somos todos marionetas que, porque se movió alguna pieza de una manera determinada, se supone que hacemos lo que hacemos, en cuyo caso no habría responsabilidad penal. Uno comete un crimen y le dice al juez: «Mire, yo lo único que hice fue… Soy un mecanismo de relojería que no tomé ninguna decisión de hacer nada en especial». Bueno, creemos que sí existe el libre albedrío y que uno toma decisiones uno, y no está obligado a tomarlas. El principio de incertidumbre de Heisenberg nos ofrece un pequeño resquicio para poder explicar por qué, en un mundo en el que las leyes son deterministas, puede ocurrir que no todo sea del todo determinista con total precisión. Porque, justamente, lo que me dice es que no puedo conocer todo, todos los datos del universo, para poder hacer lo que Laplace soñó hace muchísimo tiempo. Laplace se supone que le dijo a Napoleón: «Dadme dónde están todos los planetas hoy del universo y la velocidad que tienen, y yo te diré dónde van a estar dentro de mil años». Aplicando las leyes de Newton. El universo es un poco más complicado que eso. Es un poco más complejo porque, en cierta escala, en la escala de la mecánica cuántica, no es así. ¿Es determinista? Si. La probabilidad de que esté el electrón sí que es determinista, pero luego, cuando voy a medir el electrón, puede estar aquí o acá o allá con ciertas probabilidades. Eso es yo creo que lo más profundo que hizo Heisenberg. Como antes hablamos de la bomba atómica, no puedo dejar de decir que Heisenberg estuvo a cargo del programa nuclear para hacer la bomba atómica alemán. Y no sabemos del todo… La gente que quiere defender a Heisenberg dice… Porque, claramente, el programa nuclear alemán fracasó. Los aliados hicieron la bomba atómica. Los alemanes no la hicieron. Y algunos creen ver allí un guiño de Heisenberg, que lo que hizo fue boicotear ingeniosamente, como Heisenberg era el director, era el que entendía muy bien la física, y es probable que haya puesto, sin que los demás se enteren, porque él era el que entendía todo, que haya puesto palos en la rueda para que no llegaran a tiempo y no tuvieran bomba atómica. Eso dicen algunos. Sin embargo, hay una historia increíble, que es que a muchos de los responsables del programa nuclear alemán los detuvieron y los metieron en un castillo durante mucho tiempo con todo microfonado y les hicieron sentir… Los primeros días desconfiaban, pero luego, en un momento, empezaron a charlar entre ellos. Entre ellos, empezaron a comentar cosas de cuál era el estado del programa nuclear alemán y no se encontró ningún indicio de que nadie haya sugerido, ni remotamente, que Heisenberg estaba frenando el desarrollo de la bomba atómica. Es probable que Heisenberg lo haya intentado y no lo haya conseguido, o que adrede lo boicoteó para que mejor tengan las bombas los otros. También es raro que haya hecho esto último, porque quizás, si no hubiera caído Berlín, la bomba iba a caer en Berlín, no en Hiroshima.
En algún momento, uno tenía una sensación ambivalente de pensar que quizás él podría ser más considerado. Sabiendo que él, estando en un lugar, era un factor disruptivo, por ejemplo, llegaba tarde a las charlas a veces. La charla había que interrumpirla porque entraba Hawking y había alboroto. En 2008, él vino a Santiago de Compostela una semana para recibir un premio y yo estuve en la organización de ese premio y fui quien se lo propuso. Pasé una semana con él casi todo el día y vi la historia del otro lado, que es algo que uno siempre, ya que lo estoy mencionando, en muchas otras cosas, uno debe siempre hacer el ejercicio, cuando uno tiene una opinión de algo, de ponerse del otro lado un ratito. Y, cuando estuve del otro lado, vi a una persona con una abnegación, con una resiliencia, con una generosidad, que era difícil de apreciar cuando yo lo veía de lejos. Pero yo vi, como organizador de su visita, que todo aquello que se le pidió que hiciera, incluso cosas que cualquier otra persona con el estatus de Hawking, que además era una estrella, podría decir: «Mira, no. Por contrato, yo dije que voy a hacer ABC y punto». No, Hawking, que además, por razones de salud, podía alegar perfectamente que esto no lo iba a hacer, dijo que sí a todo. Y, cuando venía una persona al hotel en el que él estaba y quería hablar con él por un buen motivo, yo intentaba filtrar para que no llegara a él, pero, cuando le preguntaba a él, él bajaba a recibir a la persona y a hablarle un ratito a todo el que quería hablar con él. Me encontré con una persona que…
Ya, en ocasiones anteriores, había visto eso, una persona que no solo no se quejaba de nada, sino que, cuando uno a veces le proponía… Al principio, cuando lo empecé a conocer, suponte que hay posibilidades de comer dos comidas, una es un puré y la otra es una barbacoa, y tú piensas, ingenuamente, que Hawking va a preferir el puré porque la barbacoa, ¿cómo la va a comer? Es un follón. Hawking decía barbacoa inmediatamente. Permanentemente, elegía lo más complicado. Permanentemente. Si había una opción que era… Voy a contar una anécdota muy divertida que la recordé hace unos días. Cuando vino a Santiago de Compostela, estuvo la idea de que hiciera el final del Camino de Santiago. La pregunta es desde dónde. Y hay un momento que, si uno no lo hace desde muy cerquita el final, el camino natural tiene una bajada muy empinada. Y la asistente de Hawking, que vino a reconocer el terreno y a tomar decisiones, dijo: «No, por acá no va a pasar, pero no se lo muestren a él. Porque él va a decir que sí». Entonces, tuvimos que no decirle nada a él y que él arranque desde abajo sin decirle que se acababa de perder una rampa porque se iba a matar por la rampa. Pero es que, cuando él controlaba la silla de ruedas, toda la gente que lo conoció en esa época y que iba a Cambridge, era habitual ver a Hawking tirado en el césped porque iba a velocidades de vértigo con su silla de ruedas cuando él la controlaba y le daba igual. Y se caía y el resto lo tenía que recoger porque era Hawking. A pesar de que, en Cambridge, no se puede pisar el césped si no eres «fellow» del «college», lo cual generaba ciertas tensiones.
Era una persona con un sentido del humor maravilloso, con una vida muy complicada, evidentemente. Imagínense, si ya es complicado ser una estrella, que los focos mediáticos están en ti, en la situación de él, que muchas cosas no dependían de él. Al final, en la práctica, comunicarse con él era comunicarse siempre a través de otra persona, salvo que lo tuvieras de frente. Yo, después de la visita que él hizo a Santiago, tuve el privilegio de que él me invitara a su casa a cenar un día. Luego hicimos una entrevista que se puede encontrar por ahí en una revista que dirigía otro que estuvo sentado aquí, Hernán Casciari. Tuvimos una relación personal, que fue algo así como una amistad moderada, porque también la diferencia de edad más la dificultad de comunicación no hacían fácil que fuera una amistad estrictamente. Pero tuve la oportunidad de estar en un cumpleaños suyo al que él no fue, por cierto. No fue porque tuvo un tema. Eso pasaba con él. Un tema de salud. De repente, estaba gravísimo y, a la semana siguiente, estaba bien, pero, cuando estaba gravísimo, estaba gravísimo. Y finalmente, lamentablemente, la última vez que fui a Cambridge, fue para su funeral. Fíjense, el funeral de él, que él dio algunas instrucciones para su funeral, tuvo un final maravilloso, que yo creo que todos los que estábamos ahí y lo conocimos sentimos su presencia y su guiño. Hubo varios discursos muy bonitos. Uno de Eddie Redmayne, el actor que hizo de él. Dio un discurso muy bonito. Y, de repente, está terminando todo y viene una especie de fraile. No sé exactamente qué cargo tiene, pero un fraile vestido casi como si fuera un personaje de «El nombre de la rosa». Se sienta al piano y, cuando todos esperábamos, o yo al menos esperaba que tocara algún réquiem, se pone a tocar el tema «Fly Me to the Moon», que es un tema alegre y que, evidentemente, fue una elección de Hawking para su funeral. Una persona que se permitió bromear hasta después de muerto. Una persona imprescindible, creo yo, en la historia moderna de la cultura.
Higgs era mucho más complicado que Hawking de conocer porque Higgs era una persona muy retraída, muy tímida, que no quería nada con el mundo, no atendía el teléfono, no tenía teléfono, no tenía correo electrónico y su contacto con el mundo era otro físico que se llama Alan Walker, que era el que mediaba. Una vez por semana se juntaban y le decía: «Te llegaron estas 800 invitaciones para esto». Y Higgs decía: «No, no, no, no». A alguna decía que sí. Yo le quise hacer una entrevista. Una vez que había hecho la de Hawking, me interesaba la posibilidad de hacer la de Higgs cuando se descubrió el bosón de Higgs. De hecho, fue el mismo año, fue en 2012, y le escribí al correo que aparecía en la página de la Universidad de Edimburgo y me llegó una respuesta de Alan Walker diciéndome: «Tomamos nota de su interés en entrevistar al profesor Higgs. Hay mil personas delante suyo en la cola, así que tenga paciencia». Yo le comenté al editor de una revista chilena, que fue el que me pidió que hiciera la entrevista: «Pues no va a ser». «No, pero ¿por qué? Te dijo que había mil personas, hombre». Le dije: «Es una forma de decir que no va a tener lugar esta entrevista». Pasaron un par de meses y me insistió el editor. Me dijo: «Oye, pregúntale por dónde vas en la cola». Yo dije: «¿Qué iré? ¿El 999?». Y ahí tuve el reflejo de que hay un colega hispanocubano que está en Edimburgo y que lo conoce a Higgs. En un reflejo, quizás latino, se me ocurrió volver a escribir e invocar el nombre de este colega que es tocayo mío, José.
Lo mencioné y la respuesta, para mi sorpresa, fue: «Puedes venir cuando quieras». Cambió radicalmente. Pasé de la posición mil a la uno, así que no tardé. Saqué el primer pasaje que pude y me fui a Edimburgo a conocerlo. Higgs era un tipo muy entrañable por motivos diferentes a los de Hawking, pero realmente muy entrañable. Era el abuelo que todos queremos tener. Porque era una persona de una humildad rayana con el absurdo. No quería recibir el Premio Nobel. No quería, le molestaba. Y, de hecho, el día que se anunció el Nobel… Yo le pregunté en esa entrevista. La entrevista fue en septiembre. El Nobel se anuncia en octubre y a uno lo llaman por teléfono. No le dicen antes que va a ganar el Nobel. Era muy improbable que se lo dieran ese año por los tiempos de la Academia Nobel, pero yo le pregunté. Le dije: «Imagínese que es el segundo martes de octubre y suena el teléfono». Me dice: «Yo no atiendo el teléfono». Digo: «Bueno, pero es el segundo martes de octubre, que todos sabemos que… Y hay un sueco del otro lado». Me dijo: «Yo no atiendo el teléfono. Veo el identificador de llamadas y decido si responder la llamada». Cuando, al año siguiente, se dio el Premio Nobel de Física, yo estaba en Chile y, por la diferencia horaria, eran las seis y pico de la mañana, ya era obvio que se lo iban a dar a Peter Higgs y a François Englert, que es el otro que escribió un trabajo con la misma idea. Me desperté para ver el anuncio. Puse el despertador, pongo Internet con la conexión con el Premio Nobel y veo que los suecos, que son superpuntuales, dicen que el anuncio ha sido retrasado media hora. Y yo me reía solo en una pensión en Chile, diciendo que están buscando a Higgs y no lo van a encontrar porque seguro que se fue de su casa. Él me dijo que se iba a ir a la montaña para que no lo pudieran encontrar. Al final, no se fue a la montaña y se fue a otra ciudad, pero se fue para que no le dijeran nada. Así que era una persona muy humilde, con una militancia por causas políticas nobles, creo yo, melómano, amante de la cultura, un infaltable a todos los festivales. En el Festival de Edimburgo, que es todos los veranos, él estaba siempre ahí escuchando música. También acudí a su funeral y ahí también hubo música clásica. Él era amigo de muchos de los músicos que tocaban en orquestas clásicas en Edimburgo. Cuento una última anécdota. Cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias, de repente, yo recibo una invitación de Peter Higgs para ir a Oviedo. Yo dije: «Pero vamos a ver». Yo lo había visto una vez en la entrevista. Todos los que él invitó… No fue nadie de su familia, sino que él invitó a gente tan «random» como era yo para él. Había dos cerveceros de Cataluña que habían hecho una cerveza que se llamaba Bosón de Higgs. Estaba el chico que lo acompañó cuando visitó CosmoCaixa en Barcelona. Estaba yo y nos autodenominamos «el equipo Higgs» porque todos los demás premiados tenían a su familia o a sus amigos. Higgs tenía una colección de personas muy variopintas.
Llega el momento en que le dan el premio, todos acompañándolo, haciendo el papel de la familia de él, arropándolo. Cuando le dan el premio, hay una recepción con la monarquía. En ese momento, Felipe era príncipe y estaba la reina Sofía. Y, cuando nosotros llegamos a esa recepción como parte de la familia de Higgs, Higgs estaba medio agobiado y en un momento dice: «Yo me quiero ir de aquí». Avisa a alguien de protocolo del Príncipe de Asturias que se quiere ir de allí. Imagínense, acaba de recibir el Premio Príncipe de Asturias, de protocolo le dijeron: «Por supuesto, profesor Higgs, vienen, inmediatamente, un chofer o lo que usted quiera para llevarlo a estos tres o cuatro restaurantes de Oviedo que son…». Y dijo: «No, no se preocupe, hay uno acá a la vuelta que me encantó». Y nos fuimos a uno que no voy a decir el nombre para no hacer publicidad, pero un restorán que había a la vuelta del hotel, que era de estos de mantel de papel, borracho en la barra y tapas. Y ahí pasamos la celebración del Príncipe de Asturias de Peter Higgs, riéndonos de esa situación. Y él era un tipo, en ese sentido, no muy amigo de los poderes en general. De hecho, recuerdo cuando le fui a hacer la entrevista, y con esto cierro esta parte, pero es que es muy simpática esta anécdota también. Yo llego a verlo. Yo no lo conocía de nada. Salgo del ascensor del edificio de Edimburgo y lo veo y, obviamente, sí que sabía su cara. Por lo tanto, lo veo y le digo: «Profesor Higgs, yo soy el que le viene a entrevistar». Y me dice: «Bueno, vamos a empezar la entrevista. Estoy un poco mal de la garganta, pero ayer tenía una inauguración. Había una muestra en Edimburgo, en la Royal Society de Edimburgo, que se llamaba “De Maxwell a Higgs”». Maxwell fue uno de los físicos más grandes de la historia, también escocés, de Edimburgo. Higgs no era escocés. Y a esa muestra en la Royal Society venía el esposo de la reina de Inglaterra a inaugurar la muestra y Peter Higgs era la estrella invitada. Y me dice: «No fui ayer a la inauguración de la exposición “De Maxwell a Higgs” porque quería cuidarme la garganta para hablar contigo». No me conocía de nada. Simplemente, yo no era de la monarquía y me dejó clarísimo que él prefería dedicar su tiempo a charlar conmigo que a hacerlo con el esposo de la reina de Inglaterra, lo cual me pareció increíble. Y esa fue la primera cosa que me transmitió Peter Higgs.
La historia natural nos muestra que somos descendientes de otras especies y que, en algún momento, por razones que no comprendemos muy bien, se desarrolló la conciencia y esta inteligencia que tenemos. Algunas condiciones sí que conocemos, pero somos primos hermanos, no nos vengamos muy arriba, porque somos primos hermanos de la cucaracha, por ejemplo. O del piojo o de otras especies que habitan la Tierra. Y, así como comprendemos con facilidad las limitaciones cognitivas del gato… Yo tengo un gato y le suelo poner con el puntero láser. El gato toda su vida va al puntito y nunca viene a mi mano a quitarme el puntero. Porque su arquitectura cerebral le impide hacer ese salto conceptual para ver que ese puntito viene de lo que tengo yo en la mano. Es muy fácil, nos ponemos un poco borgianos, imaginar un ser que nos ve a nosotros con la misma condescendencia con la que vemos nosotros al gato. De hecho, sabemos que nuestro cerebro tiene fallas. Si no, si invitan en el ciclo de ‘Aprendemos juntos’ a un mago, quién mejor que un mago para saber que nuestro cerebro tiene fallas. Si nos engañan delante de nuestras narices. Nos hacen cosas que son… Están aprovechando nuestro déficit de atención, nuestro déficit de que el cerebro, cuando ve dos cosas que se pueden conectar, las conecta, quiera uno o no quiera. Uno se deja llevar por caminos que son equívocos. Nosotros tenemos un… Está por ahí afuera la naturaleza, la realidad desnuda de ecuaciones, desnuda de palabras, y luego estamos nosotros, unos seres que hemos desarrollado un lenguaje verbal y un lenguaje matemático, y ese lenguaje lo hemos puesto sobre la naturaleza y les hemos puesto nombre a las cosas. Hemos definido cantidades que podemos medir, calcular y escribir ecuaciones que dicen cómo cambian.
Pero no debemos olvidar, creo yo, que una cosa es el territorio y otra cosa es el mapa del territorio. Lo que hacemos son maravillosos mapas. De hecho, en algunos casos, muy maravillosos. A veces, incluso hasta puede que más interesantes que el territorio, pero nunca son el territorio. Yo creo que no va a haber ecuación final. Incluso, me parece un despropósito, porque sería un momento en el que uno… ¿Qué? ¿Cierra todos los institutos de investigación porque ya se entendió todo? No me parece que tenga mucho sentido. Esta respuesta me invita a hacer otra reflexión y es que la ciencia es una manera, ya empezamos diciéndolo, es un método del error que nos ha permitido muchas cosas, muchísimas cosas, comprender muchos aspectos del mundo, modificarlo, a veces para bien, a veces para mal. Pero no es la única mirada sobre el mundo. Hay otras miradas sobre el mundo. Me gustaría hablar un segundito sobre la mirada que el arte ofrece sobre el mundo, que tiene muchos aspectos muy similares a los de la ciencia. El artista tiene una técnica para expresarse, tiene una noción de verdad que, en el caso del arte, es de cada artista. Un artista sabe cuándo su obra está terminada y cuándo no, y lo sabe porque la obra, en algún momento, dice: «Ahora sí y antes no. Y después tampoco. Es ahora». En la ciencia, quizás la noción de verdad viene más impulsada por el contraste con los experimentos. Pero luego hay una noción, ya hablamos de Dirac y su sentido de la belleza, hay una noción, por supuesto, estética en el arte. Pero no solo estética. Hay también una parte conceptual en el arte y la mirada de…
Por algún motivo que a mí me perturba mucho, hemos decidido que, si bien en nuestro cerebro, que yo sepa, no hay una costura que diga «arte» y «ciencia» en alguna parte de algún hemisferio o en algún lóbulo cerebral, sino que son dos fenómenos de la misma especie que somos nosotros y que les ponemos un nombre diferente para simplificarnos la vida, pero que, realmente, no tenemos muy claro que sean cosas diferentes, por una parte. Y, por otra parte, como son dos miradas sobre el mundo, son dos miradas que no solo se complementan, sino que enriquecen lo que uno está mirando. Y me gusta siempre poner aquí el ejemplo de los ojos. Nosotros tenemos dos ojos. No solo cada ojo ve un campo visual que no es exactamente el mismo, sino que, solo con dos ojos, uno tiene una mirada en tres dimensiones. La mirada estereoscópica de dos ojos permite ver en tres dimensiones. No me parece del todo descabellado pensar que, si un ojo es el arte y el otro es la ciencia, o un ojo son las humanidades y otro, las ciencias naturales, como quieran ponerlo cada uno, es esa mirada de dos ojos la que permite ver la hondura de lo que uno está mirando y no quedarse con algo que representa una parte de la realidad, pero no el todo. Tampoco sé si el arte y la ciencia representan el todo, pero, seguramente, están un poquito más cerca de representar el todo que uno solo de los dos por separado.
Les cuento esto porque les quería contar que yo, hace unos años, convencido de esto que les estoy diciendo, y con el paso de los años, con la vocación de no irme de este mundo sin haber hecho todo lo que quiero hacer, me puse a colaborar con artistas varios en emprendimientos para tratar de poner a prueba estos vasos comunicantes entre arte y ciencia. Usar la ciencia como material sensible para expresar el arte. Usar el arte como medio para hablar de ciencia. Y, después de muchas experiencias con artistas plásticos o diseñadores textiles, en un momento me di cuenta de que en casa tengo una hermana y que mi hermana es música. Entonces, dije: «¿Cómo no se me ocurrió antes?». Empezamos a dialogar con mi hermana a raíz de una invitación que le hice a que me acompañara para hacer un número musical en una presentación de un libro y se apareció una tercera persona. Mi hermana se llama Lorena. Apareció Daniela de Rito, una amiga de mi hermana, ahora también amiga mía, que es cantante, y dijimos: «¿Por qué no construimos un espectáculo que sea algo así como nuestra forma de pararnos frente al cielo?». Que incluya la mirada de la ciencia, que es más o menos universal. Créanme que un astrónomo japonés, árabe u hondureño tiene los mismas libros de física en la biblioteca. Sin embargo, no tiene las mismas leyendas, no tiene la misma música, no tiene la misma forma de ver, en general, el mundo en el que vive.
Nosotros tres, como argentinos, latinoamericanos, nos propusimos construir algo que respondiera a esa necesidad. Y lo hemos hecho. Y os lo quiero presentar. Os lo traje de regalo. Quiero invitar a que me acompañen Lorena Edelstein, mi hermana, y Daniela de Rito, para mostrarles una pequeña muestra, musical en este caso, de un espectáculo que es musical y narrativo, que se llama «Universo entre canciones» y que, en estos días, estamos girando por España. Bueno, aquí están Lorena y Daniela. Os quería comentar brevemente, uno, que veréis a un físico cantando. Eso quizás lo lamentaréis. Lo siento, pero bueno. Y van a ver que el tema que vamos a interpretar se llama «Décimas cuánticas» y es, se podría llamar, una canción de amor que escribí yo la letra y que es algo así como un enamorado que le dice a la persona que ama, sobre todo, que la ama porque comprende los entresijos de su naturaleza microscópica. Me hace mucha ilusión. Es algo un poco raro, lo sé. Los físicos somos gente rara, pero es tratar de poner algunos de los conceptos de la física cuántica de los que hablé hoy en un poema de amor. «Décimas cuánticas».
Si he de creer a los sabios,
la tersura de tus labios
no es nada más que vacío.
Es que te juro, amor mío,
que el asunto es cosa seria.
No soy ni bufón de feria
ni cantor de silogismos.
Tus átomos son abismos.
Tan etérea es la materia.
como que no pierde ripio.
La incertidumbre es principio
en noble mármol forjado.
No somos más que un puñado
de moléculas al viento.
Si las vemos con aumento,
con un ojo habrá que ver.
la posición o el momento.
tus arrumacos sensuales.
¿Cómo entes tan fantasmales,
sean núcleos o electrones,
construyen tantas versiones
de realidad policroma?
El capricho de un axioma.
Nuestros cuerpos anudados.
pero el diablo ni se asoma.
en esta empresa romántica
para buscar en la cuántica
tu más íntimo secreto.
Lo mío es solo un boceto.
Mapa a escala de tu mundo.
El borrón de un vagabundo
mendigando la verdad.
tan breve como un segundo.