“Para ser feliz necesitas un propósito“
Emilio Duró
“Para ser feliz necesitas un propósito“
Emilio Duró
Empresario y profesor
Creando oportunidades
“La clave de todo es tener un sentido de vida”
Emilio Duró Empresario y profesor
Emilio Duró
Emilio Duró lleva cuatro décadas preguntándose de qué va la vida. A sus 64 años, este empresario y profesor catalán asegura haber entendido que la vida no va de éxito o fracaso, ni siquiera de actitud. Como admirador del neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco Víctor Frankl, autor de ‘El hombre en busca de sentido’ y ex prisionero en campos de concentración nazis, Duró afirma: “la clave de todo está en tener un sentido de vida, un propósito por el que levantarse cada mañana, un ‘para qué’ vivir”. A pesar de haber cosechado grandes éxitos profesionales en su juventud, un golpe emocional le hizo tomar conciencia de que no era feliz. Y pasó a preguntarse cuál era el secreto de aquellas personas que siempre desprenden optimismo, energía y pasión. Asegura que una de las claves cuando recibimos un golpe en la vida está en asumir la responsabilidad: “Cuando la vida te va mal, tú no eres culpable de todo lo que te pasa. Pero sí eres responsable de tu respuesta”, afirma. ¿Y qué significa “responsabilidad”?: “Aprender a responder con habilidad”.
Tras años de estudio e investigación en el campo de la psicología positiva y la neurociencia, Emilio Duró ofrece algunas claves fundamentales para enfrentar la adversidad y vivir una vida con propósito, basada en el bienestar a largo plazo y no en el placer inmediato. “Hoy sabemos que la mente se programa, sabemos que las emociones condicionan lo que pensamos y que nuestra mente es un buscador, que está programado para sobrevivir y buscar lo malo. De nosotros depende cambiar y reconectar eso para lograr ser más felices y plenos”, concluye.
Transcripción
Cuando me preguntéis cosas, os diré lo que he ido aprendiendo con sesenta y cuatro años. Seguramente, si me llegáis a preguntar esto hace veinte años, o hace treinta, o hace cuarenta, os hubiese dicho lo contrario. Y, además, que tiene que ver con lo que yo llamo la esperanza. Vais a ver que vivimos en un mundo rodeado de malas noticias. Vivimos en un mundo donde parece que todo es un desastre, en el cual hemos dejado de reír. Los niños ríen doscientas-trescientas veces al día, nosotros no llegamos a veinte al mes. Hemos puesto el mal humor de profesión. Si te ríes, no trabajas. Todo tiene que ser científico. Y yo tengo mis dudas. Tengo mis dudas porque las cosas más maravillosas de la vida creo que no se pueden demostrar. Y eso es un poquito de lo que me he dado cuenta con el tiempo, de que, al final de la vida, lo único que te importa son los seres que has querido, las personas que han estado a tu lado. Me doy cuenta de que la causa principal de tristeza hoy en la vida es la soledad. Es curioso, en un mundo como el nuestro, porque vosotros venís de familias, aquí, latinas, la mayoría, como yo, y nosotros, cuando estábamos tristes, ¿qué hacíamos? Nos abrazábamos, nos tocábamos, nos besamos. Ahora le preguntamos a Google qué tenemos que hacer, o a la inteligencia artificial. Y digo: «Pues no sé si yo estoy equivocado, que podría estarlo, o si igual tengo razón». Y eso es lo que os voy a tratar de explicar. Hay un experimento que me encanta, de la Universidad de Harvard, para mí extraordinario: se cogen unas ratitas y se ponen en un jarrón con agua. Una ratita de laboratorio aguanta entre trece y quince minutos nadando antes de ahogarse. A los trece minutos, se ahoga. Se rinde y se ahoga. Y esto se hace con muchísimas ratitas. Me imagino que antes de que se ahoguen las salvan. Y a una de ellas, cuando está a punto de ahogarse, se la coge y se la saca y se la deja descansar encima de un taburetito o de una mesita. Ella descansa, se recupera y al poco tiempo se la vuelvo a poner. Ella vuelve a nadar y, cuando está a punto de ahogarse, se la saca y se la vuelve a poner. Y se hace así varias veces. Esta ratita aguanta sesenta horas nadando.
¿Y por qué aguanta sesenta horas? Porque tiene la esperanza de que alguien la salvará. Entonces, yo creo que la vida es esperanza. ¿Quién nos ha matado la esperanza? Es decir, yo creo que podemos luchar con el dolor, pero ¿podemos luchar con el sufrimiento? Y yo creo que sí. Y en los colegios nos enseñaron matemáticas, física y química. ¿Alguien nos enseñó cómo superar los malos momentos? ¿Alguien nos enseñó cómo vivir frente a la adversidad? ¿Alguien nos enseñó la humildad y una serie de cosas? Que, si queréis, os trataré de explicar lo que sea. Entonces, yo creo que hemos hecho un error serio: lo que no se puede demostrar no existe. Todos queremos dedicarnos a las ciencias y no a las letras, pero las grandes preguntas de la vida, quién soy, dónde estoy, para qué estoy aquí, las seguimos teniendo. Pero yo os pido un favor: no me hagáis caso, yo no me aclaro con mi vida. Cuando la gente me dice: «Emilio, ¿tú eres optimista?». Pues depende del día. «¿Y eres feliz?». Pues depende del día. Entonces, ¿mi objetivo? Pues, viendo el otro día un vídeo maravilloso de Albert Espinosa, creo que el objetivo de la vida es irse a dormir sin miedo y despertarse sin angustias. Y creo que hemos conseguido un mundo donde todos nos vamos angustiados. Y mi pregunta es muy simple, la leía el otro día en un periódico. Había un señor que había perdido a un hijo, y luego al segundo hijo, con seis años, con una enfermedad rara. Y creo que el título era «¿Y tú por qué corres?». ¿Vale? Y esa fue mi pregunta: «¿Y yo por qué corro?». En un momento determinado de la vida, me di cuenta de que corría, corría, corría, pero no sabía por qué corría. Y creo que a veces tenemos que pararnos a pensar por qué corremos, porque nos pasamos la vida corriendo sin sentido. Veía un vídeo maravilloso de Ric Elías, que es aquel señor que se estrelló en el río Hudson. Él dice que iba en un avión y, de golpe porrazo, el piloto ve que esto se está moviendo mucho y dice: «Prepárense para el impacto».
Y dice: «En aquel momento, supe que me iba a morir. Y a medida que estábamos cayendo…», y os lo resumo muy rápido, «tres cosas pasaron por mi mente: la primera, me di cuenta de que la vida cambia en un instante». Y eso es algo de lo que me di cuenta. Me di cuenta de que yo sabía luchar contra golpes técnicos. ¿Cómo luchas contra golpes emocionales? Porque luchar contra un momento que puedas resolver lógico-matemáticamente es fácil. ¿Cómo luchas con algo que no siempre depende de ti? Entonces, él dice: «En aquel momento me di cuenta de que la vida cambiaba en un instante y me dije algo a mí mismo: si saliese vivo, guardaría el vino malo y me tomaría el bueno». Y es curioso, nos pasamos la vida guardando y diciendo «En el futuro seré más feliz». Lo segundo, dice: «A medida que estábamos cayendo, me arrepentí de los malos momentos que había hecho pasar a gente que me quería». «Me arrepiento del tiempo que he estado discutiendo con gente que quería. Y si saliese vivo, tengo claro que prefiero ser feliz a tener razón». Dice: «Y, también, cuando caíamos, me di cuenta de que morir no da miedo, pero es muy triste, es muy triste. Y me dije a mí mismo: “¿Qué es lo que te importa en la vida?”. Y lo único que me importaba es ver crecer a mis hijos. Al cabo salvé la vida de milagro». Es aquel famoso accidente. «Y, cuando estaba, al cabo de un mes, en la función de teatro de mi hijita, ella estaba bailando, no es una gran bailarina, pero hacía lo que podía, me puse a llorar como un loco porque entendí el sentido de la vida. Entendí que lo único que me importaba en la vida es ser un buen padre, lo único que quería en la vida es ser un buen padre». Entonces, estoy abierto a las preguntas qué queráis. Os diré aquello que me hubiese gustado que me hubiesen dicho cuando tenía veinte años. Os trataré de transmitir mi experiencia. ¿Es la idónea? Yo creo que no, o sea, en la vida hay tantas realidades como gente que mira. «¿Y con esto qué consigues?». Pues depende. En unos momentos, ser feliz. En otros, sobrevivir y, en otros, lo que puedo.
Me ha costado muchísimo entender de qué va esto y no lo sé, pero sí que tengo algo claro: que no os maten el sentido de vida, que no os maten el sentido de vida. Y la principal causa de la infelicidad es la soledad. La soledad, la soledad. Y es increíble que a nosotros nos vengan a explicar los del norte cómo ser felices. La Universidad de Míchigan hizo un estudio el otro día para ver cómo es la gente que más éxito tiene en la vida y vive más. Lo primero es que no vienen solos. Y lo segundo, que tienen una vida social activa. O sea, se han gastado una fortuna para descubrir el bar y la familia. ¡Pero si lo conocemos de toda la vida! ¡Si llevamos toda la vida en esto! ¿Nos lo vais a explicar a nosotros? ¿Me entendéis? Y por eso te viene una persona con «las doce leyes del éxito», con dieciocho divorcios, y te dice cómo ser feliz. Digo: «No me toques», porque la mala suerte se pega, el gafe existe y luego os lo enseño. Muchísimas gracias. Oye, y preguntadme lo que queráis.
La dopamina mata a la serotonina. Fijaos en que esta sociedad moderna, tienes toda la razón, la basamos en la inmediatez, en la falta de propósito en la vida, porque nos hemos centrado en el cómo vivir, no en el por qué vivir. Desde que nacemos hasta que morimos, solo buscamos una cosa: que nos quieran. Todos buscamos amor. Todos buscamos amor. Y estamos frente a una pantalla plana y nos dejamos la vida para ver cuántos ‘likes’ he tenido, ¿me entendéis? Y, claro, ¿cuándo consigues ‘likes’? Cuando haces las mayores salvajadas del mundo. Y, segundo, una sociedad de inmediatez. Fijaos en que antes veíamos una serie, la veías un lunes y el próximo lunes era la segunda parte. Hoy ves dieciocho capítulos seguidos. «Es que he pedido tal cosa y aún no me ha llegado». «¡Si la has pedido hace una hora!». «Sí, sí, pero no la tengo». Es una sociedad de todo al momento. Hay un experimento interesantísimo de la Universidad de Harvard. Se ponen niños de dos-tres años y se les pone una chocolatina encima de la mesa y se les dice: «Si te la comes, no te daré otra. Si no te la comes, te daré otra». Algunos niños… Tienen dos o tres añitos. Dice la profesora: «Yo ahora voy a salir». Algunos niños se ponen nerviosos cuando sale la profesora, miran la chocolatina y los ves cómo se controlan, hacen así y no se la comen. Y hay otros niños que se comen la suya, la del vecino y todas las que encuentran. Se mira la vida de estos niños. Aquellos niños que fueron capaces de resistir la tentación de comerse la chocolatina, sacan mejores notas en el colegio, aprobaron seis o siete veces más las carreras universitarias, su vida va muchísimo mejor, sus trabajos van muchísimo mejor, tienen menor tasa de divorcio… O sea, objetivamente, ¿han conseguido resultados brutalmente superiores a quién? A los niños que se la comieron. Y fijaos en que esto es curiosísimo. ¿Y por qué? ¿Con niños de dos o tres años? ¿Por no comerte una chocolatina? Claro, es por la capacidad de diferir recompensas. Con lo cual, si yo soy capaz de no comerme la chocolatina, ya veréis que esto se hace de pequeñito, ¿eso qué provoca? Que, cuando tengo un problema con mi pareja, digo: «Hablamos mañana, que ya sabes lo que te quiero». Implica compromiso.
Son capaces de que, si se cruza un coche, se controlan y dicen: «Pobre hombre, igual tiene prisa». Entonces, la sociedad actual es así. Es una sociedad de inmediatez, los niños se concentran mucho menos, es verdad, tienen que hacer veinticuatro o veinticinco cosas a la vez, lo tienen todo a la vez, y esto provoca ansiedad. ¿Y la ansiedad qué provoca? La ansiedad provoca depresión. Ahí tenemos los datos. Ya tenemos más del quince por ciento de los niños, hoy, con ansiedad, más del catorce por ciento, con depresión y otras enfermedades mentales. Si las sumáis, es el veintitantos por ciento. Con más de cincuenta años, más de cuarenta por ciento de la población tiene problemas mentales, falta de sueño, ansiedad. Y eso tiene una explicación. Durante tres coma ocho millones, ¿cuál ha sido el objetivo de la vida? Sobrevivir. La genética es muy dura. Lo decía Punset. Cuando sale una gacela coja, los leones no dicen «A la coja, no. A la coja, no. A la coja, no». Van a por la coja. Luego esto era muy simple. O sea, yo hubiese muerto, con sinusitis. De pequeño, yo hubiese muerto. Era una vida de una vida corta. Vivíamos muy poco. Y salíamos a cazar. Hubo una sequía hace muchos años y eso provocó que el ser humano muriera, la mayoría, y por primera vez en la vida, fueron capaces de cultivar o de tener un animal que podían ordeñar. Y por ahí empiezan las preocupaciones. Porque nos asentamos, y tengo que plantar algo, regarlo, abonarlo y, sobre todo, que no vengas tú y te lo comas después, que es mío. ¿Cuántos trajes tenéis, o abrigos, en casa? Y los pasas de invierno a verano, de verano a invierno. «Uno de hace veinte años algún día me irá bien». Seguimos viviendo en la jungla. Aún vamos al bufé libre y nos lo comemos todo. «No, por si acaso». Aún vamos a los hoteles y nos llevamos los jaboncillos, las zapatillas blancas. ¿Y para qué te los llevas? No puedes evitarlo. Fijaos en que todo es un sinsentido. Y eso es porque para la sociedad moderna, lo siento muchísimo, a la que vamos, no estábamos preparados. Nunca nadie ha vivido así. Jamás. Y eso es lo que está provocando la ansiedad, la tristeza y todo lo que estáis viendo.
Entonces, fijaos en que es un cambio total sobre lo que habíamos vivido. No tiene que ver nada la vida que llevamos ahora con la que llevábamos, ¿cuándo? Hace doscientos, trescientos, quinientos años. Y hemos pasado de que el objetivo en la vida era sobrevivir a que el objetivo hoy es vivir. El objetivo no es poner años a la vida. El objetivo es poner vida a los años. Pero, claro, lo que se ha hecho ha sido duplicar otra vez la esperanza de vida. Y los que estáis aquí vais a vivir treinta y un mil días de media. Si vives diez mil días, ¿qué es la vida? Sobrevivir. Si vives veinte mil días, ¿qué es? Conocimientos es vivir. Si vives treinta y un mil días, ¿qué es la vida? ¿Se puede vivir cien años con una persona triste? ¿Se puede vivir con un amargado durante cien años? Algunos de vosotros pensad en la pareja que tenéis. Es decir, ¡no muere hasta los cien! Algunos dicen: «¡No fastidies!». Pues sí. «Es que a mi pareja no le importa que viaje». ¿Qué le va a importar? Dice: «Que me ha salido un proyecto fuera». «¡Cógelo, cógelo!». Lo que estáis pensando es que queréis vivir con una persona que esté loca, que baile, cante, sienta, transmita vida. Y por primera vez en la vida, estas ya no son las actitudes. Yo me equivoqué. Como esto me funcionaba bien, pensaba que la vida eran conocimientos. Luego, me di cuenta de que aparte de los conocimientos, hace falta una forma de ver la vida. Yo ficho a la gente en función de cómo sube las escaleras. Hay gente que transmite, ¿no lo habéis visto? Y me doy cuenta de que no solo son conocimientos, también son actitudes. Pero, claro, las actitudes son el cubalibre, acordaos de la dopamina, eso sirve puntualmente. El estado de ánimo es puntual, lo que es importante es tu sentido de vida. Viktor Frankl descubre que la gente en los campos de concentración nazi que lo ha perdido todo muere en menos de dos semanas. La gente que tenía a un niño enfermo o a los padres enfermos tardaba más en morir o no moría. Y descubre algo tremendo: que la vida solo es maravillosa cuando tienes un por qué, no solo un cómo. Y diferencia entre cuerpo y alma. ¿Qué es cuerpo? Lo tangible, el cómo vivir. ¿Qué es alma? El por qué vivir.
Luego solo podréis vivir felices si tenéis un por qué levantaros cada mañana. Y la vida no es lo que nos contaron. ¿Queréis cambiar estados de ánimo? ¿Os atrevéis? Los que queráis poneos de pie si podéis y a la persona que tengáis al lado le dais un abrazo sentido de siete segundos. Siete segundos. ¿Habéis visto cómo os ha cambiado el estado de ánimo? ¿Habéis visto cómo os reís? Y os diré más, aunque parezca una tontería, ¿habéis visto que algunos de nosotros no somos capaces de aguantar siete segundos abrazados? Eso es una enfermedad muy grave, ¿vale? Los niños que no han sido tocados no saben tocar. Y esto normalmente acaba en depresión. Creo que es una enfermedad que se llama ‘alexitimia’, la incapacidad de expresar emociones. Entonces, ya veis que es mucho más efectivo un abrazo que cualquier otra cosa. ¿Y habéis visto que las niñas hacéis así? Las chicas. ¿Habéis visto cómo ha cambiado el ambiente de la sala? Luego cuando tengáis a alguien que lo está pasando mal, no le sueltes un rollo, dale un abrazo, dile lo mucho que le quieres. ¿Qué buscan vuestros hijos? ¿Qué buscáis vosotros? ¿Qué buscamos en la vida? ¿Qué estoy buscando yo? Que me queráis. Eso es lo que estamos buscando. Pero, claro, si eso lo transformamos en ‘likes’, lo tenemos difícil. Y no sé si te he contestado. Con eso, ¿qué os trato…? Os podéis sentar, muchísimas gracias. ¿Y con esto qué hemos hecho? Hemos hecho un mundo, tanto para vosotros como para mí, donde cada día, ahora te la juegas. Cada día tomáis treinta y cinco mil decisiones, ¿lo sabíais? Con lo cual, ¿qué te vas a jugar? Es un mundo de «Si no lo tengo ahora, ya te lo puedes quedar». Luego, «Es que me la juego. El tren pasa una vez por la vida». El tren pasa cada día treinta y cinco mil veces. Lo que hemos hecho, de angustias. Siempre te la juegas.
Al que se para, lo adelantan. ¡Pues que me adelanten, tú! Si vas por la carretera y hay alguien que te pone las luces en el cogote y tú te apartas, te adelanta y le haces así y él te hace así… ¿Para qué compito con alguien que no he visto? Luego fijaos en que esta es la vida actual: ansiedad, ansiedad, ansiedad. Yo siempre me hecho una pregunta: ¿somos abejas o somos moscas? Somos moscas, hombre. Las abejas ven la miel. ¿Las moscas qué ven? La porquería. Luego nuestra mente está especializada en ver el error. Si hay una falta de ortografía, ¿qué veréis? La falta de ortografía. Nuestra mente se dedica… Es un buscador. Y lo que quiere es sobrevivir, no vivir. ¿Cómo reprogramamos la mente para que cuando os miréis al espejo, chicos o chicas, y te salga un grano veas el resto de la cara? ¿Cómo conseguimos que por la mañana os digáis todo lo bueno que tenéis y no lo que os falta? ¿Cuántos de vosotros programáis sueños? ¿Cuántos de vosotros tenéis una lista de cosas buenas en la vida? Dices: «Mira qué suerte. Estoy vivo. Soy el esperma que ganó». No es ninguna broma. Imaginaos el resto. Siempre lo he pensado. «Tengo familia». ¿Cuántos de vosotros cantáis? Esta mañana, cuando habéis venido aquí, ¿qué habéis dicho? ¿«Mira qué suerte, está lloviendo. Seguro que saldrán setas. Seguro que habrá…. Mira qué suerte. Estoy vivo»? ¿Cuántos habéis cantado con vuestra familia? Si nos hemos cargado el arte, el baile, el cante. Por favor. Si no hay nada mejor en la vida que cantar para cambiar el estado de ánimo. En la vida todo empieza con una emoción y termina con una emoción. ¿Cómo puede ser que nos hayamos cargado millones de años de sabiduría, de letras? Porque las letras no buscan el cómo, buscan el por qué, por qué naciste, para qué, qué sentido tiene esto. ¿Cómo hay gente que se ha cargado miles de años? ¿De qué? De emociones. Y de eso me he dado cuenta con los años, pero no me lo preguntes con veinte años. Esa es mi gran pregunta. Si vais a vivir cien años, ¿quién os tiene que explicar de qué va la vida? ¿Gente con veinte años o gente con cien?
Porque somos mucho más tontos, pero mucho más sabios. ¿Hay algún abuelo aquí? ¿Qué es lo que más queréis en la vida? Es así. ¿Has visto que eras duro con tus hijos y ahora…? ¿Sabéis que un abuelo o abuela que no ve a sus nietos pierde esperanza de vida? ¿Sabéis que un papá o una mamá que no ve a sus hijos pierde esperanza de vida? ¿Quién nos dijo que el éxito estaba fuera? ¿Qué pasa cuando no ves a tus seres queridos? Hemos preguntado a gente con cien años de qué va esto. Les hemos preguntado de qué se arrepienten en la vida. ¿Sabéis de qué se arrepiente la gente cuando se muere? De cinco cosas. La primera, de haber hecho lo que los demás querían y no lo que él quería. De haber vendido la vida. No vendáis la vida. Lo primero de lo que todo mundo se arrepiente es de haber vivido la vida que querían sus padres, no él. ¿Y cuál es el problema? Que nuestros padres y nuestros abuelos y bisabuelos vivieron una vida que no es la actual. La segunda cosa de que todo el mundo se arrepiente es de haber trabajado tanto, a costa de la familia y la salud. Trabajad duro, nunca a costa de la familia, nunca a costa de la salud. En la vida hay cosas importantes y cosas secundarias. La tercera cosa de que todo el mundo se arrepiente es de no haber expresado más emociones positivas, tocado más, abrazado más, besado más, sentido más. La cuarta cosa de que todo el mundo se arrepiente es de haberse ido a vivir lejos de sus seres queridos. Hasta 1900 no viajábamos. A partir de 1900, ¿dónde estaba el éxito? En el Silicon Valley. La pregunta hoy es: ¿y qué se te ha perdido en el Silicon Valley? Solo como una bola, sin tus seres queridos. Lo estoy diciendo en serio. ¿Se puede ser feliz cuando no te ven tus padres, tus abuelos? ¿Cuando tu madre tiene una enfermedad y tú no la ves? Tened cuidado. Yo no digo que la gente no viaje, todo lo contrario. Pero tengan cuidado porque ya el objetivo de la vida no es sobrevivir, no es solo material. Vi el otro día un vídeo maravilloso de Benjamin Zander, en que una señora de noventa años dice: «Cuando yo tenía ocho años y mi hermano, cuatro, nos cogieron los nazis. No sabíamos que eran los nazis. Y vi que mi hermano perdió los zapatos.
“Estás loco, verás cuando lleguemos a casa, mamá te reñirá. Fíjate, que lo pierdes todo”. Fue la última vez en mi vida que lo vi. Desde entonces solo me hice una promesa en la vida: nunca me iría a dormir con deudas pendientes». Si os tengo que dar un consejo, no os vayáis a dormir con deudas pendientes. Y muchos de aquí nos hemos ido a dormir con deudas pendientes. ¿Y la quinta cosa de que todo el mundo se arrepiente sabéis qué es? De no haber sido más feliz. Y todo el mundo dice una única palabra. Solo hay una cosa importante en la vida y es cuánto has amado. Y fijaos en que hay un libro maravilloso, que se llama ‘Martes con mi viejo profesor’ y es una persona con éxito que solo quiere que la toquen, que la abracen, que la besen. Luego volvemos a los orígenes. ¿La vida es amor? ¿El universo es amor? ¿Dios es amor? ¿Conocéis de alguien que ame y no sea feliz? Al incrementar la esperanza de vida, hemos cogido modelos de veinte años y no de cien. Por algo que os pregunto ahora: ¿cuántos de vosotros creéis que todos somos iguales? Levantad la mano. Uno. ¿Cuántos creéis que todos somos diferentes? Venga, levantad la mano. Ahora pensad en la tontería que acabáis de decir. ¿Sois únicos o estáis repetidos? ¿No veis que todas las vidas son copiadas de otras? ¿Único en qué? ¿A los veinte años qué te importa? La pareja, los ligues, el salir. ¿A los cuarenta años qué te preocupa? El poder. A los sesenta y cuatro años cuando encuentras compañeros de COU, ¿de qué creéis que hablamos? De triglicéridos, colesterol, si estás jubilado. ¿Entendéis? «Emilio, ¿por qué no ves que la vida esta repetida?». Luego, si vais a vivir cien años, ¿quién os tiene que explicar de qué va esto? Mira, Alice Herz-Sommer, no sé si la conocéis, es una persona que, con ciento ocho años, tocaba tres horas de piano al día. Con ciento once años murió. Con ciento ocho años, leía todos los días. La superviviente más antigua del campo de concentración nazi. Y le hacen un vídeo para preguntarle de dónde saca la fuerza. Y ese día hace mucho viento, ella se sujeta el gorro y se le sube la falda. Y un chaval joven le dice: «Señora, que se le está viendo todo». Dice: «Hijo mío, lo que usted está viendo tiene cien años de antigüedad. El gorro es nuevo».
A ella, cuando tenía treinta y nueve años, ella nació en Praga, la cogieron los nazis porque tenían que hacer un vídeo de propaganda y ella tocaba el piano. Y ella sabía que, si tocaba mal, la matarían. La cogieron con su hijo de cinco años. Mataron a su familia y solo quedaron ella y su hijo. Y le preguntan: «¿Usted dice que en el campo de concentración era feliz?». Dice: «Claro». «¿Que reía?». «Claro. Estaba con mi hijo de cinco años. ¿Cómo no va a reír un niño si ve a su madre reír? Cuando un niño está con su madre, todo es posible. No tiene miedo. No se preocupa». Dicen: «¿Pero usted dice que es buena, es mala, los odia?». Dice: «Yo nunca odio a nadie. Todos somos a veces buenos y a veces malos. Pero no soy idiota. Sé que existe lo malo, pero decido fijarme en lo bueno». ¿Cuál es el secreto de su vida? El coeficiente de optimismo. ¿Cuántos de vosotros sois optimistas? Levantad la mano. Optimistas. Felicidades, optimistas, manos arriba. ¿Cuántos de aquí sois pesimistas? Levantad la mano. Esto se llama ‘la negación de la realidad’. De cada cien personas, ochenta y dos son negativas. Salvo aquí, que hay una preselección natural de gente optimista, alegre. Todo el mundo cree es optimista. ¿Os acordáis de aquel paracaidista que se cayó y se la pegó contra la farola? ¿Os acordáis? Si tú eres el que se la pegó contra la farola, ¿qué es lo primero que tienes que hacer? Lo primero es ser realista, hombre. Decir: «Me la he pegado». Como digas «Igual no me han visto. Igual no enfocaban»… No, te ha visto todo el mundo, eres ‘trending topic’. Era el tío más visto en España. Es como aquel que dice: «He tenido seis parejas y las seis me han dejado. Ellas se lo pierden». ¿Estás seguro? Entonces, lo primero que tienes que hacer es la realidad. Segundo, estás colgado en la farola. Cuando estás colgado en la farola, ¿qué tienes que hacer? Centrarte en bajar de la farola. ¿Y qué hacemos? Buscar excusas.
«Me han tirado mal. Hacía mucho viento. Ha sido culpa del paracaídas». Céntrate en bajar de la farola. Un niño, cuando se cae, ¿qué hace? Mira. Un niño de dos años mira para ver qué tiene que hacer. Si no hay nadie, hace así y sigue. Si hay alguien, ¿qué hace? Esto eres tú. Tú estás solo por la montaña y te caes. ¿Te quejas? ¿Para qué? Si estás solo. Tú te quejas si alguien te escucha. Si no, ¿para qué te vas a quejar? Luego céntrate en bajar de la farola. Y cuando llegas al suelo, hay dos alternativas. Una, la que quiere la genética: que veas lo malo. ¿Qué harás? «Soy una desgracia. No sirvo para nada. Un año entrenando para esto. Se reirán de mí. Se reirán de mis hijos. Me echarán de las Fuerzas Armadas». Y aciertas. Pero hay otra alternativa, ¿eh? «Soy ‘trending topic’, tío. El año que viene salto porque todo el mundo me está esperando a mí. Hasta voy a cobrar por saltar. Hasta voy a dar publicidad al paracaídas». Y también aciertas. Acabáis de descubrir que la vida es igual para todo el mundo. Lo que no es igual es cómo la interpretamos. Y disculpad que me enrolle. ¿Alguna pregunta más?
¿Habéis visto la corredora aquella que en los Juegos Olímpicos ha salido y, antes de saltar, dice: «Hoy va a ser tu gran día. Te están esperando. Esto es fantástico»? Sois lo que os habláis. Esto es un buscador. Igual que cuando pones en el ordenador… Quieres comprarte, yo qué sé, un teléfono… ¿Qué hace el Big Data? Coge información tuya. ¿Y de qué te llega información luego? De teléfonos. Esta es vuestra mente. Vuestra mente es un selector y busca lo que le ordenáis. Si vas por la calle y hay mil personas y un amigo, ¿qué verás? A ese amigo. De la misma forma, si le programas que hoy va a ser un mal día… Pero esto lo hacemos sin querer. Acordaos de que estamos preparados para sobrevivir. Y, luego hay una parte de córtex. El córtex es el cerebro pensante, que solo piensa lo que tú quieres. Por eso, cuando vais a la función de teatro de vuestra hija, ¿quién es la que mejor baila? Vuestra hija. ¿En el vídeo qué sale? La hija. ¿Toda la información de qué es? De tu hija. Te dicen: «Oye, qué guapa estaba la mía». «Pues la mía, mejor». Y al llegar a casa dices: «¿Pues te has fijado? La nuestra es la que mejor estaba». Porque nuestra mente es selectora. Selecciona la información que está acorde con lo que pensamos. Por eso, el día que dices «Estoy mal», ¿qué atraes? Todo esto negro. Y esto lo veréis. Hay gente que dice: «Es que a mí me caen todas las desgracias». Digo: «Mira que es grande el universo como para recoger desgracias y enviártelas a ti. Te cambian de zona y los marrones te siguen, ¿no te has fijado?». Dicen: «No, es que van a por mí». «Pero ¿quién va a por ti? ¿Te crees que el universo lleva no sé cuántos millones años esperándote?». La mente no quiere ver la verdad. Solo quiere tener razón. Por eso hay tantas verdades como personas que la miran. Por eso hay tantos colores como personas que lo miran. La realidad no existe. De lo que me di cuenta es de que la vida depende de las gafas que te pones. Pero el problema es que tú no puedes elegir esas gafas. Y, si no, mucha gente está luchando frente a la adversidad y, si encima le dices que todo depende de ti, es que te mata. Y solo falta que, a una persona que solo tiene ganas de llorar y que está hecha polvo, que le digas «Tú puedes, saca lo mejor de ti, piensa en positivo». Es que, entonces, te mata.
Yo creo que es mucho mejor dar un abrazo, «Te quiero con locura y vamos a ver cómo salimos de esta». Os lo digo en serio. No todo el mundo tiene las posibilidades… Os diré más: ¿por qué luchamos en la vida? Por aquello que en nuestra casa era referente o alababan nuestros padres. Los que vengáis de familias que solo hablaban de dinero, ¿por qué lucharéis? Por dinero. Porque, al final, todos queremos ser queridos. Y esto tiene que ver con los… Si es lo mismo. Con los miedos. ¿Cuáles son los dos grandes miedos de la humanidad? Miedo al fracaso y miedo al rechazo. ¿El miedo al fracaso cuál es? El miedo a la palabra ‘no’. De las primeras cien mil palabras que recibe un niño, el noventa y ocho por cien son negativas. «¡Cuidado! No, no, no». Dice: «Me ha salido negativo». No sé por qué. ¿Y el miedo al fracaso dónde da? Aquí, en el estómago. Entonces, ¿el miedo qué hace? ¿Os acordáis de cuando ibais a bailar de jóvenes? Ibas a una discoteca y le decías al ‘disc-jockey’: «Pon un lento». ¿Os acordáis? Decía: «A las nueve». «A las nueve, no. A las siete, que a las nueve se va». ¿Y a las siete qué hacían? Te cerraban las luces, te ponían las luces de colorines. ¿Os acordáis? Y el «If you leave me now…». Entonces, se iba todo mundo a la pista, tú ibas directo hacia la chica o el chico y te entraba un miedo tremendo, tartamudeabas, sudabas por aquí y por aquí. Le decías: «¿Estudias o trabajas? ¿A qué colegio vas?». ¿Y qué hacías al día siguiente para vencer eso? Un cubalibre. Emborracharte. Miedo al fracaso. ¿Por qué no le decías «¿Quieres bailar? ¿Sabes que tienes unos ojos preciosos? ¿Sabes que hace tiempo que me fijo en ti? ¿Te puedo acompañar a casa?»? Por miedo al fracaso. Pero hay un miedo peor, el rechazo. Es el miedo a no ser querido. Aquellos que vengáis de familias de «Si no haces esto, no te quiero. No me esperaba esto de ti. Si verdaderamente me quisieras, no me hubieses dicho esto». ¿Qué pasará? Que hagáis lo que hagáis, tenéis que competir. Es lo que se llama ‘miedo al rechazo’. Entonces, a tu pregunta: no, no todo depende de ti.
Porque creo que crear a la gente falsas expectativas es negativo. Creo que no es bueno. Eso no quiere decir no animarles, apoyarles, pero no todo depende de ti. Para mí, que igual estoy equivocado. Porque, si no, vamos a crear una serie de locos paranoicos que compiten por todo. Mira, te pongo un ejemplo más y os dejo. Se ponen dos monos y el monito, si te da una piedra en la mano, tú de premio le das un trozo de pepino. Es un mono feliz porque come pepino. Al mono de al lado, cuando dé la piedra, en vez de pepino le daremos un granito de uva, que les gusta más. En presencia del otro. Entonces, uno da la piedra, le dan pepino, se lo come feliz. El otro da la piedra y, en vez de coger pepino, le damos un granito de uva, que les gusta más. Cuando el otro da la piedra y le das pepino, coge y te lo tira a la cara. Esto se llama ‘salario injusto’. O sea, mañana te dicen: «Oferta: chuletón, ocho euros». Eres feliz. Hasta que al de al lado le cobran cuatro. Ya te han amargado la vida. Luego ¿por qué tenemos que compararnos? A tu respuesta, lo he hecho lo mejor que he podido, ojo, ojo, ojo con la meritocracia. Ojo con las comparaciones. Ojo cuando a alguien le dices que puede quedar primero. No todo el mundo puede quedar primero. Y lo que es peor, si le das una medalla al primero, desmotivas a los otros cuarenta. Pero esa es mi opinión. Pero yo qué sé. Gracias. ¿Alguna pregunta más?
Me estalla eso. Y entonces veo a gente a mi alrededor muy feliz que no tiene nada y empiezo a ver que la tasa de divorcios y problemas de mucha gente que ha conseguido el éxito es mucho más alta que en los otros. Veo que muchos de ellos no han podido ni estar con sus hijos y me replanteo si, viviendo cien años o viviendo sesenta o viviendo veinte, el éxito es el mismo. Entonces me doy cuenta de que no estamos preparados para ser felices. ¿Estamos preparados para qué? Para sobrevivir. Y hay un artículo, un estudio, que me encantó, que es: en una pantalla ordenador hay, tamaño fotografía de carnet, muchas caras, todas tristes y una feliz, ahí camuflada. Entonces, tú lo que tienes que hacer es verla. Y tú, cuando la ves, aprietas con el botón la positiva. Cuesta muchísimo encontrarla. Cuando la aprietas, te vuelven a cambiar y tienes que buscar la positiva. Si tú haces esto durante creo que es veintiún días, un cuarto de hora al día, llega un momento en que, solo salir el gráfico, ves la positiva. ¿Qué es lo que has hecho? Has reconectado. Y esto lo sé porque un amigo mío, que no era muy positivo y que me lo enseñó, dice: «Mira qué encontrado. No sé qué me pasa, que encuentro aparcamiento. No sé qué me pasa, que voy a un restaurante y me fijo en la mesa libre, no en las que están llenas. No sé lo que me pasa…». ¿Lo que ha hecho qué ha sido? Reconectar, reconectar, reconectar, reconectar. Pero, claro, esto es complicado porque tu mente vive con una programación que tú has hecho. Entonces, llega un momento en que se convierte en un hábito. ¿Cómo cambiamos hábitos? ¿Cómo lo hacemos? Entonces, yo creo que hay una parte de psiquiatría que habéis hecho, clínica, que…Te dan pastillas, una serie de sustancias químicas para ayudar a salir.
Y luego hay una parte, que es la mayoría de nosotros, que son momentos puntuales, que lo que necesitamos es un abrazo, alguien que nos escuche, ayudarnos a reprogramar. Luego eso es lo que estáis haciendo los psicólogos. Es un trabajo maravilloso para ver cómo conseguimos que gente normal tenga resultados extraordinarios. Lo que estáis tratando de estudiar es cuáles son los hábitos de una persona feliz. Podemos estudiar cómo ayudar a la gente a ser más feliz. Por ejemplo, hoy sabemos que cantando eres más feliz. Hoy sabemos que, programando la mente por la mañana con una lista de cosas buenas, eres más feliz. Hoy sabemos que, centrándote en lo bueno y no en lo malo, eres más feliz. Hoy sabemos que, haciendo deporte, te quitas preocupaciones. Hoy sabemos que, a través de la meditación, la relajación, que es importantísimo que lo hagáis, cambiáis estados de ánimo. Pero… Todo esto es perfecto, pero «Oye, Emilio, me pongo en forma, le pongo pasión, estudio… ¿Y con esto qué tengo?». Absolutamente nada. Absolutamente nada, porque luego hay un cuadrante espiritual y un sentido de vida y una serie de cosas que no controlamos. Entonces, ya me gustaría darte una solución. Me la aplicaría yo. No la tengo, pero sí que sí que es cierto que, si vienes de familias que transmiten ilusión, tendrás ilusión. Sí es cierto que las emociones se contagian. Luego si queréis tener hijos maravillosos, tendréis que ser maravillosos. Si queréis tener una vida fantástica, tendréis que ser fantásticos. Y eso es lo que nos cuesta, porque, no, es que la culpa es… Lo que sois pareja. La culpa es de él. ¿Y él qué dice? Que la culpa es de ella. Entonces, ya me gustaría darte una respuesta mejor. No la tengo. Te he contestado lo mejor que he sabido. Ojalá tuviese una respuesta. No creáis que yo sufriría. ¿Qué más cosas?
«Me han suspendido. Me tienen manía. Van contra mí». «El mundo va contra mí». Hasta que llegas a los dieciocho-veintiún años, y tu vida depende de ti, y eso da un pánico tremendo. Porque estás aquí y tienes que saltar al otro lado. Tienes que dar un gran salto. Y hasta ahora has tenido lo que se llama un ‘foco de control externo’. ¿Qué es foco de control externo? Mi vida no depende de mí. El profesor me tiene manía. Si no como, mis padres me traen la comida, mi madre me cuidará. De golpe y porrazo, dices: «No, mi vida depende de mí. Y, si quiero cambiar mi vida, de mí depende cambiarla». Entonces, ¿qué hacemos la mayoría? Damos marcha atrás y seguimos buscando a alguien que nos cuide. Lo que buscamos son anclajes para no tomar responsabilidades. Y eso es tremendo. Y el ochenta y dos por ciento de la gente lo que hace es dar un saltito, con lo cual cae en el valle de las excusas. Nos pasamos la vida excusándonos en vez de progresar, contándonos nuestras desgracias en vez de decir cómo podemos cambiar. «Oye, me gustaría ser pintor». «¿Y por qué no pintas?». «Con esto no te ganas la vida». «¿Por qué no lo pruebas?». «Es que nadie me ha enseñado». «Pero tienes cuarenta años. Tienes sesenta años de vida. Hazlo». «No, porque no tengo tiempo». Lo que os estoy tratando de transmitir: cuando tengáis un problema en la vida, tienes dos alternativas: buscar culpables o decir: «Yo no soy culpable de esto, pero soy responsable de mi reacción ante ello». Y que os digáis mentalmente «Depende de mí, depende de mí, depende de mí. Soy responsable, soy responsable». Y esta tontería que os digo hará que cojáis la responsabilidad de vuestra vida. Pasaréis al otro lado. Y entonces esto se llama ‘focos de control’. Hay gente que tiene un foco de control interno, que es «Mi vida depende de mí, con lo cual soy yo el responsable de mi vida», y hay gente que tiene un foco de control externo, la vida depende de los demás, de las circunstancias, de la suerte. Esta gente siempre es infeliz. Somos destructores de nosotros mismos. ¿Y por qué somos así? Pues lo digo antes, porque el objetivo de la vida no era vivir, era sobrevivir. ¿Y cómo sobrevivíamos? Sin intentar nada. Sin probar nada. Teniendo miedo. Con parálisis. Con parálisis. O sea, cuando pasaba un oso te quedabas quieto porque, si no, te veía.
Luego os trato de decir que todo lo que nos servía para sobrevivir ya no sirve. Entonces os voy a pedir que estéis locos. El otro día vi la película ‘La La Land’ y me encantó. Me emocionó. Son locos que son capaces de vivir sus sueños. Y, al final, de más, de crear sus propias realidades, escribir su propia vida. Es que la razón y la emoción no tienen nada que ver. Ya me gustaría. No tienen nada que ver. Por eso veréis que hay gente que aún sigue pensando que bailar es una pérdida de tiempo, que cantar es una pérdida de tiempo, que abrazar es una pérdida de tiempo. Y al llegar a casa: «Qué cansado estoy. Vengo destrozado». Aún hay gente, perdonad la frase, que se emociona con un balance. «Hay que aumentar un tres por ciento las ventas de tornillos». ¿Se puede vivir…? ¡Son cien años con las ventas de tornillos! ¿Y qué le dices? Entonces lo que os trato de decir es que vais a vivir cien años. No los perdáis. Transmitid ilusión, pasión, alegría. El otro día vi otro artículo. Cogía a los veinte mayores expertos de felicidad del mundo. ¿Qué decían que era la felicidad? Hablan de dominio de la mente. Emociones positivas. Hablan de sentimiento de gratitud, dar las gracias. Lo que más me sorprendió es que, por ejemplo, del sentimiento de gratitud, treinta y cinco por ciento. El coeficiente de optimismo… El coeficiente de optimismo es que, ante un problema, te preguntas qué puedes hacer, no quién ha sido. Pues un veinte por ciento. La actitud mental, un doce por ciento. El control de la mente, tal. Lo que más me sorprendió es que el sentido de vida, el propósito de vida, era un dos por ciento. Creo que no hemos entendido nada. Porque fijaos: ¿qué nos dijo Freud? Que éramos animales. Luego, si somos animales, la felicidad está en el placer. Y descubro que el placer mata. Todos los que estáis aquí lo sabéis perfectamente. ¿Y a vuestros hijos con qué los educáis? Con el esfuerzo. Un aprendizaje fácil lleva a una vida difícil.
Luego tenemos a un señor que se llama Adler, que dijo: «No es verdad. ¿La felicidad viene de dónde? Del poder». ¿Y qué es el poder? ¿Si yo soy jefe, todo el mundo me querrá, todo el mundo me aplaudirá, todo el mundo me dará la razón? Hasta que viene un señor, Viktor Frankl, autor de ‘El hombre en busca de sentido’, ‘La vida es bella’, el que descubrió en los campos de concentración que la gente con un propósito de vida era feliz, que la gente feliz tiene un por qué levantarse cada mañana, un sentido de vida. Y por eso, cuando escuchas ‘La vida es bella’ se te pone la piel de gallina. Miradla ochenta mil veces. Yo, cuando estoy triste, me pongo ‘La vida es bella’. Siempre miramos lo que nos falta, no lo que tenemos. Luego si hacéis una lista de todo lo que tenéis, es maravilloso. Pero hacedla. Porque, si no la hacéis, ¿qué hará la mente? Lo que te falta. Dedicad tres minutos de la mañana a cosas por las que dar las gracias. Ponedle música que os anime. Abrazad, tocad. ¿Qué más os pido? Cuando tengáis un problema, yo soy el responsable de la respuesta. ¿Qué más os pido? Volved a las artes. Pero, bueno, ¿todo esto lo hemos sustituido por qué? Por técnicas del comunicador eficaz. ¡Si esto es la vida! Te invitan a un bufé libre y está el que dice «¡Mira qué bien!» y el otro dice «El salmón, flojo». ¡Pero si tienes ochenta y siete platos! «Sí, pero el salmón me ha defraudado. No es lo que me esperaba». ¡Pues come otra cosa! ¿Os imagináis vuestro padre o madre si llega a vivir…? Si mi padre, que en paz descanse, y mi madre, llegan a vivir este mundo. «No me he cambiado el móvil. Tengo el modelo antiguo. ¿Y qué voy a hacer?». Digo: «Yo me suicidaba». Una persona que tiene el modelo antiguo… Esto es duro. Entonces, yo ficho a gente por coeficiente de optimismo, por ilusión, por pasión, por alegría. A una persona le puedo enseñar cosas, no le puedo cambiar el carácter. No sé si me explico. Yo os lo hablo con el corazón. «Emilio, y tienes razón». ¡Yo qué sé!
A ver. Lo primero: yo creo que, a pesar de ser como somos, se pueden cambiar pequeñas cosas. Segundo, tenéis que ser realistas sobre que estamos preparados para lo malo y no lo bueno. Se hace un estudio a diez mil personas para ver las emociones que tienen durante trece años. Por cada emoción positiva tienen veintiuna negativas. Esta es la realidad. Luego, genéticamente, nuestra mente está preparada para la supervivencia. Después de sesenta y cuatro años de haber creído, primero, que la vida era conocimiento y, luego, pensado que la vida eran actitudes, hoy, y ya sé que esto a muchos no les va a gustar, creo que la vida es sentido de vida. Si tuviese que, hoy, dedicarme al mundo de la formación, si tuviese que elegir la vida, si tuviese que enseñar algo a los niños, lo primero que les enseñaría, lo primero, es el cerebro reptiliano. Que empezasen el día haciendo deporte. Es lo que recomiendo a todo el mundo. Segundo, que hagan un plan de alimentación. Y tercero, que duerman lo suficiente. La primera causa de infelicidad, os lo he dicho, es no dormir. Luego el cuerpo es el templo del alma. Viviendo cien años, esto no está preparado para cien años. Si la genética llega a saberlo, hubiese hecho que la capacidad de tener hijos se perdiese a los noventa, no a los cuarenta. La crisis de los cuarenta es real. Aquella frase, «De cuarenta para arriba no te mojes la barriga», es cierta. ¿Vale? Aquello de que a partir de los 40… No es ninguna broma. No es ninguna broma. Y vais a ver que es una de las crisis mayores. Luego, ¿qué os pido, por favor? Estaba preparado para un máximo de cuarenta años y a partir los cuarenta años la genética quería matarte. Y te ponía una caries o un empaste. ¿Ahora qué? Te pone una caries, te la empastas. Te quita vista, te pones gafas. La pierna, una prótesis. Dice: «El tío este no muere». Y, si lo viejo no muere, lo joven no viene. Luego vais a luchar contra algo que no estaba previsto, que es triplicar esperanza de vida.
Lo siento, por primera vez en la vida, haced deporte todos los días. Exigid en los colegios que empiecen una hora antes los niños haciendo deporte y veréis cómo cargan oxitocina, serotonina. Tenemos que cambiar totalmente la educación. Segundo, tenéis un cerebro que se llama ‘límbico’. Este cerebro es donde están las emociones. Este cerebro tiene una parte genética. Acordaos. En su inmensa mayoría. Y la otra es aprendida. Pero se aprende por amor, amor, amor y por imitación. Luego ¿qué os pido? Tocad, abrazad, besad. Sobre todo en la primera etapa de la vida. Y, si mamá baila, bailaré. Si papá canta, cantaré. Si papá y mamá están enfadados, están enfadados conmigo. Luego este cerebro es donde están las emociones. Las emociones se contagian y las emociones manipulan lo que pensamos. Luego, primero, hora de deporte. Segundo, hacedlos soñar. No les matéis sueños. ‘La La Land’. Decidles: «Te espera un día fantástico, vas a estudiar historia. Vas a ver la historia de la vida. Vas a disfrutar». ¿Porque sabéis de qué depende que un niño aprenda? De lo que se quiera al profesor. Utilizamos la razón para justificar lo que sentimos. En la vida todo empieza con una emoción y termina con una emoción. ¿Qué os pido? Mostrad emociones. Cuando alguien lo esté pasando mal, abrazo de oso. Cuando lo está pasando mal, ‘always look at the bright side of life’. Cambia la vida. ¿Vale? Es decir, ¿qué os pido? Rodeaos de gente positiva. Las emociones se contagian. Acordaos de que la mente está preparada para ver lo malo. ¿Qué os pido? Reprogramadla. Lo importante en la vida son las emociones. ¿Qué os pido? No viváis solos. Salid, tocad, abrazad, pintaos, ponedle color, bailad, haced de la vida algo maravilloso. La vida es un breve instante que te da la muerte. Os lo digo en serio. Con lo cual, ¿qué os pido? Uno, a los niños y a vosotros, poneos en forma. Dos, ponedle pasión. Tres, estudiad. Estudiad, estudiad, estudiad.
¿Todos queremos vivir con quién? Con una persona, primero, que se cuide físicamente. Segundo, con uno que esté zumbado, que esté loco, que te diga: «Estás mejor que nunca. Vamos a bailar. Vamos a cantar. Vamos al cine». «No… ¿Al cine…?». Ya los conocéis, ¿no? Y, tercero, ¿qué buscas? Uno que estudie, hombre. No puedes vivir cien años con uno que no… O sea, vivir con una persona que no lee toda tu vida… Alguno se me está asustando. Dice: «Yo tengo uno en casa. ¿Qué hago?». Colócalo donde puedas cuanto antes. «Va a cambiar a peor y, además, lo van a copiar a él los hijos». Os lo digo con cariño, ¿eh? Entonces, ¿tenemos un cuadrante físico? Sí. ¿Un cuadrante emocional? Sí. ¿Un cuadrante intelectual? Sí. ¿Pero tenemos un cuadrante espiritual? No tengáis ninguna duda. No tengáis ninguna duda. Luego la gran pregunta «¿Para qué nací? ¿Tenía que nacer? ¿Quién soy? ¿Por qué nací?». No tengáis ninguna duda. Nacisteis porque tenías que nacer. El universo no tiene azar. No permitáis que el materialismo domine vuestra vida y veréis cómo, al final de la vida, todo encaja. Lo único que he encontrado, mi agarradero, es en la parte espiritual. «Emilio, te demuestro que no». Ni se te ocurra. Estoy llegando al final del Camino de Santiago. Ahora no me desmontéis que Santiago no termina allí. Ha sido un verdadero honor. Cuidaos mucho y muchas gracias.