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“No confíes en alguien que no tiene amigos”

David Pastor Vico

“No confíes en alguien que no tiene amigos”

David Pastor Vico

Filósofo


Creando oportunidades

David Pastor Vico

David Pastor Vico, conocido como Vico, es un filósofo y divulgador español que ha dejado una huella significativa en el ámbito académico y cultural de México. En 2013, fue invitado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para unirse a su equipo, convirtiéndose en una figura clave en la promoción de la filosofía y los valores universitarios. Durante siete años, Vico fue la primera cara que miles de estudiantes vieron al ingresar a la UNAM, un rol que desempeñó con orgullo.

En 2017, fue nombrado promotor de la campaña de valores de la universidad, reforzando su compromiso con la educación ética. Ha impartido más de mil conferencias en México y es autor de tres libros: "Filosofía para desconfiados", "Ética para desconfiados" y "El último era de idiotas", convirtiéndose en uno de los autores más leídos en el país. Vico defiende la importancia de la confianza y la ética en la sociedad, y su trabajo se centra en fomentar el pensamiento crítico y la responsabilidad social. Su enfoque en la educación y el diálogo lo ha posicionado como un referente en la filosofía contemporánea.


Transcripción

00:19
Vico. Bueno, pues muchísimas, muchísimas gracias a todas, a todos. De verdad no se pueden imaginar lo importante que es hoy para mí estar con vosotros aquí. Me llamo David Pastor Vico, Vico para los amigos. David solo me llama a mi madre cuando está muy enfadada conmigo. Entonces, por favor, llámenme Vico. Y allá por el año 2013, dando yo mis primeros pasos en esto de la divulgación de la filosofía y trabajando en algunos medios de comunicación de España, recibí la invitación de la Universidad Nacional Autónoma de México para venirme a trabajar aquí. Obviamente, entendanlo ustedes, por muy buena que fuera mi alma mater, mi universidad en España, cuando te invitan a la UNAM, vienes. Así que vine a México a la universidad más importante en lengua española del mundo.

 

Esto me gusta mucho recalcarlo porque muchas veces a los españoles se nos llena la boca con la Complutense, la Universidad de Salamanca, la Pompeu Fabra, la propia Universidad de Sevilla, pero la primera rankeada a nivel mundial, la que tiene más alumnos, 380.000 alumnos, la que genera más investigación, pues es la UNAM. La universidad me invitó a ser la persona que diera la bienvenida a los alumnos de nuevo ingreso, tanto en licenciatura como en bachillerato. Imagínense, para un español, para un andaluz, ser la primera cara que ven cientos de miles de alumnos durante siete años al entrar en la máxima casa de estudios del país. Para mí eso fue un orgullo monumental. Además, en el año 2017, la propia universidad me nombra el promotor de la campaña de valores de la propia universidad, ser la cara pública absolutamente ponderada y además establecida como la persona que debía de insuflar a los alumnos los valores propios de una casa como es la UNAM. En diez años tuve la suerte de impartir más de mil conferencias en México. En diez años, con tres libros a mi espalda, con «Filosofía para desconfiados», «Ética para desconfiados» y «El último era de idiotas», me he convertido en el autor vivo de la lengua española más leído y más vendido en México. Imagínense lo que es esto para mí, para mi madre y mi padre, por supuesto, pero imagínense lo que es para mí.

 

Y poder estar ahí transmitiendo qué es la filosofía, qué es la ética, explicándoles el valor de la amistad, de la confianza, de la responsabilidad, en definitiva del trabajo ético que debemos hacer los filósofos, pues ha sido, creo, mi mayor motivo de orgullo. Quiero que entendamos que la filosofía surge, como casi todos saben, en ese mundo griego, en ese foro griego, pero que ya que estamos aquí y ya que buscamos las plazas, que es muy propio de los filósofos del hablar, el buscar las plazas, los espacios públicos, las agora, quiero que hagamos un ejercicio mental, que nos traslademos del foro griego, donde paseaban los griegos, los peripatéticos, los cínicos, los estoicos, los epicureístas, nos vamos al Zócalo, nos vamos al Zócalo de nuestra ciudad, nos vamos a esa plancha enorme, vamos a intentar charlar y ver realmente para qué sirven los filósofos, que creo que puede ser algo muy interesante. Si yo les pregunto cuál es el papel de la filosofía hoy, a lo mejor alguno acaba rascándose el mentón y mirando para arriba, y preguntándose realmente si los filósofos tienen sentido en una sociedad como la de hoy. Y yo quiero un poco darles un par de matices de cómo entiendo la filosofía, no yo, no soy más que un transmisor, tengo 48 años, créanme, soy todavía excesivamente joven como para creerme un filósofo, yo no hago más que cabalgar a hombros de gigantes, a otros grandes filósofos de la historia que son los que me dan basamento para mis ideas y para las cosas que digo, ya estén vivos o ya hayan fallecido hace 2.000 años. En la parcela en la que yo me muevo de la filosofía, que es la ética, creo que tenemos mucho que hacer y creo que es una obligación que hagamos.

 

Les voy a explicar cosas sencillas de entender, pero que creo que pueden ser trascendentales a la hora de entender el mundo. Cuando hablamos de filosofía, normalmente los que no tenemos una formación filosófica inmediata, lo primero que hacemos es irnos a la preparatoria, nos vamos a estos años de bachillerato, nos vamos al pasado inmediato, cuando mal sufríamos alguna asignatura de filosofía, de ética o de lógica, y nos vamos a ese momento y creemos realmente, porque la filosofía era aquello, era ese ejercicio de bachillerato, de preparatoria, donde un profesor se empeñaba en hacernos comulgar con ruedas de molino y que entendiéramos quién era Kant y Platón y Aristóteles, y está bien, esos conocimientos son necesarios, pero verán, de todas las ramas de la filosofía, que son muchas, algunos dicen que siete, otros dicen que ocho, desde la lógica, desde la metafísica, desde la estética, la epistemología, la teoría del conocimiento, hay una, hay una en especial que me parece ahora mismo la más interesante y además la más necesaria, que es la ética. La ética no es más que el modo, el modo en el que los animales humanos nos relacionamos.

 

Y esto es importante entenderlo, ya sea que nos relacionemos hablando cordialmente, ya sea como estamos haciendo ahora donde yo estoy hablando, ustedes escuchan y después ustedes preguntarán, ya sea tirándonos piedras los unos a los otros, ya sea ignorándonos pero en un mismo espacio, al final todo esto es una relación ética, porque las relaciones éticas no se juzgan. Algunas veces habrán ustedes escuchado, este hombre es muy poco ético, esta empresa tiene una muy mala ética, esto es mentira, esto es un término muy mal empleado, porque claro la gente no es profesional de la filosofía, realmente la ética, la otra forma de definir la ética, es aquella disciplina de la filosofía que estudia las morales y sus reglas. Por lo tanto, el modo en el que nos desarrollamos los seres humanos es la ética, igual que los animales no humanos se desarrollan de manera etológica, la etología es la ciencia que estudia el comportamiento de los animales entre sí, por lo tanto, en este caso la ética será ese modo de relación, y ya será la moral, las distintas morales, y esto es muy importante desde el primer momento dejarlo claro, serán las morales las que rijan, las que determinan cómo debemos comportarnos en ese espacio ético que algunos han llamado el ethos, el ethos es ese espacio de relación en el que todos estamos, así que por el mero hecho de ser humanos, de desarrollarnos en sociedad, en comunidad los unos con los otros, nos queramos o no nos queramos, nos odiemos o no nos odiemos, estemos polarizados o no, eso es una relación ética, y estamos condenados por nuestra propia naturaleza humana, porque el hombre, como decía Aristóteles, no es más que un animal político.

 

Estamos condenados sí o sí a vivir con los demás, por eso la ética es tan importante, verán decía el gran maestro José Antonio Marina, en un texto maravilloso decía, los grandes problemas del mundo, y quédense con esto, si se queden ustedes con esto yo me voy feliz, ya casi podríamos haber acabado, los grandes problemas del mundo no son políticos, los grandes problemas del mundo no son económicos, los grandes problemas del mundo no son científicos, los grandes problemas del mundo son éticos, porque en última instancia siempre apelan al modo en el que nos relacionamos los unos con los otros, si no somos capaces de entender que estamos condenados a vivir juntos, y que esa condena se puede llevar muy bien, se puede llevar muy bien, que esta es la parte importante del discurso, si no entendemos que esto se puede llevar muy bien, que realmente no estamos condenados a darnos de bofetones los unos a los otros, aunque lo hayamos hecho en los últimos 300.000 años con bastante fruición, si entendemos que esto se puede cambiar y se puede mejorar desde la filosofía, creo que entonces tenemos un camino muy bonito por recorrer, o por lo menos si no es bonito, si es optimista, y créanme que hoy me he levantado de buen humor, hay veces que me preguntan, Vico, ¿el mundo tiene futuro? y digo, depende del día que me levante, hay días que les veo más futuro y hay días que les veo menos futuro, hoy si me lo preguntan les diré, sí, hay futuro si nos lo tomamos en serio, hay futuro si nos lo tomamos en serio, y para tomárnoslo en serio quiero empezar con un tema, que os lo voy a plantear, lo voy a dejar en el aire, que me parece fundamental.

 

Vivimos en una sociedad muy polarizada, una sociedad que parece que ha descubierto el insulto y que parece que ha descubierto la descalificación, como el modo de hacer política y como el modo de intentar solucionar nada, porque así no hay nada que solucionar, simplemente seguir echando gasolina al fuego, y cuando nos encontramos en una situación de tanta polarización, los filósofos intentamos encontrar cuál es realmente el principio de todo esto, o qué ha pasado para que esto pueda llegar a suceder, cuando nos encontramos en estas situaciones apelamos siempre a la historia, intentamos ver qué hay en nuestro pasado inmediato, en nuestra cultura, en nuestros textos, en nuestros autores, que nos puedan dar un poco de camino, un poco de fiel para que entendamos hacia dónde va este desmadre nuestro, y decía el bueno de Aristóteles algo maravilloso, le decía a su hijo, esto es muy bonito, permítanme que me extienda un poco en esta situación, Aristóteles es un autor complicado de leer, me cabe la menor duda, no es como Platón, si ustedes leen a Platón es fácil, son diálogos, es como leer casi una obra de teatro, donde si aceptas las primeras premisas puedes seguir leyendo el libro entero y te lo pasas muy bien, sin embargo Aristóteles que fue su discípulo, llegó a criticar a su maestro y dijo, Platón escribe muy bien, es cierto, y yo soy amigo de Platón, pero dice Aristóteles, pero soy más amigo de la verdad, por lo tanto yo no voy a escribir tan bonito como Platón, pero lo que voy a escribir es más cierto que lo que dice Platón, me voy a acercar mucho más a la verdad, voy a agarrarme a la verdad, ¿eso qué hace?

 

Hace que estos textos sean textos difíciles de leer en algunos de los casos, la metafísica por ejemplo se me viene a la cabeza, son libros difíciles, pero hay uno, hay un libro de sus obras mayores, hay obras menores fáciles de leer como la poética, pero hay un libro de sus grandes obras inmortales que es fácil de leer, y sin embargo es un libro trascendental para mí y para la mayoría de los filósofos que nos dedicamos a la ética, es el libro fundador del cómo hablar de ética y cómo mover la ética en el mundo. ¿Y por qué es fácil de leer? Pues porque Aristóteles no lo escribió como erudito para eruditos, se lo escribió para su hijo, es un libro que escribe para su hijo, es lógico, si yo voy a escribir un libro para demostrar lo sabio y lo listo que soy, pues hago un libro sesudo, rudo, duro, espeso, para decir mire, mire, mire, para charolear un ratito con mi libro, para apantallaros y decir, miren, miren que sabio soy, pero si le escribo un libro a mi hijo y la intencionalidad de ese libro es que mi hijo sea feliz, como ustedes pueden entender, es un libro que se tiene que entender bien, que se tiene que entender fácil. Ese libro se llama «La ética nicomaquea», «Nicómaco» era su hijo, por lo tanto es la ética para Nicómaco, y cuando él escribe la ética para Nicómaco, que os aseguro que vamos a hablar de ese libro durante esta charla, cuando él escribe este libro para su hijo Nicómaco, hay una frase que para mí se convierte en algo crucial, y le dice a su hijo, no confíes en las personas que no tienen amigos, porque las personas que no tienen amigos es imposible que sean felices.

 

Ostras, esto abre mucho diálogo, yo sé que un filósofo se le agarra con papel de fumar, y con una frase es capaz de edificar un monumento, pero fíjense lo que está diciendo, no confíes en un hombre, en una persona que no tiene amigos, porque lo lógico de los seres humanos es que confiemos los unos en los otros, ¿y por qué debemos de confiar? Pues debemos de confiar porque vivimos juntos los unos con los otros, qué difícil es vivir cuando no confías en el vecino, ¿verdad? Qué incómodo es tener que vivir todos los días desconfiando de la persona que se te sienta al lado, como estáis ahora sentados ustedes, o se os sienta en el metro o en el pesero, que se os sienta en el camión, que os os sienta en cualquier sitio, en el estadio, qué difícil en el teatro o en el cine, es complicado vivir sin confiar en los demás. No confíes en una persona que no tiene amigos, pero ¿por qué es tan importante la amistad, Aristóteles? Porque un hombre que no tiene amigos es imposible que sea feliz, porque Aristóteles le está diciendo a su hijo que el sentido de la vida, el sentido de este libro de la ética, es ser felices. De hecho, los filósofos decidimos desde el principio de los tiempos la ética como el arte del buen vivir. Imagínense qué diferente sería si en bachillerato, ¿verdad?, si en la prepa nos dijeran «hoy vamos a hablar de ética, la ética es el arte del buen vivir». Si empezáramos por ahí seguramente prestaríamos mucha más atención.

 

Y si nos dijeran que el final, o la teleología, el final de la vida, no el final de la vida en el sentido lineal, sino el «¿para qué es la vida?», es para ser feliz, yo creo que lo entenderíamos mucho mejor. Y hay una palabra, confianza, que me parece fundamental. Porque los filósofos, desde hace 2.300 años, no hemos estudiado esta palabra. No le hemos prestado la más mínima atención a la palabra confianza. ¿Sabéis por qué? Porque lo dábamos por hecho. Dábamos por hecho que la confianza estaba ahí, que por ser seres humanos ya íbamos a confiar los unos en los otros. Lo dábamos por hecho.Era algo cierto. De hecho, la confianza no se estudia seriamente a nivel filosófico hasta hace muy pocos años. Y a nivel sociológico hasta los años 30 del siglo XX. Y no tiene una repercusión real hasta los años 60 del propio siglo XX. Sin embargo, Adela Cortina, una magnífica filósofa española, nos dice lo siguiente. Nos dice, «La confianza es la única posibilidad ética». Explico. Vamos a definirlo por lo contrario. Si no hay confianza, no hay ética. Y si no hay ética, no hay relación entre los animales humanos. No hay relación posible entre nosotros. Por lo tanto, la confianza tiene un espacio determinante en el discurso ético y no le hemos prestado atención. Quiero que pensemos sobre eso. Quiero que trabajemos sobre el desarrollo de la confianza y que pensemos en México. Les voy a dar solo una cifra y ahora que ustedes toman la palabra. En los años 80 es la primera vez que en México se mide el índice de confianza interpersonal.

 

¿Esto qué es? Es una herramienta sociológica para medir qué porcentaje de la población dice que se puede confiar en los otros. ¿Y quiénes son los otros? Perdónenme que me ponga tan denso. Los otros en filosofía es la otra edad. El otro es el que no soy yo. El otro es el que no forma parte de mí. El otro es el vecino que no veo como un igual. Por lo tanto, lo otro será todo aquello que no soy yo. Entonces, la pregunta de «¿crees que se puede confiar en los demás?» o «¿todo recelo sobre el otro es necesario?» Si la gente decía «sí, se puede confiar en los demás» era un punto positivo en esta escala. Como decía en 1980, el índice de confianza interpersonal en México estaba rondando el 35%. El 35% de la población mexicana, 35 de cada 100 mexicanos, decía que sí se podía confiar en los demás. Sí se podía confiar en los demás. Estos estudios se han ido haciendo durante todos los años hasta hoy. Las últimas cifras, tenemos dos cifras, podéis quedaros con la que os dé la gana. Las últimas cifras que tenemos sobre el índice de confianza interpersonal en México ahora va desde la más optimista, que es el 18% de la población, a la más pesimista, que es el 10% de la población.

 

Este es el rango. La media en toda Latinoamérica es el 14%. La media latinoamericana es que el 14% de los ciudadanos de Latinoamérica piensan que se puede confiar en los demás. Por lo tanto, el 86% dice que no se puede confiar en los demás. Así que vamos a hablar sobre confianza, vamos a pensar sobre esto, vamos a darle vuelta a qué relación tiene la confianza con el pensamiento, qué relación tiene la confianza con la gestión de las emociones, qué relación tiene la confianza con la salud mental, qué relación tiene la confianza con la política, con la economía, con la realidad de nuestro país y qué papel va a jugar la confianza, quizás con suerte en el futuro del mismo.

18:13
Christopher. Hola Vico, soy Christopher. Sí, respecto a lo que comentabas de la polarización, ¿qué piensas tú acerca del por qué tener confianza en los demás? Que si es útil.

18:23
Vico. Verás, te va a hacer gracia. Vamos a intentar poner ejemplos. Creo que el mejor ejercicio del filósofo es no dar contestaciones en abstracto, sino intentar aterrizarlo a nuestra cotidianidad. La mayoría de los mexicanos, si tienen suerte, desayunan chilaquiles por la mañana, ¿de acuerdo? Si tienen suerte. En salsa roja, en salsa colorada, en salsa roja, en salsa verde, con pollo, con huevo, como quieras. Ahora imagínate, imagínate que esta mañana has desayunado unos chilaquiles en salsa verde. ¿De acuerdo?

 

Si no confiaras en los demás, si tú no confiaras en los demás, si no confiaras en nadie, tendrías que tener una milpa, una milpa con maíz. Tendrías que recolectar el maíz allá por el mes de septiembre, tendrías que desgranar el maíz, tendrías que moler el maíz y tener tu propia harina para, a lo largo de todo el año, ir haciendo las tortillas que necesitas después para los totopos de tu chilaquile. Además, tendrías que tener un huerto, y en ese huerto estarías plantando tomatillo verde para poder hacer tu salsa. De hecho, si te fías poco, poco, tendrías que irte a la base del Popocatépetl y allí sacar piedras para hacer un molcajete, y habiertelas para ser capaz de hacer un molcajete con su maza y todo este rollo. Si quieres echarle un huevo, tienes que tener gallinas en casa. O sea, lo que te quiero explicar es que, al vivir en sociedad, las necesidades que todos tenemos se tienen que sustentar sobre las responsabilidades que asumen los demás. No hay posibilidad de vivir en una sociedad totalmente desconfiada. Y te voy a explicar por qué de una manera muy sencilla.

 

Confiar es saber que el otro o los otros van a hacer lo que tú esperas que hagan, en un marco de referencia al que llamamos moral, como os hemos explicado antes. Por lo tanto, si tú confías en los demás, lo que estás depositando sobre el otro, sobre tú igual, sobre la persona en la que estás confiando, es esa responsabilidad de acción. Por lo tanto, confianza y responsabilidad es un término que en filosofía, a mí me gusta llamar como los buenos cantos del flamenco, un palo de ida y vuelta. ¿Entendemos? Confiar es saber que el otro hará lo que tú esperas que haga, pero responsabilizarte, ser responsable, es hacer aquello que los demás esperan que tú hagas. Una sociedad desconfiada no es solo una sociedad donde no te puedes fiar de nadie, sino una sociedad donde nadie asume la responsabilidad social. Si tenemos un 10 o un 18% de confianza interpersonal, podemos tener un 80% no solo de desconfiados, también de irresponsables. Y eso es imposible para vivir.

 

Nosotros no podemos vivir en una sociedad irresponsable. De hecho, si lo planteas bien, todos constantemente hacemos ejercicio de confianza sin darnos cuenta. Si nos montamos en un avión, esperamos llegar vivos al final del trayecto. Si vamos al médico, dependiendo de qué médico entremos, esperamos que nos diagnostiquen correctamente y que no fallen. Cuando la confianza se rompe en la sociedad, no solo se rompe en los demás, sino también en sus propias instituciones, porque las instituciones son los pilares fundamentales de cualquier sociedad. Sea quien sea el órgano político que esté en el gobierno, todos deben de vigilar constantemente estos pilares a los que llamamos instituciones sociales, que son las que nos dan sostén como comunidad. Por lo tanto, si vivimos en una sociedad profundamente desconfiada, ¿qué es lo que sucede con otras instituciones? Se caen, se hunden.

 

¿Qué sucede con la seguridad? ¿Qué sucede con la salud? ¿Qué sucede con la educación? Por lo tanto, es importante que entendamos esta parte de vivir en sociedad. Vivir en sociedad no es beneficiarnos solo de los parabienes que toda la sociedad ha logrado a lo largo de la historia, es mantenerlos, y esto se nos olvida. El discurso de la polarización se olvida de mantener el estatus de las instituciones sociales, y por eso entramos en esta degradación absoluta de la confianza y nos situamos en un marco muy pernicioso, que es el marco del individualismo, que es donde ahora mismo estamos. Y yo creo que sobre eso tenemos que seguir avanzando.

22:43
Miriam. Hola Vico, soy Miriam. Anteriormente comentabas que la emoción se ha empezado a imponer sobre la razón. ¿Qué consecuencias consideras tú que tiene este cambio?

 

22:53
Vico. Esto es importante. Es para mí una de las grandes cuestiones de esta segunda década del siglo XXI. Verás, a mí me sorprende muchísimo, muchísimo, como todavía en preparatoria, en bachillerato, incluso en la universidad y en las empresas, se está hablando constantemente de la gestión de las emociones, y se hace todo tipo de cursos, cursillos, seminarios sobre la gestión de las emociones. Y me sorprende, ¿sabes por qué? Porque esta gestión de las emociones, si se hace bien, se arregla en la infancia. Se aprenden a conocer las emociones en la infancia.

 

Aquel cuento del monstruo de los colores, ¿se acuerdan ustedes? Pues ya con esto deberíamos de tener las bases suficientes como para después en la juventud, en la adolescencia y en la madurez temprana y tardía, pues sepamos manejar convenientemente nuestras emociones. Y sin embargo no es así. Y no es así por varias razones. Os he hablado de la falta de confianza. Pero la falta de confianza arrastra muchas más cosas de las que se pueden ustedes imaginar, y ahora tengo que hacer un recorrido un poco más largo quizás. Cuando hablamos de la falta de confianza, las primeras personas que se sienten vulneradas, o sea que pierden su capacidad de desarrollo, no somos los adultos. Los adultos, como os decía, desde los años 80 ya había un 30 y tanto por ciento de confianza interpersonal en la República.

 

Sin embargo, hoy tenemos un porcentaje muy bajo. ¿Quiénes son los que más sufren esta pérdida de confianza? Pues son los más jóvenes. Los más jóvenes no han vivido esta transición de una mayor confianza a una menor. Los más jóvenes han entrado directamente al mundo, en un mundo desconfiado, que no comparte la igualdad con los otros, que no ve al otro como un igual, sino muchas veces como alguien con quien competir. Así llevamos más de 20 años educando a los jóvenes en México, en Estados Unidos, en el resto de Latinoamérica. ¿Y qué significa educar en la desconfianza? Pues prepárate que la pregunta no es sencilla y no es cómoda.

 

Educar en la desconfianza es no educar en la razón. Decía Adela Cortina que nadie aprende solo. Nadie aprende solo. Fíjate qué frase tan sencilla pero tan tremenda. ¿De quién aprendemos? Cuando éramos niños decía el bueno de Platón que el alma de los niños entre los 2, 3, 4, 5 y 6 años de edad es natural al juego y que hay que dejarlo jugar y que el juego sale de manera espontánea entre ellos. En una sociedad confiada, confiada en sus vecinos, en sus espacios, los niños juegan en la calle. ¿Cuántos años hace?

 

Les pregunto a ustedes de verdad, seriamente, y a los que están viendo este vídeo. ¿Cuántos años hace en México que no vemos a niños jugando en la calle? ¿Cuántos? Décadas. Hace décadas que no vemos a niños jugando en la calle. Y cuando los niños no juegan en la calle, ¿dónde juegan? Pues no juegan. Los niños se encierran en casa, los niños hemos tenido la suerte o la desgracia de que a partir del año 2009 los teléfonos celulares, los smartphones se pusieron de moda, se pusieron al alcance de todo el mundo.

 

Vino a solucionar el problema del famoso aburrimiento de los niños que estaba torturando a los padres porque no sabían cómo desaburrir a los niños. Las jornadas laborales se ampliaron porque había que pagar la posibilidad de que los niños estuvieran en la escuela el máximo tiempo posible. Tenga en cuenta que ahora mismo en México las escuelas de horario extendido son muchísimas. Cada vez hay más escuelas de horario extendido que no responden a una necesidad educativa. Responden a una necesidad de estabular a los niños dentro de las escuelas para que los padres puedan trabajar fuera porque no tienen con quién dejar a los niños. Por lo tanto, una sociedad desconfiada es una sociedad donde no hay juego, donde no hay un desarrollo sano de los niños tanto a nivel físico, psicomotor, de habilidades sociales y oh misterio, tampoco del uso de la razón. Porque las habilidades sociales, el saber comportarte con los demás, cómo acercarte, empatizar, cómo mantener la mirada cuando te preguntan, cómo convencer o cómo asumir, cómo tolerar la frustración, cómo asumir también una situación en la que tienes que acatar órdenes, todo eso son habilidades sociales que con el juego amputado, sin esta posibilidad de juego, van desapareciendo. Y al final nos encontramos con una sociedad en la que no se dan estas habilidades sociales, estamos colmados de problemas de salud mental porque, obvio que un ser humano, sin las habilidades sociales óptimamente desarrolladas, es una persona con carencia, que no tiene las herramientas suficientes para no solo enfrentarse al mundo, sino para enfrentarse a sí mismo, esto es más importante de lo que os podéis imaginar.

 

Y finalmente, tenemos personas que no están desarrollando la capacidad de pensar de manera autónoma, porque verán, nadie aprende solo, es cierto, pero la forma que tiene el ser humano de aprender es, primero, imitando a sus padres y después encontrando la diferencia con otros seres humanos, entrando en la casa de los vecinos, ¿quién cuando era chico no entraba en la casa de sus vecinos? Y no veía que la casa era diferente a la tuya y, sin embargo, en esa casa se podía vivir bien, que a lo mejor no estaba el padre, a lo mejor no estaba la madre, a lo mejor había un abuelo que venía de provincia, a lo mejor había un primo que estaba estudiando en la universidad y estaba en esa casa, y veíamos realidades diferentes en la casa de nuestros vecinos. La casa de nuestros vecinos siempre olía diferente a nuestra casa, ¿se han dado cuenta? Y decíamos, tu casa huele raro, les decíamos a nuestros amigos, ¿verdad? Y decían mi amigo o tu amigo, no, la tuya huele raro, la mía huele bien, huele normal. Y esto es súper importante, esto parece una tontería, pero no lo es. Realmente normalizamos lo propio al punto que entendemos que lo propio debe de ser lo universal. Y si no tenemos la capacidad de contrastar esto propio, creemos que lo propio es norma y que al final todo el mundo debe de comportarse y sentir tal como nosotros lo hacemos si no tenemos la capacidad de comparar, ¿te das cuenta hacia dónde voy?

 

Por lo tanto, nos convertimos en seres humanos con un pensamiento único, con un pensamiento acrítico, porque la posibilidad de crítica se da con la comparación y la contrastación. Si no tenemos esa capacidad, porque ya no nos relacionamos con los otros de manera natural y estamos encerrados, al final acabamos creyendo que lo que pensamos es verdad. Y cuando tú acabas creyendo que lo que piensas es verdad, acabas cayendo en algo que llamamos un sesgo de confirmación. En la creencia infundada simplemente por ti, por tu cerebro defectuoso que no es capaz de actualizarse viendo a otras personas y conociendo otras realidades, de que aquello que es propio de ti es la pauta universal y es como tienen que ser las cosas. Así que dejamos de pensar, ¿verdad? Cuando nacemos hay habilidades que son innatas. Por ejemplo, la empatía es innata al ser humano al año de edad. Hay unos experimentos preciosos de niños de un año y medio ayudando a personas mayores sin ser capaces de hablar y poniéndose muy contentos cuando ven que han ayudado a la persona mayor.

 

Igual pasa con el pensamiento. Los filósofos intentamos trabajar en el arte de pensar, de aprender a pensar, pero aunque todos tengamos esa capacidad, si no la trabajamos, este músculo no funciona. Y al final acabamos pensando toda nuestra vida, esto lo decía también el bueno de José Antonio Marina, como la última vez que pensamos. Igual que todos dibujamos como la última vez que dibujamos. Si no practicamos, si no desarrollamos, si no actuamos y actualizamos el pensamiento crítico, no pensamos. Y al final, ¿por qué nos regimos? Por aquello que nos parece, nos parece aquello que sentimos que está bien y que es lo correcto. Y esto ya son las emociones.

 

Dice el bueno de Platón, fíjate qué cosa más interesante. Dice «la opinión es la forma elemental de aprendizaje». «La opinión es la forma elemental de aprendizaje», dice el bueno de Platón. Sin embargo, la opinión, la doxa para los griegos, la doxa es pura sensibilidad. La doxa no es un ejercicio de la verdad, no busca la verdad. La doxa no es más, la opinión no es más que algo del mundo sensible, diría el bueno de Platón. Si queremos llegar a la verdad, debemos llegar mediante la razón, que esa se separa de la opinión. ¿Qué sucede entonces con el mundo de las emociones?

 

En un mundo polarizado e individualista y acrítico, la forma en la que vamos moviéndonos, la forma en la que vamos interactuando con los demás, no es con el uso de la razón que lleva parejada la educación, los modos, el entendimiento, la tolerancia. Claro que no, nos relacionamos desde la pura emoción. Y aquello que no esté en sintonía con lo que nosotros sentimos, sentimos inmediatamente lo que llaman los psicólogos una disonancia cognitiva. Es algo que no entra, que no es, eso no debe de ser así, porque yo así no lo siento. Yo así no lo siento, esto no es así, esto debe de ser falso. Porque yo opino, porque yo siento, y hay que tener mucho cuidado porque una opinión falsa no es más que una mentira, la adornemos como queramos adornarla y que nos digan que todo el mundo tiene derecho a opinar, no implica que toda opinión tenga derecho a ser tomada en cuenta. Y esto no nos gusta, ¿y sabes por qué no nos gusta? Porque la opinión se ha convertido en una emoción, no en una razón.

 

Si fuese una razón, si yo te rebato tu razón con argumentos suficientemente sólidos, pues tú lo aceptas y no pasa nada, no pasa nada. Pero si tu opinión es una emoción, no puedo hacer nada para contrastarla, no puedo hacer nada para modificarla, porque estoy dándote en algo que te duele demasiado, en algo que sientes que es un agravio personal hacia ti. Véndeme la razón, convénceme. Pero es imposible convencer a alguien cuando ya no piensa, imposible. Y al final acabamos moviéndonos solo por las emociones. Cuidado cuando os vendan emociones, cuidado cuando el discurso siempre sea emocional, cuidado porque yo lo estoy haciendo. Soy perro viejo y mi especialidad es ética de la comunicación, los que nos dedicamos a este arte sabemos cuáles son los resortes emocionales para hacer que la gente salte y preste atención, cuidado con todo eso. Ese es el mayor de los peligros del mundo de las emociones sin la razón.

 

Bueno Vico, estamos viviendo la época de oro de la autoayuda. Ahora hay autocuidado, autoconocerse, hasta autotune, hay hay auto de todo. Pero me parece que en una época en donde estamos tan en el auto, a lo mejor nos estamos viendo tanto a nosotros mismos como no estamos viendo al otro, no estamos preocupándonos por el otro. Y esto angustia un poco, ¿qué opinas? A mí hay algo que me molesta mucho de las modas advenedizas, a mí hay algo que me molesta mucho de aquellas soluciones que aparecen de manera fragrante, que irrumpen en los espacios públicos como la gran solución a todos los problemas del mundo, en este caso es el autoconocimiento como la gran solución a nuestra angustia vital. Y perdónenme, esto nunca se puede presentar así. Y no se puede presentar así, porque está en deuda con una tradición de más de 2.500 años. Y me voy a poner muy serio, yo sé que cuesta trabajo que me ponga serio, pero lo voy a intentar.

 

Verán, cuando se funda, como hoy entendemos la filosofía tal cual en la Grecia de Sócrates, el concepto de conocerse a uno mismo ya estaba encima de la mesa desde hacía tiempo. Cuando la gente iba al oráculo de Delfos, al templo de Apolo, a preguntar al oráculo sobre algo, sobre su verdad, sobre sus miedos, sobre su futuro, lo que se encontraba escrito precisamente en la entrada del templo de Apolo en Delfos era eso, «Conócete a ti mismo». Sócrates, que dice la leyenda que el templo de Apolo en Delfos, el oráculo, lo vaticinó como el hombre más sabio del mundo, Sócrates utilizaba esta sentencia de una manera muy útil cada vez que daba clase y le recordaba a sus discípulos que era necesario conocerse a sí mismo. Platón, su discípulo más prestigioso, lo toma como lema necesario de su academia, de su escuela de filosofía y vuelve a utilizar el «Conócete a ti mismo» porque en aquella época el «Conócete a ti mismo» tenía un sentido absoluto y no hacía falta ninguno explicarlo, pero hoy en día sí. De hecho, fíjense, como es el bueno de Aristóteles, el que se da cuenta de que esta sentencia, este «Conócete a ti mismo» puede tener trampas, puede tener trucos y dice en uno de sus libros, Aristóteles, «Conocerse a uno mismo significa saber en qué eres bueno para así poder ayudar a los demás». Repito, conocerse a uno mismo es saber en qué eres bueno para así poder ayudar a los demás. De repente como que esa frase de «Conócete a ti mismo» como la manejamos hoy en día carece de sentido, se acabó de romper, porque parece que si vamos a un restaurante japonés o chino nos dan unas galletitas de la suerte, las abrimos y dicen «Conócete a ti mismo”, anda, mira. Puede aparecer en cualquier sitio, es una especie de comodín de mantra, de autoayuda, «Conócete a ti mismo», pero primero, ¿cómo me conozco a mí mismo?

 

Y los griegos lo tenían clarísimo, solo no te puedes conocer a ti mismo, te conoces a través de la mirada del otro, necesitas el otro para conocerte a ti mismo, nadie se conoce a sí mismo solo, no puedes conocerte a ti mismo mirándote en el espejo, porque ¿quién te va a decir que eso que sientes es una cosa u otra? ¿Quién te va a meter un dilema en la cabeza o te lo va a solucionar? Acuérdense, cuando éramos más chicos, cuando éramos más jovencitos, y hablabas con tu amigo del alma, estabas en la prepa y le decías «Juey, no sé qué me pasa, tengo como mariposas en la barriga, tengo algo aquí que me tiene intranquilo, no sé qué, pero qué, no sé, me sudan las manos, me tiemblan las rodillas, me suda la frente, me siento mal». Y eso cuando te pasa, cada vez que entro en clase, siempre, siempre, siempre que está aquella morra, pues ya está la solución, ¿no? Tú no estás enfermo, tú es lo que estás enamorado, hombre. Pero era necesario que alguien te lo dijera, decía el gran poema aquel, no, de esto es amor y solo el que lo probó lo sabe, y solo el que lo sabe te lo puede explicar, porque si no tú no sabes lo que te pasa. Como en el amor, en casi todas las cosas importantes de la vida, necesitamos que alguien nos explique qué es esto por lo menos, verlo reflejado en la mirada del otro. Por eso cuando vemos a alguien con miedo y no entendemos qué está pasando y la circunstancia no está clara, también sentimos miedo.

 

Sentimos miedo porque decimos «algo está pasando, no sé qué, pero algo está pasando». Necesitamos esa mirada del otro. Por lo tanto, los griegos lo tenían clarísimo. ¿Quieres conocerte a ti mismo? Sí. No puedes estar solo bajo ningún concepto. Necesitas estar rodeado de los demás. Porque, repito, solo no aprendemos, necesitamos al otro para aprender.

 

¿Y por qué narices tenemos que aprender para que somos buenos para ayudar a los demás? Hoy en día cuesta trabajo entenderlo, porque hoy en día le decimos a nuestros jóvenes «tú tienes que ser el más chingón», «tú tienes que ser el mejor», «tú tienes que ser el primero». No le estamos enseñando en competencias, o sea, en la adquisición de habilidades para el desarrollo, no. Le estamos educando en competir. Y le decimos «tú tienes que ser el mejor, tú tienes que ser el número uno, tú tienes que entrar el primero en la UNAM». Y una vez que entre, la UNAM porque me tira la casa, y una vez que entres, no le compartas los apuntes a tus compañeros, pásaselos mal para que los reprueben. Porque el chingón eres tú, tú tienes que ser… de verdad, pues parece una tontería, pero siete años dando la bienvenida a cientos de miles de alumnos.

 

Y esto es lo que me decían que en su casa les decían. Así los estamos educando, de tal manera que al final uno parece que no tiene justificación eso de «para ayudar a los demás». Pero ¿qué decía Aristóteles? Decía «no confíes en alguien que no tiene amigos, porque aquel que no tiene amigos es imposible que sea feliz”, porque al final nadie puede ser feliz solo. Y si tú no compartes de los problemas de los demás, si tú no eres parte de la solución de los problemas de los demás, aportando aquello en lo que realmente eres útil, lo que estás imposibilitando es que los demás lleguen a ser felices contigo dentro. Verán, ¿saben ustedes cómo se denomina aquella persona que solo se preocupa por sus propios asuntos y no comparte de los asuntos públicos, de los asuntos que a todos nos importan? Les va a encantar. Idiota.

 

Pero es un término griego, «idiotés». El idiota es aquel ciudadano de la ciudad que solo se preocupa de sus problemas y que no comparte de los asuntos de los demás. Y ustedes dirán «bueno, y qué, pues no es mi pedo, ¿no?» Pues sí es tu pedo, cabrón. Sí es tu pedo. Los problemas de los demás son nuestro pedo porque son nuestros problemas finalmente. Y al final todo nos estalla la cara y cuando nos apartamos los problemas siguen creciendo constantemente. Por lo tanto, en esa autoayuda, en ese autoconocimiento, ahí lo que falta es el otro constantemente. Necesitamos la figura del otro.

 

Pero, ¿quién es el otro? El otro suena mal porque el otro, como os he explicado, es aquel que es diferente a mí. Sin embargo, hay una palabra maravillosa, maravillosa en el español, en nuestro idioma común, que no es igual en ningún otro idioma y que yo creo que es importante que rescatemos, ¿no? Que es el «nosotros». El «we» en inglés, ¿no? Ese «we», no sé cómo sonará a sus oídos, a mí no suena tan bonito como «nosotros». El «nosotros» tiene una fundamentación maravillosa, ¿verdad? «Nosotros» es la unión de dos palabras, «nos» y «otros».

 

¿Qué significa «nos»? Bueno, pues «nos» es una palabra que viene de cuando Roma se dividió en dos. Aparecieron dos Césares, ya no era yo César, sino que estaba el César del Imperio de Occidente y el César del Imperio de Oriente. Por lo tanto, a la hora de firmar las leyes, firmaban como «nos Césares», «nosotros el César», el «nos». «Nos» trasciende después a España, a nuestro idioma, de tal manera que los reyes de los diferentes reinos, Godo, Suedo, Visigodo, Franco, Jalano, los reyes de estos reinos copiaron ese «nos» y se lo aplicaron. Por lo tanto, es un plural mayestático del «yo», «nos». «Nos otros» es «yo junto con el otro». Eso es fundamental que lo entendamos.

 

Decía el bueno Wittgenstein que los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje y viceversa. Si entendemos bien el origen de las palabras, nos damos cuenta de que la fundamentación de nuestro idioma pasa por un «nosotros», que es el «yo» junto con los «otros». Si queremos sanar esos problemas que intenta sanar la autoayuda, el coaching ontológico, todas estas cosas grandes que nos intentan vender y que aparecen en los anaqueles de los libros de autoayuda, tenemos que entender que lo primero es que esto no es autoayuda, no estamos ayudando a nosotros mismos. Necesitamos ayudarnos no de manera individual, sino colectivo. Si no, esto no funciona. Si no, esto no se va a arreglar. Y lo estamos viendo constantemente. Se están dedicando muchos esfuerzos, muchas políticas de ayuda de salud mental, pero siempre incidiendo en la figura individual.

 

No estamos arreglando nada y no lo vamos a arreglar hasta que no entendamos que estos problemas hay que atajarlos a través de la concepción del «nosotros». Ahí sí podremos arreglarlo.

43:40
Julián. Hola Vico, ¿qué tal? Mi nombre es Julián. Mira, dando seguimiento a lo que estás comentando, hay una mentalidad que es mucho de «primero lo mío» y hay un refrán que he aplicado luego en mi vida y luego no, que es de «si vas a llorar en mi casa, ¿por qué no mejor llorar en la tuya?». Dando seguimiento a esto, ¿qué puedes opinar?

44:00
Vico. Pues mira, lamentablemente Julián, esto es un refrán que se oye demasiadas veces. En México lo tenemos muy encima de la mesa, ¿no? «Para que llore yo, mejor lloras tú». Y de alguna manera parece que está justificado, parece que hay una cierta justificación con respecto a esto. Hay como una especie de autoprotección con respecto a lo otro o las circunstancias que me legitiman. Y verás, es curioso porque ya fueron los cínicos hace mucho tiempo, hace más de 2.300 años, los que empezaron a apuntar a cierto individualismo con natural al ser humano. Ellos hicieron algunos apuntes breves, no se enrollaron mucho porque estas escuelas antiguas de filosofía, escépticos, cínicos, epicúreos, gnósticos, estoicos, esta gente en el fondo necesitaba mucho de los demás. Pero había cierto sentimiento de individualización necesaria en todas estas ideas. Sin embargo, no es hasta buena mitad del siglo XX donde aparece por primera vez en nuestra historia un individualismo filosófico. Una idea planteada desde la filosofía, desde ciertas filosofías, donde llegan incluso a decir que el ser humano es egoísta por naturaleza y que hay incluso un egoísmo racional.

 

Fíjate, un egoísmo racional. Y esto pega duro, esto pega muy muy duro. Hay una autora llamada Ayn Rand, que es de origen ruso, afincada en Estados Unidos, que tiene obras muy interesantes de leer, como por ejemplo «El manantial», que se convirtió en un libro de referencia para Estados Unidos, vendió millones y millones de ejemplares, que es la historia de un arquitecto que decide luchar por sí mismo, por su carrera individual, por encima incluso de lo que piensen los demás, pero por encima incluso de la propia ley. Ayn Rand, cuando nos habla, estos pensadores del egoísmo racional, llega a decir que el ser humano no debe de sacrificarse jamás ante el otro, que no hay nada que justifique el sacrificio propio, salvo la propia felicidad. O sea, que si te tienes que sacrificar por alguien, que sea por ti y para ser feliz tú, pero nunca te sacrifiques por los demás. ¿Y sabes qué pasa? Que Ayn Rand se equivoca, y se equivoca flagrantemente. Si alguno de los que estáis aquí sois padres o madres, esta frase de «no debes de sacrificarte por nadie salvo por tu propia felicidad», se os cae de las manos inmediatamente.

 

Tan solo por el hecho de ser padres, esto es una cuestión biológica. Sabemos que ser padre implica un sacrificio, y el sacrificio es sacrificar tu vida, tus intereses personales, por el bienestar de tus propios hijos. Por lo tanto, este pensamiento individualista es absolutamente solipsista. Te separa de cualquier posibilidad. ¿Por qué entonces tenemos hijos pero que los cuide otro? Porque yo tengo que seguir preocupándome por mi propia felicidad, o vuelco aún peor, mi felicidad en mi hijo como un objeto para mi propia felicidad. ¿Te imaginas lo que es eso? Eso está pasando.

 

Es la proyección de la frustración paterna y materna sobre unos hijos que colmamos de expectativas que después se convierten en un lastre para el desarrollo de su propia vida. Si el ser humano fuera egoísta por naturaleza, nos habríamos extinguido hace más de 300.000 años. Habríamos muerto. Porque hay una anécdota maravillosa que yo relato en mi último libro, «En era de idiota», que es como arranco el libro, una anécdota conocida por todos y si no, pues yo la cuento, que es bonita. Margaret Mead es una antropóloga muy conocida de la primera mitad del siglo XX y a Margaret Mead le hicieron una pregunta. Fíjense qué pregunta más hermosa. La pregunta fue muy sencilla. ¿Cuál cree usted que es el vestigio arqueológico, el hallazgo arqueológico que da el pistoletazo de salida a la civilización humana?

 

Aquel que podemos decir sí o sí hay civilización humana. Cuentan que la expectativa de los alumnos de Margaret Mead era que Margaret le dijera pues la aparición del fuego, la aparición quizás de alguna protocasa, alguna especie de vivienda, la aparición de algún tipo de herramienta, ya sean huesos o ya sean piedras, y Margaret Mead dijo lo siguiente, no, no, no, no, el inicio de la civilización humana es la aparición del fémur, de un miembro de la tribu que habiéndose roto se cicatrizó y cuando lo hemos encontrado lo hemos encontrado ya cicatrizado. ¿Por qué? Porque en el mundo de la naturaleza si un animal se parte un hueso tan importante como un fémur es su condena de muerte. Un animal que se le rompe una pata está muerto ya. Pero es que un humano igual si no tiene la tribu, es el nosotros que le dé protección y que confíe que con su cuidado ese hueso sanará y que esa persona podrá reincorporarse de manera útil a la tribu. Fíjense todas las estructuras y todas las herramientas que se tienen que dar. Curar a una persona enferma en esta circunstancia en un ambiente tribal significa que las personas que deben de cuidar a este enfermo tienen que renunciar a su acción dentro de la tribu, tienen que renunciar a salir a cazar, a recolectar, porque tienen que estar pendientes del enfermo confiando que este enfermo se componga y que pueda volver a formar parte de su círculo.

 

Por lo tanto pensar directamente que el hombre es un animal egoísta por naturaleza, que el ser humano es egoísta por naturaleza es de una simpleza absoluta. A menos que me digáis «no, no, es que somos egoístas porque es que ese que se rompió la pierna era fundamental para el resto de la tribu». Esto ya es suponer demasiado. Basta con que nos demos cuenta que los animales humanos, nosotros, somos del reino animal aquellos que necesitamos más cuidado desde que nacemos hasta que morimos. No hay ser humano que pueda llamarse ser humano si no es criado por otros humanos durante muchos años. Les recuerdo el caso del pequeño Víctor de Aveirón, no sé si lo conocen, el pequeño salvaje. Víctor de Aveirón fue un niño que apareció en el Pirineo francés hace un par de siglos y que no sabían bien si era un niño con algún problema motriz, con algún problema mental, el niño parece desnudo, no saben exactamente qué edad tiene, lo sitúan entre los 10 y los 14 años, el niño aparece en mitad del bosque y se acerca a los humanos con hambre y con frío. Cuando empiezan a trabajar con Víctor, llega un pedagogo desde París con los métodos más avanzados de la época en pedagogía, empieza a trabajar con el pobre Víctor y se da cuenta de que Víctor no habla, pero por mucho que se esfuercen en enseñarle a hablar, son muy pocas las palabras que Víctor es capaz de aprender.

 

Pero no es porque Víctor tenga un problema mental, no, no, se da cuenta de que es que Víctor ya no está en edad de aprendizaje y que a Víctor quien le ha enseñado a vivir son los lobos que le han salvado la vida durante los primeros 10, 11 o 12 años de su existencia. A Víctor lo cuidan una mujer que le da de comer y este pedagogo que se encarga de cuidarlo y resulta que Víctor no tiene ningún tipo de afecto hacia el pedagogo y que el poco afecto que le tiene a la mujer es porque la mujer le da de comer. En ese momento esto fue crucial para entender que el ser humano no nace, no solo nacemos seres humanos, sino que nos vamos haciendo seres humanos. Diría Aristóteles que el ser humano es en potencia en su nacimiento, pero que para llegar a ser seres humanos adultos tenemos que actualizar nuestra humanidad y la única forma que hay de actualizar nuestra humanidad es estando con los demás, aprendiendo con los demás. No podemos aprender a andar si no vemos andar a nuestros padres. No podemos aprender a comer si no nos ayudan a aprender a comer. No podemos aprender a hablar si no escuchamos hablar a la gente. Y esto es lo que le pasó al pobre Víctor.

 

Sepan que Víctor acabó mal a los veintipocos años fallece, encerrado en una institución que lo auspicia, nunca llegó a hablar, nunca llegó a expresar emociones muy importantes y por lo tanto nunca llegó a pensar, no pudo pensar en abstracto porque el ser humano tiene unos años muy concretos de su infancia en los que adquiere esas habilidades y si no se adquieren en ese momento desaparecen. Por lo tanto tenemos que darnos cuenta de que mucho cuidado con ese individualismo feroz porque si hacemos caso a Aristóteles, Julián, y decimos que el hombre es un animal político, el ser humano es un animal político, tenemos que ser consecuentes con la etimología. Político significa que pertenece a la polis y la polis no es solo la ciudad, la polis es la tribu, la polis es el grupo. Si el hombre es un animal político, si el ser humano es un animal político y del binomio quitamos lo político que nos queda, un animal, el pobre Víctor de Aveirón, el pequeño niño salvaje. Esto es importante reflexionar, decía el bueno de Aristóteles en esta ética nicomaquea que os he hablado ya antes, decía a su hijo que solo los animales y los dioses pueden vivir en soledad, los seres humanos no podemos vivir en soledad. Y esto creo que es una reflexión suficientemente necesaria a esos que utilizan el individualismo feroz como construcción y posibilidad de futuro porque además ¿sabes qué sucede? Que ese individualismo feroz tal como lo plantea el individualismo filosófico de los años 50, 60, incluso de los años 70 y que da pie a movimientos políticos y económicos ulteriores tiene un problema de base porque exige sus derechos y sus libertades, pero ¿quién se los da? Los derechos y las libertades fungen por un contrato social, por lo que todos aceptamos que son derechos y libertades.

 

Si alguien esgrime la bandera del individualismo, de ese individualismo feroz, yo lo invito a que se vaya a una isla desierta. Pero si quiere aprovecharse del sistema y del contrato social, entonces tiene que acatar el propio contrato social, la propia garantía de sus derechos individuales.

55:05
Fernanda. Hola Vico, soy Fernanda. En base a esto que has estado hablando, pareciera que cuando hablamos de libertad hablamos únicamente o siempre de la libertad individual. Pero ¿tú qué piensas de esto? ¿Cómo lo definirías?

55:20
Vico. Pues sí, se convierte en una bandera. Claro, el individualismo nos hace creer que estamos haciendo un ejercicio de nuestra libertad, pero hay que tener mucho cuidado con la palabra libertad.

 

Y hay que tener mucho cuidado con la palabra libertad porque la libertad es un invento, igual que la felicidad, igual que la esperanza. Es un invento de nuestro lenguaje, es un invento de nuestra cultura y tiene una serie de connotaciones que pueden ser maravillosas si las abrimos y que pueden ser absolutamente restrictivas también. Hay quien piensa que en el ejercicio de la libertad absoluta está el de la asunción de la responsabilidad absoluta de todas nuestras acciones. Si quiero eximirme de la responsabilidad, entonces tengo que pensar que soy un ente independiente que vive solo y que actúa libremente. Nuevamente, que se vaya a una isla desierta. Pero cuando hablamos de libertad, que me parece una palabra importantísima, se nos está olvidando que es la libertad desde el punto de vista ético. Y esta charla es una charla ética, este diálogo, este cruce de razón entre ustedes y yo, donde esperamos que la razón nos parta a ambos, es una acción ética. Les voy a explicar por qué.

 

Verán, hay un maestro vivo todavía en España, yo espero que dure mucho, aunque ya es inmortal por su obra, que es el maestro don Emilio Lledó. Y don Emilio Lledó, cuando le pregunta para mí, yo siempre lo defino como uno de los últimos sabios griegos vivos. Tiene 90 y muchísimos años, está cercano ya a los 300 por lo menos. Pero don Emilio Lledó es muy sensato en sus palabras y dice, entendamos la libertad como la posibilidad. Entendamos la libertad como la posibilidad. ¿Y qué es la posibilidad? La posibilidad de elección, la posibilidad de elegir, la posibilidad de decidir. Muchas veces actuamos en el mundo creyendo que actuamos de manera libre, que estamos eligiendo tal cosa o tal otra de una manera completamente autónoma.

 

Pero es que no hay otra opción, no se nos plantea otra opción o no conocemos otra opción. Simplemente hacemos lo que hacen los demás creyendo que estamos actuando de manera libre y sin embargo no hacemos más que replicar los modelos de otros que creemos que son modelos de éxito. ¿A qué se refiere entonces Emilio Lledó con la posibilidad de elección? Pues Emilio Lledó nos dice que la libertad está íntimamente ligada al conocimiento. Quieres ser libre, aumenta tu conocimiento, aumenta tus umbrales de conocer el mundo, de conocer las diferentes realidades. Ahí es donde aparece obviamente el pensamiento crítico y ahí es donde aparece la necesidad de confiar en los demás nuevamente, porque no hay pensamiento crítico sin el acercamiento al otro, al otro entendiendo lo común igual. Que no significa, y esto sí es importante, que por el hecho de conocer las realidades de otras personas y ponerlas en juego con nuestro pensamiento ya tengamos que tolerarla. Esto no es verdad.

 

También hay cierto sentimiento excesivamente buenista de creer que porque conocemos cómo piensa tal persona o tal colectivo o tal país ya tenemos que permitir que esto siga siendo así. No, si no encaja dentro de nuestra estructura moral no tenemos por qué hacerlo, pero sí tenemos la obligación de conocerlo. Y al conocerlo lo que hacemos es ensanchar las posibilidades de elección. Eso es la libertad. La libertad por tanto no es un ejercicio gratuito o que nos venga de casa o que nos venga de fábrica. No es cierto. No es cierto. De hecho, nosotros no tenemos libertad de acción por ley hasta los 18 años, que tenemos mayoría de edad.

 

Hasta los 18 años estamos tutelados porque se supone que no tenemos la autonomía suficiente y el uso de la responsabilidad suficiente como para asumir las consecuencias de nuestros hechos. ¿Por qué? Porque no tenemos suficiente espectro de posibilidad de elección. Y si elegimos mal no es porque hayamos actuado libremente, sino porque no tenemos el criterio suficiente para saber si esto lo puedo hacer, esto no lo puedo hacer, esto está bien o esto está mal. Por lo menos esa es la teoría. Por lo tanto, cuando hablamos de libertad estamos hablando de un ejercicio que cuesta. Esa es la parte, la letra pequeña del contrato que no nos gusta a nadie. A nosotros nos gusta que nos den libertad y que sea gratis.

 

Y que podamos hacer lo que nos dé la gana. Y entonces esto ya no es libertad. Esto se convierte en una especie de barra libre de totus revolutum, de hagamos lo que nos dé la gana y entonces inmediatamente empezamos a sufrir todas las consecuencias de esta barra libre de la libertad. No, no. La libertad tiene una responsabilidad gigante. Y la primera responsabilidad de la libertad es tuya. Aumenta los umbrales de conocimiento. Crece intelectualmente.

 

Fórmate. Duda. Esto es tan importante porque la duda es un ejercicio de la razón mientras que las emociones aseguran categóricamente. No puedes ser libre si te guías solo por tus emociones. La única forma de ser libre es guiarte por tu razón y la razón hay que alimentarla. Por lo tanto, cuidado con los discursos de la libertad. Cuidado con los discursos que utilizan la libertad como única posibilidad. No es cierto.

 

Perdóname, no es verdad. No es verdad. No podemos hacer todo lo que queramos. Esto no tiene sentido. Tendremos que ampliar estos horizontes. Y entonces podremos ser realmente libres. A mis alumnos muchas veces cuando les doy conferencias, les doy clases, les explico esto. A ver, ¿realmente tú crees que eres libre cuando eliges entre un teléfono u otro?

 

¿Realmente crees que eres libre cuando eliges entre una red social y otra? A lo mejor la elección es ninguna red social y ningún teléfono. No, eso ya no es elección. Ah, entonces tenemos un problema. Tenemos un problema que tenemos una estrechez enorme en el mundo. Lo que se consigue con eso que es primero atontecernos, después separarnos, pelearnos y para colmo anestesiarnos. Y creemos, y esto es Ortega y Gasset, no soy yo por supuesto, creemos que en la no elección estamos haciendo un ejercicio de libertad. Pues no, mire usted, no es así. Porque Ortega será el que nos diga que incluso no eligiendo, estamos eligiendo no elegir. Y eso tiene una responsabilidad.

01:01:56
Azucena. Hola Vico, soy Azucena.

01:01:58
Vico. Hola Azu.

01:01:59
Azucena. Hay un dicho muy extendido que dice que los tontos son más felices. ¿Tú qué piensas al respecto? ¿Crees que realmente el conocimiento nos condena a ser infelices?

1:02:10
Vico. Yo creo que hay que ser muy tonto para defender eso. Y te lo voy a explicar muy fácilmente. Mira, hay veces que la realidad es tan dura que no nos gusta hacernos eco de ella. Y vamos a hablar de otro país, no vamos a hablar de nuestro México, vamos a hablar de otro país. Resulta que hay un país donde el índice de confianza interpersonal es el más alto del mundo. Tienen sus propios problemas, no me cabe duda, pero el más alto del mundo cuando nosotros tenemos uno de los más bajos. Resulta que es uno de los países que gracias a este índice de confianza interpersonal tan alto y este trabajo de responsabilidad de la ciudadanía, como os he explicado, confianza y responsabilidad forman parte de un todo. Resulta que, según los que saben, es uno de los países con una de las democracias más sanas del mundo. Y es una democracia sana porque al confiar casi todos los unos en los otros, hablan los unos con los otros, se conocen, comparten de sus problemas comunes, luego no actúan como idiotas y por lo tanto lo que hacen es poner manos al asunto para intentar mejorar su sociedad.

 

Como mejoran su sociedad y todos comparten de la acción política, es un país muy poco corrupto, uno de los menos corruptos del mundo. Cuando se habla de corrupción en este tipo de países se remontan normalmente a algo que pasó en los años 80, a algo que pasó en los años 90, para colmo este país, y aquí viene la contestación a tu pregunta, este país tiene uno de los índices de inteligencia más altos del mundo, sus jóvenes son de los mejor formados, y déjate ya de la formación, de los más inteligentes. Y cuando hablo de los más inteligentes es no solo una inteligencia práctica, sino una inteligencia emocional, porque también es uno de los países que tiene menos problemas de salud mental, ¡uf!, ¡qué temazo!, un día tendríamos que hablar de eso. Y resulta que este país que es Finlandia, por si ustedes no lo sabían, lleva siete años consecutivos, no solo siendo uno de los países más inteligentes del mundo, por lo tanto no son tontos, sino siete años consecutivos siendo el país más feliz del mundo. Y no lo digo yo, y no lo dice una página de internet, ni lo dice Instagram, ni lo dice… ¡No!, lo dice la ONU, porque tiene un observatorio de la felicidad, y tienen los mecanismos suficientes como para poder establecer qué país es más feliz.

 

Y México siempre está del 35 para abajo, y esto duele, porque verán, seguramente Finlandia tenga cosas maravillosas, pero yo no me quiero ir a vivir a Finlandia, se hace de noche muy pronto, no tienen buena comida, no tienen buen clima, ¡perdónenme!, no quiero ir más a Finlandia, me gusta más irme al barrio de Coyoacàn, me gusta más irme a la Marquesa, me gusta más irme a otro sitio, a Acapulco, me gusta más a otro sitio, a mi tierra, a Utrera, a Sevilla, a España, y sin embargo ese país es el ejemplo perfecto, de que si queremos ser más felices, tenemos que ser más inteligentes, porque ser más feliz no es simplemente estar bobalicónamente mirando al infinito con una sonrisa estúpida, ser feliz es ser consciente de que tienes posibilidad de elegir, y no solo tienes posibilidad de elegir, o sea, ser libre, sino que has construido las posibilidades reales de ser libre, esto es increíble, que un pueblo pueda tener esa posibilidad, y cuidado, vamos a ser muy optimistas, un país como Finlandia consiguió esto a partir del año 1994.

 

Permíteme que les cuente brevemente la historia de este cambio finlandés, en el año 1992, como ustedes saben, la Unión Soviética se ha roto, ha desaparecido después de la caída del muro de Berlín del año 1989, en el año 1992 Finlandia se da cuenta de que toda la materia prima que ellos producen, que es fundamentalmente productos derivados de la madera, algo de pesca y muy poca agricultura, ya no tiene quien se lo compre, porque todo se lo compraba la Unión Soviética, y Finlandia, que tenía altos problemas de alcoholismo, altos problemas de salud mental, altos problemas de machismo, de violencia machista, se tiene que cuestionar muy seriamente qué va a hacer, las tasas de paro se disparan, suben en un país como ese del 17%, ya da mucho miedo, hay otros países como España que nos cuesta trabajo bajar del 25% y estamos ufanos, allí no, allí el 17% ya es un motivo más que sobrado de alarma, y deciden hacer una cosa, fíjense cuando hay voluntad, cuando hay voluntad política y cuando hay voluntad social, cómo se pueden cambiar las cosas, deciden los finlandeses en 1994 reunirse todos los partidos y preguntarse qué pueden hacer los finlandeses que no puedan hacer otros países, uno empieza a pensar, algún tipo de producto, algún tipo de materia, algún tipo de mineral, no, lo que pueden hacer los finlandeses, que no podemos hacer otros por ello, ¿sabéis qué es? Más finlandeses, ellos son los únicos que pueden producir más finlandeses, obvio, desde Finlandia, de tal manera que deciden apostar por un cambio de modelo económico, cambian un modelo económico de producción por un modelo económico cultural, deciden apostar, hacer un pacto de Estado en 1994 para no cambiar el nuevo modelo educativo en todos los años que estuvieran por venir, es cierto que últimamente ha habido cambios de gobierno y las cosas no van tan bonito como pintaban antes, pero ahí está el gran cambio, lo que deciden todos los partidos políticos es que gobierne quien gobierne, la educación no se toca, y si se toca es para meter más dinero, fíjate, no utilicemos la educación ni las leyes educativas como herramienta política, porque entonces lo que estamos haciendo, perdónenme el latín, es joder a los jóvenes, de tal manera que ellos deciden apostar por eso, y dicen, y es la cosa más bonita, que los profesores son los guardianes del tesoro nacional, porque su tesoro nacional ya no es la producción de petróleo como en Noruega, o la producción de oro como en Sudáfrica o diamantes, no, el tesoro nacional son los finlandeses.

 

En muy poco tiempo Finlandia se convierte en un gran exportador de cerebros y en un gran importador de nuevas empresas que necesitan talento para poder desarrollarse, claro que son felices, pero es que el modelo de Finlandia, perdónenme con sus diferencias y sus tropicalizaciones, se puede copiar, se puede copiar sin ningún problema, decía un maestro de la facultad de arte y diseño de la NOAM, un buen amigo mío, me decía Vico, Enrique Dufoo, me decía Enrique, mira Vico, en educación, cuando algo sale bien, no hay que intentar imitarlo, ese decía no, no, no, hay que copiarlo tío, no te molestes en imitarlo, cópialo, al dedillo, esto funciona, cópialo, hazlo igual, porque al final con el tejido que estamos trabajando, por muy diferente que nos queramos creer, es el mismo tejido, es la misma gente, son los mismos seres humanos, con los mismos miedos, con las mismas ansiedades, con las mismas visiones a futuro, con los mismos afectos, con los mismos cariños, somos los mismos, por lo tanto en educación, en ese momento tan importante de la vida, copiemos los modelos de éxito y repliquemoslos hacia el futuro, yo creo que desde esta pregunta de que si los tontos son más felices, yo creo que es muy interesante ver como modelos de éxito educativo llevan aparejados la posibilidad de ser felices, y si no aprendemos de eso, entonces te aseguro que los tontos somos nosotros.

1:10:07
Marcela. Hola Vico, soy Marcela, después de todo lo que hemos hablado, ¿tienes esperanza en el futuro y eres optimista?

1:10:14
Vico. Pues mira, lo del optimismo creo que lo contesté antes, depende del día, soy humano y nada de lo humano me es ajeno, decía el africano, pero sí es cierto que va por día, pero sin embargo si tengo esperanza en el futuro, y no es que tenga esperanza en el futuro, sino que tengo necesidad de tener esperanza en el futuro, y tengo necesidad porque en el futuro habitan la gente que yo quiero, en el futuro habitan la gente que yo quiero, la gente que yo quiero hoy y la gente que querré mañana, y la más importante, mis hijas habitan en el futuro, ¿cómo no voy a tener esperanza en el futuro si he tenido la osadía de traer al mundo a dos niñas preciosas, mis mellizas, a Lara e Inés?

 

Es obvio que tengo que creer que hay un futuro que ellas puedan hollar, que ellas puedan pisar, lo que pasa es que hay veces que me deprimo mucho y me entristezco mucho, pero esto no me quita la energía, yo creo que todos los tiempos han tenido sus condenas, todos los tiempos han tenido sus demonios delante, ahora por fin, por fin, creo que estamos en un momento en el que lo que nos dedicamos a esto es de pensar, de investigar, de analizar, tenemos muchas herramientas, pero tenemos buenos diagnósticos, que creo que es algo que nos ha faltado, nos ha faltado mucho, nos han faltado los diagnósticos, a lo largo de la historia nos han faltado, no sabíamos exactamente por qué sucedían ciertas cosas, no sabíamos por qué hace tiempo, no sabíamos por qué los jóvenes actuaban de una forma o de otra, no sabíamos bien cómo canalizar este tipo de situaciones, no sabíamos los efectos que tenían ciertos tipos de tecnologías, no sabíamos los efectos de la falta de confianza interpersonal, no sabíamos cómo en situaciones de alto estrés íbamos a funcionar, como por ejemplo, los episodios pandémicos, que deberían haber servido para aprender muchas cosas y créeme que algún que otro estudioso algo habrá sacado, aunque aparentemente hemos vuelto no a la nueva normalidad, sino a la vieja normalidad, que es la que todo el mundo queríamos, pero aún así tenemos buenos diagnósticos.

 

Ahora lo que nos falta es voluntad, eso es lo que nos falta, voluntad, y la voluntad lo definirían los latinos como el espíritu volente, aquel que quiere, aquel que quiere, que quiere que empuje, ¿sabes qué pasa? que en toda esta charla que hemos tenido hay algo que siempre ha estado presente y que lo he sacado un montón de veces, que es el nosotros, la voluntad créanme no es tampoco una actitud individual, sé que hay personajes del mundo público, del mundo social, que vemos que tienen mucha voluntad, tienen mucha voluntad de llegar a Marte lo antes posible, tienen mucha voluntad de conseguir grandes metas individualistas, tienen mucha voluntad de aparecer en los libros de historia como Thomas Alva Edison o como estos grandes nombres que consiguieron grandes cosas, pero da igual, lo que ellos quieran da exactamente igual, si queremos realmente creer en el futuro la voluntad es algo que tenemos que aceptar como propio para todos y tenemos que encontrar, que ya hemos encontrado, tenemos que tener claro cuáles son nuestros enemigos, y nuestros enemigos no son otros seres humanos, esos no son los enemigos, los enemigos es quizás lo que los seres humanos hemos producido y que ahora no somos capaces de, de una manera individual, echar hacia atrás, hacer que el reloj del tiempo se resetee, no, tenemos que encontrar la voluntad colectiva, eso es importantísimo.

 

Y vuelvo a hablar y a terminar con lo que mi maestro José Antonio Marina siempre dice, y que decía en este texto del que yo os hablaba al principio, recuerden después de lo que hemos hablado aquí, que los problemas del mundo son éticos, que los problemas del mundo solo se pueden solucionar desde la labor conjunta de todos nosotros, la posibilidad de futuro está en el trabajo colectivo y en entender de una vez y para siempre de que si algo nos hace grandes y nos ha permitido sobrevivir durante 300.000 años es que nos hemos cuidado los unos a los otros, esa es la realidad del ser humano, el ser humano no es egoísta por naturaleza, el ser humano no puede entender que este mundo se haga a base de logros personales y si conseguimos salir de las sabanas africanas hace 300.000 años y conquistar el planeta entero fue precisamente por este sentimiento de cuidado de unos a otros y de cuando uno de nuestros miembros se fracturó una pierna, estuvimos allí para cuidarlo. Si queremos colonizar las estrellas, tenemos que volver a rescatar ese espíritu que nos permitió sobrevivir durante tanto tiempo. Muchísimas gracias.