Mitos sobre el sueño que te impiden dormir bien
Nuria Roure
Mitos sobre el sueño que te impiden dormir bien
Nuria Roure
Dra. en medicina del sueño
Creando oportunidades
“Cuando dejamos de dormir, dejamos de vivir”
Nuria Roure Dra. en medicina del sueño
Nuria Roure
Nuria Roure, doctora en medicina del sueño y divulgadora, ofrece una visión clara y rigurosa sobre la importancia del descanso en nuestra salud y bienestar. Su trabajo profundiza en cómo el sueño afecta directamente a nuestras emociones, a nuestro rendimiento y a la calidad de vida.
A lo largo de su trayectoria, ha acercado la medicina del sueño al público general, creando conciencia sobre los trastornos del descanso y ofreciendo herramientas prácticas para mejorar los hábitos de sueño. Sus aportaciones invitan a reconocer el valor de dormir como un acto vital y reparador, tan necesario como la alimentación o la actividad física.
Su labor es una llamada constante a comprender que, cuando dejamos de dormir, dejamos de vivir. Nos enseña a interpretar el descanso como una prioridad innegociable para alcanzar equilibrio, bienestar y plenitud en nuestra vida diaria.
Transcripción
Nunca debería ser la primera opción. Dormir mal es generalizado. Nos ocurre en España, en Sudamérica, en Estados Unidos… Todos dormimos mal por las mismas causas y todos hacemos los mismos errores. Sé que debería reducir mi nivel de estrés, pero ¿eso cómo se hace? Nuestra pareja… Generalmente al lado de una persona que no duerme bien, ley de Murphy, siempre hay alguien que duerme muy bien. Y tú estás ahí que no puedes desconectar, tu mente va como una moto y te dice: «¡Ay, chico, chica, desconecta!». Qué rabia da. Y dices: «¿Y eso cómo se hace?». Tener horarios regulares, desconectarnos del móvil un par de horas antes de dormir… Hablábamos de reducir ese nivel de estrés, no solo justo el momento antes de dormir, sino también durante el día. Tener una vida activa, hacer ejercicio y vigilar también en qué momento lo hacemos. Importante: los horarios que hacemos durante el día, tener una vida organizada, porque todo eso a nuestro cerebro le ayuda mucho. También la habitación tiene que ser en condiciones. No podemos dormir en cualquier lugar. Son muchos los «tips» que podemos ir haciendo, como, por ejemplo, bajar un poco los niveles de luz cuando ya se acerca el momento de ir a la cama. Del mismo modo que decimos «Móvil no», lo decimos por la luz. Por lo tanto, también la luz de ambiente debemos de tenerla controlada. Si alguien me escucha y me dice: «Oye, Nuria, pero esto de dejar el móvil…». Siempre decimos dos horas, pero si alguien dos horas es como que no puede, pues si es una, mejor. Y si una no puede, pues si es media, mucho mejor. Así que vamos probándolo poco a poco.

Ese querer buscar el sueño es lo que genera ansiedad y lo que impide que podamos conciliar. Al día siguiente, cuando nos levantamos, ¿qué pasa? «Qué mal he dormido, ya verás, hoy voy a estar fatal». Y cualquier cosa de nuestro día es por culpa del sueño. Y nos acabamos obsesionando con el sueño, con querer dormir, querer dormir mejor. Hace poco, tuve una paciente, una chica muy joven, que llevaba meses durmiendo en el sofá. Porque era incapaz de poder entrar en su habitación. Solo de pensar en entrar en la habitación a dormir ya le generaba tanta ansiedad… Su cortisol, que es la hormona de la ansiedad, se ponía tan alta que no conseguía dormir. Pasamos tanto tiempo en la cama sin dormir, dando vueltas, que acabamos teniendo miedo a la cama. Cuanto más buscamos el sueño, menos lo encontramos. Es como el amor. Cuanto más se busca, menos se encuentra.
Los horarios de los alimentos también son importantes, en qué momento los tomamos. Por ejemplo, sabemos que no tenemos que tomar excitantes como el café, el té, los azúcares… Todo eso nos activa. Por lo tanto, eso debemos vigilar no tomarlo hacia la tarde-noche. Podemos tomar un café a primera hora de la mañana, media mañana, pero ya evitarlo mucho más tarde. Otros factores… Porque hablamos de la alimentación, pero en el sueño también hay que mirar todos los factores que están implicados y aquí hablamos de los pilares de la salud, como el sueño, la alimentación, el ejercicio y la relajación, o esa gestión emocional. Pensad que cuando nosotros dormimos bien, controlamos mucho mejor lo que comemos, tenemos más ganas de hacer ejercicio y, a nivel emocional, estamos más equilibrados. Cuando no dormimos bien, lo que se ha visto es que las hormonas de la leptina y de la grelina, que son las del hambre y la saciedad, se alteran, con lo que tenemos más ganas de picar más, comer más y más producto calórico. Así que cuando dormimos mejor, nos alimentamos mejor. Por eso siempre decimos que cuando dormimos mal, eso nos engorda. Tenemos más tendencia al sobrepeso. Me doy cuenta de que muchas mujeres, generalmente, que llegan a consulta me dicen: «Nuria, es que yo me cuido mucho. Cuido mi alimentación, hago ejercicio, pero no me adelgazo, incluso me engordo». Eso es porque no están durmiendo bien y no están quemando las grasas en ese sueño nocturno. Pero cuando nosotros dormimos bien, nos alimentamos mejor, tenemos más ganas de hacer ejercicio porque tenemos más energía y, a nivel emocional, estamos más estables, con lo que los cuatro pilares de la salud están asegurados.

Y eso es así, porque cuando dormimos, segregan la hormona del crecimiento. Los niños crecen mientras duermen, pero los niños memorizan también mientras duermen. Los niños aprenden mientras duermen y aprenden también a gestionar sus emociones mientras duermen, porque cuando no duermen bien, están más irritables, tienen más descontrol de impulsos… Eso tenemos que vigilar mucho, sobre todo en la adolescencia. Los adolescentes son los máximos privados de sueño. Tienen lo que llamamos esa tendencia al retraso de fase: a que su sueño venga un poquito más tarde, esa melatonina aparezca más tarde, y, por lo tanto, se duerman más tarde. Y además, como no los podemos dejar dormir, porque si los dejáramos dormir, ellos dormirían sus ocho o nueve horas, pero como el instituto es el primero que empieza, los despertamos casi a la mitad de su sueño, con lo que al día siguiente van privados de sueño. ¿Y cómo iríais vosotros a vuestro trabajo si os despertaran en mitad de la noche y os hicieran empezar a trabajar? No os concentraríais, estaríais de mal humor… Vamos, lo que nos pasa con nuestros adolescentes. Luego de ahí, ¿qué consecuencias tenemos? Pues tenemos bajo rendimiento escolar. Ese bajo rendimiento escolar muchas veces es por la falta de sueño. Tenemos también trastornos de oposicionismo, también por esa falta de sueño.
Aumento de consumo de estimulantes, de bebidas energizantes, pero no solo eso, sino también consumo de drogas, alcohol, porque tienen más tendencia a ese descontrol de impulsos. Por lo tanto, en los adolescentes, la falta de sueño les está pasando una factura muy cara. Cuando ya llegamos a la edad adulta, necesitaríamos dormir la mayoría de las personas entre siete y ocho horas. Cuando ya nos hacemos más mayores… Que a veces pensamos que como nos hacemos mayores, ya necesitamos dormir menos. Eso no es así. Necesitamos dormir poco menos, seis horas y media, pero sí que necesitan, sobre todo en la tercera edad, ya entrando a los setenta, más allá, unas pequeñas siestas durante el día, que para ellos también son muy reparadoras. Y vigilemos con la tercera edad, porque en nuestro país están muy medicalizados. Hay que vigilar mucho. Porque a veces, cuando nos hacemos mayores, a diferencia de los adolescentes, nuestro sueño se adelante: nos viene el sueño mucho antes, nos iríamos a dormir muy pronto. Pero si una persona se va a dormir a las nueve y media o a las diez, y yo os digo que una persona de la tercera edad necesita seis horas y media y se va a dormir a las diez, ¿a qué hora se va a despertar? A las cuatro y media. Entonces, los hijos me traen a los abuelos a consulta y me dicen: «Dale una pastilla a mi madre que se despierta a las cuatro y media y empieza a hacer ruido con el microondas y tirando de la cadena y no nos deja dormir».
Pero lo que tienen que entender es que seguramente ellos ya han dormido las horas que necesitan, pero lo están haciendo en un momento que no toca. Eso no quiere decir que, cuando duermen menos, tengan que dormirse con más despertares, que tengan que tener más despertares. Eso no. Necesitan dormir esas seis, seis horas y media, pero, como decíamos antes, con un sueño más seguido, sin despertares y sin despertares largos. Ahí lo que les tenemos que enseñar, sobre todo, es que ellos aprendan cuál es su necesidad de sueño y en qué mejor momento pueden irse a la cama.
En este caso, que estamos ayudándole al reloj a cambiar rápido, sí que nos podríamos ayudar, por ejemplo, en este caso, de melatonina o de algunas terapias como la luminoterapia o la cronoterapia. Por eso es muy importante, como te decía, programar bien el viaje y, a partir de ahí, incluso unos días antes del viaje, empezar a preparar el cerebro para que ya se vaya adaptando al nuevo horario. El «grounding», que es el caminar descalzos sobre la hierba, nos ayuda, sobre todo, a conectar más con nosotros mismos. Pero todavía no tenemos evidencia científica de que nos pueda decir que nuestro reloj interno, nuestro reloj circadiano, se adapte más rápido. Sí que es verdad que cuando nosotros estamos más conectados con nosotros, estamos más conectados con la naturaleza, estamos más expuestos a la luz del sol, nuestro cerebro, que el reloj interno se regula por la luz del sol, cuanto más en contacto con la luz del sol y más contacto en la naturaleza, mucho mejor, porque más rápido se va a ajustar ese reloj interno al reloj del país al que vamos.

El segundo es el mito de que, a medida que me hago mayor, es normal dormir mal. No. No es que cuando nos hagamos mayores, dormimos peor. Es que cuando dormimos peor, nos hacemos mayores, envejecemos más. Eso lo hemos visto porque se han hecho estudios en los que se observa el ADN, los cromosomas del ADN, y, en los cromosomas, están los telómeros, esas cruces, donde podemos ver la edad biológica. Cuanto más mayores nos hacemos, más desgastados están. Pues se han hecho comparaciones de personas de 40, 50 y 60 años, gente de la misma edad, que duerme bien y que duerme mal. Lo que se ha visto es que las personas que duermen mal tienen ese ADN, esos telómeros más gastados, como los de una persona mucho mayor. Es decir, dormir mal no solo envejece, sino que también altera nuestro ADN. Así que vigilemos. Porque cuando nos hacemos más mayores, también hay más riesgo de enfermar. Hablábamos de que el sueño lo que hace es protegernos de enfermar. Y que cuando dormimos mal, hay más riesgo de enfermar. Entonces, si nos vamos haciendo mayores y estamos durmiendo mal, aumenta aún más todo ese riesgo. Por lo tanto, no es que cuanto me hago mayor, es normal dormir mal, sino que cuanto me hago mayor, más necesario es dormir bien porque está protegiendo nuestra salud.
Pero si va siguiendo ese despertador mañana tras mañana, seguramente su cerebro se acabará amoldando y adaptando a este nuevo ciclo, aunque le cueste. Muchas veces, esas personas no acaban teniendo ese descanso tan reparador como otra persona que tendría un cronotipo más alondra, que en ese momento, cuando sonara el despertador a las cinco de la mañana, se sentiría, con solo parar el despertador, con más alegría, más alegre y con más energía. Ellos, aunque lleven mucho tiempo, siempre les cuesta un poquito más levantarse. Son personas que no suelen tomar mucho desayuno, que dicen: «Yo con un café tiro», no suelen desayunar hasta mucho más tarde… Aunque quieran y estén cansados, cuando llega las siete, las ocho, parece que en ese momento se «reviscolan» y les empieza un poquito ya esa energía… Aunque si tienen que volver a madrugar, tienen que ir a dormir pronto. Eso les pasa al revés a los que son alondras, los que son madrugadores suelen ser aquellas personas que ya de jóvenes se solían poner el despertador por la mañana para repasar, son personas que en el trabajo si tienen que hacer cositas, suelen levantarse más pronto, que no les suele ser difícil ponerse un despertador. Ahora sí, a las nueve y media, diez de la noche, no le pidáis mucha cosa porque su cerebro ya está puesto en modo «No molestar». Gracias.

Eso es una señal típica de que el cerebro ya ha asociado sofá, relax y cama, ansiedad. Tenemos que volver a enseñarle a nuestro cerebro que el sofá es un sitio de descanso y la cama es un sitio de sueño. Por lo tanto, cuando nosotros veamos, calculemos el momento en que nos hemos despertado hoy, sumamos esas 16, 17 horas, en ese momento a la que veamos que nos empiezan a picar los ojos, empezamos a bostezar, los músculos se relajan, nos está dando señales de que rápidamente cerremos el libro, cerremos la tele y nos vayamos rápido a la cama. Porque en ese momento es cuando entraremos mucho más fácil en sueño y dormiremos más seguido durante la noche.
Si nosotros no le damos importancia y no alargamos esas dos o tres horas, estamos pagando una factura muy cara. A nivel profesional, a las empresas, por cada trabajador que tiene que no está durmiendo bien, les cuesta 6.000 euros al año en productividad, en absentismo, en bajas laborales… Pero es que en toda España la factura que estamos pagando es de 12.000 millones de euros porque nuestros trabajadores no estén durmiendo bien. Cuando hablamos de dormir bien, hablamos de ese sueño de calidad, pero, sobre todo, ese sueño de cantidad, de esas dos últimas horas de la noche que son tan importantes para que cuando lleguemos a nuestro trabajo, seamos realmente productivos, estemos concentrados y, además, tengamos esa capacidad de resolución de problemas, esa capacidad de creatividad, de innovar. Porque el mundo evoluciona con personas despiertas, personas despiertas que han dormido bien.
Realmente sí que me gustaría invitaros a todos a hacer una reflexión. Hablábamos de esta pandemia del mal dormir. Hablamos de que somos un mundo de mal dormir, de mal dormidores. Estamos durmiendo poco, estamos durmiendo mal. Pero solo un 5% de esas personas piden ayuda. ¿Por qué? ¿Por qué nos estamos resignando? ¿Qué nos estamos diciendo? ¿Qué excusa nos estamos comprando? El peor enemigo del dormir bien es la resignación. El segundo son todas las excusas que nos ponemos para no empezar a hacer cambios en nuestras vidas que sabemos que deberíamos hacer para dormir mejor. Mucha gente me pregunta: «Nuria, ¿qué puedo tomar para dormir bien?». Sabéis que fármacos no doy, pero si algo podemos tomar que nos ayudará a dormir bien y a vivir bien, son decisiones. Así que, ¿qué decisión vais a tomar hoy? Gracias.