“Mi padre me enseñó a amar la libertad y las diferencias”
Fito Páez
“Mi padre me enseñó a amar la libertad y las diferencias”
Fito Páez
Músico y compositor
Creando oportunidades
La educación sentimental de un pibe de Rosario
Fito Páez Músico y compositor
Fito Páez
Fito Páez, es el gran trovador del rock argentino. Nacido en Rosario en 1963, es imposible entender la música en español sin sus composiciones. Músico, letrista, poeta, cineasta... Fito es un excepcional contador de historias que captura la esencia de la vida en cada uno de sus versos.
Su influencia trasciende generaciones, y su legado sigue creciendo, alimentado por su inagotable pasión y su habilidad para ponerle palabras a los sentimientos humanos. Sus letras son una mezcla de amor, dolor, alegría y rebeldía, que logran conectar con la gente con una autenticidad que las distinguen de cualquier otro artista.
Con más de 30 discos a sus espaldas, Páez es un maestro en conjugar la belleza de la melancolía con la vitalidad del rock, convirtiendo cada uno de sus conciertos en una catarsis colectiva. Desde sus inicios en los primeros años ochenta, el rosarino ha mantenido intacta su capacidad para sorprender al público gracias a una imaginación que parece inabarcable. Su influencia en la cultura latinoamericana trasciende modas y épocas. Tanto es así, que más de treinta años después de ser publicado, su álbum "El amor después del amor" continúa siendo el más vendido en la historia de la música popular argentina.
Fito Páez no es solo un artista, es un referente indiscutible que inspira y emociona a varias generaciones con su música, su poesía y su inquebrantable pasión por el arte.
Transcripción
Él empieza a tocar haciendo sus maravillas, por supuesto. Supongo que… Me imagino sus flautas como los sonidos de los pájaros también. Que ellos, los indios, los indígenas de allí, habrán tenido muy adentro de sus oídos o de sus espíritus, intentando Egberto comunicarse con todo aquello. Y lo logra finalmente, y a los 40 minutos la gente se empieza a retirar. Entonces. Claro. Se queda solo este hombre ahí. Y entonces se acerca al chamán y le dice: «’Man’, ¿qué pasó? ¿Que no les gustó?» Y: «No, les encantó. Obvio, se fueron, se retiraron llenos de música y se fueron a sus chozas, a sus lugares, a sus cabañas felices, a disfrutar de todo eso que vos les diste». Obviamente todo esto es una excusa para hablar sobre el aplauso y el significante del aplauso en algunas culturas y en otras. Entonces mi pudor posiblemente tenga que ver con la innecesaridad del aplauso y con la importancia de la comunicación real, en todo caso. No aplaudan. Bueno, ya nada, bombardeen, bombardeen, que ya sé que vine a que me sacrifiquen aquí.
Y el significante, la música en esos años, en el cual la música popular del mundo iba desde las extraordinarias orquestas de tango de Horacio Salgán o de Aníbal Troilo a las orquestaciones de Quincy Jones o Nelson Riddle en la voz de Sinatra, a los discos de Chabuca Granda en Perú, a los discos modernistas de Mercedes Sosa, Ariel Ramírez y Félix Luna, a la Tropicália en Brasil, a Simón Díaz en Venezuela, a los Fattoruso en Uruguay, a la aparición de la música de Schumann en un niño, o de Gershwin, que mi padre escuchaba en esa casa… Entonces, mirá lo que escuchaba un laburante de una municipalidad que tenía que pagar las estufas a cuotas… Escuchaba esa música y me lo transmitía con un amor… Y a la vez recuerdo sobre todo los momentos de comunión con él. Ahí es donde la música adquiere un verdadero valor y la «playlist» pierde un poco de sentido, en sentido del orden o de la pista que te puede dar, si bien yo creo que cuando quieras conocer una persona hay que preguntarle qué música le gusta. Y tirar todo por la borda en un segundo. Entonces digo, eso me interesa más a lo mejor que el tema específico o que la enciclopedia de Dylan sobre la música popular que sacó ahora con otras seis canciones. No lo sé. Me parecen gestos más vanidosos, en todo caso.
Y sí me importa la música en su valor sensual y de alcanzar altas cumbres de sensibilidad. Obviamente, en una época donde no estaba aún iniciada la revolución tecnológica en estos términos tan obscenos que estamos viviendo hoy en día, obviamente que la vitrola ya era la tecnología después de la rueda y que los mecanismos para escuchar el álbum en una casa ya eran una manifestación de la tecnología, mientras el hombre llegaba a la luna en el 69, y todavía no sabemos si lo filmó Kubrick o si fue verdad. En todo caso, son dos trucos maravillosos de la tecnología o en uno de ellos. Entonces, la pregunta o la respuesta sería, mejor dicho: qué hermosura la música que se escuchaba en el mundo, la música popular. Ni siquiera estoy entrando en la erudición, en Stravinsky, en Varèse o en otras altas cumbres de la música que genera el alto lenguaje de la música. Para mí tampoco hay alto ni bajo. Pero los músicos, ¿qué hacen después de la Segunda Guerra Mundial en Europa? Ya no podían seguir tocando las músicas amables de las Cortes del 1500 en adelante para alegrar a los emperadores, a las emperatrices, a los reyes, las princesas, porque había habido un reguero de muertes en Europa. Dos, la segunda guerra ya. Entonces la música también entiende este fenómeno, o los tipos que estaban al comando de esta operación y, por supuesto, la empiezan a pudrir.
Necesitan expresar eso a través de la música. Entonces, qué hermoso lenguaje, la música. Qué maravilloso es, cómo junta los corazones, cómo expresa cosas, por momentos, inexplicables. El lenguaje no llega a los territorios de la música. No tiene esa capacidad. Por eso es que le tengo tanto amor: porque tengo un gran amor y un gran respeto por las cosas irracionales.
No es cualquier cosa. Son decisiones. Entonces, de alguna forma te diría que es el que me pone en el camino de la libertad en un sentido. Aprendé que no importa si está tocando una orquesta de New Orleans una música orquestada de tal manera, no tiene tanta diferencia o no tiene tanta importancia, mejor dicho, sí hay diferencias, de algo que canta una loca tucumana nacida en el Jardín de la República. Son hermosas las dos cosas. Me enseñó que no había ningún problema en la diferencia. Al contrario, que había cosas maravillosas, había más posibilidades de disfrutar. Y al final terminé escribiendo libros, haciendo algunas películas y haciendo música: componiendo y cantando en los escenarios. Entonces todo eso es un designio de mi padre. Así que te diría que aquí estoy gracias a él.
Entonces, creo que ser padre… que a mí me dio otra dimensión de la existencia. ¿Ya la tenía? Sí, ya tenía. Un poco la tenía. Pero una cosa es la teoría o lo que uno percibía como hijo ante la pérdida de una madre como tuve yo a tan temprana edad, que no fue tampoco ningún moco de pavo, o ante un asesinato, como tuve en mi familia. Ya sabés el sinsentido, la muerte, el absurdo… todo eso ya lo conocés. Pero cuando llegan los hijos, te vuelve a cambiar el eje. Entonces, son centrales. No podía pensar mi vida sin ellos. Claramente. Son la luz de mi vida.
Y eso está muy bien. Y una de esas cosas fue, la tuve clara desde muy pibe: no es como vos me decís, es como yo quiero serlo. ¿Me voy a equivocar? Sí, pero es como yo quiero serlo. Entonces esa es la lucha, no dejarte domesticar. No dejarte aburguesar. No dejarte que te agarren de idiota. No te tengan dominado en el teléfono. Que tu forma de expresarte en el mundo sea más fuerte que eso. Esa lucha hoy, esa independencia, es durísima, porque ya sabemos que ha traído trastornos psiquiátricos: el «FOMO» o el déficit de atención, para hablar de dos que conocemos todos casi. El «FOMO» es el «Fear of missing out», que es el temor de quedarse afuera de algo. Que es una cosa delirante. O la falta de concentración. Todo es cada vez más cortito, más cortito, más cortito. Bueno, el disco nuevo tiene 24 canciones. ¿Por qué? Porque no me pudieron domesticar. Sencillamente porque tomé la decisión hace muchos años, cuando era joven, de que eso no iba a suceder. Entonces las luchas van a ser para cada uno y, en su coyuntura, de diferente tamaño, de diferente envergadura, de acuerdo a tu situación social, en un momento político determinado del mundo, en un contexto determinado. Pero, sobre todo, la tarea creo que es la de intentar la máxima libertad. La de verdad. La de verdad, la que conlleva el amor. No la del odio.
Entonces vi lo que había que hacer. Hacerte el loco, hacerte el sordo. Había mil… averigüé. Había mil trucos para hacer caer en la trampa de que te iban a descubrir. Y había uno que se llamaba «pérdida de superficie masticatoria». Y te daban el DAF: «Deficiencia de aptitudes físicas». Me saqué las ocho muelas. Sí. Cuatro y cuatro. En tres clínicas, guardias odontológicas. Una en Rosario y dos en Buenos Aires, quedaban en Córdoba y Billinghurst una enfrente de la otra. La verdad, no me hacía ningún problema sabiendo las ventajas, pero la situación, vamos a pensar que estamos en una película, una comedia. Entonces, claro, yo me hago todo esto en el plano técnico y en el plano físico, pero no tenía la opción de la tercera revisación. Entonces fui con todo, fui con los tapones de punta y le digo: «Papá, conseguíme la tercera revisación». Y me dice: «¡No! Sos un soldado argentino ahora». Bueno, claro. Sentís que formás parte de un ejército en ese momento. Y vos decís: «Yo no quiero, porque no pasa nada. ¿Para qué voy a ir al Ejército? ¿Para qué? ¿Qué van a hacer? ¿Me van a domesticar? No lo van a lograr». Finalmente mi padre cede. La rivalidad era que yo ya me había ido de mi casa, estaba en Buenos Aires, él no quería que yo esté haciendo eso y, en un momento, seguro mi abuela, mi abuela, mi tía Charito, le dijeron: «Rodolfo, conseguíle eso, por favor, que vaya, que tenga su tercera oportunidad. El nene es músico, le gusta la música». ‘Anyway’. Me consigue la tercera revisación en Paraná a las ocho de la mañana de un día lunes. Me voy de Buenos Aires en un colectivo a la noche, llego a Paraná. Había que irse hasta la delegación. Era muchísimo. Yo abría la boca y no decía nada. Era un cómic. Flaco así, porque tampoco comía. No tenía un peso. Vivía en Buenos Aires ya. Entonces llego finalmente al consultorio de este buen hombre, el doctor tal, y bueno. «Espere acá», me dice un asistente. Me siento en la sala de espera. Viene el médico y me dice: «Pase usted. Usted es Páez, pase por acá». Me voy a sentar. Agarra el folio que le habían pasado sobre los informes, ve «apto», «apto». Y entonces me dice: «Y usted ¿qué tiene? Si está apto. ¿Para qué vino acá?». Entonces le muestro la boca. Y encima de aquello, esa caverna de… Claro, esa caverna inmunda. Y el tipo se agarra la cabeza y me dice: «Toma el sello». Hace así, firma y me dice: «Tomátela, te lo merecés», me dijo. Y eso es todo. ¿Cómo?
Y yo decía: «Maestro, tóquela de vuelta». Taca, taca, taca. Entonces yo vivía enfrente del conservatorio. Entonces me cruzaba inmediatamente a mi casa. Me ponía la partitura, la tocaba de memoria y me la aprendía. Y así me aprendí un montón. Las primeras, las elementales, todos los ejercicios de piano de memoria y después, bueno, la “Marcha turca”, por lo menos hasta la mitad, el “Claro de luna”, «Para Elisa»… En fin, las piezas que empiezas a tocar cuando empiezas a tocar el piano. Y bueno, llegaba al otro día, ponía la partitura y tocaba perfecto. Y el viejo me quería, por supuesto. Era muy bueno en las clases de teoría de solfeo, no me acuerdo la palabra ahora, pero era como la percepción de la música. No me acuerdo de la palabra, pero no importa. Los años. Te ponían una orquesta y vos tenías que decir: «¿Dónde están los cornos?». «Están acá». «¿Y los chelos?». «Están allá». «¿Y la madera?». «Están acá». Autopercepción. Autoperceptiva. Perdón. ¿Cómo?
Entonces, en ese sentido, sí te diría que hay una repetición, pero, en esa repetición, esa repetición no está exenta de una excelsa búsqueda por la belleza, por la sorpresa que pueda causarle, primero a él y después al oyente, la sensación de estar escuchando una idea o una forma del espíritu única. Como te pasa con muchos de los grandes músicos o artistas del mundo. Bueno, Shakespeare se repite todo el tiempo. Un poco, sí, un poquito, sí. Pero bueno, son todas obras diferentes. Lo mismo con Charly, son todos álbumes diferentes. ¿Es Charly en todos los discos? Si, es Charly en todos los discos. Agarrá cualquiera. O sea, que en ese sentido, sí está bien lo que dice Charly, pero es una frase con truco, que es como es él.
Casi te diría que es una escena inexistente. Entonces, las toxicidades… Ojo, yo no soy un purista, ni mucho menos. O sea, lejos de mí. Pero, cuando hablábamos de qué música se escuchaba en Argentina, en una ciudad del interior de Argentina en fines de los 60, comienzos de los 70, fijate la riqueza musical y de todo tipo. Y ¿cuál era el grupo de moda en el mundo? Los Beatles. Que a la vez trajeron un montón de movimientos consigo. Por no hablar del Mayo francés, los movimientos antivietnam en Estados Unidos, que son cosas periféricas al respecto de la música, pero que no dejan de jugar un papel. Entonces vos decís: «Bueno, la crisis, ¿qué pasa con los chicos?». Bueno, están más lejos de los sentidos identitarios, porque se han perdido las especificidades del barrio, de la música que tocaba tu papá o escuchaba, o de cómo se tocaba el tango, o cómo se tocaba el flamenco o la bulería específicamente. Entonces, toda esa esa pérdida de identidad, que está ligada a la pasteurización generada a partir de los años 90, cuando empiezan con el Nuevo Orden Mundial, o sea que no hablamos solamente de cuestiones estéticas.
Las cuestiones estéticas están moviéndose adentro de la revolución tecnológica y adentro de la vida política y empresarial, por supuesto. Y de los grandes negociados del mundo. Ahora, ¿que nos toca a nosotros, los músicos, los artistas, entre comillas? Ya es una palabra tan devaluada. Cualquiera es un artista hoy. Bueno, no perder la idea de la tradición bien entendida. Entendida es la transmisión de la información de tu cultura de generación en generación. Entonces, allí es cuando encontrás que hay un quilombo bárbaro, donde los chicos están muy atolondrados y donde no encontrás… Es muy difícil encontrar las diferencias. Y cuando no encontrás las diferencias te domesticaron. Te domesticaron. Y ese creo que es el problema de hoy, un mundo en el medio del efecto de la demencia masiva, como decía nuestro filósofo italiano Bifo Berardi, en el medio de un mundo tóxicamente consumista, intentando adquirir «statu quo» sociales, mientras que las expresiones del corazón se van devaluando día a día en la vida de todos nosotros. Y mi tarea, por lo menos, va a ser que eso no se olvide hasta el día que me muera.
Y le ves la cara a todos y estás bien. Estás disfrutando un poco el espectáculo que te están dando a vos, que tienes la capacidad de estar en esa segunda línea, disfrutándolo. A veces todos los focos sobre vos agobian. Yo no sé por qué me pasa. Es una escala menor, te diría, por suerte, al respecto de las grandes estrellas del mundo. En todo caso, cuando pasa mucho aquello de la luz y la gira y la entrevista, esto que estoy haciendo ahora es algo excepcional, porque también necesito estar y conectar y buscar y charlar, pero nada mejor que terminás el concierto, te vas al bareto de tu barrio, de tu vida, y te tomás la birra helada con la pizza ahí. Entonces, esa es la situación, finalmente. Yo sé que estoy acá y me tocó la suerte también de hacer la música, de hacer la música que quiero, de poder pelearme también con un montón de personas para hacer eso que quiero y tener la honestidad de poder enfrentarme a todos los que no sienten o piensan parecido a mí. No pasa nada. Lo importante, en un sentido, es la comunión que tenemos entre los que estamos más o menos en el mismo viaje.
El todo es imposible. Vayan a contárselo a Gandhi. Vayan a contárselo a Malcolm X. Vayan a contárselo a Kennedy. El todo es imposible. Entonces, cuando están los focos en vos y pasamos el concierto y fuimos felices y todos a su casa, yo me voy con mi amigo allá, al bareto, aquel del último barrio, donde tengo la cerveza helada, como me gusta a mí con Carlitos Gorostazu, y me tomo eso como si fuera el rey del mundo, ahí sí. En todo caso, «Al lado del camino» resignifica la idea de que no andes por el mundo creyéndote algo muy especial porque lo más importante. Vive en ese rinconcito muy chiquitito allí adentro de tu corazón y que no hay que perder jamás de vista. Y eso también es una tarea que cada vez se me hace más fácil, por suerte.
A algo que forma parte de un magma que no sabemos de qué se trata y que, a lo mejor, no necesita nuestros nombres y apellidos. ¿Qué será de esos espíritus escapados de esos cuerpos fallecidos? ¿Dónde estarán? ¿Estarán? En todo caso, el amor después del amor te permite la posibilidad de pensar o sentir que esa esperanza puede suceder y… Siempre digo lo mismo, el creyente, el hombre de fe, la mujer de fe, tiene una carta más que nosotros, los agnósticos. Que es que puede ser. Entonces, ¿puede ser? ¿Por qué estás tan encajetado en que no puede ser? Es como el que es… bisexual. Se va a divertir más que el hetero.
Simplemente eso. A lo mejor. Quizá. Qué lindo, ¿no? Y eso es todo.