A los seis años las niñas asumen los estereotipos sobre sus capacidades
Mara Dierssen
A los seis años las niñas asumen los estereotipos sobre sus capacidades
Mara Dierssen
Neurobióloga
Creando oportunidades
Claves de la neurobiología para transformar la educación
Mara Dierssen Neurobióloga
“Los grupos diversos son más creativos y capaces de innovar”
Mara Dierssen Neurobióloga
Mara Dierssen
“Si ahora sacásemos un cerebro aquí veríamos una masa gelatinosa. De ahí salen las ideas, las emociones, sale lo que pensamos. Comprender cómo sucede esa especia de la magia es lo que investigamos en mi laboratorio”. Científica, investigadora, profesora universitaria y doctora especializada en Neurobiología, Mara Dierssen ha dedicado su carrera a la investigación científica gracias a la motivación de su padre neurocirujano y la inspiración de Santiago Ramón y Cajal.
Como investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona y del programa Genes and Disease (G&D), su principal objetivo es descifrar los genes implicados en enfermedades genéticas complejas y su influencia en los sistemas de memoria y aprendizaje. Se espera que algún día, su laboratorio descubra las claves de la genómica que afectan a la capacidad cognitiva. Mientras tanto, dedica sus esfuerzos no solo a la investigación, sino también a la divulgación científica y se muestra crítica con los estereotipos y la falta de diversidad.
Referente internacional en la investigación de la discapacidad intelectual y Síndrome de Down, el trabajo de Dierssen ha sido recogido en más de 100 publicaciones científicas y galardonado con premios como el Ramón Trias Fargas, Jaime Blanco, Premio Trifermed al Impacto Social de la Salud, o los premios Sisley-Lejeune y el Premio Nacional de Cultura Científica de la Generalitat de Catalunya.
Transcripción
A partir de ahí en mi laboratorio lo que más nos interesa es cómo aprendemos. Cómo es posible, imagináos, si ahora sacásemos un cerebro aquí, os sacásemos a alguno el cerebro, no lo haremos porque quedaría un poco gore, pero si sacásemos un cerebro veríamos una masa más o menos gelatinosa, y tenéis que pensar que de ahí sale quién sois vosotros. De ahí salen las ideas, salen las emociones, sale lo que pensamos… Y el comprender cómo sucede esa especie de magia es lo que nos interesa en mi laboratorio. Pensad, simplemente, la cantidad de recuerdos que tenéis almacenados. Si ahora os ponéis a acordaros de cuando erais pequeños o de lo que hicisteis el verano pasado, todo eso está ahí. ¿Cómo es posible? ¿Cómo podemos almacenar tal cantidad de información? Pues esas son las cosas que estudiamos en el laboratorio. También intentamos ver cómo, a partir de comprender esos procesos, también podemos mejorar la vida de personas que, por ejemplo, tienen discapacidad intelectual. En mi caso concreto he trabajado durante mucho tiempo en intentar entender por qué las personas con síndrome de Down tienen problemas de memoria de aprendizaje. Pero bueno, como hemos venido hoy a hablar de Educación y Ciencia y creo que tenéis algunas preguntas, pues… venga, adelante.
Nuestro modelo educativo sobre todo intenta proporcionar información. Quizá no en los primeros años de colegio, pero después sí, porque tienes que cumplir un programa, cumplir un currículum y eso impide que, en lugar de solamente informar, formemos. Einstein decía que aprender, la educación, no es enseñar las piezas de información, sino es aprender a pensar, y yo creo que eso es muy importante. Entonces, quizá lo que tenemos que hacer es replantearnos qué es la educación, para qué educamos. Para enseñar una serie de informaciones que nos parecen básicas, para transmitirlas. Bueno, eso a lo mejor en época de Aristóteles, en que el conocimiento se duplicaba cada 100 años, pues bien, pero ahora, que se duplica cada dos… pues no sé si tiene mucho sentido. A lo mejor lo que tenemos es que formar mentes críticas que sean capaces de pensar, de replantearse las cosas y de avanzar.
“Decía Einstein que la educación no consiste en enseñar piezas de información, sino en aprender a pensar”
Nosotros podemos cambiar un poquito esos contactos. ¿Cómo? A través de la plasticidad. Y, al cambiar esos contactos, también cambiamos la forma en que esa red se está comportando, en que esas neuronas se están sincronizando. Entonces, esa plasticidad es muy importante, sobre todo para poder modificar la actividad mental. En el caso de nuestras investigaciones, lo que hemos visto es que cuando nosotros ponemos a los ratoncitos en un ambiente enriquecido, que sería como llevarles al cole, pero en ratones se hace poniéndoles en cajas con muchos otros ratoncitos y con juguetes, les cambias los juguetes cada dos o tres días… Entonces, tienen cada vez una cosa nueva. Lo que hacemos es mirar, después, cómo ha cambiado su cerebro. Y lo que vemos es que cuando tú les enriqueces el ambiente, esas dendritas crecen. Esos contactos se refuerzan y, al final, ¿qué pasa? Pues que ese ratoncito aprende mejor, también. Lo que hemos hecho nosotros es decir: “Vale, vamos a ver si ahora conseguimos entender si eso funciona bien o no en casos de discapacidad intelectual”. Y lo que hemos visto es que no funciona tan bien. Entonces, lo que intentamos hacer es buscar los porqués de que esa plasticidad no funcione bien e intervenir. Por ejemplo, si falta una proteína o si hay demasiada dosis de esa proteína y eso es lo que hace que no funcione bien. Pues ahí podemos intervenir.
Cuando acabamos el proyecto, aparte de que ya eran superamigos, uno de ellos, uno de los amigos de mi hijo, me dijo: “Es increíble, pero si les pasan las mismas cosas que a nosotros. Si tienen los mismos problemas, si sienten las mismas cosas. También tienen novias y novios, y se preocupan y son celosos”. Entonces, yo creo que el problema de la falta de diversidad es la falta de diversidad que tenemos nosotros mismos, la falta de integración, que todavía no la hemos conseguido y el no podernos liberar de esos estereotipos. Y hay una cosa que sabemos, y es que, si tú eres consciente de que tienes estereotipos, los vas a evitar mucho más fácilmente. Eso es muy importante. A nosotras… También nos pasa en ciencia, bueno, en ciencia y en otras cosas. Como sabéis, por ejemplo, el tema de las mujeres. Las mujeres en las posiciones de liderazgo no están, o están mucho menos, y ahí también hay un sesgo, y también hay un estereotipo y, de hecho, no sé si os acordáis, pero hace un par de años, en la encuesta de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, que hacía una encuesta de percepción de la ciencia, pues preguntaban sobre la incorporación de las mujeres en ciencia de alto nivel. El 63% de los encuestados pensaba que las mujeres no valíamos para ser científicas de alto nivel. Increíble, ¿no? ¿Por qué? Pues porque hay una serie de estereotipos que tenemos que vencer.
Esa diversidad es muy importante. ¿Por qué? Porque los grupos diversos son los grupos más creativos, son los grupos más capaces de innovar. Y es lógico. Si tú estás siempre con los mismos, compartiendo siempre las mismas ideas, siempre estás de acuerdo con todo… aparte de que es un rollo, es muy aburrido, no consigues avanzar. Se avanza cuando hay posiciones distintas, porque te hace replantearte tus ideas y eso es lo que, al final, permite que las cosas avancen, que la ciencia avance… Y, además, es mucho más gratificante el poder compartir con todo el mundo, no solamente con los que son de tu tipo.
Es decir, a los seis años las niñas empezaron a pensar que a lo mejor la ciencia más dura, la física, por ejemplo, a lo mejor no era muy de niñas… Que, a lo mejor, para las matemáticas tampoco servían tanto. Cosa que no es verdad, porque, luego, cuando se estudian de verdad esos factores uno se da cuenta de que los resultados que obtienen las niñas en matemáticas son mejores que los de los niños. Pero cuando a ti te dicen: “Uy, es que para esto a lo mejor…”, “Ay, cariño ¿tú crees…?”, “No, esto, igual… es muy difícil para ti”. A ti ¿qué te pasa? Que lo haces peor. Se ha visto que esos estereotipos finalmente influyen en cómo uno es capaz de realizar las tareas, es decir, influyen en tu capacidad. Por otro lado, nuestro sistema educativo… Que, de nuevo, tendríamos que replantearnos cuál es el objetivo de educar en este momento, en el que toda la información está disponible. Entonces, a lo mejor, una de las cosas que debería enseñar la educación es justamente eso: cómo hacer para no perder talento por el camino. Porque estamos perdiendo talento. Talentos diferentes, sí, pero talento. Yo creo que el integrar a personas diferentes, a personas diversas, lo único que va a hacer es enriquecernos. Yo tengo unos amigos, una familia en que son tres hermanos. Su madre es profe, ella es Aída y los hermanos son dos gemelos que se llaman Sergi y Eugeni. Estos chicos tienen una enfermedad muy discapacitante, que se llama enfermedad de Wilson.
En esta enfermedad lo que sucede es que no metabolizan bien los metales y, entonces, se depositan esos metales en el cerebro e impiden que las neuronas funcionen bien, sobre todo en regiones que tienen que ver con el movimiento. Entonces, les cuesta mucho hablar, les cuesta moverse y demás. De hecho, los tres hermanos lo tienen, y cuando se lo detectaron pues la mamá se encontró con sus tres hijos a la vez, dos en silla de ruedas y la hermana, que era un poquito más mayor, también con una discapacidad muy importante. Los dos chicos estudian programación y están en la Escuela de Ingeniería. Hace poco hicieron una máquina de juegos, la hicieron desde cero con un programa nuevo, un programa computacional nuevo superinteresante, y lograron hacer un sistema que era una especie de videojuego, pero un poco diferente de lo habitual. Utilizaba sistemas de inteligencia artificial. Aída hizo conmigo su tesis de fin de grado, y la hizo sobre el tema más difícil que se podía hacer. Yo le decía: “Pero, Aída, ¿tú estás segura de que quieres hacer ahora redes neuronales? Es como la inteligencia artificial, pero aplicando toda una serie de elementos computacionales y algoritmos, que yo decía… “Madre mía, esta chica”. Pero bueno, lo hizo y obtuvo, de hecho, el primer premio que le daban a una chica de tesis de fin de grado. Sus hermanos hacen vela, vela adaptada. Y yo les preguntaba: “¿Cómo lo hacéis? Porque… para hacerlo con el problema motor y tal…” Y me dice: “No hay ningún problema”. De hecho, son campeones de España de Vela. Uno de los hermanos, Eugeni, me dice: “No, mi compañera…”, porque van en parejas, “…de hecho, mi compañera es una chica invidente”.
Y yo pensé: “Madre mía, pues entre lo que tú tardas en decírselo y lo que la otra tiene que hacer…” Y me dice: “No, no, si nos apañamos estupendamente”. Y, de hecho, lo que hacían era desarrollar una aplicación para que él pudiera dar la instrucción a través de un sistema de sintetizador de voz, y así era mucho más rápido. El tener una capacidad diferente o un problema muchas veces te da también una ventaja en otros aspectos. Otra persona que a mí me parece que es un ejemplo muy bonito es mi padre. Mi padre era neurocirujano y sufrió un accidente cerebrovascular, y se quedó una cosa que se llama afásico, no podía hablar. Entendía perfectamente pero él no podía producir lenguaje. Y él siempre decía, de hecho, siguió publicando artículos después de quedarse afásico, y él siempre decía una cosa que me parece muy bonita: “La emoción recupera la función”. Él decía que cuando tú sientes emoción, esa fuerza… Emoción viene de moverse, e movere, esa fuerza es la que te hace aprender, seguir adelante. Y, al final, los humanos somos eso. Lo más importante es la emoción.
Cuando trabajas con personas con síndrome de Down, yo siempre digo que los científicos tenemos también que pensar que detrás de los tubos hay personas, y a mí me parece fundamental conocer a esas personas, acercarte. Sí que es verdad que hay veces que hablamos del síndrome de Down como como si fuera una enfermedad. Y, de hecho, lo que es es una discapacidad. Es decir, esas personas tienen una patología a nivel cerebral que hace que les cueste más aprender, pero también les cuesta más aprender a las personas que tienen trastornos del aprendizaje, por ejemplo, o también les cuesta más aprender a personas que tienen trastornos de hiperactividad con déficit de atención. Es decir, sí que es verdad que hay unos cambios cerebrales que impiden que el aprendizaje, que la memoria, que las funciones mentales sean tan eficientes como en las otras personas, pero eso no quiere decir que esas personas sean enfermas. Y, además, es que el problema que tenemos con eso es que hay una connotación social, que es lo que al final hace que esas personas no quieran, lógicamente, que se las llame enfermos. ¿Por qué? Porque ellos no están enfermos, ellos tienen unas condiciones que hacen que les cuesten más algunas cosas. Pero si a la definición de enfermedad le estamos otorgando una connotación negativa de: “Ay, pobrecito”, “Ay, tengo que protegerte…”, claro, eso es lo que no debe pasar. A lo mejor, los que tendríamos que intentar curarnos somos los demás, y no intentar que las personas que son un poco diferentes sean como nosotros.
Ahora hemos hecho el “Congreso Internacional de la Sociedad para el Estudio de la Trisomía 21”, y en ese congreso teníamos todo un día dedicado a que los científicos conocieran a las personas con síndrome de Down, conocieran a las familias… Establecer un diálogo, de forma que realmente la ciencia entienda, también, lo que hay detrás de esas personas a las que estudiamos y a las que intentamos ayudar. Yo creo que, de la neurociencia, una de las cosas que podemos y debemos aprende es precisamente esa: que acercándonos a los demás, pensando en ellos, pensando en cómo están, en quiénes son, queriendo conocerles, es como al final de verdad vamos a lograr esa diversidad, esa riqueza que necesitamos. Además, desde el punto de vista científico también es un reto, porque ¿qué es el síndrome de Down? El síndrome de Down se debe a la presencia de tres copias de todo un cromosoma. No es que tengas un gen que esté mal, si no todo un cromosoma que está de más. Y eso significa que tenemos más de 300 genes que están en exceso, y eso es lo que produce el fenotipo. Claro, a ver cómo corriges tú 300 genes. Es un reto. Nuestra estrategia en el laboratorio fue decir: “Bueno, vamos a ver si entre esos 300 genes hay uno que tenga más que ver con el fenotipo que está mostrando, con la alteración de la memoria del aprendizaje, que es lo que queremos nosotros corregir”. No es tarea fácil, porque, claro, ¿Cómo lo haces? Bueno, pues dijimos: “Vale, vamos a ver si solamente poniendo en exceso de dosis un gen, que pensamos que puede estar implicado…”.
Esto es como ser detectives, es como un Cluedo pero en el laboratorio. Bueno, “Pues vamos a ver si le ponemos solo a ese en tres copias, y todo lo demás lo dejamos normal, a ver si ya con eso solo resulta que tienen problemas de aprendizaje y memoria, porque eso querría decir que ese gen es suficiente, el ponerlo de más es suficiente para producir las alteraciones”. Y, efectivamente, encontramos uno que sí, que parecía que era suficiente. Entonces, dijimos: “Vale, vamos a intentar corregirlo, vamos a ver si normalizamos la dosis”. Y eso es lo que hicimos, primero con terapia génica, y vimos que corregía los defectos de memoria aprendizaje en un ratón con trisomía. O sea que dijimos: “Bien, esto parece que podría ir por aquí”. Y, claro, eso no lo puedes trasladar al humano, porque en el humano todavía la terapia génica para el cerebro no la tenemos puesta a punto. Entonces, buscamos, de hecho, otros colegas habían encontrado una sustancia que podía inhibir un poquito la función de esa proteína, de ese gen, y al final acabamos haciendo un par de ensayos clínicos, y eso creo que es una de las cosas que a mí más me ha gratificado, porque el pensar que… Quiero decir, la ciencia en sí misma es una barbaridad. El ver por primera vez algo, el entender por primera vez algo, el descubrir algo que nadie más ha visto… Bueno, te da un subidón intelectual de cuidado. Pero el que más, eso que haces consiga, aunque sea un poquito, hacer mejor la vida de otras personas. Eso no tiene precio.
Lo más importante en ciencia son las preguntas, no las respuestas, y a mí me parece que la educación, lo que debería hacer, es favorecer que las personas fuéramos críticas. Que las personas aprendiéramos a pensar, a razonar. Yo creo que deberíamos incluir el método científico como asignatura en las escuelas, que va a ser muy divertido, es mucho más divertido, porque tienes que seguir una lógica, tienes que controlar las variables, es mucho más interesante. Y yo pienso que, si no lo aplicas, al final pierdes un potencial tremendo. Yo escucho muchas veces a gente que tiene una experiencia y dice: “A mí me parece que sucede esto”. Si eso tú lo sistematizas puedes llegar a una conclusión, que después puede servir. Para mí es importantísimo que nos replanteemos qué es la educación y cómo educamos, tanto en casa como fuera de casa. Otro aspecto fundamental es que tenemos que fomentar esa creatividad, pero eso no se puede hacer si uno tiene miedo, si uno tiene miedo a equivocarse, si uno tiene miedo a hacerlo mal. Entonces jamás daremos una idea nueva porque: “A ver si me voy a equivocar”, y, al final, es que nuestro sistema educativo parece que esté hecho para clasificar a la gente por su inteligencia, porque lo que vemos al final es lo que sacan en los exámenes. Lo que usamos para ver si un niño va bien o mal en el cole, ¿qué es? Las notas. ¿Qué reflejan las notas? Pues eso, si ha hecho mejor un examen. ¿Y qué? ¿Eso realmente refleja la inteligencia? ¿Las capacidades? Pues, seguramente, no.
Entonces, yo creo que podríamos aprender mucho de lo que nos tiene que contar la neurociencia y aplicarlo en las aulas. Como, por ejemplo, la atención. Vosotros ahora me estáis escuchando, y estoy hablando bastante rato, pero, en realidad, el rato que un cerebro puede mantener la atención no es tan largo. Entonces, tener a los niños sentados durante tres horas no es una buena idea. Y menos cuando son pequeños, que se quieren andar levantando. Pues hay que dejarles, porque el sistema motor es muy importante y el ejercicio aumenta lo que se llama la neurogénesis adulta. Antes pensábamos que una vez que uno tenía las neuronas que tenía, ya estaba, pero ahora sabemos que no: que en el cerebro adulto también se generan nuevas neuronas. Luego hay que usarlas, porque si no, se pierden. Pero todo ese tipo de cosas que sabemos desde la neurociencia yo creo que se podrían aplicar en las clases, hacerlas más divertidas, hacer que los chavales pudieran levantarse, pudieran andar en mitad, pudieran dar sus ideas… aprendieran de sus experiencias. Todas esas cosas… Que se pudieran equivocar, dieran sus opiniones, discutieran. Todas esas cosas, yo creo que mejorarían mucho el sistema.
Por ejemplo, hace poco se publicó en una revista muy prestigiosa que se llama ‘Lancet’, que es una revista clínica, hicieron un estudio de ver cómo había impactado la crisis económica en la sociedad, en la psicopatología, en el incremento de cuadros depresivos, de ansiedad, de angustia, etcétera. Y se dieron cuenta de que sobre todo en países que habían promovido lo que llaman «medidas de austeridad» se había incrementado de forma muy significativa la psicopatología, en comparación con países que no habían aplicado ese tipo de políticas. ¿Por qué? Porque esas políticas al final han generado una situación de mucho estrés a las familias, a las personas. Las personas han perdido sus trabajos, se han generado situaciones de pobreza en personas que antes eran personas que trabajaban, pero con los recortes, etcétera… También en educación, en los comedores escolares… Todo eso ha hecho que haya una situación de estrés generalizado que ha conllevado un incremento de todas las psicopatologías. Las personas adolescentes son especialmente sensibles al estrés. Son cerebros que aún no han desarrollado todas sus estructuras de forma completa y la estructura que más tarde se desarrolla es, precisamente, una parte que se llama la corteza cerebral y, dentro de esa, la que está más aquí, más debajo de la frente, que es la corteza prefrontal. Lo que sabemos es que, de hecho, antes pensábamos que uno ya se desarrollaba y en la adolescencia, más o menos, ya estaba. De hecho, antes se pensaba que los primeros seis años eran ese periodo que llamábamos “crítico”, más plástico.
Pero ahora se sabe que no, que la gente a los 23, 25, etcétera, todavía sigue desarrollando y madurando su corteza prefrontal. ¿Qué hace la corteza prefrontal? La corteza prefrontal es un sistema un poco de control, es un sistema de toma de decisión, donde están las funciones ejecutivas, pero también es un sistema de control. Y es un sistema que actúa sobre el sistema emocional, haciendo que se atemperen sus respuestas. Entonces, las respuestas más impulsivas… Cuando uno es más pequeño ya sabéis que tenemos unas respuestas más impulsivas y, de hecho, cuanto más pequeño, más impulsivo eres. No tenéis más que mirar a un niño de dos o tres años: si tiene que tirarse al suelo y pegarse una rabieta, pues sin ningún problema. Se tira al suelo y empieza a llorar. Imagínate un adulto haciendo eso. ¿Qué pasa? Que los adultos ya hemos desarrollado este sistema, entonces contamos hasta cuatro, menos cuando estamos en el fútbol o en el coche. Ahí no sé qué pasa, pero de repente la corteza prefrontal se desconecta y ya está. Bueno, y en algunas ocasiones, también, en el Parlamento. No sé qué pasa. Pero bueno, el caso es que como tú no tienes todavía bien desarrollado ese control sobre ese sistema emocional, ese sistema emocional es muy predominante y, de hecho, en la adolescencia hay una cosa que se llama el “síndrome adolescente”. ¿Por qué? No porque sea un síndrome, sino porque cuando la gente es adolescente, cuando sois adolescentes, todos compartís algunas características.
Entre otras que tenéis más tendencia a poneros en riesgo, o sea que lo del miedo… todavía no está muy bien desarrollado ese miedo protector, entonces las actividades de riesgo, como subirte a un coche y conducir a toda velocidad, hacer carreras y todas estas cosas que hacen los chicos jóvenes, etcétera, etcétera. La otra cosa que os pasa es que a veces no sabéis leer bien las emociones de lo que está sucediendo. Siempre cuento el caso de mis hijos: “Buenos días, cariño”. “¿Por qué te enfadas conmigo?”. “Pero si solo te he dicho buenos días”. Es decir, a veces, en la adolescencia se produce esa tendencia a leer de forma un poco sesgada lo que te están diciendo los demás. Eso influye mucho en cómo luego nosotros reaccionamos. Además, en este momento, por desgracia, hay una serie de situaciones, que también vienen influidas por cómo está el entorno, es decir, estamos en este momento en un entorno muy competitivo, en el cual, de hecho, digamos que, a veces, estamos incluso perdiendo valores que son muy fundamentales. Nosotros, los humanos, somos seres sociales y para poder seguir conviviendo en sociedad, que es lo que nos hace humanos, necesitamos un esquema de valores. Si ese esquema de valores no está, no podemos vivir en sociedad. Esa pérdida de valores se ha trasladado también a los colegios y estamos ahora enfrentados a muchos más casos, por ejemplo de acoso o de bullying.
Cosas de esas, que también aumentan el estrés. Y, además, la sociedad nos está enseñando ya desde hace mucho tiempo… Yo creo que eso, de todas formas, va cambiando poco a poco y depende de nosotros, los que lo vamos a cambiar somos nosotros, los que estamos hoy aquí sentados somos los que lo podemos cambiar, pero lo que está sucediendo también es que esa pérdida de valores nos está haciendo muy egoístas. Entonces, estamos en una sociedad en la que triunfar significa llegar a obtener un trabajo muy bueno, tener un coche estupendo, una casa fantástica. Eso, quizá, no es triunfar. Quizá, triunfar es conseguir hacer que el mundo sea mejor. Yo, siempre que hablábamos con mis hijos de lo que querían ser y de qué iban a hacer, yo siempre les decía: “Mira, tú escoge el trabajo que te encante, el trabajo que pagarías por hacer, que digas ‘Jo, yo por hacer esto pagaría’”. Muchos de los científicos, y yo, pagaríamos por hacer neurociencia, porque nos parece lo más. Y les decía: “Lo segundo que tenéis que pensar es, lo que hacéis, ¿qué va a aportar? ¿Qué va a traer? ¿Qué va a darle a los demás?”.
Pero, en el caso del enamoramiento, lo que se ha visto es que cuando tú estás enamorado de alguien se libera dopamina, se activan las áreas dopaminérgicas. Esas áreas son muy interesantes, porque también son las áreas que se activan cuando tú, por ejemplo, tomas algún tipo de drogas. Entonces, la dopamina, de hecho, tiene que ver con la adicción. Y, si tú te fijas, cuando tú estás enamorado, y hay algunos grupos, como el grupo de la doctora Nora Volkow que trabaja en Estados Unidos, que lo han investigado, y se han dado cuenta de que los síntomas son parecidos. Por ejemplo, cuando tú estás enamorado y te deja tu pareja, tienes síndrome de abstinencia, ¿sí o no? Yo lo sé porque a mi hijo, cuando le gustaba una chica, llegaba a casa hacía dos minutos que había dejado de verla y se ponía a llamarla a los cinco minutos. Y yo le decía: “¿Pero no os habéis dicho ya todo lo que teníais que deciros, hijo mío?”, porque claro, llevaban todo el día juntos. Luego cuando ya te casas, ya, gracias a Dios, eso ya no se habitúa, si no sería terrible. Pero ese es uno de los síntomas. El otro es que creas una dependencia, “Es que no puedo vivir sin ti”. Eso también sucede: “Te necesito”. Todas las cosas son muy paralelas y, en realidad, lo que sabemos es que, de hecho, se activan sistemas cerebrales muy similares. ¿Qué sucede? ¿Qué parece que sucede? Que, realmente, cuando uno se enamora tiene lo que yo llamo “el subidón dopaminérgico”.
Antes, yo me acuerdo cuando yo era pequeña, que había una canción que decía: “Me sube la bilirrubina cuando te miro y no me miras”. Tendría que haber dicho “Me sube la dopamina”. Pero bueno, lo perdonamos porque todavía no se sabía. ¿Qué más sucede cuando uno se enamora? Sucede otra cosa que me parece muy divertida, porque lo que se ha mirado es las áreas que se activan y las áreas que se apagan. Pues una de las áreas que se apaga es la del juicio social. Cuando uno conoce a alguien, uno establece un juicio social, uno dice esta persona simpática, es fea, es guapa… Pero cuando tú te enamoras esa área se apaga y tu novia ya puede ser más fea que Picio, que te parece la cosa más guapa que has visto en tu vida. Pasa también cuando tienes un hijo, y lo digo por experiencia propia. Sale aquel niño que está recién nacido, y ya sabéis cómo son los recién nacidos, que hombre, monos, monos, no son. Y dices: “Es que es precioso, madre mía, la cosa más guapa del mundo”. Eso con la edad también se pasa. Respecto a cuánto dura eso. Es muy complicado. ¿Por qué? Porque yo creo que, de hecho, no se sabe tanto por datos reales a nivel de neurociencia como por observaciones más a nivel social o neuropsicológico. El problema es que no tenemos todavía suficiente información como para saber si eso tiene un correlato. Y yo ya sé que hay mucha gente que dice que el amor dura lo que dura la dopamina, eso no es verdad. Eso es una leyenda urbana. Es como que usamos solo un 10% del cerebro. Otra leyenda urbana.
Nada, eso ni caso. ¿Qué sucede? De hecho, la dopamina tiene una vida media muy cortita, o sea que si durase eso estaríamos perdidos. Por suerte, se vuelve a generar y vuelves a tenerla. De todas formas, también es verdad que tendemos mucho a banalizar este tema y una de las cosas que nosotros sabemos desde la neurobiología, que se ha publicado, es que sí que es verdad que hay personas a las que les cuestan más las relaciones y hay algunos elementos genéticos, que además tienen que ver con la dopamina también, que hacen que haya personas más frías o menos frías. Pero eso no significa que tú no tengas que trabajar por la relación, porque, finalmente, eso y no la dopamina, o lo que dure la dopamina, eso no tiene nada que ver, lo que va a hacer que la relación dure es que tú te lo curres. Ya está.
Todavía no entendemos muy bien el mecanismo pero son cosas que estamos viendo que son así. Y, de hecho, hay un síndrome que es muy interesante, que se produce cuando tú tienes una infección por Toxoplasma gondii, resulta que eso… Por ejemplo, imagínate, el Toxoplasma gondii infecta a un ratoncito, pues el toxoplasma, para poder sobrevivir, tiene que acabar en el estómago del gato. ¿Qué hace el toxoplasma? ¿Cómo consigue que el ratón se meta en el estómago del gato? Bueno, pues le secuestra el sistema de reconocimiento del miedo y se lo bloquea. Entonces el ratón es como Juan Sin Miedo se pone delante del gato y dice: “Venga, cómeme”. Y el gato se lo come, lógicamente. Y el toxoplasma puede sobrevivir. Y, en humanos, se ha visto que las personas que tienen trazas de haber padecido infección por Toxoplasma gondii resulta que también tienen algunos aspectos psicopatológicos, algunos elementos psicopatológicos, o sea que la especie humana también está en la misma situación que el resto de las especies. Lo que pasa es que hasta que podamos entender mejor, y son aspectos que en este momento son motivo de investigación de laboratorio realmente muy potentes y muy importantes, o sea que creo que vamos a avanzar mucho en este campo, pero hasta que no lo comprendamos mejor todavía nos costará un poquito saber cómo canalizar ese conocimiento para, por ejemplo, probar tratamientos con probióticos o algunas otras estrategias.
Por ahora, lo que te diría es que es evidente que la alimentación influye en cómo funcionan todos nuestros órganos y, en este momento en el que tenemos tanta tendencia al placer fácil e inmediato, y a las dietas obesogénicas, y a la bollería facilona y llena de azúcar y tal, pues… a lo mejor sí está bien que intentemos, aunque todavía no sepamos mucho del microbioma, intentemos ser mucho más conscientes de lo que la alimentación puede significar para el funcionamiento de todo nuestro organismo.
Claro, si yo me fijo en la neurocientífica que sale… No sé, yo no me veo muy reflejada, y lo mismo ellos, los físicos que salen ahí. Es un estereotipo con el que quizá las mujeres no nos sentimos identificadas. Por otra parte, también, el hecho de que una vez que llegas y que, por ejemplo, ahora en Ciencias Biológicas, en Biomedicina, en Ciencias Biomédicas en general, sí que hay muchas más mujeres, pero las vamos perdiendo por el camino. ¿Por qué? Muchas veces porque tienen que tomar la decisión, que no deberían tener que tomarla, tienen que decidir entre la familia o el trabajo. No tiene sentido que sigamos así. Es decir, de alguna forma tenemos que facilitar el que aunque hayas tenido, como yo, cuatro hijos, puedas llegar, y que cuando te evalúen se tengan en cuenta esas cosas. Muchas veces no dejamos a esas mujeres que lleguen, porque les ponemos muchas dificultades por el camino y entonces, ¿qué sucede? Que, aunque ahora, y me hace mucha gracia cuando digo: “No, es que todavía no hemos resuelto ese problema cultural”, me dicen: “No, pero ahora los chicos ayudamos mucho más”. Si es que no se trata de ayudar, chicos, se trata de compartir responsabilidades. Y compartir responsabilidades significa que si tú tienes que ir a recoger al niño porque yo tengo una reunión que me ponen a las siete de la tarde, pues tendrás que ir tú. Y si los dos nos tenemos que quedar, a lo mejor lo que tiene que pasar es que nuestro centro, nuestra institución, no ponga reuniones a las siete de la tarde, porque tenemos que ir a recoger a los niños los dos.
Esa responsabilidad compartida todavía no está ahí y todavía seguirá sin estar ahí. Ha mejorado mucho, yo recuerdo que cuando yo me casé, eran otros tiempos, claro, pero la primera vez que fuimos a visitar a mis suegros y a mi marido se le ocurrió ponerse a tender la ropa su padre le dijo: “Pero ¿qué haces? ¿Es que tu mujer no te cuida? ¿No lo hace ella?”. Dice: “Es que es científica”. Entonces dijo: “Ah, vale, ya lo entiendo”. Pero, al final, lo que sucede es que esas trabas van haciendo que vayamos perdiendo mujeres. Si nos vamos un poco más allá, sucede más todavía y es que los sistemas de evaluación también están hechos por hombres, para hombres. Es decir, las cosas que valoramos están mucho más en las características masculinas que las femeninas, por ejemplo, me hace mucha gracia, estuve hace poco en un panel de evaluación y estábamos evaluando currícula, y a mí me preocupa mucho el sesgo de género, y me di cuenta que había un criterio en que siempre las mujeres salían peor evaluadas, salían con menos puntuación, y era una cosa que llamamos el impacto de tu investigación. Claro, cuando a una mujer le preguntas: “¿Cuál va a ser el impacto social de tu investigación?”, las mujeres suelen decir: “Bueno, ya veremos, llegaremos algún día, no sé qué”, y los varones suelen decir: “Yo voy a curarle mañana el cáncer”. La actitud, y no es que ellos digan las cosas como no son, simplemente es que son más capaces de venderse.
Nosotras nos vendemos fatal, y os lo digo porque yo, que contrato gente, cuando me vienen chicas o chicos, yo la entrevista la tengo que hacer diferente, porque el chico te contesta de una manera completamente diferente. La chica ¿qué te pregunta normalmente? “Bueno, pero exactamente ¿qué tendría que hacer? Claro, es que no sé si tengo las capacidades para esto…” El chico ¿qué te dice? “Sí, sí, por supuesto. Y ¿cuánto voy a ganar, por cierto?”. O sea, que la actitud es muy diferente. Ahí nos encontramos con otro escollo, y es que si no adaptamos nuestros sistema de evaluación, y además no somos conscientes de nuestros sesgos, no vamos a evaluar adecuadamente, no vamos a ser capaces de identificar el talento que no es como el estereotipo que nosotros tenemos, justamente porque se sale de ese estereotipo. Entonces, por ejemplo, una de las cosas que nosotros hacemos es que nosotros hemos hecho un vídeo en el cual recordamos esos sesgos que podemos tener en la grabación. El verlo… La gente no quiere ser injusta, no quiere no escoger a las mujeres, no es verdad, claro que quieren pero vemos que están sesgados y eso, si es subconsciente, no lo sabes, no te das cuenta. Entonces, si pones el vídeo las cosas funcionan mucho mejor, ¿por qué? Porque te haces consciente. Por ejemplo, les recordamos que las cartas de recomendación de chicos y chicas están escritas distintas. Las de las chicas son más cortas, hacen más referencias a cosas personales. Las de los chicos son más largas, hacen más referencia a sus logros, por ejemplo. Las chicas contestan distinto, las chicas cuando les dicen: “¿Cómo has llegado a este descubrimiento? Un comentario muy típico es: “Bueno, tuve mucha suerte”.
No, ¿qué suerte ni qué suerte? No, has llegado porque tú lo has hecho. Nos falta mucho el creérnoslo. Y luego, cuando además llegas a posiciones de liderazgo todavía, también muchas veces lo que pasa es que el estilo de liderazgo es muy diferente. Estamos acostumbradas a un estilo de liderazgo, todos, muy masculino y una líder femenina que adopta según qué posturas pues es difícil. Y, además, nosotras, seguramente culturalmente también, somos más líderes de consenso. No quiere decir que no haya hombres que no sean líderes de consenso, de hecho, hay un estudio en el que se comparaban dos perfiles de líder exactamente igual, pero a uno le ponían nombre de chico y al otro nombre de chica, pero lo que estaba escrito era lo mismo. ¿Qué opinarías de un líder que fuera tal, tal y tal? Entonces, ese mismo perfil para chico, todo el mundo decía: “Es un líder fantástico, una persona estupenda para dirigir”. De la chica decían: “Eres una bruja”. Con el mismo perfil. Entonces seguimos teniendo ese sesgo. De todas formas, ¿qué les diría yo? Que, sabiendo todo lo que sabemos, aun así merece la pena y merece la pena dedicarse a la ciencia, pero merece la pena también llegar a posiciones de liderazgo. ¿Por qué? Porque tienes la oportunidad de demostrar tu visión, de pensar en una estrategia que mejore las cosas, de pensar en cómo tú puedes construir una masa crítica científica que nos haga avanzar, que nos haga innovar, que nos haga crear, que cambie las cosas, que las haga mejores.
Y que también nos haga cambiar un poco el modelo de negocio que tenemos ahora de la ciencia, que está muy basado en conseguir dinero y todo es horroroso, porque estás venga a pedir proyectos, tal… Ahora, con la crisis económica, más. Y, realmente, la ciencia necesita tiempo, necesita calma. Necesitas poder concentrarte, leer, entender. Y si siempre estás pensando: “A ver cómo le vendo a este hombre para que me dé dinero”, vamos muy mal. Los políticos también tendrían que empezar a entender que si quieren ciencia, y si quieren una ciencia de verdad, tienen que fomentar que haya una masa crítica, que haya muchos investigadores. No solo cuatro laboratorios estupendos, muchos investigadores, porque es eso lo que nos va a hacer avanzar. Y para eso tienen que poner dinero, porque si no los laboratorios se mueren. Si tú no puedes contratar gente joven, traerla otra vez, esa gente que se ha ido, traerla otra vez aquí, si no puedes hacer los experimentos… y eso necesita dinero, pues es difícil que podamos seguir avanzando. Yo creo que la neurociencia tiene muchísimo que aportar a la educación, pero también tiene muchísimo que aportar a la sociedad. Y, si algo hemos aprendido, es que las personas tienen que tener valores y esos valores los tenemos que educar. Y la educación no es solamente enseñar información, no es solamente enchufar la información en los cerebros de los niños para que se les olvide después del examen, es mucho más.
La educación, al final, es crear personas que puedan aportar valor, es permitir que las personas lleguen a ser lo que quieren ser, es permitir que las personas puedan ayudarnos a mejorar y para eso tienen que ser críticas, tienen que aprender a pensar, tienen que aprender que lo mejor que pueden dar de sí es lo que pueden dar a la sociedad. Y yo creo que, estoy segura, de que no sé si habréis aprendido mucho y habréis reconectado vuestras neuronas hoy, pero estoy segura de que todos saldremos de aquí pensando que sí podemos hacer el mundo aunque sea un poquito mejor. Muchas gracias.