Los colores de la biotecnología
José Manuel López Nicolás
Los colores de la biotecnología
José Manuel López Nicolás
Científico, docente y divulgador
Creando oportunidades
La ciencia de las pequeñas cosas
José Manuel López Nicolás Científico, docente y divulgador
José Manuel López Nicolás
Ve botánica detrás del gol de Iniesta en el Mundial o espíritu crítico escondido en un cartón de leche. José Manuel López Nicolás mantiene las que él llama “gafas del científico” cuando disfruta de un partido de fútbol o va al supermercado. Desde su ambición divulgativa anima al público a probar esos anteojos para que “descubran la ciencia de la vida cotidiana”.
Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Murcia y Premio Extraordinario de Doctorado, actualmente es Vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica además de Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la misma universidad. Ha publicado más de un centenar de artículos en los campos de la bioquímica, la nutrición o la biotecnología y, en su afán de traducir la ciencia en términos comprensibles para todos, lleva una década detrás del blog ‘Scientia’. Una bitácora por la que López Nicolás ha recibido numerosos premios en el ámbito de la comunicación científica. “Transferir el conocimiento a la sociedad es una herramienta imprescindible para el progreso de la humanidad”, sentencia el científico.
En la educación reconoce un gran poder transformador. Y en la intimidad del aula derrama su entusiasmo por la ciencia: “Es importante que los profesores emocionemos a los alumnos para motivarlos a aprender”, asegura. Pero la pasión divulgativa de José Manuel López Nicolás se expresa también en forma de libros. Los más recientes: ‘Un científico en el supermercado’ o ‘La ciencia de los campeones’, en los que relaciona diferentes disciplinas científicas con las pequeñas cosas que nos rodean.
Transcripción
A eso me dedico. A esa transferencia del conocimiento. ¿Pero sabéis lo peor que tiene esa transferencia del conocimiento desde mi punto de vista y que estoy luchando por cambiarlo? Pues precisamente el nombre. «Transferencia del conocimiento» no me gusta. ¿Por qué? Porque con «transferencia» parece que nosotros somos los que sabemos y entonces enviamos el conocimiento a los demás para que se aproveche. Y realmente esa transferencia es bidireccional. Realmente no es una transferencia del conocimiento, sino que es compartir el conocimiento. Porque al igual que yo mando mi conocimiento a los alumnos, yo aprendo muchísimo de los alumnos y de las alumnas de la universidad. Igual que nosotros transferimos el conocimiento a las empresas, de las empresas y de otros grupos de investigación de toda España y de todo el mundo aprendemos mucho. Igual que nosotros transferimos el conocimiento a la Administración pública, de la Administración pública también recibimos conocimiento. Y por último y más importante, sí, llevamos conocimiento a la sociedad. Pero en esas conferencias, en esas charlas, en esos medios de comunicación, aprendo muchísimo de la sociedad. En realidad es compartir el conocimiento. Pero tengo la suerte y la fortuna de trabajar en algo que me apasiona, en algo que me divierte y en algo que intento poner un granito de arena para ser útil a la sociedad. Y aquí estoy, dispuesto a contestar las preguntas que me planteéis, o al menos a intentarlo, porque no siempre es fácil y algo que a veces deberíamos utilizar muchísimo más los científicos y los profesores, que son tres palabras: no lo sé. Es importante que, cuando nos preguntéis algo, no nos lancemos a contestar. Si no lo sabemos, no pasa nada. Absolutamente nada. Y eso os pasará en clase. Porque yo prefiero decir un «no lo sé» y luego documentarme para mandaros la información que el poder deciros algo erróneo. No pasa nada con el «no lo sé».
Vamos a la biotecnología negra. La biotecnología negra tiene cada vez más importancia. Es la que se dedica, por ejemplo, al bioterrorismo. ¿A qué me refiero? Nosotros desarrollamos… En los laboratorios desarrollamos una serie de pequeños pigmentos que los utilizamos de las plantas, como por ejemplo de la remolacha. De una remolacha. Para que esos pigmentos cambien de color. ¿Cuándo cambian de color? Cuando recibimos… O se recibe un sobre, por ejemplo, como ha ocurrido varias veces, que pueda llegar a tener ántrax, que pueda llegar a ser un arma biológica con la que se quiere atacar. Entonces nosotros utilizamos esos pigmentos para luchar contra el bioterrorismo, porque cambian de color y se le dice a la persona: «No, eso no se puede abrir, porque puede haber un riesgo». Esa es la biotecnología negra. Hay otra muy importante. Tú lo tienes, aunque sea en la parte de abajo de la camiseta, que es la biotecnología verde. La biotecnología verde en España es fundamental, porque la biotecnología verde sirve para agricultura. Para el desarrollo de nuevos alimentos, para modificar el terreno y poder producir a través de él alimento o algún tipo de plantas que sean de interés industrial o interés personal de cualquier tipo. Luego está la biotecnología morada. ¿La biotecnología morada para qué nos sirve? Cada vez es más importante, porque mirad, no todo vale en el campo de la investigación. Y es importante la ética. Y es importante la legislación. Es importante hacer las cosas bien, pero hacerlas siguiendo unas pautas, unas pautas establecidas y unas pautas que sean correctas. Y de eso se encarga. De esa legislación, de esos aspectos legales para investigar más, pero investigar mejor y dentro de unas normas, se encarga la biotecnología morada. Y tú eres fundamental en esto. Tú representas la biotecnología naranja. La biotecnología naranja es la que se encarga de divulgar la ciencia, de divulgar en este caso la rama de la biotecnología, de contarla a la sociedad. Y te voy a decir por qué eres fundamental para los biotecnólogos.
Pertenezco a un grupo que se llama Biotecnología… Bioquímica y Biotecnología Enzimática. Eres fundamental para nosotros. ¿Por qué? Porque os voy a contar una pequeñita historia. Una historia que ocurrió hace unas décadas. No muchas, pero unas décadas. En Suiza. En Suiza ocurrió que había una serie de personas que estaban en contra de la biotecnología, que no querían que se desarrollase la biotecnología porque tenían sus razones, según ellos. Y presionaron tantísimo para que se eliminase la biotecnología, que se llevó hasta un referéndum, un referéndum nacional. Algo muy importante en el cual se tenía que decidir si de Suiza se eliminaba la biotecnología o si de Suiza seguían adelante con la biotecnología. Las primeras encuestas que se hicieron antes de realizarse el referéndum fueron un desastre para los biotecnólogos. El 70 u 80 % de la población quería abolir la biotecnología porque le decían los riesgos que debía tener y aquello iba muy mal. ¿Y qué pasó en ese momento? Pasó que investigadores pertenecientes al sistema público salieron de sus universidades y de sus centros de investigación a explicarle a la sociedad en qué consiste la biotecnología, las ventajas que tiene y también los inconvenientes que podía tener. No hay problema en contarlo. Los biotecnólogos de las empresas también salieron. Los biotecnólogos de los colegios y de los institutos también salieron a la calle. ¿Dónde se iban? Se iban a los medios de comunicación, se iban a las puertas de los supermercados para contarle a la sociedad en qué consistía realmente la biotecnología. ¿Sabéis lo que ocurrió? Se llegó a hacer ese referéndum. Ese referéndum en el que las encuestas decían que se iba a abolir la biotecnología y se iba a eliminar. Pues muy mayoritariamente la población suiza votó a favor de la biotecnología y votó a que se siguiera trabajando en ella. Y actualmente Suiza es uno de los países más importantes en el mundo en aspectos biotecnológicos. La moraleja está muy clara. Por un lado, nosotros, los investigadores, debemos salir de nuestra torre de marfil y explicarle a la sociedad aquellas cosas que pueden ser de interés para ellos. Y aunque nosotros creamos que no sean de interés, la población, si se le cuenta bien las cosas de una manera asequible, de una manera amena, entiende perfectamente lo que se le está explicando y al final son ellos los que son capaces de decidir. Hacia un sitio o hacia otro, pero con toda la información en la mano. Eso es lo que yo llamé «la rebelión de las batas blancas». Cuando las batas blancas salieron de los laboratorios y se dirigieron a la sociedad.
La divulgación de la ciencia es fundamental para desarrollar el espíritu crítico
¿Por qué? Porque las primeras que aparecieron, resulta que olían a pescado y tenían un sabor a pescado muy fuerte. Porque en una leche no hay Omega 3. Tienes que sacar ese ácido graso que se encuentra en determinados pescados e introducirlo en el producto lácteo. Y olía y sabía a pescado. Sin embargo, gracias a las nuevas tecnologías, gracias al progreso científico y tecnológico, vosotros lo veis ahora como que forma parte de la vida diaria. Forma parte de una leche normal y corriente. Pero detrás de todos esos productos hay muchísima tecnología. Pero además de esa diversificación, en el supermercado veo algo que es clave, que tampoco nosotros apreciamos porque lo damos por hecho. Pero desde luego es para quitarse el sombrero ante los científicos y ante las empresas que lo han conseguido. Es la seguridad de los alimentos. Todo lo que nosotros tomamos es, no se puede decir cien por cien seguro, porque el riesgo cero siempre existe absolutamente en todo, pero los niveles de seguridad alimenticia que hay ahora mismo no han existido jamás en la historia de la humanidad. Ahora bien, podréis pensar: «Vale, pero siempre hay crisis alimentarias o aparece esporádicamente algún tipo de crisis. Nos estás diciendo que los alimentos son seguros». Claro que aparecen las crisis alimentarias y seguro que irán apareciendo a lo largo de la humanidad. Siempre aparecerán. Pero lo importante es lo que tenemos. Lo importante es tener un sistema para reaccionar correctamente ante esa crisis, abordar rápidamente los posibles problemas y luego poder seguir en el camino que llevamos. Y esa seguridad alimenticia que lucha en contra de la toxicidad de los alimentos es fundamental. Y lo veo en un supermercado y quiero que lo veáis. Quiero que entréis ahí, cojáis un producto y digáis: «Oye, este producto no existía y mis abuelos no disponían de ello, mis bisabuelos no disponían de ello. Y ahora puedo elegir». Y la ciencia y la tecnología están detrás.
Pero, aparte de la diversificación y aparte de la seguridad, claro, también hay otras cosas que ya no nos gustan tanto desde el punto de vista de la ciencia en esa media hora que voy antes. Pero aparecen algún tipo de mensajes, que vosotros sabéis, que promete muchas cosas algún tipo de productos. Y con esas cosas hay que ser escéptico. Y entonces el supermercado también me sirve para potenciar algo que necesitamos muchísimo, que es el espíritu crítico. No debemos creernos todo lo que nos dicen. Debemos tener una herramienta para nosotros poder discernir si eso es cierto o si eso no es cierto. Y ahí es donde forma parte la divulgación de la ciencia. Fundamental para nosotros poder coger el producto que elijamos, el que nos dé la gana, pero sabiendo lo que hay detrás. Y es importante la divulgación de la ciencia, no solamente en el campo de la alimentación, sino en cualquier factor de la sociedad. ¿Por qué las últimas encuestas de percepción social de la ciencia que se hacen a través de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología arrojan muchísimos datos, pero algunos son preocupantes? Por ejemplo, hay todavía un porcentaje muy significativo de gente a la que no le interesa la ciencia y la tecnología. Es curioso. Ya lo decía Carl Sagan: «Vivimos en una sociedad altamente dependiente de la ciencia y de la tecnología. ¿Cómo que no te interesa?». Utilizas los móviles, utilizas las gafas. Utilizas muchísimas cosas, ¿pero no te interesa? A lo mejor si te lo quitaran verías la importancia que tiene. Y por eso la divulgación de la ciencia es importante. Para contarlo, para que no se nos vaya de la cabeza.
Pero también resulta que en la divulgación científica esas encuestas de la percepción social de la ciencia dicen que hay gente que también utiliza todavía terapias y productos absurdos. Productos que, en el mejor de los casos, no sirven para nada. Pero, en el peor de los casos, pues pueden ser dañinos si realmente los utilizamos. Y entonces tiene que ser la divulgación de la ciencia, ojo, unida a la legislación, porque todos aquí estamos a favor de la educación, por supuesto, pero también es importante que haya una legislación, unas normas. Entonces la divulgación de la ciencia, junto con esa normativa, pueden ayudar a que no existan determinados productos. Y que nosotros podamos ir seguros a cualquier sitio. Esas son las tres cosas que yo veo en un supermercado donde la ciencia y la tecnología están detrás. La diversificación de productos, la gran seguridad alimentaria que tenemos y la lucha contra la anticiencia, que también está.
Y el deporte es un gancho fantástico, porque detrás de un partido de tenis, detrás de una carrera de cien metros listos, detrás del salto de altura, detrás del esquí, detrás del fútbol hay muchísimas disciplinas científicas. Hay que contarlo a la gente. ¿Pero sabéis por qué también? Por la sensación de placer que se obtiene. Cuanto tú ves algo y sabes por qué y sabes interpretarlo, la sensación de placer que se obtiene es elevadísima. La gente dice: «Bueno, pero pierde el romanticismo». Al contrario. Y conocer cuando tú estás viendo un golpe de tenis, cuando estás viendo una canasta de baloncesto, la física, la química, las matemáticas que hay detrás, te digo yo que apasiona. Pero también el poder intervenir en ella. Decir: «Con unas pequeñas nociones científicas que conozco, mi marca es mejor, mi canasta es mejor, llego más rápido, llego más alto». También el deporte sirve para algo fundamental. Para fomentar vocaciones científicas entre los más jóvenes, entre vosotros. ¿Por qué? Pues porque el deporte normalmente se asocia a esfuerzo, a medicina, a salud. ¿Pero por qué no asociarlo a la cultura científica? Y entonces, en ese libro del que estabas hablando, ‘La ciencia de los campeones’, no he buscado hablar de la química del fútbol, las matemáticas del baloncesto, la física de la natación… No. ¿Cómo puedo yo atrapar a mi lector? ¿Y sabes cómo pensé hacerlo? Contándole momentos históricos del deporte. Momentos que hay detrás de un partido Rafa Nadal contra Roger Federer en Wimbledon de 2008. El mejor partido de la historia del tenis. ¿Qué hay detrás de cada levantamiento de Lydia Valentín? ¿Detrás del bádminton de Carolina Marín? ¿O detrás de la natación de Michael Phelps? Pero si hay un momento en el mundo del deporte en los últimos años, pero últimos años por no decir en la historia del deporte español, en el que todos sabemos dónde estábamos, fue la final del Mundial de Sudáfrica. ¿Y qué había ahí de lo que ocurrió, desde el punto de vista de la ciencia, en esos 45 segundos desde que el balón lo cogimos en nuestra área hasta que llegó el gol famoso?
El césped perfecto, impoluto. Pues para el césped que vimos en Sudáfrica intervenía la botánica, intervenía la agricultura, los sistemas de regadío, la biotecnología de la que hablábamos antes para elegir la semilla perfecta para que el césped se agarrara y no se desprendiera, se pudiera jugar mejor e incluso no hubiese lesiones. El gran protagonista, el balón. No sé si os acordáis, pero en aquel Mundial hubo muchos problemas con el balón. Que volaba, aquello no había forma de controlarlo. A lo mejor ganamos por eso. ¿Y qué ocurrió en ese momento? Ocurrió que, ¿dónde estaba el problema? El problema estaba en la aerodinámica, una rama importantísima de la física. ¿Por qué no utilizar ese balón para explicar la física? Pero seguimos hablando. Y entonces la química de los materiales tuvo un papel fundamental en ese gol. ¿Por qué? Porque si volvéis a ver el vídeo y volvemos a cambiar, como he dicho antes, la mirada, las gafas, y os ponéis las gafas del científico, veis cómo de un momento agarran a Jesús Navas cuando va por el lateral. Pero él sigue corriendo y no pueden con él. Fíjate. ¿Ahí hay ciencia? Por supuesto. La química de los materiales. Una molécula que se llama «elastano» que permite que las camisetas que llevamos y que lleváis muchos de vosotros sean muy elásticas. Hace unos años, con ese agarrón te quedabas con la camiseta y con el tío ahí. Pero ahora se puede liberar la camiseta, puede seguir corriendo y se suelta. La química de los materiales. Cuando el balón llega al centro del campo, coge el balón Andrés Iniesta y da un taconazo para atrás. ¿Pero cómo que para atrás? Cuando nadie sabía quién había detrás, solo él. Pero eso se entrena. Y ahí está la tecnología. Es lo que se llama «la visión periférica». Y existen una Google Glass ahora, por ejemplo, que te ayudan a saber lo que hay detrás. Y dices tú: «Bueno, pero es que luego no las tienen en el campo». Ya, pero han cogido el hábito. ¿Y luego qué ocurrió? Que después de un rebote, un centro de Fernando Torres, que afortunadamente no salió bien. Si lo hubiese hecho bien, no estaríamos aquí hablando de ese gol. Para hacerlo bien había que apoyarse en la física y en el efecto Magnus. Él no lo hizo. Le dio balón prácticamente lineal y falló, menos mal. Pero el balón luego, Cesc Fábregas lo cogió y dio una asistencia a Andrés Iniesta. ¿Y en el gol había ciencia? Fijaos. Andrés Iniesta lo pasó muy mal para llegar a ese Mundial. Se había muerto semanas antes su mejor amigo, Dani Jarque, y entró en un problema de tipo psicológico que ha reconocido él. Y se apoyó en la psicología, una de las ramas más importantes que hay en el deporte y en la vida. Para salir de eso y para salir de las continuas lesiones que tenía. Sin la psicología, no hubiese estado ahí. Sin la psicología, no hubiésemos ganado el Mundial. Pero luego chutó. Con una fuerza tremenda. Y el balón salió con una aceleración, término físico, espectacular gracias a la química de los materiales, a esas botas que llevaba. ¿Y en ese momento qué ocurrió? En ese momento, todos gritamos. Todos saltamos. Yo me abalancé sobre mi vecino con el que estaba viéndolo y le rompí una costilla.
¿Cuántas disciplinas han salido en ese gol? Botánica, ha salido agricultura, biotecnología, tecnología, química de los materiales, psicología. ¿Por qué no utilizar el deporte para llevar la ciencia y para enganchar? Y la prueba está en las caras que os estoy viendo. Estoy hablando del gol y estáis asintiendo, y hay gente que se está riendo y hay gente que está diciendo: «Madre mía». Utilicemos la ciencia de la vida cotidiana para llevar a públicos alejados de la ciencia al conocimiento científico.
“La educación es la herramienta más potente que existe para cambiar el mundo”
Pero la segunda parte de la pregunta que me has hecho es: ¿qué deportistas utilizan la ciencia para llegar donde están? Vale. Déjame que te diga dos. Una chica y un chico. La chica, ¿sabéis quién es? La chica para mí es Carolina Marín. No conozco una… un deportista, fíjate, que incorpore voluntariamente tanta… Un deportista, no he dicho una mujer, digo un deportista global, que incorpore tantas disciplinas científicas a su juego y que le vengan tan bien. Por ejemplo, ¿qué hace un óptico en el equipo técnico de Carolina Marín? Un óptico. ¿Por qué? Porque dentro de los deportes de raqueta, el bádminton es aquel en el que la pelota, en este caso el volante, adquiere mayor velocidad. Y si tú no eres capaz de ver bien el volante, pierdes. Pero Carolina Marín se distingue por algo, que es por el uso de las nuevas disciplinas científicas. El Big Data. Tiene un equipo, que se nota que su entrenador es científico, supermeticuloso Fernando Rivas. ¿Sabéis lo que hace? Tiene miles y miles de datos de cada una de sus rivales. Y de ella misma. ¿De ella misma para qué? Para saber qué está haciendo bien, qué está haciendo mal y para poder mejorar. Pero también para saber cómo juegan las rivales. Pero, ojo, no sólo para decir: «Esta juega mejor, esta juega peor. Esta le da mejor de derechas, esta le da de revés». No. Ella tiene datos, gracias a la Inteligencia Artificial, que sabe en cada momento si la rival, por ejemplo, va ganando o va perdiendo, cómo va a reaccionar y cómo va a jugar. Porque la han analizado. Y ella lo sabe, está por encima de ella. «Ahora me va a jugar de esta forma». Y la supera. Y le remonta. «Está perdiendo, tengo que atacar por aquí».
Hablar del deporte como algo al azar ahora mismo que no se entrena es absurdo. La ciencia siempre está detrás. Incluso la psicología. ¿Habéis visto como Carolina Marín, igual que Rafa Nadal, los gritos que da cada vez que se pone a jugar? ¿Vosotros creéis que solamente son de animarse ella? No. ¿Por qué? Porque psicológicamente le gana la partida a la rival. Y cuando ve que baja un poco, grita más. Y entonces la rival se va bajando. Y todo eso se entrena y todo eso se estudia. Y en Carolina Marín eso es fundamental. Y la psicología vuelve a aparecer. ¿Habéis oído alguna vez la frase esa de: «Los penaltis son una lotería»? Es una chorrada. Se entrenan, se preparan estadísticas, probabilidad. Se sabe perfectamente dónde hay muchas más posibilidades de tirar un penalti para que sea gol. O qué tiene que hacer el portero o qué tiene que hacer el delantero. Pero me falta el chico. ¿Y sabéis quién es el chico? Si Michael Jordan era un genio, este es un animal deportivo. Michael Phelps. ¿Conocéis al Michael Phelps? Michael Phelps, nadador, ganador de ocho medallas en los Juegos Olímpicos de Pekín. Bien. ¿Por qué? ¿Dónde está la ciencia detrás de Michael Phelps? Fijaos, en muchísimos sitios. Os voy a decir algunos, los más curiosos. ¿Por qué nadamos? ¿Por qué? Me tiro, empiezo a nadar… Ojo, primero flotamos por el principio de Arquímedes, por el cual vosotros sabéis mejor que nadie, si un cuerpo sumergido experimenta una fuerza hacia arriba, un empuje hacia arriba, dependiendo del cuerpo que se introduzca. Bien. Pero con eso flotas. ¿Pero por qué avanzas? Interviene la física. Y dices: «Bueno, pues cuanto más rápido, cuanto más tengas fortaleza física en los pies, en los brazos, vas adelantando muchísimo más». Error. Es crucial la técnica, porque cuando tú estás nadando, tú estás avanzando en la piscina o en el mar, vosotros habéis visto que se generan burbujas y se genera una ola. Esa ola y esas burbujas hacen una fuerza de arrastre que va en contra de tu trayectoria. Y entonces debes vencerla. ¿Y cómo debes vencerla? Con la técnica. ¿Y la técnica qué hace? Genera poca burbuja, genera poca ola, chapotea lo menos posible. Michael Phelps sabía de física perfectamente. Pero ocurría una cosa: que se dio cuenta, ya se sabía, pero se dio cuenta de que, cuando nadas por debajo del agua, vas mucho más rápido que por encima. ¿Por qué vas mucho más rápido? Porque esas burbujas, esa ola de proa no se genera.
Y entonces no tienes que vencerla. Bien. Pero eso lo sabían todos. ¿Pero qué pasa si vosotros…? ¿Y dónde está la ciencia si buceáis debajo del agua? Por eso elijo a Michael Phelps. Porque hay un momento, donde en el momento de hipoxia aparece el CO2 y empieza a generarse CO2 y nos pide el cuerpo salir del agua porque no podemos más. ¿Y por qué nos pide el cuerpo salir del agua? Porque nosotros en nuestro organismo tenemos unos receptores. Unos receptores que notan esa presencia de CO2 y nos dan la señal. Sal, sal. ¿Pero sabéis lo que le pasa a Michael Phelps o dicen que le pasa a Michael Phelps? Que esos receptores los tiene dañados y, como los tiene dañados, ¿qué ocurre? Que no nota tan rápido esa necesidad de salir y como no nota esa necesidad de salir, ¿qué es lo que hace? Sigo un poquito más. Y ese poquito más le ayuda. Aparte de su técnica, la patada de delfín, cómo va moviéndose. Allí hay física y hay hidrodinámica de cómo hay que hacerlo. Pero en esas victorias de Michael Phelps hubo algo fundamental más allá de su técnica y más allá de su cuerpo. ¿Sabéis el qué? Los bañadores. No conozco ninguna prenda en la historia del deporte donde la ciencia haya tenido tanta importancia como la que se utilizó en aquellas Olimpiadas y en el posterior Mundial. De momento aparecieron con unos bañadores, no sé si los recordáis, que iban en la mayoría de las ocasiones, en el caso de los hombres y en el caso de las mujeres muy parecido, desde el cuello hasta los pies. Que estaban formados por un material. Volvemos a la química de los materiales. Volvemos al poliuretano, que permitía… Y además, hidrófugo, repelía el agua y permitía deslizarse muchísimo más.
No tenía prácticamente ranuras. Se había elaborado con ultrasonidos y hasta la NASA intervino en la elaboración del bañador de Michael Phelps. Y además ocurrió una cosa: Que retenía burbujas de aire. ¿Y qué pensáis que pasaba si retenía burbujas de aire? Que flotaba más. ¿Qué os pasa a vosotros con el bañador cuando se llena de burbujas? Va hacia arriba. Entonces, todo ese bañador hizo que el 95 % de las medallas que se obtuvieron eran de la gente que utilizaba ese bañador. Más del 90 % de los récord mundiales eran de la gente que utilizaba ese bañador. Hasta el punto que la Federación Internacional tuvo que decir: «Hasta aquí hemos llegado. Vamos a modificarlo de forma que no se pueda utilizar ese bañador». Pero entonces fijaos en la importancia de la tecnología, de la física, de la hidrodinámica, de la química de los materiales en las victorias de la persona que más medallas tiene en la historia de los Juegos Olímpicos.
Pero también sirve para otra cosa, que es para hacer sociedades más productivas. Mirad, está establecido que un año de un curso escolar puede aumentar el PIB per cápita entre un cuatro y un siete por ciento. Por lo cual, la educación es una inversión en economía. Por supuesto que es una inversión, pero además pasa una cosa, que al educaros se os dan las herramientas cruciales para luego ser mano de obra a la hora de producir ciencia y producir tecnología. Y está clarísimo y muy demostrado que aquellos países que invierten más en ciencia y en tecnología son los países más ricos económicamente. Y todo viene de la educación en el estado primario. Pero claro, en la educación hay dos factores que son importantísimos: el educador y el educado. Al educador hay que ponérselo más fácil, porque no lo tiene. Y todos sabemos el estado educativo que nos toca vivir y cómo podríamos mejorarlo. ¿Y qué es lo que ocurre? Que no conozco mejor forma de ayudar al educador que invirtiendo en educación. Y cuando yo veo que se invierte en recursos didácticos, en tecnología, me parece muy bien, me parece perfecto. Pero también digo que reduce la ratio. Reduce los alumnos por clase. Para eso hay que invertir en contratar nuevo profesorado. Pero vas a llegar mucho más y va a ser mucho más efectiva la educación en ese momento. Pero hay que ayudar al educador. No solamente vale con hablar de la importancia de la educación y luego ser muy práctico. Y luego no tomar decisiones. ¿Pero sabéis también a quién hay que ayudar con la educación para conseguir todas esas teorías que he dicho antes? A los alumnos y a las alumnas. Pero no desde el punto de vista educativo, sino que me refiero a otra cosa. Fijaos.
La pandemia. Soy un fiel defensor de la educación pública. Absolutamente. Mi hija siempre ha ido al colegio público más cercano a mi casa y al instituto público más cercano a mi casa. No me planteo otra cosa, no empiezo a ver si los profesores… No, no. El más cercano, porque confío plenamente en esos profesores y en esa profesoras. Pero ocurre una cosa, que cuando ha llegado la pandemia ha habido muchos desequilibrios, lo que hablábamos antes. Y ha habido mucha gente que ha tenido dificultades para estudiar. Y yo quiero partir una lanza y quiero agradecer pues, fíjate, a una persona especial. Y sí, voy a decir su nombre. No lo pensaba decir, pero lo voy a decir. Se llama Longinos Marín. Longinos Marín es vicerrector en la Universidad de Murcia en España. Que tuvo una iniciativa. Una iniciativa que se llamaba «Ningún estudiante atrás». ¿En qué consistía? Ningún estudiante atrás era ayudar a todos esos alumnos y alumnas que podían demostrar que la llegada de la pandemia había hecho que no pudieran estudiar. ¿Y cómo se podía ayudar a esos alumnos y alumnas que lo demostraron? Se ayudaron a todos los que lo demostraron, a todos los que se presentaron. Más de trescientos alumnos. ¿Y qué es lo que se hizo? Se hizo mediante tres formas. Aquellas personas, que dentro de la universidad lo consideraron correcto, se descontaron un porcentaje de su sueldo. Pequeño, pero lo aportaron para las ayudas a los alumnos y a las alumnas. Pero luego aquellos proyectos de investigación que llevábamos, que tenemos recursos de los proyectos, el dinero que conseguimos de otros sitios para investigar… Oye, pues si no se puede en esta época investigar hasta el último objetivo, pues no se… Pero ese dinero, cógelo. Ningún estudiante atrás. Y muchas empresas se solidarizaron con los estudiantes y pusieron dinero para ayudarles. Cada uno lo que podía. Casi 300 000 euros se consiguieron. Y así no quedó ningún estudiante atrás y todos tuvieron las mismas oportunidades. Esa iniciativa ha tenido un paso más allá y se ha creado una oficina de ayuda social donde se ayuda económicamente y, ojo, se ayuda también desde el punto de vista social. A aquellas personas desfavorecidas, a aquellas personas desestabilizadas, a aquellas personas que han tenido problemas de cualquier tipo. Y así estamos ayudando a la educación. Entonces, no nos quedemos solo en la teoría. Demos un paso más. Ayudemos al educador y ayudemos al alumno y a la alumna. Somos capaces de hacerlo. Y la sociedad tiene su forma de hacerlo y, si queremos, podemos hacerlo. Pues hay que dar ese paso más. Y estoy orgulloso de las universidades públicas que han hecho esto.
“Gracias a la educación somos personas más libres”
¿Os acordáis de una película que se llama ‘Del revés’? En esa película hablaban de la ira, de la risa, de la tristeza… De distintas emociones. Pues cada una de ellas me sirve perfectamente para transmitir mi mensaje. No tiene que ser solamente la risa, que también me vale. Pero para emocionar al alumno con la disciplina que tú le estás dando, ¿sabes qué es algo fundamental? Fundamental. Para emocionar al alumno es importante la palabra mágica: la pasión. Que tú como profesor seas un apasionado de aquellas cosas que cuentas. Y vosotros os dais cuenta en clase. Y os dais cuenta cuando el profesor se apasiona por lo que dice. Y sabéis perfectamente que ese os llega más. Pero hay una cosa de la que poco se habla, que es ser justo. Y el profesor debe ser justo. Y creo que es una clave fundamental. Y cuando hablo de justicia, ¿a qué me refiero? Poner unos exámenes que me diferencien perfectamente entre el que ha estudiado y el que no ha estudiado. Unos exámenes donde se reduzca lo mínimo posible el que un alumno pueda aprobar, suspender, sacar más nota, sacar menos nota y donde el azar esté reducido a la mínima expresión. Pero cuando se obtiene un suspenso, como profesor, si un alumno o alumna ha suspendido teniendo en cuenta todo, no solamente la nota del examen, teniendo en cuenta todo, tiene que suspenderlo. Y tienes que hacerlo. Primero, porque es tu obligación como profesional. Pero, segundo, porque puedes ayudar a esa persona muchísimo más de lo que os podéis imaginar. Y os voy a contar un caso. Yo soy catedrático de Bioquímica y Biología Molecular. Estudié Química. Sacaba buenas notas. No me quejaba. Y notas, bueno, bastante buenas. Me lo pasaba bien. No os creáis que era el tipo de empollón que estaba ahí metido en clase, no. Sí, iba a clase siempre, estudiando lo que hacía falta, pero también me divertía. Pero, sin embargo, llegó tercero. Tercero en la carrera de Química en aquellos tiempos era un curso clave, porque en cuarto tendrías que coger especialidad.
Y resulta que Mateo Alajarín y Amparo Velasco, profesores de Química Orgánica, me suspendieron. A mí, que llevaba matrículas, que llevaba sobresalientes. Me suspendieron a mí. ¿Pero cómo podían estar haciendo eso? Se les había ido la cabeza. ¿Y sabéis lo que hice? Primero, espero que me lo perdonen cuando me escuchen, los puse a parir. «El profesor me ha suspendido, la profesora me ha suspendido. ¿Serán…? ¿Pero no se enteran? Pero si yo tengo mis matrículas». Y me fui a hablar con ellos. Y les dije: «Esto no puede ser». Y me dijeron: «No, tienes un cuatro y te vas a septiembre». «No, no, no, no». «Sí, sí, sí, sí. Te vas a septiembre». Y me recomendaron un libro y me fui a septiembre. Y me pasé todo el verano estudiando química orgánica. ¿Sabéis lo que ocurrió? Que de momento, pero fue así, me di cuenta de que aquel suspenso era injusto. ¿Sabéis por qué era injusto? Porque no merecía más de un dos. Porque no tenía ni idea de química orgánica y empezó a gustarme la química orgánica y empecé a estudiar ese verano como un loco química orgánica. Y vi un mundo en la química orgánica. ¿Y sabéis lo que ocurrió? Que me presenté y saqué una buena nota. Pero no solamente eso, sino que, como he dicho, tocaba elegir especialidad y tenía cuatro: Química Industrial, Química Agrícola, Química Fundamental y una que se parecía muchísimo a la química orgánica, que se llamaba Bioquímica. ¿Qué opción cogí? Cogí, de todas, la cuarta, Bioquímica. Y hoy soy catedrático de Bioquímica en la Universidad de Murcia gracias a ese suspenso. Y yo no estaría hoy aquí con vosotros y vosotras si Mateo Alajarín y Amparo Velasco no hubiesen sido justos y no me hubiesen suspendido. Cuando recibáis un suspenso, es normal que tengáis la frustración y el cabreo. Es normal. Y si os diera igual, sería un problema. Pero es normal que lo tengáis. Pero luego pensad: Este suspenso puede ser que me ayude a desarrollarme profesional y personalmente. Ponte al día con tu asignatura, empatiza con el alumnado, motívalo desde la pasión y también desde la creatividad. Busca herramientas que lo enganchen como estoy diciendo aquí hoy. Y, por último, sé justo con tu alumnado. Son las cuatro claves, no de un buen profesor, sino las que yo aplico. Si soy buen profesor, buen docente, lo tienen que decir mis alumnos.
Porque ahora, gracias a lo que tú has dicho, se ha generado un caldo de cultivo en la sociedad hacia la ciencia y hacia la tecnología y hacia la importancia. Y nos hemos dado cuenta de lo vulnerables que somos. Y nos hemos dado cuenta cómo gracias a la ciencia y la tecnología podemos salir adelante. Entre otras cosas. ¿Y qué es lo que ocurre? Que ese caldo de cultivo es el que ahora tiene que presionar para que nuestros dirigentes se pongan todos de acuerdo y creen ese Pacto. ¿Pero qué se necesita para ese Pacto? Para ese Pacto se necesita algo que es fundamental, que es que la sociedad no pierda ese interés por la ciencia. Y ahí es donde la divulgación de la ciencia, lo que estamos haciendo hoy aquí, tiene un papel fundamental. Mantener ese caldo de cultivo, que no volvamos atrás. Que no volvamos a lo que había antes de la pandemia, donde no se le daba importancia. Que siga la ciencia presente en las portadas de los medios de comunicación. Que, como tú has dicho, sigan las decisiones políticas basándose en, pues, el progreso científico y los datos que hay. Y ahí la divulgación científica es clave. Es clave para mantener el caldo de cultivo, para que no se pierda. Pero ojo, tiene que fomentarse también la colaboración público-privada. Tiene que generarse ciencia, tanto en universidades y en centros de investigación como en empresas. Y deben trabajar juntas. Pero trabajar de verdad.
Pero no solamente se trata de hacer más ciencia, sino se trata también de hacer mejor ciencia. ¿Cómo? Evitando la brecha de género, evitando la discriminación que sigue existiendo, fomentando las buenas relaciones, los objetivos de Desarrollo Sostenible. No solamente es investigar más, sino investigar mejor y en mejores condiciones. Que luego tras muchísimos años dedicado a la docencia, a la investigación, a la transferencia del conocimiento y a la divulgación de la ciencia, me he dado cuenta de que la sociedad, la gente de ahí fuera, ¿sabéis lo que quiere escuchar? Cómo la ciencia le ayuda en su día a día. Eso es lo que la gente quiere. Es decir, vale, el agujero negro está muy bien, y por supuesto que hay que investigar eso. ¿Pero a mí cómo me ayuda lo que tú estás haciendo en un laboratorio? Y explicárselo. Y vosotros tenéis a partir de ahora que explicárselo. Y en ese momento la sociedad dirá: «Anda, pues ayúdame a seguir manteniendo ese caldo de cultivo y a seguir presionando». Y será la propia sociedad, no el científico, no la investigadora, sino todos vosotros y toda la gente, la que diga: «No, no, no. Aquí hay que firmar ese Pacto y aquí hay que invertir porque es mi calidad de vida, es mi día a día, es la de mis hijos, es la de mis padres». Y para eso hay que hablar de la ciencia del día a día. Y cuando se consiga mantener ese caldo de cultivo, se firmará ese Pacto de la ciencia. Y cuando se firme ese Pacto de la ciencia, la inversión en ciencia será fija. Y cuando la inversión en ciencia esté asegurada, cuando llegue la siguiente pandemia o cuando llegue el siguiente problema, estaremos preparados mucho más de lo que lo hemos estado ahora. Y devolveremos al país lo mismo que devolvió la agencia investigación americana a Franklin Delano Roosevelt. Y tendremos los pilares para no solamente reconstruir el país, sino evitar que sea asolado por un virus o por lo que venga. Hacia ahí tenemos que ir. Pero para ir tú, tú, tú y tú sois importantísimos. Porque tenéis que mantener ese caldo de cultivo por la ciencia.
La pasión es fundamental para emocionar y motivar al alumnado
¿Qué es lo que ocurre? Que nosotros estamos diseñando en un laboratorio de la Universidad de Murcia nuevos fármacos basados en unos pigmentos, en unas moléculas que se encuentran en los higos chumbos, se encuentran en algunas flores, se encuentran en la remolacha. Y nos hemos dado cuenta de que esos pigmentos que se encuentran en las flores son capaces de, al introducirlos en determinados compuestos, inhibir la formación de trombos y entonces diseñar nuevos fármacos para dárselo a los astronautas que están en la Estación Espacial Internacional, consiguiendo cosas de aplicación tanto allá arriba como aquí abajo. Resulta que las condiciones de microgravedad que hay en la Estación Espacial Internacional o en otros sitios son condiciones idóneas que no tenemos en muchas partes de la Tierra para experimentar, para desarrollar, para investigar nuevos fármacos que se puedan utilizar aquí. Es decir, el espacio nos sirve de campo de batalla, de laboratorio espectacular, para hacer experimentos que no podríamos hacer aquí o que sería mucho más complicado, pero que luego toda la población en general podemos utilizarlo. Pero aún hay algo más importante. En tu pregunta has utilizado una palabra, que es la que me ha hecho así. Que es «para qué sirve», y la palabra «servir» hay que empezar a desterrarla del mundo de la investigación. Evidentemente, cuando uno plantea una investigación tiene que tener, lo que he dicho antes, su hipótesis. Esto nos puede servir para esto, para lo otro, para más allá. Pero hay que evitar buscar hacer la investigación con el objetivo de una utilidad y una utilidad rápida e inmediata. Eso es un error tremendo. ¿Por qué? Porque ¿vosotros habéis oído hablar del gasto en ciencia? En ciencia no se gasta, en ciencia se invierte.
Pero ojo, esa inversión no tiene que basarse en un rendimiento económico inmediato. Cuando tú hablas de inversión, rápidamente te viene a la cabeza el rédito. ¿Qué voy a conseguir? Decía Santiago Ramón y Cajal: «Cultivemos la ciencia por sí misma sin pensar de momento las aplicaciones. Estas tardan años, incluso tardan siglos, pero siempre llegan». Entonces investiguemos por el mero hecho de entender lo que ocurre alrededor de nosotros. En el año 1997 recibí una carta, la mejor de mi vida. El mejor documento. Era una carta que me llegaba del Ministerio de Educación y Ciencia para hacer mi tesis doctoral. Aquella tesis doctoral, ¿sabéis en qué se basaba? Se basaba en el desarrollo nuevos productos, nuevos alimentos que tuviesen un perfil de lípidos, de grasas, más bajo. Podían ser mejores para la salud y podían ser mejores para que sensorialmente nos gustaran más. Me dieron dinero para cuatro años. Mucho dinero entonces, para desarrollar esos nuevos productos. Me dediqué cuatro años de mi vida a lo que se llama mal «investigación básica». No me gusta eso de que la investigación básica no sirve para nada. Está la investigación aplicada. No, al final lo que existe es un tipo de investigación o dos. La buena y la mala. No conozco una investigación aplicada que no tenga detrás una investigación básica. Desarrollé esa investigación básica. Leí mi tesis doctoral a los cuatro años. Y entonces ¿qué ocurrió? Que me preguntaron mis amigos: «Oye, ya que has leído la tesis, cuatro años pagándote con financiación pública, ¿nos enseñas esos productos que ibas a hacer mejores para la salud y tal?». Y digo: «No, es que no han salido. Pero bueno, se ha generado conocimiento». Y mis amigos y mis amigas me decían: «Sí, se ha generado conocimiento, eso está muy bien, pero te hemos estado pagando con los impuestos de la ciudadanía y queremos ver esos productos». Y yo decía: «No, que realmente se ha hecho una investigación básica que veremos en un futuro». «¿Y los productos?». No los convencí. Y entonces mi jefe me vio tocado. Me vio tocado. Y me enseñó una foto, una fotografía que era de un iceberg y se veía como la punta del iceberg, pero detrás, debajo, vosotros lo sabéis, debajo del agua, una superficie muy grande. Y me decía: «Para que al final haya algo que vaya por encima de la superficie, tiene que haber debajo muchísima investigación que lo soporte y que no se ve inmediatamente, pero que al final está ese producto. Y se lo conté a mis amigos y a mis amigas. No los convencí.
Y acabó ahí la historia, o yo creía que había acabado ahí. ¿Y sabéis lo que ocurrió? Que en el año 2012, muchos años después de aquello, me encontré en las redes sociales un lugar donde los investigadores deben estar. Apareció un tweet que se relacionaba la molécula que yo utilicé en aquella tesis doctoral con algo que se llamaba Niemann-Pick tipo C. Y digo: «¿Eso qué es?». Pero claro, me llamó la atención, tiré del hilo. ¿Sabéis lo que es la enfermedad de Niemann-Pick tipo C? Es una enfermedad rara. Es una enfermedad rara que la tienen niños y niñas, algunos, muy pocos. Al ser enfermedad rara es minoritaria. Cinco o seis años de esperanza de vida. ¿Y sabéis lo que ocurre? Que se les acumula el colesterol en determinadas partes del organismo. Y, como se les acumula, mueren. ¿Y qué tenía que ver esto con mi molécula, la que había utilizado con los alimentos? Porque la molécula que yo utilicé para extraer el colesterol, los lípidos, de algunos alimentos, era la misma molécula que se estaba utilizando en esta enfermedad rara para extraer el colesterol del cerebro de los niños y de las niñas que tenían la enfermedad rara de Niemann-Pick tipo C. Y los mismos ensayos y la misma metodología que en el año 97 para el desarrollo de alimentos, hicimos en los laboratorios de la Universidad de Murcia unidos con muchos otros sitios del mundo, resulta que en el año 2012 se estaba utilizando para una enfermedad que yo no sabía ni que existía. Y me puse en contacto con la persona que había escrito ese tweet y luego me puse en contacto con la madre de la niña que había sufrido esa enfermedad y que la estaban tratando en Madrid. Y durante un año la madre de la niña me estuvo trayendo la orina de Natalia, de su hija, para que nosotros la analizáramos y pudiésemos avanzar en esa enfermedad rara con el conocimiento que teníamos del año 97 en alimentación. La víspera de reyes, de hace pocos años, Natalia murió. Y entonces la madre me dijo: «José, no hemos llegado a tiempo». Y yo le dije una cosa. Le dije: «Carmen, tú lo sabías, que no íbamos a llegar a tiempo. Tú sabías que tu hija estaba muy mal cuando empezamos con este tratamiento.
Pero te voy a decir una cosa: gracias a tu esfuerzo y gracias al de tu hija, ya hay muchísima gente en todo el mundo, muchísimos niños y niñas, que a los tres días, cada tres, se les está pinchando, porque no están tan mal como estaba tu hija. Y gracias a tu esfuerzo y al de tu hija están ganando en calidad de vida esos niños y niñas esperando que algún día llegue la solución definitiva a su enfermedad. Así que gracias por lo que has hecho». ¿Y sabéis lo que hice luego? Me fui a hablar con mis amigos y mis amigas. Y les dije: «¿Os acordáis de aquello?». «Sí, los productos que no salieron». «Pues aquel conocimiento que se generó, unido al de muchísimas personas, investigadores, investigadoras de todo el mundo, se está aplicando a algo en lo que ni nos imaginábamos que existía». Y se me quedaban mirando. Y entonces les repetí la frase de Ramón y Cajal: «Cultivemos la ciencia por sí misma sin pensar de momento en las aplicaciones. Estas tardan días, tardan semanas, tardan años o incluso pueden tardar siglos, pero al final siempre llegan». No nos planteemos el estudio de la ciencia con la utilidad inmediata. No nos planteemos de qué sirve ir al espacio porque ni nos imaginamos las aplicaciones aquí que tendrán en décadas, en años o en siglos.
Y una vez que lo tengamos identificado, la ciencia donde no se le espera, y una vez que tengamos claro dónde, en el colegio o en el instituto, me han contado eso, pensad en qué podéis intervenir vosotros con los conocimientos que sabéis. Llegar y decir: «Pues con lo nuevo que me ha contado mi profesor o mi profesora, que está actualizada, como me ha demostrado y como he dicho antes, pues yo haré esto de esta otra forma. Y conseguiría esto o conseguiría lo otro. Y a lo mejor con esta manipulación, con este pequeño parámetro que hay aquí, puedo conseguir que ese fármaco que le están dando a mi abuela, esta televisión, este móvil o esta prenda que estoy utilizando, la prenda transpire más, el fármaco pudiera ser, oye, a lo mejor más efectivo». Y cuando ya hayáis identificado, hayáis visto qué disciplina hay detrás, penséis cómo podréis manipularla, contadla. Contadla a vuestro entorno. Fascinad a la gente que está a vuestro alrededor. Esa es vuestra labor. Lograr que ellos fascinen alrededor con las cosas que vosotros les estáis contando. Y vosotros vais a fascinar cuando veáis cómo podéis intervenir en la sociedad. Y es fundamental al alumnado demostrarle una cosa. Pero desde ya, no en un futuro. Que formáis parte del progreso científico y tecnológico ya. ¿Por qué? Porque eso que os he dicho de identificar y ver cómo podéis manipular determinadas disciplinas científicas, pensad que cada disciplina científica, cada, en la que vosotros vais a decir: «Yo aquí puedo intervenir», pues cada disciplina científica es una pata. ¿De qué? De una mesa llamada «ciencia» formada por todas las disciplinas científicas.
Pero es que además la ciencia es otra pata de una mesa aún más grande llamada «cultura». Y recordad siempre que la cultura es la mejor arma que existe para crear una sociedad más libre. Y una sociedad formada por personas que tomen las decisiones correctas, que nos lleven como individuos y como colectivo al sitio, no solamente al que nosotros queremos llegar, sino sobre todo al que queremos que nuestros hijos lleguen. Cultura, ciencia, ramas de la ciencia y aquí ya estáis interviniendo vosotros. Y cuando, Laura, logremos hacer que todos nuestros alumnos vean cómo ellos forman parte de toda esta escala, los tendremos aquí. Así que os necesitamos. Pero no os necesitamos en un futuro. Os necesitamos a partir de ya. Y esa es la mejor forma que creo de llegar a ellos y de atraerles a la ciencia. Hacerles ver que forman parte ya de ella. Y que al formar parte de la ciencia formáis parte de nuestro futuro. No se me ocurre mejor forma. Bueno, espero que hayáis pasado un buen rato. Espero que lo hayáis disfrutado. Pero, como he dicho al principio, esto no se trataba de transferir solo el conocimiento, sino también de aprender de vosotros. De saber yo cuáles son vuestras inquietudes y me lo habéis demostrado con las preguntas que habéis hecho. Y me habéis ayudado, no solamente con las preguntas, sino con las caras que poníais a cada una de las respuestas que os estaba dando. Así que muchísimas gracias por estar aquí, muchísimas gracias, porque formáis parte de la sociedad y muchísimas gracias por participar en este proyecto.