¿Cómo es una relación sana de pareja?
Arun Mansukhani
¿Cómo es una relación sana de pareja?
Arun Mansukhani
Psicólogo y sexólogo
Creando oportunidades
Manual para crear relaciones sanas
Arun Mansukhani Psicólogo y sexólogo
“Lo que más necesita un adolescente es un adulto que se hace cargo”
Arun Mansukhani Psicólogo y sexólogo
Arun Mansukhani
Interdependencia, autonomía e intimidad. ¿En qué consisten y por qué son necesarias para construir relaciones sanas? Para el experto en relaciones Arun Mansukhani, las relaciones interpersonales son una oportunidad para descubrir cómo somos y evolucionar a través del otro. Cuestiones como tener un buen círculo de apoyo y crear vínculos cercanos son determinantes para gozar de una mejor salud y una vida más larga: “Las investigaciones científicas nos confirman que las relaciones sanas tienen mucho que ver con la salud física, mental y emocional. Sabemos que las personas que tienen relaciones sanas viven más”, afirma.
Mansukhani explica la importancia de adoptar un rol adulto emocional y establecer relaciones horizontales en cualquier ámbito de nuestra vida. Un viaje hacia la introspección lleno de autoconocimiento, autoaceptación, autocompasión y autocuidado, algo complejo que requiere de voluntad y compromiso para darnos a los demás desde un lugar sano.
Arun Mansukhani es psicólogo y sexólogo especializado en el tratamiento de ansiedad, depresión, trauma psicológico y terapia de pareja. Tras más de 30 años de trabajo de campo, charlas y cursos, sigue enamorado de su día a día en el que contempla la salud desde una perspectiva integral: “La distinción psicológico, físico y biológico es totalmente artificial, la hacemos nosotros porque estudiamos desde ahí pero las situaciones traumáticas tienen influencias profundísimas sobre la salud física, emocional y psicológica”.
Transcripción
Pero a la vez es como una oportunidad de ver cómo las personas son capaces de ir encontrando recursos, salidas, soluciones. Yo creo que eso para mí ha sido como un regalo. La suerte de ver cómo personas van resolviendo su vida con tu ayuda, más o menos, a veces simplemente con tu acompañamiento, ni siquiera del todo con tu ayuda. Ver cómo las personas somos capaces de salir de situaciones difíciles y, de alguna manera, influir sobre nuestro estado. Además, se aprende muchísimo. Yo creo que casi todo lo que he aprendido, casi todo no, pero un porcentaje altísimo lo he aprendido ahí, en consulta, en las sesiones. Quizás una de las cosas que he aprendido que me costó entender al principio es que lo que más nos mueve, para bien o para mal, son las relaciones interpersonales. Los momentos de mayor felicidad de nuestra vida, generalmente, si hacéis un resumen, si recordáis los mejores momentos de vuestras vidas, veréis que casi siempre están relacionadas con alguien, con algo que tiene que ver con lo relacional: el nacimiento de un hijo, una amistad que tuvisteis en el colegio… Casi todos los momentos positivos tienen que ver con lo relacional y casi todos los negativos también, con pérdidas, con rupturas, con abandonos, con traiciones…
Los seres humanos somos profundamente sociales y lo relacional nos mueve muchísimo. Y lo que más nos mueve es lo íntimo, las relaciones realmente cercanas, las relaciones realmente íntimas. Y la investigación, además, nos da la razón, nos explica, nos enseña, el que esas relaciones sean saludables tiene que ver con la salud física, con la salud emocional, tienen que ver incluso con la longevidad. Sabemos que las personas que tienen relaciones sanas viven más que si no las tuviesen. De alguna manera me he ido especializando en relaciones, es con lo que trabajo la mayor parte del tiempo. Ahora si queréis me podéis hacer las preguntas que consideréis.
En principio, tenemos relaciones verticales que son sanas. Se me ocurre alguna. ¿A alguien se le ocurre alguna? La relación entre un cuidador, una mamá, y un bebé es una relación absolutamente vertical. El cuidador, la cuidadora, la mamá, tiene todo el poder, tiene toda la responsabilidad, tiene que tomar las decisiones, tiene que cuidar, tiene que proveer y, además, es sano que esto sea así. Cuando tenemos mamás o cuidadores que no respetan esto, tiene un nombre técnico, lo llamamos parentalización. O sea, estamos obligando a los niños a que se hagan adultos antes de tiempo. Esto sería una relación vertical sana. Históricamente, las relaciones verticales han sido la norma, por lo menos en tiempos históricos. Si nos vamos desde hace 12.000 años hasta ahora, todo este lapso de tiempo, en la mayoría de la sociedad hemos tenido relaciones verticales. Las personas eran distintas en función del estatus, en función del género, en función de la edad. En casi todas las sociedades que conocemos, los reyes tenían más poder que los aristócratas, los aristócratas tenían más poder que el pueblo, el clero estaba por ahí, tenía poder. Quiero decir, había una estratificación, las personas eran distintas y el poder era distinto y la gente asumía esto. Las relaciones de pareja estaban totalmente marcadas por el poder, la división de género, o las relaciones con los hijos. Las relaciones con los hijos no eran igualitarias.
Fíjate cómo a lo largo de nuestra historia esa ha sido la relación normal hasta hace muy poco. Eso ha volado por los aires ya. Nosotros somos la generación de la horizontalidad. Nosotros ya consideramos que las relaciones tienen que ser horizontales. Todas. Consideramos que somos todos iguales, tiene que ver con la democracia. Si todos somos iguales, la relación sana tiene que ser horizontal. Yo puedo ser un jefe, pero yo no puedo hablar mal o insultar a una empleada o un empleado. Todos estaríamos de acuerdo en esto. Puede que nuestra posición no sea del todo horizontal en un momento X, pero realmente nuestra relación de base, digamos, tiene que ser horizontal. Igual con un juez o con un médico. Y en las relaciones íntimas en particular, tiene muchísima importancia, porque tal y como lo vemos ahora, y no siempre ha sido así, no es posible una verdadera intimidad sin horizontalidad. Realmente para que haya una relación de intimidad, tú y yo tenemos que estar en el mismo plano de poder. No de funciones necesariamente, pero tiene que haber un mismo plano de poder. De manera que ambos estamos en esa relación porque queremos y libremente. Cambia la visión de lo que es una relación sana a lo largo del tiempo y en diferentes culturas, seguramente. En la nuestra sin duda lo que marca las relaciones sanas, del tipo que sean, es que sea una relación horizontal en la que ese poder esté equitativamente repartido. Problema, no todo el mundo está preparado para tener relaciones horizontales, pero tendremos tiempo de hablar de eso.
Estos serían patrones dominantes en las relaciones, personas que se colocan en un patrón en el que dominan. El dominio a veces puede ser así, a veces puede ser mucho más sutil… Personas que parecen que no están dominando. Os cuento una historia de una pareja que vi hace un tiempo en sesión. Llevaban un montón de años de relación, habían tenido tres hijos, ambos eran personas liberales y ella había dejado de trabajar cuando tuvieron los hijos, una situación que le pasa a tantísima gente. Los hijos crecieron y ella iba a volver a trabajar. Pongamos que eran contables, economistas, por no dar muchos más datos de ellos. Ella quería volver a trabajar, llevaba veintipico años sin trabajar y le salió un trabajo con una amiga que tenía una empresa pequeña. Le dijo que era ideal, que quería a alguien de mucha confianza, que era una empresa pequeña… Puedes empezar con tres o cuatro horas al día, o sea, el trabajo ideal para empezar y reinsertarte. Entonces ella, contentísima, va y se lo cuenta a su pareja. Le dice: “Oye, que tengo esta opción”. Él le dice: “¿Para qué te vas a meter en follones? Con lo que tranquila que tú estás en casa sin ningún problema. Además, no sabes cómo ha cambiado el mundo laboral. Eso no tiene nada que ver con lo que nosotros estudiamos. A ver si te vas a meter y a ver si la empresa va a tener un problema fiscal, a ver si vas a perder una amiga además del trabajo…”. Fijaos que en apariencia la estaba cuidando, la estaba protegiendo, pero es, realmente, una incapacidad para estar en igualdad. Los dominios pueden ser así, muy sutiles. También puede haber maneras de controlar que no tengan que ver con el dominio, que tengan que ver con el cuidado. Yo te cuido un montón, pero acordaos que en una relación horizontal los cuidados tienen que estar repartidos. Yo hago que tú me cuides o yo hago que tú, de alguna manera, seas como un intermediario entre yo y el mundo.
Por ejemplo, me estoy acordando de una pareja, que ella le costaba mucho encontrar trabajo, su pareja, eran dos mujeres, tenía una pequeña empresa que no tenía nada que ver con su profesión y ella quería, a toda costa, que su pareja le contrataste. Su pareja le dijo que no podía, que era una empresa muy pequeña. Se enfadó muchísimo. “Hay que ver, que no me contratas”. Es una persona que espera que, de alguna manera, el otro resuelva sus dificultades. Todo esto son relaciones desequilibradas. Esas son las relaciones que no son relaciones sanas, relaciones en las que ese equilibrio no se va a producir. ¿Cómo distinguimos la relación sana? Se me ocurren una serie de ideas. Primera, la que hemos dicho: poder, control y decisiones repartidos. No debe haber miedo. Si hay miedo, miedo a que te enfades, miedo a que yo lo haga mal, miedo a nuestra altura… Si hay miedo, eso no es una relación que esté funcionando demasiado bien.
Junto con el miedo, ¿cómo me siento en la relación? ¿Me siento relajado la mayor parte del tiempo? ¿Me siento tranquilo? ¿Puedo ser yo mismo en la relación? Cuando me ocurre algo malo, ¿me apetecería hablar con mi pareja? Si las respuestas son sí, la relación es sana, si las respuestas son no, esa relación no suena demasiado sana. No solo cómo me siento, ¿cómo me comporto? ¿Nos seguimos riendo juntos? Yo diría que la risa… A mí es que me gusta mucho la risa, siempre estoy diciendo tonterías. Yo pienso que la gente que deja de reírse junta, sean amigos, sean pareja… No digo que estéis todo el día riéndoos, pero que conserven esa naturalidad de la risa. Una pareja que no se ríe nada, yo qué sé… Que puede haber, hay gente muy seria por la vida, pero la risa, si no la risa, por lo menos la capacidad de divertirnos juntos, el querer hacer cosas juntos porque nos divertimos haciendo cosas juntos, querer hacer cosas separadas y tolerar, porque la relación sana no es una relación de fusión. Es una relación de interdependencia la horizontal esta que decíamos, no una en la que nos fusionemos. Hacemos cosas juntos y también hacemos cosas separados y nos toleramos haciendo cosas separados. Yo diría que un poco estas son las indicaciones de que estás en una pareja sana o no, o no estás en una pareja sana. No sé si os sirve. Si alguien va a salir de aquí y va a terminar su relación…
Quiero decir, si yo no pude confiar en mis padres, imagínate, por la razón que sea, porque eran poco confiables, difícilmente voy a confiar después. Si yo pasé miedo con mis padres me va a costar más. Dicho esto, no tenemos un único tipo de apego. Los adultos tenemos una mezcla de tipos. De hecho, en adulto no hablamos de tipos de apego, hablamos de estilos o ni siquiera, ahora hablamos de estrategias de apego. Nosotros podemos utilizar estrategias de un tipo o de otro. Mientras mayor estrés, vas a utilizar estrategias un poco peores. Esa vinculación que tuvimos con nuestros padres va a condicionar dos elementos que son los que realmente nos interesan, que están un poco en la base de los tipos de apego: mi capacidad de autonomía y mi capacidad de intimidad. Mi capacidad de autonomía es mi capacidad de estar bien a solas conmigo mismo. ¿Hasta qué punto yo soy capaz de estar en intimidad conmigo mismo? Y mi capacidad de intimidad con los demás es hasta qué punto yo puedo estar tranquilo, relajado y a gusto con los demás. Esto es lo que realmente tenemos que ver. Si fallamos en cualquiera de estas dos va a ser muy difícil que tengamos relaciones sanas. Si yo no estoy bien conmigo mismo, si a mí me falla la autonomía, ¿cómo voy a acceder a las relaciones? Pensadlo un segundo desde la dependencia. Porque yo no estoy bien, necesito estar con el otro. Entonces, el tipo de relación que voy a montar no va a ser horizontal. No sé si veis la lógica de esto. Por otro lado, si yo no lo logro estar calmado, tranquilo, regulado… Si yo no puedo confiar en los demás, confiar afectivamente, no quiero decir que piense que me vayan a robar. Pero tener esa capacidad de confiar en que los demás no me van a hacer daño, tener seguridad relacional lo llamamos también, no voy a poder estar en intimidad.
Y estas dos tienen mucho que ver con nuestra relación desde pequeños, tienen mucho que ver con el apego. Quizás eso sería lo más interesante. Me parece más útil verlo desde ahí que decir soy ansioso o soy evitativo, si no realmente decir: “A ver, ¿yo funciono bien a nivel de autonomía? ¿Funciono bien a nivel de intimidad?”. Y dónde falle es lo que tengo que desarrollar. Si tienes mucha autonomía no te metas a hacer yoga. Hacer yoga siempre está bien, pero vete a hacer un deporte de equipo si ya estás de puta madre contigo mismo. Por otro lado, si lo que te falla es la capacidad de estar contigo mismo intenta, poco a poco, ir desarrollando esa parte. Yo diría que se puede cambiar, claro. Pero más que pensar en un tipo que te marca, es decir: “Esa relación me influyó y lo puedo mirar desde estos dos puntos de vista”. Desde ahí puedo un poco intentar ver dónde fallo yo más, cuál me falla más. ¿Tengo problemas en confianza? ¿Tengo problemas en estar con los demás? Hay personas que no pueden estar con los demás, no sé si habéis notado esto. No mantienen contacto ocular o mantienen relaciones muy superficiales. Relaciones superficiales son las que mantenemos en el ascensor. Habláis rápidamente de un tema trillado como el tiempo. Imaginaos que alguien en un ascensor os toca el brazo y os dice: “¿Qué tal? ¿Cómo estás?”. ¿Qué yuyu, eh? Esto es directamente un acosador o una acosadora, porque la intimidad es difícil. A los humanos nos cuesta mucho la intimidad. Es ver eso. ¿Soy capaz de tener intimidad? ¿Estoy cómodo en la intimidad? Y esto, lamentablemente, va a guardar mucha relación con hasta qué punto nuestros padres, al criarnos, fueron capaces de tener su propia autonomía y, a su vez, eran capaces de estar en intimidad. Cuando eso falla es mucho más difícil para mí, pero se puede construir.
Ya que estamos con los tipos, hay un tipo de apego que se llama el apego seguro adquirido. No se puede adquirir en una tienda, a lo mejor en alguna terapia sí. Apego seguro adquirido. Son personas que tuvieron situaciones familiares no del todo buenas, pero que a lo largo de su vida han ido reparando su forma de relacionarse y vincularse. Hacia eso tenemos que tender un poco, porque el que más y el que menos tiene alguna cosita, alguna pedrada tiene todo el mundo. La gente peligrosa tiene tres o más. Una pedrada o dos está bien, tres ya… Eso es para preocuparse un poquito más.
Y las personas que tienen dificultades en intimidad generalmente adoptan el rol contrario, el contradependiente. Están todo el rato como alejándose o distanciándose. Y, además, vemos con cierta frecuencia que forman parejas entre sí. Estas parejas que son como el coyote y el Correcaminos, siempre hay uno corriendo detrás del otro. Porque esos dos patrones… Antes hablábamos de la infancia y de los problemas. Cuando uno tiene una serie de carencia, elige desde ahí. Como yo elijo desde ese miedo, elijo desde esa carencia, elijo a personas compatibles con esa carencia. Y aquí compatible no es una palabra buena. Porque al ser compatible me mantiene en mi carencia. Por eso vemos que hay tantas personas en las que el desequilibrio… Una parte de la pareja está entregándose, ayudando, es la que o el que hace por la relación, y la otra parte como que siempre está intentando despegarse porque de alguna manera aún busca una relación complementaria. Para no relacionarnos desde la carencia, que sería la gran cuestión. Si nos relacionamos desde la carencia vamos mal. ¿Cómo hacemos eso? Lo primero es ser consciente de nuestra carencia. Y no es nada fácil esto. Incluso yo diría que a lo mejor hay personas que no van a poder hacerlo sin una ayuda externa, otras no, otras van a poder hacerlo. Esto generalmente tarda un poco de tiempo. Quiero decir, es difícil que con 18, 20, 25 años uno sea consciente de su carencia. Este proceso nos atormenta y suele ocurrir a partir de los 40.
Esto es un número casi al azar, en función de la gente que he ido viendo. Bueno, no es al azar, realmente hace falta un cierto proceso, un cierto autoconocimiento. Y, no siempre, pero muchas veces las parejas que se eligen a una edad muy temprana con más frecuencia es más probable que estén elegidas desde la carencia. Lo primero es tomar conciencia de mi historia, de mi historia vital, de la relación que tuve con mis padres y qué tipo de carencia me puedo dejar. Y volvemos aquí a lo que yo decía. Una manera muy sencilla de pensar en esto es esto de la autonomía y la intimidad. Intentar pensar todo el rato dónde falláis más y de dónde puede venir eso que pudo haber. A lo mejor vuestros padres o madres tenían dificultades con la intimidad o eran muy malos ejerciendo el poder y entonces ejercían el poder de una manera muy dominante. Entonces yo me he acostumbrado a relaciones dominantes, me he acostumbrado a que las relaciones de intimidad sean dominantes. Una vez que tomemos conciencia de esa carencia es cuando podemos empezar, de alguna manera, a desactivarla, pero no solo por tomar conciencia, sino a partir de ahí tenemos que realmente hacer una serie de cosas para cambiarlo. Lo decía antes, si detectáis que tenéis poca capacidad de intimidad, hay toda una serie de cosas que se pueden hacer en esa dirección. Si detectáis que tenéis poca capacidad de autonomía, igual. Y habrá veces en que necesitaréis ayuda. No siempre puede uno hacerlo por sí solo. Ahí cada uno tiene que decidir si es capaz de resolver por su cuenta o si en algún momento necesita la asistencia de alguien que le ayude a eso.
Durante el enamoramiento uno ofrece lo mejor de sí mismo. Imaginaos que yo conozco a alguien, espero que mi mujer no me esté escuchando. Imaginaos que no estuviese casado, no tuviese pareja, y conozco a alguien esta noche y empezamos a hablar de los hobbies. Me dice: “¿Cuáles son tus hobbies?”, a mí me saldría decirle el senderismo. Este fue mi hobby hasta los 34 años. Yo no le voy a decir me tumbo en la cama a ver los clásicos. No quiero decir los autores clásicos, si no el Madrid Barcelona. Voy a ofrecer la mejor versión de mí y, de alguna manera, no estoy queriendo engañar, simplemente me sale. No, me encanta el senderismo. No solo uno ofrece lo mejor, sino que uno incluso mejora. Si nuestra relación va, seguramente acabaremos yendo de senderismo, porque ella me habrá dicho también: “Me encanta el senderismo. Nos vamos los dos”. Los dos llevamos 15 años sin hacer senderismo. Yo las tiendas que montaba eran canadienses, ahora son unos iglús superraros que se montan solo. Esa experiencia va a ser un desastre con los dos intentando fingir que hacemos senderismo. Uno muestra lo mejor, uno mejora. Pero además hay un tercer elemento y es que el amor ciega. Esto la habéis comprobado también. Tenéis un buen amigo, una buena amiga, que se enamora y al poco habláis con esta nueva persona. ¿Os ha pasado? Y esta nueva persona os habla de vuestro amigo, vuestra amiga, que conocéis muy bien y decís: “Dios santo, cuando realmente lo conozca… No está viendo nada”. Entonces, el tercer elemento es que además no vemos. Y el cuarto elemento, ya para terminar de rematarlo, es lo poco que vemos que no nos gusta. Habrá que hacer una tesis doctoral, pues no sé por qué hace gracia. Lo que más gracia te hace al principio es lo que más te toca las narices pasado un cierto tiempo. Casi todas mis parejas: “Qué gracioso, qué despistado es”. Despistado hasta que te quedas en la puerta de casa con los niños pequeños y sin la llave de casa porque creo que se me ha olvidado dentro. Ahí ya la gracia termina.
El enamoramiento fijaos que es este tipo de cosa muy bonita, muy hormonal, pero que realmente quizá no sea la pareja. De hecho, nosotros tenemos una frase en terapia de pareja que solemos decir los profesionales, por lo menos en mi centro, y es que la pareja empieza cuando el enamoramiento acaba. Realmente el enamoramiento es un estado drogado en el que estás drogado por tu propia bioquímica y cuando esa droga se baja es cuando tú vas a empezar a ver al otro. Y de hecho tú ves al otro cuando el otro te decepciona, nos guste o no, cuando el otro hace lo que no esperábamos que hiciese. Realmente ahí estamos viendo al otro y ahí empieza la pareja. Este sería otro tipo de amor, pero en medio de estos dos hay otro tipo de amor que es el amor romántico. Esto lo conocéis, ¿no? Si el amor pasional era universal, el amor romántico es muy cultural. Surge en Europa en la Edad Media, no lo conocemos en todas las culturas, surge con el caballero de la armadura que va a rescatar, caballero valiente y honesto. Y ella es una doncella dulce y honrada. Esas son las variables. Mucha gente dirá: “Ya no nos llega”. Nos sigue llegando. Seguimos teniendo lo que a mí me gusta llamar los restos del naufragio del amor romántico. Nosotros seguimos viviendo bajo el amor romántico. De hecho, nosotros hemos hecho una mezcla entre dos mitos tradicionales: La bella y la bestia y Cenicienta. Y Hollywood está haciendo un montón de películas con este mito. Por ejemplo, los que tenemos una cierta edad otra vez, Pretty Woman es Cenicienta y La bella y la bestia, las dos juntas. Ella es de origen humilde, prostituta y él es rico de Wall Street, un príncipe de ahora, un tipo de Wall Street. Pero, además, él es una bestia, porque no ha aprendido a amar, porque ha tenido una infancia muy dura y ella, porque es capaz de ver al buen hombre que hay detrás, al bello que hay detrás de la bestia, lo va a transformar con su amor. Esto es La bella y la bestia.
Nos podemos ir a una más reciente, esta de las 50 sombras de Grey. Él es millonario y ella es su secretaria. Volvemos a lo mismo. Si os fijáis, ese mito del amor romántico lo tenemos ahí, nos lo venden diariamente. Entonces, en la transición entre el amor pasional y ese otro amor del que todavía no hemos hablado, el tercero, aparece este amor romántico que ha hecho un desastre con las parejas. El amor romántico ha hecho casi tanto daño a las parejas como a la poesía. Desastrosa con el amor romántico, pues en las parejas también, porque ese otro tipo de amor del que hablamos, que algunos otros lo llaman amor maduro… Hay un filósofo francés que me encanta Comte-Sponville, André Comte-Sponville, que lo llama amor acción. Dice que está el amor pasión, que te viene dado por las hormonas, y está el amor acción, que tú te lo tienes que currar. ¿Quiere decir esto que siempre hay que currárselo? No. ¿Quiere decir que esto hay que currárselo como en Pretty Woman? No, simplemente quiere decir que una relación de pareja sana es algo que se construye y que es activo, que no va a venir dado por estas cosas del amor romántico. Este tercer tipo de amor, el amor maduro… Hay otro libro magnífico de hace una serie de años, El arte de amar. Me imagino que esto lo conocéis. Los que lo leísteis hace mucho, de Erich Fromm, volved a leerlo. Me sigue pareciendo un libro excepcional. Y los que no lo habéis leído nunca, leedlo ahora. Habla de esto del amor maduro y el propio Erich Fromm nos dice que el amor maduro tiene que ser raro en una sociedad en la que hay tan pocas personas maduras.
El amor maduro seguramente es difícil. Entonces, ¿dónde queda el amor en todo esto? Esta es un poco la idea, ¿no? Mientras mayor carencia, más amor pasional, más amor romántico, más papeletas para que aquello salga mal. Mientras más podamos trascender, superar la decepción del final del enamoramiento, que siempre es una decepción, o hay un elemento de decepción, la relación sea razonablemente buena, ojo, y merezca la pena y podamos transicionar hacia un amor más currado, un amor de pareja, pues eso ya sería otro tipo de relación.
¿Qué nos preocupa sobre todo? Los niños. Y sabemos que hay una correlación entre las hormonas de estrés, medidas en orina, en los niños y el nivel de conflictividad de sus padres. Cuando digo estrés, suena algo… Bueno, el estrés es posiblemente lo que más daño hace a nuestra salud física y a nuestra salud emocional, que al final son casi dos caras de la misma moneda. Elizabeth Blackburn, premio Nobel, hace ya una serie de años que encontró que el estrés acorta los telómeros de las células, si os suena un poco, en lo que tiene que ver con la capacidad de replicación de las células, con que las células envejezcan más o menos, por resumirlo mal y pronto. El estrés hace que envejezcamos más, acorta nuestra longevidad. Fíjate, que el tema de las relaciones no es cualquier cosa, tiene que ver con nuestra salud, tiene que ver con los años que vamos a vivir y tiene que ver con lo bien o lo mal que vamos a vivir, porque aquí empieza la segunda parte, que es relaciones y bienestar. Siempre nos preguntamos: “¿Qué da la felicidad?”. Bueno, felicidad es un término muy de calle. A los profesionales no nos gusta hablar tanto de felicidad, porque la felicidad, por definición, solo puede ocurrir en momentos muy concretos. La felicidad son estallidos, tú no puedes estar feliz todo el rato. Si estás feliz todo el rato te medicamos y te encerramos, porque estás maníaco. No puedes estar feliz todo el rato, o eres una persona de esas de positividad tóxica que pone a todo el mundo de los nervios. Entonces, no se puede estar feliz todo el rato, pero sí puede haber más o menos un bienestar.
Tenemos muchas investigaciones intentando estudiar qué es lo que más contribuye al bienestar. La más larga, al menos, y una de las más sólidas es una hecha por la Universidad de Harvard, que lleva casi 80 años ya de investigación con un grupo de personas que ya van hacia las 3000, hombres, mujeres, parejas, niños… Están estudiando de manera longitudinal a un montón de personas. Y la idea de esta investigación… Se llama investigación de Harvard del desarrollo adulto, lo podéis buscar y veréis que aparece un montón de sitios. La idea central de esta investigación de intentar responder qué factor es el que más influye sobre la salud y el bienestar. Y ya tenemos un montón de resultados y ya sabemos cuál es el factor que más influye. Esta investigación de Harvard nos dice que lo que más influye sobre la salud y el bienestar son, ya os lo imagináis, las relaciones, sobre todo las relaciones íntimas, las personas que logran tener un espacio íntimo saludable bajan muchísimo sus niveles de estrés. La mayor parte del estrés ocurre en espacios muy cercanos y muy íntimos. Pero, además, cuando yo tengo un buen grupo cercano, incluso estresores externos, se van a ver reparados, se van a ver amortiguados por este grupo. Sí, tiene sentido. Reduce el estrés del propio grupo, de la pareja, y reduce el estrés que viene de fuera. Fijaos en la importancia de que tengamos relaciones sanas y de que seamos capaces de tenerlas, de que podamos hacer los cambios en nosotros suficientes para poder tenerlas nosotros y poder elegir a personas que las tienen.
Por ejemplo, cuando tenemos estrés sube el nivel de cortisol, hormona del estrés, y esto tiene una toda una serie de efectos. Pero si el estrés es mantenido, el cortisol se regula, incluso baja. Cuando el cortisol baja, sabemos que sube, se dispara el sistema inmunológico. Posiblemente muchas de las enfermedades autoinmunes inflamatorias, que sabéis que ahora hemos detectado muchísimas, tengan algo que ver con esto y el estrés influye sobre esto. Yo llevo tiempo abogando porque no utilicemos el término “psicológico”. Tenemos que utilizar el término “psicogénico”, porque cuando tú dices “psicológico” es como si fuese imaginario. Psicológico es… “Tiene un dolor psicológico, se lo está inventando”. Lo siguiente prácticamente es: “Convéncela de que no lo sienta o pégale dos tortazos, porque es imaginario”. No, psicológico no es imaginario. Hablemos de psicogénico. O sea, algo psicosocial me puede generar un daño que se vuelve físico. Aunque solo sea la tensión que genera mi cuerpo ante una situación emocional, eso está teniendo una repercusión, pero además puede tener repercusiones. Ya hemos visto como lo social nos va a afectar a nivel de enfermedades, a nivel de longevidad. Hay unos estudios superinteresantes, si quieres los puedes buscar, que se llaman los ACE studies, estudios de adverse childhood experiences en inglés. Empiezan con un grupo de médicos que, trabajando con personas obesas, muy obesas, encuentran que hay un grupo de personas que cuando empiezan a perder peso dejan el programa. No son psicólogos ni psiquiatras. Entonces dicen “Oye, ¿qué le pasa a esta persona?”. Y se ponen a estudiar y encuentran que estas personas han vivido muchas situaciones traumáticas en su vida. El trauma es muy importante para que quieran seguir una dieta o no, ¿para qué más será? Más o menos, te estoy resumiendo, no fue así del todo.
Total, se ponen a estudiar, y han encontrado en estos estudios que las situaciones traumáticas interpersonales, no de trauma físico, trauma emocional, tienen influencias profundísimas sobre la salud, sobre la salud psicológica, sobre la salud física, sobre, por ejemplo, la proporción de infarto, sobre enfermedad renal, sobre enfermedad inmunológica… O sea, que realmente tenemos que hablar de psicogénico y de cómo son dos caras de la misma moneda y psicológico no es imaginario.
Empezó con una investigación de la Universidad de Florida que encontró que las personas con alta autoestima no siempre tenían mejores relaciones con los demás. Incluso algunas personas con alta autoestima tenían peor relación con los demás. Eran menos empáticos. Eran personas más duras, más distanciadas. Las investigaciones también nos apuntan que, por ejemplo, cuando se estudian delincuentes juveniles, los delincuentes juveniles que después cometen delitos peores, tenían una mejor autoestima cuando se les midió. O sea, la mejor autoestima te hace ser mejor delincuente, la autoestima te hace ser mejor futbolista, pero no necesariamente es lo que vamos a buscar. Entonces, ese término tiene este problema, que no siempre va a ser positivo. Está, de hecho, muy basado en lo positivo, en yo valgo. A veces se asocia casi con la positividad tóxica. Yo tengo que poder, yo tengo que ser capaz. Puede ser muy frágil. Yo puedo saltar de sentir que valgo a sentir que no valgo. Ahora más que de autoestima hablamos de tener una relación sana con uno mismo, lo que tú acabas de definir. Y, por resumirlo, hablamos de cuatro elementos que son como muy fáciles de recordar. El primero es el autoconocimiento. Tengo que conocerme con lo bueno y con lo malo. Tengo que recordar que no hay nadie perfecto. Si yo me veo y solo veo lo bueno, mal vamos. De hecho, si queréis, podemos utilizar la teoría de un psiquiatra norteamericano de hace unos años que me encanta que es Harry Stack Sullivan que dice que todos nosotros tenemos tres partes que son el yo bueno, el yo malo y el no yo.
Yo bueno es aquello que yo enseño, que yo muestro, de lo que yo estoy orgulloso. Lo que habéis visto es mi yo bueno. Yo malo es aquello que yo escondo. Sé que está, pero no me gusta enseñarlo. Si estuviese en una entrevista con mi familia conoceríais mi yo malo. Y el no yo es todo aquello que yo niego que tenga, que yo no reconozco que soy. Y diríamos: “¿Y cómo encontramos el no yo?”. Harry Stack Sullivan nos da una pista, en los conflictos con los demás. Esas cosas que nosotros decimos: “No soy yo, es que tú me has hecho… No, yo no, es que él me sacó de quicio o ella”. Este es nuestro no yo, que también hay que reconocer. Hay una parte de nosotros que seguramente nos gusta tan poco que la quitamos. Esa puede ser una herramienta. Autoconocimiento. Segundo, autocompasión. Autoaceptación, autocompasión. Tengo que aceptar que yo soy eso y tengo que poder ser compasivo. Esas serían la segunda y la tercera. Compasivo no quiere decir que yo me perdone todo, no quiere decir que todo lo que yo haga esté bien. No, compasivo simplemente quiere decir reconocer que uno hace lo mejor que puede y que muchas veces lo hace mal y ser capaz de reconocer esto.
Esas serían las tres primeras. Y en principio estas tres, el autoconocimiento, la autoaceptación y la autocompasión deberían llevar a la cuarta, que es el autocuidado. Cuando yo quiero a alguien o quiero a algo, lo cuido. Entonces, el final de quererme… Quererme no desde la positividad fantástica de yo soy fantástico. No, quererme con lo bueno y con lo malo tiene que ser cuidarme. Muchas veces en terapia empezamos al revés. Hacemos que personas que no se quieren todavía empiecen, al menos, a cuidarse. Porque al revés también funciona. Si no os gustan los perros y yo dejo un perro esta noche en vuestra casa, que por lo que sea, un cachorrito, no puedes deshacerte de él. Y decís: “Qué tostón el perro, ahora hay que sacarlo”. Pero el perro se queda tres meses, lo cuidáis, lo laváis, le dais de comer, se pone malito, lo tenéis que cuidar… Y yo voy dentro de tres meses y me quiero llevar al perro. Seguramente no dejéis que me lo lleve, porque cuidar te hace querer. Entonces, empezando a cuidarnos, podemos empezar también a ir en la dirección opuesta. Esa es la relación sana. También podemos decir un poco más. ¿Cómo cuidarnos? ¿Qué es cuidarnos? Lo primero es hábitos saludables y esto lo decimos un montón y la gente le cuesta entenderlo. Hábitos de sueño. El sueño está profundamente relacionado, por ejemplo, con la depresión o los pensamientos obsesivos. No estoy diciendo que porque duermas bien vayas a resolver una depresión profunda, pero el sueño es algo importantísimo.
Dormir bien, comer bien, eliminar las microadicciones, las macro ya evidentemente, quiero decir, no toméis drogas, no toméis alcohol, esto ya lo damos por hecho, pero las micro… Me quedé hasta las tres de la mañana viendo Netflix y me tenía que levantar a las siete de la mañana. Esto es una microadicción. Procrastinar es una adicción. Cualquier cosa que me haga sentir bien de forma inmediata pero me traiga problemas ya mismo es una estructura adictiva. Procrastinar muchas veces lo es. Esta sería la primera, empezar a cuidar de nosotros a ese nivel. Hacer deporte. Nuevamente. Posiblemente la mejor inversión que podemos hacer para nuestra salud física y mental es empezar a hacer deporte. Puede que también yoga y meditación si tenéis mucha ansiedad, mucha depresión o algún otro trastorno no empecéis por yoga o meditación. Está contraindicada. La meditación no está indicada para todo el mundo. Si yo estoy mal y me siento con los ojos cerrados a conectar conmigo mismo, a ver con quién conecto y a ver cómo me manejo. Mejor calzaos unas zapatillas y salid a correr. Ahí la capacidad al revés, me distancio de mí. El deporte es fundamental, de verdad. Los estudios nos dicen que la relación que guarda el deporte con, lo que me interesa a mí, la salud mental es altísima. Intentar escoger un deporte que os guste, claro. Y esto sería un poco el cuidado básico. Las relaciones sociales también, actividades en la naturaleza. Todo esto son formas de cuidarme que pueden ir llevando poco a poco a empezar a quererme y a empezar a verme. O sea, puedo hacer el camino inverso, desde el autocuidado empezar a ser más compasivo.
Y precisamente porque soy más compasivo, soy más capaz de verme. Porque cuando yo no soy compasivo, tampoco me puedo ver, porque me duele tanto verme… ¿Sí? No sé si veis la lógica. Entonces esas serían y podemos ir en una dirección o en otra.
Nadia Comaneci se tragó no sabemos cuántas cosas y siguió. Estamos hartos de escuchar historias de personas que han tenido que soportar unas situaciones insoportables y no se planteaban que aquello era razón para parar. Y ahora cada vez más. Hay un primer fenómeno, que yo creo que es muy positivo, que es un mayor reconocimiento y un poner en primer plano mi salud por encima del éxito y por encima del trabajo y por encima de otras cosas. Si esto me hace daño… Hay una parte que es positiva. Hay una segunda, que seguramente tiene que ver con un contagio. La cantidad de información que tienen los adolescentes y los preadolescentes sobre salud mental es tremenda. Yo tengo dos hijas, 13 y 15. Se fueron a casa de las amigas preguntándome: “¿Y el trastorno bipolar entonces?”. Pero no trastorno bipolar cuéntame, pero el trastorno bipolar es verdad que se da más… Preguntas súper concretas. Te quedas alucinado. Y siempre les pregunto dónde lo han aprendido. En TikTok. O sea, yo no he entrado a TikTok, pero me da un miedo… No sé lo que puede haber, porque la cantidad de cosas que hay ahí… Hay mucha más información y puede haber un fenómeno de contagio. Y después hay seguramente una serie de factores sociales, que seguramente hay un montón. ¿Pero qué podemos ver? Vivimos en sociedades más competitivas que nunca. La sociedad es cada vez más competitiva. Mi hija, la de 15, tiene ahora que elegir qué carrera va a hacer, si va a hacer ciencias o letras, y según eso, su primero y segundo bachillerato, por ejemplo, si elige hacer medicina tiene que estar con 15, 16, 17, 18 matándose. O sea, esto es un nivel de competitividad que no existía hace 30 años. Hay una competitividad altísima con un futuro más incierto, o por lo menos esa es la sensación. Suponemos que estas dos son una muy mala combinación, tenemos una menor tolerancia a la frustración, esto lo sabemos. Esto en parte es bueno, porque habéis tenido que tolerar menos frustración. No es vuestra culpa, habéis tolerado menos.
A mí de pequeño me encantaba Mazinger Z. Los jóvenes no sabéis lo que es, a los mayores alguna lágrima nos sale. Mazinger Z salía los sábados a una hora en concreto. Recuerdo una vez que me perdí un episodio. No hay problema, lo veo en YouTube. No lo he vuelto a ver ese episodio. No pude volver a ver ese episodio. Se acabó. Tuve que esperar una semana para ver el siguiente episodio. Aguantar una semana entera a mis compañeros hablando del episodio que yo no había visto. O sea, nuestra infancia estaba llena de frustraciones y esto era terrible, no estoy diciendo que sea bueno. Pero inevitablemente, a medida que mejoramos unas cosas, seguramente las personas toleran menos la frustración y esto es bueno, pero puede tener un componente también en esto que estamos viendo. Y una última cosa es que tenemos más presión social que nunca. La presión social, sobre todo para los jóvenes, viene de los iguales. Los mayores, los viejunos, importamos poco. Es el grupo de iguales el que pesa. Y el grupo de iguales se ha hecho omnipresente a través de los dispositivos. Mi hija está en su cuarto, pero está todo el rato en contacto. Nos fuimos una semana a Galicia, pero estaba toda la semana en contacto. Esto antes no pasaba. O sea, antes el grupo de iguales era cuando tú estabas con el grupo de iguales de cinco a diez. Si te ibas en verano, te ibas en verano. Encontrabas otro grupo de iguales, pero no el tuyo. Ahora no, ahora se encuentra con su prima y ambas están con su grupo de iguales. No están contactando entre sí. Esa presión ha aumentado un montón y este es un elemento que tenemos clarísimo. Las pantallas. O sea, lo que estamos haciendo con los niños, con los móviles y las tablets la investigación nos dice que es un disparate. Es un disparate el daño que hace a la salud es tremendo, más a las niñas que a los niños, que parece que les influye más la presión social.
En niñas hay una correlación entre el número de horas dedicadas a las pantallas y salud mental. A partir de un cierto número de horas aumentan exponencialmente los trastornos. Esto es algo que tenemos que recordar. Y ahí están. Yo no paro de ver niños con tablets, con mis niñas estamos peleados todos los días. Es muy bueno porque es mi castigo preferido. ¿No recogéis la mesa? Sin móvil. “Siempre nos quitas el móvil”. Porque es el móvil lo que no deberías tener. Me viene genial como castigo. Todo esto puede estar influyendo en que tengamos una juventud más consciente que nunca, con más capacidad de pedir ayuda que nunca. Los servicios de salud mental públicos y privados están colapsados en ese país, totalmente colapsado. Todo es positivo, p ero hay también elementos que son preocupantes. Y hay algunos indicadores objetivos que son muy preocupantes. El número de suicidios, por ejemplo, el número de suicidios en la infancia ha subido y el número de suicidios entre adolescentes ha subido. Estamos hablando ya de personas que tienen un nivel de malestar tan alto como para intentar hacerse daño. O sea que realmente tenemos mucho ahí que mirar y mucho que corregir. Y lo primero serían las tablets y las pantallas. Sería lo primero que habría que empezar a limitar de una manera brutal ya, si pudiésemos.
Cronológicos sí sabéis, ¿no? Cuando ya os ganáis la vida sois adultos ya, cronológicamente ya os habéis emancipado y vivís por vuestra cuenta, sois adultos. Y el adulto emocional es alguien que puede funcionar desde ahí, desde ese estar en el adulto, que además el estado adulto no es un estado continuo. Incluso la gente adulta emocional no está todo el rato en el estado adulto emocional. Sois adultos, más o menos, gente, quiero pensar, regulada y que funcionáis bien. Ahora estáis con un amigo o una amiga de broma y prácticamente sois un niño o una niña otra vez. O pasa alguien y os enfadáis mucho porque se salta un stop y gritas y en ese momento no eres el adulto calmado que dice: “Uh, se ha saltado el stop, debe ir nerviosa esta persona”. No, no existe esto. Vamos cambiando. ¿A quién llamamos adultos emocionales? A las personas que tienen este estado al menos, y que conectan con él varias veces al día o que están presentes cuando hace falta. Pero vemos que hay mucha gente que no conecta con ese estado adulto, que no es capaz de realmente conectar con ese estado. Entonces, cuando esos adultos no están, los niños o adolescentes sufren más. El adolescente es de alguna manera un niño adulto en crisis, crisis cambio con el fuego, por decirlo de una manera. Necesita este adulto de la misma manera que muchas veces rechaza a sus propios padres, pero sí busca otras figuras. Muchas veces otras figuras pueden ser de su propio grupo, o pueden ser otros adultos que le dan calma, un profesor o un tío, una tía o alguna otra persona que de alguna manera funciona desde ahí. En la medida en que los padres podamos conectar más con nuestro adulto emocional, vamos a poder regular más a nuestro hijo adolescente.
“Lo que más necesita un adolescente es un adulto que se hace cargo”
Evolutivamente podemos entender que la infancia es un periodo evolutivamente diseñado, vamos a decir, sabemos que la evolución es buena. Quiero decir que tiene su función evolutiva para que el niño aprenda todo lo que pueda de su familia. Entonces los niños se creen todo lo que les dicen en la familia. Esto lo habéis comprobado, los niños pequeños hacen caso y se creen lo que les dice y están convencidos de que tenéis razón y normalmente no lo cuestionan. Eso está muy bien, porque yo aprovecho toda la experiencia de la familia en la que he nacido. Evolutivamente, si pudiésemos pensar, diríamos: “¿Y qué pasa si me ha tocado una familia tarada?”. Es muy posible. ¿Y si todo lo que yo he aprendido es tarado? Ahora, cuando yo salga al mundo voy a ser un tarado. No es que los niños piensen esto, pero de alguna manera funciona así. Entonces ahí aparece la adolescencia, en la que, de repente, el grupo de referencia va a cambiar. Entonces yo ya no tengo que aprender más de estos tarados o no, no tengo que aprender, ya he aprendido todo lo que tenía que aprender en diez u once años. Ahora tengo que aprender del resto del mundo, sobre todo de los iguales o de otros adultos jóvenes. Entonces el niño se orienta hacia fuera. Hay una investigación de Stanford que tiene que ver con lo que hablábamos antes, que encuentra que cuando los niños pequeños oyen las voces de su madre, de su figura de apego, se le activan los circuitos de recompensa. Esto lo habéis comprobado, ¿no? Yo llegaba, pegaba al timbre, abría la puerta y mis dos niñas venían corriendo, “papá, papá, papá”, y me contaban rápidamente todo, se ponían supercontentas. Se les activaban sus circuitos de recompensa hasta los 12 o 13 años aproximadamente.
A los 12 o 13 años ya no se activan los circuitos de recompensa cuando escuchamos las voces de nuestros padres. Los circuitos de recompensa se activan cuando escuchamos voces distintas y extrañas. La voz de nuestros padres, de hecho, cansa. Entonces, ¿estorbamos? Sí, no es una sensación. ¿Tienes la sensación de que tus hijos se cansan de escucharte? No es una sensación, se están cansando de escucharte. Este cambio, fijaos que todo el cerebro es como si estuviese orientando hacia afuera. Y este es el cambio, yo diría, más importante, porque esto lleva a que el grupo de referencia pase de ser mi familia al grupo de iguales. Otra situación de terror para los padres, porque ahora, según el grupo de iguales, lo que haga o diga el grupo de iguales es lo que va. Lo que yo diga no sirve de nada. Mira que yo estuve diez años que la tenía bien convencida. Da igual, todo se pierde. Y es más, hay un cierre con respecto a la familia. Llegaba antes, ya os dije, las niñas… Ahora llego, pego al timbre, abro la puerta y la única que está allí para recibirme es la perrita, que esa, pobre, esa sigue igual, viene corriendo, hay que dedicarle sus cinco minutos, si no llora. Las niñas no salen de su cuarto. Están en su cuarto. Si yo las llamo responden a la tercera o cuarta llamada con un “¿Qué?”. ¿Os suena? Y tú dices: “¿Por qué me respondes así?”. Porque te he respondido las tres primeras veces, cosa que yo no he oído. Todo este cierre. Entonces estos cambios nos obligan, a la vez, a cambiar nosotros en la manera de relacionarnos. Y aquí muchos padres desisten o se vienen abajo y de alguna manera piensan que los hijos dejan de necesitar a los padres. No es cierto. Siguen necesitándolo, pero de otra manera.
O sea, tú ya no puedes seguir haciendo las cosas como las estabas haciendo antes, tienes que acomodarlas a la nueva manera de hacer las cosas de tu hijo. Y el último cambio, que también me parece importante, es el cambio del autoconcepto de la relación consigo mismo. Si hasta entonces la relación con uno mismo dependía mucho de cómo yo me sentía con mis padres y mi familia, a partir de ahora la relación va a depender mucho de cómo me siento con los iguales. De manera que si yo tengo un problema con los iguales voy a estar de pésimo humor en la misma casa, aunque en la casa las cosas vayan bien. Entonces tenéis esta sensación de que vuestro hijo o vuestra hija viene cabreadísimo, no sabéis por qué, seguramente porque ha ocurrido algo en su grupo de iguales. Puede que aparentemente muy pequeño, pero que para ellos tiene todo el peso del mundo. Y además tu frase ya no me sirve. Recuerdo a una paciente que me contaba como su hija le decía: “Mamá, soy horrible”. Y entonces la madre le dijo: “¿Pero horrible? Si tú eres preciosa, bonita…”. Y ella le dijo: “Sí, ¿tú qué vas a decir, si eres mi madre?”. Esto es un muy buen resumen del peso que tiene la palabra de los padres, que antes era todo. Yo digo de broma muchas veces que antes éramos Batman y ahora ni Joker, porque si fueses Joker… Qué va, directamente al lado de las cortinas. Entonces estos son los cambios que tenemos que tener en cuenta.
Y a la vez esto es muy importante porque esto es lo que más va a cambiar con los adolescentes. Si lo piensas, ¿qué es lo que más nos cuesta? Que antes tú decías y había que hacerlo, y ahora tú dices y no sabemos si lo va a poder hacer, si lo va a poder mantener. La estructura de poder ha cambiado radicalmente. Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es ser conscientes de esto y a partir de ahí elegir muy bien las batallas. No podemos estar todo el rato en batalla. Nuestro poder ya es menor por definición, lo cual no quiere decir que podamos soltar el poder. Estoy hablando de niños de 12, 13, 14, 15, 16 años. No podemos soltar el poder y ellos entienden que no pueden soltar. Pero tenemos que tener muy claro dónde y cómo y por qué y lo que sea que realmente ahí enfaticemos y nos aseguremos. Poder es la primera cosa. Segunda, bueno, tener hijos es también como un enamoramiento. Yo recuerdo que es una fase de mucho enamoramiento, yo recuerdo cuando tuve, tanto a la primera como la segunda, que yo trabajaba. Trabajando se me venían las caritas de ellas de bebés y yo me ponía a reír yo solo como un tarado, que es una cosa muy de enamoramiento, cuando estás enamorado, que estás recordando. Y el final del enamoramiento es la adolescencia con los hijos. De repente dices: “Hostia, ya se me ha pasado”. Entonces ahí hay que saber gestionar eso, hay que poder ir desde una relación vertical a una horizontal. Este es el gran reto de los padres, ir horizontalizando teniendo en cuenta que todavía hay muchas cosas que tenemos que seguir haciendo desde los padres. ¿Cómo ir haciendo eso? Otra cosa que podemos hacer relacionada con esto, recordar las cosas buenas de nuestros hijos, que a veces se nos olvidan. Los seres humanos no somos buenos haciendo esto. Los seres humanos vemos los defectos, esto lo sabéis, ¿no? Nos fijamos mucho en los defectos, nos fijamos muy poco en lo positivo. Esto es una característica de nuestro cerebro. Lo sabéis también, ¿no?
La evolución nos ha hecho ser así. Yo digo de broma que somos hijos de la Angustias. Imaginaos, hace 200 000 años dos homínidos que iban por el río, uno de ellos encontró un sitio maravilloso y dijo: “Vamos a quedarnos aquí, esto es fantástico. Aquí al solecito, el río…”. Y otro dijo: “No, aquí no, que seguro que nos comen los leones. Vámonos a aquella cueva húmeda y horrible y nos vamos a encerrar allí y además vamos a poner una empalizada delante, porque igual tal y cual…”. El que se quedó en el río murió, no es vuestro antepasado, se lo comió el león. Vuestro antepasado es el angustias que se fue a la cueva. O sea, somos hijos de ese tío, que no invitaríamos a una fiesta, pero este tío es de dónde venimos. Nuestro cerebro es un cerebro angustias, superentrenado para ver lo que no va bien. Mientras más importante el tema, más. ¿Qué es lo más importante para, quiero pensar, la mayoría de los padres? Nuestros hijos. Es muy importante, esto está cambiando. ¿Qué vemos? Lo malo y estamos hiperfocalizados en lo malo. Entonces, calmarnos, empezar a ver lo bueno, que es seguro que hay. Empezar a reforzar lo bueno, no reforzar de cualquier manera, si reforzamos sin ton ni son facilitamos rasgos narcisistas. Esto es así. Hay que reforzar lo que realmente hay que reforzar cuando el niño hace… Pero sí que tiene que haber un desequilibrio entre refuerzo y crítica. Tiene que haber al menos, para que os orientéis, cinco elogios por cada crítica. ¿Hacéis esto? ¿Cinco elogios por cada crítica? Con un niño, con vuestra pareja, con vosotros mismos…
Ya sabéis que esa es la ratio que se supone que debemos tener. Elogiar, no compararlos con los amigos, valorar a los amigos. No comparar a los amigos con… “Oye, tus amiguitas de antes, que eran muy estudiosas, ¿ya no te vas con ellas?”. No, ha cambiado de grupo de referencia, no ataques al grupo de referencia. Y después tener mucha paciencia, no intentar comunicarnos. Es otro error de los padres, que estamos todo el rato intentando. Estamos esperando que salgan de la habitación para abordarlos. No, intentar desaparecer con las cortinas y, de repente, un día os hablan. “Sabes que el otro día en la clase…”. Y ahí escucha, saber escuchar con paciencia. No hagáis muchas preguntas. Nunca más de dos preguntas seguidas. ¿También os habéis visto en esta situación? Llega el adolescente, os habla, tú haces dos preguntas, sigue y dice: “Me voy”. ¿Qué ha pasado? Has hecho más de dos preguntas seguidas, ya te lo dijo el psicólogo. No hacer eso, estar ahí calmado, intentar no abordarlos en su guarida, donde ellos están fuertes. Además cuando entramos en la guarida solo vemos fallos, por su parte, quiero decir. Aprender esto, el poder valorarlos, el poder comunicarnos y el poder escucharlos y ver dónde podemos ejercer ese poder. Y tiene una parte muy bonita que, a veces, desde la angustia, los padres perdemos, que es la creación de un ser. Tú estás viendo cómo se está creando un ser autónomo y a mí eso me parece fascinante. Entonces también ser capaz de ver eso, valorar la originalidad, valorar ese crecimiento que están teniendo y recordar que es un momento de profunda inseguridad, aunque el adolescente no muestre inseguridad.
Porque lo último que yo tengo que mostrar si tengo miedo, ¿qué es? Miedo. Entonces yo no muestro inseguridad. Puede que ni siquiera sea consciente, que es lo que le pasa a la mayoría de los adolescentes, ni siquiera son conscientes. Pero están muy inseguros porque dependen mucho. Recordar que estamos con alguien que está pasando por esta situación y desde ahí intentar conectar con ellos.
Las parejas que funcionan bien de las que no funcionan bien no se distinguen tanto en que unas tengan conflictos y otras no, se distinguen en que resuelvan bien los conflictos o no. Las parejas que no funcionan bien no resuelven los conflictos y los aparcan y pasado un tiempo vuelven a estar bien, pero porque no tocan lo conflictivo. Entonces más o menos estamos bien hasta que tenemos el siguiente conflicto. Las parejas que funcionan bien resuelven los conflictos y cuando resolvemos un conflicto, fíjate, nos acercamos más que antes. Un conflicto bien resuelto es una manera de acercarnos, con lo que realmente se puede decir que una pareja progresa con los conflictos, si los resuelve bien. Entonces, si hay cualquiera de estas situaciones, yo veo que no soy capaz, y en el caso de las parejas hay cualquiera de estos elementos, es un buen momento para acudir a terapia, o bien en pareja, o bien quizá solo porque si mi pareja no quiere ir, pues a lo mejor es el momento de plantearte ir solo a ver dónde nos lleva esto. He estado haciendo una defensa de las relaciones, las relaciones a largo plazo son difíciles, son puñeteras, pero hay que hacerlas. Y posiblemente una pregunta que me podríais hacer es: “¿Por qué?”. ¿Por qué tenemos que luchar por las relaciones a largo plazo? Pues tenemos relaciones a corto plazo y listo. Y cuando se acaben, pues se acabaron.
Y esto es una gran tentación. Es una gran tentación porque realmente cuando me salen malas cartas, vamos a decir, y yo tengo la sensación, lo más cómodo es decir “ah, barajo otra vez”, ¿no? Hay una tentación, y no estoy hablando solo de relaciones de pareja, estoy hablando de relaciones en general. Pero hay razones para intentar mantener relaciones a largo plazo. Insisto, no necesariamente de pareja, pero sí tener gente que nos acompañe durante amplios periodos. La primera es porque seguramente esas relaciones son más auténticas. O sea, las relaciones más superficiales o más cortas en el tiempo son relaciones de enamoramiento. Realmente tú no estás viendo a la otra persona, tú ves a la otra persona cuando ves los fallos. Llegar al punto en que uno es capaz de querer al otro con sus virtudes y sobre todo sus defectos es un momento muy bonito, insisto, siempre y cuando los defectos no sean “me está dominando”, entender donde le estamos colocando. Ese es un gran momento, desarrollar esa capacidad en mí. Pero, además, el hecho de que a ti te quieran cuando te ven, el hecho de ser visto de entrada, que alguien te vea y no te rechace, es muy calmante para nosotros. Nos empezamos a sentir, de alguna manera, buenos o merecedores porque hay esta persona que me está viendo y no le parezco tan mal y me sigue queriendo. Esto es muy calmante, esta es la segunda razón. Esto solo va a ocurrir en relaciones más largas donde realmente nos llegamos a conocer. Y acordaos que es fundamental que haya decepciones. Va a haber decepciones en las relaciones a largo plazo, porque va a haber enamoramientos que se acaban. Es imposible que no haya decepciones, nadie es perfecto. Es imposible que la persona no te decepcione, es imposible que tú no decepciones a la persona.
En amistades, en parejas, va a aparecer esta decepción y el manejo de esto es lo que nos va a permitir hacer estas dos cosas. Y la tercera, seguramente la más importante… Hay una frase Aristóteles que dice que no nos podemos conocer a nosotros mismos salvo desde la mirada de otro. Esto que hablábamos del psiquiatra norteamericano, de Harry Stack Sullivan, del no yo, esas partes de mí que yo no veo, esas partes de mí que solo salen realmente en la interacción, en la interacción íntima, en esa interacción íntima que se da en relaciones a largo plazo con personas que te conocen y te ven. Este tercer elemento me parece también crucial, porque realmente es una manera de desarrollarnos, de conocernos a nosotros mismos y de ir hacia esas cuatro auto que decíamos, el autoconocimiento, la autoaceptación, la autocompasión y el autocuidado y desde ahí poder tener relaciones sanas. Así que os deseo relaciones sanas, lo más sanas posible, y que si no lo son les pongáis fin. Tampoco se trata aquí de seguir porque sí si la relación no va, pues no va, y ahí igual hay que decir se acabó esta baraja y probamos con otra, no pasa nada. Muchas gracias por la atención. Muchas gracias. Gracias a vosotros.