Leonardo da Vinci: del mito al ser humano
Carlo Vecce
Leonardo da Vinci: del mito al ser humano
Carlo Vecce
Historiador
Creando oportunidades
Un día en el Renacimiento con Leonardo
Carlo Vecce Historiador
Carlo Vecce
Es uno de los mayores expertos del mundo en la figura y la obra de Leonardo da Vinci. Con voz pausada, Carlo Vecce propone un apasionante viaje en el tiempo para descubrir la época de Leonardo. También para comprender al ser humano que subyace tras el mito del genio. Este profesor italiano trabaja directamente con los manuscritos, dibujos, códices y obras de Da Vinci. Revisando estos documentos, un día llegó a uno de los descubrimientos más importantes sobre la vida de Leonardo: su madre, Caterina, era una esclava del Cáucaso. Un hallazgo que impactó al mundo del arte y que, para Vecce, significó una comprensión más profunda del Leonardo más humano: “El legado que Caterina dejó a su hijo fue el espíritu de libertad. Toda su obra está dominada por el espíritu de libertad, Leonardo era un hombre libre, sin barreras ni limitaciones en su investigación intelectual y científica”, explica. En este viaje a las luces y las sombras del Renacimiento, Carlo Vecce explica algunas de las obras más importantes de Leonardo y de su legado histórico, tanto para el arte como para la ciencia. Según afirma: “Podemos traer muchas cosas de la época renacentista a nuestro tiempo, como los grandes valores humanistas, que deberíamos defender siempre”, concluye.
Carlo Vecce ha sido profesor en las universidades de la Sorbona y Los Ángeles, en el Institute of Advanced Studies de Durham y en la École Normale Supérieure de Lyon. Ha dirigido programas de cooperación cultural en India y China, y es miembro de la prestigiosa Accademia dei Lincei, donde encabezó un proyecto de reconstrucción de la biblioteca de Leonardo que condujo a la organización de exposiciones en la propia Academia, en el Museo Galileo de Florencia, la Universidad de Stanford y en el Instituto Max Planck de Berlín. Actualmente enseña literatura italiana en la Università Orientale de Nápoles. Es autor de numerosos ensayos, entre los que destaca ‘Vida de Leonardo’ (2025), considerada la biografía definitiva sobre Leonardo da Vinci y su novela ‘Caterina’ (2024), sobre la madre de Leonardo da Vinci.
Transcripción
Es como tener una máquina del tiempo que nos permite retroceder siglos atrás y conocer a las personas del pasado en su vida cotidiana. Y esta es la increíble historia que me ha tocado vivir, porque me topé con Leonardo da Vinci. La realidad es que me topé en la vida con Leonardo da Vinci y también algunas otras personas muy importantes en mi vida. Así que, paremos un momento. Cerrad los ojos, tomad asiento en esta máquina del tiempo y volvamos al año 1462. Quizá sea primavera. Nos encontramos en Florencia, fuera de las puertas de Florencia. Imaginaos que delante de vosotros hay un chico que viene del campo. El campo de la Toscana. Este chico no sabe que vive en el Renacimiento. Nadie lo sabía en esa época, lo decimos nosotros, años después. Pero en ese momento este chico no sabe que se encuentra en el Renacimiento. Es un chico solitario. Es, como se decía entonces, un hijo bastardo, ilegítimo. No pertenecía a ninguna familia. Su abuelo ha muerto en la aldea donde nació. Una aldea cercana a Florencia, llamada Vinci.
Y su padre lo está llevando a Florencia. Este chico comienza a entrar, a ver la ciudad la distancia. Visualiza la puerta de la ciudad y las murallas, porque todavía es un poco como en la Edad Media, es una ciudad rodeada por murallas. Hay soldados, hay alguien que está recolectando un impuesto, una gaviota al entrar… Hay caballos, caballeros, carros que entran en la ciudad. El chico entra en una larga calle. Estamos en la parte sur de Florencia. Hay un gran río que fluye a lo largo de la ciudad, el río Arno. El chico sigue caminando, siguiendo a su padre. Es el barrio más popular de Florencia, el barrio Oltrarno. Alrededor se encuentran numerosos talleres de artesanos y obreros. Es el barrio del pueblo, está repleto de gente. Imaginad y sentid los gritos, los ruidos, las voces del pueblo en el dialecto florentino. Hay una mujer cantando, desde una iglesia, un canto sagrado. El sonido de las campanas… El chico sigue caminando, nunca había visto una ciudad. Es un momento maravilloso.
Casas de piedra, las hay también en los pueblos, pero más pequeñas. Aquí son edificios, casas altas. Para un chico de esa época era como ver los rascacielos de Nueva York. Los ojos de este muchacho se abren de par en par, llenos de asombro, maravillados. Hasta este momento, solo conocía el mundo de la naturaleza. Los árboles, los animales, las montañas. Y ahora está entrando en una ciudad: la ciudad de Florencia. Al final hay un puente y sobre este puente hay casas. Es el Ponte Vecchio de Florencia. Y tras este puente otros talleres, otros comercios, pero estos son ricos, riquísimos. Se encuentran los tejidos más espléndidos y más caros de toda Europa. Brocados, sedas procedentes del Oriente, joyas, talleres de orfebrería. Y, finalmente, una plaza con un palacio altísimo, con una torre aún más alta. El palacio de la Signoria de, donde trabaja su padre como notario. Y, más adelante una maravillosa iglesia con la cúpula más grande del mundo: la catedral de Florencia y la cúpula de Brunelleschi. El chico, Leonardo, ha entrado en el Renacimiento. Pero él no lo sabía, comenzará a descubrirlo poco a poco.
Esta es la primera historia que podemos imaginar. Con la máquina del tiempo, hemos entrado en el mundo de Leonardo, un niño de diez años que llega por primera vez Florencia. Desde aquí podemos seguir toda su vida. Esto es tan solo un ejemplo. Quería haceros entender que esta también se ha convertido en mi manera de ver y de contar la historia: intento verla con los ojos de las personas que vivieron en esa época. E incluso cuando cuento la historia de Leonardo, yo sigo siempre imaginando que soy una persona que le está siguiendo, que está a su lado. En los primeros años, soy un chico como él. Luego su amigo cuando Leonardo se hace mayor. Y después, cuando Leonardo es viejo y famoso, yo imagino, y sueño a veces, que soy un joven alumno suyo. Que le pide al maestro: «Maestro, ¿me darías permiso para ser tu alumno? ¿Me enseñarías tus secretos?». Y, bueno, esta es también la historia de mi último libro la vida de Leonardo. Es un relato, pero un relato basado en su voz auténtica.
Y ahora me encantaría escuchar también vuestras preguntas. Gracias.
No se habla de la madre, como si no se necesitase una mujer, una madre. Más tarde se descubre algún documento. Resulta que esta mujer se llamaba Caterina, pero no se sabe nada más. Solo se sabía que Leonardo era hijo ilegítimo, porque su padre jamás lo reconoció. No tenía familia. Era un niño que estaba solo, completamente solo. Eso es lo que yo sabía hasta hace siete u ocho años. Pero entonces, un día, mis documentos habituales, me encontré ante una hoja en la que estaba escrito: «Yo, Piero, notario; el padre de Leonardo, libero a una esclava llamada Caterina». En este documento estaba todo. De dónde venía, quién era su dueña, dónde se encontraba, dónde vivía. Para mí fue todo un shock, un cambio que casi me conmocionó, no solo porque resolvía el misterio de los orígenes de Leonardo, sino porque, de repente, descubrí que esta era una historia de un gran sufrimiento, de violencia sobre un ser humano, de violencia sobre una mujer, una joven esclava llevada a Italia.

Entonces descubrí que tras la historia del Renacimiento existía también la esclavitud. Incluso en la espléndida Italia del Renacimiento había esclavos, había esclavas, mujeres jóvenes. Y la madre de Leonardo era una de ellas. Y eso también cambió mucho mi manera de ver la vida de Leonardo. Comprendí que en su interior había también un gran dolor, un sufrimiento, pero también un gran amor por esa madre que le había dado todo. Le había dado la vida y no podía darle otra cosa, no podía darle la cultura que no tenía. No sabía leer, no sabía escribir, tal vez ni siquiera sabía hablar bien italiano. Y yo a menudo llego a pensar, a preguntarme: «¿Cómo hablaba Caterina al niño? ¿En qué idioma hablaba?». El idioma de este pueblo provenía de las montañas del Cáucaso. Su lengua materna es la lengua más antigua del mundo. Era muy difícil, casi incomprensible. ¿En qué idioma hablaba Caterina? ¿Qué le cantaba para que se durmiera? ¿Qué nanas le cantaba Caterina? Por eso, no podía evadir la idea de la importancia fundamental de la figura de la mujer, de la figura de la madre, que ya había sido explorada por Sigmund Freud, y que, de hecho, aparece en toda la obra de Leonardo.
En todos los cuadros de Leonardo la figura dominante es la figura de la mujer y siempre es la figura de la madre. Leonardo siempre nos cuenta la historia del amor entre una madre y un niño. La madre siempre es ella, Caterina y el niño es siempre el pequeño Leonardo. Pero también me hacía otra pregunta. «¿Qué le dejó Caterina a su hijo? ¿Cuál fue el legado de Caterina?». Seguramente su mayor valor, su mayor deseo, que era el de recuperar la libertad. Toda la obra de Leonardo está dominada por el espíritu de libertad. Leonardo es un hombre libre, no tiene ninguna barrera, ninguna restricción en su investigación intelectual y científica. Es la libertad. Pero seguramente Caterina también lo influenció transmitiéndole el amor por la naturaleza y también por los animales. Leonardo amaba muchísimo a los animales y las manifestaciones de la vida en todos sus aspectos. Eso no era algo normal en la Edad Media y el Renacimiento.
En aquella época los seres humanos estaban todavía vinculados a una antigua concepción de dominio de la naturaleza, de guerra entre el hombre y la naturaleza, porque los hombres en la prehistoria habían vivido durante miles de años tratando de sobrevivir al enfrentamiento con la naturaleza. Leonardo es quizás uno de los primeros que empieza a decir: «No, la naturaleza es nuestra madre, no debemos estar en guerra con ella. Debemos amar a los animales porque son criaturas como nosotros, tienen sentimientos, emociones. Sienten alegría y también sufrimiento. ¿Por qué hacer sufrir a un animal?». Leonardo amaba a los animales y la gente a su alrededor pensaba que era un tanto extraño, un poco raro por este gran amor que sentía por ellos. Y ¿qué animales le gustaban más? Aquellos que son símbolos de la belleza, de la fuerza y sobre todo de la libertad. Los caballos y las aves del cielo. Leonardo amaba las aves. Le encantaba observar su vuelo, estudiar el movimiento de las alas, tratar de entender el gran misterio por el que un ser vivo consigue vencer la fuerza de gravedad, el peso que lo mantiene sobre la tierra, y volar libremente en el cielo.
Ese también fue su mayor sueño: el sueño de volar, de construir una máquina voladora. Pero el sueño de volar, ¿qué significa realmente? Es el sueño de la libertad.
Lo que Leonardo experimentó, el placer del descubrimiento, la curiosidad de ver el mundo con sus ojos, para mí esto quedó plasmado durante toda su vida. De hecho yo lo percibo en las páginas de sus manuscritos, incluso en sus últimos años, incluso cuando tenía más de sesenta años, era viejo y en la corte del rey de Francia. Pero él seguía siendo un niño, un muchacho, un muchacho de campo, como escribo en mi libro, «Vida de Leonardo». Él permaneció así toda su vida porque quería conservar una relación directa con las cosas, con la vida, con los animales, y quizás también conservar dentro de su corazón la relación con su madre, con el recuerdo de Caterina que llevó consigo toda su vida. Otra cosa que descubrí durante mis estudios es que la mayoría de los elementos que vemos en las obras de Leonardo nacieron en sus primeros años, sus primeros años de vida. Esos primeros diez, quince años entre Vinci y Florencia. Como por ejemplo, su forma de escribir.
Leonardo era un hijo ilegítimo, se quedó solo en el pueblo y nunca fue a la escuela. Lo hacía todo solo. Era autodidacta y así fue como aprendió, primero a leer, y luego a escribir prácticamente solo, mirando a su abuelo que había sido comerciante. Y por cierto, era un comerciante que de joven había emigrado a España. El abuelo de Leonardo vivía en Barcelona y viajaba en barco a las Baleares, Valencia, hasta Marruecos. Un abuelo aventurero que quizás le contó al niño otras historias fascinantes como las que le contaba su madre, Caterina. Leonardo aprendió a escribir solo. Dado que era zurdo, usaba principalmente la mano izquierda. Así que como muchos zurdos, él invertía mentalmente la escritura y aprendió a escribir únicamente de derecha a izquierda y siguió escribiendo durante toda su vida como lo hacía de niño. Sus famosos manuscritos, los códices de Leonardo, que son miles y miles de páginas, están todos escritos al revés, de derecha a izquierda. Es una escritura que hoy en día llamamos «especular» porque la puedes leer fácilmente mirándola a través de un espejo.
Recuerdo de joven, cuando era estudiante y estaba empezando a estudiar los manuscritos de Leonardo, me iba a la biblioteca con un espejo pequeño y miraba a través de él para tratar de descifrar esta escritura que no es difícil cuando la ves al revés. Hoy con las imágenes digitales podemos darle la vuelta fácilmente y leerla sin dificultad. Por eso, esta es una señal de que Leonardo, incluso en la escritura, siempre había sido un niño. El Renacimiento es una época que hoy en día consideramos gloriosa, llena de luz. Por un lado, es verdad. ¿Qué significa esta palabra? El Renacimiento es también otro mito moderno, contemporáneo. Hemos mitificado esta época que todos interpretamos como una época de grandes genios, de esplendor del arte. Pero ¿qué significa realmente esta palabra? ¿Os lo habéis preguntado? ¿Renacer? ¿Qué significa renacer? Es una cosa muy precisa, muy particular.
El Renacimiento nació como un movimiento de ideas, un movimiento intelectual, en el que algunos poetas y eruditos, comenzaron a descubrir en las bibliotecas de los antiguos monasterios, manuscritos antiguos con obras desconocidas de antiguos escritores, poetas, filósofos, griegos y romanos, que durante la famosa Edad Media, habían sido completamente desconocidos. La palabra «resurgimiento», «renacimiento», significaba exactamente eso: el renacimiento del mundo de los antiguos y de los valores de humanidad de aquel mundo. No era la idea del renacimiento de un dominio, de un poder. Era el renacimiento de los valores de la humanidad. Es lo que se convierte también en un renacimiento de las artes, la arquitectura, la pintura, la música, la moda, de comer, todo. Esto se convierte en el Renacimiento. Leonardo es un hombre del Renacimiento porque junto a tantos otros hombres de aquella época, perseguía este sueño de hacer renacer la vida de los hombres de este modo.
Pero al mismo tiempo, en esa época no todo era tan maravilloso. Hemos visto que desgraciadamente existía la esclavitud, es decir un sistema legal de violencia sobre otros seres humanos a los que se les quita la libertad y se les trata como objetos que se pueden comprar y vender. Pero, preguntémonos si sigue existiendo hoy en día. Incluso a día de hoy, los seres humanos son explotados o vendidos y revendidos por traficantes de seres humanos. En aquella época había guerras, violencias, enfrentamientos entre estados, intolerancias religiosas y políticas, persecuciones. Se quemaba a los herejes, una mujer podía ser acusada de brujería, torturada y asesinada. Por ello, era una época de luces y sombras como probablemente cualquier otra época de la historia humana, incluso de nuestra época contemporánea.
Además, en ese momento se tenía la costumbre de dejarse el pelo largo, pero a principios del «cinquecento» la moda pasa a dejárselo corto, también en España, en la corte española. Pero Leonardo seguía teniendo el pelo largo como en el «quattrocento». Luego, en cierto punto, también se deja crecer la barba, pero se la deja larga, como un viejo filósofo de la antigüedad. En resumen, Leonardo se preocupaba por su imagen porque se relacionaba mucho con otras personas. A Leonardo le gustaba mucho la música, le gustaba el teatro, le gustaba cantar y también tocaba muy bien. Así que realmente era una persona a la que le gustaba vivir la vida de su época. Todo lo contrario que Miguel Ángel, que era una persona con un carácter muy difícil, completamente diferente a Leonardo. Estos son los testimonios de sus contemporáneos, que además están confirmados por el testimonio que para mí es el más importante de todos: la propia voz de Leonardo. Lo que él escribe en sus cuadernos. Y también en estas notas percibimos que durante toda su vida, Leonardo siempre tuvo la necesidad de comunicarse con los demás.
Porque tal vez de pequeño era un niño solitario que necesitaba amigos y no los encontraba, que era marginado y durante toda su vida buscó la compañía de los demás. Pero en algunos escritos hay una especie de contradicción, de paradoja. Leonardo buscaba también los momentos de soledad, aquellos en los que podía quedarse solo consigo mismo y por lo tanto quedarse a pensar, a estudiar, a buscar los misterios de la naturaleza. Así que en realidad en la vida de Leonardo encontramos una especie de oscilación entre estos dos momentos. Otro ejemplo: Cuando Leonardo pintaba, no le gustaba estar solo. Las puertas estaban abiertas. Cuando pintó «La última cena», cualquiera podía entrar, hablar con él e incluso distraerlo. Miguel Ángel era completamente diferente. Se escondía, ocultaba lo que hacía. Esto también es un ejemplo del deseo de Leonardo de los demás. Pero luego también tenía momentos de soledad, a veces incluso de tristeza, de melancolía. Pero esta es también la gran complejidad del alma de Leonardo. No es solo un color. Hay muchos al mismo tiempo.

Pero en realidad, la investigación histórica de hoy ha descubierto que muchos de estos dibujos de Leonardo no eran cosas inventadas por él, sino que ya habían sido elaboradas por los ingenieros de la Edad Media y el Renacimiento, o incluso en algunos casos de épocas más antiguas, como Vitruvio, como Arquímedes. Lo que sigue siendo importante es que Leonardo veía estas máquinas de una manera completamente nueva, porque Leonardo tenía la costumbre de mezclar disciplinas. Él no quería tener barreras, no quería tener divisiones, ni siquiera en la investigación científica e intelectual. Esta es también una enseñanza importante para nosotros hoy en día. No debemos tener barreras, no debemos tener miedo de ir más allá del campo al que pertenecemos, porque a veces los grandes descubrimientos o las grandes invenciones están en los puntos fronterizos entre una disciplina y otra, entre un pensamiento y otro, y para Leonardo era así. Leonardo combinaba entonces el estudio de la anatomía del cuerpo humano con el estudio de las máquinas. Para él no había diferencia. El cuerpo humano puede ser interpretado como una máquina maravillosa compuesta por diversos instrumentos en particular, pero también veía a las máquinas como organismos vivos y trataba de adivinar el movimiento, el funcionamiento.
Entre todas estas máquinas, con lo que más soñaba era con sus diseños de una máquina para un movimiento perpetuo, a la que le das un primer movimiento, una primera energía, una fuerza. Su sueño era que esta máquina siguiese moviéndose para siempre, lo cual es imposible. ¿Os imagináis tener un automóvil de movimiento perpetuo? Lo enciendes y ya no se vuelve a detener. No le hace falta gasolina, hidrógeno, electricidad. Habríamos resuelto todos nuestros problemas, pero era solo un sueño, como también el de la máquina voladora. Porque para muchas de estas invenciones, Leonardo no tenía todavía las herramientas técnicas o ciertos conocimientos que solo en los siglos siguientesla física, la mecánicala ciencia nos habrían dado. Pero lo importante el pensamiento y la intuición. Muchos de estos dibujos se encuentran en un famoso manuscrito conservado en Milán que se llama «Códice Atlántico», pero, en mi opinión, los más bonitos se encuentran aquí, en Madrid, en la Biblioteca Nacional. Hay dos manuscritos de Leonardo, y yo consulté uno de los originales hace unos años. No es muy grande, es pequeño, como de este tamaño. Lo hojeé con mucha emoción, casi con miedo de estropear los papeles, porque hay unos dibujos de máquinas preciosos, los más bonitos que hizo Leonardo. Y están aquí en Madrid, en la Biblioteca Nacional, así que podéis ir a verlos también en los próximos días.
Sin embargo, Leonardo lo hizo varias veces, era así. Era demasiado libre. Demasiado. Pero claro, era muy reprochado por ello y la gente decía: «No lo ha terminado porque no es capaz de hacerlo». Y luego quienes querían defenderlo decían: «No, no lo ha terminado porque tiene ideas tan increíbles, tan extraordinarias, que no logra ponerlas en práctica. Ha apuntado demasiado alto, no puede llegar a completar esa imagen». Pero, en realidad, para mí, la razón es otra: todos se equivocaban. Leonardo a veces sí las terminaba y son obras maravillosas, pero Leonardo tenía su propia concepción muy moderna de la obra de arte. Consideraba sus obras como obras abiertas. Casi como una criatura viva, veía vida en las obras. Cuando terminaba un cuadro, como «La Giocconda» o «La dama del armiño», hay una figura que te está mirando y él sentía esos ojos que lo miraban. Sentía que la obra estaba viva, como una criatura. Y es que la vida no tiene principio ni fin.
Por eso nunca quería acabarlas, quería dejarlas siempre abiertas porque tal vez al día siguiente volvía y añadía algo o le venía otra idea y seguía cambiándola. Es un poco como en nuestra propia vida. El momento en que aparece la palabra «fin» es el momento de la muerte. El momento en que la vida termina, termina la existencia y para Leonardo la obra debía seguir viviendo siempre. En sus últimos años finalmente se salió con la suya. Nunca entregó sus últimas obras. «La Giocconda», «Santa Ana», «San Juan Bautista», se las quedó para él mismo, escapó del rey de Francia y jamás le dio estas obras a nadie. Continuó imaginando y creando durante más de quince años hasta el momento de su muerte. Todas estas obras están inacabadas. Podemos decir que a Leonardo lo que más le gustaba no era terminar la obra, sino el momento de la creación. Porque la creación es como un sueño y a Leonardo le gustaba soñar.
Esto es una leyenda, no era así. Leonardo probablemente hizo este cuadro como otros retratos en los que solo dibujaba un boceto. Estaba con la mujer solo una hora, poco tiempo, hacía un boceto rápido y el resto era un trabajo sobre todo de imaginación. Un trabajo de la mente que duraba años, independientemente de la imagen de esta mujer real. Para nosotros se ha convertido en un mito y hoy en día, si vais al Louvre, lo que más me sorprende cuando voy a verla… De vez en cuando voy a visitar a la Mona Lisa porque es como una vieja amiga y me gusta ir a visitarla. Pero las últimas veces que he ido a ver a la Mona Lisa, he sentido un poco de tristeza porque en esta gran sala, de todas las personas que había, de los cientos de personas, ninguna la estaba mirando. Todas le daban la espalda a la Mona Lisa. Porque todos se estaban haciendo «selfies». Entonces me acerqué a la Mona Lisa y le dije: «¿Y tú no te enfadas? ¿No estás triste porque nadie te mira?». Ella no me respondió, pero seguía sonriendo.

El mundo y nosotros, el ser humano que está en el centro del mundo, pero que está en relación de equilibrio y armonía con el universo que nos rodea. Es una idea muy bonita que viene de la filosofía antigua pero que también en la Edad Media formaba parte de la filosofía cristiana. Es una idea de equilibrio, de armonía entre el microcosmos y el macrocosmos. Y el dibujo de Leonardo, en mi opinión, se convierte en un símbolo de todo esto. El hombre en el centro del círculo y del cuadrado es el símbolo del hombre en el centro del universo, que se inscribe con su cuerpo, su figura. Es una figura de un hombre hermoso, un hombre desnudo, de quien vemos todos los detalles, todos sus detalles del cuerpo, en el centro de las dos figuras geométricas perfectas, el círculo y el cuadrado, que a su vez son los símbolos matemáticos del universo. Si recordamos, Galileo Galilei dijo que el universo es como un libro: el libro de la naturaleza. Y este libro está escrito con palabras matemáticas. La matemática es la geometría, y en este dibujo vemos al hombre en el centro del libro de la naturaleza. Por ese motivo es una imagen tan bonita. Es por su valor simbólico, valor universal.
Pero también me preguntaba: «¿Quién es ese hombre del dibujo?». Y se me vino a la mente una idea, ya que yo interpreto que en todos los cuadros de Leonardo, en todos sus dibujos, él se proyectaba a sí mismo. Hay mucho de su vida en todo lo que hace, en todos sus cuadros, en todas las figuras que pinta. Leonardo se expone a sí mismo, en italiano decimos que «da la cara». Y, por eso, según mi interpretación, «El hombre de Vitruvio» es un autorretrato de Leonardo. Este hombre desnudo es Leonardo a los 40 años, con su belleza, con su estatura, su cuerpo, ese es el cuerpo de Leonardo. Y esto lo descubrimos porque tenemos las medidas de este cuerpo. Las proporciones están plasmadas en el dibujo, y siguiendo las instrucciones de Vitruvio, podemos descubrir que Leonardo medía exactamente un metro y 78 centímetros. Por eso, para mí este dibujo es el autorretrato de Leonardo. Leonardo era así.
Y esto nos dice algo. Además, incluso el rey de Francia había visto que esta obra era tan bonita, tan maravillosa, que su primera idea fue desmontar todo el muro y llevarla a Francia. Pero Vasari, que cuenta esta historia, dice que esta hazaña era imposible, así que el rey abandonó la idea de llevarse «La última cena». Sin embargo, esta obra es también una síntesis del Renacimiento. Al igual que «El hombre de Vitruvio», es una síntesis de la idea del hombre en el centro del universo, en el centro de la naturaleza, en una relación del microcosmos y el macrocosmos, «La última cena» es la síntesis del arte del Renacimiento. Porque en esta obra está todo. El arte del Renacimiento, de Brunelleschi, Masaccio, Donatello, había descubierto sobre todo una nueva dimensión del espacio y de la relación del hombre en el mundo que lo rodea.
Y este descubrimiento del espacio se consiguió por medio de un proceso técnico, matemático y geométrico que se llama «la perspectiva». Este fue el mayor descubrimiento e invención del arte del Renacimiento y también está estrechamente relacionado con la evolución del pensamiento científico y el pensamiento filosófico. Aunque, de hecho, en realidad, no es una invención occidental porque fue un descubrimiento al que habían llegado los científicos árabes que, antes que los europeos, habían redescubierto los antiguos tratados griegos. Por lo tanto, este descubrimiento, como por ejemplo el de Euclides, se había dado antes con los científicos árabes. En Florencia llegan estos primeros textos antiguos. Se empieza a pensar que podemos mirar las cosas con otros ojos. Se empieza a medir el espacio y a crear dimensiones, que aquellos pintores, por primera vez en la historia de la humanidad, comienzan a retratar en los cuadros, la ilusión de la realidad.
Y este es el arte del Renacimiento. «La última cena» tiene perspectiva, refleja el espacio en el que se ubican todos los personajes, por lo tanto es la gran síntesis del Renacimiento. Pero Leonardo también va más allá porque no quiere representar solo una perfección matemático-geométrica como en otros cuadros de los demás pintores del siglo XV. En esta obra, lo que le interesa a Leonardo es la representación de los seres humanos que se mueven en esta cena. Es como un gran espacio de ficción. Estamos en el refectorio, que sería el comedor de un convento en Milán y una pared de esta gran sala, los frailes se reunían para comer a la hora de la comida y la cena. esta gran pared vemos la ilusión de la realidad: la mesa donde comían Jesús y los apóstoles. Por lo tanto, la idea era muy espiritual. Los frailes, los religiosos que comían junto a Jesús en el momento de la última cena, son «una ilusión de la realidad», se decía incluso en aquella época. Porque estas personas parecen vivas, parece que, verdaderamente, se están moviendo en el cuadro.
Luego, desafortunadamente, la obra comenzó a autodestruirse debido a la humedad y también por culpa del propio Leonardo, ya que había experimentado con una nueva técnica de pintura mural y, tras unos años, la pintura comenzó a y el cuadro comenzó a deteriorarse irremediablemente. Lo que podemos ver hoy en día son solo fragmentos de la pintura original de Leonardo cuidadosamente restaurados, recuperados, pero desafortunadamente son solo unos pocos fragmentos originales. Quizá Leonardo, en sus últimos años, cuando pasó por Milán, pudo ver con sus propios ojos cómo su obra se destruía y, probablemente, fue uno de los grandes dolores de su vida: ver que «La última cena» poco a poco se estaba destruyendo.
Es como si los hombres del Renacimiento y Leonardo nos dijeran: «Parad un momento e intentad reconsiderar vuestros límites como seres humanos, porque somos pobres criaturas, “Poor Things”, como el título de la famosa película. Somos criaturas débiles, limitadas, en un planeta aún más limitado. Debemos vivir en armonía y equilibrio con el mundo que nos rodea». Esta es una enseñanza importantísima. Y luego está el valor de la imaginación. Lo podemos ver en Leonardo, pero también en otros grandes autores, filósofos e intelectuales del Renacimiento. Soñar las cosas, tratar de ver aquello que se encuentra más allá en el horizonte. El Renacimiento es la época de los grandes navegadores, los grandes exploradores, de ir más allá, de buscar nuevos caminos. Por lo tanto, la imaginación es la capacidad de soñar. Este es también un valor amenazado en el mundo contemporáneo, porque los medios de comunicación tienden cada vez más a sustituir el pensamiento crítico individual, pero también nuestra capacidad individual de cerrar los ojos y soñar e imaginar las cosas. Tratan de sustituirlo con otras formas de imaginación prefabricada para hacernos ser buenos consumidores.

Para hacernos imaginar cosas que no queremos, pero nos hacen desearlas. Debemos detenernos, debemos volver al Renacimiento e intentar vivir las cosas de esta manera. Y, en este punto, imaginemos que Leonardo viene a nuestra época. Sería bonito poder usar la máquina del tiempo para volver al pasado, coger a Leonardo y llevarlo a su futuro, es decir, a nuestro presente. Pero entonces, ¿qué haría Leonardo? ¿Qué diría? En mi opinión… Sí, exacto, hay alguien que ha hecho así. ¡Pobre Leonardo! Por suerte ya no tenía pelo, No sería un problema. Pero seguramente haría ese gesto. Primero abriría los ojos porque le gustarían. Los aviones, el vuelo, por fin puede ver realizado su sueño de volar. Y luego los barcos, los submarinos, los automóviles. Pero después, en algún comienza a hacer esto, diciendo: «¡Deteneos!». «Nos olvidamos de ser humanos. Nos olvidamos de lo que somos. Tratemos de conservar las mejores cosas, los mejores valores del ser humano».
Y una última cosa. Yo creo que Leonardo iría a escondidas disfrazado al Louvre para ver a las personas que ya no miran «La Giocconda». Y se divertiría muchísimo mirando a esta gente y también viendo en qué se ha convertido el mito de Leonardo. Este sería uno de sus mayores entretenimientos. Nos miraría a nosotros, que en este momento estamos hablando de él. Imaginemos que Leonardo nos está mirando. Probablemente se estaría divirtiendo muchísimo. Seguiría jugando porque Leonardo siempre ha sido un niño al que le gusta jugar.