COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Las tres características de un guerrero interior

Walter Riso

Las tres características de un guerrero interior

Walter Riso

Psicólogo


Creando oportunidades

Walter Riso

Walter Riso es uno de los psicólogos hispanohablantes más influyentes a nivel internacional. Referente en las relaciones interpersonales y la gestión emocional, en sus intervenciones combina consejos prácticos y ejemplos con un estilo fresco y lleno de humor. Entre otras claves, Riso comparte sus cinco principios para ayudarnos a vivir mejor, para aprender a separar aquello que vale la pena de lo que no. Como él mismo reconoce: “Es una lucha interior, a veces los pierdo y vuelvo a conquistarlos, pero son innegociables”.

Riso es doctor en Psicología, especialista en Terapia Cognitiva y Máster en Bioética, con más de 30 años de experiencia en el ámbito de la psicología clínica y la formación. Además es autor de obras superventas con títulos como ‘El coraje de ser quién eres’, ‘Más fuerte que la adversidad’, ‘Pensar bien, sentirse bien’, ‘Filosofía para la vida cotidiana’ y ‘Amar o depender’.


Transcripción

00:05
Walter Riso. Cinco máximas para vivir mejor. ¿De dónde saco yo esto? Una vez, tuvimos una investigación que hicimos con unos cuatrocientos pacientes a que dimos de alta. Les hicimos un seguimiento dos años, cuatro años, seis años. A los seis años, vimos que todos no, pero un ochenta y cinco por ciento tenía unas características especiales que son de las que voy a hablar ahora. Tenían cinco cosas. Habían logrado cinco cosas. ¿Puede haber más de cinco? Sí. Pero estas cinco, para mí, son vitales. Lo he visto en mi experiencia clínica, lo he visto en todos los lugares en que he estado del mundo. Las personas que tienen estos cinco elementos… Yo los tengo, pero a veces se me va y los pierdo, y vuelvo y los conquisto de nuevo. Es como una lucha interior. Primer elemento, primera máxima. Estas personas sabían, y yo creo que yo también lo sé, cuándo algo es vital y cuándo algo no es vital. Si yo les pregunto a ustedes qué cosa es importante para ustedes y qué cosa no es importante, qué cosa es vital o no es vital, qué cosa es esencial o qué cosa no es esencial, ¿son capaces de definirlo? Yo les voy a dar tres punticos para que ustedes lo piensen. Cada vez que hablamos de lo que es vital y lo que no es vital, estamos hablando de sabiduría. Porque la sabiduría, cuando viene desde la Antigüedad y la tomamos y la reinventamos, la reconstruimos, siempre encontramos que es la capacidad de discernir cuándo luchar y cuándo no luchar.

02:00

¿Qué batallas son de ustedes y cuáles no? ¿O están ustedes luchando por batallas que no son de ustedes? Que alguien los metió ahí y están llevando adelante una bandera que les importa un rábano, pero actúan como si fuera vital. Yo una vez estaba en una fiesta, hace tiempo, ¿y vieron que a veces, en las fiestas, los amigos se convierten en una especie de locura? La mitad… Salió el tema de si determinado cantante era gay o no. ¿Por qué carajo estamos hablando de eso? No sé, pero, bueno. Salió el tema. La mitad decía que era gay, la otra mitad decía que no era gay. Yo estaba del lado de que no era gay. Yo también participé. Y era una guerra a muerte, ¿eh? Entonces, yo, la próstata manda, fui al baño a orinar. Y mientras orinaba… ¿Vieron que, cuando uno orina, no sé si les pasa igual a todos, la mente se despeja y la creatividad aumenta? No quiero decir con esto que haya que tener cistitis, pero funciona. Yo me puse a orinar y me miraba al espejo, porque siempre algún idiota pone un espejo encima del orinal. Entonces, uno se tiene que mirar mientras orina. Entonces, yo estaba… Y dije: «Pero ¿a mí qué carajo me importa la orientación sexual de este pelotudo? ¿A mí qué me importa?». Entonces, yo salí y me senté. Me dijo: «A ver, ¿y qué?». Estaban luchando. Dije: «No, yo no voy a tomar partido». Casi me matan. Porque no nos dejan no tomar partido, nos exigen tomar partido. Y parte de la sabiduría es decir «Esto no me define y esto me define». Primero, piensen, ¿cuáles son sus principios? Lo que es negociable y lo que no es negociable. Eso lo tienen que tener claro. En el amor, sobre todo. Que me vengan a decir que hay que amar porque… No, el principio está por encima.

03:59

Los principios son la manifestación de los valores. Y los valores… tus valores, no los valores que nos dan en los manuales, porque esos son unos valores absurdos. No sé si alguna vez les dijeron «Sigue los manuales de los valores». Entonces, cuando uno va a ver, son doscientos valores. Necesito diez posgrados en Harvard para poder aplicar eso. No, tus valores. Pueden ser dos o tres. Esos son los que te orientan. Los valores dan la orientación, hacia dónde vas. ¿De acuerdo? Entonces, principios, tus principios, que se fundamentan en los valores. ¿Son negociables o no son negociables? Si mi valor es la libertad, entonces, mi principio es la autonomía, pero estoy en una relación afectiva donde tengo que pedir permiso hasta para respirar, ¿qué estoy haciendo ahí? «Ah, no, me da miedo porque yo no quiero sufrir». Pero ahora estás sufriendo peor. ¿No es mejor el sufrimiento constructivo que el otro? Entonces, el principio, principios, tener principios, y definirlos y tenerlos claros. El segundo es la identidad. Cuando yo sé quién soy, yo puedo decidir más fácil qué es importante para mí y qué no. Les voy a dar ejemplos. Yo tenía cinco años. Les voy a dar ejemplos míos hoy, porque, como estamos tan cerca, se me inspira la actitud de paciente, y ustedes son los psicólogos, ¿listo? Gratis todo. Tenía cinco años y estaba en un colegio de curas franciscanos, a los cuales yo respeto. Pero había uno insoportable. Entonces, yo estaba peleando con un niñito y el cura franciscano… Esto es cómo se organizan los estigmas. Porque los estigmas desvían mi identidad personal. Mi identidad personal es lo que yo soy, lo que en esencia soy. Es como el principio de la alcachofa.

05:55

Como decía Sócrates, uno va quitando cáscaras, cáscaras, cáscaras, las quita, las quita y va a salir algo, algo que soy yo. Entonces, cuando me quito de encima todas las cosas que son apariencia, salgo yo. Y puede que ese yo me guste o que no me guste. Tenía cinco años. Me estaba peleando con un niñito. Entonces, vino el cura y nos empujó a los dos. Yo caí de culos, así, y lo miré y me quedé congelado. El otro era más valiente, salió corriendo. Yo me quedé mirándolo. Y él me dijo: «¿No te conformas con tener un pecado original que, además, tienes que hacer esta estupidez?». «¿Cuál pecado original? ¿De qué mierda me está hablando este tipo?», decía yo. Yo llegué donde mi mamá. Mi mamá, napolitana, hincha de San Gennaro, hiperrecontracatólica. Le digo: «¡Mamá, yo tengo un pecado original, no sé por qué, es como que estuviera manchado!». Y ella me dice: «Todos lo tenemos». «Mamá, ¿por qué todos lo tenemos? ¿Qué fue lo que pasó?». «Mira, Adán y Eva, en el árbol del bien y el mal». Le dije: «Pero es que yo no conozco a esos tipos, mamá. Yo no sé quiénes son. ¿Y cuál árbol? Si yo no planté ningún árbol. ¿Qué carajo?». Yo ya me estaba ofuscando, ¿no? Y mi mamá me dijo: «Bueno…». Mi mamá, que era muy viva, me dijo: «Bueno, no se puede curar, pero se puede controlar». Le dije: «¿Y cómo lo controlo?». «Haciéndole caso a tu mamá, mi amor». Ahí me volví un esclavo de mi mamá, me acuerdo. Y primer golpe a mi autoestima, ¿sí? «Tengo un pecado original. Ay, hijueputa, ¿y ahora qué hago con esto?». Segundo golpe. Entra el mismo cura, después de no sé cuánto tiempo, al salón de clase, de improviso, y dice…

07:50

Teníamos nueve años. «Los que se masturban tienen pelos en la mano». Y todos nos miramos la mano. Y, cuando nos miramos la mano, dijo: «¡Ah, os masturbáis!». Así, como en la Edad Media, ¿no? Mi cuerpo, sucio, todo sucio. Puede que sea mugriento a veces. Pero sucio… Un estigma, me lo colgaron, como un cartel, que era una lápida. Yo cargué con eso mucho tiempo. Los estigmas es cuando nos ponen una etiqueta y nos dicen que nosotros valemos de acuerdo a determinada cosa. Piensen en la autoestima. ¿Qué es la autoestima? La autoestima es cómo se valoran ustedes de acuerdo al resultado. La autoestima es: si te va bien, tu valoración es buena, tu valía personal aumenta. Es el rendimiento. Si te va mal, tu autoestima baja. Entonces, la autoestima es fluctuante. Por eso, no encontramos nunca una persona con autoestima alta. Por eso, se está revisando el término de la autoestima. Porque yo no puedo hacer depender mi valía personal y mi valoración de acuerdo al resultado, de acuerdo al rendimiento. Si la autoestima está enganchada al amor propio, no se convierte nunca en un problema de autocastigo ni de mal estigma. El amor propio es la aceptación incondicional de uno mismo. Aceptación no es que me guste lo que veo. Aceptación es ver lo que es. Es Buda. Buda no dijo «Ven e interpreta», dijo «Ven y mira». Pues yo miro lo que es.

09:38

La aceptación incondicional de mí mismo es aceptarme como un ser humano falible, como un ser humano vulnerable, como un ser humano que lucha por crecer. Pero de ninguna manera es negar las cosas negativas que tengo, sino que es aceptar que soy digno. La dignidad personal es lo que cura de la dependencia emocional. La dignidad emocional es lo que cura de todo. Es lo que ustedes tienen que decir que esto lo tengo desde nacimiento. Es como los derechos humanos, ¿de acuerdo? La identidad es todo eso mezclado. Reflexionen. El tercer elemento que tiene que ver con esto de qué es importante para mí y qué no es importante para mí es la autorrealización, la vocación. ¿Cómo van a saber ustedes si están en la vocación que es? Tienen que ser valientes, muy valientes. Tienen dos caminos. Uno es ver qué cosa les indigna en la vida. Indignación es la ira ante la injusticia. Cuando a ustedes les indigna algo mucho… Los elefantes no se indignan, los rinocerontes no se indignan. Es una emoción exclusivamente humana. Cuando algo me indigna, es que va absolutamente en contra de mi valor de justicia. Entonces, cuando algo me indigna mucho, ahí hay un valor que tengo que tener en cuenta. Entonces, una persona no mira al mesero, no le da propina, lo trata mal, y me indigna. Entonces, tengo ahí un valor, que es que a la gente que tiene determinadas necesidades yo no la puedo maltratar. Vean esto. Una paciente mía era médica. Tenía depresión, tenía problemas de estrés, tenía muchos problemas. No estaba viviendo bien.

11:37

Entonces, yo empecé a ir hacia atrás con ella, porque quería ver cuáles eran sus valores. Porque ella me dice: «Sí, me gusta la medicina, pero no sé». Ella recuerda esto: que su papá tenía una finca, una estancia, no sé, una finca y caballos, vacas, animales. Y un caballo gris la miró. Eran las siete y media de la mañana, hacía mucho frío. Ella estaba en el establo. El caballo vino, tac, tac, tac, tac. Y eran caballos difíciles. Y se paró frente a ella. Eso lo recuerda ella. Que el caballo la empezó a mirar y ella lo empezó a mirar. Ella calcula que se miraron dos minutos, lo cual es una eternidad. Que un caballo lo mire a uno dos minutos y uno,, al caballo. Quedaron los dos hipnotizados. Entonces, yo le dije: «Pero ¿y vos qué pensaste en esa situación? ¿A qué conclusión llegaste?». Me dijo: «Que los dos estábamos vivos». Eso es casi que místico. Es lo vivo de él y lo vivo mío. «El caballo y yo somos la misma cosa», me decía ella. Cuando estaba en la universidad, se volvió una persona que defendía los derechos de los animales, una líder en defender el problema climático. Cuando estaba estudiando Medicina. La conclusión final de todo esto fue que ella misma dijo: «Yo hubiese querido estudiar Veterinaria». Todo apuntaba a eso. Y lo hizo. Fue muy valiente. ¿Qué pasó con esa mujer? Entendió cuál era su autorrealización. Y aquí les voy a dar la clave. Piénsenlo, piénsenlo de verdad. ¿Cuántos de ustedes pagarían por hacer lo que están haciendo? En vez de que les paguen el sueldo. Levanten la mano, por favor.

13:37

Genial. ¿Vieron? ¿Vieron el porcentaje? Afortunados ustedes. ¿Vieron el porcentaje? El veinte por ciento. El ochenta por ciento estamos haciendo cosas que no pagaríamos por hacer. Yo no pagaría por atender pacientes. Me tienen que pagar. Pero sí pagaría por cocinar. Y sí pagaría por escribir. ¡Ah! Entonces, ahí se me está abriendo una puerta interesante, que es la de mi vocación. Los talentos naturales son aquellos que uno no aprende con dificultad, que, cuando ustedes lo están haciendo, la gente los rodea… Cuando yo cocino, los vecinos que me odian, los enemigos, se acercan porque quieren comer de lo que yo hago. Yo no lo enveneno nunca. Pero lo disfrutan. Yo los perdono ese ratito. Porque, si uno sabe ver que es una ‘parmigiana’ de berenjena, merece mi aprobación, ¿de acuerdo? Entonces, y el tercero es que pagarían por hacer lo que están haciendo. Esos son los talentos naturales. Y eso es lo que marca, en el fondo, saber para dónde voy. Si para mí es un valor la libertad, como dije antes, y tengo una pareja a que tengo que pedirle permiso para respirar, que es posesiva, que no me deja salir, pues ¿yo qué estoy haciendo ahí? Hay personas que vienen a mis citas llorando. Supongamos. Una mujer viene llorando y me dice: «Mi marido, doctor, me puso los cuernos con una más joven y más fea que yo». Supongamos. Le digo: «¿Qué importa que sea más joven y más fea? Lo importante es si le puso los cuernos o no». «Sí, me puso los cuernos». «Bueno, a ver, ¿cómo era su marido?». «Era genial». «A ver, escríbame aquí, en la mitad de la hoja, lo que era bueno y, aquí, lo que era malo. Escríbame lo que era bueno». «Buen papá, trabajador, responsable». «Y póngame lo malo».

15:29

Le digo: «Señora, usted debería estar saltando en una pata de la alegría. La dejó un monstruo. Y hay que indemnizar a la amante, ¡urgente! ¡Pobrecita esa señora! ¿Qué es esto? Pinte su casa de rojo, disfrácese de Batichica, cuélguese de la lámpara con un látigo, consígase al vecino que le encantó, qué sé yo. Haga salto de cucaracha, aceituna negra en la oreja», que es un salto del ‘Kamasutra’ que me acabé de inventar, pero, bueno. «De todas maneras, ¡es libre!». Segundo principio. Saquen lo que quieran de este principio. Segundo principio. Audacia y experimentalismo. La valentía, decía Aristóteles, es el punto medio entre lo temerario, que es la persona que no le tiene miedo a nada, y el cobarde. Estamos acostumbrados a que el valiente es el que no tiene miedo, ¿verdad? Pues, si ustedes están con alguien que no tiene miedo, corran lejos, porque, si no es Hannibal Lecter, es parecido, ¿de acuerdo? Por favor, si una persona no tiene miedo, es un psicópata. Es así de fácil. «Mi mujer no le tiene miedo a nada, es extraordinaria». «¿Tiene una capita azul? ¿Vuela? ¿Le puso criptonita por las dudas?». No hay nada peor que… Vea, no hay nada peor… No digo admirar, admirar está bien. Venerar. Si ustedes veneran a alguien, le están rindiendo pleitesía. No hablo de nada religioso, ni de ningún lugar sagrado, sino de una persona cualquiera. Piensen, en su vida, a qué persona ustedes veneran, es decir, que le rinden pleitesía, que piensan que es una suerte que esa persona los mire, que esa persona es como un semidios o una semidiosa.

17:29

¿Qué hace una persona cuando venera a alguien? La imita. Y la imitación corrompe. ¿Qué pueden hacer? Cuando ustedes admiran a una persona y la respetan, no la copian. A ustedes, esa persona les da inspiración. Ustedes se inspiran. Y, por lo tanto, si se inspiran, ustedes pueden crear. Con la imitación, no pueden crear. Si ustedes están en una relación de pareja donde creen que esa persona no vuela de milagro, ¿no es cierto?, están mal. ¿Cómo haría uno el amor con Krishnamurti? ¿Cómo haría uno el amor con Buda? «Perdón, maestro, te tocaré el ombligo, espero que no te sientas mal». Uno no puede ni siquiera tener sexo con alguien a quien venera. Le puede prender velas, pero no tener sexo. Admirar, sí. Quiten de su vida a todas las personas a que ustedes veneran, porque eso los vuelve indignos. Dejen a las personas a que ustedes respeten y admiren, porque eso los va a inspirar para que ustedes se recreen y tengan su propia creación con el sello personal. Ser valiente es eso, es poder decir no. Bueno, Aristóteles. El cobarde y el otro, el temerario. En la mitad, en el valle, está la valentía, que no es ausencia de miedo, sino que es enfrentar el miedo aunque uno lo tenga. Ese es el valiente. El héroe es un tipo que aguanta diez minutos más, no es el que no tiene miedo. No sé si les ha pasado alguna vez.

19:21

Piensen. Si ustedes están ante una situación difícil y alguien agarra a una persona que ustedes aman y les dice «Si usted no hace esto, le pegamos un tiro», ustedes se vuelven las personas más valientes del mundo. ¿Por qué? Porque están obrando no sin miedo, sino con una manera de enfrentar el miedo que se justifica, que tiene un principio, que tiene un sentido: que lo estoy haciendo por amor, por defender a la persona que amo. Para ser valiente, entonces, no se necesita ausencia, se necesita esfuerzo. Esfuerzo. Ustedes pueden leer que algunos autores trascendidos… Nosotros vamos mucho a Oriente, ¿se han dado cuenta? Vamos a Oriente. ¿Por qué vamos a Oriente? Está bien, Oriente tiene cosas geniales. Yo siempre he estado con Buda, desde chiquito, muchas veces. Es decir, no con Buda, sino con el budismo, porque sacarlo de la tumba era muy difícil y todas esas cosas. Entonces, he estado con el budismo, pero realmente nuestros orígenes no son orientales, nuestros orígenes son latinos, es Grecia, es la Roma, la Roma inicial. Ahí están los grandes sabios de que nosotros tendríamos también que mamar. Y el esfuerzo, la trascendencia… Es decir, si yo les dijera a ustedes… Vean, el santo nunca sabe que es santo. Si sabe que es santo, es estadísticamente sospechoso, ¿de acuerdo? Entonces, si yo les digo: «Mañana voy a ir a un congreso mundial de santos. Me invitaron con la última ponencia». Ustedes van a decir: «Este de santo no tiene un pelo, ¿cómo así que va al congreso mundial de santos?». El santo no sabe que es santo, o sea, el trascendente no sabe que está trascendido. El esfuerzo es poner los pies en la tierra. Yo voy mucho… Yo tengo lugares que para mí son muy muy muy importantes.

21:18

Uno, entre tantos, es la Patagonia, el sur de la Argentina. Voy a un lugar que se llama El Bolsón, que me gusta mucho porque todavía es el último reducto jipi. Entonces, ahí es una mezcla entre esoterismo y espiritualidad. Cuando yo voy a El Bolsón, yo veo que la gente es ‘peace’, ‘love’, «Om…». Entonces, vos los ves en posición yoga en la punta de una montaña casi. Los lagos allá, en el sur, cuando uno va al Chile a Bariloche, no tienen la otra orilla, no se ve la otra orilla. Y esos tipos, sentados, con nieves eternas ahí. «Om…». Y, para ellos, la vida es eso, un lago perfecto. Se cae una piedrita y se asustan. «¡Un tsunami! ¡Ay, hay olas!». Tienen una tolerancia a la frustración de menos uno. Cercano a la pobreza franciscana la que tienen. Esa es una versión de la vida, ¿sí? Yo tengo otra, y nos vamos a ver identificados casi todos. Cuando yo nací, a mí me tiraron a un río, a un hijueputa río, que venía desde arriba de una colina arrastrando todo: personas, maderas, piedras… A mí me tiraron ahí. Porque esa es la vida. La vida no es un lago sereno, es un despelote. Es el movimiento caótico de la vida. Ahí tenemos que crecer. Entonces, cuando me tiraron ahí… A veces, uno para y se abraza de otro, descansa un ratico. Pero es la lucha. La lucha. No la lucha entendida como una cosa mala, sino la supervivencia básica. Después, eso se cambia por otras cosas, por vivir. Pero, entonces, la vida no es…

23:10

Esta metáfora del lago y el río es que, cuando ustedes están ahí en el río, tienen que sacar callos. La vida es así. Entonces, ustedes tendrán momentos buenos y momentos malos. Pero no pueden tener una vida… A mí me decían el otro día en una conferencia como esta: «Explíqueme…». Hay gente que pregunta eso: «Explíqueme en tres pasos, doctor, cómo alcanzar la tranquilidad de mi vida». A mí me provocaba estrangular a la persona. O sea, ¿cómo que tres pasos? ¿Cómo que los tres ‘tips’ de la posmodernidad para ser feliz? Déjense joder, la felicidad no existe, existe la alegría. ¿La felicidad qué es? La felicidad es el apego a la alegría, la alegría es una emoción básica, se hereda, viene y se va, viene y se va. Pero ¿cuál felicidad? Esto no es feliz, uno tiene que vivir en la realidad. Bueno, entonces, cuando uno me pregunta los tres pasos de la tranquilidad, yo le dije: «No sé». Entonces, cuando uno dice «No sé», a la gente le asusta. Dice: «Si usted es el experto que está allá arriba, ¿cómo que no sabe?». «No sé, no tengo idea. ¿Alguien sabe?». «¡Yo!», dijo uno, y empezó este a explicarle un montón de estupideces al otro, y el otro a tomar nota. La tranquilidad es yo estar con los pies en la tierra. Es esto que les voy a decir, grábense esta frase en las neuronas. Agarren los axones y hagan un nudo con los axones y metan eso adentro. Realismo salvaje. Ver la realidad como es, tal cual, sin anestesia, ¿de acuerdo? Porque eso es lo que marca la valentía. Sin anestesia. Porque yo me tengo que adaptar a esa realidad y tendrá cosas buenas y tendrá cosas malas. Esto tiene un nombre muy importante, porque aquí tenemos la valentía y aquí tenemos la cobardía. ¿La cobardía qué es? Evitar.

25:08

Todo lo que se sabe que es evitar, en psicología, es malo para la salud mental. La evitación no sirve, sirve el afrontamiento. Hay muchas estrategias para afrontar. Y, además, lo que se llama la zona de comodidad, la llaman ‘de confort’, pero esa palabra no me gusta. De comodidad. Uno lo que hace es crear un búnker donde no pase nada y tenga todo bajo control. Yo mezclo la necesidad de control con la ilusión de control y creo que todo está bajo control, pero esa vida es más aburrida que chupar un clavo, es muy aburrida. No pasa nunca nada. Nunca nadie entra por la ventana. Nunca me agarra alguien por detrás y me da un beso en la yugular fuerte, nunca. Nunca pasa nada. Entonces, el aburrimiento me van a decir que es bueno. Sí, el aburrimiento es bueno cuando es un aburrimiento que no es evitativo. ¿Saben qué es el peor enemigo de la valentía? También se lo voy a decir. Agarren el otro axón que tengan, átenlo. ¿Dónde? ¿En el occipital o aquí en el prefrontal mejor? En el prefrontal, átenlo. Paf, con una etiqueta, puf. La positividad tóxica. ¿Les suena? Alguien por ahí dice… La positividad tóxica es partir la realidad en dos. Todo lo negativo no lo quiero ver, no lo tolero. Tengo baja tolerancia a la incomodidad. Quiero ver todo lo positivo. Ay, maravilloso. «Es que, vea, mi mujer me dejó». «Ay, pero encontrarás otra mejor». «Pero es que, vea, me echaron del trabajo». «Dios sabrá». ¡Pero dejate de joder! Decí, por favor, «Qué lástima, pelotudo, te pasó algo malo». No, todo es maravilloso, todo es encantador. Cortan, cortan. Y tú no puedes vivir… Como decía Alan Watts, no puedes vivir si dejás afuera lo negativo. Porque las emociones negativas también cumplen una función filogenética. El miedo sirve, la ira sirve, la tristeza sirve, cumplen una función adaptativa. Yo no puedo tener…

27:06

Entonces, de la gente que tiene positividad tóxica ustedes se van a dar cuenta enseguida porque siempre tienen una palabra de optimismo. Son superoptimistas, asquerosamente optimistas. Díganme, si ustedes estuvieran en el Vietnam. Vietnam. Soldado. Tenemos que cruzar un bosque. Y hay lleno de Vietcong arriba apuntándonos, y en los arbustos. ¿A quién elegirían como compañero? ¿A un optimista o a un pesimista? ¿Quién elegiría a un optimista? Levanten la mano. Muy bien. Bueno, déjennos el epitafio que quieren que les pongamos y, si tienen un testamento, mejor arreglamos todo de una vez. Por favor, ¿un optimista saben cómo sería? «Dale, Juan, pasá vos». «Listo». «¡Mirá, se están moviendo unas hojas!». «No seas pelotudo, es el viento, ponele positividad». ¡Pum! ¡No! Un pesimista es perfecto, porque el obsesivo pesimista: «Se movió una hoja», «¿Se movió una hoja?», ra-ta-ta-ta. Entonces, no me digan que el pesimismo es malo. Depende. Depende. Ahora, imagínense un piloto de avión que ha tomado en serio lo de la falibilidad humana y que todos podemos cometer errores, es normal, no pasa nada. El cirujano. Te saliste de la cirugía como «Doctor, ¿qué es esto que me hizo usted aquí?». «Bueno, que no somos… Tengo el derecho a cometer errores». ¡Andá a la puta que te parió! ¿Cómo que tenés el derecho a cometer errores?

28:55

El avión. Se suben y hay un tipo en el avión manejando el avión y dicen: «Buenas tardes, señoras y señores. Gracias por asistir al vuelo de tal. Quiero decirles, primero de todo, que soy falible, o sea, puedo cometer errores. O sea, es posible que nos vayamos en caída libre en algún momento, pero tenemos que ser optimistas. Entonces, disfruten del vuelo, bienvenidos a “Aerolíneas Pac”». Y ustedes les ven la cara a las azafatas y las azafatas están temblando. ¿Uno qué hace? ‘Fasten seat belt’. ¿Lo primero que hacen en un avión qué es? Primero, si se mueve, mirarles la cara a las azafatas. Si las azafatas están llorando en un rincón, ya estamos jodidos. Entonces, no, no es así. Ustedes saben que los ‘bushido’… El ‘bushido’ era el código de guerreros de los samuráis. Si ustedes lo leen… Se lo recomiendo, entren al internet y léanlo. El código moral. Después, el ‘shambhala’. ‘Shambhala’ es la explicación que dan los budistas de lo que es un guerrero budista. Después, tienen los indios americanos. Si han leído ‘Alce negro’… Consíganlo y cómprenlo, en cualquier lado está. Es el maestro siux. También hablan de los guerreros. Y, después, están los chamanes y las chamanas. Yo tengo dos chamanas a las cuales visito en el sur de Argentina. Me gustan más las chamanas que los chamanes porque, no sé, en mí tienen un efecto muy muy impresionante. Los chamanes pueden… El libro de los años sesenta que marcó un hito fue el de Carlos Castaneda, mexicano, antropólogo, que se llama ‘Las enseñanzas de Don Juan’. Lo pueden comprar en cualquier lado. Toda esa gente habla de un guerrero, pero hablan del guerrero impecable.

30:51

Un guerrero impecable tiene estas características. Fíjense en si ustedes las tienen o no. Estamos en cobardía y valentía, ¿ya? El guerrero impecable. Primero, el guerrero impecable lucha no solamente contra el miedo externo ni contra los problemas externos, sino contra los propios problemas. Ustedes, cuando están luchando y peleando para cambiar y poniéndose fuertes con todos sus problemas, están actuando como un guerrero impecable. Entonces, el guerrero impecable lucha por las dos cosas. El guerrero impecable elige sus batallas, las que lo mueven, las que le dan un propósito a su vida. El tercer elemento de los guerreros impecables es que… Esto no les va a gustar porque no nos lo han enseñado, pero aprendámoslo hoy. Deponer las armas. El guerrero impecable depone las armas cuando ve que esta batalla ya no le interesa. ¿Qué tal? Imagínense la película esta de ‘Corazón valiente’, ¿se acuerdan? Allá, los enemigos. Aquí, nosotros. Vamos a atacar. ¿Y qué pasa si uno llega hasta allá, frente a los ingleses…? Soy un escocés que está defendiendo la libertad de Escocia. Llego allá y le entrego las armas. Les digo: «Muchachos, ya no me interesa esta cagada. Yo me voy, chao». Y se va caminando y van filmándolo. Y ahí termina la película, ¿cierto? ¿Cuántas batallas ustedes tienen que no son capaces de quitarse de encima porque hay alguna obligación social o familiar o de la razón que sea? Ustedes no pueden ser auténticos si no se quitan esa batalla de encima. Hay que deponer las armas. «Ah, ¿que eres un cobarde?». No, no soy un cobarde. Soy una persona que sabe cuándo luchar y cuándo no luchar y, además, estoy siendo muy valiente para deponer mis armas. Ya no quiero luchar por ti, porque, para que mejore nuestra relación, se necesitan dos. Y todo lo estoy poniendo yo y vos no estás poniendo un carajo. Ya no quiero.

32:51

Secreto número tres… Vean qué interesante esto. Cuando ustedes están en una relación donde se jartaron, uno cree que el desapego viene por la puerta de adelante, por la iluminación. No es así necesariamente. Muy pocos, muy pocos. Ustedes siéntense, miren a los ojos de la otra persona que tienen al lado y digan: «Me voy a iluminar, me voy a iluminar, me voy a iluminar». A ver cuántos se iluminan. Ninguno. Es como si yo lo mirara a otro y dijera: «Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo». Uno no se enamora a voluntad, ni tampoco trasciende a voluntad. ¿El verdadero apego saben por dónde entra? Por la puerta de atrás. Cuando uno se jarta. Jartera. Yo pondría, en todos los colegios, dos palabras: «importaculismo»… En los niños chiquitos, ¿no? «Importunculum», pues, en latín. Y pondría la otra, pondría: «Me jarté». ¿Ustedes nunca se han jartado de algo y dijeron «Hasta aquí llego»? Cuando una persona dice «Póngala como quiera». En Colombia, cuando ustedes están discutiendo con alguien, en Latinoamérica, y dicen «¿Y qué? ¡Vamos a pelear!» y el otro le dice «Póngala como usted quiera», usted tiene que irse corriendo, porque el tipo le está diciendo «Voy hasta el final». O sea, acepto lo peor que pueda pasar. «Ah, hijueputa, ¿y yo qué estoy haciendo con este loco?». Nosotros no somos así, a no ser que te estén tocando algo vital. Pero, cuando te jartaste, un día, martes, a las tres de la tarde, te miraste al espejo y dijiste: «¿Qué carajo estoy haciendo yo con este pelotudo de esposo o de esposa? Ya no me lo aguanto más, me jarté, me cansé. Me cansé». Entonces, ¡shu!, hay un lavado cerebral.

34:51

«Me cansé. Ya. Todo me importa un culo». El «importaculismo». Bueno, versión vegetariana, me importa un rábano, da lo mismo. O sea, por si a alguien no le gusta el culo. Me importa un rábano, acepto lo peor. Tú no me mereces porque no me haces feliz. No, tú no me tienes que hacer feliz. Tú no me mereces porque me tratas mal. Tú no me mereces porque eres aburrido. Tú no me mereces porque cada vez que hacemos el amor sufro como un animal. Lo que sea. Pero, entonces, vean qué importante es asumir en un momento dado que ustedes no quieren más de esto. A eso lo llaman soltar. Eso no es soltar. Soltar es desapegarse y el desapego requiere mucho trabajo. Tampoco es desaprender. Desaprender es tener creencias e irrumpir contra ellas. Ahora vamos a ver. Vamos al tercero. El éxito versus el fracaso. El éxito… El principio es: el éxito es una intención. No es alcanzar la meta. No les va a gustar, pero no importa. Se lo voy a decir. Cuando yo pongo el éxito como el resultado o la meta, yo estoy eliminando el proceso. ¿Se acuerdan de…? Bueno, Michael Jordan lo habrán oído nombrar, ¿no es cierto? El basquetbolista, el tipo que levita. Es genial. El tipo decía: yo, contra el fracaso, puedo. Yo soy capaz de enfrentar el fracaso. Lo que no me perdonaría es no haberlo intentado. El éxito está en intentarlo así no alcancéis la meta. Ese es el proceso puro. ¿Proceso qué es? Bailar por bailar. ¿Cuántos de ustedes bailan por bailar?

36:51

Sí, cuando van a bailar. Si están bailando aquí. A ver, vamos a levantarnos todos, pongamos una salsa y vamos a bailar. ‘Aprendemos juntos’ se volvió un club de baile. Y empezamos a bailar todos. Y de pronto se escucha una voz en ‘off’ que dice: «El que mejor baile tendrá un Mercedes Benz. Último modelo. Y un viaje a las islas griegas con todo pago un mes». ¿Cómo creen que bailarían ustedes a partir de ahí? Artritis, ¿no es cierto? «¿Qué? Tenemos que… ¿Cómo era?». Antes iban genial, ta, ta, ta, ta. ¿Y ahora? «¿Cómo era? Movete bien, caminá bien, hijueputa. Vamos a perder». ¿Qué pasó? Como decía Chuang Tzu… Chuang Tzu fue el discípulo de Lao-Tse. Taoísta. Chuang Tzu, para mí, es genial. Y Chuang Tzu fue el que dijo la famosa metáfora del arquero, ¿no? Que hay un arquero que está jugando y está apuntando al blanco y lo hace muy bien. El arco implica el movimiento. Pero resulta que le dan, dice él en el tratado original, una hebilla de plata. El arquero que mejor tire gana una hebilla de plata. Y, después, les dicen una hebilla de oro. Entonces, el arquero empieza a ver dos blancos. Y no le da nunca, pierde. Porque está en la meta, está queriendo ganar. El proceso es hacer los movimientos adecuados. Hay una poeta, poetisa, estadounidense que falleció ya, que se llamaba Runbeck, que decía: «La felicidad no es una estación a la cual hay que llegar, sino una manera de viajar». El proceso. En el AVE, hoy, tenía adelante… no, atrás, a un señor que hablaba por teléfono como un desaforado. Todo el tiempo. Yo estaba adelante.

38:49

Y el señor hablaba por teléfono y decía: «Qué viaje tan insoportable. Este viaje no se va a terminar nunca. Agarramos el AVE que más se demora». Mentira, se demora dos horas quince minutos. «El que más se demora. No, y mira, no atienden bien. No, y todo lo que falta, y cuánto falta». Todo el tiempo habló, ¿eh? Dos horas, hablando y quejándose. A mi lado había un señor muy simpático, porque sacó un computador y empezó a ver una película y se puso unas gafas amarillas, con un sombrero. Simpático el señor. Y yo los miraba: este, insultando y el señor, mirando. Cuando llegamos, este tipo que estaba atrás dijo: «¡Al fin llegamos, la puta madre…!», qué sé yo, empezó a putear y fue el primero en ir adelante para ver si podía bajar primero del tren. Y el otro señor dijo: «¿Cómo? ¿Ya llegamos?». ¿Quién viajaba mejor? El señor. Porque no estaba en la meta. Ahora, si ustedes hacen el proceso adecuadamente, sí llegan. Llegan al resultado. Pero el resultado no tiene que ser necesariamente un valor. Porque a mí me dicen: funcionamiento óptimo, usted tiene que desarrollar su funcionamiento óptimo. Y yo digo: ¿Y yo por qué tengo que tener mi funcionamiento óptimo? Yo tengo mi funcionamiento como se me da la gana. Lo tengo regular, bueno, tranquilo. ¿Por qué óptimo? ¿Por qué me llevan allá arriba? ¿Por qué me llevan allá arriba? O: «Sé tu mejor versión». ¿Sé tu mejor versión? Yo no quiero ser mi mejor versión. Yo quiero ser como soy. No sé si es buena o mala o la mejor versión. ¿Por qué nos quieren llevar allá? Porque es el rendimiento, ¿entienden? Porque lo que pesa es el rendimiento. Vean: cuando yo tenía catorce años, estaba en un colegio de Cuyo, Argentina, que era un colegio bachiller técnico.

40:45

Los colegios bachilleres técnicos duran seis años en vez de cinco. Tenés que ir mañana y tarde, pero podés entrar a cualquier facultad de ingeniería sin rendir examen. Pero, generalmente, va gente humilde a esos colegios porque salen con un título de bachiller técnico y con eso pueden encontrar un trabajo fácil. Entonces, estaba el campeonato de baloncesto de los colegios. No me pregunten cómo, hicimos un equipo de baloncesto y eran muy malos los otros, ¿eh?, pero llegamos a la final. Y a la final llegó uno al que llamaban el Colegio Nacional, donde todos medían dos metros. Nosotros éramos así, espachurrados. Los otros eran altos, blancos, de ojos azules. Nosotros éramos como… Nos iban a masacrar. Entonces, en el entrenamiento, teníamos un entrenador que se llamaba Booby, que era un norteamericano. Entonces, el día que fue la final… Yo era el capitán del equipo. Entonces, todos salieron y yo también salí detrás y yo me devolví. Y le dije: «Booby, vamos a ganar, ¿verdad?». Y Booby me dice: «¡Qué pelotudo que sos! ¿Cuál vamos a ganar? Tenés que salir a pelear, a pelear, a luchar, ¿entiendes?». Le digo: «Pero, mirá, esto no es una guerra». «¡Sal a luchar y callate la boca! Y, ¿sabés qué? ¡Diviértete!». Yo salí y dije: «¡Muchachos, vengan! Hay que matar. Pero tenemos que cagarnos de la risa cuando lo hagamos. Eso fue lo que entendí». Bueno, empezamos a jugar. Fuimos héroes del baloncesto. Hacíamos cualquier locura. ¿Viste que uno en el baloncesto…? No, esto era: tirábamos así y entraba. Hacíamos cualquier cosa. Había un tipo que nunca metía ninguna, uno de Formosa, Chaco, que era bajito así. Y se iba para la punta, justo, y hacía chic, tiraba así y, choc, entraba. No sé qué pasó el día ese.

42:45

Perdimos por una canasta. Una canasta. Cuando recibimos el segundo puesto, la gente nos aplaudió de pie. A los otros no los aplaudieron de pie. ¿Qué es lo que aplaudía la gente? El esfuerzo. La intención. El haber sido héroes del baloncesto. Éramos héroes del baloncesto. Así lo sentíamos nosotros. Y nos reíamos. Nos reíamos. Y les tomamos el pelo a los otros. Les decíamos: «Tomá la pelota». Y se la dábamos. El réferino sabía qué hacer con eso. Eso no estaba en ningún programa. El tipo venía, tiraba y la metía. «¡Bien, te felicito!», le decíamos. «Vamos, sigamos jugando». Rompimos todos los esquemas. Todos los esquemas. Eso me recordó una película. ¿Se acuerdan de una serie de hace muchos años que se llamaba ‘The Good Wife’? La buena mujer que era abogada y todo. Había una escena que a mí me encantó, muy chiquita, en que ella tiene que defender a un tipo que se va a quebrar con la empresa. Entonces, ella le dice: «Mire, doctor…». «Mire…», le dice él a ella, «Doctor… Doctora…». No sé qué me pasó con los… Tengo un problema de género, me parece. Bueno, entonces: «Doctora, vamos a ganar, ¿verdad?». Y ella le dijo, búsquenlo, ahí está: «No, vamos a luchar. No sé si vamos a ganar». Cuando uno sabe que va a pelear por algo que vale la pena, uno se guarda el resultado en el bolsillo. Uno espera, sí. Pero ¿qué pasa cuando no lo lográs, pero te esforzaste y te volviste…? Imagínense. Un niño, una vez, en una piscina, con un avioncito. El niño. Estábamos mucha gente en la piscina. Vruuum. Solo, corriendo, como cinco años, el niñito. Y corría por todo, entre nosotros. Se acerca el papá. El papá, un gran empresario importante.

44:45

Se sienta y le dice: «Fulanito, ¿quién va ganando?». Yo miré y dije: «¿Qué está preguntando este tipo? ¿Cómo así que quién va ganando? El niño está corriendo feliz con el avioncito. ¿Por qué le jode la vida?». Y el papá le preguntó quién va ganando y el niño hizo así, miró el avión, lo miró al papá, miró para todos lados y siguió. O sea, ¿cómo quién va ganando? Si me dicen que quién va ganando, ya estoy en una guerra. Armó una guerra. Hay primero y segundo y tercero. Y lo que era volar por volar, lo que era un proceso en estado puro, se convierte en algo que hay que ganar. Sembrar árboles sin esperar frutos. ¿Son capaces? ¿Son capaces de abrazar por abrazar sin esperar cosas? Cuando uno es capaz de hacer eso, está en el proceso puro. Y, entonces, el éxito está a la vuelta de la esquina. Yo tengo claridad de eso. Cuando yo he escrito libros, muy pocos, dos, y he escrito libros con la idea de que tienen que venderse, dos veces lo he hecho, los libros no se han vendido. Y me parece muy bien. Yo cometí ese error. Y, cuando hago libros porque me gustan y lo disfruto, les va muy bien. No es tanto vender, sino que a la gente le sirven. Entonces, díganse la verdad ustedes mismos. El cuarto es… A ver, ¿ustedes son flexibles? «Mmm», dijeron por ahí. Eso no sé si fue un orgasmo o fue… Uno dice: para ser flexible hay que buscar el punto del medio. Yo quiero decir lo del orgasmo. ¿Ustedes cómo tendrían un orgasmo por el punto del medio? Aristóteles nunca tuvo ninguno entonces. O sea, porque él decía el camino del medio. ¿Cuál es? ¿Cuál es el camino del medio?

46:43

Si ustedes están comiendo una ‘parmigiana’ de berenjena y el placer les sale por los ojos, ¿qué hacen? ¿Cómo es el camino del medio? ¿Taparse un ojo o qué? ¿Cuál es el camino del medio? O sea, hay cosas que no existen en el camino del medio. La flexibilidad no es el camino del medio. La flexibilidad es esto que les voy a decir. Es la oposición de las creencias rígidas. O sea, las creencias exploratorias. Rigidez. A ver si tienen estas tres. Prepárense. Prrr, tac. Dogmatismo: creer que soy el dueño de la verdad. Fundamentalismo: no querer revisar los fundamentos de mis creencias. Oscurantismo: prohibido leer cosas que vayan en contra de mis ideas. Estoy en la Edad Media, ¿no? Total. Estoy en Galileo Galilei. ¿Qué hizo Galileo Galilei? Inventó la teoría heliocéntrica, no geocéntrica. La Tierra no es el centro del universo. Lo que es el centro del universo es el Sol. Y se inventó un telescopio. Cuando fue donde la Iglesia, a los curas de esa época, les dijo: «Miren, miren, van a ver que tengo razón». Los curas no quisieron mirar por el catalejo. Lo metieron en una mansarda y lo dejaron ahí hasta que el tipo no se arrepintiera y pidiera perdón por haber pensado, por haber investigado. Y así termina el cuento. Lo mismo pasó con Copérnico. A Giordano Bruno lo quemaron en la hoguera porque dijo que la Tierra era redonda. Esa rigidez nos lleva a la inmovilización. Ustedes la pueden tener, yo la puedo tener. Una vendedora o un vendedor de empanadas la puede tener, porque dice: «Esta es la mejor empanada que hay en el mundo. Mi receta es inigualable. No tengo que revisarla para nada porque es perfecta. Y no quiero leer ninguna otra receta porque me van a quitar esta gran receta».

48:37

Es una persona dogmática, fundamentalista y oscurantista con las empanadas que vende. Eso puede estar en cualquier parte. ¿Qué es lo que se opone a eso? Porque, fíjense, cuando tenemos esas ideas, que las tenemos todos, creencias que nos han dicho respecto de nosotros mismos, de otras cosas, que las creemos, que estamos dispuestos a jugarnos por ellas, nos falta tener un valor. El valor ahí es desobedecer. Hoy la nombraron, la palabra: desobediencia. No obedecer a esas creencias. Negarse a aceptarlas. Cuestionarlas. Eso es desaprender. Cuestionarlas, a ver si son ciertas o no. ¿Son lógicas? ¿Son útiles? ¿Tienen evidencia empírica? Y, entonces, si no es así, ¿por qué carajo estoy creyendo esto? No estoy hablando de creencias religiosas. Estoy hablando de creencias para la vida cotidiana. ¿Qué se opone a esto? La conducta de exploración. Los niños, a los dos años, empiezan a correr como locos. Primero, los dos primeros años, están en una actitud de ‘attachment’, de apego, porque somos la especie que más se demora en desarrollarse. Entonces, tenemos que estar pegados para recibir todo el aprendizaje. No tenemos otra manera de hacerlo. Un elefantito se levanta y se va. El niño se va a los dieciocho años si tenemos suerte. Entonces, a los dos años los niños empiezan a tener un fenómeno que se llama ‘detachment’, alejamiento. Eso produce una estimulación muy fuerte que mieliniza, es decir, hay un proceso de sustancia blanca que llega al cerebro y eso hace que el aprendizaje se haga más fuerte. O sea, la exploración garantiza el aprendizaje. Por eso, los terribles dos son eso. Ustedes van a ver un niño corriendo y unos papás detrás, siempre. ¿Por qué? Porque el niño quiere explorar.

50:34

Tiene avidez de que su cerebro sea capaz de seguir aprendiendo. Muy bien. ¿En los adultos qué pasa? Lo mismo. Uno nunca pierde la posibilidad de aprender. La exploración debería estar siempre. Pero ustedes conocen gente a que no les gusta explorar, ¿verdad? Gente que tiene la sensibilidad de una zarigüeya. Me acuerdo de un paciente que era así. Qué mejor dicho, era así. Le dije: «¿Por qué no va un día a las cataratas del Niágara?». No le gusta conocer. «Las cataratas del Niágara tienen el lado tal y, si no, se va a las del Iguazú». Lo mandé a las cataratas porque me pareció que era… Y él dijo que, bueno, iba a ir. Después de que volvió le dije yo, todo entusiasmado: «¿Y?». Dije: «A ver si se despierta algo en este tipo», ¿no? «¿Y?». Me dijo: «Impresionante, doctor. Mucha agua, ¿eh?». Y yo lo seguí atendiendo porque soy muy ético, pero hay gente que no se sorprende por nada. Y explorar es eso. Es tener tres emociones. Curiosidad. Hay gente a la que nunca le da curiosidad por nada. «Miren la luna» y miran el dedo en vez de mirar la luna. No se preguntan por qué la luna está ahí, por qué no se cae, nunca se preguntan, no curiosean. Nada les llama la atención. La segunda emoción… La curiosidad es una emoción innata, básica, ¿de acuerdo? No hay que aprenderla, no hay que hacer un curso especial en ‘Aprendemos juntos’ para entender qué es la curiosidad. Si quieren hacer un curso sobre eso, no vayan. La segunda es el asombro. Asombrarse es algo extraordinario porque, en el asombro, lo que hace el ‘software’ humano es bloquearse porque está ocurriendo algo que no soy capaz de evaluar de acuerdo a mis esquemas. Escapa, no tengo cómo evaluarlo.

52:31

Entonces, el ‘software’, en defensa, se bloquea y se queda asombrado para ver exactamente de qué se trata, porque puede ser peligroso. Pero el asombro también produce unas cosas increíbles, ¿no es cierto? Lo que sabemos, por ejemplo, en terapia de pareja, es que cuando las parejas no funcionan suele ser por dos razones. Cuando uno le tiene que explicar el chiste a la pareja más de una vez. Entonces, sepárense, llamen a un abogado, hagan algo, porque es una pesadilla. Y la otra es que tu pareja nunca te asombre, es decir, que la puedas predecir todo el tiempo, que sepas hasta el chiste que va a decir. «Mi amor, cuenta el chiste treinta y tres». Lo tiene enumerado ya. Nunca te sorprende, nunca. Nunca hace algo raro. Díganme ustedes, muchachas y muchachos, ¿no les gustaría llegar a su casa y encontrar a su pareja con un látigo colgado de la lámpara y un puñal? Y que les diga «Papito…». Y se le cae el puñal. O que les diga «Mamita…». ¿No tienen ninguna fantasía con eso, por Dios? O que se disfrace de bombero. Yo sé que es más horrible, más cutre, pero por lo menos es rojo y llama la atención. O que llegue el esposo y diga: «Mi amor, mira, hoy vamos a hacer salto de cucaracha, aceituna verde en la oreja». No negra, verde, que es una variación de la otra. Y no le sorprende tampoco. Empieza a hablar en alemán. Y dice: «¿Tú estás hablando en alemán, mi amor? ‘El exorcista 3’, estás hablando en alemán». «Sí, claro. ¿Yo no te había dicho que yo había estudiado alemán, que yo estudié en un colegio alemán?». «Sí, pero no sabía que hablabas tan bien alemán». Y ya pasó. Un día llego y me está haciendo una ‘parmigiana’ de berenjena. Bueno, los napolitanos somos así.

54:30

A mí me excita una ‘parmigiana’ de berenjena. Me está haciendo la ‘parmigiana’ de berenjena y yo le digo: «Ah, bueno, sírveme. ¿De dónde aprendiste a hacer la ‘parmigiana’ de berenjena?». Y, si está rico, ¿por qué no me asombra mi pareja? Porque es predecible. Y una cosa predecible es absolutamente aburrida. No pueden no hacer ninguna de las locuras que les estoy diciendo, pero pueden hacer otras, invéntenlas. «El doctor Riso me dijo que yo hiciera una locura contigo, mi amor. ¿Te podés poner un sombrero de Papá Noel? A ver cómo nos va». No, inventen ustedes lo que quieran y no me echen la culpa a mí. Yo cuando digo que no hay que amar… No, no hay que decir «Te amo», hay que decir «Te estoy amando». Porque el ‘amando’ es un gerundio. Entonces, si te digo «Te amo» es que ya llegué al amor. Te amo, ya, ya llegamos, ya, listo, te amo, ya nos tapó el amor y listo, estamos felices. No, te estoy amando es estamos construyendo esta hijueputa cosa que se llama amor, que no es nada fácil. Y, un segundo antes de morirme, mi mujer me va a decir «¿Me amas?» y yo le voy a decir «Te estoy amando». Entonces, llegan… Me ha pasado muchas veces, después me escriben. Entonces, yo les digo: «Llegue a su casa hoy y dígale a su pareja “Mi amor, no te amo, te estoy amando”». Y me escriben después. Lo hicieron. Y lo que suelen decir es: «Estuviste otra vez donde esa puta conferencia del doctor Riso». En vez de sorprenderse y decir: «No te amo, te estoy amando. A ver, a ver, barajemos la cosa despacito, sentémonos y hablemos. A ver, ¿cómo es eso? ¿Te estoy amando?». Sí, porque suena brasilero, ‘amando’, la chica de Ipanema, amando, proceso, «Te amo» es «Ya llegué». ¿Y qué? Es una construcción. Bueno, entonces, estamos… Ya no sé ni en qué estamos, pero, bueno, estamos en la cuarta, que era el éxito…

56:36
Mujer. La sexta.

56:39
Walter Riso. Ah, ¿ya vamos a la sexta? Cómo pasa el tiempo, cómo pasa el tiempo. Ah, no, está bien. Justo, ¿eh? Qué bien. Sí, sí, bueno, entonces… ¿Voy para quinta o para sexta? Sexta, bueno. Entonces, vean. La sexta es la filosofía del desprendimiento. Es tener una cultura del desapego. El desapego a todo. Dejar caer las cosas que son adicción sin droga: dejarlas caer, dejarlas caer. Por ejemplo, supongamos… Esto lo he hecho muchas veces, aunque les pueda sonar muy raro. Esto es lo que hace el doctor Albert Ellis. Yo lo he hecho en mi versión, que es distinta. El doctor Albert Ellis lo que hace es lo siguiente. Vergüenza. Me voy a desapegar de la opinión de los demás, ¿listo?, que es un apego. El apego es no ser capaz de renunciar a algo o a alguien que le viene mal a tu vida, o sea, que afecta a tu salud mental. Entonces, yo tengo necesidad de aprobación. Quiero soltar el apego. ¿Cómo suelto el apego? Bueno, estos son los ejercicios para vencer la vergüenza. Entonces, yo, por ejemplo, les digo a los pacientes: «Vamos a ir este sábado a las tres de la tarde, en grupo,», somos diez o doce, «a un ‘shopping’, a un centro comercial, a las tres de la tarde, cuando más gente hay. Nos vamos a sentar en una banquita como esta y usted le va a ladrar a la gente que pasa». «¿Ladrar, doctor? ¿En qué sentido?».

58:36

«Ladrar. Grrr, guau, guau. Ladrar. Ladre». «Pero, ¿y por qué?». «Porque vamos a hacer el ridículo. Queremos vencer el miedo al ridículo y no hay nada más ridículo que ladrar en público, en un ‘shopping’». Y cada uno tiene su estilo, además. Hay unos que hacen «Guau, guau, guau» y otros «Grrr». Todos tienen su estilo. Uno respeta los estilos. Y nos sentamos. Muy bien. Entonces, la persona está sentada y hay un grupito. Eso es un problema porque hay que avisar y pedir permiso en el ‘shopping’, porque nos echan, a veces. Entonces, la persona empieza: «Guau». Digo: «¿No puede ser un ladrido un poco menos fonético? O sea: grrr… ¡guau! A ver, hágalo». «Guau, guau». «No, usted no lo puede hacer. Siéntese allá. Venga, otra persona. Listo». Esta sí: «Grrr». Entonces, pasa el primer grupo. Hay tres tipos de personas y esos tres tipos de personas son los que determinan el desapego, es increíble. Tú estás sentada, pasan unas personas y tú dices «Grrr, ¡guau!». Un primer grupo se asusta y sale corriendo. Dice: «Son locos. Este es un loco que está ladrando ahí». Y puede ser. Hay un grupo, que viene después, que es más ridículo, diez veces más ridículo, porque se ofende. Dígame si no hay algo más estúpido. «Grrr, guau, guau». «¡Atrevido, descarado! Me respeta usted». Es decir, ¿cómo voy a tener yo un valor moral que sea que nadie me dirá «Guau, guau»? Es muy estúpido. Bueno, pero hay unos que son geniales. Están sentados, pasan y dicen: «Guau, guau». Y el otro le dice: «Guau, guau, guau».

1:00:33

Esos, yo digo: «O fueron pacientes míos o tienen el posgrado en Harvard». Pero, claro, si yo voy por la calle y un tipo me ladra, ¿dónde está mi humor? Miren, yo tenía un amigo, que ya falleció. Estábamos en Bogotá, en uno de esos buses… Entonces, él era calvo hasta aquí y de aquí para atrás tenía una trenza hasta aquí. Era un genio, pero era muy acelerado, ¿viste, boludo?, y caminaba así para todas partes. Era muy raro. Entonces, cuando paró el bus y él fue a bajar, se resbaló. Se bajó sentado, de culo, ta, ta, ta, hasta la calle. Él quedó así en la calle. Una señora que venía pasando le dijo: «¡Pobre hombre! ¿Se cayó?». Y dijo: «No, señora, es una costumbre familiar. Pelotuda, claro que me caí. Claro que me caí». ¿Qué pasó cuando él dijo eso? Todos nos empezamos a reír. La gente del bus, la señora, él mismo. ¿Por qué? Porque le puso humor. Hay gente que se cree mucho a sí misma, hay gente que se toma demasiado en serio, hay gente que no es capaz de tomarse el pelo. Uno se tiene que reír de uno mismo. El apego al qué dirán es uno de los más fuertes. La filosofía del desprendimiento… Ahora, fíjense en cómo se arma esto, para ir terminando, pero esto es muy importante. ¿Cómo entran los apegos a nuestra vida? No solo es por la idea de la impermanencia. Los budistas hablan de la ignorancia fundamental cuando hablan de la impermanencia. La impermanencia es que todo fluye, todo se mueve, todo cambia. El yo cambia, todo cambia.

1:02:25

Entonces, cuando yo quiero detener algo en el tiempo y congelarlo, estoy en el apego, que es la razón que daba Buda para explicar el sufrimiento humano, y sigue siendo una razón supremamente válida. Entonces, el desapego, la impermanencia, no solamente es eso, sino que es lo que les voy a decir. No solamente uno se apega por la impermanencia, se apega por esto que les voy a decir. Nuestro yo es lo que yo soy, lo que yo creo que soy. Es un centro de procesamiento de la información que acumula toda la información autorreferencial, con lo que yo me identifico. Si a ustedes les dicen «¿Usted quién es?» y ustedes sacan el DNI, «Yo soy esto que está aquí». Ahora, si yo empiezo a hacer un experimento con ustedes y les quito la ropa, el DNI, los aretes, los zapatos. Los dejo desnudos, los agarro y, con un ovni, los llevo a la China y los suelto en la mitad de un monte perdido en la China y, después, yo les pregunto «¿Ustedes quiénes son?», ustedes tendrían problemas para decir quiénes son. Esto es un experimento virtual que se ha hecho, porque, entonces, si yo no soy esto… Yo soy esto, yo soy la ropa, yo soy profesora de la universidad, yo soy tal cosa, yo soy psicólogo, yo escribo… Pero es lo que ustedes hacen, no es su esencia. No sabemos cuál es su esencia. Pero, entonces, ese yo en nuestra cultura lo empezamos a ampliar. Es lo que yo llamo la expansión del yo. Entonces, uno empieza a meter dentro del yo un montón de cosas: meto la Ferrari, meto un par de zapatos «Chimichú»… ¿Voy bien? ¿Chimichú? Está bien dicho, ¿sí? Bueno, un bolso Vuitton. Puede ser más barato todo, pero no importa. Y le meto cosas. Entonces, mi yo ya empezó a captar eso. Ya está dentro mi yo. Entonces, yo me identifico con eso, con la Ferrari. La Ferrari soy yo, yo soy la Ferrari.

 

1:04:25

Si alguien golpea a la Ferrari, me golpea a mí. Si alguien dice que la Ferrari es un carro asqueroso, yo voy a salir a defenderlo. Si alguien me critica… ¿A ustedes nunca les han felicitado los zapatos? Yo siempre he tenido un cortocircuito con eso. «¡Qué lindos zapatos tienes!». Y yo antes decía «Gracias». Pero, entonces, ahora digo: «Zapato, da las gracias». ¿Por qué tengo que dar las gracias yo? «Da las gracias, dale. No, no le quiere dar las gracias, señora, ¿qué vamos a hacer? Lo siento mucho». «¡Qué linda casa tiene!». «Sentémonos. Casa, agradece». Bueno, así he perdido una cantidad de amigos impresionante, pero funciona para el desapego. Bueno, entonces, cuando uno va agrandando el yo, va metiendo cosas. Entonces, por ejemplo, pongo mi imagen física. Entonces, «¡Qué linda que estás hoy!» o «¡Qué lindo que estás hoy!». Eso soy yo, la belleza. Y ahí empiezan a estar todas las ataduras. Entonces, imagínense que, con un cordón, uno empieza a atar todas esas cosas. Cuando tengo el yo así, tan expandido, mi identificación se diluye porque me estoy asociando a determinados objetos o situaciones o personas. ¿Dónde está? Entonces, me empiezo a sentir halagado, que puede ser peor. Vamos a suponer que, qué sé yo… Sí, ¿por qué puede más el aplauso externo que el aplauso interno? ¿Por qué el autoelogio nos lo prohibieron? Maldita sea, ¿por qué? El autoelogio es genial, yo me puedo elogiar, mua, así. Y, si estoy solo, lo hago sin beso, pues, como quieran. El autoelogio es la autofelicitación, es una autoverbalización positiva. Pero, como estamos más dependientes del elogio externo, un aplauso puede más que un aplauso interior. Lo interior no tiene tanta fuerza, porque nos estamos identificando con cosas afuera. Entonces, agarrar la Ferrari y sacarla: «Me importa un carajo, yo no valgo por el carro que tengo».

1:06:24

Hay que leer al Maestro Eckhart, en el siglo xvi. Yo tengo un libro que se llama ‘Pensar bien, sentirse bien’ y en la última parte hablo de ser o tener, que es lo que decía el Maestro Eckhart, lo que escribió Fromm, lo que escribió Octavio Paz: ser o tener desde un punto de vista psicológico. Yo no valgo por lo que tengo ni valgo por la apariencia. Yo valgo por lo que soy. ¿Y qué soy? Lo tengo que buscar, tengo que explorar. Curiosidad. Curiosidad, asombro e interés. Cuando yo me meto con esas tres emociones, no hay apego que resista. No pueden soltar todos los apegos. Yo me imagino a Buda, sentado, diciendo: «¡Maldito apego, que no soy capaz de sacármelo de encima!». Yo me imagino a Buda protestando, porque Buda claro que tenía apegos, pero el asunto es tener la menor cantidad posible de apego. El apego es una adicción. Por ejemplo, yo le digo a mi pareja: «Tú me vas a hacer feliz. Yo espero que tú me hagas feliz». Estoy apegado a que ella me haga ser feliz. Entonces, ella me dice: «Elige entre tu carrera y yo. ¿Qué eliges? Música o yo. ¿Vas a estudiar música o yo? Elegí uno de los dos». «Te elijo a ti, mi amor». Y después ella dice: «Yo quiero estudiar equitación».  «Elige: equitación o yo». «Tú». Perfecto. Una pareja en que cada uno hizo feliz al otro y los dos juntos son dos infelices. Claro, si empiezo a depender de lo que tú me dices y empiezo a depender de lo que tú me das, ¿esa dependencia emocional me va a llevar a qué? A la corrupción. El apego corrompe. Grábenlo. El apego corrompe porque ustedes empiezan a negociar con sus principios. Porque el miedo corrompe y no hay apego sin miedo. Entonces, adicciones, las menos que puedan. Hagan la prueba y van a ver que son capaces de resistir.

01:08:20

La gente en el COVID fue lo que más me impresionó a mí. La gente que me decía «No soy capaz» y era capaz. Después, venía y me decía «Fui capaz. Yo pensé que nunca iba a ser capaz». «¿Le gustan los langostinos?». «No, me parecen horribles». «¿Y ha comido langostinos?». «Nunca». «¿Usted ha salido alguna vez a correr?». ¿Nunca han salido a correr sin rumbo, sin tiempo y sin nada? Hagan la prueba un día, van a ver que la pregunta más estúpida es: ¿vas a llegar tarde? ¿A dónde? Si no voy para ninguna parte. No puedo llegar tarde. ¿Nunca van caminando por la calle, porque, sí, voy a salir a caminar, y hay alguien que los pasa y ustedes dicen «¿Quién es este que me pasó?» y empiezan a competir? Porque estamos apegados a un montón de estupideces. Nosotros somos los especialistas en eso. Limpiar la mente es rescatar el amor propio debajo de esa chatarra de creencias limitantes, estúpidas, apego principalmente, y cortarlos poco a poco, uno a uno, voy dejándolos caer. Como decían los maestros budistas más antiguos, el desapego es la madera podrida de una barca abandonada en la playa: llega un momento que se cae, paf, y se cayó sola. Cuando yo dejo de utilizarlo, cuando yo dejo de reforzarlo. Traten de aprender, si quieren, a aplicar estos cinco principios. Si se siente muy mal, síganlo aplicando. Si ya se siente muy muy mal, síganlo aplicando. Y, si les va mal, qué sé yo, problema de ustedes. No, mentira, síganlo aplicando, aplíquenlos. Si ven que tienen algún problema, revísenlos. Otra vez, revísenlos, aplíquenlos, aplíquenlos. Si tomaron nota, genial.

1:10:09

El ochenta y pico por ciento, el ochenta y cinco por ciento de las personas que se mostraron, después de seis años, con una calidad de vida estupenda y no volvieron a tener síntomas tenían estos cinco elementos. Los repaso, los títulos. Saber diferenciar cuándo vale la pena y cuándo no vale la pena. Dos, audacia y experimentalismo, atrevimiento, atreverse. Tres, éxito versus fracaso. O sea, la concepción. Cambiaba la concepción. O sea, el éxito como un intento. El otro es la flexibilidad, que es romper todos los esquemas que son rígidos y yo pasarme a la exploración. La mejor manera de romper un esquema rígido es dudar de él. Si quieren, no los desobedezcan. Duden. Duden. La duda: hay una duda que es para avanzar y hay una duda que es retardataria. La duda que es para avanzar es cuando yo pongo esa duda al servicio del cambio, porque, cuando no pongo la duda al servicio del cambio, entra la resistencia al cambio, que sería otra cuestión. Y la última es la filosofía del desprendimiento, que es volver prescindible lo que creemos imprescindible. Eso es maravilloso, cuando lo empiezan a hacer. Uno puede comprar un cuadernito y empezar a anotar. «Hoy, ¿qué me saqué de encima? Bueno, hoy enterré a mi marido». No se vayan a ese extremo. «Lo tengo en el clóset, ya encerrado». Bueno, lo que sea. Cada apego, cada apeguito, cada dependencia… La metáfora que explica eso, para cerrar, es el títere: como si fuéramos un títere y tenemos cientos de hilos que nos atan a un montón de cosas y no nos podemos mover. Creemos que, si nos movemos, nos caemos y estamos atados con unos hilos a un montón de cosas que creemos que nos sostienen y no nos sostienen.

1:12:09

Lo que ustedes creen que les da felicidad no les da felicidad. El apego nunca les va a dar felicidad. Porque ustedes están esperando poner afuera lo que tienen que tener adentro. Cuando se quieran alejar de algo… Y esto es para que lo piensen, esto sí ya es para terminar: cuando se quieran alejar de algo, no piensen en la distancia física. Yo me digo a mí mismo muchas veces en las meditaciones: «Me voy a alejar hacia adentro». Porque a veces uno no se puede alejar hacia afuera. Aquí está y yo me alejo una distancia. No, me alejo hacia adentro. Adentro tengo un cosmos y me voy hacia adentro, y cada vez más lejos, y puedo tener a la persona ahí o al objeto ahí. Cada vez más adentro. Y el placer es impresionante, porque todavía te tengo ahí al lado, pero me importas un rábano, puedo prescindir de ti. Muchas gracias. Adiós.