COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

Las misteriosas historias del Titanic

Carmen Posadas

Las misteriosas historias del Titanic

Carmen Posadas

Escritora


Creando oportunidades

Más vídeos sobre

Carmen Posadas

Escribir le salvó la vida cuando era una niña tímida y retraída pero, también, cuando perdió a su marido y a su padre. La escritora Carmen Posadas explica que el secreto de la vida está en “no perder nunca la curiosidad ni el entusiasmo”. Para ella, también es importante “tener la sensación de que lo que haces le importa a alguien”. Asegura que la escritura es un acto muy solitario y que los novelistas son como náufragos que viven en una isla desierta, lanzando mensajes al mar en una botella: “Nunca sabes a qué otro náufrago le va a llegar”. A Carmen Posadas le apasiona lo que los franceses llaman la ‘petite histoire’, o aquellas anécdotas de la historia que sirven para reflejar una época o un personaje. Sus obras se caracterizan por el humor sutil, un agudo sentido de la observación y una mirada crítica hacia las dinámicas del poder. Posadas afirma que los “personajes malos" son mucho más interesantes “porque tienen más aristas”. Y concluye: “Muchos de los grandes personajes de la literatura son seres infames”.

Carmen Posadas ha destacado tanto en el mundo de la literatura como en el del periodismo. Es columnista habitual en la revista XL Semanal y ha colaborado en otros medios de comunicación reconocidos, como los periódicos ‘El País' y ‘ABC’. A lo largo de su carrera, ha abordado diversos géneros, entre ellos la novela, el ensayo y la literatura infantil. Su primera novela, "Cinco moscas azules", fue un éxito inmediato y la consolidó como una autora prometedora. Pero fue su novela "Pequeñas infamias" la que la catapultó a la fama internacional. Por ella obtuvo el Premio Planeta en 1998, consolidándola como una de las escritoras más importantes de la literatura hispana contemporánea. Otros galardones que ha recibido son el premio Apeles Mestres de Literatura Infantil, el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid y el Premio de las Letras del Ateneo, entre muchos otros. Sus obras han sido traducidas a más de treinta idiomas. En 2024 publicó su última novela: ‘El misterioso caso del impostor del Titanic’ (Espasa).


Transcripción

00:10
Carmen Posadas. Gracias. Bueno, que sepáis que impresiona mucho esto, ¿eh? Me llamo Carmen Posadas, soy uruguaya y vivo del cuento en el más literal sentido de la palabra. Para decirlo más elegantemente, soy escritora. Escribo desde… bueno, desde que tengo gusto de razón, pero publicando desde el año 1983, con lo cual me he dado cuenta de que soy viejísima. Y ahora estoy aquí para que me preguntéis lo que queráis. Como decía Oscar Wilde: «No hay preguntas indiscretas…». No, ¿cómo es? «No hay preguntas indiscretas, sino contestaciones imprudentes», así que yo voy a ver qué tal me desenvuelvo con vosotros. Gracias.

01:05
Mujer. Hola, Carmen. He tenido la suerte de leer tu último libro, «El misterioso caso del impostor en el Titanic», y me gustaría hacerte dos preguntas: ¿Por qué el Titanic? ¿Y por qué elegir como protagonista a la escritora Emilia Pardo Bazán?

01:19
Carmen Posadas. Bueno, te cuento un poquito cómo surgió la idea de escribir este libro. La mayor dificultad que tenía es que escribir sobre el Titanic es muy arriesgado, porque ya han corrido ríos de tintas, se ha dicho absolutamente todo, ¿no? Y era contar una historia que se ha contado mil veces pero desde otro punto de vista. A lo mejor, alguno de vosotros se quiere convertir en escritor. Lo primero que tengo que decir es que los escritores somos como vampiros, estamos todo el día intentando robar ideas de donde sea, porque hay veces que se te ocurren cosas y hay veces que no se te ocurre nada. A mí, en ese momento, no se me ocurría absolutamente nada, y fui un día a la presentación de un libro de Julia Navarro, que todos la conocéis también. Y después había una cena y un amigo me habló de los españoles que iban a bordo del barco, que eran diez. De ellos, siete se salvaron, tres perdieron la vida y solo se recuperó el cuerpo de uno. Y de los otros dos, los cadáveres nunca se encontraron, así que sus familias tomaron la terrible decisión de comprar un cuerpo de los muchos que flotaban alrededor del barco y enterrarlo como si fuera su pariente.

02:30

Entonces, tengo que explicar un poquito por qué hacían esta cosa tan rara, porque, en aquella época, si no aparecía un cuerpo, no podían dar por muerta a esa persona hasta pasados veinte años. Bloqueaban todas las cuentas bancarias, la familia no podía heredar, la viuda no se podía volver a casar… Y, entonces, estos dos hombres, uno era madrileño y el otro era asturiano y vivía en Cuba, las familias compraron sendos cadáveres y los enterraron como si fueran su pariente. Y ahí es donde empieza la novela: al cabo de diez años en la familia de este señor asturiano que vivía en La Habana aparece alguien y dice: «Soy Fulano de Tal y he sobrevivido». Entonces, su mujer, que estaba enamoradísima de él, está convencida de que, en efecto, es quien dice ser, pero su hermana, que vive en Asturias, piensa que no, que tiene que haber gato encerrado, con lo cual contrata a un detective para que averigüe. Entonces, yo necesitaba un detective que investigara todo este caso y recurrí a Emilia Pardo Bazán. Y la razón por la que elegía a Emilia Pardo Bazán es porque a las dos nos gustan mucho las novelas policiacas. A ella le gustaban tanto que incluso iba a los juicios. Se interesó muchísimo… ¿Alguno os acordáis del crimen de la calle Fuencarral? Que fue un caso así como muy notable y, bueno, había muchas hipótesis de quién podía ser el asesino, no sé qué… Al final condenaron a la cocinera y le dieron garrote vil.

04:10

Bueno, ella, Emilia Pardo Bazán se interesó mucho por este caso, abogó por que no le dieran garrote vil a esta pobre mujer, etcétera. Y, entonces, como le gustaba tanto la crónica negra, un día decidió que iba a enmendarle la plana a Conan Doyle, que es el autor de Sherlock Holmes, porque decía que Sherlock Holmes era un personaje muy plano, sin ninguna profundidad psicológica, y que ella iba a inventarse un personaje mucho mejor. Entonces, tenía pensado escribir esta novela, que se llama «La gota de sangre», necesitaba un detective, miró a su alrededor y tenía un amigo que era mucho más joven que ella. A ella le gustaban mucho los señores y a los señores les gustaba mucho Emilia Pardo Bazán, lo cual es bastante asombroso, porque no era la Venus de Milo, ¿verdad? Pero tenía mucho éxito. Y entonces se fijó en este señor que se llama Ignacio Selva, que era amigo suyo. Era un «playboy», un cara dura, un tarambana, pero tenía su corazoncito y quería ser escritor, y se citaban periódicamente en el Lhardy para charlar de esto. Y, entonces, lo convirtió en el detective de «La gota de sangre», y «La gota de sangre» tuvo tanto éxito que Selva recibía cartas en su casa proponiéndole casos. Y entonces ahí es donde yo tomo la idea de que investigue «El misterioso caso del impostor del Titanic».

05:37
Mujer. Hola, Carmen. Sé que te encanta Agatha Christie. ¿Nos podrías desvelar el misterio detrás de esta fascinación?

05:45
Carmen Posadas. Bueno, es muy antigua esta fascinación, porque cuando empecé a escribir admiraba tanto a Agatha Christie que le copiaba un montón de cosas. Entonces, por ejemplo, siempre decían que Agatha Christie escribía con una manzana puesta en la mesa, y yo me ponía, por supuesto, una manzana. Después, que tomaba té, y yo también tomaba té. Después, que escribía en unos cuadernos que se abrían así, pero no se abrían así. Bueno, todos los rituales. No sé si me ha pegado algo, pero, de todas maneras, me ha ayudado, porque escribir es un acto muy solitario y tienes que encontrar trucos para sentirte cómoda. Yo fui al colegio interna en Inglaterra y, entonces, teníamos unos horarios ingleses, como su propio nombre indica. O sea, que, a lo mejor, nos acostaban a las siete y media de la tarde. En Inglaterra no se hace de noche en verano hasta las diez de la noche, ¿no? O sea, que era aburridísimo. Y, sin embargo, teníamos que meternos en la cama a esa hora horrenda. Entonces, yo necesitaba libros. Ahí es donde conocí a Agatha Christie, pero también conocí a Jean Plaidy. No sé si alguno de vosotros ha leído algo de Jean Plaidy, que eran novelas históricas apasionantes. Y además, en concreto, las novelas históricas estas me vinieron muy bien para los exámenes de historia, porque te dan una cantidad de datos y de curiosidades que luego, más adelante en mi vida, también me han venido bien, en el sentido de que cuando yo he escrito novelas históricas me acordaba mucho de Jean Plaidy porque, y aquí va la recomendación para alguno de ustedes que se quiera convertir en escritor de novelas históricas, cuando escribes ese tipo de novela, no tienes que aburrir al lector con un montón de cifras, de fechas, de batallas…

Las misteriosas historias del Titanic. Carmen Posadas, escritora
07:42

Seguro que os ha pasado alguna vez de ver una novela que te da la sensación de que el escritor te dice: «Ahora te vas a enterar de lo mucho que sé», y pone una cantidad de cosas que a ti no te importan nada, porque lo que quieres es que te cuente una historia interesante, curiosa, etcétera. Así que, para escribir novelas históricas, tienes que fijarte mucho más en lo que llaman los franceses la «petite histoire», que en lo que nosotros llamamos «historia». Y contaba un famoso escritor inglés, que también se dedicaba a este tipo de novelas: «Por ejemplo, si queremos hablar de Julio César, es muy importante decir que era calvo. Por eso le gustaba tanto la corona de laureles y conquistó el mundo». Así que tú, desde lo anecdótico, desde detalles que parecen insignificantes, puedes retratar un personaje o una época.

08:42
Mujer. Hola, Carmen. Estoy encantada de estar aquí, soy admiradora tuya. He leído también por ahí que una vez, o en alguna ocasión, tu padre decía que después de Homero y Cervantes no había nada más que escribir. Te quería preguntar, después de que te haces una escritora reconocida ya, ¿cómo encaras esa conversación con él o qué sucede ahí?

09:08
Carmen Posadas. Bueno, esa frase de mi padre me creó muchos problemas, porque mi padre era un devoto de la literatura, ese tipo de persona que aprende ruso para leer a Tolstoi y griego para leer a Homero. Y es verdad que él decía que después de Shakespeare y Cervantes él jamás se atrevería a escribir una sola línea, porque le parecía como una profanación. Así que, cuando yo decidí que quería ser escritora, digo: «Bueno, a ver cómo le cuento a papá que la nena quiere ser escritora». Tenía muchas desventajas, porque yo nunca fui a la universidad, por ejemplo, yo soy completamente autodidacta. Y, además, en la vida lo he hecho todo al revés. La gente, normalmente, primero estudia, luego trabaja y luego se casa, ese es el orden. Bueno, yo me empecé casando, así que con veintipocos años ya tenía dos niñas en el mundo, y entonces es ahí cuando me dije: «Bueno, Carmencita, ¿qué quieres ser el resto de tu vida? ¿Te vas a dedicar a ser madre perfecta, esposa ideal y la que hace las mejores tartas de manzana del barrio? ¿O te gustaría hacer otra cosa?». Entonces pensé que sí, que me gustaría hacer otra cosa. Pero como no había ido a la universidad, mis posibilidades laborales eran escasas. Es verdad que hablo idiomas bien, pero, en aquella época, al menos con inglés y francés, lo único que podías ser es secretaria internacional o azafata, que ninguna de las cosas me atraía demasiado. Así que empecé a leer los anuncios por palabras, y había uno que decía: «Hágase rico plantando champiñones».

10:46

Dije: «Mira, esto sí, esto me viene bien, esto me viene bien». Porque yo tenía una casa, una casita con un jardín. Y entonces encargué aquel kit, que me costó carísimo, lleno de palitas y semillas, con tan mala suerte que planté los champiñones y murieron todos, así que tuve que volver a replantearme mi vocación. Y fue cuando encontré un anuncio en el periódico de un escritor argentino que daba clases de literatura creativa. Y me apunté ahí hasta ahora. Cuando ya empecé a publicar mi primer libro, se lo mandé a papá. Yo vivía aquí, él vivía en Uruguay. Ni una palabra. Escribí otro libro, se lo mandé a papá. Ni una palabra. Y así uno y otro, hasta que escribí mi primera novela, que tardé mucho, precisamente por eso que te contaba de que no me atrevía a dar ese paso. Entonces, dije: «Bueno, ya esta es la última vez que le mando a papá ningún libro. Si no me contesta esta vez, se acabó». Era en la época en que existían los faxes. ¿Os acordáis de los faxes? Ahora parece del jurásico. Bueno, yo estaba tranquilamente en casa y, de repente, empieza a salir un fax muy largo muy largo muy largo muy largo… y era una carta de papá, en la que me decía cuánto le había gustado la novela, hacía como una crítica literaria de cada uno de los personajes y de la situación, no sé qué… Yo, más tarde en la vida, he tenido críticas del «The New York Times», del «The Washington Post», de «Le Monde», de lo que te diera la gana, pero nada ha significado tanto para mí como ese fax.

12:33
Darío. Hola, Carmen, me llamo Darío. Es un verdadero placer escucharte. Sé que eres una gran defensora de los beneficios que nos aporta la escritura y quería saber cuáles son esos beneficios que nos aporta a escribir.

12:47
Carmen Posadas. Bueno, muchas gracias, Darío. A ver, te cuento: a mí me salvó la vida directamente el escribir, por muchas razones. Primero, porque yo era una persona extraordinariamente tímida. Yo era de esas niñas que, cuando la gente la miraba, se tiraba encima la Coca-Cola y tartamudeaba. Lo mío era muy patético, muy muy patético. Así que iba y escribía un largo y lacrimógeno diario, que es el comienzo de mi vocación. Si yo no hubiera sido esa niña tan acomplejada y tan tímida no estaba aquí hablando con vosotros en este momento, así que esa es la primera vez que me salvó la vida la literatura, en este caso, escribir un diario. Pero después, más adelante, me he ahorrado muchísimo dinero en psicoanálisis, una pasta, porque yo soy una persona bastante torturada, bastante torturada, y, además, pesimista, o sea, tengo una cantidad de efectos horribles. Y escribir es, de alguna manera, aclarar las ideas, ¿no? Yo creo que muchas veces nosotros tenemos la solución a nuestros problemas, lo que pasa es que son ideas que están como dando vueltas en la cabeza, como moscas así, que no las consigues fijar, pero, si las escribes, tomas una cierta distancia con esos problemas. Entonces, lo ves con una cierta perspectiva y eso ayuda mucho. Y después, otra cosa para la que me ha sido utilísima la literatura es que, cuando alguien me cae mal, lo pongo en un libro y lo mato, me quedo como nueva. Eso me chifla. Las venganzas… No sabes la de gente que he asesinado yo por ahí. Tremendo.

14:42
Mujer. Hola, Carmen. Bueno, tú has nacido en Uruguay, pero también has vivido en muchos otros países, como España, Argentina, Rusia… Y quería preguntarte qué te han aportado esa juventud y esa infancia a tu forma de entender el mundo.

14:53
Carmen Posadas. Bueno, yo estoy muy agradecida por la vida que he tenido por distintas razones. La primera es que, como os se estaba contando yo de esa niña tan tímida y tan introvertida, cada vez que cambiaba de país, me decía: «Bueno, Carmencita, esto es como otra reencarnación. Tú vas a ir a otro país, vas a ser otra persona, vas a ser mucho más simpática, vas a tener más amigos, te va a ir mucho mejor…». Entonces, me lo planteaba así, ¿sabes? Hay hijos de diplomáticos que se lo han planteado al revés, se lo han planteado como diciendo: «Ahora me arrancan de mi hábitat y me llevan a otro lado y tengo que volver a hacer amigos y tengo que volver a otro colegio y no sé cuántos», pero yo lo veía como otra oportunidad que me daba la vida. O sea que, en ese sentido, me alegro mucho. Y, después, otra cosa que te da el viajar y el cambiar de países es que relativizas mucho todo. La gente que no ha viajado piensa que las lentejas de su madre son el plato más delicioso que se puede comer nunca o que la torre de la iglesia de no sé dónde es el edificio más sublime. Bueno, pues cuando viajas te das cuenta de que hay otros mundos y otras circunstancias igualmente interesantes. Entonces, también te da… Y luego, no sé si os pasa a vosotros: yo me he dado cuenta de que cuando uno cambia de país cambia de forma de ser. Entonces, por ejemplo, vas a Suiza y no te atreves a tirar un papel en el suelo, pero si vas a El Cairo… pues aquello es un caos y vas tirando cosas por todos lados, ¿no?

16:40

Así que yo me reinventaba. Fui completamente distinta en Uruguay de lo que fui en España. Después, de ahí nos llevaron a Rusia… Bueno, la verdad es que yo en Rusia no viví mucho, solo me casé. A mi padre lo destinaron a Moscú en el año 1972, o sea, en la época soviética dura. Entonces, yo tenía un novio español con el que me quería casar, y mi madre dijo: «Bueno, ¿te vas a casar y te vas a quedar en Madrid, ya te casas en Madrid o te gustaría casarte en Moscú?». Yo le dije: «Yo me quiero casar en Moscú, claro, me parece mucho más exótico». Pero no había relaciones diplomáticas entre España y la Unión Soviética. Pero a mi madre no se le ponía nada por delante, no había obstáculo que mi madre no salvara. Era ese tipo de persona que vende helados a los pingüinos, y ahora les voy a explicar por qué. Bueno, llegamos a Moscú. Llegamos en el mes de agosto y yo me casaba en el mes de octubre, así que había que ponerse en marcha rápidamente, porque organizar una boda en dos meses es muy difícil y, sobre todo, en un país que no conoces. Bueno, lo primero que hizo mi madre fue ir a ver las iglesias y dijo que la única iglesia católica que había en Moscú no le gustaba nada y que su hija no se iba a casar ahí de ninguna manera. Y mi padre, que era muy pragmático, muy tranquilo, dijo: «Bimba, ¿dónde se va a casar la niña si no hay más iglesias católicas?». «Se va a casar en una iglesia ortodoxa», dijo mi madre. Y se fue a ver al patriarca de la iglesia ortodoxa, que se llamaba el patriarca Pimen. Yo no sé qué le dijo al patriarca, pero lo convenció de que a la iglesia rusa le iba a venir muy bien esta boda ecuménica, porque aquí donde me tienen yo soy la primera persona que se ha casado en una boda ecuménica. O sea, nadie antes había casado en la iglesia que no correspondía con su religión.

18:36

Bueno, entonces, lo convenció de que iba a ser la primera boda ecuménica y que iba a salir en los periódicos del mundo entero. Y, en efecto, así fue. O sea, la primera vez que yo salí en los periódicos fue por esta boda tan exótica, que se celebró en las colinas de Lenin, y que además fue con un rito mixto. Me casó el nuncio católico, pero el rito era ese de las coronas, que lo habéis visto alguna vez. Pero, bueno, mi madre era así, no se le ponía nada por delante. También para arreglar la casa tuvo una cantidad de problemas, porque, cuando llegamos, en la casa había que pintar, había que acuchillar, estaba todo horrible… Y como cualquier cosa en la Unión Soviética está centralizada, había que llamar a un organismo que se llama el UPDK. Si tú querías un carpintero, un fontanero, lo que sea, había que llamar al UPDK. Mamá llamaba al UPDK y no venía nadie, y no venía nadie, y no venía nadie. Y pasaba el tiempo y la secretaria le dijo: «Mire, señora, esto solo se puede arreglar hablando en el comedor». Y mi madre dijo: «Pero, bueno, ¿qué vamos a arreglar en el comedor?». «No, no, usted siéntese y cuente lo que le pasa».

19:48

Entonces, mamá se sentó en el comedor y dijo: «No, yo que admiro tanto la Unión Soviética, este gran país, que ha puesto al hombre en el espacio… Pero mi hija se casa dentro de dos meses y no consigo que venga ni un carpintero, ni un fontanero, ni un pintor…», al día siguiente estaban todos allí, porque los micrófonos del comedor eran los más sensibles. Esa era la parte buena de tener micrófonos por todos lados, pero tenía también sus complicaciones. De vez en cuando, los micrófonos se invertían y oíamos nosotros a los espías. Entonces, tú estabas durmiendo tranquilamente a las cuatro de la mañana y se oía una música frenética o una discusión acalorada, porque los rusos son muy pasionales, y tenías que golpear la pared y decir: «Por favor, por favor, cállense, que queremos dormir». Y todas estas anécdotas están en un libro que, a lo mejor, alguno de vosotros habéis leído, que se llama «Hoy caviar, mañana sardinas», que es, bueno… La historia está escrita a medias con mi hermano Gervasio y es nuestra vida como hijos de diplomáticos a los que sus padres arrastran por el mundo cambiando de país y cambiando de colegio y cambiando de amigos.

21:10
Mujer. Hola, Carmen, soy una gran admiradora tuya, bueno, yo y mi madre leemos todos los domingos tu columna y pasa en el chat familiar. Quería preguntarte que tienes libros como «El testigo invisible», en el que nos trasladas a hechos históricos, en este caso, a la Rusia antes de la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo es tu trabajo de investigación para mezclar la ficción con la historia?

21:36
Carmen Posadas. Bueno, sí, es una pregunta que a mí me gusta mucho contar, porque, una vez más, para los que queráis convertiros en escritores, si tú escribes una novela que sea pura ficción, tiene unas ventajas porque te puedes inventar todo. Pero si escribes una novela que tiene un trasfondo histórico, hay cosas que no puedes cambiar. O sea, yo, por ejemplo, en el libro este que tú dices de «El testigo invisible», supongo que no os haré «spoiler», pero mataron a todos, o sea, mataron a la familia Romanov, la familia imperial entera. Entonces, me tenía que ceñir a lo que es la historia. En este caso, fue bastante fácil la documentación, porque hay como unos devotos de la familia imperial rusa. Entonces, tú entras en internet y hay infinitos foros de gente que cuelga fotos, que comenta… En esos foros, por ejemplo, intervienen personas que o bien los conocieron o cuyos abuelos conocieron a la familia y que cuentan anécdotas y curiosidades. Entonces, había muchísimo muchísimo material. La dificultad era encontrar qué es verdad y qué es mentira.

22:48

Porque, claro, yo, cuando empecé a escribir, creía que Anastasia había sobrevivido. Les cuento la historia de Anna Anderson, es que es increíble. Bueno, a lo mejor, habéis oído hablar de esta señora que se llama Anna Andersen, que murió haciendo creer a todo el mundo que en efecto ella era la gran duquesa Anastasia. Su historia es la siguiente: es una señora que aparece medio ahogada en un canal en Holanda y entonces la llevan a un manicomio. Y esta mujer estaba en «shock» y no podía hablar. Y, de repente, alguien que estaba… una enfermera o no me acuerdo bien quién, alguien de ahí, de esta institución, dice… Esta persona, que había trabajado con la familia imperial en Rusia, dice: «Pero ¡si es Anastasia! Si es Anastasia. Es ella, es ella». Se empieza a correr la voz, todo el mundo impresionado… Viene a verla el tutor de las niñas y, al principio, le preguntaban: «Bueno, Anna», porque se hacía llamar Anna, «¿tú te acuerdas de cómo se llamaba el perrito que teníais?». Y ella: «No, no, tengo amnesia, no me acuerdo de nada». Pero ahí le iban preguntando y entonces le decían: «No, acuérdate, se llamaba Joy», con lo cual, la próxima persona que la venía a visitar, ella ya sabía que el perrito se llamaba Joy.

Las misteriosas historias del Titanic. Carmen Posadas, escritora
24:11

O sea, que fue reuniendo toda la información que pudo… y no sé verdaderamente cómo les hizo creer, porque ella no hablaba… hablaba ruso muy mal, porque era polaca y no hablaba una palabra de francés. Hay que decir que la familia imperial entre ellos hablaban en francés. En Rusia, todas las familias elegantes hablaban en francés. Muy bien. Bueno, entonces, se muere Anna Andersen y todo el mundo está convencidísimo de que esa señora era la gran duquesa Anastasia, ¿vale? Muy bien. Se muere. Al cabo de unos años, descubren los cadáveres de la familia imperial en una mina en Ekaterimburgo. Entonces, exhuman los cadáveres y tienen que hacer una prueba de ADN para comprobar si, en efecto, son ellos o no. Para hacer las pruebas de ADN, tienes que cotejar el material biológico con alguien que sea pariente por vía materna. Esto es muy importante, porque por vía paterna puede fallar, la señora puede haber tenido un hijo con otra persona, pero por línea materna no falla, así que el pariente más cercano por línea materna que había para hacer estas pruebas era el duque de Edimburgo. Bueno, entonces, hacen las pruebas de ADN cotejando el ADN del duque de Edimburgo y da 99,9999 % que, en efecto, son los restos de la familia imperial. Bueno, ¿qué pasa ahora? Que el viudo de Anna Andersen, que es esta señora que se hizo pasar por la duquesa y que todo el mundo pensaba que era ella, dijo: «Ahora mi mujer va a quedar reivindicada para siempre. Yo voy a pedir que cotejen los restos de mi mujer con los restos de la familia imperial». Pleiteó, pleiteó, pleiteó, consiguió, en efecto, que se cotejaran los restos y el resultado fue que era 99,9999 % que no tenía nada que ver con la señora. O sea, que si su marido nos hubiera puesto tan pesado, todavía pensaríamos que era ella. Gracias.

26:30
Mujer. Hola, Carmen, ¿qué tal? Tenía una curiosidad. Quería preguntarte: de todos los personajes reales que aparecen en tus novelas, ¿a cuáles salvarías de un naufragio? Es decir, ¿cuáles son tus favoritos y por qué?

26:43
Carmen Posadas. Bueno, eso es casi como si te preguntan que a qué hijo quieres más. A pesar de que estamos hablando de personajes reales, hay muchos a los que tengo cariño por distintas razones. Por ejemplo, le tengo mucho cariño a «La Bella Otero», que fue la primera novela histórica que yo escribí y que, bueno, trata de una niña de una aldea de Pontevedra que no sabía ni leer ni escribir, que se convierte en una de las mujeres más ricas del mundo, amante de siete reyes. La llamaban «la sirena de los suicidios» porque todo el mundo moría por sus amores y era de una inteligencia natural impresionante. Y fue, bueno, pues un personaje muy sorprendente.

27:28

Le tengo mucho cariño, aparte de por sus méritos, porque esa novela está escrita en un momento complicado de mi vida. Yo perdí a mi marido y a mi padre con dos meses de diferencia. Y, entonces, aquello era tan brutal que yo no me podía parar y llorar porque si no hubiera llorado para siempre. Tenía que distraerme con algo y me dediqué a seguir los pasos de la Bella Otero, por donde ella había pasado. Me fui a Valga. Incluso conocí a una sobrina suya que se parecía muchísimo a ella, fue muy interesante. Después estuve en París, donde había tenido tanto éxito, en Niza, que fue donde se retiró, porque ella se arruinó. De ser de las mujeres más ricas del mundo, lo perdió todo porque era ludópata. Se dedicaba a timbearse todo el dinero en el casino. Bueno, esa es una de las que le tengo mucho cariño. De las históricas, también le tengo mucho cariño a Teresa Cabarrús, que es la protagonista de «La cinta roja», una vez más por razones, porque admiro… Bueno, también es una mujer que no es muy conocida. Es mucho más conocida en Francia. La llaman «Madame Thermidor» porque fue la que acabó con el régimen del terror. Acabó con Robespierre, ni más ni menos. Pero aquí en España no es tan conocida y también es una historia muy fascinante, pero ese libro también está escrito en un momento complicado de mi vida.

29:01

Yo he abandonado dos novelas. Después de «El testigo invisible» se me ocurrió escribir una novela sobre una señora que se llama María Bonaparte, que es descendiente de Napoleón, pero sobre todo es famosa porque fue la que salvó a Freud de los nazis. Ella era una devota de Freud, era una discípula de Freud, escritora intelectual, etcétera, y salvó a Freud de los nazis. Yo estaba escribiendo esta novela, y aquí va otro consejo para alguno de vosotros que quiere escribir novelas. Yo notaba que tenía como un nudo aquí y hay algo en esta novela que no funciona. No sé qué le pasa. Intentaba y escribía, y todo lo que escribía no me gustaba. Y, cuando escribís y el estómago dice que no, es que no. O sea, yo soy muy partidaria del estómago. Creo mucho en las tripas porque es ahí donde está la intuición. La cabeza se equivoca bastante, el corazón se equivoca sin parar, pero el que no se equivoca nunca es el estómago. Si hay algo aquí que te dice «esto no marcha», es que no marcha. Bueno, entonces, traté de averiguar qué le pasaba a esa novela, por qué yo no podía escribir, hasta que me di cuenta de cuál era el problema.

30:25

El problema era que ella adoraba a Freud, era discípula de Freud, y yo, después de leer mucho sobre Freud… Me había leído varias biografías de él, una así de grande de un señor que se llama Peter Gray, que es magnífica. Hay un momento dado que dice: «Freud ya ha averiguado de dónde viene la frigidez de la mujer». Y la explicación que da Freud es que esto desciende de la época de la glaciación. Digo: «Mira, hasta aquí hemos llegado, Sigmund. Hasta aquí hemos llegado porque yo no me creo nada de esto que estás contando». Así que tuve que abandonar la novela y, entonces, una vez más me quedé en shock. No sabía qué escribir, hasta que una amiga me dijo: «¿Has pensado alguna vez escribir algo sobre la hija negra de la duquesa de Alba?». Y digo: «Perdona. ¿Cómo? ¿Qué has dicho?». Entonces, me contó que a la duquesa de Alba, la musa de Goya, la maja desnuda, etcétera, etcétera, pues le regalaron una niñita negra, que era algo muy común en aquella época. Estamos hablando del siglo XVIII. La duquesa de Alba no tenía hijos y se encariñó tanto con esta niña que la prohijó y cuando murió le dejó una herencia muy considerable. No la pudo hacer duquesa porque en aquella época no era posible. Imagínense el escándalo de una duquesa de Alba negra, pero sí le dejó una fortuna muy considerable. Bueno, entonces, cuando me contaba esta historia, dije: «Bueno, ya hemos aparcado a Sigmund y, al cabo, me olvido de María Bonaparte». Y, entonces, me interné en la novela esta de «La hija de Cayetana». Y es otro libro, otro personaje, al que también le tengo mucho cariño.

32:15
Mujer. Bueno, ahora quería plantearte la pregunta un poquito al revés. De todos los personajes de ficción que has creado, ¿hay alguno que no te guste especialmente, que le tengas un poquito de manía?

32:28
Carmen Posadas. Pensé que me ibas a preguntar los que me gustaban, que eso era más fácil, porque personajes deleznables he hecho muchísimos. A mí me gusta más crear personajes malos que personajes buenos, porque me parecen más interesantes y tienen como muchas más aristas. Aparte de que a los buenos buenísimos no me los creo. Todo el mundo tiene parte buena y parte mala. Decía Dostoyevski que no hay nada en el mundo más difícil que crear un personaje bueno, y él creó el personaje del príncipe Myshkin, que es el de «El idiota», que es buenísimo buenísimo buenísimo. Bueno, pues es muy difícil salvar a un personaje buenísimo porque te queda ñoño o parece idiota, como, en efecto, por eso Dostoyevski le puso ese título a la novela, o queda plano, así que a mí me gustan los malos. Y, si os fijáis, los grandes personajes de la literatura son todos seres bastante deleznables. Pero a mí me gusta ese tipo de personajes, sobre todo como lectora me gusta mucho, porque a mí personalmente me interesa bucear en el lado oscuro del ser humano y tratar de averiguar por qué la gente se comporta como se comporta, o alguien que es mezquino por qué es mezquino, y no para tener esta visión «Walt Disney» que ahora está tan de moda.

34:01

No sé si os habéis fijado que ahora todos los personajes de Walt Disney, hasta los peores, resulta que son buenísimos y, entonces, ahora acaban de salvar a la bruja de «El mago de Oz», antes de eso habían salvado a la mala de «Blancanieves», también a la de «La bella durmiente». Y todos tienen una historia: pues resulta que su mamá no la quería y su papá la maltrataba y por eso se hicieron malas. Cuando todos sabemos que eso no es así, porque hay mucha gente que tiene una vida horrible y que no se convierten en seres infames. Pero ahora estamos un poco en ese buenismo, así que a mí me gustan mucho los malos.

34:52
Ángela. Hola, Carmen, me llamo Ángela. Te quería hacer una pregunta que también se hizo en este mismo sitio a Ken Follett, y es, si tú fueras mi profesora de Literatura en el instituto, ¿qué tipo de libros me recomendarías para engancharme a la lectura?

35:10
Carmen Posadas. ¿Para ti o para gente más joven? ¿Para niños, para adultos?

35:14
Ángela. Si estuviera en el instituto, pues para gente más joven.

35:18
Carmen Posadas. Bueno, yo creo que es muy importante, y esa es una labor que tienen que hacer los colegios, darles a los niños lecturas que les diviertan. Ahora creo que está cambiando, pero en mi época era muy corriente que le dijeran a un niño de 14 o de 13 o así: «A ver, niños, para el jueves “La Celestina”». Y el niño se iba desolado a su casa con aquel tocho, que además no entendía nada, y se lo tenía que leer en casa y penaba con aquel libro, con lo cual lo odiaba. Y el mensaje es «leer es una obligación». Es el mensaje que tú recibías. En cambio, en los colegios ingleses es lo contrario. O sea, no te dan «La Celestina», te dan «La isla del tesoro», y no te hacen leerlo en casa, sino que lo haces en clase y, entonces, uno es Jim Hawkins y el otro es el almirante Trelawney y el otro es el perro negro este que no me acuerdo cómo se llamaba, y, entonces, el mensaje es «leer es divertido». O sea que es muy importante el recomendar libros que estén en la edad correspondiente. Y luego os voy a dar una recomendación que no se puede poner en funcionamiento, pero que los que tenéis más o menos mi edad aquí, que no sois muchos, lo sabréis. La mejor manera de incitar a la lectura es prohibirla. Sí. A mí no me pasó, pero todas mis amigas venían a casa: «Oye, ¿tú no me prestarías “Madame Bovary”, que es que ya sé que tu padre la tiene y no me la dejan leer en casa? ¿Me lo dejas que lea “Madame Bovary”?». Y luego: «Oye, ¿y “Ana Karenina”? ¿No me dejarías leer “Ana Karenina”?». Bueno, basta que te prohíban algo para que te fascine, ¿sabes? Y, entonces, no es mi caso, digo, porque mi padre a mí me dejaba leer todo, pero sé de muchísimos amigos que se engancharon a la lectura porque estaba prohibidísima.

37:16
Dilan. Hola, muy buenas, Carmen, soy Dilan. Y pues nada, con respecto a esta última novela, tu nieto se ha convertido en tu ayudante. Entonces, ¿cómo fue esa experiencia?

37:27
Carmen Posadas. Yo tengo un nieto que tiene 17 años que se llama Jaime y que lo contraté como mi «hacker» personal porque él se mueve por internet maravillosamente bien y le dije: «Tenemos que conseguir datos raros, o sea, no lo que se ha contado toda la vida». Y me contó… Si queréis os cuento algunos porque son tronchantes. Pues, por ejemplo, este es el cuento del panadero del Titanic. El panadero del Titanic fue uno de los que creyó que el barco no se iba a ir a pique, cosa bastante plausible, puesto que era el barco más seguro del mundo, tenía compartimentos estancos, era un paraíso flotante, o sea que mucha gente no pensó que aquello iba a acabar en tragedia. Y, entonces, el panadero se dedicó a ayudar a todo el mundo a subirse en los botes, a las mujeres, a los niños, pero ya se dio cuenta de que aquello era muy serio y que se iba a ahogar. Pero, como ya no había sitio en los botes salvavidas, porque una de las tragedias del Titanic es que para albergar a todo el pasaje tenía que haber 63 botes y solo había 20. Porque los armadores decidieron que, como era un barco insumergible, para qué iban a afear la cubierta de primera clase con más botes, y solo pusieron 20.

38:48

Entonces, el panadero se dio cuenta de que se iba a ahogar. Así que decidió tumbarse dos botellas de whisky y, con dos botellas de whisky, se tiró al mar y sobrevivió. Esto es un caso que imagino que luego más adelante se ha estudiado, porque primero el alcohol te relaja, con lo cual no estás tan tenso y no sé qué. Luego hay la diferencia térmica, el agua está a una temperatura terrible, muy baja. Así que ya saben si alguna vez se descubren en esta situación. Esa es una de las anécdotas. Y otra curiosísima que también me descubrió Jaime es la siguiente. Esta es la historia de la mayor gafe que yo conozco, porque es que, verdaderamente, esta bate todos los récords. Se llamaba Violet y era angloargentina y trabajaba en el Titanic. Ella era parte de la tripulación. Entonces, Violet era enfermera y se había embarcado en otro barco de la línea que había naufragado y se habían muerto no sé cuántas personas, pero ella se salvó. Se sube en el Titanic, mueren no sé cuántas personas y Violet como si nada. ¿Y qué hace Violet después? Que se sube en un tercer barco que también se hunde. O sea, desde luego… Porque, además, ya sabéis que a los gafes no les pasa nada a ellos. Causan catástrofes alrededor, pero ellos tan tranquilos. Así que Violet murió tranquilamente en su cama a los 83 años.

Las misteriosas historias del Titanic. Carmen Posadas, escritora
40:36
Mujer. Hola, Carmen. En tus historias las mujeres somos protagonistas fuertes y complejas. ¿Qué te lleva a darnos ese papel?

40:48
Carmen Posadas. Bueno, es verdad que escribo sobre mujeres, pero no para escribir libros de mujeres, sobre mujeres, para mujeres, esto es muy agotador, sino porque hay cantidad de historias de mujeres que han tenido un papel increíble en la historia y que han quedado completamente olvidadas. Y, entonces, me gusta rescatarlas. Antes os estaba hablando de Teresa Cabarrús, que ella tuvo un papel muy destacado en la Revolución francesa y que consigue, nada menos, poner fin a la época del terror. No sé si sabéis que en la Revolución francesa, que se les va completamente de las manos a los patriotas, llegó un momento que la guillotina funcionaba tan a destajo que las tuberías, que, mejor dicho, eran como conductos así para que corriera la sangre, se obturaban de la cantidad de sangre que corría por ahí. O sea, una cosa tremenda, bestial. Y, entonces, Teresa Cabarrús colaboró para acabar con Robespierre y a partir de ahí se acaba el régimen del terror. Es una mujer a la que le dio tiempo a hacer absolutamente de todo, porque fue marquesa, fue revolucionaria, fue espía, fue la íntima de Josefina, estuvieron a punto de cortarle la cabeza y además tuvo seis hijos. O sea, que le dio tiempo a hacer absolutamente de todo en esta vida.

42:22

Ese tipo de personas a mí me encanta rescatarlas del anonimato. Y también, por ejemplo, escribí hace poco un libro sobre espías femeninas que también me gustó porque muchas de las hazañas de mujeres que han rendido servicios muy importantes a sus países han quedado completamente olvidadas o ni siquiera han trascendido, precisamente porque eran muy buenas espías. Porque lo más importante de una espía es que no se sepa que lo eres. Y, entonces, ahí en ese libro vienen muchos casos de mujeres que nunca se ha sabido hasta ahora cuál era el papel que habían jugado. Esa es la razón.

43:08
Hombre. Hola, Carmen. Gracias por regalarnos este tiempo. Vivimos en una sociedad que considera la juventud como la época creativa, la mejor época de nuestras vidas. Sin embargo, yo en entrevistas he leído que vives una vida plena y maravillosa y yo me pregunto cuál es el secreto.

43:30
Carmen Posadas. Bueno, yo creo que el secreto, o por lo menos en mi caso, es no perder nunca la curiosidad y no perder nunca el entusiasmo. Y, luego, tener la sensación de que lo que haces le importa a alguien. Da igual a lo que te dediques. Por ejemplo, yo, cuando cumplí 60 años, que estaba muy preocupada porque digo: «Ya es el fin, ya se acabó la juventud, adiós muy buenas, etcétera», descubrí que entraba en una época maravillosa que yo llamo «la prórroga». Muchas personas tenemos la suerte de que, cuando tenemos 60 o 70, ya las cosas importantes de la vida están hechas. O sea, los hijos están casados, tú estás más o menos situada, tienes un dinero y puedes dedicarte a hacer todas las cosas que no podías hacer antes. Las mujeres somos unas enfermas de la siguiente frase «tengo que». Entonces, tengo que ser la mejor madre, tengo que ser la mejor hija, tengo que ser la mejor esposa, tengo que ser la mejor amante, la mejor en el deporte. Es una cosa agotadora, «tengo que», «tengo que»…

44:42

Bueno, pues cuando cumples 60 o un poquito más, se acabó el «tengo que» y dices: «Ahora me toca a mí». Y ahora voy a hacer todo lo que no podía hacer hasta el momento. En mi caso, por ejemplo, yo me puse a bailar tango. Así que el tener algo que te haga ilusión, y ayudar a los demás es muy importante, pero, para que os hagáis una idea, que eso está estudiadísimo. Cuando te hacen académico, de cualquiera de estas academias, te regalan diez años de vida. O sea, ese señor que era un abogado o era un escritor o era un lingüista o era un físico, no sé qué, que ya estaba jubilado, que se veía jugando a la petanca, aburrido como un hongo, de repente, lo hacen académico y vive 100 años. Todos los académicos tienen 100 años. ¿Por qué? Bueno, porque tienen ilusión, porque tienen curiosidad y porque piensan que están haciendo algo que es útil.

45:49
Isaac. Carmen, encantado. Soy Isaac. Tú escribes y creas historias. ¿Recuerdas alguna que te haya cambiado la forma de ver la vida?

46:00

Bueno, de las cosas más gratificantes en mi vida es encontrarme con gente que me dice: «Tal libro, una frase que tú escribiste, me ayudó en determinada situación». Me ocurre mucho con los artículos. O sea, no sé, cosas rarísimas que me pasan con los artículos. De repente, un señor importantísimo, que no puedo decir el nombre, lamentablemente, pero, bueno, de repente, me lo encuentro y saca del bolsillo un artículo todo doblado. Y era un artículo que yo había escrito que se llama «Líbreme Dios de los malos tontos que de los malos listos ya me libro yo». Y, entonces, es verdad, porque los tontos no tienen freno. O sea, son capaces de las cosas más atroces. Los listos por lo menos miden un poco, ¿no? Pero los tontos son capaces de llevarse el mundo por delante. Bueno, pues este señor importantísimo llevaba en su cartera el artículo ese de los tontos y los listos. Después me ocurrió también, cuando murió mi padre y mi marido, que entonces escribí un artículo sobre la pérdida y cómo se asume la muerte y ese tipo de cosas, y me ha ocurrido con dos o tres personas que también tenían el artículo. Y después me pasa mucho de gente que me dice… Es que me lo habéis dicho alguien por aquí, ¿no? Que en el chat, sí, ¿verdad? Sí, sí, sí.

47:38
Mujer. Nos los pasamos. Vamos, el otro día mi madre comiendo me decía: «Mira este de los puercoespines, que si están muy juntos que luego se pueden pinchar».

47:46
Carmen Posadas. Ah, sí, lo de los erizos.

47:48
Mujer. Los erizos, sí.

Las misteriosas historias del Titanic. Carmen Posadas, escritora
47:49
Carmen Posadas. Sí, sí. Y es verdad. Y entonces, para mí, es de las cosas más bonitas. O sea, nosotros los escritores somos como esos náufragos que viven en una isla desierta y que escribes un mensaje en una botella y lo tiras y no sabes a qué otro náufrago va a llegar. Ahora, por suerte, con las redes es más fácil, ¿no? Porque te escribe la gente y te dice «me gustó» o «no me gustó» o lo que sea. Pero, cuando yo empezaba, solo me encontraba con los náufragos por la calle y me hacía muchísima ilusión. O sea, que aprovecho para daros a todas las gracias, primero, por haber venido, por haberme acompañado y, luego, por ser ese otro náufrago que está al otro lado y que habéis recibido alguno de los mensajes en la botella.