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La última vez que se habló el idioma Cuepe

Aníbal Bueno

La última vez que se habló el idioma Cuepe

Aníbal Bueno

Fotógrafo


Creando oportunidades

Aníbal Bueno

A través de la fotografía, Aníbal Bueno ha logrado entrelazar imagen, memoria y cultura con una gran sensibilidad. Su profesión le ha permitido acercarse a comunidades remotas, tradiciones ancestrales, rituales, amuletos y estilos de vida que resisten al paso del tiempo.

Aníbal nos anima a mirar más allá de lo evidente, llegando incluso a reconocer que la fotografía es una herramienta que nos permite llegar a lo desconocido. Sus imágenes y relatos revelan cómo las creencias y los símbolos son puentes que nos conectan con el miedo, la esperanza y lo sagrado.

Su trabajo nos invita a valorar la diversidad cultural como un patrimonio vivo, pero también frágil, porque cada fotografía puede ser un acto de memoria y de encuentro. Es un recordatorio de que la humanidad se entiende mejor cuando miramos el mundo con respeto y curiosidad.


Transcripción

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Aníbal Bueno. Recuerdo el año 2019, cuando estaba recorriendo el suroeste de Angola y estábamos visitando a la comunidad cuis. Los cuis son un grupo de cazadores-recolectores de esa región que han sido en los últimos tiempos desplazados hacia zonas más áridas por problemas sociales, y estábamos en un poblado en el cual, con las duras circunstancias en las que estaban viviendo y teniendo que improvisar las propias viviendas que construían con ramas de árboles, encontré a un niño, que tendría unos cinco o seis años, que estaba elaborando figuritas de barro, figuras de barro de animales. Las hacía con agua y luego las ponía al fuego para que se secasen. Tenía figuras de todos los animales que él estaba acostumbrado a ver. Tenía una figura de una vaca, de una cabra, de una gallina, y eso me hizo pensar en las motivaciones de la vida de cada uno, en las aficiones, en los «hobbies», en lo que hace que nuestro deseo arda. Ese niño, en toda esa situación, estaba dando rienda suelta a su arte, a algo que nacía de él, en unas circunstancias tan duras. En ese mismo viaje, cuando volvíamos hacia la capital, nos encontramos en el margen de la carretera a una niña. Tendría unos 12, 13 años y llevaba un peinado muy llamativo, un peinado típico de su comunidad cuando las niñas pasan a ser mujeres, cumplen el ritual de paso a la edad adulta. Paramos un momento para preguntarle si podíamos hacerle una fotografía y la niña nos miró y nos dijo: «¿Qué es una fotografía? ¿Eso me va a doler?». Y ese fue un momento muy impactante para mí. Yo, que he recorrido más de 110 países, jamás, incluso en los lugares más remotos, he encontrado a una persona que no supiese lo que era una fotografía. Tratamos de explicarle lo que era una fotografía, a través del traductor, y le hicimos una demostración.

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Me puse yo para que me hiciesen una fotografía y la niña viese cómo quedaba la fotografía, que no me hacía daño. Y dio la casualidad de que llevábamos una impresora bluetooth y pudimos hacerle la foto a la niña y entregarle, como recuerdo, la propia imagen. Si vieseis la cara de curiosidad de esa niña, de tratar de entender cómo un momento de la vida real podría transformarse en una imagen en papel… De nuevo, la reflexión acerca de las motivaciones que tenemos en la vida. Y cómo aquello que no conocemos y que descubrimos y tratamos de entender cómo funciona es un fuerte impulso para todos los que nos dedicamos a esto, que es la exploración. En mi caso, mi motor es la curiosidad, y, al igual que aquella niña que trataba de entender cómo funcionaba aquella cámara, siempre he intentado, a lo largo de toda mi vida, descubrir aquello que mis motivaciones vitales me apuntaban. Empecé en los años 90, estudiando Ingeniería Informática en la Universidad de Alicante, porque tenía mucha curiosidad por las máquinas. En una época en la que Internet prácticamente ni existía, yo quería saber cómo funcionaba todo ese mundo. Estuve cinco años trabajando de ingeniero informático y en el año 2011 sentí que lo que me hacía latir el corazón era otra cosa, eran los seres vivos, y quería saber cómo funcionaban. Me trasladé a Málaga a estudiar un doctorado en Biología Molecular y estuve allí cinco años estudiando también e investigando sobre temas de cáncer y de enfermedades raras en la universidad. Y, tras esos cinco años, hubo un punto de inflexión en mi vida, algo que, de nuevo, hizo que mi impulso fuese en otra dirección. Y fue una tarde de primavera, en la cual yo estaba un poco deprimido, había tenido problemas personales, y vi que en redes sociales una amiga escribió un mensaje que decía: «¿Alguien se viene a Camerún?». Y contesté al mensaje, dije: «Yo me voy».

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Y ese momento cambió mi vida por completo, porque hice ese viaje y me vi en una situación que jamás imaginé. Me vi en mitad de la selva, con chimpancés en libertad, que venían, me abrazaban, se subían a mi espalda. Me vi conviviendo con la comunidad baka, unos cazadores-recolectores de la selva primaria de Camerún, acompañándolos a cazar, a recolectar miel en lo alto de los árboles. Y aquello que yo solo había visto en documentales, en revistas de «National Geographic», me di cuenta de que no solo es real, sino que uno puede llegar a esos sitios, uno puede experimentar lo que se siente al estar con estas culturas y al estar en la naturaleza más pura. A partir de ahí, decidí que quería, de nuevo, cambiar mi profesión, y me trasladé a Barcelona a estudiar un máster en Periodismo de Viajes, que es a lo que me dedico a día de hoy, a documentar, a través de la fotografía, principalmente, estas culturas minoritarias que son muy diferentes a la cultura occidental. Y a veces me preguntan si no me arrepiento de haber estudiado Informática, de haber estudiado Biología, cuando no tiene nada que ver con la profesión que llevo ya desempeñando desde hace 15 años. Y la respuesta es que no. Para mí, cualquier cosa que uno aprende siempre es útil en la vida. Y no solo eso, sino que el trabajo que yo hago a día de hoy, como fotógrafo, como periodista de viajes, está influenciado por todo eso, y eso hace que sea una forma de enfocar la fotografía, de enfocar el fotoperiodismo, única, por todo el bagaje que yo tengo y que he aprendido durante esos años de formación en la universidad. Pero otra cosa que he aprendido por el camino es que uno puede cambiar de profesión. Yo he tenido múltiples profesiones. La vida es muy larga y lo que siempre debemos ser es honestos con los deseos y necesidades que tenemos.

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Magdalena. Hola, Aníbal, ¿qué tal? Soy Magdalena. Sé que has viajado por todo el mundo, te has interesado por todas las culturas tribales, y tendría mucho interés en saber qué opinas de aquello que las personas también se cuestionan sobre si son culturas primitivas o muy básicas. Quería saber tu punto de vista sobre esto.

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Aníbal Bueno. Bueno, el concepto «primitivo» o de culturas menos desarrolladas, a nivel de antropología, son términos que están un poco ya descartados. Hoy en día se hace uso del término «culturas tradicionales», «culturas indígenas», «pueblos originarios», porque realmente la visión de que son pueblos primitivos o pueblos menos desarrollados parte desde el etnocentrismo, es decir, desde nuestro punto de vista, como si la cultura occidental fuese el modelo, lo cual no es cierto. Las culturas cambian continuamente, pero no cambian en una dirección, no cambian del punto A al punto B y al punto C y todas las culturas tienen que pasar por ese camino. Los cambios culturales ocurren en cualquier sentido, en cualquier dirección, y son todos igual de válidos. Estas culturas lo importante es que cohabitan con nosotros y están a la misma altura que la nuestra, y, de hecho, si vamos a la biología, si vamos a la parte más científica, somos todos iguales, hasta el punto de que las razas, a nivel biológico, no existen. El concepto «raza» es un concepto que se ha extendido culturalmente, pero la especie humana no tiene la suficiente divergencia genética como para que existan razas. Y, además, se da un hecho curioso, y es que dos subsaharianos pueden tener más divergencia genética que un español y un chino, por ejemplo. Esto nos hace darnos cuenta de que, en la base, somos todos absolutamente iguales, en lo que es la parte biológica. Luego hay una capa, una capa que va sobre esa parte biológica, que es la cultura, y ahí es donde está toda la diversidad que vemos. Creo que hay mucha concienciación hoy en día, que está muy bien, de que debemos preservar los ecosistemas, de que debemos preservar las especies animales, que no se extingan, pero quizá deberíamos también concienciarnos un poquito más en que hay que preservar la diversidad cultural.

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¿Por qué? Porque, del mismo modo que una diversidad genética hace que las especies tengan mayor posibilidad de supervivencia, la diversidad cultural también nos da herramientas para afrontar como especie los retos a los que nos enfrentamos en el futuro. Diferentes puntos de vista pueden dar diversas opciones a la hora de solucionar problemas que tenemos como especie. En propias palabras de la directora de la UNESCO… La UNESCO es el organismo de Naciones Unidas que establece las cosas que son patrimonio de la humanidad. Pues este organismo dice que la diversidad cultural es el mayor patrimonio que tenemos los humanos. O sea, que debemos concienciarnos en tratar de preservarlo.

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Liz Roldán. Hola, Aníbal, yo soy Liz Roldán. Mucho gusto. Sé que tú has hecho una investigación acerca de los tatuajes y las diferentes formas de marcarse la piel en las diferentes culturas, en diferentes lugares del mundo. Yo soy tatuadora, entonces es algo que particularmente me interesa demasiado y estaría genial que pudieras contarnos un poco más acerca de tu investigación. Gracias.

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Aníbal Bueno. Sí, pues la modificación corporal, que se llaman las marcas en la piel, es algo que está presente en todas las culturas del mundo. Desde siempre, desde que el ser humano existe, siempre ha marcado su piel de alguna forma, bien sea con un corte intencionado, con una perforación, con un tatuaje, y hay evidencias de que esto es así desde la prehistoria. Se han encontrado momias que presentan tatuajes. La momia de Ötzi, encontrada en los Alpes, que está congelada, tiene más de diez tatuajes en todo su cuerpo. El problema aquí de las evidencias arqueológicas es que la piel no se conserva. Los datos que tenemos sobre piel siempre son en momias o en individuos congelados, como es el caso de Ötzi. Pero se han encontrado también en yacimientos arqueológicos herramientas de tatuaje muy antiguas, de hace más de 4.000 años y 5.000, y también desde que tenemos escritura se ha documentado este tipo de prácticas culturales. Y siempre, cuando nos enfrentamos a una persona modificada, una persona tatuada o perforada, surge la misma pregunta. La pregunta es por qué, o sea, por qué esta persona se hace un tatuaje en la cara, se hace un tatuaje en la mano. Pero detrás de esa pregunta está la propia respuesta. Si nosotros estamos mirando a alguien y nos preguntamos por qué, es porque tratamos de averiguar el mensaje que hay detrás. Con lo cual la respuesta es que las modificaciones corporales se hacen para transmitir un mensaje, siempre, y, dependiendo del mensaje que se quiera transmitir, hay multitud de motivos por los cuales una persona se somete voluntariamente a una modificación de su cuerpo.

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Yo lo he dividido principalmente en cuatro tipos de motivos. El primero es el motivo identitario. Muchas comunidades indígenas, por ejemplo de África, tienen marcas específicas de la tribu a la que pertenecen. En Sudán del Sur, por ejemplo, los mundaris se hacen con un cuchillo una escarificación en forma de V en la frente, los nuers se hacen una línea, los shilluks se hacen una serie de puntos con navaja en la frente. De manera que, cuando vas por la capital de Sudán del Sur, tú puedes identificar a qué grupo tribal pertenece cada una de las personas con las que te cruzas por la calle. Esto, históricamente, ha servido para saber quién es tu amigo, quién es tu enemigo, y es una forma de diferenciar de qué comunidad es cada persona. La identidad también estaba presente en los tatuajes faciales de los maoríes, en el «moko» que se hacían también en toda la cara. Este tatuaje decía mucho acerca del clan al que pertenecían, del linaje, de la familia, pero también era único para cada persona, hasta tal punto que los maoríes, cuando se adaptaban a la vida urbanita, muchos de ellos utilizaban el diseño de su tatuaje facial como firma en documentos oficiales. Y hay muchos más ejemplos. Los tatuajes de los chamanes mentawai, en Indonesia, indican que son chamanes. Solo los chamanes pueden llevar ese tipo de tatuajes. O, sin ir más lejos, también los tatuajes de los guerreros kalinga, en Filipinas. Los kalinga en Filipinas eran conocidos como los «cazadores de cabezas», porque, siempre que iban a una batalla, los hombres volvían con la cabeza de los enemigos, y el pueblo, como reconocimiento, les tatuaba el torso. Iban construyendo una especie de cota de malla tatuada en el torso que solo podían llevar los cazadores de cabezas. De modo que son formas de identificar a las personas.

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El segundo motivo es el de las creencias, creencias supersticiosas, creencias espirituales. Y muchos tatuajes o escarificaciones o perforaciones están también asociadas a esto. Las mujeres chin, por ejemplo, en Myanmar, tatúan su rostro porque tienen la creencia de que, cuando fallezcan, si no tienen la cara tatuada, no las van a reconocer en el más allá y su alma quedará vagando para siempre sin encontrarse con su familia. Hay otra creencia también asociada a la modificación corporal en Nigeria. Los yorubas de Nigeria… Cuando se da el caso de que una mujer da a luz a un bebé y el bebé no sobrevive a las primeras semanas de vida y esto le ocurre a la misma mujer una y otra vez, en la comunidad yoruba se cree que eso es una maldición, y se cree que el demonio está enviando al mismo niño una y otra vez para morir los primeros días de vida y así atormentar a la madre. Y los chamanes practican unas escarificaciones que se llaman «abiku». Les marcan con navaja los laterales de los ojos porque dicen que así el demonio no reconocerá al niño y esa vez el niño podrá sobrevivir y llegar a la edad adulta. Evidentemente, la ciencia sabe que gran parte de estas muertes prematuras son por problemas genéticos, en esa zona de África principalmente por anemia falciforme. Pero, ante la ausencia de una explicación científica, tradicionalmente se tenía esta interpretación. Más allá del motivo identitario y del motivo de las creencias, el tercer motivo sería el del sometimiento. Los tatuajes también se han utilizado, y las perforaciones, como forma de sometimiento o de marcar a los presos. A los esclavos se les marcaba con tatuaje también. Y a las mujeres que están casadas en muchas culturas se les hace alguna marca para que sepa el resto de la sociedad que la mujer está casada.

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Un caso muy interesante es el de las mujeres de Malaka, en la isla de Timor, en Asia. Allí tenían la tradición de que, una vez contraían matrimonio, las mujeres se tatuaban a sí mismas los antebrazos. Y, cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, Japón invadió toda esa zona y los soldados nipones secuestraban a jóvenes para tenerlas como esclavas sexuales. ¿Qué ocurrió? Que muchas mujeres jóvenes que no estaban casadas se tatuaron los brazos, porque, si tenías los brazos tatuados, pensaban que estabas casada y no te secuestraban, y, aunque no estuviesen casadas, se hacían el tatuaje para aparentar que estaban casadas. Como vemos, todo es comunicación, todo es semiótica social para comunicar algo. Y el último motivo es el de la belleza. La modificación corporal, en muchos casos, trata de acercar, tanto a hombres como a mujeres, a un patrón de belleza concreto. Hay casos como el de las mujeres larim, que llevan esta doble perforación nasal y se escarifican la cara. Esto es porque, en su cultura, esto está asociado a la belleza. Y no es muy distinto de lo que ocurre en Occidente. Aquí nos sometemos a cirugías de pechos, de labios y de otras partes del cuerpo tratando de acercarnos al patrón de belleza. Sí es cierto que cuando hablamos de otras culturas nos puede parecer más extraño, pero esto ocurre en todas las sociedades. Y aquí en Occidente, en España, en concreto, tenemos la tradición, desde hace muchas décadas, de perforar los lóbulos de las orejas de las niñas recién nacidas, como una manera de indicar género, el género femenino de un bebé. Y todo este tipo de dialéctica, a través de la imagen, también va cambiando con el tiempo. Hay algunas prácticas que han llegado aquí a Occidente. Por ejemplo, entre la gente joven está muy extendida la dilatación de los lóbulos de las orejas.

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Esto es una práctica que se ha traído de diversas zonas. Se practicaba en el Amazonas, se practicaba en el Cuerno de África y también en el norte de India. Y se ha cambiado completamente el significado, incluso puede ser el opuesto al original. Estas prácticas tenían la intención de transmitir respeto hacia los ancestros. El dilatar las orejas era una forma de decir que tenías los oídos bien abiertos para aprender de las generaciones anteriores. Aquí en Occidente quizá a veces se hace por lo contrario, para llamar la atención de generaciones anteriores como un acto de rebeldía, que es otro de los motivos que también puede haber en la modificación corporal.

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Sebastián. Hola, Aníbal, soy Sebastián. Me gustaría saber cómo haces para comunicarte con las comunidades tribales y también si tienes alguna anécdota, experiencia o curiosidad que te haya impactado cuando te comunicas con ellos.

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Aníbal Bueno. Pues esta es una parte muy importante de los viajes, porque, cuando uno visita comunidades indígenas, normalmente no hablan inglés ni hablan español, ni francés, ni portugués. Tienen su propio lenguaje. Y necesitamos ir siempre con un traductor. Incluso en ocasiones necesitamos varios traductores. Por ejemplo, en Etiopía, yo tengo un traductor de confianza en la capital, en Adís Abeba, que entiende inglés y que habla el idioma nacional, que en Etiopía es el amárico. Pero, claro, cuando nos adentramos a diversas comunidades tribales, cada una tiene su idioma y necesitamos otro traductor que traduzca del amárico al idioma local. Y a veces me he visto en situaciones en las que tenía cuatro traductores. Yo hablaba en inglés, el siguiente lo traducía al siguiente idioma y así, y luego la cadena volvía. Yo no sé si se perdía información por el camino, pero era la única forma de hacerlo. Y ha habido muchas anécdotas de malos entendidos o de situaciones en las que no ha quedado claro qué es lo que me han querido decir. Pero, también, aparte de toda esta dificultad que viene de las traducciones, el caso es que cada cultura tiene sus peculiaridades y hay palabras que en otros idiomas no existen. Tú, a lo mejor, te estás comunicando en inglés y esa palabra no existe en el idioma local, o al revés, palabras que nosotros no tenemos y ellos tratan de comunicarse en ese sentido. Por ejemplo, la comunidad nenet, en Siberia… Estuvimos allí hace unos años, a 40 bajo cero, conviviendo con ellos, y ellos, por ejemplo, no tienen palabras para nombrar al amor, para decir «te quiero», para decir «perdón», para decir «por favor». Esto, según los antropólogos, es porque, en comunidades que tienen un estilo de vida tan duro, imaginaos a 40 bajo cero, el decir, verbalizar emociones tan fuertes como el amor, o pedir, incluso, perdón, en algunos momentos se podía ver como que la persona estaba perdiendo el control emocional de sí mismo.

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Y allí se priorizan, por supervivencia, las personas que son prácticas, pragmáticas y que ocultan sus emociones para centrarse en obtener los recursos que necesiten. Cuando hablas con ellos, siempre te dicen que, para ellos, el amor o el pedir perdón no tiene sentido verbalizarlo, que ellos lo demuestran con acciones, que ellos quieren a su mujer, a sus hijos, y que lo demuestran con el día a día, trayéndoles comida y cuidándoles, y, cuando se han equivocado, con acciones demuestran que quieren el perdón de los familiares. Luego ocurre también lo contrario. Tenemos idiomas muy ricos con palabras que nosotros no tenemos. Por ejemplo, en Sudáfrica existe la palabra «ubuntu» en algunas comunidades. «Ubuntu» se traduce como «yo soy porque nosotros somos», esa es la traducción literal. Es una forma de hablar de la comunidad, pero desde el yo y desde cómo el yo depende de la comunidad, en una sola palabra. En México, también, los nahual tienen otra palabra que es «tequio». Esta palabra se traduce por lo siguiente. Esta palabra quiere decir «trabajo comunitario no remunerado que se hace por compromiso con la comunidad». Claro, es un concepto que tiene sentido que exista, sobre todo cuando la comunidad tiene una importancia notable, pero nosotros no tenemos una palabra para decir esto, algo que tú haces por la comunidad porque lo consideras tu obligación y no vas a cobrar por ello. En algunas comunidades de Brasil no tienen números. Simplemente tienen palabras para decir mucho o poco, estas comunidades amazónicas. Incluso diferencian la palabra «saber» en tres distintas. Nosotros… Tú dices «yo sé algo» y lo sabes y ya está. Ahí depende de cómo lo hayas aprendido.

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Tienen una palabra para el saber cuando sabes algo porque alguien te lo ha contado, para el saber cuando sabes algo porque tú lo has visto o para el saber cuando tú lo has deducido a través de la información que tenías. De manera que tú hablas y, dependiendo de la palabra que utilices, la gente sabe cómo tú sabes eso. En algunas comunidades andinas, en Bolivia, existe la palabra «naira», que hace referencia al ojo. Es la palabra para definir el ojo y también el pasado, y esto es muy interesante, porque no es solo un tema lingüístico, es un tema también de cosmovisión, porque el hecho de que la palabra «ojo» y «pasado» sea la misma, para definir estos dos conceptos, es porque el pasado ya lo has visto, ya lo conoces. Para ellos el pasado está delante y el futuro está detrás, porque lo desconoces, justo al contrario de lo que pensamos aquí, que siempre el futuro lo vemos delante y el pasado detrás. Por eso es tan interesante la parte lingüística, porque nos habla de cómo es una cultura y nos da puntos de vista que jamás nos habríamos planteado. En idioma inuit hay otra palabra, que es muy compleja de pronunciar, así que no lo haré, para referirse a la emoción ansiosa que sientes cuando estás esperando a alguien que está a punto de llegar. Fijaos, algo que seguro que todos podemos empatizar y podemos saber a qué emoción se refiere, ellos tienen una palabra para eso. Tuve un episodio respecto a la desaparición de lenguas. La última vez que estuve en Angola, conocimos dentro de la comunidad cuepe, que es una comunidad muy pequeñita, de unas 300 personas que viven en el desierto, conocimos a María Cuandi. María Cuandi era una mujer de 94 años que era la única persona hablante de idioma cuepe que quedaba viva. La única, o sea, no había más.

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Y grabamos un vídeo con ella, hablando y, sobre todo, cantando en idioma cuepe, y fue muy emocionante porque estábamos siendo testigos de algo que, de hecho, desapareció seis meses después, porque esta mujer falleció y ni sus hijos ni sus nietos entendían lo que ella decía. Ella cantaba y, claro, fonéticamente, podían reproducir la canción, pero no sabían lo que significaba. Esa es la pena de que desaparezcan 200 culturas cada año, según datos de Naciones Unidas, que no solo se van culturas, se van historias, se van idiomas y se van conceptos.

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Javier. Hola, Aníbal, ¿qué tal? Yo soy Javier. Soy periodista y siempre me ha interesado mucho el tema de los rituales, ceremonias, supersticiones alrededor del mundo. ¿Qué podrías contarnos sobre esto?

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Aníbal Bueno. Bueno, eso es un tema apasionante. Para mí, como científico, el adentrarme en los motivos que hay detrás de los rituales chamánicos, rituales supersticiosos, de las visiones de la muerte, del universo, siempre me ha fascinado. Y he visto un millón de cosas. Por ejemplo, recuerdo, estando en lo alto del monte Atlantika, en Camerún, con la comunidad koma, que son agricultores, verlos realizar la danza de la lluvia. Yo iba con un compañero y me decía: «¿De verdad estas personas creen que, por bailar, los dioses les van a enviar agua, les van a enviar nubes y van a hacer que llueva?». Y, evidentemente, para nosotros eso es muy extraño, pensar que alguien hace una danza y de repente va a empezar a llover. Pero, claro, es extraño porque lo estamos viendo de otra cultura. Aquí estamos completamente acostumbrados a que saquen a la Virgen y a Cristo en rogativa por la lluvia. Al final, como os he dicho, las necesidades humanas son las mismas en todas partes. La cultura es la que dirige cómo se cubren esas necesidades. Y, a lo largo de muchos viajes, me he dado cuenta de que en todas partes del mundo hay creencias supersticiosas, hay creencias espirituales, hay creencias mágicas, y muchas tienen relación, son las mismas con un maquillaje diferente. Y esto es lo que me ha llevado a mi investigación y a los libros que he sacado al respecto. Y, cuando uno se pone a tirar del hilo, se da cuenta de que, como ocurría con las modificaciones corporales, ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad desde que el ser humano está sobre la Tierra. Ya hay restos arqueológicos de figuras mitad animal, mitad hombre, que apuntan a esas creencias, a esos dioses. Tenemos también pinturas rupestres, que los antropólogos dicen que tenían también motivaciones espirituales y de contacto con el más allá. Y en todas las épocas lo vemos.

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En la antigua Roma, por ejemplo, estaban muy extendidos los muñecos simpatéticos, que son figuritas en las cuales se clavaban agujas, lo que usualmente está, y quizá de manera errónea, asociado a la religión vudú. En la antigua Roma, aparte de todos los dioses que tenían, también estaba muy presente este tipo de magia, y también las tablillas de maldición. Eran unas tablas de plomo en las que se inscribían maldiciones para echar un mal de ojo a alguien. Y hay un dato muy curioso. En la ciudad de Bath, en Reino Unido, que es una ciudad que tiene ese nombre porque allí antiguamente había unos baños romanos, pues en Bath es el lugar del mundo donde más tablillas de maldición de la época romana se han encontrado. ¿Por qué? Precisamente porque había un balneario. Ahí iban los romanos a bañarse, dejaban la ropa fuera y, cuando salían, muchas veces les habían robado sus pertenencias. Entonces, ponían una tablilla de maldición maldiciendo a quien se lo hubiese robado. Y vamos avanzando en la historia y vemos que la superstición sigue anclada. En la Edad Media, que es una época humana con altísimo índice de supersticiones, había, por ejemplo, un tráfico, un comercio, mejor dicho, de cuerno de unicornio en Europa. Se comerciaba con cuerno de unicornio. ¿Por qué? Pues porque se decía que el cuerno de unicornio, molido, si se agregaba a algunas pócimas, hacía que fuesen más potentes. Y también se decía que una jarra que se construyese con cuerno de unicornio la hacía inmune al veneno, con lo cual muchos monarcas y mucha gente con alto poder adquisitivo quería una jarra con cuerno de unicornio. Seguramente os preguntéis: «Pero ¿cómo podía haber comercio de cuerno de unicornio, si el unicornio no existe?». Pues muy fácil, se hacía uso del diente de narval.

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El narval es un mamífero que vive en las zonas nórdicas, marino. Se cazaba en el norte de Europa, se le quitaba el colmillo, que era muy parecido a lo que podría ser un cuerno de unicornio y se vendía en los países del sur de Europa. En la Edad Media encontramos también la leyenda de los tempestarios. En muchos libros se habla de los tempestarios y se dice que eran seres que volaban por los cielos en barcos, barcos de madera voladores, que vivían en una ciudad que se llamaba Magonia, en las nubes, y que se encargaban de modificar el clima. Mandaban tormentas, mandaban granizo y esto hacía que muchas cosechas se echasen a perder, que muchos barcos naufragasen. Eran seres muy temidos. Y se habla de ellos incluso en textos escritos por sacerdotes. Si os fijáis, hay cosas que podemos ver reflejadas en el día de hoy, tanto lo de fragmentos de animales como el cuerno de unicornio… Hoy en día, la medicina tradicional china hace que se venda aleta de tiburón, cuerno de rinoceronte, creyendo que sirve para, que realmente no es así, para curar determinadas enfermedades. Y el tema de los tempestarios que habitan en el cielo provocando tormentas… Hoy en día hay mucha gente que habla de los «chemtrails», de que nos están fumigando, cambiando el clima y todo esto, y al final es lo mismo, simplemente que en la antigüedad se hablaba de barcos de madera. Hoy en día nadie va a creer que hay un barco de madera en el cielo, se habla de aviones. Digamos que la superstición se va adaptando a la tecnología de cada momento. Si seguimos avanzando, en la Edad Moderna hay una superstición que me parece muy interesante, que es la asociada a los amuletos. Los amuletos siempre han estado presentes, pero en aquella época en la que había en Europa una mortalidad infantil muy alta, en torno al 40 % en algunas zonas, había una obsesión, sobre todo en la clase alta, de proteger a los niños que nacían, y se les llenaba de amuletos.

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Hay muchos cuadros de infantes, de monarcas, cuando son pequeños, que se les ve con una ramita de coral en la mano, porque decían que el coral era el amuleto protector más potente, y eso ya se decía en el siglo I. Plinio el Viejo tenía textos diciendo que el coral era el mejor amuleto para proteger a los bebés, y vemos que en la Edad Moderna se seguía aplicando, tantos siglos después. Y no solo eso, sino que, cuando uno viaja, ve que los amuletos protectores de bebé, como este de la imagen, están presentes en muchos sitios, sobre todo en lugares donde la mortalidad infantil es muy alta. Ante un problema, el ser humano busca soluciones muy similares en todas partes del mundo. Y hay multitud de supersticiones que he podido documentar. La que está asociada a los albinos en Tanzania… Los albinos son considerados una puerta entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos y se comercia con partes de su cuerpo, por desgracia. Los rituales vudú en el golfo de Guinea, donde se hacen sacrificios de animales, sacrificios de gallinas, de cabras, para alimentar a los dioses con sangre, y donde también se hace uso de fetiches, que son partes de seres vivos que ya no están vivos. Una vez que mueren, se cree que pueden conceder deseos o cumplir milagros, porque, al ser un objeto que había estado vivo con anterioridad, tiene esa conexión con el más allá y con los ancestros, algo que también se decía siglos atrás, con las reliquias cristianas, que eran partes de santos a las que se les confería propiedades mágicas. Y, para mí, la pregunta principal es… ¿Por qué el ser humano es supersticioso en todas partes del mundo? Y hay, principalmente, tres motivos. El primero de ellos es que, a nivel evolutivo, a nivel biológico, ha supuesto una ventaja para nosotros ser supersticiosos.

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¿Por qué? Porque tenemos dos formas de llegar a conclusiones. La primera de ellas es mediante un pensamiento racional lento, considerando todas las hipótesis, todas las opciones y llegando a conclusiones válidas. Este razonamiento toma mucho tiempo y no siempre tenemos toda la información para llegar a la mejor conclusión. Y, luego, tenemos los pensamientos heurísticos, que son los que se basan en suposiciones. Y esto, el hecho de apoyarnos en supersticiones, ha sido muy beneficioso para nuestra supervivencia. Por ejemplo, si un grupo de cazadores va por la sabana y a uno de ellos le muerde una serpiente, para nuestra supervivencia lo más adaptativo es pensar que las serpientes son mortales y alejarte de todas las serpientes que veas. Uno no puede pararse a decir: «Bueno, a lo mejor es que esta persona era alérgica. A lo mejor es que esta serpiente es especial y no todas son malas». Necesitamos sacar conclusiones rápidas. Por eso, la evolución nos ha dotado con una forma de razonar rápida pero imprecisa. Este es el primer motivo por el cual somos supersticiosos. El segundo es que la superstición tiene un efecto terapéutico, sirve de bálsamo, sirve para reducir la ansiedad, convierte la incertidumbre en algo conocido y que podemos controlar y predecir. Y esto, para los seres humanos, es algo esencial. Nosotros no podemos estar dándole vueltas a la cabeza, pensando en mil cosas que no entendemos. Necesitamos dar explicación a las cosas e ir a por faena, ir a cazar, ir a trabajar. Y vemos cómo el hecho de tener una explicación para algo que realmente no la tiene, como la muerte, el más allá, etc., tranquiliza a todos, a todo el mundo le tranquiliza. Y el tercer motivo por el cual somos supersticiosos, que es muy interesante, está basado en un estudio científico reciente. Es que la superstición, en muchos casos, mejora el rendimiento.

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Puede mejorar el rendimiento, tanto físico como intelectual, en situaciones de estrés. Seguro que habéis visto a Rafa Nadal con todos sus tics. Seguro que habéis visto a los jugadores de fútbol saltando con el pie derecho al campo. Pues estas pequeñas microsupersticiones se ha demostrado que mejoran el rendimiento. ¿Por qué? Porque la persona que va a enfrentarse a un público, que va a enfrentarse a un evento exigente, al llevar a cabo estos rituales se siente más segura de sí misma. Y este factor hace que rinda mejor en momentos de alta demanda. Taylor Swift, por ejemplo, es fanática del número 13. Dice que el número 13 le da muy buena suerte, y ella en el camerino siempre se dibuja en la mano el número 13 antes de salir a actuar. De hecho, en muchos conciertos se la ve con el número 13 en la mano, y su cuenta de Twitter, si no me equivoco, es TaylorSwift13.

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Fernanda. ¿Qué tal, Aníbal? Soy Fernanda. Soy tanatóloga y creo que hay un tema que a todos los seres humanos nos cuesta aceptar y hablar y es la muerte. Me gustaría preguntarte cómo es que estas comunidades que has conocido lo viven, lo perciben, lo afrontan.

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Aníbal Bueno. Es un tema muy interesante. Es cierto que a todos nos cuesta afrontar la muerte, y de ahí vienen las explicaciones que tratamos de darle a la muerte, al más allá, para tranquilizarnos. Y depende mucho de la cultura el hecho de que la muerte se enfrente de una forma más directa o se esquive o se oculte, como pasa un poco en la cultura occidental. Pero no para todas las culturas es algo negativo. En muchas zonas de África occidental los funerales son fiestas. Están con música durante 12 horas, 24 horas, danzando, comiendo, bebiendo, y son actos de celebración. Pero, sí, es cierto, en la mayoría de casos es algo triste, porque te despides de tus seres queridos. Pero sí hay muchas prácticas relacionadas con la muerte que son tremendamente interesantes. Por ejemplo, en la comunidad toraja, en Indonesia, en la zona de Sulawesi, ellos, pese a que son cristianos, y esto es algo también muy interesante… Los cristianos tenemos, heredado del platonismo, esa dualidad alma-cuerpo, muerte-vida. Pues los toraja son cristianos pero mantienen una creencia animista ancestral que dice que todo es un continuo, que la vida y la muerte es un continuo y que el cuerpo y el alma es también un continuo. Para ellos, cuando fallece alguien, lo que para nosotros es una muerte… Ellos dicen que la persona está enferma y no consideran que realmente ha fallecido hasta que se lleva a cabo el funeral. Tú, en esas localidades toraja, puedes ir a la casa de alguien y ver una persona que, bajo nuestro punto de vista, está muerta sentada en el sofá, y ellos te dicen que está enferma, y puede estar en ese estado semanas, meses o años.

38:03

Nosotros conocimos a una persona que llevaba en estado de «enfermedad» tres años y medio y estaba en la casa, y no solo es que esté allí, sino que, como ellos consideran que sigue vivo, le alimentan, le dan de beber, le ponen el periódico, le cambian de ropa, lo lavan, incluso le dan de fumar. Le ponen un cigarrito que se va consumiendo solo en la boca. Para ellos está el estado de «makula», que es este estado de enfermedad terminal, y el estado «tomate», que es el estado al que pasan una vez que se realiza el funeral. Para ellos, el alma sigue estando en el cuerpo hasta que no se ha llevado a cabo el funeral. Lo que ocurre es que, para que el funeral esté correctamente hecho, necesitan sacrificar búfalos, muchos búfalos, y necesitan ahorrar para poder comprarlos. Entre que la persona fallece hasta que se lleva a cabo el funeral tienen que ahorrar para los búfalos del sacrificio. Y, claro, a nosotros nos decían que eso era normal, ir a casa de alguien y ver a un pariente en estado de «makula», y que la conversación típica era: «Bueno, veo que tu abuelo sigue enfermo». «Sí, sí, sigue enfermo». Se ha normalizado esa convivencia con la muerte. Pero no solo eso, sino que, una vez que se ha practicado el funeral, el cuerpo se entierra y lo desentierran una vez al año, en un ritual que se llama «ma’nene». Lo desentierran para ver cómo le va. Lo sacan de la tumba, hablan con él, le cambian la ropa, le dan otro cigarrito y le cuentan cosas, cosas que para nosotros son muy difíciles de comprender, bajo nuestra visión de la muerte, pero que, cuando estás allí conviviendo con ellos, resulta hasta entrañable. Es una forma de no perder el contacto, aunque puede ser bastante tétrico bajo nuestro prisma, pero se les veía contentos con esa interacción.

39:57
Raquel. Hola, Aníbal, ¿qué tal? Soy Raquel y quería saber algo más sobre el papel de las mujeres en las sociedades remotas que has conocido. ¿Qué me podrías decir en este sentido?

40:10
Aníbal Bueno. En la mayoría de casos, el papel de la mujer en todo el mundo es un papel que está subyugado al hombre. Suele desempeñar, también en sociedades tradicionales, un rol muy por debajo o muy asociado y dependiente al rol masculino. Hay algunas excepciones, como son las sociedades cazadoras-recolectoras. En esos casos sí que suele haber un equilibrio mayor en el reparto de tareas, pero, en general, la mujer se lleva la peor parte en casi todas las sociedades. Hay ejemplos muy duros. Más allá de lo que todos sabemos en Afganistán, y que vivirlo fue realmente complicado, en sociedades tribales tenemos el ejemplo de la casa de la menstruación, que es un fenómeno que se da en muchas culturas diferentes. Lo encontramos en las montañas de Pakistán, en la comunidad kalash, lo encontramos en la sociedad dogón, en el norte de Mali, lo encontramos en algunos lugares del Amazonas también, y es un lugar en el que se recluye a las mujeres cuando están menstruando, por diversos motivos. Hay culturas que consideran la menstruación como algo negativo, como algo que puede contaminar espiritualmente a la comunidad, y se recluye a estas mujeres durante el tiempo que están con la regla en un lugar incomunicado. Se les da de comer a través de una ventana. Y es curioso que esto ocurra en comunidades tan diferentes y tan distanciadas unas de otras. Tenemos casos también, por ejemplo, en Etiopía, en la comunidad hamer, en la que las mujeres son azotadas por los hombres en el ritual del Ukuli Bula, que es el «salto del toro», que es un ritual festivo. Ellas tienen que ser azotadas para demostrar la valía y los sacrificios que están dispuestas a hacer por los varones de la comunidad, además, porque es un ritual centrado en el paso a la edad adulta de un hombre.

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Las mujeres que son familiares de este hombre tienen que poner la espalda para ser azotadas con ramas de acacia. Y uno de los casos más extremos es este, el de las mujeres dani, en Papúa Occidental, que está asociado a rituales funerarios. Allí, cuando fallece un varón que ha sido importante para una mujer, ella se amputa, se automutila una falange del dedo como forma de mostrar el dolor que ha sentido por la pérdida de su hijo, de su marido, de su primo. Y siempre son las mujeres las que lo hacen, no son los hombres, y siempre cuando el funeral es el funeral de un hombre. ¿Y esto por qué lo hacen? Porque para los danis la mano es una metáfora de la familia. Hay dedos diferentes, unos más gordos, más delgados, más altos, más bajos, pero todos cooperan para una función común, que es dotar de utilidad a la mano. Cuando fallece alguien de la familia, esta metáfora para ellos es muy literal. Se amputan un dedo porque les falta ese miembro de la familia. Y, además, esta falange la entierran junto al difunto, porque tienen la creencia de que los dioses apreciarán este sacrificio y les será más fácil acceder al paraíso. Son situaciones muy complicadas, como os imaginaréis. Y sí es cierto, tocando un tema un poco más agradable, que, como en estas comunidades tradicionales la mujer está continuamente encargada de los niños, porque al no haber métodos anticonceptivos, los embarazos son consecutivos y está casi siempre o embarazada o acaba de dar a luz, el rol de la mujer está más asociado a la casa, a la comunidad, porque necesita permanecer en un lugar estable durante los últimos meses de embarazo y para el parto.

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Y eso ha hecho que, por este aspecto biológico y también por toda la carga cultural, haya adquirido roles más asociados a gestionar la cooperación dentro de las familias y de los poblados. Y no solo eso, sino que también, al ser un elemento más estable dentro de los poblados, ha sido la garante de la tradición. Muchas de las modificaciones corporales identitarias que hemos comentado se aplican casi exclusivamente a mujeres, porque las mujeres son las que están en el poblado y pueden identificar a esa cultura en concreto. Los hombres, generalmente, están cazando, están con el rebaño o están en el campo cultivando. Y, además, tienen una esperanza de vida menor, con lo cual la mujer es la que garantiza la continuidad de la cultura en muchos casos. A veces me preguntan por sociedades matriarcales, sociedades donde la mujer tenga el poder. Sociedades matriarcales como tal no hay evidencia de que existan ni hayan existido. Sí que puede haber sociedades en las cuales la mujer tenga mayor poder, lo que pasa es que hay distintos tipos de poder. Tenemos el poder político, el poder económico, el poder sexual y el poder espiritual. Y sí que hay alguna sociedad muy interesante en este sentido. En la sociedad mosuo, en China, ahí las mujeres tienen el poder económico y el poder sexual al 100 %. En esta comunidad, todo el mundo vive en casa de su madre. Las mujeres viven en casa de su madre y los hombres viven en casa de su madre. Y esto es así hasta que la madre fallece y hasta que tienen descendencia. Lo que ocurre es que los hombres, por la noche, van a la casa de la mujer para mantener relaciones sexuales y es la mujer la que decide si el hombre pasa o no pasa. Y, además, la mujer puede citar a varios hombres en noches diferentes, es decir, puede tener varias relaciones con quien ella quiera.

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Esa libertad es algo único que tiene la comunidad mosuo. Y, aparte, la herencia es de madre e hija, con lo cual todo el poder económico se va heredando siempre en la parte femenina. Y otro ejemplo es la comunidad minangkabau, de esta fotografía. Esto está ubicado en Indonesia, en Sumatra, y allí las mujeres también tienen el poder económico y cierto poder social. Es una comunidad matrilineal. Toda la herencia va también de madre a hija, el apellido va de madre a hija y tienen asociaciones en las cuales ellas se reúnen y pueden incidir directamente en la política. Y es curioso porque es la sociedad matrilineal… Algunos la llaman matriarcal, pero siendo estrictos es una sociedad matrilineal. Es la más grande del mundo y está en el país con más musulmanes del mundo, que es Indonesia. Los minangkabaus son musulmanes, pero, sin embargo, la mujer tiene un rol bastante prominente en esta sociedad.

47:09
Iván. Hola, Aníbal, soy Iván. Leí en uno de tus libros que hay comunidades que viven en los árboles y me sorprendió mucho. ¿Qué nos puedes contar sobre su modo de vida? ¿Cómo puede ser esto real?

47:24
Aníbal Bueno. Para mí es una de las comunidades que más me han marcado de todos mis viajes. Se trata de los korowais, que habitan en Papúa Occidental, y dicen de ellos que son los últimos caníbales, porque es la última comunidad en la cual se tuvo constancia del canibalismo. El último caso documentado fue en 2012. Pero, más allá de las prácticas caníbales, que a día de hoy ya no las llevan a cabo, es una comunidad especialmente interesante por varios factores. El primero de ellos es que, hasta los años 70, los korowais no sabían de la existencia de ningún humano más que ellos. Hasta los años 70, esto es, hace muy poquito. Es decir, para los ancianos de esta comunidad, cuando eran pequeños o adolescentes, su universo humano era únicamente su tribu. Es una de las comunidades que más tarde han sido contactadas. Luego también tienen algunas peculiaridades, como la de construir casas en los árboles. Ellos viven en estas construcciones que están a 30, 40, incluso 50 metros de altura. Tradicionalmente lo hacían para divisar a los enemigos y para protegerse también de animales salvajes. Hay mucha serpiente venenosa por allí. Pero es algo fascinante. Y subir, escalar estos árboles, con una escalera que han construido ellos mismos, la han construido con bambú y con fibra vegetal, y ver, ir dando paso a paso y mirar abajo, ser consciente de la altura a la que estás hasta llegar a la casa, es algo indescriptible. Pensar que hay personas viviendo, cazando en la selva con este estilo de vida pone la piel de gallina. Otra cosa interesante de ellos es que se comunican cantando, y, además, cada uno de ellos tiene unos cánticos particulares que le identifican, de manera que, cuando están por la selva haciendo sus tareas, cada uno está cantando, y, como cada uno de ellos tiene un canto propio, tú puedes identificar dónde está cada persona en el interior de la selva, a qué distancia, qué situación… Además, tienen cantos diferentes según la actividad que estén haciendo. Si están recolectando frutos tienen un canto, si están reparando la casa tienen otro.

49:30

Y aquí el problema, y es lo que me gustaría reivindicar un poco, es que esta comunidad está desapareciendo. Quedan 200 individuos y tienen mucha presión gubernamental por salir de la selva, y creo que es importante que sociedades tan especiales como los korowais puedan tener la oportunidad de seguir adelante. A día de hoy el gobierno está sacando a los niños de la selva para llevarlos a escuelas y enseñarles una educación reglada que no les sirve de nada estando en la selva. Dejarán de aprender a cantar, dejarán de aprender a construir casas en los árboles, incluso a cazar, y creo que debemos tratar de apoyar la supervivencia de las comunidades indígenas.

50:24
Elvira. Hola, Aníbal, soy Elvira. ¿Sabes qué? Me gustan mucho los paisajes que tengan, no sé, esa arena blanca, preciosa. ¿Tú has vivido en alguna parte así? Y, si es así, por favor, ¿me puedes comentar?

50:38
Aníbal Bueno. Sí, en este periplo por el mundo he estado viviendo en algunos lugares que eran auténticos paraísos. He estado una temporada en Filipinas, he estado en Indonesia, en varias islas… Lo que ocurre es que no soy una persona de playa. Puedo estar un día en la playa, pero enseguida necesito actividad, y en estas zonas siempre acabo adentrándome en la selva, buscando alguna comunidad que habite en la zona. Y recuerdo especialmente la estancia que tuve en Borneo, en la isla de Borneo. Borneo es un gran paraíso natural, es uno de los grandes pulmones y reservas de biodiversidad que aún tenemos, pese a que está siendo deforestado masivamente para la plantación de la palma aceitera. Pero es un lugar único en el mundo, por las culturas que alberga y por los animales también. Ahí están los orangutanes, que son una pasada y están en peligro de extinción. Aquí ocurre esa dicotomía, ese debate que está presente en la sociedad indonesia de la conservación del orangután y, por otro lado, la explotación de los cultivos de aceite de palma, algo que es muy interesante hablar con las personas sobre el terreno, porque, cuando uno va desde Occidente, a veces dando lecciones, diciendo «debéis dejar de plantar palma aceitera para conservar los orangutanes», a veces te dan un golpe de realidad. Recuerdo que a mí me decían: «Bueno, ¿para qué? ¿Para que vengáis los europeos aquí a ver orangutanes? Vosotros habéis destruido todo y yo tengo que conservar este rincón para que vengáis aquí a verlos». En esa zona estuve varias semanas y recuerdo que siempre me iba con mi bloc de notas y mi lápiz a un río que estaba cerca de la cabaña donde yo estaba, para tomar notas mientras veía cómo los monos narigudos empezaban a hacer los nidos para dormir.

52:33

Y recuerdo un día que estaba allí y le pregunté a mi anfitrión que si había cocodrilos en ese río y me dijo: «Sí, hay cocodrilos, pero nadie sabe cuándo aparecen. Solo hay una mujer, que tiene poderes, que puede adivinar cuándo aparecen los cocodrilos». Claro, yo con ese interés por las supersticiones dije: «Bueno, ¿y esa mujer es adivina?». Y me dijo: «Sí, es una chamana que vive en el interior de la selva». Y le dije: «Bueno, pues llévame a verla». Hicimos una travesía por la selva en la cual nos encontramos con unos orangutanes de frente, y nunca olvidaré la sensación de que un orangután en completa libertad te mire a los ojos a dos metros. Eso es algo también difícil de describir. Y llegamos a la choza de esa mujer, quien me abrió la puerta con un pañuelo amarillo sobre la cabeza, una anciana muy amable, y me dijo que pasase. Me iba a leer el futuro. Me hizo sentarme en el suelo y empezó a preparar una pócima y a sacar unos cristales de colores muy bonitos, la verdad. Encendió unas velas y empezó a hacer como unos conjuros. Me dijo que me tenía que beber la pócima, que no sé muy bien lo que llevaba. Creo que llevaba agua, un poco de aceite de palma y alguna otra cosa, canela. Cogí el vaso y me lo bebí, temiendo por mi estómago, pero bueno, había que hacerlo. Y, bueno, ella siguió haciendo sus conjuros, y, en el momento clave, me dijo que no me podía leer el futuro porque ella solo podía ver el futuro los días despejados y ese día había nubes. Como el sol no reflejaba bien en las piedrecitas de colores, no sabía lo que iba a ser de mi futuro. Me volví sin haber tenido la suerte de saber qué me deparaba el futuro. Pero fue una buena aventura conocer a la mujer y empaparme un poquito más de esta cultura, que es la cultura dayak, que también está ahora mismo en peligro de desaparecer.

54:27
René. Hola, Aníbal, ¿qué tal? Mi nombre es René. Si tuvieras que quedarte con una sola, ¿con cuál de las historias más emocionantes o increíbles de tus viajes te quedarías?

54:44
Aníbal Bueno. Bueno, habría muchas, pero voy a elegir una. Os pongo en contexto. Año 2014, yo tenía un objetivo. Quería visitar a los dogones, en el norte de Mali, y la situación estaba muy complicada. De hecho, el acceso estaba prohibido porque había presencia de células de al-Qaeda en toda la zona. Y eso, quizá por inconsciencia, no me frenó y organicé yo solo, eso sí, junto a un guía de Mali, una expedición para ir a un lugar que es el país dogón. Nadie ha podido acceder desde hace 12 años ahora mismo. Y para ello comenzamos remontando el río Níger en una barquita. Era un barco de mercancías y tratábamos de pasar desapercibidos. Yo me compré ropa local, me compré un turbante e iba escondido entre los sacos de arroz para no llamar la atención. Y ahí tuvimos que pasar tres jornadas, navegando el río en un carguero, durmiendo allí, entre el arroz, con ratas, con cucarachas y sin poder ir al baño prácticamente. Y fueron jornadas muy duras, pero, cuando el objetivo es tan fuerte como para mí lo era conocer al pueblo dogón, un pueblo con una cultura milenaria única, no se me hizo tan duro. Recuerdo que, cuando llegamos a la zona en la que teníamos que desembarcar, alquilamos una moto, y con esa moto teníamos que hacer dos días más de trayecto por el desierto, por pleno desierto en moto. Además, no era una moto de desierto, era una motocicleta antigua de ciudad. Y ahí íbamos nosotros, con un hornillo, un saco de arroz y una tienda de campaña para pasar las noches, desierto a través. Con esa moto tuvimos varios accidentes, pero finalmente llegamos a un sitio espectacular, que es la falla de Bandiagara, que es un accidente geográfico, una falla, un acantilado, de 500 metros de altura y 150 kilómetros de longitud.

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Y justo allí es donde viven los dogones, con casas que están incrustadas dentro de la propia falla, como una forma de defenderse de los enemigos. Son casas de barro que están dentro de la propia falla. Y allí lo que a mí me interesaba, sobre todo, era la parte espiritual, una vez más, la parte religiosa, porque tienen una religión muy única. Por lo tanto, lo primero que hice al llegar fue hablar con el chamán. El chamán me llevó a una cueva, que es donde él vive. Los chamanes de esta comunidad siempre viven en cuevas, solos, no pueden compartir la casa o la cueva con nadie. Y allí estaba toda la cueva llena de pinturas, porque ellos, cuando entran en trance por las noches, dibujan cosas, y me enseñó el dibujo de sus dioses. Ellos tienen unos dioses que se llaman los «nummos», que son unos dioses… Los describen como anfibios. Son una especie de peces lagarto, que, según ellos dicen, vinieron de la estrella Sirio hace mucho tiempo, en un barco volador, y fundaron la vida en la Tierra, digamos que crearon toda la biodiversidad. Los dogones son conocidos también porque son muy buenos artesanos de la madera. De hecho, elaboran las máscaras más espectaculares de toda África. Algunas pueden medir hasta tres metros de largo. Pesan muchísimos kilos y se las ponen durante los bailes. Pues bien, en esta comunidad, tienen, sorprendentemente, muchísimos conocimientos de astronomía. Tú hablas con ellos, hablas con el chamán, y conocen los anillos de Saturno, las lunas de Júpiter, y te hablan siempre de la estrella Sirio como el origen del universo. Esto es algo que ha inquietado a muchos antropólogos, y, sin ir más lejos, ellos hacen una representación del universo en la cual la estrella Sirio está dividida en tres. Históricamente, la estrella Sirio había sido una.

58:40

En los años 90, la NASA descubrió que realmente había más estrellas en torno a la estrella Sirio, lo que pasa es que no se veían con los medios que había de análisis hasta entonces. Y mucha gente dijo que los dogones ya lo habían predicho, que Sirio estaba compuesto por varias estrellas. Esto ha llevado a multitud de hipótesis, algunas paranormales, de contactos con extraterrestres, etc. Pero a mí me interesaba saber la historia de verdad, la historia desde dentro, y, cada vez que conocía más, era todo más sorprendente. Ellos tienen un baile de máscaras que realizan cada 60 años, exactamente, y 60 años es justo lo que tarda Sirio B en orbitar en torno a Sirio A, o sea, el centro de su universo. Si esta periodicidad es casualidad o no… Ellos dicen que no. Ellos dicen que lo saben y que por eso su baile de máscaras es cada 60 años. Para mí esta fue una de las expediciones más emotivas, por haber podido llegar a un sitio prácticamente imposible, al que yo creo que nadie ha podido volver a llegar. Ahora está imposible, está todo el ejército acordonando la zona. Y por haber conocido una cultura de la que tanto había escuchado y había leído con anterioridad.

1:00:04
Alejandro. Hola, Aníbal, mi nombre es Alejandro. Y, al ver todo este abanico de culturas, me emocioné mucho por saber que tú organizas viajes y expediciones. Sabemos que el turismo, actualmente… Cada vez somos más en el mundo viajando y el turismo masivo puede generar algunos retos. Frente a esto, ¿tienes alguna alternativa? ¿Cuál es tu propuesta frente a este mundo de los viajes?

1:00:28
Aníbal Bueno. Bueno, el caso es que los viajes que organizamos nosotros son muy diferentes a otro tipo de viajes, hasta el punto de que nosotros, en nuestro nicho, no hemos percibido una masificación turística, porque organizamos viajes a sitios muy concretos. El nombre de Last Places, que es la agencia, es precisamente porque organizamos viajes a esos últimos lugares que están alejados de la globalización occidental, o más o menos alejados, con lo cual es un tipo de turismo muy diferente. Aquí lo que ocurre es que, por diversos motivos, quizá uno de ellos es las redes sociales, mucha gente quiere viajar a los mismos sitios, los mismos cuatro o cinco sitios. Una persona viaja a un lugar, lo comparte en redes sociales, lo ven sus amigos, quieren ir a ese lugar, lo sube más gente, lo sube alguien con mucha visibilidad y, al final, se limita a cosas muy concretas. Por ejemplo, Indonesia, de todos los países que he visitado, para mí es el país más fascinante de todos. Y, en Indonesia, el 95 % de los viajeros va a Bali, se va a pasar las vacaciones en Bali. Es una cuestión más de gustos de la gente, que quizá, por falta de tiempo a la hora de profundizar en los destinos, todo el mundo va al mismo lugar, pero formas de viajar hay muchísimas. Hay personas que hablan de salir de su zona de confort yendo a Bali. Realmente, lo que ocurre es que en estos lugares se han creado burbujas de confort para los viajeros que vamos allí. Uno aterriza en Bali y tiene todo lo que tiene aquí. Tiene su supermercado, tiene su farmacia, tiene todo. Nosotros sí lo planteamos como salir de la zona de confort de verdad, pero, claro, entendemos también que a lo mejor hay alguien que no le apetece, durante sus 15 días de vacaciones, irse a mitad de la selva a dormir en el suelo, que le piquen bichos por todas partes y comer arroz durante 12 días.

1:02:26

Pero, bueno, es lo que a nosotros nos gusta. Cuando uno quiere llegar a esos últimos lugares, a esos «last places», necesita irse a sitios lejanos, a sitios remotos, y eso implica renunciar a ciertas facilidades. Pero nosotros seguimos teniendo ese espíritu de descubrimiento, de aprender cosas nuevas, de llegar a lugares donde no hemos estado. Y, claro, a uno se le vienen a la mente antiguos exploradores o gente histórica que ha realizado grandes viajes. Y uno piensa, por ejemplo, en Alejandro Magno, cómo fue el momento en el que él y su ejército vieron elefantes por primera vez. Supongo que sentirían mucho miedo, porque eran elefantes preparados para la guerra, pero el pensar en el concepto de un elefante, si no lo has visto nunca, tiene que ser algo impactante, presentártelo delante por primera vez. Esta capacidad de asombro la tenemos y en el mundo hay cosas que, de verdad, hasta que no las tienes delante no eres consciente de que algo tan extraño ocurra. Hablamos de un elefante, pero puede ser un dragón de Komodo, un lagarto de dos metros y medio y medio metro de alto. Tenerlo delante tuyo es algo que te sobrecoge. O un gorila. Estar a un metro de un gorila de montaña te pone la piel de gallina. Y eso es lo que nosotros buscamos con nuestros viajes, también, no solo a nivel de animales. A nivel de paisaje, visitar, por ejemplo, la Antártida o el desierto de Danakil, en Etiopía, que es el lugar más caluroso del planeta… Se rebasan los 60 grados de temperatura, pero tiene unos paisajes que cuesta creer que estén en este planeta. Unos lagos verdes de azufre, montañas amarillas… Parece que estás en Marte, pero está aquí, está en este planeta y uno puede ir a visitarlo.

1:04:23

Y si hablamos de cultura es lo mismo. En muchos de nuestros viajes nos sorprendemos, de decir: «¿Cómo es posible que esto exista en el mismo planeta y en el mismo momento en el que estamos nosotros vivos?». Y buscamos eso, buscamos la sorpresa y el impactar en el viajero, porque es lo que a nosotros nos hace vibrar, y no el ir a hacer la misma foto a la misma cascada que la tienen 400 millones de personas. Esa es un poco la filosofía con la que nosotros nos movemos en la agencia de viajes. Y siempre, al final, volviendo un poco al inicio de toda esta charla, viajamos para ser conscientes de que somos todos iguales y viajamos también para ser conscientes de que somos todos muy diferentes a la vez.

1:05:11
Chico. Hola, Aníbal. Yo quería preguntarte… Tú que has estado en lugares tan diferentes y remotos de todo el planeta, ¿qué se siente cuando llegas a sitios tan diferentes a lo que estamos acostumbrados?

1:05:24
Aníbal Bueno. Pues… yo siento mucha emoción. Llevo ya 15 años dedicándome a esto y sigo sintiendo mariposas en el estómago cuando me enfrento a una nueva cultura, a un nuevo destino. Para mí es emoción pura. Yo reconozco que soy un privilegiado de poder dedicarme a lo que me dedico. Y en momentos en los que llego a lugares difíciles, a lugares a los que pensaba que jamás podría acceder, o tengo encuentros emocionantes con culturas, yo suelo mirar mucho al pasado, al Aníbal del pasado, de, no sé, de 10 años, 12 años, y pensar: «¿Quién te iba a decir que ibas a estar aquí, explorando el mundo, llegando a tantos rincones?». Y no dejo de emocionarme. Me siento… pues quizá como se puede sentir un astronauta, salvando las distancias, o como una persona que hace un «trekking» en la montaña de al lado de su pueblo y va descubriendo a cada paso lo que hay. Esa sensación, para mí, es indescriptible. Es lo que me mueve cada día, lo que me hace levantarme, lo que me hace seguir trabajando en un trabajo que, a veces, es difícil. Tiene momentos muy duros, se pasa miedo, se pasa mucho miedo en esta labor cuando te adentras a zonas en conflicto, a lugares inseguros, cuando coges alguna enfermedad… Para mí fue muy duro estar dos semanas ingresado con malaria en un hospital en África. Y luego hay otro sentimiento del que quizá no se habla tanto, que es el desarraigo. Una persona que pasa tanto tiempo fuera… Yo he visitado más de 110 países, he estado cinco años de viaje de golpe sin volver a España, pasando de un país a otro.

1:07:06

Al final tienes una sensación de que no eres de ninguna parte, que eso es positivo en cierto sentido, pero luego, cuando vuelves a casa, habías dejado una vida en pausa, pero tú has cambiado mucho, y tu vida sigue tal cual la dejaste, y a veces sientes que ya no encajas en esa vida que dejaste a medias hace cinco o seis años, y eso es duro de gestionar también. En muchos casos, uno, cuando ve mis fotografías, puede centrarse en la parte exótica. El exotismo es una palabra que tiene una connotación más positiva y una más negativa. Al final no es más que sentirse atraído por algo que te llama la atención porque es ajeno a tu cultura, y eso para mí es algo que me motiva. Sin embargo, creo que es un error, sobre todo en la parte estética, quedarnos simplemente en la superficie, en ese exotismo de decir: «qué foto tan chula, porque esta persona lleva una pluma en la cabeza y tiene unos tatuajes en la cara». Creo que, para ser honestos, necesitamos profundizar un poco más en la narrativa, que es lo que trato de hacer con mi trabajo. Espero conseguirlo. Es no solo compartir imagen, imagen, entre comillas, exótica, sino explicar lo que hay detrás. En esta imagen veis a un guerrero dani. Los danis son una comunidad de Papúa Occidental, en la región de Indonesia, y los guerreros, en su atuendo militar, incluyen un septum nasal. En este caso, tienen el tabique nasal atravesado con dientes de jabalí.

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Ahí tienen unos cerdos enormes, que son sagrados para ellos, y una vez al año realizan la fiesta del cerdo, donde sacrifican a varios de ellos y cogen los dientes para hacerse este abalorio, que solo se lo ponen para la fiesta del cerdo, es decir, una vez al año, o cuando están en guerra. Y luego tienen también una tiara que está hecha con plumas de gallina y también se decoran con otras plumas de diferentes aves a lo largo de la frente. Tradicionalmente, el número de plumas de las grandes, de las amarillas, solía ir relacionado con el número de enemigos que habían abatido en la última batalla. A día de hoy esa tradición se ha perdido un poco y al final se las ponen un poco según gustos, pero sí que es cierto que lo de la perforación nasal lo mantienen solo durante el ritual del cerdo y en momentos de guerra. A mí me ocurrió, cuando estuve haciendo un «trekking» para visitar esta comunidad, que realmente estaban en un conflicto tribal, y nos encontramos a dos guerreros con arco y flecha, con el atuendo de guerra, y el guía que iba conmigo se puso muy nervioso. Claro, yo no lo entendía, aún no conocía la realidad de esta comunidad hasta que me lo explicó, y estaban en guerra con el poblado de al lado. De hecho, pasamos por ese poblado y estaba completamente calcinado, le habían prendido fuego. Aquí está la importancia, también, cuando uno viaja, de entender la cultura a la que se va a enfrentar, sobre todo si uno está haciendo un trabajo de documentación.

1:10:12

Necesitas entender algo para poder contarlo luego con precisión. Pero, cuando ves formas tan distintas de enfrentar la vida, al final te das cuenta de que hay muchas cosas, incluso cosas que nosotros podemos pensar que 100 % son de una manera, que no siempre tienen que ser como uno cree. Este ha sido un gran aprendizaje. Otro ha sido ver el paso del tiempo de una forma diferente. En muchos lugares por los que me he movido, las cosas van muy despacio. Estamos en una sociedad en la cual todo se obtiene al instante, y el tener que esperar, y a veces esperas eternas, para mí ha sido una lección para volver a aburrirme y aprender a aburrirme, incluso a disfrutar del aburrimiento, algo que hacía años que no experimentaba, y también para tener claro que uno hay cosas que no puede controlar. Por ejemplo, si vas a una embajada en Sierra Leona a sacar un visado, llegas allí y tú no sabes si vas a estar una hora o vas a estar diez. Y el jugar con esa incertidumbre, con el cansancio y con el paso lento del tiempo para mí ha sido un gran aprendizaje. Otro aprendizaje ha sido lidiar con la frustración, porque en estos viajes la mayoría de cosas que planeas no sale. Tienes que tener un plan B, un plan C y un plan D, y a veces dejarte llevar y aprender a que ocurra lo que tenga que ocurrir. Siempre, para que el trabajo salga bien, uno tiene que tener un plan, pero, cuando todo se va truncando por el camino, la sensación de decir «vamos a ir navegando los inconvenientes y a ir lidiando con lo que vaya viniendo de forma más improvisada» para mí ha sido otro gran aprendizaje. Por supuesto, valorar la diversidad cultural. Uno parte antes del viaje con muchos prejuicios.

1:12:07

Cuando vas conociendo gente de todas las etnias, todas las religiones, todas las condiciones, todas las formas de pensar, te das cuenta de que el 99 % de las personas, sean donde sean, son personas maravillosas, y eso te hace también valorar sus formas de ver el mundo y que hay que luchar por mantener esta diversidad. También me ha ayudado a valorar la comunidad. Estamos en una sociedad, aquí en Occidente, quizá demasiado individualista, y el ver cómo otras sociedades dan tanto valor a lo común… Hay algunos pueblos que viven en la selva de África central donde, por ejemplo, los niños son educados entre toda la comunidad, no solo entre el padre y la madre, y no solo eso, sino que los bebés son amamantados por otras madres y eso es algo normal, algo natural, y creo que deberíamos aprender algo de eso. Y también el valor que tienen los mayores. Aquí, en muchos casos, se les aparta de la sociedad, y en la inmensa mayoría de sociedades indígenas son el mayor valor que tienen. Son los jefes de la tribu, son los que más experiencia y más saber atesoran, y creo que deberíamos darle una vuelta a eso y volver a poner en valor lo que nos puede aportar una persona que ha vivido tanto. Y, por último, el respeto a la naturaleza. Muchas comunidades, sobre todo aquellas que viven en ecosistemas tan ricos como la selva, obtienen su medicina de allí, construyen sus casas con materiales vegetales y viven en completa armonía con un ecosistema que les da todo y al cual ellos están eternamente agradecidos. De hecho, muchos de sus dioses son, simplemente, el dios de la selva. Es algo muy abstracto. Y creo que deberíamos tener estos aprendizajes presentes.

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Gracias.