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“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”

Sonia López Iglesias

“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”

Sonia López Iglesias

Maestra y psicopedagoga


Creando oportunidades

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Sonia López Iglesias

Maestra, psicopedagoga y formadora de profesores y familias, Sonia López Iglesias destaca que su tarea más importante es la de ser madre de dos adolescentes. “Ser mamá o papá es el único oficio del mundo en el que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera. Además, una carrera de fondo, llena de tropiezos y de no saber dar respuesta”, afirma. En esta carrera profesional y vital ha tenido ocasión de trabajar en todas las etapas educativas, desde Educación Infantil a Secundaria, e impartir charlas y talleres sobre cómo mejorar la comunicación familiar, la inteligencia emocional y lo que defiende como “pedagogía del querer”.
“Esta pedagogía se basa en un acompañamiento desde el amor incondicional, desde la confianza, desde el respeto, desde la creación de un vínculo sólido y desde la disponibilidad”, plantea la experta, que comparte sus reflexiones en varios medios especializados en crianza y en su blog Equilibrium. Según su experiencia, en tiempos de incertidumbre y estrés, la sociedad olvida la importancia de las muestras de afecto hacia los más pequeños. “Nuestros hijos necesitan de nosotros nuestro cariño, ternura y, sobre todo, que establezcamos con ellos un vínculo fuerte. Ese vínculo es el que les va a dar seguridad ante la vida”, concluye.


Transcripción

00:03
Sonia López. Soy Sonia López, maestra, psicopedagoga y mamá de dos niños. Soy una defensora de la pedagogía del querer, una pedagogía que se basa en un acompañamiento desde el respeto, el amor incondicional y el vínculo.

00:22
Pamela Izquierdo. Hola, Sonia. Soy Pamela, soy mamá de una niña pequeña y psicóloga, es un placer estar contigo el día de hoy.

00:29
Sonia López. Muchas gracias por la invitación y será un placer hablar contigo de la educación de nuestros hijos.

00:35
Pamela Izquierdo. Sí, creo que la crianza y la educación es un tema que nos preocupa a muchos padres. Tú, siendo mamá, maestra, psicopedagoga, veo que has defendido el «aquí y ahora» en la educación muy diferente a generaciones anteriores. Cuéntanos cómo y por qué se da este cambio.

00:53
Sonia López. Mira, muchos de nosotros fuimos educados pensando solamente en el futuro. Lo importante no era lo que hacíamos, sino lo que teníamos que llegar a conseguir. Todo estaba programado en nuestra vida. Teníamos que estudiar mucho para conseguir un gran trabajo. Teníamos que formar una familia estándar. Nos exigían organizar nuestro tiempo libre, incluso, con mucha antelación. En las últimas décadas la sociedad ha sufrido muchas crisis: crisis sanitarias, sociales, políticas e incluso educativas, que nos han hecho ver la necesidad de cambiar y dejar de pensar tanto en el futuro y centrar la atención en el aquí y en el ahora. Estas crisis hacen que salgamos de nuestra zona de confort y que nos demos cuenta de que lo importante es poner atención plena a todo lo que hacemos a diario. Debemos enseñar a nuestros hijos a tolerar el cambio, a que sepan que no hace falta que lo controlen todo, a que sean capaces de improvisar ante los imprevistos que la vida les va poniendo en su día a día. También les tenemos que enseñar que tendrán la necesidad de reinventarse a lo largo de su vida, en todas sus facetas. Pero, sobre todo, tenemos que enseñarles a elegir la manera en la que quieren mirar a la vida y relacionarse con ella. Deberíamos centrar nuestra educación en el ser, enseñándoles a ser valientes, a tener mucho coraje, a tener ganas de exprimir la vida al máximo. Tenemos que animarlos, también, a que se hagan preguntas de todo aquello que les preocupa, les inquieta… Deben sentir, sobre todo, que los acompañamos sin condición, que vamos a estar a su lado siempre.

“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”. Sonia López Iglesias
02:54

Tenemos que potenciar también mucho su inteligencia emocional y, sobre todo, conseguir que sean capaces de disfrutar de las pequeñas cosas, de los pequeños detalles, teniendo una atención plena en todo lo que hacen. Olvidarnos un poco de centrarnos en el futuro y, sobre todo, no arrastrar los errores del pasado. Vivimos en una sociedad en la que no dejamos aburrirse a nuestros hijos porque les hemos metido en la dinámica muy parecida a la nuestra. Les hacemos entrelazar tareas todo el día. Ellos acaban su jornada escolar y siguen haciendo actividades extraescolares: un día hacemos inglés, otros días vamos a practicar algún deporte. Entonces, lo que les pasa a nuestros hijos en nuestra sociedad es que no saben aburrirse, que no les damos la oportunidad de experimentar esta emoción. El aburrimiento enseña a nuestros hijos a tener la capacidad de esperar y en una sociedad que va tan, tan rápido es una habilidad que tienen que aprender, la espera. Además, el aburrimiento nos permite conectar con nuestras emociones. Cuando estamos aburridos sin hacer nada, es cuando es más fácil el autoconocernos e incluso autogestionarnos. El aburrimiento también activa en nosotros la creatividad, que es la base esencial para el aprendizaje.

04: 29

Tenemos que validar que nuestros hijos no hagan nada, porque enseguida en casa cuando los vemos estirados en el sofá, o a un adolescente mirando el móvil, o a un niño tranquilamente descansando, viendo un programa de tele, nos ponemos nerviosos y parece que siempre tengan que estar haciendo algo: estudiando, preparando un trabajo, entrenando. Validar que no hagan nada va a hacer que nuestros hijos toleren mucho más esta emoción. Bertrand Russell decía que una sociedad que no tolera el aburrimiento es una sociedad con muy poco valor. Entonces pongamos de moda el aburrimiento y pongamos de moda que sean nuestros hijos los que decidan lo que quieren hacer en sus momentos libres, en su tiempo de ocio.

05:17
Pamela Izquierdo. También nos pasa mucho, a veces, conversando con otras madres decimos: «¿Seremos buenas madres, seremos malas madres?» «Lo estamos haciendo bien». Un poco… ¿Cuáles crees que son los errores más comunes en la crianza?

05:32
Sonia López. Mira, yo recuerdo el día que me enteré de que iba a ser mamá y recuerdo que la felicidad y el nerviosismo se apoderaron de mí. Ser mamá o papá es el único oficio del mundo en el que primero te otorgan el título y luego cursas la carrera. Además, una carrera de fondo, llena de tropiezos, de no saber dar respuesta… Al principio crees que la maternidad se basa únicamente en dar respuesta a las necesidades básicas de nuestros hijos, que es el darles de comer, el sueño, darles nuestra seguridad. Pero a medida que crecen te das cuenta de que va mucho más allá. Entonces es muy difícil dar respuesta a las necesidades, por ejemplo, emocionales que tienen, a los miedos que les surgen, a las inseguridades. Lo primero que tenemos que hacer es pensar que se aprende a ser mamá o papá a la vez que nuestros hijos aprenden a ser hijos. Entonces, tenemos que pensar que para nuestros hijos somos los mejores papás o mamás que pueden tener. Entonces, hay que partir de la idea que hay que amar al hijo que tenemos y no al que desearíamos. Hay que aceptar a nuestros hijos tal y como son, igual que lo hacen ellos. Hay que tener muy claro que educar no es solo enseñar o incluso adoctrinar, sino que va mucho más allá. Educar es despertar las ganas de aprender, contagiar el optimismo por la vida. Hay muchas veces que nos cuesta mucho encontrar el equilibrio perfecto entre la sobreprotección y la permisividad.

07:34

También nos cuesta escucharles con calma, ofrecerles tiempo, sin prisas, acompañarles estando presentes y con nuestros cinco sentidos, porque hay muchas veces que los escuchamos a la vez que hacemos la cena, preparamos las cosas del día siguiente… Entonces, el no acompañarles desde la serenidad hace que nuestros hijos puedan sentirse poco seguros, que no sientan el apego seguro que ellos necesitan. Sobre todo, tenemos que eliminar de nuestro acompañamiento las comparaciones entre hermanos o con otras personas, las etiquetas que tanto les limitan o los juicios de valor. Hay muchas veces que hablamos con ellos sin ganas de entendernos, porque nos centramos en todo aquello que nosotros le queremos decir y nos importa poco lo que ellos nos puedan contestar, especialmente en la adolescencia, porque parece que lo más importante es nuestra visión sobre el mundo o sobre el conflicto. Y ellos sienten que no les escuchamos con empatía. Y, sobre todo, tenemos que conseguir que lo que decimos y lo que hacemos esté en armonía. Entonces tenemos que ser el mejor ejemplo de que lo que decimos se hace.

09:03
Pamela Izquierdo. En casa yo trato con mi hija y, como pareja, tratamos de que ella sepa lo valiosa que es: que es independiente, que pueda hacer las cosas por ella misma… ¿Cómo logramos que nuestros hijos crean en sí mismos de esa manera, independientemente de lo que digan los demás?

09:20
Sonia López. Oscar Wilde decía que amarse a uno mismo es el inicio de una larga vida romántica. Tendemos a mirarnos siempre con poco cariño. Hay que enseñar, tanto a adultos como a nuestros hijos, a mirarnos con dulzura. Tenemos que aprender a no depender de las opiniones o la aprobación de los otros para hacer lo que realmente queremos o necesitamos. Tenemos que aprender a aceptar nuestras debilidades y nuestros miedos. La autoestima es el pilar para que nuestros hijos consigan un bienestar emocional. Es la base para que creen un buen autoconcepto y que se desarrollen de forma correcta, tanto a nivel personal como social. Los niños con baja autoestima son niños superinseguros que dependen siempre de la aprobación de los adultos o incluso de los otros niños. Son niños que muestran muchas dificultades para tomar decisiones. En cambio, los niños con una buena autoestima son niños superfelices, que están dispuestos y tienen ganas de aprovechar cada instante, que toman decisiones, que son autónomos. Yo recuerdo que cuando hacía primaria tuve una profesora que un día delante de toda la clase me dijo que tendría muchas dificultades para ganarme muy bien la vida. Arrastré ese comentario en mi memoria durante muchos años hasta que, por suerte, en el instituto encontré a una maestra que me dijo algo totalmente diferente. Me dijo: «Confía en ti y, sobre todo, encuentra lo que te hace ser diferente».

11:11

Entonces, nuestros hijos necesitan que cuidemos de esa autoestima a diario. Necesitan que les ayudemos a descubrir sus habilidades, sus capacidades. Necesitan que nuestras expectativas sean acertadas, porque hay veces que les exigimos demasiado. Necesitan que les acompañemos con mucho cariño, con mucha paciencia, que entendamos sus errores, que les digamos a diario las cosas que hacen bien, pero sin exagerar demasiado los logros. Porque hay veces que el trabajo de esta autoestima nos hace llegar a sobreprotegerlos. Entonces, para que nuestros hijos tengan una buena autoestima hay que confiar en ellos, dejándoles que se equivoquen y sobre todo eso, ofreciéndoles tiempo para aprender. Hay que acompañarles sin etiquetas, sin comparaciones, sin juicios de valor que, al final, son los que rompen la autoestima.

12:15
Pamela Izquierdo. Justamente en esa línea me ha hecho recordar mi época que en el colegio se hablaba mucho de las buenas notas, de sacar buenas notas y era como lo central, y la inteligencia emocional estaba como de lado. ¿Ahora cómo ves ese cambio en las escuelas?

12:32
Sonia López. Mira, yo creo que tenemos mucha suerte porque en las aulas como docente y no solo en las aulas, sino también en las familias, cada vez la educación emocional está mucho más presente. Y, además, es una educación imprescindible para que nuestros hijos consigan un bienestar personal y social. Los niños, tanto en las aulas como en casa, necesitan que les expliquemos que no existen emociones buenas y malas, que todas son necesarias. Necesitan que les ayudemos a identificarlas, que les pongamos nombres, que les ayudemos a desarrollar estrategias para hacerles frente. Pero, sobre todo, necesitan adultos que les ayuden, que las validen. Y que les hagan sentir bien. Entonces, muchas veces en los colegios hemos olvidado realmente la asignatura más importante que deberíamos dar, porque durante muchas décadas nos hemos centrado en que nuestros hijos, nuestros alumnos, obtengan el mayor número de contenidos y de procedimientos posibles. Incluso en casa también lo hacemos, porque no tan solo les exigimos que cumplan con su jornada escolar, sino que les exigimos que aprendan el mayor número de idiomas posibles, que aprendan a tocar un instrumento, que sean buenos a nivel deportivo. Entonces deberemos explicar que la asignatura más importante, tanto en casa como en la escuela, es conseguir que nuestros hijos sean felices, pero sobre todo, explicar una felicidad bien entendida que no tiene nada que ver, por ejemplo, con el éxito, con lo que podamos poseer, con el número de «likes» que podamos conseguir… Entonces es muy importante explicar que la felicidad debería basarse en saber cómo nos observamos y nos juzgamos. La felicidad, al final, es un camino, no es una meta y la felicidad se consigue trabajándola a diario. Nosotros, como padres o docentes, podemos facilitarles mucho ese camino y la forma de hacerlo es confiando mucho en ellos, en no cansarnos de animarles a probar nuevas cosas, de enseñarles que el error es parte esencial del aprendizaje. No cansarnos de demostrarles que estamos a su lado sin condición. Pase lo que pase, hagan lo que hagan.

“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”. Sonia López Iglesias
15:19
Pamela Izquierdo. Sí, en mi trabajo con niños y adolescentes veo mucho que la autoestima está ligada, también, a gestionar los errores, a tolerar la frustración. ¿Tú crees que nuestros niños pueden desarrollar estas herramientas en el futuro? ¿Cómo lo ves?

15:36
Sonia López. Mira, vivimos en una sociedad donde hay poco espacio para el error, donde parece que nadie se equivoque, que no haya fracasos. El éxito de las personas se publicita a bombo y platillo. Además, es un éxito mal entendido, que se relaciona muchas veces con el dinero que puedes llegar a conseguir, con tu popularidad… Entonces, nuestros hijos lo que necesitan es que desde bien pequeños les hablemos sin tapujos del error, que les expliquemos que al final el error es un pilar en su aprendizaje. Que se convierte en el mejor maestro que pueden tener. Entonces nuestros hijos necesitan que acompañemos ese error con mucha calma, que les ayudemos a ser resilientes, porque los niños que son capaces de hacer frente al error son niños que son capaces de dar respuesta a las dificultades que le van surgiendo en el día a día y, sobre todo, son capaces de superarlas y de salir favorecidos de ellas. Entonces hay que enseñarles a que se atrevan, a que prueben y hay que darles tiempo para aprender y entender que en cada etapa educativa van a mostrar diferentes dificultades. Hay que apostar por enseñarles a errar correctamente. Se dice que caerse está permitido, pero levantarse es una obligación. Entonces, enseñémosles a ver el error como una magnífica fuente de aprendizaje.

17:33
Pamela Izquierdo. También pasa mucho, hablando del día a día, que por el ajetreo, las preocupaciones, a veces aparentamos no estar tan disponibles para ellos como quisiéramos y a medida que van creciendo hay menos muestras de cariño o aparenta ser así. ¿Cómo crees que esto influye en la infancia?

17:50
Sonia López. Mira, yo si algo recuerdo de mi abuela es que siempre tenía tiempo para mí. Recuerdo que tachaba los días en el calendario para que llegase ese día en el que todos nos metíamos en el coche y llegábamos al pueblo donde vivía. Lo que me gustaba de ella es que siempre me escuchaba sin prisas. Siempre tenía tiempo para enseñarme a cocinar o a hacer cualquier cosa. Para escucharme sin mirar nunca el reloj. La verdad es que las cosas han cambiado mucho. Como dice Victor Küppers, vivimos como pollos sin cabeza. Vamos de un lado para otro corriendo, sin ser conscientes muchas veces de lo que hacemos. Entrelazamos todo el rato tareas por hacer. Entonces, todo este estrés genera que seamos incapaces de acompañar a nuestros hijos desde la calma, desde la serenidad, que mostremos muchas dificultades de ser coherentes con lo que les decimos y con lo que hacemos. Entonces, también es muy difícil encontrar un equilibrio entre la sobreprotección y la permisividad. Deberíamos cambiar nuestra forma de acompañarles. Al final nuestros hijos lo que necesitan es que estemos presentes y disponibles, que les acompañemos sin condición, sin etiquetas, aceptando tal y como son. Yo soy una fiel defensora de la pedagogía del querer. Una pedagogía que se basa en un acompañamiento desde el amor incondicional, desde la confianza, desde el respeto, desde la creación de un vínculo sólido y desde la disponibilidad.

19:37

Nuestros hijos, al final, necesitan de nosotros nuestro cariño, nuestro amor, nuestra ternura y, sobre todo, que establezcamos con ellos un vínculo fuerte. Y ese vínculo es el que les va a dar seguridad ante la vida. Entonces, no podemos olvidar que nuestros hijos necesitan de nosotros diariamente muestras de cariño y de afecto. A veces esta sociedad ha olvidado la importancia que pueden tener los besos, los abrazos, las palabras que alientan. Entonces hay que apostar por que nuestros hijos tengan a diario abrazos, que se amolden a todas las circunstancias. Besos que regalen oportunidades, que hagan, por ejemplo, más sencillas las despedidas. También necesitan palabras que les alienten, que les digan que lo están haciendo muy bien y, sobre todo, también necesitan de nuestras miradas, unas miradas que creen complicidad y que les digan que pase lo que pase, vamos a estar a su lado. Sagan decía que amar es mucho más que querer. Amar es comprender, entonces al final lo que necesitan nuestros hijos es nuestro tiempo y nuestra comprensión.

20:56
Pamela Izquierdo. Estamos viviendo también épocas singulares. Es una época en la que lo común es la incertidumbre, tal vez. ¿Cómo les enseñamos a nuestros niños a afrontarla?

21:07
Sonia López. Mira, Kant decía una frase que me parece que nos va perfecta en la actualidad, decía que la inteligencia de una persona se mide con la capacidad que tiene de soportar la incertidumbre. Sufrimos constantemente crisis económicas, sanitarias, que hacen que sea imposible prevenir lo que va a pasar mañana. Entonces, esta incertidumbre, tanto a los adultos como a los niños, genera mucha inseguridad, provoca que nos sintamos muy vulnerables. Entonces sí que es verdad que a nuestros hijos no vamos a poderles explicar jamás cómo será el futuro. Y al final, es lo que menos nos tiene que importar, lo que tenemos que hacer es darles las estrategias para que cuando se encuentren ante esta incertidumbre, le puedan hacer frente. ¿Cómo podemos conseguirlo? Le tenemos que enseñar a dar respuesta al cambio y saber hacer frente al error. Tenemos que ayudarles a entender este mundo cambiante que, a nosotros, los adultos, nos cuesta muchas veces entender. Tenemos que enseñarles a tolerar la frustración, a que no siempre van a conseguir todo aquello que se propongan. Debemos ser el mejor modelo de gestión ante la incertidumbre que ellos puedan tener. Hay que motivarlos sobre todo a que se hagan preguntas y que busquen respuestas ingeniosas, porque no sabemos a lo que le van a tener que hacer frente. Hay que trabajar mucho para que desarrollen correctamente su autoestima, su autonomía personal, la empatía. Hay que potenciar mucho que desarrollen la inteligencia social. Es muy importante poder hablar con ellos de la incertidumbre sin tapujos y compartir que a todos nos hace sentir vulnerables. Tienen que sentir que ante esta incertidumbre estamos a su lado, sin condición. Pase lo que pase o hagan lo que hagan.

23:18
Pamela Izquierdo. Y esta incertidumbre a veces trae miedo. ¿Crees que es posible que nosotros les enseñemos a ellos a ser niños valientes?

23:27
Sonia López. Pues mira, el miedo es una emoción primaria, natural y adaptativa, nuestros hijos deben aprender a hacerle frente. De forma errónea siempre se ha pensado que el miedo es una emoción negativa, pero es todo lo contrario. El miedo nos permite estar en alerta y nos protege. Además, nos ayuda a avanzar. Entonces, lo que no podemos permitir, tanto los adultos como los niños, es que este miedo nos bloquee, no nos deje tomar las decisiones de forma libre o nos limite aquello que queremos hacer. Recuerdo que yo era una niña muy miedosa, me daban miedo muchísimas cosas: las arañas, el hacerlo mal… pero sobre todo lo que me daba miedo era la oscuridad. Pero también recuerdo que cuando eso pasaba, mis padres y mi hermana mayor supieron acompañar ese miedo con mucha calma. Entonces lo que necesitan nuestros hijos ante el miedo es tener a papás y mamás que mantengan la calma. Que les expliquen, sobre todo, que todos tenemos miedo y que no por eso no somos valientes. Que les enseñen a que al miedo se le hace frente con mucha determinación, con mucha valentía. Nuestros hijos necesitan que ante el miedo mostremos toda nuestra comprensión, nuestra paciencia, nuestro cariño. Al miedo se le planta cara con mucho sentido del humor, así que podemos animar a nuestros hijos a que dibujen el miedo, a que inventen historias sobre él. Nunca debemos utilizar el miedo para controlar sus comportamientos. Antiguamente se decía: «Si no te portas bien vendrá el coco». Para hacer frente al miedo, una buena técnica es estar relajados, meditar, el estar con nosotros mismos y controlar las emociones, intentar controlar las emociones que ese miedo nos genera.

25:37
Pamela Izquierdo. Sonia, tú eres madre de adolescentes. Escucho mucho, cuando hablo con padres, que es como vivir entre catástrofe y euforia constantemente. ¿Cómo hacemos para comunicarnos mejor con ellos?

25:50
Sonia López. Mira, yo tengo el privilegio, porque para mí es un privilegio, de vivir con dos adolescentes: uno de trece y otro de dieciséis años. Es muy difícil acompañar a dos jóvenes que viven en una metamorfosis de cambios, que se muestran en ocasiones irreverentes, que buscan constantemente los límites, que muchas veces parece que no muestren interés por lo que yo les pueda decir, que buscan su espacio, que se pasan mucho tiempo encerrados en su habitación con su móvil, escuchando música. Hace poco mi hijo adolescente, el más pequeño, me preguntaba: «Mamá, ¿te gustaba más cuando era pequeño?». Hay veces que cuesta mucho superar ese duelo, el sentir que ya no eres imprescindible en su vida. Nuestros hijos adolescentes lo que necesitan es que sigamos estando allí, presentes y superdisponibles. Necesitan que les ayudemos a entender el mundo que les rodea, que muchas veces es muy difícil de descifrar. Al final, lo que necesitan nuestros hijos adolescentes, lo primero, es que nos acordemos de cuando éramos nosotros adolescentes, porque nos va a facilitar ver la etapa de una forma mucho más empática. Olvidamos muchas veces que los adolescentes también necesitan de nuestros abrazos, de nuestros besos, de nuestras palabras de aliento. Tengo un adolescente que mide 1,83, resulta, en ocasiones, muy difícil encontrar ese momento de del achuchón, del contacto físico.

27:39

Además, necesitan que hablemos con ellos con ganas de entendernos, que no les carguemos de etiquetas, ni de comparaciones, ni de reproches. Necesitan nuestra confianza, que entendamos que empiezan a necesitar volar fuera del nido. Necesitan que mostremos mucho interés por sus cosas. Las mamás y papás de los adolescentes debemos conocer la música que les gusta, las actividades que les gusta compartir con sus amigos. Debemos conocer también, por ejemplo, los «youtubers» a los que siguen, los personajes populares que siguen en las redes sociales. Nosotros, en casa, solemos cerrar el día yo pasándome por sus habitaciones diciendo una frase que en catalán es una frase muy bonita que es el «T’estimo», el «Te quiero mucho». Hay muchas veces que mis hijos ni siquiera me miran, pero hay alguna noche que al salir de la habitación escucho: «Yo también te quiero». Entonces ese amor incondicional que consigamos hacerles sentir va a ser la base para entenderlos y para que no se rompa nunca el vínculo con ellos.

“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”. Sonia López Iglesias
28:59
Pamela Izquierdo. Yo me acuerdo de cuando era adolescente, era una época de muchos cambios, y mis padres me podían decir: «No, no hagas esto» como el no constante de muchas cosas que me frustraba a veces a mí. ¿Cómo hacemos para acompañar a los adolescentes o incrementar su tolerancia a la frustración? ¿O a estos errores o cosas que pueden hacer?

29:19
Sonia López. Prohibir que hagan cosas a los adolescentes es muy poco efectivo. ¿Por qué? Porque ellos, la gran parte del día no están con nosotros. El prohibir sin dar una explicación lo que hace es romper nuestro vínculo. Que no sientan ese apego seguro que sentían cuando eran más pequeños. Lo que funciona con los adolescentes es darles mucha información, explicarles desde la calma el porqué de las cosas, el dejar abiertas siempre vías de comunicación y, sobre todo, escuchar lo que ellos piensan o sienten sobre el tema que estemos hablando. La mejor forma de poderlos proteger es dándoles mucha información y, por suerte, cada vez más en las familias con adolescentes se habla sin tapujos, por ejemplo, sobre las drogas, sobre el sexo, sobre la educación emocional. Entonces hay que enseñarles a gestionar bien la frustración, porque en esta vida todo lo que nos proponemos no siempre lo conseguimos. Y esa capacidad de superar la frustración se hace enseñándoles a aceptar el error. Y a enseñarle que todo lo que nosotros nos proponemos exige un esfuerzo y un trabajo constante, que no se consiguen las cosas sin esfuerzo, sino todo lo contrario, siendo superperseverantes.

30:52
Pamela Izquierdo. Y ahora se habla mucho de la sobreprotección y tú defiendes que a veces nos hemos olvidado un poco de la cultura del esfuerzo. ¿Cómo lo ves tú en la escuela o con tus hijos?

31:03
Sonia López. Es que vivimos en una sociedad tan, tan rápida que parece que haya poco tiempo para esforzarse. Parece que todo lo que queramos conseguir lo podemos hacer con un simple clic. Entonces, muchas veces, tanto los profesores como los padres en las familias, tendemos a allanar demasiado el camino de nuestros hijos. Entonces eso supone que no les dejamos esforzarse, no les dejamos decidir porque nos da miedo que fracasen. Nos da miedo verlos tristes. Nos da miedo que caigan. Entonces, desde bien pequeños hay que explicarles la importancia del esfuerzo. Yo soy una defensora de su pedagogía, que es muy sencilla, que es explicar que todo lo que vamos a conseguir va a ser gracias a nuestro trabajo y a nuestro esfuerzo. Además, un esfuerzo que nos va a exigir tomar responsabilidades y saber buscar alternativas a los problemas que nos vayan surgiendo. Además, hay que enseñarles a gestionar correctamente el error, explicarles que es una parte imprescindible del aprendizaje y, sobre todo, hay que enseñarles a ser resilientes, a saber hacer frente a las dificultades, a ser capaces de superarlas y a sentirnos superorgullosos de haberlo hecho.

32:34

Entonces, la mejor forma de conseguir que nuestros hijos se esfuercen es dándoles motivos para hacerlo. Es muy difícil que un niño de ocho o diez años entienda, por ejemplo, que tiene que esforzarse en los estudios. Pero si les explicamos que esos estudios no solo nos van a abrir puertas en un futuro, sino que también nos permiten disfrutar del día a día, va a ser mucho más fácil que se esfuercen. O si les explicamos que cuando, por ejemplo, hacen deporte y hacen un deporte de equipo es muy importante que se esfuercen. ¿Por qué? Porque el esfuerzo suyo va a sumar con el esfuerzo de los compañeros y va a ser mucho más fácil llegar a la victoria. Entonces hay que hacerles que amen los retos, hay que contagiarles y explicarles nuestros retos también y, sobre todo, hacerles conscientes de que ellos valoren su fuerza de voluntad. Einstein decía que no existe mayor fuerza en el mundo que la fuerza de la voluntad. Entonces hay que quedarnos con esto.

33:49
Pamela Izquierdo. Tú fomentas mucho en tu familia el tema del deporte. Sé que corres maratones. Cuéntame un poco qué ha aportado el deporte a tu familia y, un poco, qué valores ves que han desarrollado tus hijos a través del deporte.

34:05
Sonia López. Mira, nosotros desde… yo corro maratones y mi marido es triatleta. Entonces para nosotros desde que tuvimos a nuestros hijos fue esencial el que hiciesen deporte. Vimos muy claramente que si queríamos conseguir que ellos practicasen cualquier actividad física, debíamos convertirnos en el en el mejor de los ejemplos. Siempre hemos intentado en todos los retos deportivos que preparamos en casa, implicarles a ellos. Explicarles que supone, por ejemplo, madrugar para robar tiempo para entrenar, que supone el conseguir, por ejemplo, completar una maratón. Entonces, si les implicas, ellos al final lo que quieren es hacer lo que hacen papá y mamá. Todos conocemos la cantidad de beneficios físicos que tiene la práctica deportiva en la infancia. El deporte ayuda en el desarrollo de los huesos, de los músculos, ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, la diabetes y, sobre todo, la obesidad, que se ha convertido en una de las enfermedades más importantes de la infancia. Pero no solo tiene beneficios físicos, sino que tiene muchos beneficios psicológicos y es un gran medio para para educar en valores. Mediante el deporte podemos aprender a trabajar en equipo, a ser solidarios, a desarrollar nuestra capacidad de esfuerzo, de superación personal. El deporte le permite a nuestros hijos ponerse retos, entrenar con fuerza para ganar, por ejemplo, un partido o una carrera.

36:06

Los niños que practican deporte son niños mucho más autónomos, son niños que obtienen mejor rendimiento en la escuela y son niños mucho más felices. Recuerdo una anécdota de cuando mi hijo pequeño tenía seis o siete años, nos pidió que lo preguntásemos a un «cross» escolar donde corrían muchísimos niños. Recuerdo los nervios que tenía el día anterior, pero también recuerdo la emoción que le hacía el momento que le pusimos un dorsal, papá y mamá estábamos allí para para apoyarle. Superorgullosos de que hubiese salido de él la necesidad, las ganas de probar que era un «cross». Recuerdo que en la primera vuelta al verlo pasar, le gritamos y le animamos a disfrutar la carrera. Y también recuerdo que iba de los primeros, pero en la segunda vuelta, al llegar los primeros clasificados, vimos que él no estaba y nos preocupamos. Y a los instantes lo vimos correr y hablar con un niño que no sabíamos quién era. Él corría mucho más lento de lo que puede hacer. Entonces, al llegar a meta, enseguida le preguntamos que si había tenido algún problema, si se había hecho daño y nos dijo que no, que en la segunda vuelta, cuando iba de los primeros, vio que un niño al que no conocía se había caído y se había puesto a llorar y él decidió parar a ayudarle. Se aseguró de que estuviese bien, siendo muy consciente de que perdía posiciones. Y además le animó este niño a acabar la carrera y le dijo que no se preocupase, que él iba a correr a su ritmo y que llegarían juntos a la meta. El deporte es una forma maravillosa de educar y deberíamos todos potenciarlo en las familias.

“La sociedad ha olvidado la importancia del afecto”. Sonia López Iglesias
38:15
Pamela Izquierdo. Hay otro tema que a veces nos preocupa a los padres, que es la relación entre hermanos. Si discuten, si se pelean, ¿qué hacemos? ¿Entramos? ¿Les ayudamos? ¿Los dejamos a ellos solos? ¿Qué recomiendas tú?

38:24
Sonia López. Pues mira, si algo recuerdo de mi infancia, eran las peleas con mis hermanas. A veces eran peleas tan tontas como la cantidad de comida que había en un plato, por encontrar el mejor lugar en el sillón o, por ejemplo, decidir el canal de televisión que queríamos ver. Muchas de estas peleas yo creo que estaban motivadas por los celos, o quizás también por llamar la atención de nuestros padres. Pero también recuerdo de mis hermanas que gracias a esa pelea, a esa convivencia, se convirtieron en mis grandes compañeras de aventura, en mi apoyo incondicional, en mis grandes confidentes. Y no solo fue en la infancia, sino que todas esas relaciones me han llevado a seguir manteniendo… a sentirme querida por ellas y apoyada. Muy torpemente pensamos los padres que las peleas entre hermanos son algo negativo, y es todo lo contrario. Las peleas entre hermanos son una fuente de aprendizaje. En ellas desarrollan, por ejemplo, la capacidad de espera, la paciencia. Aprenden a negociar, aprenden que no siempre se gana, a ceder, porque no siempre tienes que tener la razón. Entonces es una fuente de aprendizaje que los padres, si lo vemos de esta forma, es mucho más fácil de llevar.

40:20

Nuestros hijos ante las peleas necesitan, primero, que sepamos que son necesarias para su desarrollo. También necesitan que nuestro cariño sea equitativo y que no noten, por ejemplo, que nos pasamos el día comparándolos o que queremos más al pequeño o al grande de la familia. También tenemos que explicarles que en casa queremos vivir en un ambiente sin gritos y convertirnos en el mejor modelo que puedan tener a la hora de gestionar nuestras propias peleas. Nuestros hijos también necesitan que ante una pelea no intervengamos, siempre que sea posible. Solo deberíamos intervenir si en esa pelea hay un maltrato físico, hay una agresión. Ante una pelea nos tenemos que mostrar ante ellos super neutros. Tenemos que dejar que nos expliquen ambas partes lo que ha pasado y evitar dar la solución nosotros a esa pelea. Hay que animarles a que cada uno pueda aportar alguna solución y que ellos mismos encuentren la mejor solución para el problema, que normalmente son problemas insignificantes. Antes de cerrar el conflicto nos tenemos que asegurar de que ambas partes han cedido y de que ambas partes consideran que se les ha tenido en cuenta.

41:34
Pamela Izquierdo. Sonia, ha sido un placer estar contigo aquí el día de hoy. Muchas gracias por compartir este tema que nos importa mucho a los padres.

41:42
Sonia López. Muchísimas gracias. Gracias por la invitación y ha sido un placer poder hablar contigo sobre educación y espero que te sea muy útil.