“El amor no se parece en nada a lo que nos enseñan”
Marina Marroquí
“El amor no se parece en nada a lo que nos enseñan”
Marina Marroquí
Educadora social
Creando oportunidades
Cómo aprender a amar en igualdad
Marina Marroquí Educadora social
“La sociedad aún no entiende lo que es la violencia de género”
Marina Marroquí Educadora social
Marina Marroquí
“Cuando salí de esa relación era incapaz de decir una canción que me gustase o una película. Yo no era nadie. No era nada”. Aún así, a Marina Marroquí le costó un lustro llamar “maltratador” al hombre que le robó la adolescencia. De los 15 a los 19 años vivió un infierno que ahora relata con dureza: “A mí me pegaron, me quemaron, me violaron, me dejaron en un descampado, me asfixiaron, me insultaron y me humillaron”. Y, tras dejar la relación, lo que quedó fue una mujer que se sentía culpable, avergonzada y rota. Ahora, totalmente recuperada y optimista, expone su pasado porque está convencida de que la visibilización y la educación son las únicas herramientas para eliminar la violencia de género.
Marina Marroquí estudió Educación Social en la Universidad de Granada y actualmente preside la Asociación Ilicitana contra la Violencia de Género (AIVIG). En su empeño educativo, ha llevado el taller “El amor no duele” -una dinámica de prevención y detección precoz de la violencia de género- a más de 65.000 adolescentes. También imparte cursos a policías, fiscales y profesionales sanitarios. “Necesito intentar que esta sociedad cambie, que la educación cambie y se conozca ese infierno que está tan oculto dentro de tantas casas”, asegura. Además, es autora del libro ‘Eso no es amor: 30 retos para trabajar la igualdad’.
¿Qué es el amor para Marroquí? “El amor es algo que saca la mejor versión de ti misma, que te hace ser feliz cada día, que te hace sonreír y en donde te sientes libre y, sobre todo, segura”, sostiene.
Se sabe afortunada por seguir viva y ahora disfruta, con humor contagioso, de cada canción, de cada película y de cada segundo.
Es profesional, es valiente, es feliz.
Hoy Marina Marroquí, más que nunca, es.
Atención a víctimas de violencia de género:
016
(España)
Web
Transcripción
Yo intenté salir adelante haciendo nuevos amigos y una nueva vida en la que nadie sabía lo que yo había sufrido y lo que me había pasado. Me cambié de ciudad, hui, pero me di cuenta de que no puedes correr lo bastante lejos. Al final, tus fantasmas siempre, siempre te persiguen y había muchísimas preguntas que me perseguían y no me dejaban ser feliz. Aunque de puertas para afuera había vuelto a estudiar y había vuelto a construir una vida, por dentro parecía que seguía estando en ruinas. Era incapaz de estar conmigo a solas, ni siquiera un minuto. Hubo una época que tenía cinco trabajos diferentes para llegar tan cansada que sólo pudiera desmayarme. Había mil preguntas que me atormentaban ¿Cómo he podido ser tan tonta? ¿Cómo no me di cuenta si todo el mundo lo veía? ¿Cómo podía perdonar una y otra vez las barbaridades que me hizo? ¿Cómo me perdono a mí misma volver a haber abrazado a esa persona y decirle te quiero después de que te dejara llorando después de tener sexo o que te insultara y te pegara durante un kilómetro por la calle?
Y me di cuenta de que, de todas las preguntas, la respuesta era la misma, que la culpa era mía, que yo tenía la culpa, que yo era débil, que yo era tonta. Intenté mirar un poco más allá, ¿no? Yo siempre estaba cegada en por qué yo, por qué a mí. Y empecé a estudiar educación social, que posiblemente por eso pude buscar esas preguntas, a lo mejor si hubiera sido arquitecta nunca hubiera tenido que enfrentarme a la violencia de género y sería como miles de mujeres que se lo guardan dentro, cierran ese cajón con mil pestillos y jamás vuelven a pronunciarlo en voz alta. Pero en una profesión como la mía es un problema social que te encuentras una y otra vez. Entonces, al final intenté explicarme el porqué. No puede ser que cada vez que salga el tema tengas que irte de clase o no vayas, o llores, o que tenga que salir el tema con amigos y te vayas corriendo porque no puedes contestar. Y empecé a especializarme en violencia de género.
Jamás, jamás pensé que me iba a dedicar a esto porque yo nunca se lo había contado en voz alta a nadie y simplemente quería encontrar respuestas. ¿Por qué me hacía eso? ¿Qué le pasaba para destrozarme la vida de esa manera? Pero no ponía nombre. Yo salí de ahí con 19 años y tardé cuatro o cinco años en sentarme un día delante de un espejo y decir: soy maltratada, me han maltratado. No era un capullo, no era una persona que me jodió la vida, no era… No, no, era un maltratador. Y esas palabras dolieron más que cualquier paliza que me hayan dado, porque no me podía identificar en una mujer maltratada. Yo, con los huevos que yo tengo. ¿Cómo me iba a poder pasar eso a mí? Y como también estudiaba los trastornos mentales, dije: “No, no puedes provocarte una pesadilla, o cómo se te revuelven las tripas cada vez que pasa alguien con su colonia al lado o el vuelco al corazón que te da cada vez que ves un modelo de su coche, hasta que ves por la matrícula que no es él”.
Ese miedo… Ese miedo no se puede fingir, no se puede inventar. Aquí ha pasado algo que tienes que ponerle nombre y a partir de poner ese nombre, aunque dolió de una manera infinita, empecé a liberarme. Empecé a entender el porqué, empecé a construir un relato mucho más allá de la versión que él me había dado, porque yo salí de esa relación creyendo que todo era culpa mía, que yo estaba loca, que yo era una celosa, que yo le provocaba esos cabreos que al final mira cómo me hacen ser. Y es que me lo creí. Al final me dejó en un papel en blanco y cuando yo salí de esa relación era incapaz de decir una canción que me gustase o una película. Yo no era nadie. No era nada. Era incapaz de hablar. Yo recuerdo que casi siete meses después de haber salido fui a un centro comercial a hacer la compra y no encontraba el atún. Y después de media hora buscando el atún, un chico se acercó y me preguntó: “¿Estás buscando algo?”. Y me fui llorando. No podía hablar en público. No pude decir: “Oye, perdona, ¿dónde está el atún?”. Porque yo era una sombra. Yo no era nadie.
Entonces, volver a construir una autoestima y volver a construir una personalidad es muy duro. La gente cuando habla de la violencia de género cree que lo más difícil es vivirla. Yo os puedo decir cómo me pegaron palizas y me dejaron en el suelo, como me violaron y me dejaron en un descampado, como me asfixiaron y se fue creyendo que ya estaba muerta. Pero es que eso al día siguiente ya no duele. Os lo juro que ya no duele.
Lo más difícil, lo que más cuesta de sacar de la violencia de género y de superar es cada “eres tonta”, cada “no vales para nada”, cada “nunca serás nadie sin mí”, “no tienes a nadie”, “estás sola”. Y te mete el “estás sola” tan adentro que te lo crees durante muchísimo, muchísimo tiempo. Entonces, volver a conectarte con una sociedad que te ha aislado, en la que nadie se ha dado cuenta, has salido de esa sociedad y nadie, nadie, lo ha visto.
Yo hacía cosas tan absurdas para intentar volverme a meter en esta sociedad que un día decía: “No, Marina, tienes que salir adelante. Hoy vas a sonreír a todos los conductores de autobús que te encuentres y hoy vas a decir hola a todas las personas que llevan una camiseta roja”. Y parecían cosas absurdas, pero es que no tenía ningún motivo para vivir. Es que la gente cree que vivir la violencia de género es lo más duro y lo más difícil es sobrevivir a ella. Cuando sales viva y cuando intentas volver a construirte, y cuando esa venda de su manipulación y de su chantaje se cae y te das cuenta del infierno que has vivido y sobre todo de lo que es capaz, de lo que es capaz. Que te va a matar.
Porque cuando estás dentro de esa relación, crees que pierde los nervios, crees que en el fondo se arrepiente, que no es tan mala persona. Una vez se tiró seis horas llorando en mi ventana. Le saqué agua y todo por si se deshidrataba, en serio. Quieres creer a la persona que llora, llora y de rodillas te pide perdón y no a la persona que, en un momento dado, porque no paras, porque no te callas o porque no dejas de hacer planes, pierde los nervios. Y es muy difícil. Para que os hagáis una idea, una vez mantuvimos sexo —en ese momento yo le llamé sexo, después, con los años, te das cuenta de que tienes que llamar violación a muchas más cosas de las que creías. Pero claro, por mucho que intentes convencer de que, bueno, te dejas para que no se enfade y para tener la fiesta en paz, que es un poco lo que intentas durante toda la relación. Tu cuerpo lo sabe. Lo peor de todo es que había violaciones superagresivas, pero esas que no pasaba nada y simplemente se te resbalaba una lágrima por la mejilla eran de las que más dolían. Y como esa lágrima caía porque era inevitable, después me echaba una bronca, que era una cortarollos que no valía para nada y que era una frígida, y abrió la puerta del coche y me dejó tirada. Yo tenía 16 años en aquel entonces y me dejó tirada en un polígono que aún estaba en construcción y había como dos o tres naves. Yo llevaba mi móvil en el bolso y me senté en la acera a esperar porque pensaba que se iba a arrepentir, que había sido un pronto y que iba a venir y que… ¿Y si llamaba qué les decía a mis padres? ¿”Ven, que me ha dejado tirada en un descampado”? No tenía muchas más opciones. Entonces me quedé esperando. Hasta las seis de la mañana.
Y él vino y en ese momento, dentro de esa manipulación, pensé que se ha arrepentido, que ha pensado que ha vuelto para… Ahora, diez años después, me doy cuenta de que vino porque eran las seis de la mañana y qué iba a pasar si venían los trabajadores de esa fábrica y veían a una niña de dieciséis años llorando sentada en la acera, que iba a poder rescatarme.
Porque al final la violencia de género es un poco así. Te van aislando de todo el mundo y te meten en un pozo en el que, si no te sacan, no puedes salir. Yo no salí. A mí me encantaría decir que era así de fuerte y de valiente, como me veis ahora, pero yo no salí. A mí me sacó mi familia. Me sacaron cuando los llevé al límite. Yo pensaba que era la próxima Romeo y Julieta, que ese amor todo lo podía. Al final se iba arreglar y que al final íbamos a ser felices. Yo salí en el momento que llegué un día después de mil y una jugadas a mi familia, de haberle mentido mil veces y haberme escapado a verle. Yo desarrollé una bulimia nerviosa, que por suerte nuestro cerebro siempre es más inteligente que nosotros. Claro, yo en esa relación, en esos cuatro años, engordé 50 kilos. Cuando yo a mi madre le digo con 17 o 18 años que vomito mucho y no sé por qué, pero no paro de vomitar. Mi madre asoció y dijo: “Bueno, es la adolescencia, has engordado muchísimo, es normal. Vamos a llevarte a una médica. No pasa nada”. Entonces fue esa médica la que le dijo que yo no sufría bulimia, yo sufría bulimia nerviosa, que mi cerebro tenía problemas que yo no era capaz de asimilar y que, si ella tuviera que apostar, pensaba que a mí me maltrataban.
"El amor no se parece en nada a lo que nos enseñan"
Mi familia ya había cerrado banda ante él, ya mi padre… él entraba a un sitio y mi padre salía. Pero claro, de saber que me aleja de la familia o saber que no me trata muy bien a que venga una médica a decir está maltratando a tu hija. Entonces ahí cerraron bandas, ahí no hubo negociación. Me encerraron cuan Rapunzel en un castillo. Me escapaba a verle, me daba igual. Una vez llamó a toda mi familia (primos, tíos, abuela…) y dijo que él se suicidaba, pero a mí me mataba antes. Pues después de eso me volví a escapar. Yo sabía que no podía volver con él, pero yo de verdad en ese momento pensaba, pese a que lo había intentado y casi conseguido durante varias veces, pensaba que no llegaría tanto, que simplemente no entiende que se ha acabado y ya está. Y quedé con él, a hablar con él para decirle que ya está, que dejara de molestar a mi familia, que no pasaba nada, que se tenía que acabar y punto. Imaginaos mi casa cuando después de esa llamada yo desaparezco cinco horas. Cuando yo llegué… Yo vivo en un campo y me acuerdo que mi madre estaba por fuera del campo, en medio de los naranjos, y cuando llegué andando para que no vieran el coche, me dijo: “¿Es que nunca lo vas a dejar? No podemos hacer nada. Tus hermanos te están buscando en descampados. Están llamando a comisarías y hospitales. Ya pensábamos que estabas muerta”. Dijo: “Es que da igual. Yo sólo te digo que llevo 30 años casada con tu padre y yo no le he visto llorar nunca. Tú sabrás”.
Y yo entré, entré a la habitación de mi padre, el típico hombre cabeza de familia al que nunca había visto llorar ni mucho menos, y lloró como jamás he visto llorar a nadie. Solo me pudo decir: “No sabes lo duro que es saber que van a matar a tu hija y no poder hacer nada”. Y por eso salí, salí por ellos, salí porque en ese momento dije ya está. Ya está, hasta aquí. Hasta aquí ha llegado esto y voy a intentar salir y no hacerles más daño, porque siempre habían estado ahí. El proceso fue muy duro. Durante casi un año siguió persiguiéndome y amenazándome y estando en cada sitio donde yo iba, yo me dejé la ESO sin terminar en esa relación y cada “tonta” me resonaba mucho. Eso fue un sábado 23 de septiembre y me acuerdo que ese lunes me fui a una academia para apuntarme a lo que quedara. Me daba igual. Que me metí en Farmacia, ¿qué hacía yo en el grado medio de Farmacia? Pero me daba igual. Pues yo tuve que estudiar con él mirando por la ventana todo el tiempo, durante meses, siempre detrás. Yo sólo podía ir a estudiar porque un amigo me recogía todos los días de la puerta y me llevaba a mi casa. Y así hasta mayo o junio del año siguiente. Hasta que encontró a otra chica de 15 años a la que hacer lo mismo.
Porque te das cuenta que por desgracia en esta sociedad la violencia de género aún sigue siendo eso. Tú solo puedes escapar si otra mujer ocupa tu lugar en ese infierno. Pero con los años y estudiando y enfrentándome a poner nombres a cada violación, a cada insulto, a cada humillación, a que igual no era tan culpa mía… Decidí que, si ya que había sobrevivido, que había tenido la suerte de salir viva, que muchas mujeres no corren esa suerte, lo mínimo, lo mínimo que me merecía era ser feliz. Lo mínimo, porque vivía mirando siempre a las espaldas. Yo recuerdo un día de estos que me perseguía una y otra vez y me di la vuelta y dije: “Mátame ya, por favor, mátame”. Se lo supliqué: “Porque si me vas a acabar matando. ¡Hazlo ya! Y ya está”.
Y llegaba cada noche deseando que por la noche me diera un derrame cerebral y no me despertara porque vivir así era horrible. Es que sobrevivir a la violencia de género es horrible. Entonces decidí que no. Decidí que, si ya que había sobrevivido, lo mínimo que me merecía era ser feliz. Entonces empecé a poner nombres, a acudir a profesionales, a ayudarme. Y es cuando descubrí que la mejor venganza que le puedes hacer a un maltratador es ser feliz. Porque ha dedicado tanto esfuerzo y tanto tiempo a borrarte cada sonrisa de la cara, que lo que lo que más puedes hacer para vengarte de aquello que te pasó es ser feliz cada día de tu vida. Intentar que no siga pasando. Intentar que esta sociedad cambie y que la educación cambie y se adapte a ese infierno que está tan oculto dentro de tantas casas. Y es un poco lo que hago ahora. Ahora hago talleres, ahora consigo algo que es impensable, ya no solo hablar en público, sino hasta meter chistes entre sitio y sitio y poder hablarlo y poder contarlo, porque cada vez que lo cuento, cada vez, hay una mujer que ha vivido el mismo infierno y se identifica o hay una chica que lo empieza a vivir y puede salir a los 17 en vez de a los 19 como yo, o en vez de a los 35, como salen otras. Y ahora me dedico básicamente a eso, a trabajar la prevención de la violencia de género, a la detección precoz. Creo que el problema de esta sociedad es que la línea roja está en si te pega, no te quiere. Y cuando esa línea roja está, llegamos tarde. Cuando llega la violencia física estás tan anulada emocionalmente y las secuelas son tan graves que ya te va a costar muchísimos años salir de eso.
Entonces necesitamos hacer herramientas de detección precoz en la que tú, en dos o tres meses, sin dependencia emocional, sin falta de autoestima y sin falta de personalidad, puedas huir y salir de esa relación. Yo comparo muchísimo, muchísimo, la violencia de género con el cáncer de mama, porque creo que es el cáncer social que afecta a las mujeres. Creo que se parecen y tienen muchísimas cosas en común. Antes, las mujeres que sufrían cáncer de mama, se ponían una peluca exactamente igual a su pelo y los días que estaban peor, pues no salían de casa.
¿Qué pasaba? Que ninguna mujer pensaba que podía tener cáncer de mama, porque no conocía a ninguna mujer que le hubiera pasado. El problema de la violencia de género es que en muchas ocasiones la sociedad no entiende lo que es, porque las mujeres aún estamos en casa con nuestras pelucas. Aún no se lo contamos a nadie, no decimos nada. ¿Y qué pasa? Que simplemente conocemos la violencia de género cuando nos toca muy de cerca. O en nuestra madre, nuestra hija, nuestra hermana, nuestra mejor amiga o no la conocemos. La realidad es que una de cada tres mujeres en este país sufre violencia de género, violencia sexual. Y creo que es el momento de que las mujeres que lo hemos podido superar y sobre todo no corre un gran riesgo nuestra vida, porque hemos podido recuperarnos y poner distancia de nuestro maltratador, se quiten esa peluca y empiecen a llevar ese pañuelo morado que pueda hacer que a otras mujeres no les pase. Entonces estoy aquí para contestar a todas vuestras preguntas y para que sepáis que podéis hacer todas las preguntas que siempre os habéis hecho del maltrato. Muchas gracias.
Y al final hace que no puedas reconocer esas primeras señales. Pero es que se nos construye de manera, por desgracia, desde que nos van educando desde pequeñas. Al final, esta educación machista lo que hace es predisponerte para eso de una manera muy sencilla. Las chicas, se construye su autoestima de una manera totalmente externa. ¡Qué guapa que eres, qué bonita, qué bien te portas, qué buena! Mientras que, por ejemplo, a los chicos se construye una autoestima totalmente interna. Eres fuerte, eres valiente eres… ¿no? Y claro, el peligro de tener una autoestima construida de manera externa es que dependes mucho de lo que los demás piensen de ti. Y si eso se utiliza para manipularte y anularte y creer que seas de una manera totalmente diferente, es carne de cañón para los maltratadores. Al final es que el problema del machismo es que crea la coartada perfecta para que el maltratador justifique todos sus actos. Entonces no hay perfil. Todas las mujeres estamos predispuestas y lo único que podemos hacer es tener señales de alerta y de detección para poder identificarlo lo antes posible.
Nos hemos puesto la línea en “si te pega, no te quiere”, con esa línea roja llegamos muy tarde. Y hay señales mucho más sutiles. Por ejemplo, no se da valor a la violencia psicológica, cuando es la primera que necesita un maltratador para anularte. No os equivoquéis, un maltratador eficaz, un maltratador de libro perfecto, nunca le hace falta levantar la mano, jamás. Te suelta una mirada de asesino y tú automáticamente paras de respirar y dejas lo que estés haciendo. O sea, el maltratador sólo utiliza la violencia cuando no tiene otro recurso. Si el chantaje y la manipulación, los gritos o el llanto le valen para que tú dejes de hacer lo que estás haciendo y reafirmarse en ese poder de que él es más fuerte que tú, le vale. Pero en el momento que eso no funciona, porque hay algo que nunca puede anular, que es el instinto de supervivencia, cuando tú al final corres, gritas o pides ayuda, cuando te está pegando o cuando te está insultando, o cuando ya no puedes más porque no puede tirarse una hora insultándote porque le has sonreído al de las palomitas, ahí es cuando ellos utilizan la fuerza sin ninguna impunidad. O sea, la utilizan como respuesta absoluta.
Pero no podemos esperar a llegar a la violencia física porque muchísimas mujeres nunca llegan a vivirla en primera persona o sólo la viven… A mí muchas mujeres vienen y me dicen: “Pero si no era así. Es cuando me quise separar, cuando entonces estalló”. Claro, es que antes, con la violencia psicológica, te tenía totalmente anulada y no le hacía falta. En el momento que has dicho que no… Por eso son tan peligrosos los momentos de divorcio, los momentos de denuncia. Son momentos en los que dices el no absoluto y es cuando la violencia es impredecible. Pero la violencia psicológica, la violencia sexual, la violencia económica, la que controla precisamente todo lo que gastas.
Una relación de maltrato es sentirte culpable constantemente por todo. Es cuando por todo le da la vuelta y al final tú eres la culpable. Es que tienes que ir de puntillas, evitando broncas. Es una relación en la que, como digo, tiene que estropearte todas las ocasiones especiales. Al final, en una relación ahora mi línea roja es diferente. Ahora mi línea roja es que, si yo tengo que filtrar lo que digo antes de decirlo, por si se enfada, un día me lo reprocha, lo utiliza en mi contra, ya no me merece la pena. ¡Qué cansado! Con todo lo que yo hablo. Si yo tengo que filtrar antes de hablar. No, no, es que es que es una relación en la que eres libre, en la que estás cómoda y a la que no vas de puntillas evitando consecuencias. No tiene celos de todo el mundo. No te intenta alejar de tu familia. No te habla mal de nadie. Es una relación en la que en la que te sientes libre y, sobre todo, segura.
Es muy doloroso porque no estás conectada con el dolor. Intentas hacer esa barrera para protegerte, pero también te impide conectarte con todo lo demás. Y es importante que al final los millones de mujeres que sufren violencia de género y se resignan simplemente a sobrevivir y a salir vivas y a acostumbrarse a que de vez en cuando duele, no es así. Te puedes recuperar al cien por cien. Puedes vivir sin pesadillas, sin miedo. Puedes volver a ser tú, siempre y cuando tengas ayuda de profesionales, sola es imposible. Yo lo sé y aprendí a vivir. Aprendí. Esa pregunta me la hice. Aprendí a vivir en el momento en que acepté que me iba a matar. Llegó un día en el que dije: “Vamos a ver, yo sé que va a matarme, yo lo sé. Sé que puede tardar un año, cinco años o diez, pero sé que va a acabar matándome”. Pero si vivir así es peor que estar muerta. Si como vives día a día no puedes seguir. Entonces dije: “Vale, yo voy a aceptar que me va a matar. Pero lo único que puedo hacer yo por mi vida es disfrutar cada día de mi vida. Y hacer todo lo que yo quiero hacer y vivir sin miedo. Y posiblemente venga y me mate mañana y eso puede pasar porque nunca te libras del peligro de un maltratador, pero sé que no matará a una mujer que agacha la cabeza. Sé que matará a una mujer libre y a una mujer a la que nunca, nunca consiguió anular del todo”. Entonces, ese fue el primer paso para conseguir superarlo. Pero la verdad es que cuesta mucho superar, sobre todo porque te sientes culpable todo el tiempo. ¡Qué tonta, qué débil! ¿Cómo pude hacerlo, cómo pude aguantar? Y te sientes que al final eres responsable. Es muy difícil. Cuando salí, todo el mundo lo había visto antes que yo, fui la última persona en darse cuenta. Mi familia lo había visto enseguida, mis amigos también, todos me lo decían y yo una y otra vez, una y otra vez, les decía que no lo conocían, que no sabían cómo era en el fondo, que no tenían ni idea. Que después me trataba bien. Y aún era peor cómo me trataba cuando no había nadie.
Pero es muy difícil romper un teatro en el que tú has sido la principal protagonista y en el que tú eres la principal marioneta. Yo después la vergüenza y la culpa es algo que me ha perseguido, porque con qué cara vuelves tú a tu familia y les dices: “Teníais razón y es mucho más grave de lo que de lo que os conté”. Porque al final en mi familia saben lo que vieron, vieron cosas muy fuertes, pero aun así no llegaría ni a un 10 % de la gravedad de lo que yo viví. Por ejemplo, vosotros saldréis de aquí sabiendo mucho más de mi historia que mi familia, porque al final, como digo, la vergüenza y… Que a mí me dolió y lo pude superar, pero el dolor que a unos padres les da ver cómo su hija ha sufrido de esa manera es mucho más duro. Entonces, yo creo que superar la culpa y la vergüenza es algo que nos cuesta muchísimo a todas las mujeres.
"Solo la educación puede erradicar la violencia de género"
Al final, la educación es la única baza real de erradicar la violencia de género. Yo creo que hay dos grandes pilares, que son la educación, para que la siguiente generación trabaje y sea de una manera más igualitaria, más justa. Y el segundo, la formación a profesionales. Al final, lo que te encuentras es que nadie de ninguna facultad, ni de Derecho, ni de Magisterio, ni de Psicología, ni de Educación, salen verdaderamente formados en materia de igualdad y violencia de género. Entonces, ahí también cojeamos. Pero por eso creo que la educación es la baza más importante para erradicar la violencia de género y no sólo la violencia de género. Al final yo, como digo, lo que hago es trabajar muchísimo con adolescentes. Yo hago un taller de prevención y detección precoz de la violencia de género que se llama “Eso no es amor”, que actualmente ha pasado por unos 65.000 chavales a nivel nacional. Y lo que intento es despertar una mentalidad crítica, porque el machismo tiene dos grandes bazas por las que por las que cuesta tanto sacarlo de esta sociedad. La primera es que es invisible, al final es cultural, es lo que ha habido siempre y si no lo focalizas y lo ridiculizas mucho, no te das cuenta de lo absurdas que son algunas cosas de las que tenemos totalmente normalizadas. Y la segunda, que lo hace muy bien, es estereotipar. Es que nos educa a chicos y chicas tan diferente que no nos conocemos. Entonces el estereotipo funciona muy bien. Por eso, en muchas ocasiones, cuando conoces a un chico la primera vez dices: “¡Ay! Es que es supersensible, cariñoso y divertido. Es diferente”. ¿No? Es como todos. Lo que pasa es que tú tenías en tu cabeza lo que es el estereotipo de chico.
Es lo primero que hago cuando entro con ellos. Lo primero que hago es que yo les doy un papel continuo. Separo a chicos y chicas. Bueno, en realidad, no. Separo personas que les gusten los hombres y personas que les gusten las mujeres. Es la separación que hago y les doy un papel continuo tamaño pibón, ¿vale? Tamaño yo. Y en eso van a dibujar su persona ideal, la persona que les volvería locos y locas. Y van a poner cinco cualidades físicas que tenga que tener obligatoriamente y cinco cualidades de personalidad. Porque la personalidad es importante, porque si no yo no me comería un “torrao”, ¿vale? Entonces yo apuesto ahí por la personalidad.
Y es brutal. 65.000 chavales, pero es que siempre sale lo mismo, siempre. O sea, que las chicas sean rubias, que tengan más tetas, que digo: “¡Hostia, con dos no basta! ¿Necesitas tres o cuatro?”. Buen culo, buenas caderas, ¿no? Divertida, fiel, sumisa. Sale siempre. Pero es que cuando dibujan a chicos es siempre moreno, ojos verdes, tabletón, culo. Y luego que sea fuerte, con sonrisa perfecta, con pelo perfecto y que no sea empalagoso. Que tenga su punto de chulo, su punto de malote, su punto de… ¿ya sabéis no? Y que sea celoso. Que sea celoso. Si no me ha salido en 400 dibujos, no me ha salido en ninguno. Y después de hacer el dibujo salen y lo explican.
Entonces empieza: “Pues yo lo quiero celoso”. Y digo: ¿Celoso? ¿Por qué lo quieres celoso? ¿Por qué? ¿Por qué hostia lo queréis celoso? ¡A ver, explícamelo!”. Y dije: “Marina, relájate, que eres una profesional”. “Explicadme libremente por qué lo queréis, celoso”. Y la respuesta fue tal cual: “Vamos a ver, Marina, es que yo quiero un tío que si voy de lista y del brazo de otro le pique, porque si no es que no le importo una mierda”.
Y al final te das cuenta de que está superinteriorizado, que yo tenía 15 años y él 20 y sigue molando, sigue molando que te recojan en coche del instituto y sigue molando ver que le molas a un tío de 18 o de 20 teniendo 15 y qué fácil. ¡Qué fácil! Yo lo único que sabía del amor es pues como vosotras, ¿no? Las películas que veis, que es un poco lo que hago en el taller. Hago ese despertar, esa mentalidad crítica en la publicidad, en las películas, en las canciones, en todo lo que nos rodea, todo lo que nos hace desear lo que se llama el amor romántico que son las primeras señales de maltrato, que el amor no se parece en nada a lo que nos enseñan.
Yo, por ejemplo, “Crepúsculo”, ¿no? Analiza el “Crepúsculo”, ¿no? Lo ves al fondo del pasillo, “palidusco”. Al chico mucho sol no le da, ya te lo digo. Y vas y dices: “Tengo 15 años y me he enamorado de ti, en cinco minutos que te he visto ya sé que eres mi amor para siempre”. Entonces yo me acerco a ti y te digo: “Hola, me llamo Bella, te he visto cinco minutos y yo ya sé que te quiero mucho, que te quiero pase lo que pase. ¿Quieres salir conmigo?”. Y entonces él te dice: “No, huye. Corre, que soy un vampiro y te puedo matar”. Y tú contestas: “Me da igual si es que yo te quiero”. Claro, da igual lo que sea. Da igual que sea un vampiro que te va a sacar las tripas. Yo conozco a una persona cinco minutos y me dice: “Soy un vampiro y te puedo matar” y me faltan piernas para correr, ¡tías! Pues no, te enamoras. Y te enamoras tanto que haces: “Muérdeme. Muérdeme para siempre”. ¡Que tienes 15 años! Que a lo mejor al año le huelen los pies, ronca o es medio tonto y no os apetece seguir con él. Y tú ya estás ahí, vampira. Mala suerte. Pero es que así es todo. En “A tres metros sobre el cielo”, ¿cómo le gusta que le llamen? Hache, ¿no? Hache. Es así, yo pongo Hache en la imagen a los chavales y de repente se escucha: “¡Ay!”. Porque Hache se llama Hugo, pero le gusta que le llamen Hache. Chicas, decir Hache es más largo que decir Hugo, quiero decir. Ya nos está diciendo… Yo me llamo Marina, por favor llámame Marina del Carmen de Rosario, que me gusta más.
Sí, porque Hache parece un chulo que se comporta como un chulo y te trata como un chulo, pero crees que en el fondo es solo porque lo ha pasado supermal en la infancia y ha tenido que hacer una coraza para protegerse de la sociedad. Pero cuando se enamore de ti, solo de ti, va a acabar siendo dulce, cariñoso, tierno y divertido. ¡Ya! Una cosita. Así, como locura. Si parece un chulo, se comporta como un chulo y te trata como un chulo. Sorpresa, sorpresa. ¿A lo mejor es un chulo? Esa opción nunca nos entra en el catálogo, jamás. Todos tienen traumas internos que curar de la infancia, ¡que paguen a una psiquiatra! Que no, que en esta sociedad, yo creo que, de verdad, creo firmemente que se debería hacer una propuesta para que a las mujeres nos convalidaran Enfermería y Psicología. ¡Sí, tío! ¡Que por lo menos trabajes de eso! ¿Por qué qué? Porque básicamente es a lo que nos dedicamos. Vas haciendo todo ese recorrido de cómo la sociedad nos educa, cómo nos educan. Cuando yo digo machismo, música, os viene a la cabeza reguetón. ¡No hace falta! Si es que el reguetón lo vemos, que solo hace falta poner una hora de canciones. ¿Cuántas canciones cantadas por mujeres que escuchamos las mujeres son “prefiero morir a tu lado que vivir sin ti”, “toda entera y tuya, aunque mi vida corra peligro”, “por ser tu mujer, sería capaz de morir en tu cama”? ¿Cuántas? Todas, todas.
Al final, ese amor que todo lo puede en el que al final pase lo que pase… Y si no, mueres por amor. Nos hace que deseemos y que idealicemos algo que en realidad no se parece en nada a lo que es el amor. Y es un poco lo que hago con los chavales. Al final cuento mi historia y les cuento el precio que yo pagué por educarme en la sociedad que estamos y creerme todos esos mensajes de que el amor era lo que esas películas me pintaban y que ese amor se puede convertir en un infierno sin darte cuenta.
Dependiendo de qué entendamos por romántico. Es cierto que esas películas, “Cincuenta sombras de Grey”, la película más vista de la historia desde “Titanic” en los cines. Y vamos a verlo nosotras al final. Es cierto que nos educan para que nos gusten y nos guste “A tres metros sobre el cielo”, nos guste “Crepúsculo”, nos gusten “Cincuenta sombras de Grey” y nos encante “La Sirenita” y “La Cenicienta” y “Blancanieves” cuando somos pequeños. Aquí el problema es que no importa tanto, siempre y cuando despiertes una mentalidad crítica y sepas el precio que se puede pagar con ello y no lo interiorices como construcción a tu personalidad. O sea, yo lo siento, siento romperos el mito, pero yo he visto “Crepúsculo”, he visto “A tres metros sobre el cielo” y he visto “Cincuenta sombras de Grey”. Hasta las liberadas. Yo las he visto todas. Claro, pero es cierto que no tiene el mismo… A mí se me cayó un poco el mito. Mi hermana es bioquímica, salió la inteligente de la familia. Yo soy la graciosa, porque la guapa también es ella. Y yo un día la vi con el libro de “Cincuenta sombras de Grey” y dije: “Tú no, por favor, tú no”. Claro, pero es que no tiene el mismo peligro cuando lo lees con 30 años que cuando lo lees con 15. Cuando te vas construyendo y crees que eso es el amor. Ser romántica… El problema es que lo que conocemos como amor romántico, ese “pase lo que pase”, “el amor todo lo supera, el amor todo lo puede”, “el amor vale la pena”. ¡Ostras! ¿Y por qué vale la pena y no la alegría? ¿Por qué construyen el amor tan ligado al sufrimiento? “Quien bien te quiere, te hará llorar”. ¡Que es mentira! Que quien bien te quiere te hace reír cada día.
Pero nos enseñan a que al final el amor es sufrir. Y ese amor romántico es el que crea la coartada a la violencia de género, que crea después… Lo peligroso que tiene este amor romántico es que después el maltratador utiliza todos esos argumentos para que tú le perdones. Por eso perdonamos. Yo considero que soy mucho más mujer maltratada por lo que perdoné que por lo que me hicieron. Y perdonas, porque al final, si se tira una hora y media diciendo que lo siente, que es celoso y que no lo puede controlar, pues tiene medio lógica y tiene una lógica macabra porque en la sociedad los celos están ligados a que le importas tanto que no se puede controlar. Porque hasta hace muy poco se justificaban unos asesinatos con ataques de celos. Entonces, claro, eso cala y el peligro que tiene precisamente es que el maltratador utilice todo este amor romántico para justificarlo. Por eso es tan peligroso, porque eso es tan importante y al final yo creo muchísimo en el amor. Estoy enamorada y quiero muchísimo, pero, es más, yo a aquello, me niego a llamarle amor, es que me parece un insulto al amor. Me parece igual que un insulto al género masculino. Yo no le llamo hombre, le llamo maltratador, lo meto en el saco de violador y pederasta. Hombre: mi hermano, mi padre y mi pareja. ¿No? Y creo que es igual. El amor es algo que saca la mejor versión de ti misma, que te hace muy feliz, que es la persona con la que puedes estar siempre y hablar sin filtro, sin chantajes, porque al final la violencia de género es una relación de esas que vas de puntillas para evitar broncas.
Vas constantemente intentando portarte bien, para no enfadarlo y todo eso al final es muy peligroso porque te meten en una espiral que empieza como un amor romántico maravilloso. Y mis primeros seis meses fueron como una película de Jennifer Aniston. De verdad, me recogía todos los días del instituto, paseo por la playa, todas las mañanas: “Buenos días, princesa, ¿qué tal estas? Pasa un día maravilloso. Eres el amor de mi vida”. Y ya me conoció un mes y sabía que era el amor de su vida. Quería tener siete hijos y ya… Y entonces te envuelves en esa película que tú has visto y que quieres ser la protagonista. Y en realidad con eso le damos un blanco fácil a los maltratadores, por eso creo que el amor es maravilloso y ser romántica es maravilloso, pero construyendo un amor real y verdadero y feliz, y que el amor deje de valer la pena ya de una vez. Al final todo este amor romántico gira en torno a morir de amor, a que las mujeres tenemos que morir de amor y si queremos lo suficiente, tenemos que poner nuestra vida en juego. La diferencia entre morir de amor y que te maten por amor no es ninguna, estás muerta. Entonces creo que es importante cambiar un poco porque nos está costando muchísimo la vida de muchísimas mujeres y desligar el sufrir y el morir de amor. Creo que ya esta sociedad tiene que desterrarlo.
La misma escena. Voy a ponerme un poco la misma escena. Chico y chica, ¿vale? La chica, pues por lo que sea, el tío que te mola pasa de tu puñetera cara, porque puede pasar. No os preocupéis, me ha pasado hasta a mí. O sea, puede pasar. ¿Qué hacemos las chicas? Entramos haciendo mucho escándalo, ¿vale? Para que tus amigas te sigan al aseo, o sea, entras ahí. Entonces entran tus amigas detrás, corriendo, diciendo: “Tía, pasa de su cara, no te mereces, no sabe lo que se pierde”. Aunque sí lo sepa. Y tú sales diciendo “madre mía” y tus amigas le miran con cara de asesina: “Tú has hecho llorar a mi amiga, te castigaré con el látigo de la indiferencia”. No sé por qué miramos así, pero es así y tú sales nueva. Pero esta misma versión en chico. La chica que te gusta pasa de ti, pasa de ti porque puede pasar. Y entras al aseo despacio, muy despacio, sin que nadie se dé cuenta. Los chicos no entráis a llorar, entráis a mojaros la cara para que no se vean las lágrimas y entran vuestros colegas detrás. Básicamente suele pasar ¿no? El perdón en masculino yo lo he catalogado en dos. El primero es la “insulthostia”. Qué es “¡Ah, nenaza!”. ¡Zasca! Que digo si ya está llorando, ¿para qué le pegas? No hace falta. Y la segunda es el consuelo “maximus” ya de “con las tías que hay, será por peces en el mar”.
Pesa muchísimo el tener que ser el fuerte, el valiente, el macho alfa. Es una coraza que yo creo que no se merecen. A los chicos no les enseñan a conectar con sus emociones. Hay una nueva generación maravillosa, que es esa nueva generación de las nuevas masculinidades que yo creo que han encontrado esa nueva masculinidad cuando han tenido que ser padres. Cuando han tenido que ser padres y han tenido a sus bebés en brazos y no querían ser los padres que ellos tuvieron y no querían ser un padre que lo que hacía es bajar el domingo al parque y no quería ser un padre que nunca había cambiado un pañal. Quería ser un padre que estaba ahí, que conectase con sus emociones, que riese y llorase con su hija. Y creo que es un trabajo muy importante, que a las mujeres nos ha tocado construirnos para poder enfrentarnos a la sociedad. Pero a los hombres no os ha tocado construiros para conectaros con vosotros mismos y creo que es algo que el machismo tiene mucho camino por hacer. Es cierto que no pagáis el mismo precio. Me encanta una frase de “El cuento de la criada” que me parece brutal, que es que los hombres tienen miedo a que se rían de ellos y las mujeres tenemos miedo a que nos maten. Creo que es un poco así. No es la misma liga, pero sí que es cierto que es muy importante que los hombres conecten simplemente con lo que son, que descubran qué son y no qué espera la sociedad de ellos para al final conseguir el único fin que creo que tenemos todos, que es ser buenas personas.
"La mejor venganza a un maltratador es ser feliz cada día de tu vida"
Y en muchas ocasiones, como padres, os sentís impotentes porque decís: “Es que os voy a castigar, es que me voy a enfadar”. Pero es que da igual, porque la consecuencia que vosotros hagáis va a ser mucho menor que la que él le dé. Entonces es muy importante, sobre todo señales que, aunque parezcan absurdas, se utilizan muchísimo. Tú te vas con tu hija a un centro comercial a hacer la compra y de repente se pone a hablar con él: “Que sí, que estoy con mi padre en el centro comercial, porque me ha obligado a venir, porque yo no tenía ganas, pero me ha obligado a venir. Venga, vale”. Y de repente te dice tu hija si os hacéis una foto. Tu hija no te ha pedido una foto desde que tiene cinco años. Pero en ese momento tienen que justificar que está con vosotros, aunque el maltratador lo crea. Pero es que eso va creando toda la base para después ir anulando todo. Porque esa misma chica después, cada vez que sube a su casa y se ponga el pijama, tiene que enviar una foto para asegurarse de que ya no va a salir de casa.
Al final son señales que ya nos hacen ver que está en una relación que es muy preocupante y que al final es una relación de maltrato, que rompen y vuelven continuamente, que él toca muchísimo el timbre cuando lo deja y se rompe y te dice que la relación se ha roto, pero él está en la puerta y toca el timbre y ella solo llora y no quiere hablar con nadie. Al final te das cuenta de que tu hija no es feliz y que no es la misma. El problema es que se da cuenta ella. Y ese es el gran paso. Por eso, en muchas ocasiones lo mejor es que los padres acudan a profesionales para que les vayan dando pautas de cómo desvincularla del maltratador lo antes posible. Porque un maltratador no es un violento ni alguien que se le ve, no es alguien que se le ve venir. Es un manipulador, un chantajista y un victimista profesional. Entonces a manipulador y chantajista no le va a ganar nadie. Y si a vosotros lo que os pide el cuerpo es: “Tú lo dejas y te quedas en casa y no sales porque no lo vas a ver más”. Él tiene una baza maravillosa para manipular a tus padres que es: “No me aguantan, es que no se han esforzado ni en conocerme y ya me alejan de ti. Es que no nos entienden”. Y entonces más Romeo y Julieta se va a sentir ella. Por eso es muy importante acudir a profesionales para ir dando pautas de cómo separarla lo antes posible y que vea que quien rompe su felicidad no sois vosotros por no dejarle salir, sino que es él, que no quiere que sea feliz.
Yo tengo ese programa y cuando las familias vienen, normalmente, siempre suelo decir como primera sesión lo mismo. Sé que es más doloroso ver los toros desde la barrera. Yo sé que mis padres sufrieron mucho más de lo que pude sufrir yo, porque ya al final estaba bajo su manipulación y esa venda que es el síndrome de mujer maltratada que justifica y que nada duele tanto. Pero ellos no, ellos lo vieron desde fuera. Entonces yo siempre les digo lo mismo. Aquí va a celebrar fiesta sorpresa hasta la bisabuela. Sí, porque algo que no pueden evitar los maltratadores, que es superior a sus fuerzas, es que tienen que estropear todas las ocasiones especiales, absolutamente todas. Entonces, cada vez que es tu cumpleaños, Nochebuena, Nochevieja, viaje de fin de curso, el cumpleaños de tu amiga… te va a montar un pollo brutal para que tú no vayas o vayas llorando. Entonces, ¿qué pasa? Que si hacemos muchas ocasiones especiales en las que nos divertimos, en las que nos lo pasamos bien en familia, él va a intentar estropearlo y ponemos el foco en que es él quien no te hace feliz.
Posiblemente nos haga la primera, pero en vez de salir dentro de diez años podrá conseguir salir dentro de uno y le habremos ahorrado muchísimo, muchísimo dolor y sobre todo, apoyarla y no condenar. Yo me acuerdo de una frase cuando salí. Sin mi familia no hubiera salido y lo tengo muy claro, pero hubo dos frases que me marcaron muchísimo cuando conseguí salir y yo aún tenía toda la recuperación por delante, que era “muerto el perro, se acabó la rabia”. Eso no es real. O sea, después vuestra hija tiene que construirse y es un camino muy difícil. Y la segunda, una que me dijo mi padre, que es “yo no te he educado para esto”. Evitar esos mensajes, ¿no? El “me ha decepcionado”.
Al final lo importante es que ella no lo necesita. Más tonta y más débil que ella no la va a hacer sentir nadie. No necesitáis poneros en un sofá y decir “cómo nos ha pasado esto. Pobrecitos”. ¿Cuándo salen de verdad? Cuando saben lo que es la felicidad, cuando saben lo que es divertirse. Porque te metes en un espejismo en el que crees que el amor, la felicidad y la risa es lo que ellos te pintan. Y es mentira. Entonces es llenar la agenda de cosas superdivertidas y superabsurdas, aunque sea ir al zoo, irte de karts y después ir al cine. O hay veces que yo paso, aunque suene muy poco profesional, una lista de chistes tontos y absurdos a los padres y lo hacemos sí, sí, sí. Vamos a jugar al Trivial o vamos a jugar al Party y te va a tocar cantar y te va a tocar decir chistes malos porque tu hija necesita reír. Y reír desestresa el cerebro y reír es lo que el maltratador impide. Entonces, en muchas ocasiones es mejor crear una estrategia con profesionales para sacarla lo antes posible que imponer y encerrar, que es lo que al final el cuerpo un poco te pide.
Y cuando rompes la primera vez que estás supersegura que jamás volverás con esa persona porque no soportarías jamás de nadie que te llamara “puta” o te insultara. Entonces lo ha hecho y jamás volverás, entonces llamas a tus amigas toda convencida y salís de fiesta y volvéis a reuniros y vuelve a ser la misma. Pero cuando eso pasa cinco veces y tus amigas después te ven con esa cara de decepción de “¿cómo has podido volver?”. Porque es que tu familia, tus amigas, ya lo tocan con los dedos. Ya esta vez es la definitiva y vuelves. Lo cierto es que cada vez que cada vez que rompes, aunque vuelvas, estás más cerca de la salida. Pero es muy importante tener a esa persona y tener esa amiga que después no juzgue, que sepa lo difícil que es, porque el problema de la violencia de género es ya cuando el maltratador se vuelve invencible, es cuando ya no tienes nada. Nadie a quien pedir ayuda, cuando ya no llamas a nadie, cuando ya no se lo puedes decir a tus padres porque ya no aguantan muchas broncas, porque no puedes volver a llamar a tus amigas para decir “lo he vuelto a romper” o “esto no funciona” o “ya quiero ser libre”. La vergüenza es brutal. No puedo ir. Esa mirada de “nos has decepcionado” pesa más que nada en el mundo.
Entonces es importante que haya amigas que siempre estén ahí, que la apoyen, que la hagan divertirse e intentar hacer planes que sólo sean de chicas y no tenga tanta cabida que él venga, como por ejemplo “tengo que comprarme un sujetador, acompáñame al centro comercial”. Cosas que dices, “¿para qué va a venir él, si voy a comprarme un sujetador?”, Cosas que aunque sean tonterías, las saquen de esa espiral de violencia en la que se han metido, las saquen de ese teatro que es tan peligroso y las conecten otra vez. Sobre todo, que no estén solas, que sepan que te tienen ahí, que eres una amiga que va a estar siempre y eso es importantísimo, porque a mí solo me quedó uno. Solo uno de todos los que tenía, solo uno. Jamás se rindió y es muy importante en mi vida. Y lo mejor para para poder salir, para que sepa que siempre están ahí, tanto amigos como familiares y padres, es un poco construir una relación basada en las tres ces: compresión, comunicación y confianza. Que siempre pueda ir a contaros, que siempre vayáis a entenderlo. Porque en muchas ocasiones no lo cuentas. Yo he tardado más de diez años en poder contar lo que me pasó tal cual me pasó. Pero vas lanzando bengalas, vas lanzando bengalas como si fueras una náufraga, a ver si alguien la encuentra. Yo me acuerdo de que la primera vez que hablé intentando pedir ayuda fue con mi madre, pero lo que le dije realmente es que habíamos discutido porque yo quería ver “Love Actually” y él quería ver una de “Rambo” o alguna de esas. No me acuerdo. Y claro, su respuesta fue: “Hombre, no seas marimandona. Puedes ver un día una y al siguiente ver otra”. Yo no dije las consecuencias de lo que había sido esa bronca ni la paliza que me llevé.
Por eso es muy importante crear un entorno de confianza, de comprensión, para que siempre pueda contaros y pueda confiar en vosotros para contar todo lo que está viviendo, porque nadie se sienta y cuenta exactamente lo que pasó. Te va a contar algo muy mínimo para ver si puede confiar y la vas a entender, para entonces contarte al final en el infierno en el que está.
Primero, no entiendo como hasta la fecha no hay una asignatura que se llame Educación Social, Educación en Valores o como queráis. Pero es importante que aparte, de manera transversal, haya una asignatura. Nadie se cuestiona que la Educación Física es imprescindible para la salud de nuestros hijos e hijas, pero nadie ve que la educación en valores y construir una autoestima y conocer las primeras señales de maltrato o de violencia sexual son imprescindibles para construirlos en buenas personas. Eso parece que no es tan importante. Es cierto que yo, aparte de los talleres, he escrito el libro “Eso no es amor”, que es precisamente eso. Yo soy educadora social. Aún no me dejan cambiar la ley de educación, pero sí puedo construir el contenido que yo daría en esa asignatura. Y el libro, exactamente, es justamente eso. Va desde la autoestima hacia el “bullying”, la diversidad sexual, que puede traer tantos dolores y tanto sufrimiento hasta que encuentras tu camino y te identificas con quien eres, o los chantajes sexuales o la violencia de género.
Al final son los adolescentes, los tratamos como problemas de adolescentes, pero están teniendo que afrontar y desarrollarse en una sociedad para la que el resto no estamos preparados. Los adolescentes consumen pornografía diariamente a partir de los diez años. Duele. Además, una pornografía que no es como la de la generación de los padres que estáis aquí, que es la del butanero que toca la puerta y yo no tengo para pagar, que cambiaban entre butanero, fontanero, barrendero. Iba cambiando. No, los videos más vistos por los adolescentes son los del padre que abusa de su hija mientras duerme o el del hermano que viola a su hermana en la ducha. Entonces ellos están construyendo su sexualidad en ese principio, porque a los diez años empiezan a ver pornografía diariamente, a los 13 empiezan a mantener sus relaciones sexuales y, con suerte, a los 16 les decimos cómo ponerse un preservativo. Llegamos tarde y llegamos mal.
La sociedad no está preparada para la sociedad a la que se están teniendo que enfrentar estos adolescentes. Tienen grandes retos. También creo que tienen un potencial de creatividad, de comunicación, de desarrollo, que es bestial y se están solucionando sus propios problemas, que es algo que no estamos viendo los adultos. Ellos están creando herramientas para solucionar los problemas que nosotros como sociedad no sabemos.
Lo que es cierto es que la violencia sexual es uno de los grandes peligros, porque ellos están consumiendo esa pornografía y el sexo es una construcción social. O sea, quiero decir, el sexo es un ideal construido. Entonces, si ellos ven que el sexo es posesión, es tenerla delante, es cogerla del cuello o es… ¿no? Las barbaridades que se ven en la pornografía violenta de ahora. Yo encuentro que muchos adolescentes con 16 años tienen incluso disfunciones sexuales, o sea, problemas de disfunción. Porque cuando se tienen que enfrentar a una relación con emociones, con sentimientos, con miradas y caricias, no saben. No saben, porque su deseo no se ha construido en eso. Y luego, claro, ellas también ven esa pornografía y ellas quieren aprender de sexo igual que ellos. Entonces aprenden el papel que ellas tienen en el sexo, que es de sumisa, callada y de que valga todo porque es lo que tienes que hacer como mujer.
Y eso es un peligro, porque a mí me han llegado a llamar de centros en los que trabajaba, en los que he tenido que desarrollar todo este programa de violencia sexual aparte. A partir de un centro que me llamó diciendo que habían detectado que cambiaban los favores académicos como “déjame los apuntes” o “me copio un examen” por felaciones.
Nunca, en ninguna película porno, está centrado el placer femenino. Ellas son el mecanismo para que ellos lleguen al placer masculino. Entonces eso es un peligro, porque me encuentro día a día a chicas de trece y catorce años que me dicen: “Bueno, aunque a mí no me apetezca mucho, si veo que él quiere y está animado, pues yo me quedo quieta y ya está, que pase pronto”. ¡Qué triste! Qué triste es construir tu sexualidad femenina a partir de ahí, porque a esas chicas que dicen que pase pronto les va a pasar lo mismo que me pasó a mí, que dentro de cinco, diez o quince años van a tener que enfrentarse al hecho de que te han violado muchas veces, de que tú no querías hacerlo. Lo peor de todo es que en esta sociedad hemos luchado mucho para hacer justicia con la Manada, eso ha tenido mucha respuesta social, pero ha calado en los adolescentes de una manera muy peligrosa, que es que ya sólo te violan si cinco tíos te meten en un portal. Y hay muchísimas otras violaciones entre parejas o porque has quedado con él por Tinder o porque estabas en una discoteca y le has sonreído y has dicho que sí a los tres cubatas que te ha invitado, que ni siquiera lo vas a identificar como violación.
Entonces, creo que es muy importante al final acercarnos a la educación que ellos necesitan, sin prejuicios, sin estereotipos o sin según qué valores que les duele en el alma. Al final la sociedad en la que viven es eso. Puedes mirar hacia otro lado y creer que tu hija va a ser una santa hasta los 18. Yo creo que los padres nunca pueden parar. Lo único que pueden hacer es preparar y creo que lo más importante es preparar para afrontar y para tener herramientas para enfrentarse a la sociedad en la que están viviendo y que hemos construido todos.
"El amor de verdad saca la mejor versión de ti misma y te hace ser feliz cada día"
A mí me encanta cuando doy este taller, porque el cambio en los chicos es brutal. Cuando al final dicen es que yo no quiero ser el lobo para el que me están educando. Y es maravilloso porque el maltratador nos puede engañar, porque se esconde y se camufla entre el resto de hombres, entre el machismo. Entonces, si todos los hombres se desprendieran de este machismo absurdo que ahora están intentando ensalzar y que os agarréis a ese machismo y esa rabia precisamente para continuar con esto.
Pero si os conseguís desprender de ese machismo y ver que tenéis vuestras fortalezas y vuestras debilidades, como todos los seres humanos, y, sobre todo, saber el precio que pagáis por el machismo y el precio que las mujeres pagamos por el machismo. Yo creo que es muy importante, porque así reconoceríamos un maltratador en dos citas, porque no se parecería en nada a lo que nosotros tenemos como hombre de verdad, o sea, un hombre divertido, cariñoso, sincero y sin emparentarse con el macho ibérico español.
Yo creo que es una tarea pendiente, sobre todo y no sólo para que vosotros seáis más felices y os construyáis de una manera mejor, sino para ayudarnos a muchísimas mujeres a que no identifiquemos que eso es un hombre de verdad. Porque si algo me da rabia de todo, mira que me dijo barbaridades, insultos, humillaciones… Mira, las tres últimas frases que me dijo cuando ya lo conseguí, ya sabía que era la última vez, eran: “más tonta eres tú por haberte creído cada vez que he llorado”, “a ver así de gorda quién te quiere ahora” y “aunque sea lo último que haga en mi vida, te mato”. Y él repetía constantemente “es que yo soy un hombre de verdad”. O sea, se ponen esa etiqueta y se justifican de esa manera. Yo creo que es hora de que los hombres de verdad den un paso al frente y digan no, tú lo que eres es un maltratador y un monstruo que no sabe y mancha de control y de manipulación y de chantaje lo que se supone que tiene que ser el amor y cuidar de otra persona y tener una compañera. Entonces, yo creo que es muy importante porque muchísimos hombres ya están dando ese paso.
Y creo que es importantísima una respuesta de una chica que me encantó, que tenía trece años. Voy a dar el taller ahí, se levanta superindignada cuando termina, era una de las últimas preguntas y dice: “Lo que no es justo es que vengas a hablarme de feminismo y me descubras esto con trece años. ¡Lo tenías que hacer muchísimo antes!”.
Entonces me reí y dije: “¡Qué bonito, qué bonito!”. Porque las generaciones anteriores hemos llegado al feminismo a los veinticinco, treinta, cuarenta, cuando nos han maltratado, violado, acosado, desprestigiado en el trabajo, acosado por la calle, humillado… Y ha sido esa respuesta, esa teoría que te dice por qué te pasa. Entonces, creo que es muy bonito que esa nueva generación ya no se construya en el feminismo a base de golpes y de palos, se construya como parte de su identidad. Yo creo que ese es un potencial de mujeres impresionante. Un potencial de mujeres impresionantes que ya están haciendo cosas impresionantes y al final el machismo…
Mi padre era un machista de la época, quiero decir, él ha tenido tres hijos, no ha cambiado un pañal y decía “iguálamelo”. Y me acuerdo que él me decía: “Marina, no te pongas nerviosa, yo no soy machista, yo soy cómodo, me gusta que me hagan las cosas”. Yo le decía que es que es muy cómodo. Es que si yo tuviera una persona que me fregara, me limpiara, que me hiciera la cama cuando me levanto. Ostras, es que sería increíble. Pero es que todo eso lo hemos hecho las mujeres a costa de perder nuestra vida.
Cuando mi padre falleció hace muy poco y todo el mundo decía que había vivido mucho. Mi padre era como Homer Simpson, pero en verdad. Tenía un equipo de fútbol, ha sido anticuario, ha viajado… Y yo me acuerdo que en esa noche la vez mil… Yo quería mi padre con locura y es la persona más importante de mi vida, pero la vez mil que dijeron eso, dije: “Es verdad, mamá. El papá ha tenido siete vidas a costa de que tú no tengas ninguna”.
Porque ella sólo ha trabajado y ha luchado. Por eso invisibilizar al final el machismo va a tener una reacción a este feminismo. Que todas las mujeres salgamos a la calle con muchísimos hombres detrás, apoyando que no tenemos por qué sufrir eso y que no tenemos que tener miedo cuando vayamos por la calle y que tenemos que hablar y levantar la voz y decir lo que nos ha pasado. Eso es un peligro… Porque el maltratador goza de una impunidad brutal por nuestro silencio, porque nosotras nos callamos. Y yo sé que si en aquel momento me hubiera plantado y hubiera dicho que era esa persona, yo estaría muerta. Entonces juegan con ese silencio que les da una impunidad y un poder absoluto. Si las mujeres rompemos ese silencio, la sociedad se derrumba, porque el gran poder de esta cuarta ola feminista es la sororidad, que muchísimas mujeres nos hemos unido, hemos levantado la voz para que el sufrimiento de otras mujeres sea un pelín menos.