La niña que observaba las estrellas y conquistó la física
Deborah Berebichez
La niña que observaba las estrellas y conquistó la física
Deborah Berebichez
Doctora en física
Creando oportunidades
Explorando el futuro: de la física cuántica a la inteligencia artificial
Deborah Berebichez Doctora en física
Deborah Berebichez
"No le digas a nadie que te gustan la física o las matemáticas", escuchaba Berebichez en su niñez. A escondidas buscaba explicaciones al mundo que la rodeaba. Y gracias a la ciencia dice no entender el aburrimiento. La científica usa las que llama “lentes de la física” para la vida diaria. Detrás de un bizcocho ve una compleja cadena de acontecimientos físicos e incluso se plantea qué pueden tener en común cosas tan dispares como el sol, el océano y una orquesta sinfónica: las ondas, según su mirada. “Para mí es tan apasionante lo que sucede aquí afuera de nosotros, tan increíble, que yo me puedo quedar pensando horas”, reconoce la investigadora.
Empujada por un entorno que no concebía a las mujeres en las carreras de ciencias, Berebichez comenzó sus estudios de Filosofía. Pero siguiendo su propio lema: “No dejes que nadie te diga que no puedes lograr tus sueños”, acabó estudiando Física, su pasión. Fue la primera mujer mexicana en obtener un doctorado en Física en la prestigiosa Universidad de Stanford. Hoy, la científica se ha posicionado como una de las principales figuras de esta disciplina en el ámbito internacional.
Con un extenso currículum vinculado a la ciencia de datos, la computación cuántica y la inteligencia artificial, el trabajo de Berebichez destaca también en los ámbitos de la educación y la divulgación científica, siendo referente y defensora de la incorporación de las mujeres y las minorías en la ciencia. ”Lo único que no te pueden quitar es la educación”, sentencia Berebichez.
Transcripción
Entonces, cuando llegué a la preparatoria me escondía de mis padres y de mis amigos y comenzaba a leer historias porque no me consideraba talentosa o suficientemente hábil para poder hacer matemáticas. Entonces, solamente leía historias de físicos oscuros como Tycho Brahe, de los 1500, y Kepler y tal. Leía yo nada más las historias y yo decía: «Bueno, tal vez voy a acabar como Tycho Brahe, sola, aislada en un observatorio, sin amigos… Así como siendo el ogro de la ciudad o algo así. Pero, al menos, voy a tener mis observaciones conmigo». Y yo, de verdad, me identificaba con todos estos personajes y soñaba y soñaba, pero no había… No encontraba yo ningún apoyo en la sociedad en la que vivía. Y, cuando llegó el momento de estudiar en la universidad, los maestros en la escuela me dijeron: «No, no, no, como mujer es mucho mejor que escojas algo más fácil. ¿Por qué no te gusta Filosofía, por ejemplo, que también se preguntan acerca del mundo?», y yo: «Bueno, pues tal». En Matemáticas y Física me dijeron: «Es para genios, y tú, claramente, no eres un genio. Y, además, la vida va a ser muy difícil y no lo vas a lograr». «Bueno», dije yo. Entonces, solicité admisión e ingresé a estudiar Filosofía. Y, en México, tenemos el sistema europeo, como lo tienen en España, que solamente se estudia la licenciatura durante cuatro años y el mismo tema. En Estados Unidos, en cambio, tienen lo que llaman el «Liberal Arts», que se pueden estudiar materias de todo tipo combinadas.
Pero en México no tenía ese lujo. Entonces, cuando entré a Filosofía, eran años de solamente estudiar Platón, Sócrates, Heidegger, etcétera. Y me encantó Filosofía, pero yo tenía un hambre por hacer Matemáticas y una sed por el conocimiento del por qué la luz interactúa con los objetos así, qué es la electricidad… Todo eso me fascinaba. Hasta que llegó un momento en el que dije: «Esta hambre que yo tengo, esta curiosidad, no se va a morir. No se me va a ir, tengo que hacer algo al respecto». Y, a escondidas, detrás de toda mi familia, amigos, amigos de la familia, profesores, etcétera, solicité admisión como un transfer, es decir, alguien que ya había estudiado dos años, a universidades americanas. Claro que iba a ser imposible para mi familia, porque el costo de una universidad privada en Estados Unidos era como ocho veces lo que uno pagaba por una universidad en México privada para que estudiara yo Filosofía, que mi familia jamás pudiese haber pagado esos precios, entonces yo solicité admisiones, soñaba. Tuve la gran suerte de que una universidad en Massachusetts, Brandeis University, me mandó… Les llamó mucho la atención mi ensayo de ser una persona en las humanidades, pero con una curiosidad gigantesca por la física. Entonces me dijeron: «Si tú tomas unos exámenes, tienes muy buenas calificaciones, si tomas estos exámenes extra y nos haces un ensayo especial para esta beca, te podemos considerar para una beca que se da a dos universitarios internacionales, dos por año, nada más». Y, claro, era sumamente competitiva. Y lo hice. Y lo logré. Me dieron esa beca completa. Entonces, era una oportunidad impresionante. ¡No le podía decir que no! No tuve que pagar un solo centavo por mis estudios. Y, entonces, de un día para otro, volé a mitad del invierno, en enero, a Boston. Estaba todo nevado. Me hice mejor amiga de una española de Madrid, Marta, que tenía la misma beca que yo, estudiaba Biología y, en fin, yo, increíble, florecí y me encontré en esta universidad que sí que había mujeres estudiando Matemáticas y Física. Y, entonces, terminé muy rápido todas las clases de Filosofía y tuve el valor de meterme a una clase de Física, pero así, casi sin matemáticas. Era Astronomía 01. Era un auditorio enorme con 150 estudiantes. Yo, con mucha vergüenza, me puse atrás del auditorio, levantaba la mano y hacía preguntas. Pero, el asistente del profesor, que son los que muchas veces califican las tareas y dan clases, se me acercó un día y comenzamos a platicar y nos volvimos muy buenos amigos. Su nombre es Rupesh, y Rupesh es de la India. Él viene del pueblo de Darjeeling, como el té que tomamos, ese que está en las montañas del Himalaya. Entonces, Rupesh vio en mí esa sed de conocimiento. Y, un día, caminamos por Harvard Square y nos sentamos en el suelo, bajo un árbol. Me encanta porque es como la idea de Isaac Newton bajo el árbol. Y lo vi y se me llenaron los ojos de lágrimas y le dije: «Creo que no voy a poder. Pero no quiero morir sin tratar de hacer Física. No me quiero morir sin intentarlo».
En ese momento, Rupesh agarró y le habló por teléfono a su profesor, que era el maestro que dirigía el departamento de Física, un astrónomo, el doctor Wardle, y le dice: «Tengo aquí una chica que tiene una beca por dos años. Pero, normalmente, hacer la licenciatura de Física conlleva cuatro años. Pero su beca solamente le paga dos. ¿Qué podemos hacer?». «Tráela a mi oficina». Voy esa tarde. Después de conversar con él, me entrega un libro, que, en ese momento, para mí era un lenguaje de marcianos. Se llamaba Div, Grad and Curl, cálculo entre divergentes, gradientes, etcétera. Cálculo en tres dimensiones. O sea, no solo cálculo, que apenas había estudiado en la preparatoria, sino que en tres dimensiones. Me lo da y me dice: «Si en dos meses, ahorita estamos en mayo, tú en junio y en julio lo estudias y al final del verano llegas, te vamos a hacer un examen, y lo logras pasar, te vamos a dejar que te saltes los primeros dos años de la carrera». Y, entonces, Rupesh creyó en mí. Fue la primera persona que realmente vio mi pasión y creyó y me dijo: «El 99 % del éxito en la vida es la perseverancia y el trabajo». Y se sentó conmigo y decidió donar su tiempo, hacer de mi mentor, de mi tutor. Todos los días de ese verano se sentó conmigo y no teníamos tiempo era: el sábado derivadas; el domingo, integrales; el lunes, los tres primeros capítulos de Mecánica Clásica. Y así hasta que tomé el examen. Lo logré pasar. Mi primera clase fue en el tercer año de carrera de Física. Me acuerdo de que era en el laboratorio, tratando yo de no quemar muchos circuitos y demás. Y, después, Rupesh me abandonó, es decir, me dejó y dijo: «Ahora estás tú», para que yo pudiese operar, digamos, independiente de él. Y la historia de Rupesh me motiva muchísimo, porque siempre quise pagarle, siempre quise pagarle financieramente por su mentoría, pero también por haber creído en mí, por haber hecho mi sueño de convertirme en física realidad. Y él me dijo: «No, Deborah. Cuando yo crecí en Darjeeling, había un anciano de un pueblo que subía y escalaba la montaña para venir con mi familia y enseñarnos a mí y a mis hermanas la tabla, que es un instrumento musical, las matemáticas y el inglés. Y a este anciano siempre mi familia quería pagarle por todo lo que hizo por nosotros. Y el señor dijo: “No, lo único que ustedes pueden hacer para pagarme es hacer esto con alguien más en el mundo”». Y así fue como Rupesh me dijo lo mismo a mí y me pasó la antorcha de la inspiración y de pasar el conocimiento. Y se convirtió en la misión de mi vida. Ayudar a otros jóvenes, en especial a mujeres o a otras minorías, que tienen la pasión por lo que llamamos «STEM»: la ciencia, la ingeniería, la tecnología y las matemáticas; pero, por alguna razón, sienten que no pueden lograrlo. Mi nombre es Deborah Berebichez. Soy doctora en Física por la Universidad de Stanford.
Me dijeron, cuando me gradué, que fui la primera mujer mexicana en obtener un doctorado en Física. Trabajé con dos premios Nobel, que fue también una aventura muy intensa y satisfactoria. Y, después de graduarme en Stanford, me mudé a la ciudad de Nueva York y allí he trabajado los últimos 15 años en cosas de tecnología como ciencia de datos, inteligencia artificial y ahora trabajo en informática cuántica. En fin, esa es mi historia. Y estoy encantada de estar aquí. Así que háganme las preguntas que quieran.
“No dejes que nadie te diga que no puedes lograr tus sueños”
El problema es que la ingeniería para lograr que átomos o iones o… Yo trabajo en una computadora que es con superconductores, se llama superconducting computer, que parece un candelabro, es bellísima, y, además, se mantiene a una temperatura más fría que incluso el espacio sideral. O sea, realmente tenemos que enfriar los gadgets, que se llaman Josephson junctions, y son una manera de crear estos cúbits. Y lo que sucede es que, como tengo acceso a una gama de estados diferentes, hay dos propiedades de la mecánica cuántica que son maravillosas. Una es la superposición y la otra es el entrelazamiento, que es el entanglement. ¿Qué pasa? Que la superposición, lo que hace es que, digamos, como dos ondas. Cuando la amplitud de dos ondas coincide una con la otra, se suman y se hace una superposición constructiva. Y una superposición destructiva es, si yo mando una onda, imagínense, en el agua o lo que sea, una que sea negativa y la otra positiva, pues se cancelan. Eso es una superposición destructiva. El cómputo cuántico funciona de tal manera que empuja y empuja la solución. Estadísticamente, cada vez que uno hace el cálculo, sale una superposición constructiva para las respuestas que son cercanas a la correcta y destruye todas las respuestas que no son cercanas, que están muy lejos. Y, entonces, uno tiene que calcular y calcular. No te va a decir dos más dos es cuatro, va a calcularlo más veces, más veces, más veces y te va a dar, por ejemplo, el promedio. El entrelazamiento es otra propiedad increíble. Si yo tengo una moneda aquí y otra moneda aquí y, digamos que, mi amiga Esperanza gira esa moneda y yo giro la otra, pues el resultado que ella tenga cuando caiga la moneda va a ser completamente independiente del resultado que salga en mi moneda, ¿verdad? Pero en la computación cuántica, el entrelazamiento dice que, no importando cuán extensa sea la distancia entre estas dos monedas, si yo las comienzo en el mismo estado, digamos cruz, en el momento instantáneo en el que yo haga una medición del estado, están correlacionadas, es decir, las dos van a salir como cruz o las dos van a salir como cara, y eso permite que muchos cúbits estén trabajando en un solo cálculo, porque, de alguna manera, aunque no se están tocando, están entrelazados por estas leyes de la mecánica cuántica y logran hacer el cálculo. Bueno, pasemos de esto muy complejo a decir las increíbles aplicaciones. La gente está preocupada por la ciberseguridad porque la computación cuántica logra factorizar números muy grandes y la seguridad hoy en día, todos los passwords y demás, está basada en la RSA, que, bueno, se puede romper con la computación cuántica. Podremos descubrir nuevos materiales, nuevas medicinas, porque puede combinar y optimizar la diferente combinación de moléculas que jamás una computadora clásica podría lograr para obtener exactamente el material químico o la medicina exacta que se necesite para ciertas cosas.
También puede optimizar rutas. Hoy en día los aviones o los coches usan sus rutas, que son bastante buenas, pero para nada son las óptimas, y podrían ahorrarse un montón de gasolina y de energía y tal si de verdad operaran con el nivel más bajo de energía. Y la computadora cuántica trata todas las rutas, digamos, simultáneamente y ve cuál tienen la mayor interferencia constructiva, que es la que baja toda la energía y me da la respuesta ideal. Tenemos acceso a soluciones que nunca antes hubiésemos tenido. Entonces, chicos jóvenes, no va a reemplazar su laptop en ningún momento. Todavía nos faltan décadas para tener lo que llaman el «fault-tolerant»: una computadora que sea tolerante a fallos, porque ahora los errores son muy grandes. Pero nos estamos acercando y hoy en día cualquiera de ustedes puede probar la computadora cuántica de IBM en la nube, la de Google, etcétera. Así es que necesitamos de mentes brillantes para lograr descubrir todo lo que nos viene en el futuro.
Entonces, no entran tanto las mujeres a la ciencia, porque las cosas te pueden salir bien, pero a lo mejor hoy perdiste el juego y no hay ningún problema. Eso es lo que hay que enseñar. Pero, como estamos educados muchas veces a mejor hacer lo que a uno le queda bien, uno nace con esas capacidades… Por ejemplo, yo tenía muchas capacidades, muchas más, para escribir cuentos y hacer cosas de literatura que para la física, y por ahí me empujaba mi familia. Fue una lucha que, aunque yo me sentía mala para eso, era lo que me apasionaba. Y, entonces, ese es el sesgo que es el más difícil de quitar, porque es sutil. Lo vemos en los comerciales de televisión. Hasta la fecha, mi madre, cuando voy a México y es hora de calcular la cuenta, por ejemplo, para pagar en el restaurante y calcular la propina y tal, le da la cuenta a mi esposo y dice: «Calcúlala tú», y yo: «Pero, mamá, o sea, tengo yo tengo posdoctorados en Matemáticas». Pero no, es que es el hombre el que calcula, el que sabe de matemáticas, el que cambia la llanta del coche. Y tengo muchas compañeras amigas en estos ámbitos que también, como las ven mujeres, les ofrecen cierto tipo de trabajos y no logran llegar a, realmente, ser ejecutivas y llevar a cabo sus propias compañías o lograr manejar todo un programa dentro de una compañía grande y demás. Entonces, es una lucha constante y es parte de lo que me dedico. He creado varias iniciativas en Costa Rica, en México, en Estados Unidos, para incentivar a mujeres jóvenes, en especial, en el colegio, en la preparatoria y también en la universidad, a enseñarles cómo programar aplicaciones de teléfono móvil que resuelvan problemas de su comunidad y tal, y a enseñarles a cómo dominar lo que se necesita para dedicarse a esta fascinante área de la física y de la ingeniería.
Lo traje creo que, en el año 2000, o sea, hace mucho tiempo. Pero, bueno, es una persona, realmente un genio, lo que los americanos llaman larger than life, o sea, «más grande que la vida misma», porque estar con él es, todo el tiempo, estar con una mente que está totalmente fuera de la lógica común. O sea, uno puede estar pensando algo y tal y él va a hacer alguna observación que puede ser que cometa un error, pero tiene las agallas para hacerla y te sorprende que muchas veces da en el tino y tiene la intuición correcta. Gente de la que realmente se puede uno empapar y tener el privilegio de observar esas mentes. Y ha sido la locura de mi vida, pero de lo más interesante.
“El regalo más grande que le pueden dar a uno es el de la educación y la curiosidad”
Y, por supuesto, conectar con las múltiples mujeres y otras líderes que existen en el mundo que pueden ayudarte en los momentos en los que uno se siente atorado o que no puede más y tal. Me ha encantado ver, por ejemplo, Graciela García es una de las mujeres que he mentoreado. Ella era una mexicana que llegó sin papeles, sin ser legal, a Estados Unidos y, por eso, a la mamá le daba mucho miedo presentarla a gente y, bueno, entrar a diferentes competencias y tal, pero yo, cuando la fui a visitar a su preparatoria, la sentí con mucha curiosidad y la agarré bajo mi ala y le di mentoría y tal. Y, después de un año, ella ganó el Technovation Challenge, que es uno de los programas en los que ayudé, que Google desarrolló después la aplicación que su equipo hizo a nivel profesional. Y tienen ahora un fondo en el banco de las ganancias, porque es una aplicación que se vende, las ganancias fueron para el college fund, o sea, para que ellas pudieran pagar la universidad en Estados Unidos. Y, bueno, es una mujer de gran éxito, ya se graduó de Ciencias de Cómputo, y eso es lo que a mí me enorgullece, que alguien que no pensaba que podía tener esa capacidad, después de luchar y después de un empujón de mentoría, lo logra.
Similarmente, estamos en una época así, y hay cuatro tipos, dependiendo de su funcionalidad, de inteligencia artificial: el primero es la «inteligencia estrecha», o también se le llama «inteligencia débil», que es cuando solamente puede ejercer una sola función. Por ejemplo, nuestro Siri o Alexa, nuestros asistentes personales. Bueno, si yo le pido que juegue al ajedrez, obviamente no va a poder. Si yo le pido que detecte mi cara, pues tampoco. Pero, si yo le hago una pregunta, me la va a poder responder. ¿Por qué? Porque está diseñada para solamente en ese estrecho, digamos, esa habilidad de responder a preguntas conteniendo un gran nivel de información, a eso se dedica. Y en eso es superior, de hecho, al ser humano, no es superior en todos los sentidos, por supuesto que no, pero claro que contiene, digamos, todo el internet presente. Lo importante es saber que no tiene memoria, no lo guarda en su memoria, vive en el presente. Es decir, yo le hago una pregunta a Siri o algo y me responde haciendo la búsqueda en Google, utilizando lo que un humano haría, pero me asiste, digamos, me ayuda en mi vida cotidiana. La mayoría de las cosas que tenemos hoy en día de inteligencia artificial caben en esta categoría.
Ahora, después tenemos lo que se llama «de memoria limitada». La inteligencia artificial de memoria limitada es un poco más avanzada en cuanto a que usa el presente, pero también tiene una memoria por cierto tiempo, guarda en su memoria. Y a esto me refiero, por ejemplo, los coches. Los vehículos automatizados tienen ya en su memoria, digamos, todas las calles del mapa por donde uno va transitando, los semáforos, etcétera. Sin embargo, también tiene la habilidad de reaccionar a datos que le están llegando constantemente. Entonces, tiene la memoria, pero también reacciona a velocidades, cálculos con sensores de qué tan cerca está otro vehículo, la probabilidad de un choque, dependiendo de una combinación de factores… Todo eso calcula y, de hecho, es mucho más hábil de tener menos accidentes que un ser humano, aunque nos dé miedo, pero, estadísticamente hablando, es mucho más segura esa tecnología que los seres humanos al conducir. Y, entonces, hace un cálculo y te dice: «Bueno, ¿cómo voy a poder rebasar ese coche sin causar un accidente?» Esa es la memoria limitada, ese sería un ejemplo. La tercera clase de inteligencia artificial es lo que le llaman la «inteligencia artificial de teoría de la mente». Y este término, «theory of mind» en inglés, viene de la filosofía y es cuando una inteligencia, una computadora, un robot, lo que sea, un ordenador, es capaz de reconocer a otra inteligencia. Nosotros para nada hemos llegado a ese punto, pero imagínense… No sé si han visto al robot Sophia, es de Hanson Robotics, es una mujer que emula el movimiento de las facciones con su cara. De hecho, es un poco… Da miedo, en realidad. Estuve en Dubái hace poco, también tienen una humanoide, un robot en cuya mirada había algo, de verdad, que uno a veces se asusta. Y, bueno, obviamente está entrenada solamente para responder, pero sí tiene también cámaras en los ojos que puede tener visión y detectar objetos. En fin, está como llegando, estamos tocando las puertas de esa inteligencia en la que se reconoce a la otra. Y ahí sí, ya empezaríamos a tener el razonamiento como los seres humanos, la capacidad de utilizar diferentes estímulos: visual, auditivo, etcétera, para tomar decisiones. Todo eso acercándose mucho más a la capacidad de inteligencia humana.
Y, luego, la cuarta inteligencia, que es como la autoconsciente, y también a veces la llaman la «superinteligencia», es cuando no solamente reconoce al otro como un ser inteligente y capaz de razonar con él, sino que se reconoce a sí misma. Y ahí es cuando la gente argumenta acerca de los derechos, si van a tener derechos como los ciudadanos, si van a poder votar, si las inteligencias artificiales van a ser conscientes de sus propios sentimientos, de su propia empatía, si van a poder desarrollar creatividad y cuestiones que consideramos hoy en día exclusivamente humanas. Eso es simplemente una teoría, una hipótesis, a la cual no tenemos todavía acceso. No hay nada que esté ni tocando la puerta ahí. Entonces, ahora, los beneficios pueden ser inmensos: hay aplicaciones, por ejemplo, a mí una de las que más me gusta es… Hay una compañía en China que se llama Ping An que tienen seguros de vida y seguros médicos y tiene un montón de cosas, pero tienen una aplicación que se llama Good Doctor, «buen doctor», y solamente en China puede pasar que tienen 400 millones de usuarios. Y es impresionante porque ha avanzado el diagnóstico médico impresionantemente, especialmente en un lugar en el que no tenían suficientes médicos cualificados para poder atender a pacientes y demás. Entonces, si se toma una radiografía, rayos X, lo que sea, se envía a la India o a otro lugar en el que se analiza y los diagnósticos los hace muchas veces un ordenador. Las cirugías son muchas veces entrenadas por un gran cirujano que lo está haciendo, no sé, en la ciudad de Madrid o lo que sea, pero ahora lo están viendo por vídeo, los está guiando en África y ha dado acceso a un montón de gente a servicios de primera calidad en cuestión de medicina que, si no, no podrían tener acceso. También calcula en qué farmacia más cercana a ti puedes comprar los distintos medicamentos que se te recomiendan. En fin, es una cosa que ha avanzado muchísimo.
Otro ejemplo es una amiga que tiene una compañía, Shiru se llama, que está tratando de utilizar inteligencia artificial para calcular distintas combinaciones de moléculas, todas químicos, todas viniendo de plantas, para crear nuevos alimentos que no sean derivados de animales. Entonces, ella combina todo y después le pone las características que quiere, que sea crunchy, que sepa a carne de hamburguesa, que no sé qué, y está, bueno, logrando eso también. Entonces, tenemos todos estos grandes beneficios potenciales. Ahora, los riesgos y los problemas también son enormes. ¿Qué pasa? Que muchos de estos algoritmos se entrenan con datos históricos. Y no estamos entrenándolos para que la humanidad mejore, sino que todos los sesgos que ahora tenemos como humanos, si estamos en contra de ciertas comunidades, de ciertas políticas y demás, pues lo hemos visto que, por ejemplo, tardamos diez años en tener Twitter hasta darnos cuenta de los riesgos tan fuertes, el poder que tuvieron los rusos, se analizó y se encontró que había millones de bots, de chatbots, que no eran seres humanos, que estaban programados para interferir en los resultados de las elecciones de Estados Unidos en el 2016, etcétera. Entonces, les recomiendo mucho una película que está en Netflix que se llama Coded Bias, no sé cómo lo tradujeron al español, pero es la historia… Sale ahí una mujer entrevistada afroamericana que estuvo en la cárcel, que salió y dice: «Llevo diez años portándome increíblemente, he trabajado en mí misma, soy una mujer de bien, ética y demás, pero cada vez que trato de salir y ser libre», porque todavía tiene ciertos programas, «el algoritmo me da un récord bajísimo y estoy como una esclava de ese algoritmo porque mis derechos humanos son de saber por qué está tomando la decisión así». Y, como muchos de estos algoritmos son cajas negras, que no sabemos por qué, es por basura que les metemos, es decir, los datos históricos que muestran que no nos hemos portado bien como seres humanos, no tenemos la ética para hacerlo, pues es la basura que va a salir. Son las decisiones que van a salir. Y, si queremos crear comunidades más justas, más éticas, pues tenemos que operar con equipos y regulaciones, también, gubernamentales y demás que se fijen en la transparencia de estos algoritmos, en qué sesgos se están introduciendo. Y esos son los riesgos de que… Tengo una amiga, Cathy O’Neil, maravillosa, que escribió un libro, también os lo recomiendo, se llama Weapons of Math Destruction, «armas de destrucción matemática». Y ¿a qué se refiere? A todos esos algoritmos que le pueden destruir la vida a mucha gente o limitar las posibilidades a mucha gente de muchas cosas solamente porque pueden y no tenemos hoy en día cuerpos, digamos, que hacen políticas públicas para examinarlos y requerir ciertos parámetros que sean justos.
“La creatividad de la ciencia es enorme”
Sí, bueno, primero que nada, voy a hablar rápido del tema de cómo se ve normalmente a los científicos. Tengo un programa muy interesante en el que he participado en Estados Unidos. Se llama I Am A Scientist, «Soy una científica», en el que vamos a escuelas secundarias con niños pequeños y se les pide que pinten, que dibujen, a un científico y generalmente dibujan al hombre blanco de edad mayor, con barba, espejuelos antiguos, con la bata blanca, etcétera. Y después de ser sometidas a una semana de un programa en el que tenemos, bueno, les hemos hablado de la física de la moda, la ciencia de la cocina, etcétera, y se dan cuenta de que la ciencia está en todas partes y demás. Y traemos a role models, digamos, muchas mujeres científicas que no se ven en bata blanca y tal, y al final del curso les hacemos que vuelvan a dibujar a la científica y ahí tenemos los pósteres. Es magnífico ver cómo pasan de un científico así, todo como de antaño, a una versión mucho más dinámica que se relaciona, que tiene el mismo color de su piel, que habla como ellos, que disfruta de la vida como ellos, etcétera. Entonces, eso es muy importante. Y lo segundo, que creo que hay lugar para los dos tipos de ciencia. Yo, al principio, me dediqué a los experimentos, incluso trabajé en Slack, en un acelerador lineal que está bajo el suelo en Stanford, y me acuerdo de que, en los artículos de ciencia, la lista de autores era más larga que el artículo mismo. Es decir, es tanta la colaboración, porque son experimentos de billones de dólares, bueno, de muchos cientos de millones, gigantescos. Entonces, está desde el que construye el túnel hasta el que toma las medidas, los que hacen la parte computacional, etcétera. Entonces, hay una oportunidad de colaboración enorme. Recuerdo que a mí eso no me gustó. Y en la parte teórica es lo contrario, que fue donde yo me moví. En esa parte hay muchos artículos que están escritos por un solo científico que solo sale con sus ecuaciones y su mente. A mí me gusta algo más en medio. Me encantan los experimentos, ya sean teóricos o físicamente hacer los experimentos con un grupo de unas cinco a diez o a veinte personas, en el cual existe colaboración porque te animas, hacen bromas, te despiertas temprano, pero tienes un sentido esos días, porque sabes que vas a llegar al laboratorio y la gente es muy colegial y colabora y se respetan unos a otros, pero también uno aprende solamente de esa manera.
Porque solo llegas a las mismas paredes que has llegado siempre. Necesita uno ir a conferencias, convivir con otras mentes, otros puntos de vista, ver cómo han llevado a cabo ese experimento por allá en la Universidad de Nueva Zelanda, qué elemento usaron, qué ecuación resolvieron… De todo eso uno tiene que empaparse y solo lo logra con una colaboración. Entonces, a mí me encanta, me la vivo… Bueno, tengo mi trabajo, pero me la vivo durante el año yendo a conferencias, hablando en Zoom con ingenieros, tecnólogos, incluso con gente que… con artistas que me dicen: «Aconséjame sobre cómo hacer una exhibición con agua y con flores a la mitad de la ciudad de Nueva York. ¿Cuáles son los límites físicos para lograr esto?», y tal. Me fascina interactuar con distintas comunidades porque, es lo que le da como, no sé, el spice a la vida, lograr entender que el mundo está compuesto de una cantidad enorme de puntos de vista.
A mí me encanta y me gustaría escribir un libro para niños de tu edad, justamente, de cómo aventurarse en el mundo cuando tus poderes son cosas que tiene la física. Por ejemplo, poder ser una partícula o una persona cuántica que puede estar en dos lugar es al mismo tiempo. Y ¿qué pasaría? Entonces, yo siento que ser científico es un amor por la veracidad, es decir, la curiosidad siempre es de llegar a una respuesta, pero el proceso es como muy un juego. Entonces, al ponerse esos lentes, uno desde que se despierta, no sé, si uno se está lavando los dientes, si uno pone algo al microondas, me pregunto: «Bueno, pero ¿por qué el queso, este tipo de queso, se derrite?». Así, se hace todo así, pero no se hace líquido, porque cuando caliento un sólido, normalmente el hielo, por ejemplo, si lo caliento, se vuelve agua, no se vuelve algo así como chicloso y con ciertas propiedades. Entonces: «Ah, bueno, me pongo a investigar». Pues resulta que hay diferentes tipos de queso, son sólidos de distintos tipos y las moléculas adentro del queso tienen diferente cohesión y se jalan más en unos quesos que se quedan más duros y en otras los bonds, digamos, las uniones entre las moléculas, son mucho más débiles, entonces, luego lo calientas y el calor lo único que quiere decir es añadirles movimiento a las moléculas. Es lo único. Entonces, se empiezan a mover y se desenganchan y, entonces, se vuelve ya un líquido en el cual se mueven fluidamente y así. Preguntarse cualquier cosa. El placer de preguntar, porque Feynman escribió un libro que se llamaba The Pleasure of Finding Things Out, «el placer de descubrir las cosas», y me encanta. Si mi hija me pregunta: «Mamá, ¿por qué el cielo es azul?». Digo: «No sé. A ver, vamos a pensar». Lo peor que pueden hacer con niños jóvenes, de tu edad, por ejemplo, es decirles: «Búscalo en Google, léelo en un libro, pregúntale a tu papá». ¡No! Vamos a tratar de encontrar la respuesta como si fuéramos cavernícolas y acabamos de llegar a otro planeta. Bueno, pues será que alguien lo pintó. Las moléculas de agua. Bueno, pues no, porque estos caerían como lluvia. Bueno, y tendrá que ver con el sol y el reflejo y el ángulo en el que me pongo y tal. Aunque no llegue a la respuesta, porque justo esa de por qué el cielo es azul a lo mejor no es tan sencilla, o por qué el arcoíris… Tiene cosas bastante detalladas. A lo mejor no llegó al final, pero sí tuve el placer de utilizar mi cerebro, utilizar mi cabeza, para razonar y ver los límites de mi razón y cuando puedo experimentar. Uno de mis experimentos favoritos fue cuando en la licenciatura nos dieron cuatro horas y nos dieron, creo que era solamente un palito de madera y una piedra, o nada más un palito, y me dijeron: «Trata de medir. La distancia de la tierra al sol». ¿Era medir la distancia o era medir el diámetro del sol?
Claro que iba a estar algún orden de magnitud cerca, o sea, calcularlo, pero utilizando nada más esto. ¿Qué hacíamos las cuatro horas? Era para que viéramos la sombra. Nos fuimos a un parking, un garaje con coches. Yo estaba allí feliz, fascinada, viendo y pintando en un papel con un lápiz las sombras, cómo iban cambiando e imaginándome qué principios físicos podría utilizar para medirlo. Entonces, tú te sientes un descubridor, nunca te vas a aburrir porque puedes tú sola razonar y descubrir cosas. Y, quién sabe, a lo mejor descubres algo nuevo o descubres una nueva manera de ver el mundo. Y qué bonito es el orgullo que vas a crear en ti misma y compartirlo con tus amigos, con tus familiares, es magnífico.
Muchas gracias por esa pregunta, Daniela. Creo que al reflexionar qué me ha aportado el haber visitado y vivido en diferentes países, creo que te mantiene humilde. Esa es mi respuesta. ¿Por qué? Porque uno llega… Yo llegué de Estados Unidos habiendo ido a una de las mejores universidades y llegué a Finlandia y de repente resulta que la economía es mucho más pequeña y tuve muchísima dificultad en encontrar un trabajo, por ejemplo, como inmigrante. Llega uno a otro sistema en el que la cultura es diferente, lo que se valora es diferente. Te das cuenta de que todo lo que crees que era cierto en un lugar, de repente no es cierto en otro. Entonces, te mantiene constantemente queriendo aprender de otra cultura, de otra gente. También, te enseña, a mí y a mis hijos, mucha diversidad y cómo constantemente amplías y amplías tu definición de diversidad y te… Es muy impresionante, a veces, el tipo de cosas a las que uno se enfrenta y que tiene uno que aprender a respetar, a valorar de otras culturas, de otros lugares. Los finlandeses, admito que pueden llegar a ser gente muy rara y, muchas veces, por ejemplo, no hablan unos con los otros o lo que sea. Y, al principio, me costaba muchísimo trabajo entender por qué, o sea qué hay malo conmigo, o cómo me ven, que no quieren ni siquiera saludarme los vecinos. Pero luego me fui dando cuenta de que no había nada malo con nosotros, que simplemente esa es su cultura. Mientras más lejos estén de otro ser humano, es lo mejor que les puede pasar. Entonces, te das cuenta y tratas de adaptarte. Igual que cuando voy a México y tengo que, otra vez, adaptarme a los comentarios y a las culturas latinoamericanas y tal. Entonces, creo que al principio me daba miedo porque dije: «Pobres de mis hijos, cambian de escuela y, bueno, van a estar todos confundidos, hablamos tres lenguajes en la casa», y, no sé, eso me preocupaba bastante, pero ahora creo que es algo maravilloso porque mi hija habla algunas palabras de finés, que es complicadísimo, pero entiende español, habla en inglés y se relaciona con gentes de todo tipo, de todo el mundo, de todas clases sociales, de todas las etnicidades, y es algo que jamás hubiera podido obtener si la hubiera criado solamente en México, en esa comunidad cerrada y pequeña en la que crecí. Entonces, creo que es una gran oportunidad, y más para los jóvenes de su edad, que se ha abierto tanto el mundo. Hay oportunidades, becas para hacer estudios, hacer un año fuera de tu lugar, de donde vive tu familia y creciste. Puedes viajar, puedes colaborar en cualquier carrera, hoy en día, con artistas y científicos de todo el mundo, a través de las redes sociales puedes aprender.
Creo que el mundo es mucho más abierto y hay más posibilidades de las que cuando yo misma estaba creciendo. Entonces, les recomiendo muchísimo aprovechar eso y mantenerse con esta curiosidad y humildad de respetar y aprender, porque de todos podemos aprender. Y, bueno, se nos ha acabado el tiempo. Les quiero agradece. Realmente ha sido uno de mis días favoritos del año, poder hablar con ustedes y aprender de sus preguntas, ver sus caras entusiasmadas, o a veces aburridas… No, no es cierto. Bueno, y darme cuenta de cuánta curiosidad hay acerca de estos temas. Y, bueno, quisiera alentarlos a cada uno de ustedes a volverse mentor. No necesita uno ni ser un genio ni saber de algo demasiado, o sea, puede uno con lo que ya ustedes saben, a alguien, les aseguro que a alguien en su vida, pueden ustedes ayudar. Voltear al lado al hijo del vecino, a su hijo, a un familiar o a alguien mayor de edad, a quien sea, un niño, y ayudarlo a descubrir, a descubrir la naturaleza, el mundo, ayudarle a preguntarse cosas. Creo que es el mejor regalo que se pueden hacer a ustedes y al mundo para que mejoren las cosas más de lo que están. Muchísimas gracias.