13:01
Daniel Habif. Mira, me refiero a enfocar mi vida en lo que verdaderamente vale la pena proteger y conservar. O sea, vivir bonito es poder agendar el ocio en tu vida, es detenerte y no sentir culpa, hablar tonterías, es darte el tiempo de encender una velita para agradecer por la vida de tu abuelita, es llamar a otros y preguntar: “Ei, ¿cómo estás? ¿Me necesitas?” El asunto, queridos, es que yo me niego a vivir en un mundo que me va a volver piedra. Me niego a dejar que el mundo me vuelva piedra. Es muy torpe a lo mejor de mi parte no reconocer que hay gente que no tiene cómo elegir. Hay personas atrapadas en contextos que no se transforman ni con voluntad, ni con entusiasmo, ni con nada. No soy ciego. Yo no voy a negar la realidad. Yo entiendo que hay miserias que no se remedian fácilmente: hay hambre, hay guerras, hay violencia, hay desesperanza. Aquí, afuera, en la esquina. Vivir bonito a lo mejor no es una posibilidad inmediata para ellos. Lo sé, lo veo, lo entiendo. Pero a pesar de todo esto, también hay madres que no tienen nada y aún así arropan a sus hijos con dignidad. Yo he visto hombres despedazados por la vida que se detienen en la calle para salvar a un animal moribundo. He visto enfermos terminales darle aliento a esa persona que sí tiene vida y está sano. Por eso lo estoy diciendo desde la conciencia, desde la conciencia de que vivir bonito a veces no es cambiar lo que te rodea, sino cambiar la forma en la que nos relacionamos con eso que tú y yo no podemos controlar. Porque ese es el nivel de paz que tú y yo buscamos. Yo quisiera ayudar en tantas causas. Yo quisiera darme por completo en cosas que me indignan, pero no tengo tiempo para todo. O sea, yo tengo que escoger porque la muerte sí tiene prisa y quiero que cuando la muerte me encuentre, me encuentre amando, amando y viviendo intencionalmente. Yo no quiero que me encuentre desesperado, hambreado, queriendo más y más y más. ¿Cuándo, cuánto es suficiente? No soy mis logros, no soy lo que produzco, soy más que mi nombre. ¿Cuánto es suficiente? Si entendiéramos esto, sabríamos valorar a todos los demás. Cambiaríamos el mundo y entenderíamos a los otros que no se parecen a lo que nosotros consideramos valioso. ¿Pero cómo empiezo, Daniel? Oye, regálate un día. Te has regalado una semana entera viendo TikTok, perdiendo tiempo en las redes sociales, buscando en las series la acción que no hay en tu vida, comparándote con los otros, teniéndole envidia al otro. Le tienes envidia y en lugar de estar aprendiendo, la envidia te lleva a no aprender de esas personas. Te estás perdiendo de grandes maestros en tu vida. ¿Me explico? Porque te comparas, cuando te comparas te deformas y pierdes tu unicidad, el poder tan relevante de tu vida. ¿Cuándo te vas a regalar un día a la semana en donde nada más busques el enorme gozo de las pequeñas cosas? ¿Hace cuánto que no lo haces? Ni siquiera sabes vacacionar. Báñate tranquilito sin el reloj persiguiéndote la cabeza. Desayuna lento, no…