COMPARTIR
Generated with Avocode. Path Generated with Avocode. Rectangle Copy Rectangle Icon : Pause Rectangle Rectangle Copy

La lección de vida que me brindó la paciencia

Daniel Habif

La lección de vida que me brindó la paciencia

Daniel Habif

Escritor


Creando oportunidades

Daniel Habif

Daniel Habif, escritor y conferenciante, es uno de los comunicadores más influyentes de habla hispana. Durante el evento Aprendemos juntos México anima a mirar la vida con esperanza y propósito, recordándonos que la paciencia, la fe y la empatía también son formas de inteligencia.

Con una mezcla de palabra, espiritualidad y reflexión emocional nos invita a reconciliarnos con la vulnerabilidad y la fortaleza en medio de la incertidumbre. En su charla, Habif aborda temas como el perdón, la superación del dolor, la autocompasión y la importancia de vivir con conciencia.

El escritor sostiene que cada caída es una oportunidad para reinventarse y su mensaje, cargado de energía y sensibilidad, propone una manera de vivir mucho más coherente con lo que sentimos y más compasiva con nosotros mismos.


Transcripción

00:04
Daniel Habif. Yo voy a hablarles acerca de descansar. Descansar es una forma de revolución en nuestro presente. Detenerse se ha convertido en un verdadero lujo. ¿Por qué? Porque, créanme, nadie va a aplaudir tu agotamiento en tu funeral. ¿Me explico con esto? Nadie. Pero absurdamente, al hombre le importa muy poco esto que les estoy diciendo. De hecho, al hombre le gusta confundir el movimiento con el sentido. Pero la cruda verdad: vivir corriendo no es vivir, es acelerar tu muerte. O sea, saber pausar en esta vida es rebelarte ante una cultura que glorifica el absoluto rendimiento y que termina por medir tu valor en función de tu nivel de productividad. Creo que por eso muchas personas hoy se sienten culpables por detenerse. Y lo más grave es que tú y yo hemos normalizado sentir culpa por descansar, como si ser un humano fuera un error. Nos encontramos atrapados en una historia que nos dice: “Todos los días corre, corre más, corre siempre, no pares porque el otro te está ganando, porque el otro ya te venció. Este otro es mejor. El otro ya tiene 1 millón más que tú. Tú necesitas tener dos. Tú lo que necesitas es ganar por ganar, pero correr por correr.” ¿Me explico? ¿Pero correr hacia dónde? ¿Correr para qué? ¿A qué costo? Miren, lo más doloroso es que muchos no se dan cuenta a tiempo y lo vuelven parte de su identidad. Yo soy fuerte, yo aguanto. Y cuando finalmente llegue el colapso a tu vida, no nada más es tu carrera lo que peligra, es todo. Son tus relaciones, tu pareja, tu familia. Y por supuesto, esto es obvio cuando hay un sistema entero que premia al que no descansa, al que se atreve a detenerse, es un rarito. Pero díganme, por favor, qué mayor y qué mejor ambición en la vida que la de querer estar sano gran parte de tu vida. O sea, no parar no es heroísmo. Eso es un despilfarro de capacidades. No es nada más estar cansado otro lunes más. Yo sé que este no es un mensaje que a lo mejor quisieras escuchar de mí. A lo mejor esperarías que de mi parte yo viniera a echarle gasolina a tu codicia, ¿no? o a tu hambre, pero eso sería muy insensato de mi parte, porque si bien hay un tiempo para acelerar a fondo y con todos los poderes, creo que no puedes estar viendo que te vas a estrellar y seguir acelerando. Creo que hay tres grandes señales en nuestra vida. Una es el agotamiento emocional y físico. Dos, la distancia, el cinismo hacia la vida. O sea, te haces insensible. Y luego tres, la terrible sensación de ineficacia. Esta triada no aparece de un día a otro en tu vida. Aparece cuando es la respuesta a un vacío emocional que es enorme.

03:05
Daniel Habif. Cuando tú vives en un estrés crónico que ha sido muy mal gestionado por tu parte, porque no nada más no rindes, a partir de ciertos umbrales ya no hay vuelta atrás. En pocas décadas hemos empezado a admirar a esas personas que no tienen tiempo para nada ni para nadie. Mira, sí está muy bonito todo eso que tú le dices a tu mamá y a tus amigos por mensaje. Pero si tú no tienes tiempo para decírselos de frente, hay algo que no está siendo armonioso en tu vida. Y te pregunto: ¿cuánto de tu día haces por mérito y cuánto de tu día haces por miedo? Miedo a quedarte atrás. Miedo a no estar. Miedo a ser reemplazable. ¿No creen que vivimos atrapados en una carrera que muchas veces no elegimos? Ni siquiera no corremos hacia nuestros sueños. Creo que en verdad lo que hacemos es correr, pero de nuestros fantasmas. Trabajamos para tener libertad. Pero díganme, ¿qué libertad tiene un ser humano que se mueve más por miedo que por convicción? ¿Qué dignidad hay en la vida en correr siempre detrás de una sombra? ¿Lo que estás haciendo hoy lo haces porque refleja tu esfuerzo, tu entrega, tu talento o lo que haces lo haces para ser visto o para ser reconocido? Si ese es el tipo de miedo que dirige tu vida, si este es tu motor, el descanso, la paz, la plenitud, es algo imposible en tu vida. Porque si ese miedo no descansa, siempre va a tener hambre, siempre va a querer más. Ese miedo va a convertir tu cama en una oficina, la cena con tu esposa va a ser una reunión. Tu familia es un pendiente. Abre los ojos. El agotamiento no nada más cobra vidas, también destruye vocaciones, sueños, relaciones. No somos máquinas. Aunque intentes funcionar como una. Yo también he caído en esa trampa, ¿eh? Pero no estamos diseñados para servir hasta rompernos. Mira, tu mejor versión no es la más productiva, eso es un engaño. Tu mejor versión no es la más productiva, tatúatelo. Sino la versión que tiene paz, la que sabe que librar el logro con armonía, pero para eso es indispensable detenerte. A lo mejor llegó la hora de replantear tu relación con tu tiempo y con tus prioridades. Miren, no se trata de faltar, de parar por falta de ambición, sino de parar por inteligencia, por sabiduría. La productividad sostenida, queridos, no se construye con más horas de trabajo, sino con más horas de sentido. Yo no te estoy diciendo que hagas menos, ¿eh? Fíjate. Te estoy diciendo que hagas más, pero más de lo que te gusta. O sea, horas en donde de verdad estás siendo nutrido, horas en donde en lugar de tirar tu energía, en lugar de drenar tu energía, la vida te la devuelve. Porque la obsesión por conquistar absolutamente todo nos ha hecho olvidar que lo más importante en la vida no siempre se alcanza.

06:09
Daniel Habif. Muchas veces solamente lo importante en la vida se recibe. ¿Me estoy explicando hasta aquí? Porque las cosas importantes de la vida no siempre dependen de tu esfuerzo físico, sino del estado interno que cada uno de nosotros teje en su día a día. Hay que aceptar esto, que gran parte de lo que tú has perdido en la vida ocurre porque has vivido de prisa, porque buscas atajos y como buscas atajos, fuerzas los procesos y como fuerzas los procesos, vas y reclamas los resultados. Resultados que ni siquiera entiendes. Lo complejo no es llegar, sino estar a la altura de lo que sueñas, de lo que pides, de lo que recibes. Lo que realmente transforma en esta vida nunca viene de la prisa ni del capricho. ¿Sabes cuándo llega? Cuando estás listo. No cuando estás desesperado. No cuando estás urgido. “Es que me urge, es que ya quiero salir de la universidad, es que me urge, que me paguen…” ¿Me explico? Esta es la paradoja de quien no sabe detenerse, grandes empresarios. Lo consiguen todo, pero nada te parece suficiente y por consecuencia, muchas de esas personas terminan envejeciendo pero rodeadas de personas que los toleran pero no los aman. Y esa es la factura de confundir productividad con valor humano. Insisto, la ambición no es mala. Yo soy un hombre ambicioso, muy. Sin ambición no llegamos al espacio. Sin ambición no escribimos poesía. Sin ambición no curamos enfermedades. El tema no es no tener ambición, pero la ambición se le vigila de cerca. Porque si tú descuidas tu ambición, la ambición te disfraza de propósito y terminas por maquillar la codicia con todo tipo de frases y discursos. Vas a usar frases como: “Todo lo hago por mi familia, todo lo hago por mis hijos.” Tú no haces nada con tus hijos, pero todo lo haces por ellos. La ambición es muy peligrosa cuando no tiene freno y tú empiezas a justificar cualquier exceso en tu vida. La ambición que se convierte en codicia te convence de que primero hay que alcanzar esto para después cuidar esto. Pero muchas veces, cuando llegue ese momento, ya no queda nada que cuidar. Nada de lo que protegías queda y no queda nadie con quien compartirlo. Si entiendes el arte de pausar, vas a potencializar tu humanidad. Tú y yo tenemos que recuperar el sentido del juego, del asombro. Tenemos que permitirnos experimentar de nuevo la risa, pero la risa que es genuina, ¿eh?, la creatividad, la esperanza no puede ser nada más tu única forma de ver la vida. No. Yo no te estoy diciendo que dejes de trabajar, pero no vivas solamente para producir más. Creo que una de las mejores cosas que me han pasado a mí en la vida fue no tener éxito rápido. Miren, la paciencia se convirtió en la piedra angular de mi crecimiento. Hoy estamos en una sociedad que idolatra lo instantáneo y lo acelerado. Y por eso el camino lento a muchas personas les parece un contratiempo. Yo puedo entender que el camino corto parece bueno, pero el sinuoso, el camino sinuoso, suele ser el más bello. Lo lento te enseña lecciones, te forja el carácter necesario para apreciar las cosas, pero para sostener el éxito, cuando por fin te llega. Cuando tú no tienes un ascenso meteórico, como fue mi caso, aprendes muchísimo de la paciencia.

09:43
Daniel Habif. Aprendes que la paciencia es lo que produce la perseverancia, porque el éxito rápido nunca te va ofrecer eso. El camino lento es algo que te permite desarrollar una sana terquedad, porque en lugar de ser catapultado a la cima de un momento a otro, ahí los errores, los fallos, tienen una consecuencia muy drástica o muy fatal. Cuando tu crecimiento es gradual, vas poco a poco, pues te permite aprender de tus errores, pero aprendes de tus errores en un entorno en donde si te equivocas y la cagaste, pues no pasa nada. Pero cuando el éxito lo ganas lentamente, uno se mantiene más conectado con la realidad, te mantienes más agradecido por lo que has logrado y ayudas a más personas. Estas cualidades que yo te menciono son esenciales para mantener el éxito a largo plazo. Aunque el éxito es un mentiroso, pero si lo quieres mantener. Porque evita que tú te vuelvas arrogante, no pierdes el contacto con lo que propició tu éxito, si tú pierdes el piso, la gravedad se encarga de hacer su trabajo. La falta de éxito es una bendición disfrazada. Escúchenme bien, escúchame bien. A mí por lo menos me enseñó la importancia de desarrollar una ética de trabajo en donde valoro más la constancia que la velocidad o la fama. A mí la pausa me preparó para aceptar responsabilidades que vienen con eso que sí es duradero. Mira, cuando tus actividades profesionales resuenan con lo que valoras más, es más probable que sientas que tu trabajo sí tiene un propósito y un sentido en la vida. O sea, empiezas a crear una simbiosis entre tu mundo íntimo y tu mundo público. ¿De qué te sirve un techo más alto si ese techo lo levantaste a costa de no estar en los cumpleaños de tu hijo? Nada vale si lo conseguiste perdiendo el respeto del otro. Ningún proyecto en esta vida tiene éxito sin el proceso. Tú quebraste la confianza de las personas que te aman. Ningún logro es real si al final del día no puedes mirar a los ojos del otro sin que te haya pesado tu método. La ambición te va a dar un techo más alto. Sí. ¡Bravo! Pero solamente el respeto, la ternura, la bondad. Eso es lo que sostiene un hogar. Tú puedes conquistar millones de escenarios. Tú puedes levantar empresas, amasar fortunas. A lo mejor vas a lograr todos tus sueños, pero no lograste el poder de disfrutarlos. Tener éxito sin descanso para mí es una de las peores formas de fracaso que hay. Y no me malinterpreten, yo soy un hombre con ambiciones y grandes y tengo sueños grandes. Me gusta generar riqueza y me gusta gastármela. Pero en el proceso de mi vida he conocido a miles de personas que tienen mucho dinero, pero nunca aprendieron a gastarse la vida. Se ahorran todo, los besos, los te quiero, el… nunca llegan, siempre tienen la agenda llena y al mismo tiempo el alma la tienen vacía. Se les ve en la mirada. Yo creo en la idea de que tú y yo somos capaces de vivir bonito. Y vivir bonito es una forma de estar en el mundo que uno va aprendiendo. Vivir bonito es otra forma de inteligencia. Y cuando digo bonito, no te estoy hablando de abundancia material, hablo de vivir con intención, o sea, de aprender a mirar con atención lo que importa y dejar de correr detrás de las cosas que en verdad no tienen valor.

13:01
Daniel Habif. Mira, me refiero a enfocar mi vida en lo que verdaderamente vale la pena proteger y conservar. O sea, vivir bonito es poder agendar el ocio en tu vida, es detenerte y no sentir culpa, hablar tonterías, es darte el tiempo de encender una velita para agradecer por la vida de tu abuelita, es llamar a otros y preguntar: “Ei, ¿cómo estás? ¿Me necesitas?” El asunto, queridos, es que yo me niego a vivir en un mundo que me va a volver piedra. Me niego a dejar que el mundo me vuelva piedra. Es muy torpe a lo mejor de mi parte no reconocer que hay gente que no tiene cómo elegir. Hay personas atrapadas en contextos que no se transforman ni con voluntad, ni con entusiasmo, ni con nada. No soy ciego. Yo no voy a negar la realidad. Yo entiendo que hay miserias que no se remedian fácilmente: hay hambre, hay guerras, hay violencia, hay desesperanza. Aquí, afuera, en la esquina. Vivir bonito a lo mejor no es una posibilidad inmediata para ellos. Lo sé, lo veo, lo entiendo. Pero a pesar de todo esto, también hay madres que no tienen nada y aún así arropan a sus hijos con dignidad. Yo he visto hombres despedazados por la vida que se detienen en la calle para salvar a un animal moribundo. He visto enfermos terminales darle aliento a esa persona que sí tiene vida y está sano. Por eso lo estoy diciendo desde la conciencia, desde la conciencia de que vivir bonito a veces no es cambiar lo que te rodea, sino cambiar la forma en la que nos relacionamos con eso que tú y yo no podemos controlar. Porque ese es el nivel de paz que tú y yo buscamos. Yo quisiera ayudar en tantas causas. Yo quisiera darme por completo en cosas que me indignan, pero no tengo tiempo para todo. O sea, yo tengo que escoger porque la muerte sí tiene prisa y quiero que cuando la muerte me encuentre, me encuentre amando, amando y viviendo intencionalmente. Yo no quiero que me encuentre desesperado, hambreado, queriendo más y más y más. ¿Cuándo, cuánto es suficiente? No soy mis logros, no soy lo que produzco, soy más que mi nombre. ¿Cuánto es suficiente? Si entendiéramos esto, sabríamos valorar a todos los demás. Cambiaríamos el mundo y entenderíamos a los otros que no se parecen a lo que nosotros consideramos valioso. ¿Pero cómo empiezo, Daniel? Oye, regálate un día. Te has regalado una semana entera viendo TikTok, perdiendo tiempo en las redes sociales, buscando en las series la acción que no hay en tu vida, comparándote con los otros, teniéndole envidia al otro. Le tienes envidia y en lugar de estar aprendiendo, la envidia te lleva a no aprender de esas personas. Te estás perdiendo de grandes maestros en tu vida. ¿Me explico? Porque te comparas, cuando te comparas te deformas y pierdes tu unicidad, el poder tan relevante de tu vida. ¿Cuándo te vas a regalar un día a la semana en donde nada más busques el enorme gozo de las pequeñas cosas? ¿Hace cuánto que no lo haces? Ni siquiera sabes vacacionar. Báñate tranquilito sin el reloj persiguiéndote la cabeza. Desayuna lento, no…

16:17
Daniel Habif. Quiero que sueñes sin pedirle permiso a nadie. Que te atrevas a pensar irracionalmente. Rompe tus propios esquemas. No te arrepientas. No pidas permiso para ser. Cúmplete un capricho, dos, tres, cuatro. Llora mientras que ves una flor. Quédate afónico de tanto cantar tu canción favorita, aunque sea solo. Respira como si hoy fuera viernes a las 19:00 de la tarde. Mira el cielo y aunque no entiendas nada, eso es otra forma de agradecer. ¿Me entiendes? Decir: “Este universo también me pertenece.” O sea, quiero que vuelvas a ti. Oye, piérdete en un parque por horas. Yo no te estoy diciendo que seas un huevón, un flojo. No. Porque hay gente que le echan la culpa a la genética ahora todos. ¿No se han dado cuenta de esa vaina? Que bueno: “Yo soy gordo por genética”, pero nada más hace falta que digan: “Yo soy huevón por genética, porque mi abuelo era huevón, mi padre era huevón…” Yo no me confundo, yo no te estoy diciendo que seas huevón, ¿ok? Yo te estoy diciendo que tengas higiene emocional, esto es higiene espiritual para que tu atención regrese, estás distraído. La atención es un artículo de lujo. Vivir bonito es elegir una y otra vez lo que te hace bien, aunque otros no lo entiendan. Sí, sí, puedes elegir. Puedes elegir aunque sea por ratos, aunque sean las cosas más pequeñas y triviales. Pausar ya no debería de ser una opción en tu vida, debería de ser parte de tu biología. Miren, antes de despedirme, quisiera que tuviéramos 60 segundos de desapego. ¿Podemos hacer eso? Miren, el verdadero desapego no es que tú no poseas nada, sino que nada te posea a ti. Todo lo demás que nosotros vamos acumulando y poseyendo forma parte de un juego, de símbolos de poder. Está bien. El asunto es que nada de eso que tú poseas te posea a ti. ¿Les parece si hacemos un pequeño ejercicio nada más? ¿Sí? ¿Estamos de acuerdo? Buenísimo. Cierren sus ojos, por favor. Vas a inhalar contando cuatro. Lo vas a exhalar contando seis. Cuando exhales, quiero que sueltes mentalmente un pendiente. Ese pendiente que te trae esta semana muy jodido. “Es que tengo que hacer esto, tengo que hacer esto.” Lo vas a soltar. No, no lo vas a pelear hasta el próximo lunes. ¿Ok? Te va a dar ansiedad, es decir: “¿Sí? ¿De verdad? No, pero yo…” No, nada. Me lo sueltas. Domínate. Vas a hacer un silencio de 30 segundos. Vas a mantener tus ojos cerrados y vas a decir: “Me prometo soltar este pendiente. No es porque no tenga sentido de responsabilidad, si no porque no voy a vivir siendo perseguido por esto. No voy a vivir así.” Piénsalo. Inhala de nuevo.

19:35
Daniel Habif. Exhala a tu ritmo. Vas a poner tus dos manos en tu corazón así como lo estoy haciendo yo. Quiero que te concentres hasta que sientas el latido de tu corazón. Mira, esta vaina te la dieron gratis y ustedes le siguen metiendo cada porquería. Quiero que pienses en tu mente la siguiente frase: “Para vivir bonito me comprometo conmigo mismo a…” Me voy a comprometer a caminar en un parque una vez a la semana. Uy, hace años que no veo un atardecer sin grabarlo. Voy a tener una llamada de esas largas que tenía cuando yo tenía 15 años, con una amiga, con un amigo y no voy a andar mirando el reloj. Quiero que te prometas eso ahora mismo y te lo cumplas. No te amenaces, no te amenaces con tus promesas. Se ha sellado ese pacto, puedes bajar tus manos, puedes abrir tus ojos. “Mira, es que yo nunca cumplo lo que prometo.” Por eso no te respeto, porque te la vives defraudando. ¿Te me explico? Mira, tú puedes conquistar todo. Está bien, está bien, está bien. Yo se los he dicho, ¿verdad? Puedes tener millones de seguidores, puedes tener tres doctorados. Pero si no sabes decir buenas tardes y gracias, no sirve de nada. A mí me dice más de educación cómo tratas, ¿verdad? A un mesero, a alguien con esa cordialidad. Devuélvele una mirada compasiva al mundo cuando salgas de aquí porque allá afuera estamos viviendo una batalla muy jodida. Y si tú tienes los ojos abiertos y contemplas el dolor del otro y te puedes acercar y le puedes decir: “¿Estás bien?” Le acabas de hacer un gran bien al mundo entero. Le acabas de devolver una mirada compasiva a pesar de que tú estés realmente jodido. ¿Me estoy explicando con esto, queridos? Puedes conquistarlo todo pero si al final del día no sabes parar, habrás fracasado en lo más básico, en vivir. Muchas gracias muchachos y que Dios les bendiga.