La importancia de escuchar: “Yo creo en ti”
Fernando Romay
La importancia de escuchar: “Yo creo en ti”
Fernando Romay
Exjugador de baloncesto
Creando oportunidades
El valor de ser diferente
Fernando Romay Exjugador de baloncesto
Fernando Romay
Pocas personas desprenden tanta simpatía y “buenrollismo” como el exjugador de baloncesto Fernando Romay. Pero, de joven, no lo tuvo nada fácil: con 14 años medía dos metros, no cabía en el pupitre del colegio y usaba ropa “de señor mayor”. En su Coruña natal, era un gigante con mente de niño al que todos señalaban. Hasta que un compañero le animó a jugar al baloncesto: “Yo era torpe y descoordinado, pero muy, muy alto”, explica. Años después, el Real Madrid le fichó para su equipo juvenil. Allí le hicieron ver que sus diferencias, en realidad, eran virtudes: “Me dijeron que me necesitaban, que mi morfología podía ser útil al equipo”. Para Romay, esto supuso encontrar su sitio. Desde entonces, este “gigante” entrañable anima a las personas a entender el valor de la diferencia: “Siempre hay algún lugar en el que puedes sentir que encajas”, concluye.
Fernando Romay jugó en el equipo de baloncesto del Real Madrid desde 1976 hasta 1993. Participó en los Juegos Olímpicos de Moscú (1980) y Los Ángeles (1984), y es famoso por ser el único español que ha puesto un tapón a Michael Jordan. En los años 80, formó parte de una importante campaña contra las drogas dirigida a la juventud. En la actualidad trabaja con la Federación Española de Baloncesto para difundir y promocionar los valores del deporte.
Transcripción
Pero bueno, yo no he venido aquí a hablar de mi vida, que sí. La verdad es que sois… ¡Qué atentos! Nadie me ha hecho… Os parecéis a mis cuñadas cuando hablo, que intentan buscar un defecto. No, hombre, no. Qué bien. Venga, ¿tenéis alguna pregunta o algo, amén de una sonrisa maravillosa?
El Madrid tenía dos equipos nada más. Uno juvenil y otro, junior. Es decir, veinticuatro jugadores para hacer cantera. Y tomar el riesgo de coger a un chaval que no tenía ni idea, porque yo empecé la prueba… Imagínate, vienen los mejores de España a probar aquí, los meten en una cancha a jugar y meten a uno muy alto, muy alto, muy alto, totalmente descoordinado. No, no, sí, o sea… Para andar y mascar chicle paraba, mascaba chicle, andaba, paraba, mascaba… Era imposible de hacer. Incluso ahora también a veces me pasa eso. Pero bueno, uno completamente descoordinado y no… Imposible, no atinaba. Entonces a los cinco minutos me quitan del partido que estaban jugando y dije: “¿Qué tal lo he hecho?”. Y dice: “Ah, fatal. Tira en esa canasta tú solo”. Me pongo a tirar yo solo y a los cinco minutos me quita. “¿Cómo va?”. “Fatal”. Y al final, había un preparador físico, Eduardo Pedraza, que me dice: “Venga, vamos a hacer pruebas”. Entonces empezamos a hacer ejercicios de saltos, multisalto, segundos de triple… Y al final acabé haciendo la prueba de andar con los ojos cerrados por una raya y oía que decía por detrás: “Si no se separa mucho, no tiene mucho daño neurológico y podemos hacer algo con él”. No me debí de separar tanto como creía porque me quedé en el Madrid y ahí me dijeron una frase que yo creo que todos deberíamos oír en algún momento. Suben el entrenador de juveniles y el de junior, Tomás González y Rafa Peiró, y se ponen a hablar con los entrenadores jefes, que eran Ferrándiz y Lolo Sainz.
Y los dos entrenadores de la cantera hacían gestos como… Y los que tenían que tomar la decisión solo hacían un gesto, que era… Y yo estaba abajo mirando todo esto, imagínate, como diez gradas para arriba. No oía lo que decían, solo veía los gestos. Yo decía: “Me voy a mi casa tranquilamente. Has estado en Madrid, aquí, tal, como Pepe Isbert, en la Plaza Mayor, buscando a Chencho, ¿dónde estás, Chencho? Pues algo así. Y has tenido una experiencia fantástica, que es estar con el Real Madrid”. Y cuando llegaron me dijeron una frase, yo creo que de las más importantes de mi vida. Me dice Tomás: “Te quedas en el equipo, chaval, porque yo creo en ti”. Incluso con catorce años y siendo un descerebrado como yo, que te digan “yo creo en ti” es algo que marca mucho. Y, a partir de ahí, era tal la sensación, por una parte… A ver, ¿cómo te lo explico? De alegría porque me quedaba y tal, pero a su vez de responsabilidad por no romper la creencia de ese señor que me estaba dando esa oportunidad. Soy de los que piensan que siempre tienes que encontrar a alguien que crea en ti y a la vez deberías creer tú en gente. Yo creo que la creencia de unos en otros es fundamental. Hay muchas frases que no decimos muy a menudo. No decimos muy a menudo “gracias”, no decimos muy a menudo “por favor”, no decimos muy a menudo “te quiero” y no decimos muy a menudo “creo en ti”. Y hay que decir más “creo en ti”. ¿A ti te han dicho “creo en ti”?
Entonces, ahí lo que encontré fue como una familia. Una familia que me acogió, que suplió a la familia, que me tuteló, que me enseñaba, que hacía… Yo soy de los que dicen, o de los que piensan, que soy lo que soy gracias a toda la gente que he tenido alrededor que me ha aportado cosas, cosas muy buenas. Y esa familia es la que encontré yo dentro del baloncesto. Esa yo creo que es la primera cosa que te tiene que aportar, dentro de los valores que tiene que aportar el baloncesto. El sentimiento de pertenencia a un equipo, la ilusión que tienes que poner para conseguir las cosas. Después, hablando del mundo moderno, del mundo más ‘millennial’, más… Yo creo que hay dos valores que tiene el deporte, que tiene el baloncesto en este caso, que son fundamentales. Uno es: lo verdaderamente bueno para ti, no es inmediato, y a veces le damos poca importancia a lo básico y lo básico es lo que nos llena de verdad. Y para conseguir lo básico, lo de botar con la izquierda, aprender a manejar, salvo que seas zurdo, con la otra mano… Eso requiere mucho trabajo y es lo que te va a llevar el día de mañana a ser un buen jugador, lo que te va a diferenciar. Esas cosas básicas. Pues la vida viene a ser lo mismo. De eso también se debe aprender. Y, sobre todo, la capacidad de ilusionarnos. Estamos en un mundo en el que perdemos la ilusión muy fácilmente. Tenemos mucho postureo y poca ilusión verdadera.
De hecho, hay una película que dice una frase que más o menos dice que la gente se cree que vive cuando respira, pero en realidad vives cuando algo te emociona tanto que dejas de respirar. Y es verdad. El baloncesto, aparte de por la asfixia, que yo me asfixiaba enseguida, dejas de respirar en muchísimos momentos porque estás viviendo una emoción tremenda y hay que dejar de respirar más. Que las cosas te llenen.
Y ahora mismo ya los equipos ya son ya no solo de los que están a tu lado. Ahora mismo, si estás trabajando puedes tener un equipo plurinacional, no sé, o sea, con las redes sociales, con el 5G, puedes estar trabajando en directo con muchísimas personas, haciendo muchas cosas, con lo cual tenemos muchas más razones para unirnos a los demás, pero siempre aportando eso: aportando la diferencia, lo que te hace distinto. Yo tengo algo que tengo que poner ahí, lo pongo y estoy dispuesto a lo que sea por el equipo, a lo que sea. Y además para que un equipo sea equipo de verdad hay un momento claro y es cuando tienes algo que te atemoriza de verdad y lejos de guardártelo para ti para no demostrar debilidad, lo pones en el equipo y el equipo te ayuda. A partir de ahí te sientes mucho más reconfortado en el equipo y ya está. En momentos de un partido, la gente te… Estás pasando un momento crítico y de repente dices: “Oye, ¿qué hago yo para poder hacer esto?”. Y alguien va y te da una solución. A lo mejor es el más veterano, que no juega ya porque es muy veterano, a lo mejor es un entrenador, a lo mejor es un compañero. “Pues mira, ¿por qué no haces esto?”. Entonces dices: “Hostia, cómo mola tener un equipo”. Y a partir de ahí como que se va uniendo cada vez más y se va volviendo más indisoluble la unión. Es importante, con lo cual para hacer un equipo lo primero que tenéis que hacer es hablar a calzón quitado, exponer miedos, exponer todo y saber tener la confianza suficiente como…
No de “jiji, jaja” y hacemos comidas y nos vamos por ahí. No, no, no, en los momentos de verdad cuando estás verdaderamente fastidiado, exponer eso al equipo para que te ayude. Eso es un momento sublime del equipo, eso es fundamental también.
Si le dices a alguien que haga lo que puede hacer, hará lo que puede hacer y será mucho más feliz y lo hará muchísimo mejor, con lo cual hay que buscar el sitio donde verdaderamente te sientas bien, te sientas feliz y te sientas a gusto. Y yo en el baloncesto lo he encontrado. Pasé de ser mirado a ser admirado. Pasé de ser comentado a ser elogiado. Esto me lo dijo un compañero que tenía en la Ciudad Universitaria, en la pensión. Había uno mayor que yo que jugaba en las siguientes categorías: en los juniors del Madrid, un vasco de dos metros pelaos que era como un dado. Lo tiraras como lo tiraras, abultaba lo mismo. Era dos metros por dos metros, por dos metros, con unas manos… De verdad. Y me dijo: “Fernando, más vale que triunfes porque tienes todos los condicionantes para triunfar. Y si no triunfas por tu culpa, te doy una hostia que haces noche en el aire”. Oye, que lo he entendido, que me quedó eso clarito, clarito. O sea, de verdad, es de esas frases que te quedan y que dices… Parece mentira, por muy obtuso que seas, lo has pillado. Y además hizo así con la mano que dije: “Como me dé, de verdad, hago noche en el aire”. Y a partir de ahí, entre el “creo en ti” y el “haces noche en el aire”, oye, como para escatimar esfuerzos. No jodas. Ahí estaba yo, dándolo todo. Pero es eso, hay que…
Tienes que encontrar tu sitio, tienes que encontrarlo y saber dónde estás. Gente que te aporte a tu alrededor y que pases de ser mirado a ser admirado.
De que en la siguiente jugada metió una que salta y cuando está en el aire dije: “Te vas a cagar, que ya en el aire no puedes hacer nada, te va a caer otro tapón”, y no sé cómo hizo y tiró detrás de mí. O sea, mientras yo hice “ping”, él se quedó en el aire todo el tiempo y dije: “Este tío es sobrenatural” y, efectivamente, es sobrenatural. Por eso lo del tapón a Jordan es… A veces… Hombre, la anécdota está muy bien para… Mola, para poner una medallita está muy bien, pero no es más que una medallita. Y en nuestra vida vamos a tener ocasión de ponernos medallitas o de cuantificar. Somos muy dados a cuantificar o a decir: “En tu historia, en tu carrera deportiva, has tenido siete…”. No sé ni lo que he ganado, de verdad, no lo sé. No me importa lo que he ganado. Es mucho más lo que he tenido que pasar en cada campeonato para poder ganar. Y ahí sí ocurren vivencias y ocurren anécdotas, que es lo importante del camino. Anécdotas dentro de los juegos, en la convivencia que teníamos entre los atletas. Yo era, además, muy… A ver, yo soy muy cotilla. No sé si lo sabéis, pero yo soy muy cotilla. Entonces yo investigaba. Era la primera vez que iban las chicas de gimnasia… No de gimnasia, de natación sincronizada, perdón, a unos Juegos Olímpicos. Y yo decía: “Jo, ¿y cómo entrenan unas chicas de natación sincronizada?”. Claro, ¿las tiras al agua y a ver, hasta que lo hagan bien? No, ellas lo que hacen es el ballet con movimientos un poco ortopédicos.
Porque además en el agua no puedes tener movimientos así como muy cadenciosos, sino que estás en un entorno que te ofrece resistencia, con lo cual si quieres llevarlo, tiene que ser todo muy marcado y muy pautado y con movimientos que en el agua quedan bien, pero fuera del agua queda un poco el Robocop, ¿no? El “cruzaíto”, pues el Robocop. Y yo me iba a verlas entrenar. Y ahí aprendí muchísimo de muchas cosas, de gente que no son deportistas de alto nivel, pero son deportistas de alta dedicación y entrenan como si fuesen de alto nivel y además se lo tienen que pagar ellos todo. Si entrenan cuando se van de la gente. ¿Cuánta gente hay que hace deporte así? ¿Y cuántos deportes hay que se hacen así? Cuando me metí en el fútbol americano pude ver eso. Cuando estuve en el ‘Mira quién baila’, los bailarines de salón hacen eso continuamente y además las clases les cuestan un montón. Y si viene un profesor que es maravilloso y tal, se tienen que dejar una pasta para estar tres días aprendiendo de él y todo eso. El camino, tío, el camino. Tienes que tener los ojos muy abiertos para ver todo lo que pasa a tu alrededor y estar continuamente recibiendo ‘input’. Y más ahora todavía, ¿no? Yo se lo digo a los chavales e incluso cuando vas a un equipo, vas a alguien, y le haces pregunta trampa, la pregunta garrafón: “A ver, ¿quién quiere ser el mejor jugador del equipo?”. Entonces levantan la mano. Claro, todos quieren ser el mejor. ¿Qué es lo que debes ser? Ser mejor. O sea, que cada equis tiempo te analices y digas: “Me siento mejor persona, mejor profesional, mejor padre”, no sé, mejor, simplemente mejor. Si eres mejor, nunca va a parar tu evolución. Ser el mejor es fácil: juega en otro equipo peor. No hay que cuantificar, hay que mejorar, hay que hacer camino. Hay que estar a tope.
Y cuando ves a alguien así dices: “Ostras, es que no son necesarias muchas cosas”. Yo, por ejemplo, cuando llegué al Madrid no tenía zapatillas porque calzo un número extraordinario, mucho más que el ordinario, y no tenía zapatillas y estuve como cuatro o cinco meses sin zapatillas. Las enseñanzas de José fueron: “Aprovecha este momento en que no tienes zapatillas. Empieza a hacer condición física, que tampoco necesitas correr, sino hacer pesas. Coge fuerza, aprende a coger el balón, a botar…”. Todos esos entrenamientos que ahora se enseñan a los niños con ocho años yo los hice en dos meses, con catorce años, así, para poder… O sea que no es necesario tampoco el… Que, si quieres aprender, es mucho más la voluntad que los medios que tienes alrededor, y muchas veces en nuestra vida ordinaria… La vida, ¿eh? No tú. No fastidies, ¿no? La vida siempre. En nuestra vida ordinaria buscamos disculpas por no hacer las cosas, porque falta esto, falta lo otro, no se puede hacer porque… No, no, no. Aprovecha todo para mejorar, para ser mejor. No por ser el mejor, por ser mejor. Yo creo que eso es fundamental.
Yo creo que eso es lo que les enseñé a mis hijos. Y después que sean felices, que busquen su felicidad, que la felicidad está en una esquina. A lo mejor te das de golpes cinco veces, pero al sexto encuentras tu lugar y aprécialo también. Aprécialo.
Pero digamos que el germen de todos estos que han llegado arriba son estos campeonatos y entonces es ver a los chavales… Y luego ver a alguno ya que ha llegado a Primera División me parece maravilloso. Me parece maravilloso porque además conservan muchísimos de esos valores que se les inculcan. Mira, sin ir más lejos, la temporada anterior se hizo el campeonato en San Fernando, el campeonato de mini, y llegaron a la final Cataluña y Andalucía. Y entonces Cataluña estaba jugando de maravilla con una defensa, unos chavales… Y estaba ganando a Andalucía. El partido al principio estaba así. Al final se despegó en la segunda mitad y tal… Porque ahí se juegan seis sextos, podríamos decir. No cuartos, seis sextos. Y como al cuarto ya se despegó y a partir de ahí fue tomando ventaja, ventaja. Y cuando quedaba un minuto de partido pide el entrenador de Andalucía un tiempo muerto. Entonces el de Cataluña se quedó como “flasheado”, coge el tiempo muerto, llama a los jugadores y se ponen en el corrillo del tiempo muerto. Y entonces el entrenador de Andalucía había pedido tiempo muerto para que se colocase el quinteto que estaba en cancha más todos. Se colocaron en el campo y el cuerpo técnico les estaba aplaudiendo. No querían otra cosa más que reconocer el esfuerzo que habían hecho los chavales. El de Cataluña estaba dando órdenes y, no sé por qué, levanta la vista, ve lo que estaban haciendo los otros y dice: “Perdón, perdón, perdón”.
Se echa para atrás, coloca a su equipo en fila y una vez que se acaba el tiempo muerto, los chavales de Cataluña dándole un aplauso a… Tú ves eso en un campo de baloncesto jugándose una final de un campeonato de España, de minibasket por selecciones, que los chavales habían entrenado con la pandemia, con todo, entrenando en sus casas, entrenando… Y cuando ves que hacen esto dices: “Joder, mola, mola”. Esto es lo que debe ser el baloncesto. Esto es lo que debe ser el deporte, lo que le debe aportar a estos chavales. Esto es una lección para ellos, y para todos los que estaban en el campo, tremenda. Y es lo que me hace congraciarme con el baloncesto mucho más que las finales o que los campeonatos de Europa y todo esto, que también, pero esto verdaderamente es lo que vale de verdad.
Pues claro que debes hacerlo, pero en el momento tienes que relativizar un poco y ¿eso cómo lo haces? Siempre con sentido del humor, siempre con sentido del humor. Y además lo serio con una sonrisa entra más. O sea, si tú quieres dar una enseñanza, hazla con que la gente sonría. Como que te abre las orejas y te abre todo. Debemos sonreír más todos. Estamos en un mundo muy crispado, debemos sonreír muchísimo más. Sí, tú también. ¿Ves? Debemos hacerlo. Bueno, pues yo creo que ya hemos acabado, ¿no? Simplemente quiero deciros que muchísimas gracias. Muchísimas gracias por escucharme. Muchísimas gracias por vuestras preguntas. Espero que os haya valido para algo. Y espero que, a partir de ahora, cuando veáis un partido de baloncesto, de fútbol, de cualquier otra cosa, o cuando vayáis por la vida, os sintáis orgullosos de que sois diferentes y de que ser diferente mola y mola mucho. Así que un aplauso para vosotros.