“La fotografía es un acto de valentía y coraje”
Cristina Mittermeier
“La fotografía es un acto de valentía y coraje”
Cristina Mittermeier
Fotógrafa
Creando oportunidades
“No nací para ser fotógrafa, nací para proteger la naturaleza”
Cristina Mittermeier Fotógrafa
Cristina Mittermeier
Cristina Mittermeier ha dedicado más de 30 años a la conservación de la naturaleza, utilizando la fotografía como herramienta para inspirar cambios. Nacida en la Ciudad de México y criada en Cuernavaca, su amor por la naturaleza fue inculcado desde joven. Aunque inicialmente no se consideraba fotógrafa, encontró en la fotografía de conservación un propósito vital.
Ha viajado a más de 130 países, documentando la belleza y las amenazas que enfrenta nuestro planeta. Su trabajo ha sido fundamental en la creación de áreas marinas protegidas, como la Alianza de las Américas, que conecta Alaska con Patagonia. Además, ha colaborado con comunidades indígenas, reconociendo su papel crucial en la protección de la biodiversidad.
Cristina es cofundadora de Sea Legacy, una organización que busca proteger los océanos a través de la narración visual. Su compromiso con el medio ambiente y su habilidad para contar historias a través de imágenes han hecho de su carrera un ejemplo de activismo efectivo.
Transcripción
Para mí ha sido un verdadero honor poder viajar por todos los océanos y ser testigo de la belleza de nuestro planeta, pero también de las amenazas. Voy a contarles algunas historias. Vamos a hablar de fotografía. Vamos a hablar de los éxitos y de los retos, de la conservación de las oportunidades que tenemos ahora en países como México de crear reales proyectos de conservación para el futuro. Y vamos a hablar también de lo que se siente ser humano, ser ser humano, estar en una posición de vulnerabilidad, en donde pones tu vida en las manos de la madre naturaleza, con la intención pura de traer las historias a la gente que no tiene la oportunidad de verlo de primera mano.
Siempre me han gustado. Tuve la enorme fortuna de que nací en la Ciudad de México, pero crecí en Cuernavaca, y crecí en Cuernavaca en un momento en que Cuernavaca todavía era un lugar muy rural. Entonces vivíamos en las afueras de Cuernavaca, cerca de Ocotepec y creo que los padres y los maestros son quienes inculcan a los hijos el amor por la naturaleza y por los animales y son ellos mismos los padres y los maestros los que nos exigen que nos enfoquemos en otras cosas. El dinero es más importante, la carrera es más importante… hasta que llegue el punto que a los hijos se nos olvida que amamos la naturaleza. Pero yo tuve la enorme fortuna de que mi mamá es muy animalera como yo, y que tuve una banda de hermanos y hermanas que siempre querían jugar afuera conmigo. Entonces crecí en la naturaleza.
Cuando empecé a hacer la fotografía quería hacer fotografía de animales, pero también era mamá muy joven. Entonces se me hacía muy difícil desaparecerme por meses. El trabajo de llevar cámaras siempre es muy difícil, es costoso. Y estaba casada en mi primer matrimonio con un antropólogo. Entonces viajaba con los niños y con mi marido. Íbamos a estas aldeas remotas porque él iba a buscar monos. Era su trabajo, y yo me tenía que quedar con los hijos en las aldeas. Entonces así fue como empecé a fotografiar tribus indígenas y me di cuenta que por ahí había un camino para mí que era diferente. Cuando empezamos el trabajo en la conservación, en los años 70, en los años 80, se pensaba que la conservación era poner una barda alrededor de la naturaleza y eliminar a los humanos.
Y llegó un momento en que nos dimos cuenta que si no haces aparcería, y si no colaboras con las comunidades que viven ahí, no puedes ganar, tienen que participar. Entonces yo me di cuenta, no podía ser fotógrafo de naturaleza, pero fotografiar a la gente que vive con la naturaleza era un camino posible para mí. Entonces, muy joven, tenía 24 años, mamá muy joven, me mandaron a la Amazonía. Están viendo la foto atrás de mí. Ese es el río Xingu, que es un río hermosísimo, es tributario del río Amazonas, y en los costados del río un chingo viven más de 50.000 personas, muchas de ellas indígenas. La razón por la que me mandaron allí es porque se planeaba la construcción de una planta hidroeléctrica.
La planta de Belo Monte no iba a ser una planta hidroeléctrica normal, iba a ser la tercera planta hidroeléctrica más grande del mundo. Y como la Amazonía es plana y para generar electricidad se requiere que el agua corra, tuvieron que construir una pared de cemento de 16 kilómetros para retener el río. Todo eso iba a ocasionar, desde luego, que se inundara la selva, pero también que el río abajo de esa barda, esa pared dejara de fluir. Como resultado la gente que vive en los costados del río, las tribus indígenas, se iban a ver afectadas porque toda la circulación en esas zonas tan remotas, no hay carreteras, no hay pistas para aterrizar más que algunas cuantas abandonadas, se lleva a cabo por el río. Entonces la gente depende completamente del río para su subsistencia. El trabajo que me mandaron a hacer era tomar una fotografía que ilustrara cómo la gente dependía del río. Y lo que yo quería mostrar es que sí, ahí hay madres, hijos, familias y muchas de estas tribus indígenas viven en zonas tan remotas. No hay educación, no hay escuela, no hay clínica. Saben que algo viene, pero no se podían imaginar la extensión de lo que iba a ser este proyecto. Entonces yo llegué allá y el jefe de la tribu me dijo que me iba a quedar con su hija.
Me dieron esa hamaca que está al final para que me durmiera y después de tantas horas de viajar me enredé en esa marca con una cobija y me quedé dormida. Y yo no sé si les ha pasado a ustedes, pero me desperté a la medianoche, completa oscuridad, porque había gente que hablaba y me empezaron a tocar. Y yo pensé ¿Qué pasa? En la mañana, cuando me desperté me dijeron que la familia estaba preocupada de que me iba a despertar sola, sin mi esposo, sin mis hijos, y no querían que me sintiera sola. Entonces me estaban acompañando. Empecé a tomar fotografías y como estaba muy, realmente muy amateur, todavía no sabía el trabajo, me fui por lo fácil. Los animales compartiendo casa conmigo, las niñas tenían un pequeño búho enano, que es un animalito que mide, no sé, 20 centímetros, absolutamente nocturno. Lo escuchas llamar en la noche, hace su sonido, pero es chiquitito, nunca lo ves. Y ahí estaba, en mi casa. Entonces fotografiaba el búho y luego me fui a las otras casas. Todas las casas tenían alguna mascota, algunas tenían monos y otras tenían capivaras y animalitos del bosque.
Y me di cuenta de una cosa importante en la Amazonía. Los animales, las mascotas, es una línea muy difuminada entre lo que es ser mascota y comida. Entonces no te puedes quedar muy afectuoso con las mascotas, ¿no? Pero eso era lo fácil. Empecé a fotografiar las aves porque tienen muchos pericos, tienen muchas guacamayas, los mantienen como mascotas, les cortan las alas, las plumas de las alas para que no se vayan.
Y andan los pericos en la tierra, con los niños y los perros y algunos, algunas veces, cada vez unos días, les quitan algunas plumas para hacer los penachos que los los jefes y los guerreros usan. Cuando estuve ahí me tocó una junta de los guerreros. En una de las fotografías se ve una línea de guerreros que son gente que viajó por el monte, por el bosque, semanas caminando para llegar a esta aldea, porque venían los jefes a hablar de cómo iban a confrontar la amenaza de esta hidroeléctrica. Y el señor que se ve en medio es el jefe Raouní, el que tiene el penacho amarillo. Él usa un disco, en la boca se hacen un hoyito chiquito, como un arete, cuando son bebés y se lo van haciendo más y más grande hasta que les queda… Es un disco de madera, le dicen el beijo de pau, el beso de palo. Y los hombres lo usan todo el tiempo, comen con él, duermen con él, fuman con él. Y Raouní todavía está vivo. Esta fotografía fue 1996 y hoy en día es el asesor del presidente Lula en temas indígenas en Brasil. Es una gente muy importante. En fin, fotografiando ese tipo de cosas, los penachos, los animales… Pero yo sabía que en algún momento tenía que tomar fotos más importantes, ¿no?
Entonces un día estaba parada en medio de la aldea cuando vi un grupo de mujeres que venían del río y esto no era nada raro, porque esa gente es gente que todos los días baja al río. A las 05:00 todo mundo se baña y al final del día, antes de dormirse, vuelven a entrar al río y se vuelven a bañar. Entonces no pensé nada. Pero cuando pasaron cerca de mí esas señoras, una de ellas traía un bebé recién nacido y ahí me di cuenta ese bebé acababa de recibir su primer baño y es un baño importante porque es un baño ritual que de alguna manera amarra el destino de ese niño al destino del río para siempre. Y pensé, “Wow, esa hubiera sido una excelente foto si hubiera estado ahí”. Pensé Bueno, no hay problema. En la mañana puedo buscar a la señora y le puedo decir que llevemos al bebé y podemos hacer una… como se dice, una reenactuación de todo el escenario y tomar la foto. Pero cuando despertamos en la mañana, despertamos con la noticia de que el bebé no había sobrevivido la noche. Y esto pasa mucho en esas regiones remotas donde no hay servicios médicos y las mujeres sufren tanto.

Pensé “Bueno, tal vez pueda fotografiar cuando entierren al bebé, ¿no?”. Como no hablo el idioma, como las cuestiones culturales son tan sutiles, no me di cuenta., y cuando ya acordé, ya lo habían enterrado y ya no había nada que fotografiar. En el momento, empecé a pensar “¿Por qué me mandaron a mí? Yo, que no tengo experiencia, yo que no sé lo que estoy haciendo. Estas fotos son importantes. Hubieran mandado a alguien que sabe el trabajo.” Y estoy en ese rollo en mi cabeza pensando me van a despedir, que no estoy tomando las fotos que importan. Cuando de pronto oí un sonido y cuando volteo es la mamá de ese bebé y viene de las afueras de la aldea, marchando hacia el centro de la aldea donde yo estoy parada con todas mis cámaras y esa señora viene llorando y trae un machete en la mano y viene pegándose así en la cabeza con el machete. Entonces viene toda sangrada y viene cubierta de lodo. Cuando se acerca más a mí, me doy cuenta que trae el cuerpecito de su bebé en sus brazos y viene llorando y nadie se le acerca. Todo mundo se parte, pero viene derecho hacia mí y yo me quedé paralizada con mis cámaras sin poder levantar la cámara para fotografiarla porque lo único que podía pensar es en mis hijos, en mi casa, y ¿cómo me sentiría yo si alguien me apuntara una cámara cuando estoy así? No tomé las fotos. Y algunos meses después, cuando se aprobó la presa y cuando empezaron la construcción, yo ya de regreso en mi casa, me di cuenta de mi cobardía y la traición. Cuando te mandan hacer un trabajo así, este trabajo demanda valentía, demanda coraje.
No se pueden hacer solo las fotos que son populares. No se pueden decir solo las cosas que caen bien y eso, esa experiencia para mí fue la más importante en este trabajo, Paola. Porque es un trabajo que te quita todo y te demanda todo. Entonces para mí esa fue la influencia más grande. No es la fotografía lo que importa, es el activismo que viene con la fotografía y el pararte en tu trabajo para demandar los cambios que quieres.
Yo tengo más de 30 años viviendo fuera de México. Me fui en el 91 y aunque me siento muy, muy mexicana, he podido viajar por todo el mundo. Y una de las lecciones más importantes cuando visitas otras culturas y otros países es la importancia de aprender, aunque sea unas cuantas palabras en su idioma. Entonces, visitando esas aldeas remotas de la Amazonía, ellos hablan un idioma que se llama mẽbengokre, y en la mañana todo el mundo se saluda y se dicen “Mẽ ko mẽne”. Y mẽ ko mẽne significa, ¿Cómo estás? Significa buenos días, pero tiene un significado mucho más profundo. Significa te veo, te estoy viendo. Y eso es súper importante. Cuando vives en una zona remota, en una parte en una aldea de 150 personas, donde la supervivencia de cada persona depende de todos los demás. Esa es una de las lecciones más importantes que se nos han olvidado en las grandes ciudades, y en estos momentos de gran polarización y división nos damos cuenta que la única comunidad de la que dependes son esas 150 personas a tu alrededor, que son tu familia, son tus vecinos, son la gente de la que dependes y poder levantarte en la mañana y decir “Te veo, sé quién eres y soy responsable de mis acciones y soy responsable hacia ti”, es súper importante. Entonces mẽ ko mẽne tiene ese significado y para mí es súper importante entender ese tipo de sutilezas.
Pero mi mamá hacía mucho esfuerzo de llevarme a mí y a mis hermanos, y somos muchos, somos cinco hermanos, somos cuatro mujeres y un hombre. Y Freddy, mi hermano, el mayor, era mi compañero de aventuras y Claudia, mi hermana, que está aquí, era nuestra achichincle. Y yo tengo esa memoria de un árbol enorme que había en la casa de mi mamá en Cuernavaca y yo me podía subir a las ramas más altas de ese árbol con mis libros. Se los quitaba Federico que eran sus libros y yo se los robaba para leerlos y con una pasión enorme. Pero fue mi mamá la que siempre alimentó esa curiosidad por los animales y nos llevaba a Chapultepec. Nos llevaba a ver animales y tengo ese recuerdo de haber ido a Xochimilco –ahí estamos mi mamá, mi tía Boni, todos mis hermanos– y en mi mente infantil yo me imaginaba que había delfines y había manatíes en Xochimilco.
Entonces quise estudiar algo que tuviera relación con los animales cuando era joven. Y era una carrera difícil para una mujer en México en aquellos años. Entonces se me ocurrió que tal vez podría ser veterinaria, pero el sufrimiento de los animales no era para mí. Entonces le rogué a mi papá que me dejara ir a estudiar Ingeniería Bioquímica en Ciencias Marinas al Tec de Monterrey, en Guaymas. Mi papá no quería, mi papá quería que fuera contadora pública como él, que me hubiera matado, hubiera sido el fin. Pero lo que sí me acuerdo es que había muchísima presión social de mis amigas, de mis compañeras de escuela. Muchas de ellas pensaban que bueno, podía ser licenciada, podía ser comunicóloga, podía ser secretario, podías casarte. Esas eran como las opciones aceptables, ¿no? Y yo siempre me sentí como bicho raro, pero fue mi mamá la que fue mi campeona y yo recuerdo los pleitos que se hizo con mi papá para convencerlo de que me dejara ir al Tec de Monterrey. Y esos años fueron años de tremenda angustia, de estar fuera y lejos de la familia, pero al mismo tiempo años de tremendo descubrimiento.
Y me acuerdo que pensé “Voy a ser bióloga marina y voy a ir a nadar con delfines y voy a ver ballenas”. Y la verdad, el caso es que no vi nada de eso, pero lo que sí vi fue el océano desde el punto de vista de un microscopio. Me pasé cuatro años viendo el plancton, que es el motor de nuestro planeta, a través de un microscopio. Y fue ahí la primera vez que me di cuenta de la importancia del océano. ¿Porqué el océano? El océano, es el ecosistema más grande y más importante del planeta Tierra. Si vinieran extraterrestres a visitarnos de otra galaxia, se pararían fuera de la atmósfera de la Tierra y nos mirarían y dirían “¡Ah! Este es el planeta Océano. Y todas estas criaturas son criaturas del mar”.
Pero nosotros los seres humanos somos muy arrogantes y somos terrícolas, y por eso se llama Tierra. Pero la realidad de las cosas es que la vida en el planeta Tierra existe solo y solo porque tenemos un mar, y el mar cuando lo ves desde un microscopio es un caldo. Tú te podrías imaginar que es agua salada. Tengo una memoria de niña, mi papá era de Tampico y nos llevaban a Tampico a nadar al mar. Cuando te revuelca una ola y te tragas un buche de agua, podrías creer que solo agua salada. Pero no es un caldo microscópico de vida. Son larvas, son huevecillos. Es como un zoológico en miniatura. Y ese zoológico, muchos de ellos son bacterias, el animal más importante del planeta Tierra se llama Prochlorococcus. Es una cianobacteria y es responsable de entre 30 en el 50% del oxígeno que respiramos. Quizás todos deberíamos saber su nombre, ¿no? Los cambios que están sucediendo en el océano son tan profundos y tan rápidos que hemos perdido ya el equivalente de cuatro Amazonías de fitoplancton en el mar. Es invisible y no lo vemos, y sin embargo es importantísimo porque para sobrevivir en este planeta necesitamos la biomasa del mar. Y esa biomasa viene en la forma de plancton, pero también de peces y de ballenas.
Imagínese que hasta hace un par de años no sabíamos que las ballenas juegan un papel importantísimo para resolver el cambio climático y para mantener el oxígeno del planeta, porque estos animales enormes guardan una cantidad tremenda de carbono en sus propios cuerpos. Producen dividendos porque tienen bebés cada cuantos años. Y cuando una ballena se sumerge a las profundidades a alimentarse en las ricas aguas minerales de la profundidad, trae a la superficie todos los nutrientes del fondo del mar. Y cuando defeca, esas heces se convierten en el fertilizante del fitoplancton. Las ballenas son como lombrices del sistema marino y sin embargo, las continuamos matando. ¿Por qué? No lo entiendo. El océano es misterioso. Sabemos muy poco del océano. Ningún ser humano se ha parado en el fondo del mar. Una imagen como esta, que es una tortuga caguama que fotografié en el Atlántico Norte, en las costas de las Azores, en Portugal, es un ejemplo perfecto de cómo esa curiosidad por el misterio es lo que más me atrae y me apasiona del mar. La fotografié en la costa de las Azores, en Portugal, que es el Atlántico Norte. La temperatura del agua, diez grados centígrados. Frío. Te metes al mar con un wetsuit apretado, fuerte. Y andábamos ahí porque estábamos buscando ballenas azules.

Y las ballenas azules son el animal más grande del planeta. Se mueven muy, muy rápido. Entonces para poderte meter al agua con una ballena azul la tienes que cazar justo en el momento en que sale a respirar. Toman tres o cuatro respiraciones y se vuelven a sumergir y andan cazando en las profundidades, entonces se puede movilizar más de un kilómetro. Cuando sale, sale por allá y vas en una lanchita persiguiendo esto. En esto estábamos y no había ballenas ese día, pero me di cuenta que había un montón de tortugas flotando porque el agua estaba helada. Entonces me quise meter al mar a ver si me podía acercar a la tortuga y pensé pues se va a ir. Pero no se fue, se quedó. Entonces pude nadar alrededor de esta tortuga que estaba como como entumecida por el frío y cuando le di la vuelta me di cuenta que en su otra aleta traía una marca de biólogos. Los biólogos les ponemos marcas a los animales para entender sus movimientos. Esa tortuga nació en la costa oeste de Florida, en West Palm Beach y nadó 8000 kilómetros hasta el lugar donde yo la encontré.
No te puedes explicar cómo. ¿Qué corrientes agarró? ¿Qué andaba haciendo? ¿Qué comió? ¿Cómo fue que nadie la cazó? Pero un día esa tortuga, por razones que solo ella conoce, se va a dar una vuelta en U y siguiendo un mapa que solo existe en su mente, va a regresar a la misma playa donde nació y por unas cuantas horas en su vida entera va a salir del mar a poner sus huevos y los va a abandonar. Y esos bebés nunca van a conocer a su mamá, pero van a seguir la misma trayectoria. Eso a mí me hace pensar Vivimos en un planeta lleno de misterios y en nuestra arrogancia humana hemos definido que los animales son inferiores a nosotros. Están ahí para ser explotados, para que nos entretengan y sin embargo, son los pasajeros que comparten esta nave espacial con nosotros y juegan un papel importantísimo que nosotros no entendemos.
Tiene su propio idioma, tiene su propia cultura, tiene sus propios mapas, andan en sus propias aventuras. Y si tuviéramos un poquito de curiosidad para entenderlos mejor, podríamos entender cómo funciona el motor de nuestro propio planeta, yo pienso. Por eso es que me apasiona el mar. Esta increíble pasión por el mar es parte de lo que me llevó a irme a vivir a Canadá, que me casé con un canadiense que como yo, es biólogo marino y es fotógrafo, y terminé viviendo en la Columbia Británica y uno de los primeros proyectos que hicimos fue ir a fotografiar una especie de animal que se podría considerar como un animal marino, aunque es terrestre. Es una nueva especie recién descubierta de lobo y no tiene nada que ver con los lobos de tierra adentro. Este es un animal que cuya dieta es 90% marina, son lobos que viven en la costa de la Columbia Británica, en esos bosques temperados, increíbles, de Canadá y se alimentan en la costa, en la orilla.
Entonces tú los ves salir del bosque esperando que baje la marea y cuando se va el mar, ellos salen a cazar y comen ostras y almejas y se encuentran de pronto un pez muerto, un lobo marino… entre 70 y 90% de su dieta es Marina. Y yo me imagino que si… Imagínense ustedes que en África descubriéramos una nueva especie de león. Yo creo que el mundo se detendría en admiración a celebrar y a proteger, pero no en Canadá. Estos animales no cuentan ni con la menor protección, entonces la gente que anda con rifles les dispara desde los barcos y por 5 dólares puedes conseguir una licencia de cacería. Entonces, una de las cosas que yo hago con mi fotografía en el espíritu de activismo, me junté con otros fotógrafos y juntos hicimos una exhibición fotográfica. Vendimos nuestro trabajo y con el dinero compramos todas las licencias de cacería en una zona enorme de esta costa. Entonces ahora, si hay un cazador que quiere una licencia, pues a la que tiene que hablarle es a mí. Es una tremenda tentación enfocarte solamente a los animales carismáticos, a la megafauna, los lobos, los osos, los elefantes. Pero para mí, incluso los animales más pequeños tienen su propia majestuosidad.
Como este cangrejo de agua dulce de Madagascar, porque son todos los bloques que van fabricando la vida en el planeta Tierra, la biodiversidad. Y para mí esa ha sido una de las pasiones más grandes de mi carrera. Es una pasión que comparto con mi hermana más pequeña, más chiquita. Bárbara es la más chica de todos mis hermanos. Ella también está doctorada, es especialista en cactus, pero para mí esto de la biodiversidad es como una red invisible de animales, de plantas, de microorganismos, de hongos y no sabemos cómo funciona. Empezamos ahora a deshebrar, a entender, al mismo tiempo que lo estamos descubriendo. Desde los años 70, cuando yo era niña, hasta ahora, hemos perdido el 70% de la población de mamíferos en este planeta. Donde antes había diez elefantes, ahora quedan solo tres, diez tiburones, solo quedan tres. Y en los próximos diez años vamos a presenciar la extinción, la desaparición permanente de por lo menos 1.000.000 de especies en este planeta. Y para mí esa es la preocupación más grande. Cómo acordarnos todos los días que cada organismo que vive aquí es lo que nos permite a nosotros vivir aquí.
Entonces, cuando recién me casé con él, nos pasamos mucho tiempo en las regiones del Ártico fotografiando osos polares, fotografiando a focas, fotografiando narhwales, belugas. Hay una enorme diversidad de vida en el Ártico y es uno de los lugares que está cambiando más rápido en todo el planeta. Paul Nicklen, mi esposo, hizo todo un trabajo para National Geographic acerca de estos cambios porque el Ártico se define por el hielo que flota en el mar, lo que le llaman el hielo marino, y es un hielo que se forma en los meses de invierno y que durante el verano poco a poco se derrite. Pero con el cambio climático, ese hielo de verano ya casi no existe. Tú te debes acordar que en el verano es cuando los osos polares salen de sus invernaderos a alimentarse y utilizan el hielo del mar como una plataforma para cazar. Pueden andar cientos de kilómetros en esa plataforma congelada buscando focas para alimentarse. Hoy en día, menos del 20% de ese hielo existe en los meses de verano.
Y se supone, dicen los científicos, que los próximos 10 a 50 años vamos a perder la totalidad del hielo en el Ártico en los meses de verano. Para los animales que viven ahí es un desastre. Y una de las fotos más famosas que he hecho fue una fotografía de un oso polar que estaba muriéndose de hambre porque se quedó atrapado en tierra. No había hielo para cazar. Y un animal así necesita por lo menos 40 libras de carne de foca al día para sustentarse. Y fue una fotografía que capturó la imaginación del público en el 2017, cuando se publicó en National Geographic. Porque fue, creo que la primera vez que pudimos apuntar un dedo y decir el cambio climático no solo son datos en una lista de Excel, ¿no? Son puntos de referencia, pero también son animales que están sufriendo y que se están muriendo.
Y lo que está pasando ahí ya viene a tocarnos a la puerta aquí también. La gente me dice “¿A mí que me importa si los osos polares se extinguen? Yo nunca voy a ir al Ártico”, y lo que yo les digo es que el Ártico y la Antártida son como el sistema de aire acondicionado del planeta Tierra. Si no fuera por los polos, no podría haber vida en el planeta Tierra. Porque esas temperaturas tienen una enorme influencia en las corrientes marinas, en las corrientes de aire y en la moderación del clima en el planeta Tierra. En la Antártida, al igual que en el Ártico, la temperatura está incrementándose cuatro veces más rápido que en cualquier otro lugar. Las últimas veces que he podido ir a la Antártida te das cuenta que ya el cambio se ve de la siguiente manera, ya no nieva, ahora llueve y llueve y llueve. Y cuando tú te imaginas un bebé pingüino con sus pequeñas plumas, ellos se pueden quitar la nieve de las plumas, pero la lluvia y el lodo es algo que no se pueden quitar. Entonces se quedan todos ‘plasturados’ de lodo y en la noche, cuando cae la temperatura, se mueren de frío. Entonces esos cambios lo que tienen que son, que me preocupa, es las cosas que me mantienen despierta, son irreversibles.
Hay muchísima ciencia. La ciencia planetaria de los límites que el planeta puede tolerar, que define nueve sistemas planetarios, el cambio climático, el agua dulce, los suelos, los químicos que hay en el medio ambiente, etcétera Ya hemos sobrepasado seis de esos sistemas planetarios y estamos a punto de sobrepasar el séptimo, que es la acidificación del mar. Y esas son cosas preocupantes porque cuando hablas con los científicos son gente muy seria y te lo dice así, muy ecuánime, ¿no? Ya sentenciamos a nuestros hijos a un planeta donde no va a haber hielo en la parte oeste de la Antártida. Punto. Ese hielo no se va a volver a formar nunca. Y para mí es ese sentimiento de irreversibilidad es algo que me es difícil tolerar.

Entonces el año pasado estaba mi esposo Paul, se deprime más que yo, entonces me toca el doble trabajo de levantarlo a él y de levantarme a mí. Y el año pasado tuve la oportunidad de trabajar con una casa de publicación en Francia que me ofreció la oportunidad de hacer el libro que yo quisiera. Y entonces me ocurrió hacer un libro sobre la esperanza, un libro que se llama Hope, lo muestro. Y el libro muestra, no solo los rincones de nuestro país donde todavía existe esperanza, donde todavía puedes encontrar estos animales vivos, la abundancia del mar del planeta Tierra, sino que también puedes encontrar gente que le dedica su vida a protegerlo. Y para mí eso es donde está la esperanza. Como te decía, yo trabajo con más de mil organizaciones, científicos, políticos, tratando de mover los temas del mar, incluso aquí en México, y es su trabajo, la dedicación de su vida, no solo de la gente famosa, gente como Jane Goodall, a quien tengo el gusto de conocer, que tiene 91 años y sigue trabajando en esto sin rendirse, sino la gente joven, también. Viajo a lugares remotos donde conoces grupos de jóvenes que se dedican a replantar corales, por ejemplo, o a proteger tortugas marinas. Me recuerdan un poco a mí, en mi inocencia de juventud, donde no ganaba nada, ni un peso, y vives en cuestiones extremas, donde no hay ninguna comodidad, pero estás viviendo la pasión de tu vida. Entonces eso es lo que me inspira la labor y la dedicación de otras personas. Y no somos muchos. Me los encuentro en todas las conferencias. Hay gente que se dedica a la conservación, que no tenía nada que ver con la conservación.
Mi amigo Mario, que está aquí, que es como mi hermano, se dedicaba a las finanzas, pero decidió dejar un trabajo muy lucrativo trabajando para los bancos mexicanos y empezar una organización no gubernamental donde no gana nada, para proteger la biodiversidad de México. Por eso Mario es mi hermano. Mi gente como mi esposo Paul Nicklen, el fotógrafo canadiense de National Geographic que le ha dedicado toda su vida a hacer un trabajo fotográfico muy íntimo de animales, que intenta, pues recordarnos verdad que vivimos en este planeta pequeño, rodeados de nuestros pasajeros que viajan con nosotros y tiene una dedicación enorme, una tolerancia increíble. Este es un trabajo muy sufrido, te pasas horas trabajando en condiciones terribles, la verdad eres el primero en levantarte a las tres, cuatro de la mañana, para estar a la salida del sol, con frío, con mosquitos, con hambre y eres el último en irte a dormir.
Eres la persona, el fotógrafo es el que se tiene que saltar la cena y los cocteles porque es la mejor hora de luz y son trabajos remotos. La mayoría de los fotógrafos tienen, ahora sí que un legado de familias abandonadas y hijos que no reciben atención de sus padres porque andas en el campo, ¿no? Y yo a veces me lo pregunto. Digo “¿Fui buena mamá?” y no lo sé, pero se lo pregunto a mis hijos y me dicen “Mamá, lo que estás haciendo vale la pena”. Y como yo, hay muchos otros ¿no? Hay campeones alrededor del mundo. ¿Quién más te puedo decir? La doctora Sylvia Earle. Sylvia Earle, le dicen “Her Deepness”, La Profundidad, es el ser humano que ha buceado más profundo en el mundo. Es una mujer así de alta, científica americana y Sylvia debe estar a punto de cumplir 90 años, también. Está viejita, pero todavía bucea. Insiste en cargar su propio tanque. Es una señora ejemplar que a mí me inspiró mucho cuando estaba en el Tecnológico de Monterrey, en Guaymas, buscando a otras mujeres que hicieran este trabajo y me encontré un libro de Sylvia. Años después tuve la oportunidad de conocerla en persona, de trabajar con ella, de colaborar y la verdad que qué honor en mi vida, pero como esas gentes, hay millones y los que más, los que más me inspiran, los que más me motivan, son los que son invisibles. Yo he tenido la enorme fortuna de de hacer plataforma, de trabajar para National Geographic, de tener mis medios sociales, de que me den el micrófono, de que me inviten a las reuniones.
La mayoría de los conservacionistas son invisibles, su trabajo no recibe donaciones, no recibe la difusión que necesita. Y yo siento que es mi responsabilidad compartir los privilegios que yo tengo para mostrar al mundo su trabajo. El trabajo del fotógrafo no es solo tomar la fotografía, es convertirte en embajador de estos lugares, estas especies que fotografías y volverte un fotógrafo con plataforma. Para mí, llegar a National Geographic fue como llegar a la cumbre de Everest, ¿no? El único o única mexicana que ha trabajado para esa revista. Es realmente un honor, pero eso te da, no sé, te abre como un mundo al que no tendrías acceso de otra manera por ser fotógrafa. Me invita el presidente Macron la semana pasada a hablar a una conferencia de mares en Europa y me aplauden. Porque soy fotógrafa y ese ha sido el pasaporte que la fotografía me ha dado. En realidad.
Y ahora que miro realmente con certeza que me regreso a México, pues lo miro como es hoy, ¿no? Un país con tanto peligro, con tantos retos importantes y siento que es buen momento para que regrese a hacer mi aportación en México. Cuando fui al Tec de Monterrey en Guaymas, estoy hablando de los años 80, debo haber tenido 16 años cuando me tocó ser participante de una… Era un ejercicio que se hacía con los estudiantes. En México tenemos dos industrias pesqueras, una que son los barcos industriales y luego tenemos a los pescadores artesanales de México. Y los pescadores artesanales en México tienen una manera muy diferente de pensar y de pescar. Son gente que se juega la vida en el mar todos los días, que salen a pescar en sus pangas, cientos de kilómetros, que se pierden en el mar, que se la pasan mal, fatal y que tienen que competir con la industria pesquera.
Entonces de niña de 16 años me toca ir en un barco rastrero de camarón y yo sé que todos comemos camarones, que nos encantan los camarones, pero a mí a los 16 años, presenciar cómo se hacía esa pesca me cambió la vida. Porque el pescador arrastrero baja unas… tienen dos grúas, las bajan, así bajan unas cadenas enormes, pesadas, con unas placas de metal que las arrastran por el mar. Las huellas de esas placas se ven desde el espacio. Imagínate, van arrastrándolas y van rascándole al fondo del mar, todo, corales, esponjas, todo lo que está vivo. Por cada kilo de camarón salen diez kilos de otros animales, tortugas marinas, rayas, esponjas, estrellas de mar y como si no valiera nada, con escobas, así los tiran al mar de regreso. Eso lo vi cuando tenía 16 años y me marcó para siempre. Me quedé pensando, “Esto es un recurso que no es solo de ustedes, es de los mexicanos, de mis hijos, de mis nietos”. Y lo estamos matando, desperdiciando. Es el equivalente de cazar ardillas con buldócer. Ya una vez que cortas el bosque, eso no vuelve a crecer.
Entonces, para mí 30 años de venir pensando y trabajando en esto con muchísimas organizaciones, de pronto un día conozco a mi hermano Mario y me doy cuenta que en México hay un esfuerzo enorme por proteger Baja California Sur. Entonces empiezo a poner atención y es un grupo enorme de personas que están abogando por una reserva que va desde Loreto, le da la vuelta a Los Cabos y va hasta el otro lado del Golfo de Baja California Sur, al Pacífico, a Valle de Magdalena. Y cuando yo entré al proyecto, cuando empecé a dar cuenta, le decían el calcetín, por lo menos el comisionado de Áreas protegidas, porque parecía una media, ¿no? Y yo me quedé pensando, les dije oigan, parte de esto es el branding, hay que ponerle un mejor nombre y le pusimos Dos Mares y me da orgullo haber sido parte de las personas que idearon este proyecto. Y no es nuestro proyecto.
Somos cientos de organizaciones, muchas locales. Hay una organización que me encanta, que son puras mujeres, se llama Las orcas ORGCAS. Son puras mujeres jóvenes de muchas profesiones, hay psicólogas, comunicólogos, hay varias científicas y las ORGCAS me nombraron como su madrina. Y el trabajo que hacen es muy bonito porque la pesca artesanal pues también tiene sus rasgos destructivos, ¿no? Y muchos son los pescadores ya no pueden ganarse la vida ni pueden competir. Entonces quieren cambiar de modo de vida. Y las ORGCAS les ayudan a estos pescadores a pensar en qué otras cosas pueden hacer. ¿Cómo te podrías hacer que tu panga, en lugar de pescar tiburones, se convierta en una panga de turismo? ¿Qué tipo de entrenamiento necesitas para convertirte en un hombre de negocios que lidia con turistas de todo el mundo? Con buceo, las cosas del peligro, los permisos, los contratos, todo eso. Eso lo hacen las ORGCAS con los pescadores artesanales de Baja California Sur y han ido ganando. Ahora esos pescadores ya no salen a matar tiburones, salen a llevar gente a nadar con los tiburones. Entonces la declaración de una reserva, como Dos Mares, mantendría a la industria pesquera a 50 millas náuticas de la costa, mientras que se le permite a los pescadores artesanales seguir su trabajo.
Entonces los pescadores artesanales hicieron su propia organización. Se llama De Pesca. Y para mí es un honor ser parte de los muchos, muchas organizaciones, individuos, que apoyan a estos pescadores que ya le han pedido al gobernador de Baja California que se forme la reserva y decir una reserva como Dos Mares es parte del legado de los mexicanos para nuestros hijos. Esa sería mi gran ilusión y parte de mi legado.

Declarar estas áreas marinas protegidas es muy importante. Imagínate el honor que yo sentí cuando el presidente Laurentino Cortizo, de Panamá, me invitó a mí y a mi esposo a nuestra organización, a Sea Legacy, a venir a Panamá, porque el presidente tiene una visión muy ambiciosa de declarar más del 50% de la territorialidad marina de Panamá como área marina protegida. Entonces fuimos y con la fotografía eso fue lo que hicimos. Exhibiciones fotográficas, presentaciones al público, posters y fotos en el metro, en los camiones, en el aeropuerto. ¿Y qué crees? Que ganamos. Hoy en día Panamá tiene más áreas marinas protegidas que su territorio nacional y es una visión tan sabia porque en el futuro vamos a depender del mar y hay que protegerlo.
Una vez que Panamá declaró, Costa Rica declaró una extensión a Cocos, que es su área marina protegida grande, y luego entró Colombia y al final llegó Ecuador con Galápagos y Ecuador ha tenido la enorme fortuna de que crearon la reserva marina de Galápagos hace más de 50 años. Y esa foto la tomé en las Galápagos. Es un lobo marino Galapagueño que está subiendo a la superficie. Te cuento que estaba rodeada de tiburones Galapagueños, que son gordos, enormes, que andaban cazando lobos. Una situación muy peligrosa en una isla muy remota. Pero me gusta que me salió la foto. Y esa foto se convirtió en el símbolo icónico de lo que se llama La Hermandad, que fue un área marina protegida nueva que se logró entre Ecuador y Costa Rica para crear por primera vez en la historia de la humanidad un sistema de áreas marinas interconectado que le permite a las especies migrar sin tener que enfrentarte a la flota pesquera industrial, que es un enorme logro y una inspiración para otros países. Y eso se logró no solo por los fotógrafos, sino a través de colaboración y parecería.
Hemos perdido ya casi 80% de la biodiversidad marina, 90% de los animales grandes del mar ya se han acabado entre ellos criaturas como esta. Este es un tiburón oceánico de punta blanca y es uno de los depredadores más inteligentes en el mar. Cuando estos animales aparecen, hay que poner atención. También les dicen el Shipwreck Shark, ¿no? El tiburón que ataca a los náufragos. Cuando todos esos barcos se hundieron en la Segunda Guerra Mundial, este fue el que llegó. Son animales realmente pelágicos. Nunca se acercan a la costa. Y en el mar abierto es difícil encontrar alimento. No es como si llegaras al arrecife a buscar. Tienen que investigar todo lo que flota, porque podría ser comida. Entonces se te acerca uno, lo ves venir y solo no puede hacer gran cosa. Pero al ratito ya hay dos. Entonces tienes que poner cuidado y al ratito hay tres y cuatro. Y cuando ya hay cinco hay que salirse del agua. Este animal en su momento fue el depredador más abundante del planeta Tierra. Había millones de tiburones oceánicos de punta blanca. Hoy en día nos queda menos del 10% y es una verdadera tragedia.
Animales inteligentes, depredadores que tienen millones de años en el planeta Tierra. ¿Entonces, cómo visualizo hacer esta foto de la ballena jorobada enmallada? La verdad es que ya he hecho fotos de ballenas enmalladas que son siempre tristes, ¿no? Estos animales son indefensos contra las fuerzas del ser humano. Y ya he hecho muchas fotos de animales muertos. Y es una foto difícil porque además de ser una tragedia, tiene que ser una foto hermosa. Las fotos mediocres no detienen a nadie. Tiene que ser una foto muy bonita. Entonces necesitas claridad en el agua. Necesitas pasar mucho tiempo en el agua y necesitas la enorme suerte de que un animal así de grande decida acercarte o acercarse a ti. Porque algo que sucede en el mar es que tú nunca, nunca puedes perseguir a un tiburón o una ballena, porque con dos aletazos se van.
Tienes que tener muchísima paciencia, tienes que pasarte horas en el agua esperando a que tengan la curiosidad de acercarse a ti, especialmente si estás trabajando con flash porque necesitan estar suficientemente cerca para que les pegue la luz. De otra manera, solo estás iluminando la columna de agua y toda la basura el plancton que flota ahí. Entonces es una foto muy difícil. Y tengo la enorme fortuna de que parte del tiempo, parte del año, vivo en una embarcación. Mi esposo y yo tenemos un barco que se llama el Sea Legacy 1. Es un catamarán de aluminio. Fue construido en Nueva Zelanda. Es un barco realmente de aventura y lo compramos hace un par de años, no, hace cinco años ya, para tener la libertad de poder hacer fotos como esta, porque es tiempo en el mar, tiempo en el agua.
Nosotros ya no usamos equipo de buceo normal, usamos un equipo de buceo que fue inventado para los militares que se llaman rebreathers. Son un equipo de re-respiración. Estás respirando tu propio aliento una, dos miles de veces y el equipo tiene una cámara de absorción para el bióxido de carbono y un tanque de oxígeno que le vuelve a inyectar el oxígeno. Y nunca te sientes más ser humano que cuando tienes a este equipo en la espalda. Porque así es como funciona el planeta Tierra. Tenemos los ecosistemas que absorben el dióxido de carbono, como los bosques, como el fitoplancton, como los bosques de kelp y vivir en un barco tiene muchísimos retos. Es muy solitario. Muchas veces soy la única mujer en el barco.
Tenemos un capitán, un maestro de operaciones, tenemos asistentes de buceo, pero son muchas horas en el agua. Un sistema de rebreather te permite estar hasta ocho horas en el agua. La ventaja que tiene es que no tiene burbujas. Como no estás exhalando al mar, sino en tu propio aliento en circuito cerrado, eres invisible para los peces, para las ballenas. En el mar, las burbujas son un símbolo de agresión. Entonces, cuando estás en un sistema de scuba normal, se asustan los animales, pero en rebreather no. Entonces tengo esa opción de que algún día vamos a encontrar una ballena así enmallada y algún día vamos a poder meternos al agua a tomar esa fotografía.
Y me di cuenta inmediatamente que casi todas las fotografías que se pueden hacer ya se han hecho, Ya todo mundo ha fotografiado osos polares y osos grizzlies y lo que toca hacer es hacer esas fotografías de manera diferente y yo me di cuenta que ser mujer te da la oportunidad de usar tus poderes femeninos para contar una historia diferente, ¿no? que no es el oso así, sino que es la relación que tiene el oso mamá con el oso bebé. O no sé, es una cosa que tiene más conexión y eso demanda que te pongas en situaciones que no siempre son placenteras o seguras. No le tengo miedo a los animales. Me siento muy tranquila cuando entro al agua y siento que tienes que, ahora sí, que es un contrato tácito con la madre naturaleza que dice me meto voluntariamente y me convierto en parte de la red alimenticia y será lo que sea.
Me da mucho más miedo la gente. Cuando llegas a un lugar donde hay conflicto, donde hay violencia, donde no hay equidad, donde hay injusticia, donde hay violencia contra las mujeres… eso me da muchísimo más miedo. Y lo que más miedo me da es perder el coraje y perder el valor de hacer el trabajo que hago y perder esta batalla. Porque no tenemos opción, y creo que porque estoy un poquito más cerca a las últimas noticias, siento esa urgencia de que se nos acaba el tiempo, porque la situación en el mar ahorita está tan peligrosa. Los últimos meses no los pasamos en Indonesia, en el Sea Legacy 1, y yo iba con muchísima ilusión a fotografiar a un sitio que es famoso por su buceo.
Raja Ampat ha sido protegido durante muchísimos años y se ha convertido en un edén para el buceo. Miles de buzos van ahí todos los años. Entonces yo iba con esa ilusión de que íbamos a ver los arrecifes coralinos más hermosos y me fui muy desilusionada. La temperatura en el agua en Indonesia estaba a 32.5 grados. Es una sopa y es temperatura demasiado elevada. Entonces, cuando tienes ecosistemas como arrecifes de coral, me recuerda un poco porque los corales son casi casi como los humanos son muy sensibles a la temperatura. Los seres humanos no podemos vivir a temperaturas menores de -40, ni podemos vivir a temperaturas mayores de +50. Tenemos esa franja de vida. Igual los corales. Llegamos de Australia a Indonesia en octubre y de Australia veníamos el gran arrecife de coral, donde había habido una mortandad de corales del 90% debido a las altas temperaturas. 90% del arrecife más grande del planeta, muerto o muriéndose. Y cuando llegamos a Indonesia todavía estaban los arrecifes así, llenos de color, como deben de ser.
Y yo dije “¡Qué bueno! Encontramos un pequeño sitio donde hay resistencia”. En un periodo de ocho semanas fueron de llenos de color a completamente blancos y lo que sucede es que los corales son microscópicos ¿no? Y entre todos construyen sus edificios, sus apartamentos, que es el arrecife propio. Cuando el coral no puede alimentarse por sí mismo, entonces tiene una relación simbiótica con una bacteria, con un animalito muy pequeño que es una alga dinoflagelada, que le da el alimento.
Es como una placa solar, un panel solar. La alga a través de la fotosíntesis produce azúcar, que es lo que el coral se come. Cuando la temperatura se eleva, el coral se estresa y vomita su alga y empieza a morirse de hambre. Y el resultado es que al cabo de unas semanas el coral está blanco, así. En unas semanas más empieza a desintegrarse y al cabo de un par de meses no queda nada más que el desperdicio. Y eso es irreversible. Los corales han podido responder un poco a estos cambios. Me acuerdo muy bien, en 1986 estando en la Universidad, cuando por primera vez nos hablaron de este fenómeno del blanqueamiento de corales, nunca antes se había presenciado y me acuerdo que me pareció preocupante en aquellos años.
En los últimos cinco años hemos tenido episodios de blanqueamiento todos los años y este año se reportaron blanqueamiento extenso en 74 países, incluyendo México y Estados Unidos. Ya sentenciamos a nuestros hijos a un planeta sin arrecifes de coral. Ahora la mayoría de las personas no van a ir a bucear al arrecife. ¿Les debería importar? Yo creo que sí, porque 25% de la vida en el mar vive en los arrecifes de coral y el arrecife de coral proporciona sustento a 3 billones de personas en este planeta. Y no solo sustento. Cuando llegan los huracanes que ahora vienen más fuertes porque la temperatura elevada del mar no solo expande el volumen de agua, sino que le da violencia a esos huracanes. Cuando el huracán se llega a la costa es el arrecife el que lo detiene, es el que le quita la fuerza muriéndose en los arrecifes no va a haber quien nos proteja.
Yo no puedo creer que en mi vida hayamos presenciado la muerte de los arrecifes en el planeta Tierra. Un organismo que se ve desde el espacio y que ha estado aquí por millones de años. Y esto fue mientras nosotros estábamos a cargo.
Llevarnos siempre a ver a la gente a la… y tenerse respeto y esa curiosidad. Entonces cuando empecé a fotografiar culturas indígenas, la verdad es que no sabía porqué, Juan Carlos, tenía una preocupación muy grande de no fotografiar a nadie más que los haga verse de manera diferente, no como especímenes de museo, sino de tratar de encontrar las conexiones que dices “Somos iguales, somos parte de la misma familia”. Y esas conexiones que dices “Somos todos seres humanos, estamos obligados a las mismas predisposiciones biológicas, todos vamos a nacer, todos somos hijos, hermanos, padres de alguien y algún día todos nos vamos a morir”. Y esas son no negociables, pero también todos nos suscribimos a los rituales humanos, el baile, el canto, la religión, el misterio, el idioma, el orgullo por pertenecer a una tribu.
Entonces cuando empecé ese trabajo era por ahí que iba, ¿no? Y pensando pues cuántas tribus indígenas hay, cuántos pueblos originarios en el planeta. Hay más de 5000 tribus indígenas en el planeta y son más de 400 millones de personas que se identifican como originarios y la mayoría son como nosotros, mestizos, ¿no? No sabemos quién fue nuestra gente ni de qué pueblo venimos, pero yo sí siento esa responsabilidad y ese arraigo. Y poco a poco pasando tiempo con estas culturas, porque al principio muy nerviosa, ya te platiqué lo mucho que batallé al principio, hasta que llegué a una aldea y me dijo uno de los indígenas que hablaba portugués, que fue un idioma que aprendí a hablar, portugués, me dijo “¿Sabes el problema con la gente blanca?”, me dijo, “Hablan demasiado.” Y tiene razón. Entonces ahí empecé a escuchar. Y cuando escuchas a estos pueblos originarios, a los niveles de jerarquía, a las historias que se cuentan, porque muchos de ellos no tienen historias escritas, son historias habladas que se hablan a través de los bailes, de los cantos que se cuentan de los abuelos a los niños.
Tienen algo en común que me llamó muchísimo la atención, Juan Carlos, no importa donde vayas, aunque estés en África, en Nueva Guinea, en Oaxaca, es un sistema de valores que es universal y esos valores es a lo que tenemos que regresar, que es lo que me interesa ahora con mi fotografía. No hay una palabra que identifique esto, pero te lo voy a tratar de platicar. Es un valor que dice nadie puede tomar más de lo que necesita y todo lo que tomes lo debes de usar, no debes desperdiciar, esto es universal, no importa donde vayas, nadie pesca para quedarse con más, nadie caza para poder venderle al otro y ganar. La persona más rica de una aldea no es la que tiene más riqueza, sino es la que le da más a la comunidad y es un entendimiento que casi va sin decir que somos todos hermanos, que todos estamos hechos de la misma materia, que no eres biólogo, sabes que es carbono y que no solo son los seres humanos y que no son los animales, la montaña, el árbol, todo lo que existe en este planeta está hecho del mismo material y somos todos hermanos y vamos en nuestra pequeña nave espacial juntos, vulnerables, sin saber a donde vamos y sin control y sin saber cómo conducir esta nave espacial. Todo esto que es como el antídoto al consumismo. Yo no sabía, no había una palabra. Yo en inglés le puse “enoughness”, que es como un sentido de suficiencia, ¿no? ¿Cuánto es suficiente? Porque creo que parte de la cultura, parte de la educación, es ganar más y tener más y tener más casa, más carro, más dinero y comprarte con los demás. Y creo que tenemos que romper con eso y pensar ¿dónde está la verdadera riqueza? Para mí, está en mi familia, en mis hermanos, en mis hijos. Está en mi trabajo que me da orgullo, que me gusta hacer, está en lo que puedo contribuir a la sociedad, está en lo más vulnerable que pueda ser y entregarme a lo que hago. De eso me lleno, no de dinero, porque creo que es esos valores los que nos van a regresar el equilibrio.
Entonces ahora hace poco tuve uno de los grandes honores en mi carrera y fue que el World Economic Forum se lleva a cabo en Davos todos los años. Me invitó a ser uno de los líderes culturales del Foro. Me permitieron proyectar mis fotografías enormes en medio del foro, en el salón, así como en un loop, iban cambiando una cosa bellísima, con mensajes que venían de mi libro y con la presencia de todas las tribus… de esas tribus indígenas. Porque mi promesa, Juan Carlos, a la gente que fotografío, muchos son temerosos, y sospechosos, no tienen confianza en la gente blanca y no los puedes culpar. Y mi promesa es que yo es no es mi historia, es la historia de ellos. Y mi trabajo es llevar esa historia a foros más grandes, poder llevarlos conmigo a este foro donde no se les considera ni se les pregunta y poder tratar de darles voz. Y mi consejo a los líderes de países, a los líderes de corporaciones, fue decirles “Ustedes son los pilotos de la nave espacial. Nosotros no tenemos poder, ustedes son los que llevan el mando. Y mi consejo es añádale dos asientos a su junta de consejo, uno para un indígena, preferentemente a alguien de edad, y otro para un biólogo, porque ustedes no saben a dónde va la nave espacial, pero ellos sí”.
Siento que estamos cerca de un punto donde no va a haber regreso, ¿no? Y siento que no estamos poniendo suficiente atención. Me gustaría ser más positiva y me gustaría decir que el sitio donde vive la esperanza es en esas reservas de protección. Esos son los pequeños bolsillos donde la vida existe. Y como dijo E. O. Wilson, que fue un gran científico de la biodiversidad, si podemos pasar por este embudo en el que está la humanidad y mantener 50% de la biodiversidad, vamos a estar bien, vamos a sobrevivir, pero nos va a llevar a todos.
Y quiero hablar un poco de esta fotografía que está atrás de mí, porque tiene una historia simpática. Un día estoy en mi casa y suena el teléfono y es un señor hablándome en español pero con acento chilango y me dice “Hola, soy mexicano, soy Emmanuel el Chivo Lubezki”. Yo ni idea. Entonces, mientras me está hablando estoy con la computadora buscando quién es y me doy cuenta que tiene cinco óscares por películas como de Revenant y Gravity y bueno, un montón de películas, ¿no? Birdman, como está también Bird Cage… Muchísimas. Y habla rapidísimo, ¿no? Me dice, “Oye, es que tengo una idea, tengo que hacer un calendario, me gustaría fotografiarte y quiero fotografiarte en el mar porque es tu pasión”. Y yo “Bueno, y como ¿qué se te ocurre, no?”. Entonces me dice, “Me imagino que estás así con un vestido y que abajo de ti va a haber dos mantarrayas. Así, bailando”, digo “Ok”, le dije, “¿eres buzo?”, dice “No, no sé bucear”. Y yo, bueno, vamos a pensar en otra cosa. Terminamos negociando y yo le platiqué de mi pasión por los pescadores artesanales y el trabajo que hacen y entonces le pedí que hiciéramos un tributo al pescador artesanal mexicano. Entonces terminamos haciendo esta foto en la península de Yucatán, en Quintana Roo, en un lugar que se llama Playa Blanca y es mi tributo al pescador mexicano, pero luego me hice amiga de Emmanuel, el Chivo, hicimos varios proyectos juntos y un día tomando algunas copas me dice, “Oye, ¿y tú creciste en la ciudad de México?”
Le digo “Sí”, “¿Y en dónde?”, dije “Bueno, en una callecita que estaba atrás del cine manacar, que se llamaba la Cerrada de la Perpetua”. Y se pone blanco, y me dice “No, yo crecí en la Cerrada de la Perpetua”. Pero, ¿cómo? es una callecita así. No sé si la ubican, en San José, Insurgentes. Es una callecita muy chiquita y el Chivo era estos años mayor que yo. Entonces a él sí lo dejaban jugar en la calle y a mí no, por eso no nos conocíamos. Pero me dice oye, pero sabes, Cristina, que enfrente de tu casa había un edificio y en ese edificio vivía Alfredo Cuarón, la Cerrada de la Perpetua. Y ahora ya el cine manacar no existe. Pero nos pasamos varias horas recordando cómo era ir de niños al cine manacar, a la comercial mexicana, y haber crecido… Sí, exactamente, El teatro Los Insurgentes, en la Ciudad de México. Entonces con eso quiero cerrar con mi tributo al pescador artesanal mexicano y mi esperanza de que la reserva Dos Mares se logre en este sexenio y que mis compañeros de otras organizaciones se sumen a la ambición de un México mejor, de un México para el futuro de nuestros hijos. Y espero que en México me reciba de regreso, porque ahí vengo. Gracias.
Todavía existe los animales enormes, los corales están saludables, hay cocodrilos. No lo puedes creer. Uno de los productos de exportación más importantes de Cuba es la langosta, y los cubanos, en su ingenuidad, idearon una manera de pescar langosta sin destruir el recurso. Entonces inventaron un sistema muy barato, que son así como unas… ¿Cómo se llaman esos…? techos conjugados, ¿no? Entonces eso lo ponen en el fondo del mar, les dicen casitas. Las langostas se meten abajo a refugiarse y entonces, en lugar de pescar indiscriminadamente con trampas, un buzo se puede meter. Levanta la casita, agarra la langosta que tiene talla y deja las demás. Y una vez dentro del barco, el biólogo mide y realmente ve que esas langostas ya tienen la talla necesaria y de esa manera el Gobierno de Cuba ha podido generar un recurso de exportación.
Pero lo que te quiero decir es que todo el mundo te va a decir que no seas biólogo, que te vas a morir de hambre. Y la verdad es que los biólogos que estamos aquí te vamos a decir que sí, es cierto, que es una carrera muy sufrida, muy mal pagada en este momento, pero vamos llegando ya a los límites de lo que este planeta puede tolerar y va a llegar un punto en el que van a decir “¡Biólogos, los necesitamos!”, y espero que en ese momento nuestros servicios sean de valor y de interés para corregir lo que hemos hecho.
Mira, una de las cosas que no mencioné antes, que es súper importante, es que los grupos originarios, la gente indígena de nuestro país, de nuestro país, de nuestro planeta, son los guardianes del 80% de la biodiversidad que aún queda en este planeta. Entonces son los grupos indígenas y los biólogos los que tenemos la responsabilidad y la oportunidad de restaurar el equilibrio a este desorden que el capitalismo ha producido. Así que sigue tu carrera, te necesitamos.
Entonces bajas, no sé, 20 metros y estás trabajando con otros buzos, pero cada quien mete la cabeza en su propio piedra, en su propio hoyo. Y en eso estábamos, porque son animales así chiquititos y salen de noche. Entonces vas con tu lámpara así de gatas en el fondo del mar y de pronto ves dos ojos y es un camarón o es un cangrejito maravilloso. Los animales nocturnos del mar son como extraterrestres, tienen antenas y tienen maneras de cazar que ni te imaginas. Entonces en eso estaba y buceando con rebreather, entonces, sin burbujas, cuando levanto la cabeza para ver dónde está la otra gente. Los otros buzos ya no están. Ya se fueron. Estoy sola en esa oscuridad. Y digo Bueno, tengo gas, tengo tiempo. Sé dónde está el barco. Voy a seguir. Y sigo, pero preocupada. Ya sola. Y me habían dicho que en esta parte de Indonesia llegan cocodrilos enormes de Australia que vienen de altamar y que a veces pues la gente los encuentra. Entonces ya estoy pensando en eso. Cuando siento evidentemente que alguien me está viendo, entonces me volteo asustada y es esto, es este que está aquí parado, curioso, ¿no? Y yo creo que atraído por mis luces. Entonces cuando volteo y le apunto la luz se emociona y entonces empieza estos calamares tienen cromatóforos en la piel. Es uno de esos animales que deben ser extraterrestres. Tiene la habilidad de producir su propia luz, de cambiar el color de su piel. Y así empieza de colores a ponerse todo emocionado y de pronto se ve reflejado en mi domo y entonces sí, se emociona.
Entonces empieza a hacerle así con los tentáculos. Bueno, me pasé media hora en un estado de asombro con ese animalito y cuando llegué al barco y le conté a los demás me quedé pensando, la mayoría de nosotros solo vamos a conocer este animal nadando en un plato de mayonesa y esa es una verdadera tragedia. Entonces los invito a que veamos a la biodiversidad del mar no solo como comida, sino como los pasajeros que van viajando con nosotros en el planeta Tierra y con eso les doy las gracias.