La historia de Benjamina o el amor fosilizado
Ignacio Martínez Mendizábal
La historia de Benjamina o el amor fosilizado
Ignacio Martínez Mendizábal
Paleontólogo
Creando oportunidades
Las huellas del tiempo
Ignacio Martínez Mendizábal Paleontólogo
Ignacio Martínez Mendizábal
Licenciado en Biología Evolutiva y Antropología, con una incansable curiosidad por desentrañar los orígenes del ser humano, el paleontólogo Ignacio Martínez Mendizábal ha sido pieza clave en el descubrimiento de fósiles que redefinieron nuestra comprensión de las primeras migraciones y del comportamiento del ‘Homo antecessor’. Catedrático de Antropología Física en la Universidad de Alcalá (Madrid), su nombre está estrechamente vinculado a los hallazgos en los yacimientos de Atapuerca (Burgos), desde 1984.
Entre sus descubrimientos destacan restos óseos que evidencian el desarrollo temprano del pensamiento simbólico, la colaboración y la vida prehistórica en comunidad, que le llevó a recibir junto a su equipo el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1997. Los llamados "Cráneo 4", "Cráneo 5" y "Benjamina" fueron algunos de los grandes hitos de su trabajo, que contribuyeron a entender mejor a nuestros ancestros. "Nunca pensé, en mi carrera como paleontólogo, que me iba a encontrar el amor fosilizado, porque eso es lo que es Benjamina, el amor fosilizado, que habla de lo mejor de las personas. Algo que científicamente es muy interesante porque Darwin pensaba que el amor había sido uno de los motores de la evolución humana", describe.
Martínez Mendizábal es autor de obras como 'El primate que quería volar', una reflexión sobre la evolución humana narrada de manera accesible y cautivadora, y coautor de los libros 'La especie elegida' y 'Amalur', en colaboración con Juan Luis Arsuaga, que ofrecen una mirada divulgativa sobre la evolución y la relación del ser humano con la naturaleza. El compromiso con la vocación científica del paleontólogo ha contribuido no solo al avance del conocimiento antropológico, sino también a inspirar el interés por la ciencia en las nuevas generaciones, a quienes aspira a dejar su ejemplo como legado.
Transcripción
Luego, tenemos yacimientos que tienen novecientos mil euros, yacimientos que tienen cuatrocientos mil euros, yacimientos que tienen cien mil euros y los más modernos tienen tres mil euros. O sea que desde hace un millón y medio hasta hace tres mil euros, como digo, está toda la prehistoria de Europa. Están representadas todas las especies humanas que han pasado por el continente. Está la nuestra, ‘Homo sapiens’, están los neandertales, que es una especie fascinante. Hay otras que tienen nombres más así, ‘Homo heldobergensis’. Hay una especie que no se conocía fuera de Atapuerca, tuvimos la suerte de descubrirla allí, ‘Homo antecessor’. Y eso es único en el mundo. Bueno, hay otro yacimiento en el mundo, está en Sudáfrica, otro conjunto de yacimientos. Pero es algo excepcional, realmente excepcional. Y, bueno, pues yo he tenido la suerte de estar allí desde el año 84 y de poder asistir y contribuir un poco a todos esos descubrimientos. Y eso me ha llevado a… Atapuerca me ha llevado de la mano a interesarme por la evolución humana y a saber un poquito sobre evolución humana, que es por lo que estamos aquí, para que esté a vuestra disposición para las preguntas que me queráis hacer.

Y es una cosa muy importante, porque en la evolución humana sabíamos bastante de cómo había evolucionado el cráneo, de cómo había evolucionado la mandíbula y los dientes, porque son los fósiles que normalmente se encuentran en los yacimientos, pero había un hueco muy grande en saber cómo había evolucionado el cuerpo, es decir, de cuello para abajo. No sabíamos apenas nada, desde los primeros australopitecos, que son unos antepasados lejanísimos que se parecían mucho a los chimpancés, hasta los neandertales, que ya son como nosotras y nosotros. Y, entonces, el yacimiento de la Sima de los Huesos nos ha permitido saber cómo eran físicamente. Y lo que hemos descubierto es que eran colosos, o sea, era una cosa que debería de impresionar mucho verla si estuvieran vivos. Pero no porque fueran muy altos, un varón promedio de la población de la Sima de los Huesos tendría mi estatura más o menos. Bueno, un poquito más alto que yo, el promedio es uno setenta. Pero es que pesaría cerca de cien kilos de peso ideal, estoy hablando de puro músculo. En nuestra especie, un varón de uno setenta no debería pasar de sesenta y cinco kilos de peso ideal. Pero, si lo digo en términos de chicas, se entiende mucho mejor: en las mujeres de aquella población, el promedio de estatura era uno sesenta, que se parece mucho al promedio en España actual, pero para esa mujer de uno sesenta, en plena forma física, su peso ideal eran ochenta kilos. Y uno, cuando se imagina eso, dice «¡Madre mía!». Y yo me acuerdo de que, cuando se lo contaba yo a mi abuela, mi abuela me decía: «Jolín, hijo, eso eran hombres». Y yo siempre le decía lo mismo: «Jolín, abuela, y mujeres». Así que sabemos que tenían esa… que eran muy anchos. Básicamente, es así porque eran muy muy anchos, muy muy fuertes, muy robustos. Y, si os dais cuenta por los datos que acabo de dar de estatura, uno setenta y uno sesenta, otra cosa que hemos descubierto que no se sabía son las diferencias de tamaño que había entre ambos sexos en la prehistoria.
En la actualidad, los hombres somos un poquito más pesados que las mujeres, eso ya lo sabéis vosotras. Quiero decir en peso corporal. Aunque hay muchos solapamientos, siempre hay mujeres que son más grandes que otros hombres, en general, en promedio, los hombres somos como un diez por ciento más pesados que las chicas. Es decir, yo soy bajito, pero seguro que peso más que la mayor parte de las chicas que hay en la sala. Tenemos lo que se llama técnicamente poco dimorfismo sexual. Dimorfismo sexual son las diferencias entre los dos sexos. ¿Diez por ciento es poco? ¿Comparado con qué? Bueno, pues el grupo zoológico al que pertenecemos, que es el de los grandes simios, nosotros pertenecemos a ese grupo, lo normal es que tengan muchísimo más dimorfismo sexual: los gorilas, los orangutanes… Un macho puede ser el doble que una hembra. Y nos preguntábamos cómo serían nuestros antepasados, porque hay otros grandes simios, que son los chimpancés, que se parecen mucho más a nosotras y a nosotros, tienen un dimorfismo sexual mucho menor, y nos preguntábamos de dónde venimos, qué ha pasado a lo largo de la prehistoria. El conocimiento de la prehistoria es muy interesante porque nos da raíces y nos permite establecer mitos, en este caso científicos, de cómo han ido las cosas. Y había un mito, que yo recuerdo de cuando era jovencito, que me lo explicaban en el colegio, que era que los chicos, claro, éramos más listos que las chicas, estoy hablando de los años sesenta, cuando a mí me educaban, y además éramos más activos y, en fin, ya sabéis que teníamos muy buena opinión los chicos de nosotros. Y se decía que eso era así, que el varón era superior a la mujer, porque ella venía desde la prehistoria. Seguro que os suena esta historia. ¿Por qué? Pues porque los varones cazaban… Hay una especie de tabú de que las mujeres no podían cazar en la prehistoria, cosa que sabemos que es falsa, también cazaban las mujeres. Pero, bueno, entonces se pensaba que los varones salían a cazar y las mujeres se quedaban en la cueva, a cuidar a las crías. Y, entonces, el argumento era: «Claro, por eso, como salíamos a cazar, pues teníamos que ser más fuertes, más listos», todo eso.
Y esa era una base pseudocientífica, entre otras cosas, para el machismo, que impregnaba la sociedad. Pues a mí una de las investigaciones que más me ha gustado de las que hemos podido realizar en todo este tiempo fue cuando descubrimos, que es el único sitio en el que se puede ver, que es en la Sima de los Huesos, porque tenemos muchas chicas y chicos, esqueletos, y podemos calcular el peso corporal con mucha exactitud, que hace quinientos mil años y en plena prehistoria, las diferencias entre varones y mujeres eran las mismas que en la actualidad, con lo cual todo ese mito de la caza y la mujer en la cueva se demostró, lo que siempre habíamos pensado, que era una estupidez. Bueno, así que muy fuertes ellos, muy fuertes ellas, el cerebro un poquito, pero no mucho, un poquito, más pequeño que el nuestro. Aquí, en la sala, el promedio de tamaño cerebral será un cerebro mil trescientos gramos, un kilo trescientos, y en la Sima de los Huesos anda por un kilo doscientos, o sea que ya tenían un cerebro muy parecido al nuestro. Sabemos que podían hablar casi como las personas actuales, tendrían un lenguaje bastante parecido, todavía no tan eficiente como el nuestro, no podrían usar todos los sonidos que usamos nosotros, algunas consonantes no podrían usarlas, pero otras sí, lo cual los distinguía mucho de los chimpancés, es decir que nos parecerían humanos si los oyéramos hablar en su idioma. Sabemos que se ocupaban de las personas vulnerables del grupo, ya allí existía aquello de que nadie se quede atrás: una cosa, que me parece hermosa también, que hemos descubierto en la prehistoria. Sabemos que se ocupaban de sus muertos. Es la evidencia más antigua de un grupo humano que hace eso tan extraordinario, tan raro, que hacemos los humanos actuales, que es ocuparnos de nuestros muertos. Si lo pensáis, es una cosa muy rara, porque sabemos que están muertos.
Y lo hace toda la humanidad, da igual la cultura. Y es único, eso no lo hace ningún animal, y eso ya estaba en esta gente de hace quinientos mil años. O sea que, como veis, sabemos bastantes cosas. Yo lo resumiría diciendo que el gran descubrimiento que hemos hecho en la Sima de los Huesos, lo que de verdad yo creo que lo podría resumir, es que antes de la Sima de los Huesos se pensaba que las personas primitivas eran muy primitivas… De hecho, en España ahora se utiliza mucho lo de Atapuerca para denigrar a los demás: «Tú eres como de Atapuerca» se dice cuando quieres denigrar a alguien, decirle que es muy primitivo o muy tosco. Bueno, pues lo que hemos descubierto es que eran muy muy humanos, que eran tan humanos como nosotras y nosotros, porque hacían esas cosas que reconocemos de cuidar a los vulnerables, de ocuparse de los muertos… Así que ahora viene mi imaginación, cómo me los imagino yo: pues me los imagino grandes, fuertes, pero como nosotras y como nosotros. Esa es la manera en que yo los veo.
Bueno, pues cuando descubrimos el cráneo cuatro nos dio la sensación de que estábamos sintiendo la misma emoción que había sentido Schliemann y, entonces, un poco en homenaje a él, lo nombramos como Agamenón. Fue el primer cráneo que descubrimos en la Sima de los Huesos. ¿Cómo no lo voy a querer? Es el primogénito. A los pocos días, a una cuarta, a un palmo, descubrimos otro cráneo, el cráneo cinco. En aquella época, se conocía en Europa, con esa calidad, es decir, tan completo como estaba Agamenón, otro cráneo, había solo otro. Y de repente, en dos días, habíamos encontrado dos, porque encontramos, como digo, otro al lado, que es el cráneo cinco. Y resultó que el cráneo cinco estaba mucho más completo que el cráneo cuatro. Al cráneo cuatro le faltaba la cara, pero al cráneo cinco no, tiene la cara. Y, claro, dijimos: «Jo, pues, si al primero lo hemos llamado como el rey de los griegos, ¿qué te queda después de eso?». Pero era el año 92 y nos dimos cuenta de que nos quedaba otro nombre mucho más importante, un rey mucho más importante, claro, el rey del Tour de Francia. Y le pusimos Miguelón, por Miguel Induráin, que estaba ganando su segundo Tour de Francia y nos tenía loquitos con sus gestas y sus hazañas, allí, escalando el Alpe d’Huez y todo eso. Así que le pusimos Miguelón. Fueron los primeros grandes descubrimientos en la Sima de los Huesos. Yo estoy hoy aquí gracias a ellos, porque, si no, soy un chico vulgar. Así que son mis favoritos en ese sentido. Pero luego en el 2001, disculpad, encontramos otro cráneo. En la Sima de los Huesos, a día de hoy, tenemos dieciocho cráneos, unos más completos, otros menos. En Europa sigue habiendo uno, para que os hagáis una idea. Pero de esos dieciocho cráneos, quince los hemos ido reconstruyendo trocito a trocito. Es decir, encontrar un cráneo más o menos completo es dificilísimo incluso en la Sima de los Huesos. Y solo ha ocurrido dos veces: en el año 92 con Agamenón y Miguelón y en el año 2001, que encontramos otro cráneo que nos costó bastante excavarlo.
Y, nada, lo excavamos en el yacimiento, era básicamente la bóveda craneal, y luego estaba relleno de arcilla, le faltaba la cara. Pero luego lo llevamos al laboratorio, lo lavamos, se deshizo en decenas de pequeños fragmentos, mi compañera Ana Gracia, que también es profesora en la Universidad de Alcalá, lo reconstruyó y nos quedamos muertos cuando lo vimos, muertos. Tenía una morfología rarísima, la forma del cráneo era muy diferente a la de otros… Bueno, voy a decir que era de una niña. A lo mejor os preguntaréis cómo sabemos que era una niña. No lo sabemos, pero en general, en los varones actuales, en el cráneo, siempre las paredes del cráneo son un poco más gruesas que en las mujeres, hay un poco de dimorfismo sexual. En el yacimiento de la Sima de los Huesos, este individuo, ahora diré por qué creemos que es niña, murió aproximadamente cuando tenía diez y once años, era preadolescente. Y tenemos otros cuatro o cinco cráneos de esa edad. Y este era muy diferente a esos otros, pero tenía las paredes del cráneo más finas de todos, así que, puestos a elegir, teníamos indicios de que era una mujer y era una niña. Bueno, pues una niña, preadolescente, muy rara. Y nos tenía sorprendidísimos. Hasta que Ana, Ana Gracia, como digo, que fue la que puso el nombre que ahora os voy a contar, descubrió una historia extraordinaria y es que esta niña había sufrido una patología que es muy poco frecuente en nuestra especie, se llama craneosinostosis temprana, que consiste en que los huesos del cráneo…… Los huesos del cráneo, al nacer, están articulados, pero no están fusionados. Los huesos del cráneo se fusionan para formar una caja más o menos a mi edad. Ya mi cráneo es como un casco, o sea, a mí no me entra una idea nueva ni con un escoplo.
Pero, cuando uno es niño, los huesos están articulados, claro, porque el cerebro tiene que crecer, el cerebro crece hasta los doce años más o menos y, si los huesos estuvieran fusionados, no podría crecer el encéfalo. Bueno, pues a esta niña se le había fusionado el parietal izquierdo con el occipital cuando todavía estaba dentro de la tripita de su mamá, es decir, mucho antes de lo que debía. Así que la niña nació, el encéfalo creció, pero no pudo crecer armónicamente el cráneo porque se había sellado indebidamente en la región de la nuca. Y el encéfalo tuvo que empujar, empujar, empujar y deformó el cráneo. Y por eso ese cráneo era tan raro. Y, aunque no tenemos la cara, tenemos la región del cráneo donde articula la mandíbula. En la región del cráneo donde articula la mandíbula, las dos articulaciones están al mismo nivel, pero en esta niña una está más alta y adelantada, de tal manera que la mandíbula estaba rotada y la cara era deforme. Era una niña que claramente era diferente al resto de los niños del grupo. Y, además, cuando se estudia la superficie del encéfalo, que se puede hacer porque la parte interna del cráneo, la que está en contacto con el encéfalo, reproduce más o menos la morfología del encéfalo, así que, haciendo tomografías y con reconstrucción informática, tú puedes ver cómo era más o menos el encéfalo, se ve que tiene algunas regiones del encéfalo que parece que se habían lesionado. Y, aunque no podemos estar seguros al cien por cien, porque a día de hoy ningún niño ni ninguna niña llega hasta los once años con esa patología porque se opera antes y no hay casos clínicos con los que comparar, los neurólogos con los que hemos trabajado dicen que muy probablemente tendría un retraso psicomotor. Así que estamos en presencia de una niña que claramente era muy diferente a los demás y que seguramente era la más lentita del grupo física y mentalmente. Pero llegó hasta los doce años.
Eso quiere decir algo muy importante: no fue rechazada por el grupo. Porque los animales, todos, cuando tienen un cachorro que, si me permitís la expresión, piensan que les ha salido mal, lo desechan porque nadie invierte tiempo y energía en un cachorro que luego no se va a producir porque, si no, tus genes no llegan a la siguiente generación. Solo hay una especie, solo uno, en este planeta, a día de hoy, en la biosfera actual, que se ha rebelado contra esa ley. Una especie que, por amor, es capaz de decir que nadie se quede atrás, una especie que es capaz de reconocer a los diferentes como iguales, una especie capaz de integrar la diversidad, y también de hacer unas barbaridades que no os cuento. Esta noche miráis el telediario y veis esa parte. Pero esta otra es verdad también. Y, entonces, lo que estábamos viendo es que esas personas de hace medio millón de años eran humanas, tenían el mismo corazón, se habían rebelado también contra esa ley cruel de la selección natural y no habían abandonado a esta niña y la habían cuidado y, seguramente, la habían tenido que cuidar más que a los demás, la habían tenido que querer tanto o más que a los demás. Y por eso mi compañera Ana Gracia la bautizó como Benjamina. Benjamina, en hebreo, quiere decir la más querida, la que se sienta a la derecha, la favorita. Entonces, yo a veces digo, y sé que puede sonar cursi, pero sé que no lo es o, si no, el mundo está lleno de cursis como yo, que nunca pensé en mi carrera como paleontólogo me iba a encontrar el amor fosilizado, porque eso es lo que es Benjamina, el amor fosilizado. Bueno, esto, aparte de la cuestión emocionante, porque habla de lo mejor de las personas, de lo mejor de nosotras mismas, científicamente es muy interesante porque Darwin pensaba que el amor había sido uno de los motores de la evolución humana.
¿En qué sentido el amor había sido uno de los motores de la evolución humana? Porque, para los humanos, una de las claves de nuestra supervivencia y de nuestro éxito evolutivo es que formamos grupos muy cohesionados, que somos capaces de cooperar estrechamente las unas con los otros e incluso de dar la vida por los demás. Esa es la clave de los seres humanos. Bueno, pues Darwin pensaba que ese amor desde el cariño que existe también en los animales, porque los animales también se quieren, habría ido evolucionando a hacerse cada vez más fuerte hasta lo que vemos en la actualidad en los seres humanos, que es eso de que soy capaz de dar la vida por alguien que no conozco. Y, entonces, a Darwin le habría encantado conocer a Benjamina y nos lo habría dicho: «Os lo dije». A la vez que el cerebro se va haciendo grande, a la vez que las sociedades se van haciendo más complejas, a medida que la tecnología se va haciendo cada vez más complicada, el amor se va haciendo cada vez más potente. Todo ha coevolucionado junto. Y, entonces, yo creo que desde un punto de vista emocional, pero también desde un punto de vista científicamente frío, Benjamina es el fósil más importante de la Sima de los Huesos. Yo creo que es el fósil más importante del registro fósil mundial. Hasta hace poco. Hace unos meses, otra compañera de la Universidad de Alcalá, Mercedes Conde, ha descubierto otro caso parecido. Ya tenemos dos niñas. En este caso, es una niña neandertal que vivió más allá de los seis años y que sabemos que tenía síndrome de Down. Y no fue desechada por el grupo, fue integrada, fue querida, fue cuidada y sobrevivió más allá de seis años. Y ahora ya tenemos dos niñas. Yo espero que estén en algún sitio jugando juntas, porque son dos fósiles muy importantes, muy hermosos, por la historia que nos cuentan. Porque de vez en cuando está bien que pensemos bien de nosotros mismos, porque siempre estamos pensando mal, en lo malos que somos, en todas las cosas que hacemos, en que somos lo peor del planeta. Sí. Y, cuando nos ponemos, también lo mejor.

“El amor ha sido un motor de la evolución humana”
Todos los átomos tienen un núcleo que está formado por dos partículas: los protones, que tienen carga eléctrica positiva, así que imaginaos una bola con un más aquí, y luego están los neutrones, que no tienen carga pero son gorditos, tienen mucha masa, así que imaginaos la otra bola más gorda al lado. Una, con la carga positiva y otra, con la masa. Como los átomos odian no estar equilibrados, les gusta ser zen, si tienes una carga positiva, necesitas una carga negativa. Entonces, aparecen los electrones, que tienen carga negativa, que están dando vueltas alrededor. Y, entonces, bueno, los distintos elementos del sistema periódico, los hemos estudiado todos, el sodio, el potasio, todas esas cosas, se distinguen en el número de protones. Porque, si tienes un protón, tienes un electrón. Si tienes dos protones, tienes dos electrones. Y así sucesivamente. Y del número de electrones que tengas depende tu capacidad para formar enlaces con otras moléculas, lo que se llaman las propiedades químicas. Así que el número de protones te da las propiedades químicas. Pero hay veces que, con el mismo número de protones, en vez de tener un neutrón, vas y tienes dos. Este dedo me sobra. Pero, claro, como el protón es el mismo, eres el mismo elemento químico, tus propiedades químicas son las mismas, pero ahora eres más pesado, eres un isótopo. El isótopo pesado. Así que un isótopo se distingue en eso, ¿no? Bueno, pues hay isótopos, y no me preguntéis por qué porque no lo puedo responder, igual que no sé por qué hay cargas positivas y negativas en el universo, que sufren lo que se llama el fenómeno de la radioactividad natural: y es que, a tasa constante de tiempo, se rompe, pierden un neutrón, a veces pierden un protón y se convierten en otra cosa. Si pierden un neutrón, se convierten en otro isótopo del mismo elemento, pero si pierden un protón, se convierten en otro elemento. Y, al hacer eso, emiten energía, que es lo que llamamos ‘radioactividad natural’.
Bueno, ese proceso hace que tú pases de ser un elemento o ser un isótopo a ser otro. Es lo que se llama el ‘isótopo madre’ y el ‘isótopo hija’. Y se produce en cada elemento a tasa constante. Es decir, el carbono: cada cinco mil trescientos años, todo el carbono 14, que os sonará, la mitad del carbono 14 del universo se ha convertido en carbono 12. Pero no lo ha hecho de golpe, lo ha hecho a lo largo de ese tiempo. O sea que se puede saber si tú tienes… Es como un reloj de arena. Imaginaos un reloj de arena: en la parte de arriba, tengo todo carbono 14 y, a medida que va pasando el tiempo, como se va convirtiendo en carbono 12, pasa a la parte de abajo del reloj de abajo. Si yo miro el reloj de arena y veo lo que hay arriba y lo que hay abajo, puedo saber el tiempo que ha pasado. Pues, viendo las proporciones entre el isótopo madre y el isótopo hija, puedes saber el tiempo. Eso se hace con el carbono, con el uranio… con muchos isótopos. Carbono 14 sirve para datar fósiles de animales o de plantas. Ese sí nos da una edad del fósil. Y todos los demás sirven para datar rocas. Carbono 14 nos sirve para datar cosas que llegan hasta cuarenta mil años, no más allá, pero hay otros isótopos que llegan hasta hace seiscientos mil y hay isótopos que llegan hasta hace quince mil millones de años, con lo cual hemos podido ir datando las rocas no solo de los yacimientos, sino también de la Luna, de la Tierra… Y eso nos ha permitido saber la antigüedad de la Tierra, la antigüedad de la Luna y así es como datamos los yacimientos, utilizando distintos isótopos, datando las rocas y viendo en los fósiles su posición estratigráfica, si están por arriba o por abajo.
Mi maestro y amigo, como he dicho antes, Juan Luis Arsuaga, tiene una anécdota muy graciosa, muy divertida: él cuenta que, una vez, estaba en Francia con un científico francés muy reputado que ya está en el cielo y le preguntó cómo explicaba él en público las dataciones radiométricas porque, como habéis visto, es complicado y tú tienes mucho interés, pero es una experiencia común que, cuando lo empiezas a explicar, la gente te dice: «Vale, vale, no sigas, no sigas». Y, entonces, el francés le recomendaba que dijera esto. Cuando le dijeran «¿Cómo sabe usted, profesor, la edad que tienen los fósiles?», que dijera esto: «Confía en nosotros, somos profesionales, sabemos lo que hacemos». Lo bueno de esto es que en el año 98 vino a visitarnos el príncipe Felipe, que hoy es el rey. Acabábamos de ganar el Premio Príncipe de Asturias el año anterior y vino a visitarnos. Y el príncipe Felipe le preguntó a Juan Luis: «Profesor Arsuaga, ¿cómo saben ustedes la antigüedad de los fósiles?». Y Juan Luis le dijo: «Alteza, confíe en nosotros, somos profesionales, sabemos lo que hacemos».
No solo en los desiertos de arena, que están llenos de seres vivos, sino en los desiertos de hielo, en los desiertos azules, que es el mar azul, eso es un desierto en sí mismo. Si no fuera un desierto, sería verde. Pero hay seres vivos. Y en uno que yo conozco bien, que son las cuevas, que es donde está la perpetua oscuridad. Entonces, en un lugar donde no llega nunca la luz, uno no se podría imaginar que pueda haber seres vivos. Pues las cuevas están llenas de bichitos. Y es una cosa que emociona cuando uno la ve. Y, entonces, ha hecho esa maravilla esa materia. Entonces, la pregunta es cómo lo hace. ¿Cómo hace la vida para saber lo que pasa ahí fuera y para saber que se tiene que ajustar? Porque, al final, si pudiéramos describir la vida de una manera un poco pedante, podríamos decir que la vida es un sistema experto, porque aprende, que convierte la energía en información. Eso es lo que hace la vida. Todas y todos los que estamos aquí, para estar vivos, consumimos mucha energía y algunos se reproducen y consumen energía. Y, sobre todo, cuando tienes que llevar a los niños al colegio consumes muchísima energía. Y, al final, nos vamos de este mundo y lo que queda ya no es ni nosotras ni nosotros, sino nuestra información, la información genética. Así que convierte la energía en información y, al hacerlo, va aprendiendo lo que pasa ahí fuera. Así que, por eso, es un sistema experto. Claro, una de las preguntas es cómo funciona ese sistema experto, cómo lo hace, cuál es el algoritmo con el que la vida hace esas cosas. Y eso lo descubrió un científico británico al que todos conocéis que se llamaba Charles Robert Darwin, y lo publicó en 1860, y lo llamó la ‘selección natural’, que es la manera en que la vida, como digo, se va ajustando.
Pero para mí la vida, en ese sentido, como lo he descrito, es el resultado de un proceso natural y me parece que el proceso es maravilloso, porque ha dado lugar a este fenómeno, a este fenómeno tan interesante. Y, luego, la evolución de la vida ha dado lugar a un fenómeno igualmente fascinante, que somos las personas. Yo opino que las personas somos un fenómeno cósmico, somos una cosa extraordinaria. Siempre que digo esto, todo el mundo piensa que, claro, como soy persona, pues soy antropocéntrico y pienso que somos lo máximo y, que, si fuera un pulpo, diría que los pulpos son lo máximo. No, pero es que no es así, es que con las personas aparece algo que no existe fuera de las personas. Dos cosas o tres que yo creo que son muy importantes. Aparece la consciencia. Hasta donde sabemos, somos los únicos seres vivos que somos conscientes de nuestros actos. Eso abre la puerta al libre albedrío. Somos los únicos que podemos elegir nuestras acciones y determina que tengamos que responsabilizarnos de ellas. Entonces, somos la única materia responsable de sus actos. Y yo creo que es una reflexión importante y me parece que eso nos hace nobles a las personas y en eso me parece que somos extraordinarios.
Estoy hablando de la época del colonialismo, en que las culturas europeas estaban saqueando el planeta. Y eso les pasaba a los neandertales. Si lo hacíamos dentro de nuestra especie, imaginaos con otra especie humana. Se pensaba y se argumentaba, había libros en que se argumentaba anatómicamente… En fin, muchas cosas. Así que eran inferiores. Eso ha durado mucho tiempo. Luego se empezó a matizar más. En concreto, ¿en qué eran inferiores? ¿Qué era lo que realmente los hacía inferiores? Y ya a finales del siglo xx, la idea principal es que eran inferiores porque no tenían lenguaje y esa es una idea dominante en la última década del siglo xx y comienzos del siglo xix, que los neandertales no tenían lenguaje. Claro, sin lenguaje, ¿dónde vas? A ningún lado. Es que no puedes pensar, para empezar. Eso ha cambiado radicalmente. Con los descubrimientos de la arqueología y de la paleontología, nuestro equipo algo hemos aportado a ese respecto, yo creo que ahora nadie duda de que los neandertales tenían un lenguaje, un lenguaje como el nuestro. Además, se ha ido descubriendo que los neandertales tenían un comportamiento tan complejo como el nuestro, no solo moralmente, vamos a decirlo así. Los neandertales dominaban el fuego, es decir que lo podían encender a su gusto. Los neandertales tenían una talla de la piedra muy compleja, se llama musteriense, los neandertales enterraban a sus muertos, los neandertales se adornaban, que esa es una cosa muy interesante, porque solo lo hacemos las personas y se negaba que los neandertales pudieran hacerlo y hoy sabemos que lo hacían. Y los neandertales hacían cosas sorprendentes que tienen que tener un significado simbólico. Hay un yacimiento… Voy a poner un ejemplo nada más.
Hay un yacimiento aquí, en la Comunidad de Madrid, que se llama Pinilla del Valle, que también tiene varios yacimientos y en uno de ellos, la cueva descubierta, se ha encontrado no me acuerdo ahora exactamente del número, pero más de una veintena de restos craneales con cuernos, de animales con cuernos. A veces son así porque también hay rinocerontes. Hay rinocerontes, bisontes, uros, que es el antepasado del toro, ciervos. Y solo está el fragmento de cráneo donde están los cuernos, para entendernos, y no hay nada más. Claro, ¿por qué acumularon en una cueva los restos de varias decenas de animales con cuernos si no se los estaban comiendo? Porque no hay pruebas de que… No está el resto del esqueleto. ¿Por qué hicieron eso? Entonces, claro, parece que es que lo hicieron por algo, es decir, que tenían un pensamiento simbólico, algo que compartía todo el grupo. Así que todo eso nos ha llevado a la conclusión de que los neandertales, en lo esencial, eran como nosotras. En lo esencial ¿no? Y, claro, ahora la pregunta es: entonces, ¿por qué se extinguieron? Claro, porque una cosa es por qué y otra, cómo. Por qué no lo vamos a saber casi nunca. El cómo, ¿no? Y, bueno, pues han ido cambiando las hipótesis, las teorías y, si queréis os cuento la que digamos hoy en día está más en boga, que es la siguiente. El clima ha ido cambiando siempre en el planeta, siempre. Lo que pasa es que en los cambios anteriores no tenía nada que ver el ser humano, no como en este. Pero, bueno, a lo largo de los últimos cien mil años ha habido momentos cálidos, como el actual, y momentos muy fríos. Bueno, pues a los neandertales hace algo más de cuarenta mil años les pilló un momento de esos muy fríos. Cuando hay momentos muy fríos, las especies que no están… sufren mucho. Algunas se extinguen y otras consiguen pasar la crisis, que dura miles de años, y si pasan la crisis, luego vuelven a florecer.
Bueno, pues a los neandertales les pilló una crisis fría que implicaba la deforestación de granes zonas de Europa, lo cual redujo su demografía y seguramente fraccionó los grupos neandertales. Es decir, los grupitos se aislaron los unos de los otros, con lo cual cada uno de los grupitos tenía menos diversidad genética que si hubieran estado todos juntos. Y la diversidad genética es una cosa importante para asegurar el futuro de una especie porque, si hay diversidad genética, si vienen mal dadas, siempre hay alguien… Si viene una enfermedad y todos somos iguales genéticamente, nos morimos todos. Pero, si viene la peste negra, como pasó en Europa en el siglo xiv, como somos genéticamente diversos, siempre hay gente que la resiste. Y así es como las especies… Pero, claro, si la diversidad genética se reduce, estás comprando papeletas para extinguirte. Bueno, pues en ese momento… y, además, con los neandertales, por lo que conocemos de ese momento, su tecnología estaba muy adaptada a obtener recursos en los bosques, en ese momento de frío y de deforestación, cuando los grupos neandertales se fragmentan, cuando empiezan a tener poca diversidad genética, tienen la mala suerte de que aparece otra especie humana, que es la nuestra, que venía de otro sitio y estaba tecnológicamente adaptada a vivir en las llanuras, es decir, le venía muy bien lo que estaba pasando. Entonces, eran más. Demográficamente, eran más que los neandertales. E insisto en que estas son las teorías actuales. Igual, si me llamáis dentro de cinco años, ha cambiado, pero es lo que pensamos en este momento y a mí me convence. Luego diré por qué. Entonces, en ese momento, además, sabemos una cosa que ignorábamos antes, que es maravillosa y es que los neandertales y nuestra especie hibridaron hasta el punto de que todas las poblaciones humanas no africanas, agarraos a la silla, tenemos, en promedio, un tres por ciento de sangre neandertal.
¿Cómo os quedáis? No me digáis que no mola pensar que tiene uno sangre neandertal en las venas. Es como si te dicen que tienes sangre siux. A mí por lo menos me parece maravilloso. Bueno, pues es posible, es lo que está ahora en boga, que en realidad, en un proceso de hibridación… que es curioso porque nosotros, en nuestro genoma, tenemos cosas que son neandertales, en todos los cromosomas menos en uno, que es el cromosoma Y. El cromosoma Y solo lo tenemos los hombres, es el cromosoma sexual. Es un par, hay uno que es X y otro que es Y. Las mujeres sois XX y los hombres somos XY. Bueno, pues tenemos cosas neandertales en todos los cromosomas menos en el cromosoma Y. Es decir, los linajes de varones neandertales no los tenemos, tenemos linajes de mujeres. Y uno se puede inventar la explicación que quiera, pero una explicación es que podría pasar, porque ocurre y eso lo conocemos, que a veces en dos poblaciones que ya están muy separadas genéticamente, pero todavía pueden hibridar, el resultado es que los híbridos no son igual de viables que la raza pura. Y a veces ocurre que es el sexo masculino el que sufre más, es decir que a lo mejor los híbridos chicos eran abortados o morían antes que las mujeres y, por eso, no tenemos cromosomas Y de los neandertales. Bueno, si tu hibridas a dos poblaciones de tal manera que la que es menor la sigues hibridando e hibridando y los híbridos que se parecen más a los neandertales son menos viables, lo que estás haciendo es diluirla. Cada vez los híbridos son menos neandertales y más ‘Homo sapiens’. Y hasta aquí. Es decir, somos el resultado de esa mezcla tan tan tan diluida que solo queda el tres por ciento de sangre neandertal. Pero esto es lo que se piensa a día de hoy. Incluso, esto que acabo de decir, si viniera otro investigador, habría cosas que yo he dicho sobre las que tendría otro punto de vista. Lo quiero dejar claro. Pero por lo menos ya sabemos que no fue por batallas, sabemos que no fue por superioridad intelectual, no fue por superioridad tecnológica. Eso sabemos que no. Y ahora, con estos datos nuevos de demografía y de genética, este tipo de hipótesis son las que estamos manejando.

Cosas simbólicas, como el reloj analógico, que eso o se lo explican o no hay manera de que sepan eso qué es. Un calendario, que es muy utilitario. Láminas de animales porque a los niños les mola. La pizarra con lo que estuviera explicando el profe. Si es una escuela creyente o religiosa, quizá un crucifijo. O sea, hay cosas simbólicas, cosas que tienen que ver con las creencias, cosas que son utilitarias, cosas porque les gustan. Y, si luego vas a las mesas, te vas a encontrar el resultado de generaciones de estudiantes aburridos que escriben y pintarrajean las mesas porque las personas, cuando nos aburrimos, pintamos garabatos, trocitos de cosas, media cara, lo que sea. Y yo creo que eso es el arte paleolítico: la mente humana puesta en una pared. Todo, todo, porque la mente humana tiene todo eso. Y eso me lleva a la siguiente reflexión: en realidad el arte paleolítico es una tecnología revolucionaria, es el PowerPoint, es el comienzo de la sociedad de la información, porque cuando empezaron a pintar encontraron la manera de hacer transparente su mente a los demás, porque la mente humana está llena de pájaros. Todos y todas tenéis la mente a pájaros. Todos y todas. Es una de las cosas maravillosas de los seres humanos, tenemos la cabeza de ideas absurdas que no existen, de cosas que no existen. Mirad, la paz no existe, la justicia no existe, la patria no existe, los celos no existen, el odio no existe. Digo que no existen porque mi perro Mendi no los puede oler, en una balanza no los puedo pesar y con un metro no los puedo medir.
Están en nuestra mente. Pero, claro, si están en mi mente, no valen nada, pero si os los puedo enseñar con un dibujo y con una palabra, ahora esas ideas que no existen vienen a este mundo, vienen a este mundo y, entonces, las podemos compartir y, entonces, pasa una cosa que a mí me parece maravillosa. Recuerdo que yo no lo he visto, que es una opinión, que a mí me parece maravillosa, que es que las personas, igual que nos enamoramos de otras personas, igual que nos enamoramos de un coche, igual que nos enamoramos de un bolígrafo, es decir, que nos morimos por la belleza física, nos enamoramos de las ideas, pero como chorlitos, como chorlitos. Todas las ideas por las que merece la pena vivir que tenéis en vuestras cabezas las habéis adquirido por enamoramiento, no por un proceso de reflexión comparativa, ni la religión ni la patria ni nada de nada. Yo siempre pongo un ejemplo: si las ideas no se adquiriesen por enamoramiento, sino que fuese un proceso meditado y comparativo, ¿podría haber alguien del Atlético de Madrid? Pues así es con todo. Claro, pero si tú me enseñas tu idea y yo me puedo enamorar de ella, es que ahora compartimos un amor, compartimos un valor. Ahora compartimos la paz o compartimos la justicia o compartimos la patria. Y esos valores compartidos son los que hacen imbatibles a los grupos humanos, porque permiten que los grupos humanos sean enormes. Se salta el estrecho margen de la consanguinidad. En la naturaleza, los animales que colaboran son los familiares. En la especie humana también, cuñados y cuñadas al margen, que me perdonen, yo también soy cuñado, pero lo asombroso de los humanos no es eso, es que somos capaces de dar la vida por gente que no es consanguínea, sino porque comparten los mismos valores.
Eso es lo que nos hace fuertes a los grupos humanos, que compartimos valores, pero para compartir valor tienes que tener una bandera, tienes que tener un bisonte, tienes que tener un pez, un crucifijo, una media luna, no sé si me explico, tienes que ser capaz de verlo, tiene que venir a este mundo. Entonces, yo creo que el arte surge por lo que surja, es la expresión de la mente humana y eso se convierte en una tecnología social que permite que haya grupos muy numerosos y que se reconocen como hermanos y hermanas solo porque llevan un crucifijo o solo porque llevan las pinturas cheyennes en la cara. Esa es mi visión del arte. Tiene un componente emocional muy fuerte, pero a su vez, como digo, es una tecnología.
Otra es la precesión de los equinoccios, es que en la Tierra su eje de rotación es oblicuo, pero se bambolea: cuanto menos oblicuo sea, menos se notan las estaciones y más fresca está la Tierra y, cuanto más oblicuo sea, más se notan las estaciones. Es decir, hay una serie… No os quiero aburrir con esto, pero hay una serie de cuestiones orbitales de la Tierra que determinan momentos más fríos y más cálidos. Es un poco complicado porque algunas de estas tienen ciclos muy largos de decenas de miles de años y otras tienen ciclos más cortos. Entonces, a veces se juntan dos ciclos y toca muy caliente. A veces, se juntan dos ciclos fríos y te toca más frío. Y luego tiene que ver también con la presencia de determinados gases en la atmósfera terrestre. El enfriamiento de los últimos sesenta y cinco millones de años coincide con que cada vez hay menos CO2, dióxido de carbono, en la atmósfera, porque el CO2, como otros gases, como el metano, por ejemplo, es un gas de efecto invernadero. Y explico lo que quiere decir el efecto invernadero: el efecto invernadero, lo vemos cuando nos ponemos detrás de un cristal, consiste en que la luz atraviesa algo que es transparente, puede pasar y, entonces, la luz tiene muchos tipos de energías y pasa lo que se llaman ‘rayos ultravioleta’. Los rayos ultravioleta inciden sobre el suelo y lo calientan y eso hace que el suelo emita radiación infrarroja, que es calor. Esa radiación infrarroja, sobre todo por la noche, que es cuando se está enfriando el suelo, se va, sirve para calentar el frío del universo, pero si tú pones una capa de nubes, esa radiación rebota y no hay tanto frío. Cuando está nublado, no hiela. Hiela ahora, que está despejado.
Bueno, pues algo que hace ese efecto invernadero, es decir, que deja pasar la radiación ultravioleta, pero no la radiación infrarroja, es el CO2 y el metano y, por eso, pensamos que el aumento de CO2 en la atmósfera, que es un gas de efecto invernadero, tiene que ver con este calentamiento que vemos con las curvas que conocemos, que es un poco anómalo. Y, además, hay una relación directa. Desde que sabemos, las temperaturas se pueden medir y podemos medir el CO2 desde la época preindustrial a la época industrial y vemos que, efectivamente, a medida que va aumentando el CO2 en la atmósfera, va aumentando la temperatura. Por eso estamos tan tan tan seguros. ¿Cómo sabemos las temperaturas de hace un millón de años? Voy a hablar de dos isótopos, isótopos del oxígeno. El oxígeno no tiene isótopos radioactivos, tiene isótopos que son estables, no hay radioactividad. Entonces, tiene uno que tiene más neutrones, es el isótopo pesado, y otro que tiene menos neutrones, es el isótopo ligero. Y esos están en el agua de mar, porque el agua es H2O: hay dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Y parte de ese oxígeno es oxígeno pesado y hay otras moléculas de agua que son con oxígeno ligero. Bien, cuando hace calor, cuando hace mucho calor, tanto las moléculas de agua más pesadas como las moléculas de agua más ligeras tienen suficiente energía para evaporarse, pero cuando hace frío las moléculas pesadas no tienen suficiente energía para evaporarse, solo se evaporan las ligeras, de tal manera que, si tú pudieras coger un trocito de agua de mar de hace cincuenta mil años, viendo la proporción entre el isótopo pesado y el isótopo ligero, puedes deducir la temperatura del agua de mar. Claro, pero ¿dónde encontramos agua de mar? Bueno, hay una posibilidad: en la Antártida, por ejemplo, en Groenlandia, hay agua de mar fosilizada de cuando nevó hace… Pero eso llega hasta un punto.
Pero hay otro sitio en el que fosiliza el agua de mar. Es maravilloso. Resulta que hay unos microorganismos del plancton que generan conchitas. Es una célula que se fabrica una concha y esa concha está formada o de carbonato cálcico o de silicato. En cualquier caso, tienen oxígeno y ese oxígeno viene del oxígeno que está en el agua de mar, de tal manera que, cuando hace frío, como el agua de mar tiene mucho isótopo pesado, las conchas de esos microbios tienen más isótopo pesado y, cuando hace calor, las conchas de esos isótopos tienen menos isótopo pesado, porque es literalmente la composición del agua del mar. Bueno, esos microorganismos se mueren y van cayendo como una pequeña lluvia en el fondo marino desde hace millones y millones de años y van dando lugar a una capa de sedimento en el fondo marino. Bueno, pues lo que se ha hecho es hacer sondeos, sacar columnas de ese cieno marino, datarlas y ver la composición de los caparazones de esos microbios. Entonces, tenemos una escala temporal y vemos cómo varía el isótopo pesado y el isótopo ligero, que podemos calcular la temperatura, y así sabemos la temperatura del agua del mar desde hace millones y millones de años. Y así sabemos los ciclos que ha habido y eso nos ayuda a intentar entender el proceso, darnos cuenta de hasta qué punto lo estamos influyendo y, bueno, es una de las cosas más fantásticas, conocer la evolución de los climas.

La información genética que tenemos todas aquí no es solo la del núcleo celular, porque cuando el espermatozoide de papá se junta con el óvulo de mamá, en el óvulo de mamá hay información genética que no está en el núcleo, está en otros orgánulos que se llaman ‘mitocondrias’, de tal manera que, para que uno sea un mamut como Dios manda, tiene que tener la información genética del núcleo de un mamut, más la información genética de las mitocondrias de un mamut y, además, desarrollarse en el útero de una mamá mamut, porque el desarrollo también tiene que ver con el intercambio de hormonas, con muchas cosas. Y nunca tendremos una mamá mamut, así que, con mucha suerte, lo que se podrá coger es un núcleo de un mamut e implantárselo a una elefanta y no sabemos lo que saldría de ahí, no sabríamos en realidad cuánto de mamut es y cuánto de elefanta. Se puede jugar un poco a ese juego. Y lo mismo pasaría con un neandertal. Sería el núcleo de un neandertal implantado en un óvulo de una mujer de ‘Homo sapiens’ y en el útero de una mujer de ‘Homo sapiens’ y, entonces, no sería exactamente igual y ni tan siquiera sabemos cuán diferente sería, cuál es el efecto. Así que así están las cosas. Tenemos parte de la respuesta, pero no toda. Entonces, yo soy escéptico. Claro, por otro lado, tener un parque pleistoceno con mamuts es tan prometedor que, si alguien lo consigue, seguramente se forre, así que estoy seguro de que en muchas investigaciones hay un beneficio de hacer eso. Así que seguramente se llegará a cosas que no sé si serán completamente un mamut o semimamut, pero esto es ciencia ficción lo que estoy haciendo. ¿Cuál es el descubrimiento más importante de los últimos treinta años?
Para mí, sin ninguna duda, el descubrimiento más importante tiene nombre: se llama Svante Pääbo, el último premio Nobel de Medicina, la persona a que se le ocurrió la idea loca, y fue capaz de llevarla adelante, de que se podía recuperar ADN fósil y, gracias a él, hemos recuperado ADN de especies fósiles. Por ejemplo, el ADN de los neandertales, que nos ha permitido saber muchísimas cosas y saber que se hibridaron con nuestra especie. Entonces, la aportación que ha hecho Svante Pääbo al conocimiento de la evolución humana, primero con la idea y luego desarrollando la tecnología, me parece que es lo más importante que ha pasado en evolución humana en los últimos treinta años. Y luego hay fósiles, pero los fósiles los buscamos y los encontramos. Yo diría que Svante Pääbo y me parece que el premio Nobel que le han concedido está muy bien concedido.
Pues más vale que lo penséis, que sois ejemplares, porque eso es lo que vais a dejar. Yo creo que es muy importante intentar ser buena persona. Cada uno tiene una manera de ser buena persona. Y es una enorme responsabilidad serlo porque es el legado que dejas. Es muy importante demostrarles a los que están por venir y a los que están aquí que se puede vivir siendo buena persona, que no hace falta atropellar a nadie, que se puede ser educado, que se puede ser solidario. Y no pasa nada y funciona. Porque me parece que ese es un legado moral, o no sé cómo decirlo, y, si tuviera que elegir entre dejarles un buen piso a mis hijos y un legado moral, prefiero lo segundo, porque mi padre viaja conmigo y muchas veces hablo con él. «Oye, papá, ¿qué te parece? ¿Esto está bien o está mal?». Y me lo dice mi padre, que hace tiempo que se fue al cielo, porque me dejó ese legado que para mí es lo más importante. Eso, además, tiene una cosa que a mí me parece que es fundamental, porque dirige tu vida, porque, claro, la paz en el mundo no dirige tu vida, es un ratito, no sé si me explico. Pero, si tú estás segura de que el ejemplo es importante y tienes unos valores, acabas de escribir el guion de tu vida, así que ese legado está dirigiendo tu vida y yo creo que eso a mí es lo que más me importa. Es como si uno escribiera en un papel la respuesta a dos preguntas y luego, de vez en cuando, miras el papel a ver cómo va. Una es cuál quiero que sea mi legado y luego la otra es cómo quieres que te recuerden, porque a mí me gustaría que me recordasen como yo recuerdo a mi padre: como una buena persona que me guía en la vida. Y eso es lo que yo creo que es lo más importante. Muchas gracias.