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La filosofía no da la felicidad…ni falta que le hace

Roger-Pol Droit

La filosofía no da la felicidad…ni falta que le hace

Roger-Pol Droit

Filósofo y escritor


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Roger-Pol Droit

“Lo esencial de la filosofía es que está dirigida a todos y no hay que temer a las grandes preguntas basadas en el asombro”. El filósofo, escritor y académico Roger-Pol Droit, contempla la filosofía como la capacidad universal para reflexionar y meditar sobre cualquier aspecto de la vida. “Esto significa que cualquiera sin conocimiento, sin ser adulto o maduro, tiene esta habilidad”, sostiene. Lo que distingue a Roger-Pol Droit es su profundo humanismo y calidez. Su enfoque no es imponer respuestas, sino invitar a la reflexión y al diálogo, valorando siempre la diversidad de pensamientos y experiencias. Una invitación constante a mirar el mundo con ojos nuevos, a cuestionar lo aparente y a encontrar significado en los rincones más inesperados de la vida.

Autor de numerosos libros que abarcan desde la filosofía académica hasta la divulgación filosófica. Entre sus obras más conocidas destacan ‘101 experiencias de filosofía cotidiana’, ‘Si solo me quedara una hora de vida’ o ‘La tolerancia explicada a todo el mundo’, entre otras. Libros que han tenido gran calado en el público general gracias a su interés y capacidad para trasladar conceptos filosóficos complejos de una manera accesible, útil y atractiva.

Más allá de los premios y reconocimientos, Droit ha mostrado su compromiso con la educación a través de proyectos destinados a promover el pensamiento crítico, y la reflexión filosófica de manera pedagógica para enriquecer la vida cotidiana de cualquier persona: “Una de las cosas que me ha enseñado la filosofía es que no sabemos mucho en profundidad y que debemos trabajar para soportar nuestra ignorancia. De lo contrario, estaremos ante un fantasma de nuestro tiempo que es el fantasma de los expertos, el «yo lo sé todo»”.


Transcripción

00:06
Roger-Pol Droit. Me llamo Roger-Pol Droit. Soy filósofo, escritor y autor de unos cuarenta libros, novelas, ensayos y libros de investigación y presentación de la filosofía.

00:21
Mar Esteban. Roger-Pol Droit, buenos días.

00:22
Roger-Pol Droit. Buenos días.

00:23
Mar Esteban. Es un honor y un gran placer conocerlo hoy.

00:28
Roger-Pol Droit. El placer es mío y le agradezco la invitación.

00:33
Mar Esteban. Muchas gracias. Hoy en día, oímos muchos mensajes como: «La felicidad está en ti», «Depende de nosotros ser felices». ¿Qué opina de este mensaje? ¿Qué le diría a la gente que busca la felicidad e intenta alcanzarla?

00:55
Roger-Pol Droit. Le diría que tenga cuidado, que desconfíe porque pienso que hoy en día hay cada vez más gente que quiere vendernos la felicidad en diez lecciones, dos lecciones, un día… llave en mano, o sea, lista para usar. Aunque, por supuesto, todo el mundo sueña con ser feliz y quiere serlo, quiere hacer lo necesario para serlo. Sin embargo, cuando pensamos en la buena suerte, la suerte es la casualidad, la buena casualidad; y la mala suerte es la mala casualidad. Entonces, hay necesariamente una parte de buena suerte y mala suerte que no depende de nosotros, sino que recae sobre nosotros, como las catástrofes, las enfermedades, la ansiedad, los accidentes… Aunque nadie se libra tampoco de recibir buenas noticias, también nos pasan cosas buenas. Pero, al final, se podría decir que sigamos adelante y ya veremos lo que nos ocurre, sea bueno o malo. Pero, desde la antigüedad, los filósofos han reflexionado sobre esta cuestión y han dicho que, en cambio, hay que conseguir mantener una especie de igualdad de ánimo, se llama «ecuanimidad», es decir, un alma igual indiferentemente de las circunstancias. Es como tener un termostato, me atrevería a decir, que regula y establece nuestro estado de ánimo. Y, si me ocurre algo bueno, estaré feliz, pero no me pondré a dar saltos de alegría. Sé que va a compensar algunas cosas. En cambio, si tengo un accidente o algo malo, no me voy a desesperar por completo. Es esta idea de tener un equilibrio.

02:54

Pero esa es la diferencia entre los comerciantes de la felicidad de hoy en día y los filósofos de la antigüedad, que, a menudo, dicen lo mismo… Epicuro dice que la filosofía sirve para hacerte feliz, sirve para calmar la tormenta del alma, según él. Claro que sí, la diferencia es que él no vendía nada y, sobre todo, que nunca estaba garantizada. Vemos que todas las escuelas de sabiduría de la antigüedad, ya sean epicúreas, estoicas, cínicas o escépticas, cada una evidentemente tiene su propia manera de imaginar la felicidad de los sabios, pero saben que no es algo seguro. Saben que es un proceso largo, es el trabajo de toda una vida, el conseguir equilibrar por fin esos golpes del destino y momentos de felicidad y construir algo más o menos estable y equilibrado. La diferencia es que hoy nos dicen: «Págame y ven a mi cursillo de tres días. Así te garantizo que serás feliz para siempre, vas a pensar en positivo… Y, si no lo consigues, es culpa tuya». Pues no. Para nada. Creo que hay que tener cuidado con eso. No hay que abandonar ese trabajo de ser feliz, aunque tampoco existiría nunca un mundo sin negatividad. Para mí, esa es la gran lección de Nietzsche. Explica muy bien que si decimos sí a la vida… Por supuesto que decimos sí al disfrute, la amistad, el amor, la belleza… Y en eso consiste la vida. Pero no es como el agua filtrada. Si decimos sí a la vida, también decimos sí a la traición, la enfermedad, la miseria y todo lo feo y desagradable de la vida. Y, al final, es eso.

04:54

Naturalmente, podemos hacer el máximo esfuerzo personal y colectivo para que el sufrimiento sea menor, que la miseria sea menos extensa, que las enfermedades sean menos frecuentes. Pero la idea de un mundo en el que todo eso desaparezca por completo no existe. Bueno, existe en los sueños, pero no existe en la realidad. Por tanto, la idea de la buena suerte consiste más bien en aceptar activamente, no rechazar, una vida en la que hay que hacer todo lo posible para ser feliz sabiendo que la parte de la mala suerte no es del todo suprimible.

05:39
Mar Esteban. Y, cuando hablamos de la felicidad ahora en el siglo XXI, usted ha mencionado a las grandes figuras que se toman como referencia, los filósofos griegos como Platón, Aristóteles, Séneca… ¿Cree que sus enseñanzas siguen siendo válidas? ¿Cómo podemos adoptarlas si son necesarias para ser felices hoy en día?

06:04
Roger-Pol Droit. Pienso que, efectivamente, debemos inspirarnos en estos filósofos y en una serie de normas y consejos suyos, pero, evidentemente, no hay que ir por ahí con togas y vestirnos como ellos o pensar que su mundo era exactamente el mismo que el nuestro o viceversa. Una de las grandes paradojas de la filosofía es su relación con la temporalidad porque, al final, la física de Aristóteles o el conocimiento científico de los tiempos de Platón no le importaba a nadie aparte de algunos investigadores o especialistas. Y un científico de hoy en día se referirá a obras que tengan 10 años o 50, pero no 2.500, mientras que nosotros los filósofos nos referimos a Platón, Aristóteles o las escuelas antiguas con la idea de que las preguntas no han cambiado. Yo creo que es cierto y a la vez falso. Es cierto porque hay cosas de su contexto que podemos utilizar, pero con la condición de adaptarlas, dicho de otra forma, de utilizar lo que ellos dicen en nuestro mundo que es muy distinto. La idea de que la vida en la tierra ha estado o podría verse amenazada por las actividades humanas no es una idea de la antigüedad. La amenaza de la biodiversidad o el clima no nace en la antigüedad.

07:53

La clonación humana no se inventó en la antigüedad. El mundo digital tampoco fue imaginado, ni concebido ni experimentado en la antigüedad. Entonces, ¿significa eso que…? Es lo que dicen algunos, yo no lo comparto. ¿Significa eso que, como nuestras preguntas son totalmente distintas, sus respuestas ya no nos sirven? No. En ese caso, habría que tirarlo todo y pensar en el presente únicamente con las herramientas del presente. Eso no es verdad. Pero, evidentemente, hay que escucharlas y adaptarlas. No hay que utilizar la filosofía antigua y la filosofía en general, incluso la clásica, como una caja de herramientas, de donde podemos coger un destornillador, una llave inglesa o lo que necesitemos para aflojar, desmontar o examinar las situaciones que enfrentamos hoy en día. Dicho de otro modo, hay que aprovechar este patrimonio inmenso, pero sin llevarlo a nuestro tiempo, para coger las herramientas que necesitemos para abordar de la mejor forma las preguntas de nuestro tiempo y el tema de la felicidad. Pero hay mucho más, como por ejemplo el tema de la actualidad, la información, la objetividad de la información, las noticias falsas… Todo eso puede pensarse con este tipo de herramientas. Vaya, el trabajo que consiste siempre en buscar, entre el extenso inventario de la filosofía, las herramientas necesarias para reflexionar sobre el mundo actual.

09:25
Mar Esteban. En un mundo que está cada vez más polarizado, ¿cómo podemos cuestionar las opiniones de los demás sin llegar a la violencia? Ya sabe, ahora las discusiones se polarizan más rápidamente… Entonces, ¿cómo podemos hacerlo?

09:48
Roger-Pol Droit. Primero, podemos cuestionar las opiniones de los demás sin recurrir a la violencia con varias condiciones. La primera es saber escuchar, o sea, empezar por ceder la palabra al otro y dejarlo exponer sus argumentos y sus ideas. La siguiente es que cada uno reconozca o entienda que hay una diferencia radical entre oponerse a las ideas y atacarse en tanto que personas. Así que, evidentemente, es un truco viejo, cuando te quedas sin argumentos, decirle al otro que es un sinvergüenza, que no ha entendido nada, llamarle tonto o que está condicionado. Pero este desliz es realmente el principio de la imposibilidad del diálogo y el habla. Una vez más, el diálogo no es para nada un acuerdo, no es un consenso. Hay tantísimas cosas en las que discrepamos enormemente los unos de los otros. Pero lo que hay que hacer es al menos reconocer estos desacuerdos, ponerlos sobre la mesa y verlos de manera clara. Y el hecho de que discrepemos en temas fundamentales no significa que tengamos que matarnos. Hablar con los demás es precisamente aceptar el desacuerdo, es llegar a una encrucijada y escoger un camino desde el que expondremos nuestro punto de vista o intercambiarlo.

11:35

A lo mejor acabamos cambiando un poco de parecer y, si no, entonces sabremos que no funciona. Pero lo que ocurre hoy en día, sobre todo en las redes sociales —escribí un libro con Monique Atlan sobre este asunto, «Quand la parole détruit» —, es que, en vez de querer hablar los unos con los otros, cada uno da su opinión, su sensación, su impresión, el «yo opino que». Y todos los que piensen igual que yo, genial, bienvenidos. Pero los que piensen lo contrario, a callar. Los censuran así sin más. Y ese es el fin del habla humana porque el habla consiste en intercambiar opiniones y saber que existen cosas totalmente opuestas que debemos reconocer, en vez de hablar entre nosotros, ponernos de acuerdo y dejar de hablarle al que discrepa de nosotros.

12:39
Mar Esteban. Hablar de la tolerancia es fácil, pero practicarla es otra cosa. ¿Hasta qué punto debemos ser tolerantes con la gente que expresa opiniones intolerantes? ¿Dónde está el límite?

12:54
Roger-Pol Droit. No existe la tolerancia realmente sin límite. Si existiese, diríamos que incluso los peores delincuentes o bárbaros simplemente son así y no hay nada que hacer. Desde luego, la tolerancia no implica unanimidad. Se basa en el hecho de que no tenemos que matarnos unos a otros por las disonancias o los desacuerdos, pero tiene un principio extremadamente simple que es la reciprocidad. Yo puedo ser lo suficientemente tolerante como para aguantar, tolerar o aceptar las opiniones totalmente opuestas a la mía o los estilos de vida totalmente opuestos al mío solo si los demás hacen lo mismo. No puedo ser tolerante con aquel que quiere matarme, que quiere silenciarme, que quiere prohibir radicalmente mi modo de vida y suprimir la libertad de expresión para que solo la tenga él. En otras palabras, no existe la tolerancia sin una definición de lo que es lo intolerable, o sea, un límite, una frontera, y tampoco existe en este espacio de tolerancia otra cosa que no sea la reciprocidad. De lo contrario, todo estallaría o explotaría.

La filosofía no da la felicidad...ni falta que le hace. Roger-Pol Droit
14:24
Mar Esteban. Roger-Pol, muchas veces hay gente que habla de filosofía con palabras muy difíciles de comprender, muy serias… A veces creo que eso es lo que asusta a la gente de la filosofía. Parece un poco seria, un poco dura. ¿Qué es la filosofía? Y ¿qué hace un filósofo como usted?

14:51
Roger-Pol Droit. En general, creemos que la filosofía es complicada. Creemos se reserva a los expertos. Pero también pienso que a todos nos atrae la filosofía porque trata temas vitales que son absolutamente importantes, como el amor, la vida, la muerte, la justica, la libertad, la política, el futuro, el comportamiento humano, la ética… En fin, muchísimas cosas que nos conciernen a todos. En un diálogo que se llama el «Menón», Platón presenta a su maestro Sócrates. Y para demostrar que cada uno podemos distinguir la verdad de la mentira, Sócrates interroga a un joven esclavo. Un esclavo joven que evidentemente es analfabeto, tiene diez o doce años, muy joven, y le pone un problema de geometría que, por supuesto, el niño falla. Luego, el niño comprende por qué ha fallado y da con la respuesta correcta. ¿Eso qué significa? Significa que cualquiera sin conocimiento, sin ser adulto o maduro, todo ser humano tiene esta capacidad de comprender por qué algo es mentira y por qué algo es verdad. Y el esclavo lo entiende por sí mismo, dentro de su propia razón, su propia cabeza. Este niño no dice «Es verdad» o «Es mentira» porque le peguen, porque lo amenacen o porque lo vayan a recompensar si dice que es verdad.

16:36

No. Lo entiende de verdad él solo. Y, al final, eso es lo esencial de la filosofía, que está dirigida a todos y no hay que temer a las grandes preguntas porque otra cara de la filosofía que no hemos mencionado aún es que se basa en el asombro. Eso decía Platón, lo decía también Aristóteles y lo ha dicho más recientemente Jankélévitch (yanquélevich). Todos los grandes filósofos, a lo largo de la historia, han insistido en ello. ¿Qué significa que la filosofía se basa en el asombro? Significa que debemos salir de la rutina, o sea, de la vida cotidiana, de una serie de cosas como hacer la compra, recoger a los niños del colegio, lavar los platos, ir a trabajar, salir otra vez… Bueno, en cierto modo, salir de unos programas que se suceden de manera habitual y sin preguntas. Y la filosofía consiste en decir: «¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué esto es así? Qué raro. Y ¿qué tipo de problemas plantea esto?». Entonces, si todo resulta familiar, si todo se desarrolla como una rutina, no tendremos más preguntas. Tenemos que empezar por asombrarnos y preguntarnos por qué vivimos y por qué el mundo es como es. Bueno, todos los niños lo hacen.

18:06

Y creo que los filósofos han conservado algo de este asombro infantil, pero nosotros también tenemos que asombrarnos. Y algo que he intentado hacer siempre a través de varios medios es hacer pequeños gestos, cositas extrañas precisamente para asombrarme, para romper con la rutina del día a día, y que constituyen el punto de partida de la filosofía. Ya luego podemos hacer preguntas y leer a otros autores, pero siempre el punto de partida es preguntarse por qué esto es así. En cierto modo, hay que despegarse de las acciones habituales.

18:49
Mar Esteban. Hablando de los juegos de fe precisamente, usted ha utilizado la filosofía como un juego de fe, como ya ha mencionado, ha escrito un libro, «101 experiencias de filosofía cotidiana», en el que propone experimentos, experiencias, para jugar un poco con la filosofía. ¿Podría recomendarnos dos o tres experimentos?

19:11
Roger-Pol Droit. Pues es verdad que es un libro un poco particular en el que invento sin una experiencia de la filosofía diaria, es decir, sin hacer gran cosa, para experimentar el problema de una pregunta filosófica en vez de plantear la pregunta de forma abstracta. Si yo pregunto: «¿Tenemos una buena representación de la realidad en la cabeza?», cualquiera se pondrá a bostezar, no sabrá a qué me refiero y no le parecerá muy interesante. Pero si digo: «Intente pelar una manzana en su cabeza», la instrucción es que se lo imagine exactamente como si viese un vídeo mental y tendrá que elegir una variedad de manzana. Tendrá que elegir si es una Granny Smith, Pink Lady… Bueno, habrá que elegir la variedad. Luego, de esa variedad elegirá una manzana concreta. Todas son distintas, incluso dentro de la misma variedad de manzana. Entonces, ¿está un poquito tocada aquí o allá? ¿Está dañada por acá? ¿Tiene un color distinto? Y luego, elegirá un cuchillo. ¿Es un cuchillo de sierra? ¿Un cuchillito plano? Bueno, tiene que saber la manzana y el cuchillo concretos y ahora elegir la manera de pelar. ¿La pelará de una sola vez mientras la gire? ¿La pelará en vertical varias veces? Ahora, empezará a pelar, pero, ojo, no puede equivocarse. La piel tiene que estar entera de principio a fin. Salvo que sea una extraterrestre, no lo va a conseguir. Es imposible.

21:08

No he conocido a un solo ser humano que sea capaz de pelar mentalmente una manzana entera, sin haberla transformado ni nada, con el cuchillo exacto, de un modo que no falle, en un solo plano o, mejor dicho, en una sola imagen. ¿Qué significa eso? A partir de ahí, después de este juego, podemos hacer las preguntas que queramos. Yo no. Para mí, es un detonante para reflexionar, pero usted se dará cuenta de que no es capaz de reproducir una realidad tan simple como pelar una manzana de forma fiel, exacta y completamente auténtica. Por tanto, se dará cuenta de que nuestra percepción de las cosas, nuestras sensaciones físicas son vivas, intensas y precisas. Pero en cuanto intentamos replantearnos el mundo y reproducirlo en nuestra cabeza, vemos que es algo más aproximado, más vago, hay unos márgenes de incertidumbre. Entonces, ese es un primer ejemplo de estas pequeñas experiencias. Otro ejemplo estas experiencias sería preguntar si las palabras y las cosas se corresponden de forma exacta. Es más una pregunta para una clase, para la universidad, para una tesis de filosofía. Pero si digo: «Escoja algo que lleve encima, un botón, el reloj, un lápiz… Y luego, vacíe el significado de la palabra». Usted va a mirar el lápiz, por ejemplo, y va a repetir: «Lápiz, lápiz, lápiz, lápiz, lápiz, lápiz, lápiz». Es como un juego de niños. Los niños lo hacen y, cuando lo hacemos nosotros, enseguida nos percatamos de que, si lo repite veinte, treinta, cuarenta veces, la palabra se deseca.

23:08

Ya no tiene sentido. Pierde la adherencia, su pegamento por así decirlo, al objeto y en la mano solo nos queda un trocito de plástico o de madera y la palabra que se cae se deseca. Ya ve que solo con esta repetición, esta pequeña experiencia, nos damos cuenta de que la relación entre las palabras y las cosas no es necesariamente fija, no es imposible separarla. Y, por lo tanto, podemos reflexionar a partir de ahí sobre la relación entre las palabras y las cosas, sobre cómo articulamos nuestros pensamientos. Es un libro que se me fue de las manos, me atrevería a decir, porque ha sido traducido a 24 idiomas, años más tarde me enteré de que había clubes de estudiantes que jugaban y comparaban sus resultados y tal. Pero sobre todo yo quería hacer un libro en el que las preguntas filosóficas… No es un libro de filosofía, sino un libro que te prepara, que te guía hacia la filosofía. Y quería que los lectores experimentaran estas cosas extrañas e insólitas, esta desvinculación, para luego crear su propio camino. Como ve, es siempre la misma idea. Yo no les digo adónde ir.

24:40

En un momento de la introducción, digo o pregunto: «¿Adónde quieres ir?» o «¿Qué quieres hacer?», y respondo: «Pues ahí vas a ir». Entonces yo no les enseño el camino, sino que les doy el impulso, el detonante, y con esta mecánica cada uno toma su camino.

La filosofía no da la felicidad...ni falta que le hace. Roger-Pol Droit
24:59
Mar Esteban. Si tuviera que explicar un concepto filosófico clave a una persona normal y corriente, ¿cómo lo haría de forma amena y agradable?

25:11
Roger-Pol Droit. Pues hay muchos conceptos posibles. Pero no elegiría un concepto filosófico muy técnico. Pero algo que me parece absolutamente esencial y tan importante como el asombro, hemos hablado antes del asombro como primera condición de la filosofía, es la segunda condición que es en última instancia el diálogo. Y le preguntaría a esa persona normal y corriente si sabe qué es el diálogo, si cree que sabe lo que es. Pero considero que hay muchas cosas que añadir ahí porque, en general, creemos que un diálogo se da entre una persona y otra, o sea, dos personas que hablan. Pero, cuando hablamos de un monólogo, como en el teatro o la vida, es solo una persona que piensa o dice en voz alta lo que piensa, etcétera, mientras que en un diálogo hay dos personas, como usted y yo que estamos hablando ahora. Pues no. En absoluto. «Dia» en griego no significa «dos». Si nos referimos a dos personas, diríamos que es un «duólogo». «Monos» en «monólogo» es «uno solo», pero «dia» significa «a través». Entonces no sirve porque somos dos los que hablamos, si bien es cierto que se usa «diálogo» para referirse a eso. El diálogo puede ser entre tres, cuatro, cinco personas. Debe esencialmente pasar a través de las palabras, los pensamientos y los argumentos, ya que en griego la palabra «logos» significa tanto «pensamiento» como «palabra» y «razonamiento».

26:58

Se trata de avanzar en nuestra reflexión a través de las palabras, los argumentos y las oposiciones. Y el diálogo no se da solo en filosofía, no quiere decir que es una mera charla donde todos estamos de acuerdo. En absoluto. Hay que avanzar contraponiendo una idea a otra, aunque seamos tres o cuatro personas las que discrepemos a menudo. Al final, lo importante es crear nuestro camino a través de este diálogo, esta confrontación. Platón decía en alguna parte que el pensamiento es el diálogo del alma consigo misma. ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que, aunque esté yo solo, aunque no haya nadie a mi alrededor, soy varias personas en mi pensamiento porque me contradigo. Cuando decimos «pensar contra sí mismo» es como decirnos: «No, no tiene por qué ser así». Aunque esté yo solo o no hable, al pensar filosóficamente, yo dialogo en el sentido de que soy yo mismo, pero también soy otro que dice: «No, a lo mejor te equivocas».

28:13

Observamos nuestros propios pensamientos, los analizamos y los criticamos. Y esto es lo que le diría a una persona normal y corriente sobre el diálogo, que es fundamental, cuando queremos reflexionar, empezar a analizar estas ideas. Es lo que hacía Sócrates en los diálogos de Platón que precisamente se llaman así. Como avanzamos a través del debate y el intercambio de ideas, se trata de coger nuestras ideas y analizarlas. Y esa podría ser otra definición de la filosofía. No consiste en tener ideas. Todo el mundo tiene sus opiniones, sus puntos de vista. No se trata de saber defenderlas. Si usted me contradice algo, yo sabré contestarle. No estaríamos haciendo filosofía, sino debatiendo. Pero empezamos a hacer filosofía si observamos nuestros propios pensamientos y los de los demás, y los ponemos a prueba. Nos preguntamos si se sostienen, de qué están hechas, cómo podemos descifrarlas, me atrevería a decir, cómo desmontarlas, vaya. O, en cambio, ¿son perfectamente homogéneas y coherentes? Eso es la filosofía. No va de tener ideas, sino de ponerlas a prueba y analizarlas precisamente a través del diálogo.

29:30
Mar Esteban. Y ¿cómo podemos combinar la filosofía y el humor?

29:34
Roger-Pol Droit. Yo creo que la filosofía y el humor van muy bien juntos. Algunos lo evitan y otros dicen que el humor es una de las grandes herramientas de la filosofía. Pero a menudo creemos que para abordar seriamente un tema hacen falta unas palabras muy complicadas, un ambiente muy serio y tal. Y, sin embargo, podemos ponernos extremadamente serios por la importancia del tema y a la vez ser agradables, divertidos y graciosos. No hay contradicción. Es un error creer eso. Hay cosas aburridas que no suscitan ningún interés y hay cosas divertidas, graciosas, que tienen una profundidad enorme. Afortunadamente, muchos filósofos lo han sabido. Incluso si leemos los diálogos de Platón, no son nada aburridos. Son un tipo de comedia con personajes, con momentos donde están serios y otros donde se ríen y beben. Y Pascal, Blaise Pascal, el gran filósofo francés del siglo XVII, un cristiano y gran clásico, tiene una página que me gusta mucho donde dice que no se tomaba en serio lo que decían Platón y Aristóteles y que tampoco hay que verlos como unos pedantes con unas togas enormes, o sea, como unas personas pretenciosas, arrogantes y aburridas. Y hay muchos filósofos de la antigüedad que son muy divertidos, como por ejemplo Luciano de Samósata que escribió cuentos o Voltaire. Están por supuesto Voltaire, Diderot…

31:29

Hay muchos filósofos, como Nietzsche, que han utilizado el humor, la provocación, la burla y la crítica no solo para reírse, sino también para encontrar en la risa o la provocación algo que incite al pensamiento. Debe haber maneras, y he intentado hacerlo en algunos libros míos, de provocar risa o, al menos, de sorprender, que no sean simplemente unos juegos, sino unos juegos que inciten a la reflexión. Y eso es lo que me parece más interesante. En cualquier caso, no hay que pensar que vamos a aburrirnos necesariamente con la filosofía o que hay que aburrirse para que sea interesante. No, en absoluto. Tampoco significa que vayamos a reírnos de todo, todo el tiempo, y tal, pero una cuestión puede ser increíblemente seria, como la muerte o el final de la vida, sin tener que ponerse a llorar o simplemente calentarse mucho la cabeza para reflexionar sobre ello.

32:39
Mar Esteban. Bien, ¿tiene usted alguna anécdota o algún ejemplo de cómo la filosofía ha influido positivamente en la vida de una persona?

32:47
Roger-Pol Droit. Bueno, voy a elegir de entre todos los filósofos porque, al fin y al cabo, primero, es el caso de todos los filósofos, y segundo, podría ser el caso de cualquiera de nosotros en el cual el ejercicio de la filosofía tiene unos efectos quizá no muy grandiosos o radicales, pero al menos sí unos efectos positivos o visibles sobre el curso de nuestra vida, la elección de nuestras decisiones o nuestros pensamientos. Pero seguramente elegiría la figura de Diógenes. Diógenes, también llamado Diógenes el Cínico porque pertenecía a esta escuela de la antigua Grecia, que vivía en una tinaja y, sobre todo, a quien le preguntaron: «Bueno, ¿a ti qué te ha aportado la filosofía?». Y él contestó: «Estar preparado para todo. No sorprenderme por nada». En otras palabras, estar curtido en cierta manera, listo para reaccionar ante una gran variedad de cosas. Y Diógenes puso en acción los preceptos de su escuela filosófica, a veces de forma extremadamente provocadora. Se masturbaba en público, robaba comida de los templos, orinaba en los salones… En fin, un personaje sumamente provocador que comparado con los «beatniks» de los años 60 o 70, estos no eran gran cosa. Tampoco digo que haya que imitarlo o que todo el mundo deba vivir así la filosofía, pero sí que es un ejemplo extremo, por así decirlo, de una vida filosófica totalmente aplicada a la existencia cotidiana.

34:43

Luego, los hay más tranquilos, como Sócrates por supuesto, que fue el primero en verse afectado por su propia filosofía porque murió por ella, fue condenado a muerte por la ciudad de Atenas. Y Platón llamaba a Diógenes un «Sócrates delirante», es decir, en definitiva, iba más allá de todas las comodidades, los decoros y las normas de cortesía. Ese es el ejemplo que yo elegiría, pero evidentemente hay muchos otros. A lo largo de la historia de la filosofía, creo que todos los filósofos se han visto influidos, de un modo u otro, por el pensamiento. Esa sería la naturaleza de toda filosofía, el servirse de la reflexión para responder a la pregunta de cómo vivir y para cambiar nuestra propia vida.

35:40
Mar Esteban. También tiene un libro en el que habla sobre el espíritu de la infancia. ¿Qué es para usted el espíritu de la infancia?

35:49
Roger-Pol Droit. El espíritu de la infancia es a menudo… Bueno, para mí no es a menudo. Pero sí que es un concepto que se utiliza a menudo, sobre todo en el pensamiento católico o cristiano. Cristo dijo: «Dejad que los niños vengan a mí». También el espíritu de la infancia de santa Teresa de Lisieux y cosas así, como si solo se tratara de la inocencia, el candor, la ingenuidad, la novedad de la mirada… En fin, todo eso. Considero que es muy importante el espíritu de la infancia, pero es más complejo y rico que esta imagen únicamente de inocencia y candor. En este libro, «Esprit d’enfance», he intentado explicar este patrimonio y la importancia del espíritu de la infancia para la creatividad. Un ejemplo sería el juego. Creemos que los juegos están para divertirse. Pero miremos a los niños. Cuando juegan, viven lo que juegan, construyen un universo. El juego es algo muy serio. En principio, implica una serie de reglas. Me acuerdo de cuando mi hija era pequeña y jugaba a los piratas. Y se pasó con sus amigos unas diez horas explorando la isla de los piratas. Estaban todos sumergidos en ese mundo, en esa burbuja del juego, con sus reglas. Los piratas debían hablar de cierta manera, debían hacer ciertas cosas… Todos los juegos implican unas normas y una especie de construcción del mundo. Y, si lo pensamos un momento, es sin duda el proceso de todas las creaciones. Hay unas normas para los sonetos de poesía, unas normas para los guiones de Netflix… Siempre hay normas y, a partir de estas normas, empezamos a crear cosas.

37:48

Si por ejemplo dijéramos que, en vez de hacer esta entrevista, estamos jugando a ser entrevistadora y entrevistado, estamos jugando muy en serio e intentamos hacerlo lo mejor posible, entonces siempre estaríamos jugando hiciéramos lo que hiciéramos. Y, si encontramos este espíritu de la infancia, del juego, entonces yo estoy jugando a ser filósofo, uno juega a ser escritor, otro juega a ser contable y hay otros que juegan a ser médicos. No jugamos mucho a ser enfermos porque, bueno… Pero existe esta idea de que, al final, siempre estamos atrapados en unos roles sociales, en unos juegos, y de que no es en absoluto una mera máscara, sino que este juego forma parte de la creación de la existencia. Y una de las otras grandes dimensiones del espíritu de la infancia es también la primera vez. Es lo que yo llamo la frescura renovada. Estoy seguro de que todos lo habéis hecho alguna vez, incluida usted, el hacer muecas para que un niño se ría. Lo hace dos veces, se ríe. Lo hace 102 veces, se sigue riendo. Pero usted ya está harta. A usted ya no le hace gracia, entonces para.

39:05

Pero ahí está esa frescura de la primera vez que los adultos en su mayoría evidentemente han perdido. Pero uno de los posibles ejercicios es intentar encontrarla. Si la encontrase, aunque no del todo, pero si lo hiciera… Por ejemplo, si quisiera hacer el amor por primera vez con alguien con quien ha vivido durante diez, veinte o treinta años, o probar por primera vez el vino que más le gusta, o ver por primera vez su cuadro favorito o el lugar al que más cariño le tiene. Existe esta capacidad de refrescar la mirada, la sensación, que tienen los niños y que debemos conservar a través del espíritu de la infancia.

La filosofía no da la felicidad...ni falta que le hace. Roger-Pol Droit
39:55
Mar Esteban. Por último, ha escrito un libro en el que plantea una pregunta muy directa. El libro se titula «Si sólo me quedara una hora de vida». Entonces voy a hacerle esta pregunta. Si solo le quedara una hora de vida, ¿qué haría en ese tiempo?

40:12
Roger-Pol Droit. Si solo me quedara una hora de vida, seguramente no seguiría con esta entrevista, aunque me alegra mucho estar aquí. Pues creo, igual que todo el mundo, que besaría a mis seres queridos, quizá iría a contemplar el horizonte por última vez. En el libro que menciona, yo mismo me he valido de este ejercicio mental. Por supuesto, no me inyecté nada ni morí a la hora. Fue un ejercicio mental en que pensé: «Si no estuviera enfermo, estuviera en plenas facultades, tanto como pudiera, y supiera que en 3.600 segundos muriera, ¿qué haría?». Y entonces me lo imaginé. Y, por supuesto, sé que cada uno tiene su respuesta, es algo muy íntimo. Algunos querrían hacer el amor por última vez, otros contemplarían el océano, otros irían a ver a sus seres queridos o se suicidarían cuanto antes porque es muy angustiante. Habría mil respuestas. La mía fue imaginar que empleaba esa última hora para recopilar lo que había comprendido y lo que no de la existencia. Así, en una hora, sería como decir: «¿Cómo sería su evaluación final de la vida? ¿Qué ha entendido y qué no?». Y en este libro, también he defendido la idea de que ignoramos terriblemente lo que son las cosas. O, al contrario, que la filosofía tiene más que ver con el amor al saber, al conocimiento. He defendido esta idea de que ignoramos muchas cosas y que debemos ser conscientes de esta ignorancia para seguir progresando. Hay una paradoja y es que cuanto más sabemos más ignorantes somos.

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El conocimiento mismo aumenta la ignorancia, cuando normalmente pensaríamos que la reduce. Pero no. Cuanto más sabemos sobre el universo, por ejemplo, más preguntas nos hacemos. Un ejemplo serían los agujeros negros. Sabemos poco, pero no sabíamos en absoluto hace 150 o 200 años que los agujeros negros existían en el universo. Entonces, como tenemos más conocimiento, también tenemos más ignorancia y más conocimientos que descubrir. Y una de las cosas que me ha enseñado la filosofía es que me gustaría compartir con los demás que no sabemos mucho y que evidentemente debemos trabajar para saber más. Pero, al mismo tiempo, trabajar para soportar nuestra ignorancia y aceptar que no sabemos. De lo contrario, estaremos ante un fantasma de nuestro tiempo que es el fantasma de los expertos, el «yo lo sé todo». Ya sabemos que los expertos son muy respetados por sus conocimientos técnicos y tal, pero el experto es algo muy pequeño. Sabe mucho sobre algo muy pequeño. Y, como seres humanos, sabemos muy poco de las grandes cosas.

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Mar Esteban. Muchas gracias. Ha sido, de verdad, un enorme placer.

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A usted, muchas gracias. Hasta luego.

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Mar Esteban. Hasta luego.