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Cómo ayudar a tus hijos a afrontar los cambios

Pilar Jericó

Cómo ayudar a tus hijos a afrontar los cambios

Pilar Jericó

Escritora y divulgadora


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Pilar Jericó

Ayudarnos a identificar y conquistar la emoción del miedo es uno de los grandes objetivos de Pilar Jericó. Es doctora en Organización de Empresas y posee una amplia formación internacional con estudios de especialización en Harvard y en la Universidad de California, entre otras. Escritora, profesora en la Universidad Carlos III y en diferentes escuelas de negocio, de forma paralela a su actividad docente, Pilar Jericó se dedica a la divulgación sobre temas como el desarrollo personal y el liderazgo a través de conferencias y colaboraciones en medios como El País. Jericó ha sido galardonada como una de las 100 Mujeres Líderes en España. Pilar hace hincapié en títulos como ‘No Miedo’, ‘Poderosamente frágiles’, ‘¿Y si realmente pudiéramos?’, en la educación y la confianza como el mejor antídoto para enfrentarnos a nuestras incertidumbres cotidianas, y de esta manera, aprender a educar en el “no miedo” a nuestros hijos: “Nuestros hijos son nuestros maestros, son nuestros espejos de aquellas dificultades que a veces tenemos”. La cultura, la educación y los refuerzos positivos son capaces de gestionar los miedos innatos, concluye Jericó.


Transcripción

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Pilar Jericó. Hola, soy Pilar Jericó. Muchas gracias por tener la oportunidad de estar con todos vosotros y con todas vosotras hablando de una de mis grandes pasiones, que es la educación. Para hablar de la educación me gustaría comenzar con una cita, con una frase que leí en el libro de El Principito que decía: “Todas las personas mayores antes fueron niños”. Claro. ¿Un niño qué es? Un niño es una posibilidad, es un mundo de grandes posibilidades. Pero, ¿qué es lo que permite que un niño, ya de mayor, sea una gran persona, una buena persona, o se quede por el camino? Lo que define un camino u otro es, precisamente, la educación. La educación que recibe en casa, la educación que recibe en la escuela, la educación que recibe en todo el contexto. El alcanzar una posibilidad u otra va a depender de nosotros, de lo que hagamos como adultos, nosotros como padres, nosotros como educadores.

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¿Y cómo podemos despertar la grandeza en nuestros hijos? Y cuando hablo de grandeza, no hablo de la grandeza de éxitos profesionales, de éxitos financieros… No hablo de esa grandeza, hablo de una grandeza más importante, la grandeza de espíritu. La grandeza que nos permite tener una vida con sentido, el coraje para tener una vida en la que nosotros somos los protagonistas de la misma. Cuando no caemos en la queja, cuando no caemos en la culpa, cuando en el fondo, como diría la madre de Nelson Mandela, creamos un mundo mucho mejor de como lo encontramos. Esa es la grandeza, la grandeza de espíritu, que para eso hace falta coraje. Coraje, que es una palabra que viene de la palabra corazón, porque hace falta desarrollar ese corazón, querer. Pero claro, ¿qué hacemos para que nuestros hijos tengan grandeza, para despertar en ellos esa fuerza? Pues el comienzo empieza en nosotros.

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Nosotros como padres. Nosotros no podremos despertar la grandeza en nuestros hijos si no la despertamos previamente en nosotros. Nuestros hijos son nuestros maestros, son nuestros espejos de aquellas dificultades que a veces tenemos. ¿Cómo vamos a pedir a nuestros hijos que gestionen el conflicto si nosotros no sabemos hacerlo? ¿Cómo vamos a pedir a nuestros hijos que digan las cosas con cariño si nosotros no sabemos tratarnos con cariño? Poder desarrollar la grandeza interna es el primer paso para la educación. Educarnos a nosotros mismos también, porque solo desde ahí podremos despertar la fuerza, el coraje que sea lo que inspire a nuestros niños. Esto me recuerda a una de las experiencias que yo leí que más me impactaron, la biografía, precisamente, de Thomas Alva Edison. Edison nació en 1847, en Ohio, pero a la edad de siete años fue trasladado junto con toda su familia a Michigan, una ciudad muy fría. El era el séptimo, el más pequeño de todos los hermanos.

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Pues bien, entró en el colegio público, pero tan solo estuvo 12 semanas, porque al cabo de esas 12 semanas el pequeño Thomas llegó a casa con una cartita que le dijeron en el colegio que solo se la podía dar a su madre, que solo la podía leer ella. Y Thomas, cuando se la dio no sabía lo que había, lógicamente. La señora Edison abrió la carta y la leyó, y comenzó a llorar. El pequeño Thomas, se quedó preocupado: “¿Qué pasa, mamá? ¿Qué pasa?”. Ella se recompuso y le dijo: “Thomas, ¿sabes lo que dice la carta? Que eres un genio, que eres un genio y que en el colegio no te pueden enseñar más, que tengo que enseñarte yo”. Bueno, y ahí empezó a ser ella, la madre, la propia profesora. Así, poco a poco, hasta que Thomas a los 11 años devoraba la literatura, leía libros y leía libros.

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A los 12 ya empezó a emprender sus primeros caminos en pequeños proyectos, así poco a poco. Hasta que empezó con la vida de ser un inventor. Bueno, a la edad de 24 años la madre de Edison murió y Thomas, junto con sus hermanos, recogió las cosas y encontró aquel pedacito de carta que le había llevado cuando él era pequeño del colegio. Cuando abrió la carta para recordar lo que su madre había dicho, en ese momento, Thomas fue quien lloró porque la carta no decía lo que su madre le había dicho, la carta decía: “Thomas es un niño enfermo mentalmente, no le permitimos que vuelva al colegio”. Eso es el coraje y la grandeza de una madre o de un padre. Ese es el coraje de poder ver más allá de las etiquetas. La grandeza que tenemos como padres consiste en ver la grandeza en nuestros hijos.

La educación es el mejor antídoto contra el miedo. Pilar Jericó
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Y ese es el camino que tenemos en la educación, despertarlo dentro de nosotros. Darnos cuenta que a veces tenemos conflictos, dificultades, como decía: “Nuestros hijos son nuestros espejos”. Esas dificultades están en nosotros, pero en la medida en que cada uno de nosotros, siendo padres, siendo educadores, podamos conectar con la grandeza, podamos conectar con nuestra vulnerabilidad, aprendamos a perdonarnos, aprendamos a vivir la vida de una manera mucho más delicada, en ese momento estaremos despertando la grandeza en nosotros y la grandeza en ellos. Y este es el gran camino de la educación. Educar el corazón para despertar la grandeza. Y de esto es de lo que venimos a hablar, de educación, y a escucharos a vosotros con las preguntas y las posibles reflexiones.

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Juan. Hola, Pilar. Me gustaría que nos hablaras de la autoestima con nuestros hijos. Que nos dieras una serie de pinceladas para ver cómo somos capaces de cuidar de la autoestima de nuestros hijos.

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Pilar Jericó. Muchas gracias por la pregunta. Es una pregunta absolutamente fundamental. ¿Cómo generar autoestima en nuestros hijos? Como decíamos antes, la autoestima en nuestros hijos primero tenemos que buscarla nosotros. La autoestima es un proyecto de vida. De hecho, yo creo que vamos siempre trabajando sobre ella, porque nos vamos encontrando diferentes escollos que nos ponen un poco en vilo esa autoestima. Para cultivarla, el mejor camino, desde mi punto de vista, es conectando con la vulnerabilidad. Curiosamente, con aprender a querernos tal cual somos. Y es curioso porque las personas que flaquean en autoestima tienen dos tendencias, y además son dos tendencias opuestas. Una de ellas es sentirse hundido y que no valen para nada, y otra es que son los mejores del mundo. Ambas tienen el mismo problema, un exceso de falta de autoestima. ¿Qué podemos hacer nosotros?

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Lo primero de todo es reconocer cómo somos. Aprender a querernos tal cual somos. Y eso vamos a enseñárselo a nuestros hijos. Por eso es bueno, de alguna manera, hablar de nuestros errores. Naturalizar el error. La autoestima no tiene por qué estar vinculada, como decíamos, al éxito. No, la autoestima es querernos como somos. Otro aspecto importante que tenemos que trabajar para cultivar la autoestima en nuestros hijos es no decirles que lo hacen todo muy bien, muy bien, muy bien, hagan lo que hagan. No, porque además, con eso se comprueba que en el cerebro, si estás continuamente con el halago, la dopamina, que es fundamental para el aprendizaje no se activa, porque ya estás presuponiendo que te van a reconocer. Por lo tanto, no tenemos que estar siempre diciendo lo bien que lo hacen. Hay que apoyarles, pero cuidado con eso. Tercero y muy interesante, despertar el sentido del humor. Cuando nos equivocamos, cuando nos confundimos, aprender a reírnos de nosotros mismos porque el sentido del humor es uno de los elementos más poderosos para despertar la autoestima.

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Si queremos que nuestros hijos tengan una mayor autoestima, tenemos que comenzar con nosotros, con nuestra vulnerabilidad, aceptando cómo somos. No estando continuamente alabando: “Lo haces muy bien, muy bien”. Cuidado con la dopamina del cerebro, ya lo decíamos. Y otro elemento importante para la autoestima es la perseverancia. Hasta para aprender a querernos tenemos que ser perseverantes. Y esto se comprueba en un montón de éxitos de personas que lo han alcanzado como, por ejemplo, Disney. Nadie creía en Disney, nadie le daba un trabajo. Los Beatles, tuvieron que hacer no sé cuantísimas audiciones porque nadie les concedía la oportunidad de hacer un disco. Incluso la autora de Harry Potter se encontró con 12 editoriales que le dijeron un “no” rotundo. Es decir, la perseverancia es uno de los elementos que nos van a reforzar, precisamente, nuestra autoestima.

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Porque no vamos a hacer una vida que sea un ganar, un sí y un no, que hago solo una apuesta y si gano tengo autoestima y si pierdo no. No. La autoestima se logra cuando yo sigo luchando, cuando yo sigo perseverando, cuando yo creo en mi sueño y lucho por él. Eso es lo que nos ayuda a, de alguna manera, ir construyendo esa autoestima. Independientemente de lo que el mundo nos diga, sino aprender a querernos a nosotros mismos. En el fondo, aprender a querernos a nosotros mismos es un camino y un romance que dura toda la vida.

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Cintia. Hola, Pilar. Encantada, mi nombre es Cintia. Mi pregunta iba orientada hacia las reflexiones superinspiradoras acerca del silencio y de la escucha. Que creo que hoy en la sociedad en la que vivimos son superimportantes, así que me gustaría que compartiera con todos nosotros alguna de ellas, por favor. Muchas gracias.

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Pilar Jericó. Todo lo que está relacionado con la escucha genera buenas conversaciones. Hoy por hoy, si queremos cambiar nuestro mundo, necesitamos cambiar nuestra conversación. Que sean conversaciones más amables. Conversaciones hacia afuera y conversaciones hacia nosotros mismos. Y para generar conversaciones que realmente nos nutran, que realmente sean positivas y amables, necesitamos aprender a escuchar. Y eso significa aprender a estar en silencio. Como dijo Churchill: “Hay que tener coraje para levantarse y hablar, pero hay que tener aún más coraje para sentarse y escuchar”. Y eso lo dice además en el libro Mónica Galán, que explica precisamente cómo la clave de los grandes oradores está en el silencio. Esto lo podemos aplicar en nuestro día a día, lo importante del silencio es que hace que el que tengamos enfrente se sienta importante. Que el que esté delante crea: “Ostras, me está valorando porque me está escuchando”.

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Con nuestros hijos es especialmente significativo, para eso tendremos que sentarnos y escucharlos. Escucharlos de una manera activa, presente. ¿Y eso cómo lo hacemos en un mundo en el que vamos corriendo? En un mundo en el que estamos enganchados al móvil, a los problemas, a las preocupaciones, a todo. Bueno, cuando estemos con nuestros hijos, es importante darles ese tiempo de calidad para que se sientan ellos los protagonistas. Y eso lo logramos cuando quitamos, primero, las distracciones. Por ejemplo, a la hora de la comida que no haya televisión. Que no haya móviles, que no haya nada que interrumpa, que lo más importante sea la conversación, la comunicación, darnos tiempo para nosotros. Hacer un repaso. “¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? ¿Qué tal estás? ¿Qué has hecho hoy?”. Un repaso simple, para poner en evidencia, para darle palabra a nuestro estado de ánimo. Eso significa que, como padres, tendremos que aprender a preguntar, pero lo que es más importante, aprender a escuchar.

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Aprender a escuchar desde la presencia, desde nuestro lugar. Y eso lo logramos cuando saboreamos, cuando le prestamos atención también al lenguaje no verbal, porque podemos decir: “Oye, me interesa mucho lo que me estás diciendo, esto es genial”. Y estás mirando a otro lado o estás con el móvil: “Está muy interesante”. ¿Pero qué va a pensar nuestro hijo? Por lo tanto, el silencio es la gran arma que tenemos para hacer sentir importante al otro.

12:27
Laura. Hola, Pilar. Mi nombre es Laura, yo soy madre de una niña de 12 años y uno de los temas más delicados en nuestra relación es el tema de los límites. Bueno, en nuestra relación con los hijos y, en general, con los demás. Hay veces que no sé si estoy siendo muy blanda, o si me estoy enfadando muy pronto. Entonces, ¿se puede aprender a decir que no sin llegar siempre a las discusiones?

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Pilar Jericó. Hay que aprender a decir que no. Los seres humanos somos mamíferos, mamíferos sociales que vivimos en sociedad, y por lo tanto tenemos que vivir y convivir con ciertos límites, y esos límites los necesitamos aprender desde casa. Los padres tenemos que poner límites, aunque nos cueste, aunque nos duela. Sobre todo, si a veces dices: “Jo, es que no paso mucho tiempo en casa, ¿cómo voy a decirle que no porque me cuesta?”. O incluso padres separados que luego se encuentran con sus hijos y tienen esa sensación de querer agradar en todo. Y ahí estamos haciendo un flaco favor si no somos capaces de poner límites. Límites en valores, límites en lo que cada uno considere, pero la buena educación parte de dar espacio, de dar todo el margen de maniobra, de creatividad y libertad, pero cuidando los límites. ¿Y cómo lo podemos hacer nosotros como padres?

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Primero de todo, gestionando la culpa, la sensación de culpa. “Fíjate, lo estaré haciendo bien, lo estaré haciendo mal”, porque a veces tenemos ese discurso interior que tanto daño nos hace. Otro aspecto importante para saber decir “no”, es hacerlo partiendo de un objetivo claro. Además, a una niña de doce años, imagínate, antes de que empiece el curso podéis definir vosotras vuestros propios límites. Los objetivos y los límites que no estás dispuesta, como madre, a que ella supere. Y ese es un acuerdo, un acuerdo previo al que se puede hacer. Un acuerdo que puede implicar un éxito, un reconocimiento si se hace o una penalización si no se hace. Ese es un acuerdo al que tenéis que llegar a priori. De manera que cuando esta persona, en este caso tu hija, cometa cualquier error o haga lo que sea, pero traspase esa barrera, ese límite, ya sabe a priori que ha sido un compromiso mutuo que está rompiendo.

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Por lo tanto, saber decir “no” es algo importantísimo, porque nosotros cuando decimos “no” estamos diciendo “sí” a otras cosas. Por ello, ¿yo qué haría? Definiríamos previamente un acuerdo de objetivos. Segundo, gestionaría bien esa culpa que a veces tenemos como padres. Y tercero, incluso le invitaría a una negociación. Y eso me pasa hasta con mi hijo de dos años. Si mi hijo de dos años es capaz de negociar, yo creo que la negociación es inherente al ser humano. El otro día, Hugo, tiene dos años, quería algo. Estaba comiendo, pero quería algo y yo no quería dárselo porque estaba comiendo. Y estaba muy pesado. Y le dije: “Negociamos algo, te comes el primer plato, y en el segundo te dejo que vayas a buscarlo y te comes el segundo”. Oye, mano de santo. Empezó a comer y ya llegó al segundo me miró y dije: “Ya lo sé, es una negociación”. Y chocó los cinco. Y así fue.

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Es curioso porque le puse un límite, yo quería que él comiera, pero me di cuenta que quizá estaba demasiado cansado, que para él era demasiado. Pero de alguna manera flexibilizas un poquito y consigues el objetivo, y le enseñas algo importante: esto es “no”, pero puedes conseguir “sí”, si haces otra cosa a cambio. Y esa es la negociación. Tenemos que enseñar a nuestros hijos desde la tierna infancia a que aprendan a negociar. Y eso lo logramos si nosotros sabemos que este es el límite que no puedes traspasar, o si lo quieres traspasar es a cambio de otra cosa. Y eso depende del objetivo que nosotros pongamos a priori.

16:33
Enrique. Hola, Pilar. Soy Enrique. Tengo una niña, y como padre… bueno, yo creo que todos los padres y madres tenemos miedos, tenemos inseguridades, tenemos dudas de cómo estamos ejerciendo esa labor de educar. Te quería pedir algún consejo para que esos miedos y esas inseguridades que nosotros tenemos no acabemos trasladándoselas a ellos.

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Pilar Jericó. Todos tenemos inseguridades. Absolutamente todos, a algunos se les nota más, a algunos se les nota menos, algunos lo han trabajado más, otros lo han trabajado menos. Ahora bien, ¿qué podemos hacer? Bueno, yo primero acepto que tengo esta inseguridad. Primero reconocerla, no taparla, porque no se puede trabajar nada que negamos. La negación es el principal problema en la educación. Aceptar que existe, ese es un paso. Y la pregunta es, ¿y yo qué hago con esta inseguridad? ¿Cómo puedo reciclar, cómo puedo aprovechar esta inseguridad que a mí me genera en algo positivo? Pues bien, un pequeño truco es utilizarlo como fuerza en el aprendizaje. Fijaos, personas muy inseguras han conseguido grandes cosas porque lo han puesto al servicio de algo. Incluso el propio creador de Apple, Steve Jobs, en su propia infancia, él habla de esas inseguridades, de haber sido un niño abandonado. Esa inseguridad conectada con el arte, con esa parte artística, esa parte espiritual, le sirvió para crear lo que hoy es Apple. Por lo tanto, reconozco primero que tengo esta inseguridad. Segundo, ¿qué puedo aprender? ¿Cómo puedo aprovecharla? ¿Cómo puedo reciclarla? Si yo tengo inseguridad al hablar en público, me tengo que formar mucho y lo puedo aprovechar, y puedo aprender de ello, y me puedo retar. Yo conozco personas que hablan en público y lo hacen maravillosamente y tenían problemas de tartamudez en la infancia.

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Pero ellos lo han aprovechado, lo han aprovechado como superación de sí mismos. Por lo tanto, un aprendizaje. Segundo, o tercer punto, mejor dicho. Confiar, confiar en la vida. Confiar. Como padres, a veces nos creemos que somos, si me permitís, dioses. Que si yo hago esto va a tener un efecto inmediato. No, el niño también decide. Nosotros damos lo mejor de nosotros mismos, y luego confiamos, confiamos en ellos. Y confiamos en la vida, que la vida es muy sabia en ese misterio que tiene la vida. Por lo tanto, aprendo de mi inseguridad, confío en ella y, por último, ya lo hemos dicho e insisto, reírnos de nuestras propias inseguridades que, bueno, nos van a acompañar toda la vida, así que… Pues, al menos, que nos hagamos amigos de ellas.

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Ángela. Hola, Pilar. ¿Qué tal? Soy Ángela, soy madre de dos hijas de 11 y 13 años. Las veo crecer cada día, la verdad que mucho más rápido de lo que me gustaría y pienso mucho en su futuro, en qué van a tener que hacer para adaptarse a él. La verdad es que lo que me gustaría saber es qué les puedo enseñar para que puedan adaptarse a todos los cambios que van a venir, a las dificultades que se van a encontrar en su vida.

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Pilar Jericó. El cambio es todo un tema. Un tema que a veces nos asusta. Es porque nuestro cerebro está preparado para la supervivencia, no para la felicidad. Es una cosa curiosa porque el cambio es inherente a la vida, es inherente a nosotros. De hecho, cada 7 años se renuevan el 100 % de nuestras células. Cada dos días se renuevan las células de nuestra piel, el polvo de las casas, y sin embargo nos cuesta el cambio. ¿Qué podemos hacer como padres para explicar que el cambio es positivo? Una técnica muy buena, muy poderosa, es ayudarles a entender que el cambio puede ser una oportunidad, siempre es una oportunidad si sabemos leerlo. Hay que saber leer el cambio, y hay que saber leer las fases que tiene el cambio. Un cambio tiene cinco fases. Una primera es “la llamada”, la llamada a la aventura, algo ocurre. Algo que deseas o algo que no deseas. Un cambio, un cambio de trabajo o algo deseado. O un cambio no deseado, un suspenso. Esto es un cambio. La llamada. En aquel momento es importante preguntarte: “¿Qué es lo que se está pidiendo de mí?”, “¿Qué es lo que yo tengo que aprender en este cambio?”. Esa es una primera fase.

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Segunda fase, la fase de “la negación”. Una clásica, la culpa. “El profe me tiene manía”, “Los compañeros no sé qué…”. Siempre balones fuera. Aquí, como padres, ¿qué podemos hacer en esta fase? Ayudarles a que asuman la responsabilidad. ¿Qué papel has jugado tú en todo esto? ¿Qué podrías haber hecho de otra forma? De alguna manera dejar de culpar al mundo y empezar a mirar un poquito dentro. Claro, que cuando uno mira dentro entra en la tercera fase, que es “la fase del miedo”: “Ay, a lo mejor no soy tan bueno. Si he suspendido ya no es por el profe es que no soy tan bueno”. Esta es “la fase del miedo”, y aquí es importante entender que el miedo es natural y es bueno. De aquí se sale. De la negación, a veces no tanto, pero del miedo se sale. Y ya cuando conectas con el miedo puedes conectar con la cuarta y la complicada, aparentemente, que es “el desierto”: “Fíjate, ya no soy tan bueno, yo pensaba tal”. Y ese momento, es un momento en el que como padres y como educadores tenemos una oportunidad maravillosa, porque lo que no se aprende en el éxito, se aprende en el desierto.

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El desierto es un gran maestro, porque en el desierto, en los errores, en los momentos difíciles, es cuando nos desprendemos de cosas. Y es el momento en el que como padres tenemos que decir: “¿Y qué tienes que dejar de hacer y empezar a hacer nuevo?”, “¿A qué tienes que decir ‘no’ para decir ‘sí’?”. Y esta es la clave. El desierto nos ayuda a algo maravilloso, esto se ve mucho en el feng shui, que es el arte de los espacios japoneses. Dice el feng shui que para mantener la armonía en un armario, ¿qué hay que hacer? Cada vez que se introduce una prenda, ¿qué hay que hacer? Quitar otra. Esto se nos olvida, ¿no? Es momento de comprar otro armario, pero bueno. Ahí está la clave, es el momento de saber decir de qué me tengo que desprender. Porque un cambio implica saber desprenderse de algo para empezar algo nuevo. Y cuando hemos superado esta cuarta, empieza la quinta que es la que sube, “la curva”.

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¿Qué nuevos hábitos tengo que empezar a hacer? ¿En qué quiero convertirme? ¿Qué puedo soñar? ¿En qué me puedo apoyar? ¿Qué recursos necesito buscar? Pero solo seremos capaces de conquistar el cambio si nosotros ayudamos a nuestros hijos, a nuestros alumnos, a entender cada una de las fases en las que está. La llamada a la aventura, ¿qué tengo yo que aprender? La negación, ¿qué papel has jugado? El miedo, ¿qué pasaría si no tuvieras miedo? El desierto, ¿a qué tienes que decirle “no” para conseguir ese cambio que deseas? Y el quinto, ¿qué nuevos hábitos tengo que construir? ¿Qué sueños quiero conquistar? ¿En quién me tengo que apoyar? Que puede ser aprobar un examen, buscar ayuda para aprobar dicho examen con compañeros. En definitiva, todo lo que esté relacionado con recuperar los recursos. Si los padres fuéramos capaces de enseñar a surfear el cambio, nuestros hijos lo verían de una manera más amable. Pero no nos olvidemos, todo empieza en nosotros. Aprender nosotros a vivir el cambio de una forma positiva.

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Alonso. Hola, Pilar. Mi nombre es Alonso. Me gustaría saber qué podemos hacer los padres para ayudar a fomentar la actitud creativa en nuestros hijos.

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Pilar Jericó. Todos los que tengamos hijos sabemos que los niños nacen con la creatividad. Si no, les damos un bolígrafo, un papel, algo de pequeñines y ya van a empezar a garabatear. La creatividad es inherente al ser humano, lo que es una lástima es que a veces se la coartemos, ese es el problema. Entonces, ¿qué podemos hacer como padres para fomentar, precisamente, esa creatividad? Pues bien, a mí que me encanta consultar y leer biografías, descubro que los científicos, en el fondo, tienen claves de creatividad apasionantes. La creatividad surge cuando juntamos dos tipos de mente. Nosotros, las personas, tenemos dos tipos de mente. La mente focalizada, centrada, trabajada con la que nos ponemos a resolver un problema. O tenemos la mente difusa, la que dejamos vagar y empieza a conectar con nuevas conexiones neuronales que no imaginábamos. Pero hace falta que estén las dos mentes al mismo tiempo, la mente focalizada y la mente difusa. Es decir, nosotros necesitamos que nuestros hijos pongan esfuerzo, trabajen, pero al mismo tiempo tenemos que crear espacios para que tengan esos momentos de esparcimiento mental para que surja la creatividad.

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De hecho, Bohr, que por ejemplo fue uno de los que descubrieron el átomo, la fórmula del átomo, la manera del átomo, la estructura del átomo, estudiaba, estudiaba y fue a una carrera de caballos, y ahí cuando estaba contemplando la carrera de caballos le vino el momento “¡Ajá!”. En un momento de la mente difusa. Newton, con la famosa manzana. Estaba tranquilamente disfrutando de la tarde, había estado estudiando y estudiando, y en ese momento es cuando surge la idea, cuando ve caer la manzana y después ve salir la luna y las estrellas en la tarde. Los grandes momentos creativos surgen en los momentos en los que se despierta la mente difusa, pero para eso hay que trabajarlo previamente. Por lo tanto, volviendo a la pregunta, ¿qué podemos hacer para que nuestros hijos puedan desarrollar ese espíritu creativo? Dejarles hacer, que exploren, que jueguen, que se esfuercen en lo que les gusta. Que se esfuercen, si les gusta pintar que se esfuercen, que trabajen, que le dediquen horas, dejadles hacer. Si les gusta escribir, que lo hagan. Pero llegado ese caso, que no hagan nada, que disfruten luego, que cambien rápidamente, que hagan otras actividades. Como padres, un regalo que les podemos hacer es ofrecerles un abanico de posibilidades, que hagan una cosa y que luego hagan otra, porque de esa manera podrán conectar la mente.

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Por lo tanto, despertar la creatividad pasa por reforzar la mente focalizada, aquella que nos concentra, y la mente difusa. Por nuestros hijos, dejarles experimentar, ofrecerles distintas oportunidades y que disfruten con lo que hacen.

La educación es el mejor antídoto contra el miedo. Pilar Jericó
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Laura. Hola, Pilar. Soy Laura, soy docente y mi pregunta viene relacionada con la toma de decisiones. En muchos momentos, nuestros alumnos o los padres que tienen hijos tienen que tomar decisiones y están en un momento de su vida en la que no han desarrollado su personalidad lo suficiente como para ser maduros y saber por donde llevar, encarrilar su vida, con respecto a estudiar, trabajar, elegir letras o ciencias… ¿Cómo podemos ayudarles, como docentes o como padres, a tomar este tipo de decisiones en ese momento de su vida?

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Pilar Jericó. Una muy buena pregunta, porque las decisiones importantes que tomamos es justo cuando nuestro neocórtex, la parte del cerebro que nos ayuda a tomar buenas decisiones, no lo tenemos del todo formado. Parece que se forma… Hasta los 30 años está ahí, imaginaos. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a que tomen buenas decisiones? Pues vamos a ver, un buen truco, que es el truco de tomar distancia. Relativizar. Hay una regla, la regla de oro que es la del 10 – 10 – 10. ¿Qué significa la regla 10 – 10 – 10? Cuando yo tengo que tomar una decisión, una decisión difícil, la emoción me embarga, la emoción me bloquea muchas veces: tengo miedo, tengo inseguridad, estoy triste… En fin, te llenas de emociones que te impiden ver con claridad. Esto es lo que se llama en la neurociencia, incluso, “el secuestro”. El secuestro de la parte emocional que nos hace no pensar con claridad. Esta toma de distancia, la regla 10 – 10 – 10, pasa por preguntarnos: ¿cuál sería el impacto en los próximos 10 minutos de lo que yo estoy pensando hacer? ¿Cuál es el impacto en los próximos 10 meses? ¿Y cuál es el impacto en los próximos 10 años?

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Eso te permite tomar perspectiva, eso te permite darte cuenta que al final muchas de las cosas con las que nos ahogamos ahora en un vaso de agua, si tomas perspectiva, pues no es para tanto. Si nosotros como profesores, como docentes, como padres, ayudamos a relativizar, sobre todo cuando hay una emoción intensa, les estaremos ayudando a pensar con mayor claridad. Y un truco es este precisamente, 10-10-10. A la hora de elegir el futuro, muchas veces dicen: “Yo es que no sé qué quiero hacer con mi vida”. De hecho, la primera que no sabía qué hacer con su vida era yo con 18 años. De hecho, fue porque mis padres amablemente me llevaron a hablar con una persona que era headhunter y me dijo: “¿Y por qué no estudias Empresariales?”. Que yo no sabía ni que existía eso y dije: “Pues venga”. Y luego me enamoré, me enamoré de aquello, ahora se llama Administración de Empresas. Por lo tanto, un buen truco es rodearte de personas que te inspiran, crear círculos, rodearte de personas… Cuando no tienes claro el futuro, rodéate de personas y escúchalas. Y otro elemento interesante para tomar buenas decisiones, ¿sabéis qué es? Y lo podemos hacer los docentes, los profesores, es rellenar un libro de aprendizajes.

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O una app, como tú quieras escribirlo, pero rellenar los aprendizajes. A veces vamos a los sitios, vamos a clase y apuntamos y apuntamos notas y notas, y luego pasa el tiempo y se nos olvida. Pues bien, hay un truco que es dedicarle 30 segundos cada vez que has estado con alguien o has escuchado algo que te ha gustado, 30 segundos, ¿qué he aprendido yo de todo ello? ¿Qué he aprendido? Ese “¿Qué he aprendido yo?”, lo vas acumulando, lo vas acumulando y lo vas revisando diariamente. De manera que cuando nosotros cogemos nuestro libro y vamos leyendo todos esos aprendizajes, vamos teniendo un mayor conocimiento, una mayor conciencia de lo que nos permite aprender, de lo que queremos hacer. En resumen, ¿qué podemos hacer? Ayudarles a relativizar, la regla 10-10-10 ayuda mucho. ¿Cuál es el impacto en los próximos 10 minutos, 10 meses o 10 años? Crear contextos de personas que inspiran, a las que tú quieres incluso parecerte. Eso nos ayuda a tomar buenas decisiones. Y tercero, tener un libro de aprendizajes. Nuestro libro personal de nuestros aprendizajes, no de lo que hemos oído, no, de lo que a mí me ha hecho vibrar.

31:52
Inma. Hola, soy Inma y mi pregunta es: ¿tú, como profesora, cómo sacas lo mejor de cada alumno en clase?

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Pilar Jericó. Voy a comentar algunos trucos que yo hago. Primero, tienen que entender el para qué de las cosas, entender el sentido, entender incluso a la persona que está detrás. Yo acabo de leer un libro sobre biografías de científicos. Claro, cuando yo estudié física, y estudié las fórmulas de Newton o Faraday, yo no sabía lo que había detrás. Yo no sabía que Faraday, por ejemplo, que me he enamorado, ya estoy enamorada, fan total de Faraday, que fue el que creó, el que ayudó… Bueno, el que descubrió todas las claves para que haya electricidad ahora, fue una persona de un concepto totalmente humilde. Venía de una clase social inglesa muy humilde, muy humilde, él era muy pobre, de familia muy pobre. Estamos hablando de la Inglaterra victoriana, donde solo los aristócratas eran científicos porque jugaban a ello.

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A los 12 años entró a trabajar en una librería a encuadernar libros y los tenía que llevar a los ricos. Él los encuadernaba, le ponía mucho cariño y tuvo un maestro que le enseñó a encuadernarlos. Y él los llevaba. Y un buen día dijo Faraday: “¿Y qué habrá dentro de estos libros tan bonitos?”. Y él tenía dificultades para leer y por la curiosidad empezó a leer, empezó a leer y de ahí pasó a desarrollar todo el espíritu del aprendizaje. De allí tomó notas de todo lo que aprendía y las encuadernaba con tanto mimo y con tanto cariño que hasta se las regalaba a científicos a los que había escuchado. De manera que, poco a poco, él tuvo una oportunidad y, poco a poco, fue considerado uno de los grandes científicos, junto con Newton, de Inglaterra.

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Pues bien, si nosotros como profesores a la hora de explicar Faraday, de explicar todas las leyes asociadas a la electricidad, explicamos las personas que han estado detrás, creamos la historia que rodea a cada uno de los científicos, recordaremos las fórmulas con un cariño especial. Por lo tanto, ¿qué podemos hacer? Ayudar a nuestros alumnos a entender las cosas desde el “¿para qué?”, desde el esfuerzo de quien lo inventó. Segundo, ilusionarles sorprendiéndoles. Hay que sorprender al alumno porque la dopamina, que es lo que se activa para que se afiance el aprendizaje, se despierta con la sorpresa, hay que sorprenderles. Hay que ilusionarles, tienes tú que enamorarte de lo que haces. ¿Cómo vas a contar algo si no te gusta? Si estás aburrido contando lo que has contado 40 veces. Tienes que reenamorarte de ello explicando el “para qué”, personificando el aprendizaje. Hay personas que aprenden mejor desde la experiencia. Hay personas que aprenden mejor teniéndolo todo claro y después viviendo la experiencia. Jugar en las clases con todas las formas distintas de estilos de aprendizaje para que la clase sea un lugar en el que nosotros podamos descubrir, en el que podamos disfrutar.

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Magdalena. Hola, Pilar. Soy Magdalena. A las madres y los padres, al principio los hijos nos ven como un espejo, se fijan en nosotros como si fuera un espejo. Luego ya tienen sus propios ídolos, cantantes, actores, lo que a ellos les gusta. Pero, ¿cómo podríamos nosotros seguir siendo un referente importante para ellos?

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Pilar Jericó. Una pregunta muy buena, porque eso nos coloca como padres en el desarrollo del liderazgo más difícil que existe. El liderazgo silencioso. El liderazgo de casa. Para que nosotros, de alguna manera, seamos para ellos referentes, tenemos que desarrollar ese liderazgo interno. ¿Cómo se desarrolla ese liderazgo silencioso? ¿Cómo podemos dejar esa huella? ¿Cómo podemos dejar ese legado en nuestros hijos de una manera amable? Primero, trabajando sobre los valores. Trabajando en valores. Los valores es la esencia sobre la que nosotros, como padres, podemos construir. ¿Qué es para mí lo esencial, lo que es importante, lo que yo quiero que mis hijos siempre tengan? Esos valores. Esas son las cartas que vamos a guardar bajo la manga. Esos son los momentos de dudas, cuando no sabes qué hacer, el valor sale ahí. Ese es el valor.

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Si para mí es importante el valor de la amistad, yo como padre tengo que ejercerlo también. Por lo tanto, el primer punto es: ¿Qué es para ti importante? Segundo, sentir, hacer sentir que nuestros hijos son únicos, son valiosos, y son valiosos porque son ellos. No porque alcancen o dejen de alcanzar, sino porque son ellos. Eso no significa fomentar el esfuerzo, que yo creo en él. Sino significa darles el valor, esa mirada, la mirada con amor. Esa mirada con cariño, eres único. Yo te quiero y creo en ti. Hacerles sentir importantes desde la escucha, desde la importancia de lo que hablábamos antes, de guardar el silencio. De realmente interesarnos por ellos, por su vida, por lo que han hecho en el cole, por esa pelea pequeña que han tenido, por ese problema que parece que se ahogan en un vaso de agua. Por eso que para ellos es importante y para nosotros tiene que ser también importante.

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Y por último y fundamental, actuar como ejemplo. Ser nosotros ejemplo. Yo hablaba del valor de la amistad, que mis padres siempre fue uno de los valores que más pusieron encima de la mesa. Y yo recuerdo una vez de adolescente que decía: “He quedado con Fulanito, con Menganito, con una amiga y es que no me apetece”. En una época en la que no había móviles, ¿eh? O sea que el riesgo era un plantón. Y yo no tenía ganas de ir, era un domingo por la tarde y me daba una pereza… Y me acuerdo que mis padres me dijeron: “Si no quieres que te lo hagan a ti en un futuro, no lo hagas nunca, mantén el valor de la amistad”. Y es así, es algo que perdura desde entonces. Por lo tanto, ser ejemplo. Ser ejemplo de lo que nosotros decimos. A pesar de eso, cuando sean adolescentes tendrán sus crisis, sus dificultades hormonales, etc., etc., y pondrán nuevos desafíos y nuevos líderes. Y como dijo una vez alguien: “Yo pensaba con 17 años que mi padre sabía poco, y después de cinco años me di cuenta de lo mucho que había aprendido”. Bueno, porque luego los padres volvemos a ser importantes, pero fijaos a pesar de esos momentos difíciles que ocurren en la adolescencia, nunca jamás dejamos de olvidar la impronta que han dejado nuestros padres en valores. Cómo nos hicieron sentirnos valiosos, sentirnos importantes. Y lo que vimos en casa, el ejemplo que nos dieron.

La educación es el mejor antídoto contra el miedo. Pilar Jericó
39:14
Elena. Hola, Pilar. Soy Elena. En alguna ocasión te he oído mencionar el concepto de educar en el “no miedo”. Me gustaría que profundizaras un poco ahora.

39:25
Pilar Jericó. Igual que nacemos con creatividad, también nacemos con miedo. De pequeños tenemos miedo a estar solos. Luego el miedo va avanzando y hay miedo a la oscuridad. El miedo a animales feroces. El miedo es una emoción que está en el cerebro con la que se nace. Y es la emoción que más definiciones tiene. Es la más polisémica que existe, porque el miedo es desde el respeto, los que somos buceadores decimos: “Esto está muy oscuro”. Ese pellizco aquí, el respeto es miedo. El pánico es miedo. El estrés es miedo. El “no me sale la palabra”, eso es miedo también. Eso es miedo, en cualquier caso, siempre es cuando nos da ese pellizco y cuando es una situación que queremos evitar de alguna manera. Eso es el miedo. ¿Por qué tenemos miedo? Por supervivencia. ¿Y cuál es el principal miedo que tenemos? Bueno, el principal miedo es a la muerte, al sufrimiento. Ese es fácil de ver.

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Pero luego hay miedos más sutiles. Y hay dos miedos importantísimos. Un miedo a que no nos quieran y a no querernos, y un miedo a no poder desarrollar todo el potencial que tenemos dentro. Esos dos miedos son los dos miedos que luego se derivan en muchos otros. Miedo al error, miedo al rechazo, a qué van a decir de mí, miedo a perder mi estatus, mi poder, miedo al cambio, miedo a no llegar a fin de mes. En el fondo, todos derivan de lo mismo. Derivan de que no me quieran, de que yo no me quiera y derivan de no poder desarrollar todo lo que yo deseo, lo que yo anhelo. Por lo tanto, el miedo es único, la emoción es única, las expresiones son las que varían. Y hay expresiones que son saludables, el miedo al error o el miedo al fracaso es saludable, en la medida en que tú te formas, aprendes, te pones a estudiar. Está muy bien porque no quieres equivocarte, no quieres suspender un examen, eso es bueno.

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El problema es cuando llegas al examen y tienes tantos nervios que no eres capaz ni de coger el bolígrafo. Eso es cuando el miedo se convierte en miedo tóxico. Por lo tanto, en la educación el desafío es entender que el miedo sano es natural. Que está bien tener prudencia y que el problema es cuando se transforma en tóxico. Cuando tú no puedes desarrollar todo lo que deseas, lo que anhelas, precisamente, por una barrera interna que es el miedo. Lo interesante es que para neutralizar el miedo hemos de hacer lo contrario, hemos de mirar hacia el futuro: ¿qué es lo que yo quiero alcanzar? Soñar. Por ejemplo, cuando una pareja está en proceso de separación, allí hay mucho miedo. Pero en la medida de que ya empieza un anhelo de comenzar una nueva vida, ya se empieza a deshacer ese miedo. Pensar en el futuro, y ha de ser un pensamiento positivo. Es decir, pensar de una manera positiva.

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Por ejemplo, mirad, ¿hacemos un ejercicio ya que estamos aquí en confianza? Cerramos un momento los ojos, cerramos un momento los ojos y os pido que, por favor, no penséis en elefantes rosas. Ok, abrimos los ojos. ¿Cuántos hemos pensado en elefantes rosas? Todos. ¿Por qué? Porque la palabra “no” es mucho más frágil que la imagen. Tienes que pensar en una imagen que te ayuda. Si estás en un momento complicado tienes que ayudarte a pensar en un momento positivo. Cuando estás con tu hijo que está bloqueado: “Imagínate que lo has conseguido, imagínate que has aprobado”. Mírate, tienes que verlo, visualizarlo. Ese es uno de los puntos de partida. Yo cuando estoy escribiendo un libro y estoy un momento atascada, me imagino en la fiesta de celebración del libro. Y me imagino pasándomelo bien y eso me ayuda. Pues oye, cada uno tiene lo suyo, ¿no?

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Entonces, primer punto, visualización. Y ha de ser en positivo, siempre en positivo. Acordaos, la palabra “no”. Que no suspendes, no saques la palabra “suspenso”, di: “Vas a aprobar”. Claro, ahí va a tener más posibilidades, su mente lo va a encontrar con más fuerza. Segundo, para vencer el miedo, ¿cuál es la mejor manera de hablar en público? Solo hay una, ¿cuál es? Hablar, hablar y hablar. Practicar y practicar. Si a tu hijo le está costando algo muy difícil que le parece que es un mundo, házselo pequeño, pequeño. Ayúdale a fragmentarlo. Tercero, disfrutar con lo que se hace. Disfrutar. La pasión. Cuando estamos estudiando algo que no nos gusta, encuentra la parte de disfrute. ¿Cómo puede ser? Te reúnes con gente, que uno lo explique, que otro haga de profesor, de alumno, de lo que sea. Invéntatelo, pero disfruta con lo que haces. Cuéntatelo, cuéntalo en voz alta, lo que tú quieras, pero disfruta. Y otro elemento importantísimo, confiar en uno mismo. Porque al final, cuando nos equivocamos en algo no nos damos cuenta de que eso es un gran aprendizaje. A que a muchos de nosotros, de los que estamos aquí, algo no nos ha salido en nuestra vida, hemos cometido un error, no nos ha salido y estás machacándote: “Fíjate, que desastre”, y luego lo miras con perspectiva y dices: “Ay, qué bueno que no lo consiguiera”. Por lo tanto, la confianza no es la confianza en que lo voy a lograr, porque a veces no depende de ti. La vida es muy caprichosa a veces.

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La confianza se traslada en un número. Yo le llamo un número que es “n+1”. Que significa: me puedo caer “n” veces, pero me levanto una más. Por lo tanto, el primer reto importante para los padres es asumir que nuestros hijos van a tener miedo. Y eso es bueno, porque el miedo es lo que nos ha permitido llegar hasta aquí como especie. Hay un miedo sano, que es la prudencia y ese es bueno tenerlo. El problema es cuando se transforma y se convierte en un miedo tóxico. Cuando no me atrevo, cuando no lucho por conquistar mis sueños porque no me siento capaz. Ese es el miedo que realmente hace daño. No decir: “Vivir sin miedo”, porque es imposible, sino que el miedo no te paralice. Solo no se tiene miedo en tres ocasiones. Una, cuando se le llama de otro modo: estrés, ansiedad, respeto. Dos, cuando hay una lesión cerebral. Y tres, cuando estamos muertos. Entonces, vamos a vivir con miedo y nuestros hijos lo van a tener.

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Pero bien, aceptando que eso va a ser así, el antídoto ante el miedo es el amor y la confianza. Lo que neutraliza el miedo, es el amor. El amor a uno mismo, el amor a lo que haces. Cuando somos pequeños, el amor que recibimos de nuestros padres y de nuestro entorno, de nuestros abuelos. Ese es un amor importantísimo, como demuestra la ciencia. Gibson, allá en los años 60, comprobó cómo la confianza depositada en un niño, en este caso en un bebé, es poderosa. Hizo un experimento que se llama “El precipicio visual”. Colocó dos superficies, una opaca y una transparente, y en medio de las dos colocó a un niño. La opaca parecía tierra firme y la transparente, que te ibas a caer. Previo a colocar a un bebé, pusieron mamíferos: a monos. Los colocaron en la zona transparente y empezaban a gritar los pobres, desquiciados, tenían miedo, parecía que se iban a caer. Colocaron a perritos, a gatos pequeñines y siempre se iban a la zona opaca. Excepto las tortugas y los patos que se iban corriendo a la zona transparente porque pensaban que había agua.

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El miedo a la altura es inherente al ser humano y los niños, los bebés en este caso que simplemente gateaban, se quedaban en la zona opaca excepto cuando algo ocurría. Cuando la madre estaba al otro lado de la zona transparente llamándoles, cuando les llamaba por su nombre y les sonreía, el niño, la niña, el bebé, era capaz de ir gateando por la zona transparente a pesar de que su cerebro le decía que ahí había peligro. Y esta es una buena metáfora para entender la potencia del “no miedo”. El “no miedo” significa creer en nuestros hijos, poder confiar en ellos porque solo desde ahí podemos neutralizar el miedo. No dejaremos de tenerlo, pero lo neutralizaremos. Porque además, el antídoto, como decía, del miedo, es precisamente la estima, la confianza. Cuando hacemos cosas que nos gustan, cuando disfrutamos, cuando lo pasamos bien, cuando estamos con amigos que tenemos conversaciones en las que fluimos, ahí no hay miedo. Por lo tanto, como padres, confiemos en ellos dando ejemplo y, por supuesto, ayudándoles a que encuentren cuál es el camino para ellos, que les ayuda, que les permite dar lo mejor de sí mismos, porque desde ahí no sentirán miedo. Y no nos olvidemos, para terminar, esto lo dicen los budistas: “Muy pocas veces no tenemos miedo, solo cuando tenemos pánico”. Así que…

48:46
Lidia. Hola, Pilar, soy Lidia. ¿Podrías explicar a qué te refieres cuando hablas de “Currículum B”?

48:51
Pilar Jericó. El Currículum B es todo el trabajo que hacemos para crecer como personas. Fijaos que las empresas se empeñan en seguir contratando a personas por el Currículum A: conocimientos técnicos, títulos, etc. Cuando a mí me parece que lo más interesante es el B. El B es lo que nos permite manejarnos por la vida, lo que nos permite tener inteligencia, desarrollar inteligencia emocional. El Currículum B tiene muchas formas. Puede ser el mundo del crecimiento personal: hacer cursos, talleres. Cada uno el que quiera. Puede ser el teatro: vivir distintos roles. Atreverte a vivirlos. Puede ser navegar o puede ser lo que tú quieras. Bailar… Pero siempre y cuando tenga dos peculiaridades. Una, te tiene que sacar de tu zona de confort. Si a ti te gusta bailar y bailas, pues bueno muy bien. Lo pasarás muy bien. Pero vaya, atrévete con algo distinto. Atrévete con algo que te saque de tu zona de confort. Y segundo, importante, reflexiona sobre lo que has aprendido. El Currículum B es aquel que vamos almacenando en nuestra vida, y son esos aprendizajes que nos permiten manejarnos mejor en la vida. Tener inteligencia emocional que nos permite, precisamente, tener ese coraje para tener una vida mucho más plena.

50:14

Es a la que yo invito y en la que personalmente comencé con el primer cáncer de mi padre cuando yo tenía 16 años. Su primer cáncer me abrió la pregunta del “¿Por qué?”. ¿Por qué ocurren estas cosas? Y así fue como empecé con el Currículum B a estudiar recursos, a estudiar diferentes técnicas que, poco a poco, he ido acumulando y de la que he ido aprendiendo. Y es curioso porque se conoce el Currículum A, pero ojalá podamos empezar a hablar de nuestro Currículum B. Y en los cursos, en los talleres, en la formación, en la educación, y nosotros como padres poder ayudar a desarrollar precisamente ese currículum. Yo creo que es uno de los objetivos de la educación.

La educación es el mejor antídoto contra el miedo. Pilar Jericó
51:00
Raquel. Hola, Pilar. Muchas gracias por todo lo que estás compartiendo hoy, todo lo que nos estás enseñando. ¿Qué te está enseñando y qué estás aprendiendo con tu experiencia como madre a lo largo de toda tu maternidad? Y lo que te está enseñando tu hijo.

51:16
Pilar Jericó. Bueno, la maternidad ha sido la decisión más difícil que he tomado en mi vida. Dudé un montón de veces y otro montón de veces decía sí. Y después de meditarlo mucho, meditarlo mucho, al final di el paso. Y mi hijo me ha enseñado muchas cosas, antes de nacer, incluso. Mi hijo me ha enseñado y me enseña a luchar por un sueño a pesar de las dificultades. Yo tenía menos del 3% de posibilidades para ser madre y luché. Luché como pude. Y bueno, en este caso la vida me lo regaló. Así que mi experiencia de aprendizaje comienza antes. Y cuando Hugo nació… empezó una nueva vida. ¿Qué aprendo con Hugo? Hugo es mi maestro. Hugo es mi espejo. Hugo me muestra aquello que a mí no me gusta de mí misma. Hugo me enseña a resolver temas que estaban ahí tapados y que yo no sabía que los tenía. Hugo me enseña a luchar por mis sueños. Y mi hijo, me enseña también, y me está enseñando, a saber decir sí y a saber decir no. A aprender a cuidarme para estar más tiempo con él. A saber escoger lo esencial de la vida. Y a creer más en la vida. Yo voy a hacer todo lo que pueda por educarle para despertar esa grandeza, pero luego ya decidirá. Y confío en él y confío en la vida. La maternidad me enseña mis propios límites, mis propias dificultades, decía. Y también me enseña un cariño sutil, muy delicado, muy difícil de alcanzar de otro modo.

53:18

Y estoy segura de que voy a seguir aprendiendo mucho. Sobre todo, en las distintas etapas que él está viviendo y va a vivir. Por lo tanto, la maternidad es una aventura maravillosa. Como buena aventura, difícil a veces, maravillosa en otras ocasiones, pero siempre apasionante.

53:39
Lara. ¿Cuál es tu palabra favorita dentro de esto que nos estás contando? Si se puede sintetizar.

53:46
Pilar Jericó. ¿Pueden ser varias? Mi palabra favorita, o mi concepto favorito, o uno de mis conceptos favoritos es “Persigue tu sueño”. Yo nunca imaginé que iba a poder estar aquí, hace años, evidentemente. Pero yo sí tenía un sueño. Tenía el sueño de ser escritora. Y a pesar de las dificultades he conseguido ser escritora. La tenacidad, la determinación que solo se consigue cuando conectas el deseo, lo que realmente te mueve, lo que realmente mueve tus tripas con la constancia. Con la perseverancia. Conseguir un sueño requiere esa determinación. Y requiere también algo muy importante que hemos ido hablando, aprender. Aprender y buscar el aprendizaje. Cuando estemos en un lugar de confort, salte de ahí corriendo porque en lugar de confort puede ser la antesala a morirte por dentro. Para mí es un leitmotiv, para mí cuando estoy en un lugar en el que ya me siento muy cómoda, muy segura, tengo que salir porque necesito activarme, necesito activarme. Necesito estar buscando continuamente experiencias de aprendizaje que me estimulen. Ya os he comentado que me gusta mucho leer biografías de científicos, y una de ellas es la de Newton. Newton dijo que si fue capaz de ver más allá fue porque fue capaz de levantarse sobre hombros de gigantes.

55:26

Yo creo que la educación es esto. Ayudarnos a levantar, ser esos gigantes. Yo he tenido la suerte de tener cerca de mí profesores que me ayudaron a dar lo mejor de mí misma. Que creyeron en mí. He tenido la suerte de tener padres maravillosos que también creyeron en mí a pesar de las locuras que se me pudieron ir ocurriendo. Así que muchas gracias a las tres personas claves de mi vida: a mi madre; a mi padre, que murió hace años; y a mi padre político con el que convivimos ya hace 15 años. O sea que… Así que ellos 3 son y han sido mis modelos, mis ejemplos y los gigantes sobre los que yo me he apoyado. Muchas gracias.