“La ciencia podría ser nuestro sexto sentido”
Pere Estupinyà
“La ciencia podría ser nuestro sexto sentido”
Pere Estupinyà
Bioquímico y divulgador
Creando oportunidades
Entender la ciencia para entender la vida
Pere Estupinyà Bioquímico y divulgador
Pere Estupinyà
Observa la vida con ojos científicos y habla de temas tan dispares como el sector educativo, las fake news, el cambio climático o la sexualidad. Pere Estupinyà se define como “bioquímico de formación y divulgador científico de pasión y de profesión”.
Estupinyà ha trabajado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos o el Banco Interamericano de Desarrollo. Apasionado por la comunicación científica, abandonó su doctorado en genética para dedicarse a ella y poner al alcance de todos los avances del conocimiento. Lleva más de quince años dedicado a la divulgación y ha entrevistado a muchas de las grandes mentes investigadoras del cambio de siglo, como Vera Rubin o Paul Zamecnik. Actualmente dirige y presenta el programa ‘El cazador de cerebros’ en TVE y reflexiona sobre ciencia en el programa de radio ‘A vivir que son dos días’.
Convencido de que "la ciencia es una herramienta fundamental para mejorar el mundo y nuestra vida", es autor de los libros ‘El ladrón de cerebros’, ‘Rascar donde no pica’ o ‘La ciencia del sexo’. En su última obra, ‘A vivir la ciencia’, reivindica el pensamiento científico y propone el uso de lo que llama "los pequeños milagros de la ciencia" para el bien individual y colectivo. El divulgador destaca, además, el aporte de la ciencia a la educación, pero reconoce que “en temas que no son exactos, donde el factor humano es muy importante, es insustituible el arte del profesor”.
Transcripción
Hay una anécdota que yo creo que explica bastante bien cuál es este método científico. Hace unos meses murieron del orden de trescientos elefantes de una manera misteriosa. Claro, se encuentran trescientos elefantes muertos y aparecen hipótesis. Y uno dice: “No, esto es un envenenamiento”, o: “No, esto es una enfermedad, algún virus que se ha ido extendiendo”. Otros dicen: “No, esto puede ser caza furtiva”, y: “Esto, bueno, será algo de una ola de calor o algo meteorológico”. Claro, estas son hipótesis. Lo que hace el científico no es defender a capa y espada su hipótesis, lo que hace es hacer experimentos y analizar el agua de los ríos y analizar los cráneos, los cerebros de los elefantes, analizar la fisiología. Y entonces lo bonito es que cuando encuentres la respuesta, en ese caso fueron unas bacterias que había en el agua, se termina la discusión. Y los científicos que defendían la hipótesis de la caza furtiva o del evento meteorológico dijeron: “Ah, no, vale, pues nos habíamos equivocado”. Yo creo que esta lección de pensamiento científico, incorporada a nuestra manera de pensar, incorporada, casi te diría al tema de maneras de mejorar aspectos de la sociedad… Puedes ver que hay diferentes maneras de reducir el “gender gap” o la discriminación en unas empresas, bueno, puedes analizar cuáles son más eficientes. Hay muchos problemas sociales que si los analizas desde una perspectiva empírica, con sociólogos que tienen este pensamiento científico, te dan una información relevante.
Mira, una anécdota de un premio Nobel que entrevisté, Shin’ya Yamanaka, que es el que logró reprogramar células madre a un estado parecido a las embrionarias, y él me contaba que él es médico de formación, pero su padre tuvo una enfermedad hepática y a pesar de ser médico no pudo curarlo, porque no comprendía qué era lo que funcionaba mal de esas células. Y se dio cuenta de que para lograr curar a alguien con una enfermedad como la de su padre, tenía que conocer cómo funcionaban esas células: cuál era el error genético, o de proteínas, o de lo que sea, que generaba esa enfermedad hepática. Y por eso se hizo investigador. Y yo creo que esta creación de conocimiento nuevo es lo que realmente consigue transformar ámbitos concretos. Yo creo que es muy, muy valioso tener esta esta metodología bien presente y hacer más caso a la realidad que a nuestras ideas.
Pero esto, yo creo que es lo que hace tan meritoria la ciencia: el rigor que tienen los científicos en pasarse tanto tiempo investigando para decir: “No, mira, es que yo presento estos resultados. Hay otros que los revisan, me piden cambios, me piden otros experimentos para comprobar que es cierto o no es cierto”. Y eso hace que el conocimiento que se genere sea mucho más confiable. No es simplemente una idea o un deseo de que sea así. Es más enriquecedor para un científico no saber que saber. Y esto yo creo que si lo intentamos aplicar en nuestra vida cotidiana, es muy reconfortante hablar de lo que ya sabemos y defender nuestras posturas y estar en una mesa discutiendo, a ver quién tiene razón… Lo hacemos, pero esa sensación de escuchar y decir: “Guau, he aprendido algo nuevo. Esta persona me está contando algo que no sabía”, y después completarlo buscando en Wikipedia, o en donde sea, información extra… Esto es muy enriquecedor y es un ejercicio que todos podemos hacer. A veces nos quejamos de que falta información científica o que no hay suficiente. Sí que la hay. Debemos asumir un poco de responsabilidad individual en promover en nosotros mismos esa actitud de curiosidad. Siempre, especialmente a los que no conocen la ciencia, les digo: “Rascad un poco en la ciencia, porque creéis que no os gusta, pero cuando descubrís las historias fascinantes que explica, las anécdotas, todas estas curiosidades, decís: ‘Anda, pues quizás sí que me interesa’”. Y creo que fomentar esta curiosidad es algo que obviamente para los niños es fundamental, porque al final es la motivación, yo lo llamo “la gasolina del conocimiento”, porque es la motivación que te lleva a aprender.
Bueno, yo me resisto a pensar que están triunfando. Quizás es verdad que tienen mucha más presencia de la que merecen en redes sociales. También es verdad que no todas las personas que creen en cosas extrañas: los antivacunas, o en que el hombre en realidad no llegó a la Luna, o en que la Tierra es plana, no todas son iguales. Si lo analizamos en detalle, vemos que primero hay algunos que están plenamente convencidos y otros que tienen dudas. De plenamente convencidos de que el hombre en realidad no llegó a la Luna no hay tantos. Pero convencido, teoría conspiranoica de que esto es así, no hay tantos. Y dentro de los que sí que están convencidos hay dos grupos: serían los líderes y los seguidores. A los líderes yo no les podría decir nada, porque los líderes, algunos saben incluso que son unos farsantes, y les conviene por sus intereses . Es muy difícil convencerles porque a ellos ya les va bien. Mira, te cuento un ejemplo muy curioso. Yo hago viajes por sitios peculiares, porque me encanta. En los Estados Unidos fui a Roswell. Roswell es el sitio en el sur de Estados Unidos, donde en teoría hace unas décadas cayó una nave espacial y tenían el cuerpo de un extraterrestre. Y allí hay museos del extraterrestre, tiendas que venden tazas del extraterrestre, restaurantes del extraterrestre. Y cuando preguntas a las personas: “¿Pero vosotros creéis que eso es verdad?”, te dicen: “Sí, sí, sí”. Pero me acuerdo por la noche en un bar hablando con alguien local y me decía: “Mira, en realidad aquí nadie se lo cree. O sea, obviamente, vivimos un poco de eso. Nos conviene transmitir la idea de que eso existió, o por lo menos dejar abierta la duda. Pero nadie se lo cree”.
Entonces los seguidores, las personas que quizás, porque han puesto confianza en uno de estos líderes, porque en un momento determinado les sonó bien esta hipótesis… Bueno, yo creo que la estrategia es, quizás, darles unos argumentos que les generen unas dudas. No es fácil, porque tenemos sesgos cognitivos, y uno es el sesgo de confirmación, el “confirmation bias”. Tú cuando crees que el hombre realmente no llegó a la Luna, o que la Tierra es plana, y yo te vengo con un argumento científico, tú te puedes sacar otro argumento científico y decir: “No”. Entonces, te coges a los datos que más te convienen para defender tu hipótesis. Esto se llama “sherry picking” y es un sesgo de confirmación. Creo que también es importante entender por qué algunas personas creen estas cosas extrañas. Pueden creer que nos están contaminando los aviones cuando dejan esas estelas, o que la Tierra es plana, que nos parece tan absurdo… O que las vacunas generan problemas, o que alguna cura milagrosa puede llegar donde no llega la medicina convencional… Bueno, primero hay gente que no tiene acceso a cierta información. O sea, los terraplanistas, muchos son chavales de trece años que están en YouTube. Se ponen YouTube, ven a otros que son muy elocuentes y les cuentan historias y se las creen. Hay una parte de ignorancia en eso, pero es que todos hemos nacido ignorantes. También hay otra cosa. Estas cosas son mucho más virales en WhatsApp o en Twitter, en redes sociales. Eso es un fenómeno que no podemos descartar. Luego, las emociones.
Es decir, se dice que la esperanza es lo último que se pierde. Esta frase es una trampa, porque cuando alguien tiene una enfermedad y el médico le dice, sea alzhéimer, sea un cáncer, le dice: “Mira, yo poco puedo hacer aquí”, que te aparezca alguien y te diga: “Yo tengo una posible solución”. Bueno, pues la emoción de la esperanza aquí te puede traicionar un poco, o la emoción del miedo. Si a unos padres en un cierto país, o en un cierto entorno, les dicen: “Pues oye, yo oí hablar de que a un niño, cuando le dieron esta vacuna, tuvo una reacción adversa y pasó X”. Bueno, pues puede ser entendible que la primera emoción del miedo sea un poco decir: “A ver”, que te ponga un poco alerta. Esta ignorancia por un lado, y no lo digo desde la arrogancia, es la realidad, todos somos ignorantes de algunas cosas, pero la ignorancia por un lado, estas emociones que despiertan algunos ámbitos, y luego si te hablo desde la superioridad, es posible que te siente mal. Es decir, si tú estás dudando de si la astrología puede ser cierta o no, y llego yo y te digo: “Pero a ver, hombre, no seas idiota, ¿cómo va a influir un planeta que está a no sé cuántos años luz o una estrella en lo que te pase? ¿Pero no ves que…?”. Si hablas desde la superioridad, tratándoles de ignorantes o riéndote de ellos o siendo muy agresivo, estás generando un rechazo. Entonces, esa persona que tiene dudas puede ser que tenga más tendencia a irse justo al lado donde tú no quieres ir. Y aquí es bueno distinguir entre el escepticismo y el negacionismo. Es decir, ser escéptico es bueno, pero esto se ha utilizado, por ejemplo, en el ámbito del cambio climático, los escépticos eran los que decían: “Mira, yo es que no me creo esto, ¿por qué tengo que creerme que esto va a ser un desastre para el planeta y que todos vamos a sufrir tanto? Yo no termino de creérmelo”.
Bueno, este punto de escepticismo yo no lo veo tan negativo, es sano. Lo que pasa es que se convierte en negacionismo cuando no eres capaz de rectificar, cuando los científicos te explican: “Bueno, está bien tu postura, pero mira, estos son los datos, estas son las curvas. Esto no son solo mis datos, son los datos de muchos otros que se han ido acumulando, se han ido corrigiendo y te demuestran que sí, que es una situación grave por la que merece la pena luchar”. Entonces, si tú no eres capaz de decir: “Ah, vale, pues mi hipótesis de partida no era cierta, tengo que cambiarla, tengo que sustituirla por esta”, ya no eres escéptico, eres negacionista. Tenemos que ser un poco más socráticos, tener un poco en consideración que todo lo que llaman “behavioral economics”, la economía conductual, el saber la importancia de las emociones y de los sesgos cognitivos a la hora de razonar, yo creo que los que nos dedicamos a la divulgación científica tenemos que ser más empáticos con estas personas, aunque a veces digas: “Ostras, esto no se sostiene de ningún lado”. La historia nos dice que la ciencia puede equivocarse a veces, pero sí que es verdad que por el hecho de que la ciencia sea una creación de conocimiento colectiva, donde los colegas científicos se van avalando unos a otros, corrigiendo, compartiendo los datos, es un conocimiento mucho más confiable. Yo creo que si la gente entendiera cómo funciona la ciencia, lo estricta que es en su metodología, se daría cuenta de que no es infalible, pero sí que es mucho más confiable que otra manera de pensar.
Pere, sé que has entrevistado a muchos científicos a lo largo de tu carrera. ¿Cuál es aquel que, por alguna razón, te ha llamado especialmente la atención o ha significado algo?
Bueno, ha habido muchos. A mí me gustan mucho los científicos que ya son mayores, que han vivido la evolución de sus disciplinas. Yo siempre cito como mis preferidos a tres, quizás el que más es Paul Zamecnik, que era un biólogo molecular. Ya falleció. Yo lo entrevisté cuando tenía noventa y tres años y estaba en su laboratorio de Harvard, entusiasmado, investigando la relación de un virus con una enfermedad hepática, y no me acuerdo qué más, y unas células. Y me acuerdo, de repente, de que me dijo: “Es que cuando Watson y Crick descubrieron la estructura del ADN, lo primero que pensamos…”. Y yo dije: “Ostras, estoy frente a alguien que en ese momento, en 1953, cuando Watson y Crick descubren la estructura de ADN, él ya era un científico consolidado de cuarenta años. Él ha vivido toda la historia de la biología molecular del siglo XX”. Y lo tenía frente a mí, explicándomelo con una lucidez… Y fue alucinante. Entrevistar a personas así… Otro de los que cito era un premio Nobel en Física, que estuvo en Los Álamos. Ya fallecido también, pero él estuvo en el desarrollo de la bomba atómica. Me explicaba cuando, de repente, él era un matemático joven, de diecinueve años, muy exitoso porque era el mejor de la facultad con diferencia, y le ofrecieron ir a Chicago para hablar de unas cosas y de allí le metieron en un tren, no sabía dónde iba porque la otra opción era ir a la guerra, y de repente le metieron en una zona de New Mexico, que nadie sabía que existía, y era todo el campamento de Los Álamos destinado a construir la bomba atómica. O sea, estás hablando con alguien que vivió en primera persona eso.
Y luego, Vera Rubin, una mujer entrañable, también falleció. Vera Rubin era una astrónoma, que fue la que en los años setenta observó algo que era extraño. A los científicos les encanta encontrar algo que no encaje, porque dicen: “Oye, si esto no encaja con la teoría es que aquí hay algo que no conocemos”. Ella, en concreto, lo que observó es que las galaxias, las estrellas del exterior de las galaxias, giraban a la misma velocidad que las del centro, cuando la teoría lo que predecía es que en una galaxia las estrellas del centro deberían girar más rápido, porque hay más masa acumulada en el centro, que las exteriores. Y ella lo hizo con Andrómeda. Pero vio que esto era extraño y dijo: “Igual Andrómeda es extraña por alguna razón”, y lo midió con otras galaxias y siempre ocurría lo mismo. Dice: “A ver si me equivoco”. Y no, y era eso. Y la conclusión que sacó es que había materia oscura. Es que había alguna, había más materia de la que veíamos. Ya en los años treinta un científico postuló que podía haber materia oscura, pero ella tuvo la primera evidencia, Vera Rubin. Y también en ese momento, cuando yo hablé con ella, tenía ochenta años y me acuerdo que decía: “Mira, yo pude empezar a trabajar de astrónoma porque acompañaba a mi marido, que también lo era. Pero cuando yo era joven en los telescopios no podían ir mujeres”. Y dije: ¿Cómo?. “No, en los telescopios no aceptaban a las mujeres. Yo podía entrar y observar porque acompañaba mi marido. Y no había baño de mujeres en un telescopio, y yo me rebelaba y ponía allí, dibujaba una figura de mujer y la ponía, porque esto era intolerable”. Y te das cuenta de lo que significa. Lo que ha cambiado, también, no solo la ciencia, sino la sociedad en un siglo. Bueno, quizás la ciencia ha cambiado más que la sociedad en muchos aspectos.
Deberíamos pensar como extraterrestres y dudar de cosas que damos por sentadas
Eso, aparte del factor humano, el hecho de que tú puedas modificar algo tan pequeño y tan complejo como los genes y las proteínas de las membranas de unas células, te las lleves al laboratorio, las vuelves a insertar y con eso curas un cáncer metastásico que era de la sangre, pero que ya estaba insertado en otros tejidos… Esto es maravilloso. Y luego me gustó esta historia, de nuevo, por el factor humano, pero también por lo que implica, no solo a nivel de investigación científica, sino también del futuro de la medicina. El futuro de la medicina va por la prevención, va por la personalización, pero va por estas nuevas terapias individualizadas y a mí me impactó, como he dicho, primero, por la parte emocional de la historia, por la parte científica del milagro que supone lograr esto, y por la parte social de lo que conlleva hacia un futuro cercano.
Bueno, yo creo que lo que decimos muchas veces, de que tendremos que estar aprendiendo toda nuestra vida, ya es un presente, no es un futuro. Entonces, la sociedad ya ha cambiado en este sentido. Tenemos que estar aprendiendo nuevas cosas constantemente, durante toda nuestra vida personal y laboral. Entonces, obvio que hay una manera clásica de aprender, que es que alguien que sabe más que tú te lo cuenta: un profesor, tú a tus alumnos. Y eso es una manera, quizás, más eficiente. Si alguien quiere aprender a tocar el violín o la guitarra, pues hombre, un buen profesor le hará mejor violinista que alguien que se mira un tutorial de YouTube. Pero autoaprendiendo, estás ejercitando otras capacidades. Y en la escuela, vosotros, también estáis diciendo que, por el hecho que comentaba antes, de que tendremos que estar aprendiendo siempre, es muy importante aprender a aprender. Es muy importante desarrollar la capacidad de filtrar la buena información, de trabajar en equipo, buscar socios, compañeros para desarrollar proyectos juntos, para, digamos, este autoaprendizaje. Entonces, yo creo que desde la infancia, o desde la adolescencia quizás, potenciar este autoaprendizaje es importante. Quizás no en cosas que vayan a ser fundamentales, es decir, si tu hijo o tu hija dice: “Yo quiero aprender a tocar la guitarra”. ¿Por qué quieres aprender a tocar la guitarra? Si quieres ser un guitarrista excelente, entonces, oye, sí, ve al conservatorio o ve a un profesor, haz clases, porque eso te dirigirá mejor.
Pero si es un hobby, si es una afición, quizás serás un poco peor guitarrista si le dices: “Te doy una guitarra y búscate tu manera de aprender”, pero le estarás forzando a desarrollar este autoaprendizaje que les servirá durante toda la vida. Piensa que tenemos mucha información, en YouTube, en internet, para cocinar, para aprender muchas cosas, entonces yo sí me defino como un poco… sí, alguien que practica activamente el autoaprendizaje, pero porque yo creo que ya he desarrollado esa capacidad de filtrar información. Es decir, yo ya sé buscar unas buenas fuentes, darme cuenta de cuáles son más fidedignas que otras… Y eso me permite, digamos, construir un conocimiento de una manera sólida, pero esto se practica. Y esto es lo que a veces denominamos como “pensamiento crítico”, que es fundamental explicarlo desde la infancia. Porque estamos en una sociedad donde cada vez tenemos más información, tenemos casi un exceso de información, y el hecho de saber filtrar esta información es algo que no va a ser útil solo mientras estás aprendiendo. Bueno, no, de hecho, mientras estás aprendiendo, pero es que tendremos que estar aprendiendo toda la vida. Entonces, ese pensamiento crítico que te hace no creerte algo de primeras, sino ir contrastando constantemente la información, es imprescindible.
Aquí es cuando el profesor es fundamental, donde la ciencia le puede decir: “Mira, la mayoría de los niños aprenden matemáticas así, este es, digamos, el método mejor como punto de partida”, pero la experiencia del profesor identificando las necesidades particulares de cada niño es fundamental. Eso es que no lo va a sustituir la ciencia, porque la ciencia, al final, yo siempre digo: “La física es fácil, porque un rincón del universo se comporta igual que otro”. Y ahora vendrán los cosmólogos y me dirán que no, pero ya me entiendes lo que quiero decir. En cambio, la neuroeducación no, no todas las personas somos iguales ni tenemos las mismas historias. Y el tercer ámbito donde la ciencia puede aportar, bueno, es la tecnología. Es decir, es ver qué herramientas tecnológicas pueden servirnos para tener más información de lo que ocurre en el aula, o para tener acceso a una información que complementa o ayuda al profesor. Entonces, yo creo que estos tres ámbitos son importantes, pero sí que quizás hay una tendencia a exagerar un poco el poder de la ciencia en este sentido: es una guía, es una información valiosa, pero en temas que no son exactos, donde el factor humano es muy importante, es insustituible el arte del profesor.Y en psicología ocurre, cuando… Los psicólogos tienen una base empírica, tienen una base científica, investigan, publican sus artículos, pero cuando hablas con ellos te dicen: “Me viene una persona a consulta, sí que tengo una guía científica, que me dice: ‘Probablemente este problema viene de esto, o se soluciona de otra manera’, pero no todas las personas son iguales. Entonces no puedo aplicar siempre los mismos criterios”.
Y yo lo veo como una manera de fomentar la creatividad y el desarrollo de nuevas ideas. Mira, yo, para enlazar un poco con una visión práctica de eso, me acuerdo cuando estaba en Boston, en el MIT, que vino un chaval muy entusiasta, un español que estaba haciendo un master allí, jovencito y con mucha energía. Y me dijo: “Yo quiero hacer una web para unos temas de idiomas, de aprendizaje, de no sé qué, y así, y venderé los cursos estos”. Y tú piensas: “A ver, ¿qué vas a hacer tú? Seguro que esto, si lo has pensado tú, ya lo habrá pensado otro”, como lo del extraterrestre. Al cabo de unos años, en un recorte de prensa, Iñaki había vendido parte de su empresa con otros socios por treinta millones de dólares. Y dije: “Me cago en…”. O sea, es decir, ostras, él estaba pensando como un extraterrestre. No estaba viendo las cosas como, necesariamente, las ve todo el mundo y aceptándolas como son. A ratos, por lo menos, pensar como un extraterrestre puede ser productivo.