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La ansiedad: ese niño asustado que puedes calmar

Ana Ibáñez

La ansiedad: ese niño asustado que puedes calmar

Ana Ibáñez

Neurocientífica y entrenadora cerebral


Creando oportunidades

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Ana Ibáñez

¿Podemos entrenar nuestro cerebro para vivir mejor? ¿Es verdad que podemos utilizar los últimos descubrimientos de la neurociencia para mejorar nuestra autoestima, nuestras capacidades o gestionar mejor nuestras emociones? Para Ana Ibáñez, experta en neurociencia y entrenadora cerebral, la respuesta es un rotundo “Sí”. Desde hace 15 años, Ibáñez se dedica a la neurociencia aplicada, ayudando a las personas a entrenar su cerebro para mejorar su rendimiento, combatir el estrés o la ansiedad, e incluso, a afrontar mejor los cambios y retos de la vida. Como admiradora del doctor Ramón y Cajal, Ana Ibáñez suscribe las palabras de este pionero en el estudio de la plasticidad cerebral y la neurociencia: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. Y, por tanto, de su propia vida. Ibáñez propone ideas tan retadoras como que la autoestima la fabrica nuestro propio cerebro o que todos podemos modificar nuestras conexiones neuronales para lograr un mayor bienestar. “Existen entrenamientos cerebrales que ya están a nuestro alcance y que podemos poner en marcha para mejorar muchísimos aspectos de nuestra vida. Entrenar nuestro cerebro para sacarle el máximo partido es posible en el siglo XXI”, afirma.

Ana Ibáñez es ingeniera superior química, exnadadora de alto rendimiento y piloto de helicóptero. Desde 2011 está ligada a su pasión, la neurociencia, investigando los últimos avances en este campo para lograr la optimización cerebral. Es una de las únicas entrenadoras de técnicas y tecnología de neurociencia en España. En sus centros ‘MindStudio’ realiza entrenamientos para el alto rendimiento y bienestar mental de niños y adultos. También entrena a equipos directivos de empresas en todo el mundo y a equipos deportivos. Es conferenciante y divulgadora habitual y en 2023 publicó el libro ‘Sorprende a tu mente: entrena tu cerebro y descubre el poder de transformar tu vida’ (Ed. Planeta).


Transcripción

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Ana Ibáñez. La pregunta que yo recibo muy a menudo es: «¿Podemos entrenar nuestro cerebro para vivir mejor? ¿Es verdad que puedo cambiar mis habilidades, que puedo tener mejor humor y que puedo quitarme la inseguridad que siento, que puedo ser menos tímido o menos tímida, que puedo gestionar mejor lo que me pasa a nivel emocional?». Y la respuesta rotunda es que sí, que podemos, que nuestro cerebro se entrena, que podemos cambiar nuestras conexiones neuronales. Y de eso os voy a hablar hoy. Soy Ana Ibáñez, soy neurocientífica, soy también ingeniera química. Fui nadadora en una época. Soy piloto de helicóptero, pero, sobre todo, lo que soy es una entrenadora de cerebros. Quiero llevar a la gente, a todos nosotros, a aprovechar lo que sabemos hoy de neurociencia para vivir mejor, en cualquier ámbito. Y eso es algo que, por suerte, lo tenemos ya al alcance. Existen entrenamientos cerebrales para cambiar cómo nos sentimos, lo que hacemos, nuestro tipo de pensamientos y, en definitiva, para vivir mejor. Yo me di cuenta muy pronto de que la mente es la que hace que tengamos éxito o no, es la que hace que veamos el mundo como un lugar de oportunidades o que lo veamos como un lugar de amenazas. Y yo, en mi época de nadadora, por ejemplo, tenía claro que el entrenamiento físico que realizaba era muy importante, pero que la diferencia estaba en si, en el momento de la competición, mi mente era la adecuada o no, y eso lo cambiaba todo. Hay una neurociencia que es más teórica, hay neurociencia de investigación, pero la mía, a lo que yo me dedico desde hace dieciséis años, es la neurociencia aplicada, qué podemos hacer en el día a día para llegar a un mejor lugar.

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Jesús. Hola, Ana, ¿cómo estás? Mi nombre es Jesús y te he escuchado mencionar en varias ocasiones cómo es nuestro propio cerebro el que en muchas ocasiones nos boicotea y nos engaña. Y me preguntaba si serías tan amable de profundizar y darnos más detalles sobre esto.

02:22
Ana Ibáñez. El comprender que nuestro cerebro tiene un grado de evolución menor al que nosotros necesitamos hoy en día es un punto de partida importante para saber que nosotros tenemos que programar nuestro cerebro para que nos dé aquello que de manera natural no nos da. Y eso se trata de que nosotros, por biología, estamos formateados, estamos programados, para que nuestra primera prioridad a nivel cerebral sea defendernos de las amenazas. Pero eso nos deja fuera de algo que es importantísimo hoy en día, que es aprovechar las oportunidades: no solo defendernos de amenazas, sino que nuestro cerebro nos dé el impulso para ir a conseguir aquello que nos va a hacer crecer y que puede que sea una novedad. Pero nuestro cerebro, de manera biológica, está programado para hacernos sentir temor ante cualquier situación que sea novedosa y si él no puede identificar cuál es el resultado de esa situación. Todo lo nuevo supone un acto de confianza en que nuestro cerebro piense que eso nuevo va a tener un final feliz. Y, cuando él no lo puede hacer, lo que va a hacer es inyectarte de miedo, de temor, de dudas, de inseguridad. Eso es que tu cerebro te boicotee. En el día a día, nos ocurre todo el tiempo, nos enfrentamos a situaciones nuevas y situaciones nuevas son tener que entregar un proyecto, exponernos a algo, que algo cambie, un cambio profesional, un cambio personal, exámenes… Todo eso son amenazas para nuestro cerebro porque le exigen hacer algo que él no puede anticipar cómo va a terminar. Así que lo que va a tender a hacer, si nosotros no lo impedimos, es dotarnos de miedo, de pensamientos, de inquietud, de preocupación. Ahí es donde entra el conocimiento del cerebro y la neurociencia para saber que, si nosotros queremos evitar este boicoteo, lo que tenemos que hacer es darle la seguridad que él, por biología, no nos está dando.

04:19

Y, para ello, algo que es muy útil es dotarle de imágenes en las que él pueda pensar, o incorporar dentro de sus memorias cerebrales que eso que le pretendes pedir y esa novedad que quieres hacer tiene un final feliz. Por eso es tan importante, para que nuestro cerebro no nos boicotee, que nosotros podamos que quedarnos ligados a pensamientos de éxito en aquellas cosas que estamos intentando hacer. Aristóteles dijo una frase con la que yo estoy muy de acuerdo y dijo: «El miedo no es sino la anticipación del sufrimiento por que algo salga mal». Pero no deja de ser eso. Es una anticipación, una duda de si algo va a salir mal. Y fijaos en que la mayoría de las veces todo lo que nos cuenta nuestro cerebro y todo el miedo que nos mete, en realidad, no sale mal. Hay dos grandes circuitos cerebrales. Uno tiene que ver con el circuito del miedo cerebral, que nos defiende, y otro tiene que ver con el circuito de la oportunidad o de los beneficios de intentar cosas. Ese otro circuito, que tiene que ver con el circuito de recompensa, se activa si nosotros somos capaces de calmar a nuestro cerebro y hacer que ese circuito de alarma no esté tan activo y pueda conectar áreas de nuestro córtex prefrontal, que es donde está este otro circuito de oportunidad.

La ansiedad: ese niño asustado que puedes calmar. Ana Ibáñez, neurocientífica y entrenadora cerebral
05:42
Elena. Hola, Ana, mi nombre es Elena. Yo te sigo en redes y me ha sorprendido que, además de ser neurocientífica y experta en entrenamiento cerebral, eres piloto de helicópteros. ¿Podrías hablarnos un poco más de esta faceta de tu vida?

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Ana Ibáñez. Hola, Elena, muchas gracias por tu pregunta. Sí, yo soy piloto de helicóptero y fíjate: yo decidí hacerme piloto de helicóptero por esta mezcla entre fascinación y temor que me causaba el volar. No fue en realidad sino un desafío a mi mente de que yo era capaz de superar ese miedo que al principio me suponía volar. Y, en mi labor de neurocientífica, me ha ayudado mucho haber pasado por esas etapas porque he visto claramente en mí cómo nuestro cerebro se puede ir transformando para no vencer ese miedo, sino atravesarlo. Y eso es algo de lo que es interesante hablar. Desde el punto de vista cerebral, todos tenemos acceso a algo, que ahora se sabe, que es poder llevar a nuestro cerebro a una incomodidad que es una incomodidad determinada y mantenerlo en esa incomodidad para que él empiece a generar una neuroquímica que nos hace más fácil atravesar ese miedo. El miedo no se vence, sino que el miedo se traspasa. Cuando nuestro cerebro se ve sometido a un estrés como es afrontar una situación que te está generando temor, te está produciendo una neuroquímica adecuada que hace que primero se ponga en alerta, tu cerebro, que después pueda enfocarse en ir superando esa situación que te da temor y, por último, te segrega esta neuroquímica que conocemos todos que se llama dopamina, que es la que te va dando premios cada vez que tú vas haciendo un paso para soportar eso.

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Así que el poder contar con nuestro cerebro como aliado para quedarse en esa incomodidad de esta situación nueva, atravesarla y empezar a tener este premio de dopamina, este premio de ir sintiéndote bien conquistando ese miedo y venciéndolo es algo que, cerebralmente, podemos hacer todos. Así que mi experiencia de piloto ahora la disfruto muchísimo, pero ha ido pasando por todas las etapas y una de ellas fue la de temor.

 

08:03
Beatriz. Hola, Ana, mi nombre es Beatriz. Como experta en neurociencia que eres, me gustaría que me explicaras cuáles son para ti los descubrimientos más importantes sobre el cerebro que nos podrían ayudar a mejorar nuestras vidas en el día a día.

08:19
Ana Ibáñez. Muchas gracias, Beatriz, por esta pregunta, que me permite hablar de lo que en mi trabajo con neurociencia es creo que el descubrimiento que más utilizo en el día a día y con el que puedo ayudar a más personas a llevar a su cerebro y a su mente a un lugar más allá. Fijaos en que, dentro de neurociencia, con lo que por supuesto disfrutamos mucho es con la plasticidad cerebral. Esto que ya en el siglo XIX dijo nuestro querido don Santiago Ramón y Cajal, que fue el primer visionario que se dio cuenta de que nuestro cerebro puede cambiar y que no solo cambia a nivel de conexiones neuronales, sino que pueden cambiar las neuronas por dentro, el cómo se comunican… Bueno, pues después, en el siglo XX, ya lo que se supo es que podemos cambiar incluso el entorno cerebral en el que nuestro cerebro es capaz de aislar áreas para hacer cosas que antes no hacía. Es decir, nuestro cerebro puede reprogramar áreas cerebrales para que logren hacer esas áreas cosas para las que no estaban predestinadas. Ahí hay grandes, grandísimos, descubrimientos que se están aplicando, sobre todo, con un objetivo clínico para que personas que han visto disminuidas áreas cerebrales puedan superar estas disminuciones y mejorarlas. Pero fijaos: hay un estudio con el que yo disfruto mucho, que se está haciendo en la Universidad de Stanford, que lo está haciendo Eric Knudsen, que ahora ya está jubilado, pero siguen trabajando con ello, que es demostrar cómo podemos acceder a más plasticidad, es decir, a más transformación cerebral todavía en el día a día. ¿Cómo lo podemos hacer? Pues, bueno, una de las grandes maneras es pedirle a nuestro cerebro que haga algo fuera de aquello que sabe hacer sustancialmente bien. Es decir, nuestro cerebro está muy cómodo cuando hace cosas de una manera automática y las sabe hacer muy bien.

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Bueno, pues, cuando a nuestro cerebro lo forzamos a ir a un lugar incómodo, ahí es donde empiezan a pasar cosas. ¿Y sabéis cuál es el lugar más incómodo para nuestro cerebro? Pues es cometer errores. Cuando nosotros cometemos un error, nuestro sistema nervioso se altera y lo que piensa es: «Algo está pasando aquí y me está poniendo en una amenaza porque estoy haciendo un error». Tenemos que aprovechar los errores porque ahí empieza a ocurrir una neuroquímica que es maravillosa para poder llevar a nuestro cerebro a otro lugar. Hay tres sustancias químicas que son importantísimas en cometer un error. Y es que, frente a esta amenaza de nuestro sistema nervioso por hacer algo mal, él empieza a generar algo que se llama epinefrina, que es una sustancia química que lo que hace es ponernos en alerta y, entonces, se pone a trabajar porque tiene que solucionar eso. En segundo lugar, nos viene una sustancia que se llama acetilcolina y esta sustancia lo que hace es enfocarnos para que nos enfoquemos en aquello que queremos mejorar. Y fijaos en que aquí está la clave, que utilizamos mucho en neurociencia y que yo utilizo en mis entrenamientos, porque esta acetilcolina, en el momento en el que se segrega, si nosotros en ese momento somos capaces de darle una muy buena razón a nuestro cerebro para que se enfoque en adónde queremos ir, estamos provocando esa transformación neuronal y estamos haciendo que esa plasticidad que se está generando en ese momento la podamos aprovechar. ¿Por qué es tan importante tener ahí un objetivo? Porque, si no, perdemos esta neuroquímica y caemos en algo que todos conocemos muy bien que es la frustración. Ese momento es clave: si eres capaz de, en el momento de frustración, seguir generando esfuerzo y que tu cerebro aproveche esa neuroquímica para ir a un lugar más allá, aguantar esa incomodidad, ahí estás aprovechando esa plasticidad.

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Cuando ocurre eso, cuando tú te quedas pegado a tu objetivo y estás aguantando esa incomodidad, tu cerebro empieza a regalarte un premio en forma de dopamina. Dopamina es esa sensación de premio, de regalo, de «Lo estás haciendo bien». Entonces, lo que hace tu cerebro es, de repente, empezar a darse cuenta de que esos cambios que está haciendo son positivos. Así que, de todos los descubrimientos que hay ahora en neurociencia, para mí este avance es fundamental: saber cómo podemos hacer que nuestro cerebro aproveche el fallo, cómo podemos darle seguridad en la incomodidad y cómo aprovechar las ventanitas que se nos abren a nivel cerebral para que transforme estructuras. Y yo con eso trabajo todos los días con personas y lo vemos, vemos los cambios.

12:49
Ana. Hola, Ana, mi nombre es Isabel, encantada. Yo quería plantearte una pregunta porque cada vez noto que me cuesta más mantener la atención y la concentración y no solo no noto en mí, sino que lo noto en mucha gente a mi alrededor. ¿Cómo podemos entrenar nuestra concentración?

13:08
Ana Ibáñez. Hola, Isabel, muchas gracias por tu pregunta. Eso que te ocurre a ti nos ocurre a un porcentaje altísimo de personas hoy en día y lo estamos viendo mucho en personas jóvenes. Los que nos dedicamos al entrenamiento cerebral aplicado para mejorar el día a día vemos que una de las primeras causas de buscar entrenamiento cerebral es precisamente ese, cómo lograr focalizarnos más en cosas y que nuestra atención no se distraiga tanto. Es normal que, en nuestro cerebro, que está reprogramándose todo el tiempo, ante una sociedad y un día a día que nos exige estar atentos a muchas cosas, la programación principal sea esa precisamente, la de poder saltar y estar atento a determinadas cosas. Por eso, cuando de repente le pedimos que se concentre en algo, le sorprende, porque es una actividad a la que no está acostumbrado. Eso lo tenemos que entrenar. Para podernos concentrar en algo, necesitamos que nuestro cerebro haga algo que es un poco contradictorio porque necesita, en primer lugar, calmarse lo suficiente y, a la vez, necesita tener la suficiente energía. Es un equilibrio entre calma y energía. En el día a día, nosotros podemos hacer cosas para entrar en una burbuja de concentración, para crear una burbuja de concentración que tiene que mantener estos dos elementos, calma y energía. ¿Y cómo lo logramos? Pues, desde el punto de vista cerebral, la calma, para poderte luego concentrar, viene asociada a que tu cerebro produzca unas frecuencias que se llaman alfa, que son las de la calma. Las frecuencias alfa son las que todos conocemos cuando estás en calma paseando por la naturaleza o paseando al lado del mar, o escuchando una buena música. Esas frecuencias de calma hacen que tu cerebro pierda alerta hacia el exterior y pueda centrarse más en una actividad como es concentrarse.

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Entonces, antes de buscar un momento de concentración, es muy bueno que hagas algo que alimente esas frecuencias alfa en tu cerebro. Para cada uno de nosotros puede ser algo distinto, pero en general algo que nos sirve a todos es escuchar una música que te gusta porque eso te pone en un lugar cómodo y seguro. Y algo que ahora se sabe, porque se puede medir con electroencefalogramas, es que después de hacer un ejercicio intenso en un periodo de tiempo muy corto, como puede ser moverte, bailar o saltar antes de querer concentrarte, nuestro cerebro, justo después de hacer un ejercicio intenso, genera ráfagas de frecuencia alfa de la calma. Eso lo hemos vivido porque, normalmente, después de hacer deporte ves que te invade una sensación serena, de calma. Eso es porque tienes frecuencias alfa. Entonces, si vas a concentrarte, viene muy bien que pongas música y que, además, te muevas vigorosamente, y eso ya te va a dar frecuencias alfa. Y, luego, necesitamos que tenga la energía cerebral adecuada para poderse concentrar. Porque fijaos en que concentrarse exige que nuestro cerebro sea capaz de bajarle el volumen al exterior, a todo lo que está ocurriendo, y que de todo lo que percibe, solo se concentre en aquello en lo que tú quieres fijar la atención. Esa bajada de volumen es un esfuerzo cerebral. Para ello, utiliza nuestro hemisferio izquierdo, unas áreas que se llaman el frontal y el prefrontal izquierdo. Y estas áreas necesitan energía, necesitan riego cerebral, para poderse poner en uso. Entonces, ¿qué nos viene bien para eso? Bueno, le va a ayudar ese ejercicio vigoroso que has hecho antes, que te ha dado alfa, y le ayuda también que hagamos una transición, es decir, que no le fuerces a hacer ese esfuerzo de golpe, sino que hagas una transición donde puedas poner, por ejemplo, una música que es animada pero que a él le deja en un lugar seguro, de buena actividad, o de buena activación, y de esa manera va a ir entrando en este momento de concentración.

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Para concentrarnos, necesitamos una media de cinco u ocho minutos en los que está ocurriendo esta transición. Es decir, nuestro cerebro está trabajando para generar las frecuencias beta, en este caso, que son las de la concentración, y que tú puedas después concentrarte. También ayuda mucho para concentrarse, tener un elemento que siempre está presente en tu concentración. Yo, por ejemplo, cuando tengo que escribir o tengo que pensar algo, tengo una vela que suele ser del mismo olor, porque mi cerebro ya ha identificado que, cuando esa vela está encendida, genera esas frecuencias beta de la concentración. Entonces, para mí, ponerme dentro de esa burbuja de concentración donde está esa música, ese ejercicio antes, esa música y, después, la vela genera concentración. Y un ejercicio que te puede ayudar mucho para atraer esa energía necesaria de concentración, que en el fondo es llevar a tu mente de un foco abierto a un foco más cerrado, es el siguiente, que es muy simple y que lo podemos hacer todos: si tú llevas tu mirada hacia determinados objetos que nos rodean ahora mismo y piensas el nombre del objeto dentro… Yo estoy mirando desde aquí y puedo poner escalera, cortina, suelo, zapato… Cuando tú obligas a tu cerebro a posar la mirada sobre determinados objetos y a pensar su nombre, o puedes pensar también su color, estás haciendo el ejercicio de que tu cerebro pase a un modo de concentración, de enfocarse.

18:15
Mónica. Hola, Ana. Lo primero de todo, enhorabuena por tu libro ‘Sorprende a tu mente’. Me ha encantado y enhorabuena por tu gran labor. En el libro, hablas mucho de la ansiedad y es un problema que acucia a nuestra sociedad ahora mismo. ¿Cómo puedes trabajar tu cerebro para lidiar con esta sensación tan agobiante?

18:36
Ana Ibáñez. La ansiedad es muy incómoda y lo que es importante saber en primer lugar es que la ansiedad toma forma diferente para cada uno de nosotros. La ansiedad que puede sentir una persona puede estar más ligada a pensamiento, a tener muchos pensamientos invasivos, incómodos… Para otra persona puede ser mucho más físico, de sentir algo a nivel físico que es incómodo, sentir su corazón, tener problemas con la digestión… Para otras personas, la ansiedad es encerrarse en sí mismas y no atreverse a salir. La ansiedad tiene muchas formas. ¿Qué es importante entender de la ansiedad? Que, si bien los síntomas que sentimos son absolutamente reales e incómodos, la ansiedad en realidad es un mecanismo cerebral. Tu cerebro te está contando una historia cuando sientes ansiedad. La ansiedad no es sino un miedo alojado en tu cerebro que ha hecho que reprograme su actividad para hacerte sentir en alerta e inquieto, e inquieta, aunque no haga falta. El tema con la ansiedad es que procede de un lugar cerebral al que tenemos poco acceso. Es decir, que te puede pasar que tengas ansiedad y no entender por qué tienes esa ansiedad, o pensar que tienes ansiedad y que, bueno, habría causas, pero no son lo suficientemente importantes ni grandes como para que tú estés sintiendo algo tan grave o tan incómodo a nivel físico. ¿Por qué ocurre esto? Ocurre porque la mayoría de nuestros temores, de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, vienen de un lugar cerebral que es el subconsciente. Es decir, que nuestro cerebro está alimentándonos continuamente de información que ha dejado guardada y que nosotros ni siquiera sabemos que está ahí. ¿Pero qué información es la que guarda de manera más fuerte nuestro cerebro? Aquella información que pone en peligro nuestra supervivencia.

20:25

Él va a guardar, sobre todo, muy bien bajo llave aquellos recuerdos y aquellas experiencias que te lo han hecho pasar mal, porque él ha interpretado que eso es una amenaza, que te puede pasar algo malo. Y, si recordáis, el objetivo de nuestro cerebro es nuestra supervivencia, no que seamos felices, no que nos desarrollemos. Entonces, la ansiedad tiene que ver mucho con eso, con que nuestro cerebro está alimentando continuamente información guardada a la que le ha dado un sesgo y es mucho más negativa que positiva. Esto es como las estrellas. Nosotros pensamos que las estrellas salen por la noche cuando, en realidad, las estrellas están siempre ahí. Con nuestro subconsciente ocurre lo mismo. No somos conscientes de que está, no llega a un plano racional, pero nuestro subconsciente está alimentando todos y cada uno de nuestros pensamientos, todas y cada una de nuestras acciones. Y es importante saberlo porque al saberlo es cuando podemos hacer algo para cambiarlo. ¿Y cómo lo hacemos? En esto, os voy a dar una imagen que ayuda mucho y es como que nosotros saquemos nuestro cerebro de nosotros mismos y nos lo pongamos enfrente. Y esto que ponemos enfrente va a ser no un cerebro perfecto, como hemos estudiado. No, vamos a poner enfrente un cerebro que, en realidad, es un niño que está asustado. Y eso es lo que quiero que veáis que es un cerebro cuando siente ansiedad. La ansiedad no es sino la manera que tiene nuestro cerebro de decirnos que está muerto de miedo. Cuando nosotros nos ponemos con sentido común pensando que nuestro cerebro es un niño asustado, se nos hace mucho más fácil ver qué podemos hacer para calmarlo.

La ansiedad: ese niño asustado que puedes calmar. Ana Ibáñez, neurocientífica y entrenadora cerebral
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Cuando tienes un episodio en el que tu corazón empieza a funcionar y a latir de una manera muy acelerada sin una causa que puedas identificar, o notas que estás en un periodo en el que tienes mucha invasión de pensamientos, en realidad lo que está ocurriendo es que tu cerebro es ese niño que está tan asustado que te está mandando esos síntomas para que te des cuenta de que quiere que lo cuides y de que le tienes que sacar el miedo. Cuando tú tienes a un niño que está asustado, lo primero que le quieres demostrar es calma normalmente. Lo quieres mirar con ojos de calma para que él no vea miedo en ti. Tú le estás traspasando: «Oye, yo estoy seguro». ¿Cómo hacemos eso para nuestro cerebro? Haciendo algo físicamente que no es de ansiedad, sino que es de calma. ¿Qué es lo más rápido para decirle a nuestro sistema nervioso que en realidad nosotros estamos calmados? Es la respiración. Por eso los ejercicios de respiración son tan útiles para bajar la ansiedad, porque, si tú entras en un patrón de respiración donde respiras de manera abdominal y exhalas en exhalaciones más largas que las inhalaciones, tu cerebro, que conoce ese esquema de respiración y lo tiene ligado a calma, empieza a calmarse porque dice: «Ah, espera, yo estoy sintiendo ansiedad, pero está respirando con calma. Yo tengo asociado que este tipo de respiración está asociado a calma». Entonces, va a empezar a producir la neuroquímica y las frecuencias cerebrales adecuadas a la calma. En segundo lugar, es empatizar. Si un niño tiene miedo, tienes que aceptar que siente miedo y él tiene que saber que lo está pasando mal y que tú te das cuenta de ello. Con nuestro cerebro ocurre igual. Por eso no podemos obviar los síntomas, sino que tenemos que mirarlos y decirnos de manera consciente: «Entiendo que estás asustado y por eso estoy con estos síntomas, pero esto no es real, esto es un mecanismo. Entonces, no voy a luchar contra los síntomas, pero voy a despistarte para que te fijes en otras cosas y no en tus síntomas». ¿Qué nos ayuda en esto? Lo sensorial.

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Para bajar la ansiedad es muy importante conectar con los sentidos. Por eso, una música que tú has escuchado antes, en épocas en las que estabas calmado, te va a ayudar mucho a calmar a tu cerebro. Puedes meter una música y, a pesar de que estés sintiendo estos síntomas incómodos de ansiedad, tú pones una música y cerebralmente tu cerebro va a empezar a reconocer de nuevo esta música que está relacionada con «yo no tener miedo o estar en calma» y entonces va a ir para allá. Así que es importante entender que la ansiedad es normal que nos ocurra, pero que la acrecentamos siempre que nos preocupamos mucho por ella. Porque, en nuestro radar cerebral, él está viendo cuánto te importa. Si te preocupas mucho, te quedas muy pegado a los síntomas y a mirar, en el fondo le estás diciendo a este niño: «Tienes razones para estar asustado». Y lo que le queremos demostrar a nuestro cerebro es: «No, no tienes razones para estar tan asustado. Quiero que conectes con áreas cerebrales más sofisticadas que te demuestran que esto no es un problema de supervivencia, que mi vida no está en amenaza por sentir estrés o por estar con situaciones que suponen retos». Mirarnos de esa manera y calmarlo desde ese lugar es algo que nos ayuda mucho para la ansiedad. Os quiero contar un caso concreto, hablando de la ansiedad. La ansiedad está presente en todos nosotros. Parte del colectivo que yo entreno… Hay una parte que es de alto rendimiento, es decir, son personas… Alto rendimiento profesional o deportivo. Son personas a las que se les exige en su trabajo más allá de lo normal. En este caso, os quiero hablar de un deportista de primer nivel que sentía mucha ansiedad y que se estaba lesionando mucho por la ansiedad que le provocaba su cerebro. ¿Qué es lo que le estaba pasando a este cerebro? Cuando trabajé con él, le hice entrenar en sus frecuencias cerebrales, es decir, le hacía unos electroencefalogramas a tiempo real en los que leía sus frecuencias cerebrales para hacer que su cerebro fuera consciente de estas frecuencias y pudiera optimizarlas.

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Bueno, lo que vimos con él es que había una parte emocional que él no identificaba qué era que le estaba subiendo todo el tiempo información de alerta y de alarma, de forma que cuando él salía el terreno de juego no era capaz de aislarse de su mundo emocional, sino que se lo llevaba consigo al terreno de juego. Cuando a tu sistema le estás exigiendo muchísimo a nivel físico y a nivel mental también le estás exigiendo mucho, es muy fácil que se rompa. Allí hicimos un trabajo de identificar qué había pasado en este niño asustado que tenía él a nivel cerebral, qué había pasado en su infancia que le estaba dando todo el tiempo esa información de alerta cerebral que le estaba exigiendo tanto y que le estaba pasando esta incomodidad que se llevaba consigo al terreno de juego. Y, entonces, lo que pudo hacer de manera consciente es superar eso que había sido un trauma a nivel emocional y, con ello, su ansiedad disminuyó hasta llegar a desaparecer y sus lesiones bajaron muchísimo. Pero, sobre todo, lo que aumentó es la seguridad como deportista, porque su cerebro ya no le está pidiendo que lleve tanta energía a combatir esos pensamientos negativos.

27:16
Cloe. Hola, Ana. Volviendo un poco a lo que nos estabas contando sobre la ansiedad, me preguntaba si nos podrías explicar las diferencias entre la ansiedad y el estrés y, sobre todo, cómo manejar mejor el estrés.

27:29
Ana Ibáñez. Estrés y ansiedad no son lo mismo, pero se tienden a confundir en la manera habitual y coloquial de hablar. El estrés es necesario para que nosotros logremos hacer algo que se sale de lo normal. Sale en cualquier situación que te hace sentir incómodo porque sabes que tienes que sacar algo de ti que te exigen. Y eso es muy bueno, porque desde el punto de vista cerebral nuestro cerebro se reprograma, se desarrolla, si nosotros le pedimos estas cosas. Si no se las pedimos, se quedaría siempre igual. Y, de hecho, esas sustancias químicas que se segregan cuando nosotros tenemos estrés son las que nos permiten alcanzar conexiones neuronales, hacer cosas, utilizar capacidad cerebral, porque, si no, no lo haríamos. Pero fijaos en que hay una diferencia enorme entre el estrés y la ansiedad. El estrés nos ocurre siempre que hay un elemento estresor presente. El estrés no te pasa porque sí, el estrés es porque tienes que enfrentarte a una situación que te estresa. Sin embargo, la ansiedad es un mecanismo cerebral. La ansiedad aparece sin que tenga que haber ningún elemento externo que a ti te estrese o que tenga razón para generarte ansiedad. La ansiedad en muchos casos es el estrés crónico que se ha alojado en nuestro cerebro y que hace que sientas ansiedad. Fijaos en que la ansiedad, de hecho, nos amenaza o nos invade en momentos que son de calma. Hay mucha gente que tiene un ataque de ansiedad cuando está conduciendo, por ejemplo. Los ataques de pánico vienen muchas veces en situaciones donde no está pasando nada para que uno tenga un ataque de pánico. Sin embargo, es la manera en la que tu cerebro de repente suelta esta presión que está contenida en esta olla a presión. Y es la manera que tiene de gritarte: «Oye, tengo miedo». ¿Y cuándo le interesa más a tu cerebro decirte «Tengo miedo»? Pues le interesa decírtelo cuando él identifica que tú estás muy en calma, porque, como un niño asustado haría, si te ve en calma y que no estás empatizando con el miedo que él siente, va a querer hacértelo ver porque va a decir: «Oye, crees que estoy bien, pero en realidad no lo estoy y te lo voy a demostrar».

29:29

¿Cómo te lo demuestra? Haciendo un ataque de ansiedad o haciendo un evento en el que tú vas a tener estas sensaciones físicas. Entonces, es importante entender que estrés y ansiedad son distintos y que ansiedad es un mecanismo cerebral. Pero fijaos en que ahí hay un estudio que a mí me gusta mucho, en la Universidad de Harvard en este caso. Este estudio lo que ha demostrado es qué ocurre si nosotros reprogramamos nuestro cerebro y le damos un significado diferente al estrés. Qué ocurre si nosotros le damos un significado diferente a tener un corazón latiendo fuerte, a estar transpirando o a tener una respiración más acelerada. Qué pasa si a nuestro cerebro le decimos que en vez de que eso es negativo y que lo que hay enfrente es una amenaza… Qué pasa si le decimos que eso es positivo. ¿Cambiará algo? Y fijaos en que es muy interesante porque, efectivamente, cambia. Lo que ahora sabemos, porque se estudia por resonancia magnética funcional, que es la manera que tenemos de hacer imágenes de nuestro cerebro, y también con electroencefalogramas, que es la manera que tenemos de leer nuestra electricidad cerebral y ver qué frecuencias está sintonizando, si sintoniza las de la calma o no… Bueno, pues lo que se sabe ahora es que, si nosotros hacemos el ejercicio de pensar que cuando tienes esos síntomas lo que haces es tener el mensaje de que ese es mi cuerpo trabajando para mí, para hacerme un superhombre o una supermujer para hacer frente a este evento, todo cambia. Tu cerebro, en vez de verlo como un acto de supervivencia, lo ve como un acto de poder, se fortalece. Y fijaos: va más allá. Lo que se ha demostrado es que, aunque el corazón lata más fuerte, es decir, esté llevando más riego, no tiene asociado el efecto negativo cardiovascular que sí tendría un estrés que acelera tu corazón, pero que tiene la connotación negativa.

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Cuando tú estás a gusto con tus síntomas de estrés, tus vasos sanguíneos no están contraídos y este es un gran descubrimiento, porque lo que hace es que, si nosotros conectamos con el estrés de una manera positiva, estamos haciendo que nuestro organismo esté sacando lo mejor de sí y que, encima, eso no sea nada que nos venga mal, sino que le haga desarrollarse. Y esto es importantísimo, porque hay dos tipos de estrés. Está el estrés positivo, que se llama «eustrés», y el estrés negativo que sí que nos daña, que se llama distrés. Del eustrés es del que os estoy hablando, de este estrés que nos desarrolla en vez de perjudicarnos. Pues fijaos, hay dos variables que es necesario que estén presentes para que nuestro estrés se mantenga positivo y sea eustrés. Una de las variables es que nosotros tengamos muy claro, y se lo digamos a nuestro cerebro, cuál es el beneficio que hay detrás de ese estrés que estamos sintiendo. Dónde me lleva, qué gano yo poniendo a mi sistema fuera de esta zona de confort. Y, en segundo lugar, limitar el tiempo al que está sometido al estrés. No hay ningún estrés positivo que, alargado durante mucho tiempo, pueda mantenerse positivo porque nuestro organismo no tiene la capacidad de regenerarse de ese estrés y no puede disminuir la carga alostática que conlleva el estrés. Pero, si tú mantienes el estrés en un periodo determinado de tiempo y tu cerebro lo sabe, ahí estás haciendo que tu estrés sea positivo. Y esto, muchas veces, lo único que necesita es que nosotros seamos conscientes de que esta situación es incómoda, estoy estresado, pero va a durar equis horas, equis días… Puede durar meses, puede ser una situación laboral que te dure más tiempo, pero siempre y cuando tu cerebro sabe que va a tener un fin, estás cayendo en estrés positivo.

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Os voy a pasar un ejercicio con el que yo trabajo día a día y que es muy simple pero es muy poderoso. Para hacer este ejercicio, vamos a utilizar una habilidad que tiene nuestro cerebro y es la tridimensionalidad. Os voy a pedir, para él, que cerréis los ojos y que, desde los ojos cerrados, sigáis mis instrucciones. ¿Podéis imaginar el espacio que hay entre vuestras orejas? ¿Podéis imaginar la distancia que hay entre vuestra oreja derecha y la punta de vuestra nariz? ¿Podéis imaginar la distancia entre vuestra oreja izquierda y la punta de vuestra nariz? ¿Podéis imaginar lo que ocupa vuestra lengua dentro de la boca? ¿Podéis imaginar la columna de aire que recorre vuestra nariz? ¿Podéis imaginar la distancia entre la punta de tu nariz y la punta de tu barbilla? ¿Y podéis imaginar la distancia que hay entre vuestras orejas? Ya podéis abrir los ojos. Fijaos en que un ejercicio tan simple como este tiene una habilidad, que se ha leído con electroencefalogramas, en este caso, de producir muchas frecuencias alfa de la calma. ¿Y por qué ocurre esto? Porque cuando nuestro cerebro se queda como pendiente de sí mismo, imaginando los espacios que nos contienen a nosotros, trabaja con una faceta que es la tridimensionalidad, el espacio. Y esto tiene un beneficio inmediato que es subir estas frecuencias alfa.

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Si queréis calmaros antes de algo, si queréis llevar a vuestro cerebro a un lugar de más calma y de más frecuencias alfa que os van a hacer afrontar esa situación desde un lugar mejor, podéis cerrar un momento los ojos y hacer este ejercicio vosotros mismos que os acabo de enseñar. Y de esta manera estáis calmando vuestro cerebro.

35:27
Eugenia. Hola, Ana, soy Eugenia. Te he escuchado decir que la autoestima la podemos fabricar nosotros mismos en nuestro cerebro. ¿Es esto cierto?

35:34
Ana Ibáñez. Sí, es cierto, y es importantísimo que lo sepamos. La autoestima se programa y no solo se programa, sino que se reprograma. La autoestima es algo cambiante, es algo variable y es algo que todos nosotros podemos modificar. Creo que es muy importante saber que nuestro cerebro tiene esta habilidad porque es una de las grandes habilidades que tenemos a nivel cerebral y que hace que nuestra vida mejore y, sobre todo, que nosotros podamos sacar lo mejor de nosotros mismos y disfrutar de nuestras capacidades. ¿Qué es la autoestima? La autoestima es lo queribles que nos sentimos, en primer lugar, por nosotros mismos y por los demás. Y aquí ocurre algo desde nuestra programación cerebral, desde que nacemos y vamos programando e incorporando información a nuestro cerebro, y es que la autoestima es una de las claves iniciales que nuestro cerebro tiene que trabajar y programar para su supervivencia, porque la autoestima determina lo queribles que nos sentimos para cubrir dos grandes necesidades humanas que son, en primer lugar, sentirnos queridos para que nos cuiden, que es clave para nuestra supervivencia desde que nacemos y, en segundo lugar, que nos acepten en un grupo. Porque, si falta alguna de las dos, si no nos quieren y nos cuidan o no nos aceptan en un grupo, nosotros no sobrevivimos. Y nuestro cerebro, en su afán y su objetivo de nuestra supervivencia, de protegernos, está formateado desde el momento en el que nacemos para estar muy pendiente de eso, de si nos quieren y de si nos aceptan. Y con eso determina cómo de queribles somos y cómo es nuestra autoestima.

La ansiedad: ese niño asustado que puedes calmar. Ana Ibáñez, neurocientífica y entrenadora cerebral
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Pero fijaos en que aquí ocurre algo que es curioso y que es bueno saberlo también a nivel cerebral y es: ¿qué información incorpora a nivel de autoestima primero nuestro cerebro en nuestras etapas iniciales de educación y de vida? Pues lo primero que incorpora es, por comparación a los demás, cómo nos vemos. Establece cómo de queribles somos por otros, porque fijaos en que, ya en el entorno familiar, cada uno de nosotros hemos tenido que buscar un espacio y nuestro cerebro ha trabajado para que nos quieran. ¿Y cómo lo ha hecho? ¿Soy el hijo mayor o menor y lo que se espera de mí es que sea responsable? O puedo ser el rebelde o puedo ser el que saque buenas notas o puedo ser el que es creativo. En el fondo, nuestro cerebro está buscando todo el tiempo una seguridad de que aquello que somos es algo que los demás ven y que nos van a querer por ello y seguimos participando en este grupo. Y fijaos en que eso viene desde el subconsciente. ¿Qué ocurre? Que nosotros seguimos creciendo y, entonces, entra la siguiente parte de la autoestima, que es cómo nos queremos nosotros, cómo de queribles somos ante nuestros ojos. Y ahí es donde viene la reprogramación de la autoestima, que no solo es bueno que la hagamos, sino que es necesario que la hagamos, porque es en esa reprogramación de la autoestima donde nosotros podemos meter la información cerebral de que ya no solo eres querible porque eras todas estas cosas, sino que eres querible por el simple hecho de ser, por el simple hecho de tener aquellas cosas dentro de ti que son talentos, que es muy bueno que descubramos, y que simplemente por eso tú tienes una razón de ser y tu supervivencia no está amenazada.

39:02

No importa lo que otro piense de nosotros, porque eso ya no es una cuestión de vida o muerte, cuando sí lo pudo ser en un cerebro infantil. ¿Y cómo lo hacemos? Bueno, pues la manera más directa de hacerlo es ir a recordarle a nuestro cerebro situaciones ya vividas donde él ha podido experimentar que, efectivamente, eras querible por ti mismo. ¿Cuándo ocurre eso? Ocurre sobre todo cuando estamos orgullosos de nosotros mismos. Si nosotros somos capaces de traer nuestra memoria cerebral de situaciones de orgullo, donde nosotros nos hemos sentido bien con nosotros mismos y subirlo a la superficie, que forme parte del bagaje cerebral que tenemos, nuestra autoestima ya sube, porque independientemente de lo que escuches, tú vas a tener la certeza de que tú puedes estar orgulloso de ti mismo y tu cerebro va a ir alimentándote esos pensamientos. Cuando eso te cuesta, es muy bueno meter el factor externo, lo que otros están viendo de ti, que quizás es opaco para ti, o quizás está oculto a tus ojos. Porque muchas veces lo que nosotros somos está oculto a nosotros mismos y es una persona que tienes al lado la que te lo puede decir y te puede decir: «Oye, a mí de ti me gusta esto y esto, o me sorprende esto y esto». Entonces, las personas que te quieren o que tienes cerca o que te conocen sí tienen una visión más clara de en qué cosas tú estás brillando. Si utilizamos esa información en nuestro favor, estamos dándole más razones a nuestro cerebro para que nos pase mensajes de querernos a nosotros mismos. Y ahí hay una frase que a mí me gusta mucho y es que el acto egoísta más generoso que podemos hacer por los demás es amarnos a nosotros mismos.

40:45

Porque si nosotros nos queremos a nosotros mismos y subimos nuestra autoestima, vamos a desprender cosas mucho más positivas, vamos a hacer que nuestros entornos sean mejores. Creo que estaréis conmigo en que las personas que sufren de autoestima baja normalmente hacen que los entornos sufran también un poco de ello porque te preocupas por ellos, lo cual no significa que siempre la autoestima tenga que estar alta. No, la autoestima es viva, sube, baja… pero lo importante es que nosotros nos quedemos seguros y muy próximos a aquellas herramientas que nos hacen vernos en la profundidad de quiénes somos. De esta manera, estaremos haciendo que ese ser querible por los demás y por nosotros mismos sea de una manera sana, sea de una manera real y nuestro cerebro se reprograme con ello.

41:33
Jonathan. Hola, Ana, mi nombre es Jonathan y me gustaría preguntarte: a veces en nuestro día a día vivimos complicaciones. Entonces, nuestro cerebro crea un bucle. Y me gustaría saber cómo salir de eso en nuestras crisis y retos. Gracias.

41:49
Ana Ibáñez. Hola, Jonathan, gracias por tu pregunta. Efectivamente, es que la vida es eso. La vida son cambios. La vida son transformaciones, son sorpresas. Y muchos de estos cambios son voluntarios, pero muchísimos son involuntarios. A nuestro cerebro no le gustan las sorpresas. Cualquier cambio de rumbo en nuestra vida, aunque pueda ser muy positivo para nosotros y nos desarrolle, para nuestro cerebro, en primera instancia, no lo es. No es positivo. Él busca que sigamos haciendo lo mismo. Por eso, cualquier cambio de rumbo, cualquier crisis, cualquier cosa que en tu vida pase de ser de una manera a otra, va a ser un momento incómodo, va a ser un momento en que vas a sufrir y va a ser un momento que te va a someter a una incertidumbre que, si tu cerebro se la pudiera ahorrar, se la ahorraría. Y eso es muy importante saberlo, porque nuestro cerebro, en ese cambio, va a querer quedarse pegado a lo anterior porque no quiere cambiar. Y, entonces, es muy probable y lo habréis vivido, posiblemente, que haya un ámbito de tu vida que quieres cambiar, que necesitas cambiar, que tu organismo te está pidiendo de alguna manera, a veces de manera física, con síntomas, a veces con bajo ánimo o con depresión… Tu organismo te está hablando de que necesitas cambiar eso porque ya no funciona y, sin embargo, te sorprendes de que no te está ayudando a hacer ese cambio. Dices: «¿Y cómo será que, si mi organismo sabe que esto ya no funciona y estoy sufriendo y somatizándolo…? ¿Cómo no me dará la seguridad, el optimismo o las herramientas para cambiar?». Y esto pasa pocas veces. ¿Por qué no te lo da? Porque el grado de evolución cerebral es menor que el que necesitas para que sí que te lo dé. Entonces, tenemos que ayudarle una vez más. Tenemos que darle ese empujón que, por evolución, todavía no tenemos. ¿Cómo lo hacemos?

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Siempre que seas capaz, frente a un cambio, de enseñarle que lo que hay detrás de este cambio te va a llevar a un lugar donde sí vas a estar bien…Y no tiene por qué ser extraordinario. Tu cerebro lo único que necesita es saber que va a sobrevivir a ese cambio. No hace falta que tu vida mejore muchísimo después de ese cambio. Lo único que necesitamos es que tu cerebro pierda el miedo a que algo muy negativo le puede pasar. Entonces, si logramos eso, ya estamos ayudándonos mucho en forma de información cerebral. Muchas de nuestras crisis tienen una base emocional. Todo lo que tenga que ver con separaciones, con preocupación por nuestros hijos, por nuestra familia, con pérdidas de personas que queremos, todo eso son estreses emocionales y crisis a nivel de nuestro cerebro. Si emocionalmente lo estás pasando mal, es difícil que te concentres bien, es difícil que tengas buena memoria, es difícil que duermas bien. Todo nuestro mecanismo cerebral del resto de ámbitos se ve afectado. Pero fijaos en que, por ejemplo, una separación es una crisis y nuestro cerebro no nos ayuda mucho cuando nos está ocurriendo esto. Lo tenemos que ayudar en el sentido de… Cuando se produce una separación emocional con alguien, ocurre porque alguien de los implicados ya no estaba bien. Si no, no ocurre esa crisis. Es decir, que el punto de partida es una situación que ya no está funcionando, que tiene que ocurrir una transición para ir a un lugar nuevo. ¿Qué le ocurre a nuestro cerebro en la transición? Que él, a pesar de saber que no estaba bien aquí, prefiere lo malo conocido que lo bueno por conocer. Entonces, ¿qué va a hacer en ese momento? Te va a llenar de pensamientos obsesivos, te va a llenar de pensamientos en los que mejora la realidad pasada, que no era buena, pero te va a borrar lo que no era bueno y te va a alimentar de cosas que eran especialmente buenas en esta situación, porque te quiere convencer, en el fondo, de que lo que había antes era mejor que lo que está por llegar, porque eso no lo conoce.

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Pero eso es falso, eso es un mecanismo cerebral. Cuando no estás bien en una situación, tiene que ocurrir algo en el medio que transforme eso para que tú puedas llegar a un lugar mejor. Bueno, pues ahí hay algo que es muy efectivo y es conectarse con nuestras sensaciones físicas y emocionales de estar bien. Es decir, si tomamos el ejemplo de una relación personal que se termina, es muy importante que a tu cerebro le hagas sentir cómo estoy yo cuando estoy bien personalmente, cómo estoy yo cuando estoy bien emocionalmente, cómo es esa situación. Y quiero que, en ese caso, seas capaz de cerrar los ojos, de conectarte con esas emociones y seas capaz de ver que eso se va a implantar en el futuro. Porque a él sí le gustan las buenas sensaciones. Si tú le haces sentir esas buenas sensaciones y le dices «Esto es donde yo pongo el objetivo en el futuro», él va a empezar a trabajar a tu favor. Por eso es tan importante, en las crisis, darle primero el significado… ¿Qué es una crisis? Es una transición de algo conocido, que algo estaba fallando ahí, por eso hay una crisis y necesitas cambiar, meter algo nuevo. Bueno, pues ya no funcionaba. Es pasar de eso que no funcionaba a una transición para ir a algo nuevo. Tenemos que acompañarlo ilusionándose con que eso nuevo va a tener buenas sensaciones emocionales y corporales para ti.

47:11
Diana. Hola, Ana, ¿qué tal? Mi nombre es Diana y soy madre de dos niños. Me encantaría preguntarte y saber si es posible realizar entrenamiento cerebral con niños y jóvenes y en qué medida se les puede ayudar.

47:32
Ana Ibáñez. Hola, Diana. Qué buena pregunta, que me encanta responder desde la neurociencia de hoy en día, desde la neurociencia aplicada, porque, efectivamente, nuestros niños y nuestros jóvenes están en un momento de plasticidad cerebral tremendo, es decir, es en su momento de evolución donde más podemos hacer para desarrollar sus conexiones neuronales. Entonces, a mí me gusta hacer la analogía de que, igual que a nuestros niños los llevamos a hacer actividades extraescolares para que se desarrollen, a que hagan deporte para que desarrollen más sus estructuras, para que se fortalezcan, para que tengan más capacidad, ocurre exactamente igual con el entrenamiento cerebral. Nuestros niños, si los podemos entrenar en sus frecuencias cerebrales y en sus áreas cerebrales, vamos a lograr que sean más fuertes cerebralmente, que puedan adquirir mayor seguridad, que se conozcan mejor, que descansen mejor, que puedan gestionar mejor toda la información que reciben del exterior hoy en día, que es muchísima, que puedan hacer frente a los retos sin que su sistema entre en estrés, que puedan lidiar mucho mejor con las exigencias, haciendo que su cerebro también sepa descansar, que quizás es una de las grandes cosas que los adultos no hemos aprendido bien. No se ha programado bien nuestro cerebro y eso hace que suframos tanto de adultos de tantas cosas. Si a un cerebro le enseñas desde el principio que puede trabajar y esforzarse mucho y, a la vez, que el descanso es algo necesario, positivo y que también lo premia a nivel cerebral, vas a conseguir un adulto que sepa equilibrar muy bien sus periodos de esfuerzo y de descanso, que se va a saber leer, que va a saber entender que sus emociones no siempre son positivas, que hay emociones que a veces son incómodas y son negativas, pero que no pasa nada, que eso no lo pone en amenaza. Pero todo eso se aprende mucho mejor en la etapa infantil, cuando el cerebro está mucho más receptivo de información.

49:18

Pero, fíjate, hay algo que podemos tratar también cuando hablamos de niños y de jóvenes, y es algo que están sufriendo mucho ahora, precisamente por lo que hablábamos de esta dificultad de concentrarnos y de focalizarnos en algo. Porque nuestros niños y nuestros jóvenes reciben tantos estímulos del exterior que para ellos es todavía más difícil bajar el volumen de todos estos estímulos para concentrarse solo en algo y sobre todo en algo si ese algo no les interesa o no los motiva mucho. Hay niños y niñas y jóvenes que tienen una inteligencia sensorial enorme. Eso significa que perciben más estímulos del exterior de lo que percibe un cerebro que no tiene esa inteligencia. Ahí es donde entra el perfil de niños y niñas y jóvenes y también adultos que sufren del llamado déficit de atención. Yo no estoy de acuerdo con el término déficit de atención. Las personas que caen dentro de este saco que se llama déficit de atención con o sin hiperactividad, en el noventa por ciento de los casos, por no decir más, son personas que tienen una inteligencia sensorial fuera de lo normal, extraordinaria. Son personas creativas, son personas sensibles, son personas con muy buenas ideas, son personas que ven cosas que se salen de lo que una mente normal ve. Entonces, tienen una dificultad a nivel cerebral que es cómo poder calmar a su cerebro cuando lo necesitan para no percibir tanto del exterior y que sí les permita concentrarse, y a ellos les cuesta más. Así que en estos casos tenemos que calmarlos y decirles: «Estamos ante una inteligencia extraordinaria, necesitamos que tu cerebro entienda que tú tienes esta inteligencia y te premie por ella, lo cual te va a dar seguridad y autoestima, pero necesitamos también que tu cerebro sepa que tiene que hacer un esfuerzo extra para concentrarse». Y eso es a lo que le podemos entrenar. Esa burbuja de concentración en estos casos la tenemos que hacer mejor todavía.

La ansiedad: ese niño asustado que puedes calmar. Ana Ibáñez, neurocientífica y entrenadora cerebral
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Tenemos que ayudarles para que su entorno les permita tener aquello que ellos necesitan que les haga que su cerebro esté tranquilo y se pueda focalizar. Y eso incluye meter herramientas como música, aunque no nos parezca una música calmada. Si es una música que a su cerebro lo mantiene atento, lo mantiene entretenido, su cerebro se va a quedar tranquilo y le va a permitir concentrarse después. Aquí hay determinados ejercicios que se pueden hacer para ayudar a los niños a concentrarse más y uno de ellos es el ejercicio de nombrar objetos alrededor. Pero, como lo que buscamos en su caso es que partan de una calma que ‘a priori’ ellos no tienen dentro de sí, el ejercicio siempre de poder escuchar una música que a ellos les guste y de respirar donde prioricen el tiempo de exhalación nos va a ayudar. Nuestro cerebro se calma mucho cuando el exhalar aire es más largo que la inhalación. A este tipo de cerebros que van muy rápido les viene muy bien ese tipo de ejercicio y, con ello, les estaremos ayudando. Así que, respondiendo a tu pregunta, efectivamente podemos entrenar a los niños. Es muy bueno hacerlo y creo que, en el futuro, será algo que veamos muy normal. Algo fascinante de la neurociencia y que espero que hayáis podido vislumbrar en estos minutos juntos es que sabemos más de nuestro cerebro de lo que nunca antes en la historia hemos sabido. Tenemos más herramientas hoy de las que nunca hemos tenido, pero también es el día del futuro en el que menos sabemos y menos herramientas tenemos. Se trata de una ciencia tan viva que cada día que pasa aprendemos más.

52:55

Cada día que pasa nos empoderamos más de que nosotros, cada uno de nosotros, somos capaces de hacer algo a nivel cerebral, con ejercicios, para poder salvar aquellas deficiencias que nuestro cerebro tiene hoy en día y que nos impide sentirnos mejor de lo que nos sentimos, poder brillar con las capacidades que cada uno de nosotros tenemos y que no necesariamente están saliendo a la luz. Acompañar a nuestro cerebro en eso es una labor apasionante. Yo dedico mi tiempo y mi pasión a ello y es porque no hay nada más gratificante que poder llevar a una persona que lo está pasando mal o que no está brillando en su justa medida a que lo haga. Si conocéis la frase de mi querido Santiago Ramón y Cajal… Porque él fue muy mágico dentro de la neurociencia, se atrevió a soñar, se atrevió a ver más allá y él dijo esta frase: «Cualquier hombre o mujer, si lo pretende, si lo quiere hacer, puede ser escultor de su propio cerebro». Nunca ha sido más cierta esa frase que hoy en día, mucho más que cuando él, como precursor, lo vio. Nosotros podemos esculpir nuestro cerebro. Y os añado algo más: lo importante es que lo esculpamos no solo desde el esfuerzo, que también, porque todos nuestros talentos internos innatos van a salir más a la luz si le ponemos esfuerzo a nuestros talentos, pero no solo va a ser desde el esfuerzo, sino que va a ser desde el disfrute. A nuestro cerebro le encanta disfrutar porque eso le da el mensaje de que está seguro.

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Y nuestro cerebro, sobre todo, quiere nuestra supervivencia y que nosotros estemos seguros. El disfrute es la mayor de las herramientas que tenemos para que, junto con el esfuerzo, logremos sacar lo mejor de nosotros. Espero que todo esto os ilumine, juguéis con vuestro cerebro, os atreváis a cambiar cosas, os atreváis a soñar y a jugar con este cerebro que no es tan perfecto. Lo podemos hacer nosotros mucho más perfecto.