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Ganar vida sin perder tiempo

Matthieu Ricard

Ganar vida sin perder tiempo

Matthieu Ricard

Escritor y monje budista


Creando oportunidades

Matthieu Ricard

Matthieu Ricard es monje budista, escritor, fotógrafo y divulgador científico. Nacido en Francia en 1946, dejó su prometedora carrera como investigador en biología molecular en el Instituto Pasteur para dedicarse por completo a la práctica del budismo tibetano en Nepal. Discípulo directo de grandes maestros, como Dilgo Khyentse Rinpoche, Ricard ha dedicado más de cinco décadas a la meditación y a la difusión de la filosofía budista.

Conocido como “el hombre más feliz del mundo” tras varios estudios científicos sobre su cerebro en estados meditativos, Ricard ha tendido puentes entre ciencia y espiritualidad, explorando cómo la compasión, la atención plena y el altruismo pueden transformar tanto la mente individual como la sociedad.

Autor de libros como En defensa de la felicidad y El arte de la meditación, su trabajo combina claridad divulgativa, profundidad filosófica y un compromiso ético con causas como el cuidado del planeta y la solidaridad. A través de conferencias, escritos y proyectos humanitarios, Matthieu Ricard invita a comprender que cultivar la compasión es, al mismo tiempo, un camino espiritual y una urgencia global.


Transcripción

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Mathieu Ricard. Muchas gracias por venir esta noche a escuchar a este viejo monje de 80 años. En líneas generales, dentro de dos años, si todavía sigo vivo, hará 60 años que vivo principalmente en el Himalaya. Así que uno puede preguntarse por qué A los 21 años, un joven parisino que estaba a punto de entrar en el instituto Pasteur, en el laboratorio de François Jacob y Jacques Monod, premios Nobel franceses con una supuestamente brillante carrera por delante, decidió de repente marcharse al Himalaya a hacer su posdoctorado. En realidad es bastante sencillo. Hice, de hecho, bastantes viajes de ida y vuelta siete veces entre 1967 y finales del 72. Y la última vez compré un billete sólo de ida. ¿Por qué? Porque vi un documental realizado por un amigo en 1966 sobre todos los grandes maestros tibetanos que habían huido de la invasión china del Tíbet. Y cuando vi aquello, mientras aún estaba en montaje, me dije: “Ahí hay como 20 Sócrates, 25 San Francisco de Asís. Son gigantes.” Me dije: “Yo voy allí.” Así que fui y me di cuenta de que aquello respondía a una pregunta que me hacía desde adolescente. Tuve la suerte de crecer en una familia de intelectuales. Mi padre, Jean-François Revel, fue primero profesor de filosofía, luego periodista y académico. Mi madre, Yahne Le Toumelin, que murió hace dos años a los 100, era una gran pintora. Teníamos en casa a todos los grandes pintores de la época: Pierre Soulages, etc., que venían a cenar. Su hermano era un explorador que al final de la Segunda Guerra Mundial dio la vuelta al mundo durante tres años en un velero de diez metros sin motor. Así que veía a todo tipo de personas apasionadas en sus campos. Jugué al ajedrez. Admiraba mucho a Bobby Fischer como jugador. Pero no sé si conocéis un poco su vida. Estaba completamente perturbado. Tuve la suerte de conocer a Igor Stravinsky cuando tenía 16 años porque me apasiona la música clásica. Pero había algo que inquietaba a un joven en París que buscaba un modelo de vida. Y es verdad que me costaba encontrar uno. Podríamos pensar en gente del pasado como Gandhi u otros. Pero me decía: “Bueno, son personas con un genio particular. Grandes músicos, grandes matemáticos, científicos, exploradores, artistas.” Pero si tomamos a 50 filósofos, 50 matemáticos, 50 jardineros, 50 carpinteros, encontramos la misma proporción de personas felices o desgraciadas, agradables o imposibles de tratar.

3:23
Mathieu Ricard. No había correlación entre una capacidad o genio particular y las cualidades humanas fundamentales. Yo habría querido jugar al ajedrez como Bobby Fischer, pero nunca habría querido ser como Bobby Fischer. Era un poco desconcertante. Diría que entonces no había formulado la pregunta como lo haría hoy. Y cuando vi esas películas y me marché a la India en junio de 1967, tuve una imagen suya al final. En esa época, sabía muy poco sobre el budismo. Me había criado de manera completamente laica. Era totalmente nuevo para mí todo lo espiritual o religioso. Así que no conocía el budismo. Pero cuando llegué a Darjeeling y estuve en su presencia, me quedé tres meses en la India. Vivía en una pequeña casa de madera, no muy lejos de Darjeeling con su familia. Era un lama casado. Me instalé allí. Me quedé un mes intentando meditar todos los días. No sabía qué era aquello, pero tenía ante mí lo que para mí representaba lo mejor que podemos hacer como seres humanos. Era como una montaña de sabiduría y bondad. Me costaba encontrar las palabras, pero me decía: “Si cualquiera puede llegar a ser así, merece la pena explorar y seguir sus pasos.” Así que regresé a Francia. Después de tres meses, volví al Instituto Pasteur. Empecé mi tesis en genética celular y todos los veranos me iba un mes a reencontrarme con Kangyur Rinpoché en Darjeeling. Y con el tiempo me di cuenta de que no había sido un impulso momentáneo, que realmente eso era lo que buscaba en la vida. Recuerdo que 20 años más tarde me encontré con un colega del Pasteur, un estadounidense que se convirtió en jefe de investigación en Merck, y me dijo: “En aquella época sabíamos lo que queríamos que fuese nuestra vida, pero no sabíamos lo que realmente queríamos hacer.” Y tenía toda la razón. Así que si queréis, en un momento dado me dije: “Vale, es ahí donde quiero ir.” Así que al cabo de seis años, cuando estaba en Darjeeling, me olvidaba del Instituto Pasteur. Y cuando estaba en el Pasteur, pensaba todo el tiempo en Darjeeling. Así que cuando defendí mi tesis François Jacob quiso enviarme a Estados Unidos, no sé exactamente donde, para hacer un postdoctorado. Y le dije: “Mi postdoctorado lo haré en el Himalaya.” Ya se lo imaginaba un poco, se lo había visto venir. Estaba algo decepcionado, debo decir, porque incluso un premio Nobel como él tenía sólo dos doctorandos. Era un laboratorio prestigioso, pero muy pequeño. Él tenía tres salas, Jacques Monod, cuatro o cinco. Eran laboratorios pequeños que habían descubierto grandes cosas. Así que eso os da el contexto. Después pasé siete años en Darjeeling sin moverme en una pequeña ermita, más o menos la mitad de este espacio, sin calefacción, sin electricidad ni agua corriente. Pero fue el periodo más maravilloso de mi vida. Nunca sentí incomodidad. Estaba junto a mi maestro. Tras algunos años, él falleció y después pasé 13 años junto a otro maestro.

6:48
Mathieu Ricard. Esa fue mi historia. Os lo cuento porque fueron los años más formativos de mi vida. Luego viví diez años en Bután. Fui 21 veces al Tíbet y todo eso. Y no estaría hoy delante de vosotros si después de 25 años, en 1996, una editora francesa no me hubiese llamado, porque en aquel momento acababa de llegar el teléfono donde vivía en Nepal, para ver si quería hacer un diálogo con mi padre, Jean-François Revel. Mi padre era muy conocido por ser un debatiente formidable, agnóstico y que sabía cómo derrotar a sus oponentes. En ese momento me dije: “Jamás aceptará hablar con un monje budista, aunque sea su hijo.” Pero me llamaron 15 días después para decirme que había aceptado enseguida. Y ahí me dije: “Tengo un verdadero problema.” Así que recordé mis antecedentes de jugador de fútbol y pensé: “Voy a jugar en mi terreno, que venga al Nepal.” Vino, hablamos durante diez días, grabamos y de ahí salió ‘El monje y el filósofo’, que se tradujo a 26 idiomas. Y aquello fue o bien el principio de mis problemas, o el comienzo de una oportunidad, porque ahora no sé cuántos, 20 o 30 años más tarde me encuentro aquí delante de vosotros gracias a todo eso. Como en el Himalaya, no necesitaba un Ferrari ni una piscina, decidí donar el 100% de mis derechos de autor a causas humanitarias. Este año celebramos los 25 años de esas asociaciones que fundé, de las que hablaré más adelante. Y así se fue encadenando todo y me convertí en una especie de torbellino durante 25 años. Ahora, a los 80, aspiro a volver a mi ermita tranquila en el Himalaya. Y hoy estoy muy contento de estar aquí con vosotros y de escuchar vuestras preguntas, si las hay. Muchas gracias.

8:54
Ana. Hola Mathieu, ¿qué tal?

8:56
Mathieu Ricard. Hola.

8:56
Ana. Muy bien. Soy Ana, encantada de tenerte aquí hoy y conocerte. Y te quería preguntar: Se te ha calificado como el hombre más feliz del mundo, ¿cómo te sientes con esta definición?

9:09
Mathieu Ricard. Vaya… De acuerdo. Perdón. A ver, pensad cinco segundos que hay ocho mil millones de seres humanos. ¿Se puede saber cómo de felices son? Como podéis ver, eso no tiene ningún sentido. Desde luego, no es científico. Entonces, ¿de dónde viene esa historia que se me ha pegado como un esparadrapo? Como el capitán Haddock en Tintín, con su esparadrapo. Participé en estudios de neurociencia sobre los efectos del entrenamiento de la mente y estudiábamos en particular la compasión y la benevolencia incondicional. Es decir, lo que ocurría cuando los meditadores generaban una compasión ilimitada hacia todos los seres. Lo estudiábamos mediante resonancias magnéticas y electroencefalogramas. Pasé 110 horas en resonancias magnéticas y trabajé en el laboratorio de Richard Davidson en Madison, Wisconsin, quien fue uno de los mayores investigadores sobre meditación y especialmente sobre compasión. Durante ese tiempo, iba dos veces al año al laboratorio. ¿Cómo decirlo? Conseguí convencer a meditadores que habían pasado cinco años en ermitas para que también vinieran a Estados Unidos. Así logré llevar a una veintena de meditadores que habían hecho entre 10.000 y 60.000 horas de meditación. Mientras tanto, había un equipo de televisión australiano para el ABC que estaba haciendo reportajes sobre la ira, la felicidad, el miedo y no sé qué más. Así que llegaron allí y Richard Davidson dijo que cuando meditadores como yo, sin ser yo el único, meditamos sobre el amor altruista y la bondad incondicional, se observa un aumento de las frecuencias gamma en el cerebro de 50 a 100 veces superior a lo que se había podido llegar a medir en neurociencia. Éramos 15 personas. Yo el primero, pero todos igual. El altruismo también se conecta con lo que podríamos llamar emociones positivas. Así que grabaron aquello y luego vinieron al Nepal para ver un poco lo que hacía. Y al final del documental se me ve marchando hacia la montaña y dicen: “Quizás este sea el hombre más feliz del mundo.” Nada más pasó durante tres o cuatro años y luego, una noche en Nepal, todo el mundo me buscaba. Sonaban los teléfonos. La BBC quería hablar conmigo, así que cogí el teléfono. Era News. Ah, resulta que en el telediario de máxima audiencia de la BBC, un periódico independiente había titulado: “Hemos encontrado al hombre más feliz del mundo.” Y dije: “¿Ah si?”

12:21
Mathieu Ricard. Bueno, escuchad. Cualquier persona, hombre o mujer, puede ser el hombre o la mujer más feliz del mundo si busca la felicidad en la dirección correcta, etcétera. Hablé cinco minutos y pensé: “Qué historia más rara. Mañana ya nadie hablará de esto.” Pero al día siguiente estaba en el Bangkok Morning Post, en Chile… Las noticias en todas partes del mundo hablaban del hombre más feliz del mundo. Y desde entonces ha seguido igual. Así que alguien me dijo: “En lugar de desmentirlo, cosa que nadie escuchará, aprovéchalo para una buena causa.” Y así lo hice. Es mejor que ser el hombre más desgraciado del mundo. Pero es cierto que científicamente no tiene mucho sentido, aunque por lo general soy una persona bastante feliz. Quizá en mi tumba, si no dan mi cuerpo a los peces, a lo mejor ponen: “Aquí yace el hombre más feliz del mundo.”

13:26
Elisa. Hola Mathieu, un placer poder escucharte. Mi nombre es Elisa. Dicen que para apreciar la felicidad hay que conocer el sufrimiento. Y quería saber si estás conforme con esa definición. Y de paso aprovechar a preguntarte ¿qué pone triste al hombre más feliz del mundo?

13:42
Mathieu Ricard. De todas formas, lo queramos o no, sufriremos en la vida. Respondiendo a tu pregunta, sería estupendo si no sufriéramos nada. El sufrimiento no es necesario. Sin embargo, como es inevitable, cuando se presenta, ¿qué hacemos con él? ¿Nos derrumbamos o lo usamos como un catalizador para crecer, superar el obstáculo y avanzar en nuestra búsqueda de la libertad interior, de la paz interior, de la serenidad, etcétera? Así que el sufrimiento, en cualquier caso, existe. Podría haber escrito en lugar de un libro sobre la felicidad, un libro titulado ‘Sufrimiento’. Sólo que nadie lo habría comprado. Claro. De hecho, el libro sobre la felicidad que escribí es un libro sobre el sufrimiento, sobre sus causas y cómo remediarlas. Si el sufrimiento cayera del cielo sin motivo aparente impuesto por alguien externo o si llegara de la nada por azar en un momento dado, como dice a menudo el Dalai Lama, sería mejor no pensar en ello, porque si uno se preocupa por el sufrimiento, eso nos genera un doble sufrimiento. Así que, como se dice: “Más vale tomarse una buena cerveza e ir a la playa.” En cambio, si el sufrimiento tiene causas precisas y pasajeras, entonces es como negarse a ir al hospital cuando uno está enfermo. Estoy enfermo, pero no quiero curarme. En el budismo se dice que nada está grabado en piedra. Todo nace de causas y circunstancias que son pasajeras. Es normal, nada existe por sí mismo, en sí mismo, de forma permanente o inmutable. Así que el primer sermón de Buda fue reconocer la realidad del sufrimiento, no cerrar los ojos ante él. Es como reconocer que podemos caer enfermos. Luego es la segunda de sus enseñanzas que se pregunta ¿cuáles son las causas del sufrimiento? Y para Buda son diferentes formas de ignorancia, es decir, de distorsión de la realidad del pensamiento. Aquello que cambia lo consideramos permanente. Nos apegamos a las cosas y decimos: “Esto no debe cambiar. Quiero quedarme siempre joven. Las buenas situaciones nunca deben acabar.” Y claro, eso no funciona. Al final nos frustramos porque nuestro control sobre el mundo exterior es limitado, efímero y a menudo ilusorio. Si depositamos todas nuestras esperanzas y miedos en el mundo exterior diciéndonos que todo tiene que ir bien fuera, no funcionará. El mundo no es como un catálogo en el que podemos comprar lo que queramos. El universo entero no está a nuestra disposición para satisfacer todos nuestros deseos. No funciona así. En cambio, nuestra mente, que nos acompaña desde la mañana hasta la noche, puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo, y es la que traduce las circunstancias del mundo exterior en bienestar o malestar.

16:58
Mathieu Ricard. Ahí es donde sí podemos hacer algo. Buda dijo que por supuesto, existe el sufrimiento y que comienza con la ignorancia, con la distorsión de la realidad y también con las manifestaciones de esa distorsión que son los que llamamos venenos mentales o estados mentales perturbadores que son el odio, la falta de discernimiento, el deseo obsesivo, la confusión mental, el orgullo, los celos. Se dice incluso que hay 84.000 venenos mentales, lo que es más bien una cifra simbólica para decir que los hay de todo tipo. La tercera enseñanza de Buda es: ¿es posible remediar todo esto? Porque si no lo fuera, como he dicho antes, mejor tomarse una buena cerveza e irse a la playa. La respuesta es sí, porque esas causas también son cambiantes y pasajeras. Podemos generar nuevas causas igual que cuando seguimos un tratamiento. La cuarta enseñanza dentro de las ‘Cuatro nobles verdades’ del primer sermón de Buda es que hay un tratamiento, el que llamamos camino o vía, que consiste en aplicar los métodos para remediar las causas del sufrimiento. Ese es, en resumen, el camino del budismo. Así que el sufrimiento no es necesario, pero ya que está ahí de todas formas, podemos utilizarlo primero para remediar sus causas y luego como un catalizador para crecer espiritualmente y en la vida. Pero una vez más, no hay que caer en el exceso opuesto de algunos filósofos que dicen: “Ah, bueno, yo sufro, es así, es eso lo que da color a la existencia.” Goethe, el gran poeta y escritor alemán decía: “Tres días de felicidad ininterrumpida serían insoportables porque sería siempre lo mismo, mientras que el sufrimiento cambia constantemente, es formidable, sube, baja.” Pero, sinceramente, ¿si hoy os hubiese invitado aquí para deciros en una hora os enseñaré cómo dejar de estar enfadados, de ser celosos y orgullosos os hubieseis dicho: “Bueno, no, no, no vamos a escuchar eso”, ¿verdad? Sabemos en el fondo que sería mucho mejor, aunque no sepamos cómo hacerlo, si pudiéramos deshacernos de estos venenos mentales que nos causan sufrimiento y que nos hacen interactuar con otros para causarles sufrimiento. Porque el odio no beneficia a nadie, hace sufrir a todo el mundo. Con los celos sucede lo mismo. Con el orgullo también. Ahí lo tienen. La idea es: el sufrimiento, en cualquier caso, está ahí, es indeseable. Podemos deshacernos de él gradualmente y ese es el camino. Hablé con grandes especialistas en felicidad como Ed Diener, uno de los psicólogos que estudió mucho la felicidad, y les dije que la tristeza no es incompatible con la felicidad. Y eso es interesante porque solemos confundir la felicidad con una sensación placentera. Y no hay nada malo en sentir placer, claro. Por supuesto es maravilloso, por ejemplo, escuchar buena música, ir a ver a buenos amigos, pasear bajo las estrellas, darse una ducha caliente después de una caminata, escuchar música maravillosa…

20:24
Mathieu Ricard. Pero las sensaciones no duran. Lo placentero puede volverse neutro o incluso desagradable. Por ejemplo, una cosa es tomarse una buena ducha caliente después de caminar por la montaña, pero si dura 24 horas, deja de serlo. Escuchar tu música favorita durante 24 horas seguidas sería insoportable. Dicen que en Guantánamo lo usaban como tortura. Así que el placer no tiene nada de malo, siempre que no nos aferremos a él. Se trata de otra cosa. El placer es bueno, pero es un poco como sensaciones destinadas a cambiar. Lo que en budismo llamamos ‘sukha’, la felicidad, es una manera de ser, es decir, es la base desde la que nos sostenemos en la existencia y la podemos transformar mediante el entrenamiento de la mente. Y ese bienestar es el resultado de un conjunto de cualidades humanas que pueden desarrollarse y potenciarse con la experiencia y el entrenamiento mental. Puede tratarse, por ejemplo, del amor altruista, la compasión, la fuerza interior, la libertad interior, la serenidad, la resiliencia, todas esas cualidades humanas. Un acontecimiento muy triste como la pérdida de un ser querido, por ejemplo. Claro que es profundamente triste. Así que no vamos a decir que es una sensación placentera, pero eso no impide mantener un sentido de dirección en la vida, conservar la compasión y la fortaleza para ponerse al servicio de los demás. Todo eso hace que uno se realice en la existencia. Así que la tristeza no es compatible con el placer, pero sí que es compatible con lo que los griegos llamaban ‘eudaimonía’, lo que los budistas llaman ‘sukha’: el bienestar como forma de ser. A mí lo que me entristece, por supuesto, es la injusticia, las masacres, todo lo que causa sufrimientos innombrables a los seres. Y por desgracia, hoy en día vemos cosas totalmente demenciales donde seres humanos, sin ninguna razón válida, infligen sufrimientos inenarrables a otros seres humanos. Entonces, ya hay bastantes dificultades en el mundo con la pobreza extrema, las epidemias, ¿por qué añadir más y cometer esas masacres? Eso no tiene ningún sentido. Evidentemente, eso entristece profundamente. Y ocurre lo mismo con otras especies. Sabéis que desde que el homo sapiens existe en la Tierra, se calcula que han vivido unos 110.000 millones de seres humanos, ya que hace 10.000 años apenas éramos 5 millones en todo el planeta. Pues bien, ese es el número de animales marinos y terrestres que matamos cada dos meses mientras lo llamamos necesidad. Entonces, también eso lo deberíamos reflexionar desde un punto de vista ético.

23:25
Mathieu Ricard. Así que todo ello debería, de hecho, aumentar nuestra compasión y nuestro deseo de aliviar el sufrimiento. Y no es lo mismo que la empatía, que es la resonancia emocional con el sufrimiento ajeno, que si nos quedamos sólo en la empatía, puede llevarnos a la angustia empática, al agotamiento emocional y al burn out. Es un tema amplio, pero igual que hay que distinguir entre placer y bienestar, también hay que distinguir entre empatía y comprensión. En el ámbito médico se habla de fatiga por empatía, pero no existe la fatiga por compasión cuando se practica la compasión de manera correcta.

24:05
Graciela. Me llamo Graciela y estoy encantada de estar aquí escuchándote. Quería preguntarte, ¿se puede aprender a ser feliz?

24:15
Mathieu Ricard. Muchas gracias. Pues sí, como ya he empezado a explicar un poco, todas las cualidades humanas son capacidades que pueden entrenarse. No nacemos sabiendo leer o escribir, tocar el piano, jugar al ajedrez, resolver ecuaciones matemáticas, pintar o dibujar. Todo se aprende. Hemos ido al colegio durante diez o 15 años, nos guste o no, luego hemos cursado formación profesional, hemos ido a la universidad… Eso es un entrenamiento intenso para adquirir conocimientos y habilidades. Entonces, ¿por qué misterio la atención, la compasión, la paz interior o las cualidades humanas deberían ser desde los inicios inmutables, estar grabadas en piedra sin que podamos hacer nada? Sería una excepción completa dentro del conjunto de nuestras capacidades humanas. Así que no todo el mundo va a convertirse en campeones olímpicos de la felicidad, de la resiliencia o del altruismo. Pero todos tenemos un enorme potencial. Del mismo modo que yo no sé tocar el piano, yo tocaba otro instrumento clásico, pero si practico todos los días media hora durante un año, ya podría empezar a disfrutar de tocar el piano. Pues sucede exactamente lo mismo con las cualidades humanas que reunidas, constituyen lo que llamamos el bienestar. No se trata de cultivar la felicidad diciendo: “Quiero ser feliz, voy a ser feliz.” Sino de cultivar el altruismo, de cultivar la atención, de cultivar la libertad interior para no ser esclavos de nuestros pensamientos, de cultivar la fuerza del alma para no ser vulnerables a todo lo que ocurre. ¿Por qué me dijeron eso? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí no? Todo eso se cultiva. Y no solo lo dicen los 2.500 años de experiencia del budismo que se ha especializado en el entrenamiento de la mente. De hecho, la palabra meditación que se traduce del término ‘bhavana’, significa cultivar. Eso no quiere decir simplemente quedarse sentado bajo un árbol de mango con dos varillas de incienso tratando de hacer el vacío. Eso no funciona. Significa cultivar cualidades. En Tibetano ‘gong’ quiere decir familiarizarse con algo nuevo. Son las mismas cualidades. Esa es una de las especialidades del budismo. No su exclusividad, pero sí uno de sus enfoques principales como transformar la mente. Y recientemente, desde hace unos 30 años, las neurociencias se han interesado en este entrenamiento mental. Hasta hace unos 30 años se pensaba que en la edad adulta el cerebro era tan complejo que ya no se podía cambiar nada sin causar una catástrofe.

27:16
Mathieu Ricard. Pero en realidad se ha descubierto que hasta nuestra muerte podemos cambiar. Podemos crear nuevas neuronas, nuevas conexiones, lo que se llama neuroplasticidad. Así lo demostraron Richard Davidson y muchos otros científicos. Entre 1995 y 2000 se comenzaron a hacer programas de investigación. Yo participé mucho en estos programas y empezamos con los meditadores más experimentados porque pensamos: “Si después de 50.000 años de meditación no encontramos nada distinto en el cerebro, no vale la pena estudiar a quienes solo meditan tres semanas, 20 minutos al día.” Y descubrimos que había diferencias considerables, tanto funcionales como estructurales. La estructura de los cerebros había cambiado en algunas áreas era más densa, por ejemplo, en las capacidades de atención. Entonces nos preguntamos ¿qué ocurriría si se practicara justamente 20 minutos diarios durante tres meses? Y nos dimos cuenta de que incluso después de tres meses ya se producían cambios notables. Así que si lo pensamos bien, todas estas capacidades pueden entrenarse. Y una vez más, la felicidad no es una cosa. No hay una glándula de la felicidad en el cerebro. Pero el conjunto de cualidades humanas interconectadas en diferentes áreas cerebrales nos hacen sentir esa sensación de plenitud, de fuerza interior, de libertad interior. Este conjunto de cualidades se puede cultivar y con el tiempo nos damos cuenta de que se alcanza cierto nivel que no es el mismo para todos, pero que ya es muy distinto al del punto de partida. Por eso escribí un pequeño libro titulado ‘El arte de la meditación. ¿Por qué meditar, en qué meditar y cómo meditar?’ Entonces, ¿por qué hacerlo? Si no pudiéramos cambiar, no valdría la pena esforzarse. Ya tenemos suficiente con lo que hay. Pero si es posible cambiar, está claro que somos una mezcla de sombra y de luz, así que las cosas podrían ir mejor. Conocí a alguien que me dijo: “Todo en mi existencia es perfecto.” Bueno, por supuesto. Le conté eso a uno de mis maestros, un joven lama, que conocía y me dijo: “O ha alcanzado el estado de Buda, está iluminado o es realmente estúpido. Es evidente que idealmente hay cosas que podríamos mejorar Ahora sabemos que eso es posible gracias a la neuroplasticidad y también porque al fin y al cabo, son los resultados de pensamientos tras pensamientos, de emociones tras emociones que han formado nuestras emociones, nuestro humor y nuestros rasgos característicos a lo largo de los años. Así que si trabajamos de manera sabia, hábil e inteligente, pensamiento tras pensamiento, emoción tras emoción, después de algunos meses o algunos años, cambiaremos.

30:20
Mathieu Ricard. Así que no se trata de cambios repentinos, de iluminaciones increíbles o de fuegos artificiales. No es la felicidad en tres pasos en tres semanas. Eso no funciona. Es un trabajo de muchos años, pero realmente vale la pena. Y además funciona. Mathieu, un placer escucharte. Mi nombre es Patricia. Yo quería preguntar, ¿según vivimos hoy con tanto estrés y tanta falta de tiempo para todo, como cree que podemos gestionar mejor el tiempo? Imagina que vas al médico, ¿de acuerdo? Y el médico te dice: “Tiene usted algo, una enfermedad. Debe tratarse.” Y tú le respondes: “Ah, no, doctor. Primero no tengo tiempo y además no me siento bien. Así que vendré a tratarme cuando tenga todo el tiempo del mundo, me haya jubilado y me sienta mejor.” Eso no funciona así. Cuando la gente dice que no tiene tiempo es porque lo utiliza en otras cosas. Leemos el periódico, miramos la televisión, hacemos un montón de cosas. Así que cuando alguien me dice que no tiene 20 minutos al día… En realidad hoy todos están de acuerdo en que hacer ejercicio físico es bueno. Está muy de moda el yoga, la gimnasia… Hay que hacerlo 45 minutos tres veces por semana. Yo, por ejemplo, camino unos 10.000 pasos al día, de media y todos están de acuerdo con eso. Si vas al gimnasio, tu jefe no te dirá: “¿Qué es eso? Estás perdiendo el tiempo.” Porque se sabe que es bueno para la salud física y también para la salud mental. Es cuestión de higiene. Entonces, ¿por qué no hacer lo mismo con la salud mental? Si dedicar 20 minutos al día a practicar el equilibrio emocional, la atención y el altruismo mejora las 23 horas y 40 minutos restantes, incluido el sueño y las relaciones humanas, parece una buena inversión, ¿no? Así que, como decía el filósofo Séneca: “No es que tengamos poco tiempo, sino que desperdiciamos mucho.” Eso no significa que estéis desperdiciando vuestro tiempo. Hay personas que realmente tienen muchísimo trabajo, una familia, y les cuesta encontrar tiempo libre. Pero el hecho de no encontrar tiempo se acumula, provoca fatiga, estrés y no sólo el estrés negativo. Tenía un amigo que ya falleció, David Servan Schreiber, que escribió libros sobre el estrés y el cáncer y decía: “Hice todo lo que recomendaba en mis libros, excepto gestionar el estrés positivo.” Era una persona de gran éxito como autor. Viajaba todos los meses a Estados Unidos, no paraba nunca. A mí me ocurrió algo parecido cuando publiqué mi libro sobre el altruismo. Estuve un mes sin parar de moverme y terminé completamente agotado por dentro. Ese es el estrés positivo. Hacemos algo útil, pero igualmente nos desgastamos. Por eso, tanto a corto como a largo plazo para la calidad de las relaciones humanas y por la calidad del propio trabajo, es importante regenerarnos un poco cuidando nuestra higiene mental.

34:00
Mathieu Ricard. Y en ese sentido, no parece pedir demasiado tratar de encontrar 20 minutos al día para entrenar la atención, dejar que la mente descanse. No se trata sólo de sentarse en una silla con los pies en el suelo. Eso puede resultar molesto. Sino de entrenar la mente por distintos métodos, observando la respiración, concentrándose, intentando cultivar el amor altruista. Así podemos cultivar ciertas cualidades. Y si eso transforma la calidad de nuestra existencia, de nuestras relaciones humanas, de nuestra capacidad de trabajar y de vivir en armonía con la familia, parece una buena inversión. En resumen, se trata de cómo utilizamos nuestro tiempo. Claro que hay personas que dicen que no pueden, que tienen demasiado por hacer. Están desbordadas entre la familia y el trabajo. Pero incluso en esos casos, vale la pena intentar, aunque sea un poco, ver si podemos cambiar la situación. No es algo evidente, pero una vez que tenemos un sentido de dirección, podemos avanzar poco a poco hacia ese objetivo.

35:24
Juan Carlos. Hola Mathieu, soy Juan Carlos. Hemos hablado de los beneficios que tiene la meditación para la mente, pero me gustaría saber los beneficios que tiene para la parte física, para el cuerpo.

35:34
Mathieu Ricard. Si, efectivamente el objetivo principal sigue siendo transformar nuestra mente, porque nuestra mente, como ya he dicho, la tenemos con nosotros desde la mañana hasta la noche. Lo queramos o no, puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo. Podemos conservar la alegría de vivir incluso en circunstancias difíciles. Y al contrario, podemos ser profundamente infelices incluso en las circunstancias más perfectas. A veces oímos hablar de alguien famoso, muy rico, muy atractivo, y luego nos enteramos de que está deprimido y pensamos: ¿qué le pasa a ese tipo? Si yo tuviera todo eso, sería feliz. Pues no, no funciona así. El modo en que funciona nuestra mente puede eclipsar por completo las circunstancias externas. Podemos conservar la alegría de vivir en medio de la dificultad o ser profundamente desgraciados en un pequeño paraíso. Con mucha frecuencia nos preocupamos sólo por las condiciones exteriores y descuidamos enormemente la transformación interior porque subestimamos nuestra capacidad de transformar la mente. Recuerdo que una vez fui invitado, no sé muy bien por qué, al Foro Económico Mundial de Davos. Por la mañana di una charla durante un desayuno sobre las emociones y estaba lleno de líderes y grandes personalidades. Hablé precisamente de la posibilidad de transformar la manera en que vivimos nuestras emociones, especialmente las destructivas. Y al final, uno de esos grandes directivos se me acercó y me dijo: “Es increíble esta idea de que uno puede transformar sus emociones.” Bueno, hay trabajo por hacer. Ese es el objetivo principal, transformar la forma en que funciona nuestra mente. Ahora bien, la manera en que funciona nuestra mente tiene evidentemente repercusiones sobre nuestro cuerpo físico. Lo sabemos especialmente con el estrés. Uno de los primeros estudios realizados por Richard Davidson y Jon Kabat-Zinn consistió en analizar con empleados de una empresa de biotecnología en Madison, la respuesta inmunitaria a las vacunas contra la gripe, porque se sabía que los soldados enviados entonces a Irak, al recibir la vacuna contra la gripe, como estaban muy estresados, el efecto de la vacuna era mucho menor. El porcentaje de anticuerpos disminuía entre un 30 y un 40% a causa del estrés. Así que pensaron: “Sería interesante ver qué pasaría si aplicáramos un programa de reducción del estrés basado en el mindfulness y luego administramos la vacuna para observar tres meses más tarde los resultados.” Se comparó con un grupo de control de 300 personas que no seguían el programa de reducción del estrés por mindfulness. ¿Y hubo diferencias? Sí, se observó una diferencia del 30% en la respuesta inmunitaria. Eso es algo considerable. Después se realizaron muchos otros estudios. Al principio había cinco o seis publicaciones al año, más tarde 200 o 300 cada año. Se investigó sobre la presión arterial, la soriasis y muchas otras afecciones. Así que, efectivamente, y tiene su lógica, si uno está menos estresado, menos preocupado o más equilibrado emocionalmente, el cuerpo reacciona mejor frente a las enfermedades, las infecciones y todo tipo de dolencias.

39:15
Mathieu Ricard. Es decir, no es que la meditación cure directamente, pero sí favorece la respuesta del cuerpo ante las enfermedades y puede potenciar la eficacia de un tratamiento. Esto se comprobó también en Boston con pacientes que habían recibido trasplantes de médula ósea por cánceres muy graves que deben permanecer aislados durante dos o tres meses porque carecen de sistema inmunitario y cualquier infección puede ser mortal. Entonces se quedan aislados en una habitación y se comunican a través de una ventana, lo cual es muy duro. Están enfermos de cáncer. Acaban de someterse a un trasplante de médula y además no pueden estar con su familia. Y se observó que los trasplantes tenían más éxito en los pacientes que practicaban meditación basada en la reducción del estrés y el mindfulness. No se trataba de una acción directa sobre la enfermedad, sino de una mejor respuesta del cuerpo al tratamiento. En ese sentido, es algo muy positivo. También las terapias cognitivas basadas en la atención plena que existen desde hace unos 30 años, han demostrado, sin lugar a dudas, que en personas que han tenido al menos dos episodios graves de depresión reducen en casi un 40% el riesgo de recaídas. No tienen la misma eficacia que los medicamentos. Esto no quiere decir que no haya que tomar medicación, pero la ventaja es que una vez completado el entrenamiento de seis meses, los beneficios se mantienen durante varios años porque se aprende una manera diferente de gestionar los pensamientos, las rumiaciones mentales, etcétera, mientras que un tratamiento farmacológico, aunque sea muy eficaz, una vez que se interrumpe, sus beneficios dejan de persistir. Por lo tanto, es el médico quien debe decidir cómo combinar ambos enfoques. No sustituye un tratamiento médico, pero sin duda tiene efectos tanto en la salud física como en la mental.

41:22
Gracia. Hola Mathieu, me llamo Gracia, soy madre de dos adolescentes de 13 y 16 años y me gustaría que mis hijos practicaran la meditación para mejorar su vida. ¿Hay alguna edad concreta en la que pueden empezar a aprender a meditar? Merci beaucoup

41:37
Mathieu Ricard. No voy a decirte que en los monasterios los niños meditan. Pero sí reciben una educación en la que existe toda una cultura de la no violencia y del respeto al otro que en sí misma constituye una forma de entrenamiento mental, por supuesto. A través del ejemplo y por los valores culturales de la sociedad, cuando se educan en el monasterio, tenemos una escuela que sigue el mismo currículo que las escuelas Nepalesas, por lo que aún no se han convertido en monjes, pero también se benefician del ambiente del monasterio. Y eso de alguna manera los forma. Dicho esto, se han realizado estudios sobre niños y es cierto que particularmente en el área de la atención y el comportamiento prosocial como la amabilidad… Hay un estudio en particular que también fue realizado por el equipo de Richard Davidson que se llama ‘Kindness Curriculum’. Este currículo sobre la amabilidad dura ocho semanas y consiste en tres sesiones de 40 minutos por semana. A los niños les encanta. Aprenden mediante la cooperación, la apertura hacia los demás y el reconocimiento de las emociones de otros niños. Y se observó que tras ocho semanas hubo una clara disminución de las actitudes discriminatorias basadas en la raza, la riqueza, el origen étnico o la religión. Los niños también desarrollaron un mejor control cognitivo, es decir, la capacidad de reflexionar antes de actuar, una habilidad que predice fuertemente el éxito y el bienestar en la vida adulta. El control cognitivo se ilustra con el famoso experimento del ‘marshmallow’. Se coloca un malvavisco delante del niño y se le dice: “Si esperas diez minutos sin comerlo, tendrás dos.” Algunos niños no aguantan y se lo comen enseguida. Otros esperan pacientemente y obtienen dos. Se demostró que estos últimos tenían más éxito en la vida porque tienen mejores relaciones con los demás y un mayor equilibrio emocional. Así que hay intervenciones de este tipo posibles en el campo de la educación emocional. Esto se conoce como aprendizaje social y emocional a un conjunto de programas bastante desarrollados en Estados Unidos, centrados en las competencias emocionales y sociales de los niños. Y esto también es una forma de entrenamiento mental. En el caso de los niños con déficit de atención es más difícil porque precisamente les cuesta concentrarse. Pero se puede trabajar con ellos en periodos muy breves e ir mejorando poco a poco su capacidad de atención. Es algo perfectamente posible. Estas prácticas pueden llevarse a cabo de manera laica y secular en las escuelas.

44:42
Mathieu Ricard. Una de las más sencillas, que ya se aplica en algunos colegios de Francia, Holanda y Reino Unido, consiste en pedir a los alumnos al inicio de la clase que durante tres minutos se concentren en una flor, una piedra o cualquier objeto en silencio, cultivando la atención. Se ha demostrado que eso mejora considerablemente la calidad de la escucha, las relaciones entre los alumnos y las relaciones con los profesores. No es complicado, son entre 3 y 5 minutos y es algo totalmente laico y secular, pero tiene efectos positivos. Así que es una práctica que sin duda debería desarrollarse más. En Francia hubo algunas iniciativas, pero el gobierno las abandonó diciendo que la meditación era una cosa de budistas o algo así y no la quisieron incorporar. En cambio, en los Países Bajos se integró en el currículo escolar. Hay un libro bastante conocido, no sé si también lo es en España, que se titulaba algo como ‘Tranquilos y atentos, como una rana.’ No recuerdo el título exacto, pero tuvo un gran éxito y fue incorporado al programa educativo holandés. Así que son cosas que pueden aplicarse y que sin duda aportan beneficios.

45:56
Ramon. Hola Mathieu, mi nombre es Ramón y es un placer poder escucharte. Mi pregunta va en relación a tu experiencia de vida y la información que has ido acumulando en esa experiencia de vida. Si a nivel cerebral crees que hay una capacidad limitada o ilimitada para poder acumular esa información.

46:24
Mathieu Ricard. Bueno, mi cerebro claramente tiene un espacio limitado. En realidad hay varias cosas que tener en cuenta. Tengo una amiga, Tania Singer, una gran neurocientífica alemana con la que he trabajado mucho porque quisimos escribir juntos sobre los cinco o seis errores más comunes acerca del cerebro, y uno de ellos es la idea de que solo usamos el 10% de nuestro cerebro. Eso es absolutamente falso. Todas las áreas del cerebro funcionan todo el tiempo. Están activas y en sincronía unas con otras. Ahora bien, el cerebro puede saturarse precisamente porque ya se utiliza al 100%. Puede cansarse como cualquier otra parte del cuerpo. Por eso hay que saber usarlo con sabiduría. El problema hoy en día, especialmente entre los jóvenes, es que el cerebro está completamente distraído por cosas totalmente inútiles, como son justamente las pantallas. Estoy leyendo un libro que se titula ‘La fábrica de cretinos digitales’, en el que se muestran los efectos increíblemente dañinos que tienen las pantallas en los niños pequeños. En realidad, debería prohibirse completamente su uso hasta los seis años y luego limitarlo de primeras a unos minutos del día, más adelante a media hora, porque si no, como los niños empiezan muy pronto, a los seis años ya han perdido casi un año de desarrollo cognitivo. Pueden llegar a pasar cuatro o cinco o seis horas al día frente a una pantalla porque se les da para calmarlos. Es práctico, claro, pero como consecuencia pierden la capacidad de comunicarse con los demás. Se ha observado una fuerte disminución en la habilidad para mantener conversaciones normales, así como en la calidad de la educación. En Francia, por ejemplo, en los últimos 30 años, la riqueza del vocabulario en los dictados escolares ha caído un 40%. El uso de palabras raras o un poco literarias ha disminuido muchísimo. Ahora los dictados son extremadamente simples. El vocabulario de los niños se ha empobrecido. Antes los padres contaban historias. Mi abuela me contaba historias casi todas las noches. Hoy día eso se ha perdido. Les dan una pantalla. Todo esto es extremadamente perjudicial. Hay cientos de estudios que lo han demostrado. Algunos estudios dicen que las pantallas aumentan un poco la atención, pero eso es completamente falso. No hay ningún efecto educativo real. Cuando un niño recibe educación de manera normal, pregunta, se le responde, vuelve a preguntar. Hay una fuerte interacción con un ser humano: el profesor, los padres o un amigo. En cambio, cuando se le pone un programa educativo virtual, puede entender o no entender. No hay interacción y por lo general no entiende. Y aunque entienda, retiene menos porque no puede hacer preguntas, no hay nadie con quien hablar. Así que la idea es que eso puede sustituir parcialmente la educación, pero todos los estudios han demostrado que eso no funciona.

49:40
Mathieu Ricard. Está clarísimo. En Francia se está intentando aprobar una ley, no sé si lo lograrán, para prohibir las pantallas hasta los seis años. Ni siquiera sé cómo lo lograrán. Si hay alguna manera de implementarlo, no van a ir casa por casa a comprobar si los niños tienen pantallas en las habitaciones o si miran la televisión. Hay que limitar el tiempo porque básicamente es tiempo perdido. Otro malentendido sobre el cerebro, hay varios, es el famoso mito del cerebro izquierdo y cerebro derecho. Eso está enormemente exagerado. Todas las áreas del cerebro se comunican entre sí. Es cierto que algunas funciones están algo más localizadas en el lado derecho o izquierdo. Por ejemplo, el lenguaje o la audición. Pero todo está interconectado. Así que esa idea de que el hemisferio derecho es creativo e imaginativo y el izquierdo es lógico, es completamente falsa. También es erróneo decir que no usamos lo suficiente nuestro cerebro. Lo usamos plenamente, pero a veces lo usamos mal por razones equivocadas. Lo sobrecargamos y eso va en detrimento de nuestra capacidad de aprender cosas verdaderamente útiles para la vida. El cerebro es un potencial extraordinario. Tiene unos 300.000 millones de neuronas. Es un tesoro. Por eso no hay que desperdiciarlo en cosas inútiles.

51:10
Vanesa. Hola, Mathieu. Mi nombre es Vanesa y cuando era pequeña me encantaba escuchar a mi abuela hablar. Yo no sabía ni leer ni escribir. Pero lo que me contaba me fascinaba. Y para mí ella era una mujer sabia. Te quería preguntar, ¿qué es para ti la sabiduría?

51:28
Mathieu Ricard. ¡Oh! Jajaja. Bueno, sí, por supuesto. La sabiduría es algo esencial. Y efectivamente, las historias que nos contaban nuestros abuelos eran lecciones de sabiduría muy útiles para toda la vida. Por eso es una verdadera lástima que hoy esas historias hayan sido reemplazadas por pantallas. Estamos perdiendo algo increíblemente valioso y útil. La sabiduría, evidentemente, está en el corazón de todo. En el budismo se dice que la sabiduría y la compasión son como las dos alas de un pájaro. No se puede empezar a volar con una sola ala, ya sea la de la compasión o la de la sabiduría. Hay que entrenar ambas al mismo tiempo para elevarse en el cielo. En el budismo la sabiduría está en el centro de todo. Es lo que permite progresar en el camino espiritual. Y la sabiduría última es el despertar completo de un Buda perfecto. Todo el propósito del budismo es alcanzar una sabiduría que sea una comprensión perfecta de la naturaleza de las cosas, de la realidad, de la mente, del sufrimiento y de cómo remediarlo. Todo eso es sabiduría. No se trata simplemente de conocimientos como los de una enciclopedia o Wikipedia que son útiles, sino que la sabiduría pertenece a otra dimensión. Así que sí, la sabiduría y los medios hábiles, es decir, las prácticas para adquirirla, son el corazón del budismo. Se habla de seis perfecciones trascendentes: la generosidad, la disciplina, la ética, la paciencia, la perseverancia, la concentración y la sabiduría. Y se dice que las cinco primeras están todas destinadas a cultivar la sabiduría. Existen distintos niveles de sabiduría, una sabiduría relativa y una sabiduría última. Esto nos lleva a cuestiones más profundas. Pero se dice que el conocimiento último es un conocimiento por experiencia directa que no es accesible a los conceptos ni al intelecto ordinario, sino a través de la vivencia directa. Así que sí, todo esto es muy complejo, pero sin duda la sabiduría está en el corazón mismo del camino budista.

53:54
Jennifer. Hola Mathieu, soy Jennifer y comentaste que hace 25 años creaste la fundación y tengo entendido que gracias a esa fundación se han podido crear varias escuelas y clínicas que han ayudado a miles de personas en la India. Y quería saber de qué proyectos te sientes más orgulloso.

54:11
Mathieu Ricard. Muchas gracias. Sí, efectivamente, todo empezó, como he intentado explicar con ‘El monje y el filósofo’. Mi padre era un escritor conocido, así que había un contrato con un anticipo importante y me dije: “No necesito este dinero, y además detesto tener problemas con Hacienda en Francia.” Así que preferí donarlo todo porque realmente no lo necesitaba. Desde entonces he donado el 100% de todos mis ingresos, derechos de autor, de exposiciones fotográficas, de conferencias. Todo. He podido vivir porque heredé una pequeña parte de mi padre, lo que me permitió cuidar de mi madre, que murió a los 100 años hace dos años. Pero aparte de eso, tengo muy pocas necesidades. En Nepal se puede vivir perfectamente con 100 o 200 € al mes sin problema. Así fue como empecé, pero en realidad todo comenzó a crecer en España. Tengo un amigo alemán llamado Klaus Heaven, quien fue un benefactor de Casa Tíbet en Barcelona. Con motivo del 5.º aniversario de la institución, pidió a la madre Chen, que se ocupa de Casa Tibet, que me invitara porque quería conocerme tras haber leído ‘El monje y el filósofo’. Así que fui, nos encontramos, paseamos por Barcelona y me dijo: “¿Podríamos hacer algo en el Tíbet o en la India para ayudar a esas poblaciones?” Yo ya había empezado donando mis derechos de autor y le respondí: “Sí, podemos intentarlo.” Entonces comenzamos a construir una clínica y una escuela en el Tíbet, otra clínica en la India y una más en Nepal. Todo funcionó muy bien, así que al año siguiente me dijo: “¿Podríamos hacer algo más?” Y le contesté: “Sí, podemos hacer más.” Así que durante los cuatro primeros años llevamos a cabo 80 proyectos en el Tíbet, 25 escuelas, 25 dispensarios, puentes, hogares para ancianos, orfanatos… Y finalmente alguien dijo: “Pero eso es estúpido. Podríamos crear una organización. De esa forma la gente podría donar con beneficios fiscales.” Así nació Karuna-Shechen, que este año celebra su 25.º aniversario, si contamos desde los comienzos informales en el año 2000, antes de existir legalmente. Al principio éramos un pequeño grupo de amigos que gestionábamos los proyectos, pero con el tiempo fue creciendo y creciendo. Durante los primeros diez años yo me ocupaba un poco de todo: los proyectos, hacía los informes, hacía las fotografías, las cuentas, hasta que se hizo demasiado grande. Hoy tenemos un equipo completo, unas diez personas en París, 200 en la India y 60 en Nepal. Así que partiendo prácticamente de la nada, hoy ayudamos a casi 500.000 beneficiarios cada año. Trabajamos en ámbitos como la pobreza extrema, la educación de mujeres especialmente adultas, la alfabetización, la formación profesional, la educación preescolar y el aprendizaje a través del juego cooperativo, además de la seguridad alimentaria.

57:23
Mathieu Ricard. En la India, por ejemplo, hemos creado 60.000 huertos familiares para campesinos que antes solo cultivaban arroz o trigo y tenían que comprar frutas y verduras en el mercado. Ahora cultivan una parte de su terreno con unas 30 variedades de plantas distintas que les hemos dado y las intercambian entre sí. Funciona muy bien. También trabajamos en zonas de alta montaña en Nepal y el Tíbet, donde hemos construido puentes. En fin, el proyecto ha adquirido una gran dimensión y, como te decía, hoy ayudamos a medio millón de personas cada año. Yo tengo 80 años y empiezo a retirarme un poco porque no se puede hacerlo todo. Y ha llegado la hora de volver a mi ermita. Pero estoy muy feliz de que podamos celebrar estos 25 años al servicio de los demás. Hoy en día se nos han unido muchos benefactores. Tenemos campañas en Internet y afortunadamente son sobre todo los pequeños y medianos donantes, unos cinco o seis mil, quienes sostienen Karuna-Shechen. Así que os podéis unir a la gran familia de Karuna-Shechen. Creo que la organización seguirá funcionando 20 o 30 años más, incluso cuando yo ya no esté. Porque tiene una buena base y un gran espíritu de servicio de respuesta a las necesidades de la población. No llegamos diciendo vamos a hacer esto o aquello. Primero escuchamos qué necesitan las comunidades y luego tratamos de responder a esas necesidades.

58:53
Elena. Hola Mathieu, mi nombre es Elena y estoy muy feliz de estar aquí y de conocerte. Mi pregunta es concreta y a su vez complicada. ¿Por las experiencias vividas y las personas tan interesantes que has conocido a lo largo de tu vida, digamos que, cuál es la lección más valiosa que has aprendido?

59:17
Mathieu Ricard. Me he hecho esa pregunta muchas veces, por supuesto. Una persona que me ha influido mucho en este tema es sin duda el Dalai Lama. Tuve la suerte de ser su intérprete al francés durante casi 30 años y pude comprobar hasta qué punto es un ser excepcional, tanto en público como en privado. Y es exactamente igual con la persona que limpia el pasillo de un hotel en París que con un jefe de Estado. Es una lección maravillosa ver hasta qué punto esa sencillez es auténtica. Siempre es un ser humano frente a otro ser humano y también sus enseñanzas, aunque ahora ya no viaja, durante los últimos 20 años de sus viajes, su mensaje siempre fue el mismo la compasión, la compasión, la compasión. Una vez hice un retiro de un año en mi ermita, mientras mi padre estaba muriendo. Interrumpí mi retiro después de cuatro meses. Fui a Francia durante 15 días para acompañarlo. Después traduje para el Lama en Bruselas y cuando regresé le dije: “Voy a volver a mi ermita para continuar seis meses más de retiro. ¿Tienes algún consejo para mí?” Él me respondió: “Al principio medita sobre la compasión, a la mitad medita sobre la compasión, al final medita sobre la compasión. La compasión es el altruismo.” En el budismo, el altruismo se define como el deseo. Que todos los seres sean felices y encuentren las causas de la felicidad. Y cuando hablamos de causas, eso va muy lejos. La compasión, por su parte, es la benevolencia. El amor altruista confrontado al sufrimiento. Una forma particular de amor, podríamos decir. Aunque hay mucho sufrimiento, se transforma en el deseo que los seres sean liberados del sufrimiento y de las causas del sufrimiento. Creo que esta es realmente la cualidad humana más importante que podemos cultivar. Por eso escribí varios libros, algunos por accidente, como ‘El monje y el filósofo’ y el libro sobre la felicidad. Los escribí porque ciertos intelectuales franceses decían: “Bueno, la felicidad no nos interesa”, lo cual me parece bastante extraño. Pero el libro principal que decidí escribir por iniciativa propia tras cinco años de investigación, fue en defensa del altruismo. Y luego escribí otro libro, también traducido al español, para rendir homenaje a los hombres y mujeres extraordinarios que he conocido en mi vida, titulado ‘Memorias de un monje budista’. Creo sinceramente que la cualidad más esencial para afrontar los desafíos del siglo XXI, ya sea para reducir la pobreza en medio de la riqueza, para permitir a cada persona prosperar en su existencia a medio plazo o para considerar seriamente el futuro de las próximas generaciones a largo plazo, es precisamente el altruismo. De lo contrario, ellos dirán: “Ustedes lo sabían y no hicieron nada.” El único concepto que realmente funciona no es el egoísmo, sino la consideración por los demás. Eso permite tener una economía solidaria al servicio de la sociedad y no una sociedad al servicio de la economía, como ocurre con ese famoso libre mercado que produce aberraciones tales como que las diez personas más ricas posean tanto como el 25% de la gente más pobre de toda la humanidad.

1:02:40
Mathieu Ricard. Eso demuestra que el sistema está completamente distorsionado. La consideración por los demás también favorece una mayor justicia social. El bienestar en el trabajo, en los transportes, en la salud, etcétera. Además, permite reunir en una misma mesa a científicos del medio ambiente, trabajadores sociales, políticos e inversores para construir juntos un mundo mejor. Así que el altruismo, la consideración por los otros, es la cualidad humana más útil, más fundamental y más importante. Y podemos cultivarla tanto a nivel personal como a nivel colectivo en la sociedad. Eso para mí es el corazón de todo.

1:03:19
Carla. Hola Mathieu, soy Carla y soy fotógrafa como tú. ¿Quería saber de todas las fotos que has tomado, cuál es la más importante para ti?

1:03:27
Mathieu Ricard. Sí, efectivamente empecé a hacer fotografías a los 13 años. Aprendí con uno de los pioneros de la fotografía de naturaleza en Francia, André Fatras, y continué durante toda mi vida. Con el tiempo terminé publicando unos 15 álbumes de fotografía. Recuerdo que el primero fue en Nueva York. En francés se llamaba ‘El espíritu del Tibet’, en inglés se tituló ‘Viaje hacia la iluminación’. Y de repente, de un día para otro, me convertí en fotógrafo profesional porque publiqué ese libro. Así que para mí la fotografía es a la vez mi manera favorita de distraerme de perder el tiempo. Pero también es algo importante para compartir. Una vez fui invitado a un festival de fotoperiodismo, ‘Visa pour l’image’, en Francia. Había 50 exposiciones. Era la época de la guerra de Kosovo. Se mostraban conflictos, la mafia, los drogadictos en Brooklyn, solo dos exposiciones mostraban una visión positiva de la naturaleza humana. Y yo pensé: “Esto no está bien.” Es muy importante mostrar el sufrimiento, las tragedias, las persecuciones, la mafia… Pero si solo hacemos eso, caemos en el síndrome del mundo terrible. También hay que mostrar los aspectos buenos de la humanidad, porque existen y son incluso más importantes. Así que decidí conscientemente restaurar la confianza en la naturaleza humana. Principalmente, he hecho muchas fotos de personas que sonríen, retratos en el Himalaya y en otros lugares, y también imágenes que expresan el asombro ante la parte salvaje del mundo. Hice un libro en francés que se llama ‘El asombro’, porque cuando uno se asombra ante la naturaleza, por supuesto, la respeta y si se respeta algo, uno se siente implicado en su destino. Y si uno se siente implicado en su destino, eso conduce a la acción. Así que entre todas las fotos que he tomado, claro, hay algunas que son más o menos importantes para mí. Cuando dejé Francia en 1972, ya había publicado algunas fotos, principalmente de naturaleza. Pero después, durante siete años, me dediqué sobre todo a fotografiar a mis maestros espirituales. Una de las primeras fotos que hice fue de mi primer maestro, Kangyur Rinpoché, en 1968. El segundo año que fui a verlo es la foto. Si tuviera que conservar una sola fotografía en toda mi vida, sería esa. Primero, porque es mi maestro espiritual quien inspiró toda mi existencia y por eso puedo morir en paz. Porque él, junto con otro gran maestro llamado Dilgo Khyentse Rinpoché, con quien viví durante 13 años después de la muerte de Kangyur Rinpoché en 1975, fueron quienes dieron sentido a toda mi vida. Gracias a ellos estoy hoy aquí y puedo compartir ideas. De lo contrario, como decía un amigo mío, el nieto de Kangyur Rinpoché: “probablemente sería uno de esos científicos arrogantes del Instituto Pasteur.” Así que esa fotografía en blanco y negro simboliza mi ideal como fotógrafo. Pero va mucho más allá porque muestra la belleza interior. Como pueden ver, no se trata de la belleza al estilo hollywoodense o griego, sino de un rostro que irradia la luz del despertar espiritual.

1:06:56
Mathieu Ricard. Es verdaderamente la belleza interior última expresada a través de un rostro y de una mirada. Si tuviera que legar una sola foto al futuro, sin duda sería esa imagen. Pero además hay una historia curiosa asociada a ella. Yo era muy amigo de un gran psicólogo, Paul Ekman, especialista en las expresiones faciales. Él identificó 250 músculos del rostro y demostró cuáles se activan cuando sentimos ira, desprecio, miedo, etcétera. También identificó 18 tipos de sonrisa: la sonrisa sarcástica, la del schadenfreude, la sonrisa triste… Pero hay una que es la auténtica, llamada la sonrisa de Duchenne. Debe su nombre a un científico francés, Duchenne de Boulogne, que provocaba sonrisas con electrodos y descubrió que la de Duchenne es la única sonrisa verdaderamente genuina entre las 18. Esta sonrisa implica no sólo la boca, sino también los músculos circulares alrededor de los ojos que no pueden activarse voluntariamente. Se contrasta con lo que entonces se llamaba la ‘sonrisa Pan Am’. La típica sonrisa de las azafatas en los carteles de la compañía aérea Pan Am. Ven, sonriendo así y para nada con los ojos. Esa sonrisa no es sincera, es sólo de la boca. Cuando Paul Ekman vió la foto de mi maestro, me dijo: “Es la primera vez que veo algo así.” Yo no lo había notado. Me dijo: “Mira.” Tapó los ojos en la foto y me mostró la boca. “Mira, la boca no sonríe. No podemos decir que esta persona está sonriendo. Los labios están ligeramente hacia abajo.” Ahora enseñad los ojos. Sonríe únicamente con los ojos. Era la sonrisa perfecta de Duchenne. Ya podemos volver a mostrar la imagen completa. Fue una anécdota curiosa que no cambia nada, por supuesto, de quien era Kangyur Rinpoché, pero sorprendió mucho a Paul Ekman, que nunca había visto algo así. Así que ahí lo tienen. Es decir, que esta imagen siempre la tengo delante de mí para saber de él y poder pensar en él el día de mi muerte. El día que me muera, espero hacerlo de manera consciente para poder tener el corazón lleno de la presencia de mis maestros. Hoy, además de venir aquí para verlos, he venido a Europa por la publicación de un nuevo libro que representa 60 años de fotografía titulado ‘Lumière’, en griego ‘photos graphein’ significa dibujar o pintar con la luz. Y el libro toma los cinco colores del arco iris y los desarrolla en imágenes. En el budismo se habla también de las cinco sabidurías y de los cinco venenos mentales, cada uno asociado a un color que se representa en un mándala. Así que el libro es como una figura libre de patinaje artístico, tras las figuras impuestas, una especie de sinfonía cromática. Y se publica ahora en una edición bilingüe francés e inglés, porque hay poco texto y se puede leer en ambos idiomas. Aquí pueden ver algunas de las imágenes del libro: una cueva de hielo en Islandia que soñaba fotografiar desde hacía años, otra en el Tibet al atardecer, a 4.500 metros de altitud, donde las nubes se posan al nivel del suelo y una más tomada desde un avión sobre Tailandia que muestra la luz del cielo.

1:10:57
Mathieu Ricard. Así que este es un libro sobre la luz. Se publica justo en estos días y a mi edad, probablemente, será el último. En cualquier caso, es un poema en imágenes, una sinfonía cromática. Muchas gracias.