La belleza de aprender lentamente
Nuccio Ordine
La belleza de aprender lentamente
Nuccio Ordine
Profesor y escritor
Creando oportunidades
La utilidad de lo inútil en nuestra vida
Nuccio Ordine Profesor y escritor
¿Estudio lo que me gusta o lo que pueda darme un trabajo?
Nuccio Ordine Profesor y escritor
Nuccio Ordine
En su pueblo no había escuela y en su casa no había libros. Los padres de Nuccio Ordine ni siquiera llegaron al instituto, pero él ha logrado convertirse en un referente mundial sobre literatura clásica. Es uno de los mayores expertos en el Renacimiento y en teoría del género literario. “Amo la literatura porque tuve maestros que me hicieron amarla. Cambiar la vida de un estudiante es la misión más importante de un educador”, asegura.
Profesor de Literatura Italiana en la Universidad de Calabria, humanista, filósofo y escritor, alcanzó fama internacional por sus estudios sobre Giordano Bruno. Ordine, reivindica la construcción de una sociedad mejor a través de valores humanistas. Sostiene que “disciplinas como la música, la literatura, el arte, hoy en día se consideran inútiles porque no producen ganancias, y son el conocimiento que más necesitamos, porque pueden hacer a la humanidad más humana”. Es lo que él llama “la utilidad de lo inútil” y que da título a uno de sus libros superventas, traducido a más de veinte idiomas y que obtuvo la consideración de Mejor Libro Humanista del año 2017.
Nuccio Ordine reflexiona sobre las grandes transformaciones de la escuela, de la investigación científica y de la sociedad. Considera que la enseñanza y la educación “constituyen una forma de resistencia a las leyes del mercado, a la mercantilización de nuestras vidas y al temible pensamiento único”. Este sabio italiano nos invita a hacer un viaje a los problemas del presente a través de la literatura clásica.
Transcripción
«Mantén siempre Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero no tengas la menor prisa en tu viaje.
Es mejor que dure muchos años
y que, viejo al fin, arribes a la isla,
rico por todas las ganancias de tu viaje,
sin esperar que Ítaca te vaya a ofrecer riquezas.
Ítaca te ha dado un viaje hermoso.
Sin ella, no te habrías puesto en marcha.
Pero no tiene ya más que ofrecerte.
Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado.
Convertido en tan sabio y con tanta experiencia,
ya habrás comprendido el significado de las Ítacas».
Yo creo que esta poesía no necesita comentarios. Pero hay un verso, un verso bello, que dice: «El viaje debe ser lento». ¿Cuál es hoy la regla que aprendéis en la sociedad? Que lo rápido es lo mejor. Que hay que darse prisa. Y, por desgracia, también las universidades se ven empujadas a comportarse, a aplicar esta lógica.
Pero quisiera leeros otra reflexión. La reflexión de un gran filósofo europeo, que ha marcado de forma notable nuestra cultura: Nietzsche. Nietzsche nos ofrece una reflexión bellísima sobre la necesidad de comprender lentamente. Si tú quieres conocer, si tú quieres aprender, debes hacerlo con lentitud. ¿Qué hace Nietzsche? Publica un libro de aforismos, Aurora. Este libro él lo publica sin el prefacio. Luego, seis años después, cuando sale la segunda edición, escribe el prefacio. Y para justificar el retraso del prefacio teje un elogio bellísimo sobre la lentitud. Quisiera leeros este elogio. «Este prólogo llega tarde, aunque no demasiado. ¿Qué son, a fin de cuentas, cinco o seis años? Un libro como este, un problema como este, no tiene ninguna prisa. Además, tanto yo como mi libro somos amigos del lento. No por nada ha sido uno filólogo, y tal vez aún lo sea, esto es, maestro de la lectura lenta. Al final acaba uno escribiendo también lentamente. Y es que la filología es esa arte venerable que exige ante todo una cosa de quienes la admiran y respetan: situarse al margen, tomarse tiempo, aprender la calma y la lentitud al ser el arte y el saber del orfebre de palabra, que ha de realizar un trabajo delicado y cuidadoso, y nada logra si no es con tiempo de lento».
Yo pienso que estas palabras tendrían que estar esculpidas no solo en las escuelas, en las universidades, sino en muchísimas casas, donde, por desgracia, también nuestra vida se ve afectada por la prisa, por el ir siempre con prisas. Y bien, ¿todo esto de dónde deriva? Deriva de una sociedad donde cada vez más el valor del dinero, el valor del tiempo en tanto que dinero, te obliga a ir deprisa. Yo pienso que existen cosas que, en cambio, están protegidas del utilitarismo, están protegidas del dinero, de la lógica del beneficio. Estas cosas son la escuela y la universidad, como acabo de decir, pero también nuestra idea de los bienes comunes, de nuestro patrimonio artístico. También la investigación científica y la construcción del saber científico. Y también, por último, quisiera decirlo, nuestras relaciones humanas. ¿Cuánto estamos perdiendo en el ámbito de las relaciones humanas, con la idea de que no tenemos tiempo para dedicar a los otros? Que estamos encerrados en nuestro egoísmo.
Pues bien, hoy espero, para «aprender juntos», igual que este programa, espero poder discutir con vosotros sobre cómo esta lógica del beneficio y de la velocidad está arruinando no solo la escuela y la universidad, sino también la investigación científica, la idea de patrimonio artístico y finalmente nuestras relaciones humanas. Gracias.
Entonces, hoy, veo que, cada vez más, las universidades y las escuelas están proyectadas hacia la estrella polar que es el mercado. Y bien, yo pienso que este sistema, la universidad como empresa, es un sistema fuertemente negativo. Las universidades, la educación, la escuela, no pueden ser gestionadas como las empresas, porque el fin de la empresa es el beneficio. ¿Y cuál debería ser el beneficio de la universidad y de la escuela? Debería ser aquello, entre comillas, diferente del de una empresa. Es decir, formar a los jóvenes, dedicarles tiempo, y no meterles prisa. En cambio, la lógica de la empresa mete prisa. ¿Sabéis cómo se financian las universidades? Os cuento un secreto: en Italia, por poner un ejemplo, la mejor universidad es la universidad que tiene 300 estudiantes el primer año, y que tras tres años ha licenciado a 300 estudiantes. Es el problema de la quantitas, en lugar de la qualitas. ¿Qué significa? Estos 300 estudiantes, ¿qué saben? Nadie se lo pregunta. Lo importante, que se hayan licenciado en tres años. Entonces la universidad recibe del ministerio una gran financiación. Pero os cuento otra historia, contra la que he polemizado en Italia. La Universidad de Florencia ha creado un premio de licenciatura. ¿Sabéis cuál es este premio? Los muchachos que se licencian en tres años reciben una beca. Atención, la Universidad de Florencia no está premiando a los muchachos que han hecho la mejor tesis, la tesis más bella, la tesis más interesante; no, está premiando a aquellos que se han licenciado en tres años.
"La lógica del beneficio está arruinando la escuela, la investigación científica, la idea de patrimonio artístico y las relaciones humanas"
Entonces, ¿qué está sucediendo? Que nosotros, para facilitar la venta de diplomas, hemos bajado el nivel de la universidad, hemos bajado el nivel de los institutos, y por tanto, hay, en toda la sociedad, una bajada del nivel cultural. ¿Por qué?, porque para poder diplomarte antes, yo debo bajar el nivel. No te pido a ti, el estudiante, que hagas más. Yo, a mis estudiantes, les digo: «Chicos, haced más; en la vida recogeréis las cosas que habéis cultivado». Wittgenstein decía algo bellísimo. Decía este gran filósofo matemático: «Yo no estoy orgulloso de las cosas que he aprendido, de los libros que he escrito. Estoy orgulloso del esfuerzo que he hecho para aprender. Porque es este esfuerzo el que hoy me da el derecho a la palabra». ¿Cuál es, en cambio, la nueva pedagogía que está invadiendo el mundo? La nueva pedagogía dice a los estudiantes: «No, en la escuela debemos estudiar divirtiéndonos, jugando». Ya nadie os pide un esfuerzo. Y quien no os pide un esfuerzo os está engañando. Porque en la vida seremos exactamente el esfuerzo que haremos en las cosas que tendremos que hacer.
Entonces, frente a esto, los profesores se han transformado. Nosotros, incluso los profesores que queremos resistir, y hay muchísimos buenos profesores que intentan resistir, pero no lo consiguen. ¿Por qué? Porque la imagen que la universidad quiere de los profesores es la del profesor burócrata, del profesor businessman. ¿Qué significa?, que debes encontrar fondos, que debes buscar el dinero, que debes preparar dosieres y que debes pasar todo tu tiempo en reuniones de consejos de las licenciaturas, en consejos de facultad, en consejos de senados académicos. Entonces, en lugar de pedirle a un profesor: «Estudia, prepara bien tus clases, entusiasma a tus estudiantes», no, quieren que el profesor pierda tiempo en hacer estas tareas. Pero ¿por qué está sucediendo esto, chicos? Bien, vosotros conocéis los sistemas de evaluación, creo que existen también en España, para los muchachos que van a la escuela, pero también para la universidad. Los sistemas de evaluación están dictados por tres grandes agencias internacionales. Muchas veces ni los colegas profesores lo saben. ¿Sabéis cuáles son las agencias que dictan las reglas a las que nosotros debemos ceñirnos? Os las diré, son tres. Una es el Banco Mundial; la segunda es la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico; la tercera es la Organización Mundial del Comercio.
Nosotros no debemos formar a futuros ciudadanos con una conciencia crítica, mujeres y hombres libres. No, nosotros debemos formar a futuros consumidores pasivos. Esta es la idea de fondo. Nosotros debemos formar pollos industriales, es decir, estudiantes que salgan todos con los mismos principios, que salgan todos con las mismas ganas de comprar. La escuela y la universidad deberían ser el lugar donde nosotros deberíamos hacer comprender a los estudiantes que los grandes valores de la vida no coinciden con lo monetario. Puedes tener todo el dinero que quieras y ser infeliz. Puedes tener todo el dinero que quieras y no haber entendido la vida. Los grandes valores no son estos, los grandes valores son los valores de la democracia, los valores de la solidaridad humana, los valores de la justicia, todas las cosas que están siendo pisoteadas día tras día en todo el mundo. Entonces, cuando yo veo esto, digo que la escuela debería tener como cometido principal no la de formar pollos industriales, todos iguales, que todos comen el mismo pienso, y que todos engordan en el tiempo establecido por la industria. No, nosotros deberíamos formar a herejes. Y cuando yo digo ‘hereje’, lo uso en la acepción etimológica.
Yo pienso, en cambio, que los estados deberían invertir más para formar a buenos profesores. Porque yo pienso que, todavía, la fuerza de la cultura, de la enseñanza, está en los buenos profesores. Quisiera leeros una carta. Para convencer a mis estudiantes cada año leo esta carta, que, debo decir, me conmueve cada vez que la leo. Es la carta que escribe Albert Camus, Premio Nobel, a su maestro en Alger, Louis Germain.
Camus recibe la noticia de la concesión del Premio Nobel. El día en que recibe esta noticia, podéis imaginarlo, es el máximo reconocimiento que un escritor puede recibir, piensa dos cosas: mandar un telegrama a su madre; semianalfabeta, la madre de Camus no sabía… apenas sabía leer, pero no sabía escribir, realmente. Y por otra parte, una carta dirigida a su profesor de la escuela secundaria. Sin este profesor, Louis Germain, Camus no habría sido el Camus que nosotros hemos conocido.
Es conmovedor que el día del máximo reconocimiento tu pensamiento vaya a una persona de un profesor de escuela secundaria, lejano de tu vida, ¿sabéis por qué? Camus provenía de una familia muy pobre. Al final de la escuela secundaria no podía hacer el bachillerato. Tenía que ponerse a trabajar para traer dinero a casa. Pero Louis Germain se da cuenta de que Camus es un muchacho inteligente, que debe seguir estudiando, pero su madre y su abuela, porque el padre de Camus había muerto durante la Primera Guerra Mundial, Camus ni siquiera había conocido a su padre, su madre y su abuela necesitan dinero. Entonces, cuando Louis Germain dice a Camus: «Prepara el examen, porque quizá pueden darte una beca para el bachillerato, y tú podrás estudiar sin pagar nada», él va a casa, su madre y su abuela dicen: «No, debes ir a trabajar para traernos dinero. No puedes hacer este examen».
Entonces, Louis Germain toma su cartera y va a casa de la familia Camus y habla con su abuela y su madre. Y trata de convencerlas: «Este muchacho puede hacer cosas increíbles. Yo veo en él un potencial enorme». Entonces, la abuela y la madre dicen: «¿Pero quién va a prepararlo para el examen? No tenemos dinero». Y Louis Germain dice: «Lo prepararé yo, gratuitamente. No hace falta». Escuchad la carta.
«Querido señor Germain, esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días, antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia pensé primero en mi madre, y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo, y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas». Yo pienso que una carta como esta no necesita comentarios. ¿Cuál debería ser la función de la escuela y de la universidad? Debería ser la de cambiar la vida de los estudiantes. A los profesores, ya no nos piden que cambiemos la vida de los estudiantes. Solo nos piden que hagamos que se licencien, que demos diplomas. Y bien, yo pienso que en un estado que le recorta el dinero a la escuela, a la universidad, gastar dinero para la escuela digital significa no haber comprendido cuál es el gran desafío que deberemos afrontar.
"La escuela debería ser un lugar de resistencia"
Porque si tuviéramos el dinero para formar a buenos profesores, y luego tuviéramos también el dinero para comprar dispositivos digitales, yo no tendría nada en contra. Pero atención: los estudiantes lo saben. Yo hablo mucho con mis muchachos de estos temas. Los estudiantes necesitan desintoxicarse de la digitalización.
El primer día de clase, después de hacer la famosa pregunta de la que he hablado antes, cojo mi móvil y digo a los estudiantes: «Mirad, muchachos, yo apago el móvil». Veo palidecer los rostros de los muchachos. Alguno levanta la mano: «Profesor, yo lo pongo en silencio». Y yo digo: «Muchachos, decidme, ¿por qué no podéis apagar el móvil? ¿Por qué necesitáis, en clase, tenerlo en silencio?»
Aun siendo ya un señor mayor, realmente no estoy en contra. Eso quiero explicarlo. No estoy en contra de las novedades de la… ¿cómo decirlo?, de la industria digital. Al contrario, yo pienso que un móvil es algo muy importante hoy día; puede evitar que una persona muera en un coche si se encuentra mal. Llama a emergencias y le ayudan. Estas cosas son muy útiles, con el móvil. Pero el problema no es el instrumento; el problema es: ¿nosotros usamos el instrumento, o es el instrumento el que nos usa?
Cuando un estudiante en clase no es capaz de apagar el móvil porque apagando el móvil tiene la sensación de desconectarse de la vida, significa que hay algo que no va bien. Muchos psiquiatras, trabajando con jóvenes, nos dicen justamente esto: «No hay que pasar como pasan los jóvenes a menudo diez horas al día delante de la pantalla de un ordenador, de un smartphone o de un videojuego en casa». Esto no hace ningún bien a nuestros estudiantes. Una vez más, la escuela debería ser un lugar de resistencia, donde nosotros deberíamos ofrecer a los muchachos antídotos para responder a estas cosas. Pero, por desgracia, todo esto no sucede. ¿Por qué pienso yo que, en cambio, los buenos profesores hacen realmente la buena escuela? Porque los buenos profesores nos ayudan a comprender las cosas. Si un buen profesor hace comprender a los estudiantes que deben trabajar, que recogerán el esfuerzo que pondrán en lo que hagan, los estudiantes siguen al profesor; los estudiantes necesitan pensar que estudian, no para luego trabajar, sino que estudian para un objetivo mucho más alto, que es el de formarse, de convertirse en mujeres y hombres libres, como decía antes.
¿Por qué pienso que un profesor puede cambiar la vida? Antes he leído la carta de Camus, pero os propongo este ejercicio, que podéis hacer solos. Pensad un momento en una disciplina que hayáis amado en vuestra vida. Y pensad, en esta disciplina, qué profesor ha sido el que ha hecho que la amarais. Porque yo no creo, como dicen muchos, que aquel estudiante está dotado para la física; aquel está dotado para la literatura; aquel está dotado para la geometría… No, yo pienso que hemos amado aquellas disciplinas donde hemos encontrado grandes profesores que han hecho que la amáramos. Y si cerramos los ojos un momento, pensamos en un profesor cuando hemos pensado en una disciplina. Entonces, ¿esto qué significa? Significa que tener un buen profesor realmente nos puede cambiar la vida. Entonces, deberíamos trabajar en esta dirección. Yo nací en un pequeño pueblo de Calabria. Calabria es una de las regiones más pobres de Italia. En el pueblo donde nací no había nada. No había librería; no había biblioteca; no había teatro; no había nada. Incluso os diré que ni siquiera había escuela. ¿Por qué no había escuela? Porque el edificio de la escuela primaria fue construido cuando yo estaba ya en tercer curso. Ahora os preguntaréis: «¿Y cómo hiciste para ir a la escuela?» Sencillo. Cada cual iba a casa del profesor, que le alquilaba al Estado una habitación de su casa. Yo fui a hacer los primeros tres años de la escuela primaria a casa de mi maestra. Porque también os contaré que nací en una casa con padres que no habían estudiado, papá y mamá estudiaron hasta tercero de enseñanza secundaria. En mi casa no había ni un libro.
¿Cómo es posible que uno como yo, que viene de un pueblo donde no hay nada, pueda amar la literatura? Yo puedo decíroslo: yo amé la literatura porque me encontré con maestros que me hicieron amar la literatura. Porque lo bello de la enseñanza, ¿sabéis qué es? Que en silencio, miles de profesores cumplen este milagro, pero nadie lo sabe. Y cambiar la vida de un estudiante es una de las misiones más importantes de la vida de un profesor. Porque el nuestro no es un oficio, no es una profesión; es una vocación. Y muchos de nosotros lo sabemos. Si tú ejerces la enseñanza con vocación, si tú tienes pasión dentro de ti, si tú crees en las cosas que dices, los estudiantes, estas cosas, puedo asegurároslo, las perciben. Porque los estudiantes necesitan valores. Yo todavía sostengo que la presencia de un buen profesor es vital, y que el cometido de un buen profesor es cambiar la vida de sus estudiantes. Basta un solo estudiante en cincuenta años de carrera, y has hecho lo que debías hacer.
Con los años, he aprendido una cosa. Uno, mi propia experiencia personal. Mi padre, pobre, me decía: «Mira que yo no puedo mantenerte después de la universidad. Estudia Derecho, así podrás ser abogado, podrás ser juez, tendrás muchas oportunidades». «No, papá, yo quiero estudiar Letras». Y mi padre me decía: «¿Pero qué harás, luego, con la licenciatura en Letras?» Y yo digo: «No sé lo qué haré, pero lo que sí sé es que mi pasión es esta». Entonces, tras tantos años de enseñanza en una región, porque yo enseño en la Universidad de Calabria, en Cosenza, donde vienen muchos muchachos de familias que no tienen posibilidades económicas, he visto una cosa: que los muchachos que estudian con pasión lo consiguen, luego encuentran una vía digna en la sociedad.
Por tanto, a riesgo de ser considerado irresponsable, yo os digo: muchachos, escoged vuestra pasión. Entre estudiar con pasión u obtener una licenciatura solo para ir a ganar dinero, hay una diferencia enorme. Os doy un testimonio de vida muy elocuente. Fui a dar, el año pasado, una conferencia en un festival de la literatura a Pordenone, que está en el norte de Italia. Es un festival muy importante de literatura. Tenía una platea con muchísimos jóvenes, también de vuestra edad, venían de un instituto de Pordenone.
Y al final de mi conferencia, donde había tocado estos temas, una señora se levanta, tendría unos cincuenta años, y con lágrimas, con lágrimas, delante de todos los estudiantes, me dice: «Profesor, usted me ha conmovido. Porque, sin saberlo, ha hablado de mi vida. Yo hoy vivo en Pordenone, soy dentista, médico dentista, gano muchísimo dinero, pero soy infeliz.
Porque todas las mañanas me levanto, me voy a trabajar, y voy a hacer una cosa que no me gusta. Porque mis padres me obligaron, y yo, todavía más como mujer, debía someterme a la fuerza de las indicaciones de mis padres. No tenía otra elección que escoger Medicina y hacerme dentista para ganar dinero. ¿Por qué estoy aquí? Porque mi pasión es escuchar a las personas que hablan de literatura. Porque yo quiero leer, y no tengo tiempo de leer porque el trabajo me lo impide». Entonces, ¿qué os digo, muchachos? Cuando escojáis un trabajo, tendréis que hacerlo toda la vida. Desempeñar un trabajo toda la vida solo con la idea de levantaros por la mañana para ganar dinero. Una vez más, perdonadme si os hablo de mi experiencia, porque no quiero ser egocéntrico, pero con mucha humildad quiero deciros que yo no haría otro oficio aunque me ofrecieran un millón de euros al mes, un salario de doce millones al año. ¿Por qué? Porque cuando te levantas por la mañana y vas a hacer algo que te hace feliz, porque esta es mi pasión, yo esta cosa no la cambiaría por todo el oro del mundo. He aquí por qué os digo: muchachos, esforzaros, porque vosotros sois árbitros de vuestra vida. Vosotros podéis construir vuestro destino. Y aunque la vía de la pasión es siempre la más difícil de seguir, luego os dará recompensas extraordinarias. Y tened presente una cosa: si en nuestra sociedad hay un nivel de corrupción altísimo en las profesiones esto depende también del hecho que muchos se matriculan en Medicina para ganar dinero, y luego son médicos que quieren ganar dinero; se matriculan en Derecho para ganar dinero, y luego serán abogados que quieren ganar dinero o jueces que se dejan corromper. Cuando tú haces algo por pasión, nadie puede corromperte. Porque tu pasión es la guía segura de lo que debes hacer.
Y luego os digo, muchos se preocupan: «Pero si hago el bachillerato clásico, ¿luego qué pasa? ¿Puedo escoger una disciplina científica?» Y bien, cuando escoges qué estudiar pensando en el trabajo, cometes un error enorme. No lo digo yo; lo dice uno de los mayores científicos de la historia de la humanidad: Albert Einstein. Albert Einstein dice: «Si preguntas a un niño de secundaria que escoja el bachillerato y la universidad», como se hace hoy, «en función de un trabajo, tú eres un criminal». ¿Por qué eres un criminal? Porque estás corrompiendo a aquel muchacho. ¿Por qué?, porque la fuerza de la cultura, dice Einstein, está en una cosa, que es la curiositas. Es vuestra curiosidad. Si vosotros sois curiosos, y no pensáis en el trabajo, sois esponjas que podéis absorber en la escuela, y luego en la universidad, todos los saberes posibles. Lo que cuenta es prepararos como ciudadanos, mujeres y hombres libres, para la vida. Y la curiosidad, cuando tienes una cultura de base general, te permite hacer todos los oficios posibles. Pero volveremos sobre este tema más adelante.
Ha habido gobiernos que han hecho inversiones muy fuertes en dos cosas: la escuela, y por tanto la universidad, la educación en general; y también la sanidad, y por tanto hospitales. Y bien, en el curso de unos años, Kerala se ha convertido en el estado donde la relación de renta per cápita es el más alto de toda la India.
¿Qué quiere decir? Que si nosotros damos vida a los dos pilares de la dignidad humana, que son el derecho a la vida, y por tanto, los hospitales, la sanidad en general, y por otra parte el derecho al conocimiento, que es la educación, no solo creamos una sociedad más sana, sino que al mismo tiempo creamos una sociedad que puede tener un desarrollo económico extraordinario. Es justamente el ejemplo que ha puesto el Premio Nobel de Economía Amartya Sen.
Debería ser un ejemplo que debería servirnos de guía. En cambio, leemos los balances de todos los estados del mundo. Cuando se recorta, ¿dónde se recorta? Se recorta, ante todo, en las escuelas, en las universidades, en la investigación científica, y también en la sanidad, ahora. Donde Europa, que antes era un faro de civilización, por su solidaridad humana, se está reduciendo a convertirse en un país donde el racismo arrasa. Y este es un hecho muy, muy peligroso.
Entonces, combatir la ignorancia es una misión principal, porque de la ignorancia deriva el racismo, de la ignorancia deriva el fundamentalismo religioso, de la ignorancia deriva la intolerancia, de la ignorancia deriva la corrupción. Yo pienso que la escuela, la universidad, la sociedad, la cultura, deberían, antes de nada, hacer comprender a los jóvenes que el bien común es la cosa más importante que podamos tener. Y luego quisiera añadir, para concluir esta sección y responder a la pregunta, que la ignorancia, he acuñado esta imagen en un artículo que he escrito recientemente, es como una fortaleza sin puente levadizo. ¿Qué quiere decir? Que la ignorancia es una torre en la que nos encerramos, que no tiene ninguna relación con el exterior. Porque una fortaleza, como sabéis, con puente levadizo, te permite pasar al otro lado. La ignorancia no; la ignorancia es algo que te hace permanecer encerrado en tu mundo, creyendo que todo el mundo limita con el pequeño perímetro de tu fortaleza, y dejadme decirlo, de tus pequeñas miserias.
Pero atención, los clásicos, y este es el papel, una vez más, importante del profesor, he aquí por qué insisto, los clásicos son leídos, ante todo, porque nos hacen comprender no solo el mundo en el que vivimos, sino que nos ayudan a comprendernos a nosotros mismos. Yo no estoy diciendo que haga falta actualizar los clásicos, porque sería algo banal; no es que yo deba coger a Homero y fingir que Homero es contemporáneo nuestro, entre comillas, que dice cosas nuestras, no. Homero afronta temas, como Don Quijote, que nos sirven para identificar cuestiones, y luego para ayudarnos a reflexionar sobre estas cuestiones.
Entonces, en este sentido, los clásicos tienen una función principal, que es la de ayudarnos a comprender cuáles son los problemas de nuestro presente y dar las respuestas a través de los clásicos a estos problemas. Hoy, por desgracia, los clásicos se leen cada vez menos en las escuelas y en las universidades. Hay cursos de literatura italiana que yo veo, o cursos de literatura, donde se leen pequeños fragmentos de varios autores. Y en mi opinión esta manera de enseñar la literatura no sirve para nada. ¿Por qué?, porque lo primero que nosotros debemos hacer es hacer leer al menos una obra entera a un estudiante. Solo leyendo aquella obra entera en la universidad y razonando juntos, el estudiante puede comprender algunas cosas de fondo. ¿Cómo puede un estudiante enamorarse del Orlando Furioso de Ariosto leyendo un resumen del Orlando Furioso? Es imposible. Es normal que los estudiantes me digan: «Profesor, pero los clásicos son aburridos». Luego, cuando yo digo al estudiante: «Atención, muchachos, no son aburridos los clásicos; son aburridos los resúmenes que vosotros leéis de los clásicos». Porque la palabra directa de un autor puedo aseguraros que abre el corazón de los estudiantes. Cuando yo digo el nombre Orlando Furioso veo los rostros de los muchachos de vuestra edad palidecer, todos preocupados. «Profesor, ¿pero qué tienen que ver aquellos paladines con nosotros? ¿Por qué no hacemos algo más vinculado con la actualidad, más vinculado con nuestra vida?» Los jóvenes piensan a menudo, repito, no por su culpa sino por nuestra culpa, que la literatura contemporánea nos habla más de la vida que Homero o que un clásico antiguo. Es un error de perspectiva extraordinario. Les dije: «¿Puedo leeros una sola octava del Orlando Furioso? Si no os gusta, cambiamos de tema». Bien, ¿qué hice? Elegí una octava que ahora os leeré, para mostraros que los clásicos nos hablan de la vida, una octava en la que, en un cierto punto, Rinaldo, que es uno de los personajes clave del Orlando Furioso, cumple una misión en Escocia.
Llega a Escocia, y se entera de que a Ginebra, la hija del rey, la princesa, hay que darle muerte. Entonces, Rinaldo, preocupado, dice: «¿Por qué a Ginebra hay que darle muerte?» «Sencillo», le responden, «porque Ginebra está acusada de infidelidad, y la ley de Escocia dice que a quien es infiel hay que darle muerte». Entonces Rinaldo dice: «Pero si un hombre es infiel, ¿qué sucede?» «Nada. La ley concierne solo a las mujeres. La infidelidad femenina es castigada con la muerte. La infidelidad masculina no es castigada». Entonces Rinaldo, preso de la ira, dice: «Yo iré a defender a Ginebra, porque esta ley me parece una ley inicua, una ley injusta». Vamos a leer la octava de Rinaldo. Permitidme que la lea primero en italiano, porque, por desgracia, la traducción no da el ritmo de la octava. La octava, como sabéis, es una estrofa con seis rimas alternas y las dos últimas rimas pareadas. Tiene una música, tiene su ritmo. Os leo primero la octava en italiano y luego la traducción española.
«S’un medesimo ardor, s’un desir pare inchina e sforza l’uno e l’altro sesso a quel soave fin d’amor, che pare all’ignorante vulgo un grave eccesso. Perché si de’ punir donna o biasmare che con uno o più d’uno abbia commesso quel che l’uom fa con quante n’ha appetito e lodato ne va, non che impunito?»
Traducción española. «Si un mismo ardor, si un semejante anhelo, al uno y otro sexo incita y mueve, hacia aquel dulce fin que el necio vulgo considera un gran yerro, ¿por qué causa tiene castigo la mujer que ha amado a uno o a varios, cuando el hombre yace con cuantas se le antoja a su apetito y merece alabanza y no castigo?» Al terminar de leer esta octava, vi que los rostros de todas las mujeres se iluminaban. Son versos escritos en 1516. Rinaldo está tocando un prejuicio que en nuestra sociedad, 2019, es todavía fortísimo. ¿Por qué? Porque el hombre que tiene muchas mujeres es el mito positivo del Don Juan. La mujer que tiene muchos hombres es el mito negativo de la meretriz, de la prostituta, de la mujer de mala vida.
Entonces, ¿por qué la sociedad sigue, tras cinco siglos, tratando de manera desigual a las mujeres y a los hombres? He aquí cómo la literatura es un instrumento de reflexión. Una muchacha, al final del curso, me dijo: «Profesor, ¿sabe que he discutido con mi madre y le he hecho leer la octava del Orlando Furioso?» Le dije: «¿Por qué discutiste con tu madre?» «Porque tengo un hermano. Mi hermano tiene derecho, aun teniendo novia, a salir de noche con sus amigas y mamá no dice nada. Pero yo, que tengo novio, si voy a comer una pizza con un amigo mi madre me dice: ‘Estate atenta, la gente habla. Porque te ve con personas que no son tu novio’. Le hice leer la octava del Furioso a mamá, discutimos, y luego mamá comprendió su error».
¿Esto qué quiere decir? Ahora estoy simplificando las cosas, claramente, pero significa que la literatura es un instrumento que nos ayuda a reflexionar. Quisiera poner todavía otro ejemplo, y ya termino con este tema. Quisiera poner el ejemplo, una vez más, de un tema que está relacionado con el mundo femenino. Vosotros sabéis que cada minuto, cada hora de cada día, una mujer es asesinada, en España, en Italia, en el mundo, por un exmarido, por un hermano, por un padre, por un novio. Esta cosa, este fenómeno, se llama feminicidio, es decir, mujeres que son asesinadas. ¿Y sabéis por qué son asesinadas? Porque estos hombres consideran a estas mujeres de su propiedad. Hay un pasaje bellísimo de un texto, un texto en prosa, muy bello, que es una narración larga de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito, titulado Ciudadela. Quisiera leeros este pasaje y luego lo discutiremos. «No confundas el amor con el delirio de la posesión, que causa los peores sufrimientos. Porque, al contrario de lo que suele pensarse, el amor no hace sufrir. Lo que hace sufrir es el instinto de la propiedad, que es lo contrario del amor». Si leéis las declaraciones en el tribunal de aquellos que matan a su exmujer, dicen: «Yo la amaba muchísimo, no podía vivir sin ella». Erróneo. Él no amaba a aquella mujer, porque no la habría matado, si la hubiese amado. Él creía que la poseía, que era propietario de su cuerpo, propietario de sus pensamientos, propietario de su vida. He aquí como un pequeño fragmento de literatura puede ser un momento en que reflexionemos juntos sobre cosas que tienen que ver, de manera fuerte, con nuestra cotidianidad y con nuestra vida.
"Si las cosas que estudiamos son solo las que tienen una utilidad práctica, destruimos el futuro de la humanidad"
Entonces, El Principito nos hace reflexionar sobre estas cosas. Nos hace reflexionar: ¿qué significa cultivar una relación humana? ¿Qué significa? Podemos hacerlo con prisas. Podemos hacerlo mirando el reloj. Entonces, esto no es posible. Entonces, ¿qué sucede? Sucede una cosa muy sencilla. Que, como sabéis, el Principito es lentamente catapultado, ha escogido viajar, y llega al desierto del Sahara. Allí, ¿qué hace? Se encuentra con un zorro del desierto. Y lo primero que hace, porque está solo, pide al zorro que juegue con él. «Ven a jugar conmigo». Pero el zorro le dice: «Yo no puedo jugar contigo. Porque tú no me has domesticado».
El término francés es el término apprivoiser. Atención, porque apprivoiser no significa solo ‘domesticar’, porque ‘domesticar’ puede dar la impresión, pensemos en un animal; hay una persona que domestica, ¿y quién se deja domesticar? Por tanto, una persona activa y una pasiva. En el diálogo, en cambio, entre el Principito y el zorro del desierto el acto de domesticar es recíproco. Es cierto que el zorro domestica al Principito, pero también es cierto que el Principito domestica al zorro. En francés, el término apprivoiser también significaba se familiariser, significa ‘familiarizarse’. Y quizás es esta la traducción más exacta, aunque en todo el mundo se ha traducido con el término ‘domesticar’. Quisiera leeros este pasaje, que es muy, muy bello. «‘Ven a jugar conmigo’, le propuso el Principito. ‘Estoy tan triste…’ ‘No puedo jugar contigo’, dijo el zorro. ‘No estoy domesticado’. ‘¿Qué significa domesticar?’, dijo el Principito. ‘Es una cosa demasiado olvidada’, dijo el zorro. ‘Significa crear lazos’. ‘¿Crear lazos?’ ‘Sí’, dijo el zorro. ‘Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos, y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero si me domesticas tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo'».
Yo pienso que es bellísimo, este diálogo entre el zorro del desierto y el Principito. Las relaciones que creamos con las personas son relaciones que después crean esta unicidad para que una persona a la que queremos resulte única para nosotros. Significa que no es una de las mil personas que conocemos, sino que es aquella persona. Ya no es un zorro, es aquel zorro. Significa dedicar tiempo. Y luego esto se lo explica el zorro al Principito. Porque el Principito dice: «¿Pero qué significa dedicar tiempo?» Y el zorro le dice: «Mira, tú viniste ayer y hablamos a cinco metros de distancia. Hoy vienes y hablamos a cuatro metros. Mañana vendrás y hablaremos a tres metros. Para poder conocernos, debemos dedicar tiempo el uno al otro». Entonces, ¿qué sucede? Sucede que, a cierto punto, esta visión… de El Principito destruye la idea de prisa que tenemos; destruye la idea de rapidez. Con la rapidez no se construyen relaciones humanas. Se construyen relaciones superficiales. He aquí por qué el Principito aprende del zorro que en la vida los ritos son importantes. Pero él no sabe qué significa ‘rito’. Y el zorro se lo explica. Escuchemos esta cita.
«‘¿Qué hay que hacer?’, dijo el Principito. ‘Hay que ser muy paciente’, respondió el zorro. ‘Te sentarás, al principio, un poco lejos de mí, así, en la yerba, te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca’. Al día siguiente volvió el Principito. ‘Hubiese sido mejor venir a la misma hora’, dijo el zorro. ‘Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto. Descubriré el precio que tiene la felicidad'».
Esta es una frase muy hermosa. «‘Descubriré el precio que tiene la felicidad. Pero si vienes a cualquier hora nunca sabré a qué hora preparar mi corazón. Los ritos son necesarios’. ‘¿Qué es un rito?’, dijo el Principito. ‘Es también algo olvidado’, dijo el zorro. ‘Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas'». Es maravilloso. Una relación con un amigo. Yo, cuando leo estas cosas, veo los rostros de mis estudiantes conmoverse. Porque son cosas que tocan directamente al corazón de las personas. Y esta es la fuerza de la sencillez de la literatura. La literatura no es una cosa complicada, es sencilla. Porque la fuerza de un escritor es decir aquellas cosas que nosotros sentimos dentro y no sabemos decir. Y el escritor te las dice de una manera sencilla. De manera que tú puedas comprenderlo. La poesía, la literatura, dicen lo indecible. La poesía, la literatura, nos hacen ver lo invisible. Y esta es la fuerza. Entonces, cuando a cierto punto el Principito comprende que yo, para tener un amigo, debo dedicar tiempo al amigo, y pregunta: «¿Pero los hombres tienen amigos?» Escuchad la respuesta, cuál es. «‘Solo se conocen las cosas que se domestican’, dijo el zorro. ‘Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero, como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, domestícame'». Es bellísimo. Y al mismo tiempo es muy profético, ¿por qué es profético? ¿Vosotros conocéis una noticia que dio la vuelta al mundo hace dos años? En Japón se ha creado una agencia donde tú puedes alquilar un amigo. Tú llamas a la agencia, necesitas ir a comer una pizza, y dices: «Encuéntrame un amigo para ir a comer una pizza». Necesitas ir al cine, no quieres ir solo. Pero esto, ¿qué significa? Que nuestra sociedad está cultivando una nueva forma de soledad, que es terrible. Y es la misma soledad que sienten aquellos que, a través de Facebook, creen estar conectados las 24 horas del día con todo el mundo. En cambio no, tú estás encerrado en tu habitación; tú estás encerrado en la oscuridad de aquella habitación, y crees que puedes cultivar relaciones humanas a través, ¿cómo decirlo?, de una pantalla, que es distante. Esta es la banalización de la idea de amistad. La amistad no es lo que aparece en Facebook, un click.
Yo, cuando pregunto a mis muchachos: «¿Por qué estáis en Facebook?» Levantan la mano: «Profesor, yo tengo 1.500 amigos. Es una manera de hacer amistades». Yo digo: «Muchachos, ¿sabéis que a los ochenta años, cuando uno hace balance de su vida, si puede decir ‘he tenido tres amigos’, es un hombre riquísimo?» La amistad no es un click en Facebook. La amistad es aquello que el zorro explicó al Principito. Es dedicar tiempo a los otros, pero no de manera virtual; mirándose a los ojos. Porque, cuando hago la pregunta «¿por qué estáis en Facebook?», la otra respuesta que me dan mis estudiantes es: «Porque nos hacemos novios en Facebook. Podemos encontrar formas de noviazgo, conocemos chicas». Y digo: «Muchachos, ¿cómo lo hacéis para concebir un noviazgo vía Facebook? ¿Cómo lo hacéis para decirle a una persona una cosa bellísima, ‘te quiero’, y escribírselo a través de una pantalla? Sin ver los ojos de esta persona; sin ver si le sudan las manos; sin ver si le tiemblan los ojos, o las lágrimas te brotan y los ojos se te ponen rojos. Sin sentir la emoción humana del otro». Estamos perdiendo, por desgracia, con lo virtual, una parte de nuestros sentimientos, que es realmente importante. Quiero concluir con una pequeña anotación. Estaba, hace no muchos meses, en la universidad, al terminar los exámenes, fui a comer a un pequeño restaurante un plato rápido para continuar. Y bien, observé a dos muchachos, mayores que vosotros, tendrían veinte años, sentados el uno frente al otro, una pareja, jovencísimos, graciosos. Creo que incluso eran novios, porque tenían, ¿cómo decirlo? un… un aire de ser muy cercanos el uno del otro. Y bien, les observé durante cuarenta minutos. ¿Sabéis qué hicieron en cuarenta minutos? Cada uno con su smartphone mandaba mensajes vía WhatsApp a alguien que estaba a kilómetros de distancia. Y entre ellos no intercambiaron una palabra. Entonces, si el dispositivo se convierte en la manera para cultivar más la virtualidad de las relaciones y perder de vista la persona a la que amas, a la que tienes cerca, entonces, estos aparatos están provocando una revolución antropológica de nuestras vidas, sobre la que nosotros deberemos reflexionar seriamente.
La cuestión de estudiar el latín y el griego podría reflejar también las otras preguntas. ¿Para qué estudiar literatura, que es una cosa inútil? ¿Para qué estudiar filosofía, arte? Todas las cosas que, en nuestra sociedad, no dan beneficio. Porque ¿cuál es la lógica a la que nuestra sociedad nos doblega, nos obliga? Y por responder a la pregunta: ¿para qué sirve? Es fácil caer en el juego de la pregunta «¿para qué sirve?» En nuestra sociedad se comprende mejor para qué puede servir un martillo. Porque yo con un martillo puedo hacer cosas. Pero ¿para qué puede servir la música, la poesía? Es mucho más difícil contestar a esta pregunta. Sobre las lenguas antiguas, la respuesta más bella la ha dado Gramsci. Y Gramsci, en los Cuadernos de la cárcel, dice con mucha claridad que las lenguas sirven para dar una postura; sirven para abrirnos a un mundo que nosotros no conocemos. La cultura latina y griega es fundamental, sirve para comprender de dónde venimos. Y si pensamos que las cosas que estudiamos son solo aquellas que tienen una utilidad práctica, destruimos el futuro de la humanidad. ¿Por qué? Quiero poner un ejemplo. Porque si aplicamos la lógica, una vez más, de la empresa a la universidad, creamos desastres terribles.
Pongo un ejemplo partiendo de las lenguas antiguas. Pongamos que existe, aquí en España, una cátedra de sánscrito. Vosotros sabéis que el sánscrito es una lengua antigua, muy importante. Y bien, ante un profesor que enseña a dos alumnos el sánscrito, el consejo de administración de la universidad podría decir: «No podemos permitirnos el lujo de pagar un profesor para dos alumnos. Así que cancelamos la enseñanza del sánscrito». Tras lo cual se encontrará ante un profesor de griego con diez estudiantes de griego, y uno dirá: «Es antieconómico, enseñar el griego». ¿Cuál será el resultado?
Quiero poneros un pequeño ejemplo. Imaginad, dentro de cien años, cuando hayan muerto los últimos conocedores del sánscrito, los últimos conocedores del griego, los últimos conocedores del latín, ante un descubrimiento arqueológico en el mundo ya nadie será capaz de explicarnos qué es lo que está escrito en una inscripción; qué estamos leyendo; qué puede decir aquel monumento; o peor todavía, ya nadie se dará cuenta de la utilidad de las bibliotecas, donde están los fondos de manuscritos que requieren competencias. ¿Por qué conservar los manuscritos griegos, latinos y en sánscrito, en una civilización donde ya nadie puede leerlos porque no queda ninguna persona, ningún estudioso capaz de leerlos?
Vosotros me diréis: «Bueno, pero esto ¿para qué sirve?» No, muchachos, esta cosa tiene consecuencias desastrosísimas sobre la democracia y sobre la libertad. Y vosotros me diréis: «¿Por qué estotiene consecuencias sobre la democracia?» Porque en una sociedad donde se corta la relación con el pasado, donde destruimos la memoria, es una sociedad que, ¿cómo decirlo?, se dispondrá única y exclusivamente a crearignorantes. Y cuando nosotros perdemos la relación con la memoria nosotros perdemos la relación con nuestra identidad. Porque si tú no sabes qué hay antes, no puedes comprender tu presente. Y sobre todo no puedes prever tu futuro. Aunque la historia no es realmente maestra de la vida, porque hay tantos errores que seguimos cometiendo, aunque no los conocemos Pero la historia es fundamental, porque es siempre un instrumento que – críticamente – nos hace comprender cosas. Sabéis que en el Olimpo griego la diosa más importante era la diosa Mnemosine, porque era la madre de las nueve musas. La memoria era la madre de todos los saberes. Perder esa memoria significa permitir – todavía más – que puedan suceder ciertas cosas. He aquí por qué la vida civil, la democracia, y al mismo tiempo la libertad tienen necesidad de relación con el pasado. Y he aquí por qué debemos seguir cultivando las lenguas antiguas. Os pongo un ejemplo. Porque uno dirá: «¿Para qué te sirve la lengua antigua?» Vosotros conocéis el CERN de Ginebra. Es el mayor centro de investigación de base del mundo, y está en Europa. La actual directora del CERN de Ginebra es una gran física, Fabiola Gianotti, la primera mujer directora de esta institución. Es una italiana. Yo conozco muy bien a Fabiola Gianotti , hemos hecho simposios juntos. ¿Sabéis qué estudios tiene Fabiola Gianotti? Estudió latín y griego en el instituto, e hizo diez años de piano. Cuando los periodistas le preguntan: «Pero ¿para qué servían el latín y el griego para una física? ¿Para qué servían diez años de piano para estudiar Física?», ella dice: «Si yo hoy soy una buena física es también porque he estudiado latín y griego y he hecho diez años de piano».
Y quisiera decir, citando a uno de vuestros campeones. Sabéis muy bien que el autor más leído en el mundo que es Cervantes con el Don Quijote, en el fondo, ¿quién era Don Quijote? Era un caballero errante. Vosotros sabéis que la palabra ‘errar’ tiene un doble significado. ‘Errar’ significa moverse aquí y allá sin una meta, pero ‘errar’ significa también ‘equivocarse’. Por tanto, el caballero que cumple experiencias, el caballero que se mueve, es al mismo tiempo el caballero que se equivoca y que aprende. Pero no debemos tener miedo al error. Porque la experiencia de Don Quijote nos enseña una cosa maravillosa, una cosa que todos nosotros debemos tener como tesoro. Todos nosotros deberíamos tenerla como tesoro.
¿Y cuál es esta cosa? Que también las empresas destinadas al fracaso pueden generar luego cosas gloriosas en el futuro. En el fondo, la experiencia de Don Quijote es la experiencia donde, a través de sus fracasos, nosotros podemos comprender los límites de la España de aquel tiempo; los límites de una sociedad donde los valores cuentan solo si tienen detrás el dinero, el beneficio o el poder. Don Quijote nos hace comprender que en la vida se pueden hacer cosas por la alegría de hacerlas; se pueden hacer cosas por el placer de hacerlas. Y sobre todo, que cuando tú defiendes grandes ideales, como los defendía él, la cosa que sale de ello es lo gratuito y lo desinteresado
Don Quijote no quería nada; era Sancho Panza, quien quería las retribuciones, quería la isla para sus ambiciones. No, ¿cuál era la misión principal de Don Quijote? Era defender aquellos valores en los que él creía. Y yo creo que este es el mensaje más bello. Cuando nosotros defendemos nuestros valores, aunque perdamos, aunque vivamos el fracaso, aquel fracaso puede estar lleno de cosas importantes. Y bien, para terminar, quisiera decir que el error también pone en duda la certeza.
Y nosotros hoy tenemos muchos traficantes de certezas en nuestra realidad. Son traficantes de verdades, ¿no? Son estos traficantes que trafican con su verdad. Y bien, el cometido del error, el cometido de la duda, es el de poner en discusión las certezas. Y quisiera terminar con una bellísima cita de Lessing, que nos dice, una vez más, que poseer la verdad, cuando yo digo «poseo la verdad», tú matas la verdad. La verdad se busca, no se posee. Escuchad qué bello. Justo como los caballeros errantes la buscaban sin fin.
«La valía del ser humano no reside en la verdad que uno posee o cree poseer, sino en el sincero esfuerzo que realiza para alcanzarla. Porque las fuerzas que incrementan su perfección solo se amplían mediante la búsqueda de la verdad, no mediante su posesión. La posesión aquieta, vuelve perezoso y soberbio».
El comportamiento del caballero errante es el de aquel que, como el científico, como cada uno de nosotros en la vida, sabe que jamás poseeremos la verdad, sino que la verdad siempre será buscada, porque es la búsqueda lo que nos hace mejores.
Pero nadie se pregunta: esta muestra, ¿de qué manera ha modificado la percepción del visitante sobre un tema o un problema? Tratad de poner atención sobre esas cosas. En Italia, en los años ochenta, llamaron a los bienes culturales yacimientos culturales. Yacimientos culturales, ¿no?, que es una cosa realmente negativa. Hoy lo llaman el petróleo del país, porque han comprendido que los bienes culturales son una fuente de ingresos. Yo considero que esta es una visión equivocada de los bienes culturales.
Se ha perdido, una vez más, me gusta insistir sobre el significado de las palabras; ‘patrimonio’, ¿de dónde deriva? Deriva del latín patrimonium, y en latín, el patrimonium era aquello que los padres nos entregaban, aquello que los padres nos dejaban. Pero esta herencia de los padres no era solo una herencia económica, no eran solo las casas u otros bienes materiales. Esta herencia era también una herencia espiritual, que quizás era la más importante. Por tanto, hoy, lo que hemos perdido es la idea que patrimonium no significa solo ganar dinero, sino que patrimonium también significa, a través de estos monumentos, y me remito al discurso que he hecho antes, cultivar la memoria, comprender que estos monumentos nos hablan de la belleza, nos hablan de la gratuidad.
He aquí por qué me enfado cuando he visto en televisión imágenes terribles que todos nosotros hemos visto, cuando fanáticos religiosos destruían los monumentos de Palmira. Una indignación fuerte se levantó entre muchos lectores, pero no he visto a las grandes potencias movilizarse para ir a salvar el patrimonio de Palmira, que es patrimonio de la humanidad, ¿por qué es patrimonio de la humanidad? Porque el Coliseo no es de los italianos, porque los grandes monumentos que hay en España, y nosotros tenemos la fortuna, España, Francia, Italia, Grecia, de vivir en museos al aire libre; nosotros caminamos por la calle, vamos a una iglesia, vemos… Todo este patrimonio no lo tenemos, y no lo vemos como una fuente de enriquecimiento para comprender de dónde venimos y para comprender la belleza, porque la belleza es gratuidad.Cuando yo siento placer delante de Velázquez, ¿qué comprendo, una vez más? Que no es importante poseer para sentir placer. Yo puedo mirar Las Meninas de Velázquez en el Prado y puedo ser feliz cuando salgo, pero no porque me llevo el cuadro a mi casa; porque he tenido una emoción que me ha hecho vibrar las cuerdas del corazón. Pero es lo mismo, cuando voy a escuchar un concierto de un gran músico, Jordi Savall, uno de los grandes músicos de esta contemporaneidad; y bien, aquella música me crea un placer enorme. En la vida existen cosas que podemos hacer por la alegría de hacerlas. Leer un libro debe ser una alegría; ir a ver un cuadro, escuchar un concierto, todas estas cosas que se consideran inútiles porque no producen dinero y bienes materiales, son fundamentales para nutrir nuestro espíritu. He aquí por qué digo que hoy necesitamos más lo inútil que lo útil.
"Hoy necesitamos más lo inútil que lo útil"
Pero la literatura se utiliza, como la estoy utilizando yo ahora, en este programa, para tratar de haceros entender cuáles son los grandes temas. El esfuerzo que el profesor debe hacer, en lugar de dedicar tiempo a mil reuniones. Yo eliminaría todas las horas de reunión de la universidad para decir a los profesores: «Quedaros en casa, estudiad, preparad clases y haced que vuestros estudiantes sean felices al escucharos». Porque esto es lo principal. Está claro que no.
El cometido principal de todas las disciplinas, y no solo las humanísticas, sino también científicas, cuando pienso en científicas pienso en la investigación de base, porque la investigación de base es fundamental para comprender algunos valores como la democracia, la justicia, la honestidad, sobre los que me he extendido antes. Entonces, ¿cuál es el cometido principal de la cultura? Debería ser el de formar ciudadanos cultos, ciudadanos solidarios, ciudadanos capaces de comprender que el sentido más fuerte de nuestra vida no es ocuparnos de nuestros asuntos, pensar en nuestras cosas, sino tratar de hacer cosas para la comunidad en la que vivimos. Y cuando habremos hecho cosas para nuestra comunidad seremos felices, porque habremos dado un sentido fuerte a nuestra vida.
Entonces, en este sentido, yo vivo en una región muy peligrosa, sabéis, la ‘Ndrangheta, que es la mafia calabresa, es la primera multinacional del mundo. Jeff Bezos no es nadie frente a la ‘Ndrangheta, porque con el tráfico de droga la ‘Ndrangheta gestiona millones y millones. Pero son millones ocultos, que nadie sabe. Y yo digo siempre que la mafia no se derrota; la mafia no se derrota, no se vence, solamente con el ejército, con la policía; la mafia se derrota cuando hacemos comprender a nuestros estudiantes que traficar con droga es una cosa, ¿cómo decirlo?, terrible para un ser humano, porque tú, para ganar dinero, estás matando a tus semejantes.
Entonces, cuando tú haces entender estas cosas, cuando tú das unos valores, yo soy contrario a decir que hay que hacer la hora de educación cívica; no, la educación cívica se hace leyendo filosofía, historia del arte, música, escuchando.
Yo tengo otra concepción de la visión, ¿cómo decirlo?, de la humanidad. Y bien, la literatura es una manera para ayudarnos a comprender que estos señores que ganan las elecciones y que sacan partido del sufrimiento de la gente, porque debéis saber que la crisis en Europa en los últimos veinte años no la han pagado los ricos. La han pagado la clase media y la clase pobre. El nacimiento de los populismos en todo el mundo es el resultado de la reacción a esta crisis.
Sabéis que en Davos, en Suiza, hay una reunión mundial sobre el tema de la economía. Y los datos que salieron de allí son terribles. El 1% de la población mundial posee el 82% de toda la riqueza. ¿Cómo podemos construir una sociedad justa si estamos construyendo un capitalismo que aumenta las riquezas y disminuye el número de ricos? Hay pocos ricos que cada vez son más ricos. Mientras las clases medias se empobrecen. Entonces, estos señores que yo llamo empresarios del miedo, ¿por qué ganan las elecciones? Porque nos cuentan que los musulmanes nos invaden. Porque nos cuentan que los africanos harán que todos seamos negros. Que son mentiras inmundas. Pero la gente, cuando sufre, a menudo reacciona de manera irracional.
Entonces, la cosa más fea es que estos partidos ponen a los pobres, aquellos que han sufrido la crisis, contra otros pobres, los que llegan a nuestra casa con la esperanza de tener una vida mejor. Entonces, ¿cómo se resuelve este problema? Se resuelve porque hay que comprender que el odio al extranjero, el odio que nosotros sentimos hacia el extranjero, es muy peligroso. Entonces, cuando vemos incitar por parte de estos partidos políticos a la construcción de muros, a cerrar las fronteras, mientras nosotros queríamos una Europa abierta, donde nuestros estudiantes pudieran ir de Francia a España, a Inglaterra, recorrer toda Europa sintiéndose en casa, este era el sueño de nuestra generación, nosotros, que no hemos tenido estas cosas. Pero vosotros podíais estudiar en una Europa abierta. En cambio, ¿qué hacen? Levantan muros para defenderse. Borges, en un relato bellísimo titulado La muralla y los libros, nos habla de un emperador chino, ¿qué hace este emperador? Levanta la muralla, al mismo tiempo que quema las bibliotecas. Porque Borges dice: «Los dos actos tienen una relación fortísima porque levantar la muralla y quemar los libros significa cortar los puentes con el otro, con el pasado». Con la memoria, volvemos siempre a los mismos temas. Pero Borges dice: «Cuando construimos muros, es una ilusión que nos defendamos de los enemigos. Estamos construyendo una terrible prisión para nosotros mismos».
Id a Andalucía. Venid a Calabria, en la Magna Grecia. Hemos tenido dominación griega, dominación romana, dominación normanda, española, francesa. Éramos el Reino de las Dos Sicilias, bajo los españoles, no hace falta recordarlo. Entonces, ¿qué significa?, que yo estoy orgulloso del hecho de pertenecer a una cultura donde hay múltiples lenguas, múltiples culturas, múltiples visiones del mundo. Esto debe ser un elemento de diferencia. Entonces, cuando los empresarios del miedo en Europa nos cuentan que debemos levantar muros para defendernos, los muchachos saben que esto son mentiras, y que no es verdad, porque la identidad nunca es estática, la identidad es siempre una construcción dinámica, donde lo nuevo se acopla con lo viejo, sin que nosotros lo sepamos. Entonces, para cerrar este discurso, a menudo me preguntan: «Profesor, ¿cuál debería ser la función principal, el valor más alto al que nosotros podemos apelar?»
Bien, yo digo: el valor más alto es ante todo el de demoler las fronteras. Y hay un texto bellísimo de Montesquieu que quisiera leeros, que va justamente en esta dirección. ¿Qué dice Montesquieu?
«Si supiera de alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si supiera de alguna cosa útil para mi familia, pero que no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si supiera de alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa, y para el género humano, la consideraría un crimen».
Cuatro palabras, cuatro líneas, pero de una profundidad extraordinaria, para hacernos comprender que nuestro punto de referencia no es nuestra casa, nuestra familia, no es la ciudad donde hemos nacido, no es la región donde hemos vivido; es el género humano. Esta es nuestra familia, nuestra familia es el género humano.
Hay una meditación bellísima de John Donne, gran poeta inglés del 1600. John Donne está en la cama, enfermo, ha sentido la muerte aletear a su espalda. A cierto punto oye las campanas funerarias de una iglesia. A menudo en los pueblos, creo que todavía en España hay la tradición que cuando muere alguien la iglesia toca las campanas. Entonces él se pregunta: «¿Quién sabe qué vecino ha muerto?» Pero a cierto punto John Donne dice: «¿Pero qué pregunta me estoy haciendo? Cuando muere una persona siempre hay una parte de mí que muere. Porque nosotros no somos islas separadas. Somos un único continente». Quisiera leeros esta cita, que es muy conmovedora y de una grandísima actualidad.
«Ningún hombre es una isla completa en sí misma. Cada hombre es un trozo del continente, una parte del todo. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque yo estoy involucrado en la humanidad y en consecuencia no envíes nunca a preguntar por quién doblan las campanas. Doblan por ti».
Cada hombre que muere, cuando yo oigo tocar la campana, es una parte de mí que muere. Habréis reconocido en esta cita el famoso título de la novela de Hemingway, Por quién doblan las campanas. Es una novela que se inspira en esta meditación de John Donne. Y bien, yo quiero decir que este debería ser el objetivo principal de la educación, de las escuelas, de las universidades. Debería ser el de hacernos entender que vivimos en un mundo donde todos somos hermanos. Donde existe la diversidad, que es necesaria, ¡cuidado con un mundo todo igual! Yo no quisiera vivir en un mundo solo con calabreses. ¡Sería horrible! Yo quiero vivir en un mundo con personas que piensan distinto que yo. Porque solo a través de la confrontación con el otro, en la diversidad, podemos amarnos y permanecer todos juntos.
Y he aquí por qué considero, quiero terminar con dos citas. Una cita de un gran poeta español que fecundó el mundo entero. Es García Lorca. Es una cita en la que García Lorca va a Fuente Vaqueros, que es su pequeño pueblo natal, a inaugurar una biblioteca. Y aquí él habla de los libros. Escuchad qué cosas tan bellas dice sobre los libros García Lorca. Como sabéis, es un discurso del 31, él en el 36 fue asesinado por el ejército franquista.
«No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas, sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan, que gocen todos los frutos del espíritu humano, porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado. Es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros, los que necesita, ¿y dónde están los libros? ¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘Amor, amor’, y que deberían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras».
Es una página conmovedora, de este grandísimo poeta español. Y es una página que me hace recordar, y aquí termino ciertamente, un discurso que en el Parlamento en el 1848 un gran escritor francés, Victor Hugo, hizo cuando se trataba de recortar los fondos a la escuela, a las bibliotecas, a las universidades, a la cultura. Victor Hugo dice, en un momento de crisis, como lo estamos viviendo nosotros: «No debemos recortar fondos, debemos doblar los recursos para la cultura. Porque solo doblando los recursos podemos cambiar la sociedad e impedir que la sociedad caiga en el abismo del racismo, en el abismo de la ignorancia. Escuchad qué bella es esta cita de Victor Hugo.»Pero si quiero ardiente y apasionadamente el pan del obrero, el pan del trabajador, que es un hermano, quiero además del pan de la vida el pan del pensamiento, que es también el pan de la vida. Quiero multiplicar el pan del espíritu como el pan del cuerpo. Habría que multiplicar las escuelas, las cátedras, las bibliotecas, los museos, los teatros, las librerías; habría que multiplicar las casas de estudio para los niños, las salas de lectura para los hombres, todos los establecimientos, todos los refugios, donde se medita, donde se instruye, donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa; donde uno se hace mejor».
Yo pienso que estas palabras, donde hemos percibido también las frases de García Lorca, probablemente García Lorca tenía presente este discurso de Victor Hugo, deberían ser esculpidas en todos los parlamentos del mundo, para hacernos comprender que la cultura, que esto que nuestra sociedad considera inútil, que es cultivar el espíritu, es la única manera que tenemos para hacer la humanidad más humana. Claro, George Steiner, mi gran amigo, dice: «Pero con la cultura también hemos tenido nazis que eran cultos, que leían libros, que admiraban cuadros, que escuchaban música clásica y que masacraban a los judíos». Es verdad. La cultura, no automáticamente, puede convertir a los hombres. La cultura, no de manera automática, puede hacernos comprender ciertas cosas. La observación de Steiner es una observación cierta. Pero yo sigo pensando que no tenemos otro camino para hacer más humana la humanidad que cultivar estos saberes inútiles.