Eres creativo, lo sepas o no
Duncan Wardle
Eres creativo, lo sepas o no
Duncan Wardle
Exdirector de creatividad de Disney
Creando oportunidades
Cómo crecer sin perder la creatividad
Duncan Wardle Exdirector de creatividad de Disney
Duncan Wardle
Durante 30 años, Duncan Wardle trabajó para una de las compañías más creativas del mundo: Walt Disney. Para él, todas las personas nacemos siendo creativas. El problema es que, en algún momento, alguien nos dijo que no lo éramos. Y nos los creímos. Wardle insiste en la importancia de conectar de nuevo con el niño/a que fuimos, y recuperar la creatividad en todos los ámbitos de nuestra vida. “Cuando estamos tratando de desarrollar grandes ideas, debemos jugar”, afirma.
Como experto en creatividad e innovación explica que, en pocos años, el desarrollo de la Inteligencia Artificial hará que desaparezcan muchas de las profesiones que existen hoy en día. “Muy pronto, habilidades como la intuición, la creatividad, la imaginación o la curiosidad serán las que nos permitan adaptarnos a la Era de la Inteligencia Artificial”. Porque son las que realmente nos diferencian como seres humanos.
Para Duncan Wardle, “Todos fuimos niños. Todos llegamos al sistema educativo con una maravillosa imaginación. Creíamos en unicornios y naves espaciales”. Y explica que, al llegar al mundo adulto, eso lamentablemente desaparece. “Ese es uno de los retos actuales del mundo educativo: mantener vivo a ese unicornio”, concluye.
En la actualidad, Duncan Wardle es consultor independiente de Innovación y ‘Design Thinking’. Basándose en su experiencia, ayuda a introducir la cultura de la creatividad en las empresas. Algo que considera aplicable también al mundo de la educación.
Transcripción
Durante los veinte primeros años, mi trabajo consistió en concebir ideas alocadas y ponerlas en marcha. Por ejemplo, cuando lanzamos la película Toy Story, tuvimos que crear un truco publicitario. Si os acordáis de la película Toy Story, el sueño de Buzz era poder volar. Porque Buzz no podía volar, ya que era un juguete. Qué tristeza solo de pensarlo, ¿verdad? Entonces dije: “¿Y si hacemos que el sueño de Buzz se haga realidad? ¿Qué pasaría si Buzz Lightyear pudiera volar?”. Y el equipo preguntó: “¿Y cómo vas a hacer eso?”. Y yo respondí: “Le voy a mandar al espacio en una nave espacial”.
A todo esto, no había hablado con la NASA ni nada, así que me reuní con la NASA, y cuando les comenté: “Oye, se me ha ocurrido una gran idea: tenéis que mandar a Buzz Lightyear al espacio, va a ser una pasada”, a la mitad de los que estaban les hizo gracia la idea, pero, claro, nadie iba a decir: “Me encanta la idea”. Y la otra mitad quería cogerme y tirarme por la ventana, pero sin abrirla antes, eso sí.
Pero la NASA accedió a mandar a Buzz al espacio. Bueno, pues seis meses antes de lanzar la película, recibimos una llamada del Centro Espacial Johnson, y nos dijeron: “Necesitamos a Buzz Lightyear mañana a las tres en punto”. “Pero faltan seis meses para el lanzamiento, ¿para qué necesitáis a Buzz ahora?”. Y añadieron: “Pero necesitamos dos Buzz Lightyear idénticos, porque vamos a desmontar a uno de ellos pieza por pieza. No vaya a ser que Buzz Lightyear tenga una burbuja de aire, explote en el vacío del espacio y mate a uno de nuestros astronautas”.
Así fue como el Buzz Lightyear de mi hijo acabó en la Estación Espacial Internacional con la inauguración de la atracción Toy Story Mania. Vivió dieciocho meses en el espacio, hasta que por fin convencí a la NASA de que lo trajera a casa, y ahora está en el Museo del Aire y el Espacio de Washington. Pues con eso me gané la vida durante veinte años. Y hace diez años, recibí una llamada del presidente, quien me dijo: “Todas las mejores ideas se te ocurren a ti”. Te pongo a cargo del Departamento de Innovación y Creatividad.
Todos nacemos siendo creativos. Todos nacemos con una imaginación desbordante. No me cabe duda. Cuando mi sobrino tenía cinco años, le compré una bici. Era la bici de Rayo McQueen de la película Cars. En realidad, solo era una bici roja, pero yo le dije que era la bici Rayo McQueen, porque era el tío pobretón de Escocia. Venía en una caja grande, envuelta para regalo, con un lazo y todo. Y mi sobrino se tiró un buen rato arrancando el papel —ya sabéis cómo son los peques— intentando sacar la bici de la caja. ¿Y con qué se pasó el resto del día jugando?
“Cuando somos adultos, arrinconamos nuestra capacidad creativa”
¿Por qué? ¿Por qué con la caja? Porque podía ser lo que él quisiera, ¿verdad? Un castillo, un fuerte, un cohete, una cocina… ¿Cuándo fue la última vez que visteis un cohete? Cuando teníais seis años o así. Los niños son muy curiosos, ¿verdad? ¿Qué preguntas os hacen? ¿Qué pregunta hacen los niños?
“¿Por qué?”. ¿Y cuál es su siguiente pregunta? “¿Por qué?”. ¿Y la siguiente? “¿Por qué?”. Sí, así es como aprenden. Nosotros nos quedamos en el primer “¿por qué?”, porque la educación y el mundo profesional nos han enseñado que solo hay una respuesta correcta, así que no nos molestamos en buscar otra. Así que, si hablas con una persona y le preguntas: “¿Por qué vas a los parques de Disney?”. Normalmente, lo primero que te dice es: “Porque me encantan las atracciones”. Vale, entonces debería construir más atracciones. Puedo invertir cientos de millones de dólares en atracciones nuevas y la gente vendrá.
Pero si insisto y le pregunto: “Pero ¿por qué te gustan las atracciones?”. “Bueno, me encanta la atracción Small World”. “¿Y por qué te gusta tanto esa atracción?”. “Pues porque de pequeña iba con mi madre”. “¿Y eso por qué es tan importante?”. “Bueno, ahora voy con mi hija y me encanta que tenga los mismos recuerdos que yo”. Y dices: “Un momento. Tú no estás pagando por las atracciones. Estás pagando por los recuerdos”.
Hemos perdido la creatividad. No sé en qué trabajáis vosotros, pero me juego lo que sea a que alguien, en algún momento de vuestras vidas, desde que teníais seis años hasta ahora, en más de una ocasión, os ha señalado y ha dicho: “Tú vales para economía; tú, para Recursos Humanos; tú; para informática; tú, para medicina; tú, para los negocios; tú, para ingeniería, tú; para abogada. Tú no eres creativo. Los creativos se sientan aquí. Ellos son los creativos; tú no eres creativo”. Y nosotros, como tontos, nos lo acabamos creyendo. Pero todos hemos sido niños, todos hemos visto la nave espacial, todos tenemos una imaginación increíble. Todos hemos sido muy curiosos, pero, conforme avanzamos en la vida laboral, dejamos de serlo.
Pensemos en la trayectoria de la inteligencia artificial. Dicen que, en los próximos diez años, les quitará el trabajo a treinta millones de personas en Estados Unidos. Eso es el 10 % de la población. ¿Cómo vamos a competir con alguien que piensa cinco mil veces más rápido que nosotros? Creatividad, imaginación, intuición e inteligencia emocional. Y curiosidad. Los robots no van a replicar eso en los próximos cinco o diez años.
Pensad en las decisiones que tomáis en la vida. ¿Qué vestido te compraste la semana pasada? ¿Qué coche compraste el año pasado? ¿A qué restaurante decidiste ir? ¿Adónde te fuiste de vacaciones? ¿Fue una decisión racional? No. Intuición. Eso es lo que nos hace distinguir lo que está bien de lo que está mal. Que levanten la mano aquellos a quienes os animen a ser juguetones en el trabajo. Una persona, dos, tres, cuatro, cinco, seis. A la mayoría de nosotros, no, ¿verdad? No se nos anima a ser juguetones en el trabajo. La gente no nos toma en serio si somos juguetones en el trabajo, ¿a que no?
Ahora, cerrad los ojos. Cerrad los ojos. Os voy a hacer una pregunta y no quiero que penséis en una respuesta; solo quiero que digáis en voz alta la primera palabra que se os venga a la mente cuando os haga la siguiente pregunta. ¿Dónde estáis y qué estáis haciendo normalmente cuando se os ocurren las mejores ideas?
Volved a cerrad los ojos. Quiero que os imaginéis la última discusión que habéis tenido con alguien. La buena noticia es que no tenéis que compartirla con nadie. Solo quiero que os la imaginéis y, cuando la veáis, quiero que abráis los ojos. Bueno, pues acabáis de discutir. Y estáis superenfadados con Fred. “Fred, ¡no me puedo creer que hayas copiado a mi jefe en ese coreo! ¡Es la última vez que trabajo contigo!”. Salís furiosos de la oficina, estáis enfadadísimos con Fred, dais un portazo, estáis que echáis humo, os subís al coche, pasáis por la cafetería de al lado… Empezáis a relajaros un poquito, os tomáis un capuchino o un café, os sentáis… Pasan cinco o diez minutos desde la discusión y estáis con vuestro capuchinito, relajados. ¿Qué se os acaba de ocurrir?
Lo que os habría gustado haber dicho durante la discusión. El comentario perfecto. Ah, ojalá hubiera dicho eso. ¡Si hubiera dicho eso! Siempre cinco minutos después de la discusión. Nunca durante la discusión, nunca. Bueno, mi mujer siempre tiene el comentario perfecto. Intento no discutir con ella. Pero a la mayoría de nosotros se nos ocurre cinco minutos más tarde. ¿Por qué? Porque en una discusión, nuestro cerebro se está defendiendo a sí mismo. Esta así, muy ocupado. Así es como está vuestro cerebro en el trabajo. Correos, exposiciones, hablar con alguien, programar reuniones… Muy ocupado. Y entonces decís: “No tengo tiempo para pensar”. Y cuando no tenemos tiempo para pensar, no se nos puede ocurrir un comentario ingenioso. Y no podemos tener una gran idea.
Nuestro cerebro, por increíble que parezca, es un 13% consciencia y un 87 % subconsciencia. ¡87%! Habéis oído bien. Pero solo usamos el 13% durante el 95% del día. El resto está aquí, listo para usarse, pero cuando estamos estresados no podemos acceder a él.
Los niños se ríen mucho. Son muy juguetones, tienen una imaginación desbordante. Nosotros no nos reímos lo suficiente. Claro que no tenemos que pasarnos cada minuto del día jugando, pero cuando queremos que se nos ocurra una buena idea, puede ser útil ser juguetón. En el subconsciente tenemos cada comida que hemos probado, cada textura que hemos tocado, cada lugar que hemos visitado, cada persona que hemos besado, incluso las que nos gustaría olvidar y que aparecen en Facebook de vez en cuando. Están todas aquí. Todas en el subconsciente, como un estímulo interno que podemos usar y conectar con ideas diferentes.
Quiero contestar algunas de vuestras preguntas. Pero antes, me gustaría hacer un experimento. Os voy a dar siete segundos para nombrar un objeto y os voy a pedir que lo dibujéis. Pero solo tenéis siete segundos. Después, dejad de usar los bolis. No es una competición, así que parad a los siete segundos, ¿vale? No os pongáis… Bueno, pues, ¿vamos? Una casa. Allá vamos. Siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno. Tiempo. No hagáis trampas. Ahora enseñad el dibujo a la persona sentada a vuestro lado.
¿Por qué la puerta siempre está delante y en el medio? ¿Por qué dos ventanas? ¿Por qué dibujamos siempre cruces en las ventanas? ¿Por qué el tejado siempre tiene forma de triángulo? Porque, según vuestra experiencia, lo más normal es que sea así. Un día, pedí a diez miembros del equipo de Disney Imagineering que diseñaran un nuevo centro comercial de ocio y restauración para Hong Kong Disneyland.
Entre ellos, invité a la chef ejecutiva de Hong Kong Disneyland. Porque no era un hombre, no tenía cincuenta y cinco años y no era estadounidense. Cuando enseñaron sus dibujos, todos habían dibujado esto, excepto ella. Ella se decantó por el dim sum, un estilo arquitectónico del que nunca había oído hablar. Tenía la forma de plato circular de bambú en el que se sirve el dim sum, con un bol de gambas y un bol de poke de los que salía vapor. Todos enseñaron sus dibujos y se echaron a reír, porque se dieron cuenta de que no habían sido nada originales y habían dibujado la típica casa en la que la mayoría pensamos.
Ella les dio permiso para dar rienda suelta a su creatividad y pensar de forma diferente. Los “expertos ingenuos”, como los llamo yo, no suelen solucionarte los problemas, pero, si queremos ayuda externa, puede ser útil pedírsela a alguien que no trabaje en nuestro sector. Nos harán la pregunta tonta que tanta vergüenza nos da sugerir. Plantearán la idea atrevida que tanto miedo nos da proponer a los demás delante de nuestros compañeros de trabajo. No solucionarán el problema por nosotros, pero nos motivarán a pensar de forma diferente. Ahora, pasemos a la tanda de preguntas. Podéis dejar los bolis y las libretas. ¡Preguntas, por favor!
También dijo: “No tendremos empleados”. Tendremos un elenco. Cada miembro del elenco interpretará un papel y llevará un disfraz en lugar de un uniforme. Ahora, ochenta años después, tengo un amigo: Héctor Rodríguez. De Puerto Rico, un tipo fornido y muy alegre. Héctor lleva los barquitos de un lado a otro de la laguna cincuenta y siete veces al día. Alucinante. Y al final de la jornada, Héctor te llega con una gran sonrisa en la cara y te dice: “¿A que nos sabes lo que hecho hoy por uno de los invitados?”. Y te cuenta lo que hizo por el invitado en cuestión. Y todo porque Walt reformuló el diseño para que la gente pensara de forma diferente.
Hace seis meses, estaba en la sala de espera de una oficina de Nueva York. Me senté y me puse a hablar con la chica joven de la recepción durante unos diez minutos. Luego, subí al piso de arriba y hablé con el jefe y le dije: “Oye, tu recepcionista es maravillosa. Te la robo y me la llevo conmigo”. Y él me preguntó: “¿Cuánto tiempo has estado hablando con ella?”. Y yo le dije: “Pues, no sé, unos diez o quince minutos”. Y él exclamó: “Qué raro”. Yo le pregunté: “¿El qué?”. Y él me respondió: “Bueno, es que no tenemos ninguna recepcionista”. Y yo me quedé pensando: “Entonces, ¿con quién narices he estado hablando durante los últimos quince minutos?”. Y añadí: “Se llamaba Sara y tenía un vestido veraniego de color crema”, a lo que me respondió: “¡Oh, Sara! No, ella es nuestra directora de primeras impresiones”.
Lo único que hizo fue reformular un desafío. El creador de esta herramienta fue Walt Disney. En 1940, creó una película llamada Fantasía. Que levanten la mano quienes hayan visto Fantasía. Vale. Walt quería que rociaran la sala durante la canción ‘Lluvia de abril’. Quería que bombearan calor durante la canción ‘Una noche en el Monte Pelado’, cuando salían las llamas del malo. Y el dueño del cine dijo: “Ni hablar, eso es demasiado caro; es una locura, nunca lo haríamos; es demasiado caro”.
Pues bien, así es como funciona esta herramienta. Primero, hacemos rápidamente una lista de las reglas del desafío. Walt dijo: “Está oscuro, está sucio, tengo que ir a una hora determinada, sentarme al lado de gente que no me gusta y no puedo controlar el ambiente”. Paso uno: hacemos rápidamente una lista de las reglas. Paso dos: preguntamos: “¿Y si…?”. Eliges una de esas reglas e intentas romperla. Walt eligió “no puedo controlar el ambiente” y dijo: “¿Y si pudiera controlar el ambiente?”. Bueno, esa no es una pregunta provocativa. Tenemos que hacer una pregunta provocativa.
Walt dijo: “¿Y si sacara las películas del cine?”. En 1940, esa sugerencia era totalmente absurda; un disparate. Bueno, pues imaginémonos un mundo donde no lo sea. No podrían ser películas en dos dimensiones. Entonces tendría que rodar películas en tres dimensiones. Pero si hago películas en tres dimensiones, necesitaré actores que interpreten a Cenicienta y al capitán Jack Sparrow. Y si los actores interpretan a los personajes, las princesas no podrían estar junto a los piratas, porque la gente tiene que sumergirse en la historia de Cenicienta. Por tanto, tendrían que estar en mundos diferentes. Ah, espera. Lo llamaré Disneyland.
El fundador de Netflix, Reed Hastings, usó la misma herramienta. Hizo una lista de las reglas de ver películas y eligió una: “Tengo que coger el coche para ir a una tienda”. Y se preguntó: “¿Y si no hubiera una tienda física?”.
Otro ejemplo muy ilustrativo es el de una empresa de Nottingham, en Inglaterra, que fabricaba vasos para beber. La empresa se dio cuenta de que se rompían muchos vasos durante el proceso de envasado y envío, por lo que fue al taller e hizo una lista de todas las reglas de envasado de vasos. Caja de cartón, periódico, empleados que leen el periódico… Ah, el motivo por el que se rompen tantos vasos puede estar ahí, en la fase de producción. Entonces, alguien hizo la pregunta provocativa, o relativamente provocativa: “¿Y si les sacáramos los ojos a los empleados?”. Bueno, no es algo agradable que digamos, es ilegal y simplemente no se puede hacer. Pero a partir de esa pregunta provocativa, la persona sentada a su lado sugirió: “Pues contratemos a invidentes”. Y así lo hicieron.
La producción aumentó en un 42%, la rotura de vasos se redujo en un 18% y el Gobierno británico les concedió una subvención del 50% por contratar a personas con discapacidades. En suma, es una herramienta muy fácil de usar. Hacemos una lista de las reglas de nuestro desafío, elegimos una y preguntamos: “¿Y si esta regla no existiera?”, y nos imaginamos un mundo en el que podríamos lograr nuestro objetivo.
¿Qué otras herramientas hay? ¿Y si alguien ha resuelto ya el desafío que tenemos ante nosotros? Por ejemplo, en 1996, la Asociación de Natación Olímpica de Estados Unidos pidió a la empresa Speedo que confeccionase un traje que hiciese nadar más rápido a sus atletas. Speedo se fijó en lo que ya había en el mundo y dijo: “Bueno, en el mundo ya hay criaturas y artefactos que se mueven rápido por el agua”. Delfines, tiburones, torpedos, lanchas motoras…
Por tanto, decidió realizar una prueba de imitación en la piel de un tiburón toro, y descubrió que tenía cientos de miles de granitos afilados. Debajo de esos granitos, había una burbuja de aire microscópica que el tiburón podía expandir para ampliar la fricción de su superficie contra el agua; también podía usarla para detenerse, reducir la velocidad y girar, como cuando el nadador se impulsa en la pared, o expulsar todas esas bolsas de aire para ir rápido como una bala. Speedo tomó prestado este principio subyacente y fabricó los trajes que utilizaron los atletas olímpicos de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Sídney, que iban desde el cuello hasta la pantorrilla. Batieron catorce récords mundiales. El traje se consideró tan innovador que acabó prohibiéndose.
Hace mucho tiempo, fuiste un niño pequeño con una imaginación desbordante, ¿verdad? Todos lo fuimos. La creatividad no es solo saber pintar o componer música. Eres creativo, te lo prometo. Todos los humanos lo somos. Bueno, siguiente pregunta.
A los representantes de ventas se les da muy bien responder a “No, porque…”, porque antes se les decía “no” directamente. En cuanto dices “no, porque…”, ellos te responden: “¿Y qué te parece esto?”. “No, porque…”. “¿Y esto?”. Cuando nos dicen “no, porque…” una o dos veces, la mayoría pensamos: “¿Para qué estoy aquí?”. ¿Verdad? En serio, si me dicen “no, porque…” dos veces en una reunión, pienso: “Muy bien, vosotros seguid, que yo me quedo bebiendo mi capuchino”.
Necesito otro voluntario. Perfecto, ven aquí. Gracias. ¡Un aplauso para este chico! Hola. ¿Cómo estás?
Otro comportamiento creativo que podéis practicar es la curiosidad. Los niños son muy curiosos. Antes hablábamos del “¿por qué, por qué y por qué?”. Así es como aprenden, ¿no? Veamos, os voy a hacer una pregunta. ¿Quiénes de los que estáis aquí vais a vuestro restaurante favorito dos o tres veces al año con vuestro ser más querido? Muy bien. Y, cuando llegamos al restaurante, leemos el menú. Leemos todos los aperitivos, ¿a que sí? Sí, todos los platos principales. Todos los postres. Prestamos atención a las especialidades y luego, ¿qué pedimos?
Quiero que seáis sinceros. Que levanten la mano quienes duerman en el mismo lado de la cama todas las noches. Incluso cuando dormís solos en la habitación de un hotel. ¡Qué gente más triste! Pero ¡triste! Bien. ¿Alguna vez habéis ido del trabajo a casa, ya sea en autobús, en bicicleta, a pie, en coche…, y os habéis plantado en el umbral de la puerta y habéis pensado: “¿Cómo he llegado aquí?”? Miedo me da si estabais conduciendo, por cierto.
¿Qué pasó de camino a casa? Vuestro cerebro desconectó, se aburrió. Vuestro cerebro conocía cada supermercado por el que ibais a pasar, cada tienda, cada floristería, cada persona indigente… Se aburrió y desconectó. No entraban nuevas ideas; más bien no entraban nuevos estímulos y, por tanto, no salían nuevas ideas. Somos animales de costumbres. Y si hacemos lo mismo todos los días, es imposible que se nos ocurran nuevas ideas. Cuantos más estímulos nuevos recibimos en la vida, más creativos somos.
“Eres creativo, porque naciste creativo. Créetelo”
Seguro que cogéis el mismo camino todos los días. Un día al mes, repito, un día al mes, no os pido mucho, id por otro camino. A ver qué pasa. Una vez al mes, escuchad una estación de radio diferente por la mañana, un pódcast diferente. Leed una revista diferente, haced algo diferente. Si hay un deporte al que nunca habéis jugado, probadlo. La curiosidad insaciable y las nuevas experiencias de vida son la forma en la que aprenden los niños. Y así alimentan su creatividad. Entonces, mi respuesta a tu pregunta es: sé curioso.
¿Y si…? ¿Y si los museos se fueran a la quiebra en los próximos cinco años? Hace cuatro meses, vi a un niño pequeño en Bruselas que se acercó a un cuadro colgado en la pared e intentó deslizarlo con la mano. Hizo que me salieran un par de canas. Pero ayer estaba en la ópera y le pregunté a alguien: “¿Quién es el del cuadro?”, y me dijo: “Ni idea”. ¿Y si esa persona pudiera salir del cuadro para decirte quién es? ¿No? ¿Con la realidad aumentada de hoy en día? Es que, vaya… ¿Por qué no puede ser divertido? ¿Por qué la enseñanza o incluso vuestro trabajo no pueden ser divertidos?
Mary Poppins: “Todo trabajo tiene algo divertido”. ¿Por qué no? Así que sé valiente, sé juguetón. Al principio pensarán que estás loco. Pero vosotros, los profesores, cambiáis la vida de las personas. Y los alumnos siguen siendo creativos cuando están bajo vuestra tutela. Vuestro trabajo como profesores es fomentar su creatividad.
Y si, por ejemplo, tienen autismo… Autismo. Una vez tuvimos a un niño autista en Disney World. Tenía siete años. Y llevaba cuatro años sin hablar. No sé si alguno de vosotros ha estado en Disney World recientemente, pero hay una atracción que se llama Turtle Talk with Crush. Es la tortuga australiana que dice “tíiiiooooo”. Si habéis visto Buscando a Nemo, conoceréis a Crush. No se me da muy bien hacer de tortuga australiana. En fin, cuando entras, parece una sala de cine. Hay una pantalla. Los niños se sientan en la parte delantera y, los adultos, en la parte de atrás. Y, de repente, Crush entra nadando y pregunta: “Oye, tú, el de la chaqueta gris, los vaqueros y las zapatillas rojas. ¿Cómo te llamas?”. El niño habló por primera vez en cuatro años. Todo el público… Todavía me emociono. Para mí, la enseñanza debería ser divertida. Es otro estilo de enseñanza.
Creo que se trata de poner en tela de juicio el statu quo. Da igual si eres profesor, si no lo eres, dónde trabajes… Se trata de poner en tela de juicio el statu quo y de preguntar: “¿Y si…?”. Y haces una lista de todas las reglas de la enseñanza, una de las cuales es que, para muchos niños, el colegio es aburrido. Bueno, ¿y si no lo fuera? ¿Cómo puedo hacer que sea más divertido? ¿Puedo usar la realidad aumentada? ¿La realidad virtual? ¿Podemos jugar al paintball? ¿Hacer más excursiones? Sé que los presupuestos son limitados y que no todos los colegios tienen realidad aumentada, pero ¿cómo puedo enseñar, aunque solo sea un día, únicamente por medio de imágenes? No sé si es la respuesta correcta, no soy profesor, pero ¿qué pasaría si hiciéramos una lista de todas las reglas de la enseñanza y rompiéramos una?
La semana pasada, vi a una niña pequeña en el supermercado. Estaba a unos cinco metros detrás de su madre. Su madre estaba pagando en la caja y yo me quedé observando a la niña, que debía de tener menos de tres años, y pensé: “¿Qué eres ahora? ¿Eres un unicornio? ¿Eres un dinosaurio? ¿Eres un perro?”. La imaginación de esa niña era simplemente desbordante.
Pensad en vuestra propia infancia. Os vais al parque, cogéis un palo y, de repente, el palo se convierte en un cohete espacial, ¿verdad? Creo que todo se ha vuelto demasiado predecible. Cuando nosotros éramos niños, el ladrillo de LEGO era un ladrillo. No teníamos personitas, no había caras, no teníamos todos los objetos que hay ahora, pero construíamos algo, lo mirábamos y decíamos: “Eso es una jirafa. Y eso es un árbol”. Aunque, a ojos de los demás, parezcan lo mismo.
El año pasado estuve seis semanas en Bombay y fui a un suburbio llamado Diwali. Cinco millones de personas conviven en un área del tamaño de diez Bernabéus. Cinco millones de personas. Pero el nivel de creatividad que vi… En mi opinión, la economía de India superará a las del resto del planeta en la próxima generación por dos razones. Como no tienen nada, su nivel de imaginación, creatividad y resolución creativa de problemas es increíble. Tienen 1.400 millones de emprendedores. Y, ¿sabéis?, no tienen educación, porque no pueden costearla. Pero se ve que se las han apañado bien. Henry Ford: “Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón”.
Creo que la gente renuncia a sus sueños demasiado rápido. Todos entramos en el mundo de la enseñanza con una imaginación asombrosa, porque lo hacemos a la edad de cinco o seis años. Hay cohetes, hay unicornios, hay de todo. Pero, a los dieciocho años, ya no hay nada. El mundo de la enseñanza es un desafío. Mantén vivo el unicornio. Mantén viva la nave espacial. Y así, cuando tengan dieciocho años, seguirán creyendo. Porque todavía lo hacemos; aún tenemos sueños alocados cuando dormimos, ¿verdad? Todavía tenemos sueños.
Es por ello que os animo a todos a seguir siendo creativos el mayor tiempo posible, y no me refiero a pintar o a tocar un instrumento. La creatividad es la capacidad de pensar de forma diferente. Y fomentarlo, tanto en la vida académica como profesional, nos ayuda a pensar como los niños. La imaginación, el juego, la creatividad, la curiosidad. Los niños piensan: “¿Cómo podríamos?”, y nosotros: “¿Cómo podemos?”.
¿A cuántos de vosotros os animan a tomar riesgos en el trabajo? Muy bien. En realidad, a más de los que esperaba. Porque en la mayoría de los trabajos no se anima a tomar riesgos. Y no se recompensan los fracasos. Thomas Edison, probablemente uno de los más grandes inventores del siglo veinte, afirmó: “No fracasé. Solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”. Simplemente reformuló el desafío.
Bueno, hagamos un experimento de valentía. Voy a sacar a una persona para que cante conmigo. Vamos a poner música dentro de un momento. Es una de mis canciones favoritas, de 1973: “Don’t Go Breaking My Heart”, de Elton John y Kiki Dee. Podéis elegir ser Elton o Kiki, el que queráis. Tengo la letra en mi smartphone y vamos a cantar un estribillo juntos. Si una persona sale a cantar conmigo, demostrará valentía, ¿sí? Un segundo, pero gracias.
Creía que nadie se iba a ofrecer voluntario, pero gracias; es que no me esperaba que hubiera voluntarios. Entonces, no, no miréis hasta que cuente hasta tres. Lo que he hecho ha sido entrar en la sala antes que vosotros. Antes de que entrarais, os recuerdo que no podéis mirar hasta que cuente hasta tres, pegué un papel debajo de una de las sillas. Solo pone “¡eres tú!”. Entonces, cuando cuente hasta tres, quiero que miréis debajo de vuestro asiento y, si tenéis un papel que diga “eres tú”, quiero que salgáis aquí a cantar, y podéis ser Elton o Kiki, el que queráis, ¿de acuerdo? Bueno, pues a la de tres, miráis debajo de vuestra silla para ver si tenéis el papel, ¿vale? Uno, dos, tres.
Bien, chicos, ¡tranquilos! No os lo haré pasar mal al final de la charla. Podéis sentaros. Solo lo he hecho para ver las caras que poníais. Os habéis vuelto todos muy británicos de repente. “Ya voy, Duncan, ya voy; porfa, Duncan, ¿puedo meterme debajo de la silla?”.
¿Cuál es el animal más valiente de la selva?
¿Cuándo fue la última vez que os sentisteis así en el trabajo? Así de preocupados, de nerviosos, de asustados. No tenéis que sentiros así todos los días. No tenéis que sentiros así todas las semanas ni todos los meses. Pero si no os sentís así al menos una o dos veces al año, significa que estáis haciendo el mismo trabajo que el año pasado, y que el año anterior, y que el anterior. Y la inteligencia artificial viene sembrando el miedo y pisando fuerte.
Si no os sentís así de vez en cuando, significa que no estáis siendo innovadores. Porque la innovación conlleva riesgos. Y el riesgo nos causa ansiedad, ¿verdad? Así que, si no os sentís así de vez en cuando, significa que no estáis pensando de forma diferente ni haciendo cosas de manera diferente. Tenéis que ser valientes.
Pero hay buenas noticias. Nacisteis con creatividad, con una imaginación increíble, y todavía la tenéis; la utilizáis para soñar cada noche. Nacisteis con curiosidad. Y nacisteis con intuición. Las cuatro habilidades que la inteligencia artificial no replicará en las dos próximas décadas. Pero vosotros nacisteis con ellas, son innatas a vosotros. Lo único que debéis hacer es recordar cómo usarlas de nuevo. Me gustaría terminar con mi cita favorita: “Lo contrario de la valentía no es la cobardía, sino el conformismo”. Muchas gracias.
Gracias. Muchas gracias. Gracias. Adiós.