Empatía: tus hijos aprenden de lo que ven en ti
Mary Gordon
Empatía: tus hijos aprenden de lo que ven en ti
Mary Gordon
Educadora y emprendedora social
Creando oportunidades
Empatía y alfabetización emocional, dos recetas para la infancia
Mary Gordon Educadora y emprendedora social
Mary Gordon
Es una de las mayores expertas mundiales en empatía. Esta educadora canadiense es la fundadora y presidenta de ‘Roots of Empathy’ y ‘Seeds of Empathy’, dos revolucionarios programas educativos basados en el desarrollo de la empatía y en promover la alfabetización emocional desde la infancia. Para Mary Gordon, “muchos de los problemas que arrastra la sociedad, como la violencia y la pobreza, son consecuencia de la falta de empatía”. Y añade: “Si la empatía es la solución a las situaciones injustas del mundo, ¿por qué no hacemos nada?”.
Mary Gordon ha colaborado con numerosas instituciones educativas y organismos internacionales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno de Estados Unidos y la Fundación Nelson Mandela. También se ha reunido en dos ocasiones con el Dalai Lama, quien llegó a asegurar que programas como ‘Roots of empathy’ sirven para construir la paz mundial. En 2009, la Federación Canadiense de Maestros le otorgó el ‘Premio de Defensa de la Educación Pública’. En la actualidad, Gordon forma parte de la junta directiva de la ‘Fundación Ashoka’, una organización internacional que apoya a emprendedores sociales de todo el mundo.
Transcripción
Para mí, las dos son necesarias cuando hablamos de empatía, mientras que para mucha gente solo es necesario el cambio de perspectiva. Creo que el lado humano, el lado afectivo, es necesario para desarrollar verdaderamente la empatía.
Esto era en los colegios más pobres, con peores medias. Y me di cuenta, al estrechar lazos con las familias que requerían la ayuda del programa para sus bebés y niños que aún no tenían edad escolar, de que había una epidemia de violencia doméstica, y de que estaban abusando de los niños, física y sexualmente. Estaba destrozada. Nada de lo que había estudiado o experimentado anteriormente podía ayudarme a comprenderlo. Y me di cuenta rápidamente de que el denominador común en todos estos casos de violencia era la ausencia de empatía. Y, trabajando con padres con bebés muy pequeños, me di cuenta de que en ese primer año de vida, en que aún son totalmente dependientes, surgía o moría la empatía. Entonces, vi dos cosas: que la ausencia de empatía enfatizaba la violencia y la crueldad de todo tipo, y que la empatía se desarrollaba a través de una relación de apego con los padres a temprana edad. Junté las dos y, en 1996, tras ese periodo de aprendizaje junto a las familias, me di cuenta de que se puede romper ese ciclo de crianza y violencia llevando las relaciones de apego a los colegios, para que los niños pequeños puedan ver qué es el amor, se identifiquen con un bebé y desarrollen su empatía si no han tenido la suerte de tener unos padres empáticos. Si han tenido esa suerte, podrían mejorarla.
En el mundo en que vivimos, si los niños aprenden a entenderse en el colegio, podemos alcanzar paz, podemos alcanzar una salud mental positiva, podemos romper ciclos de violencia y malas infancias. Hemos probado que Roots of Empathy reduce los índices de agresión y acoso escolar, incrementando el comportamiento social positivo y la competencia emocional. Y eso es algo muy valioso.
07:04 La idea es que se puede desarrollar la empatía mediante la experiencia. No hay un chip que te puedas insertar ni hay un manual de instrucciones que te haga empático, es algo que se construye a partir de las vivencias de cada uno. No pretendemos enseñar a ser empático, mantenemos que, aunque no se pueda enseñar de manera tradicional, se puede entender.
Todos los niños saben cuándo están viendo amor, el amor te seduce, te atrae, te hace sonreír sin querer. Trabajamos con la relación más poderosa que tendrán en su vida. Trabajamos con alguien que daría su vida por el bebé. Con amor incondicional. Trabajamos con una relación de apego que nos da un comienzo en la vida. Pensamos que no todo el mundo empieza con buen pie, y no es culpa de nadie, pero si podemos hacer que todos los niños experimenten ese tipo de relación sin que se les examine, sin que tengan que sentirse mal por ello… Hemos trabajado con niños que han tenido infancias terribles. El niño que más recuerdo fue uno con el que nos encontramos a finales de los noventa. Hace muchísimo tiempo. Cuando el niño tenía cuatro años, asesinaron a su madre delante de él. Entró en el sistema de adopción y no paraban de rechazarle. El motivo de los rechazos era su comportamiento. Lo que la gente no entiende es que los niños nos comunican sus sentimientos a través de su comportamiento. No saben cómo decir “Nadie me quiere”, “No sé qué hacer”, “Tengo miedo”, “No quiero dormir solo”, “No quiero ir al colegio porque se ríen de mí”. No saben cómo decírtelo, pero pueden actuarlo. Todos le rechazaban, no tenía un ancla y no tenía ningún recuerdo consciente de haber sido querido. El día en que vino a ‘Roots of Empathy’, la madre contó a los niños que siempre había querido un bebé muy mimoso, que se dejara poner ropa bonita, y que llevaba queriendo eso desde que era pequeña.
Y ¿qué tuvo? Un bebé independiente, al que no le gustaba que le disfrazaran ni que le abrazaran, que, al ponerlo en el portabebés, solo quería ir hacia afuera y lloraba al estar de cara a la madre. Sonó el timbre y la madre preguntó si alguien quería probar el portabebés. Y el niño, que estaba en sexto de primaria, levantó la mano. Tenía dos años más que el resto de los niños, porque al mudarse tanto había perdido mucho tiempo de educación. Así que, era dos años mayor, tenía la cabeza rapada con una coleta arriba, intentaba parecer duro, como si no le importara nada. Y levantó la mano, quería probar, lo cual sorprendió a todo el mundo. Los niños estaban cogiendo las mochilas y saliendo al recreo, así que nadie estaba prestando mucha atención. Cuando se puso el portabebés, la instructora del programa le preguntó si quería coger al bebé. Y dijo que sí. Y la madre puso cara de horror, pero cuando le pusieron al bebé encima el bebé se amoldó a su cuerpo, a pesar de lo que había dicho la madre sobre que le gustaba mirar hacia afuera. Nunca había cogido al bebé, aunque lo había visto. Cada vez que la madre venía al colegio, dejaba que todos los niños vieran al bebé, lo paseaba por el círculo de niños al principio y al final de las sesiones. El niño se fue a una esquina, abrazando al bebé y meciéndolo como había visto hacer a la madre.
La madre no dejó de controlar en ningún momento que todo fuera bien y, cuando volvió después de unos minutos, cuando ya no había más niños y había devuelto al bebé a su madre, le preguntó a la instructora del programa: “¿Crees que se puede ser buen padre si nunca te han querido?” No creo que tengamos derecho a rendirnos con ningún niño. Creo que pueden darse cuenta solos, que este niño pensaba que nunca traería un hijo al mundo cruel en que se crió, que como nadie le había querido, no sabría querer. Pero ese año con ‘Roots of Empathy’ le hizo creer que podía amar y ser amado. Ese niño era, muy probablemente, uno de los casos más tristes de nuestra sociedad, y fue capaz de encontrar su propia humanidad. Y esto me hace pensar: ¿cuál es el propósito de la educación pública? No debe ser solo producir gente alfabetizada en el sentido tradicional, sino que debe servir para crear ciudadanos, personas capaces de saber cómo relacionarse con los demás. Estamos en medio de una crisis mundial en este aspecto, ¿qué estamos haciendo al respecto?
Tienen que verlos, ver sus debilidades, ver su sentido del humor. Ver lo valiosos que son, reconocer eso que los hace únicos e incomparables. Y a los profesores no se les enseña que los niños aprenden a través del amor. No tienen que decir “te quiero” a cada niño, pero tienen que apreciar de manera sincera sus habilidades. Los niños hablan de sus profesores favoritos, y no siempre son los más inteligentes. No siempre son los que más éxito tienen, son los que los han visto de verdad, los que los han entendido. Me parece muy bien el énfasis en las ciencias, que intentemos que las mujeres participen más en ese tipo de carreras, pero ¿por qué no intentamos que los hombres sean más humanos? Educamos de manera muy diferente a niños y niñas, tanto en Norteamérica como en Europa. A las chicas se les dice que se callen y, a los chicos, que no sientan. Es un mensaje muy dañino. Tenemos que poder llegar los unos a los otros, establecer buenas relaciones, y solo podemos hacerlo mediante la empatía.
Respondiendo a tu pregunta sobre lo que pueden hacer y hacen los padres, creo que infravaloran su poder. Da miedo que te digan que eres el único responsable, sobre todo cuando nadie te ha dicho qué tienes que hacer, pero creo que los padres deberían darse cuenta de que su amor es la respuesta para casi todo. Cuando un niño tiene dos años y tiene un problema, con un par de besos se le pasa. Cuando tienen cinco años, ya no lo puedes curar todo con un beso, y cuando tienen quince, sus problemas son peligrosos. Si no has empezado antes a comunicarte con tu hijo, a ayudarle a reflexionar y desahogarse, será un problema. Pero si los padres hablan con sus hijos sobre cómo se sienten, para que tengan un modelo a seguir, para que vean la vulnerabilidad en sus padres… Y hablo de algo tan simple como sentarse a cenar, aunque hoy en día no muchas familias se sientan a cenar, con las extraescolares, las horas extra, etc. Sea en el momento que sea, cuando se reúne la familia, si los padres preguntan al niño “¿Qué tal ha ido el colegio?”, los niños se sienten interrogados y no querrán compartir, punto. Pero si la madre dice: “Hoy he tenido un día duro en el trabajo, no llegué a entregar esto a tiempo”, o: “me equivoqué haciendo tal cosa”, si comparte su humanidad, su decepción, cualquier emoción negativa con sus hijos… Aunque no lo crean, los padres son los ídolos de sus hijos. Los niños quieren ser como ellos a toda costa y les quieren más que a nada en el mundo.
Si la madre es capaz de ser el modelo a seguir en cómo hablar sobre algo decepcionante, doloroso o vergonzoso, sobre cualquier cosa que la haga parecer vulnerable, el niño se abrirá y podrá contar que ese día en el colegio respondió mal a una pregunta y se rieron de él. Y si la madre le dice: “Sí, recuerdo esa sensación”, ayudará a la alfabetización emocional de su hijo. La alfabetización emocional no es solo saber cómo se llaman tus emociones, es saber reconocerlas, entenderlas y discutirlas con fluidez. Los padres pueden comenzar por construir ese aspecto de manera natural con sus hijos, para luego pasar al aspecto cognitivo de la empatía. Y es algo que los padres hacen mucho, al ver la televisión, por ejemplo, y decir: “¿Cómo se habrá sentido en ese momento? ¿Cómo crees que se siente?”, están abriendo el camino para que los niños entablen un diálogo auténtico con ellos, que incluya tanto el aspecto emocional como el cognitivo, y que es más poderoso que cualquier cosa que pueda enseñarles un profesor en clase. No olvidarán ese momento en que sus padres compartieron su lado vulnerable.
Tiffany solía acariciar a su bebé metiendo la mano en la incubadora, y se dio cuenta de que no solo importaba el tacto, sino la presión. Era neuróloga y, al investigar sobre el tema descubrió que dar masajes con cariño a los bebés, delicadamente, hacía que salieran del hospital seis días antes, ese contacto aceleraba su progreso. Ese amor les curaba y le ahorró miles de millones de dólares al sistema sanitario. Sabiendo esto, ¿no somos todos bebés grandes? Sabemos que el contacto físico cura, cuando estamos tristes buscamos contacto, cuando estamos contentos nos abrazamos, cuando estamos decepcionados nos acercamos, ya sea un roce o algo más profundo, el tacto es la manera más profunda que tenemos de reconfortar a alguien o compartir nuestras emociones. No consigo entender por qué, entonces, somos tan asépticos. En vuestra cultura lo hacéis mucho mejor, nosotros sentimos, como tú misma has dicho, que es una invasión de nuestro espacio personal, de nuestra privacidad. Tengo un amigo de Brasil que me dijo que sus dos niñas echaban de menos el contacto tras mudarse a Norteamérica, porque ningún extraño las saludaba nunca tocándoles la cabeza ni nada así. No nos besamos, no nos abrazamos, a no ser que seamos familia o buenos amigos. Creo que el tacto es poderoso y, por ello, en el programa ‘Roots of Empathy’ cada niño toca al bebé dos veces. Y esto beneficia a los niños, pero también al bebé.
Además, mientras el bebé va pasando, le cantan, con lo que combinamos también el tacto con la música, que también une a las personas. Así desarrollamos la solidaridad en clase, para que todos los niños se sientan felices, tolerantes y responsables. Todo este asunto del tacto, de la falta de contacto, es un gran problema de la sociedad. En Reino Unido tuvieron una ministra de la soledad. Aunque solo duró seis meses antes de dimitir, tuve la oportunidad de hablar con ella y me dijo que quería hacer algo respecto al poco contacto humano que reciben los ancianos y los adolescentes, que muchas veces se sienten inseguros a la hora de establecer contacto físico. En la actualidad los jóvenes suelen vivir solos en espacios pequeños, y esto ocurre ahora más que nunca. Ya no tienen la oportunidad de pertenecer a una comunidad, de establecer contacto. Si no tenemos todo eso, perdemos una parte de nosotros mismos.
El hecho de que se van a producir desastres naturales por el cambio climático, y habrá refugiados víctimas de los mismos. Tenemos que ser capaces de encontrar la humanidad en los demás, darnos cuenta de que los seres humanos compartimos algo, que es la capacidad de sentir. Si no lo hacemos, seguiremos en esta crisis y seguiremos sin encontrarnos los unos a los otros. No sabemos cómo conectar. La doctora Sarah Conrad, de la Universidad de Michigan, realizó un estudio muy interesante hace unos siete años. Comparó los estudiantes universitarios de los años setenta con los de los dos mil, y vio que su preocupación por los demás había caído drásticamente, en un cuarenta y pico por ciento. Un porcentaje similar de personas tampoco se ponían en el lugar del otro, y estos son los dos elementos de la empatía. Si se ha reducido tan drásticamente la empatía en el segmento más educado de la población, ¿qué dice eso de Norteamérica? Y ¿es un indicador de lo que pasa en el resto del mundo?
29:00 Creo que para solucionar esta crisis de conexión necesitamos desarrollar la empatía y, para ello, hay que inculcársela a los niños. Todos los niños van al colegio en el primer mundo, ¿qué podemos hacer, además de darles las asignaturas de siempre? Debemos alfabetizarlos emocionalmente. La moral es importante y la empatía está relacionada con ella. Esta crisis está afectando a muchas cosas, necesitamos ser capaces de conectar los unos con los otros, ser capaces de leer los sentimientos de los demás, y encontrar la humanidad que nos une a todos. Está ahí.
Solo sus circunstancias son diferentes. Y creo que crecí buscando la justicia social, con rabia. “No es justo”, recuerdo decirle a mi madre: “No es justo”. Y ella no sabía decirme con palabras qué podía hacer yo ante esto. Ella simplemente lo hacía, ayudaba a otros de forma silenciosa. Creo que mi madre tenía muchísima empatía y no juzgaba a nadie. Eso tuvo un gran efecto en cómo veo yo la vida y en cómo he podido ayudar. Mi padre también tenía una visión interesante de nuestra posición en el mundo. Crecí en Terranova, una pequeña provincia en el extremo este de Norteamérica. Una provincia pobre. No éramos sofisticados, no éramos ricos, pero mi padre solía sacar un globo terráqueo y me hacía elegir un sitio. Luego, metía dinero en un sobre y lo llevaba a la iglesia el domingo siguiente para donarlo a ese país. Me explicaba que, igual no podía comprarme los zapatos bonitos que quería, porque con ese dinero ayudaría a niñas que no tenían zapatos. Hizo que me diese cuenta de que podía marcar la diferencia. No sabía ni dónde estaban esos países, pero veía que, a través de mi padre, podía ayudar. También me llevaba a visitar a personas mayores al hospital y a residencias de ancianos los domingos por las mañanas. Todos ellos eran personas vulnerables que, sin merecerlo, habían acabado en soledad. Mi padre me enseñó que podía hacer algo para ayudar.
Vi todos estos problemas y me di cuenta de que la empatía era la solución. Y estos problemas son cíclicos e intergeneracionales, no dejan de ocurrir, ¿por qué no hacemos algo? Si sabemos que la empatía es la solución, ¿por qué no hacemos algo nosotros mismos? Me di cuenta un día que fui a visitar a una de las madres adolescentes con las que trabajaba y le habían vuelto a pegar. Tenía la ceja partida, y le pregunté: “¿Qué ha pasado?”. Tenía al bebé en brazos y a su otra hija en el regazo, y me dijo: “Mary, no ha sido su culpa. Me ha pedido perdón y me ha prometido que no volverá a pasar. Hasta lloró”. Para ella, eso estaba bien. Podía seguir pegándole, porque después se arrepentía y lloraba. Tenía dieciséis años y dos hijos. Su madre y su abuela habían sido víctimas de violencia de género y no iba a ser capaz de proteger a sus hijas de ese abuso. Y pensé: “Esas dos niñas van a crecer pensando que el amor es eso”. De camino a casa estaba furiosa, y es raro que salga algo bueno de esa ira. Estaba llorando de rabia, y me propuse ayudar a esas niñas, no permitir que ellas y otros tantos niños crecieran creyendo que el amor duele, que no podíamos romper ese ciclo de violencia intergeneracional.
Vamos a países con los que tenemos un objetivo común y en los que podemos obtener apoyo económico. Países como Irlanda nos financian, porque ha habido incluso casos de suicidio de niños por el acoso escolar y nosotros podemos reducir ese bullying de manera drástica. Y es algo permanente, porque los niños se dan cuenta de lo que sienten los demás cuando les hacen daño y dejan de hacerlo. Suelen decirnos que los niños del programa hacen menos daño y ayudan más, ¿no deberíamos aspirar todos a eso? No me gusta que los retos me detengan, siempre sigo adelante. Si alguien nos invita, acudimos e intentamos ayudar. Tenemos muchas esperanzas puestas en España, ya tenemos un apoyo económico y algunos colegios que están interesados.
Nuestra localización más reciente es Hamburgo, estamos formando a los profesores que trabajan en escuelas infantiles para que tengan disponibles los materiales que les permitan demostrar a los niños cuánto les gusta a los profesores leerles un cuento, cuánto se divierten con ellos y que pueden divertirse mientras aprenden igual que ellos se divierten enseñándoles. Les enseñamos a potenciar el componente social y emocional con los niños para que su alfabetización emocional comience cuanto antes. Queremos investigar, en el futuro cercano, cómo los niños que han participado en ‘Seeds of Empathy’ entre los tres y los cinco años de edad se adaptan a la educación primaria y a ‘Roots of Empathy’.
Preguntamos a los colegios donde trabajamos por alguna familia que vaya a tener un hijo durante el verano, para que ese bebé y su madre o padre puedan ser el centro del programa ese año. El colegio sabe que si la familia es una familia feliz y los padres tienen buena relación con el centro, es muy probable que la relación de apego de los padres con el bebé sea buena. Si ese es el caso, el colegio informa a los padres sobre el programa y les pregunta si estarían interesados. Les envía información y, una vez están formados, el instructor del programa va a su casa y les explica todo en detalle. Allí, además, tienen la oportunidad de estar con la familia y ver cómo interactúan los padres con el bebé. Buscamos padres que reaccionen a sus necesidades. Es una relación muy poderosa, los padres se sienten orgullosos y aprecian cuánto significan para sus bebés. Aprenden cosas sobre sus bebés, sobre su temperamento, que nadie les había explicado. Si tienes un bebé muy intenso que llora mucho, al que cuesta mucho calmar, no es porque seas mal padre, es porque el bebé es así. Es predisposición genética. Antes me has preguntado si la empatía se hereda. La historia epigenética de la neurociencia nos ha permitido descubrir que nuestros genes tienen la capacidad de cambiar ligeramente con nuestras experiencias, y eso se puede heredar.
Creo que lo mismo pasa con ciertos rasgos del carácter, hay una predisposición genética. Nacemos con la capacidad de ver el mundo de cierta manera. Para los padres en ambos programas es muy liberador saber que, aunque no puedas inculcarle rutinas a tu hijo o no consigas que duerma bien, no es que seas un desastre, no eres mal padre. Solo significa que tu hijo tiene problemas con los ritmos. Solo hay lados positivos, para los niños es importante aprender que su carácter no implica que sean malos. Tener rabietas solo significa que tienes mucho carácter y necesitas ayuda para controlarlo. La relación de apego se ve reforzada cuando los padres se dan cuenta de que el bebé que tienen no necesariamente es el bebé que esperaban. Y que ellos mismos puede que no sean los padres que pensaban que serían. Trabajar en estas relaciones de apego es muy importante, nadie nace siendo un experto en esto. Tener un grupo de niños que participan y un instructor con experiencia en el tema es un apoyo enorme para los padres.
Debería parar un poco, a mi marido le gustaría pasar más tiempo conmigo. Además, ahora soy abuela, y me parece algo precioso. Mi definición de una “buena semana” ha cambiado, ahora quiero poder darle un baño a mi nieto. Así que tengo que estar en casa, y viajo mucho. Pero me gustaría poder seguir haciendo lo mismo, haciendo incluso más y trabajar más aspectos de la empatía. Presentar la empatía de diferentes maneras a poblaciones diferentes.