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Pilar Sordo. Esas tres dimensiones me hacen sentir de una determinada manera donde yo me hablo a mí misma todo el día, me escucho y de acuerdo a eso que me digo es cómo me relaciono con el mundo e incluso ese diálogo interno determina mi percepción del mundo. Además, el diálogo interno es bien poco original. Lo que me digo el lunes es bien parecido a lo que me voy a decir el viernes, a no ser que, como digo siempre, si el miércoles apareciera George Clooney que viene a decirme que me vio en Instagram y se enamoró de mí, y se va a separar de su señora, que seguramente cambiaría mi diálogo interno. Si no me pasa nada demasiado especial, lo que yo me digo el lunes es muy parecido y seguramente ese diálogo interno puede haber sido incluso en algún momento externo. Me lo pueden haber dicho otros. Y se metió y formó parte de mi autoconocimiento, aunque yo no lo quisiera. El cómo nos hablamos es lo que determinó el que algunos de ustedes no levantaran la mano ahora, en el ejercicio. Felicito a los que lo hicieron. Pero aquellos que no levantaron la mano y se dijeron cosas que probablemente no le dirían a un mejor amigo, capaz que ni siquiera un enemigo, tiene que ver con que tenemos que aprender a tener un lenguaje interno, compasivo, nutritivo, estimulante, que no implica ser indulgente. Es distinto decir: “Por Dios, Pilar, que imbécil que fuiste, ¿pero cómo tan tarada, cómo no te diste cuenta?” A decir: “Nos equivocamos Pilita, mañana lo vamos a intentar hacer mejor. Hoy no nos resultó como queríamos.” En ambos casos estoy haciéndome una crítica. Pero es totalmente distinto. Un lenguaje severo, castigador, a un lenguaje compasivo que me estimule a desarrollar mi mejor versión de la mejor manera posible. Hoy, con las redes, donde vivimos en un mundo de insatisfacción y de comparación permanente, donde estamos todos como en vitrina, donde parece que todo el mundo alcanza a hacer todo lo que hay que hacer menos yo… Como dice un amigo que lo decía en una charla hace poco acá mismo en Lima: “Me levanto a las seis de la mañana, Pilar, y ya tengo un idiota que corrió 12 kilómetros.” Por lo tanto siempre estamos como detrás. Siempre hay alguien que hace más ejercicio que yo o que hizo ejercicio y yo no pude porque hoy hay tanto para hacer, hay tanto que hoy día había que hacer, hoy día había que pensar positivo, comer saludable, educar amorosa y respetuosamente a nuestros hijos, hacernos una ‘skincare’, maquillarnos como se maquilla la del ‘makeup’, vestirnos como se supone que hay que vestirse, hacer ejercicios de fuerza porque cardio ya no sirve de nada, tomar todos los suplementos que se supone que hay que tomar, leer por lo menos diez páginas de un libro, ojalá caminar descalza por el césped, hacer algo de meditación, tener la posibilidad de mencionar o llamar o preocuparse de alguien que uno quiere… Evidentemente que hoy día, cuando nos acostemos, todos nosotros en algo vamos a haber fallado.