El poder de vivir el presente
Mercè Brey
El poder de vivir el presente
Mercè Brey
Experta en diversidad y liderazgo
Creando oportunidades
Rompiendo estereotipos: personas alfas y omegas
Mercè Brey Experta en diversidad y liderazgo
Mercè Brey
“Era la mujer caracol”, recuerda con alegría Mercè Brey al referirse a su pasado profesional, una brillante carrera en la banca que la llevó durante varias décadas a recorrer el mundo. De sus viajes, además de un gran bagaje financiero, recogió varios aprendizajes en su caparazón vital: “aprendí el valor de la diversidad, que la humildad te abre la mente y que existen nuevas maneras de liderar”, asegura la ahora experta en liderazgo y diversidad.
Brey estudió Ciencias Empresariales, un máster en Finanzas Internacionales y Comercio Exterior, un postgrado en Integración Europea y otro en Dirección de Ventas. En línea con su formación tuvo diferentes responsabilidades en banca y dirigió una cámara de comercio. Pero su experiencia e interés por las relaciones interpersonales expandieron su conocimiento. Hoy, Brey trabaja en pro de la transformación de las personas y las organizaciones. Creó la consultora BLUE, un espacio de desarrollo para co-crear un nuevo estilo de liderazgo y ha escrito varios libros: ‘Eres lo mejor que te ha pasado… ¡QUIÉRETE!’ o ‘Alfas y Omegas', el poder de lo femenino en las organizaciones’, en donde narra cómo el equilibrio entre lo femenino y lo masculino genera bienestar a las personas y rentabilidad a las organizaciones. ‘La millonésima mujer’ es su último trabajo. Su visión del liderazgo incluyente es una clara apuesta por una sociedad mucho más sostenible y equitativa.
Transcripción
Otro de los aprendizajes que tuve muy importantes es lo que tiene que ver con el liderazgo. Yo fui directora muy joven y enseguida empecé a dirigir equipos de diez personas y después de decenas y decenas de personas. Yo vengo de una formación muy mecanicista. Estudié Ciencias Empresariales, un máster en Financiación Internacional y Comercio Exterior, en opciones financieras, de dirección de ventas… Todo son formaciones muy mecanicistas y, cuando me dieron el primer equipo que dirigir, me di cuenta de que las personas no traccionamos porque nos digan que hagamos una cosa, que hay algo más que hace que las personas se sumen a tu reto, a tu objetivo, que estén motivadas. Entonces, ahí empecé a estudiar otras cosas: programación neurolingüística, constelaciones organizacionales, coaching, para darme cuenta de qué es aquello que hace que las personas nos comprometamos con un reto colectivo. Y ahí aprendí muchísimo, porque lo que aprendí fuera, en las escuelas de negocio o en los programas que hacía de formación, lo aplicaba. Entonces, tenía un vasto laboratorio donde poder hacer copipega de lo que aprendía y sacar mis propias conclusiones. Y la última cosa, Ximena, que te quería comentar de experiencias durante este periodo de tiempo fue el hecho de ser mujer en un mundo de hombres. ¿Qué te voy a contar?
Tenemos un primer nivel que es el nivel fisiológico, que necesitamos cubrir una serie de necesidades: tiene que ver con el comer, el beber, el sueño, el descanso, el alimentarse… Luego, por encima viene otro nivel que tiene que ver con la seguridad: la vivienda, el trabajo… Por encima, otro nivel que es la pertenencia, que tiene que ver con la familia, con las amistades y con la comunidad. Por encima, como cuarto nivel, el reconocimiento, que tiene que ver con el éxito, la confianza, el respeto… Y, por encima, en la cúspide de la pirámide, tenemos la autorrealización, y esto tiene que ver muchas veces con el propósito, el dar sentido de vida, y dicen que aquello que nos da más sentido de vida es poder contribuir al bien común, poder contribuir al desarrollo de nuestra comunidad y de las otras personas. Y creo que es bien bonito, cuando has recorrido toda una experiencia profesional, estos aprendizajes ponerlos a disposición de otras personas, y ahí estoy más o menos, Ximena.
“Es importantísimo el papel de la educación en la escuela y en la familia para atajar los estereotipos de género”
Es un hemisferio que está enfocado en el hacer. El hemisferio izquierdo todo el día hace cosas, siempre hace cosas. Fíjate que nos pasamos el día haciendo cosas en casa, en el trabajo, en todos los sitios. Muchas veces, cuando se nos vacía la agenda, nos coge como un algo: «No tengo nada que hacer». Es algo así. O vamos de vacaciones y hacemos fotografías para luego hacer una cena donde podemos enseñar las fotos que hemos hecho cuando hemos ido de vacaciones. Es como una obsesión por el hacer, y tiene este hemisferio izquierdo otra cuarta característica que está vinculada con lo masculino, con lo que llamamos «la esencia masculina» de la persona. No tiene nada que ver con ser hombre o mujer, estamos hablando de la esencia masculina. ¿Y qué es la esencia masculina? Es esa capacidad que tenemos las personas de tomar decisiones, de asumir riesgos, la valentía, la fuerza, la osadía, el pragmatismo… Esto corresponde a nuestra esencia masculina. Entonces, tenemos otro hemisferio, que es el hemisferio derecho. ¿Cómo es el hemisferio derecho? Es bien distinto, es un hemisferio emocional. Le gustan los olores, los colores, los sabores, experimentar. ¿Qué más es el hemisferio derecho? Así como el otro era dual, este es holístico: ve la globalidad de todas las cosas, ve que tú y yo somos al final lo mismo, somos humanas. No tiene la capacidad de ver la dualidad. No está focalizado en el hacer como el hemisferio izquierdo, sino que está focalizado en el ser, en el sentir, está conectado con las emociones y, además, como cuarta característica, está vinculado con la esencia femenina de las personas.
¿Qué quiere decir la esencia femenina? Quiere decir esas cualidades que son, por ejemplo, la empatía, la tolerancia, la generosidad, la capacidad de llegar a consenso, de colaborar, la creatividad, la intuición… Estas son las dos maneras de cómo funciona nuestro cerebro. Como dice José Antonio Marina, filósofo, hacemos un uso intensivo del hemisferio izquierdo. Más del 80 % de nuestro tiempo estamos solo utilizando el hemisferio izquierdo. Dejo aquí un momento esta conversación, que quiero contarte otra cosa. Tradicionalmente, las mujeres hemos estado durante cientos y miles de años en lo que se llama «la esfera privada». En la esfera privada, ¿haciendo qué? En el cuidado de los seres dependientes: de los mayores, de los menores, en el cuidado de la casa, de lo que yo llamo «el fuego del hogar». Ahí estábamos las mujeres durante tantísimo tiempo. ¿Y qué cualidades se necesitaban en este ámbito? Necesitábamos la empatía, la colaboración, la flexibilidad, la tolerancia, cualidades que, generalizando, decimos: «Así se define a las mujeres», pero en realidad son patrimonio de unos y otras. Durante este mismo periodo de tiempo que las mujeres hemos estado en la esfera privada, ¿dónde estaban los hombres? En la esfera pública. ¿Y qué se hacía en la esfera pública? Se luchaba, se competía, se buscaba el pan, ¿no? ¿Y qué tipo de habilidades se necesitaban ahí? La determinación, la fuerza, la osadía, tomar riesgos… Por lo tanto, es lógico que estas cualidades las asociemos más a los hombres. ¿Qué pasa? Y voy llegando a responder a tu pregunta. ¿Qué pasa en las últimas décadas? Solo décadas. Cientos y miles de años mujeres en la esfera privada y hombres en la esfera pública. En las últimas décadas hay un trasvase masivo de mujeres hacia la esfera pública. Y venimos con nuestras cualidades y venimos con eso que hemos ido desarrollando y entrenando durante miles de años y vamos a una esfera donde las reglas del juego son distintas, donde necesitamos otros atributos para lograr el éxito, específicamente, en las organizaciones. Ahí nace una brecha fundamental entre hombres y mujeres.
Entonces, empezamos a buscar metáforas para poder abordar lo masculino y lo femenino sin que las personas se fueran a una determinada conversación. ¿Dónde están las mejores metáforas? Siempre en la naturaleza. Entonces, empezamos a ver el comportamiento de los chimpancés, primero, luego de los orangutanes, hasta que dimos con una comunidad muy interesante. Es una sociedad que se comporta muy parecido a la sociedad humana, que es la sociedad de los lobos y de las lobas. Dimos con una persona que había trabajado durante muchos años en el parque de Yellowstone, donde el lobo en estado de libertad había estado desaparecido durante muchos años, no sé si 70 años o así. Esta persona se dedicó a la reintroducción del lobo en estado de libertad en este parque. Y esta persona cuenta varias características de la sociedad de los lobos que nos parecieron muy interesantes. La primera es que en la comunidad de los lobos existen dos elementos diferenciados: unos son los alfa y otros son los omega. Los alfa son los elementos que mandan en la manada, que tienen mayor poderío en la manada. Es curioso cómo funciona el comportamiento de la manada de los lobos. En el frente de la manada van los viejos y los heridos o enfermos. En el medio, los sanos y jóvenes. Y detrás, siguiendo el ritmo de la manada, van los elementos alfa. «Luego existe otro elemento muy importante que es el elemento omega», nos decía este gran conocedor de la sociedad de los lobos. Y decía que es un elemento fundamental dentro de la manada porque actúa de lo que él llama «pegamento social». Dice que cuando hay dos elementos alfas se pelean, mientras que cuando hay dos elementos alfa y un omega aprenden a colaborar. Y luego nos dijo una cosa que me pareció superinteresante, que es que no es verdad que los elementos alfa sean siempre machos, todo lo contrario: muchas veces los elementos alfa son hembras, y que, a menudo, en muchas sociedades de los lobos, los elementos alfa son hembras y machos que conviven sin ningún problema. Entonces, ya tenemos la metáfora. Era la metáfora ideal. Alfa representa los atributos de lo masculino y omega representa los atributos de lo femenino. Es mucho más fácil mantener una conversación sobre alfa y omega que sobre lo masculino y lo femenino.
Por lo tanto, hay mucho que trabajar también en el ámbito de las escuelas. Y repito, hay muchas que están haciendo cosas maravillosas para trabajar la inclusión. Pero quiero contarte también lo que pasa en el papel de las familias y recuerdo una de las entrevistas que hicimos para Alfas & Omegas. Se llama Ashok Khosla la persona que entrevistamos. Esa persona vive en la India. Es una persona ya mayor, 80 y algo debe tener Ashok. Es empresario y es una de estas personas gurús de temas energéticos que dicen temas de la energía, cómo va a ir en los próximos 20 años, etcétera. Y, a lo largo de la conversación con esta persona, me dijo algo, Ximena, que fue de esas cosas que a mí se me quedaron resonando en la mente durante un tiempo. Yo soy mamá de tres hijos, tengo dos varones y una hembra. Ashok Khosla me dijo lo siguiente. Dice: «Mira, Mercè, esto de la diversidad de género evolucionará cuando las mujeres entendáis cuál es el poder que realmente tenéis o atesoráis». Digo: «¿Qué quieres decir, Ashok?». Dice: «Mira, en mi país, no sé en el tuyo…», me dijo muy respetuoso, «en mi país todavía las madres educan a sus hijas como sirvientes y a sus hijos como príncipes». A mí esto me quedó retumbando en la cabeza porque pensé qué estereotipos de género estoy yo todavía aplicando en mis hijos y en mi hija durante esta educación que tenemos en casa.
Porque, por ejemplo, una imagen muy común, tú vas al parque y observas un pequeñín que va en bicicleta, pequeñín, pequeñín, no sé qué, y de golpe se cae. Entonces, va el papá o la mamá, lo levantan, le espolsan las rodillas y le dicen: «Anda, va, campeón, tira para adelante, que esto no ha sido nada». La misma escena en el parque con una niña pequeña: se monta en la bicicleta, va pedaleando y la niña se cae. La levantan: «¿Estás cansada? ¿Quieres descansar un ratito? Venga, va». Es muy distinto porque lo que estamos creando aquí es un sesgo que nos va a durar toda la vida, que le dice: «Tú puedes, adelante, campeón» y a la niña: «Cuidado que eres débil, eres frágil o necesitas protección».
“Cuando hay diversidad inclusiva, las personas nos sentimos vistas y reconocidas en nuestra diferencia”
Otra que también fue muy interesante fue una mujer uruguaya, Virginia Suárez, que fue la primera mujer CEO de un banco internacional en Uruguay y esta mujer me hizo dos reflexiones que me parecen muy importantes. Una reflexión es: cuando las mujeres son madres, adquieren unas determinadas habilidades que las empresas deberían aprovechar porque aprenden a hacer frente a desafíos muy importantes, el criar una vida, el ser responsables de una vida, esto es un gran desafío, por lo que las empresas deberían aprovechar esa habilidad desarrollada en la mujer. Y dijo otra cosa muy interesante también: cómo el papel de un jefe que ella tuvo, ella dice que actuó de su sponsor en su desarrollo profesional, cómo el papel de este hombre le ayudó a ella a desplegar sus alas y dijo, completamente, que esta persona le ayudó a ver en sí misma las barreras que se autoimponía por el mero hecho de ser mujer. También me pareció muy interesante darse cuenta de esto. En México hablé con dos mujeres, con Lorena Sánchez y con Pat López, que son presidenta y directora general del Instituto Nacional de las Mujeres. Y me hicieron una reflexión que me puedes contrastar tú, que eres mexicana, que a veces me decían: «Es necesario poner un marco para que las cosas pasen. Y este marco quiere decir hacer regulaciones legales, por ejemplo. Aunque sea de forma transitoria, a veces hay que plantearse las cuotas, a veces hay que plantearse incentivos fiscales… ¿Por qué? Porque las personas actuamos por inercia o hacemos por salir de esta inercia y ver otra realidad, si no, es muy difícil que hagamos que las cosas cambien. Me pareció muy interesante también la necesidad de crear un contexto para que las cosas cambien.
A veces, cuando hablamos del tema del desarrollo profesional de la mujer, del desarrollo de la mujer en el conjunto de la sociedad, de la no discriminación, cuando hablamos de los estereotipos de género, a veces parece que sea una cosa solo de mujeres, que seamos las mujeres las que tengamos que evolucionar de una forma determinada para adaptarnos al mundo como está. Y a veces no es bien así, sino que también el mundo está constituido por hombres y mujeres, y también los hombres seguramente tienen que hacer un camino de desarrollo. De esto habla mucho Ritxar Bacete cuando habla de la nueva masculinidad o de las masculinidades tóxicas, que se refiere a que el patriarcado, lo que entendemos de esta forma distinta de valorar el hecho de ser mujer o de ser hombre, también ha condicionado mucho al desarrollo e incluso la felicidad de muchos hombres, que estos estereotipos de género puestos sobre el género masculino también pueden ser una cárcel para ellos, también tienen que comportarse de una forma determinada: «Los hombres no son sensibles» o «los hombres no están interesados por el cuidado de los niños» o «no lloran» o todas estas frases estereotípicas y así. Es trabajar, en este caso el grupo hombres, el salir de estos patrones prestablecidos, esta especie de jaula que nos dice cómo tenemos que ser. Esto es lo que dice el género, qué comportamiento social tienen que tener los hombres o las mujeres. Entonces, es salirse de estos patrones, liberarse de estos patrones y conectar con la esencia pura de la persona, los hombres y las mujeres, con esa esencia masculina y femenina que nos permite conseguir mayor bienestar.
Entonces, cuando yo consigo tener entornos que sean realmente diversos e inclusivos, las personas ganamos en bienestar y las organizaciones ganan en rentabilidad. Ximena, es importante generar entornos diversos e inclusivos en el conjunto de la sociedad: en casa, en el cole, en todos los lugares y ambientes de la sociedad, y también muy específicamente en las empresas. ¿Y por qué lo digo? Porque las empresas se han vuelto un punto neurálgico en la vida de las personas. La gran mayoría de las personas nos pasamos un tercio de nuestro tiempo de vigilia trabajando. Fíjate, años atrás, nuestra sociedad ¿qué construía? Iglesias y catedrales. ¿Por qué? Porque la vida de las personas giraba alrededor de la religión. ¿Y ahora qué construimos? Edificios de oficinas, fábricas, centros comerciales… ¿Por qué? Porque la vida de las personas gira en torno al trabajo. Entonces, si años atrás la religión fue capaz de cambiar la sociedad, ¿cómo sería si ahora, desde las organizaciones, desde las empresas, fuéramos capaces de cambiar nuestra sociedad?
Entonces, puedes ir ahí, hay una encuesta de 12 preguntas en el libro que puedes ir respondiendo para ver un poquito cuál es tu perfil, pero, una vez determinado si soy más alfa o más omega, si me domina más lo masculino y lo femenino, ¿cómo hago para equilibrarme? ¿Cómo hago para encontrar ese punto de equilibrio? Pues tienes que practicarlo del sentido contrario. Si estás en alfa, necesitas practicar lo omega. ¿Y esto qué quiere decir? Pues practica, por ejemplo, la escucha, es algo muy omega, practicar la escucha activa. No sé si a ti te pasa. A mí me pasa a menudo que, según con quién estoy hablando, antes de que la otra persona acabe de hablar, yo ya sé lo que le voy a contestar. Es que no necesito que acabe la conversación, que yo ya sé lo que voy a responder. Esto no es escucha activa, esto es una posición muy alfa. Mira, te doy un truco que tiene tres partes para frenar este impulso de responder antes de tiempo y practicar un poco la escucha activa. Si lo que vas a decir perjudica a la otra persona, entonces, no lo digas. Si lo que vas a decir solo te beneficia a ti, no lo digas. Si lo que vas a decir es en beneficio de la otra persona, entonces, dilo. Y «en beneficio» no quiere decir que sea una cosa buena, quiere decir que sea alguna cosa que pueda servir a esa persona en su desarrollo.
Si estás en omega. Si estás en omega, te cuesta poner límites, estás más por la sumisión que por otra cosita… Así, seguramente, vas a tener que practicar la autoconfianza. ¿Y cómo se gana en confianza? Pues haciendo cosas. Me gustaba mucho cómo lo decía Nelson Mandela, porque dice que no tengo que esperar a tener confianza para hacer una cosa, sino: haz la cosa y ganarás confianza. Yo creo que va un poquito por ahí. Nosotros, todas las personas, tenemos nuestra zona de confort, luego está, un poquito más afuera, la zona de expansión y luego está la zona de pánico. Entonces, ¿dónde aprendemos? Cuando salgo de la zona de confort a la zona de expansión. Haciendo poquitas cosas que me hacen ganar en confianza. Por ejemplo, personas a veces con las que trabajo, que les cuesta hablar en público, son un poquito introvertidas, les cuesta el debate, la discusión generativa y así, entonces les pongo unos deberes y les digo: «Mira, esta semana tienes que saludar a tres personas que no conozcas». «Hombre, pero si no las conozco…». «Pero, si no las conoces, las saludas. Vas por la calle y sonríes a una persona y le dices “buenos días”. O, si te subes al metro, a la persona que tengas al lado: “¿Qué tal?”, lo que sea». «Pero eso me va a costar un montón». «Lo sé, pero hazlo, porque ganarás en confianza».
“Vivir el presente significa vivir la vida con los cinco sentidos”
Dice que había una vez un príncipe que era un príncipe muy nervioso y muy inquieto, muy rebelde, no le gustaba estudiar y quería ser mayor, quería llevar la corona de su padre. Entonces, un día se levanta y ve en el alféizar de la ventana que hay un carrete de hilo dorado. Lo mira y se queda sorprendido porque el carrete le habla y dice: «Oye, príncipe curioso, sé que a ti te gustaría saber cómo sería tu futuro. Si quieres, me coges y me vas tirando un poquito del hilo y podrás ir viendo qué te va a acontecer a lo largo de tu vida, pero ten presente una cosa, que el hilo que hayas tirado no lo podrás volver a rebobinar nunca jamás». El príncipe inquieto coge el carrete y dice: «A ver, a ver, ¿cómo seré yo de mayor?». Y tira un poquito y aparece un chico fortachón, gallardo y tal, y dice: «Voy a tirar un poquito más». ¡Anda! Y ya se ve con la corona de su padre. «Ya soy rey». Y dice: «¿Y tendré reina?». Y tira un poquito más y se ve al lado de su señora esposa. «¿E hijos? ¿Tendré hijos?». Y tira un poquito y ve un chiquitín por casa, bueno, por casa no, por el palacio. Tira un poquito más y otro más, otro chico más, tira un poquito más, una princesita más… Y, de golpe, se mira las manos y ve que le tiembla el pulso y ve que las manos están arrugadas. Se levanta, se mira en el espejo y ve que es un anciano, que ya no es un joven príncipe, sino un anciano. Y, entonces, el príncipe inquieto se tumba en la cama, triste por haber desperdiciado todos y cada uno de los momentos de su vida.
Verdad que ilustra muy bien estas ganas de que llegue el futuro, el futuro, el futuro, y no permitirnos vivir el presente, que dicen que es el único sitio donde vamos a habitar, donde vamos a vivir, a habitar, durante toda nuestra vida. Aquí la pregunta sería: ¿Y cómo vivimos en el presente? La mente se nos va a ir, se nos va a ir para adelante o para atrás, entonces, hay que educarla, es como un caballo, hay que educarla. ¿Y cómo la educamos? Haciendo cosas que nos conecten con el presente. Esto pasa muchas veces por cosas manuales. Por ejemplo, si tienes plantas en casa, pues sácale las hojitas que se han marchitado o, si estás lavando los platos, presta atención a cómo estás lavando los platos o la respiración, que te comentaba antes. Son actitudes que te conectan con ese momento presente, y ahí es superimportante vincularlo con otra cosa, que es la gratitud. Dar las gracias por todo lo que ya tengo en este justo momento. Mira, vivir el presente significa vivir la vida con los cinco sentidos, disfrutar de esas pequeñas cosas que con las prisas se nos pasan desapercibidas, vivir también esas relaciones que muchas veces dejamos de lado.
O, por ejemplo: «yo quiero dejar el trabajo asalariado que tengo y ponerme por mi cuenta». ¿Cuál es mi objetivo? Ponerme por mi cuenta. Un poquito más. ¿Cuál es el objetivo detrás de este objetivo? Bueno, si pienso, yo lo que quiero demostrarme a mí misma es que realmente puedo hacerlo. Este es el metaobjetivo. Esto es lo que te va a dar la energía para conseguir tu objetivo. Otro aspecto importante es que los objetivos se tienen que fijar en positivo. ¿Qué quieres decir? «No quiero fumar». «No quiero morderme las uñas». Ah, difícil cumplirlo. Porque te voy a hacer una pregunta, Ximena. No pienses en la luna llena. Imposible. Pasa lo mismo cuando me fijo los objetivos. «No quiero morderme las uñas». El «no», mi cerebro lo borra: «morderme las uñas». Entonces, los objetivos hay que formularlos en positivo. El objetivo tiene que ser concreto. «Quiero ser mejor profesional». O «quiero ser mejor persona». ¿Y esto qué significa? ¿Mejor profesional qué es? Que quiero dominar la contabilidad financiera o lo que sea. Hay que tener un objetivo que sea bien concreto, y cuando es concreto tiene que depender de mí. Por ejemplo, el objetivo sería «que haya paz en el mundo». Esto es muy bonito y muy loable, pero no depende de mí. Depende de mí llevarme bien con mis vecinos de escalera o depende de mí llevarme bien con mis colegas en el trabajo o depende de mí llevarme bien con mis hijos o con mi cuñada. Tiene que ser algo que dependa de mí.
Tiene que ser medible. Un objetivo tiene que ser claramente medible. Si cojo el de «quiero adelgazar», entonces, «quiero adelgazar un kilo cada mes», y tiene que ser medible. Tengo que saber los recursos que necesito para conseguir estos objetivos y los recursos o pueden ser de activación interna o de activación externa. Imagínate que mi objetivo es hablar fluidamente el inglés. Motivación interna: «me comprometo conmigo misma a practicar cuatro días a la semana». Motivación externa: «voy a apuntarme a unas clases online de inglés». El objetivo siempre tiene que ser, y esto es importante, coherente conmigo, porque a veces nos fijamos retos que en realidad es muy difícil que los cumplamos porque, por ejemplo, se riñen con nuestros valores. Por lo tanto, es muy importante revisar que este reto sea coherente conmigo, y quiero decir con mis valores, y que yo sea capaz de asumir las renuncias que el reto tiene para mí. Esto es superimportante. Otro aspecto fundamental es que esté acotado en el tiempo. A veces nos ponemos unos objetivos que son a tres años vista y la energía de consecución del reto aquí se diluye tremendamente. Entonces, si tú tienes un reto a muy largo plazo, por ejemplo, «quiero comprarme una casa de aquí a tres años», está bien que tengas este reto, pero trabaja en subretos, por ejemplo, «ahorrar». Necesito ahorrar para comprarme la casa. Coge el reto «ahorrar» y haz lo mismo. Haz lo mismo que esto y, para ahorrar, ¿qué es lo que haré? ¿Con qué recursos? O sea, haz lo mismo: convierte este subobjetivo en tu objetivo para que sea a más corto plazo porque, si no, la energía se nos diluye.
Y, por último, creo que es superimportante visualizar el objetivo conseguido. Visualizar el objetivo conseguido. Y te digo por qué, Ximena, porque decíamos antes que las personas somos energía, y la energía vibra. Dicen que los humanos somos el imán más potente del universo y que atraemos lo que vibramos. Entonces, si yo me imagino mi reto conseguido, por ejemplo, estar viviendo en mi casa nueva con las escaleritas de no sé qué, con las plantitas no sé dónde, con la habitación decorada de esta forma, cuando yo recreo en mi imaginación esta situación y la vivo y me emociono con ella, tengo muchas más posibilidades de conseguir mi reto. Para imaginar este reto conseguido, puedes hacerlo con imágenes, que se llaman el «vision board». Coges recortes de imágenes, las pegas y las tienes en un lugar visible y, cada dos por tres, dos o tres veces al día, miras esa imagen y vibras con esa imagen, con ese reto conseguido. Todas las decisiones que vas a ir tomando a lo largo de los días que faltan para conseguir tu reto van a ser más coherentes y más acordes con el reto que quieres conseguir, porque estás vibrando con él.
Cuando yo tengo un pensamiento, esto genera una emoción, y una emoción es la vibración, que es lo que me hace conectar contigo. Por lo tanto, si yo quiero conectar contigo en un determinado tono, necesito primero haber trabajado esa emoción en mí. Si quiero conectar contigo desde la empatía o desde la amabilidad, desde la escucha, entonces, tengo que sentir esto dentro de mí. Si por contra, quiero conectar contigo desde un sitio muy de la instrucción, muy de la autoridad, tengo que cultivar esa emoción dentro de mí. También es importante saber por qué canal estamos comunicando a las personas. Las personas comunicamos por tres canales distintos. Comunicamos por un canal que es el auditivo, por el visual o por el cinestésico, que es el canal de las emociones. Te pongo un ejemplo, una persona que se conecta con las otras personas, que se comunica con las otras personas por el canal auditivo, ¿cómo sería si nos contara su despertar? Diría: «Esta mañana, cuando ha sonado el despertador, no se oía ningún sonido en el edificio». Este mismo despertar te lo cuenta una persona que es visual: «Esta mañana, cuando me he despertado, he abierto los ojos y estaba todo oscuro, todavía no había amanecido». Y, si te lo cuenta una persona que es cinestésica, que está más en el mundo de las emociones, te diría: «Esta mañana cuando ha sonado el despertador, ¡qué pereza! ¡Estaba tan a gustito dentro de la cama!». Es el mismo despertar. En cambio, cada persona lo puede contar desde un canal distinto.
Si yo quiero conectar realmente contigo, estoy interesada en empatizar contigo, tengo que observar cuál es tu canal de comunicación. Utilizo palabras como «escuchar», «oír» o «sentir» o utilizo palabras como «poner el foco» o «brillar», que tienen que ver con lo visual o utilizo palabras como «colores», «sabores» o «emociones», que tienen que ver con lo emocional. Pero no te preocupes, porque, si no sabemos o no tenemos tiempo de calibrar a la otra persona, utilizamos los tres canales y ya está. Entonces, yo te diría: «Esta mañana, cuando ha sonado el despertador, estaba todo oscuro y tenía una pereza…». Ahí tengo la capacidad de conectar con todas las personas. También hemos de tener en cuenta que las personas colocamos el significado de las palabras. Las palabras son muy importantes porque son energía encapsulada, y esta energía tú la vas a recibir de una forma distinta que la va a recibir otra persona. Cada una de las personas le vamos a dar un significado distinto a las palabras. ¿Por qué? Porque las colocamos en un marco mental y ahí es donde le damos sentido. ¿Y cómo le damos este sentido? En base a toda la experiencia acumulada que tenemos detrás. Esto hace que le demos un significado distinto a cada una de las palabras.
Es lo que comentaba antes cuando hablábamos de lo masculino y de lo femenino. ¿Qué hacemos con esto? Utilizar metáforas. Por ejemplo, Ximena, una metáfora es Alfas & Omegas. Es complicado a veces hablar de lo masculino y de lo femenino porque cada una de las personas podemos interpretar lo que sea con cada uno de estos conceptos. En cambio, cuando hablamos de alfa y omega, la metáfora del comportamiento de los lobos, de las comunidades de los lobos, nuestro consciente se relaja y podemos hablar tranquilamente con el inconsciente de la otra persona, que es donde realmente radica toda la información. Cuando tengas conceptos complejos para comunicar que pueden sesgar la opinión de las personas, tenemos que utilizar metáforas. Y, por último, que es una de mis preferidas, es el silencio. El silencio también es comunicar. El silencio es la ausencia de palabras. Por lo tanto, el silencio siempre está. Y la utilización de los silencios es superimportante porque a veces no nos lo permitimos. Hablamos, hablamos, hablamos y no permitimos el silencio, y el silencio para mí son áreas de respeto y de reflexión donde las personas podemos ir decantando lo que hemos escuchado, podemos ir dándole nuestro significado. Yo creo que por ahí es donde podemos conseguir una comunicación más eficiente con las otras personas, pero para mí lo más importante es conectar desde el corazón.
Por lo tanto, las zonas de seguridad psicológica: confianza, respeto e imparcialidad. ¿Y qué cualidades necesitamos para que una persona líder ejerza este liderazgo incluyente? Pues yo te diría que cinco aptitudes, fundamentalmente. La primera es la curiosidad, de esa curiosidad bendita de cuando éramos peques, curiosidad por esa realidad distinta de la otra persona. Si estamos hablando de diversidad, esa persona tiene una realidad distinta. Es mostrar esa curiosidad sana por esa realidad diferente de la otra persona. La segunda tiene que ver con la humildad, de ir con esa actitud de que yo puedo aprender también de esa persona por muy diferente a mí que sea, o precisamente porque es muy diferente de mí. La otra habilidad es la tolerancia, que significa aceptar, escuchar puntos de vista u opiniones distintas o divergentes a las mías. La otra tiene que ver con la flexibilidad, que es poder observar desde distintos ángulos para tener una visión más global de alguna cosa. Y flexibilidad también es, cuando he recogido esta información, si veo que hay otra alternativa mejor a la que yo pensaba, tener la flexibilidad de cambiar hacia esa nueva visión.
Y la última, que es mi preferida con diferencia, que es la empatía. Hablamos mucho de la empatía. ¿Qué es la empatía? Pues colocarse en la piel de la otra persona o calzarse los zapatos de la otra persona. «Bueno, bueno, pero esto es muy difícil». Yo creo que la empatía es… Yo veo la realidad. Hay la realidad, y yo solo veo un fragmento de la realidad y la veo con las gafas de ver que me da toda mi experiencia vivida. Con esas gafas de ver, veo la realidad y la interpreto. La persona que tengo al lado hace lo mismo y con su experiencia vital ve otra parte de la realidad que no tiene por qué coincidir con la mía. Entonces, tener la capacidad de ver que la otra persona ve una realidad distinta a la mía y que esa realidad es tan válida para ella como la mía es para mí, eso es empatía. Esto es empatía de verdad. Esto nos da a un líder, un estilo de liderazgo, un liderazgo incluyente que es el que yo llamo «liderazgo MOMA», que es el liderazgo moderado omega moderado alfa: un tipo de liderazgo donde lo alfa y lo omega conviven y se complementan. No es un punto el liderazgo MOMA, es un espacio, porque en un punto no hay movilidad y, cuando no hay movilidad, hay muerte, no hay evolución. Por lo tanto, el liderazgo MOMA es un espacio donde, indistintamente y según me convenga, puedo echar mano de las habilidades alfa o de las habilidades omega.